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• Plan de Iguala
• Tratados de Córdoba
• Acta de Independencia
• Decreto que reforma los artículos 78 y 109 de la Constitución de 1857 (No Reelección)
• Ley Agraria
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la de 5 de febrero de 1857 (1917)
En la Nueva España, el virrey José de Iturrigaray y Aróstegui aceptó la propuesta del Ayuntamiento de la
Ciudad de México para reunir una junta general del reino que convocara a un Congreso nacional
desconociendo a las juntas españolas. Sin embargo, algunos miembros del llamado partido europeo
encabezados por el comerciante español Gabriel Joaquín de Yermo depusieron al virrey el 15 de septiembre
de 1808, nombraron en su lugar al mariscal Pedro Garibay y persiguieron y encarcelaron o desterraron a
numerosos criollos acusándolos de deslealtad al rey, entre ellos al Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos,
síndico del Ayuntamiento y quien había propuesto el principio de la soberanía popular.
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En los gobiernos del Virrey Garibay y de sus sucesores, el arzobispo de México Lizana y Beaumont y el
teniente general Francisco Xavier Venegas de Saavedra, se continuó en mayor o menor medida el acoso al
partido americano y a la difusión de las ideas independentistas de quienes veían en esto tanto la seguridad
del reino frente a una posible invasión francesa como el fin del gobierno arbitrario del partido español.
Entre las reacciones a esta situación destaca, entre otras, la conspiración que en la ciudad de Querétaro
había reunido a distinguidos criollos de la región y que se organizó en torno al párroco del pueblo de
Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez Trujillo, su esposa, Josefa
Ortiz de Domínguez y los militares Ignacio Allende y Unzaga, Juan Aldama y Mariano Abasolo.
Descubierta la conjura, Hidalgo y sus compañeros llamaron a la rebelión en la noche del 15 de septiembre
de 1810 y marcharon hacia la ciudad de Guanajuato, que tomaron después de ocupar diversas poblaciones
y tras una sangrienta batalla el día 28 del mismo mes. De Guanajuato Hidalgo y su ejército se dirigieron a
Valladolid (Morelia) y luego a Toluca y la Ciudad de México, a cuyos alrededores llegaron en octubre,
venciendo el día 30 a las fuerzas realistas en la batalla del Monte de las Cruces, mientras en todo el reino se
iniciaban levantamientos y proclamas a favor de la independencia.
Reunido el ejército realista cerca de la capital, y derrotados los insurgentes en la batalla de Aculco, Hidalgo
se dirigió a Guadalajara y Allende a Guanajuato, con el propósito de mantener la resistencia y ampliar la
influencia del movimiento independentista. Hidalgo llegó a Guadalajara el 26 de noviembre donde se le
unieron los demás líderes del movimiento, y ahí publicó el Bando por el que declaraba, entre otras medidas,
abolida la esclavitud y el impuesto que pagaban las castas e indios. Además, en esta ciudad inició la
impresión del periódico de los insurgentes, El Despertador Americano, editado por Francisco Severo
Maldonado y José Ángel de la Sierra.
El Bando de abolición de la esclavitud, de 6 de diciembre de 1810, contiene los principios fundamentales del
movimiento de independencia y las bases de lo que en lo sucesivo sería una de las mayores reivindicaciones
del pueblo mexicano ya como nación independiente: la libertad, la igualdad frente a la ley y la justicia
equitativa y al alcance de todos.
Este documento consta de un preámbulo donde se justifica la necesidad de las medidas que contiene, como
“remedio urgente” para extinguir “tantas gabelas con que (la Nación Americana) no podía adelantar su
fortuna”, 3 artículos, uno sobre la abolición de la esclavitud, otro para el cese de ciertos tributos y
exacciones, y el último para el uso de papel común en las controversias judiciales, firmado por Miguel
Hidalgo como Generalísimo de América.
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Rusia e Inglaterra. El pueblo español se levantó contra los ocupantes franceses y su resistencia se manifestó
en dos aspectos principales: una guerra de guerrillas larga y cruenta y la bandera de la legitimidad del
depuesto Fernando VII, lo que permitió más adelante tanto la unidad política del movimiento mediante un
sistema de juntas patrióticas, como la unidad jurídica en una Constitución. España, al mismo tiempo,
enfrentaba una severa crisis económica, política y social generada por la decadencia del comercio, la
industria y la agricultura por la guerra contra los invasores, la disminución o interrupción de los envíos de
recursos, manufacturas y materias primas de ultramar y la insurrección armada en sus posesiones
americanas. La reorganización del Estado se hizo necesaria en todos los aspectos, incluida la revisión de la
monarquía y sus bases como forma de gobierno fundado en el derecho divino y la voluntad absoluta del
monarca.
Así, la organización de la resistencia en juntas locales y provinciales, incluidas aquellas creadas en los
dominios americanos para enfrentar la falta del rey legítimo y asegurar la continuidad del gobierno en su
ausencia, se orientó hacia una redefinición constitucional de la monarquía española, al crearse una junta
central, el 25 de septiembre de 1808 llamada Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, que convocó
el 22 de enero de 1809 a integrar Las Cortes que redactarían la Constitución.
La Junta Suprema cedió sus atribuciones soberanas a un Consejo de Regencia que finalmente reunió a Las
Cortes en Cádiz el 24 de septiembre de 1810, integradas por 308 diputados electos por los diversos reinos y
provincias españoles. La Constitución Política de la Monarquía Española fue emitida el 19 de marzo de 1812.
En la Nueva España, el virrey Francisco Xavier Venegas de Saavedra juró la Constitución el 30 de septiembre
de ese año.
Después de seis años de reinado absoluto, el levantamiento del Teniente Coronel Rafael del Riego con las
tropas que debían embarcarse para América en Sevilla el 1o. de enero de 1820, consiguió que Fernando VII
aceptara nuevamente la Constitución de Cádiz y la jurara el 9 de marzo de ese año. En la Nueva España las
autoridades virreinales la juraron a su vez el 31 de mayo del mismo año.
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responsabilidad de las funciones públicas y el principio de legalidad como requisito de validez para todo
acto de gobierno.
La gran aportación de la Constitución de Cádiz es que arraigó en la conciencia jurídica mexicana el principio
de la soberanía popular, al radicar el poder supremo del Estado en el pueblo y consagrar que “La soberanía
reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo, pertenece a ésta exclusivamente el derecho de
establecer sus leyes fundamentales”. De igual manera, se afirmó que el gobierno no es un fin en sí mismo,
sino el medio que tiene el Estado para realizar el bien común: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la
Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la
componen”, aspectos permanentes en nuestra propia visión como país independiente. La Constitución
Política de la Monarquía Española se divide en diez títulos, integrados por 384 artículos.
