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Olga Casteres O.
Las Palmas de Gran Canaria, marzo 2020
I: Angustia y Ego
Todos hemos sufrido en la infancia. Unos más que otros, pero nadie
puede eludir el verdadero propósito que hemos venido a realizar en este plano
de conciencia. Aquel dolor emocional que vivimos de niñas y que reaparece
insistentemente en nuestras vidas es en realidad la puerta de entrada hacia una
mayor comprensión sobre por qué la mayoría de las veces acabamos
haciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos propuesto hacer o
posponiendo lo que sabemos que nos hará bien, generando en nuestras vidas
frustración, ansiedad, conflictos y todo tipo de situaciones que no deseamos.
La respuesta es que esas emociones que tanto nos esforzamos en no
sentir son el único camino de vuelta a nuestra esencia, a lo que quedó oculto
bajo aquellas heridas. Así, huyendo del dolor generamos más dolor,
repitiendo conductas tóxicas y autodestructivas que nos mantienen
“distraídas” con nuestros problemas y lamentaciones, sin darnos cuenta de
que se trata de un mecanismo inconsciente del que necesitamos liberarnos si
de verdad queremos construir la vida de paz, amor y plenitud que tanto
anhelamos. Encuentro fundamental hablarte del origen de la angustia
existencial que todos llevamos guardada en nuestro inconsciente, así como de
las estrategias que nuestra mente encontró para huir de ella, pues esto te va a
ayudar a comprender muchas cosas de ti misma que hasta ahora desconocías.
Constantemente escuchamos y hacemos uso de la palabra “ego” en
cualquier tipo de conversación coloquial, refiriéndonos a ella cuando
queremos indicar que alguien es prepotente o soberbio. “Tiene un ego
enorme”, hemos oído en multitud de ocasiones cuando hablábamos de
personas con alguno de estos rasgos. Así, la definición que encontramos en el
diccionario es “valoración excesiva de uno mismo”. En las líneas que siguen
voy a ceñirme al significado extraído del libro “Un Curso de Milagros” (a
partir de ahora UCDM), lectura y trabajo personal que te recomiendo
encarecidamente si sientes de verdad el deseo de experimentar un despertar
maravilloso en tu vida. En el capítulo 10 me adentraré más profundamente en
sus aportaciones con respecto al concepto del Ego y a su funcionamiento a
través de los mecanismos de la proyección y la culpa, y también incluiré sus
enseñanzas en otros capítulos a través de algunas de sus lecciones de trabajo.
De momento, a modo de presentación, te voy a dar tan sólo unas pinceladas:
Desde la perspectiva de UCDM nos encontramos con una definición que
incluye el aspecto espiritual de nuestra existencia, y que nos dice que el ego
es la ilusión de la separación, el símbolo de un “yo” que cree estar separado
de la Fuente, y al que esta creencia le hace vivir en la culpa y el miedo. Es el
intento de hacer real una identidad que está separada de Dios, la parte de
nuestra mente con la que nos hemos identificado, pero que realmente no es lo
que somos. Así, UCDM define a nuestro camino de despertar como “un viaje
del miedo al amor”. Siguiendo este hilo, me vienen a la mente las mismas
preguntas que me hice cuando leí sobre esto por primera vez: ¿Cómo ocurre?
¿Cómo se produce esta idea de estar separadas de la Fuente, de la Unidad? y
¿para qué necesitamos vivir esta experiencia de separación si no es real?
Antes de adentrarnos en el tema y para que tengas alguna referencia
sobre UCDM, reseñar que fue dictado por una “voz” a Helen
Schucman, una mujer atea y catedrática de psicología médica en la
Facultad de Medicina de Nueva York en la década de los sesenta. Tras
siete años de transcripción con la colaboración de William Thetford, un
compañero de profesión, fue publicado de forma anónima hasta que tras
el fallecimiento de Helen se desveló su origen. Esta voz se presentó a sí
misma como Jesús de Nazaret y el libro fue un súper ventas desde la
primera edición.
Personalmente hace muchos años que renegué de la doctrina cristiana,
pero esto no me impidió mantener en mi interior un vínculo especial
con la figura de Jesús. A pesar de los mensajes de miedo y de culpa que
recibí de la iglesia al ser una pecadora por el mero hecho de haber
nacido, una voz me decía que nada de aquello encajaba con lo que él
promulgaba. Así que en cuanto dos buenas amigas con las que llevaba
años compartiendo mi trabajo espiritual me contaron cómo había sido
escrito y que su mensaje principal era “éste es el verdadero evangelio
que quise enseñarte”, no lo dudé ni un segundo y empecé a estudiar sus
enseñanzas, que debo decirlo, han cambiado mi vida por completo.
Quiero prevenirte que al igual que muchos de los que vivimos este
desencanto con la imagen del Dios católico, al principio tuve muchas
resistencias para aceptar la terminología del libro, que es idéntica a la que
había escuchado y leído en la iglesia. Con el tiempo pude ir cambiando las
sensaciones de rechazo que mi mente asociaba con palabras como “Dios”,
“Espíritu Santo”, “Expiación”, “Salvación”, y muchas más, y comprendí que
lo verdaderamente importante era el nuevo significado que UCDM les
brindaba, y no los nombres en sí. Tras el primer año estudiando y trabajando
en él, pude empezar a pronunciar de nuevo la palabra “Dios” en voz alta
sintiendo regocijo y paz, en lugar de aquel rechazo atávico. (No es que esto
tenga mucha importancia, pero he querido compartirlo para que sepas con lo
que te vas a encontrar si algún día decides sumergirte en su trabajo).
Ahora sí, vamos a responder las preguntas que he planteado más arriba,
apoyándome en una información valiosísima que Paloma Crisóstomo,
terapeuta y facilitadora en Constelaciones Familiares, ha dejado en multitud
de conferencias que podrás encontrar en Youtube. Desde hace mucho tiempo
tengo el hábito de pasar como mínimo una hora al día buscando y escuchando
a terapeutas o coaches que realmente me inspiren, que me aporten algo nuevo
a través de sus conocimientos o sus propias experiencias de vida. Paloma es,
junto con Enric Corberá, Marta Salvat, Jorge Pellicer, Joe Dispenza, Suzanne
Powell y algunos más, de esas personas que consiguen que su mensaje llegue
directamente a mi alma porque puedo sentir que no sólo me está hablando de
una teoría interesante y reveladora, sino que también ha integrado toda esa
sabiduría en su vida.
Así como con Enric y Joe siento que mi mente recibe toda su
información desde la parte más racional, (añadiendo las risas que me echo
con Enric, que es un verdadero maestro a la hora de transmitir sabiduría a
través del humor), con Paloma me ocurre algo muy diferente: su voz pausada
y amorosa, su manera de hablar de su propia historia personal, tan
desgarradora e inspiradora a la vez, automáticamente hacen que se abra mi
mundo emocional, esa parte de mí donde habita la niña que fui. Así, después
de años buscando respuestas a estas preguntas, la explicación de esta mujer
fue la primera con la que por fin dije: “Eureka, ahora sí que lo entiendo”. Y
supuso un antes y un después en mi camino de crecimiento espiritual.
De niñas no terminamos de sentirnos queridas del todo, porque nuestros
padres sí que nos querían, pero era un amor limitado y con exigencias, pues
tenemos que asumir que realmente en este plano de conciencia nadie sabe
amar de verdad. Ni ellos se querían completamente a sí mismos, ni pudieron
darnos un amor puro e incondicional. Y esto dio lugar a lo que viene a
continuación.
Entre los dos y medio y tres años, empezamos a vivir una desconexión
con nosotras mismas, con la esencia de amor que somos. Esto ocurrió porque
a esa edad las neuronas ya están capacitadas para procesar y aceptar los
mensajes y las normas que vienen de fuera, y empezamos a darnos cuenta de
que el exterior nos valoraba por cómo actuábamos y no por lo que éramos.
Así, llegamos a creer que nuestra manera de hacer las cosas y de
comportarnos era más importante que ser nosotras mismas, lo que nos llevó a
hacer esta desconexión de nuestro centro. Desde ese momento nos volcamos
por completo en el exterior, buscando en él ese apoyo interno de amor,
seguridad y valoración que habíamos perdido. Es lo que en muchas religiones
se ha llamado metafóricamente “la expulsión del paraíso”.
Pero llegó un momento en el que ese exterior también nos faltó, bien
porque a veces no pudimos ser atendidas, o porque nos regañaron, o no nos
comprendieron. No fuimos amadas como necesitábamos y entonces, al sentir
que nos fallaba el único sustento que nos quedaba, experimentamos por
primera vez la angustia, un vacío aterrador provocado por los pensamientos
que aparecieron en nuestra mente: “No me hacen caso porque soy mala”
“algo falla en mí”. “no sé hacer las cosas bien”, “soy débil”, “no soy
importante”, etcétera, pues aún no teníamos capacidad para razonar y
entender que nuestros padres o no tenían tiempo, o tenían sus propios
problemas sin resolver. En realidad sólo sentimos una emoción (tristeza por
el abandono, soledad, miedo…), pero nuestra mente añadió todo lo demás,
dando lugar al inicio de la formación del sistema de creencias y de la
programación mental inconscientes que condicionarían nuestra vida futura.
En ese punto sentimos que no teníamos apoyo interno ni externo y
vivimos un vacío desgarrador, un gran dolor afectivo y una angustia de miedo
y soledad insoportables que sepultamos en nuestro inconsciente para no
volver a sentirlos. Nuestra mente empezó a construir los programas, las
máscaras, las creencias, las corazas, en definitiva, los personajes que se
transformarían después en nuestro ego, y que nos servirían para escapar de
ese terror a toda costa. Así, fuimos adoptando diferentes maneras de
responder a nuestro entorno, buscando siempre sentirnos queridas, vistas,
valoradas y reconocidas. “Si soy buena no me abandonarán”, “si soy fuerte,
me valorarán”. “si estudio mucho, me considerarán”, etcétera.
Hasta aquí te he explicado cómo se produce esta idea ilusoria de que
estamos separados de nuestra Fuente, del Todo del que venimos y del que
seguimos formando parte, lo creamos o no. Ahora paso a detallarte cómo a
partir de ese momento en el que creímos ser un ente separado, nuestra mente
empezó a construir los mecanismos que forjarían nuestra falsa identidad,
nuestro ego, con el único objetivo de impedir que volviéramos a sentir
aquella angustia.
Venimos a este plano de conciencia a experimentar la realidad divina
que somos, y esta realidad nos viene dada en potencial, para que lo
desarrollemos. Somos Plenitud, y su semilla se manifiesta en el plano físico a
través de tres centros de energía fundamentales. Cada cual, en la medida en
que su alma así lo haya elegido, tendrá que trabajar más unos centros u otros.
Estos tres potenciales son el Amor, la Sabiduría y la Fuerza. A lo largo de la
infancia, pasando por la adolescencia y hasta llegar a la vida adulta, todos
hemos experimentado tres tipos principales de angustia, que se asocian con
tres heridas fundamentales que a su vez están relacionados con estos tres
centros energéticos. Dependiendo de la intensidad y de la repetición de los
hechos que nos dolieron, y de otros factores como la personalidad de los
padres o el contexto en el que ocurrieron, a unos nos afectará más una herida
que otra, pero todos hemos vivido las tres. Todas ellas empezaron a tener
lugar a partir de los tres años, y continuaron manifestándose a lo largo de los
años.
La huida de la angustia:
A medida que vamos creciendo nos identificamos cada vez más con
nuestra mente, con esa identidad que hemos construido a base de
moldearnos para que el exterior nos quiera y no vuelva a abandonarnos.
Así, tal como aprendimos de niñas, perpetuamos el patrón de vivir hacia
afuera, alejándonos cada vez más de nosotras mismas. Sin darnos
cuenta, hemos adquirido el hábito de seguir tapando aquel vacío inicial y
buscamos fuera cómo llenarlo, sin comprender que nadie puede hacerlo
salvo nosotras mismas. Preferimos que otros lo hagan, y lo buscamos a
través de las relaciones, sustancias, experiencias intensas, sexo, trabajo,
y de esta manera al menos conseguimos que la angustia desaparezca
puntualmente, queriendo creer que esos momentos de “bienestar” son la
felicidad que tanto anhelamos. Pero no. La felicidad es algo muy
diferente. Al hacer esto, la emoción principal que solemos tapar es el
miedo, que es la base de todas las demás: miedo de sentirme pequeña, de
sentirme triste, de sentirme rechazada, incomprendida, sola, etcétera.
Cuando nos negamos a sentirlo, inevitablemente va a emerger en
nosotras otro estado mental que nos desagradará aún más, pero al que ya
nos hemos acostumbrado.
Te explico cómo es esto: te ocurre, como a todos, que en algún
momento vienen a tu vida situaciones o personas que te asusta afrontar.
Al negarte a sentir de verdad la emoción del miedo (porque realmente
no has aprendido cómo gestionarlo), aparece la ansiedad, que no es más
que la manifestación física, visible, de la angustia que estás ocultando.
Por esto es por lo que en ocasiones vivimos crisis de ansiedad sin una
causa aparente, porque ya tenemos el patrón inconsciente de negar
nuestras heridas cuando aparecen y dejarlas sin ser escuchadas y sin
sanar.
Siempre que sientes miedo, se ha activado en ti alguna de las tres
heridas fundamentales: tienes miedo de no ser querida, de sentirte
vulnerable, o un miedo de identidad, de no saber quién eres. Cada vez
que emerge la sensación y buscas en el exterior una salida (tu novio te
deja y sales por las noches para conocer a otra persona enseguida y así
no sentir tu soledad), te sentirás cada vez más ansiosa y no sabrás por
qué. El motivo es que al negar la emoción, automáticamente se dispara
en tu mente toda esa programación inconsciente: cada vez que surge una
emoción en ti, la mente la cataloga rápidamente y echa mano del
programa correspondiente a la herida en cuestión.
Por ejemplo, si sientes miedo porque te has quedado sin trabajo, se trata
de una herida que tiene que ver con la inseguridad, y tienes una oportunidad
para trabajar con el potencial de tu fuerza, de tu energía creadora. Pero como
aún vives atrapada en tu mente y no sabes hacerlo, aparecerán los mismos
pensamientos que te dijiste de niña cada vez que te sentiste insegura, y será
algo totalmente inconsciente: “soy una inútil”, “soy una fracasada”, “no sé
hacer nada bien…”. ¿Vas pillando cómo funciona? Tú no te darás cuenta,
pero serán estos pensamientos y principalmente el hecho de que te has
identificado con ellos, lo que te hará sentir ansiedad. Mientras sigas sin hacer
consciente este proceso, te resultará imposible salir del circuito interminable
y desarrollar tus potenciales. Y ahora tengo buenas noticias para ti: ¡tú no
eres tu mente ni tus pensamientos! Pero esto lo desarrollaremos algunos
capítulos más adelante. De momento, sigo explicándote:
Resumiendo lo anterior, todas nosotras hemos vivido de niñas
situaciones concretas con unas emociones determinadas, y desde ese
momento empezamos a construir nuestro sistema de creencias y nuestra
programación mental, en definitiva, el ego. Y éste, a través de sus juegos
mentales, siempre buscará que no volvamos a sentir esas emociones, pues
está convencido de que detrás de ellas está aquella angustia que sintió al
verse sin ningún tipo de sustento.
Lo que hacemos después de negar la emoción y generar la ansiedad es
enfadarnos o sentirnos culpables. La energía del enfado nos da una ilusión de
fortaleza, que aunque no es real, sí nos ayuda a escapar momentáneamente
del vacío que subyace en todo lo que nos está pasando, al impedirnos mirar a
nuestra herida. A través de este enfado proyectamos fuera nuestro malestar,
echamos la culpa a los demás y les juzgamos, echando por tierra la
oportunidad de sanación que la situación, con el miedo, traía consigo (“mira
lo que me ha dicho”, “debería haberme acompañado, es una egoísta”…). Nos
cerramos, levantamos corazas y creamos más soledad y tristeza, sin ver que
ahora nos toca a nosotras aprender a darnos lo que no pudieron darnos en su
día. Con la culpa ocurre algo parecido, pero en vez de proyectar el malestar
en el exterior lo hacemos en nosotras mismas: “siempre estoy igual”, “no
tengo remedio”, “a ver si aprendo de una vez, parezco tonta”…y el resultado
es el mismo: no es más que una escapatoria para evitar sentir la tristeza, la
soledad, la vulnerabilidad, o el miedo.
¿Y qué ocurre cada vez que caemos en esta trampa? Nos paralizamos y
nos bloqueamos, generando más ansiedad. Como te he dicho, esa emoción
que ha quedado sin ser escuchada hace que emerjan en tu mente las creencias
y los programas inconscientes asociados a la herida que la situación haya
activado en ti, y estos programas, al final, te llevan siempre a enfadarte con
los demás o a culpabilizarte. La herida que viviste de niña cobra vida en el
presente pidiéndote a gritos que la escuches, y todo este batiburrillo de
pensamientos se dispara dentro de tu cabeza sin que probablemente te des
cuenta, ya que aún no tienes el hábito de observar a tu mente. Pero el hecho
de que sea un acto inconsciente no significa que no te afecte. Te afecta, y
mucho. Mucho más de lo que piensas. Estos pensamientos están generando
emociones que vibran en consonancia, y estas emociones son precisamente
las que provocan más ansiedad y bloqueo a la hora de buscar la acción más
saludable y satisfactoria para ti. Como ya sabrás, un pensamiento que te dice
“Soy tonta, no puedo”, no va a provocar en ti una emoción de alegría y de
seguridad, ¿a que no? Y así, vives atrapada en una espiral repetitiva que se
podría plasmar de la siguiente manera:
-Necesitan que uno de los hermanos -el rebelde-, sea el chivo expiatorio
en el que proyectar muchos de sus asuntos emocionales sin resolver.
-Resiliencia
-Independencia
-Inteligencia
-Empatía
-Sensibilidad
-Un fuerte sentido del Yo
-Espíritu crítico
-Fuerza
-Valentía
-Liderazgo
¡¡¡ESTÁN EN TI, TE LO PROMETO!!!
Homenaje a mi hermano
Hasta ahora te he hablado de la figura de la oveja negra desde nuestra
perspectiva, la del niño o la niña que fue abusada. Pero, ¿qué ocurre con el
abusador? ¿No es en ocasiones también un paria, un excluido, alguien del que
es mejor no hablar? ¿No ha traído también consigo una carga enorme del clan
para que pueda ser expresada y reparada? En el caso de mi familia te aseguro
que así fue, y es por esto por lo que ahora quiero hablarte, con muchísimo
respeto, cariño y gratitud, de mi hermano Valentín:
Fue el mayor de cinco chicos y tres chicas, un hijo muy deseado y
querido por mis padres, pues habían pasado por un aborto natural antes de
que él naciera. Al contemplar las fotos de mi madre jugando con él cuando
era pequeño, veo en su carita a un niño siempre sonriente y me puedo
imaginar que realmente tuvo un comienzo feliz en la vida. Al año nació mi
hermana, y dos años después otra niña, mi segunda hermana mayor. Valentín
ya no aparece tan sonriente en las fotos de esta época, y es fácil suponer que
había empezado a acusar el desplazamiento que inevitablemente le había
tocado vivir. A lo largo de los once años siguientes vio cómo íbamos
llegando el resto de hermanos, en intervalos de uno o dos años.
La dinámica de mis padres con respecto a la crianza era como
correspondía a su época, a la antigua usanza: mi madre se ocupaba del
cuidado de la casa y de los hijos y mi padre salía a trabajar y después iba al
bar a tomar algo y jugar al mus con los amigos. Cuando estaba en casa podía
prestar una atención puntual a alguno de los hijos, pero por lo general era un
padre afectiva y emocionalmente ausente. Su principal interacción con
nosotros consistía en reñirnos cuando correspondía, y una sola mirada o
palabra suya era suficiente para que se restableciera el orden. Como habían
hecho con él, nos educó a través de un autoritarismo insano en el que no
había lugar para la réplica o para una palabra de defensa, y en el que cuando
se enfadaba, todos sentíamos auténtico miedo.
El papel de mi madre también fue el que correspondía a la época y a la
educación que había recibido: sumisión ciega a su marido, callando y bajando
la mirada cuando él gritaba o daba un golpe en la mesa. No es que esto
ocurriera a diario, también había -especialmente a la hora de comer, cuando
nos sentábamos todos juntos a la mesa- momentos de risas, juegos y
canciones en los que mi padre participaba, pero sí flotaba en el aire la
presencia de una amenaza invisible, de algo poderoso y temible que podía
estallar en cualquier momento.
Valentín empezó a mostrar signos de su enfado con la vida y con su
realidad desde pequeño, y aunque yo aún no había nacido, sabiendo cómo
funcionaba la dinámica familiar sé que no fue debidamente comprendido y
recogido en su soledad y su dolor. Llegó a la adolescencia convirtiéndose en
un chico muy inseguro que llegó a sufrir acoso en el colegio, y empezó a
descargar su frustración y su enfado en casa: pegaba a mis hermanas
mayores, escondía la comida que le gustaba en su armario para no tener que
compartirla, mentía y acusaba a los demás…y finalmente, cuando llegó el
momento de su despertar sexual, para el que no había recibido ningún tipo de
orientación, acabó desahogándolo en mí.
Hace muchos años ya que comprendí que él no fue consciente del daño
que me hizo, ni de las nefastas consecuencias que aquello trajo a mi vida. Era
un adolescente perdido con un sentido del yo muy frágil, que tampoco había
encontrado en la familia el apoyo que tanto necesitó. A los dieciocho años
empezó a consumir hachís y marihuana, para ir adentrándose poco a poco en
drogas mayores, acabando siendo uno de los miles de yonkis que azotaron
nuestro país en los años ochenta.
Pasó así los siguientes quince años de su vida, alternando periodos de
robos, cárcel y desapariciones y reapariciones en las que su aspecto famélico
y tétrico recordaba a un cadáver andante, hasta que le dimos el ultimátum de
acudir al Proyecto Hombre. Fue así como consiguió dejar aquel mundo atrás
y vivir una vida digna. Conoció a una chica de la que se enamoró, se casó con
ella y mantuvo esa estabilidad durante diez años, hasta que finalmente los
excesos de su juventud acabaron pasándole factura. Su hígado enfermó y en
nueve meses acabó muriendo. Tenía cuarenta y tres años.
En vida nunca pude tener con él una relación cercana y de verdadera
amistad. Durante aquellos años “limpios” intenté en varias ocasiones hablar
con él sobre el tema de los abusos buscando quedarnos en paz los dos, pero él
no estaba preparado para asumirlo. Nunca llegó a estarlo. Fue unos años
después de su muerte cuando gracias a las Constelaciones Familiares y a la
epigenética transgeneracional, pude empezar a comprender y a tener una
visión superior de lo que había significado su vida en nuestra familia: no sólo
había asumido el rol del “malo” pegando y abusando de sus hermanos
pequeños, sino que además nos protegió al resto del mundo de las drogas,
haciendo que todos le cogiéramos mucho miedo y respeto tras ver en él sus
devastadoras consecuencias.
Igual que hay que ser muy fuerte para asumir el rol de oveja negra por
haber sido abusada, también hay que serlo para elegir el rol del hermano
cabrón. El papel del “malo” trae información de ancestros que fueron
excluidos del clan por haber hecho algo inaceptable, y el descendiente recrea
situaciones similares buscando una oportunidad de reparación que va a servir
para sanar a todo el clan. En nuestro caso, todos acabamos aceptándole y
ayudándole a dejar las drogas, y durante aquellos diez años en los que se
mantuvo limpio, muchos de mis hermanos sí lograron establecer una relación
de armonía y amistad con él. Se había logrado la inclusión, la sanación.
Con respecto a los abusos, pude constatar en varias constelaciones que
también habían ocurrido en la familia de mi madre y en generaciones atrás.
Al ver esto empecé a atar cabos y caí en la cuenta de que Valentín y el
hermano de mi madre, mi tío Agustín, habían tenido vidas muy similares:
Agustín había sido también el primogénito problemático, había fallecido
joven a causa de sus abusos con el alcohol, y también abusó de algunas de
sus hermanas. La situación se ocultó, ni siquiera se habló, no fue resuelta y
pasó a la siguiente generación, recayendo en mí (esto lo veremos en
profundidad en el capítulo del inconsciente familiar).
Sin ninguna duda, ahora sé en lo más profundo de mi ser que mi
hermano y yo pactamos como almas recrear lo que se había quedado
silenciado, tapado y sin sanar en la familia de mi madre, para a través del
perdón y el amor, traer luz a nuestro clan. Así que no puedo más que darte las
gracias Valentín, y deseo con todo mi corazón que estés donde estés, hayas
logrado alcanzar la paz que tanto te costó lograr mientras estuviste con
nosotros.
Para concluir con el tema de la oveja negra, quiero transcribir este texto
de Bert Hellinger, el creador de la terapia de las Constelaciones Familiares,
que lo explica de una manera clara y hermosa:
“La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado
no existe y el sufrimiento no tiene causa.
La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con
respecto a ti misma. No tengas miedo de la Voluntad de Dios.
Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te
liberará de todas las consecuencias que el pecado ha forjado en tu febril
imaginación”
“Tenerife
1977
Michael Jackson
Tenerife
Mayo 1978 - Diario
“Hola: Cuando sea mayor tendré una casa muy bonita, con jardín y
muchos animales. Me encantan los animales, todos menos las arañas.
Mis hijos serán muy felices y yo jugaré y hablaré mucho con ellos. Les
diré cuánto les quiero y nunca dejaré que se sientan abandonados por mí.
Qué ganas tengo de ser mayor y de que vengan ya…siento que he
venido a la Tierra sólo para eso…
Mi marido será un hombre guapo y nos querremos mucho. No me
hablará como papá a veces habla a mamá, no se enfadará conmigo, ni
con nuestros hijos. Cuando papá grita siento mucho miedo, no me gusta
que se enfade. Nunca viene a hablar ni a jugar conmigo, ahora sé que no
me quiere, ni mamá tampoco.
Ya no les necesito, yo sola saldré adelante. Algún día podré irme de
esta casa para no volver nunca.
Mi Amiga del Cielo me sigue hablando a veces y me dice que
confíe, que todo va a ir bien y que este dolor algún día tendrá un sentido.
Yo todavía no puedo verlo…”
Has podido ver con claridad cómo se fraguó el autoengaño con
respecto a mi fuerza y mi invulnerabilidad, que devino en la falsa creencia de
que no les necesitaba. Las heridas del abandono y la seguridad habían
cristalizado en mí, y al sepultar la tristeza, el miedo, el abandono y la soledad
para no volver a sentir aquel dolor desgarrador, mi mente creó el consiguiente
sistema de pensamientos: “no me quieren, ni yo a ellos”, “buscaré el amor
fuera de aquí”, “yo sola puedo con todo”, “no necesito a nadie”, “si me
muestro frágil el mundo me hará daño”, “que les den”, etcétera.
Inconscientemente había sepultado mi angustia de abandono e
inseguridad tras la máscara de aquella fortaleza ficticia, y como ya sabes, las
emociones que me permitieron mantener esa mentira durante años fueron el
enfado y la culpa, dirigiéndolos tanto hacia mí misma como hacia los demás.
V: Mapa de acción
¡NO
MEREZCO
SER
QUERIDA!
Créeme, si pudieras contar las millones de veces que te has repetido
estas cuatro palabras a lo largo de tu vida sin darte cuenta de que lo hacías,
ahora mismo te echarías a llorar.
Como ya te he contado, todos los días, nada más levantarme, voy al
baño y lo primero que hago es mirarme al espejo. Me centro en mis ojos y
busco a mi niña de tres años, para ver si está bien o si hay algo que la esté
perturbando. Al principio me costaba acordarme de hacerlo, pero a base de
insistir al final conseguí que si algún día se me olvidaba, en el trayecto a la
cocina para prepararme el desayuno una vocecita interior me decía: “Eh, que
no me has preguntado cómo estoy”. Entonces me paraba en seco, sonreía, y
volvía al baño. No es algo sólo importante. Es sagrado. Ahora sé que yo soy
lo más valioso que tengo y que según lo que haga conmigo, así serán los
frutos en mi vida.
