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Extracto del libro “Una visión profética para el siglo XXI” de Rick Joyner

Capitulo Una Visión:

Guerra y Gloria

En Agosto de 1993, tuve una visión de la Iglesia representada por una isla en medio del
mar. Muchos edificios de diferentes tipos estaban por toda la isla. Según comprendí, cada uno
representaba a una diferente denominación o movimiento. Estos edificios parecían chocar entre sí
en su arquitectura, puesto que algunos muy viejos estaban junto a otros muy modernos. Una
guerra rugía entre muchos de los edificios y la mayoría se veían como ruinas después de un
bombardeo. Había gente todavía viviendo en esos edificios, pero la mayoría estaba herida y
muriéndose de hambre.

Dos espíritus negros sobre la isla dirigían la guerra. Uno se llamaba Celos y el otro Temor.
Cada vez que uno de los edificios sufría daño o la gente quedaba herida, estos espíritus se
felicitaban mutuamente.

Entonces vi dos espíritus poderosos y aterradores surgiendo del mar. Se convirtieron en


tempestades. El uno se llamaba Furia y el otro Impiedad. Estaban agitando el mar y causando
grandes olas que se estrellaban contra la isla. Pronto estas tormentas se hicieron tan grandes que
parecían incluso más amenazadoras para la isla que la guerra.

Sentí que se debía advertir a la gente de la ciudad respecto a estas tormentas y al parecer
varios de los vigilantes estaban tratando de hacerlo pero nadie prestaba atención. La gente solo
debatía y discutía respecto a si podía confiar en los vigilantes. Esto fue asombroso porque
cualquiera que sencillamente levantara la vista podía ver las tormentas con sus propios ojos, pero
nadie miraba.

Estas guerras dejaron a tanta gente herida que los hospitales, es decir, los movimientos o
denominaciones que estaban proveyendo sanidad, estaban convirtiéndose rápidamente en los
edificios más grandes de la isla. Conforme estos hospitales crecían las otras facciones en guerra no
los respetaban como lugar en donde incluso cuidaban a sus propios heridos; en lugar de eso
resolvieron con mayor firmeza destruirlos antes que los demás edificios.

Conforme a la guerra continuaba, aún los que no habían sufrido heridas serias tenían la
apariencia de fantasmas o quedaron grotescamente deformados por el hambre y la enfermedad.
La gente se sentía atraída a cualquier edificio que recibiera una provisión de comida. Los otros
entonces dirigían su fuego contra estos edificios. No podía comprender como la guerra podía ser
tan cruel. ¡Sin embargo, esta era la Iglesia!

En medio de la batalla, había hombres que trataban de ampliar sus edificios o empezar
otros nuevos, pero era inútil. Cuando algún edificio empezaba a levantarse o a ser más alto que los
demás, en cualquier momento en que se empezaba un nuevo edificio, se convertía en el principal
blanco de todos los demás y rápidamente lo reducían a escombros.
Se me mostró entonces que muchos líderes poderosos estaban dirigiendo esta guerra.
Todos ellos tenían la misma palabra en sus frentes: Traición. Me sorprendió que alguien siguiera a
alguno que tuviera semejante leyenda en la frente, pero así era. Se me hizo que recordara 2
Corintios 11:20: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo
vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas”

Un Remanente:

Sin Embrago, en casi todos los edificios había gente que parecían ser luces. Estas luces
rehusaban tomar parte en la refriega y pasaban su tiempo tratando de reparar los edificios o de
atender a los heridos. Aún cuando era imposible atenderlo todo, no dejaban de intentarlo.

Cada una de estas luces tenía el poder para sanar heridas, y este poder aumentaba
conforme trabajaban. Los que eran sanados se convertían en luces iguales a los que los habían
sanado. Estos individuos ahora podían hacer más que los hospitales, debido a lo implacable de los
ataques contra estos. Al comprender esto, los hospitales esparcían a la gente como a equipos de
sanidad que se repartían por toda la isla y se movían entre muchos de los otros edificios.

