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Lectura breve TEMA 3.

LOS UNIVERSALES CULTURALES


Los antropólogos han estudiado los aspectos universales, presentes en todas las culturas
y no acaban de ponerse de acuerdo. El mejor camino me parece coleccionar los
problemas universales y sus soluciones. Una crítica de las culturas debe tener una base
inductiva. Hay algunos problemas básicos: buscar comida, comunicarse, defenderse,
buscar pareja, cuidar de las crías, protegerse de las inclemencias del tiempo. Hay otros
permanentes, pero no esenciales para la supervivencia. A partir de cincuenta mil años
antes de nuestra era, aparece un afán estético, que se manifiesta en los adornos de las
herramientas, las pinturas y, posiblemente, los tatuajes, los vestidos, los cánticos y la
danza. Aparecen también los enterramientos rituales. Todas estas creaciones fueron
posiblemente casuales. Lo más probable es que accidentalmente alguien las iniciara y
produjera algún tipo de experiencia satisfactoria que incitó a su repetición (…).

Después de dar vueltas a través de todo el mundo y de todas las épocas, solo he sido
capaz de descubrir nueve problemas, cuya resolución es imprescindible para la
convivencia y a los que podemos llamar morales. No digo que no haya más. Digo que
yo no los he encontrado, a pesar de buscarlos con lupa, como corresponde a un detective
cultural. Son los siguientes:

1. El valor de la vida humana y la regulación del homicidio. ¿Tienen el mismo valor


todas las vidas? ¿O la vida de las mujeres, los niños, los enfermos, los esclavos son
menos valiosas que la vida de los varones, adultos, sanos, hombres libres? Reconocer el
mismo valor a todas las vidas humanas ha exigido un larguísimo proceso, porque no era
obvia esa equivalencia. La vida de un hombre sano no es igual a la de un anciano
enfermo que no puede trabajar. La vida del héroe no puede ser igual que la de un
cobarde. El pensamiento tribal es anterior al global y, como veremos, se resiste a
desaparecer. En este momento, el debate sobre el aborto o la eutanasia es una
concreción de este problema universal.

2. Los bienes, su producción, posesión y distribución. ¿Es verdad que la noción de


propiedad es fundamental para la convivencia? ¿Existió una Edad de Oro donde no
había ni tuyo ni mío? ¿Cómo se gestionan los bienes comunes? Los grandes moralistas
ingleses, como Hume o Locke, consideraron que la propiedad era imprescindible para el
progreso social: “no puede haber justicia donde no hay propiedad”, escribió este último.
Adam Ferguson definió al salvaje como alguien que no ha llegado a conocer la
propiedad. Y Henry Summer Maine, el gran historiador del derecho, escribe: “nadie que
valore la sociedad civilizada osará recusar la propiedad plural. La historia de una y otra
están íntimamente ligadas”. La distribución de la renta, los servicios sociales, el cambio
climático o la sobreexplotación de los recursos naturales son el enunciado actual de este
problema.

3. El ejercicio del poder. No hay sociedad que no haya organizado de alguna forma el
ejercicio del poder. ¿El ejercicio del poder es la fuerza? ¿El poder es un don divino?
¿Hay límites para el poder? ¿Quién es el titular del poder: el soberano, el sacerdote, una
parte del pueblo, todo el pueblo? ¿Pueden participar las mujeres en el gobierno de la
ciudad? ¿Debe separarse el poder político del poder jurídico? Los debates sobre la
democracia, la representación política o la gobernanza global son planteamientos
actuales de este problema universal.

