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Cuaresma y Semana Santa

Cuaresma

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia


para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para
arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para
ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el miércoles de ceniza y termina


el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de
este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo
por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos
vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y


penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión
espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita


a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la
Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras
buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos
ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro
pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación


fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros
corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a
nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a
conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a
tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

40 días

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número


cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio,
de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de
los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta
días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública,
de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de
ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas
y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la


tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para
toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada
con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente,
la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada
en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de
conversión.

Miércoles de Ceniza

Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual


particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse
dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte
y Resurrección del Señor Jesús.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje


bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es
decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles
mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las
palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión
"Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a
reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable
caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la


realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega
de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a
Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su
verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más
diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario
sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin
de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su
justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"...


Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de
libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Tradición

En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero


eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua.
Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los
domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer
domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para
imitar el ayuno de Cristo en el desierto.

Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su


penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de
cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se
reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la
Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X),
el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fue simbolizada
colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.

Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe


una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas
usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha
quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como
la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma
desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.

Significado simbólico de la Ceniza

La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el


fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte,
caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás
3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de
Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo
y ceniza", dice Abraham en Gen. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el
anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor
diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico
de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las
palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios
que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal
y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con
ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo
debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar
a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones,


alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf. Mc1, 15) y
"Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf. Gen 3,19):
un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad,
nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de
vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

Durante este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de


medios concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la
dinámica cuaresmal.

Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro


con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el
Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de
Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su
respuesta libre y generosa (ver LC 1,38).

Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación


atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la
reconciliación y la eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno, según las
posibilidades de cada uno.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra


vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de
Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino
más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos
son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos
contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el
saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el despego y
desprendimiento.

De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia,


la vivencia de la caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda
San León Alejandro Magno "Estos días cuaresmales nos invitan de
manera apremiante al ejercicio de la caridad; si deseamos Llegar a la
pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés
especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las
demás y cubre multitud de pecados".

Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con


aquél a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que
nos movemos. Así, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso
y efectivo, que es el de Ia coherencia con la propia vocación cristiana"
(Juan Pablo II).

Cómo vivir la Cuaresma

1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.

Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo


ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento
del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón.
Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una
buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión.
Busca el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar.

Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte


propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste.
Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil
cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un
escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto
dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser
realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios.

La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer


sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es
decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios,
porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable
con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada
uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de
todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos
haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración.

Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que
lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro
de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes
relacionados con la Cuaresma.
Ayuno y abstinencia

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día.


La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y
ayuno el miércoles de ceniza y el viernes santo

La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los


dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.

Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y
cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer
obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados
y para el bien de la Iglesia.

El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio,


dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada
país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las
diversas formas de penitencia cristiana.

¿Por qué el Ayuno?

Es necesario dar una respuesta profunda a esta pregunta, para que


quede clara la relación entre el ayuno y la conversión, esto es, la
transformación espiritual que acerca del hombre a Dios.

El abstenerse de la comida y la bebida tienen como fin introducir en la


existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el
desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumís
tica".

Tal actitud ha venido a ser en nuestro tiempo una de las características


de Ia civilización occidental. El hombre, orientado hacia los bienes
materiales, muy frecuentemente abusa de ellos. La civilización se mide
entonces según la cantidad y la calidad de las cosas que están en
condiciones de proveer al hombre y no se mide con el metro adecuado
al hombre.

Esta civilización de consumo suministra los bienes materiales no sólo


para que sirvan al hombre en orden a desarrollar las actividades
creativas y útiles, sino cada vez más para satisfacer los sentidos, la
excitación que se deriva de ellos, el placer, una multiplicación de
sensaciones cada vez mayor.

El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de


estímulos, de satisfacción de los sentidos: ayunar significa abstenerse
de algo. El hombre es él mismo sólo cuando logra decirse a sí
mismo: No.

Semana Santa

El jueves, el viernes y el sábado santos, o triduo pascual, simbolizan el


cambio del mundo viejo al nuevo, son los días de renovación a través de
la búsqueda y muerte de Jesús. Estos días son de liturgias especiales y
no se ofrecen misas personales de ningún tipo.

