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Ernest Hemingway Islas A La Deriva

— Sabes que puedes confiar en mí. Henry me cuenta siempre sus penas y de noche
hasta se echa a llorar. Willie me dice cosas horribles. No son penas. Sólo cosas
horribles. Cuéntame lo tuyo. Todos lo hacen. Únicamente tú no cuentas nada.
— Contar nunca me hizo bien. Hablar me sienta peor que callar.
— Tom, Willie dice cosas horribles. ¿Por qué lo hace si sabe que me hieren sus
palabras? Sabe que yo nunca las uso y también que nunca he hecho una cosa puerca
ni pervertida.
— Por eso te llamamos Honesta Lilly.
— Si siendo una pervertida pudiera ser rica y haciendo cosas normales tuviera que ser
pobre, preferiría ser pobre.
— Lo sé. ¿Qué hay del bocadillo ?
— No tengo hambre todavía.
— ¿Quieres otra copa?
— Sí, gracias, Tom. ¿Es verdad lo que dijo Willie? Que un gato está enamorado de ti.
Eso no es verdad, ¿no?
— Sí. Es verdad.
— Pero eso es espantoso.
— No. No lo es. Yo también estoy enamorado del gato.
— Es horrible oírte decir eso. No te burles de mí, Tom. Willie se burla y me hace llorar.
— Amo al gato —dijo Thomas Hudson.
— No quiero saber nada de eso. Tom, ¿cuándo me llevarás al bar de los locos?
— Cualquier día de estos.
— ¿Es cierto que los chiflados entran y piden algo normalmente como los clientes de
aquí?
— Completamente cierto. La única diferencia es que ellos llevan camisa y pantalón
hechos con sacos de azúcar.
— ¿Es verdad que jugaste en el equipo de béisbol de los locos contra el de los
leprosos?
— Sí. Es cierto. Y tiré la pelota como nadie. El equipo de los locos nunca tuvo un
pitcher24 igual.
— ¿Cómo les conociste ?

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