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SAN IGNACIO

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MIAMI,FL

AMERICAN LITERATURE
Material de lectura

Dirección de Doble Grado Dirección de Estudios Generales


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Otros títulos publicados


en esta colección:
Uruguay Estados Unidos ha sido descrito como la “mejor esperanza del
Filipinas mundo” y el “Gran Satán”. Se ha erigido en ejemplo del más craso
El futbol en América Latina materialismo y en modelo de alucinante progreso; en encarnación
La globalización temprana del imperialismo explotador y en tierra prometida. Este libro

Estados Unidos
Venezuela pretende hacer una crónica mínima del pasado de esta nación, de
La Guerra Fría en América Latina la que tenemos una imagen tan contradictoria. ¿Cómo es que trece

de América
Los derechos humanos en América colonias marginales, plantadas en la costa atlántica del Nuevo
Latina Mundo, se convirtieron en una de las principales potencias econó-

Historia mínima de Estados Unidos de América


Colombia micas, políticas y culturales del siglo XX?
Israel En estas páginas se exponen los factores y procesos que constitu-
Rusia yeron la experiencia estadounidense, desde la época anterior a la
C
El PRI llegada de los europeos hasta los primeros años del siglo XXI: su
M

El Derecho en Occidente expansión territorial, el dinamismo de su economía, el estableci-


Y

Estados Unidos de América miento de un sistema político republicano y estable, su tránsito, en


CM
el ámbito de las relaciones internacionales, del aislacionismo a la
El constitucionalismo en América Latina

Erika Pani
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hegemonía. Queremos dar cuenta de la enorme diversidad que
La migración México-Estados Unidos
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caracteriza a la geografía y a la sociedad estadounidenses, así como
El neoliberalismo
CMY
de la capacidad que ha tenido ésta de aglutinarse en torno a ciertos
La Revolución cubana
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objetivos, sin caer en el discurso excepcionalista que ha caracteriza-
La literatura mexicana del siglo XX do a la historia de un país que los libros de texto siguen llamando
La expansión ferroviaria en América “la Gran República”, “la Promesa Americana”, la “Nación de
Latina
Naciones”, para presentar lo que sin duda es una historia funda-
Bolivia
mental y extraordinaria.
Argentina
Perú
Chile

ERIKA PANI
Imagen de portada: Early Sunday Morning,
EL COLEGIO DE MÉXICO Edward Hopper.
HISTORIA MÍNIMA
DE ESTADOS UNIDOS
DE AMÉRICA

Erika Pani

EL COLEGIO DE MÉXICO
973
P192h
Pani, Erika, 1969-
Historia mínima de Estados Unidos de América /
Erika Pani. – 1a. ed. – Ciudad de México: El Colegio de
México, Centro de Estudios Históricos, 2016 (segunda
reimpresión, junio de 2018).
271 pp. ; 21 cm. – (Colección Historias mínimas)

isbn 978-607-462-877-7

1. Estados Unidos – Historia. I. t. II. ser.

Segunda reimpresión, junio de 2018


Primera reimpresión, septiembre de 2016
Primera edición, 2016

D.R. © El Colegio de México, A.C.


Carretera Picacho Ajusco 20
Ampliación Fuentes del Pedregal
Delegación Tlalpan
14110 Ciudad de México, México
www.colmex.mx

