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UNIDAD 1. EL DERECHO CONSTITUCIONAL.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL DERECHO CONSTITUCIONAL EN MÉXICO


Son los siguientes:

- Bando de Abolición de la Esclavitud (1810)

- Constitución Política de la Monarquía Española (1812)

- Elementos de nuestra Constitución (1812)

- Sentimientos de la Nación (1813)

- Acta Solemne de la declaración de la independencia de la América septentrional (1813)

- Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana (1814)

- Documentos para la Independencia de México (1821)

• Plan de Iguala

• Tratados de Córdoba

• Acta de Independencia

- Acta de Casamata (1823)

- Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano (1823)

- Acta Constitutiva de la Federación (1824)

- Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos (1824)

- Bases para la nueva Constitución (1835)

- Leyes Constitucionales (1836)

- Bases adoptadas por el Ejército de Operaciones en Tacubaya (1841)

- Bases de Organización Política de la República Mexicana (1843)

- Plan de la Ciudadela (1846)

- Acta Constitutiva y de Reformas (1847)

- Bases para la Administración de la República, hasta la promulgación de la Constitución (1853)

- Plan de Ayutla (1854)

- Plan de Acapulco, modificando el de Ayutla (1854)

- Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana (1856)

- Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos (1857)

- Estatuto Provisional del Imperio Mexicano (1865)

- Plan de la Noria (1871)


- Plan de Tuxtepec (1976)

- Programa del Partido Liberal Mexicano (1906)

- Manifiesto a la Nación –Plan de San Luis– (1910)

- Plan de Ayala (1911)

- Reformas al Plan de Ayala (1913)

- Manifiesto a la Nación –Plan de Guadalupe– (1913)

- Adiciones al Plan de Guadalupe (1914)

- Modificaciones al Plan de Guadalupe (1916)

- Legislación Preconstitucional (1911-1915)

• Decreto que reforma los artículos 78 y 109 de la Constitución de 1857 (No Reelección)

• Decreto que reforma el artículo 109 de la Constitución de 1857 (Municipio Libre)

• Ley Agraria

• Ley sobre el Petróleo

• Decreto que adiciona la fracción X del artículo 72 de la Constitución de 1857 (Trabajo)

- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la de 5 de febrero de 1857 (1917)

A continuación se hará una breve semblanza de cada uno de estos:

Bando de Miguel Hidalgo del 6 de Diciembre de 1810


Los acontecimientos políticos y militares que culminaron con la abdicación del rey Carlos IV a favor de su
hijo Fernando VII, y posteriormente, la designación de José Bonaparte, hermano del emperador de Francia,
Napoleón I, como rey de España provocaron una severa crisis institucional en la propia España, donde inició
la insurrección contra los invasores franceses, y en los dominios de ultramar. En América, como en la
Metrópoli, se establecieron juntas gubernativas que intentaron mantener la soberanía de Fernando VII con
su representación o bien, asumiéndola directamente en nombre de la nación mientras este rey permanecía
imposibilitado para gobernar. La Junta de Sevilla obtuvo mayor reconocimiento y con el tiempo daría origen
a las Cortes de Cádiz y a la Constitución Política de la Monarquía Española, con la participación de diputados
americanos que intervinieron activamente en su redacción.

En la Nueva España, el virrey José de Iturrigaray y Aróstegui aceptó la propuesta del Ayuntamiento de la
Ciudad de México para reunir una junta general del reino que convocara a un Congreso nacional
desconociendo a las juntas españolas. Sin embargo, algunos miembros del llamado partido europeo
encabezados por el comerciante español Gabriel Joaquín de Yermo depusieron al virrey el 15 de septiembre
de 1808, nombraron en su lugar al mariscal Pedro Garibay y persiguieron y encarcelaron o desterraron a
numerosos criollos acusándolos de deslealtad al rey, entre ellos al Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos,
síndico del Ayuntamiento y quien había propuesto el principio de la soberanía popular.

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En los gobiernos del Virrey Garibay y de sus sucesores, el arzobispo de México Lizana y Beaumont y el
teniente general Francisco Xavier Venegas de Saavedra, se continuó en mayor o menor medida el acoso al
partido americano y a la difusión de las ideas independentistas de quienes veían en esto tanto la seguridad
del reino frente a una posible invasión francesa como el fin del gobierno arbitrario del partido español.

Entre las reacciones a esta situación destaca, entre otras, la conspiración que en la ciudad de Querétaro
había reunido a distinguidos criollos de la región y que se organizó en torno al párroco del pueblo de
Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez Trujillo, su esposa, Josefa
Ortiz de Domínguez y los militares Ignacio Allende y Unzaga, Juan Aldama y Mariano Abasolo.

Descubierta la conjura, Hidalgo y sus compañeros llamaron a la rebelión en la noche del 15 de septiembre
de 1810 y marcharon hacia la ciudad de Guanajuato, que tomaron después de ocupar diversas poblaciones
y tras una sangrienta batalla el día 28 del mismo mes. De Guanajuato Hidalgo y su ejército se dirigieron a
Valladolid (Morelia) y luego a Toluca y la Ciudad de México, a cuyos alrededores llegaron en octubre,
venciendo el día 30 a las fuerzas realistas en la batalla del Monte de las Cruces, mientras en todo el reino se
iniciaban levantamientos y proclamas a favor de la independencia.

Reunido el ejército realista cerca de la capital, y derrotados los insurgentes en la batalla de Aculco, Hidalgo
se dirigió a Guadalajara y Allende a Guanajuato, con el propósito de mantener la resistencia y ampliar la
influencia del movimiento independentista. Hidalgo llegó a Guadalajara el 26 de noviembre donde se le
unieron los demás líderes del movimiento, y ahí publicó el Bando por el que declaraba, entre otras medidas,
abolida la esclavitud y el impuesto que pagaban las castas e indios. Además, en esta ciudad inició la
impresión del periódico de los insurgentes, El Despertador Americano, editado por Francisco Severo
Maldonado y José Ángel de la Sierra.

El Bando de abolición de la esclavitud, de 6 de diciembre de 1810, contiene los principios fundamentales del
movimiento de independencia y las bases de lo que en lo sucesivo sería una de las mayores reivindicaciones
del pueblo mexicano ya como nación independiente: la libertad, la igualdad frente a la ley y la justicia
equitativa y al alcance de todos.

Estos principios, retomados por el constitucionalismo mexicano, recuperaron la dignidad de la mayoría de la


población, que con su trabajo aportaba inmensas riquezas a terratenientes, hacendados, propietarios de
obrajes y factorías sin la más mínima protección del Estado y las leyes.

Este documento consta de un preámbulo donde se justifica la necesidad de las medidas que contiene, como
“remedio urgente” para extinguir “tantas gabelas con que (la Nación Americana) no podía adelantar su
fortuna”, 3 artículos, uno sobre la abolición de la esclavitud, otro para el cese de ciertos tributos y
exacciones, y el último para el uso de papel común en las controversias judiciales, firmado por Miguel
Hidalgo como Generalísimo de América.

Constitución Política de la Monarquía Española, de 19 de marzo de 1812


En 1808 el emperador de Francia, Napoleón I, impuso a su hermano José Bonaparte como rey de España,
después de obligar al rey Fernando VII a renunciar a la corona, e invadir militarmente el país como parte de
su política de hegemonía continental frente a otras monarquías europeas, principalmente Austria, Prusia,

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Rusia e Inglaterra. El pueblo español se levantó contra los ocupantes franceses y su resistencia se manifestó
en dos aspectos principales: una guerra de guerrillas larga y cruenta y la bandera de la legitimidad del
depuesto Fernando VII, lo que permitió más adelante tanto la unidad política del movimiento mediante un
sistema de juntas patrióticas, como la unidad jurídica en una Constitución. España, al mismo tiempo,
enfrentaba una severa crisis económica, política y social generada por la decadencia del comercio, la
industria y la agricultura por la guerra contra los invasores, la disminución o interrupción de los envíos de
recursos, manufacturas y materias primas de ultramar y la insurrección armada en sus posesiones
americanas. La reorganización del Estado se hizo necesaria en todos los aspectos, incluida la revisión de la
monarquía y sus bases como forma de gobierno fundado en el derecho divino y la voluntad absoluta del
monarca.

Así, la organización de la resistencia en juntas locales y provinciales, incluidas aquellas creadas en los
dominios americanos para enfrentar la falta del rey legítimo y asegurar la continuidad del gobierno en su
ausencia, se orientó hacia una redefinición constitucional de la monarquía española, al crearse una junta
central, el 25 de septiembre de 1808 llamada Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, que convocó
el 22 de enero de 1809 a integrar Las Cortes que redactarían la Constitución.

La Junta Suprema cedió sus atribuciones soberanas a un Consejo de Regencia que finalmente reunió a Las
Cortes en Cádiz el 24 de septiembre de 1810, integradas por 308 diputados electos por los diversos reinos y
provincias españoles. La Constitución Política de la Monarquía Española fue emitida el 19 de marzo de 1812.
En la Nueva España, el virrey Francisco Xavier Venegas de Saavedra juró la Constitución el 30 de septiembre
de ese año.

No obstante el carácter general de la representación en las Cortes y la vigencia de la Constitución en la


Península y los dominios españoles, una vez restaurado en el trono por el tratado de Valencey de 11 de
diciembre de 1813, Fernando VII decretó el 4 de mayo de 1814 la abolición de la Constitución y la nulidad de
las Cortes y todos sus actos, restaurándose así el régimen absolutista. En la Ciudad de México, la abolición la
realizó el virrey Félix María Calleja del Rey.

Después de seis años de reinado absoluto, el levantamiento del Teniente Coronel Rafael del Riego con las
tropas que debían embarcarse para América en Sevilla el 1o. de enero de 1820, consiguió que Fernando VII
aceptara nuevamente la Constitución de Cádiz y la jurara el 9 de marzo de ese año. En la Nueva España las
autoridades virreinales la juraron a su vez el 31 de mayo del mismo año.

Antecedente fundamental del constitucionalismo mexicano, la también llamada Constitución de Cádiz es la


primera norma que con carácter supremo reguló la estructura y el funcionamiento del Estado español en
Europa, América y Asia concibiéndolo como una unidad política denominada “La Nación española”,
integrada por la “reunión de los españoles de ambos hemisferios”. Si bien esta Constitución consolidaba a la
monarquía como la forma de gobierno, eliminó su ejercicio absoluto y la limitó a una función ejecutiva y
administrativa con rigurosos supuestos para la designación del Rey, determinación de su esfera de
competencia y una reducida discrecionalidad en su actividad pública a partir de la reorganización política del
reino. Inclusive aspectos privados como el matrimonio, la descendencia y la sucesión al trono fueron
previstos –desde luego por los efectos que para la propia monarquía implicaban– en el texto constitucional
y por ello quedaron como parte del Estado de Derecho que con éste se establecía. Su texto consagró
también un ámbito garantizado jurídicamente para la libertad individual con igualdad frente a la ley y
mecanismos constitucionales de control de la actuación de los poderes públicos, tales como la sujeción a

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responsabilidad de las funciones públicas y el principio de legalidad como requisito de validez para todo
acto de gobierno.

La gran aportación de la Constitución de Cádiz es que arraigó en la conciencia jurídica mexicana el principio
de la soberanía popular, al radicar el poder supremo del Estado en el pueblo y consagrar que “La soberanía
reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo, pertenece a ésta exclusivamente el derecho de
establecer sus leyes fundamentales”. De igual manera, se afirmó que el gobierno no es un fin en sí mismo,
sino el medio que tiene el Estado para realizar el bien común: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la
Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la
componen”, aspectos permanentes en nuestra propia visión como país independiente. La Constitución
Política de la Monarquía Española se divide en diez títulos, integrados por 384 artículos.

Elementos de nuestra Constitución, de 30 de abril de 1812.


