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Resumen Del Cuento Maria Dos Praseres
Resumen Del Cuento Maria Dos Praseres
“El hombre de la agencia funeraria llegó tan puntual, que María dos
Prazeres estaba todavía en bata de baño y con la cabeza llena de tubos
rizadores, y apenas si tuvo tiempo de ponerse una rosa roja en la oreja
para no parecer tan indeseable como se sentía. Se lamentó aún más de
su estado cuando abrió la puerta y vio que no era un notario lúgubre,
como ella suponía que debían ser los comerciantes de la muerte, sino un
joven tímido con una chaqueta a cuadros y una corbata con pájaros de
colores”. Fragmento inicial, Gabriel García Márquez.
María dos Prazeres, el personaje del relato homónimo, es una mujer mulata de
76 años que expresa dos importante valores: la lucha por su libertad y
dignidad, y el gozo del cuerpo. María vive en Barcelona (región de Catalunya),
y “A pesar de sus años y con sus bucles de alambre seguía siendo una mulata
esbelta y vivaz, de cabello duro y ojos amarillos y encarnizados, y hacía ya
mucho tiempo que había perdido la compasión por los hombres”. Nada ha
podido doblegar a esta brasileña afrodescendiente que fue vendida por su
madre “a los catorce años en el puerto de Manaos, así que el primer oficial de
un barco turco la disfrutó sin piedad durante la travesía del Atlántico, y luego la
dejó abandonada sin dinero, sin idioma y sin nombre, en la ciénaga de luces
del Paralelo”, en Barcelona. Lleva más de cincuenta años viviendo en
Catalunya, así que “Hablaba un catalán perfecto con una pureza arcaica,
aunque todavía se le notaba la música de su portugués olvidado”, y cuando
cantaba, tenía “una hermosa voz africana”.
María dos Prazeres era prostituta desde cuando el oficial turco que la gozó en
la travesía del Atlántico la dejó abandonada en una de las calles de Barcelona.
“—Soy puta, hijo. ¿O es que ya no se me nota?”, le dice al vendedor de
tumbas. Pero ya no ejercía su oficio: “Se había retirado por voluntad propia con
una fortuna atesorada piedra sobre piedra pero sin sacrificios demasiado
amargos, y había escogido como refugio final el muy antiguo y noble pueblo de
Gràcia, ya digerido por la expansión de la ciudad”, Barcelona.
Una tarde glacial de noviembre, cuando salía del cementerio, empapada y con
el Noi en los brazos, es abordada por el conductor de un flamante automóvil
que se ofrece a llevarla. Después de un forcejeo, ella acepta y ya dentro del
vehículo se encuentra con un hombre “que era casi un adolescente, con el
cabello rizado y corto, y un perfil de bronce romano”. María dos Prazeres lleva
al hombre a su casa y después de un segundo forcejeo de palabras, mientras
ella sube las escaleras con el joven avanzando detrás, piensa en la
equivocada interpretación que le había dado a su sueño: “—Dios mío —se dijo
asombrada—. ¡De modo que no era la muerte!”. Era la vida y la pasión del
cuerpo.