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Deméter, la diosa de la agricultura, tuvo con Zeus* una hija a la que llamó Perséfone. La joven
parecía una flor de cuerpo flexible y piel suave como pétalo. Era la diosa de la primavera y, junto a
su madre, protegía la agricultura.
Hace tiempo que Haces, el dios del mundo subterráneo, estaba de un humor espantoso: ninguna
diosa quería ser su compañera y reinar con él en los abismos. Un día en su carro y vió a Perséfone
en el campo juntando flores con las ninfas*, y el amor fue creciéndole en el pecho, hasta que no
pudo soportarlo. Azuzó* a los negros caballos, obligó a la joven a subir a su carro y la llevó a los
abismos.
— ¡Quiero justicia! — se quejó Deméter a Zeus —. Nuestra hija es una criatura de luz y primavera.
El sol nunca entra en ese húmedo agujero de Hades, y Perséfone se marchitará y morirá.
— Hades es un dios poderoso. Será una buena unión para nuestra hija.
— ¡Yo no pisaré la tierra hasta que Perséfone regrese! — replicó la furiosa madre.
Deméter mantuvo su promesa: se retiró de la tierra, y ya nada creció. Las plantas se consumieron
por el frío. El mundo se convirtió en un desierto helado y estéril. Hasta Zeus llegaban súplicas de la
gente, porque hombres y animales morían de hambre en la tierra desolada. A pesar de todo, Zeus
prefirió hacerse el sordo.
En su reino subterráneo, Hades vigilaba a Perséfone. Se había casado con ella y la amaba cada día
más. Al principio, la joven lo odiaba, lo trataba fríamente. Pero el dios, empecinado, no cedía: le
regalaba rubíes arrancados de las oscuras galerías, le daba telas tejidas con hilos de oro y plata,
una corona de perlas negras. Hasta convirtió parte del sombrío palacio en un jardín de plantas que
crecían en la oscuridad. Y Cerbero, el feroz perro de tres cabezas y tres colas de serpiente,
guardián del reino de los muertos, la seguía obediente y manso.
Perséfone y hades.jpg
— Perséfone debe estar tan triste, que seguramente no habrá comido nada. Las plantas crecerán...
¡Cuando mi hija regrese!
Esa tarde, Perséfone se paseaba por el oscuro jardín. Hades se acercó y arrancó una granada, roja
u muy dulce, la fruta preferida de la joven.
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— Voy a sufrir la mitad del año: que todos sufran conmigo. Nada florecerá mientras mi hija esté
con el dios de los muertos.
Por eso, las estaciones son lo que son. Mientras Perséfone está en la tierra con su madre, todo
florece y fructica; pero cuando la muchacha parte hacia el reino subterráneo, la naturaleza se
marchitará.
Fin
Glosario:
ninfa: En la religión griega, divinida menor de la naturaleza representada como una hermosa
joven.