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La Desconocida Que Soy VOL 1
La Desconocida Que Soy VOL 1
ISBN: 978-84-697-9683-2
Impreso en España.
Los derechos de esta obra pertenecen a Índigo Editoras y a las autoras de los textos que
incluye. Si quieres reproducir parcial o totalmente alguno de estos textos, consúltanos
primero. Gracias.
«Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me
golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que no conocí, pero que
forjaron un suelo común, de aquellas que amé aunque no me amaron,
de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel
suave y tierno corazón guerrero.»
Alejandra Pizarnik
Prólogo
2017
VIERNES 20 DE ENERO
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leyendo ahora), no; ella está viva, no está, como ellos, más allá
del bien y del mal, en el reino del pensamiento puro, con ilo-
tas resolviendo la vida cotidiana. Rosa Chacel tiene problemas
de dinero, y quiere premios que no consigue, y sabe que en
el fondo la ven como una «digamos lo que queramos, mujer-
cita» (sic), y se siente fracasada en su vida personal, y teme
que sus libros les gusten «a las señoras que compran perros de
porcelana» (re-sic). Pániker, como Gide, es muy interesante
e inteligente y además es simpático, más que Gide, pero no
hace más que explicar sus triunfos (salas llenas, aplausos, le
escuchan con atención, le leen con admiración, etc, ah, y tiene
una amante entregada y a los setenta años, cuánto disfruta del
sexo y qué bien follan). No hay conflictos, no hay angustia,
sobre todo no hay, jamás, fracaso, ni dependencia de los de-
más. Cada vez entiendo mejor cuál es el problema para que las
mujeres accedan al reconocimiento en el mundo de la cultura.
No es solo una cuestión cuantitativa, eso de Groucho Marx:
«Con mucho gusto le dejaría mi silla, si no fuera que estoy
sentado en ella»; no, es eso, pero hay algo más: hay una subje-
tividad masculina (por razones sociales e históricas, claro, no
biológicas ni metafísicas), que es la que la sociedad pone en un
pedestal: la omnipotencia; eso es lo que se admira, lo que se
desea, el traje de Supermán que los hombres quieren ponerse,
con el que sueñan; y hay una subjetividad femenina (la que
nos atribuyen), de calor humano y placer sexual pero también
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de carencia, falta, debilidad, de cuidar y complacer pero no
mandar ni amenazar ni destruir, de incompletud, y eso es lo
que ellos no pueden soportar. Necesitan que exista, pero tienen
que sacarlo de sí, atribuirlo a esos seres tan ajenos que son las
mujeres, y dejar claro que lo desprecian. Entonces nosotras,
no solo en la cultura sino en lo social, familiar, psicológico,
estamos ante un dilema imposible. Si intentamos adoptar otra
actitud: autoritaria, ambiciosa, conquistadora, nos riñen, frun-
cen el ceño, nos atacan, no gustamos, no nos creen, nos ven
como insoportables, ridículas o impostoras. Si, por el contra-
rio, asumimos el papel que nos han otorgado (chica sexy, gran
dama, abuelita de cuento de hadas, Isabel Preysler, Melania
Trump...), entonces sí que gustamos, pero claro, a condición de
estar relegadas, mantenernos en el lugar que nos han asignado,
y tratarnos con cariñoso desprecio.
LUNES 23 DE ENERO
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ce a la misma clase social y generación que mis padres, la de
la gauche divine, aunque mis padres estuvieran al margen de
ese grupo (pero más o menos los conocen a todos); leyéndole
conozco mejor mi ciudad, la historia de la que formo parte,
los suquets de Pere Portabella y los veraneos en la Costa Brava,
toda esa generación rica, liberal, cosmopolita, y que se conside-
ra de izquierdas, aunque realmente creo que solo eran izquier-
da si se comparaba con el franquismo... Por lo demás, veo en
él lo cómodo y estimulante que resulta pertenecer al grupo, o a
los grupos, que tienen el poder, y ser reconocido por los pares.
Por varón, por burgués, por nacido en Barcelona, Pániker es un
perfecto ejemplo, sin fisuras (no creo que haya habido ningún
racismo en su contra: el racismo es contra los de otras razas si
son pobres, si son ricos no, y menos si son medio catalanes)
de ese privilegio, el de «pertenecer». Le llaman de aquí y de
allá, le escuchan, los grandes (al menos los considerados tales,
a escala nacional: Eugenio Trías, Fernando Sánchez Dragó...)
le tratan como a un igual, y él habla de tú a tú, en la realidad o
en su fantasía, con Edgar Morin o Wittgenstein o Freud. Eso
es lo que no tenemos las mujeres (ni los provincianos, ni los
pobres, etc, pero yo lo que he vivido en carne propia es la ex-
clusión de las mujeres). Él se mueve en un mundo intelectual
y político donde todos son hombres (salvo alguna anfitriona,
u ocasionalmente alguna escritora, pero son casos raros), en
la realidad y en el mundo de los referentes (cita a muchísi-
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mos escritores, y casi ninguna escritora: Woolf, Lessing, Rosa
Montero, Rosa Regàs y creo que ninguna más). Naturalmente,
nunca lo comenta, le parece natural. Alguna vez muy de paso
menciona a la cocinera, Rosa, a la ex asistenta, Adriana, a una
tal Pilar a la que le dicta no sé qué... En fin, lo de siempre.
Ayer pensaba que finalmente mi eterna sensación de ser medio
excluida (siento que alguien como Pániker está cómodamente
arrellanado en un sofá, rodeado de sus pares, mientras que yo
estoy en un extremo, con medio culo fuera, siempre dudando
de si me voy a caer) es una ventaja, porque cuando menos in-
teresante es Pániker es justamente cuando cuenta (y lo cuenta
constantemente) lo buen comunicador que es, la mucha gente
que le escucha y la atención con que lo hacen, lo mucho que le
aplauden, lo ocurrente que ha estado... Hay demasiada autosa-
tisfacción y poco cuestionamiento en su autorretrato de hom-
bre rico, culto, inteligente, creativo, guapo, seductor, exitoso. A
la inversa, cuando más me gusta es cuando habla de la muerte
de su hija. Cuando se muestra vencido, derrotado, humano.
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el buen diario íntimo debe ser íntimo, y debe ser cotidiano; la
profundidad, el pensamiento, el análisis, están muy bien, pero
por añadidura.
LUNES 13 DE MARZO
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que yo leí aparecía borrosamente, al fondo del escenario, pero
ahora he sabido que fue su señor marido desde 1923, cuando
ella tenía veinte años, hasta su muerte en 1977; que la mante-
nía (porque con su agitadísima vida amorosa y la escritura de
miles de páginas de diario no tenía tiempo para hacer nada
con que ganar dinero, suponiendo que hubiera tenido el más
mínimo interés); y que aunque Anaïs, salvo el fin de semana,
no estaba nunca en casa, ni siquiera de noche (et pour cause:
solía tener dos amantes fijos y algunos más a ratos perdidos),
creyó siempre en la «inocencia» de su esposa. Hay algunas es-
cenas memorables, como aquella en que Hugh lee el diario que
Anaïs ha dejado abierto en el dormitorio común mientras baja
a la cocina a dar órdenes a la criada (cosa que Anaïs ha hecho
expresamente por el délicieux frisson que le da jugar con fuego)
y lee una «tórrida» (como se dice ahora) escena de sexo entre
ella y Henry Miller, real, por supuesto; cuando ella vuelve al
dormitorio, Hugh le pide explicaciones, y ella, sonriendo con
condescendencia, le explica que es todo ficción, imaginación,
vamos, que no sea patán, que entienda que una Artista como
es ella vive en la fantasía, pero en la realidad, ella sabe muy bien
que los hombres no respetan a las mujeres que se les entregan
y por lo tanto, blablaba. O cuando su deseo de irse a follar con
Gonzalo es tan ardiente que no puede esperar al lunes (los
fines de semana se acuesta con Hugh) y tras la cena, le sirve a
Hugh una tisana... en la que ha diluido un somnífero; Hugh
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observa que el color está raro, turbio, pero se la bebe, se queda
dormido y ella se escapa a la calle y no solo folla con Gonzalo
sino que se queda con él hasta la madrugada. (Lo cuenta todo
en su diario y anota: «Ningún sentimiento de culpa».)
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disfruta tanto, que no vacila, la pasión guía su escritura con una
seguridad admirable.
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También por mi propia experiencia entiendo que a veces el de-
seo de follar es tan acuciante que una pierde el mundo de vista
y comete las mayores imprudencias. ¿De qué me vengaba yo?
De la indiferencia de E. Ella, no lo sé muy bien. No creo que
tenga nada contra Hugh, que parece una buena persona, eso
sí, aburrido... quizá lo que no le perdona es su propia sumisión
a él (hay algún momento en que dice que las caricias de él la
repugnan) porque necesita su dinero.
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me di cuenta de que toda su vida Anaïs Nin estuvo casada
con y mantenida por un banquero, y desde entonces ya no la
puedo respetar», o algo así. Es verdad que su comportamien-
to con Hugh es muy cínico. Por otra parte, da la impresión
de que él acepta, incluso quizá busca, ser engañado. Cuando
lees el diario piensas: no puede ser que sea tan inocente este
hombre... cuando ella por ejemplo, noche tras noche, le dice
que se va a tomar el café después de cenar, y a hablar de libros,
con su amiga Colette, y que luego se queda a dormir en su
casa para no correr peligros volviendo a casa tan tarde (existen
taxis en París, caramba), y un día él llama a casa de Colette
preguntando por Anaïs y la criada dice que no conoce a nin-
guna Anaïs... Ella es abiertamente cínica, aprovechada, hipó-
crita. Por supuesto me parece mal... pero suspendo el juicio, lo
dejo de lado, porque creo que para experimentar hace falta a
veces suspenderlo (como hice yo misma cuando fui infiel). Y
la experimentación de Anaïs Nin es tan apasionante, tan enri-
quecedora... Me ha sorprendido, por ejemplo, encontrar en su
diario el relato de una experiencia que yo también tengo, y no
sé si tendrán los hombres: te dejas seducir por un hombre que
te atrae por su personalidad, vives grandes momentos eróticos
con él... y luego algo se rompe, o se desvanece, y te encuentras
en la cama con un señor del que de pronto lo que ves es el
cuerpo con todas sus imperfecciones, y te llega a repugnar, y
no sabes cómo romper porque no entiendes muy bien lo que
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ha pasado. Eso le pasó a ella con Rank (cuando le conoce le ve
feo, casi enano, con una dentadura horrible; luego se enamora
de él, le sigue a Nueva York... y al cabo de un tiempo le vuelve
a ver feo, casi enano, con una dentadura horrible y además con
mal aliento...), a mí con M.
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JUEVES 30 DE MARZO
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el colegio Betania; también el Cumbayá: todo eso de los curas
obreros, los cristianos de base, la misa con guitarras, que creo
que ya no existe), otras que no (por Semana Santa se cerraban
todos los cines, hasta un año en que anota que ya no cierran
sino que ponen películas religiosas). Me identifico con él por-
que es catalán y charnego a la vez, pertenece a la intelectualidad
y la ve desde fuera, y vive de escribir artículos y libros y de dar
conferencias, más o menos siempre la misma, por toda España
(incluso en los mismos sitios que yo, como el Palacio de la
Magdalena en Santander, dentro de la Universidad de verano
Menéndez Pelayo); salvando las muchas distancias, claro. Me
hace pensar que quizá yo debería poner más observaciones de
este tipo en mi diario; no es que sea imprescindible, pero ayu-
da a revivir una época. (Por ejemplo, podría anotar que estos
últimos años se han puesto furiosamente de moda las palabras
«vulnerable», «precario», «dañar», «determinar» donde antes se
decía pobre, marginado, perjudicar, decidir. También podría
hablar de las primarias del PSOE. Alain apoya a Patxi. Yo no
sé qué opinar. No me gusta Susana Díaz, no me gusta su ma-
nera de hablar tan enfática, suena a demagoga, y me dicen que
su programa es muy conservador. Creo, eso sí, que una victo-
ria de Pedro Sánchez dividiría irremediablemente el partido y
eso sería malo para todos.) Volviendo a Candel: su mujer era
analfabeta. Caramba, ¿cómo se debía sentir ella, rodeada de los
escritores que frecuentaba su marido? Y él, ¿qué comunicación
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podía tener con ella?, debía «dejar fuera provincias enteras de
su alma», como les pasaba a los hombres cuando entraban en
casa, según decía mi padre que decía Ortega (aunque una vez
que lo mencioné ante un especialista de Ortega me dijo que él
no conocía esa frase). En fin, en todo caso, me gustaría mucho
tener la versión de ella de esta misma historia, el diario de ella,
si lo hubiera podido escribir.
