Está en la página 1de 289

ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA.

SANANDO UNA HERIDA


TRANSGENERACIONAL
ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA.
SANANDO UNA HERIDA TRANSGENERACIONAL

Copyright & Credenciales

“ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA. SANANDO UNA


HERIDA TRANSGENERACIONAL”
Por Olga Casteres O.
Copyright © 2020
Olga Casteres Olarreaga
Todos los derechos reservados

Publicado de manera independiente por Olga Casteres Olarreaga, inscrito


en el Registro de la Propiedad Intelectual de Las Palmas de Gran Canaria,
España, con fecha 9 de marzo de 2020 y con número de solicitud: GC-84-
2020.

“Abuso sexual en la familia. Sanando una herida transgeneracional” es


un ensayo de corte psicológico y espiritual basado en la propia experiencia
personal de la autora, así como en los fundamentos teóricos sobre los que se
apoya su trabajo profesional como psicoterapeuta.

Con agradecimiento a mis lectores previos a la publicación: Matthew


Engelman, Vanessa Sooden, Chelo Sánchez y Olga Ortega.

Diseño de portada por Olga Casteres.


Prólogo
Las mujeres y hombres que de niños hemos vivido en nuestro seno
familiar abusos sexuales que no fueron expresados, escuchados,
comprendidos, reparados o sanados a tiempo, vivimos nuestra infancia
desprovistos de algo que intuíamos que sí tenían todos los demás, y crecimos
con un secreto bien guardado en nuestro interior, algo horrendo y oscuro que
no queríamos que nadie supiera que estaba ahí. En lo más profundo de
nuestro ser nos sentíamos como un felpudo al que cualquiera podría volver a
usar y pisar y estábamos convencidos de que éramos alguien indigno, sin
ninguna valía personal, e incapaz de amar y de ser amado de verdad.
Porque cuando eres aún una niña y es en la propia familia, tu mayor
refugio ante el mundo, donde estás viviendo el acoso, el peligro, el miedo y la
ansiedad que genera el no saber cuándo volverá a ocurrir -sabiendo que
volverá a ocurrir-, ¿cómo podrías esperar algo mejor de la vida?
En los poquísimos casos en los que la niña supera su miedo y su
vergüenza y se atreve a contarlo, tendrá mucha suerte si hay un adulto en la
familia lo suficientemente despierto como para reconocer, aceptar y afrontar
lo sucedido de una manera abierta y reparadora. En el mejor de los
escenarios, el niño o la niña necesitará unos cuidados y una atención
especiales, que incluyen un abordaje terapéutico durante un largo tiempo. Si
no recibe esa ayuda tras contarlo, como me ocurrió a mí, se verá avocada a
enfrentar una vida llena de desafíos y conflictos existenciales, en los que una
profunda inestabilidad emocional marcada por la herida de haber sido
abandonada a su suerte, no le permitirá construir prácticamente ninguna
relación estable y saludable hasta que logre reparar lo sucedido.
Aunque en este libro me voy a centrar en los abusos acaecidos dentro del
seno familiar, he de decir que los casos en los que ocurre en el entorno
exterior, ya sea en el colegio, en alguna actividad deportiva o en los múltiples
escenarios posibles, tienen también unas consecuencias devastadoras y
traumáticas que necesitarán de atención psicológica. La diferencia primordial
es que en estos casos a los niños les resulta más fácil contarlo a los adultos
más cercanos, generalmente a sus padres, pues no entra en juego el dilema de
mantener la lealtad hacia el propio clan. El grado y la profundidad de su
herida emocional dependerá de los muchos factores que entran en juego en
cada caso, pero a diferencia de los que hemos vivido el incesto, estos niños
no llevarán el trauma añadido de sentir en lo más hondo de su ser una
desprotección total. Aun así, el enfoque espiritual y transgeneracional que
desarrollo en el libro es válido para ambos casos, ya que siempre que tienen
lugar experiencias de abuso sexual, hay una relación directa con traumas no
sanados en generaciones anteriores del sistema familiar.
Las mujeres que hemos vivido abusos no pensamos que era el otro el que
se equivocaba o tenía problemas sin resolver, pues de niñas aún no teníamos
la capacidad cognitiva y racional para comprenderlo de esa manera. Muy al
contrario, la lealtad inconsciente al sistema familiar y nuestra propia
inocencia, nos llevaron a construir en nuestra psique un sistema de creencias
e ideas sobre nosotras mismas que nos hicieron sentir que la culpa era
nuestra, y que “el mal” estaba dentro, muy dentro.
Crecimos sintiendo una envidia desgarradora al ver la estabilidad y la
felicidad que la mayoría de nuestros amigos, hermanos y conocidos eran
capaces de construir en sus vidas, y el anhelo del paraíso que durante un
tiempo sí conocimos y que ya habíamos perdido nos acompañaba de día y de
noche allá donde fuéramos. En el patio del recreo, en los cumpleaños de las
amigas o de algún hermano, en los días de juegos en la playa…en cada
situación cotidiana ya estaba grabada en nosotras aquella voz que nos repetía
una y otra vez: “tú no te mereces vivir como ellos. Tú eres diferente. No vales
nada. Nunca tendrás una vida bonita y feliz. Eres una mierda”.
Y así fue como aprendimos a levantar una coraza entre el mundo y
nosotras, buscando inconscientemente protegernos de un dolor del que no
había escapatoria, pues sin saberlo, nos habíamos convertido en nuestra
enemiga más despiadada y cruel. Cuanto más nos protegíamos, más aisladas
e infelices nos sentíamos, y no comprendíamos por qué no podíamos tener
una vida “normal” como los demás.
Logramos alcanzar la vida adulta sobreviviendo a nuestras propias
batallas internas, que cargadas de profundos altibajos emocionales e ideas
sombrías acerca de nuestra nula razón de existir, nos convencieron de que
había algo mísero y deplorable en nosotras. Seguimos reforzando nuestra
coraza emocional tratando que los demás no percibieran eso tan horrendo que
queríamos ocultar y subsistiendo en un mundo que cada vez se nos
presentaba más hostil, pues nuestras “rarezas” chocaban cada vez más con la
realidad exterior, al provocar inconscientemente conflictos en prácticamente
todos los ámbitos de nuestra vida. Enfados y estallidos de ira “sin motivo”,
una susceptibilidad exagerada a las críticas, dependencias y enganches
afectivos, fluctuaciones bruscas y repentinas en nuestro estado de ánimo,
exigencias, desprecios, manipulaciones, mentiras…y un largo etcétera de
conductas autodestructivas que podrían resumirse en una búsqueda
encarnizada y obsesiva del amor, el respeto y la dignidad que creíamos haber
perdido.
En ese afán por sobrevivir, unas desarrollamos un carácter rebelde, otras
el de la buena y sumisa, otras necesitaron intelectualizar cada experiencia de
vida con tal de no volver a sentir, otras se volvieron dependientes…y
muchas, nos convertimos en una mezcla de todo lo anterior.
Pero el nexo común que realmente nos unió a todas fue que sin saberlo,
traíamos con nosotras la fuerza y el amor necesarios no sólo para sanar
nuestra herida, sino liberar también a nuestro sistema familiar. Dando su
lugar y reconociendo a todas aquellas voces de nuestros ancestros que a lo
largo de siglos y siglos vivieron en silencio la soledad, el miedo y la angustia
ante una experiencia tan devastadora como el incesto, tenemos la capacidad
de sanar su dolor y evitar así que nuestros descendientes vuelvan a repetir la
experiencia. Esto lo entenderás mejor en el capítulo de la Epigenética
Transgeneracional, en el que te explicaré cómo la ciencia ha demostrado que
no sólo heredamos las características de nuestros rasgos físicos, sino que todo
lo que quedó oculto, callado, reprimido y sin sanar en nuestro sistema
familiar se transmite también a las generaciones siguientes, con el único fin
de que el trauma pueda ser expresado y liberado.
En las páginas que estás a punto de leer vas a comprender por fin no sólo
el motivo sagrado por el que tu alma escogió vivir esta experiencia, sino que
además verás que transitando el camino de la comprensión, la aceptación y el
perdón profundos, podrás liberar a las futuras generaciones de tu clan,
tendiéndoles el puente para que puedan vivir desde una vibración mucho más
elevada, que las llevará un paso más allá en el camino de despertar espiritual
en el que todos estamos inmersos.
Comprenderás también que para tu familia actual, incluido el abusador,
eres una maestra que ha venido a hacer de espejo y a mostrarles los aspectos
de su mente inconsciente que aún no han podido reconocer y trascender. A
través de tus “rarezas”, de tus enfados y de tus conflictos sempiternos, les
estás dando la oportunidad de aprender a ver más allá de las
formas y de mirarte con un amor y una comprensión totales, si es que
algún día pueden llegar a asumir la experiencia del incesto como una realidad
que les pertenece a ellos tanto como a ti, pues no hay nada que ocurra en el
sistema familiar que no tenga relación de una manera u otra, con cada uno de
sus miembros.
Qué fuertes y valientes hemos sido al aceptar el reto de dar voz a todas
aquellas mujeres de nuestro clan que no pudieron hablar, e incluso en
ocasiones, de redimir a un ancestro que tomó el papel del abusador. Y lo más
importante y liberador: el perdón. Perdonarnos a nosotras mismas y perdonar
a nuestra familia actual por perpetuar el patrón inconsciente del mutismo y la
negación, entendiendo el perdón como la comprensión de que en realidad no
hay nada que perdonar.
La liberación, la paz que anhelamos, llega cuando comprendemos que
todos vivimos atrapados en la ilusión de estar separados de la Divinidad, y
que además cargamos con el miedo y la culpa ancestrales que también hemos
heredado a un nivel inconsciente a través de conceptos absurdos como el
pecado y el castigo. Cuando podemos contemplar a nuestra familia con esa
mirada amorosa, comprensiva y compasiva que durante años hemos
reclamado para nosotras, comprendemos que no hay nada que perdonar ni
nada que podamos juzgar, pues al igual que nosotras, cada cual lo está
haciendo lo mejor que puede y que sabe desde su nivel de conciencia actual.
Al verlo todo de esta manera, sabemos que no estamos separados los unos
de los otros, que somos y formamos parte de una Totalidad amorosa e
integradora, y que lo que aún juzgamos y rechazamos en los demás, en
realidad es una oportunidad para ver algo que no hemos podido reconocer y
aceptar en nosotras mismas, pues todo lo que vemos fuera no es más que una
proyección de nuestro propio mundo interior.
Cuando lo puedas ver y sentir así, los viejos patrones limitantes que
gobernaban muchos aspectos de tu vida y de tus relaciones interpersonales
romperán sus cadenas y darán paso a todo lo que realmente has venido a
experimentar: el despliegue creativo y amoroso de tus verdaderos potenciales
y dones, que hasta ahora habían permanecido ocultos bajo el miedo, los
juicios, la culpa, la rabia y los resentimientos. Descubrirás que has venido
con el don de sanar aquello a lo que eres más sensible, pues es en tu herida
donde se encuentra la guía hacia lo que has sido llamada.
Cuando estés preparada, podrás cumplir con este propósito sagrado de tu
alma. Algún día le darás forma a esta oportunidad maravillosa de liberarte y
de liberar a tu clan, poniendo amor, comprensión y luz allí donde tus
ancestros no pudieron hacerlo. ¡Este es el legado maravilloso que has
heredado!

Olga Casteres O.
Las Palmas de Gran Canaria, marzo 2020
I: Angustia y Ego

Todos hemos sufrido en la infancia. Unos más que otros, pero nadie
puede eludir el verdadero propósito que hemos venido a realizar en este plano
de conciencia. Aquel dolor emocional que vivimos de niñas y que reaparece
insistentemente en nuestras vidas es en realidad la puerta de entrada hacia una
mayor comprensión sobre por qué la mayoría de las veces acabamos
haciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos propuesto hacer o
posponiendo lo que sabemos que nos hará bien, generando en nuestras vidas
frustración, ansiedad, conflictos y todo tipo de situaciones que no deseamos.
La respuesta es que esas emociones que tanto nos esforzamos en no
sentir son el único camino de vuelta a nuestra esencia, a lo que quedó oculto
bajo aquellas heridas. Así, huyendo del dolor generamos más dolor,
repitiendo conductas tóxicas y autodestructivas que nos mantienen
“distraídas” con nuestros problemas y lamentaciones, sin darnos cuenta de
que se trata de un mecanismo inconsciente del que necesitamos liberarnos si
de verdad queremos construir la vida de paz, amor y plenitud que tanto
anhelamos. Encuentro fundamental hablarte del origen de la angustia
existencial que todos llevamos guardada en nuestro inconsciente, así como de
las estrategias que nuestra mente encontró para huir de ella, pues esto te va a
ayudar a comprender muchas cosas de ti misma que hasta ahora desconocías.
Constantemente escuchamos y hacemos uso de la palabra “ego” en
cualquier tipo de conversación coloquial, refiriéndonos a ella cuando
queremos indicar que alguien es prepotente o soberbio. “Tiene un ego
enorme”, hemos oído en multitud de ocasiones cuando hablábamos de
personas con alguno de estos rasgos. Así, la definición que encontramos en el
diccionario es “valoración excesiva de uno mismo”. En las líneas que siguen
voy a ceñirme al significado extraído del libro “Un Curso de Milagros” (a
partir de ahora UCDM), lectura y trabajo personal que te recomiendo
encarecidamente si sientes de verdad el deseo de experimentar un despertar
maravilloso en tu vida. En el capítulo 10 me adentraré más profundamente en
sus aportaciones con respecto al concepto del Ego y a su funcionamiento a
través de los mecanismos de la proyección y la culpa, y también incluiré sus
enseñanzas en otros capítulos a través de algunas de sus lecciones de trabajo.
De momento, a modo de presentación, te voy a dar tan sólo unas pinceladas:
Desde la perspectiva de UCDM nos encontramos con una definición que
incluye el aspecto espiritual de nuestra existencia, y que nos dice que el ego
es la ilusión de la separación, el símbolo de un “yo” que cree estar separado
de la Fuente, y al que esta creencia le hace vivir en la culpa y el miedo. Es el
intento de hacer real una identidad que está separada de Dios, la parte de
nuestra mente con la que nos hemos identificado, pero que realmente no es lo
que somos. Así, UCDM define a nuestro camino de despertar como “un viaje
del miedo al amor”. Siguiendo este hilo, me vienen a la mente las mismas
preguntas que me hice cuando leí sobre esto por primera vez: ¿Cómo ocurre?
¿Cómo se produce esta idea de estar separadas de la Fuente, de la Unidad? y
¿para qué necesitamos vivir esta experiencia de separación si no es real?
Antes de adentrarnos en el tema y para que tengas alguna referencia
sobre UCDM, reseñar que fue dictado por una “voz” a Helen
Schucman, una mujer atea y catedrática de psicología médica en la
Facultad de Medicina de Nueva York en la década de los sesenta. Tras
siete años de transcripción con la colaboración de William Thetford, un
compañero de profesión, fue publicado de forma anónima hasta que tras
el fallecimiento de Helen se desveló su origen. Esta voz se presentó a sí
misma como Jesús de Nazaret y el libro fue un súper ventas desde la
primera edición.
Personalmente hace muchos años que renegué de la doctrina cristiana,
pero esto no me impidió mantener en mi interior un vínculo especial
con la figura de Jesús. A pesar de los mensajes de miedo y de culpa que
recibí de la iglesia al ser una pecadora por el mero hecho de haber
nacido, una voz me decía que nada de aquello encajaba con lo que él
promulgaba. Así que en cuanto dos buenas amigas con las que llevaba
años compartiendo mi trabajo espiritual me contaron cómo había sido
escrito y que su mensaje principal era “éste es el verdadero evangelio
que quise enseñarte”, no lo dudé ni un segundo y empecé a estudiar sus
enseñanzas, que debo decirlo, han cambiado mi vida por completo.
Quiero prevenirte que al igual que muchos de los que vivimos este
desencanto con la imagen del Dios católico, al principio tuve muchas
resistencias para aceptar la terminología del libro, que es idéntica a la que
había escuchado y leído en la iglesia. Con el tiempo pude ir cambiando las
sensaciones de rechazo que mi mente asociaba con palabras como “Dios”,
“Espíritu Santo”, “Expiación”, “Salvación”, y muchas más, y comprendí que
lo verdaderamente importante era el nuevo significado que UCDM les
brindaba, y no los nombres en sí. Tras el primer año estudiando y trabajando
en él, pude empezar a pronunciar de nuevo la palabra “Dios” en voz alta
sintiendo regocijo y paz, en lugar de aquel rechazo atávico. (No es que esto
tenga mucha importancia, pero he querido compartirlo para que sepas con lo
que te vas a encontrar si algún día decides sumergirte en su trabajo).
Ahora sí, vamos a responder las preguntas que he planteado más arriba,
apoyándome en una información valiosísima que Paloma Crisóstomo,
terapeuta y facilitadora en Constelaciones Familiares, ha dejado en multitud
de conferencias que podrás encontrar en Youtube. Desde hace mucho tiempo
tengo el hábito de pasar como mínimo una hora al día buscando y escuchando
a terapeutas o coaches que realmente me inspiren, que me aporten algo nuevo
a través de sus conocimientos o sus propias experiencias de vida. Paloma es,
junto con Enric Corberá, Marta Salvat, Jorge Pellicer, Joe Dispenza, Suzanne
Powell y algunos más, de esas personas que consiguen que su mensaje llegue
directamente a mi alma porque puedo sentir que no sólo me está hablando de
una teoría interesante y reveladora, sino que también ha integrado toda esa
sabiduría en su vida.
Así como con Enric y Joe siento que mi mente recibe toda su
información desde la parte más racional, (añadiendo las risas que me echo
con Enric, que es un verdadero maestro a la hora de transmitir sabiduría a
través del humor), con Paloma me ocurre algo muy diferente: su voz pausada
y amorosa, su manera de hablar de su propia historia personal, tan
desgarradora e inspiradora a la vez, automáticamente hacen que se abra mi
mundo emocional, esa parte de mí donde habita la niña que fui. Así, después
de años buscando respuestas a estas preguntas, la explicación de esta mujer
fue la primera con la que por fin dije: “Eureka, ahora sí que lo entiendo”. Y
supuso un antes y un después en mi camino de crecimiento espiritual.
De niñas no terminamos de sentirnos queridas del todo, porque nuestros
padres sí que nos querían, pero era un amor limitado y con exigencias, pues
tenemos que asumir que realmente en este plano de conciencia nadie sabe
amar de verdad. Ni ellos se querían completamente a sí mismos, ni pudieron
darnos un amor puro e incondicional. Y esto dio lugar a lo que viene a
continuación.
Entre los dos y medio y tres años, empezamos a vivir una desconexión
con nosotras mismas, con la esencia de amor que somos. Esto ocurrió porque
a esa edad las neuronas ya están capacitadas para procesar y aceptar los
mensajes y las normas que vienen de fuera, y empezamos a darnos cuenta de
que el exterior nos valoraba por cómo actuábamos y no por lo que éramos.
Así, llegamos a creer que nuestra manera de hacer las cosas y de
comportarnos era más importante que ser nosotras mismas, lo que nos llevó a
hacer esta desconexión de nuestro centro. Desde ese momento nos volcamos
por completo en el exterior, buscando en él ese apoyo interno de amor,
seguridad y valoración que habíamos perdido. Es lo que en muchas religiones
se ha llamado metafóricamente “la expulsión del paraíso”.
Pero llegó un momento en el que ese exterior también nos faltó, bien
porque a veces no pudimos ser atendidas, o porque nos regañaron, o no nos
comprendieron. No fuimos amadas como necesitábamos y entonces, al sentir
que nos fallaba el único sustento que nos quedaba, experimentamos por
primera vez la angustia, un vacío aterrador provocado por los pensamientos
que aparecieron en nuestra mente: “No me hacen caso porque soy mala”
“algo falla en mí”. “no sé hacer las cosas bien”, “soy débil”, “no soy
importante”, etcétera, pues aún no teníamos capacidad para razonar y
entender que nuestros padres o no tenían tiempo, o tenían sus propios
problemas sin resolver. En realidad sólo sentimos una emoción (tristeza por
el abandono, soledad, miedo…), pero nuestra mente añadió todo lo demás,
dando lugar al inicio de la formación del sistema de creencias y de la
programación mental inconscientes que condicionarían nuestra vida futura.
En ese punto sentimos que no teníamos apoyo interno ni externo y
vivimos un vacío desgarrador, un gran dolor afectivo y una angustia de miedo
y soledad insoportables que sepultamos en nuestro inconsciente para no
volver a sentirlos. Nuestra mente empezó a construir los programas, las
máscaras, las creencias, las corazas, en definitiva, los personajes que se
transformarían después en nuestro ego, y que nos servirían para escapar de
ese terror a toda costa. Así, fuimos adoptando diferentes maneras de
responder a nuestro entorno, buscando siempre sentirnos queridas, vistas,
valoradas y reconocidas. “Si soy buena no me abandonarán”, “si soy fuerte,
me valorarán”. “si estudio mucho, me considerarán”, etcétera.
Hasta aquí te he explicado cómo se produce esta idea ilusoria de que
estamos separados de nuestra Fuente, del Todo del que venimos y del que
seguimos formando parte, lo creamos o no. Ahora paso a detallarte cómo a
partir de ese momento en el que creímos ser un ente separado, nuestra mente
empezó a construir los mecanismos que forjarían nuestra falsa identidad,
nuestro ego, con el único objetivo de impedir que volviéramos a sentir
aquella angustia.
Venimos a este plano de conciencia a experimentar la realidad divina
que somos, y esta realidad nos viene dada en potencial, para que lo
desarrollemos. Somos Plenitud, y su semilla se manifiesta en el plano físico a
través de tres centros de energía fundamentales. Cada cual, en la medida en
que su alma así lo haya elegido, tendrá que trabajar más unos centros u otros.
Estos tres potenciales son el Amor, la Sabiduría y la Fuerza. A lo largo de la
infancia, pasando por la adolescencia y hasta llegar a la vida adulta, todos
hemos experimentado tres tipos principales de angustia, que se asocian con
tres heridas fundamentales que a su vez están relacionados con estos tres
centros energéticos. Dependiendo de la intensidad y de la repetición de los
hechos que nos dolieron, y de otros factores como la personalidad de los
padres o el contexto en el que ocurrieron, a unos nos afectará más una herida
que otra, pero todos hemos vivido las tres. Todas ellas empezaron a tener
lugar a partir de los tres años, y continuaron manifestándose a lo largo de los
años.