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A fines de 1810 José María Morelos y Pavón encabezaba el movimiento insurgente en los territorios del sur
de la Nueva España como lugarteniente de Miguel Hidalgo, región en la que consolidó la insurrección con el
apoyo político y militar de distinguidos patriotas como Hermenegildo y Pablo Galeana, Leonardo y Nicolás
Bravo, Mariano Matamoros y Guridi, Vicente Guerrero Saldaña, Andrés Quintana Roo e Ignacio López
Rayón. Morelos realizó una brillante campaña en la costa y en las montañas del sur enfrentando con éxito a
las fuerzas realistas entre 1811 y 1815, y hasta en las cercanías del Valle de México donde en 1812 resistió
en la ciudad de Cuautla el sitio de más de dos meses del general español Félix María Calleja, además de
impulsar una intensa labor administrativa y de organización del movimiento independentista en la región.
Por su parte, el 19 de agosto de 1811 se había constituido en Zitácuaro, por iniciativa del licenciado Ignacio
López Rayón, una Suprema Junta Nacional Americana para concentrar y organizar el esfuerzo de la lucha
insurgente de la cual se derivó el 14 de septiembre de 1813 el primer Congreso (Congreso de Chilpancingo)
que se integró para legislar y organizar un gobierno independiente, y que en sesión del día 15 nombró a
Morelos Primer Jefe del ejército y depositario del Poder Ejecutivo, pero éste sólo se reconoció como “Siervo
de la Nación”. Fue en el acto de constitución del Congreso, celebrado en la población de Técpan, cuando
Morelos dio a conocer su ideario político a los diputados en el documento llamado “Sentimientos de la
Nación” leído por su secretario Juan Nepomuceno Rosains. Posteriormente, el Congreso, también conocido
como “Congreso de Anáhuac”, decidió trasladarse a la ciudad de Valladolid (Morelia), con el fin de extender
su influencia en la parte central del país. En Apatzingán emitió el Decreto Constitucional para la Libertad de
la América Mejicana el 22 de octubre de 1814, primera Constitución mexicana, así como un Acta de
Independencia el día 24. Asimismo, se integró el Supremo Tribunal de Justicia con fundamento en dicha
Constitución.
Sin embargo, hostilizado constantemente durante la marcha del Congreso por el ejército realista, Morelos
fue capturado en Tesmalaca el 5 de noviembre de 1815 y posteriormente fusilado en San Cristóbal Ecatepec
el 22 de diciembre de ese año. En los “Sentimientos de la Nación” se integran las ideas políticas, económicas
y sociales básicas para la organización y fines de un país independiente, así como los mecanismos
fundamentales de su estructura gubernativa y los principios libertarios, de igualdad, legalidad y justicia
equitativa que habrían de orientarlo. Este documento, trascendental exposición del pensamiento insurgente
y republicano suscrito el 14 de septiembre de 1813, consta de 23 artículos (si bien en el ejemplar original
firmado por Morelos el artículo 6º está tachado, pero es posible conocer su contenido, así como de los
fragmentos testados en otros artículos en la versión contenida en el cuaderno “Constitución, actas y otros
documentos de la Junta Revolucionaria de Chilpancingo en la Nueva España, hallados entre los papeles
sorprendidos al cabecilla Morelos en la acción de Tlacotepec”, conservado en el Archivo General de la
Nación) que están referidos a la independencia, la religión, la soberanía popular y la división de poderes,
vocales provinciales, empleos reservados a americanos, igualdad ante la ley y generalidad de ésta,
proscripción de la esclavitud y supresión de las castas, libre comercio con otras naciones, respeto a la
propiedad, eliminación de la tortura y de reorganización tributaria, dedicación del 12 de diciembre a María
Santísima de Guadalupe y solemnización del 16 de septiembre como el aniversario del inicio de la gesta
independentista por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende.
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El Supremo Congreso Nacional de América, conocido como Congreso de Anáhuac y que sustituyó a la Junta
de Zitácuaro, instalado el 14 de septiembre de 1813 en Chilpancingo (capital del actual estado de Guerrero),
congregó a los principales ideólogos del movimiento insurgente en torno al liderazgo militar y político de
José María Morelos y Pavón, quien sentó las bases del pensamiento y acción independentista con los
Sentimientos de la Nación. Las circunstancias de la guerra obligaron al Congreso a cambiar su sede a
Apatzingán, en la entonces provincia de Michoacán, donde se preparó el documento que habría de
legitimar los trabajos del Congreso, conforme al Reglamento del Congreso expedido por Morelos el 11 de
septiembre de 1813, para redactar y promulgar la Constitución de la nueva nación que se proponían
establecer, trabajos que se concretaron en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América
Mejicana, el 22 de octubre de 1814. Ese documento legitimador, redactado por Carlos María de
Bustamante, diputado por la provincia de México, fue el Acta Solemne de la declaración de la
independencia de la América septentrional, suscrita el 6 de noviembre de 1813. El Acta consiste en un texto
concentrado en un párrafo que contiene cinco principios supremos para la independencia de lo que
denomina “América septentrional”:
El Acta fue suscrita por Andrés Quintana, vicepresidente del Congreso y diputado por Puebla; Ignacio López
Rayón, diputado por Guadalajara; José Manuel de Herrera, diputado por Tecpan –provincia creada por
Morelos en junio de 1813, en el actual estado de Guerrero-; Carlos María Bustamante, diputado por México;
José Sixto Verduzco, diputado por Michoacán; José María Liceaga, diputado por Guanajuato, y por Cornelio
Ortiz de Zárate, como secretario. Nuevamente, la presión militar del gobierno virreinal llevó al Congreso a
cambiar su sede en septiembre de 1815, en esta ocasión a Tehuacán, Puebla, pero en el trayecto Morelos
fue capturado el 5 de noviembre y posteriormente juzgado y fusilado (22 de diciembre de 1815), con lo que
el movimiento libertario entró en una etapa de repliegue que tuvo en Vicente Guerrero y otros caudillos el
impulso necesario para no desaparecer del todo, hasta que el proyecto de independencia propuesto por el
Plan de Iguala le permitió alcanzar en 1821 su propósito después de once años de cruenta guerra.