Había muchos campamentos pequeños en todo el perímetro de la isla. Algunos


intervenían en la guerra entre los edificios y otros intentaban destruir todos los edificios a fin de
atraer a la gente a sus campamentos. Los líderes de estos campamentos tenían la misma palabra
escrita sobre sus frentes, Traición.

Unos pocos de estos campamentos no participaban en la guerra y estos también parecían


luces. Crecían en autoridad, pero era una autoridad diferente. Tenían autoridad sobre los
acontecimientos. Estaban orando para que cesaran las batallas menores y para que las tormentas
pequeñas se quedaran lejos y esto ocurría mientras oraban.

Los dos espíritus sobre la ciudad que agitaban las dos enormes tormentas quedaron muy
intimidados por estos campamentos pequeños. Sentí que estos grupos intercesores en realidad
estaban cerca de tener la autoridad para detener las principales batallas y grandes tormentas, al
punto de ser la fuente de agitación de estos grandes espíritus.

La Tragedia:

Había muchos barcos y buques alrededor de toda la isla esperando para entrar en la
ciudad tan pronto como la lucha cesara. Muchos de estos barcos estaban llenos de refugiados
heridos de otras guerras. También había barcos transportando reyes, presidentes y gente que
parecía pudiente y próspera. Todos tenían miedo de las tormentas, pero no podían entrar a la
ciudad debido a la guerra. Se la mentaban y gemían tan fuertemente, obviamente desesperados,
que me sorprendió que nadie en la ciudad los oyera; parecía que nadie siquiera se daba cuenta de
que estaban allí.

Entonces vi al Señor de pie y observando. Su gloria era tan grande que me pregunte
porque no lo había visto antes y porque todo el mundo en la ciudad no se detuvo para adorarle.
Para mi sorpresa, nadie podía verle. Mire a los ojos de algunas personas y todos los tenían tan
enrojecidos que me sorprendió que pudieran ver algo.

Me pregunté porque el Señor no detenía la guerra; en vez de eso, parecía estar contento
simplemente mirando. Como si hubiera entendido mis pensamientos se volvió hacia mí y dijo:
“Esta es mi iglesia. Estas son las casas que la gente a tratado de edificarme. Llame a la puerta de
cada una, pero nadie quiere abrirme. Yo le daría paz porque moraría solo en la ciudad de paz”.

Entonces se volvió y me señaló la gente en las naves: “Si yo permitiera que todas estas
personas entraran a la ciudad ahora, simplemente las usarían en la guerra. Cuando sus clamores
lleguen a resonar más que la guerra, edificaré un lugar para ellos”.

Entonces me miro con gran anhelo y dijo:” ¡He permitido que esto ocurra para que nunca
más vuelva a suceder!”. Es difícil poder expresar todo el poder de esta declaración, pero me
impartió una profunda comprensión de que Él permitía que este conflicto continuara debido a su
profunda sabiduría. Entonces me dijo:” Mientras no comprendas esto, no podrás comprender qué
es lo que estoy a punto de hacer”.

Cuando los clamores de los que estaban en los barcos llegaron a ser más fuertes que el
conflicto en la ciudad, el Señor dio una orden y el mar quedo libre. Surgieron grandes marejadas y
empezaron a estrellarse contra la isla hasta que cubrieron los edificios. Los espíritus que estaban
en las tormentas se unieron a los que estaban sobre la isla y duplicaron su tamaño. Entonces la isla
desapareció por completo bajo la oscuridad de los espíritus y el mar rugiente.

El Señor no se movió mientras esto ocurría. Sabía que mi única protección sería quedarse
tan cerca de Él como fuera posible. No podía ver nada sino a Él durante esta gran tormenta. Al
mirar su cara a la vez dolor y resolución.