Herida Afectiva (centro de Amor): La niña vive la sensación de caer en


un pozo oscuro. Hay mucha soledad, tristeza y un sentimiento profundo de
haber sido abandonada. Esto le impide desarrollar su potencial de amor, pues
es lo que ha venido a trabajar: la afectividad. Esta energía se manifiesta a
partir de los tres años.
Herida de Valoración (centro de Sabiduría): No se ha sentido vista ni
valorada, sus capacidades no han sido reconocidas. No ha desarrollado su
potencial con respecto a su valía, sus capacidades reales. Ha venido a trabajar
la sabiduría, la comprensión última del sentido de su vida. Esta energía se
activa a partir de los siete años.
Herida de Seguridad (centro de Fuerza): Se ha sentido invadida y
débil. No ha desarrollado su potencial de energía, su fuerza. Ha venido a
trabajar la seguridad en sí misma, a descubrir que su verdadera fortaleza está
en su vulnerabilidad. Se activa en la adolescencia a través de una actitud
rebelde y subversiva.
*Como aclaración, decir que aunque cada una de las heridas se “active”
en su etapa correspondiente, en una mayor o menor intensidad ya las
habíamos vivido a la edad de tres años. Después, cada cual desarrollará y
manifestará lo largo de su vida la herida o las heridas que correspondan con
lo que ha venido a trabajar en el plano espiritual. Esto quiere decir que
aunque pasaras algunos momentos de soledad en tu infancia -que es lo más
probable-, si no has venido a trabajar tu potencial de la afectividad porque tu
alma ya lo tiene integrado, no necesitarás que esta herida se manifieste en tu
vida con demasiada intensidad. Aclarado esto, continuamos.
Así, nos encontramos con las tres experiencias de angustia que
corresponden a los tres potenciales y heridas:

Angustia del abandono: La niña se sintió no querida y muy sola, y no les


echa la culpa a los padres, sino a sí misma (en la adolescencia sí que lo hará).
Se convierte en una niña buena para no volver a sentirse abandonada, y
alberga mucha culpa en su interior. Desarrollará unas dinámicas de necesitar
hacer siempre lo que la sociedad, la familia, la religión, dicen que es lo
correcto. Tiene una gran inseguridad en sí misma, se calla, se esconde, tiene
muchos miedos. Anula su energía, porque asocia su fuerza con la agresividad
y siente que eso es algo malo. Con el paso de los años se creerá responsable
de la felicidad de los demás y llevará mucha rabia reprimida en su interior.
Buscará en el exterior que la quieran y la valoren, convirtiéndose en una
persona muy dependiente emocionalmente.
Angustia de valoración: En este caso la niña no es abandonada ni siente
autoridad o enfado fuera, sino que los mayores están muy ocupados y no la
ven. Siente que no existe, que no es importante. Siente la angustia y piensa:
“el exterior es peligroso, me tengo que proteger de él”, “no sé quién soy”. Se
convierten en personas aisladas, solitarias y muy controladoras desde la
cabeza, pues ahí encuentran su seguridad y la huida de la angustia. Han
cerrado su corazón, piensan que sienten, pero en realidad han bloqueado sus
emociones y las viven desde la razón. Necesitan comprenderlo e
intelectualizarlo todo, así como ser consideradas y admiradas.

Angustia de Seguridad: La niña se siente apabullada. Los padres suelen


ser personas autoritarias y enfadadas y ella se siente débil e insegura, pues no
ha podido desarrollar su sentido de pertenencia. En muchos casos, serán
niños que han vivido maltratos o abusos. Ha escuchado frases del tipo “no me
molestes”, “eres tonta”, y en su interior siente “no sé”, “no valgo”, pero al
contrario que las anteriores, esta niña se rebela y su mente le dice: “Voy a ser
muy fuerte”, “Mamá y papá no saben, yo tengo la razón”. Esto le ayuda a
acallar su angustia pues le hace sentir segura, y así aprenderá a autoafirmarse
y a llevar la voz cantante para no perder esa falsa sensación de seguridad. A
medida que vaya creciendo se enfadará a menudo y tenderá a culpar al
exterior de sus problemas, también buscando tapar su angustia. No puede
reconocer que en el fondo se siente débil e insegura y en su afán de seguir
siendo fuerte, cuidará y protegerá a los débiles, pero rechazará y juzgará a los
sosos, los inactivos, pues así fue como se sintió de pequeña.

Repito que todos, absolutamente todos, hemos experimentado estas


heridas, y encuentro fundamental sentar esta base teórica para que tú, que
fuiste abusada o incluso violada, o que tienes en tu vida alguna amiga o un
ser querido que ha vivido esta experiencia desgarradora, puedas comprender
mejor que en las niñas y los niños abusados, esta idea de separación se
encrudeció de una manera traumática desde el momento en el que empezaron
los abusos. Es como si hubiéramos tenido una “ración doble”, con las
devastadoras consecuencias que llegaron después. No me cansaré de
repetírtelo a lo largo del libro: por muy ciegamente que nos hayamos creído
estar separadas de la Fuente y no ser dignas de ser amadas, todo fue una
ilusión, un engaño de nuestra mente. ¡No somos lo que creemos que somos!
Ahora vamos a ver cómo esta falsa identidad que hemos desarrollado se
las arregla para que no volvamos a sentir aquella angustia inicial sin que nos
demos cuenta de que ésta es nuestra mayor trampa, y que precisamente lo
único que consigue es perpetuar ese dolor al que tanto tememos. Más
adelante en este capítulo y a lo largo de los siguientes, te iré dando algunas
herramientas muy útiles para que comprendas mejor cómo funcionan los
mecanismos de tu mente y puedas empezar a vislumbrar la paz que tanto has
anhelado. Te aseguro que se puede. Te aseguro que lo harás.
A partir de los tres o cuatro años la niña empieza a mostrar sus
personajes, que como te he dicho cree que le van a proteger de su angustia, y
va cogiendo hábitos de buscar en el exterior lo que ya no puede encontrar
dentro de sí misma. Dependiendo de qué conductas vea que le funcionan para
no volver a sentir el dolor, actuará enfadándose y culpando a los demás
cuando no consigue lo que quiere, o callándose y siendo una niña “buena”, o
se convertirá en la princesita dulce y encantadora de papá, las variantes son
múltiples. Veamos cómo vivimos esta dinámica en nuestra vida adulta.

La huida de la angustia:

A medida que vamos creciendo nos identificamos cada vez más con
nuestra mente, con esa identidad que hemos construido a base de
moldearnos para que el exterior nos quiera y no vuelva a abandonarnos.
Así, tal como aprendimos de niñas, perpetuamos el patrón de vivir hacia
afuera, alejándonos cada vez más de nosotras mismas. Sin darnos
cuenta, hemos adquirido el hábito de seguir tapando aquel vacío inicial y
buscamos fuera cómo llenarlo, sin comprender que nadie puede hacerlo
salvo nosotras mismas. Preferimos que otros lo hagan, y lo buscamos a
través de las relaciones, sustancias, experiencias intensas, sexo, trabajo,
y de esta manera al menos conseguimos que la angustia desaparezca
puntualmente, queriendo creer que esos momentos de “bienestar” son la
felicidad que tanto anhelamos. Pero no. La felicidad es algo muy
diferente. Al hacer esto, la emoción principal que solemos tapar es el
miedo, que es la base de todas las demás: miedo de sentirme pequeña, de
sentirme triste, de sentirme rechazada, incomprendida, sola, etcétera.
Cuando nos negamos a sentirlo, inevitablemente va a emerger en
nosotras otro estado mental que nos desagradará aún más, pero al que ya
nos hemos acostumbrado.
Te explico cómo es esto: te ocurre, como a todos, que en algún
momento vienen a tu vida situaciones o personas que te asusta afrontar.
Al negarte a sentir de verdad la emoción del miedo (porque realmente
no has aprendido cómo gestionarlo), aparece la ansiedad, que no es más
que la manifestación física, visible, de la angustia que estás ocultando.
Por esto es por lo que en ocasiones vivimos crisis de ansiedad sin una
causa aparente, porque ya tenemos el patrón inconsciente de negar
nuestras heridas cuando aparecen y dejarlas sin ser escuchadas y sin
sanar.
Siempre que sientes miedo, se ha activado en ti alguna de las tres
heridas fundamentales: tienes miedo de no ser querida, de sentirte
vulnerable, o un miedo de identidad, de no saber quién eres. Cada vez
que emerge la sensación y buscas en el exterior una salida (tu novio te
deja y sales por las noches para conocer a otra persona enseguida y así
no sentir tu soledad), te sentirás cada vez más ansiosa y no sabrás por
qué. El motivo es que al negar la emoción, automáticamente se dispara
en tu mente toda esa programación inconsciente: cada vez que surge una
emoción en ti, la mente la cataloga rápidamente y echa mano del
programa correspondiente a la herida en cuestión.
Por ejemplo, si sientes miedo porque te has quedado sin trabajo, se trata
de una herida que tiene que ver con la inseguridad, y tienes una oportunidad
para trabajar con el potencial de tu fuerza, de tu energía creadora. Pero como
aún vives atrapada en tu mente y no sabes hacerlo, aparecerán los mismos
pensamientos que te dijiste de niña cada vez que te sentiste insegura, y será
algo totalmente inconsciente: “soy una inútil”, “soy una fracasada”, “no sé
hacer nada bien…”. ¿Vas pillando cómo funciona? Tú no te darás cuenta,
pero serán estos pensamientos y principalmente el hecho de que te has
identificado con ellos, lo que te hará sentir ansiedad. Mientras sigas sin hacer
consciente este proceso, te resultará imposible salir del circuito interminable
y desarrollar tus potenciales. Y ahora tengo buenas noticias para ti: ¡tú no
eres tu mente ni tus pensamientos! Pero esto lo desarrollaremos algunos
capítulos más adelante. De momento, sigo explicándote:
Resumiendo lo anterior, todas nosotras hemos vivido de niñas
situaciones concretas con unas emociones determinadas, y desde ese
momento empezamos a construir nuestro sistema de creencias y nuestra
programación mental, en definitiva, el ego. Y éste, a través de sus juegos
mentales, siempre buscará que no volvamos a sentir esas emociones, pues
está convencido de que detrás de ellas está aquella angustia que sintió al
verse sin ningún tipo de sustento.
Lo que hacemos después de negar la emoción y generar la ansiedad es
enfadarnos o sentirnos culpables. La energía del enfado nos da una ilusión de
fortaleza, que aunque no es real, sí nos ayuda a escapar momentáneamente
del vacío que subyace en todo lo que nos está pasando, al impedirnos mirar a
nuestra herida. A través de este enfado proyectamos fuera nuestro malestar,
echamos la culpa a los demás y les juzgamos, echando por tierra la
oportunidad de sanación que la situación, con el miedo, traía consigo (“mira
lo que me ha dicho”, “debería haberme acompañado, es una egoísta”…). Nos
cerramos, levantamos corazas y creamos más soledad y tristeza, sin ver que
ahora nos toca a nosotras aprender a darnos lo que no pudieron darnos en su
día. Con la culpa ocurre algo parecido, pero en vez de proyectar el malestar
en el exterior lo hacemos en nosotras mismas: “siempre estoy igual”, “no
tengo remedio”, “a ver si aprendo de una vez, parezco tonta”…y el resultado
es el mismo: no es más que una escapatoria para evitar sentir la tristeza, la
soledad, la vulnerabilidad, o el miedo.
¿Y qué ocurre cada vez que caemos en esta trampa? Nos paralizamos y
nos bloqueamos, generando más ansiedad. Como te he dicho, esa emoción
que ha quedado sin ser escuchada hace que emerjan en tu mente las creencias
y los programas inconscientes asociados a la herida que la situación haya
activado en ti, y estos programas, al final, te llevan siempre a enfadarte con
los demás o a culpabilizarte. La herida que viviste de niña cobra vida en el
presente pidiéndote a gritos que la escuches, y todo este batiburrillo de
pensamientos se dispara dentro de tu cabeza sin que probablemente te des
cuenta, ya que aún no tienes el hábito de observar a tu mente. Pero el hecho
de que sea un acto inconsciente no significa que no te afecte. Te afecta, y
mucho. Mucho más de lo que piensas. Estos pensamientos están generando
emociones que vibran en consonancia, y estas emociones son precisamente
las que provocan más ansiedad y bloqueo a la hora de buscar la acción más
saludable y satisfactoria para ti. Como ya sabrás, un pensamiento que te dice
“Soy tonta, no puedo”, no va a provocar en ti una emoción de alegría y de
seguridad, ¿a que no? Y así, vives atrapada en una espiral repetitiva que se
podría plasmar de la siguiente manera:

Situación desagradable---Niego la emoción--- Aparecen los programas


mentales
Genero ansiedad
Me enfado hacia fuera, o me culpo---Genero más ansiedad
Aparece otra situación desagradable o se repite la misma---Repito el
ciclo
Siento cada vez más impotencia y frustración.

Lo que vas a leer a continuación no te va a hacer mucha gracia, pero es


importante que lo veas, pues salvo raras excepciones, las personas que
vivimos abusos de niñas desarrollamos este tipo de coraza frente al mundo:
No entiendes por qué la vida no te da lo que quieres, y no ves que eres tú
misma quien está creando todas las situaciones que vives. Quieres tener
razón, mandar, te sientes insegura y esperas que todo te venga del exterior,
pues en el fondo estás muy enfadada y sientes que la vida te lo debe por todo
lo que te arrebató en su día. Te enfadas y exiges cuando el exterior no cumple
tus expectativas, te has vuelto egocéntrica y sólo ves tu dolor, yéndote al
orgullo cada vez que “te fallan”.
Aunque muestres tu enfado hacia los demás y les eches la culpa a ellos
de lo que te ocurre (“mis padres no me atendieron como debían”, “el cabrón
me engañó”), en el fondo de tu ser estás cada vez más enfadada contigo
misma, por no actuar como te gustaría, por no ser la persona que en realidad
sabes que podrías ser. Te comparas con los demás, te exiges ser de otra
manera y vas acumulando toneladas de culpa inconsciente, sin saber que
hasta que no abraces a tus miedos y revivas tu angustia desde el amor, no
podrás hacer cambios reales en el exterior.
Te identificas, ¿a que sí? Yo viví durante muchísimos años atrapada en
estos juegos inconscientes de mi mente, y te aseguro que cuando por fin
puedes salir de ahí y conocer de verdad a la persona que eres, todo cobra un
sentido maravilloso y ves que eres más fuerte, capaz y digna de amor y
admiración de lo que jamás pudiste imaginar. No te preocupes ahora por esto,
todo llegará. A lo largo del libro te iré dando las claves y algunos ejercicios
para que puedas empezar a verte y a comprenderte de una manera muy
diferente a como lo has hecho hasta ahora.
Hemos sido profundamente dañadas. Te voy a pedir por favor que al
menos mientras estés leyendo este libro, trates de recordar esto y que pienses
que hemos tenido motivos sobrados para vivir enfadadas, ser inestables,
caprichosas, egoístas, rebeldes, raritas, egocéntricas, sumisas, antipáticas,
conflictivas, irascibles, déspotas, promiscuas y todo lo que hayas podido ser a
lo largo de los años. Al menos mientras lees estas letras, intenta darte un
respiro y permítete ser todo lo que has sido y lo que eres ahora mismo.
Respíralo todo ahora, acéptalo y quédate en paz…
Sé que ahora no puedes creerlo, pero aun así yo no quiero dejar de
decírtelo: tal y como eres ahora, ya eres perfecta. Eres amor, eres la persona
más importante de tu vida, y esto es lo único que realmente has venido a
hacer: aprender a amarte incondicionalmente para poder desarrollar todos tus
potenciales. Sólo haciendo este camino de vuelta a tu Ser, dejarás de vivir a
merced de esas fluctuaciones entre los breves momentos de bienestar y tu
eterna frustración, y empezarás a sentir una paz interior y una serenidad que
ya no dependerán de tus circunstancias externas, pues tendrás una confianza
total en la vida, le habrás perdido el miedo al miedo, y sabrás que en todo
momento eres sostenida por el universo. Habrás descubierto que todo lo
esencial ya está dentro de ti y alcanzarás ese verdadero estado de felicidad y
plenitud que siempre ha permanecido vivo en ti, esperando a que vayas a su
encuentro.
Y ahora te estarás diciendo, como me decía yo cada vez que leía
mensajes de este tipo en la cantidad de libros que devoré buscando
respuestas: “Sí Olga, suena muy bonito…pero ¿cómo lo voy a hacer? ¿Cómo
voy a amarme incondicionalmente si ni siquiera soy capaz de ver nada en mí
que me guste? Y yo te respondo esto: sigue leyendo. Te aseguro que
éste no es un libro para llenar espacios en blanco con florituras huecas y
palabras bonitas. Lo que vas a leer a lo largo de los siguientes capítulos es la
historia real de la transformación que yo he podido hacer en mí y en mi vida,
y de verdad te digo que difícilmente tú sientes en estos momentos más
desprecio por ti misma del que yo llegué a sentir hacia mí. O mejor dicho,
hacia aquella persona que creía que era.
II: Familia Disfuncional: La Oveja Negra