isbn 978-607-462-877-7

Impreso en México

LA JOVEN REPÚBLICA Y SU IMPERIO, 1800-1850 109

el millonario texano Ross Perot en 1992 y 1996 y, en 2000, Ralph


Nader, activista defensor del consumidor y del medio ambiente. En
contraparte, como se verá en el último capítulo de este libro, en es-
tos años los dos grandes partidos históricos experimentaron cambios
profundos al integrar nuevos grupos de presión y de interés, con aspi-
raciones y reclamos distintos. Como estructuras institucionales, han
sobrevivido por muchos años la transformación de los ideales sobre
los que se fundaron y de las bases demográficas que los sustentaban.
Así las cosas, y a pesar de las incontestables virtudes que daban
coherencia y estabilidad a la política estadounidense, la imposición
de medidas arancelarias que disgustaba a una sección del país, así
como los desplantes presidenciales que provocara la rebeldía de un
estado, ponían de manifiesto que lo que parecía ser un sistema ro-
busto tenía serias fallas estructurales. Cuando, tras la guerra con Mé-
xico, resultó imposible llegar a un arreglo estable sobre la expansión
de la esclavitud en los territorios conquistados, el desacuerdo entre
regiones se institucionalizó, al fundarse en 1854 el Partido Republi-
cano, que no tenía presencia más que en el Norte. Como promotora
de los principios de “tierra libre, trabajo libre, hombres libres”, esta
asociación política estaba comprometida, si no con la abolición de la
esclavitud sí con la limitación del poder de la “esclavocracia” sobre
la política nacional. Al radicalizarse la situación no habría punto de
encuentro posible entre quienes abogaban por la ruptura y quienes
reclamaban el uso de la fuerza para impedirla.

OTRAS REVOLUCIONES

Las primeras décadas de vida independiente coincidieron también


con profundas transformaciones de la geografía —física y mental—
en la que vivían los estadounidenses. De ocupar, a la hora de nacer,
poco más de dos millones de kilómetros cuadrados entre el Atlán-
tico y los Apalaches, la joven república cubría, para 1860, más de
siete millones y medio de kilómetros cuadrados, de la costa Este
110  HISTORIA MÍNIMA DE ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

hasta el océano Pacífico. El crecimiento demográfico resultó igual


de impresionante: el número de habitantes pasó de poco menos de
cuatro millones en 1790 (año del primer censo) a casi 31 millones y
medio en 1860. La población creció en promedio 35% por década
entre 1820 y 1860, multiplicándose por dos cada 25 años. Durante
el mismo periodo en ningún país, europeo o americano, creció la
población siquiera a la mitad de lo que crecía en Estados Unidos.

Cuadro 1

Extensión territorial
Año Población
(millas cuadradas)
1790 3 929 214 888 811
1810 7 239 881 1 716 003
1850 23 191 876 2 992 747
1860 31 443 321 3 022 387

Al vigoroso crecimiento natural de la población se sumó un


importante flujo migratorio, proveniente principalmente del no-
roeste de Europa. Durante la primera mitad del siglo xix llegaron
1.7 millones de irlandeses y 1.3 millones de alemanes, además de
ingleses, suizos y belgas. Artesanos desplazados por los procesos
de industrialización, campesinos, intelectuales y políticos exiliados
tras las revoluciones de 1830 y 1848, estos migrantes abandonaban
su tierra natal para dejar atrás la pobreza —una hambruna devas-
tadora provocada por una enfermedad de la papa en el caso de los
irlandeses en la década de 1840—, la opresión política o la falta de
trabajo. Ya en 1860 los nacidos fuera de Estados Unidos represen-
taban el 13% de la población, proporción que se mantendría, con
ciertas oscilaciones, hasta 1920. Los inmigrantes se concentraban
en las ciudades: en Boston y Nueva York casi la mitad de la pobla-
ción había nacido en el extranjero. Esto alimentó la xenofobia y el
anticatolicismo de ciertos sectores que promovieron, sin éxito algu-
no, la restricción legal de la inmigración. Como tantos impulsos que