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Pueblo (…)”. En 1811 el licenciado Ignacio López Rayón, por entonces jefe del movimiento una vez muertos
Hidalgo y sus jefes militares, integró la Junta Suprema Nacional Americana en Zitácuaro, a la que siguió,
también por las circunstancias de la guerra, el Supremo Congreso Nacional de América (o de Anáhuac) el 14
de septiembre de 1813 en Chilpancingo, bajo el mando de José María Morelos y Pavón. Este Congreso
suscribió el 6 de noviembre de ese año un Acta de Declaración de la Independencia de la América
Septentrional y el 22 de octubre del año siguiente, ya instalada en Apatzingán, promulgó la primera
Constitución propiamente dicha, emitida en la entonces Nueva España, el Decreto Constitucional para la
Libertad de la America Mejicana, también conocida como Constitución de Apatzingán. Mucho se ha
discutido sobre la vigencia real o no del Decreto Constitucional de 1814 y si puede considerarse una
Constitución y no sólo una expresión de los anhelos político estatales de los insurgentes. Para ello se podría
decir, desde un punto de vista estrictamente formal, que su aplicación no se observó en todo el territorio de
la Nueva España ni fue jurada en los términos prescritos por ella, de tal forma que todas las autoridades
pudieran considerarse “constitucionales”. Lo cierto es que en los territorios dominados por los insurgentes,
particularmente por el Generalísimo Morelos, la Constitución de Apatzingán se aplicó al ajustar el liderazgo
insurgente a la misma su conducta, tanto formal al integrarse el Poder Ejecutivo (Supremo Gobierno) y
establecerse el Tribunal Supremo de Justicia en los términos por ella fijados, y el Supremo Congreso laboró,
si bien itinerante, hasta la decadencia del movimiento después del fusilamiento de Morelos el 22 de
diciembre de 1815, como respetando su espíritu como norma suprema, incluso en los avatares de la guerra.
El mismo Morelos no se desentendió del carácter soberano del Congreso y cayó prisionero escoltándolo. En
todo caso, en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mejicana se encuentran ya principios
identificables como permanentes y característicos del constitucionalismo en nuestro país, tales como la
independencia, las libertades y derechos individuales, el gobierno republicano (excepto el Reglamento
Provisional Político del Imperio Mexicano de 1823 y el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano de 1865),
y la soberanía (popular o nacional), presentes aun variando el tipo de Estado, federal o unitario y viceversa y
la orientación político económica prevaleciente en el momento histórico correspondiente. La Constitución
de Apatzingán consta de dos apartados y 242 artículos.
• Independencia de España,
• Invitación a Fernando VII u otros miembros de la familia real española a ocupar el trono,
• Instalación de una Junta Provisional Gubernativa, responsable del Poder Legislativo mientras se instalan
las Cortes de México,
• La posibilidad de que una persona distinta a las señaladas sea designada por las Cortes como emperador,
y • Continuidad administrativa, jurisdiccional y legal en lo que no se oponga a lo anterior.
El 27 de septiembre entró triunfalmente a la capital el Ejército Trigarante encabezado por Iturbide, una vez
que se retiraron las fuerzas de Novella. Al día siguiente, 28 de septiembre, se instalaron la Junta Provisional
Gubernativa integrada por 38 personajes de la política, el clero, el comercio y las leyes; y la Regencia, con
cinco miembros, encargada del Poder Ejecutivo y hacer la convocatoria para las Cortes. Ese mismo día, 28
de septiembre de 1821, la Junta emitió el Acta de Independencia del Imperio Mexicano.
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Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, de 23 de febrero de 1823
El Primer Imperio Mexicano, que inició formalmente con el Acta de Independencia en 1821 y concluyó con
la caída del emperador Agustín I en marzo de 1823 (coronado el 21 de julio de 1822), contó como tal con un
documento normativo supremo hasta febrero de 1823, el Reglamento Provisional Político del Imperio
Mexicano, que abolía, a su vez, a la Constitución Política de la Monarquía Española de 1812 como la
Constitución del Imperio, y convalidaba la modificación de abril de 1822 al Tratado de Córdoba, en cuanto a
la entrega del trono mexicano a un príncipe europeo. El gobierno imperial nunca logró consolidarse debido
al enfrentamiento en el Congreso entre los partidarios de la monarquía moderada, los que favorecían una
absoluta y los que optaban por una República, situación que impidió no sólo la emisión de la Constitución
del Imperio, sino el funcionamiento legislativo normal del Congreso. Ante esto y el propio enfrentamiento
del emperador con el Congreso, Agustín I lo disolvió el 31 octubre de 1822 y estableció, en su lugar, la Junta
Nacional Instituyente. La Junta, integrada por 45 miembros, se instaló en noviembre de ese año, con el
cometido de elaborar una Constitución –conforme a las Bases Constitucionales de 24 de febrero de 1822–
para someterla a un nuevo Congreso. En diciembre emitió el Reglamento Provisional Político del Imperio
Mexicano, aprobándolo el 23 de febrero de 1823. Este documento no se había promulgado al abdicar
Iturbide el 20 de marzo de ese año. Se reinstaló el Congreso el 7 de ese mes y declaró enseguida nula la
coronación de aquel y en consecuencia, el gobierno que preveían el Plan de Iguala y los Tratados de
Córdoba. El 21 de mayo el Congreso acordó que la nación adoptaría como forma de gobierno la Republica
representativa popular federal. Con ello, el país estaba en condiciones de darse una Constitución propia con
absoluta autonomía de los acuerdos políticos que habían sustentado la consumación de la Independencia.
El Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano consta de 100 artículos.
El primer Congreso acordó el 12 de junio de 1823 que la forma de gobierno sería una república
representativa, popular y federal, acuerdo conocido como “voto del Congreso” y que dio lugar, en
noviembre, a la presentación del proyecto del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, aprobada el 31
de enero del siguiente año, 1824, cuyo papel en nuestra historia constitucional es fundamental, por tratarse
del pacto federal en sí, después simplemente reiterado en la Constitución de octubre del mismo año y en las
sucesivas constituciones federales. En ella, expresamente, se señala que los estados de la federación son
“independientes, libres y soberanos en lo que exclusivamente toque á su administración y gobierno
interior…” (art. 6º). Esto también resulta trascendental por cuanto no se trata de entidades que al unirse
han renunciado a su soberanía, sino que la mantienen cediendo únicamente el ejercicio de la misma en
aquellas atribuciones que de común acuerdo atribuyen a la federación, tanto las que señalan como
competencias de los Poderes federales como las prohibiciones que asumen para sí. De igual manera, se
adopta el régimen republicano (ejercicio dividido del poder tanto para el gobierno federal como para el
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propio de los estados) representativa popular (elección popular de representantes en el Poder Legislativo).