En este capítulo voy a hablarte de las características psicológicas de los


sistemas familiares en los que además de tener lugar los abusos sexuales,
existe también una fuerte tendencia a negar y a ocultar los hechos (salvo
rarísimas excepciones, esto ocurre en casi todas las familias). También vamos
a ver cómo en el elevadísimo porcentaje de casos en los que los abusos
quedan sin ser reparados, las niñas llegan a la vida adulta convertidas en las
raras, las problemáticas o las depresivas de la familia, y cómo a la vez que
portan este rol de miembro conflictivo y oveja negra, llevan consigo una
información valiosísima sobre secretos y traumas ocultos del pasado del clan
que el inconsciente familiar quiere evitar a toda costa que salgan a la luz.
Esto es debido a la inercia de un patrón que por supervivencia, busca que
todo permanezca igual. Te hablaré de ello en profundidad en el capítulo 6.
Ahora me voy a centrar en explicarte qué hace que tu familia sea
disfuncional y cuál es la verdadera e importantísima función de tu papel en
ella como chivo expiatorio. Quiero hablarte de esto porque de la misma
manera que a mí me ayudó muchísimo en su día conocer esta información
para poder verme de una manera completamente diferente y liberarme de la
culpa y del eterno sentimiento de inferioridad que siempre tenía ante los
asuntos familiares, sé que a ti también te aliviará saber que muchísimos de
los conflictos que has tenido con tu familia no han sido por tu causa como
siempre has pensado, sino más bien por sus conductas tóxicas y
negacionistas, que como te he comentado unas líneas arriba obedecen a
programas inconscientes que vienen de muy atrás.
También te gustará saber que como alma, asumiste un reto colosal al
aceptar vivir la experiencia de los abusos con el único propósito de sanar y
liberar a tu clan. Llevar el papel de la oveja negra no es nada fácil, y se
requiere mucha fuerza y valor para soportar la carga de ser señalada una y
otra vez como la culpable de casi todos los problemas de la familia. Con esta
información que estás a punto de leer, tan reveladora como inspiradora, te
resultará más fácil empezar a transformar el camino de espinos en el que has
vivido hasta ahora, en un nuevo sendero de autoafirmación, confianza,
comprensión, perdón y amor. Me encantaría que así fuera. He recopilado
fragmentos de diferentes artículos que versan sobre el tema en revistas y
portales de salud mental, tratando de aportarte toda la información posible.
Debido a que hay diferentes variables en cada caso, seguramente al igual que
yo, verás identificada a tu familia en algunos rasgos y conductas, y en otros
no. Lo que me interesa es que te quedes con lo que te pueda ayudar a
empezar a mirarte con una mayor comprensión. Y ahora, comenzamos
“Prácticamente el noventa y nueve por cien de las familias son
disfuncionales en mayor o menor grado, ya que por lo general casi ninguna
dispone de una capacidad total de garantizar a sus hijos un entorno en el que
se puedan satisfacer todas sus necesidades emocionales y afectivas, lo que da
lugar a diferentes tipos de conflictos y patologías, dependiendo de la
intensidad y la reiteración de dicha desatención”.
Disfuncional en general significa que funciona mal o a medias, es decir,
que no cubre al cien por cien lo que se le presupone. Al aplicar el término a la
familia, entendemos que ésta sí está presente, pero no alcanza a cubrir las
necesidades psicológicas básicas para que los hijos puedan crecer
emocionalmente sanos y felices. Existen otras formas de desatención, como
dejar de cubrir las necesidades materiales y/o sociales, pero me voy a centrar
únicamente en la disfuncionalidad afectiva y emocional, pues considero que
ésta es la base en la que se asienta la experiencia de los abusos sexuales
intrafamiliares. Dicho esto, ya podemos deducir que en las familias en las que
tiene lugar el incesto y en las que éste no ha sido reparado, por el motivo que
sea, existe un alto grado de disfuncionalidad.
“Estos sistemas familiares están frecuentemente paralizados por sus
miedos, adicciones, desórdenes e inseguridades mal gestionadas, y muy
frecuentemente al menos uno de los dos progenitores tiene un trastorno
mental, diagnosticado o no. Los padres a menudo no ven los problemas
obvios dentro de la familia, y es muy común que los errores y las culpas se
tapen y se proyecten sobre uno de los hijos, generalmente el más sensible y
empático y a la vez el más sano y fuerte interiormente, el que no aceptará lo
establecido. Con el tiempo, el resto de los hijos adquirirá también el
hábito insano de proyectar en esta hermana la causa de los conflictos
familiares, pues no habrán aprendido a gestionar sus emociones ni a asumir la
responsabilidad de su propia vida interior y sus conductas, desechando por
completo la idea de que podrían estar equivocados con respecto a su hermana
la “problemática”.

Éstas son algunas de las características que encontramos en muchas


familias disfuncionales:

-Dependencia o algún tipo de manipulación: uno de los progenitores o


los dos, no tienen el suficiente nivel de madurez para evitar ser manipulado o
sometido por el otro. Esto puede llevar a una situación de dependencia
emocional, que es sumamente limitante e impide el crecimiento y desarrollo
personal de la parte afectada.

- Desigualdad: en la línea del punto anterior, uno de los padres ejerce


dominio sobre el otro. Generalmente son familias de corte machista.

-Sobreprotección: esto puede ocasionar en los hijos falta de confianza en


sí mismos y les predispone a ser personas dependientes.

-Padres autoritarios o permisivos: en estas familias los extremos son la


regla y las posiciones intermedias, la excepción. Un extremo es la rigidez o
exceso de control en las relaciones interpersonales, en los que no hay
flexibilidad y todo se resuelve a través de un autoritarismo extremo,
provocando que lo hijos tengan miedo de esta figura autoritaria. El otro
extremo es la desidia, en la que los padres no corrigen los comportamientos
inadecuados de los hijos y tienen a ceder sus posiciones en casi todas las
situaciones cotidianas.

-Falta de empatía, comprensión y sensibilidad: no se enseña a los hijos a


gestionar y expresar las emociones “negativas”. El enfado, el miedo y la
tristeza son tratadas con rechazo y con juicios. No se habla de lo que los
miembros sienten.

-Falta de comunicación: la familia no comparte abiertamente los asuntos


que les conciernen en cuanto a las vivencias, problemas o necesidades que
puedan presentar los hijos.

-Los padres son emocionalmente ausentes o poco expresivos: aunque


estén presentes en el hogar, no hay calidez ni conexión emocional entre ellos
y sus hijos. Se vive en un entorno que puede llegar a ser frío y desangelado,
especialmente para el niño o niña que ha sido abusada.

-Ausencia continua de uno o ambos progenitores: en estos casos, la


ausencia es física y real, ya sea por trabajo, adicciones, u otros motivos.

-Viven en la negación: no pueden aceptar y reconocer aquellas


situaciones o conflictos que no comprenden o que les desbordan, y hacen
como si no existieran.

-No se respetan los límites de los otros.

-Ausencia de afecto familiar: en los casos graves, los padres o uno de


ellos no quieren a los hijos, o tienen serias dificultades para demostrar ese
afecto.

-Violencia familiar: es el extremo máximo de la gravedad de la


disfuncionalidad: uno de los progenitores o los dos se dirigen a los hijos con
ira y agresividad, ya sea física o verbal de manera recurrente, provocando que
los niños crezcan con muchos miedos e inseguridades. En muchos casos, por
lo general el padre, vuelca su agresividad también sobre la madre. En estas
familias, el hombre ejerce un dominio total y absoluto sobre el resto de la
familia, que llega a aceptar la situación como algo “normal”.

-Desde la adolescencia (a veces ya desde la infancia), uno de los hijos -


en ocasiones dos-, despunta como el problemático o el rebelde, siendo ésta su
manera de expresar que no acepta que las cosas funcionen de esa manera”.

En mi caso, la educación judeo-cristiana de mis padres fue fundamental


para su actitud de negación y su incapacidad para afrontar de una manera
adulta y protectora mi situación de abuso. Con diez años le conté a mi madre
que mi hermano mayor llevaba un año tocándome por las noches, y en un
principio me alivió diciéndome que lo hablaría con mi padre y que él a su vez
hablaría con mi hermano. Me habría gustado tener una conversación abierta
con ellos dos e incluso con mi hermano, que me preguntaran cómo me sentía
y qué necesitaba para quedarme tranquila, pero ahora sé que aquello era lo
máximo que podía ofrecer una familia en la que una comunicación genuina
era impensable.
Quiero recalcar que mi objetivo al hablar de esto no es juzgar ni
denostar a mis padres, pues hace ya mucho tiempo que comprendí que lo
hicieron lo mejor que supieron hacerlo, teniendo en cuenta la influencia de
aquella educación católica tan represora, castradora y culpabilizante que
llevaban a sus espaldas.
A los pocos días de haberlo contado mi hermano volvió a venir a mi
habitación mientras dormía, y ni mi madre ni mi padre volvieron a hablar del
tema. Así continuó durante varios años y al haberme sentido completamente
abandonada a mi suerte y haber perdido la confianza en mis padres, jamás
volví a hablar de ello ni a pedir ayuda. Así fue como construí la creencia de
que no me querían y que les daba igual lo que me pasara.
Paulatinamente fui cerrándoles mi corazón y poco a poco me convertí en
la “morros” de la casa, la que se enfadaba “sin motivo”, la adolescente
antipática y rebelde que empezó a salir con un novio tras otro, la que hacía
daño a los chicos, la que soñaba con cumplir dieciocho escuchando las
canciones de Los Pecos para irse de aquella casa y no regresar nunca, y la
que al salir por fin de allí para ir a la universidad, desarrolló un trastorno
alimentario con el que engordó veinte kilos en tan sólo tres meses.
Hasta muchos años después, cuando les pedí hacer terapia familiar al
nacer mi hijo, no supe que mi padre sí había hablado con mi hermano.
Evidentemente no fue suficiente, pero dentro de sus limitaciones sí habían
intentado protegerme. Saber esto supuso el comienzo de mi camino hacia la
paz interior que tanto anhelaba recuperar, aunque en aquel entonces aún no
sabía lo difícil que me resultaría dejar ir algunas de mis resistencias al
cambio. Te iré contando cómo fue este proceso a lo largo de los siguientes
capítulos. Ahora, continuamos con la parte más teórica:

“Los siguientes son algunos de los rasgos y conductas que adoptan el


resto de los hijos dentro del sistema cuando llegan a la vida adulta:

-Necesitan que uno de los hermanos -el rebelde-, sea el chivo expiatorio
en el que proyectar muchos de sus asuntos emocionales sin resolver.

-Evaden los problemas relacionados con la familia, generalmente


proyectando toda la responsabilidad sobre el miembro “conflictivo”.

-Negación: aprendida de los padres, son incapaces de aceptar que los


problemas del miembro “conflictivo” en realidad tienen que ver con todo el
sistema familiar.

- Existe codependencia entre sus miembros, que forman subgrupos y


lealtades entre ellos a través de una sobreprotección ciega, con la
consiguiente pérdida de objetividad ante los conflictos que atañen a la
familia.

-Ausencia de límites: piensan que tienen derecho a inmiscuirse en áreas


privadas de la vida del miembro conflictivo.

-Falta de comunicación auténtica y sincera entre todos los miembros,


traducido en críticas y juicios sobre el hermano conflictivo cuando no está
presente. En ocasiones las críticas y el enfrentamiento serán abiertos,
especialmente en las reuniones en las que suele haber alcohol u otras
sustancias que propician la desinhibición (Navidades, cumpleaños, etcétera)”.

A lo largo de los capítulos seguiré compartiendo detalles relevantes


sobre mi historia personal y encontrarás algunos rasgos que encajan con lo
expuesto más arriba, de la misma manera que muy probablemente tú hayas
visto ya muchas cosas con las que te identificas. Al igual que con mis padres,
quiero recalcar de nuevo que mi objetivo no es que ni tú ni yo nos
regodeemos en todo esto para juzgar y echar la culpa de nuestros conflictos a
esos hermanos que no han podido asumir la realidad. Muy al contrario, mi
propósito es ir guiándote hacia tu libertad emocional y espiritual, y que
comprendas que sólo podrás alcanzarlas cuando estés preparada para dejar de
verte a ti misma como una víctima y puedas comprender que todos los
implicados, incluido tu abusador, han actuado de la mejor manera que sabían
hacerlo.

El chivo expiatorio: El reflejo de las heridas no sanadas en


el clan
“Delincuencia, drogadicción, alcoholismo, ludopatía, anorexia, bulimia,
intentos de suicidio, depresión, fracaso escolar, problemas de
comportamiento…se juzgan con altivez e indignación sin tomar en cuenta
que sólo están reflejando al sistema en su conjunto”.
María Clara Ruiz – Psicóloga. (Artículo: “Las familias disfuncionales”:
Agosto 2018)

Este tipo de familias encuentra una manera insana para mantener el


equilibrio y la cohesión entre sus miembros, y lo hace designando un
enemigo dentro del mismo grupo, convirtiéndole en el receptor de las
frustraciones del resto. Este miembro será muy a su pesar el chivo expiatorio,
librando así al resto de cualquier malestar y tensión. Con esto se obtiene una
válvula de escape, un basurero para la familia en quien se deposita la
agresividad del sistema en forma de juicios, ataques y críticas, y en el que se
proyectan las propias culpas, llegando en los casos más graves a proferir
insultos y agresiones verbales y/o físicas.
El mecanismo es generalmente inconsciente y es muy común en grupos
con actitudes punitivas hacia los demás, en donde la sensación de culpa llega
a ser desbordante y la rigidez no permite hacerla consciente para gestionarla.
Se da en grupos propensos al castigo, ajenos a la autocrítica, a la aceptación
de los límites, a la posibilidad de reparación, y que prefieren proyectar la
culpa fuera antes que asumir su propia responsabilidad sobre lo que sienten y
llevan dentro sin sanar. La oveja negra es señalada por los demás miembros
como la causante o responsable de la mayoría de los problemas familiares,
sin que ninguno de ellos, incluido el propio chivo expiatorio, sea consciente
de que representa la manifestación sintomática de una disfunción que
pertenece a toda la familia.
A menudo, lo que ocurre es que esta hija o hijo actúa sin saberlo como
distractor del verdadero problema familiar. Algunos de estos problemas son
los que hemos señalado anteriormente en las características de las familias
disfuncionales: padres narcisistas con un “Yo” demasiado frágil para asumir
sus propias responsabilidades, abuso físico, emocional o sexual, traumas no
resueltos, problemas maritales en los padres, adulterio, y un larguísimo
etcétera. La oveja negra no solamente representa la cristalización de la
atmósfera dañina que existe en la familia, sino que además está expresando a
gritos la urgente necesidad de un cambio en su dinámica interna. Sin
embargo, este cambio resulta muy difícil sin ayuda profesional porque por lo
general, los demás miembros encuentran esta situación muy cómoda, pues
ellos quedan exentos de cualquier responsabilidad y no tienen que
replantearse nada.
De hecho, es muy común que los demás hermanos sin darse cuenta
hagan lo posible para mantener el statu quo de esta distribución de roles,
tratando de reforzar la etiqueta de “problemática” en la oveja negra cada vez
que se presenta la oportunidad. La situación se agrava cuando los padres
buscan aliados en el subsistema de los hermanos traspasando límites
generacionales, con el fin de reconfirmar el rol del chivo expiatorio y así
evitar tener que confrontar su parte de responsabilidad en el problema.
Esto desespera y aísla aún más al chivo expiatorio, quien en el mejor de los
casos tratará de buscar apoyo fuera del núcleo familiar. A la oveja negra se le
cargará con la mayor parte de la culpabilidad, la vergüenza y la ira de la
familia para que el resto de sus miembros puedan mantener sus roles
disfuncionales con tranquilidad. Pero aunque ella soporte las indirectas,
reproches, acusaciones y traiciones del resto de la familia, aunque aguante el
daño que le provoca la toxicidad generada por esa disfunción familiar, nunca
será una hija y una hermana lo suficientemente buena y ellos, que apenas se
verán afectados por la situación, vivirán fácilmente con ella.
Existen siempre dos vías posibles: que alguno de los hermanos tome
consciencia de lo que está ocurriendo y se dé cuenta de que es imposible que
los problemas tengan su origen siempre en la misma persona, o lo que suele
ocurrir en la mayoría de los casos: los hermanos han desarrollado
personalidades narcisistas a las que les resulta muy difícil siquiera plantearse
que puedan estar equivocados, y adquieren el hábito inconsciente de poner
toda la responsabilidad fuera de ellos mismos. Así, la oveja negra es la que
alivia la culpa, la vergüenza y los sentimientos de incomodidad de toda la
familia disfuncional, facilitando la negación de toda esa realidad oculta. Se
convierte en el cubo de basura de lo indeseable, de lo que no se quiere que
salga a la luz, es el amortiguador de los golpes contra la dura realidad de que
algo va mal en la familia. Y mientras sigan atrapados en esta dinámica
inconsciente, el chivo expiatorio nunca será escuchado con respeto y su culpa
se aceptará sin duda alguna.
¿Ya te has visto reflejada en algo? Estoy segura de que sí. Continuamos.
Antes o después, él o ella comprende que no puede ganar, que no tiene
sentido luchar para mejorar la opinión de su familia porque ellos no
permitirán que eso suceda. Este es el momento de desesperanza en el que
muchos chivos expiatorios comienzan a adoptar el papel de perdedor,
conflictivo, y esta rendición, que por supuesto es aceptada por el resto de la
familia, les da exactamente lo que su disfunción necesita: algo externo en
donde puedan depositar sus culpas para continuar con la fantasía
tranquilizante de que no es malo lo que hacen con su familia. Con el tiempo,
y para aliviar la angustia causada por los continuos reproches, la oveja negra
suele terminar cediendo y aceptando esa valoración tóxica y manipuladora de
ser siempre la culpable de los males de su familia. De esta manera, internaliza
el mensaje de que es alguien inherentemente defectuoso, terminando por
creer que esas taras pueden verlas todas las personas con las que tienen
contacto y que, antes o después, serán rechazadas por ellas de la misma forma
que por su familia. Y así quedan marcadas. Y las señales de su inferioridad
serán perfectamente visibles en su paso por la escuela, en el trabajo, con sus
amistades, en sus relaciones de pareja, etcétera.
De esta manera, debido a que su psique está profundamente afectada por
la carga constante y abrumadora de la inferioridad proyectada en ella, su
comportamiento, sus ademanes, sus hábitos, su forma de hablar e incluso sus
posturas, mostrarán las señas inconfundibles de ser una víctima en ciernes,
una persona marcada por la vergüenza y la culpa. De alguien que cuando
adquiere la suficiente experiencia en su rol, se convierte en el blanco perfecto
para el maltrato, del tipo que sea. Porque intuitivamente, él o ella es
consciente de que todo el mundo sabe que es un ingenuo, un incauto, un
blanco fácil que no opondrá mucha resistencia. Un paria intimidado, un
solitario marginado o el eteno problemático al que castigar.
Así, con el paso del tiempo acaba acostumbrándose a aceptar la culpa de
los problemas que surjan en sus relaciones interpersonales, porque ha sido
condicionada para que crea que si ella pudiera cambiar, los retos y las
dificultades de sus relaciones se esfumarían. Esto se puede extrapolar
también al ámbito laboral, donde probablemente tenga serios problemas para
alcanzar una estabilidad y prosperar. Es más que probable que sus
dificultades laborales tomen la forma de conflictos relacionados con
comportamientos rebeldes, improductivos o destructivos, generando
reprimendas y despidos repetidos. En lo social, rara vez encajará
cómodamente y al contrario que el resto de sus hermanos, estará muy
dispuesta a buscar ayuda terapéutica, pues se ha convencido de que todo se
arreglará cuando él o ella deje de ser tan defectuosa, ya que considera que sus
fracasos personales son el motivo por el que recibe el desprecio o los juicios
del exterior.
Se siente incómoda en la escuela, el trabajo y en las relaciones
personales porque en el fondo de su ser se cree inferior, aunque la realidad es
que no existe en ella ninguna inferioridad. Más bien la carga de la vergüenza
y el rechazo que ha vivido en su familia, que le ha llevado a sentir que
realmente es indigna de ser respetada y querida.
En conclusión, mientras el chivo expiatorio no pueda deshacerse de la
mentira proyectada por su familia de que es defectuoso y culpable de todos
sus males, seguirá atrayendo a personas manipuladoras, no logrará desarrollar
todo su potencial y será el peor el emigo para sí mismo.
Yo, mirando en retrospectiva cómo actué no sólo en mis relaciones
afectivas sino en mi vida en general, junto con la imagen que tenía de mí
misma hasta que finalmente me liberé de la culpa y del estigma de ser la
oveja negra de mi familia, me he visto identificada con casi todo. ¿Y tú?
Seguimos:

