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Universidad Nacional de Rosario

Juego y Repetición

Cristina Marrone
3 de septiembre de 2021

I- El niño de las listas

Alguien toca el timbre y me dice su nombre. Cuando abro la puerta del consultorio
me veo llevada, debido a mi estatura y a la altura del joven, a levantar la mirada. "¿Te
acordás de mí?" pregunta. Conmovida reconozco en ese joven a Joaquín, el niño
que había atendido muchos años atrás.

Recuerdo que lo trajeron sus padres para decirle que padecía una persistente
enuresis, pero que en lo esencial era el chico problema del grado. Por entonces,
múltiples visitas a neurólogos habían instalado cierta deriva que condujo a un
diagnóstico: Síndrome Gilles de la Tourette, con presentación de tics bajo el signo
de cierta cronicidad instalada desde el final de su Jardín de Infantes y ya nacido su
hermano.

Los encuentros con Joaquín comenzaron cuando tenía 9 años y se prolongaron hasta
los 12 años. Podría distinguir tres momentos considerando que el primer tiempo de
nuestros encuentros fue el más prolongado y tan monótono como importante. Durante
ese lapso, el parpadeo y sus ruidos guturales eran moneda corriente. Como nota
repetitiva y predominante, junto a las infinitas listas de tutti-fruti con nombres de frutas,
comidas y animales se sumaron los infaltables equipos de fútbol y los nombres de
jugadores internacionales. Todas las listas, una y otra vez se mostraban bajo el signo
de una fijeza poco común. Debo mencionar que, como mucho, jugábamos a los dados
y con figuritas de fútbol ya que en la monotonía de sus sesiones Joaquín producía

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cada vez listas interminables. En principio, no respondía a mi invitación a jugar… ni
siquiera a la pelota.

Hoy, diría que un dibujo solicitado en los primeros encuentros ofreció el trazo que
me permitió definir aquel prolongado primer momento de la cura: Joaquín había
dibujado el aula de su escuela, aunque en dicho espacio no encontrábamos el
contorno de niños sentados. Eran nombres, apellidos y mesas que parecían
pizarrones ya que la condición de una mínima perspectiva para el espacio no estaba
lograda. Por este motivo, destaco que no siempre la apariencia de niño coincide con
la posición de niño y que, sin duda, en el caso de Joaquín se trataba de cierto déficit.
Dicho de otro modo: había nombres pero no había cuerpos. El aula traída en los
trazos de su dibujo se parecía más a un desierto que al lugar habitualmente
bullicioso de la infancia.

Añadiría que en un segundo momento, la escritura de las listas aún era


preponderante pero que en ellas los jugadores internacionales ya no tenían la
exclusividad. Creo que mis intervenciones, al modo de ¿Siempre éstos? ¿Sólo
éstos?, abrieron alguna ruta en el críptico código del hablar de su lenguaje. Muy de
a poco, los equipos internacionales cedieron el paso a los nacionales de Primera "A"
y Primera "B" con sus jugadores respectivos.

Cierta vez, advertí que al entrar se quedó parado en la mitad del consultorio y asumí
que esta vez su gesto hacia signo de un llamado. Aposté y lo invité a jugar a la pelota.
Recuerdo que esa vez jugamos y también algunas otras. Durante esos momentos,
tanto con la pelota como con los dados, comenzaba a surgir un niño bastante atento
e inteligente pero que no quería perder.

Por ese motivo, en cierta ocasión decidí duplicar el intento y me presenté


refunfuñando como la que no quería perder. Este accionar provocó su asombro y
también algo más, ya que me contó que Juan "lo puteaba", "no sabía perder" y se
llevaba mal con otros chicos. Es dable pensar que en esa ocasión comenzó a
producirse cierta inflexión ya que en sus relatos comenzaron a surgir aquellos pibes
que en su entorno se enojaban y que en el límite no lo dejaban jugar.

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Durante ese mismo tiempo de los encuentros con Joaquín se produjo una entrevista
con los padres. Durante la misma pude destacar que la reducción de la medicación
había sido oportuna y acompañada por el neurólogo. Sin embargo advertí que tal
decisión no había sido recibida sin resistencia por ellos. En simultáneo, los padres
acudieron a un análisis de pareja debido a la queja y al malestar de Graciela quien
afirmaba: "él no está nunca". Mientras que a su turno Rodolfo señalaba: "Antes
Joaquín parecía indiferente pero ahora se enoja cuando me voy de viaje".