LA JOVEN REPÚBLICA Y SU IMPERIO, 1800-1850 111

podían tener un influjo importante a nivel local (el abolicionismo,


la prohibición y los movimientos para imponer el descanso domi-
nical obligatorio), los reclamos de los nativistas se diluyeron dentro
de la gran masa de una población heterogénea, móvil y dinámica.
Lo expansivo del territorio y de la población se fincaba y al
mismo tiempo alimentaba un dinámico crecimiento económico.
Las innovaciones tecnológicas y las inversiones en infraestructura
permitieron acortar las distancias, vinculando a los pioneros con
mercados regionales, nacionales y atlánticos. Así como muchos es-
tadounidenses se movilizaron para mejorar el nivel moral o educa-
tivo de sus compatriotas, buscaron hacer lo mismo con su entorno
físico. Dados los escrúpulos de los políticos jeffersonianos y jackso-
nianos, reacios a fortalecer el gobierno nacional, fueron los estados
los que se hicieron cargo de las grandes obras de infraestructura.
Las entidades federales se consolidaron entonces como piezas cla-
ve de la acción de gobierno, frente a un Estado federal reducido y
distante. A través del ejercicio de los “poderes de policía”, que los
facultaban para asegurar el “bienestar general”, el orden, la seguri-
dad y la salud pública, los estados otorgaron concesiones banca-
rias, construyeron caminos, canales y puertos, que se ocuparon de
dragar, mantener y ampliar, y prohibieron comportamientos que
preocupaban a sus electores: la producción de sustancias peligrosas
o malolientes dentro de los límites urbanos, la vagancia, la venta de
bebidas alcohólicas y el desembarco en sus puertos de inmigrantes
pobres o de marinos negros.
Las posibilidades del gobierno federal podían atisbarse en es-
pacios bastante acotados, pero centrales por el papel que desem-
peñaron para vertebrar a la nación, para conocer su territorio y
para explotar sus recursos. Así, el gobierno federal tuvo, desde su
nacimiento, un mandato constitucional para “enumerar”, cada diez
años, a los habitantes de la nación, con el que cumplió puntual-
mente a partir de 1790. En 1812 el Congreso, que contaba con la
autoridad constitucional para hacer “todas las reglas y reglamentos
necesarios para disponer del territorio”, creó una Oficina General
112  HISTORIA MÍNIMA DE ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

de la Tierra (General Land Office), abocada a medir, deslindar y


asignar valor catastral a las tierras por vender y colonizar. Para 1837
la Oficina disponía ya de 65 sucursales distritales, y para 1844 re-
cababa datos geológicos, además de información sobre la geografía,
la hidrología y el potencial agrícola de los territorios por conquistar.
Quizás el aparato burocrático más impresionante del gobierno
federal fuera el Servicio Postal, que el profesor universitario e inmi-
grado alemán Francis Lieber describiera como “uno de los medios
más eficientes de la civilización”. Era una de las instituciones más
grandes y geográficamente extendidas del mundo. En 1815 contaba
con 3 000 oficinas, que para 1830 se habían convertido en 8 000.
En el Oeste la oficina de correos llegaba, con la escuela y quizá dos
iglesias, con los grupos de vanguardia que establecían los primeros
poblados sobre la línea de frontera. El Servicio Postal representaba,
además, la principal fuente de empleos federales para recompensar,
a lo largo y ancho del país, a los adictos del presidente. Jefes de ofi-
cina y carteros trabajaban los siete días de la semana —el Servicio
no empezó a cerrar los domingos sino hasta 1912—, tejiendo una
red de comunicación y contactos que unía a prácticamente todos
los estadounidenses.
Entre la costa Este y los Grandes Lagos, y en todo el valle del
Misisipi, regiones muy irrigadas y sin grandes desniveles, el entorno
se prestaba a que la intervención humana lo hiciera más transita-
ble. El Misisipi, con un largo de 3 777 km y navegable en largas
extensiones, atraviesa diez estados, de Minnesota hasta el golfo de
México. La construcción de presas y canales y la introducción de la
navegación de vapor convirtieron este río, y sus principales afluen-
tes (el Ohio, el Misuri) en una supervía, cuya importancia para el
desarrollo del Medio Oeste (los estados de Illinois, Iowa, Indiana,
Minnesota, Michigan, Kansas, Nebraska, Wisconsin, Dakota del
Norte y del Sur, Ohio y Misuri) y del Sur algodonero es difícil de
exagerar. De manera similar, y con una trascendencia comparable,
en el Noreste la red fluvial se complementó con un sistema de ca-
nales artificiales.

