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Democracia en un mundo contemporáneo: Aportes Bautistas

Introducción
Es una alegría poder estar acá esa mañana y poder abrir nuestra conferencia con una reflexión
sobre la democracia en el mundo contemporáneo. Como el tema es bien amplio es necesario
restringir un poco el contenido. Mi foco va a ser inicialmente sobre porque la participación
política ha sido problemática para el testimonio público de los evangélicos. Después vamos a
hablar sobre como algunos principios bautistas nos indican un mejor camino a seguir. Como
tenemos dos especialistas sobre la realidad peruana, mi ponencia se detendrá más en aspectos
generales de la experiencia latinoamericana, dejando el contexto peruano en las manos de
especialistas.
La Política: el talón de Aquiles de los evangélicos latinoamericanos
Es necesario tener cautela al hablar de la presencia evangélica en la democracia en un mundo
contemporáneo. Es difícil generalizar, ya que hay una diversidad de sistemas democráticos y una
diversidad en la situación evangélica en diferentes países. 1 Eso podemos ilustrar citando tres
ejemplos, los dos países de la cual soy ciudadano y puedo votar, Brasil y Reino Unido, y los EE.
UU.
Por ejemplo, en el Reino Unido, adonde los evangélicos son una minoría sin mucho poder, el
sistema parlamentar es dominado por dos partidos, los Conservadores y los Trabajistas, con un
tercero partido más pequeño, los demócratas liberales. Los evangélicos no son identificados con
ningún partido político, y aunque hay deputados evangélicos la disciplina partidaria impide la
formación de un bloco evangélico. 2 El voto distrital significa que es muy difícil cualquier grupo
minoritario lograr influencia, y la presencia política de los evangélicos pasa a ocurrir más en la
dimensión comunitaria, en la gestión de escuelas del estado y en la formación y apoyo a
organizaciones no gubernamentales.
Ya en Brasil el contexto es diferente. 3 El sistema de representación proporcional les permite a
grupos minoritarios ejercer una influencia considerable, y con eso los evangélicos que
representan casi 30% de la población, tienen una gran importancia electoral. Sin embargo, la
diversidad de los evangélicos brasileños significa que no hay un “voto” evangélico sino varios
“votos” evangélicos. No hay una coherencia ideológica en el voto de evangélicos, por ejemplo,
1
También es importante destacar que hay controversias sobre como definir la palabra “evangélico.” En la lengua
inglesa es tradicionalmente usado para describir a las iglesias influenciadas por el avivamiento wesleyano y que son
caracterizados por la énfasis en 1) conversión, 2) activismo, 3) la Biblia y 4) la cruz de Cristo. D. Bebbington,
Evangelicalism in Modern Britain: A History from the 1730s to the 1980s (London: Routledge, 1989), p. 4. Sin
embargo, en América Latina la dimensión teológica es menos significativa en la identidad evangélica y la palabra es
empleada para describir a “cristianos trinitarianos unidos en su sospecha y rechazo a la Iglesia Católica.” W. Shea,
The Lion and the Lamb: Evangelicals and Catholics in America (New York: Oxford University Press, 2004), p.12.
2
Un ejemplo de eso está en la renuncia del antiguo líder de los demócratas liberales, Tim Farron, por considerar la
homosexualidad un pecado. Sin embargo, al votar en el parlamento Farron siempre siguió la línea de su partido y no
sus convicciones teológicas, apoyando tanto la unión civil para parejas del mismo sexo, como la extensión del
matrimonio a esas parejas.
3
El texto clásico para continuar comprendiendo evangélicos en la política brasileña, y latino-americana continua
siendo P. Freston, Evangelicals and Politics in Asia, Africa and Latin America, Cambridge: Cambridge University
Press, 2001.