Al modo de un eco mi intervención subrayó que: "parecía.. indiferente" y facilitó que


el papá agregara que él reconocía que no paraba de “trabajar, trabajar y viajar". Fue
una buena oportunidad para decirle: "Uy! Como con piloto automático!" Así, afectado
por esta última intervención mencionó que le habían contado que quien quedó
robotizado y dañado por las torturas de los nazis, había sido su bisabuelo. Fue
entonces que a su vez la mamá de Joaquín confesó que su padre padecía cierta
depresión y que la imagen que tenía de él era casi siempre la misma: inmóvil y
sentado revisando los registros contables de su trabajo.

De la oferta de cuentos que muy de vez en cuando aceptaba, surgió la historia de


Paco, un niño que no jugaba con otros. Se apartaba y lo apartaban. Por este motivo,
al advertir a un muñeco patilargo que estaba sentado en un rincón del consultorio,
esa vez le dije: "¡Éste debe ser como Paco que no la pasa bien!". Su mirada fue un
poco burlona y huidiza pero en ella no dejó de asomar cierto tono pícaro... ¡Por fin
Paco se convertiría en nuestro personaje!

En los meses que siguieron, y junto a listas que ahora eran relativas a la escena de
la escuela, surgió el sufrimiento de Joaquín en cuanto a los chicos que le decían
"tonto". Sólo que Paco ya estaba ahí para prestarme su voz burlona y amable. Este
hecho me permitió enfrentar la injuria recibida jugando con las palabras: ¡Qué
tontería! ¿Tonto? ¿Topo o Toro? ¡¡Jajá jaja!! Diría simplemente que la risa nos juntó
a los tres y que la estocada de ficción abrió un camino.

Así fue que, en otro momento, trajo al consultorio una agenda que su papá tenía sin
utilizar y la inventamos como la "Agenda para jugar". Con dedicación, escribió en sus

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páginas algunos de los nombres de los chicos de su grado y también los del club,
¡pero los que le decían "tonto" quedaron decididamente tachados de la lista!

Estimo que aquélla agenda nos acompañó en varias vueltas, y como miniatura lúdica
fue un verdadero resorte. Más bien fue el campo que permitió la apoyatura en la que
una escritura no automática, recortaba alguna porción de goce correspondiente a la
profundidad de los mundos en los que se había acumulado sufrimiento
antecediéndolo.

El tono ominoso también afectaba al padre en su aislamiento ya que su imagen de


profesional eficaz encubría lo real de un goce que lo atrapaba y lo aislaba. Era el
goce que reaparecía en Joaquín y aún se duplicaba como pura fuerza en sus listas
infinitas.

La "agenda para jugar" fue nuestro invento o mejor dicho el suyo. Porque con la
agenda para jugar le ofreció algo a ese padre que sólo trabajaba y trabajaba y con
eso mismo hizo otra cosa: inscribió su cuerpo de niño junto a otros niños y por fin
dejó fuera a los "torturadores" actuales de su grado.

Debo agregar que, en la última y breve etapa de su análisis, aunque de modo


esporádico, volvieron a surgir las listas. En ellas las películas ya ocupaban un lugar.
De modo casi simultáneo, los cuentos volvieron a aparecer pero acompañados por
la firma de Joaquín como escritor.

Para ilustrar la importancia clínica de este hecho mencionaría el argumento de "Las


aventuras de Robi" ya que, entre dibujos y frases, el Robot Bueno con la espada del
poder mataba al Sr. Demonio, el de los rayos y la capa de metal. Añadiría que el
cuento, que también fue ilustrado, me permitió observar que Robi, el Robot Bueno,
había sido dibujado con muchas pecas, y que éstas pintaban la diferencia con un
cuerpo que hasta allí endemoniado y mecanizado no era aún un cuerpo.

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Además, con la misma intención, elijo mencionar la historia de "David, el
futbolista": un niño al que le gustaba mucho jugar al fútbol. Peloteaba y peloteaba
pero estaba triste porque no tenía amigos. Como jugaba bien quería ser
profesional. Fue al Milan pero lo rechazaron, entonces David lloró y lloró.