Cabe destacar que el documento ya contiene garantías individuales, desde la referencia general a la
protección “por leyes sabias y justas (de) los derechos del hombre y del ciudadano”, hasta otras específicas,
como la manifestación de las ideas, el debido proceso legal, la irretroactividad de la ley, la libertad de
imprenta y otras como “la ilustración y prosperidad general” (de la nación). El Acta se compone por treinta y
seis artículos divididos en nueve partes. Contenido del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana:
•División de Poderes
•Poder Legislativo
•Poder Ejecutivo
•Poder Judicial
•Poder Legislativo
•Poder Ejecutivo
•Poder Judicial
•Prevenciones generales
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consolidación de las prácticas constitucionales, dejando pasar tres periodos legislativos y un periodo
presidencial completos a partir del inicio de la vigencia de la Constitución, facilitando la identificación de
aspectos susceptibles de consideración, ajustes o una eventual sustitución (en realidad se sucedieron doce
presidentes –tres en triunvirato– y tres ocasiones el general Antonio López de Santa Anna, sin respetarse en
su caso el tiempo exigido para la reelección).
La Constitución Federal de los Estados-unidos Mexicanos de 1824 está integrada por 171 artículos divididos
en siete Títulos: 1º. De la nación mexicana, su territorio y religión; 2º. De la forma de gobierno de la nación,
de sus partes integrantes y división de su poder Supremo; 3º. Del poder legislativo; 4º. Del supremo poder
ejecutivo de la federación; 5º. Del poder judicial de la federación; 6º. De los estados de la federación, y 7º.
De la observancia, interpretación y reforma de la constitución y acta constitutiva. Estuvo en vigor hasta su
abrogación por las Bases Constitucionales de 1835.
Las Bases Orgánicas estuvieron en vigor formal hasta la expedición del Acta Constitutiva y de
Reformas de 1847, pero en los hechos las continuas asonadas y la ingobernabilidad general
hicieron imposible su observancia, además de que el propio general Santa Anna, que dominó el
periodo con su sexta y séptima presidencias, no contribuía con un caudillaje indefinido
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políticamente a mejorar las condiciones del país y el consenso mínimo para el funcionamiento
de las instituciones. Para finales de 1844, el general López de Santa Anna fue derrocado por una
enésima rebelión y exiliado en mayo de 1845; el Congreso nombró el 1o. de agosto de ese año
al general José Joaquín de Herrera Presidente constitucional, quien debió iniciar la resistencia
frente a la invasión norteamericana en 1846.
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conservador a endurecer la reacción contra las reformas de 1833 y 1834 que habían afectado los intereses
militares y eclesiásticos y que originaron conflictos armados en 1833 y 1835, así como a continuos
pronunciamientos y sucesión de titulares del Poder Ejecutivo. En este contexto, el 4 de agosto de 1846 el
general José Mariano Salas se levanta contra el presidente centralista Nicolás Bravo, con el Plan de la
Ciudadela, para restablecer el gobierno federalista y la Constitución de 1824, en plena invasión
norteamericana, que había iniciado oficialmente en mayo de ese año, si bien desde 1836 se había perdido
Texas, que se incorporó a los Estados Unidos de América en 1845. El general Salas convocó a un Congreso
con facultades constituyentes, que en diciembre comenzó a sesionar contando entre sus miembros, como
diputado por Oaxaca, al Lic. Benito Juárez García, y a los distinguidos juristas Manuel Crescencio García
Rejón y Mariano Otero Mestas. Por ley de 10 de febrero de 1847, el Congreso aprobó restablecer la
Constitución Federal de 1824, contra el parecer de Otero, quien propuso a su vez añadirle un Acta de
Reformas en su famoso voto particular. En lo político y militar, Salas había entregado el poder al general
López de Santa Anna, conforme al Plan de la Ciudadela, y éste, a su vez, lo dejó a Valentín Gómez Farías,
quien era el Vicepresidente. Santa Anna se reintegró con motivo del levantamiento de los “Polkos” en la
capital y posteriormente quedó como presidente interino el general Pedro María Anaya Álvarez. Mientras
tanto, en el Congreso se aprobó la propuesta de Otero el 18 de mayo de ese año, como Acta Constitutiva y
de Reformas, jurada el día 21, ya con el general López de Santa Anna como presidente de la República,
cargo que desempeñaba por décima ocasión, en sustitución del general Anaya Álvarez. Con el fin de
impulsar el gobierno federal y darle viabilidad a la restablecida Constitución de 1824, se emitieron leyes
sobre elecciones de los Poderes Legislativo y Ejecutivo (3 de junio de 1847), de los Supremos Poderes y de
los Ayuntamientos (19 de mayo de 1849), y unas Bases para la elección del Presidente de la República y los
senadores, el 13 de abril de 1850. El Acta Constitutiva y de Reformas, documento de primera importancia
en nuestra historia jurídica por contener por primera vez con carácter constitucional las bases del Amparo,
junto con el Acta Constitutiva de la Federación y la propia Constitución Federal de 1824 integraron en
conjunto la Constitución Política de la República, con un carácter más formal que real durante la dictadura
santanista (1853-55), hasta la emisión de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de
febrero de 1857. El Acta Constitutiva y de Reformas está integrada por dos partes, la primera corresponde al
decreto del Soberano Congreso Extraordinario Constituyente por el que restablece la federación y el
carácter independiente y soberano de los estados que la componen (“Acta Constitutiva”) y la segunda al
Acta de Reformas, con 30 artículos.
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4 de octubre quien, conforme al Plan de Ayutla, convocó a elecciones para el Congreso Constituyente el 17
de octubre de 1855.