En la actualidad, por lo general a mi niña le basta con ese primer saludo
matinal para empezar el día contenta. La miro a los ojos y enseguida sé cómo
se siente. Si todo está bien, que ahora es prácticamente cada día, me sonríe y
abre y cierra los ojos rápidamente, como jugando conmigo. Si está inquieta
por algo, también lo siento enseguida. Noto alguna tensión en mi cuerpo o en
mi cara, y entonces me quedo de pie, mirándola a los ojos, respirando
despacio y profundamente hasta que la emoción aparece. Cuando me doy
cuenta de qué es lo que estoy sintiendo, empiezo a hablarle, como te he
contado más arriba: “no estás sola, veo y comprendo tu miedo. Eres la
persona más importante de mi vida. Te quiero y te acepto completamente,
con el miedo que estás sintiendo ahora. La verdad es que esta situación es un
poco confusa y tienes motivos para sentirte así. Te acepto y te abrazo con tu
miedo, quédate tranquila que yo ahora estoy contigo y nada malo puede
pasarte. Yo me hago cargo de la situación, tú sólo descansa en mí”.
Y le sigo hablando de esta manera, hasta que siento que de verdad se ha
tranquilizado y puede sonreírme y hacer eso tan gracioso que hace con sus
ojitos. Muchas veces aparece la niña de entre los siete y trece años, y otras la
adolescente, según la herida que se haya abierto en mí, y con todas ellas
aplico el mismo ejercicio. Hay una diferencia abismal entre vivir las
situaciones “problema” de esta manera tan consciente y amorosa, y vivirlas
como solía hacerlo antaño, enfadándome ante cualquier cosa que no se
ajustara a mis deseos.
Después, a lo largo del día, prácticamente cada vez que voy al baño
vuelvo a mirarlas para saludarlas y recordarles cuánto las quiero. O si por
ejemplo estoy en el salón escribiendo, o en la calle haciendo cualquier cosa y
de pronto siento algún tipo de malestar, sé que hay algo que tengo que
revisar. Antes me levantaba para ir al espejo o esperaba hasta llegar a casa,
pero con los meses de práctica ahora me basta con tomar un par de
respiraciones profundas, visualizar a mis niñas hasta que la emoción se hace
clara, y entonces la reparo. La acepto, la vivo, la contemplo como una
oportunidad para seguir sanando. Ya no me quejo, eso quedó atrás. Te repito
que vas a experimentar verdaderos milagros en tu vida si adquieres la
costumbre de practicar este ejercicio tan sencillo, pues como dijo el gran
Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Reflexiones
Nos han educado para saludar y dar los buenos días a todos los que se
cruzan con nosotros por la mañana, ya sea a nuestros seres queridos en casa,
después en el trabajo, o a los vecinos del barrio en la calle. Y hacemos lo
mismo a cualquier hora del día cada vez que vemos a alguien a quien
apreciamos, e incluso con los simples conocidos. Después de un tiempo
haciendo este ejercicio, un día me planteé qué diferente habría sido mi vida y
la de la mayoría de nosotras si nos hubieran enseñado también lo
imprescindible y prioritaria que es esta atención amorosa hacia nosotras
mismas.
¿Cómo crees que una madre va atender mejor a sus hijos desde el
comienzo del día? ¿Teniendo encerradas en su inconsciente las heridas de su
niña interior, o habiéndola escuchado y tranquilizado antes de darles el beso
de buenos días y prepararles el desayuno? ¿Cómo crees que esta mujer
afrontará de una manera más tranquila y confiada los desafíos que se
encuentre en el trabajo o en sus relaciones personales? Sí, ya sé que no has
tardado en responder. También sé cuál ha sido tu respuesta.
A estas alturas ya sabes que tus heridas se van repetir en tu vida una y
otra vez hasta que las sanes, y que sólo podrás cambiar esto trabajando y
desarrollando el amor hacia ti misma. Cuando comprendas que esto es así y
des los pasos necesarios, tú misma harás que el malestar que antes generabas
desaparezca, pues al haber atravesado y trascendido el dolor, ya no
necesitarás seguir reviviéndolo. Es así de simple. Seguirás avanzando y
creciendo en tu vida, pero ya no tendrá que ser a través del sufrimiento y la
frustración, pues habrás accedido a un nivel superior de conciencia.
Las nuevas emociones que vas a ir generando en ti a partir de ahora
(paz, gratitud, alegría, amor, plenitud…), irán desmontando progresivamente
la programación mental que iba asociada a tu anterior forma de sentir, y se
forjarán nuevas creencias en ti, acordes a estas emociones que sí puedes
sentir ahora. Por ejemplo: antes juzgabas y te enfadabas cuando alguien te
hablaba mal, y así no te permitías entrar en la tristeza que ese gesto activaba
en ti. Como no sabías mirarte con amor, era muy fácil que te doliera
prácticamente cualquier cosa que te ocurriera o te hicieran, pues sin tú
saberlo, eras como una herida abierta andante. En esa situación, una creencia
inconsciente asociada a la tristeza que mantenías oculta podría ser: “no
merezco que me quieran”. ¿Recuerdas cómo funciona? Después, como no
querías sentir el dolor que esa creencia, aunque era inconsciente, te producía,
huías de él enfadándote y juzgando a los demás, o sintiéndote culpable.
Primero saltaba el automático de las creencias inconscientes que el ego fue
construyendo con cada herida, y luego negabas la emoción auténtica. Y así,
sin darte cuenta, generabas una ansiedad y una frustración constantes en tu
vida.
Tras haber realizado el trabajo interior y haberte permitido sentir esa
tristeza dándote mucho amor y comprensión, habrás trascendido las viejas
creencias y ahora podrás vivir con otras muy diferentes: “soy digna de ser
querida”, “soy capaz de afrontar esta situación”, “soy una persona muy fuerte
y valiente, con todo lo que he superado”, “el mundo es un lugar seguro”, “me
permito sentirme vulnerable, no hay nada de malo en ello”. De esta manera,
irás dándote cuenta de que las palabras, actitudes o situaciones externas que
antes te dolían habrán dejado de afectarte, pues ya no habrá herida en ti. Sólo
habrá amor, y al amor no se le puede hacer daño. Como dijo el escritor
francés Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”.
Con el tiempo, dejarás de atraer a tu vida aquellas situaciones en las que
sentías las viejas emociones, pues ya no habrá nada que trabajar con respecto
a ellas. Al ver a las mismas personas que antes “te hacían daño” actuando
bajo sus patrones automáticos, serás capaz de mirarles sin juzgarles, pues ese
amor y esa comprensión que te has dado a ti misma, automáticamente se
proyectarán en el exterior. Como bien sabes, lo que es dentro es fuera, todo lo
que ves en el exterior es un reflejo de lo que hay en tu mente, así que si de
verdad has dejado de juzgarte y de hacerte daño a ti misma, es imposible que
lo hagas hacia fuera. Como nos dice UCDM, lo que percibimos es
simplemente del reflejo de cómo nos vemos a nosotros mismos, es decir,
cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos estamos viendo a
nosotros mismos. Y como ya te he dicho, ésta es tu única función en
el mundo, tu propósito divino: verte a ti misma y a los demás a través de tu
propia inocencia, sabiendo que somos todos Uno y que ellos son tan
inocentes y dignos de amor como tú.
A continuación transcribo un párrafo de UCDM que en este punto nos
viene como anillo al dedo:
“A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno
en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha
Mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo posible para corregirlos. Tienes
el poder de obrar milagros. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos
juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada, todo el mundo se
beneficia a través de tu santa visión”.
Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que todos nosotros anhelamos? ¿No
buscamos que los demás nos miren sin juzgarnos, con una comprensión y un
amor incondicionales? Pues bien, el modo de obtener lo que quieres, es darlo.
De verdad te digo que cuando puedas comprender la liberación que esto que
te estoy diciendo va a traer a tu vida, vas a desear hacer lo que sea necesario
para que pase a formar parte de ti.
Retomando el tema de las creencias y cómo al cambiarlas
transformamos nuestra vida entera, en el capítulo de la física cuántica te
explicaré cómo al grabarse una nueva creencia en nuestra mente, ocurre que
las células vibran en esa nueva frecuencia y el inconsciente buscará nuevas
experiencias que vibren en consonancia. Lo hará programando el
cerebro con conexiones neuronales que permiten que esa creencia se pueda
ejecutar a nivel de comportamiento y de experiencias. En definitiva, verás
cómo la ciencia nos ha demostrado todo esto que te estoy diciendo: el cambio
ocurre primero dentro y después se manifiesta fácilmente afuera.
Es por esto por lo que no me canso de decir que los conceptos de fuerza
de voluntad y sacrificio que tanto nos han inoculado a la hora de lograr
cambios y objetivos, es una estupidez fruto de la ignorancia, pues no
podremos ser efectivas y coherentes a la hora de pasar a la acción mientras no
hayamos hecho ese cambio en nuestro interior. Y como vengo repitiéndote,
sólo podremos hacerlo a través del amor, que es la auténtica vibración de
nuestra esencia.
Por lo que leíste en el primer capítulo, ya sabes que ese amor que es tu
verdadera naturaleza ha venido en forma de semilla. Esto significa que
tenemos que desarrollarlo ahora, pues como también te he explicado, de
niños no aprendimos a hacerlo. Y en este punto sí tengo que hablarte del
esfuerzo, que no sacrificio: no nos enseñaron a tratarnos con amor, sino a
exigirnos y a enfadarnos con nosotras mismas cuando no cumplíamos con las
expectativas que venían impuestas desde fuera. Aprendimos que
mientras tengamos defectos no seremos dignas de ser queridas, y debemos
comprender que el esfuerzo que sí nos corresponde hacer ahora es aprender
poco a poco a aceptarnos y a amarnos tal como somos, pues así como en la
exigencia y el sacrificio no hay amor, en el esfuerzo sí puede haberlo.
Al trabajar y desarrollar esta nueva relación contigo ti misma, te
resultará cada vez más fácil hacer el esfuerzo para lograr lo que sea que te
hayas propuesto cambiar en tu vida y lo harás por amor, el mismo amor que
te impediría hacer daño a una niña inocente de tres, siete, o quince años.
Recuerda los tres potenciales con los que vinimos, y que en la niña de tres
años encontrarás la clave para desarrollar todo eso que dejaste bloqueado en
ti. Recuerda también que eres lo único que tienes realmente, y que lo más
importante que has venido a hacer es a trabajar este amor hacia ti misma.
Citando a Doña Magdalena, una curandera mejicana con la que
Jodorowsky se maravilló al ver sus sanaciones milagrosas: “Tú misma, tal
como en realidad eres, te estarás esperando al final del camino”.
Abordar este tema es fundamental para que te resulte más fácil entender
de dónde viene esta tendencia al mutismo y a la negación cuando ha ocurrido
el abuso sexual en la familia. Como te conté en el capítulo 3, a mí me alivió y
me liberó muchísimo saber que existe este inconsciente en todos los sistemas
familiares, pues así pude comprender que mis hermanos, al no aceptar los
abusos como algo que pertenecía a todo el clan y al no asumir que todos mis
conflictos eran fruto de aquella experiencia vivida en mi infancia,
simplemente obedecían a un programa ancestral que estaba muy por encima
de su voluntad individual.
Así como todos convivimos con nuestro ego, esa parte inconsciente de
nuestra mente de la que ya te he hablado, coexistimos también entre una
miríada de energías invisibles que forman parte de nosotros y de nuestra vida,
nos guste o no, y seamos conscientes de ello o no. Como ya he explicado en
capítulos anteriores, mientras sigamos atrapados en el automatismo de
nuestra mente inconsciente, ésta seguirá dominando el 95% de nuestros
pensamientos, emociones y decisiones diarias, llevándonos a preguntarnos
muchas veces por qué siempre repetimos las mismas situaciones o atraemos
al mismo tipo de personas y circunstancias. Bien, esto ya está comprendido y
asimilado, y ya cuentas con el ejercicio del espejo para empezar a hacer
cambios reales en tu vida desde este mismo momento. ¿O tal vez hayas
empezado ya? (guiño con sonrisa y mucho cariño).
Pero, ¿qué pasa con el inconsciente familiar? ¿Qué es exactamente? Y la
pregunta más importante: ¿Puede influir en tu vida de la misma manera que
tu propio inconsciente individual? Veámoslo:
Partiendo de los trabajos y postulados establecidos en su día por Freud y
Jung, numerosas investigaciones han desarrollado posteriormente teorías
acerca de un tercer nivel inconsciente, que sería un escalón intermedio entre
el inconsciente individual y el colectivo, llamado inconsciente familiar o
inconsciente del clan. A ello han contribuido las propuestas de diferentes
autores entre los que destaca especialmente Alejandro Jodorowsky, quien ha
impulsado la aceptación del término de una manera más precisa, así como el
hecho de que a partir de los años setenta comenzó a aumentar el interés por el
árbol genealógico en Occidente, desde que se abordó por primera vez la
cuestión de la herencia transgeneracional.
. De la misma manera que el inconsciente personal se compone
fundamentalmente de todo aquello que hemos reprimido, olvidado o
bloqueado de lo que nos ha ocurrido a lo largo de nuestra vida y el
inconsciente colectivo está integrado por valores y arquetipos comunes a un
grupo, a una cultura o a un colectivo social, el inconsciente familiar es una
especie de inconsciente colectivo a pequeña escala en el que se guardan los
programas y patrones familiares. Todo clan familiar cuenta con su propia
historia y sus creencias, y éstas acaban convirtiéndose en una programación
inconsciente, formando un conjunto de memorias, sistemas de pensamiento y
actitudes que comparten las generaciones del pasado, del presente y del
futuro. De esta manera, el inconsciente familiar consolida el sentido de
pertenencia al grupo y la identidad de sus miembros sobre la base de la
historia común de la que forman parte. Dicho de otro modo, varias
generaciones de un mismo clan se relacionan y se desarrollan siguiendo los
dictados de este inconsciente familiar y de sus creencias, que provienen de las
memorias reprimidas de los sucesos traumáticos que vivieron las
generaciones anteriores. Todo lo que le sucede a un miembro del clan
repercute, a través del inconsciente familiar, en los otros miembros, muertos,
vivos, o aún por nacer (esto lo desarrollaré en el capítulo de la epigenética
transgeneracional).
Como miembros del clan, desde que somos concebidos recibimos
inconscientemente las memorias de todas las vicisitudes familiares, las
enfermedades, las tragedias y los traumas ocurridos con el propósito de que
puedan ser reparados, pero ocurre que en el inconsciente familiar existe
también una fuerza que es conservadora y paralizante. Su propósito es
mantener la estabilidad para garantizar la continuidad del clan, por lo que
todo debe supeditarse a unos patrones repetitivos que instintivamente se
vuelcan en el pasado, hacia lo conocido, buscando siempre la conservación.
Así, el clan rechaza la rebeldía, el ansia de libertad o el desarrollo de la
conciencia de cualquiera de sus miembros, porque esas iniciativas
provocarían situaciones desconocidas que pueden ocasionar inestabilidad y
poner en riesgo su supervivencia.
Aquí es donde entramos en juego las ovejas negras. Es como si hubiera
dos fuerzas luchando entre sí: una, la del miedo, la que proviene del grupo
familiar y que quiere que todo permanezca igual, y la segunda, la que
proviene de la Consciencia, que es siempre creadora y que desea la evolución
a través de la sanación. Esta trae consigo todas las posibilidades de
transformación que buscan el desarrollo de la conciencia del clan, y al
contrario que la anterior, no se alimenta del pasado sino de las posibilidades
futuras. Resumiendo, podríamos decir que el árbol genealógico es un
organismo que por imitación y buscando sobrevivir, intenta imponer a los
descendientes sus modelos aprendidos y limitantes a la hora de pensar y
actuar ante determinadas situaciones. Y al mismo tiempo influye sobre él la
fuerza creadora y amorosa de la Consciencia, que lo empuja desde ese pasado
de sufrimiento e inconsciencia hacia un futuro en el que todos sus miembros
hayan podido realizar el desarrollo de su verdadera esencia. Es por esto que
heredamos aquellas situaciones que fueron vividas con dolor y en silencio,
porque traemos con nosotras la capacidad de vivirlas de una manera diferente
y sanadora, para aportar una nueva información al clan.
Al mismo tiempo, tanto nosotras como nuestro árbol hemos recibido las
influencias de la cultura y la sociedad en la que hayamos crecido, que nos han
moldeado conforme a este patrón de imitación y repetición. Nuestro trabajo
como conciencia individual radica en liberarnos de esos límites, aportar una
información nueva a nuestro árbol y llevarlo hacia su realización espiritual.
En palabras de Jodorowsky: “El pasado quiere dar sentido al futuro, pero en
realidad es el futuro el que da un sentido al pasado, otorgándole un
significado nuevo”. Continuemos:
Si un miembro del clan adopta conductas que chocan con las que son
aceptadas por el grupo, los demás generalmente las considerarán una traición
y condenarán su actitud amparándose en las costumbres, creencias y
prejuicios inherentes al inconsciente familiar. Ante esta amenaza, el rebelde
deberá elegir entre la identidad, la protección, la seguridad y el sentido de
pertenencia que le aporta el clan, o su deseo de libertad y de crecimiento al
margen del grupo. Nuestra memoria instintiva nos hace creer que fuera del
clan somos frágiles y estamos en peligro, por lo que esta decisión no es fácil,
pero son precisamente estas iniciativas desafiantes las que enriquecen y hacen
progresar a un clan familiar, ya que muy probablemente fomentarán la
emulación entre otros miembros, así como la liberación de las siguientes
generaciones. Y el clan que no tiene la suerte de que emerja en él la figura de
esta disidente valiente, aparentemente se mantiene unido, pero de una manera
rígida e inerte, encaminándose sin darse cuenta hacia su desaparición.
Ante esa supuesta amenaza que he mencionado, la oveja negra siempre
tendrá dos posibilidades a la hora de actuar: seguir imitando los patrones
pasados y aprendidos del clan (miedo, enfado, lucha, sumisión, juicios,
quejas, culpas, victimismo, negación, etcétera), o aportar una salida nueva al
árbol permitiendo la liberación y el desarrollo hacia la Consciencia (perdón,
comprensión, expresión, amor…).
En definitiva, al hablar del inconsciente familiar nos estamos refiriendo a
un nivel de nuestra mente que está situado en un plano más profundo aún que
el propio inconsciente personal, y que contiene “memorias” de experiencias
ancestrales de nuestros antepasados que se reflejan en nuestra vida a través de
patrones de conducta, bloqueos emocionales, e incluso a una predisposición a
vivir determinadas experiencias. Gracias a la epigenética transgeneracional,
hoy sabemos que nuestro inconsciente conserva las memorias de nuestros
ancestros hasta la cuarta generación, y que no sólo heredamos las
características de nuestros rasgos físicos, sino también los traumas,
tendencias psicológicas y conductuales, conflictos emocionales y todo
aquello que se quedó sin resolver en nuestro sistema familiar.
Como ya hemos visto, todo lo que fue callado, oculto y guardado
en secreto, pasa a las siguientes generaciones en forma de experiencias
generalmente dolorosas y traumáticas, no como una forma de condena ante la
que no podemos hacer nada, sino al contrario, como una oportunidad sagrada
que viene con una fuerza arrolladora para que ahora sí, pueda manifestarse y
sanarse aquello que fue sepultado bajo el dolor, la soledad y la
incomprensión.
El inconsciente familiar es como una entidad que lo sabe todo y
que por amor, siempre buscará la manera de sacar a la luz lo que fue oculto
en el árbol genealógico, pero tendrá que lidiar con esas otras fuerzas que por
inercia y por miedo, prefieren que todo siga igual. Lo cierto es que ninguna
información se puede perder, no existe un secreto familiar que pueda callar lo
que de una forma u otra se tiene que manifestar, y lo hará a través de
síntomas, comportamientos, e incluso de enfermedades en los casos en los
que no se logra la liberación y la sanación a través de la comprensión y el
perdón.
De esta manera, casi todas las experiencias que vivimos tienen
relación con estas memorias familiares, y tenemos ahora en nuestras manos la
posibilidad de hacer lo que nuestros antepasados no fueron capaces o no
supieron hacer, y liberar así a las generaciones futuras del clan para que
puedan seguir evolucionando hacia la paz y el amor que realmente somos y
que todos estamos anhelando volver a experimentar. O por el contrario,
repetiremos las mismas acciones y decisiones que tomaron nuestras abuelas y
bisabuelas, y seguiremos perpetuando el dolor y los conflictos, hasta que
llegue al sistema familiar un alma lo suficientemente fuerte y despierta para
romper el ciclo definitivamente.
Es como si el inconsciente de un antepasado te susurrara al oído: “Yo
no pude hacer más y esto ha quedado pendiente; sácalo a la luz, libera al
árbol de esta limitación, perdona y trasciende este condicionamiento”. Así, el
clan se va enriqueciendo y liberando con las nuevas aportaciones de los
miembros que pueden comprender este sentido sagrado y que aceptan su
desafío con amor, en lugar de vivirlo como si fueran unas víctimas
impotentes atrapadas en un destino indeseable.
Cuando comprendes que tu experiencia no acaba en ti, sino que
continuará a través de tus hijas, nietos, sobrinas y bisnietos, te adueñas de una
visión superior y eres capaz de salir del pensamiento limitante y dual del
yo/tú, para empezar a verte a ti y a tu vida como una parte importante de la
Totalidad: esa Inteligencia Superior en la que todo está conectado,
funcionando en una continua y mágica interacción.
Antes de ver cómo la ciencia nos explica los mecanismos por los que
heredamos esta información ancestral, con los datos que vas a leer en este
capítulo quiero aportarte una mayor claridad sobre lo que subyace tras el acto
del abuso en sí, es decir, las causas históricas de esta hegemonía de la energía
masculina sobre la femenina que llevamos siglos viviendo como especie.
Como ya has podido ver, en este libro no vas a encontrar un solo juicio ni
ataque hacia la figura masculina ni hacia ningún episodio de la Humanidad,
pues mi intención es darte las herramientas para que comprendas que por
muy dura que haya sido tu experiencia de abusos, tú misma elegiste vivirla
con un propósito Superior. Y como ya te he explicado, este propósito es que a
través del desarrollo del amor que eres, puedas aportar tu contribución en el
camino de despertar espiritual que todos, tanto abusadores como abusados,
compartimos. Dicho esto, empecemos:
Esa mentalidad predominante en el inconsciente colectivo masculino que
durante tanto tiempo ha llevado a muchos hombres a ver a las niñas y a las
mujeres como un objeto sexual al que pueden poseer, dominar y utilizar a su
antojo, tiene sus orígenes en los albores del patriarcado. En la prehistoria y en
los inicios de los tiempos históricos, hubo en distintos lugares del planeta
sociedades matriarcales donde lo femenino era lo que primaba en
prácticamente todos los aspectos de la vida. Eran sociedades pacíficas que se
organizaban en familias autosuficientes, y la mujer, aparte de tener el poder
político, religioso y económico, aportaba los alimentos vegetales, mientras
que los hijos se ocupaban de la caza y la pesca. También se asociaban con
otras tribus y formaban confederaciones democráticas para resolver
cuestiones públicas, religiosas y de la política.
Todo esto comenzó a cambiar cuando el hombre descubrió que él era una
pieza clave en la reproducción y dejó de ver a la mujer como un ser sagrado
por traer vida al mundo. A partir de aquel momento el hombre empezó a
relegarla a un puesto de mero receptáculo que tenía que estar a su
disposición, y para asegurar la reproducción, las alejaron de la educación y
del poder. Este deterioro de lo femenino se acentuó cuando el hombre se dio
cuenta de que los hijos podían ser sus propios descendientes y no los de otro,
y empezó a hacerse cargo del sustento y la protección de la familia, hasta que
con el tiempo instauraron el matrimonio, relegando a la mujer
definitivamente a la procreación. Todo ello rompió también el vínculo que las
mujeres habían tenido antaño entre sí, con todas las ventajas que les daba
estar unidas para dar estabilidad a la tribu, mientras los hombres sólo eran
residentes temporales.
Los hijos pasaron a ser una herramienta para trabajar la tierra y conseguir
excedentes de alimentos, y así podían comerciar con otros estados, lo que
hizo que la familia se convirtiera en una unidad económica. Con esto vino el
enriquecimiento y con él, la propiedad privada, y esto supuso una mayor
decadencia, pues se perjudicó más a la mujer con la nueva idea de transmitir
la propiedad a los hijos, hecho que reforzó el papel masculino.
Con el paso de los años la mujer vio restringidas las profesiones que
había ejercido antes, fue perdiendo paulatinamente su influencia, su poder
político, religioso y su status. El hombre se convirtió en la figura principal de
la sociedad y se crearon otras formas de sometimiento aparte de la coacción y
la fuerza bruta, hasta eliminar por completo los esquemas femeninos
anteriores. Se empezaron a usar medios más sutiles de adoctrinamiento como
la literatura, los mitos y el arte, que influyeron en el inconsciente colectivo de
la mujer y fueron cambiando sus actitudes, imponiéndole fidelidad y
sumisión, hasta que después de varios siglos de patriarcado este sometimiento
terminó siendo lo natural.
Así surgió también la religión del estado patriarcal: destronaron a la
Diosa y atribuyeron sus funciones a divinidades masculinas, haciendo que
desapareciera el culto a lo femenino. Los nuevos soberanos buscaron el
apoyo de los sacerdotes y poetas para que diesen una base religiosa a su
ideología política, creando mitos para propagar la ideología patriarcal.
Impusieron una situación de superioridad masculina, modelando conductas
propias de cada sexo para someter a las mujeres y justificar así el orden
impuesto con una base moral. Para fortalecer las ideas que querían imponer,
crearon modelos centrados en la violencia, la jerarquía y el dominio. A partir
de entonces la religión se volvió intolerante, y a medida que las civilizaciones
patriarcales fueron cogiendo más poder, extendieron sus creencias, sus mitos,
sus sistemas religiosos y filosóficos sobre otros pueblos a la fuerza,
erradicando las libertades individuales y fomentando la esclavitud y las
guerras.
A los nuevos dioses masculinos se les adjudicaron las antiguas funciones
naturales de la Diosa madre, como Dionisios, Baco, Apolo, e incluso el
mismo Zeus, o simplemente se le cambió el género a la Diosa y sus sustitutos
conservaron a veces incluso el mismo nombre, como Mitra o Sin, que antes
de ser masculinos eran Diosas.
Se rebajó a la gran Diosa madre a Diosa secundaria, y las figuras
femeninas sufrieron cambios de poder en las narraciones. Algunas fueron
convertidas en hijas, esposas, amantes, o hermanas de las deidades
masculinas. En aquellos tiempos, los mismos griegos adoraban aún sobre
todo a la Gran Madre, la madre tierra, a la que llamaban Gea, pero Homero
en el siglo VIII antes de Cristo, convirtió a Zeus en el padre supremo de la
familia olímpica, que se regía por los cánones de la aristocracia patriarcal.
Otra manera de subyugar a la mujer fue demonizar a las divinidades de la
cultura anterior. Por ejemplo en las funciones legislativas, la Diosa que daba
normas y castigaba a los infractores fue convertida en una Diosa vengativa
que personificaba todo lo malo, como los vicios, la guerra, la peste, el fraude
o la miseria, y se acabó degradando su imagen por completo. La
desacreditaron y la convirtieron en Diosa infernal y maléfica, incluso se la
culpó de ser la causante del mal en el mundo, haciendo que la morada de la
gran Diosa Tierra acabara representándose en todos los panteones como el
mundo subterráneo, el mundo de la muerte, el abismo.
Y dada la correlación entre los mitos y la realidad económica y social, al
perder importancia el principio femenino anularon también su intervención
en la vida económica, dando lugar a un cambio radical en toda la estructura
social. El famoso mito de Hércules tuvo muchísima influencia en la época: en
él se cuenta que robó, asesinó y devastó las regiones donde aún gobernaban
mujeres y como recompensa a sus “buenas acciones”, en la otra vida fue
perdonado por Hera y se casó con su hija, la Diosa Hebe. Ese era el mensaje
que se enviaba: los hombres que se comportasen según los intereses
patriarcales serían recompensados al morir y esto influyó muchísimo en la
sociedad durante miles de años, e hizo mover a los aventureros a ir a otras
regiones a colonizarlas.