VIERNES 31 DE MARZO
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las distintas etapas que he atravesado al respecto. Primera: yo
quería ser escritor, bueno, decía escritora, pero nunca me había
parado a pensar que podía existir alguna diferencia entre ser
escritora y ser escritor. Segunda: cuando me quedé embarazada
y descubrí que esa experiencia estaba ausente de la literatura,
e hice Madres e hijas. Tercera: cuando empecé a darme cuenta
de la escasez de escritoras (mientras la prensa pregonaba el
supuesto «boom» de la literatura femenina) y a percibir cómo
la crítica, los entrevistadores, los programas sobre libros, etc,
ninguneaban, despreciaban, marginaban, desvalorizaban, ridi-
culizaban, a las escritoras, y me encendí de santa indignación.
Cuarta y actual: eso lo sigo percibiendo y lo sigo denunciando
(vía Twitter sobre todo) pero ya de forma mecánica y sin mu-
cho interés. En parte porque ya lo he hecho durante muchos
años, en parte porque ahora hay otras mujeres que han tomado
el relevo: Clásicas y Modernas, On són les dones, el Observatori
Cultural de Gènere… y hasta un académico (Luis Mateo Díez)
en ABC declara que le «abochorna» la escasez de académicas, o
La Vanguardia protesta de que haya tan pocas premiadas entre
los premiados en el palmarés de tal o cual premio cultural. Y
sobre todo porque ahora me interesa más entender lo cualita-
tivo, el pensamiento patriarcal. Y descubrir el lado oculto: lo
que han pensado, dicho en voz baja, escrito a escondidas, las
mujeres. Hay ahí toda una veta: diarios, cartas privadas, libros
póstumos. Una mujer en Berlín, las cartas de Pardo Bazán a
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Galdós, el diario de Silvia Plath, los diarios amorosos de Anaïs
Nin, Oculto sendero de Elena Fortún, las memorias de Victoria
Ocampo… Tengo que hacer algo con todo eso.
DOMINGO 19 DE NOVIEMBRE
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JUEVES 15 DE DICIEMBRE
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cho que padeciera de «frigidez del corazón».
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Entusiasmo, sí. Ángelo un chico joven, muy guapo, muy femi-
nista, encantador. Después de la presentación fuimos a Casa
Manolo, ellos dos, Octavio, que acababa de presentar su li-
bro, Autorretrato de un macho disidente (que estoy leyendo y me
gusta mucho) y Marina y Carla. Hice las presentaciones; me
encanta poner en contacto a personas que conozco aquí y allá
y que sé que pueden simpatizar, intercambiar, colaborar, crear
red. Luego me volví a casa, disfrutando del frío, de la noche,
y de pasar una vez más por esos edificios: el Teatro de la Zar-
zuela, el Círculo con la Minerva de bronce en lo alto que me
parece que me mira y me protege, el Metrópolis con la cúpula,
las guirnaldas y el ángel de bronce, el otro edificio coronado
por un templete de mármol, la fachada barroca, roja y gris, de
San José, el Cervantes con sus cariátides... esos edificios que
me gustan por sí mismos pero sobre todo por ser el escenario
de estos años de mi vida desde el 2006 que vienen siendo tan
felices.
Laura Freixas.
Inés Vecchietti
∙ Argentina ∙
Sin título
Estar en el sol, por el alimento. En la luz. No me pertenece
escribir, es solo un lugar que visito. Una forma redonda de
decirte: te apagas. Ya no palpitas dentro de mí. Escalera, sube
y baja. No desapareces, te evaporas. Te vas acortando: prime-
ro tus pies. Me escondo este momento porque duele, y tam-
bién porque duele lo cuido y lo abrazo. Lo lleno de besos. Lo
que duele, cuadrado con puntas debajo de la piel. Cuadrado
queriendo encajar. Cerebro lleno de nudos unidos. Siempre
descubro cariño al final de los pensamientos. Escribo un ca-
mino amarillo tierra que hoy soñé. Yo sé que también estoy ahí
ahora. Múltiple. Ramificada. En otra dimensión mis brazos
crecían, se creaba un puente. Amanecía despacio, por horas.
Era parte, una parte de aquello. En la dimensión de arriba
escondida. Ellos me miraban como una familia, brillando, co-
loridos. «Queremos los ojos para amarte». Detalles. Estrellas
amigas avanzando por la garganta. Cuando soñé que nos reen-
contrábamos y tu cara era dulce. Los escalones de mi mente,
uno tristeza, uno entereza. Todos. Estoy en todos.
∙∙∙
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do a lo que somos, a la choza viva. Riqueza en el cielo, porque
brilla.
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que nadie sepa dónde estoy.
y desconocerme.
∙∙∙
agua caliente
y llanto
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la psicología, la astrología,
reconocerme.
quedarme abierta,
dejarlo ir.
Yo me despierto en mí
∙∙∙
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Salvaje de las piedras. Pensaba en los hilos invisibles entre
nosotros. Lo demás es una fachada. Una forma más de encan-
tamiento, seducción, supervivencia.
me estaba creando.
Y yo le estaba creyendo
que existíamos.
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Descubrimos que el horario exacto de cuando yo nací es la
fecha de su nacimiento.
∙∙∙
Con los días de solo luz. Purificándote nada más que con el
sol.
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∙∙∙
∙∙∙
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recostarme sobre el agua, que no me pidan nada, adentro la
riqueza necesaria y suficiente, compartir los labios, las manos,
las horas en que dices «me muero». Cuando soy la muerte me
alimento, juego en el desierto, una trampa se disuelve en la
arena, los animales están cerca para beber de sus cuencos, aca-
riciarlos desde el amor más puro, revivir la visión una y otra
vez, relámpago, luciérnaga, todas las formas de la luz.
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∙∙∙
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Tengo piedras dentro de mí, empapadas y líquidas. Nunca na-
die las ha observado, solo ella. Se las mostré porque me asusté,
y me dijo que la cura era sonreír más, estar más alegre. Mi
alegría roja. Tengo tiempo de observar los colores, de teñirme
el pecho y de explotar. Todos los textos de mi vida dedicados a
una misma cosa. Si me tumbo en el suelo la escucharé acercar-
se. Quizá sea simplemente eso, y no haya nada más. Me gusta
el alivio de lo gigante que me sobrepasa, y de lo chiquito que
se me mete en el cuerpo. La piel se abre camino a cosas nuevas,
busca también su historia y su continuación.
∙∙∙
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Isabel García Cuesta
∙ España ∙
Sin título
Lunes, 30 de octubre
Miércoles, 1 de noviembre
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ca independiente hace unos días.
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final, mostró interés por mi blog de viajes, y me confesó una
cosa bastante inquietante: a ella también le gusta escribir
—¡Lo miraré!
Jueves, 2 de noviembre
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pasa a más gente, pero desde que cumplí los treinta —hace ya
dos años—, me parece que absolutamente todos los seres hu-
manos de veintinueve para abajo son puros bebés (lo gracioso
es que cuando yo tenía veintinueve, no sabía que era tan joven).
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qué nadie habla de cómo se te queda la vagina después de dar
a luz? ¿Se ensancha mucho? ¿O de cómo afecta un hijo a tu
relación de pareja? ¿No deberíamos saber estas cosas? ¿No de-
bería alguien avisarnos, por si acaso?
Viernes, 3 de noviembre
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años, empezará a romperse por su parte más débil, que es el
asa. Si la dejamos doscientos años más, acabará de romperse
por completo. Es como una casa. ¿A que siempre tenemos que
estar ordenando nuestro cuarto, la ropa que nos dejamos por
ahí, los cubiertos, los libros…? Si dejamos que los objetos sean
libres, ¡se desordenan! Y el capitalismo es la expresión máxima
del desorden: exprime los recursos de la Tierra hasta dejarlos
hechos una mierda.
Sábado, 4 de noviembre
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moviéndose de un lado a otro de la cocina con su energía ha-
bitual. Desde que lo conozco, me sorprende que alguien de
cuarenta y cinco años tenga ese sentido del humor y esa ima-
ginación hiperdesarrollada. En realidad, no conozco a nadie de
ninguna edad que sea la mitad de creativo que él.
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que aquí todo es mejor que en el mundo real: esa Isabel para-
lela es más feliz, está más enamorada, su hombre no puede ser
más maravilloso, y así con todo, hasta el infinito.
Lunes, 6 de noviembre
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me a relajarme me ha pedido que me visualizara a mí misma.
Me ha hablado de las extrañas creencias que tengo respecto a
la riqueza económica, que están sorprendentemente influidas
por la ideología de mi tío anticapitalista. Recuerdo que me
ha dicho que también hay gente buena que es rica, y a la que
pagan por hacer el bien a los demás. Que sí se puede vivir de
escribir, y que sí hay gente dispuesta a pagar por lo que yo es-
criba. No sé exactamente cómo han funcionado sus palabras,
pero su mensaje ha lavado la imagen más profunda que tengo
de mí misma, hasta que por fin, después de muchísimos años
escondida, la he encontrado. Tal vez sea la consecuencia de
salir de un paréntesis.
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Giuliana Santoli
∙ Argentina ∙
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Fausto tantas veces dijo y ahora entiendo: eso nos iguala. So-
mos iguales en esto. Somos iguales que todos.
7 de agosto de 2016
8 de agosto de 2016
Tengo una convivencia con una mujer que siento que desco-
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nozco. Y vive en mi mismo cuerpo.
9 de agosto de 2016
El sol entra por la puerta con una luz tan dura que casi hace
ruido. Es mediodía. Alguien barre. Los dos tenemos miedo. La
magia está en transformar el miedo en algo más parecido a las
flores. «Si no hay lodo, no hay loto».
10 de agosto de 2016
11 de agosto de 2016
¿Cómo fue que hice para lidiar con el miedo después de los
ataques de ansiedad el año pasado? Hablar de él, escribirlo, en-
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contrar mujeres inspiradoras que me den coraje y me compar-
tan su calor valiente. Generar hábitos nuevos. Ir adueñándome
del espacio que es mi cuerpo y los centímetros a su alrededor.
12 de agosto de 2016
58
A encontrarme en una vida que no es la que deseo pero acos-
tumbrarme.
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14 de noviembre de 2016
Eso que deseo hacer salir a veces con amor, a veces con dolor,
otras con alivio, nace de los pequeños rituales que abren la
puerta que llevo dentro. Dejo fuera la mente. Me quito la ropa
que recubre las palabras fáciles. Camino hacia ese rincón que
conozco de memoria.
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Cada atardecer es como un domingo.
21 de abril de 2017
Desde que Fausto llegó hace tres días todo se tornó muy
raro.
25 de abril de 2017
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hacer un diario que no voy a querer releer, puedo hacer en él
un registro del tarot y mis sueños, pero no puedo hacer poesía
con los abrazos que no quiero dar, con la culpa ni con la pena
de dejarnos a los dos desprotegidos en el mundo.
27 de abril de 2017
2 de mayo de 2017
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consciente de eso. Tengo para ella nuevos y buenos planes, me
divierte muchísimo. Y presiento que cada vez van a ser más.
5 de mayo de 2017
17 de mayo de 2017
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y las zambas acústicas de Drexler. Gané por todos lados. Tengo
más confianza que nunca.
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Susana Simavilla
∙ España ∙
Sin título
Es extraño cómo las voces pueden provocarnos o no recha-
zo. Cómo algunas voces pueden ser una tabla de salvación.
Melodía para los oídos o desdén absoluto. Algunas voces tan
amadas pueden pasar a ser indiferentes. Es extraño. No sentir
nada de repente. Que un espacio se muestre libre de emocio-
nes. Transitar el vacío y no encontrar nada. Ni rastro de lo que
fui. Ni rastro de lo que sentí. Ni rastro de lo que pensé. ¿Dónde
están las que ya no soy? Es extraño. Cómo ese vacío llega a mi
vida como purgante, haciendo que me desplace de los lugares
a los que ya no pertenezco. Que de repente el esfuerzo titánico
por liberarme de algo se muestre sin más como algo innecesa-
rio, porque hay una parte de mí que se ha ido sola y por ade-
lantado. Como emisaria de una nueva realidad. No pasa nada.
