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Desde el inicio de la creación, el deseo de Dios fue habitar con el hombre. Caminó junto a él en Edén;
habitó en medio del pueblo de Israel en el tabernáculo de Moisés; estuvo a la vista de todos en la
tienda de David; llenó con su gloria el templo de Salomón; vino a habitar a través de su Espíritu a
nuestros corazones; y finalmente gobernará en TODO SU ESPLENDOR cuando su plan sea
consumado y el Padre venga a la tierra.
El hombre, desde el principio hasta los tiempos actuales, ha decidido vivir ajeno a esta realidad.
Claro que en diversas proporciones y entendiendo que, generación tras generación, el Padre
siempre guardó un remanente para sí, que mantenga viva esta esperanza de ver sus planes
finalmente cumplidos.
El pueblo de Israel había reducido la grandeza de Dios a la gloria del hombre corruptible.
La inescrutable grandeza del Dios Eterno había venido a ser simplemente un puñado de
leyes a las cuales obedecer.
¿Has sentido que tu comportamiento, en alguna ocasión, fue de alguna manera irreverente
ante Dios? ¿Has menospreciado alguna vez su SANTA PRESENCIA?
Por ejemplo: La adoración en completa reverencia involucra la respuesta del cuerpo, el
alma y el espíritu. Si tu mente se encuentra en otro lugar o tu cuerpo no está respondiendo
a la pureza de la santidad de Dios, o aun si espíritu se encuentra desconectado del suyo, tu
respuesta ha sido irreverente.
¿Sueles tratar como común a lo que Dios llama santo? ¿Has disminuido en tu
entendimiento los estándares de Dios? Eso es exactamente a lo que la Biblia se refiere
cuando habla de irreverencia.
a. LA INDEPENDENCIA
1
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él,
serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Génesis 3:4-5
En esta escena vemos cómo el hombre cae ante el engaño de la serpiente. Lo que en
realidad reclama el hombre en este momento es la capacidad de determinar de
manera independiente qué es lo bueno y lo malo.
La independencia nos aleja de Dios y nos invita a caer en la falsa conclusión que
nuestras decisiones y nuestros parámetros de bondad y maldad son suficientes.
“Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó
alrededor de Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros;
en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto,
no sabemos qué le haya acontecido. Y Aarón les dijo:
Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos
y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo se quitó los pendientes de oro
que tenían en las orejas y los llevaron a Aarón. Y él los tomó de sus manos y les dio forma
con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Y ellos dijeron: Este es tu dios, Israel,
que te ha sacado de la tierra de Egipto”. Éxodo 32:1-4, LBLA
Varios días habían pasado desde que Moisés había subido al Sinaí, y la impaciencia del
pueblo de Israel los congregó para resolver el asunto en su propia sabiduría. Su temor
de Dios fue determinado por su propia imagen equivocada de la gloria de Dios.
Recordemos que el pueblo de Israel estaba habituado a las imágenes de animales
como objeto de adoración. Egipto había corrompido en ellos su revelación de la
verdadera gloria de Jehová y su temor de Dios era determinado por su propia imagen
equivocada de la gloria de Dios.
a. ORDEN DIVINO
Antes que Dios manifieste su gloria, debe haber orden divino. Una vez que su gloria es
revelada, cualquier irreverencia, desorden o desobediencia enfrenta un juicio
inmediato.
2
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía,
y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía
sobre la faz de las aguas”. Génesis 1:1-2
Dios invirtió seis días para traer orden divino sobre la tierra. Una vez establecido, sopló
de su Espíritu sobre la corona de la creación: el hombre.
“Y harán un santuario para mí [orden divino], y habitaré en medio de ellos [gloria manifiesta].”
Éxodo 25:8
Dios anhela ordenar tu interior para reenfocar tus ojos y que puedas habitar
continuamente en su Presencia.
b. REVELACIÓN
2. De su plan: La revelación de los planes eternos de Dios nos hacen crecer en reverencia
e integridad.
¿A quién estás buscando? ¿Cómo es el Dios al que estás sirviendo? ¡El Dios verdadero
sostiene el universo en la palma de su mano! (Is. 40:12)
A medida que creces en revelación de esta realidad, inevitablemente crecerás en el
desarrollo de un corazón reverente y temeroso de Dios.
c. SANTIDAD
“Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Hebreos 12:14, LBLA
3
Cuando la palabra dice que sin santidad nadie verá a Dios, es más una demostración de
amor que de juicio. Él no quiere que su gloria (KABOD) nos aplaste, y prefiere darnos otra
oportunidad, pero si anhelamos ir más profundo y ver cara a cara a quien lo ilumina todo,
debemos vivir vidas de santidad.
La gracia infinita de Dios nos permite recalcular nuestros pasos, pero solo la santidad es el
camino a la dirección correcta, al centro de su voluntad, a la vida más plena, impredecible
y extraordinaria que podríamos vivir jamás.