Cuando el patriarcado y el machismo llevaban ya más de tres mil años
imperando, las ideas de Aristóteles en lo concerniente a la mujer no ayudaron
mucho. Fue un gran biólogo y observador de la naturaleza, pero en lo
referente a la mujer no fue un hombre muy despierto, no como Sócrates y
Platón. Aristóteles fue alumno de Platón y aunque coincidían en algunas
cosas, prácticamente diferían en casi todo. Platón decía que cuando el alma
viene a un cuerpo humano se olvida de las Ideas Perfectas, o sea, de Dios y
que a través de sus experiencias en el mundo físico puede tener vagos
recuerdos y éstos le despiertan el anhelo de regresar a su esencia, a su alma.
En su teoría añadió que cuando el hombre se ve imbuido en el mundo físico,
llega a creer que eso es lo único real, lo plasmó muy bien con su idea de la
caverna y las sombras, y al igual que Sócrates, postuló que la mujer tenía las
mismas facultades que el hombre, en todos los aspectos. Aristóteles rechazó
su teoría teológica, aunque hubo algunos momentos de su vida en los que sí
admitió que tiene que haber un Dios que ha creado la Naturaleza. En lo que
no coincidió nunca fue en su visión de la mujer, a la que él veía como “un
hombre incompleto”, y fue esta idea la que llegó a dominar en la Edad Media
en lugar de las de Sócrates o Platón.
Como he dicho al comienzo, no tiene sentido juzgar ni enfadarnos por lo
que ha sido. Lo cierto es que gracias a ello estamos hoy aquí y podemos
seguir evolucionando. Seguimos:
Mucho más tarde, en el año 313, Constantino aceptó el cristianismo con
el famoso edicto de Milán, y en el 380 fue proclamada como la religión del
estado romano, hecho decisivo para que la mujer siguiera siendo denostada
en los años venideros. San Agustín, uno de los “padres” de la iglesia, llegó a
afirmar que toda la Humanidad entró en perdición después del pecado
original y que Dios dejará que sólo unos cuantos se salven. Dijo también que
es natural que la mujer esté sometida al hombre, porque la razón más débil se
tiene que someter a la más fuerte. Con su teología rechazó a Sócrates, que
decía que todos tenemos las mismas posibilidades porque todos, hombres y
mujeres, tenemos la misma capacidad de razonar. En definitiva, repudió el
Humanismo de Atenas, haciendo que por todas partes se pregonara que no
había salvación fuera de la iglesia.
También fue muy influyente San Jerónimo, otro de los padres de la
iglesia y traductor de la biblia al latín, que entre otras cosas dijo que la mujer
es la puerta del diablo, el camino de la maldad, el aguijón del escorpión y
“cosa” de mucho peligro. Con esto, te puedes hacer una idea de cómo tradujo
los textos bíblicos. Sólo dos siglos más tarde, ya en el VI, la iglesia cerró la
escuela de Platón en Atenas y fundó la orden de los Benedictinos, la primera
gran orden religiosa. Así fue cómo empezó a borrar los vestigios de la
filosofía que habían sobrevivido hasta entonces y empezó a hacerse con el
control de la contemplación y la enseñanza. Desde este momento empezó la
lucha de poder entre el estado y la iglesia, que duró hasta que llegaron el
Renacimiento y la Reforma en los siglos XV y XVI, cuando se empezaron a
escuchar las primeras voces que se atrevieron a decir que la iglesia no era
imprescindible para conocer a Dios.
Volviendo a lo decisiva que fue la proclamación del cristianismo como
iglesia del estado romano para que siguiera denostándose a la mujer, con los
dos ejemplos anteriores ya te puedes imaginar que los cristianos no ampliaron
la visión de sus antecesores en lo que respecta a la imagen de inferioridad que
se tenía de ella, y durante más de mil años esta idea se perpetuó con sus
escritos y enseñanzas.
La iglesia tuvo una oportunidad de cambiar algo al respecto en el siglo
XIII con la influencia tan importante que tuvo Tomás de Aquino, pero éste
cogió lo que le interesó de toda la ideología de Aristóteles, que había llegado
a Europa en aquella época gracias a la influencia árabe y se quedó también
con la visión que él había tenido de la mujer, aquella idea de que era un
hombre imperfecto y que los hijos sólo heredaban cualidades del padre, pues
la mujer es pasiva y receptiva. Según Aquino esto coincidía con la Biblia, en
la que puede leerse que la mujer fue creada de la costilla del hombre. Habló
del uso de “las cosas” imprescindibles, como la mujer, aduciendo que era
necesaria para la conservación de la especie y que fue creada para ayudar al
hombre, pero sólo en la procreación, pues “para cualquier otra cosa el
hombre tendría en otro hombre mejor ayuda que en la mujer”.
Históricamente la mujer ha sido especialmente despreciada por los
monjes y los teólogos a excepción de los Cátaros, que fueron los únicos en
toda la Edad Media que sí lucharon por que ésta pudiera emanciparse, pero la
iglesia se encargó de hacerlos desaparecer. Surgieron en el siglo XIII, y
pedían no sólo la libertad de la mujer, sino también que la iglesia volviera a la
esencia de los primeros cristianos, a una vida de fe, de sencillez, de humildad,
y protestaron en contra de lo que se había convertido su credo, en una
religión prepotente e intransigente, donde los fieles vivían con miedo al
castigo divino. No sólo fueron perseguidos y asesinados por los cruzados,
sino que la mayor parte de sus escritos fueron quemados por considerarse
herejías. Aun así sobrevivieron algunos libros suyos, y gracias a ellos se ha
podido saber que realmente existieron. El más relevante se titula “El libro de
los dos principios”.
Por supuesto que hubo muchas mujeres sabias, mujeres científicas,
botánicas y pensadoras que se dejaron oír a lo largo de la Edad Media a pesar
de la iglesia, pero inevitablemente y al igual que el Catarismo, cayeron en el
olvido o fueron condenadas por herejes.
Volviendo a Aquino y Aristóteles, hay que reseñar que aunque la
importancia política de Roma desapareció a finales del siglo IV, el obispo fue
nombrado cabeza de toda la iglesia católica romana, es decir, el papa, y poco
a poco se le empezó a considerar como el representante de Dios en la Tierra.
Así fue como Roma funcionó como capital cristiana durante casi toda la Edad
Media, consiguiendo que muy pocos se atrevieran a hablar en contra de su
doctrina. En el siglo VII, cuando murió Mahoma, el Islam conquistó el norte
de África y Oriente Medio y poco más tarde, España. También se había
quedado con Alejandría, que había sido una ciudad helénica y así habían
aprendido gran parte de la ciencia griega y también de la filosofía de
Aristóteles. Por eso fueron los más avanzados con diferencia en ciencias,
matemáticas, química, astronomía y medicina durante la Edad Media.
Resumiendo todo esto, se puede decir que en el siglo XIII la influencia árabe
llegó a Italia través de España, y así fue cómo Tomás de Aquino y la iglesia
perpetuaron aquella visión de la mujer como un ser inferior al hombre,
apoyándose en las ideas originales de Aristóteles.
En este punto cabe preguntarse cómo es que hasta el siglo XIX no
empezaron a surgir movimientos feministas, cuando la iglesia ya había
empezado a perder parte de su hegemonía moral y de pensamiento en el siglo
XV con el Renacimiento. La respuesta está en que después surgió la Reforma
de Lutero, que buscaba volver al cristianismo original ante la corrupción y la
degradación moral de Roma, y acabó produciendo un importante cisma en la
iglesia, dando lugar a numerosas organizaciones que se agruparon bajo el
nombre de Protestantismo y también a numerosas guerras entre católicos y
protestantes, que terminaron con la Paz de Westfalia.
Pero en sus quejas y planteamientos no había nada referente a la injusta
situación de la mujer en la sociedad. Para que te hagas una idea, Lutero llegó
a decir que Dios había creado a Adán, que era dueño y señor de todas las
criaturas vivientes, pero que Eva lo había estropeado todo. Y también Erasmo
de Rotérdam, que aunque no participó en la Reforma sí fue el inspirador de
Lutero por sus ideas críticas contra la iglesia y su represión sobre la libertad
individual, afirmó que la mujer era un animal inepto y estúpido, aunque
agradable y gracioso.
Un apunte curioso, que yo desconocía hasta hace bien poco, es que
también en las culturas budistas se fomentó el machismo. En el antiguo texto
sagrado “Les vies chinoises du Buddha”, en relación a una mujer que después
de morir renace como hombre, se puede leer lo siguiente: “El cambio de sexo
es un paso hacia delante, hacia la liberación. Ninguna mujer estará salvada
siendo mujer. La última etapa es siempre masculina”. Según Buda, las
mujeres no se pueden iluminar, y para lograrlo, tienen que morir y reencarnar
como hombre. Ni qué decir de la religión musulmana, en la que no pueden
enseñar los brazos y las piernas porque el hombre “no se puede controlar”.
Ni siquiera más tarde, con la Edad de la Razón en el siglo XVII y la
Ilustración en el XVIII hubo cambios en ese terreno. Sus pensadores
defendían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición
y la tiranía para construir un mundo mejor, pero aún no estaban lo
suficientemente despiertos como para ni siquiera plantearse la liberación de la
mujer, y mucho menos en España, donde la influencia de la iglesia aún era
muy fuerte y el desarrollo de la Ilustración se vio bastante condicionado.
En el siglo XVIII se empezaron a escuchar las primeras voces de protesta
por parte de las mujeres y fue muy influyente el libro “La reivindicación de
los derechos de la mujer”, de la escritora inglesa Mary Wollstonecraft, que
esgrimía que las mujeres no son inferiores por naturaleza, sino que es la falta
de medios y la imposibilidad de acceder a una educación apropiada lo que
genera esa diferencia. Fue la primera en decir abiertamente que hombres y
mujeres deben ser tratados como seres racionales e iguales. Coetánea a ella
fue Olympe de Gouges, una activista francesa que escribió entre otras
muchas obras, “La Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, en
respuesta a “La Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano” en la
que se había excluido a las mujeres. A lo largo de toda su vida protestó
enérgicamente contra la traición de la Revolución Francesa, que aun
basándose en los principios de la Ilustración, que defendían que todos los
seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos, -la famosa
consigna de “libertad, igualdad y fraternidad”-, se habían olvidado por
completo de las mujeres.
Olympe se negó a llevar el apellido de su marido y fue pionera en todos
los aspectos del feminismo, no sólo en la defensa del papel político y
educativo de la mujer, sino también al creer en el amor libre y proponer
nuevos derechos para las mujeres dentro de la vida personal o familiar, como
la eliminación del matrimonio, la defensa de una ley del divorcio u obligar a
los padres a hacerse cargo de los niños y niñas nacidos fuera del matrimonio.
Lo cierto es que fue una mujer muy adelantada a su época. Después de
dedicarse durante toda su vida a defender la educación femenina, la
participación política y el voto de la mujer, la igualdad plena dentro de la
familia y en la iglesia, tuvo que soportar todo tipo de ataques misóginos y
finalmente murió en la guillotina en 1793 condenada por el ala radical de los
revolucionarios, que habían llegado al poder ese mismo año.
Hubo otras, también en el siglo XVIII. Jane Austen, desde el anonimato
eso sí, escribió varias novelas en las que se notaba la influencia de Mary
Wollstonecraft. Sus libros abrieron el camino a escritoras que fueron
surgiendo después, y en el siglo XIX comenzaron a oírse sus voces con más
contundencia. ¡Cuánto tenemos que agradecerles tanto las mujeres como los
hombres, a todas aquellas valientes!
No deja de llamar la atención que en aquellos siglos de supuesto
esplendor de la razón, los “grandes pensadores” siguieran ciegos en relación
a la opresión que aún sufría la mujer, y la explicación está en que los
filósofos de los siglos XIX y XX sólo escribían para cierto grupo social
masculino. También hubo algunos más despiertos, curiosamente, los que
menos relevancia tuvieron. Un claro ejemplo fue Hippel, que fue alcalde de
una ciudad de Prusia oriental y también amigo de Kant. Escribió que el
talento de la mujer era igual al del hombre y que no era simplemente
descuidado, sino deliberadamente reprimido para fomentar su abulia, y que se
las educaba para ser ignorantes.
A continuación te muestro diversas ideas y citas de varios de estos
filósofos, para que puedas comprender cómo no hace tanto tiempo, aún se
nos miraba como a seres muy inferiores a los hombres:
Kant en el XVIII, a pesar de su lucidez en los razonamientos sobre el
criticismo e idealismo trascendental, su investigación sobre la estructura
misma de la razón y su trabajo sobre el empirismo y el racionalismo, habló de
la superioridad natural de las facultades del hombre sobre las de la mujer.
Rousseau, también en el XVIII, que tanto defendió que el hombre nace
libre pero que en todos lados está encadenado, dijo que la educación de las
mujeres deberá estar siempre en función de la de los hombres. Literalmente,
afirmó: ”Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y las estimemos,
educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando crecemos, éstas han
sido siempre las tareas de la mujer y eso es lo que se les debe enseñar en su
infancia”. También dijo que a las niñas no les gusta aprender a leer y escribir,
y sin embargo, siempre están dispuestas para aprender a coser.
Schopenhauer, del XIX, cuya filosofía se concebía esencialmente como
un “pensar hasta el final” y que fue tan influyente en los pensadores de los
siglos XIX y XX, dijo que sólo el aspecto de la mujer revela que no está
destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los materiales.
También llegó a decir que las mujeres son de cabellos largos e ideas cortas.
“¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo
tuyo vive en esta era: La CULPA, debe necesariamente vivir también. Tú eres
la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido;
eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a
quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil
destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción, incluso el
Hijo de Dios tuvo que morir”. Tertuliano, padre de la iglesia, De Culta
Feminarum, 1.1.
Aunque muy resumida, creo que esta información te puede servir para
entender muchas cosas, especialmente acerca del tema que nos ocupa.
Aún queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar ese estado mental
colectivo en el que ningún hombre tenga siquiera un pensamiento de abusar
de una niña o de tocar a una mujer sin su consentimiento, pero si
contemplamos a la Humanidad como un Todo que está aprendiendo y
creciendo igual que lo hace un bebé, sólo nos queda observar el proceso con
comprensión, transformándonos cada una de nosotras en la paz y el amor que
queremos ver en el mundo.
Todo lo demás, llegará cuando estemos preparados.
VIII: Mi herida II
“1979 - 1982
Lanzarote
“Hay otra manera de ver el mundo”
Un Curso de Milagros
El “Manuel Soto” zarpaba por fin, dibujando una espumosa estela blanca
e innumerables sueños rotos tras de sí.
Un nuevo comienzo se presentaba ante ella y la ilusión renovada le
permitió vislumbrar un pequeño atisbo de felicidad. Se mudaban a Lanzarote,
y atrás quedaba Tenerife con su majestuosa cordillera de Anaga peinando el
horizonte, mientras el balcón de su habitación, desfigurándose en un punto
diminuto, era ahora apenas perceptible para sus ojos vivaces y expectantes.
Apoyada en la barandilla, sintió nostalgia al comprender que jamás
volvería a hablar con las estrellas y con sus hijos desde allí, y se animó
pensando que en Lanzarote también encontraría su sitio mágico. Contempló
paciente cómo su rincón en el balcón se fue haciendo cada vez más pequeño,
hasta que la silueta azul de las montañas se convirtió en una fina línea que
terminó desapareciendo en el rojo del cielo, dejando al Teide adueñarse
completamente del ocaso.
_Adiós Tenerife…adiós Teide_, susurró colmada de emoción.
Habían pasado allí los últimos tres años tras mudarse desde Cádiz y sabía
que sería una época de su vida que no olvidaría jamás. Sus sensaciones al
observar la pequeñez en la que se estaban convirtiendo aquellos años en la
isla eran ahora contradictorias. El asco, la rabia, el miedo y la decepción se
mezclaban con imágenes de momentos muy bonitos que también había
vivido allí, y todo ello se impregnaba ahora de una suave fragancia que le
hablaba de nuevas esperanzas y del fin de su calvario.
_Qué ilusión, hermanita. Me han dicho que es una isla preciosa_, le decía
Marian mientras paseaban felices bajo el manto añil que bañaba la cubierta
del barco, mientras Álvaro correteaba junto a ellas desparramando
grácilmente toda la inocencia de sus cuatro años.
_¿Es verdad que hay camellos?_, le preguntó emocionada, ante la
perspectiva de nuevas aventuras.
_Sí, y me han dicho que hay infinidad de volcanes y también un sitio
donde echas agua en un agujero de la tierra y sale un chorro de vapor a
presión.
_¿En serio? ¡Uau! ¡Seguro que nos va a encantar!”
“Tres años más tarde, en los que las persistentes incursiones de Agustín
ya no dolían tanto como el silencio sepulcral en el que definitivamente se
habían instalado sus padres, el odio que había empezado a gestarse en su
lejana habitación tinerfeña se había convertido en un asco y un desprecio que
se le hacían prácticamente insoportables. Odiaba a su hermano y a sus padres
y se odiaba a sí misma también, y paulatinamente se había ido convirtiendo
en una adolescente díscola, agria y descarada que empezó a darse cuenta de
que no encajaba en su familia.
Solía volar a un mundo secreto de fantasías, que le permitían sobrellevar
su cruda y resignada realidad, y allí soñaba con que era adoptada y sus
verdaderos padres vendrían algún día a rescatarla. Imaginaba también futuros
muy bonitos y diferentes, en los que llegaba el momento de ir a la
universidad, o de casarse y tener a sus hijos por fin en sus brazos, o cualquier
escenario en el que de una forma u otra pudiera verse marchándose de aquella
casa para no volver jamás.
Agustín seguía tocándola con frecuencia y la relación con sus padres se
había convertido en un desolado desierto plagado de ira y de ahogados
reproches que la consumían por dentro. Su odio y su rabia habían ido
creciendo exponencialmente con los años, al ver a su madre quedarse callada
y obedeciendo sumisa cada vez que su padre le mandaba callar con un grito,
o le pedía que le trajera las zapatillas, o simplemente que le planchara un
pañuelo.
Él, que seguía siendo un hombre distante y autoritario, era para Sara un
déspota que sólo venía a casa para dar órdenes y echarse la siesta después de
comer. No recordaba haber tenido con él una sola conversación, no ya
preguntándole cómo iba su vida o interesándose por ella, sino de ninguna otra
cuestión. Su tono solía ser alto y enérgico y cuando se sentaban a comer y a
cenar, lo habitual era que todos callaran y asintieran mientras él hablaba.
También había momentos de cantos, juegos y risas, y pronto se dio cuenta
de que todo aquello jamás podría compensarla y hacerle reír como veía
hacerlo a sus hermanos. Entre los soliloquios y sermones de su padre, se
esfumaba en secreto a su mente y soñaba con el maravilloso día en que por
fin no tendría que volver a verle ni escucharle.
Odiaba aún más su madre, que le parecía una tonta ridícula y sumisa que
no se hacía respetar por su hombre. Hacerle barrer y recoger a diario la
habitación de sus hermanos por el hecho de ser mujer agudizó aún más su
desprecio hacia ella. Pero por encima de todo, la odiaba por no haberla
protegido como una madre debería proteger a su hija indefensa.
Cuando con catorce años por fin se sintió fuerte para enfrentarse a
Agustín, ya se había convertido en un esperpento malhumorado y rabioso, un
despojo humano roto y malherido que fue levantando entre ella y su familia
unos muros cada vez más altos e infranqueables. Los años de juegos y risas
con sus hermanos fueron dando paso a una distancia que sin darse cuenta ella
misma provocó, sintiéndose cada vez más interesada en el nuevo y
emocionante horizonte que se abría ante sus ojos: le gustaban los chicos y
pronto descubrió que ella les gustaba a ellos aún más. Encontró una nueva
fuente de placer al sentirse admirada y buscada, en la que su autoestima
resquebrajada podía remendarse con excitantes promesas de romances aún
prohibidos.
El pecado, el castigo divino, el infierno y el temido juicio final, grabados
a fuego en su piel con la huella indeleble de las manos de Agustín, fueron
adquiriendo mayor tamaño a medida que su cuerpo le pedía explorar aquel
nuevo mundo que le auguraba unas sensaciones maravillosas, convirtiéndose
en sus nuevos frentes a lidiar.
La iglesia de San Ginés, en Arrecife, no era muy distinta a la de Tenerife,
y cuando a los catorce años su primer novio quiso besarla, no podía apartar
de su mente la imagen de aquel enorme cuadro lúgubre y siniestro que tenía
que ver cada domingo, y que tanto pavor le causaba.
_No puedo hacerlo, Antonio_, le decía aplacando su ansia y su deseo
incipientes.
_Pero si no es nada malo Sara, sólo un beso…
Ella callaba cabizbaja sumida en su tormento, a la vez que escuchaba en
su mente el chillido ensordecedor de una nueva voz clamando libertad. En
cada ocasión, ésta acababa siendo brutalmente aplastada por la culpa
implacable, que aún gobernaba sin piedad su existencia entera.
_Ya te he dicho que no…”
“1986
Lanzarote
Un Curso de Milagros
Epigenética
El término, que significa “por encima de la genética, más allá de ella”, fue
acuñado por primera vez en 1942 por Conrad Hal Waddington, para referirse
al estudio de las interacciones que se producen entre los genes y su ambiente
en todos los organismos. La epigenética se define literalmente como “el
estudio de los mecanismos que regulan la expresión de los genes sin una
modificación en la secuencia del ADN. Los factores genéticos que
son determinados por el ambiente celular -en lugar de por la herencia-,
intervienen en la determinación del desarrollo de un organismo, así que se
puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones químicas y demás
procesos que modifican .la actividad del ADN pero sin alterar su secuencia”.
Resumiendo y pasándolo a un lenguaje profano para que lo puedas
entender mejor, nos viene a decir que NO estamos condicionados por nuestra
herencia genética como se pensaba hasta hace bien poco, sino que muy al
contrario, nuestras propias experiencias de vida (entre las que adquieren una
importancia fundamental nuestros hábitos, pensamientos, creencias y
emociones), pueden influir en la actividad de nuestros genes de una forma
hasta ahora desconocida, y que además, estas “huellas” pueden ser
transmitidas a generaciones futuras (ese ya es el campo del transgeneracional
que veremos más adelante). Esto que acabas de leer te puede parecer de
entrada contradictorio con lo que llevo tiempo diciéndote sobre la herencia
que recibimos de nuestros ancestros, pero continúa leyendo, y llegando al
final de este capítulo le encontrarás el sentido.
Este nuevo enfoque de la biología lleva décadas acercando entre sí
a las dos corrientes opuestas que hasta entonces trataban de explicar si los
seres humanos “somos” o “nos hacemos”, es decir, si venimos
predeterminados por los genes que nos hayan tocado en suerte, o si nos
construimos a nosotros mismos a través de lo que aprendemos en la crianza y
en nuestro desarrollo.
En el año 2004, los investigadores Michael Meaney y Moshe Szyf
descubrieron que algunos genes de los ratones a los que sus madres no habían
cuidado satisfactoriamente, inhibían su actividad disminuyendo su respuesta
ante el estrés. Es decir, que los cachorros que recibieron menos atención y
cuidados, fueron más propensos a producir hormonas de estrés en su vida
adulta. Más adelante en el 2011, Szyf estudió a diferentes grupos de niños,
unos criados en orfanatos y otros por sus padres biológicos. Sus conclusiones
al observar la actividad génica de estos niños fueron iguales que con los
ratones: cuanto menos cuidados reciben los niños, más inhibición se produce
en la actividad de los genes del hipocampo, la zona del cerebro que se
encarga de la regulación de la respuesta al estrés. Lo que nos está diciendo
todo esto es que la calidad de la atención y los cuidados que recibamos
durante los meses de gestación y en nuestra crianza, hará que aumente la
actividad en algunos genes y que se desactive en otros. La buena noticia es
que estos cambios pueden seguir produciéndose a lo largo de toda nuestra
vida, lo que significa que no estamos condenados ni predeterminados, pues
transformando nuestra manera de pensar y de sentir frente lo que nos ocurrió
en el pasado, por muy desagradable que fuera, podemos activar los genes que
más nos beneficien y desactivar los que no deseemos. Ahora puede aún que
te estés preguntando: “¿Qué tiene que ver todo esto con la herencia
transgeneracional? Lo entenderás pronto…
En este punto tengo que presentarte a Bruce Lipton, biólogo celular y
autor del best-seller “La biología de la creencia”, en el que nos explica y
demuestra de una forma sencilla y magistral cómo nuestras creencias,
pensamientos, sentimientos y emociones afectan a nuestra actividad génica,
haciendo que unos genes se activen y otros permanezcan “dormidos”. Como
te imaginarás, esto nos coloca en un lugar totalmente nuevo ante la vida, pues
hemos pasado de ser las víctimas de nuestros genes que postulaba el anterior
modelo científico, a convertirnos en los creadores de nuestra realidad.
Continuando con Lipton y sus investigaciones, la epigenética estudia los
mecanismos mediante los que se puede observar que es la membrana de la
célula y su relación con el entorno lo que controla la actividad genética.
Partiendo de esta observación, dedujo que la premisa científica que afirma
que los genes controlan la vida parte de un error fundamental, que es la idea
de que estos se pueden activar o desactivar por su libre albedrío. Sus
investigaciones demuestran que lo que desencadena su actividad depende de
la percepción del entorno de la célula. Siendo esto así, cómo una célula
perciba -interprete- su entorno y cómo responda a él, determinará qué genes
se activarán y cuáles no.
Ese entorno, es decir, la información que recibe del exterior a través de su
membrana, entre otras cosas está fundamentalmente conformado por nuestros
pensamientos y emociones, es decir, por las señales químico-eléctricas que le
llegan a través de éstos. Y puesto que las células tienen dos mecanismos de
supervivencia, el de crecimiento y protección, se sabe por ejemplo que la
química que provocan emociones como la alegría y el amor, desencadenan
procesos de crecimiento y expansión, mientras que el estrés y la ira aceleran
los de protección, que hacen que se suprima por completo la actuación del
sistema inmunológico.
Aplicando el antropomorfismo al estudiar a las células, o sea,
observándolas como si fueran personas en miniatura, Lipton dedujo que
nuestra existencia como seres humanos, lejos de estar determinada por los
“antojos” de nuestros genes, depende básicamente de nuestra manera de
percibir nuestro entorno y de la respuesta que demos al mismo, lo que a su
vez provocará que se activen en nuestro cuerpo unos genes u otros, ya que
todas las células de nuestro cuerpo están influenciadas por nuestros
pensamientos y emociones.
El resumen de todo esto viene a ser que nuestra actividad génica
está determinada por nuestra manera de interpretar el exterior, o lo que es lo
mismo, por cómo vivimos las situaciones de cada día y nuestra vida en
general. A su vez, nuestra percepción o interpretación viene dada por
nuestros sistemas de creencias, que nos han sido dados por lo que hemos
aprendido en la sociedad, en la familia, la herencia transgeneracional,
etcétera. Por pura lógica, dependiendo de cuáles sean las creencias -
inconscientes o conscientes- con las que vivimos, interpretaremos el mundo y
nuestras vidas de una manera u otra, y así, nos sentiremos de una manera u
otra, y responderemos a la situación de una manera u otra.
La conclusión de Lipton es que podemos hacer una transformación
radical en nuestras vidas, además de en nuestro cuerpo y en nuestra salud,
con el simple hecho de cambiar nuestras creencias y en consecuencia, la
manera de percibir nuestra realidad. En definitiva, su mensaje es que la
ciencia está empezando a vislumbrar un camino que deja atrás la antigua
imagen darwiniana del ser humano como una víctima controlada por sus
genes, para colocarle en la posición de ser el co-creador de su propia vida y
de su destino. Como poco, es esperanzador, ¿no te parece?