¿Cómo recayó sobre ti el rol de oveja negra y qué ha


supuesto en tu vida?
Pensar que porque dos hijos han nacido y crecido en la misma familia,
necesariamente han tenido las mismas oportunidades y han debido de pasar
por las mismas dificultades, es una afirmación totalmente ilusoria, por no
decir absurda. Cada hijo ocupa un rol diferente en el sistema familiar y
mantiene relaciones distintas con cada miembro. No es lo mismo ser el
primero que el tercero o la quinta, porque las circunstancias de una familia
son cambiantes, nunca estáticas.
Generalmente el miembro elegido como el chivo expiatorio es un hijo o
hija sensible, empático y con un gran sentido de honestidad y justicia, ya que
se niega a callarse y seguir perpetuando las incoherencias de su familia.
Tiende a mostrarse más vulnerable o más rebelde que los demás hijos y en
algunos casos, cuando la madre o el padre se ensaña especialmente con él o
ella, es porque ese hijo en particular le recuerda o bien aspectos de sí mismo
que no le gustan, o bien a otro familiar con el que existen conflictos no
resueltos. El tipo y alcance de las conductas del chivo expiatorio varía de una
persona a otra: puede ser una persona difícil, con problemas de
comportamiento o manejo de las emociones, en otros casos puede desarrollar
un trastorno depresivo, adicción a las drogas o el alcohol, y en ocasiones, su
falta de validación puede llegar incluso a precipitar un trastorno de la
personalidad.
Una vez en la vida adulta, la oveja negra presenta una inseguridad
crónica en sus relaciones debido a la sensación de traición que ha
experimentado en su propia familia, lo que le lleva a tener problemas para
manejar sus emociones y a mostrarse extremadamente crítica consigo misma.
Ya hemos visto que todo esto va acompañado del sentimiento de que no
merece ser querida, pues los mensajes que ha recibido de su familia a lo largo
de los años es que sólo trae problemas, que hace daño, que sus reacciones son
inadecuadas, que está exagerando, etcétera.
El origen del término “chivo expiatorio” viene de un antiguo ritual judío
llamado Yom Kippur, que consistía en una celebración del día de la
expiación. Por orden de Yaveh, se elegían dos machos cabríos y el azar
dictaminaba que uno de ellos sería sacrificado con todos los honores,
rociando con su sangre el arca de la alianza. El otro, llamado Azazel, estaba
destinado a cargar con las culpas de todos los pecados del pueblo.
Así, el rabino ya purificado y vestido con una túnica blanca, posaba su
mano sobre la cabeza del animal y le confesaba los pecados de la comunidad,
transfiriéndole simbólicamente las culpas y quedando el pueblo
automáticamente limpio de éstas. Después de la ceremonia, el animal era
llevado al desierto en calidad de emisario, dejándole allí en libertad pero
lejos, muy lejos, apartado de quienes deseaban vivir una vida digna y alejada
de los pecados. Son los que la terapia de las Constelaciones Familiares, que
veremos en el capítulo 15, llama “los excluidos”.
También he encontrado esta otra versión, que me resulta muy interesante
y reveladora: la veterinaria Lucía López explica en un estudio publicado en la
bitácora Mallata, que en las empresas ganaderas del Alto Aragón existe una
tradición según la cual la oveja negra es considerada un animal sagrado
porque protege al resto, y en todos los rebaños incluyen una. Les protege de
algunos males, enfermedades, e incluso de las tormentas. Según el estudio,
estos animales tan castigados por el imaginario colectivo, han sido en
realidad sagrados durante siglos. A diferencia de como ocurre con las ovejas
blancas, a ellas jamás se les corta el rabo o se les quema con la marca de la
ganadería. “Enfadarlas puede traer maldiciones”, escribe literalmente, en
alusión a tradiciones que son incluso anteriores al cristianismo.
Interesante, ¿no? No sé cómo habrá sido en tu caso, pero en el mío, lo
de enfadarme sí que ha traído cola. Continuamos:
Los chivos expiatorios son los hijos que suelen ir por libre, son
diferentes al resto de sus hermanos y suelen ser considerados como un
desastre o “los problemáticos” de la familia. Curiosamente, normalmente este
rol recae en el miembro más sensible, que es a la vez el más fuerte y sano, o
en el más inteligente e independiente, pues como te he dicho antes se necesita
mucha fortaleza para sobrellevar semejante carga, y a un nivel inconsciente,
todos saben quién es el adecuado para asumir el reto de sanar los asuntos
pendientes del árbol familiar.
Sí querida amiga, has leído bien: eres la indicada para arreglar todo el
desaguisado que hay en tu clan (este tema lo veremos con “la epigenética
transgeneracional”, en el capítulo 9). Sigamos avanzando:
Estos niños sensibles y empáticos son utilizados por la familia-
generalmente de forma inconsciente-, como portadores de los “pecados” del
clan. Como todos los niños, buscan de forma natural espejos que los definan,
ya que están desarrollando una identidad, y si su único espejo es uno que les
muestra que son culpables, comenzarán a definirse a sí mismos como eso que
se les dice que son, especialmente a través de los mensajes que vengan de su
familia, aunque estos no se ajusten a la realidad.
Como ya hemos visto, a medida que vaya creciendo se encontrará con
más mundo, pero generalmente recreará la misma dinámica que conoció en el
hogar, porque se ha identificado con esta forma de interactuar. Ella es la
culpable, la que constantemente debe asumir la responsabilidad de los demás,
sus emociones y sus “pecados”, y esto es exactamente lo que hace. Se
preocupa mucho por los demás como una parte natural de su autenticidad,
pero se trata de un cuidado distorsionado por esa identidad que la lleva a
cargar y aguantar el peso de algo que no le corresponde, y que como niña que
es, le va grande.
De esta manera, su don para la empatía se vuelve en su contra, pues no
lo utilizará como un reconocimiento de lo que los demás sienten y que
puedan usarlo para su crecimiento. Lo que hace es llevar la carga de la culpa
y de sentirse responsable de lo que ellos viven, y de esta manera consigue
demostrarse a sí misma que no es la mala persona que le han hecho sentir que
es, pero a un precio muy alto, pues en el fondo, está llevando consigo los
“pecados” de los demás.
Con el tiempo, el chivo expiatorio comienza a presentar síntomas
siquiátricos (trastornos de conducta, uso de tóxicos, fracaso escolar,
depresión, etcétera), y su patología mental se va complicando y consolidando,
lo que trae consigo una dinámica perversa que da pie a los demás miembros a
decirle cosas como: “Es que tú no eres normal” “¿No te das cuenta de que
todos nuestros problemas tienen que ver contigo?”. Ahora ya existe una
patología “real”, algo con lo que pueden atacarle como causante del malestar
familiar, y lo hacen.
Suelen desarrollar también problemas de confianza, resentimientos y
baja autoestima. Se culpan a sí mismos por cómo los tratan los demás, buscan
encontrar razones lógicas que justifiquen el maltrato o la incomprensión que
reciben, y tienden a sentirse inútiles, feos, estúpidos e incompetentes. Pueden
tener dificultades académicas, evitar situaciones u oportunidades
competitivas, y suelen intentar guardar un bajo perfil. Se pelean con los
demás con una ira explosiva, son pesimistas y guardan resentimiento en las
relaciones personales.
Creen que se les debe algo porque ellos mismos tratan de generar esa
deuda, consciente o inconscientemente, al cargar con los problemas de los
demás. Algunos pueden tratar de demostrar su valía convirtiéndose en
“conseguidores de metas”, a menudo en detrimento de sus propias
aspiraciones e intereses en la vida. Muchas veces buscan el reconocimiento
que nunca tuvieron fuera del hogar, por lo que pueden ser vulnerables a los
grupos depredadores y personas que buscan aprovecharse, como los cultos
religiosos, las bandas criminales y los depredadores emocionales y/o
sexuales, que a menudo las atraen al ofrecerles esa validación que tanto
anhelan. Esto es lo que ocurre en un contexto romántico, donde el vínculo
que se produce es tan poderoso para la oveja negra, pues su niña interior por
fin encuentra el amor incondicional que tanto anheló y que no recibió en su
infancia.
Como hemos visto, la presencia de un chivo expiatorio pone siempre de
manifiesto la existencia de una patología familiar camuflada. De hecho, con
frecuencia la verdadera patología de esta persona es mucho menos grave que
la de su familia, y la posición de ésta con respecto al proceso de cambio del
chivo expiatorio es que reciba ayuda profesional de forma individual, pues
según su limitada visión, el problema lo tiene sólo ella. La realidad es que
aparte de esa ayuda individual, todos ellos necesitan una terapia familiar,
pero el narcisismo que caracteriza a las familias disfuncionales hace que sean
especialmente resistentes al cambio, y usarán miles de estrategias para
mantener su dinámica de secretos, exclusión, chismorreos y manipulación.
En mi caso, como oveja negra de mi familia, llegué a comprender que
realmente soy mucho más fuerte de lo que creía cuando leí por primera vez
acerca de las herencias transgeneracionales. Quiero confesarte, para que te
pares a observarte si te ocurriera algo parecido, que al principio y durante un
tiempo, mi ego me llevó al otro extremo de la situación: empecé a
compararme con mis hermanos pensando que ellos habían estado
equivocados toda la vida y que en realidad yo tenía un papel “especial” en la
dinámica familiar. ¡Yo era la salvadora de todos ellos, la única que podía
traer luz a su corta y limitada visión de las cosas y de la vida! Había caído en
la trampa de lo que UCDM llama el “especialismo egoico”, que nos hace
creer que somos súper especiales, unos salvadores o santos, una heroína o
iluminada que tiene una misión especial en el mundo. Y el único motivo por
el que nos ocurre esto, que siempre es de forma inconsciente, es para dejar de
vernos pequeñas e inútiles, para poder sentirnos buenas personas porque
llegamos a creernos que no lo éramos, y ver a los demás como los “malos” o
equivocados, a los que ahora nosotras vamos a liberar de sus “pecados”. Eran
ideas separatistas y soberbias que sólo manifestaban mi sentimiento oculto de
no pertenecer a mi clan, hasta que un día me di cuenta y pude cambiar mi
perspectiva.
Lo que comprendí después es que a pesar de ser cierto que he vivido
experiencias muy dolorosas por las que mis hermanos no han pasado, tanto
ellos como yo somos maestros los unos de los otros. Yo, como buena oveja
negra, he venido a poner ante ellos muchos de los conflictos que estaban
pendientes de reparar y sacar a la luz en nuestro clan. Y por supuesto, ellos
también me han enseñado y me siguen enseñando muchísimo. Una de las
últimas cosas que pude traer a la consciencia gracias a mi relación con ellos,
es que mi mente seguía juzgando mucho más de lo que creía. Solía jactarme
en mis adentros de que después de llevar tantos años involucrada seriamente
en mi crecimiento interior, era una persona que no juzgaba a los demás. ¡JA!
Fueron mis dos hermanas mayores, precisamente con las que más he chocado
entre todos mis hermanos y con las que me he sentido más decepcionada a lo
largo de mi vida, las que mejor me sirvieron de espejo para que pudiera ver
que sí que juzgaba, y mucho. Me pasaba cada vez que me sentía juzgada.
Pude darme cuenta de que no soportaba que me criticaran o me echaran algo
en cara, y que cada vez que ocurría saltaba en mí un resorte automático de
rabia y juicios hacia ellas. Gracias a la práctica de los ejercicios de UCDM,
un día comprendí que sentirnos juzgados, o sea, que nos duelan los juicios
externos y juzgar a otros son la misma cosa, pues en realidad no hay nada
fuera de nosotros. Todo lo que sentimos lo estamos creando en nuestra
mente, y esto significa que cada vez que juzgamos a alguien estamos
proyectando algo que no nos hemos perdonado a nosotros mismos, y que si
nos duele que nos juzguen, es porque en el fondo, de forma inconsciente,
estamos de acuerdo con ese juicio.
Verlo tan claro me llevó a ponerme a trabajar a fondo en la observación
de cómo aún yo me juzgaba a mí misma. Ya había llegado tiempo atrás a la
comprensión de que cuando me duele algo que viene del exterior, en realidad
no me hace daño lo que el otro me dice o hace, sino que es mi interpretación
y lo que yo me digo con respecto a eso, lo único que puede herirme. Así que
me propuse firmemente mantenerme alerta para la siguiente ocasión en la que
ocurriera, y no reaccionar desde el automatismo de mi ego, sino mirar a mis
hermanas y decir en mi mente: “gracias por ayudarme a ver que aún me juzgo
y me hago daño. Tú lo estás haciendo en tu vida lo mejor que sabes, igual que
yo. Eres inocente, igual que yo, y mi inocencia y mi luz no desaparecen
porque tú ahora no puedas verlas. Te bendigo y te doy las gracias”.

Cualidades y potencialidades que tienes por ser la oveja


negra:

-Resiliencia
-Independencia
-Inteligencia
-Empatía
-Sensibilidad
-Un fuerte sentido del Yo
-Espíritu crítico
-Fuerza
-Valentía
-Liderazgo
¡¡¡ESTÁN EN TI, TE LO PROMETO!!!

Homenaje a mi hermano
Hasta ahora te he hablado de la figura de la oveja negra desde nuestra
perspectiva, la del niño o la niña que fue abusada. Pero, ¿qué ocurre con el
abusador? ¿No es en ocasiones también un paria, un excluido, alguien del que
es mejor no hablar? ¿No ha traído también consigo una carga enorme del clan
para que pueda ser expresada y reparada? En el caso de mi familia te aseguro
que así fue, y es por esto por lo que ahora quiero hablarte, con muchísimo
respeto, cariño y gratitud, de mi hermano Valentín:
Fue el mayor de cinco chicos y tres chicas, un hijo muy deseado y
querido por mis padres, pues habían pasado por un aborto natural antes de
que él naciera. Al contemplar las fotos de mi madre jugando con él cuando
era pequeño, veo en su carita a un niño siempre sonriente y me puedo
imaginar que realmente tuvo un comienzo feliz en la vida. Al año nació mi
hermana, y dos años después otra niña, mi segunda hermana mayor. Valentín
ya no aparece tan sonriente en las fotos de esta época, y es fácil suponer que
había empezado a acusar el desplazamiento que inevitablemente le había
tocado vivir. A lo largo de los once años siguientes vio cómo íbamos
llegando el resto de hermanos, en intervalos de uno o dos años.
La dinámica de mis padres con respecto a la crianza era como
correspondía a su época, a la antigua usanza: mi madre se ocupaba del
cuidado de la casa y de los hijos y mi padre salía a trabajar y después iba al
bar a tomar algo y jugar al mus con los amigos. Cuando estaba en casa podía
prestar una atención puntual a alguno de los hijos, pero por lo general era un
padre afectiva y emocionalmente ausente. Su principal interacción con
nosotros consistía en reñirnos cuando correspondía, y una sola mirada o
palabra suya era suficiente para que se restableciera el orden. Como habían
hecho con él, nos educó a través de un autoritarismo insano en el que no
había lugar para la réplica o para una palabra de defensa, y en el que cuando
se enfadaba, todos sentíamos auténtico miedo.
El papel de mi madre también fue el que correspondía a la época y a la
educación que había recibido: sumisión ciega a su marido, callando y bajando
la mirada cuando él gritaba o daba un golpe en la mesa. No es que esto
ocurriera a diario, también había -especialmente a la hora de comer, cuando
nos sentábamos todos juntos a la mesa- momentos de risas, juegos y
canciones en los que mi padre participaba, pero sí flotaba en el aire la
presencia de una amenaza invisible, de algo poderoso y temible que podía
estallar en cualquier momento.
Valentín empezó a mostrar signos de su enfado con la vida y con su
realidad desde pequeño, y aunque yo aún no había nacido, sabiendo cómo
funcionaba la dinámica familiar sé que no fue debidamente comprendido y
recogido en su soledad y su dolor. Llegó a la adolescencia convirtiéndose en
un chico muy inseguro que llegó a sufrir acoso en el colegio, y empezó a
descargar su frustración y su enfado en casa: pegaba a mis hermanas
mayores, escondía la comida que le gustaba en su armario para no tener que
compartirla, mentía y acusaba a los demás…y finalmente, cuando llegó el
momento de su despertar sexual, para el que no había recibido ningún tipo de
orientación, acabó desahogándolo en mí.
Hace muchos años ya que comprendí que él no fue consciente del daño
que me hizo, ni de las nefastas consecuencias que aquello trajo a mi vida. Era
un adolescente perdido con un sentido del yo muy frágil, que tampoco había
encontrado en la familia el apoyo que tanto necesitó. A los dieciocho años
empezó a consumir hachís y marihuana, para ir adentrándose poco a poco en
drogas mayores, acabando siendo uno de los miles de yonkis que azotaron
nuestro país en los años ochenta.
Pasó así los siguientes quince años de su vida, alternando periodos de
robos, cárcel y desapariciones y reapariciones en las que su aspecto famélico
y tétrico recordaba a un cadáver andante, hasta que le dimos el ultimátum de
acudir al Proyecto Hombre. Fue así como consiguió dejar aquel mundo atrás
y vivir una vida digna. Conoció a una chica de la que se enamoró, se casó con
ella y mantuvo esa estabilidad durante diez años, hasta que finalmente los
excesos de su juventud acabaron pasándole factura. Su hígado enfermó y en
nueve meses acabó muriendo. Tenía cuarenta y tres años.
En vida nunca pude tener con él una relación cercana y de verdadera
amistad. Durante aquellos años “limpios” intenté en varias ocasiones hablar
con él sobre el tema de los abusos buscando quedarnos en paz los dos, pero él
no estaba preparado para asumirlo. Nunca llegó a estarlo. Fue unos años
después de su muerte cuando gracias a las Constelaciones Familiares y a la
epigenética transgeneracional, pude empezar a comprender y a tener una
visión superior de lo que había significado su vida en nuestra familia: no sólo
había asumido el rol del “malo” pegando y abusando de sus hermanos
pequeños, sino que además nos protegió al resto del mundo de las drogas,
haciendo que todos le cogiéramos mucho miedo y respeto tras ver en él sus
devastadoras consecuencias.
Igual que hay que ser muy fuerte para asumir el rol de oveja negra por
haber sido abusada, también hay que serlo para elegir el rol del hermano
cabrón. El papel del “malo” trae información de ancestros que fueron
excluidos del clan por haber hecho algo inaceptable, y el descendiente recrea
situaciones similares buscando una oportunidad de reparación que va a servir
para sanar a todo el clan. En nuestro caso, todos acabamos aceptándole y
ayudándole a dejar las drogas, y durante aquellos diez años en los que se
mantuvo limpio, muchos de mis hermanos sí lograron establecer una relación
de armonía y amistad con él. Se había logrado la inclusión, la sanación.
Con respecto a los abusos, pude constatar en varias constelaciones que
también habían ocurrido en la familia de mi madre y en generaciones atrás.
Al ver esto empecé a atar cabos y caí en la cuenta de que Valentín y el
hermano de mi madre, mi tío Agustín, habían tenido vidas muy similares:
Agustín había sido también el primogénito problemático, había fallecido
joven a causa de sus abusos con el alcohol, y también abusó de algunas de
sus hermanas. La situación se ocultó, ni siquiera se habló, no fue resuelta y
pasó a la siguiente generación, recayendo en mí (esto lo veremos en
profundidad en el capítulo del inconsciente familiar).
Sin ninguna duda, ahora sé en lo más profundo de mi ser que mi
hermano y yo pactamos como almas recrear lo que se había quedado
silenciado, tapado y sin sanar en la familia de mi madre, para a través del
perdón y el amor, traer luz a nuestro clan. Así que no puedo más que darte las
gracias Valentín, y deseo con todo mi corazón que estés donde estés, hayas
logrado alcanzar la paz que tanto te costó lograr mientras estuviste con
nosotros.
Para concluir con el tema de la oveja negra, quiero transcribir este texto
de Bert Hellinger, el creador de la terapia de las Constelaciones Familiares,
que lo explica de una manera clara y hermosa:

“Ser la oveja negra es un acto de amor al clan”


“Realmente aquella persona a la que la familia excluye y en muchas
situaciones maltrata, es quien a través de un acto de amor, el clan ha elegido
en el momento de ser concebido como depositario de toda esa información
para evidenciar, expresar, manifestar, todos los dramas no resueltos, como
una oportunidad de liberación para el árbol.
Y si te has sentido la oveja negra te preguntarás: ¿por qué me han
tenido que elegir a mí? Paradójicamente quizá seas la más fuerte, la que
puede llevar ese encargo, la que ha obrado al nacer el más alto acto de amor
hacia su familia.
Las llamadas “ovejas negras” de la familia son en realidad
“buscadores natos” de caminos de liberación para el árbol genealógico.
Aquellos miembros del árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones
del sistema familiar, aquellos que desde pequeños buscaban constantemente
revolucionar las creencias, yendo en contravía de los caminos marcados por
las tradiciones familiares, aquellos criticados, juzgados e incluso
rechazados, esos, por lo general son los llamados a liberar el árbol de
historias repetitivas que frustran a generaciones enteras.
Las “ovejas negras”, las que no se adaptan, las que gritan rebeldía,
cumplen un papel básico dentro de cada sistema familiar. Ellas reparan,
desintoxican y crean una nueva y florecida rama en el árbol genealógico.
Gracias a estos miembros, nuestros árboles renuevan sus raíces. Su rebeldía
es tierra fértil, su locura es agua que nutre, su terquedad es nuevo aire, su
apasionamiento es fuego que vuelve a encender el corazón de los ancestros.
Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos frustrados
de nuestros ancestros se manifiestan en la rebeldía de dichas ovejas negras
buscando realizarse.
El árbol genealógico, por inercia, querrá seguir manteniendo el curso
castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace la tarea de nuestras ovejas una
labor difícil y conflictiva. Sin embargo: ¿Quién traería nuevas flores a
nuestro árbol si no fuera por ellas? ¿Quién crearía nuevas ramas?
Sin ellas, los sueños no realizados de quienes sostienen el árbol
generaciones atrás, morirían enterrados bajo sus propias raíces.
Que nadie te haga dudar, cuida tu “rareza” como la flor más preciada
de tu árbol.
Eres el sueño realizado de todos tus ancestros”
III: La Vida te quiere y te cuida