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Constitución, denominada Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos fue aprobado y jurado por
el Congreso constituyente y por el Presidente sustituto el general Ignacio Comonfort, el 5 de febrero de
1857, y publicada por Bando Solemne el 11 de marzo del mismo año. Por disposición de su artículo
transitorio, comenzaría su vigencia a partir del 16 de septiembre del mismo año con excepción de “las
disposiciones relativas a las elecciones de los supremos poderes federales y de los estados”, con el fin de
posibilitar el establecimiento de la primera Legislatura constitucional. La Constitución Federal de los Estados
Unidos Mexicanos contiene 128 artículos divididos en ocho Títulos con el siguiente contenido:
La polémica que generó esta Constitución federal y liberal desembocó en la Guerra de Reforma
–por las “Leyes de Reforma”, que reforzaban el carácter laico del Estado de Tres Años (1858-
1860) entre liberales y conservadores, quienes la habían desconocido desde su aprobación –
inclusive el propio Presidente Comonfort, ya electo constitucionalmente, lo hizo al secundar el
levantamiento del general conservador Félix María Zuloaga Trillo y adherirse al Plan de
Tacubaya de 17 de diciembre de 1857, por el que se pedía la abrogación de la Constitución-.
Como consecuencia de la renuncia de Comonfort y por disposición de la propia Constitución,
asumió la presidencia de la República Benito Juárez quien era entonces el Presidente de la
Suprema Corte de Justicia. Concluida la guerra civil con el triunfo liberal y una vez derrotado el
gobierno imperial de Maximiliano I (1864-1867) instaurado por el partido conservador con el
apoyo de monárquicos mexicanos y el ejército francés, que había invadido el país con el
pretexto de la suspensión del pago de un adeudo por parte del gobierno del Presidente Juárez,
y restaurada la República, reinició su vigencia general la Constitución de 1857 hasta la emisión
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917,
actualmente en vigor. Durante su vigencia esta Constitución tuvo tres reformas particularmente
relevantes: la incorporación de las Leyes de Reforma (25 de septiembre de 1873), la
restauración del Senado (13 de noviembre de 1874) y la no reelección del Presidente,
Vicepresidente y Presidente interino y sus equivalentes en los estados (28 de noviembre de
1911).
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los gobiernos de España, Francia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Juárez debió abrogar la ley en
cuestión (23 de noviembre), pero no fue suficiente para evitar la permanencia en territorio nacional de
fuerzas militares de esos tres países. Entabladas las negociaciones, España y el Reino Unido retiraron sus
tropas, no así Francia que desconoció los acuerdos ya alcanzados el 19 de febrero de 1862 –Tratados de La
Soledad– e invadió el país, con el apoyo de elementos conservadores, monárquicos y eclesiásticos, que ya
venían operando ante la corte francesa de Napoleón III para conseguir su respaldo a un proyecto
monárquico en México. Ocupada la Ciudad de México en 1863 y con el ejército republicano replegándose al
interior del país –el Presidente Juárez debió alcanzar inclusive la frontera con Estados Unidos–, los franceses
auspiciaron una Junta Provisional que nombró al triunvirato que actuaría como regencia mientras una Junta
de Notables resolvía en una Asamblea a quién de entre la realeza europea ofrecer el trono de México. La
elección recayó en el Archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien aceptó siempre que
se constatara la voluntad de los mexicanos para su entronización. Los ocupantes franceses y sus partidarios
nacionales organizaron las adhesiones “espontáneas” respectivas y, después de renunciar a sus derechos al
trono del Imperio austriaco, Maximiliano llegó a México el 29 de mayo de 1864 y se convirtió en el
emperador Maximiliano I. Pese al respaldo de Napoleón III, garantizado con los Tratados de Miramar de 10
de abril de 1864, y de parte de la sociedad mexicana (especialmente los sectores más radicales del
conservadurismo), Maximiliano I no logró reforzar su gobierno ni disminuir la resistencia armada de los
republicanos. Al retirar Napoleón sus tropas tanto por una inminente confrontación con Prusia, como por la
posible intervención norteamericana en el conflicto, Maximiliano debió sostenerse con sus propios
recursos. Fracasadas las gestiones de su esposa la emperatriz Carlota en Europa y derrotadas las fuerzas
imperiales, Maximiliano I cayó prisionero en Querétaro, donde fue juzgado junto con sus principales jefes
militares y fusilado el 19 de junio de 1867. Durante su reinado, Maximiliano I impulsó políticas liberales y
retomó las Leyes de Reforma, lo que lo enfrentó a sus patrocinadores pero sin granjearle la simpatía de los
republicanos, alineados bajo el resuelto liderazgo del Presidente Juárez. Entre las medidas que adoptó el
Imperio para consolidarse jurídicamente está la emisión del Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, de
10 de abril de 1865, documento que debía preceder a una Constitución definitiva y contenía la estructura
político-administrativa del Imperio así como sus principios en materia económica y las garantías individuales
que el emperador se comprometía a respetar. El Estatuto Provisional no sobrevivió a Maximiliano I, pero
sirvió de base teórica para la incipiente administración que comenzó a crear y mantuvo, si bien
nominalmente toda vez que careció por completo de una observancia nacional, los principios libertarios y el
Estado laico que sintetizan las luchas del pueblo mexicano por consolidar una identidad propia durante el
Siglo XIX, en lo que coincidía con la Constitución Federal republicana de 1857, cuya vigencia quedó
restaurada plenamente a la caída del segundo Imperio mexicano en 1867. El documento se compone por 81
artículos divididos en dieciocho Títulos.
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El Plan de San Luis, suscrito por Francisco Ignacio Madero González en San Antonio, Texas, el 5 de octubre
de 1910, es el programa de acción política y militar que Madero, decidido demócrata, propuso a sus
seguidores para oponerse, por la fuerza, a la séptima reelección del general Porfirio Díaz, en el poder desde
1876. Dos años antes, el 3 de marzo de 1908, el propio Díaz afirmó al periodista canadiense James
Creelman, en una conocida entrevista para la publicación norteamericana "The Pearson's Magazine", la
madurez política del pueblo mexicano, su desinterés por reelegirse y su autorización para la formación de
partidos políticos. Sin embargo, se postuló nuevamente movilizando al aparato gubernamental para
asegurar su triunfo en las futuras elecciones de 1910. Ese mismo año Madero publicó el libro “La sucesión
presidencial en 1910”, donde expone los aspectos negativos de la permanencia del general Díaz y la
conveniencia de un proceso electoral verdaderamente democrático y plural, donde se respetará la voluntad
popular sin la intervención del gobierno. Como respuesta a la doblez del general Díaz, elementos opositores
a su régimen intensificaron la creación de partidos políticos y clubes antireeleccionistas en todo el país.
