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Historia del Derecho Canónico I Lección 3

© ENRIQUE DE LEÓN REY

LECCIÓN 3: Clasificación de las fuentes y periodificación.

Sumario: 1. Teoría de las fuentes canónicas: noción y clasificación. – 2.


Las fuentes de las colecciones canónicas en general.– 3. El problema de la
partición del tiempo.

1. Teoría de las fuentes canónicas: noción y clasificación.

Todos tenemos la experiencia de que las cosas tienen siempre y sin


excepción un orígen; también las normas, pero en este caso el orígen es diferente
según la perspectiva bajo la cual se consideran; así, se puede hablar de fuentes de
producción como causa eficiente o materiales: nos referimos a las personas y/o
los entes productores del derecho canónico, y también las leyes, las normas que
contienen el derecho; por contra se habla de fuentes de conocimiento, formas,
lugares, documentos, libris, etc. medios que nos permiten conocer la normas, el
derecho –su contenido– y a éstas las llamamos formales. De acuerdo con esta
distinción se puede decir, por tanto, que esta disciplina se ocupa tanto de las
fuentes formales o de conocimiento como de las fuentes materiales o de
producción, aunque pondremos especial atención en las primeras, es decir en las
colecciones y documentos que contienen –y a veces incluso comentan– las
normas, las leyes, el derecho. En todo caso, y para facilitar su conocimiento y
comprensión, se pueden hacer las siguientes distinciones:

a) derecho divino
1.- por razón del legislador{ eclesiástico: canones Conc., Decretales, ..

b) derecho humano {
secular: leyes, Capitulares, Nomocánones

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derecho universal
{ a) territoriales {
{ derecho particular
2.- por razón del ámbito {
{ derecho general
{ b) personales {
derecho especial

a) auténticas o genuinas
3.- por razón de su veracidad { { apocryphae (materia)
b) falsas o espurias {
{ pseudepigraphae (autor)

a) cronológicas: orden temporal


4.- por razón del método {
b) sistemáticas: orden según las materias

a) privadas: no aprobadas por ninguna autoridad


5.- por razón de la autoridad legal {
b) públicas: oficiales

El estudio de las fuentes de producción entendidas como normas (ley y


también la costumbre, como ya hemos visto) es necesario para conocer y entender
mejor el derecho vigente; pero este estudio de las fuentes de producción (al menos
por lo que se refiere al primer milenio) se debe afrontar necesariamente a través
de las colecciones canónicas que las contienen. Y es aquí, precisamente, en donde
se debe utilizar el adecuado método científico para identificar el autor, el lugar de
composición, la fecha, las fuentes formales y materiales, el modo de tratar los
textos, el método de composición, las circunstancias históricas, las cuestiones
sobre el autor (público o privado), las familias de manuscritos, etc.

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2. Las fuentes de las colecciones canónicas en general

Las diversas fuentes formales que conocemos (colecciones canónicas –de


cánones o decretales–, las compilaciones de decretales, etc.) contienen una
enorme cantidad de material variado cuya proveniencia y fuentes de inspiración se
pueden resumir del siguiente modo:

Del Antiguo Testamento: preceptos judiciales, morales, otros (los


cardenales, por ejemplo, al principio fueron 70 –Sixto V– porque 70 eran los
ancianos o senadores).

Del Nuevo Testamento: normas de derecho divino (primado, episcopado,


unidad e indisolubilidad del matrimonio), divino-apostólico, es decir dadas por
Dios pero promulgadas por los apóstoles (p. e. las disposiciones sobre la Unción
de enfermos o el orden del diaconado), meramente apostólicas (p. e. las normas
sobre la abstinencia del Concilio de Jerusalén).

De la Tradición: divina, si es revelada por Dios; divino-apostólica, a través


de los apóstoles; humana, los escritos de los Padres; muchos textos que se reflejan
en las colecciones canónicas.

De Concilios: sin ninguna duda es una de las fuentes más importantes de


las colecciones canónicas. Ha habido concilios ecuménicos o universales en los
que participaron obispos de toda la Iglesia1 y concilios generales, nacionales,
plenarios, patriarcales, provinciales y diocesanos, en varios lugares y tiempos, en
los que además de disposiciones en materia de fe se tomaban decisiones en
materia disciplinar que a su vez adoptaban diversas formas: Constitutio,
Statutum, Decretum, Edictum, Sanctio; el término genérico que comprende a
todos ellos es Canon-Canones.

De los Actos del Romano Pontifice: en los primeros años de la Iglesia, para
designar los actos de los romanos pontífices, se utilizaban indistintamente
términos como epistola, litterae, pagina, scriptum, privilegium, auctoritas,
praeceptum, decretum, litterae decretales, statutum, regula, responsum,

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Los Concilios ecumenicos son: Nicea I (325); Constantinopla I (381); Efeso (431); Calcedonia (451);
Constantinopla II (553); III (680-81); Nicea II (787); Constantinopla IV (869); Lateranense I (1123); II (1139);
III (1179); IV (1215); Lyon I (1245); II (1274); Vienne (1311-12); Constanza (1414-18); Basilea-Florencia-
Ferrara (1431-49); Lateranense V (1512-17); Trento (1545-61); Vaticano I (1870); Vaticano II (1962-65).