 En estos días se recuerda la última cena de Jesús, con sus 12


discípulos; la traición de Judas, que entregó a Jesucristo para que fuera
sentenciado y condenado a muerte; el vía crucis y la crucifixión.

 El vía crusis es el camino de la cruz, el recorrido que hace Jesús


coronado de espinas, cargando el travesaño donde será clavado, hacia
la cima del monte del Calvario. En ese recorrido Jesús recibe los azotes
e insultos de la guardia romana, cae exhausto en tres ocasiones y vive
además el inmenso dolor de su madre, María, y de María Magdalena.

Las catorce estaciones del vía crusis simbolizan para los cristianos el
camino de dolor que lleva a la resurrección del espíritu. El viernes santo
a las tres de la tarde se cumple el episodio más triste de la Semana
Santa; la muerte de Cristo.

 El sábado de gloria se celebra la vuelta del espíritu de Cristo al reino de


Dios. En nuestro país, los fieles acostumbran arrojarse agua. El domingo
de resurrección se alcanza el momento de mayor júbilo en este
calendario: Jesucristo vuelve desde la muerte.

Aparece más tarde en distintas ciudades, ante algunos de sus


seguidores, a quienes pide que prosigan con la realización y difusión de
su mensaje. Así concluye la Semana Santa.

 Esta fiesta que simboliza la renovación de la humanidad misma, está


regida por el calendario litúrgico de la iglesia católica, por lo que sus
fechas son movibles, varían en sus inicios entre finales del mes de
marzo y principios del mes de abril de cada año.
 Una de las festividades típicas es la que se efectúa el Viernes Santo en
la ciudad de San Luis Potosí, conocida como la Procesión del Silencio,
en la que el pueblo sale a la calle a presenciar el desfile de
encapuchados,, diferentes cofradías de hombres y mujeres y la
exposición de grandes imágenes que muestran las etapas del
sufrimiento de Jesucristo y la Virgen María su crucifixión y muerte.

Es célebre la procesión de Taxco, Guerrero, en la que participan


muchos paisanos lacerándose, en penitencia por los pecados cometidos
y en busca de recibir la gracia de Cristo que rememoran.

Jueves Santo

El Jueves Santo abre el Triduo pascual con la Eucaristía vespertina


porque así como la Cena del Señor marcó el inicio de la pasión mientras
Jesús se encamina a la donación de su vida en sacrificio expiatorio para
la salvación del mundo, establece su mediación objetiva en el rito
convivial de la nueva alianza, y releva su inmensa caridad, que es la
base de su pasión y de su muerte.

La Eucaristía, símbolo y fuente de caridad, sugiere una respuesta de


amor agradecido mediante la adoración del Santísimo Sacramento (en
el lugar de la reserva solemne) hasta la media noche, cuando comienza
la memoria de la pasión y de la muerte.

Viernes santo

El Viernes Santo es el día de pasión y muerte del Señor y del ayuno


pascual como signo exterior de nuestra participación en su sacrificio.

Este día no hay celebración eucarística, pero tenemos la acción litúrgico


después de medio día para conmemorar la pasión y la muerte de Cristo.
Cristo nos aparece como el Siervo de Dios anunciado por los profetas, el
Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.

La cruz es el elemento que domina toda la celebración iluminada por la


luz de la resurrección, nos aparece como trono de gloria e instrumento
de victoria; por esto es presentada a la adoración de los fieles.

El Viernes Santo no es día de llanto ni de luto, sino de amorosa y


gozosa contemplación del sacrificio redentor del que brotó la salvación.
Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su
ofrenda, que libera y reconcilia, por eso nuestra alegría.
Sábado santo

El Sábado Santo es el día de la sepultura de Jesús y de su descenso al


lugar de los muertos, es decir, de su extremo abajamiento para liberar a
los que moraban en el reino de la muerte.
 

Este es el día de espera litúrgica por excelencia, de espera silenciosa


junto al sepulcro: el altar está desnudo, las luces apagadas; pero se
respira un ambiente de fervorosa espera, llena de paz y cargada de
esperanza.