se ha hablado mucho del apoyo evangélico al actual presidente Jair Bolsonaro, pero, mientras el
ahora encarcelado expresidente Lula estaba en la cartelera, él ganaba de Bolsonaro mismo entre
los evangélicos en las encuestas.4 Por eso, cada ciclo electoral, hay una competencia entre
diferentes partidos, de persuasiones diferentes, para lograr obtener el apoyo de pastores y líderes
evangélicos. En la práctica es raro que los evangélicos sean decisivos en una elección ejecutiva,
quizá el triunfo de Collor en las elecciones de 1989 es el único ejemplo de eso. 5 Por ejemplo,
Bolsonaro recibió la gran proporción de los votos evangélicos en la última elección, pero ganaría
mismo sin eses votos. Es en el legislativo, por tanto, que la presencia evangélica es más
significativa en Brasil. La debilidad de los partidos políticos les permite a los evangélicos formar
una bancada evangélica, conocida por defender valores tradicionales en relación a la familia y la
sexualidad. Desafortunadamente, los políticos evangélicos están siempre entre los políticos más
corruptos y deshonestos de la legislatura brasileña, y todos los grandes escándalos de los últimos
treinta años en Brasil tuvieron la participación significativa de políticos evangélicos, muchos de
ellos pastores pentecostales.6
En EE. UU la situación es diferente. Las altas tajas de religiosidad en comparación con otros
países les permiten a los evangélicos tener una más grande influencia. Es también un país adonde
los evangélicos blancos cada vez más exhiben una coherencia ideológica. Desde la década de
1970 hay un alineamiento cada vez más cercano entre el partido Republicano y los evangélicos
blancos norteamericanos en una “derecha religiosa” que defiende la prohibición al aborto, la
pena de muerte, la liberalización de la posesión de armas, y una presencia menor del estado. 7
Consecuentemente, los que no se identifican con esa “derecha religiosa” cada vez más no se
identifican como evangélicos, aunque su teología continúa siendo evangélica. Esa derecha
religiosa estadounidense es el filtro por la cual muchos autores seculares escriben sobre los
evangélicos en otros países, y consecuentemente la causa de periodistas latinoamericanos
escribieren con tantos errores sobre evangélicos.
Aunque es difícil generalizar, es necesario hacer algunos comentarios. En ese momento la tesis
que quiero proponer es que, para los evangélicos latinoamericanos, la política es nuestro talón de
Aquiles. Aunque nos esforzamos mucho en la predicación del evangelio y en la labor social, eso
es debilitado por una imagen pública cada vez más dañada por los errores políticos de líderes
evangélicos. Entre los motivos de eso, quiero destacar tres principales: la ausencia de una
teleología, la ausencia del concepto del bien común y la ausencia de una teología de los
principados y potestades.
La participación evangélica latinoamericana en la vida pública, y en la política, generalmente
carece de una teleología. Eso incluye las formas de participación política inspiradas por el
concepto de misión integral.8 En otras palabras, no hemos desarrollado una visión sobre lo que
4
Según informaciones obtenidas en correspondencia personal con Paul Freston.
5
R. Cavalcanti, Cristianismo e Política: Teoria Bíblica e Prática Histórica (Viçosa: Ultimato, 2004), p. 241.
6
P. Freston, Religião e Política, Sim; Igreja e Estado, Não: Evangélicos e a Participação Política (Viçosa: Ultimato,
2006).
7
Ver las diferentes encuestas producidas por la Pew Forum, especialmente en relación a los recientes ciclos
electorales estadounidenses.
8
D. Clark, ‘Integral Mission “at the car wash”: facing the challenges of post-Odebrecht South America’, Baptistic
Theologies 10.1 (2018), ps. 71–72.
deseamos para el espacio público, lo que deseamos que sean los resultados de nuestra
participación política. Una vez intentaron me convencer a permitir el representante de un
candidato evangélico hablar a mi congregación en Brasil. Evidentemente, como bautista, no lo
permití. Entonces el mi pidió mi voto, y le pregunté ¿Qué propuestas trae su candidato? La
respuesta fue “él es pastor de la Asamblea de Dios, es un hombre de fe, de familia, etc…” Se
quedó evidente que él no tenía propuestas.
