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La armadura de Dios
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. 11 Pónganse toda
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la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del
diablo. 12 Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra
poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este
mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones
celestiales. 13 Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que
cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con
firmeza.14 Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad,
protegidos por la coraza de justicia, 15 y calzados con la disposición de
proclamar el evangelio de la paz. 16 Además de todo esto, tomen el
escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas
del maligno.17 Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios.
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El escudo (de la fe): “Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden
apagar todas las flechas encendidas del maligno” (Efesios 6:16). El escudo no solo nos
protege el cuerpo, sino también nuestra armadura. El escudo de la fe tiene una función
específica, sobre la cual la Biblia es muy clara: apagar todas las flechas encendidas del
maligno. No alguna, sino todas. El escudo se mueve con el ataque en toda dirección.
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La espada (del Espíritu): tomen “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”
(Efesios 6:17). La espada es la única arma de ataque en la armadura, pero también es un
arma de defensa. Los callejones sin salida, argumentos y pensamientos son todas armas
que el enemigo usa en contra nuestra. Con la espada del Espíritu, la palabra de Dios,
tenemos todo lo necesario para lidiar con todas ella. Necesitamos confiar en la verdad de
la Palabra de Dios. Tener confianza en el valor de su Palabra, y tener hambre y sed de
ella.
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Varias veces se han hecho impresiones con el nombre de Oraciones del Justo
Juez, y esas oraciones, impresas hasta en verso, no son sino un conjunto de
disparates, sin sentido y una falsificación sacrílega de la verdadera oración, por
lo cual no es extraño que no produzca sus maravillosos resultados.
Con esta oración el citado príncipe se hizo invisible en varios encuentros que
tuvo con los turcos y lo mismo su cristiano ejército: basta decir que a esta
oración se debió el completo triunfo de las armas cristianas que hacían gran
mortandad en los infieles sin que ellos vieran ni por dónde eran atacados, por
lo que trescientos soldados cristianos vencieron a millón y medio de impíos
mahometanos y recobraron los santos lugares, siendo de notar que no pereció
ni uno solo de los que rezaban con devoción y fe esta oración.