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J. SERAFÍN BÉJAR
Cultura, universidad, evangelio.
Una propuesta de discernimiento cristiano de las racionalidades
I. Introducción
La presente reflexión quiere ofrecer algunas pistas para orientar la tarea de
los profesores cristianos que trabajan en la Universidad. Por tanto, nuestra
exposición se encuentra, desde el principio, bien situada. Tenemos dos reali-
dades que se han de poner en relación: el ámbito de la Universidad y la misión
evangelizadora de la Iglesia.
En este sentido, podríamos decir que una de las labores fundamentales del
profesor cristiano en la Universidad sería la realización de un discernimiento
de las racionalidades. En efecto, la Universidad es el areópago de la razón, una
razón que se ofrece con pretensiones universales, aunando a todos los seres
humanos en la búsqueda común de la verdad. De ahí que la identidad especí-
fica de la Universidad haya sido definida, desde el comienzo de su fundación,
con el término «universitas».
Al mismo tiempo, el actual papa Francisco, en su exhortación apostólica
Evangelii Gaudium, nos ha propuesto criterios de discernimiento del momento
que vivimos, para provocar en nosotros una conversión a la alegría del Evan-
gelio. Aparece así, en nuestro papa, la identidad jesuítica que, desde siempre,
se ha caracterizado por el permanente discernimiento del espíritu. Por ello,
el discernimiento de las racionalidades, que operan en el marco de juego del
mundo universitario, podría considerarse una tarea específicamente evangeli-
zadora. Esta perspectiva está también presente en todas las alocuciones que
Benedicto XVI dirigió, durante su pontificado, a ámbitos universitarios2.
1
El presente artículo es una ampliación y profundización de la conferencia tenida en el en-
cuentro de Obispos y Profesores de Universidad católicos, organizada por la Comisión Episco-
pal de Seminarios y Universidades de la Conferencia Episcopal Española, el 22 de junio 2015.
2
A este respecto, cfr. M. Cantos Aparicio, «Identidad y racionalidad de la universidad según
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Pues bien, la reflexión que ahora iniciamos tendrá un doble momento, cla-
ramente diferenciado. En primer lugar, este discernimiento de las racionali-
dades ofrecerá un análisis de las distintas formas de razón que, actuantes en
el ámbito de la Universidad, han provocado ciertos desplazamientos de la fe.
Concretamente, analizamos tres formas de razón (utópica, cínica y científica)
que se muestran refractarias, en muchas de sus plasmaciones, a la racionalidad
que podría aportar la fe cristiana. En segundo lugar, se expondrán algunas
propuestas de actuación, desde el campo específico de la fe, para buscar el diá-
logo entre «racionalidades» en el espacio de la «universitas». De este modo,
y como parte de nuestra tarea evangelizadora, se pretende generar una inercia
inclusiva, movida por la búsqueda sincera de la verdad, más allá de todo posi-
cionamiento ideológico que se muestre exclusivo o excluyente3.
La reflexión que proponemos a continuación no está definitivamente cerra-
da. Por razones comprensibles de espacio, apuntaremos sólo algunos rasgos
gruesos, con el peligro de simplificar las posturas. No obstante, lo que busca-
mos es provocar al pensamiento y promover el intercambio en el marco del
debate académico.
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)», Relectiones 1 (2014) 89-106 e Id., La razón abierta. La
idea de universidad en J. Ratzinger/ Benedicto XVI, Madrid 2015.
3
Cfr. A. Morillas, «Teología y conflicto de racionalidades», Proyección 59 (2012) 446-450.
4
Coincidimos con la apreciación de Habermas, cuando habla de la unidad de la razón en
la multiplicidad de sus voces. Para ello, cfr. J. Habermas, Pensamiento postmetafísico, Madrid
1990, 155-187.
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8
Cfr. F.J. Hinkelammert, Crítica de la razón utópica (cf. nt. 5), 367-390.
9
A propósito de lo que sigue, cfr. F.J. Hinkelammert, Sacrificios humanos y sociedad occi-
dental: lucifer y la bestia, San José de Costa Rica 1998, 173.
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dio plazo, ya que aseguraba las mayores tasas de crecimiento. Así, Kolakows-
ki hablaba del chantaje con una sola alternativa: si yo soy lo único posible,
fuera de mí se encuentra la muerte y el caos. Esta reflexión fue seguida por
Occidente con mucho entusiasmo, pero no porque estuviera de acuerdo en la
crítica al chantaje con una sola alternativa, sino porque se pretendía demostrar
que el capitalismo se acabaría imponiendo a la ilusión del sistema soviético.