También, ocurría que David tenía mucho miedo porque un ladrón había intentado
robarle sus botines, a pesar de que David gritó y llamó a la policía. Recuerdo que
en la ocasión, destaqué: ¡Qué valiente! ¡Conservó los botines para jugar!

Al punto, nuestro escritor me señaló que luego de un tiempo David se presentó


nuevamente al equipo y que ya jugaba bastante bien pero que todavía no sabía
cómo hacer amigos. Él creía que quería tener algo más que un solo amigo. La
ocasión fue propicia para que Paco entrara como otro amigo en el cuento.
Recuerdo que Joaquín rió y me acompañó con la broma y en alguno de los
encuentros posteriores dijo que con los amigos del club lo había pasado mejor!

Finalmente, meses después retomó el mismo cuento. No obstante, había


producido algunas variaciones: había dibujado un pibe más alto con una nariz que
también se notaba crecida. Entonces supe que nuestros encuentros habían
finalizado.

II. Juego y repetición

Lo que he podido evocar de los encuentros con Joaquín abona cierta


perspectiva. Puede ser considerado como un fragmento clínico que resulta
propicio para comenzar a situar el concepto de repetición, nodal respecto de
nuestra práctica.

¿Por qué? Porque aunque la pregunta podría enfocarse desde diferentes


ángulos, podríamos considerar que la repetición despeja la diferencia entre el
discurso común y el discurso del que el analista se hace soporte en
transferencia. Es que cuando hablamos, inmersos en el discurso común, sólo
atendemos al sentido mientras que cuando se trata del despliegue del discurso

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en transferencia, la verdad que el sujeto busca podrá surgir si el analista está
atento no sólo a la insistencia del significante sino también a la repetición.

El fragmento clínico sobre el caso de Joaquín facilita la ruta hacia algunas


reflexiones relativas a la repetición, la que los niños muestran con su juego. ¿De
qué se trata? Del rito como circularidad repetitiva y en su diferencia con otro
tiempo de la operación lúdica, el que un analista también busca y acompaña en
transferencia.

En este sentido, vale recordar a Giorgio Agamben cuando formula cierta


oposición entre rito y juego. Nos dice que los ritos cumplen cierta función: fijan,
preservan, "aseguran la continuidad de lo vivido" 1. Establecen la vigencia de
un tiempo sincrónico y circular. Sería necesario aclarar que para un niño lo
vivido implica la reunión de las vivencias de su vida actual con aquéllas de los
antepasados que se hacen presentes en lo actual, como lo radicalmente
"inconocido", no conocido en tanto real, Unerkannt, según el modo en que J.
Lacan lo recupera y del que en particular deberemos ocuparnos en cuanto al
saber en su relación con la repetición.

Aún si de modo acotado volvemos a G. Agamben, podría destacar que propone


al juego en una relación inversa a la del rito. Su observación es sagaz aunque
no la aceptamos en el sentido de oposición. No obstante, desde nuestra clínica,
podemos afirmar que el rito se diferencia del juego propiamente dicho pero
forma parte de lo que consideramos la operación lúdica que los reúne.

Entonces, por ahora, subrayo que: el juego, en su conjunto y mirando desde la


repetición es una operación que implica la articulación de tiempos distintos. No
se detiene en el rito que como tal asegura la continuidad de lo vivido con su
tiempo estático, circular y sincrónico, el que enlaza al niño con el goce no
tramitado por sus antepasados. Algo más adelante se reconoce con un tiempo
mas que los que acabamos de consignar para el juego.

Desde este ángulo y si retomamos el dibujo de los bancos-pizarrones, advertimos


que, en aquel momento, Joaquín había ofrecido cierta clave ya que tanto el dibujo
como la escritura-tic de sus listas podían mostrar la distancia entre un diagnóstico

1
Giorgio Agamben, "Infancia e historia"; Bs.As. 2003 Ed. Hidalgo; p.100 y sgtes.

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de Gilles de La Tourette y el cuerpo de un niño desde la perspectiva de la
repetición. Dicho de otra manera: un tic puede ser entendido como expresión
neurológica y de hecho puede serlo ó puede, como nos lo enseñó Sándor
Ferenczi2, ser considerado como gesto que se muestra en transferencia sólo con
el cuerpo. En este sentido, agregaría que como tal pertenece a la vertiente
escritural de la estructura. Esto significa que el banco-pizarrón podría ser situado
en el sentido de la rigidez de un cuerpo ritualizado. Sólo que al considerarlo como
cuerpo ritualizado la perspectiva que la repetición nos ofrece extiende los límites
de la clínica.