De esta manera, cuanta más paz y bienestar seamos capaces de crear con
nuestra nueva percepción y pensamientos, más nos acercaremos a nuestro
verdadero estado de ser, a lo que conocemos como Yo Superior, Consciencia,
o como quieras llamarlo. Está demostrado que cuanto más tiempo
permanecen el cuerpo y la mente en un estado de crecimiento y expansión,
nos volvemos más capaces e inteligentes, más intuitivas y despiertas, incluso
aunque aún no hayamos tomado consciencia de que en todo momento somos
nosotras quienes estamos creando nuestra realidad. En esos casos, la persona
en cuestión estará creando una vida de bienestar y felicidad sin saber que es
ella misma quien lo está haciendo posible.
Igual que las células activan genes de salud o enfermedad dependiendo de
qué estímulos perciban, nosotros potenciamos o bloqueamos nuestra
capacidad de conectar con nuestra realidad espiritual, con nuestro Yo
Superior, en función de cuán atrapados estemos aún en nuestros sistemas de
creencias, juicios, asuntos pendientes de sanar, etcétera. Resumiendo, y
citando al doctor Lipton: “Al cambiar nuestras creencias y pensamientos,
transformamos nuestra vida entera”.
Y en este punto tengo que volver a insistir: la única manera posible para
cambiar nuestras creencias y pensamientos, es sanando las emociones de
nuestra niña interior. Ya sabemos que nuestra mente genera siempre
pensamientos acordes a las emociones que estemos habituados a sentir, y así,
si por ejemplo aún vivo con culpa, tendré pensamientos del tipo: “otra vez he
fallado”, “me merezco lo que me ha pasado”, “no hago nada bien”. Es por
esto que las afirmaciones positivas no funcionan, pues tu inconsciente jamás
aceptará como cierto un pensamiento como “me quiero y me merezco lo
mejor”, mientras siga sin sanar en ti la emoción de la soledad o el abandono.
Los pensamientos concordantes en ese caso serán más bien del tipo:
“no merezco que me quieran”, “nunca seré feliz”, etcétera. Sanando las
emociones, gradualmente irán desapareciendo de tu mente los viejos
pensamientos junto con las creencias que los sustentaban, e irán emergiendo
nuevas formas de percibirte y de pensar acerca de ti misma. Te aseguro que
es así de mágico.
Volviendo a Lipton, él va más allá aún y afirma que observando el
simple funcionamiento de las células podemos deducir la existencia de la
Fuente de todo, o sea, de Dios, así como que seguimos existiendo después de
la muerte física. (Esto realmente no tiene relación con el tema que nos ocupa,
pero me parece tan interesante, que no quiero dejar de compartirlo). Explica
que cada una de las proteínas de nuestro cuerpo es un complemento físico o
electromagnético de todo lo que existe en nuestro entorno, y puesto que
somos básicamente máquinas compuestas de proteínas, somos literalmente un
reflejo de ese entorno, del campo cuántico, que algunos llaman Universo, y
otros muchos Dios.
Con respecto a la vida después de la muerte, argumenta que cada uno de
nosotros posee una única identidad biológica gracias a unos receptores de
identidad llamados autoceptores, que se encuentran en la superficie de
nuestras células. Estos autoceptores son el canal a través del cual nuestro Yo
verdadero se “descarga” desde el entorno, desde la Consciencia, es decir,
emite información en forma de vibración, de ondas, que sólo pueden encajar
con la identidad única a la que pertenecen. Estudiando casos de pacientes que
habían recibido trasplantes de órganos y que experimentaron cambios
psicológicos y conductuales, como por ejemplo el gusto repentino por una
comida concreta, llegó a la conclusión de que las células de los órganos
trasplantados aún conservan los receptores de identidad del donante, y
continúan recibiendo la misma “emisión”.
Así, concluyó que nuestra identidad verdadera, nuestro “Yo”, sigue
existiendo en el entorno aunque nuestro cuerpo físico ya no esté vivo, pues se
ha demostrado que cuando el cuerpo muere, la emisión continúa. Y puesto
que el entorno representa todo lo que existe y nuestros autoceptores no son
más que antenas que se sintonizan con una pequeña parte entre todo el
espectro posible, podemos deducir que todos nosotros representamos una
pequeña parte del Todo, una pequeña parte de Dios.
Volviendo al tema que nos ocupa y resumiendo todo lo anterior, la
epigenética, rompe con los cánones científicos que han postulado durante
más de un siglo que estábamos predestinados por la genética, y demuestra
con datos biológicos que son nuestras creencias las que seleccionan qué
genes se van a activar y cuáles no, y así concluye que somos los creadores de
nuestro destino en todo momento, pues nuestros genes dependen de forma
directa de nuestros actos, pensamientos y emociones, así como del entorno
medioambiental. Sabiendo todo esto, en vez de vernos como víctimas de
nuestros genes como hasta ahora, podemos asumir la responsabilidad de que
nuestra percepción, es decir, la manera en que nos vemos a nosotras mismas
y a los demás, moldea nuestra biología y nuestra vida entera.
Este proceso de activación o desactivación de los genes está relacionado
con el núcleo y la membrana de la célula, y ocurre de la siguiente manera:
hasta hace unos años se pensaba que el cerebro de la célula estaba en el
núcleo porque es el que contiene el ADN, y ahora resulta que no, que el
verdadero cerebro es la membrana, a la que nadie le había prestado atención,
porque hasta la aparición del microscopio electrónico ni se sabía que existía.
En sus experimentos vio que si le quitas el núcleo a la célula, ésta sigue viva
durante varios meses, algo que sería imposible sin cerebro. Y sin embargo,
cuando le quitas la membrana, muere al instante.
Los estímulos ambientales que entran en contacto con ella son percibidos por
unas proteínas receptoras que ponen en marcha una reacción en cadena de
proteínas que pasan mensajes a otras proteínas, para desencadenar una
determinada acción en la célula. Estas señales abren la capa que protege al
ADN y seleccionan qué genes se activarán para responder al estímulo
ambiental. Así que el ADN no es el que desencadena esta reacción, sino la
percepción que tiene la membrana celular. Si no hay percepción, el ADN está
inactivo. Lo que nos lleva a lo dicho anteriormente, que los genes no pueden
activarse o desactivarse por sí solos como se pensaba, sino que la vida sucede
según cómo la célula responde a su medio ambiente.
Y aquí vuelvo a la importancia fundamental de nuestros pensamientos y
emociones, que son unas de las principales señales que va a recibir la célula,
a través de su vibración energética. En la misma línea, en su libro “La
revolución epigenética” Nessa Carey, una bióloga británica que trabaja en el
campo de la biología molecular, define la epigenética como “el conjunto de
modificaciones de nuestro material genético que cambia la manera en que
nuestros genes se encienden y se apagan, sin alterar a los genes en sí
mismos”. Es decir, la epigenética ocurre cuando un cambio en el ambiente
tiene consecuencias biológicas que duran más que la situación que provocó
este cambio.
A Lipton le maravilló también descubrir que frente a dos señales
contradictorias, la célula prioriza las órdenes del cerebro. Explica esto
mediante el experimento en el que introdujo histamina y adrenalina al mismo
tiempo en las células, y vio que las moléculas de adrenalina anularon a las de
histamina. ¿Y qué relación tiene esto con lo que estamos diciendo de que la
célula obedece al cerebro? Pues que la adrenalina se produce en el sistema
nervioso central, o sea, el cerebro, y la histamina se produce a nivel local. Así
que de esta manera tan simple pudo constatar que definitivamente es la mente
la que rige el cuerpo, y esto nos interesa verdaderamente en nuestro propósito
de crear una vida plena y feliz, pues ya no tenemos ninguna duda de que
transformando nuestros pensamientos, que como ya hemos visto lo haremos
sanando previamente nuestras emociones, nuestra vida cambiará como por
arte de magia.
A continuación transcribo un texto suyo que me parece sumamente
interesante e inspirador:
“Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina controlada por
genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad. Esto implica que
somos víctimas de esa situación, `pues no los elegimos, los recibimos al
nacer y ellos programan lo que sucederá.
Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri y cambié las
condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del medio
ambiente en cada una de las tres placas. Luego verifiqué que en una de las
placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran
genéticamente idénticas? Esto demuestra que los genes no lo controlan todo,
sino que es el ambiente, el ser humano el que controla, dependiendo de cómo
lee su entorno, de cómo su mente lo percibe.
Estamos en un punto de la historia en el que hemos de elegir ser
soberanos o
permanecer dependientes. No estamos limitados por nuestros genes sino
por nuestra
percepción y nuestras creencias”
Y ahora sí, habiéndote dado esta base, podemos pasar al terreno del
transgeneracional y al final veremos cómo es posible la transmisión.
Enfoque transgeneracional:
Repasando lo que vimos en el capítulo 6, el concepto “transgeneracional”
hace referencia a la información que se traspasa de generación en generación
y que abarca valores, modelos y patrones de pensamiento y comportamiento
que tienen que ver tanto con lo que fue dicho como con lo que quedó tapado
o callado.
Esta transmisión no ocurre solamente entre una madre o un padre y su
hijo, lo que sería una herencia intergeneracional, sino que también hay
influencias de generaciones anteriores en cada nuevo miembro del clan, con
el objetivo de que un conflicto silenciado o no reparado en la familia pueda
ser sanado a través de estos descendientes.
En consecuencia, el enfoque transgeneracional tiene muy en cuenta
nuestra historia genealógica para que podamos asumir el rol que nos
corresponde en nuestro árbol y resolvamos tanto las situaciones excluidas de
la conciencia familiar como las creencias que las sostienen. Habitualmente,
estas transmisiones afectan hasta tres o cuatro generaciones, en las que los
descendientes acabamos expresando de forma inconsciente la información
que hemos recibido en forma de enfermedad, trauma, conflictos repetitivos,
etcétera.
Así, el transgeneracional nos lleva a contemplar el inconsciente no sólo
en el ámbito individual, sino a darle una concepción más amplia que abarca
también los patrones familiares, históricos y culturales. Tal como apunta
Anne Schützenberger en su libro “¡Ay, Mis abuelos!” y como vimos también
en el capítulo 6, la transmisión transgeneracional tiende un puente entre el
inconsciente individual y el inconsciente colectivo.
En la misma línea, en “Tótem y tabú” Freud se pregunta acerca de la
necesaria continuidad de la vida psíquica en las sucesivas generaciones, pues
de lo contrario, nos veríamos obligados a comenzar desde un principio el
aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en este
terreno.
Esta perspectiva nos obliga inevitablemente a reflexionar sobre nuestros
ancestros, el lugar que ocupan en nuestras vidas, las identificaciones que
establecemos con ellos, y especialmente el legado que nos han dejado, pues
sin saberlo todos tenemos vínculos con nuestro sistema familiar que nos
mantienen ligados a nuestros antepasados y a sus traumas, mediante una
identificación inconsciente.
De ahí que entre nosotros y nuestros ancestros se establezca una lealtad
invisible mediante la cual cargamos con experiencias traumáticas que no son
nuestras, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento. Esta
información familiar se transmite en bruto sin haber sido reparada y podemos
afirmar que a partir de esta lealtad, todos recibimos una historia singular que
no es propia, pero que se incorpora en nuestro psiquismo y determina nuestra
experiencia vital.
Vamos a ver ahora el concepto de los traumas, que es lo que hemos
vivido nosotras con nuestra experiencia del abuso sexual, así como la
explicación de que el único propósito que hay en ella es su sanación, con la
consiguiente evolución hacia el despertar, tanto el nuestro como el de nuestro
árbol.
Trauma
Como hemos visto, desde el punto de vista transgeneracional el trauma se
entiende como un vestigio de un hecho doloroso o vergonzoso del pasado que
se desliza por todo el árbol genealógico para que el miembro de la familia
sobre el cual recae, pueda elaborarlo. Cuando en una familia se producen
acontecimientos traumáticos importantes, éstos se mantienen vivos de manera
inconsciente y se transmiten a la descendencia si los que sobreviven no
hablan de ello. Las cargas ancestrales son el residuo de este suceso
traumático silenciado, que se va transformando y afecta de manera diferente a
las posteriores generaciones:
En la primera generación ocurre un hecho que no se puede expresar por
vergüenza, horror, represión, etcétera, y al no poder hablar de ello, la
experiencia no se repara y se mantiene presente en la persona que la ha
vivido. Esta información queda atrapada en el inconsciente y se convierte en
un secreto, en algo que nunca debe ser revelado y del que no se puede hablar
debido al dolor, la vergüenza o la culpa que generaría. Pero el impulso de la
Vida, a través del amor, buscará la manera de que ese secreto pueda
manifestarse para que el clan pueda liberarse del peso que conlleva.
De esta experiencia traumática que heredamos lo importante
realmente no son los detalles de lo que sucedió y a los que difícilmente
tenemos acceso (en las Constelaciones Familiares sí podemos indagar en lo
que ocurrió si es necesario, esto lo veremos en el capítulo 15), sino cómo nos
afecta en nuestra vida y su forma de manifestarse, que suele ser en forma de
repetición, a través del fenómeno llamado “identificación alienante”. Se le
llama así porque la persona que repite la experiencia no sabe que está
manifestando un trauma inconsciente no elaborado, y dependiendo de cómo
lo viva, o bien le impedirá acceder a su identidad y a su propio desarrollo, o
le servirá como trampolín hacia el despertar.
Así, las palabras que fueron silenciadas, las escenas que no pudieron ser
rememoradas, las lágrimas ahogadas, se ocultan con el secreto aunque
quedan “grabadas”. Como ya vimos en el capítulo 6, el síntoma intentará
revelar esta información a la vez que la parte inmovilista del inconsciente
familiar buscará mantenerlo en silencio debido al miedo de hacer algo
diferente, así como a una lealtad inconsciente hacia el ancestro en cuestión.
Con todo esto, tal vez ya hayas llegado a la conclusión de que está en tus
manos, como portadora del trauma en tu familia, sacarlo a la luz y repararlo a
través del amor y el perdón.
Como ya te he dicho, nuestro inconsciente familiar alberga todos los
traumas y heridas no sanados de nuestros ancestros, que son los que nos
llevan a vivir las experiencias necesarias bien en nuestra infancia o bien más
tarde, para que se exprese en nosotros el recuerdo de ese dolor. Después,
como ya te he explicado también, nuestro inconsciente individual -el ego-
buscará escapar de esa herida, llevándonos siempre a evitar situaciones que
intuye serán dolorosas. Esto es lo que UCDM llama “vivir en el sueño”,
cuando aún no somos conscientes de para qué creamos las experiencias que
vivimos, y las seguimos repitiendo cayendo una y otra vez en los viejos
patrones del victimismo y las quejas, los juicios, las proyecciones, la culpa, el
miedo, etcétera.
Si de verdad queremos vivir despiertas y trascender nuestras heridas,
necesitamos adquirir el hábito de observar no sólo nuestras emociones y
cómo éstas se manifiestan en nuestro cuerpo a través de sensaciones o
síntomas, sino también todo lo que está sucediendo en nuestra vida,
especialmente en las relaciones interpersonales, pues ahí es donde más
información relevante vamos a encontrar: en los espejos que la vida pone en
nuestro camino, muchas veces en forma de cuñada insoportable, de
compañero de trabajo intragable, o de hijo toca-pelotas.
Volviendo al tema, si hubo una mujer en el árbol que vivió en la
opulencia a costa de soportar maltratos de un marido, o reproches de otros
familiares y fue expulsada de su propio clan, muy probablemente alguna
mujer de una generación futura elegirá inconscientemente evitar la
abundancia, y mientras no sane la herida oculta, no comprenderá por qué no
logra la holgura económica que sí desea conscientemente. Siguiendo el hilo
conductor de la emoción que despierta en ella la falta de abundancia, esta
mujer podrá llegar a sanar la herida original y cambiará su relación con el
dinero, sin necesidad de saber nada de aquella abuela, bisabuela o tatarabuela.
Puede ocurrir también que repitamos literalmente la situación traumática:
vivimos la misma experiencia que un ancestro como esa oportunidad de
gestionarlo de una manera diferente y así reparar la herida: si una mujer vivió
abusos en el seno de su familia y no pudo contarlo porque las condiciones
sociales y culturales se lo impidieron (éste fue el caso de mi familia), la nieta
o bisnieta lo vivirá y sentirá un fuerte impulso de contarlo las veces
necesarias hasta ver que la experiencia ha logrado su objetivo: no sólo reparar
el dolor de aquella bisabuela, sino también sanar el patrón del inconsciente
familiar de seguir callando y haciendo como si el hecho no tuviera
importancia.
Cuando eres capaz de Ver más allá de la experiencia, dejas de vivir como
una víctima indefensa y sientes que un nuevo Poder se abre paso dentro de ti.
Esto sólo puede ocurrir a través del verdadero perdón, esa visión de la que ya
te he hablado que nos permite comprender que en realidad no hay nada que
perdonar, pues cada cual estaba haciendo la parte que le correspondía en la
trama. Cuando lo puedes vivir así, empiezas a experimentar en tu vida los
cambios que tanto habías buscado. Esto no significa que se hará realidad todo
lo que tu mente desea, pues probablemente aún estés proyectando mucho
desde el ego, pero sí vas a empezar a sentir emociones como paz o gratitud
ante las mismas situaciones que antes te producían enfado o algún tipo de
malestar. Y este cambio es el que te llevará al siguiente nivel: te convertirás
en la Creadora consciente de tu vida.
Hilando con lo que comentaba del sentido transgeneracional del trauma,
no es casual que después de llevar toda la vida sintiéndome sola,
incomprendida y excluida frente a mi madre y mis hermanos en lo referente a
la experiencia del incesto en nuestra familia, éste sea el segundo libro que mi
alma me empuja a escribir sobre el tema. Gracias a las Constelaciones
Familiares tuve la oportunidad de ver cómo varias mujeres de mi árbol
vivieron el incesto en silencio, con la vergüenza y la culpa que siempre lo
acompañan, y el día que comprendí que tengo dentro de mí la capacidad no
sólo de sanar todo aquel dolor, sino también de proteger a las futuras
generaciones de mi clan, me resulta muy difícil encontrar las palabras para
transmitirte el enorme regocijo que sentí.
Por otro lado, la sanación no sólo tiene que ver con nosotras o con nuestro
clan, pues también implica a la gran familia que somos como Humanidad. En
mi caso, sé que este libro podrá ayudar a muchísimas mujeres que hayan
vivido o estén viviendo experiencias similares. Y es así como todo lo que
hemos vivido, por muy doloroso que haya sido, cobra un sentido mágico y
espiritual que nos recuerda y nos confirma una vez más que somos Uno, y
que en el fondo de nuestro Ser, desde la esencia que verdaderamente somos,
hay una fuerza y una voz que nos empuja a colaborar unos con otros, a
ayudarnos, a compartir, y a experimentar la plenitud que sentimos cuando lo
que hacemos cobra un sentido superior sólo por el hecho de saber que le va a
servir a otro ser humano.
Porque recuerda: no existe tú y los otros, sólo existe el nosotros, como
Uno. Y que ese Uno, nuestra Realidad Esencial, es siempre Amor, Paz,
Comprensión, Alegría, Plenitud y Compasión.
Repetimos para sanar
Ya hemos visto que el síntoma se repite como una oportunidad de
elaboración y que de esta manera, el trauma aparece una y otra vez de forma
inconsciente en varias generaciones. En cada repetición hay algo diferente, un
nuevo intento de sanación, y de esta forma, nos encontramos con diferentes
formas de repetición de los traumas transgeneracionales, y que no son
excluyentes entre sí:
-La repetición pura, en la que los hechos se repiten tal cual: mi abuela era
maltratada por mi abuelo y todas las parejas que tengo me maltratan.
Epigenética transgeneracional
A estas alturas ya sabes bien que la idea de que nuestras vidas están
influenciadas por las experiencias de las generaciones anteriores de nuestro
clan, no es algo nuevo. En los últimos treinta años, el concepto de
“inconsciente familiar” ha ido ganando relevancia dando lugar a un despertar
de antiguas creencias sobre la influencia ancestral, que como ya vimos en el
capítulo 6, la religión china entre otras ya había desarrollado en profundidad.
Hemos visto también que la aparición de nuevos planteamientos
terapéuticos como la psicogenealogía o el enfoque transgeneracional nos
ayudan a entender esas dinámicas familiares que hacen que todos nosotros,
mediante vínculos inconscientes que nos “atan” a nuestro sistema familiar,
repitamos ciertas situaciones en nuestras vidas. Asimismo, diversos
estudios han evidenciado que el hecho de tener en cuenta la historia
transgeneracional al trabajar en nuestra historia personal, nos ayuda a
comprender mejor determinadas reacciones desproporcionadas, fracasos
repetidos o emociones desbordantes para las que resulta imposible encontrar
una explicación si nos ceñimos únicamente a nuestra biografía individual.
Partiendo de estas observaciones, abordamos por fin el proceso a través
del cual se da esta transmisión, con el que vas a comprender cómo es posible
que estos acontecimientos del pasado de tus ancestros puedan afectar a tu
vida.
Como ya hemos visto en el apartado de la epigenética, actualmente
sabemos que no es cierto lo que se creía hasta ahora, que llegamos a la vida
con una información genética prefijada e inalterable que marca cómo
tenemos que ser y qué tendremos que padecer. Cada vez más estudios
demuestran que muchas de las influencias ambientales pueden provocar
cambios en los genes, alterar el ADN y posteriormente, transmitir esas
alteraciones a nuestros descendientes. Veamos cómo la ciencia nos explica
esto:
Ya hemos visto que buena parte del funcionamiento de nuestro organismo
depende de que determinados genes se activen o no, y que cuando un gen se
activa o desactiva, se ponen en marcha procesos bioquímicos que acaban
provocando por ejemplo, que un gemelo tenga esquizofrenia y el otro no, a
pesar de ser genéticamente iguales. Hemos visto también que la epigenética
ha confirmado la poderosa influencia que el estrés, la ansiedad, la
alimentación, los tóxicos medioambientales, y especialmente nuestros
pensamientos y emociones tienen sobre la activación de genes concretos a
través de la información que recibe la membrana de la célula. Ahora vamos a
ver cómo estas activaciones o desactivaciones genéticas pueden ser
transmitidas a las generaciones posteriores.
Se han realizado numerosos estudios al respecto, y entre ellos destaca el
de Michael Skinner, biólogo molecular, en el que afirma que las experiencias
de vida de los abuelos e incluso de los bisabuelos, modifican sus óvulos y
espermatozoides de manera tan indeleble que el cambio pasa a sus hijos,
nietos y bisnietos. Es decir, cualquier factor ambiental que influya en la salud
física y emocional no sólo afectará al individuo expuesto al factor, sino
también a su descendencia. Quédate con esto que acabas de leer, pues es muy
importante: una de las claves para entender la herencia transgeneracional está
en los cambios que se produjeron en el ADN de nuestros ancestros cuando
vivieron la experiencia dolorosa. Seguimos:
Otros estudios sobre la conducta epigenética realizados por Michael
Meaney, neurólogo y psiquiatra biológico que ya he nombrado anteriormente,
demuestran cómo experiencias traumáticas del pasado de nuestros ancestros
dejan marcas moleculares adheridas a nuestro ADN. Es decir, podemos
heredar una predisposición a la depresión causada por un duelo que no fue
realizado, una tendencia a la sobrealimentación por una situación de
hambruna, el aislamiento social por la exclusión que vivió un bisabuelo,
etcétera. Esto se explica gracias a la metilación, que es un proceso dinámico,
en continuo cambio y movimiento, por el que grupos metilo (moléculas de
carbono e hidrógeno) se unen al ADN y modifican su función bloqueando o
desbloqueando la transcripción génica. Se ha demostrado que las memorias
de nuestros ancestros quedan sintetizadas biológicamente en forma de grupos
metilo, y que estos grupos se replican junto al ADN a lo largo de las
siguientes generaciones.
En definitiva, se podría decir que los grupos metilo hacen de
“interruptores” de los genes, permitiendo que se expresen unos y no otros. De
esta manera, nuestra herencia familiar, como dice Rupert Sheldrake, depende
más de la resonancia mórfica y de la información subyacente en el
inconsciente familiar que de los genes en sí.
En resumidas cuentas, la epigenética transgeneracional nos ha
demostrado que no se trata de que algunos heredamos los genes malos que
van a provocar una patología y otros tienen la buena suerte de tener genes
sanos. Lo que heredamos no es sólo la información genética en sí (que como
hemos visto podremos alterar a lo largo de nuestra vida), sino lo más
importante, la forma de vivir las experiencias conflictivas o traumáticas, que
por supuesto, también podemos cambiar. Y aquí radica precisamente la
importancia de observar cómo has afrontado hasta ahora tu experiencia de
abusos y de qué manera quieres encararla a partir de este momento: seguir en
el victimismo, el enfado y los resentimientos, o empezar a plantearte que
existe un camino muy diferente, el único que podrá permitirte desarrollar
todos los potenciales que trajiste contigo. Sólo cuando contemples lo que has
vivido -o lo que continúas viviendo- como una oportunidad para sanar,
podrás trascender la experiencia y evolucionar.
Lo que realmente nos va a llevar a la salud o a la enfermedad, a la
felicidad o al dolor, depende principalmente de la decisión que tomemos en
esas situaciones conflictivas que se repiten en nuestras vidas: aceptamos que
en nuestra familia no se resolvieron determinadas historias y que el Todo que
nos sustenta y del que formamos parte siempre va a empujarnos hacia su
reparación, o rechazamos esta información de la que ahora disponemos y
seguimos actuando como hasta ahora, quejándonos, enfadándonos y
culpabilizándonos, malviviendo en el sueño de miedo y de separación en el
que nuestro ego quiere que permanezcamos.
El Puente Mágico
Recapitulando todo lo anterior diremos que en cualquier sistema familiar,
todo lo que ha quedado sin decir, los secretos, las culpas, los miedos y
traumas, se heredan hasta que algún miembro del clan pueda repararlos.
Hemos visto también que esta herencia no se trata de un castigo ni de una
condena insalvable, sino que es una oportunidad maravillosa de sanar esta
información que se transmite generación tras generación, dando a las almas
de los descendientes una ocasión única para reinterpretar lo que sus ancestros
habían entendido mal.
Te he explicado que esa información se transmite a través de alteraciones
que se producen en el ADN, y que éstas tienen lugar debido a los grupos
metilo, pero ¿qué es lo que hace realmente que se activen unos genes y otros
no? ¿Qué hace que un grupo metilo se adhiera a un gen y no a otro?
Como ya vimos cuando te hablé de las conclusiones de Lipton, los genes
son activados o desactivados en función de las señales externas que reciben
del entorno, y como ya sabemos, esas señales vienen dadas en última
instancia por nuestra percepción. Esta a su vez se forma a través de nuestras
creencias, que a su vez dan lugar a nuestros pensamientos y sentimientos.
Pero el origen verdadero de todo esto, el crisol en el que se cuece cada uno de
estos ingredientes, es nuestra frecuencia vibracional. Y ésta la conforman
esas emociones limitantes que tanto nuestros ancestros como nosotras nos
habituamos a recrear una y otra vez para no volver a sentir aquella primera
angustia de separación que vivimos en la infancia.
Así que de nuevo, volvemos al lugar donde se encuentran todas las
respuestas que necesitamos, tanto para comprender la transmisión
transgeneracional (hemos heredado ciertas tendencias psicológicas y
conductuales en función de cómo nuestros ancestros vivieron sus emociones),
como para empezar a hacer cambios reales en nuestra vida aquí y ahora,
entrando en nuestras emociones genuinas y atendiendo a nuestra niña interior,
tal como te expliqué en el capítulo 5. Sólo de esta manera podremos dejar de
recrear aquellas emociones paralizantes y dañinas con las que aquella abuela
o bisabuela manejó la situación y habremos dado un sentido al dolor, tanto al
suyo como al nuestro, liberando al clan de la necesidad de seguir perpetuando
la experiencia.