Viacrucis

ESTACION I
 

Jesús sentenciado a muerte.

Jesús ratificó con su poder sacerdotal la sentencia que lo condenaba a


muerte. . .

Acepta el alma amorosamente la sentencia divina que la constituye


víctima, aceptándola como tal: ¡Jesús, "eccevenio", aquí estoy para
cumplir tu voluntad!
 

ESTACION II

Jesús recibe su cruz.

 La cruz que el alma, a semejanza de Cristo recibe sobre sus hombros,
es el dolor o conjunto de dolores, que según la disposición divina la han
de inmolar.

¡Y Con qué amor recibe el alma la cruz bendita! ¿Tiene Jesús algo
mejor que dar en este mundo a los que ama?
 

ESTACION III

 
Jesús cae por primera vez.

A las veces la víctima ha de sufrir desmayos.

Jesús quiso caer para que el alma no se desaliente cuando el dolor la


oprima y para que esté segura del auxilio que Jesús le mereció.
 

ESTACION IV

 
Jesús encuentra a su Santísima Madre.

 ¡Qué dulce es pensar que María estará a nuestro lado a la hora de la


inmolación! La Santa Madre es quien forma a las víctimas.

 En su seno, en su corazón, me formaré. Formar víctimas es formar a


Jesús. ¿Se puedes ser víctima sin transformarse en EL?

 
ESTACION V

 
Simón, el cireneo, ayuda a Jesús.

 Jesús quiere que le ayudemos a llevar la cruz, no tanto para aliviarle su


carga, cuanto para participarnos su gloria y su dicha. Siendo tan
generoso, ¿podía reservarse para El solo tan gran riqueza?

 ! OH tesoro divino de la Cruz, lo más rico y dulce que existe en la tierra!


¡La última palabra del amor!

 
ESTACION VI

 
Jesús graba su Divino Rostro en el velo de la Verónica.

 Para ser víctima hay que transformarse en Jesús. La gran Víctima debe
grabar en el alma su imagen, no la manera superficial, sino profunda;
pero su imagen dolorosa, ¡la que tiene sangre y polvo y la saliva!
¿Cuándo será la anhelada transformación?

 
ESTACION VII

 
Jesús cae por segunda vez.

 Las caídas de Jesús enseñan al alma que para ser víctima, hay que
descender hasta lo profundo del dolor...

 
ESTACION VIII

 
Jesús consuela a las mujeres que lo acompañan.

 La víctima perfecta, y sobre todo la Víctima sacerdotal, deber olvidarse


de su dolor y de su inmolación para atender y consolar a los demás,
como Jesús se olvidó de sus dolores para enseñar a las piadosas
mujeres.

 
ESTACION IX

 
Jesús cae por tercera vez.

y A qué profundidades debe llegar la víctima! Pero con El, que quiso
arrastrarse en la tierra para acompañarnos en nuestras inmolaciones.
 
ESTACION X

 
Los verdugos desnudan a Jesús.

La víctima debe estar espiritualmente desnuda: ¡ qué divina desnudez


es necesaria para llegar al dolor amoroso y fecundo!

ESTACION XI

 
Jesús es clavado en la Cruz.

 Tenderse sobre la cruz, es ser colocada sobra el altar, es el glorioso


destino del alma víctima, su anhelo supremo, su dicha cumplida. Allí
encuentra a Jesús como en ninguna otra parte; es tálamo sangriento y
feliz de Jesús y del alma.

 
ESTACION XII

 
Jesús muere en la Cruz.

 Morir con Jesús, morir por Jesús, morir en Jesús, es el acto específico y
sacerdotal del alma víctima. ¡Si Jesús me concediera morir mártir! ¡Pero
me concederá, sin duda, morir víctima!

 
ESTACION XIII

 
Jesús muerto en los brazos de su Madre.

 ¡Qué gozo saber que las manos inmaculadas de María nos ofrecen en
el momento solemne del sacrificio y que nos han de recibir al bajar de la
cruz! ¡Manos inmaculadas de María! ¡Manos maternales! ¡Manos
sacerdotales!
 
