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La casa 1028

En el tiempo de la colonia la ciudad de Quito, adoptó las costumbres y tradiciones de los


conquistadores españoles. Es así, que las corridas de toros eran un espectáculo al que
asistían muchos de los quiteños. Pero en ese tiempo Quito no poseía una plaza de toros. Esta
actividad se realizaba en la Plaza Grande que en el centro tenía una pileta en lugar del
actual monumento.

En estas circunstancias, un matrimonio acaudalado, acudió a la corrida acompañado por su


única hija. Bella Aurora era una delicada y hermosa jovencita. Era la alegría y el orgullo de
sus padres. Ellos hacían todo lo posible para que la pequeña sea muy feliz.

Durante el día, en la casa 1028 se escuchaba la agradable voz y la dulce risa de Bella Aurora,
que era muy gentil y educada causando deleite en todos los que la rodeaban.

Pero por la noche, en la casa 1028, todas las cosas cambiaban. La pequeña era víctima de
terribles pesadillas, los gritos aterradores de la niña causaban temor en todos los habitantes
de la casa. Sus padres habían intentado muchos remedios para aliviar el sufrimiento
nocturno de su hija. Tristemente, nada había daba resultado.

En esa mañana la familia salió muy contenta a la corrida de toros. Bella Aurora, había tenido
la noche más terrible, las pesadillas no pararon toda la noche. No conseguía olvidar con
facilidad la sensación de horror que helaba su sangre durante aquellos confusos sueños.

En cuanto llegaron a la improvisada plaza de toros, la gente se asombró por la aparición


repentina de un enorme toro negro. Nadie supo de donde salió, pero causaba gran impacto
su presencia. Recorrió el ruedo con paso firme y decidido, sus ojos parecían de fuego y en su
mirada se notaba gran maldad, llegó hasta donde estaba Bella Aurora y la miró fijamente.
La niña sintió pánico, no pudo reaccionar y se desmayó de inmediato.

Sus padres la llevaron a casa rápidamente para socorrerla. La tradición de aquel tiempo, era
que después de un susto tan grande, la víctima debía ser curada «del espanto». Su sirvienta
realizaba el ritual con gran esmero para que la niña se recuperara, pero ella no recobraba la
conciencia.

Mientras tanto, en la plaza, el toro se desesperaba buscando a Bella Aurora. Los toreros se
esforzaban por distraerlo con sus capas rojas, pero el animal los ignoraba y parecía cada vez
más furioso al no encontrar a la niña.

De repente el enorme animal saltó la barrera y corrió por la calle hasta la casa de Bella
Aurora. El toro recorrió cada rincón hasta llegar a la habitación de la joven. La miró en su
cama y con gran violencia se arrojó sobre ella, enterrando cruelmente sus cuernos en el
delicado pecho de la niña. Bella Aurora pudo ver al toro, pero no tenía fuerzas para huir,
solamente quedó en sus ojos el aterrador momento.

El toro pareció quedar satisfecho y simular una macabra sonrisa de satisfacción, según los
que lo vieron. No vieron que salió de la casa, se esfumó, sin que nadie supiera de donde vino
o a donde se fue. Luego de cometer el cruel crimen. Los padres de la niña quedaron
profundamente afectados por lo sucedido, decidieron abandonar la ciudad y lloraron cada
día hasta su muerte por la trágica pérdida de su hija.

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