Está en la página 1de 2

“Rojo, con los labios apretados y las gotas de sudor corriendo por su frente” fue la

descripción de la periodista sobre el ex funcionario que esa mañana había estado

compareciendo en la corte de Brooklyn.

Arcelia, una mujer de 30 años que miraba callada el juicio contra el señor G, y

escuchaba con atención cada uno de los detalles sobre la entrevista, que si aquel

narco había dicho que sí, efectivamente, había recibido una suma poderosa de

dinero por su silencio, que si aquel otro decía que en sus manos había dejado un

cargamento de droga, o si el otro afirmaba haber recibido protección de su parte

mientras estuvo en el poder.

Arcelia a duras penas había podido reconocerlo en las fotos y los dibujos de él que

se presentaban en las entrevistas que daban vueltas por todo el internet, podría casi

afirmar que ese hombre no era el mismo que hace casi quince años había visto con

su madre, sacadola a empujones y golpes del prostíbulo donde trabajaba, Arcelia no

había vuelto a ver a su mamá, hasta que unos meses después, solo por televisión,

pudo ver a su madre colgada de un puente en Veracruz, habían dicho que fue el

crimen organizado, habían dicho que nadie reclamó esos cuerpos, habían dicho que

el señor G, haría justicia por las víctimas de la guerra que se desataba en el país,

pero ninguna de esas tres afirmaciones fueron reales.

“Rojo, con los labios apretados y las gotas de sudor corriendo por su frente” era

curiosa la descripción que hacían del señor G, porque Arcelia estaba segura que

esa misma postura era la que tenía su madre la noche que ese hombre, en

compañía de un enorme sujeto, calvo y con dientes de lo que parecía ser oro se la

llevaron. El padrote del lugar le había explicado a Arcelia que su madre estaba “Re

sabrosa” y que el señor G se la había llevado para “Disfrutarla” en otro lugar, “Vaya,
como si fuera una hamburguesa” pensó Arcelia de en ese entonces quince años, y

desde entonces las hamburguesas le causaban repulsión.

Justo ahora, después de tanto tiempo sin atreverse a revivir el rostro de quién se

llevó a su madre, o siquiera a aceptar que la había reconocido colgada de aquel

puente en Veracruz, con su cabello bonito, porqué para su madre el cuidado de su

cabello era lo más importante, y sus uñas pintadas de azul eléctrico, reducida a un

"Daño colateral de la guerra contra el narco", podría preguntarse ¿Por qué si el

hombre que se había llevado a su madre estaba en juicio, el hombre gordo de

dientes de oro y manos rojas seguía frecuentando el mismo prostíbulo y llevándose

mujeres cada que podía?

-Rojo, con los labios apretados y las gotas de sudor corriendo por su frente -

murmuró Arcelia mientras con sus manos apretujaba el muñeco Vudú que había

hecho especialmente para él, con los cabellos que el hombre de dientes de oro le

había dado.

"Toma negra, de todos modos ese wey ya no nos sirve" había dicho mientras le

entregaba el mechón que le había pedido como favor especial, como si le entregará

un montón de pepitas cualquiera.

"Rojo, con los labios apretados, y las gotas de sudor corriendo por su frente " fue el

encabezado de primera plana al día siguiente de todos los diarios nacionales, y de

los tiktoks matutinos, así fue como murió el ex jefe de la secretaría de seguridad

pública en pleno juicio en la corte de Brooklyn.

Arcelia sonrió, pero ese había sido el principio del fin, ese pobre diablo era apenas

el primer nivel en el juego de caza que había empezado…

También podría gustarte