En el primer capítulo vimos cómo se produjo esa idea errónea de estar


separados de la Fuente, cómo construimos el ego para protegernos de aquella
angustia de separación, y cómo llegamos a la vida adulta convertidos en
autómatas dominados por nuestros programas inconscientes. Ahora te voy a
explicar qué hace la Vida contigo para ayudarte a que salgas del sueño en el
que estás atrapada y descubras el verdadero sentido de tu existencia.
La Vida sólo quiere darnos, cuidarnos y ayudarnos en nuestro proceso
hacia el despertar, pero necesitamos aprender y comprender sus maneras de
hacerlo. Esas partes que has separado de ti, que has negado y rechazado, te
las va a poner delante una y otra vez a través de tus relaciones y situaciones,
como una oportunidad para que puedas verte. Te va a hablar con cada
situación que te pone delante y te va a agrandar tus heridas, para que no te
quede más remedio que mirarlas de frente. Por ejemplo, a un rebelde que ante
todo evita sentirse débil, le traerá situaciones que le hagan sentir vulnerable e
impotente. Ese fue mi caso.
No nos damos cuenta de que cuando estamos viviendo la situación, es un
regalo, una bendición, y te lo puedo asegurar porque lo he vivido en mis
carnes. Durante prácticamente toda mi vida negué mis miedos y mi
fragilidad, me convertí en una rebelde corta cabezas que no se amedrentaba
ante nada, y la Vida abrió mi herida de seguridad a través de lo único que
podía tumbarme y llevarme a sentir mi angustia, a pesar de todas las
resistencias que mi mente activó para no aceptarla: una situación económica
desesperada unida a una gran sensación de impotencia para cambiar las
cosas.
Soy madre soltera de dos adolescentes, y desde los treinta y dos años,
cuando nació mi primer hijo, conté con la ayuda económica de mi tía
Mirentxu, una hermana de mi madre que admiró profundamente mi
determinación para seguir adelante en aquellas circunstancias tan difíciles.
Años atrás había estudiado Turismo y Trabajo Social y había tenido
diferentes trabajos ganando un buen sueldo y logrando fácilmente una
autosuficiencia económica. Incluso con sólo veintiún años en más de una
ocasión en que lo necesitaron, ayudé a mis padres enviándoles dinero y
también acogí en mi casa a mi hermana mayor y a su novio durante unos
meses hasta que encontraron trabajo. Nada parecía indicar que esa parcela de
mi vida sería más adelante mi talón de Aquiles, y éste se activó desde que me
vi siendo madre sola, agudizándose cuatro años después con la llegada de mi
hija, también sin una pareja a mi lado. (Como te imaginarás, muy
probablemente porque te ha ocurrido lo mismo, los abusos vividos en mi
infancia y el hecho de no haber sido capaz de mantener una relación estable
con un hombre durante un periodo más largo de dos años, están
estrechamente ligados. Pero de esto te hablaré en otro capítulo).
Mientras mis hijos crecían pude permitirme dedicarme de lleno a su
crianza, algo prioritario para mí, al tiempo que me formaba en distintas
disciplinas terapéuticas, pues después de años probando todas las terapias
existentes tratando de sanar mis heridas había descubierto que esa, además de
la escritura, era mi auténtica vocación.
Hasta que mi tía falleció, salí adelante gracias a su ayuda más lo que
ganaba con los pacientes que atendía en mi consulta y más adelante con una
prestación social por ser madre sola. Contaba también con una pequeña
manutención del padre de mi hija, pues aunque dejamos de ser pareja desde
antes de que ella naciera, al contrario que el padre de mi hijo él siempre
estuvo muy presente en su crianza y cuidados. En aquel entonces vivía en el
País Vasco, y la imposibilidad de trabajar como educadora o trabajadora
social en un organismo oficial por no hablar euskera hizo que acabara
aceptando mi situación. Al fin y al cabo no vivía con lujos, pero sí con
tranquilidad. Me sentía segura.
Ocasionalmente venían a mi cabeza pensamientos del tipo: ¿qué haré
cuando Mirentxu no esté? ¿Cómo saldré adelante? Aquella confianza que sí
había tenido en mi juventud con respecto a mi capacidad para ser
autosuficiente, había desaparecido por completo. Al haber cumplido mi sueño
de ser madre de una manera tan diferente a como lo había soñado de niña,
con un hombre a mi lado, se activaron en mí varias creencias inconscientes
que pude revelar tiempo después: “una madre debe contar con el apoyo de su
pareja”, “la mujer necesita tener el sustento asegurado para poder dedicarse
por entero a los hijos”. Sin ser consciente de ello, es lo que había aprendido
de la relación de mis padres.
Finalmente pensé que cuando llegara el momento lo mejor sería mudarme
a Canarias, donde vivían cinco de mis seis hermanos. Aunque mi relación
con la mayoría de ellos había sido complicada desde que en la adolescencia
me convertí en la problemática “sin causa” de la familia y también por su
posterior negativa a reconocer que los abusos que había vivido desde los
nueve años habían marcado mi vida entera generando todos mis conflictos y
“rarezas”, a lo largo de aquellos dieciséis años viéndonos únicamente en las
fiestas de Navidad y alguna escapada que otra, sí habíamos logrado un grado
aceptable de respeto y armonía entre nosotros. Al menos así lo pensaba yo.
Al fallecer mi tía, aquel miedo que había mantenido encapsulado acabó
estallando frente a mí. Me vi sola con un hijo de dieciséis años y una hija de
doce, y con lo que ganaba en mi consulta, la manutención y la ayuda social, a
duras penas cubría todos nuestros gastos. Así que decidí mudarme a Canarias,
donde ya no existiría el impedimento del idioma y donde pensé que no
tendría problemas para encontrar un trabajo hasta tener suficientes pacientes.
Para mi sorpresa, de todos los sitios a los que enviaba mi currículum recibía
la misma respuesta: al haberme dedicado de lleno a mis hijos y a las
consultas, no tenía experiencia como trabajadora social. Ni siquiera como
dependienta o camarera querían a una mujer de cuarenta y ocho años sin
experiencia en esos ámbitos. También se sumó que mi hija había desarrollado
un año atrás un trastorno alimentario y una de las pautas del tratamiento
psicológico que estaba recibiendo era que yo tenía que estar con ella en casa a
la hora de la comida, lo que dificultaba la búsqueda de un trabajo con un
horario compatible.
Entré en un estado mental de desesperación que activó la respuesta
automática del ego que te expliqué en el capítulo 1: el enfado y la queja. Me
enfadé con la vida y le echaba la culpa a Dios y a mi karma por todo lo que
me pasaba. “¿Es que nunca me vas a dar un puto respiro?” “¿No crees que ya
he sufrido bastante?” “¿No te basta con que sea madre sola con todo lo que
eso conlleva, que además tengo que vivir esta situación de mierda?” (en aquel
entonces, aunque ya había empezado a leer y trabajar los ejercicios de
UCDM, aún tenía en mi mente la idea de un Dios que está fuera de mí, fruto
de la educación cristiana que había recibido).
Mi desesperación y mi enfado iban en aumento, agravándose con la
reacción de mis dos hermanas mayores ante mi situación: “No vamos a
permitir que dependas de nosotros”, “eres una caradura”, “te aprovechaste de
Mirentxu y ahora te toca salir adelante por ti misma”, “no trabajas porque no
quieres”, “has usado a tus hijos como excusa para no tener un trabajo de
verdad y ahora lo estás haciendo con lo del trastorno de la niña”, sumándose
a la de mis cuñadas, que empezaron a mostrarme un trato cada vez más
indiferente y despectivo, llegando en ocasiones al desprecio abierto.
Paulatinamente se fue gestando la aquiescencia del resto de los hermanos,
entrando de lleno en el viejo patrón en el que siempre, pasara lo que pasara,
acababa siendo la eterna culpable, juzgada e incomprendida de la familia,
dándose situaciones como los silencios incómodos que se producen cuando
entras en una habitación y sabes que estaban hablando de ti, dejándome en
repetidas ocasiones mensajes sin responder en el grupo familiar del wassap, o
saber, por pura intuición, que habían hecho otro grupo del que me habían
excluido. (Todas estas conductas las hemos visto en el capítulo anterior, y
muy probablemente tú también las hayas vivido).
A todo esto se añadieron los problemas de convivencia que empecé a tener
con mi hijo, que había entrado de lleno en la rabia y la rebeldía de los
dieciséis sin superar las carencias afectivas por haber crecido con un padre
ausente, así como los celos hacia su hermana, que sí tenía una figura paterna
presente. Aunque en un principio mis hermanos accedieron a reunirnos con él
para hablar del tema e incluso uno de ellos le acogió en su casa durante varios
meses cuando cansada de sus faltas de respeto le había mandado a vivir con
mi padre, el trasfondo de sus juicios hacia mí no tardó en salir a la luz,
llegando a escuchar frases como “lo que te ocurre con tu hijo no es normal”,
“lo único que quieres es librarte de él”, “tus problemas con él los tienes que
solucionar tú, a mí no me metas”, “has cometido errores aberrantes con él”,
“esto te lo has buscado tú”, “le has jodido la vida”, y la más cruel, de una de
mis cuñadas: “todos sabíamos que al venir aquí ibas a acabar salpicándonos
con tus mierdas, tu hijo ahora está en mi casa y tú ya no pintas nada”,
haciendo que la impotencia, la frustración y el enfado hacia los dos grandes
frentes que tenía ante mí, siguieran creciendo exponencialmente.
En las dos situaciones ellos habían entrado en el automatismo del ego que
te he explicado antes, y ante el miedo de que yo no fuera capaz de salir
adelante y verse moralmente obligados a ayudarme tanto económicamente
como con mi hijo, en lugar de hacerse cargo de sus emociones lo que hicieron
fue proyectarlas en mí juzgándome y culpándome, incapaces de pararse a
contemplar lo que realmente subyacía en lo que estaba ocurriendo.
En el capítulo del Inconsciente Familiar te explicaré cómo pude finalmente
comprender que tanto ellos como yo, cada uno en su papel, estábamos
recreando sin saberlo situaciones y conductas pasadas del clan familiar, con
el único propósito de sanar y reparar viejas heridas. Esta comprensión, junto
con el trabajo que continué haciendo con UCDM y con mi niña interior,
supuso el comienzo de mi cambio de percepción en todo lo que me estaba
pasando: dejé de sentirme una víctima de la situación, dejé de culpar a mis
hermanos por juzgarme y no comprenderme, y lo más importante, dejé de
juzgarme a mí misma por no saber hacer las cosas de una manera diferente.
Es a través de esas situaciones de crisis, cambios, desesperación y
confusión total, como la Vida se las arregla para que decidamos hacer algo
distinto a lo que habíamos hecho hasta ahora, empujándonos hacia la
evolución. En esos momentos tenemos la oportunidad de reescribir nuestra
historia, dejar de repetir nuestros programas automáticos y comenzar a
construir una nueva manera de vivir, y esto lo podemos contemplar en la
misma Naturaleza: los cambios han sido necesarios desde el inicio de la vida,
desde que existió la primera bacteria. Toda la evolución de la vida en la
Tierra ha ido acompañada de ciclos de cambios continuados, con sus picos de
máximo estrés. Y es ahí, en ese punto culmen, donde todos los seres vivos
han tenido la posibilidad de hacer un salto cuántico: o se adaptaban y hacían
algo diferente, o desaparecían.
En nuestra vida ocurre exactamente igual: podemos aceptar los conflictos
que se nos presentan y tomarlos como una oportunidad que nos va a permitir
crecer y desarrollar nuestros potenciales, o podemos elegir mantenernos en la
queja y la desesperación, hasta finalmente desaparecer: contraemos
enfermedades, abusamos de sustancias tóxicas, repetimos conductas
autodestructivas, nos deprimimos, etcétera. Pero no se trata de que la
Vida nos esté haciendo duro para que nos hagamos más fuertes a través del
sufrimiento, sino para que nos demos cuenta de lo fuertes, seguras y
amorosas que ya somos. El sacrificio o la fuerza de voluntad que nos han
inculcado es una visión limitada del crecimiento, pues se centra únicamente
en las acciones abocadas hacia el mundo exterior, y el verdadero cambio, la
adaptación y la evolución auténticas, sólo pueden ocurrir a través de un
cambio interior, que más tarde se manifestará por sí solo en el exterior. En
realidad ya somos esa Fuerza, ya está en nosotros, la Vida sólo nos quiere
ayudar a que lo recordemos y la desarrollemos, cuando vemos de lo que
somos capaces de hacer.
Volviendo a mi historia, sí que llegué a ese momento álgido en el que
realmente creí que no podía soportarlo más y pasé varios meses en los que
cada día pensaba seriamente en desaparecer. Cada vez que mi mente se ponía
a idear cómo lo haría, desde despeñarme con el coche por un barranco a
arrojarme delante de un camión en la autovía, siempre acababan apareciendo
ante mí los rostros de mis hijos sonriéndome, y mi desesperación e
impotencia se convertían en una angustia desgarradora. Muy en el fondo de
mi ser sabía que no sería capaz de hacerles esa putada, pero renunciar al
suicidio no eliminaba mi desesperación. Era como una pescadilla
mordiéndose la cola, un juego sombrío, deprimente y demoledor que parecía
no tener fin y que me atrapó por completo durante varios largos meses.
Como todo tiene su límite, y también por puro agotamiento,
paulatinamente pude ir comprendiendo y asimilando que el exterior sólo me
estaba reflejando el trabajo interior que tenía pendiente por hacer. Empecé a
asumir que necesitaba revivir las heridas que viví de niña para poder sanarlas,
por fin, de verdad. Cuando pude aceptar que yo misma desde mi inconsciente
estaba creando aquella situación manifestando fuera lo que aún no había
sanado en mi interior, no me quedó más remedio que rendirme. La Vida me
estaba obligando a ir dentro de mí, y vaya que si lo hizo. Comprendí también
que cuanto más me resistía a aceptar la situación, el exterior más iba en mi
contra. Mis hermanos tenían la “obligación” de mostrarme mis heridas, y lo
hicieron inconscientemente fallándome una y otra vez, hasta que pude
comprenderlo todo.
Como te he explicado, cuando aparece la angustia el ego siempre se
moverá para que no mires dentro de ti, pero la vida no te va a permitir seguir
haciendo esto. Porque te quiere y te cuida, te tiene que llevar a revivir esa
angustia hasta que seas capaz de sanarla, y lo hará principalmente a través de
tu entorno más cercano: pareja, hijos, familia, trabajo, etcétera. Esas personas
a tu alrededor tienen que decepcionarte, para que salgas por fin de los viejos
patrones y mires lo que necesitas mirar dentro de ti.
La Vida, que en realidad eres tú misma, te trae esa experiencia porque
necesitas sanar tu miedo, tu impotencia, tu tristeza, y no el enfado, que es
adonde te lleva el ego al rechazar esas emociones genuinas. No me cansaré de
repetirte a lo largo del libro que cualquier conflicto o situación desagradable
que estés viviendo, es una oportunidad para comprenderte y amarte sintiendo
ese miedo y ese dolor, pero tú, como todos, has hecho del enfado, los juicios
y el ataque un hábito malsano. Y cada vez que te enfadas o juzgas, estás
desaprovechando la oportunidad de entrar en ti.

¿Cómo hago el cambio?


Recapitulemos: hemos visto cómo construiste tu ego tras sentir la primera
angustia al verte sin tu sustento interno y después fallarte el externo. Hemos
visto también que te convertiste en una autómata siguiendo ciegamente los
dictados de ese ego, conformado por las creencias y los programas mentales
inconscientes que asimilaste como ciertos. Te he explicado que este
automatismo te lleva a generar cada vez más sufrimiento y frustración en tu
vida, precisamente al tratar de huir del dolor. Y por último, te he contado que
la vida te va a empujar a través de las situaciones difíciles a que hagas el
camino de vuelta a tu esencia, que es plenitud, sabiduría, paz y amor.
Bien, pues ya estamos en el punto más importante del proceso: ¿cómo lo
vas a hacer? ¿Cómo vas a poder liberarte de esa inconsciencia automática y
crear la vida que realmente deseas? Supongo que a estas alturas y con lo que
te he contado de mi experiencia personal ya te lo estarás imaginando…
Te podría decir que aceptes tus emociones, y que si lo haces, tu mente ya
no juzgará más y te mantendrás en tu esencia. Te podría decir que si sientes
miedo, abraces a tu miedo. Que aceptes todo lo que la Vida te trae, con el
dolor incluido, pues mientras sigas teniendo heridas sin curar, ese será el
único camino de vuelta al Ser. Te podría decir también que mientras sigas en
el enfado no sanarás nada y la Vida seguirá agrandando las situaciones
conflictivas ante ti.
Y tú, muy bien podrías responderme: “Pues vale, Olga. Me quedo
exactamente igual”. Y con razón.
No sirve de nada que te diga todo lo anterior sin más, pues aunque es
cierto, necesitas un mapa que te sirva de guía. Y ese mapa lo encontrarás
enseguida, en el capítulo 5.

“La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado
no existe y el sufrimiento no tiene causa.
La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con
respecto a ti misma. No tengas miedo de la Voluntad de Dios.
Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te
liberará de todas las consecuencias que el pecado ha forjado en tu febril
imaginación”

(Lección 101 – UCDM): “La Voluntad de Dios para mí es perfecta


felicidad”
IV: Mi herida I

Antes de pasar a la acción con respecto a cómo vas a empezar a


hacer cambios reales en tu vida, quiero compartir algunos extractos de la
novela autobiográfica que publiqué en abril del 2.019, “Cuando mi
doble cuántico me salvó de mí misma, de la mano de Un Curso de
Milagros”.
Los iré alternando a lo largo de los siguientes capítulos y en ellos
podrás ver con más detalle las consecuencias que la experiencia de
abusos y abandono tuvieron en mi infancia, así como su agravamiento a
medida que me iba adentrando en la vida adulta. Muy probablemente te
identificarás con las cargas de la culpa, el sentimiento de inferioridad, la
dependencia emocional, y muchos de los demás rasgos comunes en las
niñas y niños que hemos vivido abusos sexuales. Si al igual que yo
creciste en una educación judeo-cristiana, también resonarán en ti el
pecado, la idea de un dios castigador y el sentimiento de ser una puta
condenada al infierno el día del juicio final. También verás cómo ya en
la vida adulta y tras varios años de terapia intentando lograr la ansiada
estabilidad emocional, aún perduraba en mí la herida principal, la de
haber sido abandonada a mi suerte.
Quiero recalcar de nuevo que mis padres, como los tuyos, lo
hicieron lo mejor que supieron y pudieron hacerlo (profundizaremos en
esto en los capítulos de las Constelaciones Familiares). A estas alturas
del libro ya sabes que al igual que millones de padres de aquella época,
estaban condicionados por aquellos programas oscuros que gobernaron
sus vidas hasta el final, fruto de la educación represora y castradora que
les fue inoculada. Desde aquí les mando un abrazo con mucho amor y
gratitud. Ya no existen en este plano de conciencia, y estén donde estén,
me gusta pensar que ahora se encuentran mucho más cerca de la Verdad
que yo, y que me siguen guiando con todo su amor para que cumpla el
propósito divino que he venido a hacer en esta vida.
No me voy a cansar de repetir en este libro y en cualquier otro sitio
que en realidad no hay culpables, pues mientras no hagamos un reseteo
profundo en nuestra programación mental y en nuestras creencias, todos
seguiremos funcionando como autómatas a las órdenes de nuestro
inconsciente, esa parte de nuestra mente que vive en el miedo, la
ansiedad y el vacío que como ya hemos visto, son el fruto de haber
olvidado quiénes somos realmente. Dicho esto, paso a mostrarte los
primeros fragmentos:

“Tenerife
1977

“Yo nunca tuve ese algo


que ustedes llaman infancia”