Esa ausencia de una visión para la participación pública significa que muchos candidatos
evangélicos llegan a la legislatura, llevados por el voto congregacional y no por una historia de
servicio público. El resultado es que ellos son, en su gran mayoría, incompetentes y sin preparo
para el servicio público. Curiosamente, cuando hay buenos ejemplos de políticos evangélicos,
son personas que llegan a cargos públicos no por consecuencia del voto evangélico, sino por
consecuencia del reconocimiento popular de su servicio público.9
Relacionado con la ausencia de una teleología está la ausencia del concepto del bien común, eso
es, el servicio público como una labor destinada al bien estar de todos en una sociedad. Eso es
reflejo de una debilidad de muchas democracias latinoamericanas en las cuales las elecciones no
son un debate entre diferentes propuestas para el bien del país, sino competencias entre
diferentes grupos que buscan secuestrar el aparato del estado para su propio provecho. El
ejemplo extremo de eso es el dominio del aparato político de varios países por parte de la
empresa Odebrecht, pagando coimas a políticos de izquierda, derecha en busca de contratos
caros.10
La consecuencia de eso es que muchas veces los evangélicos han participado del proceso
democrático como más un grupo de interese buscando usar el aparato del estado para sus fines.
Entonces tenemos la preocupación de legisladores en declarar el día del evangélico, el día de la
Biblia y lograr fondos del estado para iglesias y proyectos evangélicos. Al envés de seguir el
mandato de Jeremías “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar” tenemos una
interpretación equivocada de Deuteronomio 28:13 “Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola”
como una promesa de un gobierno evangélico en favor de los evangélicos.
Otra debilidad que afecta la participación política de evangélicos es la falta de una teología de los
principados y potestades. Conocemos de memoria las palabras de Pablo “Porque no tenemos
lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Sin
embargo, no pensamos mucho sobre eses principados y potestades en el desarrollo de nuestra
participación política.
¿Quién son eses principados y potestades? Eso es un gran debate entre los intérpretes del Nuevo
Testamento, sin embargo, eso lenguaje indica que las instituciones humanas, los gobiernos y las
autoridades están bajo la tutela e influencia de seres espirituales que, aunque creados por Dios
están en rebelión contra él. En otras palabras, el espacio político no es un ambiente neutro,

9
Un ejemplo de eso sería la ambientalista brasileña, Marina da Silva. Miembro de la Asamblea de Dios, ella logró
obtener reconocimiento internacional por su labor político, pero no el voto evangélico.
10
Ver Clark, ‘Integral Mission “at the car wash”.
fácilmente moldado por cristianos, sino un ambiente hostil, en la cual es necesario tener
sabiduría.
Por eso el discurso moralizante de la participación política evangélica fracasa. Creer que
solamente poner representantes evangélicos en la legislatura y en el ejecutivo resolverá todos los
problemas es ignorar la enseñanza bíblica con relación a los principados y potestades. En nuestro
contexto latinoamericano yo diría, no son políticos corruptos que producen un sistema corrupto,
sino un sistema corrupto que produce políticos corruptos. Por eso, el sentimiento “que se vayan
todos” aunque fácil de comprender es un poco ingenuo, ya que, sin los cambios estructurales y
culturales, sin combatir a los principados y potestades, los nuevos van luego ser como los
antiguos.
A la luz de esas debilidades en la participación política de evangélicos, ¿qué hacer? No tengo las
respuestas, pero voy a sugerir cuatro principios bautistas que indican un sendero más
provechoso.
El bautismo de creyentes por inmersión: La libertad de la iglesia y el rechazo a la teocracia
Empecemos con el principio que les da el nombre a los bautistas, el bautismo de creyentes por
inmersión. No es común pensar que ese principio tiene dimensiones políticas, sin embargo, la
persecución de los anabaptistas tanto por protestantes y católicos, y por el poder del estado,
indica que el bautismo de creyentes por inmersión fue considerado no solamente un hecho
político, sino un hecho con dimensiones subversivas. Como Zuinglio reconoció, sin el bautismo
infantil, no es posible mantener la idea de una iglesia del estado, y por eso la necesidad de
perseguirles a los anabaptistas.
El bautismo de creyentes por inmersión es relacionado al principio de la “competencia del
individuo”, eso es, que ninguna autoridad, sea de los padres, sea eclesial, o del gobierno, puede
interferir en la relación de una persona con Dios. Por eso, los bautistas rechazamos cualquier
tentativa de imponer la religión por intermedio del poder del estado. El bautismo es consecuencia
de la fe personal en Jesucristo, es obra del poder del Espíritu Santo en la vida de una persona, no
es algo que puede ser producido por la espada del Estado.