Nuestras emociones. Siempre nuestras emociones, serán ese puente
mágico que nos llevará de la oscuridad a la luz, el vehículo conductor que nos
une a nuestros ancestros y a toda la información inconsciente que llevamos
en nosotras. Fíjate si es importante que nos tomemos el tiempo para
reconocerlas, aceptarlas, entrar en ellas, y darles el amor y la comprensión
que nuestra niña nos está pidiendo a gritos a través de ellas.
Hasta aquí hemos llegado a comprender cómo recibimos esta transmisión,
y también podemos utilizar esta información para darnos cuenta de que
observando las emociones predominantes en nuestra vida podemos adivinar
qué hemos heredado no sólo del clan, sino también del gran inconsciente
colectivo, pues nuestro inconsciente alberga muchísima información: la que
hemos vivido nosotras, la que han vivido nuestros padres, la de nuestros
ancestros, y también las que hemos acumulado en nuestro inconsciente como
Unidad. Y toda esa información es la que nos hace ver las cosas de una forma
determinada, es la que conforma los pilares de nuestra programación mental,
y la que hará que nuestros grupos metilo activen unos genes u otros.
Además de la actuación de los grupos metilo que acabamos de ver, para
entender en profundidad cómo se transmite la información a través de
nuestras emociones contamos también con las maravillosas aportaciones que
la física cuántica nos está brindando al respecto. El resumen podría ser que
estas emociones de nuestros ancestros llegan a nosotras a través de nuestra
constante interacción con el campo cuántico, y más adelante, en el capítulo
14, te explicaré con detalle de qué te estoy hablando.
Quiero volver a insistir en esto: desde los primeros capítulos del libro ya
sabes que puedes transformar las emociones de culpa, miedo o ira con las que
habitualmente te has manejado en tu vida, aceptando y abrazando las
emociones auténticas de abandono, tristeza, soledad e inseguridad que éstas
esconden. Sabes también que sólo así podrás atravesar la angustia de la mano
de tu niña interior, y que ésta te llevará directamente al amor y a la ternura, a
la plenitud del verdadero Ser que eres, que te ha estado esperando desde
siempre. De esta forma harás que los grupos metilo inhiban el estrés, el
malestar, la ansiedad, etcétera, y este cambio producirá a su vez nuevos
programas, creencias y patrones mentales en ti, pues como te he dicho, todo
lo que ocurre en tu mente y en tu vida va en función de tu mundo emocional.
En este punto podrías preguntarme: entonces, si traigo esa información
para luego tener que liberarme de ella, ¿no es contradictorio? Y la respuesta
es que no lo es, pues como hemos visto en varias ocasiones a lo largo del
libro, si la información del clan desapareciese naceríamos vacíos, sin
aprendizajes previos. No evolucionaríamos, tendríamos que empezar de cero
una y otra vez, y como ya sabes, el clan, a pesar de presentar sus resistencias,
es empujado siempre por la Consciencia, que le conduce hacia la evolución,
hacia el despertar espiritual de cada uno de sus miembros.
Como te he dicho en repetidas ocasiones, heredamos la información de
las heridas del clan para sanarlas. No vivimos la experiencia para sufrir, sino
para darle otra visión, ahora sin sentir culpa y sin culpar, sino perdonando. En
realidad es una bendición, no una putada como piensa la mayoría y como
hemos pensado nosotras ante la experiencia de abusos que vivimos. Si
heredamos una información con una carga muy potente, como en nuestro
caso un trauma, es porque tenemos la capacidad de perdonar lo que nuestros
ancestros no supieron comprender o integrar.
De todo el clan, en este momento exacto somos el alma idónea para
perdonar a todos. Nos podemos convertir en la persona que limpia todas las
historias pendientes del pasado, la que puede vivir la misma experiencia de
algún ancestro sin cometer su mismo error. Como ya vimos en el capítulo del
chivo expiatorio, suele ocurrir que el hijo o la hija más problemática, que es
la que carga con el trauma familiar, es la que puede liberar a todos los demás.
Ya te he explicado que hay una razón superior para que esto sea así, y
reincido en ello porque es vital que lo entiendas y lo integres para que desde
este mismo instante, puedas dejar de verte como una víctima indefensa,
enfadada, y sedienta de justicia. A través de todo aquello que nuestros
ancestros no entendieron o no vivieron desde el amor y la aceptación,
nosotras tenemos en nuestras manos la oportunidad sagrada de liberar al clan
mediante la comprensión y el perdón, no hay más.
Como ya te he dicho varias veces, no se trata del perdón cristiano en el
que tú me has hecho daño o te has equivocado y yo te perdono porque soy
muy buena, colocándome de esta manera por encima de ti. El perdón
verdadero, tal como nos muestra una y otra vez UCDM y que también te he
mencionado, es comprender que en realidad no hay nada que perdonar, pues
todos vivimos atrapados en los programas inconscientes que hemos heredado.
Me viene a la mente un relato que leí hace tiempo que refleja esto a la
perfección: un hombre va en el autobús y de repente alguien le da un fuerte
empujón por detrás, tan fuerte que casi se cae al suelo. Su primera reacción es
darse la vuelta muy enfadado y de manera airada gritarle a quien le ha
empujado. En cuanto se gira, ve a una mujer ciega, y toda su ira desaparece
en cuestión de un segundo.
De igual manera podemos aplicar esta nueva mirada hacia todos aquellos
que pensamos que nos han decepcionado o hecho daño: por un lado ellos no
sabían lo que hacían, pues estaban “ciegos”, condicionados por sus
programas inconscientes y por su propio dolor, y por otro lado, tarde o
temprano tendremos que aceptar que nadie, ni ningún acontecimiento externo
a nosotras, puede realmente hacernos daño. Una vez más te repito que todo lo
que sientes sólo puede venir de tu percepción, de la forma en que interpretas
y vives las situaciones. Nadie te ha hecho daño, nunca.
Si tú, como niña abusada que fuiste, eres capaz de integrar esta visión en
toda tu situación de vida y “perdonar” tanto a tu abusador como al resto de la
familia por no haberte comprendido y apoyado en los años posteriores, y lo
más importante, perdonarte a ti misma por el daño que también te has hecho
tratándote como te has tratado, estarás trascendiendo esa herida que viene del
clan.
Otras mujeres de tu árbol se quedaron atrapadas en el odio, la ira, una
baja autoestima o el miedo, y dejaron esa herida sin sanar. Tú eres ahora el
“soldado en primera línea”, y en tus manos está en este mismo momento que
a tus hijas, nietas y bisnietas llegue una información nueva y fresca que les
permita vivir experiencias y relaciones más plenas, más cercanas al amor y a
un nivel más elevado de consciencia. A estas alturas ya sabes que en realidad
tu alma aceptó vivir el trauma, independientemente de que tu ego aún lo siga
viendo como una cruz.
En el siguiente capítulo vamos a profundizar en los mecanismos del ego,
la culpa y las proyecciones. Encuentro imprescindible darte esta información
para que veas con más claridad cómo has afrontado hasta ahora tu
experiencia de abusos, atrapada en la percepción limitada de tu ego y en la
repetición de los patrones tóxicos de tu clan.
Como te dije en las primeras líneas de este capítulo, la mayor ilusión y mi
objetivo principal al escribir este libro es que a partir de esta toma de
conciencia puedas despertar en ti el deseo de empezar a verlo todo de una
manera completamente diferente, y que este cambio empiece por cómo te ves
a ti misma.
X: Ego, Culpa y Proyección
Como ya hemos visto en capítulos anteriores, el ego es la ilusión de la
separación, el miedo que surgió en todos nosotros en cuanto nos sentimos
culpables porque pensamos que fuimos separados de la Fuente por haber
hecho algo mal. ¿Recuerdas la explicación del primer capítulo sobre cómo a
los tres años perdimos nuestra conexión interior para amoldarnos al entorno?
Después este entorno nos falló y surgieron en nosotras por primera vez la
angustia y la culpa, que fueron las emociones que impulsaron a nuestra mente
a construir un “yo” separado y diferente de lo que éramos en nuestra
autenticidad.
Encuentro fundamental dedicar un capítulo al ego y a su funcionamiento,
pues nosotras, que hemos sido profundamente heridas, tuvimos que hacer un
doble esfuerzo a la hora de levantar una coraza entre nuestro corazón y el
mundo. En el capítulo 1 vimos también los mecanismos con los que
construimos el ego y cómo éste se las arregla desde entonces para que
sigamos atrapadas en los viejos patrones de pensamientos y conductas, por
mucho que éstas no nos permitan vivir la vida que realmente deseamos.
Ahora nos vamos a centrar en las dinámicas principales que el ego utiliza
para perpetuar nuestro aprisionamiento, que como ya sabes, es su manera de
evitar que volvamos a sentir aquella angustia original.
Empezaré diciéndote que la buena noticia es que esta separación es tan
sólo una ilusión, pues no estamos más separados de Dios y de Su creación
que lo que una gota de mar puede estar separada del mismo mar. Vivimos en
Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. A continuación
transcribo un fragmento de la lección 45 de UCDM (“Dios es la mente con la
que pienso”), que nos aporta mucha luz con respecto a nuestra realidad
esencial:
“Los pensamientos que piensas con la mente de Dios no abandonan tu
mente, porque los pensamientos no abandonan su fuente. Por consiguiente,
tus pensamientos están en la mente de Dios, al igual que tú. Están en tu
mente también, donde Él está. Tal como tú eres parte de Su Mente, así
también tus pensamientos son parte de Su Mente.
¿Dónde están pues, tus pensamientos reales?....”
“…Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabelladas
con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pensamientos que
pensaste con Dios en el principio. Están ahí en tu mente, ahora mismo,
completamente inalterados. Siempre están en tu mente, tal como siempre lo
han estado. Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los
cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.
Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios, ahí es donde tus
pensamientos son uno con los Suyos”.
“…Trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad
de la mente que piensa con Dios. Deja a un lado, aunque sea brevemente,
todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. Y
dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo”.
Esta lección nos dice que nuestros pensamientos reales, es decir, los que
pensamos con Dios, no tienen nada que ver con los pensamientos habituales
de nuestra mente, y que nada de lo que creemos que vemos guarda relación
alguna con la verdadera visión, con la Realidad. Esto en un principio nos
podría generar desasosiego e incluso terror, pues podemos sentir que no
tenemos nada a lo que aferrarnos, pero lo cierto es que cuando
comprendemos de verdad lo que nos está diciendo, nos damos cuenta de que
se trata de deshacer la locura en la que hemos vivido hasta ahora para
llevarnos a la cordura, a nuestra verdadera esencia. Debajo de esa coraza
protectora que construyó nuestro ego, hay una mente sana que piensa
pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la Verdad, y esos
son los pensamientos que tenemos cuando regresamos por fin a la Fuente, a
aquella Unidad de la que creímos habernos separado. Estos nuevos
pensamientos se traducirán en las palabras sagradas que saldrán de tu boca
cada vez que te pongas delante del espejo y mirando a tu niña interior a los
ojos, sientas en lo más profundo de tu corazón que ya no puedes seguir
haciéndole daño.
Recapitulando, el ego es la parte de nuestra mente con la que nos hemos
identificado, es decir, el yo que creemos ser, que no es más que una
estructura defensiva que creamos para sobrevivir al dolor y el desamparo que
sentimos al creernos separados de la Unidad. No somos esa identidad que
creemos ser, y al mismo tiempo ella encierra dentro de sí todo el potencial
que nos puede llevar a nuestra Verdad. ¿Recuerdas cómo? Sí, a través de
nuestras emociones, has acertado. Sigamos.
La conciencia, el ser que eres en esencia, es como una antena que puede
captar mensajes o bien de la Fuente, o bien del ego, pues ambos están en tu
mente. Cuando escuchas a la Fuente sientes paz, plenitud, amor y gratitud, y
cuando escuchas al ego, sientes dolor, ira, miedo y ansiedad. Sabiendo esto, a
partir de ahora puedes prestar atención e intentar darte cuenta de que en
cualquier situación en la que no te sientas completamente en paz, ten por
seguro que es porque has decidido reaccionar sin amor ante ella, es decir, la
estás viviendo desde el ego.
Y ahora me podrías hacer la siguiente pregunta. ¿Por qué hacemos caso al
ego una y otra vez, si nos produce tanto malestar? La respuesta es simple: por
la falsa sensación de poder que nos da el hábito inconsciente de juzgar, que es
lo que hacemos por inercia cada vez que sentimos alguna de esas emociones
desagradables (a no ser que estemos trabajando en nosotras mismas con un
compromiso verdadero). A través de los juicios que proyectamos en los
demás, así es como el ego nos hace creer que tenemos el control de nuestra
vida.
En tu yo egoico, tú tienes una serie de ideas, prejuicios, opiniones y
etiquetas con las que te defines a ti misma y a tu vida, y las decisiones que
tomas se basan en esa jerarquía de valores y creencias, que en realidad sólo
buscan que te sientas aceptada y querida. Pero al mismo tiempo, los demás
también han construido su propia identidad con otros valores e ideas
distintas, y de ahí surgen las comparaciones, los ataques y los juicios, que
vienen de ese estado mental en el que ya no te sientes una con los demás y
con todo lo que te rodea, y que busca siempre, siempre, siempre, recuperar
aquella sensación perdida de saberte amada y segura en todo momento.
El ego no sabe vivir sin verse como una víctima, igual que no sabe
asumir la responsabilidad de lo que ocurre en su vida y de lo que siente con
ello, y lo más importante: siempre busca tener razón, porque si no, cree que
se perdería a sí mismo. Cuando desde el ego crees que tienes que
solucionar los “problemas” que la vida te presenta, te colocas en un estado
mental de ansiedad e incertidumbre en el que sólo esperas que los resultados
se manifiesten en el exterior de la forma en que tú deseas. Actuando de esta
manera, no te das cuenta de que desde ese lugar de tu mente no puedes
escuchar la voz de tu Ser, pues las respuestas que necesitas sólo pueden llegar
a ti cuando te sientes tranquila y confiada.
A medida que vayas trabajando con tu niña interior y tus emociones,
llegará un día en el que ante las mismas situaciones que antes te generaban
miedo, enfado o ansiedad, te sentirás segura y capaz de afrontarlas, aunque en
ese momento aún no sepas cómo lo harás. Dejarás de vivir la situación como
un problema y sabrás que se resolverá por sí misma, ya no esperarás un
resultado concreto y confiarás en que recibirás la guía y las señales que
necesitas. Todo esto ocurrirá porque habrás dejado de preocuparte, y te
estarás ocupando de lo único verdaderamente importante: escuchar y atender
a tu niña y a sus emociones, aquí y ahora.
Al vivir en la Verdad sabrás que lo que necesitas llegará a ti, ya no te
preocuparás de cómo o cuándo ocurrirá, que eran las ocupaciones preferidas
de tu ego, y sabrás que no hay nada externo a ti, que todo ya está en tu
interior. Tu mente estará tranquila porque el miedo habrá desaparecido y
podrás escuchar a tu voz interior, que te inspirará para saber qué necesitas
hacer, que al final, siempre es perdonar. Perdonarte a ti misma y a los demás,
que en realidad son la misma cosa.
La lección 48 de UCDM, “No hay nada que temer”, nos dice que “la
conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu
mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedes reconocer, has
recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad.
En el instante en que estés dispuesta a hacer eso, ciertamente no habrá nada
que temer”. Nos está diciendo que hay una parte de nuestra mente -la única
que es real-, en la que aún recordamos nuestra conexión con la Fuente, con
Dios, y que es esa parte de nuestra mente la que nos está guiando hacia el
despertar. De esta manera, cada vez que seamos capaces de vivir una
situación “conflicto” sin dejarnos abrumar por el miedo, significará que
hemos logrado reconectar con esa parte de nosotros que nunca olvidó la
Verdad y que está en constante comunicación con Dios, tanto si somos
conscientes de ello como si no. En cada momento somos libres para elegir a
cuál de las dos partes vamos a escuchar, a la voz de las preocupaciones y las
quejas, o a la que nos habla de paz y plenitud. Comprendo que te pueda
resultar muy difícil creer que realmente esta voz está en tu interior, y yo
puedo asegurarte que si de verdad la buscas, la encontrarás.
Volviendo al ego y a sus mecanismos, además de llevar consigo los
arquetipos, los recuerdos ancestrales y los deseos que ha ido reprimiendo en
el camino, siempre está repitiendo los únicos patrones que conoce y que te
muestro a continuación. Puedes aprovechar para observarte mientras los lees
e intentar darte cuenta de cuántos de ellos resuenan contigo:
El ego…
Juzga, condena y excluye
Señala los fallos, los propios o los de los demás, cuando desde el Ser, ni
siquiera los vemos
Reprime emociones para no sentir culpa
Proyecta fuera sin ver que todo viene de él, que todo es su reflejo.
Proyecta para excluir y así perpetúa la idea de estar separado, generando
miedo y dolor una y otra vez, olvidándose de que el Ser proyecta únicamente
para extenderse desde el amor.
Tiene miedo
Necesita controlar preguntando “cómo”, “cuándo”, “por qué”…
Cree que tiene que hacer algo para demostrar su valía y recibir
reconocimiento
No quiere que las cosas cambien
Cree que si da, pierde. Cuando da, es para obtener algo
Cree que debe valerse por sí mismo para solucionarlo todo, ha olvidado
que el Todo se ocupa en todo momento de cada una de nosotras
Cree en la carencia, que está desposeído, y que tiene que hacer algo para
agradar a Dios
Es egoísta, manipulador y exigente
Busca problemas
Se mete en las vidas ajenas para aconsejar o juzgar
Sufre depresión o ansiedad cuando no consigue lo que quiere
Cuando “perdona”, lo hace para sentir que es bueno. No sabe que el
perdón verdadero es ver que él mismo se ha hecho daño y que el otro sólo
está ahí para reflejárselo
Haciendo un repaso de lo que hemos visto hasta ahora en el capítulo,
podemos decir que la mente es una y que tiene el poder de crear tanto lo falso
como lo verdadero (lo que hemos llamado “partes” de nuestra mente). La
“parte” real, tu verdadero Ser, te enseña a percibir más allá de tus creencias y
de tu ego, porque la Verdad está por encima de ellos. En definitiva, el sentido
de la existencia es experimentarnos en el sueño para recordar y descubrir
quiénes somos, jugando a lo que no somos. Cuando comprendemos esto, la
vida se convierte en una aventura mágica y maravillosa en la que la alegría, el
juego, el disfrute, la empatía, la paz, el amor y la gratitud son sus principales
ingredientes. Para llegar a ello, es imprescindible que lo deseemos de verdad
y que estemos dispuestas a hacer nuestra parte: observar nuestros
pensamientos y emociones y entrar en ellas atendiendo a nuestra niña. El
resto, simplemente sucederá. Te lo prometo.
Ahora voy a hablarte de la culpa, que es la base sobre la que se sustenta la
estructura del ego, y después pasaremos a los mecanismos que éste utiliza
intentar alejarte del dolor.
Culpa
En el primer capítulo ya vimos cómo ésta nos atrapa cada vez que
vivimos una situación conflictiva desde el ego en lugar de afrontarla desde el
amor y la comprensión.
La culpa es un arquetipo, un constructo universal que tiene un dinamismo
propio y que se activa de forma inconsciente, dependiendo de cada sociedad
y de cada época histórica. Es una de las grandes programaciones que
sufrimos los seres humanos y surge del error de dividir las cosas en buenas o
malas, cuyo ejemplo y legado más vívido en nuestra cultura occidental
podemos encontrar en la historia bíblica de Caín y Abel.
Ahora te voy a explicar cómo apareció en nuestra mente el primer
pensamiento de que Dios está enfadado con nosotras y que tenemos que
hacer sacrificios y sufrir para demostrarle que somos buenas y que
merecemos el cielo, o sea, su perdón. También vamos a ver cómo surgió en
nosotras la idea loca de tenerle miedo, y digo “loca” porque realmente lo es.
Tal como nos recuerda UCDM en la lección 46: “Dios no nos perdona porque
nunca nos ha condenado, y primero tiene que haber condenación para que el
perdón sea necesario”.
En ocasiones recuerdo con mucho amor y ternura lo culpable que me
sentí de niña desde el día que creí que Dios estaba muy enfadado conmigo y
que me había condenado al infierno porque mis genitales ya habían perdido
su “pureza”. Aquella niña que fui ya sabe desde hace muchos años que
ninguno de aquellos pensamientos que fabriqué en mi mente fue real, pero
eso no quita que el sistema automático de la culpa asome ocasionalmente en
mí ante otras situaciones que no tienen nada que ver con mi sexualidad, por
ejemplo en mi papel de madre (*)
Cada vez que me pasa, lo vivo como una oportunidad más para seguir
sanando a mi niña, y con el tiempo he conseguido que ocurra en ocasiones
muy contadas y cada vez con menor intensidad. Te cuento esto porque todos
aprendimos desde pequeños a sentirnos culpables, a todos se nos exigió que
fuéramos diferentes a como éramos, y nos convencimos de que había algo
erróneo en nosotros. Sin importar de qué manera venga disfrazada la culpa
ahora en nuestra vida, siempre tendrá relación con aquel desamparo y el
terror que sentimos al vernos sin un apoyo interno ni externo, que nos llevó a
sentir la angustia original. Así aparecieron los primeros pensamientos
culpabilizantes que nos decían “he hecho algo mal y por eso sufro. Me
merezco lo que me pasa. Soy mala”. Todo se originó con aquellas ideas de
habernos separado de nuestra Fuente y que merecíamos sufrir por haberla
traicionado, y de esta manera aprendimos a temerla.
Es por esto que si no le tuviéramos miedo a Dios (algo que nos ocurre de
manera totalmente inconsciente), no podríamos sentirnos culpables, y como
ya te he dicho en varias ocasiones, éste es el propósito último de nuestra
existencia: volver a Casa, comprendiendo que nunca existió un sólo motivo
por el que tuviéramos que sentirnos indignas, malas o merecedoras de
castigo, y que jamás se produjo esa separación.
Veo importante señalar que este sentimiento de culpabilidad no afecta
únicamente a las personas religiosas, como muchos piensan. Las personas
ateas también la sienten, ya que es una información inconsciente que
funciona por sí sola en todos nosotros, y los ateos, lo sepan o no, han recibido
también esa herencia ancestral del inconsciente colectivo del que todos somos
parte. El mecanismo se originó como te he explicado unas líneas más arriba:
nos desconectamos de nuestro interior al buscar el apoyo en el entorno
exterior, y cuando este exterior nos falló sentimos la angustia, que nos llevó a
la culpa porque pensamos que habíamos hecho algo mal. Finalmente, el
miedo a volver a vivirla hizo que nuestra mente construyera el ego, que
intenta siempre quitarse esa culpa de encima, a través de diferentes
mecanismos. Entre ellos están los sacrificios, que después se convierten en
resentimientos (después de todo lo que he hecho por él, mira cómo me lo
paga…), que siempre van acompañados de la manipulación, a través del
victimismo y buscando dar pena. Además de estos, los mecanismos
preferidos del ego son la proyección y los juicios, que veremos enseguida.
En un último apunte con respecto a la culpa antes de entrar en las
dinámicas del ego, quiero recordarte que siempre, en cada momento y
situación, lo tenemos todo potencialmente a nuestro alrededor, y que sólo está
esperando a que vayamos a por ello. El caso es que mientras no saquemos a
la luz esas creencias inconscientes que nos hacen sentir culpables y no
merecedores de todas las cosas buenas que deseamos para nuestras vidas, no
podremos acceder a ellas. Fíjate si es fundamental observar tus pensamientos
y emociones y hablarle a tu niña interior, no me cansaré de repetirte que ahí
encontrarás el tesoro que andas buscando, lo único que realmente has
deseado siempre: sentir y saber que eres Una con la paz y el amor de Dios, y
poder recordar y aceptar por fin que es cierto lo que nos dicen las lecciones
49 y 50 de UCDM: “La voz de Dios me habla durante todo el día” y “El
Amor de Dios es mi sustento”.
“Si quieres crear cambio, tienes que hacerlo desde un nivel de energía
que sea más grande que la culpa, más grande que el dolor, más grande que
el miedo, más grande que el rencor, más grande que la vergüenza y más
grande que la falta de merecimiento”
Joe Dispenza
Proyección
Ves tu vida y todo lo que te rodea desde uno de estos dos lugares: de la
proyección, que viene del miedo y la culpa, frutos de haberte creído que estás
separada de Dios, o desde la extensión de ti misma, que ocurre cuando te
sientes unida a todo y sabes no sólo que tu esencia es el amor, sino que
también eres amada por la Fuente. Esta percepción verdadera se
produce cuando sabes que todo lo que ves fuera viene de tu interior, y ya no
necesitas buscar culpables ni culparte a ti misma. Eres capaz de ver el error
de tu mente, de mirarte con comprensión y compasión, y de ver la inocencia
tanto en ti como en los demás. Comprendes que no hay nada que perdonar,
pues ahora sabes que tanto ellos como tú estabais –o estáis- dormidos.
Como nos enseña UCDM:
“Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y
decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme, yo
misma lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí”
Cada pensamiento de tu mente está creando tu realidad todo el tiempo,
contribuyendo a la verdad o a la ilusión, al amor o al miedo, a la felicidad o al
dolor. Insisto de nuevo en que si estás decidida de verdad a coger las riendas
de tu vida, necesitas observar tus pensamientos y las consecuencias que éstos
traen siempre consigo, pues como bien sabes, si escuchas y sigues a la voz en
tu mente que justifica tu enfado, tus juicios o la culpa, te mantendrás atrapada
en una espiral repetitiva que no te permitirá liberarte del hábito insano de
vivir a través de esas emociones destructivas. ¿Recuerdas que ya vimos que
cada emoción que sentimos lleva inherente su propio patrón de pensamientos
porque el ego no es nada original?
Tendemos a pensar que los sucesos externos son los que hacen que
pensemos de determinada manera, y no nos damos cuenta de que es justo al
revés: el pensamiento siempre ocurre primero, no hay nada fuera de nuestra
mente que pueda causar que pensemos y nos sintamos de una manera o de
otra. Lo que interpretamos, sentimos y pensamos, es lo que ha creado el
mundo que vemos.
Siendo esto así -y lo es-, cuando somos capaces de cambiar la
información de nuestra mente, es decir, nuestra manera de percibirnos a
nosotras mismas, cambiamos también lo que proyectamos fuera, pues no
podemos ver en el exterior algo diferente a lo que vemos dentro. UCDM nos
resume esta idea con una rotundidad cristalina:
“Es imposible no creer lo que veo y también es imposible ver lo que no
creo”.
Existen múltiples caminos que pueden ayudarnos a transformar esta
percepción, desde el mindfulness, la meditación, la psicoterapia y un
larguísimo etcétera, y en mi experiencia personal, después de años
trabajando en mí misma probando muchas de estas vías, la única manera en
que yo pude hacer de verdad este cambio en mí fue cuando mi niña interior
empezó a sonreírme a través del espejo.
Desde ese día cada vez se me fue haciendo más fácil ver oportunidades
para seguir sanándome donde antes veía sólo problemas que “me enfadaban”,
ignorancia o desconocimiento en los demás cuando antes veía intención de
herirme, o ver también a posibles amigas en mujeres que antes habría
percibido como rivales. Al ir sanando mis heridas dejé de proyectarlas fuera,
y todo a mi alrededor comenzó a cambiar de una forma maravillosa. Debo
decir que ahora, mirándolo con retrospectiva, sé que el trabajo que llevaba
tiempo realizando con UCDM supuso un catalizador extraordinario que
aceleró este proceso hacia la paz y la libertad emocional en las que ahora
vivo.
En definitiva y resumiendo lo anterior, lo que te estoy diciendo todo el
tiempo es que no podemos cambiar el exterior, pues eso no es más que un
deseo ilusorio del ego. Lo único que sí podemos transformar es nuestra
mente, nuestra manera de ver. Entonces proyectamos otro mundo, y todo
cambia.