Lentamente las tormentas se placaron y las olas se aquietaron. Los individuos que eran
luces en los edificios salieron y se quedaron donde los edificios habían estado. Entonces el Señor,
que había estado al borde de la isla paso al centro y dijo: “Ahora voy a edificar mi casa”.

Todos los que eran luces comenzaron a avanzar hacía el Señor. Conforme avanzaban
brillaban mas, entonces cada grupo se convirtió en un pilar vivo donde estaban. Pronto fue obvio
que estos pilares eran la armazón de un edificio que casi cubría la isla entera.

Los pilares de diferentes colores, formas y tamaños. Fue difícil comprender cómo todos
estos, tan diferentes, podrían formar una sola armazón. Sin embargo, el Señor parecía estar
complacido con cada uno y a la larga cada uno encajó en su sitio.

Entonces los botes y barcos empezaron a atracar en la isla: Cada uno de ellos procedía de
una nación y raza diferente. Pronto empecé a pensar que por grande que fuera el edificio, había
demasiada gente. El Señor me miró y me dijo severamente: “Construiremos tantas habitaciones
como sean necesarias; a nadie se le negará la entrada”.
Me dijo esto tan severamente que resolví nunca más considerar como una opción alejar a
la gente. También pensé que el problema más grande anteriormente era tratar de que la gente
acudiera a los edificios. Ahora el problema era qué hacer con todos ellos.

Conforme cada nave llegaba, la gente se dirigía directamente al Señor . Él miraba a los ojos
a cada persona y decía: Si confías en mí, morirás por mí”. Cuando alguno decía: “Moriré por ti”,
inmediatamente Él le clavaba su espada directamente en el corazón. Esto producía verdadero
dolor. Los que trataban de evadir la espada evidentemente sentían más dolor. Los que se
quedaban tranquilos parecían no sentir gran cosa.

Llevaban a esta gente a un cementerio que tenía sobre su puerta el letrero: Oscuridad. Me
sentí obligado a seguirlos. Se examinaba a los que habían sido atravesados por la espada para ver
si estaban realmente muertos antes de sepultarlos. Algunos se aferraban a la vida por un tiempo y
se les ponía a un lado. Los que eran enterrados pronto empezaron a levantarse como grandes
luces, así como los que habían sobrevivido a la tormenta. Noté que no todos se quedaban en la
tumba igual tiempo. Algunos resucitaban mucho antes que aquellos que se habían aferrado a la
vida antes de ser enterrados.

Cuando miré por primera vez al cementerio parecía un lugar tétrico y no pensé que
encajaba en esta isla ahora gloriosa. Al salir del cementerio me volví para mirarlo de nuevo y se
veía hermoso. No pude imaginarme qué había de diferente. Entonces uno de los obreros,
sabiendo mi inquietud, me dijo: “El cementerio no ha cambiado, tú sí”.

Miré al edificio y se veía incluso más glorioso de lo que yo recordaba. Miré la isla y estaba
mucho más hermosa. Recordé la porción bíblica:”Estimada es los ojos de Jehová la muerte de sus
santos” ( Salmo 116:15). El obrero, todavía mirándome dijo:”Tú no has muerto todavía, pero has
cambiado simplemente por estar cerca de los que han muerto. Cuando mueras verás incluso más
gloria”.

Los que salían del cementerio como luces eran conducidos a su propio lugar en el edificio
que tenía su nombre. Algunos se unieron a las paredes, otros a los pilares. Algunos se convirtieron
en ventanas o puertas. Pero continuaron siendo personas incluso después de haber llegado a ser
parte del edificio.

La prueba

Regresé al lado del Señor. Estar en su presencia era tan maravilloso que no podía
imaginarme por qué alguien no estaría dispuesto a morir por Él, pero mucha gente que salía de los
barcos rehusaba hacerlo. Retrocedían ante su petición. Muchos regresaron a los barcos, algunos
de los cuales zarparon mientras otros se quedaron en el puerto.