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monitum, sanctio, interdictum, sententia. Esta terminología se utiliza todavía hoy


y a veces sigue siendo confusa; veamos ahora de forma genérica alguna de ellas:

Constitutio.– aquella norma que tanto en materia de fe como disciplinar, posee la


categoría de ley –y de hecho es una ley– y tiene como contenido temas de la
máxima importancia (la forma que adoptan habitualmente las Constituciones es la
de Bulla).

Rescriptum.– disposición emanada siempre a petición o requerimiento de un


privado; se concede un bien a uno solo o para un caso particular.

Decretum.– ley del Romano Pontífice emanada motu proprio, es decir sin
requerimiento previo. Se llama, sin embargo, Motu proprio cuando se quiere
subrayar este aspecto.

Litterae o Epistolae Encyclicae.– el R. P. expone a todos los obispos y fieles del


orbe, o a una parte substancial de ellos, su pensamiento y su voluntad sobre algún
tema de doctrina o disciplina.

Litterae o Epistolae Apostolicae.– en sentido estricto cuando se trataba de


materias administrativas.

Litterae o Epistolae (pontificiae) simpliciter.– cuando el Papa dirige a alguna


persona una instrucción, admonición, exhortación, felicitación, etc.

Bajo el pontificado del Papa Adriano I (772-795) ya se conocen dos tipos


de cartas:

a) Privilegia.– representan la forma más solemne con la que se concedían


derechos singulares.

b) Litterae.– es la forma de las disposiciones en materia política,


administrativa, judicial, etc; se llamaban también Mandata.

En la época de Inocencio II (1130-1143) los privilegia podían ser maiora


y minora, según la mayor o menor solemnidad con que eran redactados. Pero con
Inocencio III (1198-1216) desaparecen los minora y por tanto los maiora se
convierten en comunes aunque conservan la antigua denominación hasta el siglo
XIV.

Las Litterae tenían un sello de plomo que estaba unido con un hilo; según
el material del hilo se distinguían: Litterae cum filo canapis (cáñamo) que

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contenían mandatos, y Litterae cum filo serico (seda) que contenían gracias; y
éstas a su vez eran Titulos cuando concedían derechos, e Indulgencias cuando
concedían favores.

Bulla.– Durante el pontificado de Inocencio IV (1243-1254) se introdujo una


nueva forma de carta Apostólica: la Bulla que poco a poco sustituye a los
Privilegia como carta más solemne para los temas o materias más importantes. El
nombre de Bula viene de Bulla = cápsula, que contenía el sello de plomo (rara vez
de plata o de oro) que se unía al documento; en la parte anterior (Antica, Avers)
del sello aparecían las efigies de los apóstoles Pedro y Pablo con el texto
SPE(etrus), SPA(aulus), y en la parte posterior (Postica, Revers) el nombre del
Pontífice reinante; este sello servía para garantizar la autenticidad del documento.

Brevia.– Se empiezan a llamar de este modo las cartas apostólicas menos


solemnes –son también más breves y sencillas– y que tratan temas menos
importantes, a partir del pontificado de Martín V (1417-1431) en adelante.

Motu Proprio.– Durante el pontificado de Inocencio VIII (1484-1492) se


empieza a utilizar esta forma para los asuntos de la Curia Romana –temas
administrativos– y las cosas temporales de la Santa Sede. Los firmaba el propio
Romano Pontifice sin sello.

Chirographa.– Las cartas autógrafas del Papa.

Decretales.– Junto con los cánones de concilios, las decretales son, sin ninguna
duda, las fuentes más frecuentes y más importantes de las colecciones y
compilaciones canónicas. Etimológicamente significa documento que decide en
materia disciplinar; concretamente la glosa ordinaria al Decreto dice: «…quam
statuit papa vel solus vel cum cardinalibus ad consultationem alicuius». Pueden
ser generales cuando se dirigen a todos, o bien especiales cuando se dirigen a
alguien en particular. Casi todas las decretales de los primeros diez siglos se han
perdido porque estaban redactadas sobre papiro, material frágil; sin embargo en el
siglo VIII se han copiado en pergamino (piel de oveja o de cabra) y por eso casi
todas se conservan a día de hoy aunque a veces no íntegramente. La primera
decretal de la que se tiene conocimiento se atribuye al papa Siricio (384-399).

Dentro de estas fuentes que podemos llamar «canónicas» se podrían añadir


otras como la Liturgia, documentos históricos varios, tanto eclesiásticos como
profanos, reglas monásticas, jurisprudencia, etc. Están también las fuentes que
podríamos llamar «seculares» como por ejemplo el ius romanum, punto de

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arranque importantísimo, como veremos, para el nacimiento y/o desarrollo de


muchas instituciones canónicas, sin olvidar que algunas veces las propias leyes
romanas han sido «canonizadas», reconocidas como derecho canónico, además
del ius civile de las diversas naciones donde la Iglesia ha desarrollado su labor de
evangelización.