No podemos ocultar el papel que jugó la Universidad, y que aún puede
seguir jugando, en el sostenimiento de esta racionalidad utópica. Ha quedado
en la conciencia universitaria de todos los tiempos, a la manera de un icono
imborrable, la revolución de mayo del 68 francés, y el papel que desempeña-
ron los intelectuales de entonces, en su mayoría profesores de la Universidad,
y los propios estudiantes universitarios. Esta conciencia utópica se plasmaba
en la repugnancia de las condiciones sociales, vividas en aquellos momentos,
y en el anhelo sincero de construir un mundo mejor.
Lo verdaderamente interesante de todo esto, es la vigencia de esta razón
utópica en la vida social, política y económica de nuestros días. La confusión
sobre los límites de lo posible y de lo imposible sigue presente en el debate pú-
blico, y la actual crisis económica ha puesto de manifiesto la discusión sobre
aquello que se puede, y aquello que no se puede. Así, la acusación del contra-
rio como de «utópico», en nuestros días sería más ilustrativo hablar de «popu-
lista», aparece hoy como sinónimo de «idealista», «iluso» e incluso «falso».
La razón utópica tiene una gran virtud: recordarnos que la realidad no está
nunca definitivamente lograda10. Por esta razón, se hace necesario aspirar a
unas condiciones de vida más humanas para todos los hombres y mujeres
de este mundo. Una racionalidad sin el recurso a la utopía, podría degenerar
fácilmente en una cobertura ideológica para los poderes de nuestro mundo;
como ahora veremos al hablar de la razón cínica. Pero, al mismo tiempo, es
necesario discernir esta racionalidad utópica, para hacerla consciente de sus
propias confusiones. Así es, el punto débil radicaría en dar por sentado, de
un modo precipitado, la correspondencia entre la idea y la realidad, como si
fuera suficiente con cambiar el mundo en nuestras cabezas, para que tal trans-
formación se hiciera patente, de modo inmediato, en la realidad. Por ello, una
razón utópica, poco consciente de sus debilidades, puede derivar en formas
violentas de relación con la realidad. Desgraciadamente, son muchos los testi-
monios a los que podríamos referirnos, con solo hacer un repaso de la historia
del pasado siglo XX.
10
Cfr. J.A. Estrada, La teoría crítica de Max Horkheimer. Del socialismo ético a la resigna-
ción, Granada 1990, 64-68.
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11
Para la reflexión que sigue, nos inspiramos en F.J. Hinkelammert, El nihilismo al desnudo.
Los tiempos de la globalización, Santiago de Chile 2001.
12
Un ejemplo de este neoliberalismo, con una pretensión ética universal, aún cuando po-
damos discutir la veracidad o no de sus afirmaciones, podría ejemplificarse con las palabras
del político liberal alemán Lambsdorff: «Una existencia humanamente digna presupone la su-
peración de las emergencias económicas y sociales, presupone la disponibilidad de los bienes
necesarios para la vida y de lugares de trabajo seguros. El sistema de mercado asegura todo eso
gracias a su alta eficiencia. El motor de la economía de mercado es la competencia. Pero su fun-
ción no se limita a asegurar la dinámica económica. «Domestica la propiedad privada» y es el
«instrumento más genial para quitar el poder», como dice Franz Bohm. El sistema de mercado
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se basa en el interés propio. Pero la astucia del sistema logra que el interés propio, que entra
en competencia, opere a favor del bien de la comunidad», en O.G. Lambsdorff, «Gezähmtes
Eigentum. Für den Vorsitzenden der Freien Demokraten ist die soziale Markwirtschaft die mo-
ralischste aller Wirtschaftsformen», Wirtschafts Woche 45 (1-11-91) 104s. El texto está tomado
de F.J. Hinkelammert, El nihilismo al desnudo (cf. nt. 11), 69.