“Lanzarote
1992
Los encantos y los músculos de Javi, una especie de Tarzán con un sex-
appeal salvaje y arrollador que no pasó desapercibido para su Diosa desde
que le vio entrar en su pequeño apartamento, fueron los culpables. Con
melena azabache que caía sobre sus hombros bronceados y fornidos, unos
ojos de color café que hacían que se estremeciera cada vez que los clavaba en
ella, y una presencia cautivadora y arrebatadoramente sensual, Sara se
sumergió sin poder evitarlo en una estrepitosa vorágine de emociones y voces
explosivas, en las que por un lado el ávido deseo carnal que había resucitado
desde sus entrañas, y por otro una culpa despiadada y atroz, luchaban
encarnizadamente en su interior, cada cual ansiando lograr su propia victoria.
¿Pero cómo puedo sentir esto, si estoy enamorada de Jose? ¡Ay, justo un
mes antes de irnos! ¡Joder!
Durante los siete días en los que aquel Dios desparramaba sin pudor su
poderío y en los que las miradas, las sonrisas y los fugaces contactos de
pieles húmedas y saladas la iban extasiando cada vez más, los pequeños
resquicios de cordura que habían quedado indemnes en ella la salvaron de
saltar al pozo profundo y oscuro que la llamaba sin piedad con sus cantos de
sirena.
¡Dios, qué tortura!, se decía cada noche antes de quedarse dormida. Esto
va a ser algo pasajero Sara, en cuanto te vayas a Londres te olvidarás de él,
se repetía, intentando convencerse de que “su rareza” no había vuelto, pues
ya se había curado de aquello y lo que le ocurría era sólo una broma pesada
del destino.
La noche antes de que Felipe y sus amigos regresaran a Las Palmas, su
Diosa y su cuerpo entero seguían estremeciéndose y reverberando en secreto
cada vez que su mirada se cruzaba con la de Javi. Sabía que él sufría también
su propio infierno abrasador y que de manera tácita y por respeto a Jose,
ambos habían decidido no dar rienda suelta a la locura que les había poseído.
Un roce. Sólo un roce suyo. No necesitó más.
Él deslizó suave, despacio, deliberada y furtivamente un dedo sobre su
hombro desnudo. Y en aquel momento, en el que cada poro de su piel se
estremeció y su sexo dejó escapar un grito mudo ahogando el placer
arrollador que la embargó…lo supo.
Ay Javi…algún día…”
“Gran Canaria
1992
_¡Mi hija amancebada!_, gritó encolerizado_. ¡Mi hija viviendo en
concubinato! ¿Cómo puedes hacernos esto?
Sus padres estaban sentados en la cama de su habitación y Sara
permanecía de pie frente a ellos, dispuesta a escuchar lo que quisieran decirle
para después argumentar su firme decisión de irse a vivir con su novio sin
haberse casado previamente.
_¡Qué decepción!_, seguía gritando su padre con lágrimas en los ojos_.
¡Qué decepción más grande, Sara!
¡Están locos! ¡Estos dos están como unas putas cabras, joder!, pensaba
mientras presenciaba la escena, que le pareció lo más kafkiano que había
visto en su vida.
Pues si supieran lo de Javi…ya me echarían directamente al fuego
eterno...ironizó su payasa interior.
Iba a comenzar a hablar para explicarles que ella no creía en un Dios que
la estuviera mirando desde el cielo midiendo lo bueno o lo malo de su
conducta en función de cómo viviera sus relaciones afectivas y sexuales, y
que al Dios en el que ella quería creer no le importaba que estuviera casada o
no, cuando de pronto su madre intervino.
_¡Si lo sé te aborto!
¿Q…? ¿¿¿Qué???
_¡Si lo sé te aborto!_, repitió, apuñalándola en lo más profundo de su
alma con el frío de una mirada acusadora y glacial.
Sara enmudeció. Sus padres también. Un silencio ensordecedor les
sacudió de golpe, al tiempo que un calor insoportable se quedó incrustado en
su nuca.
No se esperaba aquello. De pronto se hundió en una oscuridad insondable
en la que su mente, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar, la dejó
paralizada durante unos segundos que le parecieron eternos. Aquello dolió.
Muchísimo. Sencillamente, no estaba preparada para algo así.
¡Si lo sé te aborto! Las palabras y su gélida mirada se sucedieron una y
otra vez a cámara lenta en su cabeza, intentando cerciorarse de que no había
sido un mal sueño y que su madre realmente había sido capaz de soltarle
aquella salvajada.
Notó cómo las lágrimas comenzaban a asomar en sus ojos temblorosos y
antes de romper a llorar delante de ellos, pudo reaccionar girándose con un
gesto brusco para marcharse de la habitación, con todo su ser agitado por la
vieja rabia y el profundo asco que desde hacía años no había vuelto a sentir
con aquella intensidad.
_Bueno hija…no he querido decir...
_¡¡¡Estáis locos!!!_, la interrumpió girándose de nuevo, ahora con la
mirada cargada de odio.
¡¡¡Esto es lo que vuestra Santa Puta Iglesia y vuestro Dios han hecho de
vosotros!!! ¡¡¡Me dais pena!!!_, les gritó antes de salir de la habitación dando
un portazo, reprimiendo el impulso de reprocharles que no les había
importado tanto su vida sexual cuando su hermano abusaba de ella siendo
una niña.
¡Se lo tenía que haber dicho, joder! ¡A ver qué habrían respondido a eso
estos dos puritanos de mierda! ¡Bah, que les den por culo de una vez y para
siempre!
Aunque los juiciosos mensajes eclesiásticos que tan fuertemente le habían
inoculado desde pequeña seguían aún incrustados en su psique, llevaba años
escuchando una lejana voz en su interior que le decía que aquellos mandatos
divinos no eran ciertos. Que si realmente existía un Dios, no podía ser tan
justiciero y cabrón.
Su espíritu inquieto y rebelde había ido cogiendo con los años cada vez
más fuerza en su interior frente a aquel Dios que escudriñaba sus pecados y la
condenaba implacablemente a los infiernos. Y en aquel momento, aquella
voz rugió con más fuerza aún dentro de ella.
¡Si existe un Dios, no puede estar tan aburrido como para que su máxima
preocupación sea estar mirando lo que hago con mi coño, joder!
_¡Felipe, esta noche salgo contigo! ¿A qué hora habéis quedado?_, le
preguntó tras darse una ducha y relajarse un poco”.
“Gran Canaria
1992
El bullicioso ambiente nocturno de la capital de la isla le encantó. Las
calles y los edificios eran mucho más bonitos y modernos que los de Arrecife
y aunque ya había estado allí en varias ocasiones, aquella noche todo parecía
estar impregnado de una belleza y una magia que durante unas horas le
hicieron olvidarse del fatal desencuentro con sus padres y de todas sus
cavilaciones posteriores.
Había acordado pasar la noche en casa de una amiga y al día siguiente
coger directamente el vuelo de regreso a Lanzarote, para no tener que volver
a verles. Javi caminaba a su lado, transportándola de nuevo a ese mundo suyo
de Diosa y de poder, en el que acariciarle, besarle y perderse por completo en
el infinito placer que intuía junto a él, eran las únicas imágenes que su mente
torturada podía proyectar. El rojo crepúsculo, con sus tímidos rayos de sol
asomando en el horizonte de la playa de Las Alcaravaneras, se veía mucho
más hermoso entre sus brazos, firmes y musculosos.
Habían pasado la noche bailando, bebiendo, charlando y riendo…
aproximándose tímida y lentamente con cada roce y con cada mirada a aquel
momento en el que por fin Sara sucumbió a su batalla interna y le permitió
besarla.
No quiso ir más lejos. No quiso lanzarse al pozo oscuro. No quiso irse
con él a casa de su amiga, Jose no se merecía aquello. Sólo necesitaba
comprender qué era aquella atracción arrolladora que se había desencadenado
en ella hacia aquel amasijo de músculos risueño y encantador, y lo que
descubrió al caer rendida entre sus brazos la descorazonó aún más.
Ay Javi, quiero más… ahora sé que me gusta todo de ti...
Dos semanas después, miraba nostálgica desde la ventanilla del avión
cómo el majestuoso risco de Famara se iba haciendo cada vez más pequeño,
evocando unos deliciosos recuerdos que le hablaban de anhelos y deseos
prohibidos.
Allí fue donde me rozó el hombro, ay…
La niebla y el frío londinense les esperaban y aunque intentó mantener
viva la ilusión que durante tantos meses había forjado junto a Jose, una parte
de ella sabía que ya nada sería igual.
Con el tiempo pasaré página y todo volverá a ser como antes, se mintió,
mientras agonizaba al ver cómo Lanzarote desaparecía en el horizonte azul,
sintiendo que allí se quedaba también la magia que le había unido a aquel
Dios al que difícilmente podría olvidar”.
“Londres
1993
_¿Volverás conmigo algún día?_, le preguntó con los ojos temblorosos.
_No lo sé...tengo que vivir esto...no sé lo que va a pasar…te quiero, pero
para saber si quiero seguir contigo tengo que quitarme estas dudas de
encima...
Jose regresó a Lanzarote y ella se sintió libre por fin para volver a los
brazos de Javi y comprender qué era aquello tan imperioso que la atraía hacia
él.
Tal como había intuido durante los largos meses londinenses, aquel Dios
de pelo azabache y músculos arrebatadores la elevó a un universo de placer y
sensaciones infinitas, en las que por fin pudo despertar a su Diosa. Volvió a
sentirse exultante y plenamente colmada, penetrando sin pudor en aquella
profunda caverna de deleites inconmensurables, a los que se entregaba cada
noche con sus alas desplegadas.
En aquel paraíso plagado de besos y caricias interminables, los
remordimientos solían colarse repentinamente, cuando menos los esperaba. A
medida que iba acostumbrándose a sus labios y a su piel, enamorándose cada
vez más de aquel torrente de sensualidad salvaje, Jose la seguía llamando
desde Lanzarote para contarle que apenas podía comer, que la echaba de
menos y que ya había encontrado un trabajo, animándola a volver con él.
Cada vez que hablaban se le partía el corazón, y llorando desconsolada
intentaba convencerse de que su verdadero amor estaba en Lanzarote y que
Javi era tan sólo un capricho pasajero.
Quería a Jose y quería también a Javi. No podía comprender qué era lo
que le ocurría y las miradas y comentarios reprobatorios de algunos de sus
hermanos se abigarraban sobre los suyos propios, haciendo que su ya
debilitada autoestima se resquebrajara bajo los afilados puñales que se le
clavaban en el alma.
_Le he dicho a Javi que no le conviene estar contigo…que tú haces
daño_, le reprochó Felipe una noche al regresar juntos a casa.
Yo no busco hacer daño…yo sólo quiero amar y ser amada...se dijo al
escuchar sus palabras, sintiendo el agudo dolor de saberse incomprendida por
su hermano. Debido a su corta diferencia de edad, habían sido amigos y
confidentes durante su infancia y adolescencia, pero con los años y sin ella
comprender bien por qué, un muro se había ido levantando entre ellos dos.
_Tú haces daño, Sara. A ningún amigo mío le animaría a salir contigo_,
reiteró.
La opinión de Felipe sobre cualquier asunto siempre tenía mucho peso en
la familia, y también en ella. Respetado por todos debido a su carácter recio y
seguro de sí mismo, sentía ante él -al igual que ante casi todos sus hermanos-
un secreto complejo de inferioridad y vergüenza que la transportaba con
frecuencia a un lugar frío y sombrío en su interior en el que siempre volvía a
sentirse como la niña pequeña, invisible e indefensa que un día había sido. El
tono de Felipe fue firme y severo mientras conducía impasible, y Sara no
pudo más que buscar a sus eternas confidentes allá en el cielo y desahogar en
ellas sus lágrimas mudas, a las que por más que lo intentó, no fue capaz de
frenar.
Yo no soy mala. Os voy a demostrar a ti y a toda la familia que no soy
mala Felipe, siguió animándose en silencio, mirando a las estrellas desde la
ventanilla del coche con los ojos aún llorosos.
Yo sólo quiero ser normal, como todos vosotros…a mí tampoco me gusta
cómo soy… pero no puedo evitarlo…se decía, mientras a su mente venían
unos irrefrenables pensamientos de arrasar la nevera en cuanto llegaran a
casa.
Fueron pasando los meses y de nuevo había irrumpido en ella aquella
desaforada necesidad de comer para acallar las tormentosas voces que la
asediaban sin clemencia. Llenaba así el insoportable vacío interior en
el que realmente vivía, y también liberando a su Diosa cada noche en los
expertos brazos de Javi. Sus padres se habían mudado al País Vasco unos
meses atrás y lo agradeció infinitamente, pues de otra manera habría tenido
que buscarse otra estancia, incapaz como era de volver a vivir bajo su mismo
techo.
Al menos la convivencia con mis hermanos sí es llevadera, solía decirse,
sobre todo por el apoyo incondicional de Álvaro…qué haría sin él…
_Ahora sí que la he cagado bien. Sí que estoy jodida Álvaro, queriendo a
dos hombres a la vez y sin poder aclararme…estoy más loca de lo que
pensaba..._, le dijo una noche, acordándose con nostalgia de su última
conversación con Jose pocos días atrás.
_Tú no estás loca Sarita, esto le puede pasar a cualquiera, ya verás cómo
algún día lo verás todo más claro_, intentaba consolarla.
_¿Y lo de no poder dejar de comer? ¿y lo de tener problemas con casi
todos los hermanos?”
“Gran Canaria
1994
Vivió por fin unos meses de tranquilidad, hasta que inevitablemente y una
vez más, se cansó de Javi en cuanto vio que él se había enamorado de ella.
Había comenzado a recordar de nuevo a Jose con nostalgia y de pronto
dejaron de bastarle aquel sexo maravilloso y su cuerpo perfectamente
musculado, ante el que ahora sólo sentía el insoportable sopor que le producía
ver a un chico prendado de ella y entregado a sus pies.
Entró de lleno en una nueva fase de atracones incontrolables ante la
mirada hastiada de sus hermanos, que al igual que ella misma, no podían
entender qué era lo que le ocurría.
¿Por qué no puedo ser como el resto de mis amigas o mis hermanas?
solía decirse sintiendo un profundo desprecio hacia sí misma. Muchas de
ellas llevan ya años con sus parejas y no conozco a nadie que le pase lo
mismo que a mí… y tampoco conozco a nadie que suba veinte kilos en dos
meses y los vuelva a bajar en pocas semanas… ¿qué me pasa, joder?
Dejó a Javi y en secreto siguió acordándose de Jose y del amor que había
perdido con él, aceptando con un dolor desgarrador que cualquier posibilidad
de un nuevo acercamiento era ya completamente imposible.
_Todos sabíamos que nos traerías problemas al venirte a vivir aquí_,
volvió a apuñalarla Felipe una noche que salieron a tomarse unas cervezas_.
No es fácil convivir contigo Sara, sólo vas a lo tuyo.
Para mí tampoco es fácil vivir conmigo, Felipe…se dijo ocultando con
sus largos rizos las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas.
_¡Aquí eres una intrusa! Estás rompiendo la armonía con la que
vivíamos_, le dijo una tarde Marian, que había vuelto de Lanzarote unos
meses antes que ella.
_¡Pues tendrás que aceptar mi presencia, porque tengo tanto derecho
como tú a vivir en esta casa!_, le devolvió, amparándose en la recurrente
fachada altiva con la que se había acostumbrado a ocultar el insoportable
dolor que realmente bullía por sus venas.
Cuánto daría por ser tan querida y valorada como tú, se dijo mientras se
alejaba de ella dando grandes zancadas entre ininteligibles imprecaciones. Me
gustaría tanto saber qué se siente al ser vista como la buena de la familia…
yo también soy buena…en realidad no me conocéis...
Su carácter arisco, temperamental y confrontador había provocado en los
meses que llevaba conviviendo con sus hermanos enfrentamientos con todos
ellos excepto con Álvaro, al que le seguía uniendo un vínculo irreductible.
Harta de sí misma y de la inestabilidad que gobernaba su día a día,
decidió parar en seco y cambiar su vida radicalmente. Se propuso no volver a
estar en pareja hasta asegurarse de que no volvería a ocurrirle lo de siempre y
comenzó a leer con avidez libros de autoayuda y a asistir a charlas sobre
crecimiento personal y espiritualidad, buscando comprenderse a sí misma y
reconstruir una vida estable y serena, como la que durante un tiempo había
podido acariciar junto a Jose.
Ya no voy a buscar más mi felicidad fuera de mí, se decía a diario. Está
claro que ahí sólo encuentro confusión y dolor…para mí y para los demás”.
“Gran Canaria
1997
_De acuerdo David, quiero creerte. Iremos a terapia_, le dijo al aterrizar
en el aeropuerto de Gando, escasas semanas después de aquella conversación
con su amiga.
_En mis primeras citas con una mujer, siempre busco su punto débil para
poder atraparla por ahí.
Sara no daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Quién era aquel
desconocido que estaba sentado frente a ella?
_¿Y cuál...cuál era mi punto débil?_, se atrevió a preguntarle en un hilillo
de voz casi inaudible, temblorosa y asustada, intuyendo su respuesta.
Se encontraban en la consulta de un prestigioso psicólogo de la ciudad, en
un colosal esfuerzo por reparar el desencanto y la amarga decepción que en
cuestión de horas, habían dinamitado sin piedad la plenitud en la que había
vivido durante los dos últimos años.
_Mamá Sara. Ese era tu punto débil_, confesó cabizbajo, metiendo la
cabeza entre las piernas y ocultándola con sus brazos.
_¿Qu...? ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿Me estás diciendo que durante
todo este tiempo has usado mi deseo de ser madre para enamorarme? ¿Me
estás diciendo que estás tan enfermo, David?_. Sara no podía frenar el
torrente de lágrimas que corrían ya desaforadas por sus mejillas, mientras
sentía cómo su alma, una vez más, se resquebrajaba en mil pedazos.
_Lo siento...siento haberte hecho esto..., sólo espero que lo podamos
arreglar y que entiendas...
_¿Y a ella..., a ella también le decías lo mismo?_ Sus ojos temblorosos
seguían desbordados, mientras con las manos trataba de sujetar con fuerza
sus rodillas, que no dejaban de chocar entre sí.
_No_, se limitó a responder, aún cubriéndose el rostro con sus brazos.
_¿Y qué coño le decías a ella?_, gritó finalmente, tratando
infructuosamente de mantener la calma_. ¡Y ten la decencia de mirarme a la
cara!
_Viajes. A ella le gusta viajar_, admitió por fin, atravesándola con
aquellos ojos a los que tanto había amado y que ahora sentía fríos como
puñales.
_¿Qué? ¿Viajes? ¿Y no vas a ser capaz ni de pronunciar su nombre?
¡Quiero oírte decir su nombre, David!_, volvió a gritarle.
_Emi. Su nombre es Emi_, obedeció, agachando de nuevo la cabeza.
Comenzaron a bullir en su mente numerosos recuerdos de los distintos
viajes de trabajo que él había realizado, todas las mentiras que habían salido a
la luz en aquella interminable noche en Madrid...y abatida y volviendo a atar
cabos, se echó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba ocurriendo.
¡Mira que me lo advirtieron, joder!, rumiaba para sí, incapaz aún de
digerir todo lo que acababa de oír. Esto tiene que ser un castigo por lo que les
hice a Javi y a Jose…
De pronto, tras uno o dos eternos minutos de silencio en los que la tensión
y el asco se habían clavado en cada poro de su piel como dardos
envenenados, se levantó resoplando y con paso firme, se dirigió hacia la
puerta.
_Adiós, doctor Pacheco_, pudo bufar finalmente tras frenar en seco con la
manilla en la mano_. Gracias por sus esfuerzos, pero aquí ya no hay nada que
arreglar. Ya le pagará él la sesión_, rugió, dando un sonoro portazo. Poseída
por la rabia y sin haber dado aún ningún paso, se giró para abrir la puerta de
nuevo y gritarle: “¡Eres una mierda envuelta en papel de regalo, David! ¡Eso
es lo que eres...un mierda de tío y un desgraciado! ¡No vuelvas a llamarme ni
a buscarme en tu puta vida! ¡Cabrón!
Ya en la calle, deambuló sin rumbo durante horas, intentando aplacar el
torrente de emociones que la embargaban. No le importó que la gente notara
que lloraba y tampoco que en más de una ocasión se la quedaran mirando
cuando gruñía en voz alta un “¡Qué hijo de la gran puta!”. “Es que no me lo
puedo creer”. “¡Mamá Sara!”
Los recuerdos de los últimos días, devastadores como el mayor de los
tornados, se agolpaban implacables en su cabeza en un infructuoso intento de
comprender cómo las cosas habían podido llegar hasta aquel fatídico final.
Exhausta y destrozada, decidió sentarse en alguna terraza y descargar
toda la rabia en su pequeño diario, que siempre llevaba encima. Como había
hecho desde niña cada vez que algo la perturbaba, necesitaba imperiosamente
vomitar con su puño y letra todo lo que estaba sintiendo.
“Gran Canaria
1998
Tú también me gustas cada vez más, Jonattan. Eres tú, lo que llevo años
esperando..., se repetía mientras le admiraba sumida en un hechizo
irremediable.
_Cariño, te dije que no te emocionaras con él_. La voz de su amiga
Alejandra retumbó en ella sacándola de golpe de su ensimismamiento.
_No, tranquila...es muy simpático, pero nada más_, mintió, intentando
ocultar el embrujo en el que ya nadaba a ciegas.
_Sara, en serio. Es un mujeriego. No es como David, éste al menos no es
un cabrón, pero no es lo que tú quieres.
_No me nombres más a David, por favor. Me lo estoy pasando muy bien
esta noche y no quiero ni acordarme de él. Además, en un mes me iré a
Guatemala, así que no hay ningún problema.
Era la primera vez en un año que había logrado pasar más de dos horas
sin acordarse de su ex, y Alejandra la estaba revolviendo sin darse cuenta.
_Perdona, cariño. Pero por favor, ten mucho cuidado, ¿vale? Me han
hablado de él...
_Uau, te ha dedicado una canción tía, qué fuerte ¿no?_, les interrumpió
Anabel, una amiga de María que las acompañaba esa noche.
_Y cómo te mira, guapa. Ya me gustaría a mí que me hubiera hecho la
mitad de caso desde que le conozco del que te ha hecho a ti sólo en una
noche.
_¿Le conoces desde hace mucho?_, quiso saber.
_Sí, hace un par de años ya, cuando vino de Menorca. Tuvimos una
historia, pero él enseguida se cansó y me dejó por otra.
_¿Lo ves?_, terció Alejandra con vehemencia, visiblemente molesta por
el interés que su amiga empezaba a mostrar ya sin disimulo.
Estuvo tentada de preguntarle a Anabel si era cierto aquello de que era tan
bueno en la cama, pero reprimió su impulso para evitar que Alejandra
siguiera disuadiéndola de caer en sus redes. Tratando de justificar a Jonattan,
pensó que no era de extrañar que hubiera pasado de Anabel. Ella era unos
diez años mayor y aunque sí era una mujer atractiva, no encajaba con él. No
tenía ese algo “especial”, esa profundidad en el alma que ella sí emanaba y
que él había sabido percibir, porque también la tenía.
_Cariño, te conozco bien_, insistió su amiga_. Sé que ahora mismo estás
pensando que por fin le has encontrado, que Jonattan es lo que siempre has
deseado y que vais a vivir una historia de amor maravillosa, pero...
_¡Para!_, la frenó en seco poniendo su mano frente a ella.
_Si me voy a equivocar, es sólo asunto mío, déjalo ya, coño.
_Pues perdona que te diga que no es sólo asunto tuyo_, le espetó con tono
cáustico_, ¡porque llevo un año entero viéndote llorar por las paredes y sin
hablar de otra cosa que no sea David y del daño que te ha hecho, y no me
apetece nada volver a pasarme otro año viéndote igual por otro hombre!
¡Porque te veo muy capaz de no irte a Guatemala si te enamoras de él!
_¡Pues yo pensaba que las amigas estábamos para ayudarnos en
momentos así, Alejandra!_, le respondió también enfadada ante las miradas
de sorpresa de todas las que estaban sentadas a la mesa, eludiendo el
comentario sobre Guatemala.
_¡Claro que estoy para ayudarte, pero ya me estoy cansando de verte caer
en barrena, Sara!_, hablaba con un tono cada vez más elevado_. Llevas un
año fuera de ti, acostándote con todo bicho viviente esperando encontrar el
amor que perdiste con lo de David, y así no te puede ir bien, ¿no lo
entiendes?
_¿Y qué problema tienes con que me líe con quien quiera? ¿Me vas a
venir ahora con el rollo ese de que una mujer tiene que hacerse respetar y bla
bla bla? ¡No me jodas! ¡Tengo treinta años, y puedo hacer con mi vida y con
mi sexualidad lo que me dé la gana!
Se conocían hacía varios años y tenían confianza para hablarse de esa
manera, aunque era la primera vez que Sara se enfadaba tanto con ella.
Alejandra era dieciocho años mayor, y después de haberse divorciado de
Alex tras un largo matrimonio, llevaba un par de años disfrutando de su
soltería, sin mostrar ningún interés por volver a tener una relación con un
hombre, ni siquiera para algún fugaz encuentro carnal.
_¡Que tú hayas clausurado tu vida amorosa y que estés tan feliz así, no
quiere decir que las demás tengamos que hacer lo mismo!_, volvió a gritarle.
_No se trata de eso Sara, es que parece que no puedes vivir sin un hombre
al lado y estás dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no estar sola_, le
respondió con contundencia_. Con David te pasó lo mismo...todos te
advertimos, pero tú decidiste meterte de cabeza y mira lo que te pasó...
_¿Me estás diciendo que yo tuve la culpa de aquello? ¡Esto es lo que me
faltaba por oír, joder!_, se enfureció aún más_. ¿Es que se te ha olvidado todo
lo que ocurrió? ¡El enfermo era él, Alejandra, no yo! ¡No te confundas! ¡Pero
tranquila, que ya no vas a tener que soportar más mis problemas!_, vociferó
mientras cogía el bolso y su Tropical y se dirigía con pasos agigantados hacia
la barra.
Ya me tiene harta joder, siempre con sus soliloquios llenos de consejos.
¡A la mierda!
Apuró en un sorbo lo poco que le quedaba de su cerveza y le pidió otra al
camarero mientras se acomodaba en un taburete, colocándolo en dirección al
escenario.
La mirada de Jonattan, que seguía actuando sobre el tablado, se quedó
clavada en la suya transportándola de nuevo a aquella espiral de ensueños
donde ella era la princesa elegida y sus anhelos más profundos se convertían
en viejas promesas cumplidas.
Ahora cantaba “Whatever you want”, de Status Quo, y le respondió
exhibiendo su sonrisa y su mirada más seductoras.
Tú eres lo que quiero, Jonattan. Y esta noche vas a ser mío, se dijo
mientras se humedecía los labios pasando la lengua muy lentamente sobre
ellos”.
“Gran Canaria
1998
“San Sebastián
2000
“San Sebastián
2004
“San Sebastián
2004
Anne era una preciosa bebé que se lo puso muy fácil desde el principio.
Generalmente dormía ya toda la noche seguida, y las horas que pasaba
despierta era todo alegría y caritas sonrientes.
Tal como había vaticinado Josean, fue enamorándose de ella poco a poco,
hasta que una tarde, justo al cumplir su quinto mes, de repente pudo sentirlo.
Su pequeña estaba tumbada estirando los bracitos y riendo a carcajada limpia,
intentando atrapar las burbujas de jabón que ella lanzaba al aire. Habían
jugado a esto muchísimas veces y no fue hasta ese momento cuando pudo por
fin contemplar la belleza angelical que impregnaba a su hijita, igual que había
podido verla en Andoni desde el mismo día en que nació.
Rompió a llorar emocionada, la cogió en sus brazos y besándola sin parar
sólo pudo decirle: “¡Gracias hija, gracias!”
“San Sebastián
Diario - Abril 2005
Hoy estoy súper contenta. He conocido a una madre con dos hijos de la
misma edad que Andoni y Anne y me ha parecido muy simpática. Nos hemos
contado muchas cosas de nuestras vidas y hemos conectado enseguida.
Echaba en falta una amiga así, con la que coincida en otras cosas y no sólo
con la maternidad. A ella también le gusta leer, es inquieta y curiosa como yo
y además muy positiva y divertida. Con el grupo de las madres del cole no
suelen surgir otras conversaciones aparte de los pañales o de los problemas
con sus maridos y no termino de encajar del todo, muchas veces me aburro.