Entre los caudillos de la Guerra de Independencia destaca por su actividad militar, política y jurídica el
licenciado Ignacio López Rayón, quien mantuvo la insurrección encendida después de la muerte de los
líderes iniciadores del movimiento libertario y propuso importantes medidas de organización política
mediante un sistema representativo y una normatividad orgánica que permitiera un gobierno nacional
capaz de coordinar las acciones de los numerosos grupos insurgentes y darle uniformidad a las tendencias
que surgían entre ellos. López Rayón operó en el centro, el occidente y el sur del país, donde enlazó con
José María Morelos y Pavón en 1811 y quien dio su apoyo al proyecto de aquél y José María Liceaga Rayón
para crear una Junta nacional en Zitácuaro, que después, en septiembre de 1813, se convirtió en el
Congreso de Anáhuac bajo el liderazgo principal de Morelos y primer congreso constituyente en México.
Después de tomar Zitácuaro el 19 de agosto de 1811 como parte de su campaña por el actual estado de
Michoacán, López Rayón reunió en esa población la “Suprema Junta Nacional Americana”, que si bien
afirmaba reconocer a Fernando VII como rey legítimo, laboró ampliamente por la independencia de España
y en cuyo contexto político suscribió posteriormente los “Elementos de nuestra Constitución”, donde
redacta una serie de principios ideológicos y condicionantes políticas para organizar un gobierno que refleje
“los sentimientos y deseos de nuestros pueblos” a partir de una Constitución que “fije la felicidad” de la
nación. Estos Elementos tuvieron una indudable influencia en todos los manifiestos político-jurídicos del
movimiento insurgente, hasta los acuerdos entre el liderazgo del Ejército Trigarante y las autoridades
españolas en 1821 para consumar la independencia. Los Elementos de nuestra Constitución, suscritos el 30
de abril de 1812 en Zinacantepec, constan de un preámbulo justificativo de su carácter orientador y
eventualmente transitorio como programa para una futura legislación constitucional, y 38 artículos
referentes, en general, a seis cuestiones principalmente: religión, independencia, soberanía, organización
política entorno a una Suprema Junta, garantías individuales (representación política, proscripción de la
esclavitud, igualdad, libertad de imprenta, de trabajo, propiedad, “habeas corpus” o el derecho a un juicio y
proscripción de la tortura) y organización militar a partir de capitanías generales.

Sentimientos de la Nación, del 14 de septiembre de 1813

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A fines de 1810 José María Morelos y Pavón encabezaba el movimiento insurgente en los territorios del sur
de la Nueva España como lugarteniente de Miguel Hidalgo, región en la que consolidó la insurrección con el
apoyo político y militar de distinguidos patriotas como Hermenegildo y Pablo Galeana, Leonardo y Nicolás
Bravo, Mariano Matamoros y Guridi, Vicente Guerrero Saldaña, Andrés Quintana Roo e Ignacio López
Rayón. Morelos realizó una brillante campaña en la costa y en las montañas del sur enfrentando con éxito a
las fuerzas realistas entre 1811 y 1815, y hasta en las cercanías del Valle de México donde en 1812 resistió
en la ciudad de Cuautla el sitio de más de dos meses del general español Félix María Calleja, además de
impulsar una intensa labor administrativa y de organización del movimiento independentista en la región.
Por su parte, el 19 de agosto de 1811 se había constituido en Zitácuaro, por iniciativa del licenciado Ignacio
López Rayón, una Suprema Junta Nacional Americana para concentrar y organizar el esfuerzo de la lucha
insurgente de la cual se derivó el 14 de septiembre de 1813 el primer Congreso (Congreso de Chilpancingo)
que se integró para legislar y organizar un gobierno independiente, y que en sesión del día 15 nombró a
Morelos Primer Jefe del ejército y depositario del Poder Ejecutivo, pero éste sólo se reconoció como “Siervo
de la Nación”. Fue en el acto de constitución del Congreso, celebrado en la población de Técpan, cuando
Morelos dio a conocer su ideario político a los diputados en el documento llamado “Sentimientos de la
Nación” leído por su secretario Juan Nepomuceno Rosains. Posteriormente, el Congreso, también conocido
como “Congreso de Anáhuac”, decidió trasladarse a la ciudad de Valladolid (Morelia), con el fin de extender
su influencia en la parte central del país. En Apatzingán emitió el Decreto Constitucional para la Libertad de
la América Mejicana el 22 de octubre de 1814, primera Constitución mexicana, así como un Acta de
Independencia el día 24. Asimismo, se integró el Supremo Tribunal de Justicia con fundamento en dicha
Constitución.

Sin embargo, hostilizado constantemente durante la marcha del Congreso por el ejército realista, Morelos
fue capturado en Tesmalaca el 5 de noviembre de 1815 y posteriormente fusilado en San Cristóbal Ecatepec
el 22 de diciembre de ese año. En los “Sentimientos de la Nación” se integran las ideas políticas, económicas
y sociales básicas para la organización y fines de un país independiente, así como los mecanismos
fundamentales de su estructura gubernativa y los principios libertarios, de igualdad, legalidad y justicia
equitativa que habrían de orientarlo. Este documento, trascendental exposición del pensamiento insurgente
y republicano suscrito el 14 de septiembre de 1813, consta de 23 artículos (si bien en el ejemplar original
firmado por Morelos el artículo 6º está tachado, pero es posible conocer su contenido, así como de los
fragmentos testados en otros artículos en la versión contenida en el cuaderno “Constitución, actas y otros
documentos de la Junta Revolucionaria de Chilpancingo en la Nueva España, hallados entre los papeles
sorprendidos al cabecilla Morelos en la acción de Tlacotepec”, conservado en el Archivo General de la
Nación) que están referidos a la independencia, la religión, la soberanía popular y la división de poderes,
vocales provinciales, empleos reservados a americanos, igualdad ante la ley y generalidad de ésta,
proscripción de la esclavitud y supresión de las castas, libre comercio con otras naciones, respeto a la
propiedad, eliminación de la tortura y de reorganización tributaria, dedicación del 12 de diciembre a María
Santísima de Guadalupe y solemnización del 16 de septiembre como el aniversario del inicio de la gesta
independentista por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende.

Acta Solemne de la declaración de la independencia de la América septentrional, de 6 de


noviembre de 1813

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El Supremo Congreso Nacional de América, conocido como Congreso de Anáhuac y que sustituyó a la Junta
de Zitácuaro, instalado el 14 de septiembre de 1813 en Chilpancingo (capital del actual estado de Guerrero),
congregó a los principales ideólogos del movimiento insurgente en torno al liderazgo militar y político de
José María Morelos y Pavón, quien sentó las bases del pensamiento y acción independentista con los
Sentimientos de la Nación. Las circunstancias de la guerra obligaron al Congreso a cambiar su sede a
Apatzingán, en la entonces provincia de Michoacán, donde se preparó el documento que habría de
legitimar los trabajos del Congreso, conforme al Reglamento del Congreso expedido por Morelos el 11 de
septiembre de 1813, para redactar y promulgar la Constitución de la nueva nación que se proponían
establecer, trabajos que se concretaron en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América
Mejicana, el 22 de octubre de 1814. Ese documento legitimador, redactado por Carlos María de
Bustamante, diputado por la provincia de México, fue el Acta Solemne de la declaración de la
independencia de la América septentrional, suscrita el 6 de noviembre de 1813. El Acta consiste en un texto
concentrado en un párrafo que contiene cinco principios supremos para la independencia de lo que
denomina “América septentrional”:

·Recuperación del ejercicio de la soberanía

· Libre arbitrio para legislar

· Se sostiene como religión única, la Católica Apostólica y Romana

· Se considera delito de alta traición oponerse a la independencia, y

·Ordena al Congreso informar de la independencia a las potencias extranjeras, para su reconocimiento.

El Acta fue suscrita por Andrés Quintana, vicepresidente del Congreso y diputado por Puebla; Ignacio López
Rayón, diputado por Guadalajara; José Manuel de Herrera, diputado por Tecpan –provincia creada por
Morelos en junio de 1813, en el actual estado de Guerrero-; Carlos María Bustamante, diputado por México;
José Sixto Verduzco, diputado por Michoacán; José María Liceaga, diputado por Guanajuato, y por Cornelio
Ortiz de Zárate, como secretario. Nuevamente, la presión militar del gobierno virreinal llevó al Congreso a
cambiar su sede en septiembre de 1815, en esta ocasión a Tehuacán, Puebla, pero en el trayecto Morelos
fue capturado el 5 de noviembre y posteriormente juzgado y fusilado (22 de diciembre de 1815), con lo que
el movimiento libertario entró en una etapa de repliegue que tuvo en Vicente Guerrero y otros caudillos el
impulso necesario para no desaparecer del todo, hasta que el proyecto de independencia propuesto por el
Plan de Iguala le permitió alcanzar en 1821 su propósito después de once años de cruenta guerra.

Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana, de 22 de octubre de 1814


Desde el inicio de la insurrección armada en 1810, ésta contó con el respaldo de juristas que comprendieron
la necesidad de dotarla con un fundamento jurídico que le permitiera definir sus objetivos y fijarlos en
principios que la orientaran y se tradujeran en instituciones que permitirían dar una estructura permanente
y viable a la nueva sociedad que se pretendía construir, situación que se fue definiendo conforme el
movimiento se consolidaba. Ya en diciembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla emitió un Manifiesto en el
que propone establecer “…un congreso que se componga de representantes de todas las Ciudades, Villas y
Lugares de este Reyno, que (…) dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada

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Pueblo (…)”. En 1811 el licenciado Ignacio López Rayón, por entonces jefe del movimiento una vez muertos
Hidalgo y sus jefes militares, integró la Junta Suprema Nacional Americana en Zitácuaro, a la que siguió,
también por las circunstancias de la guerra, el Supremo Congreso Nacional de América (o de Anáhuac) el 14
de septiembre de 1813 en Chilpancingo, bajo el mando de José María Morelos y Pavón. Este Congreso
suscribió el 6 de noviembre de ese año un Acta de Declaración de la Independencia de la América
Septentrional y el 22 de octubre del año siguiente, ya instalada en Apatzingán, promulgó la primera
Constitución propiamente dicha, emitida en la entonces Nueva España, el Decreto Constitucional para la
Libertad de la America Mejicana, también conocida como Constitución de Apatzingán. Mucho se ha
discutido sobre la vigencia real o no del Decreto Constitucional de 1814 y si puede considerarse una
Constitución y no sólo una expresión de los anhelos político estatales de los insurgentes. Para ello se podría
decir, desde un punto de vista estrictamente formal, que su aplicación no se observó en todo el territorio de
la Nueva España ni fue jurada en los términos prescritos por ella, de tal forma que todas las autoridades
pudieran considerarse “constitucionales”. Lo cierto es que en los territorios dominados por los insurgentes,
particularmente por el Generalísimo Morelos, la Constitución de Apatzingán se aplicó al ajustar el liderazgo
insurgente a la misma su conducta, tanto formal al integrarse el Poder Ejecutivo (Supremo Gobierno) y
establecerse el Tribunal Supremo de Justicia en los términos por ella fijados, y el Supremo Congreso laboró,
si bien itinerante, hasta la decadencia del movimiento después del fusilamiento de Morelos el 22 de
diciembre de 1815, como respetando su espíritu como norma suprema, incluso en los avatares de la guerra.
El mismo Morelos no se desentendió del carácter soberano del Congreso y cayó prisionero escoltándolo. En
todo caso, en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana se encuentran ya principios
identificables como permanentes y característicos del constitucionalismo en nuestro país, tales como la
independencia, las libertades y derechos individuales, el gobierno republicano (excepto el Reglamento
Provisional Político del Imperio Mexicano de 1823 y el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano de 1865),
y la soberanía (popular o nacional), presentes aun variando el tipo de Estado, federal o unitario y viceversa y
la orientación político económica prevaleciente en el momento histórico correspondiente. La Constitución
de Apatzingán consta de dos apartados y 242 artículos.

Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana


Los Exmôs. Srês. Lic. D. Ignacio Lopez Rayon, Lic. D. Manuel Sabino Crespo, Lic. D. Andrés Quintana, Lic. D.
Carlos Maria de Bustamante, D. Antonio de Sesma, aunque contribuyeron con sus luces à la formación de
este DECRETO, no pudieron firmarlo por estar ausentes al tiempo de la sanción, enfermos unos y otros
empleados en diferentes asuntos del servicio de la patria.