El planteo intenta despejar que la circularidad del rito y la novedad del juego
propiamente dicho confluyen en la repetición como resorte de lo lúdico. La
repetición acompaña al niño que juega no sólo como cuerpo-objeto sino también
en el despunte de su subjetividad. Entonces, se articulan en lo lúdico pero se
diferencian porque el segundo tiempo se corresponde con una singularidad que
se distingue de la que el rito provee.

Aquél prolongado primer momento de la cura mostraba que Joaquín con su


escritura-tics trataba de constituir cierto pasaje entre lo orgánico y lo insabido que
la repetición cumple su despliegue bajo el tono de una circularidad que se muestre
en lo actual, con el predominio del goce que del Otro no ha sido saldado y no sólo
en la subjetividad de los padres. En ese sentido insistimos: el cuerpo robotizado
del bisabuelo y el rasgo de aislamiento en el padre del niño ilustrarían en buena
medida el malestar profundo que afectaba a Joaquín.

En consecuencia, diría que también la práctica con los niños se convierte en una
ocasión propicia para interrogar el concepto de repetición porque permite advertir
que su operación no es homogénea y que esta distinción se convalida no sólo en
el encuentro con un niño en análisis. También en relación a la estructura del acto.

2
Sandor Ferenczi, "Reflexiones psicoanalíticas sobre los tics" en Obras Completas: Tomo 111, Ed. Espaza-Calpe,
Madrid, 1981.

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Jean Cazeneuve nos dice que: así "ritus" reúne al rito como ceremonia, como
ceremonia religiosa y como costumbre. La ceremonia sería un conjunto de reglas
que sitúa una diferencia atendible respecto de lo que reúne al rito con la idea de
costumbre, “consuéscere". En este sentido, María Moliner señala que
"consuéscere" no sólo es hábito o automatismo ya que también es aclimatación
y esto, de algún modo, ilumina la cuestión que nos ocupa.

Entonces, aunque el rito concierne a la idea de ceremonia diría que ha quedado


peligrosamente reducido a la misma, aunque sin duda debe ser entendido como
algo más. En este sentido, este autor arriesga algo valioso: coloca a la estructura
del rito bajo el rasgo definitorio de la repetición.

Ratifica que "el rito es un acto fiel a ciertas reglas... y que dichas reglas se repiten
con invariabilidad.., y eficacia"3. Por tanto, a la invariabilidad del rito concierne a
cierta eficacia que sería inherente a la repetición.

En esta línea, define al rito como "un acto estereotipado que reproduce con
fidelidad lo que se hacía antaño, en otros tiempos"4 que "la repetición es
inseparable de la esencia misma del rito"5. Sus afirmaciones poseen peso propio.
Es por eso que vale subrayar que en su lectura la repetición pasa al primer plano
no sólo bajo el signo de la estereotipia, de lo invariable, ya que la fidelidad que le
adjudica conduce hacia los antepasados, teniendo en cuenta que con ello se
apunta a la inercia propia de lo real.

La eficacia de tal circularidad remite a la "asunción de lo humano". Así porque con


ello se preserva a la vida de lo imprevisto, la repetición establece un sistema
cerrado que procura que la condición humana sea estable. Añadiría, con J. Lacan,
que la asunción de lo humano puede ser pensada como la forma de lo humano,
la de una imagen que implica la operación identificatoria que el Estadio del Espejo
permite.

3 Jean Cazeneuve, "Sociología del rito". Bs.As. 1971 Ed. Amorrortu; pág.16 y sgtes.
4 Ibíd.
5 Ibíd

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Este sesgo facilita el enlace entre la repetición en su circularidad y la costumbre.
Es que esta última aclimata porque se sirve de la imagen como borde o dique para
lo real y porque en su circularidad la repetición gasta el exceso de goce. El rito
concierne al núcleo de lo real en el sentido de lo inquietante pero con la repetición
estereotipada que instala busca dominar aquéllo que inquieta como radicalmente
inconocido. ¿No es acaso que en este punto, la estructura del rito resume y se
acerca al sueño traumático?