Hemos quedado en que se pasará una mañana de éstas por la librería para
charlar y tomarnos un café. Poco a poco empiezan a mejorar las cosas, hoy
me siento muy bien.
El otro día le llamé a Jonattan, a ver si viene pronto a ver a Andoni. Me
dijo que en cuanto tenga un par de días libres, vendrá. No me importa pagarle
yo todo, me duele mucho ver a Andoni creciendo sin su padre y quiero que al
menos tenga algunos recuerdos bonitos de él. La librería aún no me da
suficiente como para poder ser
autónoma del todo y sigo necesitando la ayuda de Maite, espero poder
conseguirlo pronto, me sentiré mucho mejor. Ella es un ángel y me ayuda con
todo su amor y se lo voy a agradecer siempre, pero yo necesito sentir que
puedo hacerlo por mí misma. Ya te contaré qué tal.
Con papá sigo más o menos bien, nos contamos todo y confío en él,
aunque a veces se le escapa algún grito de los de antaño y se me revuelven
las tripas. Mamá sigue con su actitud de siempre, metiendo la cabeza debajo
del suelo como una avestruz. No creo que con ella haya nada más que hacer.
Voy al pueblo a comer con ellos todos los sábados y solemos pasar un rato
agradable con los niños, al menos Andoni tiene un referente masculino con la
presencia de papá...
Qué bonito sería que apareciera un hombre en mi vida y le diera todo lo
bueno que Fran sí le está dando a Anne…a veces me siento muy sola y la
situación se me hace demasiado dura en este sentido.
Llevo dos días a dieta, creo que ahora sí me veo por fin con fuerza de
voluntad para bajar los kilos que he subido estos meses. Desde la llegada de
Anne he estado más ansiosa y no he podido controlarme, pero ahora ya me
siento más fuerte. Hace meses dejé la terapia, me ayudó mucho en su día para
comprender lo que me pasaba con Anne, pero ya me veo bien para seguir
avanzando sola.”
“San Sebastián
2007
“San Sebastián
2007
_Llevo dos días con una dieta nueva, y me siento genial. Este verano sí
que voy a poder ir a la playa a gusto por fin. ¡Empieza la operación bikini!
_¿Ah, sí? ¿Cuál es?
_Una de unos batidos, los sustituyes por algunas comidas y te garantizan
que bajas dos kilos semanales, o más. ¡Estoy súper contenta!
Se enfrascaban en una de sus entretenidas conversaciones mientras los
niños correteaban felices por el parque. Ya era finales de abril y la
temperatura comenzaba a suavizar en San Sebastián, y como cada año, Sara
entraba de lleno en su enfermiza obsesión por adelgazar ante la amenazadora
y terrorífica realidad que los abrigos y las bufandas habían camuflado durante
el invierno.
_Este año lo tengo que conseguir, Nuria. Lo paso fatal yendo a la playa
con estos jamones_, bramó señalando a sus muslos.
_Pues yo no te veo tan mal…sí te sobran algunos kilitos, pero tienes tu
cinturita estrecha y tus curvas…si te lo tomaras con calma yo creo que irías
bajando casi sin darte cuenta_, intentó disuadirla de continuar con su eterna
contumacia de caer en estrictas e inútiles dietas milagro.
_Ya me he gastado doscientos euros en todo el pack de batidos, así que la
tengo que hacer, sí o sí. Cuando esté en mi peso ya haré lo que dices, comer
de todo un poco para mantenerme_, respondió tajante, como cada vez que se
proponía firmemente empezar una nueva dieta_. Dos meses…a unos dos
kilos por semana…_, calculaba ahora en voz alta_, ¡antes de junio ya estaré
despampanante!
_¿Qué tal con Joseba el viernes?_, Nuria prefirió dejar el tema.
_Muy bien. Me llevó a un restaurante precioso en lo viejo y luego
vinimos a mi casa.
_¿Se quedó a dormir?
_Sí, esta vez sí_, sonrió triunfal_. Le dije que me sentaba muy mal que se
fuera siempre después de hacer el amor y conseguí que se quedara. Se fue
nada más despertarse temprano, pero algo es algo…vamos avanzando…
_¿Avanzando? ¿En serio crees que suplicar a un hombre que se quede
contigo después de hacer el amor es avanzar?_, le espetó estupefacta”.
“San Sebastián
2008
“Mi talón de Aquiles es mostrar a los demás que soy frágil y arriesgarme
a que viéndome en mi fragilidad, me rechacen o no me comprendan. Si
muestro mi fragilidad y no me cuidan, volveré a sentir el dolor que sentí de
niña y se me haría insoportable”.
Ejercicio:
-Por parejas, poner la mano en la zona donde está mi talón de Aquiles: mi
vientre. Cerrar los ojos e ir al pasado, dejar sentir la historia que tiene
relación con esa parte de mi cuerpo: veo a Agustín y a mamá.
Palabras claves de esta historia: Abuso-Indefensión-Soledad-Niña-
Rompimiento.
-Luego, cerrar los ojos e imaginar qué podría pasarme, lo peor, para sentir
que se ha tocado mi talón de Aquiles: no veo nada, pero sí tengo la sensación
corporal de cabreo (manos y brazos pesados, en tensión), y yo seria,
cabreada.
-Completar la frase: “Y si me cabreo...”.
-Me sale: “Me siento a salvo”.
“San Sebastián
2008
“San Sebastián
2009
_¿No crees que de alguna manera les has hecho responsables de lo que te
pasó?_, se lanzó Nuria de nuevo, ahora que parecía que estaba más receptiva
a escuchar.
_Buf, no sé chicos, de verdad que ahora no puedo pensar con claridad.
Sólo siento el dolor, eso es lo único que sé.
_Ya, pero…
_No, no les he hecho responsables…_, le interrumpió_. De no haber
querido mirar de frente a lo que me pasó y de juzgarme injustamente…de eso
sí les hago responsables_, sentenció con firmeza.
_Bueno, ya lo irás saneando con el tiempo…pero creo que esto de no
cogerles el teléfono, no va a ser nada constructivo_, insistió él_. ¿No os
enseñan en la formación Gestalt a hablar abiertamente de los sentimientos?
_¡Sí, claro! Como el año pasado, cuando mi padre les llevó mi carta...ya
ves para lo que sirvió…_, le espetó ahora con acritud.
_Así que todo esto viene por lo que pasó con la carta…te has quedado
dolida_, señaló Nuria.
_Pues ahora que lo he dicho en voz alta, creo que sí…no puedo
comprender ni perdonar su actitud, la verdad. Intenté aceptarlo y dejarlo
estar, pero no puedo…no me lo puedo quitar de encima...
_¿Para qué les hiciste llegar aquella carta? ¿Qué esperabas de ellos?_, le
preguntó Mikel.
_Pues…_, se tomó unos segundos antes de responder_, creo…creo que
necesitaba y sigo necesitando…que me vean…_, se emocionó, hablando
ahora con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos_. Necesito que me
comprendan y que reconozcan también mi dolor, no sólo los errores que he
cometido…eso es lo que necesito…_, siguió desahogándose, sin poder frenar
el torrente de lágrimas que rodaban ya por sus mejillas.
_Y no lo recibiste, ¿no?_, siguió preguntándole, mirándola con ternura.
_Toma, cielo_, Nuria le acercó un pañuelo.
_No…no recibí eso. Bueno…de Manuel sí...y Felipe también me
respondió…a su manera…pero al menos sí sentí que me tuvo en cuenta_,
seguía llorando, mientras trastabillaba al hablar. Álvaro también me llamó…
pero no me sentí comprendida…hace tiempo que las cosas tampoco son lo
que eran con él…_, continuó desahogándose.
_Entonces, cariño…_, continuó Mikel_, ¿no crees que no te queda más
remedio que aceptar que por el motivo que sea no te pueden dar ese
reconocimiento...y empezar a buscarlo en otro sitio?
_¿Y dónde? ¿Dónde lo busco? ¿Quién me lo va a dar?_, inquirió al
tiempo que se sonaba con el pañuelo.
_¿Te das cuenta de que hablas como una víctima, Sara?
_¡Es que soy una víctima, Mikel!_, le espetó de nuevo, poniéndose a la
defensiva.
_No, Sara. Lo que yo veo es que fuiste una víctima cuando eras una
niña...y ahora te comportas como si aún lo fueras…pero no es cierto, es un
autoengaño. ¿No lo ves, cielo?
_Sara, muchas veces me has hablado también de todas las cosas positivas
que hubo en tu familia_, terció Nuria con mucha ternura_. Las canciones de
tu padre y su voz celestial que os emocionaba a todos, sus anécdotas tan
bonitas de cuando se enamoró de tu madre siendo sólo un adolescente, cómo
fue a la Basílica del Pilar a hacerle la promesa de que iría allí con ella si
algún día conseguía su amor y cómo años después cumplió su promesa, los
amigos que venían a vuestra casa, las bromas y los chistes de tus hermanos,
todas las veces que te han ayudado...
_¿Y qué puedo hacer? De verdad que no sé qué más puedo hacer…_,
clamó de pronto, sintiéndose verdaderamente impotente y derrotada, casi sin
escuchar lo que acababa de decir.
_¿Qué tal si empiezas tú a darte a ti misma ese reconocimiento y esa
comprensión que tanto necesitas?
_¿Y cómo? ¿Cómo puedo hacer eso?_, imploró, rompiendo a llorar de
nuevo_. ¿Crees que no lo intento? ¿Crees que no me encantaría poder
hacerlo? ¿Creéis que no me encantaría quererme a mí misma y vivir en paz?
No sé cómo hacerlo, joder…de verdad que hasta que ellos no me lo den,
siento que yo jamás podré sentir que me lo merezco de verdad…
_Entiendo.
_¿Sabéis cuántas veces he soñado con ser una más entre ellos, con dejar
de sentirme la rara, la especial? A veces fantaseo que me toca la loto y me
imagino haciendo realidad todos sus sueños…haciéndoles felices…_,
continuó abriéndose_. A Felipe le compraría un barco. Su ilusión es dar la
vuelta al mundo navegando, ¿sabéis? A Manuel, el coche que lleva años
deseando comprarse. A Álvaro, le montaría un club de fútbol para que
pudiera vivir haciendo lo que más le gusta. Y a los demás, les pagaría sus
hipotecas para que vivieran más tranquilos…lo he pensado muchas veces...
_¿Y qué crees que conseguirías con eso? ¿Qué ves en tu fantasía?_, quiso
saber Mikel.
_Me…me querrían..._, les miró fijamente a los ojos_. Dejaría de ser por
fin un problema para ellos, tendría mi sitio en la familia, el sitio que de
verdad me corresponde…_, susurró en un hilillo de voz.
_¿Y cuál es ese sitio, Sara?
_Pues…donde ellos vean todo lo que soy realmente…que soy…que
también soy buena...y que les necesito y les quiero mucho…”
“San Sebastián
2010
Si no lo veo, no lo creo
Si no has presenciado nunca una Constelación y no sabes
absolutamente nada sobre cómo funcionan, con las explicaciones que te
voy a dar a continuación enseguida vas a comprender su mecanismo.
La persona que va a constelar algún conflicto de su vida, le cuenta a
la terapeuta la situación y lo que siente que necesita desbloquear (por
ejemplo, siempre se enamora de hombres casados y repite una y otra vez
este ciclo de sufrimiento y frustración sin saber por qué, o siempre tiene
problemas económicos, o está atrapada en una relación de dependencia
con sus padres y se siente incapaz de hacer algún cambio, etcétera).
Los demás participantes están sentados en círculo y no saben nada
de lo que esta persona va a trabajar. La terapeuta entonces le pide que
escoja del grupo un “representante” de algún miembro de su familia:
puede ser su madre, su padre, un hijo, etcétera (esto dependerá de lo que
se está trabajando, aunque lógicamente, los padres tendrán que aparecer
siempre), así como otras personas que estén implicadas en la situación
(jefes, compañeros de trabajo, amistades…). Estos representantes, sepan
o no a quién corresponde el papel que están desempeñando, se ponen de
pie dentro del círculo y empiezan a sentir “cosas”. Hay terapeutas que
siguiendo la línea de los orígenes de las Constelaciones, les dicen a
quién van a representar, y se les da la consigna de esta manera: “tú eres
mi madre”, “tú eres mi hija”, etcétera. Yo particularmente prefiero la
nueva “versión”, en la que los representantes no saben absolutamente
nada sobre su papel en la constelación. De esta manera no hay
posibilidad de que su mente consciente intervenga con posibles ideas o
prejuicios sobre lo que “debería” sentir.
Una vez dentro del círculo, empieza a verse cómo estos
representantes cambian sus posturas corporales, se alejan de unos y se
acercan a otros, sienten una emoción muy fuerte de ira, tristeza, miedo,
soledad o de alegría y amor según el caso, y la terapeuta comienza a
trabajar con ellos. Preguntándoles cómo se sienten unos con otros les
hará repetir unas frases “clarificadoras” hasta dar con la raíz del
conflicto, y después pasará a las frases “sanadoras”, con las que ese
sistema familiar recuperará su orden y su equilibrio a través de la
comprensión, el perdón y el amor. Mientras esto ocurre, la persona que
se está constelando lo observa todo sentada y en silencio, maravillada y
preguntándose en su interior cómo es posible que esas personas a las que
acaba de conocer puedan sentir y expresar exactamente lo mismo que
tanto ella como los miembros de su familia experimentan en esa
situación real de su vida.
Es en este punto donde entra en juego el principio del
entrelazamiento cuántico que vimos en el capítulo anterior y que nos
demuestra que todos estamos conectados con todos y que la
información, que es energía, se manifiesta a través de nuestra
conciencia. Nada más entrar en el círculo, “despierta” en el
representante esa información concreta de la persona a las que está
representando y sorprendentemente, esas emociones que emergen en él
o ella durante la constelación y que aparentemente pertenecen a alguien
ajeno, también tiene que ver con ella y con algún conflicto que tiene
pendiente de resolver en su vida. De esta manera, una Constelación
Familiar tiene una doble vía de sanación: se libera la persona que se está
constelando, y se liberan también los que hacen de representantes.
Después de haber hecho una constelación, con el tiempo (esto
dependerá de cada caso y de si realmente la consultante se atreve a abrir
su corazón y a conectar con la emoción reprimida), empezará a
experimentar cambios en sus relaciones interpersonales y verá que se ha
roto el viejo patrón de atraer sólo hombres casados, o de tener problemas
económicos. He visto constelaciones en las que la persona no estaba
preparada para esta apertura y ha necesitado trabajarlo varias veces hasta
lograr romper a llorar y descargar de verdad toda aquella tristeza o
soledad reprimidas, que es la catarsis imprescindible para que se
produzca la verdadera sanación, tanto en ella como en su sistema
familiar.
Cuando llegamos a este punto, nos atrevemos a entrar en ese campo
emocional que estaba enquistado y a repararlo a través de la expresión
auténtica de la emoción, pues éste es un trabajo exclusivamente
emocional. Y es a través de la descarga de esas emociones bloqueadas y
de su reparación a través del amor, como se recoloca lo que estaba
desequilibrado en el sistema. Es como una flor que se abre, una alianza
con la Vida que ahora se vuelve a nuestro favor, así como con todos los
miembros del sistema. Nos liberamos de aquella carga y la Vida
se vuelve mucho más fácil, pero en este punto veo muy importante
recordarte que esta sanación sólo ocurrirá siempre que estemos
comprometidas con nuestro propio trabajo personal y no vayamos a una
constelación esperando que el conflicto se solucione por sí solo. Una
implicación honesta y verdadera en nuestra liberación nos llevará a
tomar consciencia de cuál era nuestro lugar en aquella situación, cuál era
nuestro aprendizaje, nuestra misión, y nos permitirá quedarnos en paz
con ello y poder agradecer de corazón que las cosas ocurrieran como
ocurrieron, por muy dolorosa que haya sido la experiencia.
Como ya hemos visto, todo lo que aparece en una constelación tiene
que ver con el ADN emocional que hemos heredado, y en la mayoría de
ellas sale el tema de los excluidos, pues casi todas las familias tienen
muchos, por diferentes circunstancias. En realidad se trata de una
especie de cirugía en la que abrimos la herida para buscar dónde está el
dolor, y así poder sanarlo y liberamos de una carga que tiene que ver con
nuestro sistema familiar y que llevábamos por fidelidad al clan. Es lo
que Bert Hellinger llamaba “Amor ciego al sistema”, y debido a este
amor, muchos niños al nacer buscan un “agujero” de exclusión para
ocupar ese lugar y tener la oportunidad de sanarlo.
Como te expliqué en el capítulo de la formación del ego, nos da
mucho miedo llegar a esa catarsis liberadora, pero si estamos
verdaderamente comprometidas y decididas a hacer cambios reales en
nuestra vida y a vivir el despertar espiritual que hemos venido a hacer, te
aseguro que algún día serás capaz de atravesar ese dolor y conocerás una
nueva dimensión del Ser pleno, amoroso y feliz que eres realmente.
Te ocurrirán cosas como recibir de pronto una llamada de algún
familiar con el que hacía años que no te hablabas, o de tu madre, con la
que la relación era sumamente tensa porque inconscientemente
arrastraba su culpa y tú se la recordabas sin ella ser consciente. Cuando
los nudos se liberan, de repente la otra persona puede mirarte con otros
ojos, con una mirada limpia y amorosa, sin el peso de la culpa, la ira o la
emoción que fuera que había arrastrado durante años.
Si el conflicto es transgeneracional, es decir, si viene de más atrás, es
importante recalcar que no es necesario conocer previamente los detalles
de lo que ocurrió en las generaciones anteriores, pues si de verdad es
relevante, toda esa información va a aparecer en la constelación. Está
deseando salir para ser sanada, y tan sólo necesita que nos atrevamos a
entrar en la emoción y dejar que ésta nos lleve hacia su liberación.
Tampoco es necesario que los demás miembros de la familia estén
presentes en la constelación, ni siquiera que sepan nada del trabajo que
hemos hecho, pues su inconsciente individual y el inconsciente familiar,
que forman parte de su psique profunda y de su campo energético,
recibirán esta nueva información y sentirán una especie de alivio y paz
que no sabrán de dónde viene.
Como ya sabes, a través del principio del entrelazamiento cuántico
se ha logrado comprender este fenómeno que hasta hace bien poco nos
parecía algo totalmente inexplicable. También la teoría de los campos
morfogenéticos que vimos en el capítulo de la epigenética supone una
importante aportación a la hora de entenderlo, y la verdad es que para
mí, a pesar de contar con estas explicaciones científicas, no deja de
sorprenderme y de maravillarme. Lo cierto es que somos pura magia en
acción, y nadie nos lo había dicho hasta ahora.
En mi caso, y en relación a las dificultades que he atravesado para
ser autosuficiente económicamente, mi abuelo paterno fue un
empresario adinerado y sus hermanos le dieron la espalda de por vida
por discrepancias en temas relacionados con una herencia. Según me
contó mi padre, fueron injustos con él pues le reclamaron algo que a él
no le correspondía darles, y en su funeral, mi padre presenció cómo
todos ellos le pidieron disculpas entre sollozos. Cuando ocurre una
exclusión por motivos de herencias o alguna situación relacionada con el
dinero, algún descendiente tendrá problemas de liquidez. La historia se
repitió con mi padre, que también fue el excluido de su familia, pues
tanto su madre como sus hermanos le hicieron responsable de haber
llevado a la ruina la empresa de mi abuelo. Y adivina quién en mi
familia asumió también ese papel. A veces pienso, bromeando conmigo
misma, que en esta vida me he pasado de la raya escogiendo temas para
trabajar, pero enseguida me acuerdo de que tengo en mis manos el poder
de reparar lo que quedó pendiente atrás para abrir los caminos a los que
vendrán, y eso me llena de fuerza y de ilusión.
Mis hermanos no me han echado ni apartado de la familia de una
forma explícita como hicieron con mi abuelo sus hermanos, pero
muchos de ellos sí han cerrado su corazón a los conflictos de “Olga la
problemática”, y sé que está en mis manos reparar esta situación a través
del amor. Después de llevar tres años viviendo en Las Palmas, sé que la
mayoría de ellos habría preferido que me hubiera quedado en el País
Vasco y así no tener que vivir “mis” problemas tan de cerca. Conocer y
comprender este mundo de energías invisibles e inconscientes que
subyace bajo las conductas y las palabras hirientes, me ha ayudado
muchísimo a no seguir atrapada en los viejos patrones de resentimiento
y de perpetuación del dolor, y a medida que he ido avanzando en mi
disposición para contemplarlo todo desde esta perspectiva, poco a poco
he podido cambiar mis sentimientos hacia ellos y hacia la situación.
Mirar a alguien que aún no ha sido capaz de salir de sus patrones
automáticos de juicios y proyecciones y pensar para tus adentros: “Eres
inocente igual que yo, y comprendo que no sabes hacerlo de otra
manera. Te quiero y te doy las gracias por ayudarme a ver mis heridas”,
te da una libertad y una paz enormes.
Para finalizar con este tema, te animo a que te hagas esta pregunta:
¿Cuál es tu problema de vida ahora mismo? Todas tenemos alguno,
pues la Vida siempre nos trae oportunidades para seguir avanzando.
Mira con qué ley tiene que ver: ¿con la exclusión? ¿Con el orden?
Ambas tienen muchísima relación con nuestras heridas afectivas.
Y lo más importante. ¿Cómo está la relación con tus padres?
¿Realmente les puedes agradecer y sentir amor hacia ellos? En el
capítulo 17 nos adentraremos en este tema y verás lo vital que es lo que
te he dicho en líneas anteriores: necesitamos restablecer la paz en la
relación con nuestros padres si de verdad queremos hacer cambios en
nuestra vida. Déjame recordarte que este cambio, tal como nos señala
UCDM en su lección 308, sólo puede ocurrir aquí y ahora:
“San Sebastián
2010
“San Sebastián
2010
_Qué suerte hemos tenido de coger plazas por fin..._, dijo Carla muy
animada.
_Sí, al final lo hemos conseguido_, comentó ella acercándose su coca-
cola light a los labios.
Llevaban tiempo esperando para poder acceder al primer nivel del curso
de Bioenergética que la prestigiosa terapeuta Valeria Messi impartía cada año
en la ciudad, y tras adelantar puestos en la larga lista de espera, por fin lo
habían logrado.
Trabajar el carácter y las emociones a través de los bloqueos corporales,
eso va a ser lo que me va a curar de una vez por todas, pensó mientras sus
amigas seguían hablando entusiasmadas ante el inminente comienzo del
curso.
_¿Y cómo te estás sintiendo, Sarita? ¿Sigues firme con tu celibato? Sé
que es algo muy importante para ti..._, quiso saber Carla, siempre directa y al
grano, un rasgo de su carácter que le recordaba a sí misma, y que le
encantaba.
_Pues ya llevo más de un año_, presumió orgullosa_. A veces me cuesta
mucho, sobre todo cuando me da un ataque de soledad por las noches…mis
tendencias automáticas aún me tientan con pensamientos de sexo y amores
fáciles, pero tengo muy claro que ya no quiero más de aquello. Después del
año y medio que pasé tan perdida desde lo de Joseba, estoy decidida de
verdad a aprender a llenar por mí misma mis vacíos. Y cada vez me voy
sintiendo mejor, la verdad.
_¿Todavía te acuerdas de él?
_Sí…a veces sí…_, bajó la mirada.
_Ppuess yo tte ffelissito. Ssé qque estto ess mmuy diffíssil ppara tti_, la
animó Noreen con una enorme sonrisa en su rostro.
_¿Te acuerdas de cómo estabas cuando empezamos la Gestalt? Menudo
cambio has dado en estos años, guapa_, recordó ahora Carla apretando
cariñosamente su mano.
_Sí, sí que noto muchos avances_, le respondió, convencida de que por
fin había encontrado el camino que la sacaría de la frustración constante en la
que se había acostumbrado a vivir durante los últimos años.
_Ess marravillossso lo qque esttáss hassiendo, Sara. Tu consscienssia
cadda vezz mayor asserca dde ttus limmittassioness y cappassidaddess, tu
emppeño en curartte y el connvenssimientto dde qque algún ddía poddráss
vivir ppor finn en pass, yo nuncca ha vissto antess a naddie tann ¿cómo sse
disse? ¿pressevarrantte?
_Perseverante_, le corrigió Carla entre sus risas y las de Sara_. Es cierto_,
continuó_, hace cuatro años eras un volcán andante, echabas chispas llenas de
furia cada vez que algo no te salía como tú querías o alguien no encajaba en
tus expectativas, y ahora se te nota que has aprendido a pararte, a respirar, a
mirarte y también a mirar al otro…la verdad es que es una gozada ver tus
avances. El sólo hecho de que hayas decidido no seguir viviendo tu
sexualidad de aquella manera compulsiva y dañina dice mucho de los
progresos que estás haciendo.
Escuchando a sus amigas, de pronto recordó con tristeza aquella lejana
conversación con Joseba en la que sin darse cuenta él se había delatado y le
había mostrado cómo la veía realmente.
Qué cabrón, se dijo. Mujeres para pasar el rato…se fustigó evocando las
fatídicas palabras.
_Bueno…aún me falta controlar esa furia con los niños…_, les respondió
volviendo al momento presente_. Todavía a veces les grito sin poder
evitarlo..._, confesó en voz baja y mirando de nuevo al suelo, sintiendo cómo
la culpa la atenazaba
dejando a un lado la nefasta imagen de Joseba y recordando que a pesar
de sus muchos progresos, aún tenía muchos aspectos por resolver en su vida.
_Sarita, no puedes quitarte de encima en unos pocos años lo que desde
niña mamaste en tu familia con un padre tan autoritario y explosivo_, intentó
animarla Carla mirándola con ternura_. Y con todo lo demás..._, añadió,
rotunda_. Date tiempo, cariño.
_Ssí, es ssierto Sara, datte tiemppo, tus hijos ssabránn valorar ttodo lo
ddemáss qque tú less dass…tuss risass, los cuenntoss qque les esscribbess, lo
payassa qque eress cuanddo estáss dde buenn humor, tu comprenssiónn, tuss
abbrazoss y bessoss, lo dialogalissadora qque eress annte loss connflictoss…
¿sse disse assí?
Sus risas hicieron que Noreen se percatara al momento de que acababa de
cometer otra de sus divertidas pifias y se sumó a ellas sin dudarlo, con aquel
desparpajo y espontaneidad tan propios de ella.
_Pero yo pensé que al arreglar las cosas con mi padre estaría más
tranquila con los niños, que dejaría de hacer lo mismo que hacía él y que yo
tanto odiaba..._, continuó desahogándose, sintiéndose completamente segura
y a salvo hablando con sus amigas de aquel tema tan delicado, sabiendo que
sólo recibiría amor y comprensión.
_No tiene nada que ver, Sarita. Has arreglado muchas cosas con él, sí,
pero aún no has llegado a establecer un vínculo firme y estable con tu niña
interior…claramente aún se ven en ti los introyectos de ese juez interno que
te sigue torturando...y mientras no consigas perdonar, comprender y amar de
verdad a tu niña, esa ira seguirá explotando cada vez que ella se sienta
amenazada, rechazada, no vista, juzgada, etcétera, etcétera.
_A veces sí he sentido ese acercamiento hacia ella. Con las regresiones
por ejemplo, entonces sí que lo pude sentir…pero después no continué
trabajando en ello…di por hecho que ya lo había conseguido por fin y
después, todo lo que había avanzado se me escurrió de las manos con lo de
Joseba…
_Nadda ess en vanno, ya veráss cómmo siguess avanssanddo commo lo
estáss hassiendo ahora...y toddo lo qque hass vividdo, los logrosss y los
fraccassoss, tte iránn llevanddo a donnde estáss destinadda a ir…toddo al
finnal tienne un sentiddo sagraddo y maravillossso...
Al escuchar a Noreen, recordó con nostalgia aquella voz que desde que
era una niña había sentido tantas veces en su interior y de la que hacía mucho
tiempo no sabía nada.