Documentos para la Independencia de México, 1821


Desaparecidos los líderes de la lucha armada iniciada en 1810 y fusilado Morelos en 1815 el movimiento
insurgente se redujo a guerra de guerrillas principalmente en el sur del país, con líderes carismáticos como
Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, pero sin fuerza militar para vencer al ejército realista de manera
decisiva. Esta circunstancia, además de la amnistía decretada por el gobierno virreinal y la falta de apoyo
político de las clases ilustradas y del liderazgo eclesiástico e importantes derrotas como la fallida expedición
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del liberal español Francisco Xavier Mina Larrea, contribuyeron a debilitarlo aún más. Sin embargo, factores
como la restauración de la vigencia de la Constitución de Cádiz impulsaron a algunos sectores criollos hasta
entonces partidarios de la unión con España a buscar la separación e incluso a un acercamiento con la
insurgencia con el fin de consolidar sus propias posiciones políticas ante la indefinición política y militar de
la monarquía constitucional para garantizar sus intereses y su permanencia tal y como venía ocurriendo
bajo el régimen absolutista. Un primer intento fue la llamada Conspiración de la Profesa, que en 1820
intentó organizar a la oposición a la Constitución de 1812 en torno a los intereses del clero. Posteriormente,
y ante este fracaso, la nobleza criolla y los españoles peninsulares descontentos respaldaron el proyecto del
coronel Agustín de Iturbide y Arámburu, comandante del ejército que combatía a Vicente Guerrero, de
pronunciarse a favor de la independencia, conservando la monarquía como forma de gobierno pero sin los
riesgos políticos que suponía la aplicación plena de la Constitución de Cádiz. Iturbide emitió el Plan de Iguala
el 24 de febrero de 1821, por el que declaraba la independencia de la Nueva España y establecía las bases
para su gobierno: “monarquía moderada con una Constitución peculiar y adaptable al Reino.” Se preveía,
asimismo, el funcionamiento de una Junta Provisional Gubernativa mientras se reunieran unas Cortes
encargadas de sancionar dicha Constitución. Por su parte e invitado por Iturbide, el principal líder
insurgente, Vicente Guerrero, se unió al Plan de Iguala el 10 de febrero de 1821, con lo que la
independencia se convirtió en un proyecto común de todos los grupos políticos nacionales. Las fuerzas
combinadas de ambos caudillos, integradas en el Ejército Trigarante, denominado así por sostener tres
garantías: religión, independencia y unión, avanzaron sobre la Ciudad de México, donde el virrey Juan Ruiz
de Apodaca fue depuesto por un golpe encabezado por el mariscal Francisco Novella Azabal. El 3 de agosto
llegó a Veracruz el teniente general Juan O’Donojú y O’Ryan, nombrado por Fernando VII Capitán General y
Jefe Político Superior de la Nueva España, quien ante el rápido avance de las fuerzas independentistas y la
adhesión de casi todas las provincias al Plan de Iguala, suscribió con Iturbide los Tratados de Córdoba, el 24
de agosto, en los que se reiteran la independencia de la Nueva España, a la que se denomina “Imperio
Mejicano” y el programa político derivado del Plan de Iguala:

• Independencia de España,

• Monarquía constitucional moderada,

• Invitación a Fernando VII u otros miembros de la familia real española a ocupar el trono,

• Instalación de una Junta Provisional Gubernativa, responsable del Poder Legislativo mientras se instalan
las Cortes de México,

• Instalación de una Regencia, que gobernará provisionalmente en tanto se designa un monarca, y


encargada de hacer la convocatoria a las Cortes,

• La posibilidad de que una persona distinta a las señaladas sea designada por las Cortes como emperador,
y • Continuidad administrativa, jurisdiccional y legal en lo que no se oponga a lo anterior.

El 27 de septiembre entró triunfalmente a la capital el Ejército Trigarante encabezado por Iturbide, una vez
que se retiraron las fuerzas de Novella. Al día siguiente, 28 de septiembre, se instalaron la Junta Provisional
Gubernativa integrada por 38 personajes de la política, el clero, el comercio y las leyes; y la Regencia, con
cinco miembros, encargada del Poder Ejecutivo y hacer la convocatoria para las Cortes. Ese mismo día, 28
de septiembre de 1821, la Junta emitió el Acta de Independencia del Imperio Mexicano.

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Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, de 23 de febrero de 1823
El Primer Imperio Mexicano, que inició formalmente con el Acta de Independencia en 1821 y concluyó con
la caída del emperador Agustín I en marzo de 1823 (coronado el 21 de julio de 1822), contó como tal con un
documento normativo supremo hasta febrero de 1823, el Reglamento Provisional Político del Imperio
Mexicano, que abolía, a su vez, a la Constitución Política de la Monarquía Española de 1812 como la
Constitución del Imperio, y convalidaba la modificación de abril de 1822 al Tratado de Córdoba, en cuanto a
la entrega del trono mexicano a un príncipe europeo. El gobierno imperial nunca logró consolidarse debido
al enfrentamiento en el Congreso entre los partidarios de la monarquía moderada, los que favorecían una
absoluta y los que optaban por una República, situación que impidió no sólo la emisión de la Constitución
del Imperio, sino el funcionamiento legislativo normal del Congreso. Ante esto y el propio enfrentamiento
del emperador con el Congreso, Agustín I lo disolvió el 31 octubre de 1822 y estableció, en su lugar, la Junta
Nacional Instituyente. La Junta, integrada por 45 miembros, se instaló en noviembre de ese año, con el
cometido de elaborar una Constitución –conforme a las Bases Constitucionales de 24 de febrero de 1822–
para someterla a un nuevo Congreso. En diciembre emitió el Reglamento Provisional Político del Imperio
Mexicano, aprobándolo el 23 de febrero de 1823. Este documento no se había promulgado al abdicar
Iturbide el 20 de marzo de ese año. Se reinstaló el Congreso el 7 de ese mes y declaró enseguida nula la
coronación de aquel y en consecuencia, el gobierno que preveían el Plan de Iguala y los Tratados de
Córdoba. El 21 de mayo el Congreso acordó que la nación adoptaría como forma de gobierno la Republica
representativa popular federal. Con ello, el país estaba en condiciones de darse una Constitución propia con
absoluta autonomía de los acuerdos políticos que habían sustentado la consumación de la Independencia.
El Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano consta de 100 artículos.

Acta de Casamata, de 1o. de febrero de 1823


El 2 de diciembre de 1822 el gobernador de Veracruz, Antonio López de Santa Anna Pérez de Lebrón, se
pronunció por la república con el Congreso como único depositario de la soberanía nacional, desconociendo
a Iturbide como emperador. Justificó su acción con un “Manifiesto a la Gran Nacion Megicana” de 3 de
diciembre y el día 6 suscribió un plan constitucional conocido como Plan de Veracruz, junto con Guadalupe
Victoria (Manuel Fernández Félix). Otros distinguidos insurgentes como Nicolás Bravo Rueda y Vicente
Guerrero se unieron al pronunciamiento que pronto se generalizó al sumárseles el general José Antonio de
Echávarri Aldai, enviado por Iturbide a combatir la rebelión. Echávarri, después de algunas acciones, decidió
pactar con los rebeldes y con Santa Anna lanzó el Acta de Casamata el 1o. de febrero de 1823, la cual fue
aprobada por el Ayuntamiento de Veracruz y ampliamente circulado. En el documento se reitera que la
soberanía reside en la nación y se reinstala el Congreso, si bien no se atacaba directamente al emperador.
Iturbide decretó la reinstalación del Congreso el 4 de marzo de 1823, lo que sucedió el día 7 con un discurso
del propio Iturbide, donde afirmaba que sería un “Día grande, glorioso y memorable en que el primer
Congreso de la Nación recobra sus augustas funciones como si jamás hubiesen sido interrumpidas”. Sin
embargo, la Junta integrada por los líderes republicanos se negó a reconocer al Congreso hasta que
estuviera garantizada su libertad para deliberar, sin la influencia del emperador. Ante esto y el avance de las
fuerzas rebeldes hacia la Ciudad de México, Iturbide debió abdicar y exiliarse. El día 31 de marzo el
Congreso nombró a los generales Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete para integrar
10
un Poder Ejecutivo colegiado que, entre otras actividades, impulsó la convocatoria para el Congreso
Constituyente, de 21 de mayo de 1823.

Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, de 31 de enero de 1824


Una vez consumada la independencia y emitida el Acta de Independencia del Imperio Mexicano el 28 de
septiembre de 1821, el país procedió a definir la formación política que adoptaría en su vida independiente.
Un primer intento fue la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano que declaró la
independencia, y nombró una Regencia colegiada en tanto Fernando VII ocupaba el trono del Imperio. Las
provincias fueron uniéndose al Imperio y el 24 de febrero de 1822 se estableció el Soberano Congreso
Constituyente, que ante la negativa del rey de España para gobernar el Imperio Mexicano y su
desconocimiento de la Independencia, y presionado por los partidarios de Iturbide, lo proclamó a éste
emperador en mayo de ese año, disolviéndose la Regencia con su coronación en el mes de julio. El objetivo
de este Congreso era votar una Constitución para el Imperio, como una monarquía limitada, según la
corriente liberal, o fuertemente centralizada según los conservadores. El emperador, enfrentado al
Congreso, lo disolvió y creó en su lugar una Junta Nacional Instituyente, que aprobó el Reglamento
Provisional Político del Imperio Mexicano el 23 de febrero de 1823 en tanto se emitía la Constitución
definitiva del Imperio. La indefinición política se tradujo en una crisis de gobernabilidad que culminó con
levantamientos militares (Planes de Veracruz y Casamata) en diciembre de 1822 y febrero de 1823. En
marzo se reinstaló el Congreso, disolviéndose la Junta Nacional Instituyente. Iturbide abdicó el día 20 y
partió al exilio mientras el Congreso nombraba un triunvirato para ejercer el Poder Ejecutivo
provisionalmente en tanto se redactaba una Constitución. Este gobierno provisional convocó a un segundo
Congreso Constituyente, que se instaló el 7 de noviembre de 1823. La disyuntiva entonces era entre la
federación o la República central, si bien ya se había definido una tendencia hacia el federalismo con el
llamado “voto del Congreso” del 12 de junio de ese año. Así, el segundo Congreso Constituyente Mexicano
emitió el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana el 31 de enero de 1824, por el que formalmente
establece el pacto federal y el gobierno republicano.

El primer Congreso acordó el 12 de junio de 1823 que la forma de gobierno sería una república
representativa, popular y federal, acuerdo conocido como “voto del Congreso” y que dio lugar, en
noviembre, a la presentación del proyecto del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, aprobada el 31
de enero del siguiente año, 1824, cuyo papel en nuestra historia constitucional es fundamental, por tratarse
del pacto federal en sí, después simplemente reiterado en la Constitución de octubre del mismo año y en las
sucesivas constituciones federales. En ella, expresamente, se señala que los estados de la federación son
“independientes, libres y soberanos en lo que exclusivamente toque á su administración y gobierno
interior…” (art. 6º). Esto también resulta trascendental por cuanto no se trata de entidades que al unirse
han renunciado a su soberanía, sino que la mantienen cediendo únicamente el ejercicio de la misma en
aquellas atribuciones que de común acuerdo atribuyen a la federación, tanto las que señalan como
competencias de los Poderes federales como las prohibiciones que asumen para sí. De igual manera, se
adopta el régimen republicano (ejercicio dividido del poder tanto para el gobierno federal como para el

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propio de los estados) representativa popular (elección popular de representantes en el Poder Legislativo).
Cabe destacar que el documento ya contiene garantías individuales, desde la referencia general a la
protección “por leyes sabias y justas (de) los derechos del hombre y del ciudadano”, hasta otras específicas,
como la manifestación de las ideas, el debido proceso legal, la irretroactividad de la ley, la libertad de
imprenta y otras como “la ilustración y prosperidad general” (de la nación). El Acta se compone por treinta y
seis artículos divididos en nueve partes. Contenido del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana:

•Forma de gobierno y religión

•División de Poderes

•Poder Legislativo

•Poder Ejecutivo

•Poder Judicial

•Gobierno particular de los estados

•Poder Legislativo

•Poder Ejecutivo

•Poder Judicial

•Prevenciones generales

Constitución Federal de los Estados-unidos mexicanos, de 4 de octubre de 1824


Decidida la forma de gobierno federal y republicano en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana del
31 de enero de 1824, el Congreso Constituyente discutió y elaboró la Constitución Federal de los Estados-
unidos Mexicanos de abril a octubre de 1824, sancionándose el texto definitivo el día 4 de ese mes y año y
publicada el día 5. Prevaleció en ella la postura favorable al federalismo tanto como una continuación
ideológica natural del Acta Constitutiva como por el desprestigio que había supuesto para el centralismo la
ineficacia que a la larga tuvo la Constitución de Cádiz como fundamento de un gobierno unitario así como la
incapacidad del Imperio para resolver las divergencias entre los intereses locales y regionales y los del
centro. Esta Constitución, en consecuencia, consagró el pacto federal estableciendo la división de poderes y
la concordancia entre el gobierno de la federación y los gobiernos de los estados, que por otra parte,
garantizaron el carácter soberano con el que se habían unido al Pacto al fijarse expresamente que la forma
de gobierno y la división de los poderes supremos de la federación, y de los estados “jamas se podran
reformar”. Recordemos que si no hubo una dispersión generalizada en la nación a la caída del Imperio de
Iturbide fue porque algunas entidades que no deseaban permanecer como provincias bajo un gobierno
central, como fue el caso de Chiapas, Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, “Las
Tamaulipas”, Texas, Yucatán o “Los Zacatecas”, comprometieron su unión en un Estado “nacional” sólo en
un régimen federal. Por otra parte, y habida cuenta de la inestabilidad política que rodeó al primer
Congreso Constituyente, en la propia Constitución se dispuso que podría ser reformada hasta 1830 (artículo
166) y eso sólo “ciertos artículos”, con el objetivo de permitir el asentamiento institucional y la

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consolidación de las prácticas constitucionales, dejando pasar tres periodos legislativos y un periodo
presidencial completos a partir del inicio de la vigencia de la Constitución, facilitando la identificación de
aspectos susceptibles de consideración, ajustes o una eventual sustitución (en realidad se sucedieron doce
presidentes –tres en triunvirato– y tres ocasiones el general Antonio López de Santa Anna, sin respetarse en
su caso el tiempo exigido para la reelección).