Encontraré mi modo de estar en ese vacío. Aunque quede libre
de todo. No pretendo llenarlo con nada. Por fin.
∙∙∙
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de excrecencias. Eso es. Los pensamientos solo son excrecen-
cias. No tienen otra finalidad. No les concederé más impor-
tancia. A la sensación de vida la llamaré vida, así, a secas, y no
competiré por darle forma.
∙∙∙
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les ni peñascos en una cima. Está a la defensiva. Sobrevuela el
mundo con su coraza. Está lleno de ira y no sabe cómo apla-
carla. Un dragón rapta los sueños de otros y los suyos propios
y luego los destruye. Todo en él es oscuridad y desasosiego. No
hablemos de absolutos. Aparentemente todo en él es oscuri-
dad y desasosiego. Un dragón es un pájaro experto en la inten-
sidad de la vida, pero no quiere volver a exponerse. Tiene que
sanar. Siente mucho. Ha sentido mucho. Continúa haciéndolo.
Sigue deslumbrándose con todos los tonos del cielo, y con sus
texturas. Con los brotes tiernos en primavera. Con la escar-
cha que cubre los campos en invierno. Con la familiaridad con
que se hablan las piedras unas a otras y con la majestuosidad
imperturbable de las montañas. Ellas, testigos de su historia,
lo comprenden mejor que nadie y por eso le dan cobijo. Un
dragón es un pájaro herido que necesita soledad y sosiego. Es
un recipiente de amor que se ha roto. Un interrogante que no
cesa. Un pájaro es un dragón que aún no sabe que le llegará la
herida. Ambos se contienen. Se respiran. Se nutren del mismo
vuelo. Un dragón tiene que ser dragón por un tiempo para
luego no ser nada o serlo todo. Un pájaro tiene que ser pájaro
por un tiempo para luego no ser nada o serlo todo. Sobrevolar
los astros les enseña la dimensión de ese cambio. Ambos se
contienen. Ambos se contienen.
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Todo el tiempo que transcurre en esa ciudad inmensa me
siento pequeña, pero al mismo tiempo soy consciente de lo
particular e irrepetible de mi existencia. El pequeño milagro
reflejado en mis manos de gota de agua, en mi mirada de tra-
vesía marítima, en mi piel de mapa indescifrable. Todo el tiem-
po soy diminuta pero contengo un universo. Soy viajera maga
que recorre en dos horas y media la distancia entre Sevilla y
Madrid, y en un segundo el no-tiempo entre una vida y otra.
Todo el tiempo reflexiono sobre lo aleatorio de ser Susana y
sobre el misterio de ser también una mujer de El Congo, el ca-
marero con acento castizo, un emigrante en un país extraño, o
un librero que ofrece libros usados. Todo al mismo tiempo. De
todo ello solo hay un testigo imperecedero: la naturaleza. Los
árboles que acumulan anillos y vuelos de pájaro, mientras no-
sotros los humanos aprendemos la lección de humildad ante lo
definitivo e innegociable de la impermanencia. Y de nuevo me
conmuevo. No sé qué clase de energías se están moviendo en
mi interior. Y ya me tengo que ir a trabajar. No hice la cama.
Hoy no hice la cama, ni ayer, y me compré unas sandalias blan-
cas de piel, porque me hacían falta.
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ca. El canto procedía de un árbol de más de cien años y se
dirigía a todos los insomnes, a todos los que en ese momento
dudábamos entre el movimiento terrestre o el aéreo. Cantó el
pájaro su ola azul durante media hora, justo hasta que las pri-
meras luces hicieron acto de presencia. Al terminar envolvió
su propósito con silencio y le hizo una ofrenda al tiempo, que
enredado se disponía a desplegarse. Sentada en la cama yo lo
escuchaba y dudaba entre dejarme llevar por un sueño de tierra
y alas o por un despertar lento…
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sopesando la posibilidad de que el tiempo sea benévolo, pero
ya lo dijo el sabio: en invierno hace frío y en verano hace calor.
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cuenta. En el fondo estoy bien y confiada. Satisfecha de las
decisiones que he ido tomando. Satisfecha de cómo he ido
cambiando, aunque algunos cambios hayan sido motivados
por fuerzas externas, por un «o aprendes así o no sabemos ya
qué hacer contigo». Al final se aprende. Supongo que es una
buena conclusión a la que estoy llegando. No tengo que hacer
nada. Excepto ir al trabajo y cumplir con mi horario. Y cumplir
con las tareas de la casa. No hay nada obligatorio. Leer, escri-
bir, ser culta, comprender el mundo, aprender miles de cosas,
desaprender otro montón más, tener buenas relaciones socia-
les, estar conectada, volver a conectarme, hablar otros idiomas,
leerlos, escribirlos, saber sobre esto y aquello, estar en forma,
no deformarme, ser atractiva, ser sexualmente activa, ser buena,
cariñosa, comprensiva. Ser solidaria, ayudar en el cambio, ser
parte de él, promoverlo. Tener actitudes ecológicas, solidarias,
feministas, progresistas. Una avalancha de exigencias frente a
muy pocas prioridades. Detenerme. Minimizarme. Desmon-
tarme. Vaciarme. Pararme. Parar. Stop. Fin de la historia. Solo
un instante. Y luego otro. Ni siquiera volar es una exigencia.
Por supuesto que volar no es una exigencia. Ni tampoco la
poesía. La poesía y volar son prioridades y la primera no puede
existir sin la práctica de la segunda.
∙∙∙
74
La mejor música para escribir este ahora es el silencio. Me
basta con el sonido de la máquina que trabaja en la calle de al
lado. Hace que mi calle parezca un puerto de mar. Hace que
mi calle parezca una estación espacial. Hace que mi calle pa-
rezca un latido de auxilio. Lo demás puede esperar. La mañana
trascurre en un conjunto de haces de luz. Desde algún rincón
se han escapado las dudas y luego las pienso. El hambre que
me agujerea la mente. Y el cuerpo que me pide explicaciones.
∙∙∙
75
lo de publicar todo o nada. A no querer viajar a ningún lado
y a todos. A mis sueños. A los disparates. A la emoción por la
belleza. Al camino de la belleza y la bondad. A todo. O a nada.
76
Oriana Vázquez
∙ Venezuela ∙
Diario salvaje
Montaña.
79
Nunca sé si seré capaz de pasar el siguiente nivel del juego.
Aún así, me lanzo.
80
Ahora trato de convertir esas manchas en dibujos. Esta casa
al lado del bosque es mi hospital para muñecas.
Agua.
81
con la arena.
Soy los ríos que se cruzan con los pies descalzos y que nos
cortaron el camino en Alaska, los ríos que nos enseñaron todo
un mundo nuevo en México. Las cascadas en las que me baño,
no como un hecho fortuito sino como un ritual para dar gra-
cias y para aprender lo que el agua tenga que enseñarme a
través de los poros.
82
da me siento, porque intentar decir que soy de Caracas o que
mido un metro sesenta para mí no tiene ningún sentido. Pre-
fiero pensar que soy cambiante y que dependo de la luna. Pre-
fiero pensar que contengo ecosistemas enteros dentro de mí
que actúan y que se relacionan de maneras armoniosas. Pre-
fiero sentirme salvaje y llena de vida pero al mismo tiempo ser
capaz de apaciguarme en la marea baja para que sea posible
sumergirse sin tener miedo a quedarme sin aire.
∙∙∙
83
La absurda perfección de la palabra «Navidad» pronunciada
a -20 ºC, como si hubiese sido diseñada para tener más sono-
ridad en esta parte del mundo.
∙∙∙
84
Mi casa fue un colchón inflable, un asiento de coche y una
silla de lona.
Mi casa fueron los libros, fue Roberto Bolaño, fue Siri Hus-
tvedt, fuimos los últimos poetas real-visceralistas.
85
Mi casa fue la distancia, fueron ellos, sus caras a través de
una pantalla, sus siluetas en el lado derecho de mi pecho.
Mi casa.
86
Cristina López
∙ España ∙
A vida lisboeta
1 de septiembre
89
Me he dado una ducha con otra agua mientras pensaba en
cómo la sensación de extranjería es confusa y al mismo tiempo
despierta en las personas pensamientos aletargados y actitudes
que creemos extintas. Creo que es maravilloso cómo nos otor-
ga la maravillosa oportunidad de ser en otro lugar, de reescribir
nuestra historia en un espacio en blanco que solo tiene como
condición la total dedicación y honestidad con uno mismo.
2 de septiembre
∙∙∙
90
Pero ¿qué es auténtico descubrimiento y qué es simple au-
tosugestión? ¿Dónde estaba escondido el impulso creativo que
ahora parece sacudirme en tierras lusas? Reconozco mi cuerpo,
poco ha cambiado en apenas cuarenta y ocho horas. No obs-
tante, hace unas semanas yo misma lo definía en estas páginas
como «un conjunto desordenado de extremidades y piel cansa-
da luchando por mantener la verticalidad», mientras que ahora
a pesar de estar dolorido lo siento suficientemente ligero como
para pisar con fuerza sobre el empedrado lisboeta.
3 de septiembre
91
sentir respeto.
4 de septiembre
5 de septiembre
6 de septiembre
∙∙∙
92
mano, con el lomo de tela verde y un papel que simula un cés-
ped verde, verdísimo, como cubierta. El caballero viste un traje
gris que claramente tiene desde hace años y está mirando con
curiosidad por la ventana de un edificio abandonado que hay
al principio de la calle.
93
¿Cuántas cartas de amor habrá escrito aquel hombre a lo
largo de su vida? ¿Cuántas le quedarán por escribir? ¿Escribirá
alguna esta noche?
7 de septiembre
∙∙∙
94
Mientras camino como invitada por este escenario, pienso
que viajar sola es definitivamente la manera más sostenible de
viajar.
8 de septiembre
95
Supongo que es la búsqueda desesperada de ajenidad. Su-
pongo que ha llegado el momento de encontrarla.
12 de septiembre
27 de septiembre
96
6 de octubre
7 de octubre
97
30 de octubre
98
Keiko McCartney
∙ España ∙
101
cabeza aireada, la actitud tranquila y apaciguada. Lugar de paz
y armonía. Lugar de amor. Credo referencial. Son las dos de la
madrugada. Espero al sueño que nunca llega.
102
primera voz: «¡Llamar a alguien loco, de esa manera!». Recuer-
do que los que no estamos locos somos los que debemos ir al
psiquiatra. Firmo libros para gente que no conozco y todo me
parece raro. Canta el gallo, canta el perro, canto yo. Evito los
espejos aquí también. En todas las casas evito los espejos. En
todas las comidas evito las espinas.
103
que brilla mucho, y mi piel muerta absorbe su calor. Más tarde
me hablan de la enfermedad: le habla la radio, la tele. Le ha-
bla la alucinación. Su mirada está muerta, es como si estuviera
poseído.
6 de enero de 2017
104
ledad a la que tanto estaba acostumbrada. Escucho a la vecina
roncar, a su marido roncar. No puedo conciliar el sueño porque
creo que hay algo en mi vientre, y tengo que matarlo. Acabar
con él. Durante el día escuché decir: «cuando oyes la palabra
fe, automáticamente empiezas a creer porque ese es su poder».
¿En qué creo yo? Ya no lo sé. Quizá esa sea la respuesta más
sencilla después de «haga usted lo que le dé la gana». Estoy es-
perando, quizá, a que me vengan. ¿Está mi cuerpo muerto? ¿Es
mi cuerpo real? Cierro los ojos y pienso: «Jesús, ven a mí». Pero
solo viene el silencio, y la ausencia. Ya conocía esto de antes.
13 de julio de 2017
105
reflexiones, avispando un banco de ideas, que veo, finalmente,
desaparecer en el barrio.
11 de septiembre de 2017
Día 12
106
tengo de mí misma.
15 de septiembre de 2017
Día 16
107
17 de septiembre de 2017
Día 18
23 de septiembre de 2017
Día 24
1 de octubre de 2017
Día 32
108
Renacer es así. Oscuridad y una oración. Enviar un mensaje
recordando que eres de nuevo. Transformar la deformidad del
cuerpo en algo hermoso. Asumir el riesgo. Dejarse vivir. ¿De
qué color será esta nueva vida y su nueva muerte?