Michael Jackson

Su cuerpo de nueve años permanecía paralizado y en tensión,


atrapado en un estado de sopor que deambulaba aterrado entre la vigilia
y el sueño.
Sentía vagamente cómo unos dedos anhelantes penetraban en su
tierna vagina y cómo sus pechos incipientes eran sobados de forma
enérgica y atropellada. Su mente confusa intentaba mantenerse en el
mundo de los sueños, deseando quedarse allí escondida y a salvo y no
tener que regresar jamás. La cruel realidad acababa siempre
imponiéndose y Sara despertaba para descubrir que una noche más su
hermano Agustín, seis años mayor que ella, aliviaba sus instintos a costa
de su inocencia y de todo lo que hasta hacía poco, había significado ser
niña.
Paralizada por el miedo, el asco y la vergüenza, e incapaz de afrontar
aquel infierno de otra manera, lograba hacer un leve movimiento con sus
pequeños pies simulando estar aún dormida, y conseguía así que él se
escabullera agazapado en la noche, escurriéndose hacia la puerta de su
habitación. No sabía distinguir si era mayor el alivio que sentía cada vez
que él desaparecía, o la sensación de asco y desamparo en la que
finalmente se quedaban impregnados su cuerpo y su alma.
Se giraba hacia un lado en su cama y colocándose en posición fetal,
lloraba desconsolada en el oscuro silencio sabiendo que una vez más,
nadie estaría allí para abrigar su llanto. Begoña y María, sus hermanas
mayores, dormían plácidamente en las camas contiguas completamente
ajenas a su agonía.
_¿Y si las despierto y se lo cuento? No…él me ha dicho que no se lo
puedo decir a nadie...
Subyugada por el miedo aprendió a convivir con su secreto funesto,
que cada noche adquiría la espeluznante forma de una espada afilada
que se cernía vacilante sobre su cabeza, alejándola cada vez más de sus
risas de niña, de sus deseos de jugar y de sus besos y abrazos, antaño
alegres y espontáneos. Se fue volviendo cada vez más recelosa y
taciturna, sumergiéndose poco a poco en un mundo interior al que nadie
más podía acceder y en el que por momentos y a duras penas, lograba
sentirse a salvo.
Cada noche antes de irse a dormir contemplaba el cielo tinerfeño
parcheado de estrellas infinitas, y allí dirigía su mirada suplicante,
buscando la magia que durante unos instantes la alejaba del infierno en
el que vivía. Sus hijos la miraban desde allí arriba en el mundo
espiritual, y con los ojos anegados en lágrimas les decía que algún día
estarían juntos y que les daría todo el amor que guardaba dentro para
ellos. Soñaba con hacerse mayor y formar una familia con un hombre
que la quisiera y al que ella querría con toda su alma, y poder vivir una
vida plena y feliz, la vida que le había sido ya arrebatada.
Algún día, hijos. Aquí os espero, les decía sonriendo al inmenso
azul.
Las estrellas y la luna se convirtieron así en sus íntimas confidentes
y llorando acurrucada en su balcón de la Avenida Anaga, envuelta en
aquel halo mágico al que accedía cada noche, podía escuchar una voz en
su interior que le susurraba una y otra vez: “Todo está bien, Sara. Todo
tu dolor tendrá sentido algún día. Confía, no estás sola”. Su Amiga del
Cielo, como le gustaba llamarla, conseguía calmarla y aliviarla por unos
momentos y fue aprendiendo a sentirse cada vez más a gusto en ese
mundo interior suyo en el que todo era posible y en el que sus sueños y
anhelos más profundos, algún día se harían realidad.
Algún día…todo será muy diferente...se decía al apagar la luz y
acurrucarse entre las sábanas, suplicando que esa noche Agustín no
volviera para robarle de nuevo su inocencia”.
“Tenerife
1978

“Marian y Begoña jugaban entretenidas al chinchón en la cama


contigua y ella trataba infructuosamente de encontrar las palabras
adecuadas.
Venga, díselo Sara. Tienes que hacerlo…tienes que pedir ayuda...se
repetía sin dejar de mordisquear su bolígrafo Bic.
Miraba paralizada a un punto incierto sobre la hoja en blanco de su
diario, presa de una encarnizada vergüenza que le impedía lanzarse cada
vez que movía sus labios para comenzar a hablar. Sabía que necesitaba
contarlo, dejar de seguir soportando ella sola aquella pesada carga que le
había robado sus risas de niña, y aunque aquel era el momento perfecto,
un nudo espeso en su trémula garganta apagaba su voz una vez tras otra.
_¡Menos diez!_, gritó Marian de pronto, arrancándola de sus
pensamientos secretos.
_Otra vez me has ganado, ya te vale, tía_, reía Begoña. _Trae, que
ahora me toca repartir a mí.
Las dos suponían una influencia muy importante en su vida. A pesar
de no tener una relación demasiado cercana debido a sus diferencias de
edad, ambas le brindaban la oportunidad de tener unos referentes
femeninos en los que apoyarse.
Su madre, totalmente entregada a una casa, un marido y ocho hijos a
los que atender, rara vez tenía tiempo para cubrir sus necesidades
afectivas, y ella había encontrado en sus hermanas mayores una especie
de sucedáneo maternal que ocasionalmente compensaba sus ya
reiteradas y profundas carencias.
Marian, con su carácter espontáneo y jovial, era para Sara como una
segunda madre que cuidaba de ella y de sus hermanos pequeños con
mucho cariño y dedicación. Begoña, que era más bien seria y a su juicio
demasiado adulta para su edad, le ayudaba eventualmente con sus
deberes del colegio en las pocas ocasiones en que lo requería. Éste era
uno de aquellos momentos en los que verdaderamente necesitaba a sus
hermanas y no podía dejar de pasar la inusual oportunidad de tenerlas a
las dos tan disponibles, jugando tranquilamente a las cartas en su
habitación.
_¡Chinchón!_, gritó Begoña eufórica_. ¡Por fin te he ganado, ya era
hora!
_Venga, la revancha, que eso ha sido sólo un churro_, le apremió
Marian mientras barajaba con fruición.
_Agustín me toca…por las noches..._, se atrevió a susurrar por fin.
_¿Qué has dicho?_, preguntaron al unísono dirigiendo sus miradas
rápidamente hacia ella.
_Agustín…me toca…por las noches_, repitió con la voz quebrada y
las lágrimas asomando en sus pequeños ojos de diez años, sin poder
apartar la mirada de su diario.
_Y a veces también durante el día...
Así fue cómo por fin sus padres lo supieron. Sus hermanas la
acompañaron para contárselo a su madre y ésta a su vez a su padre,
según le dijeron después.
Su madre no habló más del tema. No se acercó a preguntarle cómo
estaba o cómo se había sentido viviendo aquello ella sola. Su padre
tampoco lo hizo…pero no le importó. Ya no era más su secreto…ellos
ahora lo sabían y harían lo que fuera necesario para protegerla.
Aquella noche al acostarse se sintió la niña más feliz del mundo.
Una renovada sensación de seguridad y protección la llenó por completo
y desde el balcón miró una vez más a sus estrellas. En esta ocasión, en
lugar de soñar con un futuro diferente y más bonito, les dio las gracias
por haberle dado fuerzas para pedir ayuda. Habló también con sus hijos
y les dijo que estaba muy contenta.
Se acordó también de los planes de sus amigas del colegio para
carnavales y empezó a hacerle ilusión acceder a disfrazarse con ellas.
Por primera vez en mucho tiempo se sintió tranquila y feliz, y pudo
regresar a las cosas propias de su mundo de niña, que despertaba ahora
de la oscura pesadilla en la que había vivido atrapada durante aquellos
largos meses”.
“Tenerife
1978

“_No lo cuentes, Sara_, esto tiene que quedar entre nosotros_, le


ordenaba él unos días después mientras la tiraba sobre la cama de su
habitación y se restregaba sobre ella sobándole sus diminutos pechos.
La añorada paz que había podido disfrutar durante aquellos días, se
vio truncada de pronto por la horrenda persistencia de su hermano
mayor. La confusión que golpeó ahora a su mente se disparó a unos
niveles cruelmente extremos, al no poder comprender cómo aquello
seguía ocurriendo después de haber pedido ayuda.
¿Mamá y papá no han hablado con él? Ella me prometió que lo
haría…me prometió que ya no ocurriría más...”
“_Mira, esto es para ti_, le dijo en otra ocasión mostrándole una
preciosa piedra roja que parecía un rubí_. Tú estate quieta, déjate tocar y
luego te la regalaré.
El miedo, el asco y la vergüenza que ya impregnaban todo su ser le
impidieron volver a pedir auxilio, gritar, o hacer algo que no fuera
quedarse quieta, permitir que la sobara y finalmente aceptar la preciosa y
brillante piedra roja sintiendo una insoportable repugnancia hacia sí
misma.
En su mente comenzaron a colarse pensamientos que le hablaban de
suciedad, de castigo divino, de culpa…y de ser una puta de tan sólo diez
años que ya estaba condenada a quemarse en aquel terrorífico fuego
eterno del que había oído hablar en numerosas ocasiones.
Todos los domingos y fiestas de guardar acudía a misa con su
familia y frases como “Señor, no soy digna de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme”, le recordaban una y otra
vez que ella ya no era digna del amor de Dios. Los curas sermoneaban
una y otra vez sobre la pureza de la Virgen María y cómo las mujeres
tenían que seguir su ejemplo, manteniéndose limpias y castas.
Yo no soy pura, Dios ya no me quiere, se decía llorando
desconsolada y asustada, cada vez que Agustín volvía a escurrirse bajo
el manto callado de la noche.
Pasaron los días, las semanas, los meses…y finalmente perdió toda
esperanza de que llegara aquella protección que tanto le había costado
buscar en su día. Ocasionalmente volvió a hablar del tema con sus
hermanas, pero de nada sirvió, pues todo permaneció igual.
Paulatinamente fue encerrándose más aun en sí misma y en el mundo de
maravillosas fantasías que fue creando en su mente, en las que algún día
un príncipe azul la querría por encima de todo y con el que tendría unos
hijos preciosos a los que dar todo el amor que había encerrado bajo llave
en su corazón.
El desconcierto, la decepción y el desgarrador sentimiento de
abandono y de no ser lo suficientemente querida por sus padres, se
fueron convirtiendo en un odio extenuante hacia ellos, hacia ella misma
y hacia el mundo entero.
Su existencia, cada vez más fría y gris, había pasado de ser aquella
en la que durante un corto tiempo había albergado un atisbo de
esperanza, a un desierto totalmente devastado en el que la desesperación
le iba robando cada día un poco más de su infancia y de su ya deshecha
inocencia”.

Tenerife
Mayo 1978 - Diario

“Hola: Cuando sea mayor tendré una casa muy bonita, con jardín y
muchos animales. Me encantan los animales, todos menos las arañas.
Mis hijos serán muy felices y yo jugaré y hablaré mucho con ellos. Les
diré cuánto les quiero y nunca dejaré que se sientan abandonados por mí.
Qué ganas tengo de ser mayor y de que vengan ya…siento que he
venido a la Tierra sólo para eso…
Mi marido será un hombre guapo y nos querremos mucho. No me
hablará como papá a veces habla a mamá, no se enfadará conmigo, ni
con nuestros hijos. Cuando papá grita siento mucho miedo, no me gusta
que se enfade. Nunca viene a hablar ni a jugar conmigo, ahora sé que no
me quiere, ni mamá tampoco.
Ya no les necesito, yo sola saldré adelante. Algún día podré irme de
esta casa para no volver nunca.
Mi Amiga del Cielo me sigue hablando a veces y me dice que
confíe, que todo va a ir bien y que este dolor algún día tendrá un sentido.
Yo todavía no puedo verlo…”
Has podido ver con claridad cómo se fraguó el autoengaño con
respecto a mi fuerza y mi invulnerabilidad, que devino en la falsa creencia de
que no les necesitaba. Las heridas del abandono y la seguridad habían
cristalizado en mí, y al sepultar la tristeza, el miedo, el abandono y la soledad
para no volver a sentir aquel dolor desgarrador, mi mente creó el consiguiente
sistema de pensamientos: “no me quieren, ni yo a ellos”, “buscaré el amor
fuera de aquí”, “yo sola puedo con todo”, “no necesito a nadie”, “si me
muestro frágil el mundo me hará daño”, “que les den”, etcétera.
Inconscientemente había sepultado mi angustia de abandono e
inseguridad tras la máscara de aquella fortaleza ficticia, y como ya sabes, las
emociones que me permitieron mantener esa mentira durante años fueron el
enfado y la culpa, dirigiéndolos tanto hacia mí misma como hacia los demás.
V: Mapa de acción

Si has llegado hasta aquí, es buena señal. Una parte de ti al menos ha


sentido curiosidad. Pero con el corazón en la mano te digo que el primer paso
y el más importante si quieres hacer un cambio real, es que tienes que haber
llegado a un punto de hartazgo tal en tu vida, que estés decidida a implicarte
y a comprometerte de verdad en este trabajo contigo misma. Si no es tu
momento no pasa nada, está bien así. Puedes dejar el libro o seguir leyéndolo
si te apetece, y muy probablemente algún día dentro de unos meses o unos
años lo verás en tu estantería y dirás: “¡Ya está bien!” “¡Ahora sí!”
Si sientes que es ahora cuando realmente quieres adquirir este
compromiso, te prometo que si creas en tu vida los hábitos que estoy a punto
de mostrarte, vas a experimentar auténticos milagros. ¿Estás lista? ¡Vamos
allá!
En cuanto sientas la emoción desagradable, que generalmente será el
enfado, la culpa, o alguna proyección para no sentir la verdadera emoción
que tu ego quiere ocultar, lo primero que vas a hacer es reconocer y aceptar
que en este momento estás enfadada o juzgando a alguien para tapar lo que
sientes verdaderamente. Es en este instante crucial cuando tienes la
oportunidad maravillosa de elegir: o sigues la ruta automática de esa energía,
que es lo que llevas años haciendo, o decides atreverte a probar algo
diferente. Los primeros días será suficiente con que llegues a esta toma de
consciencia, aunque no vayas más allá.
Te aseguro que una parte de ti no soportará continuar haciendo lo mismo
ahora que eres consciente de que lo estás haciendo. Será suficiente con que te
digas a ti misma: “ahora mismo veo que estoy enfadada con esta persona o
situación, y sé que cuando siento enfado, estoy desoyendo la emoción
auténtica que mi niña interior trata de mostrarme”. O también: “ahora estoy
juzgando a esta persona o a mí misma, y sé que cuando juzgo, estoy negando
la auténtica emoción de mi niña interior”. Después de unos días practicando
esta nueva presencia en ti, notarás cómo necesitas profundizar más, querrás
buscar la emoción genuina, pues te estarás acercando a tu verdadero Ser, a la
Consciencia, y ésta no soporta vivir en incoherencia. Verás también que a
pesar de tus avances, al principio el automatismo del enfado, los juicios y la
culpa intentarán volver a recuperar su terreno. No te preocupes por eso, irán
perdiendo fuerza a medida que vayas progresando con tu insistencia.
Cuando te veas en ese momento de ir a buscar la emoción, tómate unos
segundos para respirar profundamente y deja que tu cuerpo te hable. Lo hará.
Las emociones siempre aparecen en forma de alguna tensión, un nudo en la
garganta o en el estómago, agitación, debilidad en las piernas, temblor en las
manos, etcétera. Sólo necesitas darte el tiempo para ir en su busca. Respira y
siéntelo, con cada nuevo intento será más fácil, ya verás. Ahora ya sabes que
el enfado o la culpa no son lo que sientes realmente, ahora estás preparada
para encontrarte con tu verdad. ¿Cuál es? ¿Es tristeza? ¿Soledad? ¿Miedo?
Cuando la hayas detectado, pregúntate y observa cuál de las tres heridas ha
abierto en ti esa situación concreta que estás viviendo:

Herida de abandono: situaciones de pérdidas afectivas,


desengaños amorosos, traiciones o rechazos. La emoción es la
tristeza, el vacío.

Herida de valoración: situaciones de ser incomprendida,


juzgada, no reconocida o respetada. La emoción es la soledad.

Herida de seguridad: pérdidas de trabajo o de dinero,


situaciones de incertidumbre, vulnerabilidad e impotencia. La
emoción es el miedo.