La Constitución Federal de los Estados-unidos Mexicanos de 1824 está integrada por 171 artículos divididos
en siete Títulos: 1º. De la nación mexicana, su territorio y religión; 2º. De la forma de gobierno de la nación,
de sus partes integrantes y división de su poder Supremo; 3º. Del poder legislativo; 4º. Del supremo poder
ejecutivo de la federación; 5º. Del poder judicial de la federación; 6º. De los estados de la federación, y 7º.
De la observancia, interpretación y reforma de la constitución y acta constitutiva. Estuvo en vigor hasta su
abrogación por las Bases Constitucionales de 1835.

Bases para la nueva Constitución, de 23 de octubre de 1835


El 30 de marzo de 1833 fueron electos como Presidente y Vicepresidente Antonio López de Santa Anna y
Valentín Gómez Farías, respectivamente, quienes debieron enfrentar inmediatamente un estado general de
inquietud social por el rezago económico del país, la lucha entre grupos políticos partidarios de la
federación o del centralismo, continuos levantamientos y los intereses de algunos sectores del clero. A
partir de octubre de 1833 el Congreso decretó una serie de medidas que afectaban estos intereses, así
como los de algunos caudillos militares, regulando o restringiendo sus hasta entonces intocados privilegios.
Santa Anna se retiró por enfermedad el 4 de diciembre de ese año y Gómez Farías se hizo cargo del Poder
Ejecutivo, puesto desde donde siguió desarrollando una política liberal que encontró fuerte oposición, a la
que se sumó el propio Santa Anna, retornado al poder en abril de 1834. Otro motivo de inquietud y
descontento en los estados era la disolución de las milicias cívicas, lo que consideraban restringía su
soberanía y fortalecía la capacidad de injerencia del gobierno nacional. El 25 de mayo se proclamó el Plan de
Cuernavaca, documento que desconoce al Congreso, declara nulas sus resoluciones y llama a Santa Anna
como única autoridad. Éste se puso al frente del motín, no obstante que por una circular de 15 de octubre
afirmó su apego al sistema federal y dejaba en manos del Congreso la decisión sobre la organización política
del país. El Congreso inició sus sesiones el 4 de enero de 1835 bajo la incertidumbre de la indefinición
política del Presidente Santa Anna, quien casi inmediatamente (26 de enero) se retiró a su hacienda,
quedando como Presidente interino el General Miguel Barragán Andrade. El mismo día el Congreso
desconoció a Gómez Farías como Vicepresidente. La resistencia del estado de Zacatecas a cumplir la ley de
26 de marzo por la que prácticamente se eliminaba su milicia local dio lugar a una feroz campaña de Santa
Anna que asoló esa y otras entidades, además de que dio nuevo impulso a la tendencia centralista en
diversas partes del país que Santa Anna se apresuró a capitalizar para presionar al Congreso a que revisara
la Constitución de 1824 y al sistema federal. Así, ya como constituyente, el Congreso aprobó el proyecto
Bases Constitucionales por ley del 23 de octubre de 1835, por las que se dieron los lineamientos que
reorganizarían al país en una república central.

Leyes Constitucionales, de 29 de diciembre de 1836


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El conflicto entre federalismo y centralismo tuvo en la campaña militar del general Antonio López de Santa
Anna contra el estado Zacatecas en 1835 su máxima expresión de radicalismo e intolerancia, cuando el
ejército del dictador arrasó, además, Querétaro, San Luis Potosí y Jalisco, y desmembrar Zacatecas para
crear el actual estado de Aguascalientes. Con este despliegue de fuerza, Santa Anna convocó en junio de
1835, a través del Consejo de Gobierno, a sesión extraordinaria del Congreso, que inició sus sesiones el 19
de julio de ese año, con el objetivo de revisar propuestas sobre un posible cambio de gobierno, lo que
implicaba una violación a la Constitución de 1824 que señalaba irreformables los artículos relativos a ello.
En septiembre, el Congreso se declaró “Constituyente” y suspendió la vigencia del Acta Constitutiva y la
Constitución Federal de 1824 y asumió el dictar cuanto decreto fuera necesario en virtud del clima de
ingobernabilidad que se estaba generando, habida cuenta de que algunos estados se resistían al
centralismo incluso con las armas. En una decisión trascendental, se aprobó la disolución de las legislaturas
locales y su sustitución por Juntas Departamentales. Ello terminaba con el federalismo, lo que se consumó
con la emisión de las Bases para la nueva Constitución (Bases Constitucionales expedidas por el Congreso
Constituyente) el 23 de octubre de 1835 y las siete Leyes Constitucionales, promulgadas entre el 15 de
diciembre de ese año y el 6 de diciembre de 1836, y emitidas por decreto de 29 de diciembre de 1836. Estas
Leyes, que en conjunto integran un texto constitucional único, establecieron la primera República
centralista, y se mantuvieron en vigor hasta la expedición de las Bases de Organización Política de la
República Mexicana en 1843, sin embargo, no se materializó la estabilidad política que presuponía la
eliminación de la tendencia federalista en la norma suprema, pues tan sólo entre 1836 y 1843 se sucedieron
once presidencias de la República. De ellas, cuatro del general López de Santa Anna, dos de Anastasio
Bustamante y dos de Nicolás Bravo. Esta Constitución estructuró al Estado mexicano conforme a los
postulados políticos del centralismo, si bien conservó disposiciones importantes en materia de garantías
individuales y creó el denominado Supremo Poder Conservador, que vigilaría la legalidad de los actos de los
demás poderes, anular leyes o decretos, suspender a la Corte Suprema y al Congreso, restablecerlos,
declarar incapacitado al Presidente, entre otras atribuciones absolutas.

Bases adoptadas por el ejército de Operaciones en Tacubaya, de 28 de septiembre de 1841


La resistencia de los federalistas al régimen central de las Siete Leyes generó una serie de levantamientos en
todo el país que entre 1837 y 1840 culminaron con la separación temporal de Yucatán y la pérdida de Texas
por colonos extranjeros que desde 1820 habían obtenido autorizaciones del gobierno virreinal para
establecerse en el territorio. La falta de un control eficaz de esta inmigración favorecieron un arribo masivo
desde Estados Unidos de aventureros, especuladores de tierras, fugitivos, traficantes de esclavos y
contrabandistas que para 1830 eran ya el 75 por ciento de la población de Texas, extranjeros que
aprovecharon la inestabilidad política para desconocer a las autoridades mexicanas e iniciar un movimiento
de secesión respaldado por el interés expansionista del país vecino. Lo anterior, así como el conflicto con
Francia en 1838-1839, conocido como la “Guerra de los Pasteles”, por indemnizaciones a ciudadanos
franceses afectados por los continuos disturbios en el país, que terminó el compromiso de México para
cubrir dichas reclamaciones, generó una crisis de legitimidad al gobierno centralista, el cual debió revisar
sus fundamentos. El 28 de septiembre de 1841 los principales mandos del ejército encabezados por el
general Santa Anna suscribieron las Bases adoptadas por el Ejército de Operaciones en Tacubaya, llamadas
“Bases de Tacubaya”, en las que disponen el cese de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, convocan a una
Junta de representantes de los departamentos, nombrados “por el General en gefe del Ejército Mexicano”,
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para que designen presidente provisional asistido por un Consejo, se daba un plazo de dos meses para
convocar a un Congreso Constituyente extraordinario. Las diversas facciones, sin embargo, sólo alcanzaron
un acuerdo hasta el 6 de octubre con la firma del Convenio de la Estanzuela, por el que Anastasio
Bustamante y Oseguera dejó la presidencia y asumió su titularidad nuevamente Santa Anna. Conforme a las
Bases de Tacubaya, que en los hechos abrogaban las Leyes Constitucionales de 1836, se sucedieron varias
presidencias centralistas (de Francisco Javier Echeverría Mignoni, la quinta y sexta de Santa Anna, y la
segunda de Nicolás Bravo), se conformó la Junta de representantes departamentales y el día 10 de
diciembre se emitió la convocatoria para el Congreso Constituyente, que inició sus sesiones el 10 de junio de
1842 jurando las Bases de Tacubaya

Bases de Organización Política de la República Mexicana, de 12 de junio de 1843


Este documento constitucional, también conocido como “Bases Orgánicas”, da el contexto jurídico para la
segunda República centralista. Su origen está en el alzamiento del general Manuel Paredes y Arrillaga en
1841 para reformar las Siete Leyes Constitucionales, que concluyó con la renuncia del presidente Anastasio
Bustamante (quien ocupaba el cargo por tercera ocasión), el desconocimiento de los Poderes y la
designación de Francisco Javier Echeverría como Presidente provisional con poderes extraordinarios. De
acuerdo con las “Bases de Tacubaya” se eligió un Congreso constituyente que se disolvió por la misma
inestabilidad generada por el conflicto entre centralistas y federalistas, por lo que se nombró una Junta
Nacional Legislativa que emitió las Bases para la Organización Política de la República Mexicana, ya con el
general Nicolás Bravo, como nuevo Presidente provisional, también centralista. Mediante estas Bases fue
instituida la segunda República centralista, que anulaba el Supremo Poder Conservador creado por las Siete
Leyes, y otorgaba mayores facultades al Ejecutivo, dándole un poder prácticamente dictatorial. Este
ordenamiento fue expedido el 12 de junio de 1843 y publicado el día 14. Con él se mantiene como forma de
gobierno la República representativa y popular. Al igual que las Leyes Constitucionales, incluyen los
derechos y obligaciones de los mexicanos y agregan los de los ciudadanos mexicanos; proscribe la esclavitud
y establece un Poder Electoral, con un mecanismo de elecciones indirectas. El documento se compone por
202 artículos divididos en once títulos:

I. De la nacion mexicana, su territorio, forma de gobierno y religion;


II. De los habitantes de la República.
III. De los mexicanos, ciudadanos mexicanos y derechos y obligaciones de unos y otros;
IV. Poder Legislativo;
V. Poder Ejecutivo;
VI. Del Poder Judicial;
VII. Gobierno de los Departamentos;
VIII. Poder Electoral;
IX. Disposiciones generales sobre administración de justicia;
X. De la hacienda pública, y
XI. De la observancia y reforma de estas Bases.

Las Bases Orgánicas estuvieron en vigor formal hasta la expedición del Acta Constitutiva y de
Reformas de 1847, pero en los hechos las continuas asonadas y la ingobernabilidad general
hicieron imposible su observancia, además de que el propio general Santa Anna, que dominó el
periodo con su sexta y séptima presidencias, no contribuía con un caudillaje indefinido
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políticamente a mejorar las condiciones del país y el consenso mínimo para el funcionamiento
de las instituciones. Para finales de 1844, el general López de Santa Anna fue derrocado por una
enésima rebelión y exiliado en mayo de 1845; el Congreso nombró el 1o. de agosto de ese año
al general José Joaquín de Herrera Presidente constitucional, quien debió iniciar la resistencia
frente a la invasión norteamericana en 1846.

Plan de la Ciudadela, de 4 de agosto de 1846


Durante el gobierno del presidente centralista Manuel Paredes y Arrillaga (enero a julio de 1846) se
fortaleció el movimiento federalista con la orientación de connotados políticos como Valentín Gómez Farías,
Manuel Crescencio García Rejón o José María Luis Mora. A ellos se sumó después Santa Anna para movilizar
al ejército en una nueva campaña que pretendía restaurar la Constitución de 1824 y con ella el régimen
federal. Al levantamiento inicial del general Juan Álvarez en el sur le siguieron los de Mazatlán y
Guadalajara, apoyados en sendos planes que básicamente restauraban el gobierno federal retomando la
Constitución de 1824 y convocando a un Congreso Constituyente (Planes de Mazatlán y Guadalajara, del 7 y
20 de mayo de 1846, respectivamente), así como otros en Puebla, Oaxaca y Sonora. Yucatán se separó y
declaró neutral (se reincorporó a México en agosto de 1848). En la Ciudad de México, por su parte, se
pronunció por la federación el general José Mariano Salas quien con Valentín Gómez Farías lanzó el Plan de
la Ciudadela el 4 de agosto de 1846, publicado el 6, mismo día en que las fuerzas centralistas se rendían. El
Plan de la Ciudadela hacía un llamado a un Congreso Constituyente, se declaraban nulas las leyes
centralistas, de forma terminante se rechazaba un gobierno monárquico y se señalaba un plazo de cuatro
meses para reunir el Congreso, así como una convocatoria para resistir al invasor. Paredes y Arrillaga
abandonó la presidencia y se exilió, tomando el poder el general Salas, con lo que terminaban diez años de
república central. Por decreto de éste de fecha 22 de agosto, se reestableció la vigencia de la Constitución
de 1824, decreto que expresamente disponía en su artículo 1°: “Mientras se publica la nueva Constitución,
regirá la de 1824, en todo lo que no pugne con la ejecución del plan proclamado en la Ciudadela de esta
capital el dia 4 del presente mes, y lo permita la excéntrica posición de la República”. Esto último en
referencia a la lucha contra la invasión norteamericana, formalmente planteada con la declaración de
guerra del 16 de junio de 1846 –si bien desde abril ya se habían dado actos de agresión a México–, todavía
durante el régimen centralista. Conforme a dicho Plan, Salas convocó a elecciones para integrar un nuevo
Congreso mismo que inició sus sesiones el 6 de diciembre de ese año. El día 23 el Congreso declaró a Santa
Anna Presidente interino y Vicepresidente a Valentín Gómez Farías.

