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8 Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: �Violencia, devastaci�n!�.
Porque la palabra del Se�or es para m� oprobio y afrenta todo el d�a.
9 Entonces dije: �No lo voy a mencionar, ni hablar� m�s en su Nombre�. Pero hab�a
en mi coraz�n como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por
contenerlo, pero no pod�a.
10 O�a los rumores de la gente: ��Terror por todas partes! �Den�ncienlo! �S�, lo
denunciaremos!�. Hasta mis amigos m�s �ntimos acechaban mi ca�da: �Tal vez se lo
pueda seducir; prevaleceremos sobre �l y nos tomaremos nuestra venganza�.
11 Pero el Se�or est� conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores
tropezar�n y no podr�n prevalecer; se avergonzar�n de su fracaso, ser� una
confusi�n eterna, inolvidable.
12 Se�or de los ej�rcitos, que examinas al justo, que ves las entra�as y el
coraz�n, �que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
13 �Canten al Se�or, alaben al Se�or, porque �l libr� la vida del indigente del
poder de los malhechores!