A la hora de reconocer la emoción, puede que algunas veces estés


inmersa en situaciones tan caóticas que parezcan emerger las tras heridas a la
vez, pero si te tomas el tiempo para respirar profundamente, calmar tu mente
y observar dentro de ti, verás que una de ellas es la que más te está doliendo
en ese momento.
El siguiente paso es colocarte frente a un espejo. Después de haber
detectado la emoción y saber de cuál de las tres heridas se trata, te vas a
poner de pie frente a un espejo y vas a tomar dos o tres respiraciones
profundas mientras te miras a los ojos.
En tu mirada vas a buscar a tu niña de tres años y vas a llevar esa
emoción a la infancia, a esa niña pequeñita. Al principio probablemente te
costará conectar. No importa, tú insiste. Te prometo que merece la pena y que
tu niña está deseando que lo hagas. Y un buen día, cuando menos te lo
esperes, ahí la verás. Y llorarás…mucho. Y tus lágrimas empezarán a limpiar
todas aquellas palabras de odio y de desprecio con las que te has hablado a lo
largo de los años. Será el comienzo de un final, el final de esa etapa oscura de
tu vida en la que no recordabas el alma fuerte, sabia y amorosa que eres.
Recuerda que cualquier emoción que sientas ahora, ya la sentiste cuando
eras pequeña. La estás viviendo otra vez porque la herida necesita abrirse
para poder ser sanada, y seguirá abriéndose una y mil veces, hasta que te
decidas a entrar en ella desde el amor, la comprensión y el perdón.
Así que ahí de pie frente al espejo, cuando sientas que has conectado con
tu niña, vas a empezar a hablarle. Si por ejemplo se trata de una herida
afectiva (de abandono o de no sentirse querida), le puedes decir palabras
como: “me doy cuenta de que estás triste y de que te sientes muy sola. Quiero
que sepas que yo estoy contigo y que te acepto y te quiero con todo lo que
sientes en este momento. No eres tonta ni ridícula por sentirte triste. Eres
muy pequeña y comprendo que esta situación es muy dolorosa para ti. Yo
estoy ahora contigo y no te voy a dejar sola, estamos juntas en esto. No sé
cómo vamos a solucionarlo, pero yo estoy aquí contigo, yo me hago cargo
ahora. Ya no estás sola, mi niña preciosa, vamos a ser una con todo eso que
sientes. Te quiero”.
Dependiendo de la herida de la que se trate, tú misma encontrarás las
palabras que necesites decirle: “Veo que te sientes muy vulnerable y asustada
en esta situación y quiero que sepas que yo te acepto y te quiero con tu
fragilidad. Te mereces vivir una vida bonita y tranquila, y lo vamos a lograr.
Ahora yo estoy contigo”. “Comprendo que te sientas tan sola. No es tu culpa
que los demás no puedan ver lo valiente y maravillosa que eres. Tu luz no
puede desaparecer porque ellos no puedan verla, yo ahora sí te veo y te
quiero mucho. Ya no estás sola, estoy aquí contigo”.
Recuerda que si la emoción sigue siendo el enfado, con él estás tapando
el sentimiento genuino, así que deberás preguntarle a tu niña qué es lo que
siente realmente e insistir hasta que llegues a la tristeza, la soledad,
inseguridad, etcétera. Si ves que te cuesta salir del enfado, dale rienda suelta
y deja que tu niña se explaye con todo lo que necesita expresar. Pero después
tienes que seguir avanzando e ir más allá pues si no, no servirá de nada. Sólo
habrás descargado una rabieta caprichosa de tu niña, no sanarás la herida que
subyace y todo permanecerá igual.
Practicar esto te va a ir llevando cada día a nuevas partes de ti que habían
permanecido enterradas bajo las máscaras que habías construido. Te darás
cuenta de que hay una voz en ti que es pequeña, que no sabe o no puede
hacer lo que le exiges, y que todo eso que habías diseñado para protegerte tan
sólo era una coraza, tus personajes, tu ego. Verás que aceptando y amando
esa pequeñez en ti, encontrarás tu esencia, tu verdadera fortaleza, y
descubrirás que no hay nada más maravilloso que poder decir “soy pequeña y
no sé”. Ya no hay lucha, ni comparación, ni tienes que demostrar nada, te
despojas realmente de todo lo que tu mente ha construido y te quedas en tu
esencia. Es una nueva mirada con la que te ves a ti misma, una mirada de
aceptación, de comprensión y de amor. En vez de desperdiciar tu energía
atacando y juzgando fuera o hacia ti, que es lo único que antes sabías hacer,
ahora la empleas en desarrollar el amor, y los cambios en tu vida son
brutales: te sientes en paz, todo se vuelve fácil, vives en consciencia.
Puedes empezar a hacer el cambio desde este mismo instante, eligiendo
afrontar cada situación con esta nueva actitud. Al atender y escuchar de esta
manera a tu niña de tres años, cuidándola, queriéndola y respetándola, poco a
poco podrás ir contactando también con la niña de siete y la adolescente. Te
recomiendo que te dediques de lleno con la de tres al menos durante un mes,
y cuando veas que te resulta fácil sentirla y comunicarte con ella, empezar
con la de siete o la adolescente, en función de qué herida sea la que te toque
trabajar.
Una vez que adquieras el hábito de hacer este ejercicio en lugar de
enfadarte o quejarte ante la situación que estés viviendo, comprobarás que
todo lo que la vida te trae es para tu crecimiento y que era tu mente la que lo
convertía en un problema y en malestar. De esta manera, el exterior se
convierte en el termómetro más fiable para que puedas ver qué tal vas con tu
trabajo interior: observando qué situaciones están apareciendo en tu vida, si
hay algo que te duele y te afecta, ahora ya sabrás que es algo que tiene que
ver contigo y con tus heridas aún sin sanar, y no con las personas implicadas
o la situación en sí. Esas personas, sin ellas saberlo en realidad son
“mensajeros” que la Vida pone en tu camino para que puedas verte, así que lo
mejor que puedes hacer cada vez que algo que te dicen o te hacen te duela, es
darles las gracias mentalmente por ayudarte a ver que tienes que hablar con tu
niña.
Lo único que necesitas hacer es reconocer y sentir las emociones que esa
situación te genera y saber que es una oportunidad para sanarlas, para amarte,
para encontrarte, pues esas emociones fueron en su día el camino de salida
del Ser, y ahora son el puente de regreso. Cada vez te resultará más fácil
aceptar y abrazar tu vulnerabilidad, tu inseguridad, tu tristeza y todos tus
miedos. Serás más sincera contigo misma y podrás asumir que todo lo que
sientes nace de ti, que nada puede venir de fuera. Comprenderás que el
exterior es un reflejo que te muestra lo que te falta por abrazar y sanar en ti.
Cuando hayas convertido esto en una práctica diaria en tu vida, además
del espejo se te ocurrirán otras formas diferentes de mantener un contacto
cercano y continuado con tus niñas. Yo por ejemplo, cuando voy caminando
por la calle me gusta imaginarme que voy de la mano con la de tres años, y le
voy hablando mentalmente. Nos lo pasamos genial, me río mucho con ella
(las primeras semanas lloramos mucho juntas, ella necesitaba sacar mucho
dolor). A veces, cuando lo siento así, incluso voy con las tres a la vez (debo
decirte que pude empezar a hacerlo de esta manera tras varios meses
practicando el ejercicio en el espejo, muchas veces al día).
A medida que iba avanzando en mi reconexión con mi niña
interior, me iba resultando cada vez más fácil hablar con ella. Esto dio paso a
empezar a sentir también a mi niña de siete años y a mi adolescente. Cada
situación molesta que aparecía en mi vida se había convertido en un tesoro
que me podía conducir hasta mi centro, hasta mi verdad interna. Llegó un día
en que mi niña de tres años me guiñaba los ojos y me sonreía nada más
ponerme ante el espejo, y supe entonces que mi herida del abandono estaba
curada. Y empezó a emerger otro sentimiento en mí, ya no tanto de miedo o
soledad, sino de sentirme incapaz e impotente. La incertidumbre con mi
situación económica seguía presente, y ahora, en vez de miedo, la emoción
que emergía en mí era la impotencia. Entrando en ella ante el espejo, pude
ver a mi niña de siete años y a sus pensamientos, que le decían que era
incapaz, tonta, inútil y una fracasada. Me empleé a fondo con ella, hablándole
a diario nada más despertarme, por la noche antes de acostarme, y durante
todo el día cada vez que iba al baño:
“Veo tu impotencia, veo que te sientes incapaz de solventar esta
situación. Eres muy pequeña y es lógico que te sientas así. No eres tonta, ni
una inútil, ni una fracasada, es sólo que eres muy pequeña y esta situación se
te hace grande. No pasa nada, yo te acepto y te quiero con todo esto que
sientes, y quiero que sepas que yo ahora me hago cargo. Yo soy la adulta y
yo sí puedo, yo sí soy capaz de hacerle frente. Aún no sé cómo lo voy a
solucionar, pero tú quédate tranquila, ya no estás sola”.
A medida que iban pasando los días, pude sentir físicamente cómo
algo se abría en mi pecho cada vez que le decía “yo soy la adulta, yo sí
puedo, yo sí soy capaz, yo me hago cargo”. Empecé a sentir una nueva fuerza
en mí, un nuevo convencimiento de que era cierto lo que le decía a mi niña
interior. Mientras ella se iba tranquilizando, yo me sentía cada vez más
fuerte, más segura y confiada ante la situación, aunque ésta aún no había
cambiado en absoluto. Esta liberación de mi niña trajo consigo recuerdos de
momentos de mi infancia que tenía olvidados. Al abrir la puerta a través de la
comprensión y el amor, mi mente empezó a mostrarme memorias de
situaciones que había vivido con siete, ocho, nueve y diez años, que estaban
directamente relacionadas con mi sentimiento de poca o nula valía: en el
colegio me gustaba poner un punto rojo un poco más grande de lo normal al
acabar los dictados, así quedaba más bonito. La profesora me regañó varias
veces hasta que tuve que claudicar, doblegarme, y hacerlo como los demás
niños, con el punto azul pequeño. El mensaje que quedó grabado en mí fue
que tal como yo era, lo hacía mal, no era válida. Pocos años después, me pasó
algo parecido con otra profesora en otro colegio. En las operaciones de
matemáticas me gustaba poner una línea roja antes del resultado final, y la
profesora, igual que la de años atrás, me obligó a hacerlo como los demás
niños. Si aquello hubiera afectado a mi rendimiento tal vez lo habría
entendido, pero al no ser así, de nuevo el mensaje que se grabó en mí fue que
mi manera de hacer las cosas era incorrecta, que no era bueno querer poner
creatividad y color en lo que hacía.
Con cada nuevo recuerdo que emergía en mi mente, me ponía a
trabajar con aquella niña y a decirle que me parecía perfecta siendo tan
creativa, original y artística, y que a partir de ahora podía volver a actuar así
cuando quisiera. Esto paulatinamente fue trayendo algunos cambios en mi
vida, cada vez me notaba más libre, más segura, más feliz. Cada dos por tres
tenía momentos reveladores, se me hacían evidentes los pensamientos y las
creencias que hasta entonces habían estado ocultos en mi inconsciente, y al
verlos tan claros, podía cambiarlos enseguida. Una de estas ocasiones me
llevó a otro nivel, pues implicó a otro ser humano, y me encantó evidenciar
que cuando nos sanamos, lo que nuestro Ser necesita es ayudar a otros: había
ido a una ferretería para hacer copias de unas llaves y el chico se veía
inseguro, pues tenía problemas a la hora de manejar la máquina. Estaba
tardando más de lo normal y en mi mente aparecieron pensamientos del tipo
“no debe de ser tan difícil copiar unas llaves”, “seguro que cuando las pruebe
en casa, alguna no va a abrir, ya verás”. Me di cuenta al instante de que se
había activado esa parte de mi mente que juzga automáticamente cuando algo
no le sale como quiere, y pensé que mi niña me estaba mostrando cómo mi
inconsciente aún le hablaba cuando ella se veía en una situación similar, así
que decidí hacer con aquel chico lo mismo que llevaba tiempo haciendo con
mi niña. Planté firmemente mis pies en el suelo, apoyé las manos en el
mostrador, y mirándole, a tan sólo tres metros de mí pasando el mal rato con
las llaves, comencé a enviarle estos pensamientos: “Tú puedes. Tú eres capaz.
Eres un chico muy inteligente y muy valiente, atreviéndote a hacer algo que
aún no dominas del todo. Te admiro por intentarlo y sé que eres capaz de
hacerlo. Te quiero”. Al llegar a casa, todas las llaves abrieron sin ningún
problema.
La adolescente me tiene cada vez más fascinada, cuanto más la
conozco más la admiro y la respeto. Es tan valiente, fuerte y decidida...y yo la
tenía totalmente apocada por la culpa y los juicios hacia sí misma. Mi primer
reencuentro con ella fue algo realmente mágico: iba con mi hija en el coche y
de pronto me pidió nombres de cantantes o grupos musicales de mi juventud.
Empecé a nombrarle a Alaska y Dinarama, Sabina, Status Quo, Eagles,
Supertramp y muchos más, hasta que de repente sin saber por qué, le dije:
busca “Y voló”, de Los Pecos. En cuanto empezó a sonar la canción estallé
en un llanto repentino e incontrolable, y ante su cara de sorpresa la tranquilicé
explicándole que algo se había abierto en mí y que era muy bueno que
pudiera sacar aquel dolor (mi hija y yo estamos acostumbradas a hablar
abiertamente de nuestro mundo emocional, así que lo comprendió al
instante).
Me pasé los dos días siguientes escuchando la canción una y otra vez
como una posesa, mientras mis lágrimas parecían no tener fin. Sabía que
estaba limpiando algo profundo e importante de mi yo adolescente y estaba
preparada y decidida a permitirle expresar su tristeza y su vacío como ella
necesitara hacerlo. Sabía que era sagrado y vital hacerme cargo. Una vieja
herida que hablaba de la soledad y de la incomprensión que había vivido en
mi juventud se abrió ante mí con aquella canción que llevaba años sin
escuchar y con la que tanto había llorado a mis quince, dieciséis y diecisiete.
Llevaba bastantes meses haciendo el trabajo con mi niña de tres años
y un par de ellos con la de siete, y sin yo saberlo había abierto la puerta de
acceso a mi adolescente.
No encuentro las palabras para explicar la felicidad y la plenitud que
empecé a sentir los días siguientes, cuando aún bañada en lágrimas, empecé a
hablar con ella también frente al espejo. Me hablaba de lo sola, incapaz y
culpable que se había sentido durante todos estos años, me traía imágenes y
recuerdos que al igual que con la niña de siete también tenía olvidados, y
escuchándola con esta nueva disposición para comprenderla, cada día iba
encontrando en ella nuevos motivos para respetarla, admirarla y quererla más
y más.

El valor del ejercicio diario con tu niña interior:


La importancia de este ejercicio radica en que aunque conscientemente
pensemos que sí merecemos ser amadas, en el fondo no nos lo creeremos de
verdad mientras no hayamos reparado todo aquel dolor. ¿Recuerdas las
creencias que se forjaron en ti cuando aún eras muy pequeñita? “Si mis
padres no me hacen caso, o no me comprenden, o no me escuchan, etcétera,
no merezco ser querida” (porque soy imperfecta, o mala, o tonta, o torpe…).
Es la primera creencia inconsciente que construimos en nuestra mente y que
dio lugar a las miles que vinieron detrás.

¡NO
MEREZCO
SER
QUERIDA!
Créeme, si pudieras contar las millones de veces que te has repetido
estas cuatro palabras a lo largo de tu vida sin darte cuenta de que lo hacías,
ahora mismo te echarías a llorar.
Como ya te he contado, todos los días, nada más levantarme, voy al
baño y lo primero que hago es mirarme al espejo. Me centro en mis ojos y
busco a mi niña de tres años, para ver si está bien o si hay algo que la esté
perturbando. Al principio me costaba acordarme de hacerlo, pero a base de
insistir al final conseguí que si algún día se me olvidaba, en el trayecto a la
cocina para prepararme el desayuno una vocecita interior me decía: “Eh, que
no me has preguntado cómo estoy”. Entonces me paraba en seco, sonreía, y
volvía al baño. No es algo sólo importante. Es sagrado. Ahora sé que yo soy
lo más valioso que tengo y que según lo que haga conmigo, así serán los
frutos en mi vida.
En la actualidad, por lo general a mi niña le basta con ese primer saludo
matinal para empezar el día contenta. La miro a los ojos y enseguida sé cómo
se siente. Si todo está bien, que ahora es prácticamente cada día, me sonríe y
abre y cierra los ojos rápidamente, como jugando conmigo. Si está inquieta
por algo, también lo siento enseguida. Noto alguna tensión en mi cuerpo o en
mi cara, y entonces me quedo de pie, mirándola a los ojos, respirando
despacio y profundamente hasta que la emoción aparece. Cuando me doy
cuenta de qué es lo que estoy sintiendo, empiezo a hablarle, como te he
contado más arriba: “no estás sola, veo y comprendo tu miedo. Eres la
persona más importante de mi vida. Te quiero y te acepto completamente,
con el miedo que estás sintiendo ahora. La verdad es que esta situación es un
poco confusa y tienes motivos para sentirte así. Te acepto y te abrazo con tu
miedo, quédate tranquila que yo ahora estoy contigo y nada malo puede
pasarte. Yo me hago cargo de la situación, tú sólo descansa en mí”.
Y le sigo hablando de esta manera, hasta que siento que de verdad se ha
tranquilizado y puede sonreírme y hacer eso tan gracioso que hace con sus
ojitos. Muchas veces aparece la niña de entre los siete y trece años, y otras la
adolescente, según la herida que se haya abierto en mí, y con todas ellas
aplico el mismo ejercicio. Hay una diferencia abismal entre vivir las
situaciones “problema” de esta manera tan consciente y amorosa, y vivirlas
como solía hacerlo antaño, enfadándome ante cualquier cosa que no se
ajustara a mis deseos.
Después, a lo largo del día, prácticamente cada vez que voy al baño
vuelvo a mirarlas para saludarlas y recordarles cuánto las quiero. O si por
ejemplo estoy en el salón escribiendo, o en la calle haciendo cualquier cosa y
de pronto siento algún tipo de malestar, sé que hay algo que tengo que
revisar. Antes me levantaba para ir al espejo o esperaba hasta llegar a casa,
pero con los meses de práctica ahora me basta con tomar un par de
respiraciones profundas, visualizar a mis niñas hasta que la emoción se hace
clara, y entonces la reparo. La acepto, la vivo, la contemplo como una
oportunidad para seguir sanando. Ya no me quejo, eso quedó atrás. Te repito
que vas a experimentar verdaderos milagros en tu vida si adquieres la
costumbre de practicar este ejercicio tan sencillo, pues como dijo el gran
Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Reflexiones
Nos han educado para saludar y dar los buenos días a todos los que se
cruzan con nosotros por la mañana, ya sea a nuestros seres queridos en casa,
después en el trabajo, o a los vecinos del barrio en la calle. Y hacemos lo
mismo a cualquier hora del día cada vez que vemos a alguien a quien
apreciamos, e incluso con los simples conocidos. Después de un tiempo
haciendo este ejercicio, un día me planteé qué diferente habría sido mi vida y
la de la mayoría de nosotras si nos hubieran enseñado también lo
imprescindible y prioritaria que es esta atención amorosa hacia nosotras
mismas.
¿Cómo crees que una madre va atender mejor a sus hijos desde el
comienzo del día? ¿Teniendo encerradas en su inconsciente las heridas de su
niña interior, o habiéndola escuchado y tranquilizado antes de darles el beso
de buenos días y prepararles el desayuno? ¿Cómo crees que esta mujer
afrontará de una manera más tranquila y confiada los desafíos que se
encuentre en el trabajo o en sus relaciones personales? Sí, ya sé que no has
tardado en responder. También sé cuál ha sido tu respuesta.
A estas alturas ya sabes que tus heridas se van repetir en tu vida una y
otra vez hasta que las sanes, y que sólo podrás cambiar esto trabajando y
desarrollando el amor hacia ti misma. Cuando comprendas que esto es así y
des los pasos necesarios, tú misma harás que el malestar que antes generabas
desaparezca, pues al haber atravesado y trascendido el dolor, ya no
necesitarás seguir reviviéndolo. Es así de simple. Seguirás avanzando y
creciendo en tu vida, pero ya no tendrá que ser a través del sufrimiento y la
frustración, pues habrás accedido a un nivel superior de conciencia.
Las nuevas emociones que vas a ir generando en ti a partir de ahora
(paz, gratitud, alegría, amor, plenitud…), irán desmontando progresivamente
la programación mental que iba asociada a tu anterior forma de sentir, y se
forjarán nuevas creencias en ti, acordes a estas emociones que sí puedes
sentir ahora. Por ejemplo: antes juzgabas y te enfadabas cuando alguien te
hablaba mal, y así no te permitías entrar en la tristeza que ese gesto activaba
en ti. Como no sabías mirarte con amor, era muy fácil que te doliera
prácticamente cualquier cosa que te ocurriera o te hicieran, pues sin tú
saberlo, eras como una herida abierta andante. En esa situación, una creencia
inconsciente asociada a la tristeza que mantenías oculta podría ser: “no
merezco que me quieran”. ¿Recuerdas cómo funciona? Después, como no
querías sentir el dolor que esa creencia, aunque era inconsciente, te producía,
huías de él enfadándote y juzgando a los demás, o sintiéndote culpable.
Primero saltaba el automático de las creencias inconscientes que el ego fue
construyendo con cada herida, y luego negabas la emoción auténtica. Y así,
sin darte cuenta, generabas una ansiedad y una frustración constantes en tu
vida.
Tras haber realizado el trabajo interior y haberte permitido sentir esa
tristeza dándote mucho amor y comprensión, habrás trascendido las viejas
creencias y ahora podrás vivir con otras muy diferentes: “soy digna de ser
querida”, “soy capaz de afrontar esta situación”, “soy una persona muy fuerte
y valiente, con todo lo que he superado”, “el mundo es un lugar seguro”, “me
permito sentirme vulnerable, no hay nada de malo en ello”. De esta manera,
irás dándote cuenta de que las palabras, actitudes o situaciones externas que
antes te dolían habrán dejado de afectarte, pues ya no habrá herida en ti. Sólo
habrá amor, y al amor no se le puede hacer daño. Como dijo el escritor
francés Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”.
Con el tiempo, dejarás de atraer a tu vida aquellas situaciones en las que
sentías las viejas emociones, pues ya no habrá nada que trabajar con respecto
a ellas. Al ver a las mismas personas que antes “te hacían daño” actuando
bajo sus patrones automáticos, serás capaz de mirarles sin juzgarles, pues ese
amor y esa comprensión que te has dado a ti misma, automáticamente se
proyectarán en el exterior. Como bien sabes, lo que es dentro es fuera, todo lo
que ves en el exterior es un reflejo de lo que hay en tu mente, así que si de
verdad has dejado de juzgarte y de hacerte daño a ti misma, es imposible que
lo hagas hacia fuera. Como nos dice UCDM, lo que percibimos es
simplemente del reflejo de cómo nos vemos a nosotros mismos, es decir,
cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos estamos viendo a
nosotros mismos. Y como ya te he dicho, ésta es tu única función en
el mundo, tu propósito divino: verte a ti misma y a los demás a través de tu
propia inocencia, sabiendo que somos todos Uno y que ellos son tan
inocentes y dignos de amor como tú.
A continuación transcribo un párrafo de UCDM que en este punto nos
viene como anillo al dedo:
“A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno
en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha
Mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo posible para corregirlos. Tienes
el poder de obrar milagros. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos
juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada, todo el mundo se
beneficia a través de tu santa visión”.
Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que todos nosotros anhelamos? ¿No
buscamos que los demás nos miren sin juzgarnos, con una comprensión y un
amor incondicionales? Pues bien, el modo de obtener lo que quieres, es darlo.
De verdad te digo que cuando puedas comprender la liberación que esto que
te estoy diciendo va a traer a tu vida, vas a desear hacer lo que sea necesario
para que pase a formar parte de ti.
Retomando el tema de las creencias y cómo al cambiarlas
transformamos nuestra vida entera, en el capítulo de la física cuántica te
explicaré cómo al grabarse una nueva creencia en nuestra mente, ocurre que
las células vibran en esa nueva frecuencia y el inconsciente buscará nuevas
experiencias que vibren en consonancia. Lo hará programando el
cerebro con conexiones neuronales que permiten que esa creencia se pueda
ejecutar a nivel de comportamiento y de experiencias. En definitiva, verás
cómo la ciencia nos ha demostrado todo esto que te estoy diciendo: el cambio
ocurre primero dentro y después se manifiesta fácilmente afuera.
Es por esto por lo que no me canso de decir que los conceptos de fuerza
de voluntad y sacrificio que tanto nos han inoculado a la hora de lograr
cambios y objetivos, es una estupidez fruto de la ignorancia, pues no
podremos ser efectivas y coherentes a la hora de pasar a la acción mientras no
hayamos hecho ese cambio en nuestro interior. Y como vengo repitiéndote,
sólo podremos hacerlo a través del amor, que es la auténtica vibración de
nuestra esencia.
Por lo que leíste en el primer capítulo, ya sabes que ese amor que es tu
verdadera naturaleza ha venido en forma de semilla. Esto significa que
tenemos que desarrollarlo ahora, pues como también te he explicado, de
niños no aprendimos a hacerlo. Y en este punto sí tengo que hablarte del
esfuerzo, que no sacrificio: no nos enseñaron a tratarnos con amor, sino a
exigirnos y a enfadarnos con nosotras mismas cuando no cumplíamos con las
expectativas que venían impuestas desde fuera. Aprendimos que
mientras tengamos defectos no seremos dignas de ser queridas, y debemos
comprender que el esfuerzo que sí nos corresponde hacer ahora es aprender
poco a poco a aceptarnos y a amarnos tal como somos, pues así como en la
exigencia y el sacrificio no hay amor, en el esfuerzo sí puede haberlo.
Al trabajar y desarrollar esta nueva relación contigo ti misma, te
resultará cada vez más fácil hacer el esfuerzo para lograr lo que sea que te
hayas propuesto cambiar en tu vida y lo harás por amor, el mismo amor que
te impediría hacer daño a una niña inocente de tres, siete, o quince años.
Recuerda los tres potenciales con los que vinimos, y que en la niña de tres
años encontrarás la clave para desarrollar todo eso que dejaste bloqueado en
ti. Recuerda también que eres lo único que tienes realmente, y que lo más
importante que has venido a hacer es a trabajar este amor hacia ti misma.
Citando a Doña Magdalena, una curandera mejicana con la que
Jodorowsky se maravilló al ver sus sanaciones milagrosas: “Tú misma, tal
como en realidad eres, te estarás esperando al final del camino”.