Acta Constitutiva y de Reformas, de 18 de mayo de 1847


El experimento centralista iniciado en 1835 no había estabilizado políticamente al país ni asegurado la paz
interna y externa. El enfrentamiento ideológico entre federalistas y centralistas obligaba al grupo

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conservador a endurecer la reacción contra las reformas de 1833 y 1834 que habían afectado los intereses
militares y eclesiásticos y que originaron conflictos armados en 1833 y 1835, así como a continuos
pronunciamientos y sucesión de titulares del Poder Ejecutivo. En este contexto, el 4 de agosto de 1846 el
general José Mariano Salas se levanta contra el presidente centralista Nicolás Bravo, con el Plan de la
Ciudadela, para restablecer el gobierno federalista y la Constitución de 1824, en plena invasión
norteamericana, que había iniciado oficialmente en mayo de ese año, si bien desde 1836 se había perdido
Texas, que se incorporó a los Estados Unidos de América en 1845. El general Salas convocó a un Congreso
con facultades constituyentes, que en diciembre comenzó a sesionar contando entre sus miembros, como
diputado por Oaxaca, al Lic. Benito Juárez García, y a los distinguidos juristas Manuel Crescencio García
Rejón y Mariano Otero Mestas. Por ley de 10 de febrero de 1847, el Congreso aprobó restablecer la
Constitución Federal de 1824, contra el parecer de Otero, quien propuso a su vez añadirle un Acta de
Reformas en su famoso voto particular. En lo político y militar, Salas había entregado el poder al general
López de Santa Anna, conforme al Plan de la Ciudadela, y éste, a su vez, lo dejó a Valentín Gómez Farías,
quien era el Vicepresidente. Santa Anna se reintegró con motivo del levantamiento de los “Polkos” en la
capital y posteriormente quedó como presidente interino el general Pedro María Anaya Álvarez. Mientras
tanto, en el Congreso se aprobó la propuesta de Otero el 18 de mayo de ese año, como Acta Constitutiva y
de Reformas, jurada el día 21, ya con el general López de Santa Anna como presidente de la República,
cargo que desempeñaba por décima ocasión, en sustitución del general Anaya Álvarez. Con el fin de
impulsar el gobierno federal y darle viabilidad a la restablecida Constitución de 1824, se emitieron leyes
sobre elecciones de los Poderes Legislativo y Ejecutivo (3 de junio de 1847), de los Supremos Poderes y de
los Ayuntamientos (19 de mayo de 1849), y unas Bases para la elección del Presidente de la República y los
senadores, el 13 de abril de 1850. El Acta Constitutiva y de Reformas, documento de primera importancia
en nuestra historia jurídica por contener por primera vez con carácter constitucional las bases del Amparo,
junto con el Acta Constitutiva de la Federación y la propia Constitución Federal de 1824 integraron en
conjunto la Constitución Política de la República, con un carácter más formal que real durante la dictadura
santanista (1853-55), hasta la emisión de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de
febrero de 1857. El Acta Constitutiva y de Reformas está integrada por dos partes, la primera corresponde al
decreto del Soberano Congreso Extraordinario Constituyente por el que restablece la federación y el
carácter independiente y soberano de los estados que la componen (“Acta Constitutiva”) y la segunda al
Acta de Reformas, con 30 artículos.

Bases para la administración de la República, hasta la promulgación de la Constitución de 22 de


abril de 1853
En las elecciones presidenciales de 1851 se eligió Presidente al general Mariano Arista Nuez, quien recibió el
poder de manos de José Joaquín Herrera sin sobresaltos. Sin embargo, debió renunciar en 1853 por la
presión de un levantamiento en Jalisco (Plan del Hospicio Cabañas), quedando en su lugar Juan Bautista
Ceballos, Presidente de la Corte Suprema, quien a su vez se enfrentó al Congreso y se indispuso con los
alzados, dejando la presidencia a Manuel María Lombardini de la Torre. Llamado nuevamente el general de
Santa Anna, asumió el cargo por décima primera ocasión (20 de abril de 1853). Una vez retomado su
puesto, Santa Anna se condujo dictatorialmente exigiendo el trato de Alteza Serenísima, prorrogó su
mandato indefinidamente, suspendió los congresos locales, estableció la reglamentación del ejercicio de las
funciones de los gobernadores, reorganizó territorialmente al país y llegó a realizar gestiones para el
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restablecimiento de la monarquía. Para organizar su gobierno expidió el 22 de abril de 1853 las Bases para
la administración de la República, hasta la promulgación de la Constitución, redactada por Lucas Alamán y
Escalada, destacado historiador, ideólogo del Partido Conservador. Mediante estas Bases se reorganiza el
Poder Ejecutivo y establece disposiciones orgánicas, todo con carácter transitorio hasta la emisión de la
nueva Constitución, que ya no se redactó por el triunfo de la Revolución de Ayutla y la caída de la dictadura
en 1855. Las Bases para la administración de la República, hasta la promulgación de la Constitución constan
de tres secciones independientes, con artículos propios, once la primera, cuatro la segunda y cinco la
tercera, para un total de 20 artículos.

Plan de Ayutla, de 1o. de marzo de 1854


Concluida la invasión norteamericana con la retirada del ejército ocupante y la firma del Tratado de
Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, los disensos entre diversas facciones políticas y militares que
pretendían el poder no permitieron la estabilidad indispensable para reconstruir el país sobre bases firmes.
El general Mariano Arista fue electo presidente en las elecciones de agosto de 1850 quien intentó gobernar
en medio de una crisis hacendaria y una fuerte oposición conservadora en el Congreso así como una serie
de pronunciamientos en diversas regiones del país, entre las que destaca en Jalisco la encabezada por el
coronel José María Blancarte con el Plan del Hospicio de 20 de octubre de 1852, y reclamaciones de pagos al
extranjero, principalmente de Inglaterra, Francia y España. Ante la situación insostenible, Arista renunció a
la presidencia el 5 de enero de 1853 y el día 7 el Congreso nombró Presidente interino a Juan Bautista
Ceballos. Éste, a su vez, no tardó en enfrentarse con el Congreso, al que ordenó disolver y pactó con los
rebeldes (6 de febrero). Sin embargo, por diferencias con éstos renunció y los jefes del movimiento, la
mayoría de ellos partidarios de Santa Anna designaron al general Manuel María Lombardini el 7 de febrero
de ese año Presidente interino. Lombardini convocó a elecciones en las que triunfó el general Antonio López
de Santa Anna, quien asumió el cargo por décima primera ocasión en abril de 1853. Integró su gabinete con
elementos conservadores y expidió el día 22 de ese mes las Bases para la Administración de la República,
hasta la expedición de la nueva Constitución, que suprimía el régimen federal y constreñía a los
gobernadores a la autoridad del Presidente. Santa Anna concentró cada vez más atribuciones, gobernó con
autoritarismo y, por decreto del 16 de diciembre de 1853, exigió, inclusive, el trato de Alteza Serenísima con
las facultades discrecionales que preveía el Plan del Hospicio retomado por el pacto del 6 de febrero. No
obstante, el descontento cundía por el país y las revueltas pronto estallaron. En Guerrero el general Juan
Álvarez pronto obtuvo un amplio respaldo en la región y junto con otros jefes militares y políticos emitieron
el Plan de Ayutla, que en dicha población dio a conocer el coronel Florencio Villarreal el 1o. de marzo de
1854. El Plan proponía cesar a Santa Anna y a sus funcionarios, la designación de un Presidente interino por
una asamblea de representantes de los estados y territorios y la convocatoria a elecciones para un Congreso
Constituyente extraordinario. El 11 de marzo los pronunciados modificaron el Plan en Acapulco para
sustituir el término “estados” por “departamentos”, con el fin de incluir a los elementos aun dudosos del
sistema federal. La rebelión se extendió de forma incontenible por el país pese a la represión. Santa Anna,
incapaz de evitar la caída de su régimen, abandonó el poder el 9 de agosto de 1855. Ocuparon brevemente
la presidencia interina los generales Martín Carrera Sabat (agosto-septiembre) y Rómulo Díaz de la Vega
(septiembre-octubre). Finalmente, la Junta de Representantes designó a Juan Álvarez Presidente interino el

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4 de octubre quien, conforme al Plan de Ayutla, convocó a elecciones para el Congreso Constituyente el 17
de octubre de 1855.

Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana, de 15 de mayo de 1856


Este documento, suscrito por el Presidente Ignacio Comonfort de los Ríos el 15 de mayo de 1856 y
publicado el 23 del mismo mes y año, fue emitido para que se aplicara mientras durasen las sesiones del
Congreso Constituyente convocado el 16 de octubre de 1855 por el entonces presidente Juan Álvarez con
base en el Plan de Ayutla lanzado el 1º de marzo de 1854 contra la dictadura del general Antonio López de
Santa Anna, y hasta en tanto se promulgara la nueva Constitución que habría de sustituir al Acta
Constitutiva y de Reformas de 1847. El Estatuto fue enviado por el secretario de Estado y del Despacho de
Gobernación, José María Lafragua, a los gobernadores de los estados y al Congreso Constituyente,
argumentando que “El Estatuto es provisional; porque solo rejirá el tiempo que tarde en sancionarse la
constitución (…) El Exmo. Sr. Presidente ha creido necesario por lo mismo que el Estatuto no solo
comprenda la organización provisoria del gobierno general y de los locales, sino también todo lo relativo á
los derechos y obligaciones de los habitantes de la República (…) á fin de que en este período haya una regla
fija que decida muchos casos que diariamente ocurren (…) en general está tomado de la constitución de
1824 y de las Bases orgánicas de 1843; porque en uno y otro código se encuentran consignados los
principios democráticos”. Sin embargo, el 4 de junio el Congreso rechazó aprobarlo y nombró el 17 de julio
una comisión para revisarlo, misma que no se pronunció al respecto. Lo anterior y la negativa por parte de
algunos gobernadores a aplicarlo debido a que no establecía una forma de gobierno definidamente
centralista o federal al disponer que “Los gobernadores de los Estados y Distritos, y los jefes políticos de los
Territorios, serán nombrados por el presidente de la República…”, impidieron su aplicación y nunca entró en
vigor formal ni materialmente en el país. El 5 de febrero del año siguiente, 1857, el Congreso promulgó la
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos. El Estatuto Orgánico Provisional de la República
Mexicana se dividía en nueve secciones y 125 artículos.

Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, de 5 de febrero de 1857


Triunfante la Revolución de Ayutla de 1854, Juan Álvarez ocupó la presidencia interina el 4 de octubre de
1855 y conforme al Plan de Ayutla y su reforma de Acapulco, que además de la destitución de López de
Santa Anna y la designación de un presidente provisional, llamaban a un Congreso extraordinario, el 16 de
ese mismo mes expidió la convocatoria para este último. El Congreso inició sus labores el 18 de febrero de
1856, y en junio la Comisión de Constitución presentó un proyecto de Constitución que en esencia mantenía
el federalismo como forma de gobierno e incorporaba al texto constitucional el liberalismo económico, las
garantías individuales (denominados “derechos del hombre”) y el principio de la separación Iglesia-Estado.
Previamente, Comonfort había decretado el 15 de mayo, un Estatuto Orgánico Provisional de la República
Mexicana, para que se aplicara mientras se votaba y entraba en vigor la nueva Constitución. Este Estatuto
no fue aprobado por el Congreso, pese a haberse distribuido ya entre los gobernadores de los estados, y a
principios de junio lo desechó, continuando aplicándose el Acta de 1847. El texto final de la nueva

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Constitución, denominada Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos fue aprobado y jurado por
el Congreso constituyente y por el Presidente sustituto el general Ignacio Comonfort, el 5 de febrero de
1857, y publicada por Bando Solemne el 11 de marzo del mismo año. Por disposición de su artículo
transitorio, comenzaría su vigencia a partir del 16 de septiembre del mismo año con excepción de “las
disposiciones relativas a las elecciones de los supremos poderes federales y de los estados”, con el fin de
posibilitar el establecimiento de la primera Legislatura constitucional. La Constitución Federal de los Estados
Unidos Mexicanos contiene 128 artículos divididos en ocho Títulos con el siguiente contenido:

I. Derechos del hombre, nacionalidad, extranjería y ciudadanía;


II. Soberanía, forma de gobierno, partes integrantes de la federación y territorio nacional;
III. División de Poderes;
IV. Responsabilidad de los servidores públicos;
V. Estados de la federación;
VI. Prevenciones generales;
VII. Reformas a la Constitución, y
VIII. Inviolabilidad de la Constitución, y un artículo transitorio sobre su inicio de vigencia.