Como bautistas destacamos que Dios confió su misión a la iglesia bajo el poder del Espíritu
Santo, por tanto, no debemos esperar que el estado haga la tarea de la iglesia. Por eso yo tengo
poca paciencia con legisladores evangélicos que buscan proponer el día del evangélico, el día de
la Biblia, el día de la oración, porque es tarea de la iglesia predicar el evangelio, predicar la
palabra y orar sin cesar.
El simbolismo del bautismo por inmersión para los bautistas también tiene implicaciones
políticas. El bautismo por inmersión no es la versión cristiana de la circuncisión del Antiguo
Testamento, como el bautismo infantil es para muchos reformados. En la teología reformada el
bautismo representa participar de la comunidad del nuevo pacto, como la circuncisión
representaba participar de la comunidad de Israel en el Antiguo Testamento, y por eso es
necesario bautizar los bebes de padres cristianos. Para los bautistas el bautismo por inmersión
representa la muerte con Cristo para la vieja vida de pecado, y la resurrección en Cristo para la
nueva vida en el Espíritu. Esa nueva vida es la vida en la nueva era escatológica, los últimos
días, y por tanto no buscamos imponer las leyes del Antiguo Testamento, por ejemplo, la pena de
muerte para adulterio, homosexualidad e hijos rebeldes, que estaban destinados a la vida de
Israel en la antigua era.
Entonces, el bautismo de creyentes por inmersión tiene 3 impactos en la participación
democrática de los bautistas: 1) rechazamos cualquier tentativa de imponer la religión; 2)
rechazamos cualquier tentativa de usar el estado para reemplazar la iglesia en la ejecución de la
misión que Jesús se nos confió y 3) no intentamos imponer las leyes del Antiguo Testamento.

Separación entre iglesia y estado: Una iglesia libre en un estado libre.


Una consecuencia entonces de la doctrina del bautismo de creyentes es la defensa bautista de la
separación entre iglesia y estado y la libertad religiosa. Es importante destacar que la defensa de
la libertad religiosa hecha por el pionero bautista Thomas Helwys, no restringe la libertad
religiosa a los cristianos, sino la extiende a los católicos, judíos, musulmanes y los ateos. Mucho
antes de los pensadores modernos, una bautista hizo una extensa defensa de la libertad religiosa,
y murió en cárcel por eso.
Sin embargo, es importante clarificar dos aspectos de la defensa bautista de la separación entre
iglesia y estado:
1) Defender la separación entre iglesia y estado no es defender un estado secular, que las elites
intelectuales latinoamericanas defienden con el eufemismo “estado laico”. Es importante
destacar que muchos en esa elite intelectual latinoamericana son franceses frustrados, y desean
importar un modelo francés de estado secular. Sin embargo, el estado secular francés no es un
estado neutro, ya que privilegia una perspectiva ideológica/teológica, la del secularismo.
Consecuentemente, Francia es uno de los países occidentales con menos libertad religiosa. La
perspectiva política bautista es del estado pluralista, en la cual es posible personas de diferentes
credos y confesiones, y los que no tienen religión, traer sus convicciones para el espacio público
sin que el estado privilegia uno y no otro. Por eso vemos con reservas la política de concordatos
políticos entre la iglesia católica y diversos estados latinoamericanos.
2) Defender la separación entre iglesia y estado no significa que bautistas no pueden participar
del proceso político. Dios ha dado dones de administración, gobierno, servicio y liderazgo a
diferentes personas y es bueno poner eso a servicio de la comunidad. Sin embargo, un bautista
que entra en la política lo hace a servicio de todas las personas en la sociedad, y no solamente de
los bautistas y los cristianos. Un bautista que entra en la política lo hace para ayudar el estado a
hacer su misión, gobernar con equidad, competencia y justicia, protegiendo a sus ciudadanos, y
no para que el estado haga la misión de la iglesia. Al mismo tiempo un bautista no debe hacer
uso del púlpito, destinado a la predicación de la palabra, para promover su carrera o perspectiva
política. Un pastor bautista, entonces, que es candidato político, debe, en mi opinión, salir del
pastoreado.