Madero participó en la fundación del Partido Nacional Antirreeleccionista el 22 de mayo de 1909,
emprendiendo después una intensa gira electoral que abarcó 22 estados de la república. No obstante, el
impacto de su campaña y el desprestigio del régimen, el general Díaz se reeligió al triunfar en las elecciones
del 10 de julio de 1910, con Ramón Corral Verdugo como vicepresidente, para el periodo 1911–1916.
Madero decidió movilizarse nuevamente, pero fue capturado y encarcelado en San Luis Potosí, de donde
consiguió fugarse a los Estados Unidos, y ahí lanzó su Manifiesto a la Nación conocido como Plan de San
Luis. El Plan consiste en un llamado al pueblo para levantarse frente a la que denomina usurpación el
domingo 20 de noviembre a las 6 de la tarde e impedir así que el nuevo gobierno asuma el poder o “por lo
menos se encuentre con la mayor parte de la Nación protestando con las armas en la mano”.
Para ello declara nulas las elecciones, desconoce al general Díaz y a las autoridades que deben dimanar del
voto, declara nulas las disposiciones del régimen ajenas a los principios del Plan, así como los compromisos
con gobiernos y corporaciones extranjeros, declara como “ley suprema de la República” el principio de No
Reelección, la constitución de un Presidente provisional que a su vez designará gobernadores provisionales,
la libertad de los presos políticos y la observancia de las leyes de la guerra. Dos días antes de la fecha fijada,
los hermanos Aquiles, Máximo y Carmen Serdán Alatriste iniciaron el levantamiento en la ciudad de Puebla,
y conforme al Plan de San Luis, el día 20 de noviembre de 1910 la insurrección se generalizó. Así iniciaba la
Revolución Mexicana.
En septiembre 1909 el pueblo de Anenecuilco eligió a Emiliano Zapata Salazar como presidente de su junta
de defensa de la tierra, lo que permitió al futuro caudillo convencerse de la legitimidad de los derechos de
los pueblos y de la necesidad de defender incluso por la fuerza, esos derechos frente a los poderosos del
estado. Así, en mayo de 1910 recuperó tierras usurpadas por la Hacienda de El Hospital. Iniciada la
revolución maderista en noviembre de ese año, el movimiento pronto se extendió por todo el estado de
Morelos, ya con Zapata como líder supremo.
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El gobierno interino de Francisco León de la Barra (25 de mayo a 6 de noviembre de 1911) continuó
combatiendo a los zapatistas pese a la intervención del propio Francisco I. Madero para llegar a un acuerdo
que posibilitase la pacificación de la zona y la reforma agraria por la que luchaba Zapata.
Ya con Madero en la presidencia (noviembre de 1911 a febrero de 1913) el ejército federal mantuvo una
brutal campaña represiva, sin conseguir derrotar a Zapata. Éste, por su parte, lanzó el Plan de Ayala el 28 de
noviembre de 1911, en el que se desconoce como presidente y jefe de la Revolución a Madero, a quien se
considera traidor al movimiento que él mismo encabezó, designa a Pascual Orozco Vázquez como nuevo
jefe, se pronuncia por el Plan de San Luis y una reforma agraria que lleve justicia a los desposeídos del
campo mexicano. También se prevé, con el triunfo, la integración de una junta de los principales jefes
revolucionarios para nombrar un Presidente interino que convocaría a elecciones para un nuevo Congreso
de la Unión, encargado, a su vez, de organizar a los demás poderes federales.
Un entendimiento apenas fue posible con la designación del general Felipe Ángeles Ramírez como
comandante en la región y una política más tolerante y de acercamiento a la postura zapatista. Sin
embargo, el asesinato de Madero por el golpe de Estado del general Victoriano Huerta el 22 de febrero de
1913, reinició la resistencia a la usurpación y la exigencia de un reparto agrario integral e inmediato. El Plan
de Ayala se reformó el 30 de mayo de 1913 para rechazar a Huerta y desconocer a Orozco como jefe
supremo, por haber secundado a aquel. Ya como único jefe, Zapata combatió incansablemente contra las
fuerzas federales y derrocado Huerta, se unió al movimiento de la Convención de Aguascalientes (26 de
octubre de 1914).
Vencido el ejército convencionista en 1915, Zapata debió enfrentar el acoso de los carrancistas, quienes
desarrollaron otra campaña encabezada por el general Pablo González Garza, quien organizó el asesinato
del caudillo campesino por medio de la traición del coronel carrancista Jesús Guajardo Martínez, el 10 de
abril de 1919, en la Hacienda de Chinameca, Morelos.
Los principios de justicia agraria del Plan de Ayala y del movimiento zapatista fueron retomados por el
constituyente de 1916-1917, que incorporó las bases del Derecho Agrario mexicano en el artículo 27 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, uno de los preceptos que hicieron del nuestro el
primer constitucionalismo social del mundo contemporáneo.
El 26 de marzo de 1913, en Piedras Negras, Coahuila, el gobernador maderista Venustiano Carranza Garza y
un grupo de partidarios suscribieron en la Hacienda de Guadalupe un Manifiesto a la Nación conocido como
Plan de Guadalupe, por el que se desconoce a Huerta y a los poderes federales, así como a los poderes
locales que reconozcan a aquellos treinta días después de publicado el Plan, se organiza un ejército que se
denominará “constitucionalista”, se designa a Carranza Primer Jefe y encargado del Poder Ejecutivo una vez
ocupada la Ciudad de México por dicho ejército. Previamente, en febrero, el Congreso local de Coahuila
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había autorizado a Carranza a rebelarse contra el gobierno de Huerta, lo que le dio la base legal para asumir
la Primera Jefatura y congregar a otros revolucionarios que se adhirieron al Plan.
No obstante el triunfo contra la usurpación de Huerta, los revolucionarios quedaron divididos en bandos
enfrentados por diferencias ideológicas y de opinión acerca del rumbo que debía seguir el país. Así,
importantes líderes populares como Francisco Villa (Doroteo Arango Arámbula) y Emiliano Zapata
rompieron con Carranza y sostuvieron un gobierno paralelo al del Primer Jefe bajo la Convención de
Aguascalientes.
Carranza instaló su gobierno a Veracruz de octubre de 1914 a octubre de 1915, cuando el triunfo del
ejército constitucionalista sobre los convencionistas en agosto de 1915 le permitió regresar a la Ciudad de
México.