La polémica que generó esta Constitución federal y liberal desembocó en la Guerra de Reforma
–por las “Leyes de Reforma”, que reforzaban el carácter laico del Estado de Tres Años (1858-
1860) entre liberales y conservadores, quienes la habían desconocido desde su aprobación –
inclusive el propio Presidente Comonfort, ya electo constitucionalmente, lo hizo al secundar el
levantamiento del general conservador Félix María Zuloaga Trillo y adherirse al Plan de
Tacubaya de 17 de diciembre de 1857, por el que se pedía la abrogación de la Constitución-.
Como consecuencia de la renuncia de Comonfort y por disposición de la propia Constitución,
asumió la presidencia de la República Benito Juárez quien era entonces el Presidente de la
Suprema Corte de Justicia. Concluida la guerra civil con el triunfo liberal y una vez derrotado el
gobierno imperial de Maximiliano I (1864-1867) instaurado por el partido conservador con el
apoyo de monárquicos mexicanos y el ejército francés, que había invadido el país con el
pretexto de la suspensión del pago de un adeudo por parte del gobierno del Presidente Juárez,
y restaurada la República, reinició su vigencia general la Constitución de 1857 hasta la emisión
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917,
actualmente en vigor. Durante su vigencia esta Constitución tuvo tres reformas particularmente
relevantes: la incorporación de las Leyes de Reforma (25 de septiembre de 1873), la
restauración del Senado (13 de noviembre de 1874) y la no reelección del Presidente,
Vicepresidente y Presidente interino y sus equivalentes en los estados (28 de noviembre de
1911).

Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, de 10 de abril de 1865


Restablecida la paz con el triunfo de los liberales en la Guerra de Reforma en 1860, el Presidente Juárez se
vio obligado a decretar, por ley, la suspensión por dos años del pago de la deuda interna y externa (17 de
julio de 1861), para poder enfrentar la grave crisis financiera que había dejado la contienda al Estado
mexicano. Las reacciones adversas no se hicieron esperar y ante la presión que ejercieron particularmente

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los gobiernos de España, Francia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Juárez debió abrogar la ley en
cuestión (23 de noviembre), pero no fue suficiente para evitar la permanencia en territorio nacional de
fuerzas militares de esos tres países. Entabladas las negociaciones, España y el Reino Unido retiraron sus
tropas, no así Francia que desconoció los acuerdos ya alcanzados el 19 de febrero de 1862 –Tratados de La
Soledad– e invadió el país, con el apoyo de elementos conservadores, monárquicos y eclesiásticos, que ya
venían operando ante la corte francesa de Napoleón III para conseguir su respaldo a un proyecto
monárquico en México. Ocupada la Ciudad de México en 1863 y con el ejército republicano replegándose al
interior del país –el Presidente Juárez debió alcanzar inclusive la frontera con Estados Unidos–, los franceses
auspiciaron una Junta Provisional que nombró al triunvirato que actuaría como regencia mientras una Junta
de Notables resolvía en una Asamblea a quién de entre la realeza europea ofrecer el trono de México. La
elección recayó en el Archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien aceptó siempre que
se constatara la voluntad de los mexicanos para su entronización. Los ocupantes franceses y sus partidarios
nacionales organizaron las adhesiones “espontáneas” respectivas y, después de renunciar a sus derechos al
trono del Imperio austriaco, Maximiliano llegó a México el 29 de mayo de 1864 y se convirtió en el
emperador Maximiliano I. Pese al respaldo de Napoleón III, garantizado con los Tratados de Miramar de 10
de abril de 1864, y de parte de la sociedad mexicana (especialmente los sectores más radicales del
conservadurismo), Maximiliano I no logró reforzar su gobierno ni disminuir la resistencia armada de los
republicanos. Al retirar Napoleón sus tropas tanto por una inminente confrontación con Prusia, como por la
posible intervención norteamericana en el conflicto, Maximiliano debió sostenerse con sus propios
recursos. Fracasadas las gestiones de su esposa la emperatriz Carlota en Europa y derrotadas las fuerzas
imperiales, Maximiliano I cayó prisionero en Querétaro, donde fue juzgado junto con sus principales jefes
militares y fusilado el 19 de junio de 1867. Durante su reinado, Maximiliano I impulsó políticas liberales y
retomó las Leyes de Reforma, lo que lo enfrentó a sus patrocinadores pero sin granjearle la simpatía de los
republicanos, alineados bajo el resuelto liderazgo del Presidente Juárez. Entre las medidas que adoptó el
Imperio para consolidarse jurídicamente está la emisión del Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, de
10 de abril de 1865, documento que debía preceder a una Constitución definitiva y contenía la estructura
político-administrativa del Imperio así como sus principios en materia económica y las garantías individuales
que el emperador se comprometía a respetar. El Estatuto Provisional no sobrevivió a Maximiliano I, pero
sirvió de base teórica para la incipiente administración que comenzó a crear y mantuvo, si bien
nominalmente toda vez que careció por completo de una observancia nacional, los principios libertarios y el
Estado laico que sintetizan las luchas del pueblo mexicano por consolidar una identidad propia durante el
Siglo XIX, en lo que coincidía con la Constitución Federal republicana de 1857, cuya vigencia quedó
restaurada plenamente a la caída del segundo Imperio mexicano en 1867. El documento se compone por 81
artículos divididos en dieciocho Títulos.

Plan de la Noria, de 9 de noviembre de 1871


Una vez restaura la República y concluido el episodio del Segundo Imperio, con el regreso del Presidente
Benito Juárez a la Ciudad de México el 15 de julio de 1867, inicia una etapa de relativa paz y reconstrucción
del país, dañado severamente después de casi diez años de guerra ininterrumpida desde el autogolpe de
Estado del Presidente Ignacio Comonfort y el levantamiento del partido Conservador en contra de la
Constitución liberal de 1857 en diciembre de 1858. Sin embargo, la reelección de Juárez en las elecciones de
1867 y después en las de 1871 provocó la oposición de elementos políticos que proponían el relevo en la
21
persona del Presidente de la República como condición necesaria para garantizar el funcionamiento de las
instituciones bajo un esquema democrático y republicano. Fue el caso del general Porfirio Díaz Mori,
destacado defensor de la República con una amplia trayectoria en el partido liberal desde los tiempos de la
Guerra de Reforma, quien era por entonces diputado en el Congreso local de Oaxaca, su estado natal. En
estas circunstancias, Porfirio Díaz lanzó en su hacienda de La Noria, Oaxaca, el documento llamado Plan de
La Noria, el 9 de noviembre de 1871, a menos de un mes de la toma de posesión de Benito Juárez como
Presidente de la República por quinta ocasión. Bajo la divisa de no reelección, el documento fundamentó la
rebelión armada que pronto se extendió a diversos estados como Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Zacatecas,
donde el apoyo a Díaz tuvo mayor fuerza, e incluso a la Ciudad de México. Sin embargo, para abril de 1872
el ejército federal obtuvo decisivos triunfos sobre los rebeldes y el general Díaz debió replegarse hacia el
occidente, para tratar de obtener el apoyo de líderes locales tradicionalmente antijuaristas, como Manuel
Lozada, el “Tigre de Álica”, cacique de la región en el actual estado de Nayarit y antiguo partidario del
Imperio. El 18 de julio de 1872 falleció el Presidente Juárez, con lo que la rebelión de La Noria perdió su
justificación política y se diluyó, retornando Porfirio Díaz a la vida privada bajo la amnistía que decretó para
los alzados el Presidente interino por ministerio de ley Sebastián Lerdo de Tejada, quien durante el gobierno
de Benito Juárez desempeñaba el cargo de presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Plan de Tuxtepec, de 10 de enero de 1876


El gobierno del Presidente Lerdo de Tejada, iniciado como interinato del 18 de julio al 30 de noviembre de
1872, y luego como presidencia constitucional del 1º de diciembre de 1872 al 30 de noviembre de 1876, se
caracterizó por un acentuado liberalismo al impulsar las Leyes de Reforma a rango constitucional (decreto
de 5 de septiembre de 1876), la reorganización del Poder Legislativo en dos cámaras, con la restauración del
Senado (decreto de 13 de noviembre de 1874) y la paulatina pacificación del país, con el fin de la oposición
armada de Lozada en Nayarit y del movimiento de índole religiosa en la región occidental, y del amago de
levantamiento militar conocido como la “Revolución soñada” del 26 de febrero de 1876, que proponía la
moderación y la responsabilidad en el gobierno lerdista, así como el respeto al pacto federal y al voto
popular. La intención del Presidente de reelegirse en las elecciones de 1876 hecha pública en diciembre de
1875, encontró una amplia oposición aun dentro del propio grupo liberal y ya en fecha tan temprana (las
elecciones se celebrarían en julio) como enero de ese año la rebelión armada no tardó en empezar bajo los
dictados del Plan de Tuxtepec, propuesto por el coronel Hermenegildo Sarmiento el 10 de enero de 1876
con los auspicios de Porfirio Díaz, a quien se designaba precisamente como jefe del pronunciamiento. El
Plan, que preveía conservar la presidencia interina en el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, fue reformado el 31 de marzo en Palo Blanco, Tamaulipas, para depositar el Poder Ejecutivo en
“quien obtenga la mayoría de los votos de los gobernadores”. No obstante, Lerdo de Tejada se reeligió en
unas dudosas elecciones y se dispuso a iniciar un nuevo periodo en diciembre de ese mismo año 1876. El
levantamiento cundía en amplias zonas del país y el ejército federal contenía difícilmente a los alzados,
agrupados en dos tendencias principales, la de los partidarios del presidente de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, José María Iglesias, quien había desconocido la reelección de Lerdo y en Salamanca,
Guanajuato, organizó un gobierno “legalista” en octubre con el apoyo de los gobernadores de varios
estados como Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Querétaro y San Luis Potosí; y por otra parte, estaban los
seguidores de Porfirio Díaz, quien después de varias derrotas venció al ejército lerdista en la batalla
definitiva de Tecoac, en Tlaxcala, el 16 de septiembre de 1876. Esto motivó la renuncia a la presidencia de
Lerdo de Tejada el 20 de noviembre y su salida del país en enero de 1877, con lo que, por ministerio de ley,
quedaba investido con la presidencia interina José María Iglesias. Porfirio Díaz derrotó, a su vez, a las
fuerzas iglesistas en noviembre de ese mismo año, con lo que Iglesias también dejó el país para radicar en
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Estados Unidos de América. Finalmente, Porfirio Díaz tomó el poder en diciembre y designó el día 6 como
Presidente interino al general Juan Nepomuceno Méndez, quien concluyó su encargo el 17 de febrero de
1877, fecha en la que Díaz asume de facto la presidencia hasta el 5 de mayo de ese año, cuando el Congreso
lo nombra Presidente constitucional, iniciándose así su larga permanencia en la presidencia de la República,
periodo en cuyos grandes contrastes encontrarían tierra fértil las semillas de la Revolución Mexicana de
1910.