13
Otra ejemplificación, de un neoliberalismo que ha perdido toda intencionalidad ética y hu-
manizadora, podría reflejarse en las siguientes palabras de Toffler; un pensador estadounidense,
que reflexiona sobre la singularidad tecnológica y sobre el capitalismo: «El nuevo imperativo
económico está claro: los suministradores de ultramar en los países en desarrollo o alcanzan
con sus tecnologías los estándares de la velocidad mundial, o se los va a cortar brutalmente de
sus mercados – los muertos caídos del efecto de aceleración- […] Esta es la economía rápida
de mañana. Ella es la nueva máquina del bienestar acelerativa, dinámica, que es la fuente del
avance económico. Como tal es también la fuente de un gran poder. Estar desacoplado de ella
significa estar desacoplado del futuro. Pero eso es el destino que enfrentan muchos de los países
LDC o países menos desarrollados […] Como el sistema mundial de la producción de riqueza
está arrancando, los países que quieren vender tienen que operar a la misma velocidad que los
países compradores. Eso significa que las economías lentas o aceleran su respuestas neutrales
o pierden sus contratos e inversiones, o caen completamente fuera de la carrera […] Un «gran
muro» separa a los rápidos de los lentos, y este muro está creciendo cada día que pasa», en A.
Toffler, Powershift, Knowledge, Wealth and Violence and the Edge of the 21st Century, New
York 1991, 389. El texto lo hemos tomado de F.J. Hinkelammert, El nihilismo al desnudo (cf.
nt. 11), 71s.
14
Frase tomada de F.J. Hinkelammert, El grito del sujeto. Del teatro-mundo del evangelio de
Juan al perro-mundo de la globalización, San José de Costa Rica 1998, 241.
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15
Cfr. H. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Madrid 1974, 435.
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16
Cfr. J.A. Pérez Tapias, «Los usos de la razón en la universidad: ¿también una razón teológ-
ica?», Proyección LIX (2012) 404s.
17
Cfr. J.A. Pérez Tapias, «Los usos de la razón» (cf. nt. 16), 411s.
18
En el documento «Presencia de la Iglesia en la universidad y en la cultura universitaria»,
del año 1994, se nos dice que la universidad, en sí misma, es la plasmación histórica del celo
evangelizador de la Iglesia, aludiendo explícitamente a las escuelas catedralicias y a los mo-
nasterios, para constituir la Universitas Magistrorum et Scholarium. Para ello, cfr. http://www.
vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_22051994_pre-
sence_sp.html.
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Cada uno de nosotros existe durante un tiempo muy breve, y en dicho intervalo
tan sólo explora una parte diminuta del conjunto del universo. Pero los humanos
somos una especie marcada por la curiosidad. Nos preguntamos, buscamos res-
puestas. Viviendo en este vasto mundo, que a veces es amable y a veces cruel, y
contemplando la inmensidad del firmamento encima de nosotros, nos hemos hecho
siempre una multitud de preguntas. ¿Cómo podemos comprender el mundo en que
nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la reali-
dad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un Creador?
La mayoría de nosotros no pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por
esas cuestiones, pero casi todos nos preocupamos por ellas en algún instante. Tra-
dicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La
filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia,
en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la
antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento19.
19
S. Hawking-L. Mlodinow, El gran diseño, Madrid 2010, 11.
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tarse acerca de los «señores» a los que sirve22. Por tanto, también en el cam-
po específico de la racionalidad científica se hace necesario un ejercicio de
discernimiento23.
22
Cfr. P. Bourdieu, Homo academicus, Madrid 2008; especialmente el capítulo segundo: «El
conflicto de las facultades».
23
A este respecto, es muy interesante la siguiente reflexión de K. Popper, conocido filósofo
de la ciencia: «El hecho de que ciertos juicios de valor hayan influido en mis propuestas no
quiere decir que esté cometiendo el error de que he acusado a los positivistas – el de intentar el
asesinato de la metafísica por medio de nombres infamantes –. Ni siquiera llego a afirmar que la
metafísica carezca de valor para la ciencia empírica […] Y si miramos el asunto desde el ángulo
psicológico, me siento inclinado a pensar que la investigación científica es impensable sin fe en
algunas ideas de una índole puramente especulativa (y, a veces, sumamente brumosas): fe de-
sprovista enteramente de garantías desde el punto de vista de la ciencia, y que – en esta misma
medida – es ‘metafísica’. Una vez que he hecho estas advertencias, sigo considerando que la
primera tarea de la lógica del conocimiento es proponer un concepto de ciencia empírica con el
objeto de llegar a un uso lingüístico – actualmente algo incierto – lo más definido posible, y a
fin de trazar una línea de demarcación clara entre la ciencia y las ideas metafísicas – aun cuando
dichas ideas hayan podido favorecer el avance de la ciencia a lo largo de toda su historia –», en