4. La relación del individuo con la comunidad y de la comunidad con el individuo. Es el


problema del hormiguero. ¿Debe el individuo someterse totalmente a la comunidad?
¿Debe morir por ella? ¿El Estado está por encima del individuo? ¿Tiene algún derecho
frente a él? ¿Puede el Estado imponer la religión? Hayek distingue entre orden limitado
y orden extenso. “Aún no hemos conseguido librarnos por completo de ciertas actitudes
de la época tribal” Adam Schaff escribe: “en el sistema marxista el individuo no es
autónomo respecto de la sociedad sino, por el contrario en tanto que producto de la
sociedad, es dependiente de ella” Los sistemas fascistas y también el sistema soviético,
aunque por diversas razones, consideraban que el Estado era todo y el individuo nada.
En 1933, un día en que el Consejo de la Sociedad de Naciones se ocupaba de la queja de
un judío, el representante de la Alemania Nazi, Goebbels, afirmó lo siguiente: “somos
un Estado soberano y lo que ha dicho este individuo no nos concierne. Hacemos lo que
queremos con nuestros socialistas, con nuestros pacifistas, con nuestros judíos y no
tenemos que soportar control alguno ni de la humanidad ni de la Sociedad de
Naciones”. Quince años después, Bogomolov, durante las discusiones de la Declaración
de Derechos Humanos, defendía también la prioridad del Estado: “la delegación de la
URSS no reconoce el principio de que un hombre posee derechos independientemente
de su condición de ciudadano de un Estado”. Los debates identitarios, los
nacionalismos, el tema de los derechos colectivos, las reclamaciones de autonomía son
planteamientos actuales de este problema universal.

5. Los métodos para solucionar conflictos dentro y fuera de la tribu. ¿Vale la fuerza?
¿Por qué se ha regulado la venganza en todas las sociedades? ¿Por qué en todas ellas
aparecen sistemas normativos, figuras mediadoras o jueces? Parece que la racionalidad
es un buen método para resolver los conflictos, más que la brujería, la fuerza, la
superstición o un jefe carismático. Por eso una de las características del fascismo es que
“en todas sus versiones ha buscado combatir las ideas de verdad objetiva y razón
universal”.

6. El sexo, la familia y la procreación. ¿Por qué en todas las sociedades hay


regulaciones de la sexualidad? ¿Cómo se forman y evolucionan las estructuras
familiares? Los cambios en la estructura de la familia, en la patria potestad, en el
reconocimiento de los derechos de los niños, en la relación del Estado con el ámbito
íntimo, la distinción entre derecho público y derecho privado, la liberación sexual, el
impacto de la píldora anticonceptiva, las nuevas biotecnologías, el matrimonio
homosexual, la legalización del aborto son planteamientos actuales de este problema
eterno.

7. El cuidado de los débiles, enfermos y huérfanos. ¿Hay que cuidarlos? ¿Hay que
abandonarlos? ¿Deben ser las familias las encargadas de atenderlos? ¿Deben ser las
mujeres? ¿Debe ser la comunidad? La transferencia de la responsabilidad familiar a la
responsabilidad estatal, el enfrentamiento de los derechos a la propia felicidad con los
deberes a los demás continúan siendo problemas permanentes.

8. El trato con los extranjeros. ¿Deben ser considerados como seres humanos? ¿Como
iguales? ¿Tienen derecho a la propiedad de sus bienes o el más fuerte puede
arrebatárselos? ¿La guerra es inevitable o hay otras formas de resolver los conflictos?
“La idea de que todos los pueblos del mundo forman una humanidad única – escribe
Finkielkraut – no es, ciertamente, consustancial al género humano. Es más, lo que ha
distinguido durante mucho tiempo a los hombres de las demás especies es precisamente
que no se reconocían unos a otros. Lo propio del hombre era, en los inicios, reservar
celosamente el título de hombre para su comunidad”. Al revisar la historia sorprende la
desfachatez con que los Estados consideraban que se podían apoderar de otros Estados
más débiles. Por eso sorprenden hechos como la Controversia de Valladolid, en la que
Carlos V pidió los teólogos que discutieran acerca de la legitimidad de las conquistas
americanas. Los enfrentamientos tribales son terribles, porque se produce una
deshumanización del enemigo. La inmigración es, posiblemente, el más dramático
planteamiento actual de este problema.

9. La relación con el más allá, los espíritus, los muertos y los dioses. ¿Cómo
comportarse con los antepasados? ¿Hay una vida de ultratumba? ¿La fama es lo único
que queda? ¿Debemos ofrecer sacrificios a los dioses? ¿Es la religión el aglutinante
esencial de la sociedad? ¿Tienen los fieles derechos hacia Dios o solo deberes? Las
luchas de religión, el retorno de los fundamentalismos, la yihad y otros fenómenos
bélicos relacionados con la religión muestran que estos problemas siguen candentes.

Marina, J.A. (2010), Las culturas fracasadas. El talento y la estupidez de las


sociedades, Madrid: Anagrama, pp. 69-76.

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