Programa del Partido Liberal Mexicano, de 1o. de julio de 1906


Durante el gobierno del general Porfirio Díaz Mori (1876–1911), el impulso modernizador tuvo, junto con
grandes progresos industriales, productivos y culturales, un enorme costo social en el nivel de vida de las
clases trabajadoras del campo y las ciudades, para las que las duras condiciones de trabajo significaron
miseria, explotación, analfabetismo y marginación; los profesionistas y empleados tampoco tuvieron a su
alcance medios de progreso personal y participación frente a la rígida estructura económica y política del
régimen. Esta situación, y su endurecimiento más que moderación conforme el país se desarrollaba, fue
terreno fértil para todo tipo de ideas, desde las de simple apertura hasta anarquistas que consideraban
necesaria la destrucción violenta de toda autoridad para refundar una sociedad igualitaria e ideal. Diversos
sectores laborales, principalmente obreros, recibieron estas influencias como la explicación de las
relaciones económicas y sociales bajo la dictadura, e hicieron de sus propuestas una bandera para luchar
por sus reivindicaciones. El grupo formado por los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón y otros
destacados activistas trabajó intensamente para difundir su propuesta política principalmente entre los
sindicatos; con sus seguidores integraron el Partido Liberal Mexicano y editaron el periódico de lucha
Regeneración. El gobierno los hostigó implacablemente, obligándolos a refugiarse en Estados Unidos, desde
donde continuaron operando en diversas ciudades fronterizas, bajo el acoso de la policía local y los agentes
de Díaz. En estas circunstancias, emitieron el 1o. de julio de 1906 el Programa del Partido Liberal Mexicano,
en la ciudad norteamericana de San Luis Missouri. El documento se divide en una exposición donde se
desarrolla la opinión de sus autores sobre las causas de la desigualdad social, la injusticia laboral, los
intereses entre los grupos dominantes y las opciones para el pueblo y los trabajadores, y el programa
propiamente dicho, con propuestas concretas sobre reformas constitucionales, educación, inmigración,
trabajo, cuestión agraria, impuestos y otros temas. Se agrega un manifiesto donde se exponen los
propósitos del programa y se convoca a los mexicanos a secundarlo y adherirse a su movimiento. Debilitado
por la persecución y encarcelamiento o muerte de sus líderes, el Partido Liberal Mexicano pretendió
arraigar en Baja California mediante una incursión militar entre enero y junio de 1911 y fundar ahí una
república, pero el proyecto fracasó, así como una posible alianza con los zapatistas. No obstante la
disolución política de estos precursores, la Revolución Mexicana recibió del Programa del Partido Liberal
Mexicano su ideario reivindicador, que nutrió de sentido social a nuestro Estado democrático de Derecho,
reflejado en las garantías sociales y en los principios de justicia social de la Constitución de 1917.

Manifiesto a la Nación (Plan de San Luis), de 5 de octubre de 1910

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El Plan de San Luis, suscrito por Francisco Ignacio Madero González en San Antonio, Texas, el 5 de octubre
de 1910, es el programa de acción política y militar que Madero, decidido demócrata, propuso a sus
seguidores para oponerse, por la fuerza, a la séptima reelección del general Porfirio Díaz, en el poder desde
1876. Dos años antes, el 3 de marzo de 1908, el propio Díaz afirmó al periodista canadiense James
Creelman, en una conocida entrevista para la publicación norteamericana "The Pearson's Magazine", la
madurez política del pueblo mexicano, su desinterés por reelegirse y su autorización para la formación de
partidos políticos. Sin embargo, se postuló nuevamente movilizando al aparato gubernamental para
asegurar su triunfo en las futuras elecciones de 1910. Ese mismo año Madero publicó el libro “La sucesión
presidencial en 1910”, donde expone los aspectos negativos de la permanencia del general Díaz y la
conveniencia de un proceso electoral verdaderamente democrático y plural, donde se respetará la voluntad
popular sin la intervención del gobierno. Como respuesta a la doblez del general Díaz, elementos opositores
a su régimen intensificaron la creación de partidos políticos y clubes antireeleccionistas en todo el país.
Madero participó en la fundación del Partido Nacional Antirreeleccionista el 22 de mayo de 1909,
emprendiendo después una intensa gira electoral que abarcó 22 estados de la república. No obstante, el
impacto de su campaña y el desprestigio del régimen, el general Díaz se reeligió al triunfar en las elecciones
del 10 de julio de 1910, con Ramón Corral Verdugo como vicepresidente, para el periodo 1911–1916.
Madero decidió movilizarse nuevamente, pero fue capturado y encarcelado en San Luis Potosí, de donde
consiguió fugarse a los Estados Unidos, y ahí lanzó su Manifiesto a la Nación conocido como Plan de San
Luis. El Plan consiste en un llamado al pueblo para levantarse frente a la que denomina usurpación el
domingo 20 de noviembre a las 6 de la tarde e impedir así que el nuevo gobierno asuma el poder o “por lo
menos se encuentre con la mayor parte de la Nación protestando con las armas en la mano”.

Para ello declara nulas las elecciones, desconoce al general Díaz y a las autoridades que deben dimanar del
voto, declara nulas las disposiciones del régimen ajenas a los principios del Plan, así como los compromisos
con gobiernos y corporaciones extranjeros, declara como “ley suprema de la República” el principio de No
Reelección, la constitución de un Presidente provisional que a su vez designará gobernadores provisionales,
la libertad de los presos políticos y la observancia de las leyes de la guerra. Dos días antes de la fecha fijada,
los hermanos Aquiles, Máximo y Carmen Serdán Alatriste iniciaron el levantamiento en la ciudad de Puebla,
y conforme al Plan de San Luis, el día 20 de noviembre de 1910 la insurrección se generalizó. Así iniciaba la
Revolución Mexicana.

Plan de Ayala, de 28 de noviembre de 1911


A principios del Siglo XX la existencia de grandes latifundios y las difíciles condiciones de vida de los
campesinos en el estado de Morelos ya habían ocasionado diversos incidentes entre los pueblos por un lado
y los hacendados y las autoridades porfiristas por otro, para determinar los límites de las respectivas
propiedades y oponerse al tratamiento que capataces y administradores infligían a las comunidades.

En septiembre 1909 el pueblo de Anenecuilco eligió a Emiliano Zapata Salazar como presidente de su junta
de defensa de la tierra, lo que permitió al futuro caudillo convencerse de la legitimidad de los derechos de
los pueblos y de la necesidad de defender incluso por la fuerza, esos derechos frente a los poderosos del
estado. Así, en mayo de 1910 recuperó tierras usurpadas por la Hacienda de El Hospital. Iniciada la
revolución maderista en noviembre de ese año, el movimiento pronto se extendió por todo el estado de
Morelos, ya con Zapata como líder supremo.
24
El gobierno interino de Francisco León de la Barra (25 de mayo a 6 de noviembre de 1911) continuó
combatiendo a los zapatistas pese a la intervención del propio Francisco I. Madero para llegar a un acuerdo
que posibilitase la pacificación de la zona y la reforma agraria por la que luchaba Zapata.

Ya con Madero en la presidencia (noviembre de 1911 a febrero de 1913) el ejército federal mantuvo una
brutal campaña represiva, sin conseguir derrotar a Zapata. Éste, por su parte, lanzó el Plan de Ayala el 28 de
noviembre de 1911, en el que se desconoce como presidente y jefe de la Revolución a Madero, a quien se
considera traidor al movimiento que él mismo encabezó, designa a Pascual Orozco Vázquez como nuevo
jefe, se pronuncia por el Plan de San Luis y una reforma agraria que lleve justicia a los desposeídos del
campo mexicano. También se prevé, con el triunfo, la integración de una junta de los principales jefes
revolucionarios para nombrar un Presidente interino que convocaría a elecciones para un nuevo Congreso
de la Unión, encargado, a su vez, de organizar a los demás poderes federales.

Un entendimiento apenas fue posible con la designación del general Felipe Ángeles Ramírez como
comandante en la región y una política más tolerante y de acercamiento a la postura zapatista. Sin
embargo, el asesinato de Madero por el golpe de Estado del general Victoriano Huerta el 22 de febrero de
1913, reinició la resistencia a la usurpación y la exigencia de un reparto agrario integral e inmediato. El Plan
de Ayala se reformó el 30 de mayo de 1913 para rechazar a Huerta y desconocer a Orozco como jefe
supremo, por haber secundado a aquel. Ya como único jefe, Zapata combatió incansablemente contra las
fuerzas federales y derrocado Huerta, se unió al movimiento de la Convención de Aguascalientes (26 de
octubre de 1914).

Vencido el ejército convencionista en 1915, Zapata debió enfrentar el acoso de los carrancistas, quienes
desarrollaron otra campaña encabezada por el general Pablo González Garza, quien organizó el asesinato
del caudillo campesino por medio de la traición del coronel carrancista Jesús Guajardo Martínez, el 10 de
abril de 1919, en la Hacienda de Chinameca, Morelos.

Los principios de justicia agraria del Plan de Ayala y del movimiento zapatista fueron retomados por el
constituyente de 1916-1917, que incorporó las bases del Derecho Agrario mexicano en el artículo 27 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, uno de los preceptos que hicieron del nuestro el
primer constitucionalismo social del mundo contemporáneo.

Manifiesto a la Nación (Plan de Guadalupe), de 26 de marzo de 1913


El golpe de Estado encabezado por el general Victoriano Huerta Márquez en febrero de 1913, la renuncia
obligada del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez, y su posterior asesinato, provocaron la
resistencia de numerosos elementos políticos y militares que se opusieron al usurpador con las armas, bajo
la bandera de la legitimidad del derrocado gobierno y la restauración de la legalidad.

El 26 de marzo de 1913, en Piedras Negras, Coahuila, el gobernador maderista Venustiano Carranza Garza y
un grupo de partidarios suscribieron en la Hacienda de Guadalupe un Manifiesto a la Nación conocido como
Plan de Guadalupe, por el que se desconoce a Huerta y a los poderes federales, así como a los poderes
locales que reconozcan a aquellos treinta días después de publicado el Plan, se organiza un ejército que se
denominará “constitucionalista”, se designa a Carranza Primer Jefe y encargado del Poder Ejecutivo una vez
ocupada la Ciudad de México por dicho ejército. Previamente, en febrero, el Congreso local de Coahuila
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había autorizado a Carranza a rebelarse contra el gobierno de Huerta, lo que le dio la base legal para asumir
la Primera Jefatura y congregar a otros revolucionarios que se adhirieron al Plan.

El gobierno constitucionalista se estableció en Hermosillo y Chihuahua mientras se combatía a Huerta,


llegando el 20 de agosto de 1914 a la Ciudad de México, una vez disuelto el Ejército Federal con los tratados
de Teoloyucan de 13 de agosto de 1914, donde estableció su gobierno como “encargado interino del Poder
Ejecutivo” conforme al Plan de Guadalupe.

No obstante el triunfo contra la usurpación de Huerta, los revolucionarios quedaron divididos en bandos
enfrentados por diferencias ideológicas y de opinión acerca del rumbo que debía seguir el país. Así,
importantes líderes populares como Francisco Villa (Doroteo Arango Arámbula) y Emiliano Zapata
rompieron con Carranza y sostuvieron un gobierno paralelo al del Primer Jefe bajo la Convención de
Aguascalientes.

Carranza instaló su gobierno a Veracruz de octubre de 1914 a octubre de 1915, cuando el triunfo del
ejército constitucionalista sobre los convencionistas en agosto de 1915 le permitió regresar a la Ciudad de
México.

El 12 de diciembre de 1914 Carranza adicionó el Plan de Guadalupe para hacerlo subsistente en tanto no
triunfara plenamente la Revolución, continuando Carranza como Primer Jefe y encargado del Poder
Ejecutivo con amplias facultades para legislar y organizar al ejército constitucionalista y convocar a
elecciones de ayuntamientos y posteriormente, para el Congreso de la Unión, el cual, a su vez, convocaría a
la elección de Presidente de la República.

En 1916 se traslada a Querétaro y en abril de ese año regresa definitivamente a la capital del país, donde
inicia una intensa labor legislativa y administrativa para reorganizar el gobierno y sentar las bases de la
institucionalización del movimiento armado.

Nuevamente se revisa el Plan de Guadalupe el 14 de septiembre de 1916 para incluir la convocatoria a un


Congreso Constituyente y a posteriores elecciones conforme a la Constitución que se expida y la entrega del
Poder Ejecutivo por el Primer Jefe de la Revolución a quien resultare elegido. Por decreto de 19 de
septiembre de 1916 Carranza emite la convocatoria para el Congreso Constituyente, en cuya sesión
inaugural en el Teatro Iturbide (hoy de la República) en la ciudad de Querétaro el 1° de diciembre de ese
año, afirmó que la patria “… tiene puestas en vosotros sus esperanzas y aguarda ansiosa el instante en que
le deis instituciones sabias y justas.”

Legislación Preconstitucional (1911-1915)


Una de las banderas del movimiento revolucionario fue el respeto a la legalidad vulnerada por Victoriano
Huerta y establecer las bases para la reorganización de la sociedad mexicana conforme a las aspiraciones
más sentidas del pueblo, tales como reparto agrario, condiciones de trabajo justas y dignas, democracia
efectiva y el federalismo pleno en las relaciones entre los órdenes de gobierno.

Conforme la lucha contra la usurpación se fortalecía, las diversas tendencias revolucionarias emitieron una
serie de disposiciones que pretendían establecer en los territorios bajo su control mejores condiciones de
vida para la población y ordenar la autoridad pública.

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Tal es el caso, en este sentido, del decreto por el que Venustiano Carranza, Primer Jefe del ejército
constitucionalista, suprime las tiendas de raya, oprobiosa expresión de la semiesclavitud de los trabajadores
durante el porfiriato, o la Ley Agraria de 24 de mayo de 1915 que retomaba el Plan de Ayala y establecía los
principios de una reforma agraria, expedida por la Soberana Convención Revolucionaria.

