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La Cuaresma es un tiempo litúrgico de cuarenta días que se celebra en la Iglesia Católica, además,
también, en otras iglesias de denominaciones cristianas. Es un tiempo de preparación para la
Pascua, que es la principal celebración del calendario litúrgico.
La primera frase nos recuerda que nuestra vida en la tierra es temporal; hace referencia a la
mortalidad y fragilidad humana. La ceniza nos recuerda esta realidad.
Esta termina en la Semana Santa, que inicia luego del Domingo de Ramos.
Además del ayuno y la abstinencia durante los días que la Iglesia indica como precepto, podemos
ofrecer otras penitencias o pequeñas mortificaciones, realizando pequeñas renuncias; acompañando
con nuestros sacrificios el de Cristo.
También la oración es muy importante, para acercarnos con profundidad en el misterio que estamos
contemplando y entrar en intimidad con quien se entrega por nosotros. También es más común el
rezo del Vía Crucis.
Hacer un buen examen de conciencia y confesarnos. Esto nos ayudará a pedir perdón a Dios,
reflexionar cómo mejorar nuestra relación con Él y con los demás. Nos invita a una nueva
conversión, que es la llamada que recibimos durante la Cuaresma.
Practicar la caridad. La limosna no es solo entregar dinero, sino ayudar al prójimo, servir en la
parroquia o en un movimiento… conectar con los demás y salir de nosotros mismos para
entregarnos a quien nos necesita nos ayudará a unirnos a Cristo, que ha hecho lo mismo en
su sacrificio en la Cruz.
Asistir a la Eucaristía. Cada misa es la renovación incruenta del sacrificio en la Cruz. ¡Qué
mejor manera de entender y agradecer esa entrega que acudiendo a ella…!
Perdonar. En la Cruz, Jesús pidió al Padre el perdón hacia quienes lo mataban, porque «no
sabían lo que hacían». Siguiendo su ejemplo, podemos acercarnos a quienes nos han hecho
daño y disculpar sus ofensas.
Tampoco se utilizan flores como decoración de las Iglesias, recordando nuevamente el espíritu de
penitencia y austeridad, evitando aquellos detalles que distraen de ese mensaje principal.