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LAS LEYES
DE LA
GUERRA
ESPIRITUAL
Centro Cristiano Dios Es Mi Fuerza
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III
Efesios 6 (los primeros versículos) nos habla de relaciones, relaciones y relaciones.

Relaciones interpersonales ¿Qué dice en conclusión? Lo que dice es que nosotros no


queremos tener relaciones interpersonales, de la manera que Dios dice que debemos
tenerlas.

La relación entre esposos, es más antigua que nosotros mismos. Usted y yo no tenemos
la autoridad de cambiar la Ley de Dios.

Siempre ha estado en la mente de Satanás pervertir los caminos de Dios, pervertir los
caminos del Señor.

Cuando Dios hizo a la humanidad, el primer género que Dios hizo es el masculino

¿Por qué la gente habla de la madre naturaleza, de la madre tierra, si todo lo hizo Dios?
El hombre quiere cambiar todos los órdenes y la Ley de Dios, ¿Por qué? Porque quiere
hacer todo a su manera; y ésta es una de las cosas que nosotros tenemos que ver en
nuestra vida. Podemos tener poder de decisión, pero la Palabra de Dios es absoluta; y
nosotros no debemos desviarnos de la Palabra de Dios; más allá de nuestros deseos, de
nuestros gustos (que pueden ser buenos), pero la palabra de Dios es perfecta.

Cuando queremos cambiar el orden en cualquier relación, se pervierte el fluir de Dios


en nuestras vidas. En otras palabras, cuando una mujer o un hijo quieren ser la cabeza,
eso no es guerra espiritual (Preste atención porque esto es muy importante). Eso es
rebelión al orden de Dios. Eso no es que el diablo quiere estorbar, quiere perjudicar. Y
hay un misterio que tenemos que entender. Usted aún tiene voluntad, y esa voluntad es
soberana. Dios nunca va a tocar su voluntad.

Ahora, yo debo elegir entre hacer mi voluntad (que puede estar influenciada por mis
deseos, o puede estar influenciada por el enemigo), o puedo hacer la voluntad de Dios;
sometiendo mi voluntad a la voluntad de Dios. Yo soy el que al final elige.

Lo que nosotros llamamos guerra, comienza con alguien que quiere hacer las cosas a su
manera. Eso no es el diablo, eso no es otra cosa (y escuche bien esta definición que le
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voy a dar) que nuestra carne, que no está crucificada. La persona tiene la habilidad de
batallar con eso. Si yo le dijera a usted, por ejemplo, que puedo orar por usted, pero no
puedo crucificar su carne; porque esa es una decisión personal. Puedo orar para que
Dios lo sane, pero no puedo crucificar su carne. Puedo orar para que su vida cambie, su
mentalidad, para que en lugar de ser influenciado por los sentidos, ser influenciado por
lo que le rodea, o ser influenciado por las tinieblas, usted sea influenciado por Dios;
pero al fin y al cabo, la última determinación la va a tener usted.

¿Tiene sentido ésto? En verdad, este es el gran problema. Podemos orar por usted, pero
solo usted tiene la autoridad de crucificar su carne.

Cuando oramos, si la persona “no queda libre”, tenemos que preguntarnos:

● Primero: Si nosotros estamos bien con Dios.


● Segundo: Si lo que estamos reprendiendo es un demonio.
● Tercero: Si eso es una carne no sometida, no crucificada; que ha escogido
rebelarse contra la autoridad de Dios.

También, tenemos que entender y creer verdaderamente, que si alguien quiere ser
liberado, entonces es liberado. No hay demonio que se pueda resistir al poder de Dios.
Si alguien quiere ser sanado, es sanado; y si alguien quiere ser prosperado, es
prosperado.

Sepa ésto, ¿por qué? porque ya la voluntad de la persona está rendida; su carne está
crucificada. Por eso cuando algo no sale, es que estamos luchando con una carne no
rendida, que no quiere morir.