Tanto los convencionistas como los constitucionalistas, las dos facciones militar y políticamente más
importantes del periodo 1913-1916 (año en el que el triunfo de la segunda culminó con la promulgación de
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917) establecieron gobiernos locales y
nacionales, que pretendieron administrar de acuerdo a sus respectivos programas y emitieron normatividad
general que en conjunto se conoce como “legislación preconstitucional”, con contenidos e inspiración de
justicia social en los que ya se anunciaba el espíritu de la Constitución de 1917.

Este es el caso ejemplificativo de varias disposiciones expedidas tanto por el gobierno democrático del
Presidente Madero como por el constitucionalista, en las que se abordan materias particularmente
determinantes para el carácter plural y social que adquiría el Estado mexicano con la Revolución, como la no
reelección del titular del Poder Ejecutivo, demanda inicial del movimiento; la necesidad de reordenar las
condiciones de trabajo mediante la regulación laboral por el Estado; la soberanía sobre las riquezas del
subsuelo; la urgente cuestión agraria y las libertades municipales para un efectivo federalismo: el Decreto
que reforma los artículos 78 y 109 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, llamado “Ley
de la No Reelección”, publicado el 28 de noviembre de 1911 en el Diario Oficial; el Decreto por el que se
reforma el artículo 109 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, publicado el 26 de
diciembre de 1914 en El Constitucionalista (periódico oficial de la federación), conocido como “Ley del
Municipio Libre”; la Ley sobre el Petróleo y la Ley Agraria, publicadas el 9 de enero de 1915, y el Decreto por
el que se adiciona la fracción x del artículo 72 de la Constitución Federal (sobre trabajo), de 29 de enero de
1915.

Ya en el Plan de San Luis (5 de octubre de 1910), Madero consideraba que la permanencia del general Díaz
por 30 años en la presidencia había sometido al país y a los poderes públicos a una sola voluntad, que en los
hechos no era sino una tiranía “onerosa, déspota e inmoral” en la que la división de poderes, la soberanía
de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos de los ciudadanos se reducían a simple letra
escrita en la Carta Magna. Bajo la consigna de sufragio efectivo, no reelección, el reclamo de Madero
concentró tanto el rechazo a una dictadura bajo formas legales, como la convicción en una auténtica
democracia política que, con la premisa del libre y equilibrado juego electoral, condujera al país a la
democratización de otros aspectos: económico, social y cultural.

Por su parte, en el considerando de la “Ley del Municipio Libre” se expone que “que la autonomía de los
municipios moralizará la administración y hará más efectiva la vigilancia de sus intereses (…) y su
florecimiento intelectual –obtenido por la libertad de los ayuntamientos- constituirá el verdadero adelanto
general del país”. Esta fue la respuesta de la Revolución al centralismo de hecho que, junto a la nociva
práctica de la designación de jefes políticos, anuló la figura del municipio en el antiguo régimen.

En la Ley Agraria se afirma, sintetizando la visión que las distintas facciones en pugna compartían en el tema
agrario, que “… una de las causas más generales del malestar y descontento de las poblaciones agrícolas de
este país, ha sido el despojo de los terrenos de propiedad comunal o de repartimiento que les habían sido
concedidos por el gobierno colonial como medios de asegurar la existencia de la clase indígena (y que)
proporcionando el modo de que los numerosos pueblos recobren los terrenos de que fueron despojados, o
adquieran los que necesiten para su bienestar y desarrollo, no se trata de revivir las antiguas comunidades,

27
ni de crear otras semejantes, sino solamente de dar esa tierra a la población rural miserable que hoy carece
de ella, para que pueda desarrollar plenamente su derecho a la vida y librarse de las servidumbre
económica, a que está reducida”.

El constitucionalismo establecía así la justificación histórica para una reforma del campo que haría realidad
el más fundamental de los derechos de los campesinos: la tenencia de la tierra.

La Ley sobre el Petróleo establece un régimen provisional que pretende controlar la actividad exploratoria y
extractiva de los hidrocarburos en tanto se emite una legislación apropiada que determine con precisión los
derechos de particulares en este rubro y la potestad que al respecto asuma la nación, habida cuenta de la
riqueza que tales recursos significan para el país y por lo tanto su carácter estratégico. En el primer
considerando del decreto respectivo se señala que “se hace necesario revisar, de una manera completa y
radical la legislación petrolífera del país, reglamentando cuidadosamente todo lo relativo a la exploración y
explotación de depósitos de petróleo y carburos gaseosos de hidrógeno existentes en la república, con el fin
de evitar que la industria petrolífera continúe, como hasta ahora, haciéndose exclusivamente en beneficio
de las empresas petrolíferas con grandes perjuicios para la agricultura y para la vías fluviales del país, sin
que de estas explotaciones, ni la nación, ni el gobierno hayan obtenido los justos provechos que deben
corresponderles.”

La legislación preconstitucional expresa la tendencia reivindicadora que el movimiento revolucionario


definió a lo largo de la contienda, incorporando aspectos económicos, políticos y sociales que en conjunto
significaban un impulso para el progreso nacional y de las condiciones de vida de los mexicanos que,
llevados a la ley fundamental, sentarían las bases para materializar los principios de justicia social que
caracterizan al Estado democrático de Derecho en nuestro país.

Suscrita por el Primer Jefe de la Revolución constitucionalista, Venustiano Carranza, la llamada “Ley sobre el
Contrato de Trabajo” retoma, con la adición a la fracción X del artículo 72 de la Constitución de 1857, una
exigencia de la clase trabajadora, definida a medida que los efectos del liberalismo puro se resintieron en
una profunda desigualdad social respaldada por el carácter exclusivamente individualista del orden jurídico:
la regulación de las condiciones laborales por parte del Estado.

Como antecedente, el Programa del Partido Liberal Mexicano (1° de julio de 1906) había expresado la
situación que enfrentaban los trabajadores bajo el gobierno de Díaz:

“…el capital impone sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosas para el obrero, y
éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque la miseria lo hace trabajar á cualquier precio ó porque, si
se rebela contra el abuso del rico, las bayonetas de la Dictadura se encargan de someterlo.” Por ello,
reclama un eficaz correctivo que tienda a nivelar a los factores de la producción con garantías equivalentes,
y “á mejorar la situación económica de la clase más numerosa del país, (lo que) encierra la base de una
verdadera prosperidad nacional. Es axiomático que los pueblos no son prósperos sino cuando la generalidad
de los ciudadanos disfrutan de particular y siquiera relativa prosperidad”.

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la de 5 de


febrero de 1857, de 5 de febrero de 1917
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La larga dictadura del general Porfirio Díaz, iniciada en 1876, con dos periodos de gobierno de
incondicionales suyos, los generales Juan Nepomuceno Méndez (1876-1877) y Manuel González Flores
(1880-1884), así como el ejercicio arbitrario del poder, cargado de favores para ciertos sectores afectos del
régimen y de dura persecución para otros que no le eran partidarios o reivindicaban una mínima justicia
social o económica, distinta a la que estaba dispuesto a tolerar el sistema, tuvieron por consecuencia una
sociedad profundamente dividida, injusta y sostenida únicamente por la fuerza de los aparatos represivos
del dictador.

Esta situación alcanzó tales extremos que incluso elementos cercanos al poder o favorecidos del mismo no
pudieron dejar de percatarse de una potencial explosividad social, así como resintieron también el cierre de
espacios políticos de expresión y de posible canalización y solución de demandas de mayor alcance. Todo
ello sin negar la obra modernizadora y jurídica del gobierno, así como en materia de comunicaciones y
apertura al exterior, particularmente industrial y de recepción de capitales.

De esta forma, a principios del Siglo XX, se presentan ya, junto con las manifestaciones de descontento
campesinas y proletarias, demandas políticas y sociales de grupos urbanos y profesionistas agrupados en
círculos y partidos políticos que culminarán con el llamamiento a la insurrección abierta en el Plan de San
Luis suscrito por Francisco I. Madero el 5 de octubre 1910, año de la séptima reelección del general Díaz.

La capacidad de Madero para conjuntar las diversas reivindicaciones que se integraron a su movimiento y
los primeros combates serios con el ejército federal, decidieron al general Díaz a renunciar a la presidencia y
exiliarse en Francia, mientras se designaba un Presidente provisional y se convocaba a elecciones, en las que
triunfó el propio Madero el 15 de octubre de 1911.

Pronto, sin embargo, surgieron las desavenencias entre el Presidente y los antiguos grupos porfiristas que
intentaron un alzamiento en la capital, y algunos revolucionarios insatisfechos con la lentitud de las
reformas esperadas o su franco abandono por parte del nuevo gobierno, como el orozquismo en el Norte y
los zapatistas en el Sur.

Mientras el ejército federal combatía a los rebeldes, nuevamente se alzaron los militares porfiristas durante
la llamada “Decena Trágica” en la Ciudad de México (9- 19 de febrero de 1913). Éstos y algunos oficiales del
gobierno encabezados por el general Victoriano Huerta entraron en tratos (Pacto de la Ciudadela o de la
Embajada, por el involucramiento del embajador norteamericano, Henry Lane Wilson) y mediante un golpe
de Estado obligaron a Madero y al Vicepresidente, José María Pino Suárez, a renunciar a sus cargos el 19 de
febrero, habiendo sido asesinados posteriormente (22 de febrero).

Cubiertas las formas legales, el general Huerta asumió la presidencia de la República el mismo día. Sin
embargo, la reacción a la usurpación no se hizo esperar y casi enseguida ésta debió enfrentar la insurrección
generalizada en prácticamente todas las regiones del país.

Destacaron en la lucha hábiles y carismáticos revolucionarios, como Francisco Villa, Venustiano Carranza y
Álvaro Obregón Salido en el Norte, y Emiliano Zapata en el Sur. Huerta respondió con la militarización de la
sociedad y los asesinatos selectivos de sus opositores. Disolvió la XXVI Legislatura del Congreso y convocó a
nuevas elecciones parlamentarias el 10 de octubre de 1913.

El movimiento revolucionario mantenía cierta unidad mientras se luchaba contra Huerta, pero una vez
derrocado éste y disuelto el ejército federal –Tratados de Teoloyucan, de 13 de agosto de 1914– dio
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comienzo la lucha entre las diversas facciones que terminaron por agruparse en dos grandes grupos rivales,
además de innumerables tendencias y partidas –incluso contrarrevolucionarias- que continuaron
manifestándose mucho tiempo: por un lado el convencionista, establecido por la Convención de
Aguascalientes de septiembre-octubre de 1914, con Villa y Zapata como sus integrantes más destacados,
con la bandera de las reivindicaciones agraristas principalmente.

Por otro lado, el constitucionalista, dirigido por Venustiano Carranza y delineado en el Plan de Guadalupe,
pretendía el restablecimiento pleno de la Constitución de 1857 con las adecuaciones necesarias conforme a
los intereses y aspiraciones que se habían generado desde el levantamiento maderista.

Vencido Villa y aislado Zapata, Carranza convocó a un Congreso Constituyente el 19 de septiembre de 1916
que debía llevar adelante tales reformas. El Congreso se instaló en diciembre de ese año en Querétaro y
sesionó del 1º de diciembre de 1916 al 5 de febrero de 1917.

El proyecto que le presentó Carranza se limitaba a ciertas reformas formales y de organización y


funcionamiento de los Poderes, por lo que no reflejaba las grandes aspiraciones económicas, políticas y
sociales del movimiento revolucionario en su conjunto, por lo que las diversas comisiones del Congreso
debatieron intensamente algunos aspectos particularmente trascendentales: reforma agraria, derechos
laborales y sociales, relaciones Iglesia-Estado, redefinición del presidencialismo, la estructura económica y el
federalismo.

El resultado fue un texto nuevo, profundamente reivindicatorio de los sacrificios de los precursores liberales
y de los combatientes revolucionarios, orientado hacia la justicia social como una obligación y una
característica de la nueva sociedad que se estaba fundando.

Nacía así el Estado social de derecho en México junto con la primera Constitución de su tipo en el Mundo.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la de 5 de febrero de 1857, como se
denomina oficialmente, se promulgó el 5 de febrero de 1917, se publicó el mismo día (con una Fe de Erratas
publicada el 6 de febrero de 1917) y entró en vigor el 1º de mayo ese año.

Consta desde su versión original de 136 artículos divididos en nueve Títulos y diecinueve artículos
transitorios.

Es la Constitución General de la República vigente en México y entre 1921 y octubre de 2009, ha sido
reformada en 487 ocasiones en su articulado y 9 veces en sus artículos transitorios, lo que refleja la plena
convicción de la sociedad mexicana en mantenerla como su norma jurídica fundamental y suprema rectora
de nuestra vida nacional. Fuente de legitimidad de las instituciones y de las leyes que emanan de ella.

El dinamismo del orden jurídico nacional fundado en la Constitución de 1917 nos arraiga como una sociedad
plural e incluyente, con sólidas perspectivas de consolidación democrática frente a los retos que nos plantea
el Siglo XXI y sus entornos nacionales e internacionales.

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