K. Popper, La lógica de la investigación científica, Madrid 1977, 38.
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24
Nos referimos al diálogo que tuvo Habermas en München, en febrero de 2007, con al-
gunos miembros de la Escuela Superior de Filosofía de la Compañía de Jesús, cuya ponencia
central tuvo por título La conciencia de lo que falta. Los cuatro jesuitas que participaron en el
debate son N. Brieskorn, M. Reder, F. Ricken y J. Schmidt. Para este debate, cfr. J. Habermas,
Carta al papa. Consideraciones sobre la fe, Barcelona 2009, 64s.
25
Cfr. J. S. Béjar, «Método teológico y credibilidad del cristianismo», Theologica Xaveria-
na 64 (2014) 25-58.
26
Cfr. J. Ratzinger, Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico, Sala-
manca 2005, 192s e Id., Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección,
Madrid 2011, 71-72. 77s.
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27
Cfr. G. Hüther, La evolución del amor. Lo que Darwin ya sospechaba y los darwinistas
se niegan a aceptar, Barcelona 2014; especialmente las páginas 25-63.
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28
F.J. Hinkelammert, El mapa del emperador. Determinismo, caos, sujeto, San José de Co-
sta Rica 1996, 14.
29
Cfr. F.J. Hinkelammert, La maldición que pesa sobre la ley. Las raíces del pensamiento
crítico en Pablo de Tarso, San José de Costa Rica 2010, 20. 108-115.
30
Este discurso iba a tener lugar el 17 de enero del 2008, pero finalmente se suspendió. Cfr.
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_
spe_20080117_la-sapienza.html. También, en el discurso que dirigió Benedicto XVI a los profe-
sores universitarios en el Escorial (Madrid), el 19 de agosto de 2011, podemos leer: «No podemos
avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no
vemos racionalidad». Para ello, cfr. http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/au-
gust/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial.html.
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3.3 Racionalidad científica: denunciar los nuevos mitos o bien afirmar «el
principio de secularización»
Uno de los datos más interesantes a considerar, en la interacción de las
racionalidades, es cómo al cristiano se le pide que se despoje de su fe para
el diálogo en la plaza pública. Se arguye que su fe es una cuestión personal,
motivada por una revelación, cuyas verdades no serían validables en un inter-
cambio con no creyentes31. Sin embargo, no se le exige lo mismo al liberal, al
comunista, o al científico, que también parten de determinadas «fes»; es decir,
parten de presupuestos e intereses no siempre convenientemente explicitados.
Por tanto, una tarea ineludible del diálogo entre las racionalidades es la nece-
sidad de desvelar los presupuestos sustentadores de todas las posturas.
Para ilustrar lo que decimos, especialmente referido al campo de la ciencia,
pongamos un ejemplo concreto. La Singularity University, ubicada en Silicon
Valley, uno de los parques tecnológicos punteros del mundo, aplica el término
«singularidad» al estado actual de la tecnología. Se ha llegado a un punto en el
que la tecnología va a evolucionar no de modo progresivo, sino exponencial,
alcanzando cimas hasta hace muy poco insospechadas. Así, Ray Kurzweil, su
fundador, opina que la medicina va a conseguir en los próximos años ralenti-
zar el envejecimiento, detenerlo e incluso revertirlo, llegándose a alcanzar la
inmortalidad. De hecho, este tecnólogo, especialista en inteligencia artificial,
cree que él mismo va a ser inmortal. Para ello, sigue un riguroso régimen
alimentario, y toma diariamente cientos de píldoras. Su visión futurista se de-
nomina «puente a un puente a un puente». El primer puente es su régimen que
le permitirá alargar su vida hasta el segundo puente, la biotecnología, que a su
vez le posibilitará alcanzar el tercer puente, la nanotecnología32.