Es preciso consignar que el autor mencionado aporta un valioso enlace con la


repetición pero se detiene en la religión como solución trascendente. Aunque no
ignoramos aquéllo que el ritual religioso aporta a la cultura, advertimos que el
académico francés no avanza hacia la articulación entre rito y juego, enlace que
el abordaje de la clínica psicoanalítica sí nos permite efectuar.

Para nosotros, psicoanalistas, se trata de otra cosa que de la religión. Sería


necesario dilucidar esto un poco más: sin saberlo, cuando un niño juega se
inscribe en una perspectiva que como tal implica trascendencia. Sin embargo, ésta
no se confundiría con aquélla de la religión ya que cuando un niño juega establece
otra trascendencia. Al apelar al rito lúdico y en la torción con el juego creativo,
Joaquín afrontó un verdadero desafío, el de la trascendencia de su propia
vida. Desde las listas ritualizadas al escritor-dibujante de cuentos, sin duda,
él hizo sus pruebas.

¿Cómo es posible que un niño jugando encuentre la trascendencia de su propia


vida? No podría intentar la respuesta a esta pregunta sin volver a insistir que la
clave se encuentra en los matices que el concepto de repetición esconde. No se
podría soslayar que, como siempre, todo parte de Freud en su "Más allá del
principio del placer", aquélla magnífica obra en la que reescribió a la repetición
como compulsión de repetición: Wiederholungszwang. Sabemos que en el
Seminario XI, "Los cuatro conceptos", Lacan le rinde altos honores al recién
mencionado hallazgo freudiano, sin embargo, no se podría sostener la hipótesis
de la diferencia entre rito y juego sin destacar el enorme paso que Lacan produce
en el Seminario XIV, "La lógica del fantasma", en el que establece una lógica para
el concepto de repetición.

9
Nos aproximaremos lentamente. Por ahora, destacamos cierta afirmación
canónica planteada en el Seminario XI: "la repetición exige lo nuevo. Se vuelve
hacia lo idéntico y hace de lo nuevo su dimensión"6. La afirmación esencial en su
enseñanza permite el consenso con lo ya anunciado. Se trata de dos tiempos: en
el primero la repetición se aproxima a lo aparentemente idéntico mientras que en
el segundo la repetición se homologa con lo nuevo y en ello radica "el secreto de
lo Iúdico"7. Bien leído, este secreto debe ser adjudicado a la diversidad. Entonces,
los dos tiempos de la repetición nos llevan a la diferencia entre identidad sólo
aparente como tal, en lo que "el rito es un acto siempre repetido"8 y la diversidad
que lo trastoca.

El largo tiempo dedicado a la repetición de lo mismo, con la forma circular de lo ritual


en Joaquín, me permitió advertir algo que se mostró evidente de otro modo, recién
al final. Es que el ejercicio de lo mismo, equivalente a realizar listas durante largo
tiempo de manera casi igual fue el recurso que Joaquín encontró para enfrentar al
Sr. Demonio, condensadora de goce ominoso, vencido finalmente por Robi.

Insistimos: en primer lugar, su repetición de lo mismo constituyó un dique


para la impulsividad que lo afectaba y luego en un segundo momento, en
transferencia, en el tiempo lúdico creador afrontó su propia trascendencia
inventando lo diverso. Se creó a sí mismo en el sentido de algo nuevo, en el
sentido de un Robot Bueno. Para aclarar aún más diría que, debemos consignar
un primer momento, hasta ahora no nombrado, en el que el exceso de goce se
mostró como impulsividad relativa a la operación de alienación sin alianza con el
trabajo de la repetición, pero que el rito con su circularidad sincrónica “recibe” la
entrada de dicha fuerza o Drang-pulsional aunque también aporta el trabajo que
instala a la repetición en alianza con la alienación. Sería oportuno considerar que en
el caso de Joaquín, la barrera medicamentosa disminuyó la expresión de los tics

6 Jaques Lacan. Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales” Clase 5. Pag. 71, Ed. Barral. 1° Edición,
España.
7 Ibíd.
8 Ibíd.

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corporales pero no la impulsividad que lo convertía en un niño "molesto" y no
apreciado por sus pares.