_Pero sigo sin entender por qué hago con mis hijos exactamente lo mismo
que hacía mi padre con nosotros, si a mí me hizo tanto daño aquello...
_No haces exactamente lo mismo Sara, date cuenta. Tú tienes un mayor
nivel de consciencia de ti que el que él tenía de sí mismo. Tú ahora te das
cuenta cuando caes en tu reacción automática y pones los medios para ayudar
a tus hijos a canalizar lo que sienten. Te sientas a hablar con ellos, te
disculpas, les explicas lo que te ocurre, les intentas compensar con otras
muchas cosas, te acercas a ellos…y tu padre no hizo nada de eso. No haces
exactamente lo mismo que hizo él.
_Tienes razón, es verdad_, susurró”.
Pues sí. No encajo en todo, pero casi…se reconfortó, sintiendo una gran
liberación al leer todo aquello. Trastornos alimentarios…aquí lo dice muy
claro, ¿tendrá relación con los abusos, o me afectó más el abandono que
viví?
Y ¿quién está peor? ¿el que sabe que tiene un problema y lo expresa
abiertamente para sanarlo, o el que teniendo evidencias sobradas de que el
problema está fundamentado, lo niega diciendo que ya tendría que estar
superado?, volvía a rumiar sin poder quitarse a muchos de sus hermanos de
la cabeza.
¿Y si les envío el correo? No, mejor no. Van a decir que ya estoy otra vez
con lo mismo de siempre. No me quiero exponer otra vez así, tengo que
aprender a cuidarme de una vez por todas. Bueno, sigo leyendo...
La relación de estas consecuencias con la experiencia de abusos sexuales
en la infancia también ha sido observada en otros estudios, como el realizado
por McLean y Gallop, que comprobaron que las mujeres víctimas de abuso
sexual que participaron en su estudio eran diagnosticadas tanto con trastorno
por estrés postraumático como por trastorno límite de la personalidad. Otros
estudios, como el de Bernstein, Stein y Handelsman, han concluido que, al
contrario que en los demás tipos de maltrato infantil, el abuso sexual no
correlaciona con ningún trastorno de personalidad específico, si bien, en
cierta medida, lo hace con todos ellos.
2.- El incesto entre hermanos:
El abuso sexual intrafamiliar es una de las formas más severas de maltrato
infantil. En la mayor parte de los casos no suelen darse conductas violentas,
ya que los abusadores, que frecuentemente son adolescentes que muestran un
problema de insatisfacción sexual, se ven tentados a buscar esporádicas
satisfacciones sexuales en los menores que tienen más a mano y que menos
se pueden resistir.
En estos casos, los abusadores pueden mostrar distorsiones cognitivas
para justificarse ante ellos mismos por su conducta: “No se resiste porque
también desea el contacto”, o “en realidad, es una forma de cariño”, etc. Los
casos más frecuentes de este tipo de abuso ocurren en familias numerosas
donde hay un varón adolescente y una niña bastante menor que él,
especialmente si el chico no ha recibido una orientación y educación sexual
saludable.
Esto fue lo que le pasó a Agustín…menuda anti-educación sexual de
mierda nos dieron papá y mamá. Me puedo imaginar lo perdido que estaba,
con todas las hormonas disparadas. Ya leí hace tiempo lo de las familias
numerosas…por lo visto es algo muy habitual. Bueno, el caso es que hace
tiempo que tengo claro que los dos planeamos aquello como almas antes de
encarnar, para que cada uno trascendiera lo que necesitaba aprender con la
experiencia…y también me lo confirmó el médium en su día.
La verdad es que si no hubiera sido por lo que viví en mi infancia, no
creo que me hubiera interesado por estos temas del crecimiento personal y
no sería quien soy. Bueno, sigo leyendo...
A mayor represión sexual, mayor confusión y justificación de sus
conductas abusivas, que le impedirán tomar consciencia del daño que inflige
realmente sobre la menor, produciendo en ella, ante todo, un profundo
sentimiento de culpa y de rechazo hacia sí misma.
Pues sí.
En general, las niñas que viven esta experiencia traumática tienden a
presentar reacciones ansioso-depresivas, alteraciones en la esfera sexual,
altibajos emocionales, conductas autodestructivas, así como un control
inadecuado de la ira. Tan sólo un cincuenta por cien de las víctimas suelen
revelar su secreto, ya sea a otro miembro de la familia en quien confía, o a
alguna figura de confianza extrafamiliar. Las consecuencias en la menor
oscilarán entre diferentes grados en un amplio espectro de síntomas, que
dependerán de los siguientes factores:
-Frecuencia, duración e intensidad de los abusos. Cuanto más crónico e
intenso es el abuso, mayor es el desarrollo de un sentimiento de indefensión y
de vulnerabilidad y más probable resultará la aparición de síntomas.
-Reacción de la familia: desempeña un papel fundamental. El apoyo y la
protección parental, especialmente de la madre, es un elemento clave para
que la víctima mantenga o recupere su nivel de adaptación después de la
revelación del secreto.
Aquí está mi principal herida, ahora lo sé...y que tiene relación con mi
problema con la comida, también lo sé, ya no tengo duda, comenzó a llorar.
-Perfil individual de la víctima (estabilidad psicológica, edad y contexto
familiar).
Con nueve años, por muy estable que estuviera hasta ese momento, sin la
respuesta familiar adecuada tuve todos los boletos para acabar jodida como
estoy, suspiró secándose las lágrimas.
“Cádiz
2011
“San Sebastián
2011
“San Sebastián
2012
_¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no me lo merezco yo también?_,
se desahogaba sollozando completamente rota sobre el hombro de Nuria_. Es
que…es que de verdad siento que ya no puedo más..._, seguía llorando,
aferrándose fuertemente a ella_. No me quedan más fuerzas Nuria, con esto
no puedo...
_Claro que te mereces el amor cielo, ya verás que con el tiempo volverás
a estar bien. El problema lo tiene él, no tú..._, le repetía acariciándole el pelo,
sin saber qué más podría hacer o decir para sacar a su amiga de aquel estado
tan lamentable.
Al igual que años atrás, Joseba le había enviado un mensaje la noche
anterior diciéndole que necesitaba poner distancia durante un tiempo para
aclarase.
Ante la impotencia de Nuria, Sara no podía hablar de otra cosa que no
fuera lo destrozada que se sentía.
_Me siento morir, Nuria…ya nada tiene sentido…, sólo mis hijos…si no
fuera por ellos me daría todo igual..._, repetía entre gemidos con la voz
entrecortada, mientras una espesa amargura atravesaba su garganta_. ¿Por
qué quiso entrar otra vez en mi vida? ¿Por qué insistió en irnos de viaje? ¿Por
qué hizo que Andoni también se encariñara con él?_, repetía, retorciéndose
entre los incontrolables espasmos que la angustia provocaba sin cesar a lo
largo de todo su cuerpo”.
Constelaciones Cuánticas
Recapitulando lo esencial de los capítulos anteriores, sabemos que a
un nivel cuántico, es decir, subatómico, formamos parte de un campo
energético en el que todo está entrelazado y que somos un canal perfecto
para traer a nuestra conciencia la información que necesitamos en cada
momento.
La física cuántica nos ha revelado que somos pura energía al
observar que los átomos, que son de lo que está compuesto nuestro
cuerpo, no tienen en realidad estructura física, sino que son más bien
una especie de espiral energética en continuo movimiento. El
entrelazamiento cuántico, que te recuerdo es el fenómeno por el que
hemos podido observar que en realidad nada está separado de nada y
que todo forma parte de un campo en el que todo interactúa con todo,
nos permite acceder a cualquier información a través de nuestra realidad
cuántica, es decir, a través de nosotras mismas en nuestro nivel
subatómico. La información está ahí disponible para nosotras, y tan sólo
necesitamos un medio para acceder a ella.
Y ese medio es algo tan simple como nuestro propio cuerpo, pues
en él es donde se manifiestan nuestras emociones, que como también
sabes ya, son la vía por la que fluye esta información. En el capítulo 15
vimos que estas emociones enquistadas en nosotras y en nuestro sistema
familiar se manifiestan en las Constelaciones Familiares de una manera
clara e indiscutible, y cómo a través del perdón y el amor logramos
transmutarlas trayendo al clan y a nuestra vida el equilibrio que
habíamos perdido y que tanto necesitamos para liberar los potenciales
que hemos venido a desarrollar.
En este capítulo vamos a seguir profundizando en este mundo tan
fascinante a través de las Constelaciones Cuánticas, y éstas nos darán
pie para mostrarte una nueva manera de constelar que yo misma he
ideado aunando los principios de éstas con los de las Constelaciones
Familiares. A este método le he llamado “Constelación Milagro”, pues
es tan fácil y sencillo, que parece un milagro que en tan sólo unos veinte
o treinta minutos podamos desentrañar esa información oculta que está
bloqueando nuestros avances en cualquier área de nuestra vida.
No puedo dejar de resaltar que sin un trabajo serio y comprometido
con tus emociones y con tu niña interior, utilizar esta técnica podría
reducirse a un juego estéril e infantil del que no podrás sacar provecho.
Sería algo así como tener un Maserati y conducirlo en carreteras
secundarias, sin explotar todo su potencial.
La diferencia entre una Constelación Familiar y una Cuántica es que
en la segunda, el terapeuta prácticamente no interviene preguntando a
los representantes cómo se sienten ni indicándoles qué hacer o qué decir,
sino que les deja que vayan conectando con sus emociones y que hagan
los movimientos y expresiones que sientan que necesitan hacer. Así, en
cuestión de minutos, va emergiendo la información necesaria y ellos
mismos finalmente llegan a la sanación de la situación. Es algo
alucinante de verdad, pues la constelación va prácticamente sola.
El escenario es el mismo que en las Constelaciones Familiares: la
consultante quiere desbloquear una situación concreta de su vida y un
grupo de personas se presta para hacer de representantes. A partir de
aquí ya aparecen las diferencias, y una de ellas es que en la Constelación
Cuántica, cuando el terapeuta o la consultante ya han elegido a los
representantes, el resto de las personas que se han quedado sentadas se
dejan llevar por sus sensaciones y pueden salir al círculo si tienen el
impulso de hacerlo, sin necesidad de que la persona que se constela les
elija. Una vez en el círculo, van a interactuar y a expresar lo que sienten,
a veces en silencio y otras hablando, según las situaciones y todos ellos,
por sí mismos y únicamente atendiendo a sus emociones, llegarán a la
solución (reparación) de la situación en cuestión.
En este punto quiero compartir que tras muchos años estudiando y
participando en sesiones de Constelaciones Familiares con su método
original y acostumbrada ya a asumir esa magia como algo normal e
inherente a nosotros, la primera vez que vi una Constelación Cuántica
me quedé con la boca abierta. Alucinada podría ser la palabra perfecta
para describir cómo me sentí.
Una vez más pensé aquel “si no lo veo, no lo creo” que había sentido
en mis primeras constelaciones años atrás, y lo que presencié me llevó a
reflexionar profundamente sobre nuestra autonomía y capacidad reales
para resolver todos nuestros “problemas”. Estas reflexiones finalmente
me condujeron a desarrollar este método que te he mencionado antes y
que enseguida paso a mostrarte. Pero antes quiero compartir mi
experiencia personal en una Constelación Cuántica, la primera que hice
como consultante, en la que vas a poder observar la belleza, la sencillez
y la magia cooperando juntas entre sí:
Aún preocupada por la incertidumbre en mi situación económica,
decidí probar este método que me había sorprendido de aquella manera.
El terapeuta sólo necesitó saber qué aspecto de mi vida quería consultar,
nada más. “Mi relación con la abundancia”, le dije. Escogió a dos
mujeres del grupo, y ellas se colocaron de pie una frente a la otra,
mirándose en silencio. Permanecieron así aproximadamente un minuto,
hasta que de pronto la más joven, una chica de veintipocos que al
principio tenía una expresión seria, rompió a llorar. La más mayor
permaneció sin moverse de pie frente a ella, mirándola con mucha
ternura. La joven continuó llorando cada vez con más intensidad,
apretando ahora sus brazos contra su vientre.
Al cabo de un minuto o dos su llanto se calmó y de pronto dio dos
pasos al frente para acercarse a la otra mujer. Le acarició la mejilla con
una tímida sonrisa y acabó arrodillándose ante ella, abrazándose con
fuerza a sus piernas sin dejar de sonreír. Sus lágrimas brotaron de nuevo,
pero ahora eran lágrimas de pura felicidad y entrega. En ese momento la
más mayor la cogió de las manos con una delicadeza y un amor que casi
se podían ver en el aire, se sentó en una silla y la puso sobre su regazo
mientras abrazándola y sonriéndole, la colmaba de besos y caricias. La
joven la miraba embelesada y la acariciaba también, y permanecieron así
otros dos o tres minutos más, hasta que el terapeuta dio la Constelación
por terminada.
Debo confesar que mientras lo presenciaba, sentí una pequeña
decepción. Yo ya sabía que nuestra relación con el dinero está
estrechamente vinculada a cómo han sido las cosas con nuestra madre,
pero en aquel momento aún no estaba preparada para aceptar que si
quería vivir con una tranquilidad económica, tendría que abrir mi
corazón y entrar en mi herida de abandono.
Aquella constelación me mostró el proceso por el que tendría que
pasar para llegar a la sanación de mi conflicto emocional con ella, y fue
justo un año después, como verás en el último capítulo, cuando
finalmente pude lograrlo y comenzar a experimentar unos cambios
asombrosos en mi vida.
Constelación Milagro
A la mayoría de la gente le ocurre que cuando quieren hacer algún
cambio en sus vidas, lo intentan durante un tiempo y al final
acaban autosaboteándose sin saber que lo hacen debido a sus
creencias inconscientes. Después de comprender la dinámica de
las Constelaciones Cuánticas, llegué a la conclusión de que ya
que toda la información está en nosotras, debemos de tener
también la capacidad, no sólo de traerla a la conciencia
poniendo la intención para hacerlo, sino también de sanarla,
como siempre, a través del perdón y el amor.
Vi también que en prácticamente todas las Constelaciones Cuánticas la
información se desvelaba a través del mismo patrón: el origen de
la situación, las creencias limitantes inconscientes que la
sustentaban, sus consecuencias (de qué manera había afectado a
la vida de la consultante), y finalmente la solución, la sanación
desde el amor. Y fue así cómo un día de pronto sentí un
“Eureka” que me llevó a idear esta manera tan sencilla con la
que cualquier persona puede consultar la situación que desee en
su propia casa, tan sólo con la ayuda de unos papelitos.
Con este método rápido y sencillo vas a poder traer a la conciencia y
desbloquear las creencias limitantes y las emociones reprimidas
que están impidiéndote avanzar en alguna de las áreas de tu
vida, y antes de mostrártelo quiero una vez más insistir en que
para que esto sea realmente efectivo y no se quede en una mera
exploración que te deje “flipada”, o en algo para contar a tus
amigas, es fundamental que vaya acompañado de una
observación diaria de tu mente y de tus emociones, así como de
un compromiso contigo misma de hacerte cargo de todo lo que
sientes.
Hemos visto a lo largo de los capítulos que durante mucho tiempo
has vivido atrapada en el automatismo de tu programación mental y de
tus creencias limitantes, repitiendo una y otra vez patrones y situaciones
que te gustaría poder cambiar, y aunque muy probablemente hayas oído
hablar de múltiples técnicas y terapias que te pueden ayudar a hacerte
consciente de ellas y transformarlas, ahora vas a aprender a hacerlo tú
sola, pues ya estás en disposición de saber que en realidad todas las
respuestas que necesitas están, y siempre han estado, dentro de ti.
Al realizar este ejercicio muy probablemente te ocurra como a mí,
especialmente al principio, que al colocarte sobre el papel de “Origen”
emerjan emociones relacionadas con tu experiencia de abusos. No es de
extrañar que nos ocurra esto, ya que la gran mayoría de nuestras
creencias limitantes, inseguridades y demás conflictos emocionales
provienen de ahí, así que te animo mucho a que sigas explorando y
avanzando, tanto con tu niña interior como con estos ejercicios, pues
verás cómo paso a paso irás quitando las capas de la cebolla y algún día,
cuando menos te lo esperes, sentirás el enorme regocijo y satisfacción de
haber llegado al mismo centro de tu Ser.
Y ahora te muestro cómo funciona:
Bendigo la situación…
Pido inspiración…
Soy una hija de Dios y por lo tanto no puedo sufrir ni sentir miedo…
A medida que vayas avanzando con los ejercicios con tu niña interior,
una nueva percepción en ti, el latido de tu verdadero Ser, te irá guiando
hacia la Visión real, la que te permitirá sentir que dentro y fuera son lo
mismo, y que sólo existe la Unidad. Así que no importa cómo decidas
volcarte en este trabajo interior, los resultados finalmente serán igual de
beneficiosos y sanadores para ti. El acercamiento hacia tu niña te irá
aportando cada vez más claridad y libertad interior, y en cada situación
“conflicto” que la vida te ponga delante, podrás percibir enseguida qué
necesitas perdonar, tanto en el exterior como en ti misma.
Llegados a este punto, muchos nos hemos hecho alguna vez la
siguiente pregunta: ¿hay que perdonar primero fuera para poder
perdonarme a mí misma, o es al revés? Es decir, si quiero ser capaz de
mirarme siempre con amor y comprensión, ¿primero tengo que hacerlo
con los demás, o debo empezar conmigo misma? Habrás escuchado
diferentes opiniones al respecto, yo misma durante muchos años pensé
que la respuesta acertada era la segunda, y un tiempo después la primera
me pareció tener más sentido. Fue el trabajo con UCDM lo que
finalmente me dio la comprensión definitiva y de la que llevo tiempo
hablándote: ¡No existe la separación entre el mundo que veo y yo! Así
que no hay un primero y un segundo, no hay un orden “adecuado”.
Cuando experimentas la bendición de poder perdonar, los demás son
esos actores que la vida coloca en tu escenario para que a través de ellos,
puedas ver por fin tu inocencia. Que la puedas percibir primero en ti y
después en ellos o viceversa, no es algo que realmente importe pues
ocurrirá al unísono: si de verdad tienes la Gracia de ver la inocencia, la
verás en todas partes.
A colación con esto último, leí hace tiempo una frase sobre el perdón
que me pareció muy reveladora:
Una vez más, UCDM nos muestra a Dios como esa Conciencia
amorosa que no está enfadada con nosotras ni es vengativa, y que ni
siquiera sabe nada de castigos. Muy al contrario, su corazón permanece
abierto para nosotras eternamente, esperando con una paciencia infinita
a que regresemos a Ella. Y lo haremos cuando podamos liberar a los
demás y a nosotras mismas de esa culpa que hemos aceptado como real
y que prácticamente todo el tiempo estamos proyectando fuera a través
de nuestros juicios. Si repites varias veces las frases “Dios está en mí y
es el Amor en el que me perdono”, “Dios está en mí y es el Amor en el
que perdono a X persona”, y consigues sentir de verdad el poder que
lleva cada una de esas palabras, al menos por un instante serás capaz de
sumergirte en la paz y la quietud que realmente te pertenecen, y te darás
cuenta de lo ciega que has estado durante toda tu vida al no ver tanto en
ti como en los demás el Ser inocente y amoroso que se ocultaba tras los
miedos de tu ego.
Sé que en nuestra experiencia de haber vivido abusos sexuales
cuando aún éramos pequeñas, muchas podríais responderme que el dolor
que vivimos sí que fue real, así como el acto del abuso en sí. Y por
supuesto que sentimos en su día el dolor, tanto físico como emocional,
pero el verdadero daño nos lo hicimos nosotras mismas después, con los
pensamientos y juicios de infravaloración y de suciedad, el odio, la
culpa y el rencor que añadimos a la experiencia. Aquí y ahora, tenemos
la libertad de elegir cómo queremos ver a aquella persona que abusó de
nosotras: como un cabrón egoísta al que no le importaba el daño que nos
estaba haciendo y que merece nuestra condena de por vida, o como un
ser que estaba tan solo y tan perdido en su propio sufrimiento, que se
convirtió en alguien incapaz de ver el dolor de los demás, incluso el de
una niña. También podríamos verlo como ese descendiente que
ha venido a repetir una experiencia de incesto en el clan con el único
propósito de sanar y liberar, o como un alma amiga con la que pactamos
vivir esta experiencia concreta porque sabíamos que era lo que
necesitábamos para evolucionar.
Ya mencioné esto al principio del capítulo: nuestro camino es
especialmente arduo porque nos hemos aferrado al rencor para no
asumir la responsabilidad que verdaderamente nos corresponde a la hora
de reparar nuestra verdadera herida, que no es la de haber vivido los
abusos, sino como te he dicho, todo lo que nuestro ego añadió a
posteriori. Este mecanismo de defensa nos sirvió durante un tiempo para
tapar el dolor y sentir que éramos fuertes, pero sabes bien que llegó un
momento de tu vida en el que sin saber cómo, te habías convertido en tu
peor enemiga.
“Los que no han sanado no pueden perdonar, pues son los testigos
de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de la
culpabilidad que no reconocen. Los enfermos siguen siendo acusadores,
no pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos.
Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, pues
ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. Por lo
tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia
vista.
El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona
se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que
todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa
viviente”
(UCDM: “El temor a sanar”. Pág.639)
4.- Léele las acusaciones: durante dos minutos (no más), desahógalo
todo: “No me puedo creer que me hicieras esto, estoy muy enfadada
contigo, no quiero volver a verte…”. Deja que tu rabia se exprese sin
ninguna censura.
7.- Pregunta a tus guías si has terminado. Si te dicen que no, repite al
día siguiente, y así hasta que consigas quedarte en paz.
Sólo date cuenta. Respira profundamente cada vez que digas la frase,
pon toda tu presencia en lo que estás diciendo, y siente su energía y su
vibración. Esta está entrando en cada célula de tu cuerpo y generando
cambios a nivel molecular, estás sacando a tu ego de sus tendencias
automáticas de centrarse en la carencia y en la comparación con los que
tienen lo que él desea. Tarde o temprano todo esto se traducirá en
cambios en tus emociones, y finalmente, en tu sistema de pensamientos.
Si practicas esto a diario junto con el ejercicio con tu niña interior,
vuelvo a prometerte una vez más que llegará ese día, cuando menos te lo
esperes, en el que sentirás una paz y una dicha de tal magnitud, que sólo
podrás cerrar los ojos, sentir cómo algo nuevo y maravilloso se abre en
tu pecho, y decir Gracias. Gracias por todo lo vivido. Gracias por todo lo
que ha sido. Gracias por todo lo que está siendo.
XIX: Mi herida VI
Nos vamos acercando al final, y con él, por fin al comienzo del despertar.
Nada podría hacerme más feliz que este proceso que yo necesité transitar y
que estoy compartiendo contigo, te sirva para que el tuyo se haga más
llevadero y puedas al menos empezar a vislumbrar la esperanza de que el
cambio es posible para ti también.
Como te dije en los primeros capítulos, a lo largo de mi vida no he
conocido a muchas personas que sintieran por sí mismas el odio y el
desprecio tan profundos que yo llegué a sentir hacia mí, y si yo he logrado
encontrar al fin esta paz y este amor con los que ahora vivo, una vez más me
atrevo a prometerte que tú también podrás conseguirlo. Aunque en
este momento te cueste creerlo, sólo necesitas tomar la decisión de hacerlo.
“San Sebastián
2012
“San Sebastián
2012
“San Sebastián
2013
“San Sebastián
2013
“San Sebastián
2013
“San Sebastián
2013
Ahora puedo ver a Joseba como el “maestro cum laude” que la Vida puso
en mi camino para forzarme a entrar de lleno en mi angustia del abandono, en
ese punto de muerte en el que literalmente, sentía que todo había acabado.
Ya me había traído a muchos maestros antes de conocerle a él, pero yo no
había podido aprovechar aquellas oportunidades para entrar de verdad en mí,
y terminaba cada historia con el hombre de turno siempre igual: “Otro cabrón
que sólo me quería para el sexo”, “este viernes tengo otra cita a ciegas, a ver
si esta vez hay suerte”, “lo que tengo que hacer es adelgazar de una vez, así sí
encontraré a un hombre que se quede prendado de mí”.
Con Joseba sí se pudo abrir por fin mi herida, pues esa vez había sido
diferente. No pude entender por qué la Vida me hacía repetir la misma
experiencia tras haber pasado los dos años anteriores en celibato y cuidando -
o así lo creía yo-, a mi mundo interior. Lo que no sabía entonces es que no
bastaba con dejar de buscar el amor a través del sexo, pues sin darme cuenta
seguía tapando mis vacíos y mi herida de soledad ya no sólo con la comida,
sino también con las copas de cava que había empezado a tomar por las
noches antes de que él reapareciera en mi vida.
Pasé todo el año siguiente sumida en una rabia ciega, aún atrapada en los
mecanismos automáticos de mi ego, hasta que poco a poco pude ir
comprendiendo. El enfado y mis proyecciones sobre él, que le culpaban de
todo mi dolor, fueron dando paso a una capacidad real para verme y asumir
mi parte de responsabilidad en la experiencia.
Dejé de tomarme aquellas copas de cava y tomé la firme decisión, esta
vez sí, de entrar en mí. Un año después, dos buenas amigas (Noreen y Carla
en la novela), me propusieron empezar a trabajar juntas “Un Curso de
Milagros”, sin yo sospechar que aquel sería el catalizador definitivo que me
llevaría por fin a encontrar la paz que con tanto ahínco había buscado.
También veo ahora a mis padres y a mis hermanos como los grandes
maestros de mi vida, pues sin su desamparo y su incomprensión hacia mi
historia no podría haber atravesado y sanado las heridas que ya traía
conmigo, ni servir como puente reparador entre mis ancestros y mis futuras
generaciones. ¡Qué bendición poder sentirlo así!
Las partes de mi novela en las que se plasma el desarrollo de mi herida
hasta comenzar el proceso de sanación terminan en diciembre del 2013, así
que no puedo seguir compartiendo más capítulos sobre ese tema.
Tal vez algún día los continúe, todo dependerá de esa Voz que me habla
en mi mente, que es la que me guía y me dicta lo que Ella quiere que escriba.
Haz la prueba, pon tus dos manos sobre tu corazón y di en voz alta “me
gusto, me acepto, me quiero y me respeto”. ¿Qué ocurre? Date cuenta de qué
se mueve en ti, qué pensamientos y emociones surgen. Si no has percibido
ninguna resistencia en tu cuerpo y puedes afirmar que sientes todo eso por ti
misma, hazte la siguiente pregunta: ¿Me gusto, me acepto, me quiero y me
respeto sólo cuando me salen las cosas bien, cuando consigo mis objetivos, o
también cuando fallo, cuando me equivoco, cuando me siento insegura,
cuando me deja una pareja, cuando no llego a fin de mes, cuando no
encuentro trabajo, o cuando discuto con mi familia? ¿Ves la diferencia? ¿Qué
sensaciones surgen en ti en esas situaciones?
Es ahí donde tenemos que prestar atención, pues éstas son las situaciones
y emociones que activan nuestras heridas. Nos enfadamos sin darnos cuenta
de que vivimos en una insatisfacción permanente con nosotras mismas, con
una autoexigencia que no nos permite liberarnos, y recuerda esto: donde hay
exigencia, no puede haber amor. Queremos llegar a ser perfectas, que nos
salgan las cosas bien, dar la talla, cumplir las expectativas, pues es lo que nos
marcaron desde el exterior cuando éramos pequeñas. Aprendimos que sólo en
la perfección podríamos ser aceptadas y queridas, y eso es lo que nos estamos
haciendo a nosotras mismas ahora.
Mientras esté la herida sin atender en nosotras, no sabremos amarnos ni
amar a los otros de verdad y viviremos ese amor condicionado de “Te quiero
para que me quieras, para que me des lo que necesito”. Así funciona la
mayoría de la gente en sus relaciones interpersonales sin ni siquiera darse
cuenta, lo que me trae la siguiente frase a la mente:
“Gran Canaria
2019
FIN
Bibliografía
- “Un Curso de Milagros” - Foundation for Inner Peace