Entonces tenemos que plantearnos nosotros esta cuestión en nuestra vida personal; no
para juzgar a otro sino para chequear nuestra vida, de porqué las cosas no están saliendo
como la Biblia dice que tendrían que salir. Satanás está derrotado, pero la voluntad
humana no está derrotada. Usted mantiene su poder de elección, usted puede escoger.

El Señor nos dice claramente en su Palabra: “Te he puesto delante la vida y la muerte,
el bien y el mal, la bendición y la maldición, escoge; pero yo te aconsejo que escojas la
vida, para que vivas”. O sea, Dios nos da el consejo; pero al fin y al cabo los que
decidimos somos nosotros.
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Tenemos que entender ésto, que nuestra guerra es diferente a la que tuvo que lidiar
Jesús, ¿Por qué es diferente? Jesús tuvo que luchar con un diablo que era legal, por
causa de Adán; pero la cruz puso a Satanás en un estado ilegal. Fue la cruz la que nos
dio a nosotros la victoria.

Jesús batalló con un diablo legal y lo venció. Ya antes de ir a la cruz, Jesús en el


desierto ya había crucificado su carne; porque no aceptó ninguna de las ofertas de
Satanás. Ahora, a nosotros como iglesia ya se nos concedió la victoria a través de
Cristo, somos libres; pero no libres para hacer lo que queremos. Si usamos la libertad y
nos mantenemos libres, con la libertad que Cristo nos hizo libres, continuamente
podemos mantener nuestra carne crucificada; puesta en el altar de la consagración.

Si Jesús pudo echar fuera demonios, cuando estos eran legales, cuánto más la iglesia
tiene autoridad ahora, que los demonios son ilegales. Ahora, que su sangre fue
derramada y declarado su Reino (porque Él dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo
y en la tierra”), nos dio esa potestad y nos dijo: “Vayan y hagan discípulos a todas las
naciones”. Por eso, cuando alguien quiere ser salvo, sano, libre, transformado, próspero;
va a serlo, porque ya crucificó todo en Cristo Jesús.

Usted y yo vamos a luchar con algo en nuestra vida, hasta que tomemos la decisión de
crucificar, rendir eso a la voluntad de Dios.

Lo mismo pasa con las personas; si no se rinden a Dios, y todo el tiempo están pidiendo
oración, consejos, que no siguen, “no pierda más tiempo con ellos”. No es el diablo, es
la persona que quiere hacer lo que bien le parece. Esa es la forma que el diablo quiere
desgastarnos a nosotros, y hacer que dudemos del poder de Dios sobre nuestras vidas.
Cuando realmente, tenemos que discernir que es la persona que no quiere rendirse a la
voluntad de Dios, no quiere crucificar su carne.

Una regla del Reino para la guerra: tenemos que entender que comienza en la rebelión
contra el orden establecido. Usted no puede ganar batallas espirituales en la carne.
Entonces, tenemos que entender que si vamos a hacer guerra con el enemigo, tenemos
que crucificar nuestro yo, nuestra carne, para que ya no viva yo, sino que Cristo viva en
mí.
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En las relaciones uno conoce lo que le gusta al otro, o lo que le hiere; y los que están en
el espíritu tratan de no decir aquello que lastima al otro; a menos, que queramos
provocar alguna reacción en la otra persona.

No podemos ganar guerras espirituales en la carne. Recordemos que nuestra lucha no es


contra carne y sangre; sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas, contra huestes espirituales de maldad.

El diablo siempre quiere reducirnos a un estado emocional; por eso hay creyentes que
no están en su juicio cabal, que no son estables; están siempre en un estado inestable,
como dice la Palabra, arrastrados por todo viento de doctrina. Todo eso es evidencia que
está en la carne; y no en el espíritu, porque éste se rebela contra la voluntad de Dios. Tu
espíritu, mi espíritu no se rebelan contra la voluntad de Dios; la acepta con gozo y
alegría.

Prestemos mucha atención a esto: ¡No podemos ganar batallas espirituales en la carne!
Es más, si estoy en la carne (piense en esto) “Si estoy en la carne, soy cómplice de
rebelión contra los planes perfectos de Dios”. Cómplice, significa que soy partícipe;
estoy ayudando al diablo a que haga su obra, en lugar de hacer la voluntad y la obra de
Dios.

