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¿Por qué escribir?

Escribo para intentar recuperar y a la vez exorcizar ciertos

fantasmas (Mario Vargas Llosa), para seguir mi infancia y

salvar de la nada algunas imágenes (Juan Marsé), por

amor, por asco, por asco de mí mismo y del mundo que

hemos construido (Álvaro Mutis), para reverdecer y

cultivar el vacío (Vahé Godel), por esa necesidad oscura

pero obsesiva de testimoniar mi drama, mi desdicha, mi

soledad (Ernesto Sábato), para perseguir mi sueño y mi

deseo, mis pesadillas y mis miedos (Abdón Ubidia),

porque no hay desdicha que oscurezca la alegría de

escribir algo nuevo (Bioy Casares), porque la poesía es

una purificación de la pobreza del mundo (Wallace

Stevens), como catarsis contra la muerte de la memoria

(Carmen Yánez), para ejercitar la nostalgia (Czeslaw

Milosz), porque es un vicio obsesivo, una forma incurable

de adicción (Juan Goytisolo), para recobrar la inocencia

(Henry Miller), para encontrar a Dios (Henri Brémond),


¿Por qué escribir?
Porque necesito prolongar mis gestos y sentir latiendo en

mí el corazón del universo (Jõao de Melo), para palpar el

peligro múltiple de lo imaginario, para sitiar el universo a

través de la palabra (Lawrence Durell), porque me

enamoré de las palabras (Dylan Thomas), para robarle a

la vida otras vidas (Marcela Serrano), para seguir soñando

y contagiar el sueño de los imposibles (Mempo

Giardinelli), por la misma razón que respiro, porque si no

lo hiciera moriría (Isaac Asimov), para asombrarme, para

descubrir, para inquietar, para desviar la mirada hacia una

región insospechada (Luisa Valenzuela), para superar el

temor a la muerte (Efraín Jara Idrovo), para no morirnos

(Juan Rulfo), porque es la forma más bella de morir

(Norman Mailer), para que me quieran más mis amigos

(Gabriel García Márquez), para hallar el silencio (Samuel

Beckett)... un escritor no sabe por qué escribe; las razones


que pueda dar, generalmente son falsas (William

Burroughs).

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