El 12 de diciembre de 1914 Carranza adicionó el Plan de Guadalupe para hacerlo subsistente en tanto no
triunfara plenamente la Revolución, continuando Carranza como Primer Jefe y encargado del Poder
Ejecutivo con amplias facultades para legislar y organizar al ejército constitucionalista y convocar a
elecciones de ayuntamientos y posteriormente, para el Congreso de la Unión, el cual, a su vez, convocaría a
la elección de Presidente de la República.
En 1916 se traslada a Querétaro y en abril de ese año regresa definitivamente a la capital del país, donde
inicia una intensa labor legislativa y administrativa para reorganizar el gobierno y sentar las bases de la
institucionalización del movimiento armado.
Conforme la lucha contra la usurpación se fortalecía, las diversas tendencias revolucionarias emitieron una
serie de disposiciones que pretendían establecer en los territorios bajo su control mejores condiciones de
vida para la población y ordenar la autoridad pública.
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Tal es el caso, en este sentido, del decreto por el que Venustiano Carranza, Primer Jefe del ejército
constitucionalista, suprime las tiendas de raya, oprobiosa expresión de la semiesclavitud de los trabajadores
durante el porfiriato, o la Ley Agraria de 24 de mayo de 1915 que retomaba el Plan de Ayala y establecía los
principios de una reforma agraria, expedida por la Soberana Convención Revolucionaria.
Tanto los convencionistas como los constitucionalistas, las dos facciones militar y políticamente más
importantes del periodo 1913-1916 (año en el que el triunfo de la segunda culminó con la promulgación de
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917) establecieron gobiernos locales y
nacionales, que pretendieron administrar de acuerdo a sus respectivos programas y emitieron normatividad
general que en conjunto se conoce como “legislación preconstitucional”, con contenidos e inspiración de
justicia social en los que ya se anunciaba el espíritu de la Constitución de 1917.
Este es el caso ejemplificativo de varias disposiciones expedidas tanto por el gobierno democrático del
Presidente Madero como por el constitucionalista, en las que se abordan materias particularmente
determinantes para el carácter plural y social que adquiría el Estado mexicano con la Revolución, como la no
reelección del titular del Poder Ejecutivo, demanda inicial del movimiento; la necesidad de reordenar las
condiciones de trabajo mediante la regulación laboral por el Estado; la soberanía sobre las riquezas del
subsuelo; la urgente cuestión agraria y las libertades municipales para un efectivo federalismo: el Decreto
que reforma los artículos 78 y 109 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, llamado “Ley
de la No Reelección”, publicado el 28 de noviembre de 1911 en el Diario Oficial; el Decreto por el que se
reforma el artículo 109 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, publicado el 26 de
diciembre de 1914 en El Constitucionalista (periódico oficial de la federación), conocido como “Ley del
Municipio Libre”; la Ley sobre el Petróleo y la Ley Agraria, publicadas el 9 de enero de 1915, y el Decreto por
el que se adiciona la fracción x del artículo 72 de la Constitución Federal (sobre trabajo), de 29 de enero de
1915.
Ya en el Plan de San Luis (5 de octubre de 1910), Madero consideraba que la permanencia del general Díaz
por 30 años en la presidencia había sometido al país y a los poderes públicos a una sola voluntad, que en los
hechos no era sino una tiranía “onerosa, déspota e inmoral” en la que la división de poderes, la soberanía
de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos de los ciudadanos se reducían a simple letra
escrita en la Carta Magna. Bajo la consigna de sufragio efectivo, no reelección, el reclamo de Madero
concentró tanto el rechazo a una dictadura bajo formas legales, como la convicción en una auténtica
democracia política que, con la premisa del libre y equilibrado juego electoral, condujera al país a la
democratización de otros aspectos: económico, social y cultural.
Por su parte, en el considerando de la “Ley del Municipio Libre” se expone que “que la autonomía de los
municipios moralizará la administración y hará más efectiva la vigilancia de sus intereses (…) y su
florecimiento intelectual –obtenido por la libertad de los ayuntamientos- constituirá el verdadero adelanto
general del país”. Esta fue la respuesta de la Revolución al centralismo de hecho que, junto a la nociva
práctica de la designación de jefes políticos, anuló la figura del municipio en el antiguo régimen.
En la Ley Agraria se afirma, sintetizando la visión que las distintas facciones en pugna compartían en el tema
agrario, que “… una de las causas más generales del malestar y descontento de las poblaciones agrícolas de
este país, ha sido el despojo de los terrenos de propiedad comunal o de repartimiento que les habían sido
concedidos por el gobierno colonial como medios de asegurar la existencia de la clase indígena (y que)
proporcionando el modo de que los numerosos pueblos recobren los terrenos de que fueron despojados, o
adquieran los que necesiten para su bienestar y desarrollo, no se trata de revivir las antiguas comunidades,
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ni de crear otras semejantes, sino solamente de dar esa tierra a la población rural miserable que hoy carece
de ella, para que pueda desarrollar plenamente su derecho a la vida y librarse de las servidumbre
económica, a que está reducida”.
El constitucionalismo establecía así la justificación histórica para una reforma del campo que haría realidad
el más fundamental de los derechos de los campesinos: la tenencia de la tierra.
La Ley sobre el Petróleo establece un régimen provisional que pretende controlar la actividad exploratoria y
extractiva de los hidrocarburos en tanto se emite una legislación apropiada que determine con precisión los
derechos de particulares en este rubro y la potestad que al respecto asuma la nación, habida cuenta de la
riqueza que tales recursos significan para el país y por lo tanto su carácter estratégico. En el primer
considerando del decreto respectivo se señala que “se hace necesario revisar, de una manera completa y
radical la legislación petrolífera del país, reglamentando cuidadosamente todo lo relativo a la exploración y
explotación de depósitos de petróleo y carburos gaseosos de hidrógeno existentes en la república, con el fin
de evitar que la industria petrolífera continúe, como hasta ahora, haciéndose exclusivamente en beneficio
de las empresas petrolíferas con grandes perjuicios para la agricultura y para la vías fluviales del país, sin
que de estas explotaciones, ni la nación, ni el gobierno hayan obtenido los justos provechos que deben
corresponderles.”
Suscrita por el Primer Jefe de la Revolución constitucionalista, Venustiano Carranza, la llamada “Ley sobre el
Contrato de Trabajo” retoma, con la adición a la fracción X del artículo 72 de la Constitución de 1857, una
exigencia de la clase trabajadora, definida a medida que los efectos del liberalismo puro se resintieron en
una profunda desigualdad social respaldada por el carácter exclusivamente individualista del orden jurídico:
la regulación de las condiciones laborales por parte del Estado.