109
Elena Barrio
∙ España ∙
113
las sábanas, cancela tus planes para hoy. Vuelve a las sábanas y
ríndete porque ella hoy ha ganado.
114
Viernes, 13 de octubre de 2017
115
escribirla para intentar fijarla en la memoria, como una foto
extraña y valiosa que guardaría en un álbum:
116
de chocolate. Me incorporo, ladeo la cabeza para dejar caer en
el suelo ese líquido que una vez fue la serpiente y me vuelvo al
sueño, ligera y feliz, muy feliz. Ahí acaba mi sueño.
117
3 de noviembre de 2017
118
Agustina Bor
∙ Argentina ∙
10 de marzo de 2017
121
camisa celeste y pantalón gris. El chico me miró de reojo, son-
rió y bajó la mirada. Le contesté en todos los encuentros con
una sonrisa. Tenía rulos castaños y una lapicera abrochada al
bolsillo de su camisa. «¿Hablas español? ¿De dónde sos?», me
preguntó Andy Luis. Le conté que era de Argentina y todavía
recuerdo como AL me sonrió mientras abrazaba su mochila
contra su panza. Al lado, Nathalie nos miraba atenta. Los dos
tenían ojos celestes, muy claros. Ella tenía las pestañas largas
pintadas de negro. AL me preguntó sobre películas y progra-
mas de televisión, de Chile y de Venezuela. Me perdí en el
verdadero orden de su lista, y aunque se fue acercando geográ-
ficamente, no conocía ninguna. En realidad, no veo televisión
hace mucho tiempo, pero no quise desistir en su intento por
encontrarnos. Así que mientras practicaba caras que intenta-
ban recordar busqué el momento en donde algo del relato que
intentábamos unir se condensara. Sentí que quería estirar mi
piel sobre la plaza y atraparnos en una zona donde no existiera
la periferia. AL sacó un papel y me preguntó por mi nombre
completo mientras escribía en cursiva prolijamente el suyo. No
olvido su letra cursiva. Una letra que no veía desde la primaria,
cuando la letra a era una letra redonda, que alcanzaba el alto
de todo el renglón de mi cuaderno y yo siempre me olvidaba la
doble z o la doble t que tiene mi apellido. Le conté que la pa-
labra «cursiva» viene del latín curro, que significa correr, y que
supone en su origen cierta escritura veloz. AL detuvo su pluma
122
en el rulo de la letra g de mi nombre y me sonrió sorprendido.
12 de marzo de 2017
28 de marzo de 2017
123
yada en sus rodillas y los dedos de sus manos entrecruzados.
Me quedé viendo cómo su pulgar acariciaba a su par lenta-
mente. Un roce ritualizado. Hace unas semanas que el peso de
su cuerpo se depositó en las maderas del piso de la entrada de
un bar. En unas maderas hinchadas por la lluvia que no cesa.
La vi sentada en esa esquina pero sentí que en realidad se apo-
yaba sobre una raíz del gomero.
2 de abril de 2017
En el gomero
124
sobrevuela en círculos. El viento lo enreda. ¿Por qué gira en
círculos y no se desploma errante? Tal vez solo haya viento
debajo de este árbol. En el piso las hojas se mueven. Unos
pétalos amarillos describen trayectos premeditados. Los llevan
las hormigas. El suelo nunca está quieto. Todas las cosas las
arrastra el viento.
10 de abril de 2017
10 de mayo de 2017
El tren Sarmiento
125
en el centro del eje donde se intersectan las dos hojas de vidrio,
se alcanza a ver la casa de K. Vive en un espacio de dos metros
cuadrados al lado de la vía. La puerta es de chapa roja con un
círculo cavado a mano en la parte superior que está cubierto
por un nylon transparente que veo tambalear por el viento.
Conocí a K hace unas semanas en la verdulería de Raúl, yo
llevaba varios libros y me preguntó si podía prestarle algunos.
Hoy me levanté antes de las ocho y vi el paraguas negro de K
asomarse por el agujero de su puerta. Se inclinó para mirar al
sol y se escondió. Como un reflejo también ahora me inclino
hacia abajo por la ventana para mirarla desde el escritorio. Al-
canzo a ver cómo K descuelga a Osvaldo que duerme en un
bolsillo de su sobretodo y le abre la puerta. Osvaldo sale con la
cola en alto corriendo hacia mi ventana junto a K y su sobre-
todo de verano.
Noche
126
18 de mayo 2017
Noche
127
19 de mayo de 2017
Noche
128
que me recorre el cuerpo. No es fácil ponerle nombre.
25 de mayo de 2017
Noche
129
27 de mayo de 2017
30 de abril
Llegué a casa con los ojos cansados del viento. Estuve cerca
del río toda la tarde. En el cuarto me siento sobre textos que
130
ya no recuerdo y descubro que una mariposa se instaló en mi
techo. Está quieta dentro de la luz que cuelga al centro del
cuarto. Me siento acompañada. Apago la luz y abro la venta-
na pensando en que quiera escapar. Veo que K me hace luces
desde su casa. Son dos parpadeos: Osvaldo duerme con ella.
Noche
1 de junio de 2017
131
tes, y la posibilidad de no, se extrema una forma. Una forma
que figura el trayecto de mi letra porque pulsa en mis dedos
una línea finita.
132
Diana Ferreiro
∙ Cuba ∙
Duermo a ratos.
135
Y luego una tiene que pensar, por fuerza, en los lunes, que
son unos bichos azules con otra clase de crueldad. Calculadora,
inevitable. La de los domingos es más bien un poco inocente a
inicios de la mañana, pero hacia la media tarde se torna som-
bría, husmeando dentro de una, poniendo a la vista recuerdos y
nostalgias y creando fieros espejismos de almuerzos en familia
y siestas con los sobrinos encima de ti, que te obligan a respirar
muy despacio para no despertarlos.
Uno menos.
Enero
136
Digo que he querido amarrar unas cuantas perras negras de
manera que cobren sentido —un sentido específico, se entien-
de—, y he terminado repasando los highlights de The wire, bus-
cando ayuda.
Abril
137
adolorida, pero por esto tampoco te quejas. Tu amiga siempre
dice que si luego duele por todo el cuerpo es porque está bien
hecho. Sonríes. Parece que te atropelló un puto maratón de
educación física. Nada visible, siempre te aseguras antes de sa-
lir. Pero estás exhausta.
138
Ya bastante tienes con todo lo demás. Ya bastante tienes con
la certeza de que nada de esto tiene significado para nadie. Ni
siquiera para las personas que te tropezaste al intentar buscar
la puerta de la calle para largarte de una vez. Buenos días y
adiós, un placer conocerla, señora. Si lo piensas bien ni siquiera
te acuerdas de ese rostro que te miró de arriba abajo con pena.
Sí, era pena, estás segura. Pero qué le vas a hacer.
139
textos, cuatro, cinco. Quemas las horas que te van quedando
en internet buscando fotos para graficar esos textos. Repasas
los highlights de la madrugada: sus manos, palabras. El miedo,
viscoso, se adhiere a ti y esta vez no intentas despegarlo. Lo
dejas hacer.
«Si ha pasado tanto tiempo ya, es amor», dice el chat que has
vuelto a conectar. Deberías escribir algo.
Mayo
140
pero hay algo en la garganta de esta mujer que me destruye
cada vez y —voilà—, eso es lo que necesito cuando preciso
olvidar.
Agosto
141
Continuamos como quien solo regresa al pueblo donde na-
ció los fines de semana, con la misma mochila, que cada vez
pesa menos. Hasta que una mañana, sin pertenecer todavía a
otro sitio, abotonaste la camisa —era de flores, y dijiste que
si alguien te preguntaba responderías que venías de tocar con
algún salsero—, y te fuiste dejando las llaves en el suelo.
Me pregunto si te acuerdas.
142
Jazmín Hollman
∙ Argentina ∙
Sin título
Otra vez la sensación de estar mudando la piel, como la ser-
piente, de haberme quedado en carne viva, desnuda frente a un
mundo que me espanta y me llama, me inspira y me hace llorar
al mismo tiempo.
∙∙∙
145
Un colchón de pinochas sigue oliendo a resina y a refugio.
∙∙∙
Al menos dos o tres veces por día me dice que ella hace lo
que quiere porque ya es grande.
Al menos una vez por día, más de eso los fines de semana
que salimos a algún lado, discutimos por la ropa. Casi siempre
146
terminamos peleando y nos metemos en el auto enojadas y
cansadas de haber peleado tanto.
147
Al menos tres veces a la semana pienso que cuando pensaba
en lo que significaba ser mamá y aún no lo era, no sabía nada
en realidad.
∙∙∙
148
Te diría que sí, que estoy bien, que no sé porque lloro pero
que a veces me pasa y no lo puedo contener, que es más un
llanto de emoción que de tristeza. Que es de alegría pero de
una alegría distinta a las demás, que viene muy de adentro y
que así como me estremezco entera y me abandono en ese
instante de placer sublime, también al corazón le debe pasar lo
mismo y entonces me llena los ojos de lágrimas. Pienso que en
momentos así el cuerpo dice en el lenguaje que sabe y no hay
palabras capaces de traducirlo.
∙∙∙
∙∙∙
149
simplemente una frase arrojada sin pensar al centro de la hoja.
No me decido porque tampoco lo hacen mis pensamientos
y no encuentro emoción que decida nombrarse. Me disperso.
Voy de una cosa a otra como si se tratara de piedras sobre un
arroyo sobre las que hay que caminar para no mojarse. Para no
mojarse… ¿Es eso? ¿De eso se trata? ¿De no mojarse?
Cierro los ojos, abro las manos y las dejo mojarse de palabras
como mis pies mientras caminan el agua.
∙∙∙
∙∙∙
150
Hoy el padre Hugo dijo que «el amor no siempre acierta». Su
frase me quedó reverberando durante todo el día. Creo que en
el amor no acertamos la mayoría de las veces y, sin embargo,
no podemos dejar de intentarlo porque no sabemos vivir si no
es amando.
∙∙∙
Hay algo que sé desde hace tiempo pero que, en las últimas
151
semanas, se me reveló con la crueldad y la claridad con que
se nos revelan, a veces, ciertas verdades: mis hijos no pueden
aprender la calma si yo no la practico.
∙∙∙
152
Laura Bianchi
∙ Uruguay ∙
Sin título
30 de septiembre de 2016
10 de octubre de 2016
Baños
155
cuando piense en ella. Lo que más me duele es que mis hijos
no la vayan a conocer. Que no tengan su primer ajuar hecho
por ella. Es re loco que me duela algo que no existe y tampoco
sé si va a existir. Capaz que es eso lo que en verdad me duele:
mi soledad. La idea que tengo instalada de que ese estado será
permanente en mi vida. Solo rondar la idea me angustia mu-
chísimo y me da ganas de salir corriendo. De escaparme no sé
a dónde.
156
quiero salir corriendo. No lo aguanto. Y en esa contradicción,
muchas veces aparece la violencia. Como le pasa a mi padre.
Violencia hacia mí y hacia los otros. Ya no quiero más eso. Voy
a poner mucha atención y cuidado para no hacerlo. Para darme
y dar solo amor.
11 de octubre
Baños
En el corazón, el Universo.
19 de junio
23 de junio
157
que el Tata se estaba yendo cada vez más rápido y que había
pasado una noche muy complicada.
7 de julio
158
dad listos para todo.
21 de julio
La Antigua
159
Gabriela hablaba de la necesidad de escribir para no olvidar.
O para recordar. No es lo mismo. Una se centra en lo que falta
y otra en lo que hay. Yo también escribo para las dos cosas. A
veces más para una que otra. Hoy es para recordar.
Recordar que soy. Que estoy. Que siento. Que pienso. Que
puedo hacer lo que quiero porque lo elijo. Que soy muy afor-
tunada. Que quiero amor. Que quiero amar. Que quiero en-
contrar una ventana con vistas a lo verde. Una ventana rodeada
de libros, plantas y un escritorio. Que me dé la luz. Que me
caliente el sol. Donde tomar mate y café. Donde amarme.
160
16 de agosto
Mérida
Me consagré puente.
28 de septiembre
Guanajuato
Que para que me quieran tenga que ser invisible no está bien.