Unos pocos que rehusaron morir se quedaron en la isla y se les permitió moverse con
libertad, e incluso entrar en la casa del Señor. Parecía que les encantaba solazarse en toda esa
gloria. Muchos empezaron a brillar con gloria también, pero nunca tuvieron la gloria por si
mismos; solo reflejaban la que les llegaban de otros.
Al pensar que no estaba bien que se le permitiera a esta gente quedarse, el Señor me
dijo:” Mi paciencia ganará a muchos de estos, pero aún para los que nunca me entreguen sus vidas
me encanta y me agrada que disfruten de mi gloria. Nunca alejes a los que aman mi gloria”. Esta
gente en realidad disfrutaba de la presencia del Señor que irradiaba de la casa, pero parecían
tímidos y se retraían cuando el Señor mismo se les acercaba. Observe que los que habían
rehusado morir por el Señor empezaban a actuar como si la casa les perteneciera y que había sido
construida para ellos. Quise enfadarme por su gran presunción pero no pude sentir ira: Comprendí
que no podía enfurecerme al estar tan cerca del Señor. Esto me obligó a tomar la decisión de
quedarme cerca de Él o de alejarme si quería enfurecerme

Me sorprendió que fuera una decisión difícil, pero honestamente lo fue. Por el temor que
surgía en mí me acerque más al Señor. Inmediatamente Él me tomo como si estuviera a punto de
caerme por un precipicio. Miré detrás de mí y quede estupefacto al ver que había estado
realmente al borde de un precipicio. Si hubiera dado un paso alejándome del Señor para sentir ira,
hubiera caído por ese precipicio.

El Señor entonces me dijo:”En esta casa puedo tolerar la presunción más que la ira”. Esa
ira empezaría la guerra de nuevo”. Quede abrumado al saber que todavía no había tomado la
decisión de morir por Él y que yo también me había presuntuosamente sentido posesivo de la casa
y del Señor. Cuando vi este gran mal en mi corazón quedé abrumado e inmediatamente supliqué
al Señor que destruyera con su espada mi perverso corazón

Vida de Resurrección

Cuando el Señor me atravesó el corazón me sorprendió que no sentí ningún dolor; me


pareció que había sido muy cruel en otros. Entonces me dijo:”Los que piden morir mueren más
fácilmente”. Recordé su declaración en Mateo 21:44:”Y el que cayere sobre esta piedra será
quebrantado y sobre quien ella cayere le desmenuzará”.

No recordé que me hubieran llevado al cementerio, pero como si no hubiera pasado


ningún tiempo salí de nuevo. Ahora la gloria de todo lo que veía era indecible. Miré una piedra y
me encantó. Miré a los arboles, el cielo y las nubes, y no podía creer lo maravilloso que eran. Una
golondrina parecía mas gloriosa que cualquier otra ave que había visto. Me asombré por el gran
tesoro que esa pequeña ave y por qué no lo había apreciado así antes.

Miré a los presuntuosos. No solo que no sentí ninguna tentación para encolerizarme, sino
que lo amé tanto que hubiera dejado que me atravesaran el corazón de nuevo si eso les ayudaba.
Empecé a pensar en lo bendecido que fui al poder conocerlos y estar con ellos. En realidad quise
que se quedaran y no pude comprender como es que pude sentirme enfadados contra ellos; ¡Eran
un tesoro mucho mayor que la golondrina!

Entonces el Señor se puso a mi lado. Era mucho m{as glorioso que antes y aun, cuando
pensé que no podía ser posible, pude soportar esa gloria. Me dijo:”por eso es que la muerte de mi
pueblo es tan preciosa para mí. Los que tratan de salvar su vida siempre la pierden, pero los que
pierden su vida por mi causa hallan verdadera vida. Ahora conoces la vida verdadera porque
conoces el amor”.