3. El problema de la partición del tiempo

En todo caso el primer problema que se plantea es el de la partición del


tiempo: cómo dividir el tiempo, las etapas de la historia para estudiar paso a paso
las fuentes, la ciencia, las instituciones. Muchos autores han propuesto variadas
divisiones del tiempo, con más o menos acierto; por nuestra parte adoptaremos la
propuesta por Gabriel Le Bras. «Si se trata –decía– de una simple crisis de
crecimiento o de envejecimiento diremos que comienza un período; si se trata de
un cambio profundo entonces estaremos ante el inicio de una época; y si por fin se
trata de una verdadera revolución nos encontraremos ante una edad»2.

Es evidente que ni la edad, ni la época ni los períodos tienen una misma


duración; la historia no es matemática ni se la puede ver con criterios
racionalistas.

PRIMERA EDAD: Ius Antiquum (siglos I-XII).

Un primer milenio de preparación

En esta edad la Iglesia, todavía en plena fase de crecimiento, toma de las


diversas civilizaciones en las que desarrolla su labor de evangelización una serie de
elementos cuya síntesis (realizada por un poder fuertemente centralizado y
jerarquizado) constituirá el Derecho Clásico, es decir el derecho de la época
siguiente que marca un verdadero hito en la historia del derecho, y no solamente
del canónico.

1ª Época (siglos I-III): Préstamos mínimos, en esta época la Iglesia se


desarrolla a lo largo del territorio del Imperio romano sin salir de estas fronteras;

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G. LE BRAS, La Chiesa del Diritto…, o.c., p. 176.

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vive inserta en la civilización hebrea, oriental, helénica y romana, pero sin recibir
apenas influencia alguna de éstas. Se puede subdividir esta época en dos períodos,
casi iguales:

a) Los tiempos apostólicos (I-II)

b) La diáspora mediterranea (II-III)

2ª Época (siglos IV-V): La influencia del derecho romano, esta época


comprende casi dos siglos –incio del siglo IV hasta finales del V– y en dicha fase se
asiste al cambio radical de la política del imperio romano hacia la Iglesia católica,
lo que permitirá el establecimiento de relaciones y el intercambio de experiencias
e ideas jurídicas y culturales. Esta época comprende dos períodos:

a) La tolerancia (313-380).

b) La Iglesia del Imperio (380-492).

3ª Época (siglos VI-VII): Los préstamos que el derecho canónico recibe de


las diversas nacionalidades, inicia con un período de unidad,

a) El renacimiento gelasiano

al cual le seguirá un período de dispersión y de encuentro entre las diversas


civilizaciones,

b) Los tiempos bárbaros.

4ª Época (siglos VIII-XII): La división de la cristiandad, esta época


comprende cuatro siglos. En este tiempo se extienden en toda la Iglesia universal
las influencias de las llamadas “culturas bárbaras”. Y esto fue posible gracias a una
serie de factores de unidad como el Imperio Carolingio, la restauración imperial
de 962 (coronación de Otón como primer emperador del nuevo Imperio Romano
Germánico) y la reforma Gregoriana. Esta época tiene tres períodos:

a) La Reforma Carolingia (s. VIII y IX).

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b) La gran época Germánica (s. X y XI1).

c) La Reforma Gregoriana (s. XI2 y XII1).

SEGUNDA EDAD: Ius Novum. (1145-1563).

La edad clásica

Esta es la edad de oro, por decirlo así, del derecho canónico; se presenta
como un ordenamiento jurídico sin lagunas y fuertemente jerarquizado. Todo lo
que antes había recibido de las nacionalidades, ahora se sintetiza y se informa con
principios teológicos; técnica romana y elementos germánicos se ponen así al
servicio de finalidades espirituales al mismo tiempo que de la elaboración del
derecho canónico. Esta edad se divide en tres períodos:

a) La ascensión del poder pontificio (1145-1234).

b) El apogeo pontificio (1234-1294).

c) El declive del pontificato (1294-1563).

TERCERA EDAD: Ius Novissimum. (1563-1965).

La edad moderna

En esta edad el derecho canónico sufre los mismos ataques que la Iglesia,
considerada, primero, obstáculo para el progreso en general (racionalismo) y
luego para el progreso social en particular (marxismo). Comprende dos épocas:

1ª Época (siglos XVI2-XIX2): El derecho canónico tridentino, la Iglesia


adopta una actitud de defensa frente a los ataques y quizá por esto el derecho
canónico no progresa. Desde el punto de vista histórico se distinguen dos
períodos:

a) La Reforma católica (hasta finales del siglo XVII).

b) Las Revoluciones de los Estados (siglos XVIII y XIX).

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2ª Época (desde finales del siglo XIX a 1965): La Codificación, con el


Código de 1917 en primer lugar, el renacimiento de la ciencia canónica, el Concilio
Vaticano II y el Código de 1983.

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