161
Convencerme de que no tengo nada bueno para compartir
para no sobresalir, para que me inviten a jugar, no está bien.
162
Mariela Cordero
∙ Venezuela ∙
Sin título
23 de junio de 2017
24 de junio de 2017
165
26 de junio de 2017
27 de junio de 2017
166
salto. Releer versos que amo, volver a saborearlos como quien
besa a un viejo amante.
28 de junio de 2017
29 de junio de 2017
167
rotunda?
30 de junio de 2017
168
bocada. Solo miro al cielo para no ver el asfalto que me produ-
ce vértigo. Lo hago para olvidar la tierra.
1 de julio de 2017
2 de julio de 2017
169
Nathaly Ponce
∙ Venezuela ∙
173
A veces me cansa mucho traducir.
Marzo
Será por eso que no me gustan los hombres con la piel negra
ni el pescado, sus cuerpos brillantes, su olor insistente y su mi-
rada siempre abierta, negra, vidriosa, distinta.
Yo he ido en mi contra.
∙∙∙
174
voz. Escucharme sin sentir que el rechazo me recorre el cuer-
po. Voz de niña, aguda, temblorosa, dubitativa.
∙∙∙
175
no olvidar nuestras marcas. Aquello que quedó fuera de las
maletas.
Corte
Ruptura
Mudanza
Apartarse
Me fui.
Abril
176
labra.
Junio
∙∙∙
177
Yo no puedo librarme de mí.
No quiero.
Creo en el deseo.
En el lenguaje.
Amén.
∙∙∙
Julio
Hija,
178
y cada vez es más incierto el regreso.
179
Carol Milkewitz
∙ Uruguay ∙
Sin título
Semanas
Karma
Gingivitis
183
No sé si tengo gingivitis o rabia nomás.
Tiempo muerto
Antes la gente vivía menos años. Ahora viven más, pero tam-
bién trabajan más, toman más ómnibus, más taxis, aguantan
más gente insoportable, inhalan más la contaminación de la
ciudad, ven más gente morir.
Mala racha
184
Persianas
La noche
185
Estoy tan cansada que tener pesadillas lo considero descan-
sar.
Pila
Ese calambre
186
fin lúcidos.
Cuando pasen
187
escéptico.
Contractura
Relajante muscular
188
De a poco el vaso se vacía, las piernas se vuelven pesadas,
como en una hipnosis, pesadas como el tiempo que llevo en la
espalda que ahora, quizá, por unas horas, se descontractura y
me deja esperar tranquila el tedio de mañana.
189
Olivia Arocena
∙ Uruguay ∙
Sin título
“A mí también alguien me mira,
de mí también alguien dice,
él duerme,
dejémoslo dormir…”
S. Beckett
No puedo más, estoy muy cansada, hoy fue un día con de-
masiado ruido, todo el mundo habla solo, todo va muy rápido.
La ciudad te seguirá.
La ciudad te seguirá.
193
Nada, mi vida hace clic cada segundo. Difícil frenar el dis-
curso dialógico de mi mente. Soñé que me sacaba cero en un
parcial y colapsaba de los nervios. La lógica del evaluador-
evaluado, yo y yo, dos tiranos terribles. El himno de mi país
dice que los tiranos deben temblar, más bien intenta obligarlos
a que tiemblen, da igual. Yo estoy acá en mi casa y mañana no
quiero seguir con esta rosca. Tengo que dejar las novelas mexi-
canas, me impiden ocuparme de mis asuntos. O bien tengo
que meterme tanto en las novelas mexicanas que deje de existir
el mundo y deje de tener asuntos de los cuales ocuparme.
194
pega fulero, probé cuando tenía catorce, muy chica; fumaba
en la vereda de enfrente al liceo con «la gorda Ximena». ¿Será
que me quedó la consciencia hecha mierda? Probablemente sí,
pero ¿qué se le va a hacer?
195
Yo pienso que una cosa no quita la otra, pero no le dije nada.
Después me arrancó a hablar de jazz y de que ya nadie compra
el periódico, a todo eso se sumó Ángel (el verdulero) a charlar
y nos contó que estaba con sueño y que también le gustaba el
jazz. Las paltas estaban a diez pesos, compré cinco.
El futuro no existe.
∙∙∙
196
Cuando estaba yendo a la parada te vi en la puerta de la
EUM y se me estrujó el alma. Seguí por la vereda de enfrente
para evitar cruzarnos pero con la oculta esperanza de que me
vieras. Cruzaste y me alcanzaste en la esquina, casi me voy,
nos quedamos un rato en silencio, me contaste que te estabas
aguantando para no escribirme, caminamos hasta la parada del
G y nos fuimos juntos, vos te bajaste en lo de Juleco y yo seguí
para mi casa. No entiendo esto. Después me puse a imaginar-
me a distintas personas llorando. Otro día sin tocar el saxo.
Ahora me dispongo a dormir no sin antes comer un sándwich
de galletitas maría con dulce de leche.
La ciudad te seguirá.
197
¡Ya conozco la realidad!
La fruta es igual a mí
198
Muchachas chinas pintadas de dorado andando en monoci-
clos dorados, mujeres flacas y flexibles de seda blanca haciendo
girar aros de a millones, música, agua, más muchachas chinas
haciendo equilibrio apoyando sus brazos en soportes de ma-
dera, fuerza, belleza, la mujer turquesa cantando en el cielo de
la carpa, toda la luz en sus rulos rubios, toda la luz en las gotas
de agua ahora chispas y estrellas que salpica en la piscina, de la
piscina hasta el techo bailando en un círculo vacío. Chiflidos
y aplausos.
199
Jueves, 31 de mayo de 2017
La ciudad me seguirá.
200
Valentina Riveiro
∙ Uruguay ∙
La (in)felicidad de escribir
Estoy asustada. Cuanto más escribo, más planas veo mis le-
tras. Juraría que hace un tiempo era capaz de hacerlas bailar,
teñirlas de colores, retocarlas y exprimir su aroma. Ahora me
leo y la objetividad ha ganado mucho peso en detrimento de
las metáforas y de los adjetivos que estallan.
203
no tienen brillo ni forman corrientes.
∙∙∙
204
Nueve años. Recuerdo la adolescencia llegando y con ella las
primeras tristezas sin aviso ni razón. Mi habitación siempre
era un desastre. Un día, agarré un papel cualquiera y sin levan-
tarme del suelo anoté de forma frenética un poema de desaho-
go. Sería la primera vez que escribiría por terapia. «Días tristes
pasan frente a mis ojos», comenzaba. En tres versos condensé
mi confusión y al leer lo escrito me sentí arreglada: había des-
cubierto el poder terapéutico de la escritura. Milagroso. Efec-
tivo. Mágico.
∙∙∙
205
ma no se alinean en este viaje y los engranajes crujen de tanto
intentarlo.
∙∙∙
206
pieza terminada.
∙∙∙
207
he bautizado como bloqueo creativo, son yo, pidiéndome que
calle.
208
Yo, hoy, me obligo a callar, hasta el día que el bolígrafo vuelva
a fluir por el papel sin miedo.
∙∙∙
209
neas del deseo en las ciudades, y nos trasladan como corrientes
de un océano. Aterra elegir callarse, porque es recibir las fle-
chas con la piel tocando el aire.
Que lleguen todas las señales sin más decodificador que mis
210
alfabetos, que a veces traducen y a veces inventan, pero es de-
licioso soñar con provocar deseo ajeno y es necesario el temor
a no gustar.
211
Sofía Pinto
∙ Uruguay ∙
Sin título
4 de abril de 2015
¿Qué visión dar del mundo cuando no está claro con qué
ojos se mira? Porque todo recae en eso, en quién observa. El
objeto está ahí, aguardando a ser descubierto, analizado.
Por algo será que con nuestros ojos vemos todo, menos a no-
sotros mismos. Hay que comprender de qué manera tenemos
que conocernos realmente. Averiguar la respuesta a la pregun-
ta: ¿quién soy?
215
conquistar lo que la naturaleza no dio posibilidad de controlar.
9 de julio de 2015
Montevideo
¿Y por qué?
216
Básicamente estoy en una espiral en la que yo soy el centro
y las cuerdas que la rodean y la oprimen. Me hablo en tercera
persona, me contradigo, me convenzo de algo y a los dos mi-
nutos ya hice caso omiso de lo que dije. Adopto posturas com-
pletamente opuestas con la misma seguridad, que se parece a
un castillo de naipes en cualquiera de los casos, un soplo y se
cae todo. Paso las veinticuatro horas del día sin cuidarme, no
me quiero. No sé quererme. Lo intento pero, bueno, uno no
elige a quién querer.
217
pesa, totalitaria y dolorosa. ¿Qué mierda se hace cuando ya
intentó uno convencerse de que una actitud está mal? ¿Cómo
se lucha con uno mismo sin salir lastimado?
218
tando salvarme de mí misma y fallo en el intento. ¿Qué alter-
nativa hay?
219
me esfuerzo en ello.
¿Quién soy?
220
2 de agosto de 2016
5 de agosto de 2017
221
días sean hoy.
6 de agosto de 2017
Playa, Barcelona
Ahora veo cuerpos que son almas, fusiones de seres que qui-
zá podrían cambiarme la vida, hermanas con las que luchar
222
codo a codo.
4 de noviembre de 2017
223
solo querer estar conmigo, de nada sirve, si los sentimientos
andan libres, volando sin control. Sin embargo, amo esperando
que me elijan día a día. No me haría feliz saber sobre la vida
erótico-afectiva de mi pareja más allá de nosotros dos, pero
nunca me opondría a que la tuviera.
224
Melanie Pérez Arias
∙ Venezuela ∙
Sin título
Los cuerpos
227
míos. Su peso. El espacio que ocupan. Su hambre, también.
∙∙∙
Todas las semanas mueren seis niños por no tener nada que
comer.
Octubre de 2017
∙∙∙
228
Durante mi primera educación feminista podía jurar que
casi cualquier cosa era una trampa del heteropatriarcado. Me
sentía constantemente amenazada, en guardia, el blanco fácil
de un sistema opresivo que en cualquier descuido podría arrui-
narme o, mucho peor, embarazarme como parte de su estrate-
gia de dominación.
229
Dijo Simone De Beauvoir: «No se nace mujer, se llega a ser-
lo». Ocurre igual con el feminismo, llegas a serlo con intuición
y perspicacia. No necesitas leer cientos de tratados, tampoco
saber quién es Gertrude Stein, ni haber sufrido discriminación
o acoso, solo preguntarte:
Cuenta Leila Guerriero que una vez escribió una nota sobre
mujeres en el rock y al poco tiempo se dio cuenta de que había
sido un error. ¿Se escribe sobre los hombres en el rock como
una novedad? La respuesta es no. Entonces es machismo.
230
igualdad de derechos es empedrado, sinuoso. La discrimina-
ción se ha hecho cada vez más sutil, sofisticada. Una mujer
debe preocuparse por cosas que un hombre jamás experimen-
tará como, por ejemplo, si su colega le está mirando el escote o
está escuchando sus ideas; si ese hombre que camina tras ella
va a atacarla sexualmente; si debe reírse cuando acusan a al-
guien hipersensible de estar menstruando; si debe preguntar el
sueldo de sus compañeros solo para asegurarse de que el pago
es igualitario.
231
tección para los hombres?» Amigos: la estructura de los Es-
tados está diseñada para favoreceros, millones de años de cul-
tura universal os respaldan, las religiones con más adeptos en
el mundo excluyen a la mujer de sus jerarquías, están sobre
representados en las cámaras del poder público, pero ustedes
quieren un Ministerio propio para participar del rollo de la
igualdad. Fabuloso.
232
atrevo. Soy feminista, voy a terapia, lidio como puedo con mis
contradicciones.
Marzo de 2017
233
los afectos, buscando superar aquel umbral como un adicto
que persigue el abismo de la primera patada de heroína.
234
sitio e inventaba expediciones asombrosas que podían termi-
nar en la Gran Sabana. Era sagitario y, como el centauro, podía
patear muy lejos algún asunto que le disgustara para correr en
la dirección contraria con los rizos al aire.
235
que definen el género. Por qué tanta rabia profunda, ancestral,
anquilosada, contra lo femenino. Mamá se murió sin que pu-
diéramos averiguarlo y he pasado demasiado tiempo pregun-
tándome cómo se recomponen emocionalmente las fibras de
un tejido dañado, porque eso es el cáncer: una fibra rota.