Entonces miré a la casa y a todos los que la componían. Cada cosa y todo el mundo parecía
estimular un gran amor que era más hermoso que cualquier cosa que hubiera sentido antes.
Quería hablarle a cada uno, pero no quería alejarme del lado del Señor, puesto que su presencia
era más atrayente. Sabiendo lo que pensaba, me dijo:”No tienes que temer alejarte de mi lado,
porque he hecho mi morada en ti y estaré contigo donde quiera que vayas”.

Al mirar a los presuntuosos que disfrutaban de todas las bendiciones y que incluso
pensaban que ellos mismo eran la razón de las mismas, me di cuenta de que en realidad no era
parte de lo que se estaba edificando. Habiendo sido poco antes uno de ellos, también supe cuan
superficial era su gozo, comparado con lo que podría ser y me llene de una gran compasión. Al
continuar observando, vi que esta gente se volvía cada vez más tenue en sustancia hasta que se
veían como los fantasmas que vi en la ciudad anterior. De nuevo pensé en las palabras del
Señor:”Los que tratan de salvar su vida la perderán, pero los que pierden su vida por mi causa la
hallarán”.

Entonces miré como el edificio seguía elevándose. Mientras más alto se hacía, más gloria
despedía y se podía ver desde más lejos. Esto dio como resultado que más naves y gente viniera
de las tormentas que todavía rugían pero que parecían no afectar a la isla. Cuando me pregunte
que altura podía alcanzar el edificio, el Señor vino a mí de nuevo y como si respondiera a lo que yo
estaba pensando me dijo:” No hay límites en la altura que podamos darle al edificio, porque yo soy
el cimiento y el amor es el cemento”.

Esto me hizo mirar al cemento. Era transparente pero irradiaba gran poder, me pregunté
cómo no había notado esto antes; era tan obvio y cautivador. Empecé a meditar como yo parecía
estar ciego incluso a las mayores maravillas de este edificio hasta que el Señor dirigió mi atención
a esos detalles. Esto me hizo volver al Señor y observar a todo lo que Él prestaba atención.

Entonces el Señor empezó a mirar a las personas que ahora constituían el edificio. Al
mirarlos de nuevo, inmediatamente me llamó la atención el hecho de que eran más personas;
sabía que eran “nuevas criaturas” que habían trascendido la antigua creación. Habían salvado la
brecha entre el campo físico y el espiritual y claramente eran parte de ambos. Eran
incuestablemente sobrenaturales, lo que no quiere decir que fueran naturales, sino que eran más
naturales que cualquier cosa “natural” que hubiera visto. Hacían que todo lo demás pareciera
como sombra y esta sensación creció conforme continuaban cambiando.

Pronto la gloria que procedía de ellos se podía ver y sentir. Esta sensación no era como un
toque sino como una emoción. Al acercarme a esa gloria me sentí muy bien. Era como estar
hermosamente embriagado; nada que pudiera nublar la mente sino iluminarla. Me sentí de alguna
manera ennoblecido, no con orgullo, sino con un poderoso sentido de destino. También sentí una
profunda seguridad, como si estuviera en completa armonía con la tierra, la atmosfera y,
especialmente, con el Señor y su casa. Este sentimiento fue tan bueno que nunca quise alejarme
de nuevo.

Con la adición del nuevo arribo de personas de cada nave, continuaba la transformación
de los que eran parte del edificio y la gloria del mismo crecía por entero y se expandía. Todo el
mundo en el edificio se alegraba grandemente con cada nuevo grupo de personas que llegaba.

Participar de la Gloria

Cuando los que venían del cementerio tomaron su lugar en el edificio, los que ya estaban
allí trataban de darle a los nuevos su propia gloria. Al hacerlo, la gloria que irradiaba el Señor
crecía, dándole incluso más a los que ya habían dado de su propia gloria. Los más devotos para
compartirla serían los que se usarían para empezar el siguiente nivel de la casa que continuaba
siendo cada vez más alta.

