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Su vestimenta se caracteriza por ser de buen gusto, pero atrevida. Luce faldas muy
apegadas a su cuerpo y sobre la rodilla, que dejan ver sus piernas bien torneadas
encaramadas sobre altos tacones y, otras veces, viste amplios vestidos acinturados muy a
la moda y de gran colorido.
Al llegar a la clínica por las mañanas, tiene que despojarse de su vestuario, que lo
hace de mala gana, ya que debe obedecer órdenes de la enfermera supervisora, que es
muy apegada a los reglamentos y que la tiene entre cejas, pues continuamente está
pasando por el piso mirando de reojo lo que ella está haciendo.
- ¡Carlota, le he dicho mil veces que debe usar las uñas cortas y sin esmalte y sus
joyas debe dejarlas en la casa. En cuanto a su uniforme, deberá alargarlo bajo la
rodilla. Espero verla mañana vestida correctamente, ¿me entendió?
- (qué vieja tan molestosa y antipática) – piensa para sí Carlota – ¡Sí jefa, me olvidé,
qué distraída soy, inmediatamente me corto las uñas!. – responde, sacándose
apresuradamente los anillos de fantasía que usa en cada uno de sus dedos,
echándolos en su bolsillo. - ¡Hoy mismo llegaré a alargar mi uniforme, se lo
prometo jefa!
- ¡Última vez que le voy a advertir, a la próxima le colocaré una anotación negativa
en su hoja de vida!
Carlota la mira con cara de contrición y, tan pronto la pierde de vista hace un gesto de
desdén y, con un respingo de narices, le hace comentarios a su colega:
- ¡No poh, esta vieja no me va a cambiar, sus reglas son puras chifladuras de una
persona amargada y menos cuando hoy viene el Dr. Pérez.
- ¿Te gusta el Dr. Pérez?, - le pregunta la colega. - yo lo encuentro raro, tiene gestos
que me hacen dudar.
- Humm…¿crees tú que es…?
Luego de irse por otro pasillo, busca sus anillos y se los vuelve a colocar en sus dedos.
Acto seguido, va a la toilette para repasar el labial y el delineador de ojos; revuelve su roja
cabellera con sus manos, de manera altiva levanta su busto y pestañando como una
dormilona, frunce sus labios como si fuera a dar un beso.
- (Hoy viene el Dr. Pérez, es solterón como yo y lo encuentro atractivo. Voy a abordarlo
qué tal me va, pero ¡ojalá que no sea gay!. Todos lo encuentran amanerado al caminar
y que levanta el meñique para tomar el bisturí. ¡Ay, qué nervios me daría si fuera cola!
Aunque hay tantos gay casados que viven felices y ¡hasta tienen hijos! En fin, no pierdo
nada. ¡Oh…Dios mío…ahí viene precisamente!).
- ¡Buenos días doctor Pérez! – lo saluda Carlota con su mejor sonrisa, esperando ser
advertida por él.
- ¡Buenas… – dice distraídamente el galeno, quien escribe algo en una libreta sin mirarla
y sin detenerse a conversar.
- (¡Viejo roto, pero se las va a ver conmigo!) – murmura Carlota que camina tras él
siguiendole a ver los pacientes de una sala.
- ¡Doctor, ¿va a examinar a don Jorge, el paciente de la pieza siete?, él quiere conversar
con usted desde ayer…
- …Hum… - musita débilmente el doctor, luego carraspea, sigue escribiendo sin levantar
la vista del documento.
- ¡Doctor…es que…este paciente quiere que le dé el alta! – insiste Carlota esperando una
respuesta satisfactoria.
- ...Hum…ya…pero ahora estoy muy ocupado. – responde toscamente el médico.
- ¡Doctor…recuerde que ayer usted le prometió que se iría a su casa! –insiste Carlota.-
Con ojos lánguidos lo mira a la cara y le dice: - ¡Además, yo también necesito hablar
algo privado con usted!
- ¡Está bien…ahora termino y hablamos…¿es muy largo lo que tiene que decirme?
- (¡Chitas el gallo apurón! – No doctor, es cortito…
Así pasan y pasan los minutos, la conversación entre el médico y su paciente es para
largo.
Al cabo de varios días, en un encuentro casual en los pasillos con el doctor, éste
recuerda la frustrada conversación con Carlota.
- Enfermera, usted tenía que decirme algo, que quedó pendiente. – le dice el doctor sin
mostrar ninguna preocupación por la desazón de Carlota.
- Sí doctor, pero el problema ya se solucionó. Gracias.
- ¡Qué bueno. ¿A qué paciente debo ver ahora?
- Al paciente de la sala dos cama cuatro, doctor. – responde Carlota, pero íntimamente
desearía preguntarle ¿y a mí cuándo me va a revisar!
Así, nuevamente su intento ha terminado “sin pena ni gloria”. Pero se promete no cejar
en su empeño de conquistarle, porque ella dice poseer atributos de sobra.
Llegó el día viernes. La fiesta está a todo andar en el Hotel San Martín. Carlota se
baja de un Uber y hace su entrada al recibidor del hotel, vestida como se lo había
propuesto, ¡deslumbrante!
Salieron y llamaron un Uber que los dejó en el edificio de Carlota. Tomados de la mano
y saludando al conserje, entran al ascensor que los dejó en el 2° piso.
Antes de preparar el café, sintió que el doctor la abrazaba por la espalda tomando a
dos manos sus generosos pechos, desprendiendo de un tirón los tirantes de la prenda de
ropa dejando al descubierto su torso. Ella se vuelve hacia él besándolo apasionadamente.
Abrazados y sin dejar de besarse, se dirigen al living, la sube a la mesa, le arremanga el
vestido y procede a bajarle los calzones de encaje para besarle los muslos y su vientre.
Luego la coge y la tiende sobre la alfombra, culminando haciendo el amor a sus anchas.