Por consiguiente, era necesario admitir que el goce-sufrimiento desbordaba aún


con la medicación y que allí se producía un llamado que era preciso escuchar. Por
eso es factible advertir que la aparición de las listas sobrepasó el nivel
medicamentoso y se presentó como dique que concierne a la repetición ritualizada
en transferencia. El niño de las listas era un "niño apartado". La letra que pudimos
extraer, señalaba al niño cautivo de un sufrimiento que lo antecedía y que se
mostraba en la listas, allí donde la fijeza de los jugadores "internacionales"
indicaban la exclusión de los jugadores "nacionales".

Dicho de otro modo: sitúo a la impulsividad, como primer tiempo de repetición


pero aún no de juego en la cuenta de lo que Freud nombró con cierta ambigüedad
como Trieb-haft y que entiendo como pura fuerza –Drang-, que no sólo es
desborde ya que también implica un déficit de inclusión en el Campo del Otro. No
podría, según me parece, confundirse con los tiempos que para la repetición
propongo ya que éstos sí se articulan en relación al montaje pulsional y no sólo
en cuanto a la fuerza de la pulsión. Entonces, aunque el goce puede presentarse
bajo el signo de la impulsividad de un modo exclusivo, pero puede también
quedar incluido en el tiempo ritual. Es esta la razón por la que hasta aquí
sugerimos dos tiempos para la repetición en la operación lúdica. Podemos, en
consecuencia, afirmar que la repetición como resorte fundante concierne al goce,
pero destaca siempre lo impar: dos tiempos son de modo inevitable, según su
lógica, siempre tres.

Con lo explicitado hasta aquí se podrían distinguir diferentes momentos


clínicos:

1°) Impulsión: Trieb-haft como derrame impulsivo con cierto déficit de


alienación.

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2 ° ) R i t o : c o m o juego circular, compulsión de la repetición en la que la
alienación se asocia con la repetición para establecer un anudamiento que hasta
allí no existía.

3°) Juego: como invención en el sentido de repetición.

No obstante, queda sin responder algo esencial: ¿qué es lo que permite el pasaje
del rito como juego circular al juego como tiempo de invención? Es inevitable
sostener esta pregunta porque como analistas necesitamos advertir cuándo un
niño se encuentra solamente tomado por una circularidad repetitiva y cuando su
repetición le permite asomarse a lo nuevo, a lo diverso, a la diferencia y, por lo
tanto, a la invención.

En la clase ya citada del Seminario XI, J. Lacan produce una afirmación


magnífica: "La repetición varía, modula la alienación"9. Sin duda, se trata de una
verdadera anticipación del Seminario XIV. Entonces, por el momento,
deberíamos considerar que habría un tiempo de la repetición, que se
corresponde con la operación en su faz creativa y que como tal modula porque
introduce aún una variación respecto de la presentación impulsiva como así
también respecto del tiempo ritual-circular.

En definitiva: La repetición en la que ésta se asocia con la alienación implica la


identificación al Otro pero es preciso recordar, nos dijo Lacan, que en la
alienación también hay pérdida.

Entonces, la repetición propia de lo lúdico opera sobre el tiempo del rito en la


medida en que a la repetición circular algo se le escapa. En cada tiempo habrá
algo fallido: lo real será anudado por lo imaginario y lo simbólico pero nunca
agotado, sólo que la pérdida que corresponde considerar en cuanto a la repetición
creativa implica un recorte del objeto que, si permite el surgimiento de lo nuevo
en tanto dicho recorte es conclusivo.

Entonces, en la impulsividad hay derrame pero en el rito y en el juego creativo es


preciso considerar cierto goce en perdida que no se confunde con el derrame

9 Jaques Lacan. Seminario XI “Los cuatro conceptos…” Clase 5 Pag 71. Ed. Barral, 1° Edición, España.

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actuador propio de la adicción y de otros malestares. Aunque el estatuto del
objeto a aún deberá ser despejado, diría que el juego propiamente dicho modula
el efecto de “lo mismo” que se corresponde con el rito. La repetición en su vuelta
creativa ratifica la pérdida de goce, imperceptible en el tiempo del rito. Esto es lo
que constituye la condición inevitable para el surgimiento de lo nuevo.

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