Como antecedente, el Programa del Partido Liberal Mexicano (1° de julio de 1906) había expresado la
situación que enfrentaban los trabajadores bajo el gobierno de Díaz:
“…el capital impone sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosas para el obrero, y
éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque la miseria lo hace trabajar á cualquier precio ó porque, si
se rebela contra el abuso del rico, las bayonetas de la Dictadura se encargan de someterlo.” Por ello,
reclama un eficaz correctivo que tienda a nivelar a los factores de la producción con garantías equivalentes,
y “á mejorar la situación económica de la clase más numerosa del país, (lo que) encierra la base de una
verdadera prosperidad nacional. Es axiomático que los pueblos no son prósperos sino cuando la generalidad
de los ciudadanos disfrutan de particular y siquiera relativa prosperidad”.
Esta situación alcanzó tales extremos que incluso elementos cercanos al poder o favorecidos del mismo no
pudieron dejar de percatarse de una potencial explosividad social, así como resintieron también el cierre de
espacios políticos de expresión y de posible canalización y solución de demandas de mayor alcance. Todo
ello sin negar la obra modernizadora y jurídica del gobierno, así como en materia de comunicaciones y
apertura al exterior, particularmente industrial y de recepción de capitales.
De esta forma, a principios del Siglo XX, se presentan ya, junto con las manifestaciones de descontento
campesinas y proletarias, demandas políticas y sociales de grupos urbanos y profesionistas agrupados en
círculos y partidos políticos que culminarán con el llamamiento a la insurrección abierta en el Plan de San
Luis suscrito por Francisco I. Madero el 5 de octubre 1910, año de la séptima reelección del general Díaz.
La capacidad de Madero para conjuntar las diversas reivindicaciones que se integraron a su movimiento y
los primeros combates serios con el ejército federal, decidieron al general Díaz a renunciar a la presidencia y
exiliarse en Francia, mientras se designaba un Presidente provisional y se convocaba a elecciones, en las que
triunfó el propio Madero el 15 de octubre de 1911.
Pronto, sin embargo, surgieron las desavenencias entre el Presidente y los antiguos grupos porfiristas que
intentaron un alzamiento en la capital, y algunos revolucionarios insatisfechos con la lentitud de las
reformas esperadas o su franco abandono por parte del nuevo gobierno, como el orozquismo en el Norte y
los zapatistas en el Sur.
Mientras el ejército federal combatía a los rebeldes, nuevamente se alzaron los militares porfiristas durante
la llamada “Decena Trágica” en la Ciudad de México (9- 19 de febrero de 1913). Éstos y algunos oficiales del
gobierno encabezados por el general Victoriano Huerta entraron en tratos (Pacto de la Ciudadela o de la
Embajada, por el involucramiento del embajador norteamericano, Henry Lane Wilson) y mediante un golpe
de Estado obligaron a Madero y al Vicepresidente, José María Pino Suárez, a renunciar a sus cargos el 19 de
febrero, habiendo sido asesinados posteriormente (22 de febrero).
Cubiertas las formas legales, el general Huerta asumió la presidencia de la República el mismo día. Sin
embargo, la reacción a la usurpación no se hizo esperar y casi enseguida ésta debió enfrentar la insurrección
generalizada en prácticamente todas las regiones del país.
Destacaron en la lucha hábiles y carismáticos revolucionarios, como Francisco Villa, Venustiano Carranza y
Álvaro Obregón Salido en el Norte, y Emiliano Zapata en el Sur. Huerta respondió con la militarización de la
sociedad y los asesinatos selectivos de sus opositores. Disolvió la XXVI Legislatura del Congreso y convocó a
nuevas elecciones parlamentarias el 10 de octubre de 1913.
El movimiento revolucionario mantenía cierta unidad mientras se luchaba contra Huerta, pero una vez
derrocado éste y disuelto el ejército federal –Tratados de Teoloyucan, de 13 de agosto de 1914– dio
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comienzo la lucha entre las diversas facciones que terminaron por agruparse en dos grandes grupos rivales,
además de innumerables tendencias y partidas –incluso contrarrevolucionarias- que continuaron
manifestándose mucho tiempo: por un lado el convencionista, establecido por la Convención de
Aguascalientes de septiembre-octubre de 1914, con Villa y Zapata como sus integrantes más destacados,
con la bandera de las reivindicaciones agraristas principalmente.
Por otro lado, el constitucionalista, dirigido por Venustiano Carranza y delineado en el Plan de Guadalupe,
pretendía el restablecimiento pleno de la Constitución de 1857 con las adecuaciones necesarias conforme a
los intereses y aspiraciones que se habían generado desde el levantamiento maderista.
Vencido Villa y aislado Zapata, Carranza convocó a un Congreso Constituyente el 19 de septiembre de 1916
que debía llevar adelante tales reformas. El Congreso se instaló en diciembre de ese año en Querétaro y
sesionó del 1º de diciembre de 1916 al 5 de febrero de 1917.
El resultado fue un texto nuevo, profundamente reivindicatorio de los sacrificios de los precursores liberales
y de los combatientes revolucionarios, orientado hacia la justicia social como una obligación y una
característica de la nueva sociedad que se estaba fundando.
Nacía así el Estado social de derecho en México junto con la primera Constitución de su tipo en el Mundo.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que reforma la de 5 de febrero de 1857, como se
denomina oficialmente, se promulgó el 5 de febrero de 1917, se publicó el mismo día (con una Fe de Erratas
publicada el 6 de febrero de 1917) y entró en vigor el 1º de mayo ese año.
Consta desde su versión original de 136 artículos divididos en nueve Títulos y diecinueve artículos
transitorios.
Es la Constitución General de la República vigente en México y entre 1921 y octubre de 2009, ha sido
reformada en 487 ocasiones en su articulado y 9 veces en sus artículos transitorios, lo que refleja la plena
convicción de la sociedad mexicana en mantenerla como su norma jurídica fundamental y suprema rectora
de nuestra vida nacional. Fuente de legitimidad de las instituciones y de las leyes que emanan de ella.
El dinamismo del orden jurídico nacional fundado en la Constitución de 1917 nos arraiga como una sociedad
plural e incluyente, con sólidas perspectivas de consolidación democrática frente a los retos que nos plantea
el Siglo XXI y sus entornos nacionales e internacionales.
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