LA JOVEN REPÚBLICA Y SU IMPERIO, 1800-1850 113

Más eficiente y barato que el transporte terrestre —un animal


que jala dos toneladas por carretera puede tirar de 50 si se colocan
sobre una barca en un canal—, el transporte fluvial —como des-
pués el ferrocarril— agilizó el tránsito, multiplicó los intercambios
y abarató los bienes de consumo en los territorios que surcaban ríos y
canales. El vapor permitió que las embarcaciones viajaran por el Mi-
sisipi a contracorriente: mientras que en 1817 un barco tardaba más
de 25 días en ir de Nuevo Orleáns a Louisville, Kentucky, en 1826
tardaba ocho. En el Norte, con la construcción del canal de Erie
(1825), de 584 km de largo, que unía Albany, sobre el río Hudson,
con Búfalo, sobre el lago Erie, el número de barcos en el puerto de
Nueva York pasó de 324 en 1824 a 1 241 en 1836, y crecieron de
manera notable las ciudades a lo largo de la vía: en 30 años Roches-
ter pasó de 1 502 habitantes a 36 403, Syracuse de 1 814 a 22 271.
El auge del comercio transformó el entorno de quienes vivían cerca
de estas rutas: los habitantes del oeste del estado de Nueva York,
que habían pagado 60 dólares por un reloj de pared en 1820 y 50
por un colchón, para 1850 podían adquirir estos bienes por 3 y 5
dólares respectivamente.
Este mercado expansivo, dinámico y diversificado llevó a los
productores —muchos de ellos artesanos independientes, al frente
de sus propios talleres— a buscar producir más, a ser más eficientes
y a experimentar. Una legislación que recompensaba la innovación
—añadiendo, como decía Abraham Lincoln, el único presidente en
haber registrado una patente, “el combustible del interés al fuego
de la invención”— incentivaba el espíritu de empresa y el progreso
tecnológico. Así, para la década de 1840 Ichabod Washburn tenía
la fábrica de alambre más grande del mundo, Charles Goodyear
había patentado un sistema para galvanizar el hule y Elias Howe
había inventado —y registrado— una máquina de coser. El telégra-
fo —cuyo primer mensaje se enviaría de Washington a Baltimore
en mayo de 1844— introdujo una ruptura revolucionaria entre el
intercambio de información y el contacto físico. Con ello aceleró los
tiempos de la política y de la diplomacia, transformó la manera en la
114  HISTORIA MÍNIMA DE ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

que se transmitían y circulaban las noticias y, sobre todo, consolidó


un mercado nacional: en 1851 el 70% de los mensajes telegráficos
intercambiados contenían información comercial.

LA “PECULIAR INSTITUCIÓN” Y SUS CONSECUENCIAS POLÍTICAS

Las transformaciones económicas y la innovación tecnológica tuvie-


ron efectos especialmente trascendentes en una región y sobre una
institución. Mientras que en el Norte y el Noroeste la moderniza-
ción económica desmanteló progresivamente la esclavitud, el Sur, al
insertarse en la red del capitalismo global, articulada en torno a la
industria textil del algodón, fue testigo de la consolidación de la so-
ciedad esclavista más exitosa y próspera del Nuevo Mundo. A dife-
rencia de otras economías de plantación, como Cuba y Brasil, en el
Sur de Estados Unidos, al prohibirse la trata transatlántica en 1807,
la población esclava siguió incrementándose de forma natural, sin
necesidad de importar más esclavos de África. Entre 1820 y 1860 el
número de esclavos pasó de un millón y medio a cuatro millones.
La explotación de la mano de obra esclava a gran escala se convirtió,
además, en el más rentable de los negocios: para 1860 la mayoría
de los hombres ricos de Estados Unidos —entre quienes disponían de
un capital mayor a 100 000 dólares, dos de cada tres— vivían en el
Sur. Los cambios que se dieron en el cultivo y procesamiento del
algodón desempeñaron un papel central en este proceso.
La desposesión de los indios del Sureste, la posibilidad de na-
vegar el Misisipi río arriba y la introducción de la máquina car-
dadora hicieron posible la transformación del Sur en el “reino del
algodón”. La máquina, que permitía separar mecánicamente y con
gran eficiencia la fibra de la semilla —procesaba en un día más
de 20 kilos de algodón, mientras que, manualmente, una persona
tardaba lo mismo en limpiar medio kilo—, hizo rentable el cultivo
de un algodón de fibra corta, de menor calidad que el que se había
exportado hasta entonces, pero que se adaptaba a distintos tipos de

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