236
Pero también de restituir el hilo que conecta a la mujer con-
sigo misma. Con el reconocimiento, aceptación, hasta regocijo
de lo que nos hace distintas, en el disfrute de nuestra capaci-
dad de crear, sea un hijo, un proyecto, una empresa, un plato de
comida, una obra de arte. ¿Podría tratarse de algo tan sencillo
como aceptar que soy mujer, me gusta y no me pesa? No lo sé,
pero como descendiente de una víctima de cáncer femenino es
lo que estoy intentando.
237
Días antes de que mamá muriera, mi hermana mayor des-
cubrió que había heredado sus manos. «Cuando mis hermanas
te extrañen yo les diré que tengo tus manos», le dijo. Eso es lo
único que tengo, las manos de mis hermanas a las que tejerme.
238
Laura Liz Gil Echenique
∙ Cuba ∙
Sin título
Día 26, Madrid
241
Día 48, Buenos Aires
242
se amaron demasiado hasta precipitarse al vacío, se odiaron,
se extraviaron sobre el pavimento y el aire. Me pregunto si al-
gún corazón sobrevivió al impacto, ¿a quién tendrán que darle
la noticia? ¿A dónde podría conducir esta narrativa estallada
como los cuerpos sobre la acera? ¿Cómo rescatar con el amor
la imagen de una ciudad a la noche con sonido de ambulan-
cias? ¿Cómo encontrar y no poseer y no apresar?
∙∙∙
243
las caderas como suele suceder. Estar y decidir cerrar los ojos,
dejar la piel al ritmo de las baquetas. El silencio está escondido
en las ranuras entre los adoquines. Algo acaba de ser conju-
rado: la mujer naranja y yo vamos a escribir cronogramas de
visitas guiadas a la Antártida.
244
vida es permanecer.
∙∙∙
∙∙∙
245
busco al minotauro. Mi temor no es el encuentro o el riesgo
sino la ausencia. La audiencia. El silencio.
246
Josefina Garzillo
∙ Argentina ∙
De agua y truenos,
y deseo…
249
doras de vida: agua, aire, tierra, fuego. Es también un ejercicio
para desprenderme de las pieles viejas y reforzar aún más mi
identidad verde, hija de agua dulce del sur, de mamá fuerte,
campesina y laburante. Que existe por la poesía y por la mú-
sica, por todas las formas de creatividad que nuestra especie
inventa para no vernos tragados por el propio caos.
28 de diciembre
24 de diciembre
250
su tema La niebla con la noticia inabarcable de que apareció
Clara Anahí, una de las bebas apropiadas por la dictadura. La
búsqueda de Chicha, su abuela, se convirtió en emblema. Y
muchos nos abrazamos llorando, diciendo: «2015, una buena».
El veinticinco fue perverso y gris. No era cierto. Todavía no
recuperamos a Clara Anahí. El cuerpo tarda en entender, en
recuperarse. Demasiado ingrata la decepción. Seguimos cami-
nando con el pecho de par en par…
25 de diciembre
251
Trueno 3 – Bolivia
29 de diciembre
Y ahora estoy otra vez acá. Para llegar desarmé la casa, vendí
y regalé la cocina y los pocos muebles que tenía, mi humilde
tallercito de encuadernación, mucha ropa y libros. Villazón es
—otra vez— un puente. Su tierra me sella el pasaporte. Siento
que algo se cierra y algo se abre en esa hoja entintada.
10 de enero
252
La casa es amplísima; hay una parte en plena construcción.
Gabriel, el hombre con el que hablé para llegar hasta acá, es
el maestro de la obra. Lo encuentro ahí mismo, serruchando
unos listones de madera. Eugenia y Marina me reciben. Las
dos hacen danza, vienen de Santa Fe, Argentina, a tomar el
curso «Oralidad andina, imagen y narrativas».
253
cursos formativos, y entonces hay que invertir las vacaciones
institucionales si queremos transitar experiencias educativas
profundas e integrales como las del Tambo u otros colectivos
de educación popular.
∙∙∙
11 de enero
Camino a Coroico
254
en tres horas de diálogo ininterrumpido.
255
arriba. Puede llover torrencialmente y, al instante, que el sol
queme.
Comento que desde que fui por primera vez al norte argen-
tino en 2010, llueve siempre que llego a un lugar. Que al prin-
cipio protestaba hasta que una mujer me enseñó a agradecerlo,
porque el agua en muchas zonas es un bien preciado y por eso
significa abundancia y buen augurio. Ahora, mientras escucha,
el que ríe es él.
20 de enero
256
ofrecen trabajo en un restaurante familiar y, sin pensarlo mu-
cho, lo agarro. Estoy a solo dos horas de Puno (ciudad peruana
al otro lado del lago); otra vez, casi al borde de otra de las
fronteras que se trazaron hace más de doscientos años en estas
latitudes. La simple idea trae una sensación de algo que se
cierra y se abre nuevamente.
22 de enero
257
que admitirlo. Me quedo a un costado con mi bolsita esperan-
do a que termine la secuencia.
27 de enero
Titicaca
258
ofrecen trucha y otros menús por veinte bolivianos. La calle
está luminosa y colorida.
259
Leyre Villate García
∙ España ∙
Sin título
16 de febrero
263
21 de febrero
264
algo que no cambia, que soy yo, que por muchos lugares a los
que vaya y por mucho que evolucione yo soy yo, y aún encima
elijo culturas e idiomas tan extranjeros que me lo pongo todo
mucho más difícil. ¿Lo hago para tener una excusa donde re-
fugiarme si me descubro incapaz de relacionarme socialmen-
te? Ya lo dijo Paz: «No hay nada en mí sino una larga heri-
da, una oquedad que ya nadie recorre, presente sin ventanas,
pensamiento que vuelve, se repite, se refleja y se pierde en su
misma transparencia, conciencia traspasada por un ojo que se
mira hasta anegarse de claridad».
265
7 de junio
La única vida que se ve desde aquí son los cuervos y los gatos
que merodean por los muros. Gatos saltando, gatos durmien-
do, gatos maullando en celo, cuervos planeando y posándose
en la farola, oteando el suelo en busca de algún ratón muerto.
266
Entre la farola y mi dolor, no hay quien duerma. No descan-
so, tengo sueños pesados como el plomo, me levanto como si
tuviera resaca. La habitación está, además, recargada de cosas.
Me sobra todo. Estoy deseando vaciarla, volverme ligera. Yo
soy mi habitación, demasiado llena de cosas, de recuerdos in-
útiles que no me valen de nada pero me resisto a tirar por…
¿Romanticismo? Están todos desordenados, son incoherentes,
y me hacen a mí incoherente. Me tropiezo con las cosas, cuan-
do las busco nunca aparecen. Es difícil vivir así, rodeada de
desorden. Si pudiera poner orden en mi habitación, en mis
recuerdos, en mi vida, me curaría.
267
inglés: A-self-in-the-making. El caso es que ya estaba muy cla-
ro cuando lo dijo Beauvoir: «Una no nace mujer, se hace». Una
de las ideas que más me interesa de los existencialistas es que
ser un self es constituir una historia, una narrativa, en la que
haya una consistencia y coherencia general. Es decir, para ser
auténticos, hay que observar la integridad de nuestras narra-
tivas personales. Es nuestro pasado —nuestra memoria—, lo
que interpretamos y reinterpretamos y volvemos a interpretar
para conservar esa integridad, para ser nosotros mismos.
Todos los patrones con los que damos forma a esa amalgama
ilógica y absurda que es la vida humana para convertirla en
una historia me fascinan.Yo siempre imaginé la mía en torno
al motivo de la búsqueda, de la quest. Aún recuerdo la sorpresa
que sentí el día que lo dimos en clase de literatura en la facul-
tad. Qué joven era entonces, qué inexperta e inocente. No sa-
bía nada de las entretelas con las que la literatura estaba tejida,
y descubrirlas me cambió la vida. No hay nadie más peligroso
para mí que un buen profesor de literatura. No soy yo espe-
cialmente inmune a los encantos de la literatura. Aún recuerdo
un par de profesores de los que me enamoré locamente en la
facultad. Uno era mayor, el otro joven. Uno era un profesor
experimentado; el otro, un recién doctorado, alto, con gafas, de
nariz prominente, rostro delgado, pálido de biblioteca y pelo
que nunca había visto un peine.
268
Lo que más me gustó del joven profesor no fue su nariz ni
su pelo intratable, sino su manera de enseñar literatura. Hasta
entonces no sabía que la literatura era filosofía, psicología, so-
ciología, estética y eso indefinible que llamamos «lo literario»,
o «lo poético», todo mezclado. Antes de que me diera clase, la
literatura era para mí tan solo un montón de nombres y fechas.
269
Julio, creo
270
en la mente de la ciudad, allí es donde siempre encontrarás a
un amigo, una silla y medio café solo.
271
bres. Esta es una verdad de esas que no hacen la vida más
llevadera, pero ayudan a aguantarse mejor a uno mismo. ¿Qué
hacer con el carácter de uno? Cuando hablo con mi familia
parece que existo, o más bien que ellos existen porque yo, lo
que es hablar, hablo poco, y ellos todo lo contrario. Quizá sea
que ellos no existen, y que los imagino yo para engañarme a
mí misma diciéndome que debo existir porque tengo padres.
Pero solo los oigo a veces por teléfono, que bien podrían ser
voces en mi cabeza.
272
∙∙∙
273
Una acción no es el comienzo de algo, sino de alguien. Pero
en mi caso, la acción de terminar una libreta solo significa que
empezaré otra. Y otra. Y otra. Es como menstruar. ¿Termi-
naré esta libreta al mismo tiempo que me bajará la regla? Es
luna nueva. Todas estas cosas me parecen llenas de inocencia.
Llevo demasiado tiempo encerrada en Calcuta y, sin embargo,
menstrúo. La naturaleza permanece en mí pero yo no la veo.
La ciudad me inunda.
274
Joana Sánchez
∙ España ∙
(Me mira.)
—Alberto me gusta.
—Y a mí, papá.
277
bien un poco de aire.
17 de junio de 2017
Quiero que esto acabe y, por otro lado, no. Que no se vaya.
Le he dicho te quiero cuatro veces al oído. Y le he llamado:
«Papá», y él ha levantado las cejas. Yo sí le dije te quiero mu-
chas veces.
6 de mayo de 2017
278
guapísima con mi pelo zanahoria, mi padre me dijo la primera
vez que lo vio: «Parece un pimiento», y me hizo reír.
15 de febrero de 2017
279
vez. Un día.
30 de enero de 2017
¿Ese hombre qué sabe? Hacemos las cosas tal y como nos
dice la fisioterapeuta y yo lo llevo bien agarrado, jamás se ha
caído. Yo no me meto en la vida de los demás. Estoy agotada.
12:43, voy a trabajar. Después de fregar me he tomado dos
cápsulas de amapola de California.
280
17 de enero de 2017
Ayer fue un día muy bueno. Bajé a dar un paseo y fui a casa
de Rachida. Hablamos mucho. Le di el regalo a la niña y des-
pués ella subió con fruta. Mis padres fueron a San Juan por la
mañana y yo he preparado la comida.
281
5 de noviembre de 2016
Hoy, por fin, he dormido bien. Sin ruido en los oídos, vértigo
o ansiedad. Estoy triste por mi padre y por salir tan poco. He
colocado la compra de Carrefour. Pero no quedo con Esther.
Ánimo. Es normal estar así. Adelante.
2017
Ayer noche tomé las doce uvas, me puse algo rojo y brindé
con Coca-Cola. J.Ángel me felicitó, creo que me gusta. Mi
padre se acostó aunque cuando no estaba enfermo tampoco le
gustaba esto de tomarse las uvas, pero mi madre ha preparado
dos platos para nosotras y hemos tratado de sonreír y de hacer
como si todo fuera normal.
282
22 de junio de 2017
25 de junio de 2017
283
amor y el buen ambiente que hubo (dentro de la tristeza) me hizo
comprender y creer aún más en la importancia de llevarte lo mejor
posible con tus semejantes y admirar la entrega sin esperar nada a
cambio.
Nada más.
Joana
284
que estuve muy entera tanto en el hospital como en los días
posteriores.