El enemigo no puede ejecutar su obra por sí solo, sino encuentra un cómplice; y ha


encontrado, como encontró en Eva, en Adán, en Saúl, en aquellos que se rebelaron
contra Moisés (La rebelión de Coré); y así podemos ver en distintos pasajes de la
Escritura, que el enemigo no puede destruir la vida de otro ser humano, no puede
destruir la obra de Dios; pero él busca tener complicidad con el hombre que no crucificó
la carne todavía, para que se levante contra la obra de Dios.

Adán en el Jardín, se hizo cómplice. ¡Si usted se hace cómplice es igual que la persona
que empezó el asunto! El asunto lo empezó la serpiente, Eva se hizo cómplice y también
Adán. Un cómplice es una persona que ayuda a otra a cometer un crimen, un delito o un
ilícito.

Efesios nos habla de relación, relación, relación. Las relaciones tienen que estar
correctas, sino nuestra autoridad estará siempre en juego. Cuando la relación de Adán y
Eva fue incorrecta con Dios, y se hicieron cómplices con el enemigo, su autoridad fue
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puesta a juicio, “fueron echados del Huerto del Edén”, y así empieza la historia de la
humanidad.

Los demonios pueden entonces rebelarse legalmente en contra de su autoridad; porque


en sus relaciones usted está rebelado en contra de la voluntad de Dios. La gente que
vive en la carne llama bueno a lo malo; pero los que crucificaron la carne llaman blanco
a lo blanco, y a lo negro, negro.

El mundo hoy como está, nos damos cuenta que no han crucificado la carne; entonces a
lo bueno lo llaman malo, y a lo malo lo llaman bueno. Y parece ser que a los cristianos,
a los hijos de Dios, nos maltratan, nos dicen que somos retrógrados, anticuados, muy
tradicionalistas; pero nadie puede ser más anticuado que Dios; y nosotros estamos de
acuerdo con Dios. Porque: “Lo que a Dios le agrada, a mí me agrada, y lo que a Dios
le desagrada, a mí también me desagrada”.

La Ley de la sumisión a la voluntad de Dios, te habilita a la ley de la autoridad de Dios,


de pisotear serpientes y escorpiones; y sobre toda fuerza del enemigo. ¡Nada, nada,
nada!, dice la Escritura, te dañará. Por eso las relaciones tienen que estar bien, en cuanto
dependa de vosotros, dice la Escritura: “Estad en paz con todos”.

Nuestras relaciones tienen que ser correctas, porque podemos sufrir daño o pérdida.
Acuérdese de Adán, de Saúl, de los hijos de Elí. Ellos eran los encargados de estar en
comunión con Dios, eran los encargados de crucificar su carne, de poner cada día la
carne delante del altar; pero decidieron seguir la corriente de este mundo.

Después de hablarnos de las relaciones en Efesios 6, empieza a hablarnos de la


“Armadura” (quizás era lo que usted estaba esperando) (¿Cuándo vamos a llegar a la
armadura?) bueno, estamos próximos a eso.

La armadura de Dios representa la protección y cobertura de Dios. Es algo sobrenatural,


y estás a salvo de los ataques del enemigo. En conclusión, dice que seamos fuertes en el
Señor; que nuestra fuerza venga de Él, y que seamos empoderados a través de nuestra
unión con Él, y en el poder de sus fuerzas que no tienen fin; porque Él es eterno.

La historia de la humanidad, la historia Bíblica nos relata que: si permanecemos en


Cristo, si permanecemos en Él, si le amamos “Todas las cosas nos ayudan para bien”;
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que el cielo y la tierra pasarán, pero los que hacemos la voluntad de Dios, vamos a
permanecer para siempre.

(Este tema lo vamos a ver en la próxima clase) ¡Dios los bendiga!

Examen https://forms.gle/fDD9vHoJ4pn8JbeK7

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