La conexión de este planteamiento con la teología es francamente intere-
sante. Si la teología afirmaba que el ser humano sería resucitado, de entre
los muertos, por el Dios de la vida; ahora, el ser humano será levantado de
la muerte gracias a la ciencia. Sería muy ilustrativo hacer un recorrido por
la historia de la ciencia para descubrir los mitos, muchas veces extraídos del
mundo de la religión, que constantemente se han albergado en su seno. Uno
de ellos, a la base de los desvelos científicos de todos los tiempos, es el mito
de la inmortalidad. Pensemos en el millonario Hughes, que mandó congelar su
cuerpo a la espera de que, prometedores descubrimientos científicos, puedan
31
Cfr. J. Habermas, Pensamiento postmetafísico (cf. nt. 4), 62s. También cfr. Id., El futuro
de la naturaleza humana, Barcelona 2002, 141-144, donde el autor habla de la necesidad de
«traducir», los contenidos doctrinales de las religiones, al lenguaje propio de una sociedad
secularizada, para que dichos contenidos puedan ser compartidos, más allá de la comunidad
religiosa de referencia.
32
Cfr. R. Kurzweil, La singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la bio-
logía, Madrid 2012.
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33
Cfr. F.J. Hinkelammert, Crítica de la razón utópica (cf. nt. 5), 386; donde leemos: «Con
eso resulta que el problema de la utopía es un problema que surge en el interior de las mismas
ciencias empíricas, y no es introducido desde fuera. Las ciencias empíricas tienen un carácter
utópico, pero al mismo tiempo están ciegas frente a la utopía que ellas mismas contienen».
34
A este respecto, afirma Hinkelammert: «En el centro de las ciencias empíricas no hay
conceptos empíricos. En la física clásica, por ejemplo, eso es muy evidente. Conceptos como
los de caída libre, una planicie infinita, el movimiento de un cuerpo sin fricciones, el péndulo
matemático, no son empíricos, no corresponden a ningún objeto empírico. No tienen una exi-
stencia real. Aparecen como constructos, cuando se enfoca a la naturaleza en términos de me-
canismos de funcionamiento y se piensa a éstos en un estado de perfección. Entonces aparecen
estos conceptos no empíricos que fundan las ciencias «empíricas». A partir de estos conceptos
se formulan y se construyen leyes. Por tanto, las leyes son construcciones ideales, y la empiria
es vista, desde ese lugar, como una desviación del constructo, del modelo ideal. El péndulo real
es entendido como una desviación del péndulo matemático ideal, de esa construcción que es
el péndulo ideal», en E. Fernández Nadal-G. David Silnik, Teología profana y pensamiento
crítico. Conversaciones con Franz Hinkelammert, Buenos Aires 2012, 136s.
35
Cfr. J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Santander 1988, 31-49.
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IV. Conclusión
Somos hijos de la Ilustración. El siglo de las luces encontraba una expre-
sión definitoria de sí mismo en el adagio que aportaba I. Kant al nuevo tiempo:
Sapere aude! Atrévete a pensar. La realidad equiparada a pensamiento era la
pretensión fundamental de ese tiempo.
Sin embargo, el desarrollo de la conciencia moderna puso sobre la mesa
nuevas formas de comprensión de la realidad. Marx refundaba el papel de
la filosofía, al afirmar que la filosofía había dedicado demasiado ímpetu a
interpretar la realidad, pero muy poco esfuerzo a transformarla. Por ello, su
invitación podría sonar así: ¡Atrévete a hacer! La realidad quedaba ahora in-
terpretada por la acción.
Una variación interesante de la misma modernidad, la tenemos en el pen-
sador de la tragedia, F. Nietzsche. Tanto el cristianismo, como la modernidad,
con sus obsesiones universalistas, han implantado una inversión de la reali-
dad, como victoria de los débiles. Es necesario volver al universo pre-socrá-
tico, donde los fuertes dominaban el mundo, dando espacio a los legítimos
anhelos de vida. ¡Atrévete a dominar! Este sería el grito que podríamos oír
36
Hablando del pragmatismo y del utilitarismo, Benedicto XVI, también a los profesores uni-
versitarios españoles en el Escorial, les exponía las posibles consecuencias: «desde los abusos
de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se avi-
va fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder», en http://
w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_
spe_20110819_docenti-el-escorial.html.
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Resumen
Abstract
This article aims to demonstrate that one can understand the evangelization of the
university as a discernment of rationalities. In point of fact, reason is one, but it has
multiple voices which, expressed according to their own valencies, form what today
we mean by “university”. Every rationality, which claims to exalt itself as either supe-
rior to others or indeed unique, leads to a skewed approach to reality. On this account,
one must discern continually and critically distinct rationalities. This discernment can
also allow theology to enter into the university and to offer there its own particular
light of knowledge.