Congregacionalismo: Entrenamiento para la participación cívica
Otro principio bautista que tiene influencia sobre nuestra participación en la vida pública es el
congregacionalismo. Sin embargo, creo que voy a polemizar un poco con eso, tenemos que
afirmar que el gobierno de una iglesia bautista no es democrático. Nuestras asambleas no son
parlamentos en las cuales hacemos un debate para decidir las cosas por el voto. El gobierno de
una iglesia bautista es cristocéntrico, podemos inventar una palabra y decir que defendemos la
cristocracia. Nuestras asambleas son cultos, en que bajo la palabra y en oración, nos ayuntamos
para juntos discernir la voluntad de Dios para su iglesia. Quizá es por abandonar a ese principio
fundamental que en algunas iglesias las asambleas caen bajo la condenación de Pablo “porque no
os congregáis para lo mejor, sino para lo peor.”
¿Cuáles son las dimensiones políticas del congregacionalismo?
1) Nosotros bautistas somos antiautoritarios. No creemos que una persona sola puede discernir la
voluntad de Dios para la iglesia y vemos con sospecha la concentración del poder en las manos
de una persona o grupo de personas. Llevamos muy a serio las palabras de Jeremías “maldito el
varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová”. En
la vida pública eso significa que como bautistas creemos en el equilibrio de poderes en el estado.
Vemos con sospecha cuando un poder, sea el ejecutivo, sea el legislativo o el judiciario, empieza
a tener demasiada jerarquía en relación a los otros. Semejantemente, vemos con sospecha una
política que se concentra en individuos o caudillos. Por ejemplo, es fácil observar que en Perú la
política se foca en celebridades, Alberto Fujimoro, Keiko, Allan García, Martin Vizcarra, y las
relaciones de amor y odio de personas en relación a ellos. Para los bautistas hay una palabra para
definir ese tipo de política, la palabra idolatría.
2) El congregacionalismo bautista ofrece entrenamiento para la participación cívica. Por
ejemplo, les educa a los cristianos presentar sus ideas, debatir las ideas de otras personas y
buscar el consenso al tomar decisiones. Esas habilidades son todas transferibles al servicio
público. De manera semejante, las iglesias bautistas les permiten a sus miembros desarrollar
habilidades en liderazgo, administración y rendición de cuentas que son transferibles para la vida
pública.
3) El congregacionalismo establece las raíces de una iglesia en su comunidad local. El modelo
básico de iglesia para los bautistas es la iglesia local, presente en un contexto geográfico. Creo
que ese localismo es fundamental para la participación bautista en la vida pública y política,
debemos empezar por adonde estamos, en nuestras comunidades. Veo con mucha sospecha a
políticos evangélicos, especialmente pastores pentecostales, que quieren entrar en la vida política
como deputados, legisladores, sin tener esa historia de labor en la comunidad. Quieren hablar de
educación, pero nunca hicieron nada para mejorar el nivel de educación en los colegios del
estado en su comunidad. Nunca se preocuparon por la basura en su vecindario, por la cualidad de
los centros de salud, pero dicen que van a mejorar la política del país. ¿Cómo que un pastor que
hace cultos hasta tarde, todas las noches en su iglesia, con una bulla que ni mismo los vecinos
creyentes suportan, puede argumentar que va a entrar en la política para trabajar para el bien
común? El congregacionalismo nos acuerda que nuestro servicio a Dios y al prójimo empieza en
nuestra comunidad local.
Uno de los retos para los bautistas en el siglo 21 es que, por diferentes motivos sociológicos, la
asamblea es cada vez una herramienta menos eficiente de gobierno. En iglesias más grande
vemos que las asambleas son menos frecuentes, y más informativas que deliberativas. Eso en sí
mismo no es malo, es un reflejo de cambios en el contexto, pero indica que necesitamos
desarrollar herramientas congregacionales más eficientes en nuestro contexto que las asambleas.
El Señorío de Jesucristo: El principio fundamental.
Todas eses principios existen bajo un principio fundamental, el Señorío de Jesucristo. Declarar
que Jesucristo es Señor tiene dimensiones políticas, y por eso los primeros cristianos fueron
perseguidos. Porque si Jesús es Señor, entonces César no lo es, Martin Vizcarra no es, Keiko
Fujimori no es, Alan García no es, y podemos continuar.
El cristiano bautista, entonces, no ofrecerá apoyo incondicional a ningún partido político, a
ningún candidato o gobierno. La lealtad absoluta del bautista no le pertenece a su país, a su
estado o a su gobierno, pero solamente a Jesucristo. Aunque deseamos ser buenos ciudadanos
sabemos también que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.”

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