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La cooperación internacional en la Antártida

en el contexto del Atlántico Sur

En NODAL, 09/04/2020

Por Máximo Gowland *

La disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur no sólo
representa una confrontación en materia de intereses, territorio, espacios marítimos y recursos
naturales -renovables y no renovables- en el Atlántico Sur, sino que tiene, también, una
proyección en la Antártida.

Baste recordar que Argentina reivindica soberanía sobre la inmensa región comprendida en el
Sector Antártico Argentino, delimitado por los meridianos de 25 y 74 grados de longitud Oeste
entre el paralelo de 60 grados de latitud Sur y el Polo Sur, y que integra el territorio de la
Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Los territorios insulares del Atlántico Sur juegan un rol entre los argumentos que esgrimen tanto
la Argentina como el Reino Unido para fundamentar sus reclamos territoriales en la Antártida.
Tanto el Reino Unido, como Chile, tienen reclamos territoriales que se superponen -el chileno
parcialmente y el británico totalmente- con el Sector Antártico Argentino.
Pero las disputas territoriales en la Antártida (al Sur del paralelo 60º S) han sido enmarcadas por
un sistema multilateral creado por el Tratado Antártico (1959).En un escenario de competencia
territorial en un contexto de Guerra Fría, el Tratado Antártico cauteló las reclamaciones
territoriales y colocó a la ciencia y a la cooperación internacional en el centro de la actividad
antártica de todos los países que son Partes. El Tratado no sólo ha sido claramente exitoso en
esos objetivos, sino que también ha erigido a la conservación del medio ambiente en un pilar
fundamental, lo que también es prioritario para nuestro país en la actualidad. En los 60 años de
vida del Tratado Antártico, no sólo no se han registrado conflictos en la Antártida, sino que,
además, la investigación científica antártica ha contribuido notablemente en áreas del
conocimiento de relevancia mundial, como el cambio climático, y a nuestro país le ha facilitado
un mejor conocimiento de esta región.

En el contexto del 60º aniversario del Tratado Antártico es oportuno recordar la importancia de
la Antártida para nuestro país. Esa importancia deriva del rol pionero de la Argentina en aquella
región desde comienzos del Siglo XIX y de la intensa actividad antártica de él derivada; por la
contigüidad geográfica del territorio argentino continental sudamericano y la consecuente
cercanía de Ushuaia con la Antártida; y por la intensa actividad científica pasada y actual, mucha
de la cual se desarrolla en cooperación con más de una veintena de países, incluidos los de
nuestra región.

La cooperación internacional es no sólo un mandato del Tratado Antártico, sino que constituye
un instrumento indispensable para llevar a cabo la gran cantidad de actividades científicas en
un continente cuyos desafíos para la ciencia y la logística son notables. Para un país como la
Argentina, que reclama soberanía en la Antártida, la cooperación internacional también permite
acentuar la presencia virtuosa a través de actividades que llevan a un mayor conocimiento -y
protección, según sea necesario- de esta parte del territorio nacional.

La Argentina desarrolla intensa cooperación con numerosos países. En algunos casos ésta es de
larga data y muy intensa, como Alemania con el laboratorio conjunto en la Base Carlini. En otros,
es más puntual, como ocurre con España, Italia, Francia, Estados Unidos, Japón o Suecia incluso
con el propio Reino Unido, por nombrar sólo algunos. Pero también la Argentina ha venido
trabajando de manera sostenida para fortalecer la cooperación con los países de la región
latinoamericana, lo cual, además de alinearse con las disposiciones del Tratado Antártico,
constituye un eje de nuestra Política Antártica Nacional.

Así, puede señalarse la reciente cooperación con Perú, que permitió durante dos temporadas
seguidas, el desarrollo de un proyecto de investigación del Instituto Antártico Argentino a bordo
del moderno buque oceanográfico BAP Carrasco de la Marina de Guerra peruana, para realizar
estudios y monitoreo de larvas de kril en la zona oeste de la Península Antártica, concretando
unas veinte escalas de estudio en cada viaje. Asimismo, se ha provisto cooperación al programa
antártico de Colombia, facilitando estudios sobre cambio climático en nuestra base Marambio,
entrenamiento de sus oficiales navales a bordo de nuestro rompehielos ARA Alte. Irízar, y
entrenamiento en buceo antártico en nuestra base Carlini. Con Uruguay, puede destacarse la
reciente capacitación ofrecida por Argentina y Chile al integrar a un técnico del Instituto
Antártico Uruguayo como observador en las inspecciones conjuntas realizadas con Chile a bases
antárticas extranjeras la temporada pasada. En cuanto a Brasil, la obtención de recursos por
parte de organismos de financiamiento para varios proyectos científicos conjuntos, ha dado
como resultado un incremento de la cooperación bilateral. Ello se tradujo en la participación de
investigadores argentinos a bordo del buque brasilero Maximiano, y en la participación de
científicos brasileros en grupos de investigación en base Marambio. Sin duda, a partir de las
posibilidades que ofrece tanto la flamante Base brasilera Comandante Ferraz, reconstruida
íntegramente luego de su destrucción por un incendio en 2012, como las de nuestro renovado
buque rompehielos Alte. Irízar, para desarrollar nuevos estudios conjuntos, se abre un espacio
fértil de interés para fortalecer esta cooperación con el Brasil.

Ahora bien, merece una mención especial la cooperación con Chile, que es nuestro socio
estratégico natural en la Antártida por su presencia, su historia y su protagonismo. Con sólo
mirar la geografía del extremo sur del Continente Americano y su continuidad en la Península
Antártica, podemos comprender la relevancia de mantener fortalecida dicha relación, como vía
para impulsar las actividades y el conocimiento de la región. Por ello es que, ya en 1947, la
Argentina y Chile acordaron el reconocimiento recíproco de sus derechos de soberanía en la
Antártida (con exclusión de cualquier otro reclamante en dicha zona), quedando pendiente la
delimitación en la porción territorial superpuesta. Actualmente, esta relación estratégica se ha
intensificado, poniéndose de manifiesto anualmente con la Patrulla Antártica Naval Combinada,
las inspecciones conjuntas del Tratado Antártico realizadas a bases extranjeras, las tareas de
monitoreo del creciente turismo y gestión ambiental en la zona de la Península Antártica, la
investigación conjunta y la presentación de una propuesta conjunta de área marina protegida
en la Península Antártica, ante la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos
Antárticos (CCRVMA).

Vemos así como en el marco del Tratado Antártico la cooperación con nuestros vecinos es una
herramienta importante para consolidar nuestra presencia en toda el área de la Península
Antártica. Esa presencia y el conocimiento profundo que se tenga de la región, sus ecosistemas
y sus recursos, así como la forma en que la impactan el cambio climático y las crecientes
actividades humanas, contribuye decididamente al rol de la Argentina en el Sistema del Tratado
Antártico y también a un posicionamiento más estratégico en lo que hace a la disputa de
soberanía en el Atlántico Sur.

* Abogado y Diplomático. Director Nacional de Política Exterior Antártica. Ministerio de


Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.

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