285
Priscila Vallone
∙ Argentina ∙
Sin título
Nota de diario XIV
289
Nota de diario XII
Sobre el suicidio
290
borde del universo. Me pregunto cosas que me anulan. Me
reducen lo concreto para ampliar el vacío en el que toda vida
es un abismo. Por qué esto me genera una nostalgia sin fuerza.
Por qué miro con atención. Por qué bailo. Por qué compongo
imagen. Por qué coreografío. Fotografío. Por qué me pregunto.
Indago. Por qué cuestiono. Dudo. Por qué nunca estoy a la al-
tura. Por qué siento tanto. Por qué me parece poco. Cuál es la
búsqueda. Qué sigo. Hacia dónde. Por qué voy. Por qué vuelvo.
Cuánto hay de real en lo que decido. Qué propone lo que digo.
Lo que callo. Lo que hago, lo que no hago. Cuánto modi-
fica. Cuántas veces tiemblo. Cuánto el tiempo que merezco.
Por qué lloro cuando está todo perdido. Cuando encuentro
sentido. Cuando el horizonte se vuelve piel. Cuando recuerdo.
Cuando amo. Por qué quiero germinar amor y hacer raíz en
la vida del otro. Por qué me empeño en guardar la experiencia
en el cuerpo y así revivir desde cada órgano, cada pelo erizado,
cada hueso. Por qué quiero escuchar aquello más allá de lo que
se dice. Por qué la densidad del silencio. Por qué me importa
la mirada. Por qué el vínculo. Por qué deseo. Por qué pregun-
tarme dónde es casa en lugar de cuándo. Por qué me siento
inerte. Pausada. Fuera de eje. De lugar, de tiempo, de espacio.
Dónde estoy cuando me ausento. Por qué me cuesta. Por qué
quiero dejar ir a la vez que quiero que se quede. Por qué quiero.
Cuándo termina. Cuánto fue. Por qué no me pregunto cuánto
será. Cuánto dura la permanencia. Por qué mi despedida frágil.
291
Por qué el hastío. Por qué a veces la sombra de mi sombra. Por
qué la moral. La culpa. Discernir entre lo que uno haría y eso
que uno haría si no fuera uno. Por qué esta construcción y no
otra. Por qué el dolor como la carne propia. Por qué si no escri-
bo cada cosa significativa siento que se pierde, que pesa tanto
en el mundo que lo merece, que si no lo hago estoy en falta. Y
me falta. Siempre estoy en falta. Dónde reside la sensación de
estar completo. Qué llena un cuerpo. ¿Es la vida una búsqueda
infinita? ¿Puedo dejar que la existencia transcurra como un
tránsito en su tiempo? ¿Qué hay después de alguna respues-
ta? Qué es seguir. Qué es parar. Se termina cuando muero. O
cuando dejo de hacer.
De pensar.)
Amanecer en vigilia
292
último año me dejaban dormir en enfermería.
Retrato de un insomonio
293
dos horas mirando a la nada. Mis ojos se caían, mi mente per-
manecía plana, inerte. La habitación del todo gris y la lluvia
azotándose en la ventana. Me quedé ingenuamente esperando
algo parecido a la poesía.
Nota de diario XI
294
Hoy venía por la ruta cuando de repente tuve que bajar la velo-
cidad: dos nenes se me cruzaron, tranquilos, mirando para un
solo lado, que era el contrario al que venía yo. Tendrían diez
años, uno cruzaba con una bicicleta a su lado. Recién cuando
pisaron la vereda, sentí que mis latidos se calmaban y un ali-
vio profundo de existencia. Los vi alejarse como un cuchillo
atravesándome lentamente el pecho, hasta perderse entre las
casas. En cuestión de segundos imaginé mi vida si mi hermano
físico hubiera tenido ese tiempo, si hubiera sucedido tal cual
sucedía ahora. Y en lo que duró mi llanto incontrolable que se
llevó toda mi fuerza, sentí cómo yo dejaba de existir, nublada,
intermitente. Yo tenía un hermano físico, que también cruzó
una calle pero dejó de ser. Ahora tengo un hermano etéreo que
me desafía a percibir su luz. La imagen de estos niños se repite
en mi mente sin que pueda frenarla. Sin que pueda dejar de
pensar mi vida ahora si él hubiera llegado a pisar la vereda.
295
Belén y le pido permiso para sentarme en su banquito. Lo más
perturbador del cementerio es la quietud. Cada tanto un so-
plo hace resonar campanitas en el silencio. Y otra vez quietud.
Algunos adornos que se mueven dentro de los lechos como si
quisiéramos que externamente la quietud no alcanzara nun-
ca a nuestros muertos. Yo presencio breves minutos de esta
quietud. Imagino este estado en permanencia cuando no hay
nadie para atestiguarlo. El cementerio solo, sus campanitas,
adornitos que se mueven, el sol posándose siempre sobre los
mismos muertos, mi hermano tiene poco sol pero él no se da
cuenta. No sé realmente qué mirar. Cómo mirarlo. Hay cosas
que estaban en mi casa y ahora están acá. Tengo fragmentos
de memorias, imágenes que no sé cómo contener. Acá parece
que las cosas y la vida se aíslan de su contexto. Es la sensación
de un tiempo detenido, de todo aquello que no transcurre. El
cementerio se me aparece como un vacío que venimos a llenar
de incertidumbre y espera. De memoria y lágrima. Del gesto
que nos lleva a revivir brevemente el último lugar al que cedi-
mos a nuestros muertos. Y cuando nos vamos, el cementerio
también se nos viene dentro.)
296
18 de junio de 2014, 3:45
297
Sol Iametti
∙ Argentina ∙
La canción de la ternura
El ejercicio inequívoco de la poesía,
la palabra como antídoto.
Bostezo de desvelo que acaricia la piel
mientras todo lo mío se hace tuyo, y desvanece.
El temblor cachorro que avanza,
abriendo un espacio donde todo se hace música.
Marzo de 2015
—Julio Miranda
∙∙∙
∙∙∙
∙∙∙
301
Yo canto a través de los muros.
Junio de 2015
Hubo un otoño.
Viernes.
Julio de 2015
Corazón de pájaro
I.
302
II.
III.
Octubre de 2015
303
vez, incesantemente sin puntos ni pausas,
Noviembre 2015
Rastro de existencia
Al abrir los ojos te digo: «¿Existe una salida para todo lo que
hemos aprendido, para las creencias y las medidas de caución?»
—Sí. Oye el sonido del mar. El mar ES. Aquí está la res-
puesta.
304
Te miro confundida porque todavía estoy aprehendiendo los
movimientos del mundo y el ritmo lunar. Y aun así poso una
mano en mi pecho, cierro los ojos y me imagino en la orilla.
Repito la frase hacia adentro: «EL MAR ES». Repito la frase
y luego mi nombre.
—El mar.
Diciembre de 2015
—Florencia Walfisch
305
nentemente, constituye la voz del poema.
Abril de 2016
Frontera
Mayo de 2016
La noche eterna
—Blanca Varela
Una voz blanca me dice: hay que saber elegir con quién es-
perar a que rompan las olas; hay que saber esperar por quién
306
dejarse empapar.
307
Junio de 2016
Ebria de aire
Junio de 2016
308
Voy a nombrar todo lo que ha logrado filtrarse por debajo de
mi piel para darle identidad a este miedo de dejarme querer.
Todo lo que sucede nos excede. Todo lo que sucede es parte de
lo que somos. Todo lo que fuimos es parte de este aprendizaje
de ser.
len
ta
mente.
309
Julio de 2016
Madre
310
Laire Sur
∙ España ∙
Sin título
Último día de mayo de 2017
Freiburg
lo ligero,
313
4 de agosto de 2017
Un cuarto de infancia
314
5 de agosto de 2017
315
20 de agosto de 2017
316
Y cinco: hace mucho que no escribo. Hace mucho que no
puedo soltarlo todo. Y así lo siento: todo lo que hay dentro
de mí está apelmazado en mi cerebro. Sin embargo, hoy me
he puesto música y he mirado al techo. Y en ese momento de
quietud he sido niña.
23 de agosto de 2017
317
ciable por un compromiso real que no llega o al que no logro
acceder.
Amo ser pájaro pero a veces siento que pierdo de vista mi-
rarme más fuerte.
enredada,
enredada.
25 de agosto de 2017
Era mañana gris (sin ser gris de verdad). Ambos con las ca-
bezas en la almohada, escuchando los pájaros, el bajo, su voz
amiga. Unos instantes de muerte para resucitarnos el uno al
otro.
318
Le configura, le hace, le rehace. Algo impensable y que llega
como una verdad insalvable.
3 de septiembre de 2017
319
Así empieza septiembre, tan frenético como la ciudad que
habito.
3 de octubre de 2017
320
Le expliqué la diferencia entre temblar y tiritar en español.
Me la inventé. Siempre entendí que tiritar involucra una con-
cepción más enferma, más caótica. Mientras, él me contaba
historias de acampadas y paredes para escalar. Mientras, me
besaba cada oreja, cada comisura, cada cuello, cada gemido. Se
quedó ahí. Me preparó toallas en agua caliente para mi vien-
tre. Y me besó. Se quedó allí. Me puso música. Blue boy. Ese
es él. Un chico azul. Hizo que la tarde fuera pasando sin que
yo tuviera una mirada obsesiva en mi dolor. El dolor, al final,
decidió marcharse.
8 de octubre de 2017
321
mi lucha.
∙∙∙
26 de octubre de 2017
Buenos Aires
322
de nido.
¿Merezco todo esto? ¿Merezco toda esta paz? ¿Todas las pa-
lomas? ¿Todo el azul de mar concentrado en dos ojos? ¿Me-
rezco esta sabiduría de las manos amigas? ¿Merezco el faro de
camino a casa, de camino al sí?
323
Ana María Trujillo
∙ Colombia ∙
Sin título
Mayo de 2011
30 de junio de 2011
327
mos que los vamos a olvidar?
27 de septiembre de 2011
328
Un año.
2013
329
amores no deberían repelerse, sino celebrarse.
2015
7 de mayo de 2016
10 de mayo
330
se hacen espuma. Ahora que he podido expresarme, descanso.
Ahora que no hay otro camino que seguir, sigo. Es extraño,
pero hay algo bello en esta tristeza cuando uno la deja ser,
cuando la suelta, porque se comprende que hay un dolor y una
intención genuina que la producen, no hechos malintenciona-
dos sino la consciencia de un deseo que no se corresponde al
momento, de una historia posible que se resiste a suceder se-
gún expectativas. Tiene más fuerza que los lugares comunes, es
la vida. Dará vueltas, se silenciará, nos explotará en las manos.
Todo eso, o nada, o algo más: algo que aún no tiene nombre.
331
22 de mayo
Sola.
332
De estar sola, llevarlo bien y a veces no, pero estarlo y afian-
zarme.
12 de mayo de 2017
333
noches de humo con sus voces.
No poder.
334
co posible es confiar. Confiar en todo, dudar un poco de uno
mismo.
Porque de pronto uno se sienta y son los dedos los que saben
y las palabras salen casi solas.
335
Carmina Balaguer
∙ España ∙
Antes de.
Casi 33.
Soy mujer —tal vez sea siga siendo amante—, pero hoy me
levanto en solitario, con un placar desorganizado y una venta-
na añosa, después de una noche de viento, después de un sueño
generoso que me llevó hasta Formentera, a esa primera vez, esa
primera isla. Tal vez para decir adiós, tal vez para empezar de
nuevo. Tal vez para volver a amar.
339
dome del poder de vacacionar sin techo.
12 de diciembre de 2015
En Val d’Aran
340
Habló en catalán, como hicimos siempre.
341
Mientras, el vaho helado se abría frente a nosotros, consin-
tiendo todas las preguntas que yo me atrevía a pronunciar.
342
«Fuiste muy valiente», añadió.
21 de abril de 2017
343
Hoy descubrí que el algarrobo también lloró los veinticuatro
años anteriores.
7 de noviembre de 2017
344
Es la cuarta vez que me separo, pero la primera que lo hago
a medias, sin saber si es un final del todo. Estoy a trece mil
kilómetros de la que fue mi primera casa, a dos barrios de la
que fue la última.
14 de febrero de 2014
Cusco
345
meses apunada, matizada por los tiempos lentos.