Pensé cuán opuesto era esto de los celos que habían imperado previamente de la casa que
continuaba siendo cada vez más alta.

Pensé cuán opuesto era esto de los celos que habían imperado previamente en la ciudad.
Entonces traté de imaginarme los celos para comprenderlos mejor, pero fue casi imposible
hacerlo; parecían tan irreales como si hubieran existido solo en pesadilla. La alegría de compartir
era tan grande que no hacerlo ahora parecía incompresible. Mientras más gloria se daba, más
recibía cada uno para compartir.

Sabía que todos nosotros pasaríamos la eternidad sencillamente buscando a otros con
quienes compartir la gloria. Tuve un fuerte sentido de saber que el Señor crearía muchos más
mundos nuevos solo para tuviéramos lugares en donde compartir su gloria. Entonces supe que es
por eso que Él había creado el universo con tanta diversidad y por qué creó para que se
expandiera continua y vertiginosamente. ¡El Señor había puesto en movimiento una gloriosa
reacción en cadena que nunca se detendría! No había límites de tiempo o espacio y,
¡necesitaríamos hasta el último ápice de eso!

Las Tormentas Regresan

De súbito mi atención de dirigió a las tormentas que habían continuado creciendo en el


mar. Para mi asombro habían crecido mucho más y mucho más rápido que la casa del Señor y
ahora se dirigían hacia la isla.

Grandes olas cubrían la isla y el edificio desapareció de mi vista, aun cuando todavía
estaba muy cerca del mismo. La furia de la tormenta era incomprensible, pero no sentí ningún
temor. Ya había muerto a este mundo y tenía una vida que nadie me podía quitar. Por maravillosa
que había llegado a la isla, me alegré de morir físicamente para quedar libre y poder llevar la gloria
del Señor al resto del universo. En realidad habría sido difícil escoger si quedarme o irme, así que
simplemente me quedé tranquilo y esperé.
Las tormentas cedieron gradualmente y el edificio volvió a aparecer. Tanto el edificio
como la isla eran mucho más pequeños pero más gloriosos. Entonces noté que las tormentas
estaban a poco distancia de la orilla y que regresaban. Esto ocurrió varias veces y cada vez que
sucedía el edificio volvía a aparecer más pequeño, pero más glorioso. Al mismo tiempo que esto
ocurría las tormentas también se hacían mucho menores; se estaban agotando contra la isla. Muy
pronto solo generaban tan solo pequeñas olas que no representaban ninguna amenaza ni hacían
daño alguno. La gloria de la casa estaba ahora más allá de toda descripción humana.

Entonces las nubes se disiparon por completo y apareció en el cielo más hermoso que
jamás había visto. Al mirarlo me di cuenta de que estaba lleno de gloria que emitía la casa. No
había ningún daño de la tormenta, aun cuando la casa era mucho más pequeña. Aun así la gloria
que ahora salía de la casa era mucho mayor que la de antes y toda la estructura la reflejaba. Sentí
que era tan grande que debía extenderse mucho más allá de la tierra.

Entonces la visión cambió y me quedé a solas con el Señor. Todas las grandes sensaciones
desaparecieron, incluso el amor. Me miró fervientemente y me dijo:” La guerra casi a terminado.
Es tiempo de prepararse para las tormentas. Dile a mi pueblo que nadie que tenga en sus manos la
sangre de su hermano será usado para edificar mi casa”.

Traté arduamente de escuchar estas palabras para prestarles atención, mientras todavía
trataba de pensar en el gran amor que había sentido. Entonces me dijo:”Esto fue un sueño pero es
real. Ta sabes todo lo que te he mostrado en este sueño en tu corazón. Ahora créelo de corazón y
mi amor será real para ti de nueva. Esta es tu búsqueda: conocer mi amor”.

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