ESTACION XIV

 
Jesús en el sepulcro.

 La última etapa de la víctima es el olvido y la abyección del sepulcro a


donde descendió Jesús. ¡El sea bendito!

Vigilia pascual

Esta Vigilia es la más grande y santísima noche del año, la celebración


antigua, más importante y más rica de contenido.

No se vela porque Cristo resucitó en la noche o para esperar la


resurrección, sino para expresar que vivimos en espera, en la vigilancia
y en la esperanza de la venida del Señor, del cumplimiento del nuevo y
definitivo paso con él.

En el centro de los ritos iniciales se encuentra el cirio, símbolo de Cristo


resucitado; a su luz se escucha luego la lectura de la Palabra de Dios en
la que se evoca la historia de la salvación desde la creación hasta la
resurrección y exaltación de Cristo; sigue la primera participación en la
Pascua por medio de la recepción del Bautismo o de la renovación de
los compromisos bautismales con la profesión de fe; y por último la
Eucaristía, banquete de la nueva alianza, en que Cristo, Cordero
pascual que se ha hecho nuestro alimento, destruye la muerte nos da
nueva vida.

Domingo de ramos

En la Semana Santa se celebran los misterios de salvación realizados


por Cristo en los últimos días desde su entrada mesiánica en la ciudad
de Jerusalén.

La semana santa comienza con el domingo de Ramos de la Pasión


Señor, que une el triundo de Cristo -aclamador como Mesías por los
habitantes de Jerusalén y hoy en el rito de la procesión de las palmas
por los cristianos- y el anuncio de la pasión con la proclamación de la
narración evangélica en la Misa.
Los ramos no son algo así como un talismán, ni un simple objeto
bendito, sino el signo de la participación gozosa en el rito procesional,
expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y Señor, que va hacia
la muerte para la salvación de todos los hombres. Por eso, este domingo
tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, que es lo propio del
Misterio Pascual.

Los días que van hasta el jueves santo pertenecen al tiempo cuaresmal,
pero están caracterizados por los últimos acontecimientos de la vida del
Señor, con exclusión de otras celebraciones.

En la mañana del Jueves Santo (o en otro día cercano), el obispo


celebra, junto con su presbiterio, la Misa Crismal o de los Santos Oleos,
en la que se bendicen los óleos que se usarán para la celebración de los
sacramentos. 

Indicaciones Litúrgicas Pastorales  


 

*  Las tres formas de realizar la celebración:

1) La Procesión.
 

Es la forma más expresiva, aunque también la más difícil, pues requiere


de dos lugares diferentes de celebración: un lugar donde se congrega al
pueblo, se bendicen los ramos, se acompaña procesionalmente al
celebrante, que presenta a Cristo, con la palma o ramos en la mano,
entonando cantos de victoria, hasta la Iglesia en donde se va a celebrar
la Eucaristía.

2) La Entrada solemne.
 

Si no se dispone de un lugar adecuado, distinto de la iglesia, se puede


recurrir a esta modalidad. En un espacio conveniente de la misma
iglesia se bendicen los ramos y se lee el evangelio de entrada de
Jerusalén, y desde allí el sacerdote celebrante, con los ministros y
algunos fieles, desde sus lugares, siguen con sus palmas y cantos de
aclamación esta marcha. No tiene sentido hacer la procesión saliendo
de la iglesia para entrar de nuevo en la misa.
3) La Entrada sencilla.
 

Si no se puede hacer ni la procesión desde fuera ni la entrada solemne


desde otro espacio de la iglesia, se debe al menos dar un relieve
especial al canto de entrada de la Misa. A través del canto y de las
moniciones los fieles aclaman al Señor victorioso que inicia su Misterio
Pascual. Se podría hacer también que el pueblo repitiera solemnemente
la antífona de entrada del Misal, junto con el Salmo 23 que da sentido a
la fiesta.

En cualquiera de estas formas hay otro aspecto que no convendría


olvidar. El papel de los niños, así como a Jesús lo aclamaron en
Jerusalén. Ha sido tradición antiquísima de la iglesia el canto y el
protagonismo de los niños en esta celebración.

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