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4 Personajes:
Alana: Adolescente de unos 15 años. Sufre de obesidad. Con ¨voluntad¨ no ha podido cambiar. Recién cuando evalúa su
problema desde otro punto de vista puede empezar a hacerlo.
Marta: Mamá de Alana. Presiona a su hija a adelgazar, creyendo que es solo cuestión de voluntad.
Nutricionista
Patricia: Psicóloga que se encarga de la parte psicológica del tratamiento de Alana.
ACTO I
Alana y Marta esperan sentadas en el escritorio. Llega la nutricionista y se sienta frente a ellas.
–Marta: Vinimos porque ya no sé cómo ayudar a mi hija. Como verá tiene mucho sobrepeso y cada mes es peor. Tengo
miedo por su salud, pero ya no sé qué hacer, porque ella no tiene voluntad de bajar de peso.
–Nutricionista: Muy bien. Vamos a pesarte Alana y a hacer estudios, pero antes vamos a conversar un poco de la obesidad.
¿Quieres contarme un poco como es un día normal en tu vida? ¿Qué comes? ¿Haces ejercicio?
–Marta: ¡¿Se da cuenta?! ¡No habla! Así uno no puede ayudarla. ¡No tiene voluntad! Yo ya no se qué hacer.
–Nutricionista: Bueno, a medida que empecemos a trabajar, va a ser más fácil para ella poder contar cómo se siente. Para
empezar, es importante que las dos sepan que controlar o superar la obesidad no se consigue solo teniendo voluntad. ¿En su
casa hay habitualmente bebidas azucaradas, galletas o snacks?
–Marta: Sí.
–Marta: No, yo trabajo todo el día. Alana mira televisión todo el tiempo.
–Nutricionista: Marta, como verá, el ambiente en el que Alana se desarrolla, no está preparado para que ella cambie sus
hábitos. Aunque ella tuviera toda la voluntad de cambiar, en ese ámbito sería muy difícil.
–Marta: ¿Quiere decir que es culpa mía que mi hija sea así?
–Nutricionista: No es culpa de ninguna de las dos ni tampoco depende de la voluntad de ninguna de las dos. La obesidad es
una epidemia que afecta cada vez a más niños y adolescentes en el mundo. Depende de muchos factores: el ambiente en el
que se desarrolla el individuo, herencias genéticas, hábitos adquiridos en la primera infancia y cuestiones psicológicas. Por
eso vamos a abordar el problema de una manera integral: médica, nutricional y psicológica, y a dejar de sentirnos culpables…
(Con una dulce sonrisa a Alana) ¿Te parece bien?
ACTO II
Escenario: Un acogedor consultorio de psicología. Dos sofás enfrentados, la iluminación justa y una decoración amena.
–Alana: Rompí la dieta otra vez. Compré comida a escondidas y me la comí… No me estoy sintiendo bien.
–Patricia: ¿Tiene que ver con que se acerque la fecha del reencuentro con tu padre?
–Patricia: Es interesante lo que me contabas antes: empezaste a comer de más en tu infancia, cuando tu padre se fue y se
quedaron solas con tu madre. ¿Recuerdas cómo te sentiste en ese momento?
–Alana: (Silencio) Miedo… No sabía si íbamos a poder solas con mi mamá y estaba muy asustada.
–Alana: Estoy asustada… Me da miedo que mi padre regrese a mi vida y después se vaya otra vez.
–Patricia: ¿Y puedes relacionar el miedo con tu manera de comer? Según lo que dices, cada vez que te sientes asustada,
recurres a la comida.
–Alana: (Se queda un momento en silencio) Cuando tengo miedo o culpa me siento tan mal que solo quiero dejar de
pensar… Entonces como… chocolates, o comida en cantidad y me siento mejor…Es como si puedo dejar de pensar. (Pequeña
pausa) Pero no quiero seguir haciéndolo.
–Patricia: Y estás dando grandes pasos. Te has dado cuenta de que comes de más para no sentir ciertos sentimientos. Ahora,
vamos a trabajar en ver de qué modo puedes resolver esto de forma más saludable. Pero, por hoy ya es un gran avance.
¿Nos vemos el miércoles?
ACTO III
Alana está terminando de cenar cuando su madre llega del trabajo. En la mesa: ensaladas, agua y una tarta de vegetales.
FIN