Está en la página 1de 2

1. Escoja uno de los fragmentos.

2. Realiza una grabación de acuerdo al diálogo de los personajes.

Bartleby, el escribiente
Una historia de Wall Street
Herman Melville (1819-1891)
(fragmentos)

—¿Qué hace Ud. aquí, Bartleby? —dije.


—Estoy sentado en el pasamanos —respondió apaciblemente.
Lo llevé entonces a las oficinas del abogado, quien entonces nos dejó solos.
—Bartleby —continué—, ¿se da cuenta de que me ha creado un gran problema con su insistencia en
ocupar la entrada después de haber sido desalojado de la oficina?
No hubo respuesta.
—Ahora, sucederá una de estas dos cosas. O Ud. hace algo o le harán algo
a Ud. ¿Qué le gustaría hacer? ¿Le gustaría volver a hacer copias para alguien?
—No, preferiría no hacer ningún cambio.
—¿Le gustaría emplearse como dependiente en una tienda de géneros?
—Ese es un trabajo demasiado encerrado. No, no me gustaría ser dependiente, pero no soy
especialmente exigente.
—Demasiado encerrado —grité—, ¡pero por qué si Ud. se encierra a sí
mismo todo el tiempo!
—Preferiría no ser dependiente —replicó como si en ese momento zanjara definitivamente ese
pequeño detalle.
—¿Qué le parecería atender un bar? Eso no cansa la vista.
—No me gustaría nada de eso, aunque, como se lo dije, no soy exigente.
Su inusual locuacidad me inspiró y volví a la carga.•1
—Bien, entonces ¿y no le gustaría viajar por el país cobrando cuentas de
comerciantes? Eso mejoraría su salud.
—No, preferiría hacer alguna otra cosa.
—Como qué, ¿viajar a Europa como acompañante de un joven caballero
para distraerlo con su conversación, se ajustaría a lo que Ud. quiere?
—No, en absoluto. No me parece que eso pudiera ser algo definitivo. Me
gusta tener algo fijo. Pero no soy exigente.
—¡Quédese con lo fijo, entonces! —grité, perdiendo toda paciencia y dejándome ganar por la ira, por
primera vez durante mi exasperante relación
con Bartleby—. Si no sale Ud. de aquí antes de la noche, me veré obligado,
en realidad, ya estoy obligado, a… a dejar este lugar yo mismo —concluí
bastante absurdamente sabiendo que con amenazas no lograría transformar su inmovilidad en
asentimiento. Partí apresuradamente, abandonando
cualquier otro esfuerzo, cuando algo me detuvo, un pensamiento que antes
había tenido y no había descartado por completo.
Fin de partida
Samuel Beckett

(fragmento)

Clov: Si acabo de levantarte.


Hamm: ¿Y qué?
Clov: No puedo levantarte y acostarte cada cinco minutos; tengo
que hacer. (Pausa)
Hamm: ¿Nunca has visto mis ojos?
Clov: No.
Hamm: ¿No has tenido nunca la curiosidad de quitarme las gafas mientras dormía, y mirar mis ojos?
Clov: ¿Levantando los párpados? (Pausa) No.
Hamm: Algún día te los enseñaré. (Pausa) Parece ser que son enteramente blancos. (Pausa) ¿Qué hora
es?
Clov: La misma que de costumbre.
Hamm: ¿Has mirado?
Clov: Sí.
Hamm: ¿Y qué?
Clov: Cero.
Hamm: Tendría que llover.
Clov: No lloverá. (Pausa)
Hamm: Y aparte de eso, ¿qué tal?
Clov: No me quejo.
Hamm: ¿Te encuentras en tu estado normal?
Clov: (Irritado) Te digo que no me quejo.
Hamm: Yo me noto algo raro. (Pausa) Clov.
Clov: Sí.
Hamm: ¿No estás harto?
Clov: ¡Sí! (Pausa) ¿De qué?
Hamm: De esto… de esta… cosa.
Clov: ¡Oh, sí! Desde siempre. (Pausa) ¿Tú no?
Hamm: (Taciturno) Entonces no hay razón para que cambie.
Clov: Puede que se acabe. (Pausa) Toda la vida las mismas preguntas,
las mismas respuestas.
Hamm: Prepárame. (Clov no se mueve) Ve a buscar la sábana. (Clov no se
mueve) Clov.
Clov: Sí.
Hamm: Ya no te daré nada de comer.
Clov: Entonces nos moriremos.
Hamm: Te daré justo lo necesario para que no te mueras. Tendrás hambre
todo el tiempo.
Clov: Entonces no nos moriremos. (Pausa) Voy a buscar la sábana. (Se
dirige hacia la puerta)
Hamm: No vale la pena. (Clov se detiene) Te daré una galleta al día. (Pausa)
Una galleta y media. (Pausa) ¿Por qué sigues conmigo?
Clov: ¿Por qué no me echas?
Hamm: No hay nadie más.

También podría gustarte