346
7 de noviembre de 2017
Una plaza con nombre de autor hizo que amara esta ciudad
y que quisiera vivir en ella. El impacto ocurrió durante los úl-
timos días de un viaje corto por las Américas, exactamente
cuando una cámara de cartón con carrete de usar y tirar sus-
tituyó a mi cámara fotográfica rota y me guardó las esquinas
de Palermo hasta mi regreso a Barcelona. Era el año 2010 y,
lo que en ese momento entendía como libertad —libertad de
elección—, se convertiría en un dictamen.
347
Separada —separada a medias— vuelvo a la vida de barrio, al
inhalar pequeño, al bajar en zapatillas, a los paseos nocturnos
en solitario y al saber que todo tiene un tempo propio.
∙∙∙
348
Me acuesto, convencida de que el amor es una suma de «él»
y de «ellos», pero sobre todo una oda a un latir propio.
349
Marta Herrero
∙ España ∙
Sin título
Martes, 31 de octubre de 2017
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separado la imaginación de la realidad y lo primero parecía
muy interesante pero mentiroso, y lo segundo estrecho y abu-
rrido pero verdadero. Por eso Cervantes necesitó volver loco
a su protagonista: el ansia de aventuras (imaginación) de un
hidalgo venido a menos no podía medirse ya con esa vida pla-
gada de campesinos rechonchos, porqueras sucias y molinos
de viento.
∙∙∙
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de todo el mundo para visitar al maestro. Recuerdo la casa
abarrotada, dormir en un sillón, mujeres compartiendo expe-
riencias y té, una cocina que se abría como templo que abraza
el mundo; recuerdo soñar la primera noche con el maestro di-
ciéndome que fuera a llevar flores cada día de estancia allí a la
tumba de su mujer.
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Efectivamente, me casé. Me casé y él era escritor. Y me quedé
embarazada al momento y toda mi energía se fue de mi inte-
lecto a mi útero. Y cuando nació mi primer hijo casi morí. Pasé
cinco días en la UVI por infección generalizada y los médicos
dudaban si sobreviviría. Y luego comprendí que la maternidad
era un paso radical en mi vida. Mi amor se focalizó en mi hijo.
Mi atención se centró en él. Cuando cumplió un año me em-
baracé otra vez y sentí que no volvería a escribir. Había dejado
a la literatura en un segundo plano. Había puesto mi vida al
servicio del silencio. Y el silencio me habitaba. Y era feliz.
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dillos en las tres mochilas, peino y ayudo a vestir a Fátima, le
doy un poco el pecho al bebito, y nos marchamos hacia el cole.
Cuando me despido de ellos a las nueve de la mañana y me
quedo a solas con Moisés, se abre una especie de ventana in-
terestelar: me cuelo como en otra vida. Una vida nueva que es a
la vez como pasada. De repente soy madre primeriza y estamos
solos. Para darle mi amor todo el tiempo. Para contemplar su
rostro sin prisas. Para ponerle música bella y hablarle de mis
cosas y explicarle lo que cocino mientras lo sostengo en el por-
tabebés. Tengo cuatro hijos que no paran, pero durante cinco
horas cada día solo tengo uno. Uno que se duerme, además, a
media mañana, y me deja un espacio para escribir.
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que uno, porque para el que vive entregado a lo que le con-
cierne, el milagro se vuelve hecho cotidiano. Pero a ratos yo lo
experimento, y mi corazón quiere contarlo.
Viernes, 3 de noviembre
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así que creo en la fecundidad de las contradicciones.
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nuestro sexo. Quiénes somos. El frontón del templo de Delfos
lanzaba un único consejo para la vida:«Conócete a ti mismo».
Conócete a ti misma. Quiénes somos. Los sufíes danzan alre-
dedor de una frase parecida: «Conócete a ti mismo y conocerás
a Dios». Quiénes somos. Esa es en realidad la meta funda-
mental de la vida. Saber quién. Saber para qué. Colocarnos en
la frecuencia precisa que nos sienta vivir cada día como si al
fin estuviéramos en casa. Para saber quiénes somos y para leer
quiénes son otras personas por la relación especular que pode-
mos establecer, leemos y escribimos sobre lo íntimo. Relatado
de abuelas a nietas en los mundos tradicionales, pero disuelto
en el océano de caos que son la modernidad occidental y el
nihilismo y la desacralización de la vida. «Tradición de la des-
trucción», dijo Octavio Paz.
Sábado, 4 de noviembre
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dre me dijo que intentara escribirlos con el corazón. Sembró
entonces una semilla preciosa. Para escribir con el corazón es
necesario vivir con el corazón.
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Olga Hueso
∙ España ∙
Sin título
En realidad, yo tampoco me acuerdo de para qué nací…
I. NACER
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Cantando me quedé dormida… Y al despertar al amanecer vi
la manta vacía… ¡Ah! Me puse triste hasta que oí un gemido…
¡Allí estaba! Bajo la cama. Sara con un perrito recién nacido.
Era como una bola extraña, húmeda, quieta. Me puse a tem-
blar, no veía al perrito moverse, pensé: «¡Está muerto!», sentí
culpa por dormirme. Sentí terror de que algo tan bello y tan
vulnerable no tuviese vida, tenía que apartar la mirada, quería
llamar a alguien y a la vez no podía, quería unos segundos más
de presenciar aquel milagro yo sola. Oí gemir a Sara, ¡seguro
que está muerto, el perrito! ¡El corazón a mil por hora! Gimo-
teaba ¿Y si le duele? Entré en una especie de trance pavoroso.
¿Qué hago? «Nada. Mira. Presencia», me dijo una voz. Y sin
poder pensar más salió otro, ¡y otro! La mamá apretaba y salía
mucha sangre y una bolsa. Como una peli de ciencia ficción.
El bebé-perro quieto dentro de esa tela semitransparente, lí-
quida y pegajosa, aún no ha nacido. ¿Es real? La mamá lame
al bebé y ¡lo despierta a la vida! Respira. Presencio la primera
respiración de un ser. Me quedo ahí petrificada. No compren-
do nada. Es un Misterio. ¿Cómo ha podido ocurrir? Cuando
los lame y salen de la bolsa… Sara se come la bolsa y toda la
sangre. Me entran náuseas. No quiero mirar pero miro. No
quiero oler pero huelo cuerpos, entrañas, líquidos. Nunca he
olido nada igual. No me puedo hacer cargo de la bestialidad,
de la animalidad que es parir. La muerte está siempre presente,
la siento mirándonos. Tomando nota… Tengo ganas de llorar.
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Salen más, han llegado los hombres, ha cambiado la energía y
el tercero y el cuarto y el quinto bebé-perro es más rutinario.
Estoy verdaderamente paralizada. No es solo «qué bonito».
Es mucho más. Me ha dado asco, vergüenza, tristeza, euforia,
miedo, confianza, es un milagro. Estoy llorando.
II. CRECER
III. APRENDER
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de vuelta? ¿Qué hay dentro de los cocos que nadie ha abierto?
¿Por qué el fondo del mar tiene arruguitas? ¿El desierto a ve-
ces se siente solo? ¿Las cataratas de Iguazú están siempre en-
cendidas? ¿Quién eligió los colores del arcoiris? […] Cuando
se mueren las luciérnagas, como las bombillas, simplemente…
¿Se funden?
IV. ESCRIBIR
Hay que escribir. Hay que escribir en el metro, hay que es-
cribir mientras otros hablan y mientras otros leen, mientras
bostezan. Hay que escribir incluso mientras escribes, mientras
escribes hay que seguir escribiendo. Siempre escribir y hay que
desmitificar las palabras y a los escritores y a los poetas. Espe-
cialmente a ellos. Porque nos describen a los demás en secreto.
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¿Ser importante es escribir cosas importantes? Se puede ser
o un escritor muy preciso describiendo a unos pocos (TOP
VENTAS de alguna sección, planta -1) o se puede ser un es-
critor muy generalista describiendo a muchos (Bestsellers, ex-
positor de entrada, planta 0).
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WhatsApp y un puñado de estados bonitos de Facebook.
V. SANAR
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nan…
VI. SOÑAR
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Encuentro pieza en San Telmo. Mi calle se llama Piedras y me
hace gracia. Mento a Neruda: «Traigo del sueño, otro sueño».
Así ocurre. Miro al cielo. Y estoy despierta, estoy despierta,
estoy despierta.
VII. RECORDAR
VIII. DECRECER
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—¿para permanecer? Para que se sepa que viví—. Fui feliz.
Fui este cúmulo de moléculas cambiantes. Fui vacío, informa-
ción. Sobre todo fui mutante, tormenta, transformación. Yo
fui: cambiándome, dejándome cambiar, respirando, dejándo-
me respirar. Esculpir palabras del silencio, mi medicina. Escupí
palabras de rabia y susurré palabras de amor. Que se sepa: fui
promesa, pacto, oferta, inocencia, salvación. Fui ofrecimiento y
compromiso. Fui primero una voz, después un canal…
IX. DESPEDIRSE
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Comimos arroz integral y leímos poesía, tal y como prome-
timos… Éramos nueve y uno en camino. Un libro que está
por nacer, un viaje, una renuncia, una revolución. Una vida. La
nuestra. Porque ya está bien.
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Oriette D’Angelo
∙ Venezuela ∙
Sin título
30 de mayo de 2014, 7:47
Caracas
Caracas
Abro el periódico:
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Cierro el periódico.
Salgo a la calle.
Caracas
Caracas
Recuento 2010-2014
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Me regalaron chocolates suizos.
Me maltrataron.
Me acusaron de spam.
Tomé ansiolíticos.
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No me tatué.
Me fui de Caracas.
Volví.
Le terminé.
Me terminó.
Me apretaron la garganta.
Me engulleron.
Me acariciaron.
Me abandonó.
Me buscó de nuevo.
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Colonizó mi exilio.
Me acosó
(de nuevo).
Duele
(de nuevo).
No más.
No más.
Caracas
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A veces siento que debo recuperar la noción de belleza que
tenía del mundo. ¿En qué momento me convertí en esta pe-
queña máquina que lanza contenidos programados e inútiles?
12:00
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Paso 5: Sentirse aprendiz de por vida, no pensar que uno lo
sabe todo.
Ahora que tengo esta lista, podré indagar más sobre mi com-
portamiento.
Caracas
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∙∙∙
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embargo, tengo veinticinco años y esta es mi apreciación. Pue-
de que esto cambie con el tiempo. No tengo por qué saberlo
todo y tengo buenos amigos que publican diarios así. Los dia-
rios de Rafael Castillo Zapata, por ejemplo. Son joyas, en ellos
no hay complacencias. A eso me refiero.
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Índice
Laura Freixas.
Prólogo. [7]
Inés Vecchietti.
Sin título. [ 29 ]
Giuliana Santoli.
El ojo del huracán. [ 53 ]
Susana Simavilla.
Sin título. [ 65 ]
Oriana Vázquez.
Diario salvaje. [ 77 ]
Cristina López.
A vida lisboeta. [ 87 ]
Keiko McCartney
Diario de una icteria. [ 99 ]
Elena Barrio
Diario de migrañas y ansiedades íntimas. [111 ]
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Agustina Bor
Cómo sobrehabitar un ciclón. [ 119 ]
Diana Ferreiro
Desnuda y con sombrilla. [ 133 ]
Jazmín Hollman
Sin título. [ 143 ]
Laura Bianchi
Sin título. [ 153 ]
Mariela Cordero
Sin título. [ 163 ]
Nathaly Ponce
Habitar el agua mansa. [ 171 ]
Carol Milkewitz
Sin título. [ 181 ]
Olivia Arocena
Sin título. [ 191 ]
Valentina Riveiro
La (in)felicidad de escribir. [ 201 ]
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Sofía Pinto
Sin título. [ 213 ]
Josefina Garzillo
Fragmentos de La Buena Estrella. [ 247 ]
Joana Sánchez
Feliz día del padre. [ 275 ]
Priscila Vallone
Sin título. [ 287 ]
Sol Iametti
La canción de la ternura. [ 299 ]
Leire Sur
Sin título. [ 311 ]
391
Ana María Trujillo
Sin título. [ 325 ]
Carmina Balaguer
A ocho cuadras de Cortázar. [ 337 ]
Marta Herrero
Sin título. [ 351 ]
Olga Hueso
Sin título. [ 363 ]
Oriette D’Angelo
Sin título. [ 375 ]
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Impreso y encuadernado en los talleres de
Nilo Industria Gráfica S.A.
Calle de Alfonso Gómez, 40, 28037
Madrid