“Deseas ser feliz. Deseas la paz. No lo has logrado todavía porque tu


mente no tiene ninguna disciplina, y no puedes distinguir entre la dicha y el
pesar, el placer o el dolor, el amor y el miedo.
Ahora estás aprendiendo a diferenciar entre unos y otros. Y grande en
verdad será tu recompensa cuando lo logres.
Tu decisión de querer ver es todo lo que requiere la visión.
Lo que quieres se te concede.
No cometas el error de creer que el pequeño esfuerzo que se te pide es
una indicación de que nuestro objetivo es de poco valor. ¿Cómo iba a ser la
salvación del mundo un propósito trivial? ¿Y cómo podría salvarse el mundo
si no te salvas tú?
…Con tu decisión de querer ver, se te da la Visión”

(Lección 20 – UCDM): “Estoy decidida a Ver”


VI: El inconsciente Familiar

Abordar este tema es fundamental para que te resulte más fácil entender
de dónde viene esta tendencia al mutismo y a la negación cuando ha ocurrido
el abuso sexual en la familia. Como te conté en el capítulo 3, a mí me alivió y
me liberó muchísimo saber que existe este inconsciente en todos los sistemas
familiares, pues así pude comprender que mis hermanos, al no aceptar los
abusos como algo que pertenecía a todo el clan y al no asumir que todos mis
conflictos eran fruto de aquella experiencia vivida en mi infancia,
simplemente obedecían a un programa ancestral que estaba muy por encima
de su voluntad individual.
Así como todos convivimos con nuestro ego, esa parte inconsciente de
nuestra mente de la que ya te he hablado, coexistimos también entre una
miríada de energías invisibles que forman parte de nosotros y de nuestra vida,
nos guste o no, y seamos conscientes de ello o no. Como ya he explicado en
capítulos anteriores, mientras sigamos atrapados en el automatismo de
nuestra mente inconsciente, ésta seguirá dominando el 95% de nuestros
pensamientos, emociones y decisiones diarias, llevándonos a preguntarnos
muchas veces por qué siempre repetimos las mismas situaciones o atraemos
al mismo tipo de personas y circunstancias. Bien, esto ya está comprendido y
asimilado, y ya cuentas con el ejercicio del espejo para empezar a hacer
cambios reales en tu vida desde este mismo momento. ¿O tal vez hayas
empezado ya? (guiño con sonrisa y mucho cariño).
Pero, ¿qué pasa con el inconsciente familiar? ¿Qué es exactamente? Y la
pregunta más importante: ¿Puede influir en tu vida de la misma manera que
tu propio inconsciente individual? Veámoslo:
Partiendo de los trabajos y postulados establecidos en su día por Freud y
Jung, numerosas investigaciones han desarrollado posteriormente teorías
acerca de un tercer nivel inconsciente, que sería un escalón intermedio entre
el inconsciente individual y el colectivo, llamado inconsciente familiar o
inconsciente del clan. A ello han contribuido las propuestas de diferentes
autores entre los que destaca especialmente Alejandro Jodorowsky, quien ha
impulsado la aceptación del término de una manera más precisa, así como el
hecho de que a partir de los años setenta comenzó a aumentar el interés por el
árbol genealógico en Occidente, desde que se abordó por primera vez la
cuestión de la herencia transgeneracional.
. De la misma manera que el inconsciente personal se compone
fundamentalmente de todo aquello que hemos reprimido, olvidado o
bloqueado de lo que nos ha ocurrido a lo largo de nuestra vida y el
inconsciente colectivo está integrado por valores y arquetipos comunes a un
grupo, a una cultura o a un colectivo social, el inconsciente familiar es una
especie de inconsciente colectivo a pequeña escala en el que se guardan los
programas y patrones familiares. Todo clan familiar cuenta con su propia
historia y sus creencias, y éstas acaban convirtiéndose en una programación
inconsciente, formando un conjunto de memorias, sistemas de pensamiento y
actitudes que comparten las generaciones del pasado, del presente y del
futuro. De esta manera, el inconsciente familiar consolida el sentido de
pertenencia al grupo y la identidad de sus miembros sobre la base de la
historia común de la que forman parte. Dicho de otro modo, varias
generaciones de un mismo clan se relacionan y se desarrollan siguiendo los
dictados de este inconsciente familiar y de sus creencias, que provienen de las
memorias reprimidas de los sucesos traumáticos que vivieron las
generaciones anteriores. Todo lo que le sucede a un miembro del clan
repercute, a través del inconsciente familiar, en los otros miembros, muertos,
vivos, o aún por nacer (esto lo desarrollaré en el capítulo de la epigenética
transgeneracional).
Como miembros del clan, desde que somos concebidos recibimos
inconscientemente las memorias de todas las vicisitudes familiares, las
enfermedades, las tragedias y los traumas ocurridos con el propósito de que
puedan ser reparados, pero ocurre que en el inconsciente familiar existe
también una fuerza que es conservadora y paralizante. Su propósito es
mantener la estabilidad para garantizar la continuidad del clan, por lo que
todo debe supeditarse a unos patrones repetitivos que instintivamente se
vuelcan en el pasado, hacia lo conocido, buscando siempre la conservación.
Así, el clan rechaza la rebeldía, el ansia de libertad o el desarrollo de la
conciencia de cualquiera de sus miembros, porque esas iniciativas
provocarían situaciones desconocidas que pueden ocasionar inestabilidad y
poner en riesgo su supervivencia.
Aquí es donde entramos en juego las ovejas negras. Es como si hubiera
dos fuerzas luchando entre sí: una, la del miedo, la que proviene del grupo
familiar y que quiere que todo permanezca igual, y la segunda, la que
proviene de la Consciencia, que es siempre creadora y que desea la evolución
a través de la sanación. Esta trae consigo todas las posibilidades de
transformación que buscan el desarrollo de la conciencia del clan, y al
contrario que la anterior, no se alimenta del pasado sino de las posibilidades
futuras. Resumiendo, podríamos decir que el árbol genealógico es un
organismo que por imitación y buscando sobrevivir, intenta imponer a los
descendientes sus modelos aprendidos y limitantes a la hora de pensar y
actuar ante determinadas situaciones. Y al mismo tiempo influye sobre él la
fuerza creadora y amorosa de la Consciencia, que lo empuja desde ese pasado
de sufrimiento e inconsciencia hacia un futuro en el que todos sus miembros
hayan podido realizar el desarrollo de su verdadera esencia. Es por esto que
heredamos aquellas situaciones que fueron vividas con dolor y en silencio,
porque traemos con nosotras la capacidad de vivirlas de una manera diferente
y sanadora, para aportar una nueva información al clan.
Al mismo tiempo, tanto nosotras como nuestro árbol hemos recibido las
influencias de la cultura y la sociedad en la que hayamos crecido, que nos han
moldeado conforme a este patrón de imitación y repetición. Nuestro trabajo
como conciencia individual radica en liberarnos de esos límites, aportar una
información nueva a nuestro árbol y llevarlo hacia su realización espiritual.
En palabras de Jodorowsky: “El pasado quiere dar sentido al futuro, pero en
realidad es el futuro el que da un sentido al pasado, otorgándole un
significado nuevo”. Continuemos:
Si un miembro del clan adopta conductas que chocan con las que son
aceptadas por el grupo, los demás generalmente las considerarán una traición
y condenarán su actitud amparándose en las costumbres, creencias y
prejuicios inherentes al inconsciente familiar. Ante esta amenaza, el rebelde
deberá elegir entre la identidad, la protección, la seguridad y el sentido de
pertenencia que le aporta el clan, o su deseo de libertad y de crecimiento al
margen del grupo. Nuestra memoria instintiva nos hace creer que fuera del
clan somos frágiles y estamos en peligro, por lo que esta decisión no es fácil,
pero son precisamente estas iniciativas desafiantes las que enriquecen y hacen
progresar a un clan familiar, ya que muy probablemente fomentarán la
emulación entre otros miembros, así como la liberación de las siguientes
generaciones. Y el clan que no tiene la suerte de que emerja en él la figura de
esta disidente valiente, aparentemente se mantiene unido, pero de una manera
rígida e inerte, encaminándose sin darse cuenta hacia su desaparición.
Ante esa supuesta amenaza que he mencionado, la oveja negra siempre
tendrá dos posibilidades a la hora de actuar: seguir imitando los patrones
pasados y aprendidos del clan (miedo, enfado, lucha, sumisión, juicios,
quejas, culpas, victimismo, negación, etcétera), o aportar una salida nueva al
árbol permitiendo la liberación y el desarrollo hacia la Consciencia (perdón,
comprensión, expresión, amor…).
En definitiva, al hablar del inconsciente familiar nos estamos refiriendo a
un nivel de nuestra mente que está situado en un plano más profundo aún que
el propio inconsciente personal, y que contiene “memorias” de experiencias
ancestrales de nuestros antepasados que se reflejan en nuestra vida a través de
patrones de conducta, bloqueos emocionales, e incluso a una predisposición a
vivir determinadas experiencias. Gracias a la epigenética transgeneracional,
hoy sabemos que nuestro inconsciente conserva las memorias de nuestros
ancestros hasta la cuarta generación, y que no sólo heredamos las
características de nuestros rasgos físicos, sino también los traumas,
tendencias psicológicas y conductuales, conflictos emocionales y todo
aquello que se quedó sin resolver en nuestro sistema familiar.
Como ya hemos visto, todo lo que fue callado, oculto y guardado
en secreto, pasa a las siguientes generaciones en forma de experiencias
generalmente dolorosas y traumáticas, no como una forma de condena ante la
que no podemos hacer nada, sino al contrario, como una oportunidad sagrada
que viene con una fuerza arrolladora para que ahora sí, pueda manifestarse y
sanarse aquello que fue sepultado bajo el dolor, la soledad y la
incomprensión.
El inconsciente familiar es como una entidad que lo sabe todo y
que por amor, siempre buscará la manera de sacar a la luz lo que fue oculto
en el árbol genealógico, pero tendrá que lidiar con esas otras fuerzas que por
inercia y por miedo, prefieren que todo siga igual. Lo cierto es que ninguna
información se puede perder, no existe un secreto familiar que pueda callar lo
que de una forma u otra se tiene que manifestar, y lo hará a través de
síntomas, comportamientos, e incluso de enfermedades en los casos en los
que no se logra la liberación y la sanación a través de la comprensión y el
perdón.
De esta manera, casi todas las experiencias que vivimos tienen
relación con estas memorias familiares, y tenemos ahora en nuestras manos la
posibilidad de hacer lo que nuestros antepasados no fueron capaces o no
supieron hacer, y liberar así a las generaciones futuras del clan para que
puedan seguir evolucionando hacia la paz y el amor que realmente somos y
que todos estamos anhelando volver a experimentar. O por el contrario,
repetiremos las mismas acciones y decisiones que tomaron nuestras abuelas y
bisabuelas, y seguiremos perpetuando el dolor y los conflictos, hasta que
llegue al sistema familiar un alma lo suficientemente fuerte y despierta para
romper el ciclo definitivamente.
Es como si el inconsciente de un antepasado te susurrara al oído: “Yo
no pude hacer más y esto ha quedado pendiente; sácalo a la luz, libera al
árbol de esta limitación, perdona y trasciende este condicionamiento”. Así, el
clan se va enriqueciendo y liberando con las nuevas aportaciones de los
miembros que pueden comprender este sentido sagrado y que aceptan su
desafío con amor, en lugar de vivirlo como si fueran unas víctimas
impotentes atrapadas en un destino indeseable.
Cuando comprendes que tu experiencia no acaba en ti, sino que
continuará a través de tus hijas, nietos, sobrinas y bisnietos, te adueñas de una
visión superior y eres capaz de salir del pensamiento limitante y dual del
yo/tú, para empezar a verte a ti y a tu vida como una parte importante de la
Totalidad: esa Inteligencia Superior en la que todo está conectado,
funcionando en una continua y mágica interacción.

Los secretos familiares


Atendiendo a las conclusiones de Jodorowsky, que yo comparto al cien
por cien, todas las familias tienen secretos guardados, porque todos los seres
humanos hacen cosas de las que luego se arrepienten y las silencian. “El
secreto es como un animalillo inmortal que se pretende ocultar en una
generación, pero que en las siguientes reaparecerá ingeniosamente
disfrazado”.
Por vergüenza, por protección a los hijos o por diferentes miedos, hay
hechos y circunstancias que las familias pretenden mantener ocultos. Estos
secretos se manifestarán de diferentes maneras en las generaciones siguientes,
ya que lo que un antepasado calla, tendrá que ser expresado a través de uno
de sus descendientes. Los secretos más comunes tienen que ver con
enfermedades mentales, asesinatos, suicidios, violaciones, homosexualidad,
infidelidades, incesto, abusos, prostitución, exilios, cárcel, abortos…etcétera,
y frecuentemente aparecen en los descendientes por medio de accidentes,
fobias, repeticiones, psicosis, autismo, enfermedades congénitas, quistes...
Según la psicogenealogía, cada una de nosotras está habitada por las tres
generaciones que nos preceden, haciendo un mínimo de catorce personas.
Desde esta perspectiva, se considera que los secretos guardados en una
generación son un manantial insano de traumas y conflictos para los que
lleguen detrás, como si fuera “agua sucia”. La familia es como un caldero
psicológico y emocional lleno de secretos, tabúes, silencios y vergüenzas, y
cuando aparece un síntoma o enfermedad en las futuras generaciones, no es
porque ésta sea la solución del problema, sino una oportunidad para enfrentar
ese conflicto concreto que se mantuvo oculto. Como hemos visto, en
muchas ocasiones aparece un héroe o heroína en el árbol, (esa eres tú), la que
lo sana y se sana, la que eleva su nivel de conciencia e impide que el agua
sucia siga fluyendo hacia las generaciones futuras. La sanación del árbol
consiste en comprender esta repetición que ha tenido lugar en varias
generaciones y erradicarla, y si esto último no se pudiera, repetirla en una
forma positiva, es decir, a través del amor y el perdón. (Ya he mencionado
varias veces el perdón como vía hacia la sanación, y como te dije en el
prólogo, no me refiero a ese perdón católico que nos enseñaron, sino a la
comprensión real y verdadera de que no hay nada que perdonar. Desarrollaré
esto en capítulos posteriores).
En mi caso, sé que al haber comprendido desde lo más profundo de mi
corazón el motivo del silencio de mis padres y la posterior cerrazón de mis
hermanos, no sólo me he liberado a mí misma de continuar viviendo como la
víctima que creía ser, sino también a todas las mujeres de mi clan que
vivieron abusos e incluso violaciones, quedándose atrapadas en el miedo, el
silencio y el odio. Al traer amor y perdón a la experiencia, todo cobra sentido
y se transforma. Aparece una nueva oportunidad para el clan de continuar
evolucionando hacia la luz y el amor, a través de esta nueva información que
pasará a mis nietas, bisnietos y tataranietas, que ya no tendrán necesidad de
volver a repetir la experiencia. ¿No te parece algo fantástico? A mí sí…
No quiero dejar de resaltar que así como en Occidente estamos
empezando a comprender y asimilar que el inconsciente familiar interactúa
con nuestro inconsciente personal, muchas culturas y civilizaciones a lo largo
de la Historia lo han sabido y lo han incluido en sus rituales religiosos, tales
como el animismo en África, que atribuye a todos los seres y objetos un alma
o principio vital, el hinduismo en India, el O-bon en Japón, festividad que
honra a los espíritus de sus antepasados, el culto a los ancestros de los
Mapuches en Chile y Argentina, las tribus taínas de la actual Costa Rica, y
muchísimas otras entre las que destaca especialmente la tradición religiosa
china, predecesora del confucionismo y el taoísmo, que se centra, a través de
la llamada “piedad filial”, en el culto a los antepasados y a su enorme valor
como transmisores de una información valiosísima para sus descendientes.
Llegados a este punto, imagino que querrás saber cómo se produce
la transmisión de esta información, y esto te lo explicaré en los capítulos 9,
12 y 14, en los que a través de los nuevos hallazgos científicos, vas a
maravillarte ante la evidencia de la magia que realmente somos y que nos
rodea.
VII: Supremacía masculina: Orígenes
Históricos

Antes de ver cómo la ciencia nos explica los mecanismos por los que
heredamos esta información ancestral, con los datos que vas a leer en este
capítulo quiero aportarte una mayor claridad sobre lo que subyace tras el acto
del abuso en sí, es decir, las causas históricas de esta hegemonía de la energía
masculina sobre la femenina que llevamos siglos viviendo como especie.
Como ya has podido ver, en este libro no vas a encontrar un solo juicio ni
ataque hacia la figura masculina ni hacia ningún episodio de la Humanidad,
pues mi intención es darte las herramientas para que comprendas que por
muy dura que haya sido tu experiencia de abusos, tú misma elegiste vivirla
con un propósito Superior. Y como ya te he explicado, este propósito es que a
través del desarrollo del amor que eres, puedas aportar tu contribución en el
camino de despertar espiritual que todos, tanto abusadores como abusados,
compartimos. Dicho esto, empecemos:
Esa mentalidad predominante en el inconsciente colectivo masculino que
durante tanto tiempo ha llevado a muchos hombres a ver a las niñas y a las
mujeres como un objeto sexual al que pueden poseer, dominar y utilizar a su
antojo, tiene sus orígenes en los albores del patriarcado. En la prehistoria y en
los inicios de los tiempos históricos, hubo en distintos lugares del planeta
sociedades matriarcales donde lo femenino era lo que primaba en
prácticamente todos los aspectos de la vida. Eran sociedades pacíficas que se
organizaban en familias autosuficientes, y la mujer, aparte de tener el poder
político, religioso y económico, aportaba los alimentos vegetales, mientras
que los hijos se ocupaban de la caza y la pesca. También se asociaban con
otras tribus y formaban confederaciones democráticas para resolver
cuestiones públicas, religiosas y de la política.
Todo esto comenzó a cambiar cuando el hombre descubrió que él era una
pieza clave en la reproducción y dejó de ver a la mujer como un ser sagrado
por traer vida al mundo. A partir de aquel momento el hombre empezó a
relegarla a un puesto de mero receptáculo que tenía que estar a su
disposición, y para asegurar la reproducción, las alejaron de la educación y
del poder. Este deterioro de lo femenino se acentuó cuando el hombre se dio
cuenta de que los hijos podían ser sus propios descendientes y no los de otro,
y empezó a hacerse cargo del sustento y la protección de la familia, hasta que
con el tiempo instauraron el matrimonio, relegando a la mujer
definitivamente a la procreación. Todo ello rompió también el vínculo que las
mujeres habían tenido antaño entre sí, con todas las ventajas que les daba
estar unidas para dar estabilidad a la tribu, mientras los hombres sólo eran
residentes temporales.
Los hijos pasaron a ser una herramienta para trabajar la tierra y conseguir
excedentes de alimentos, y así podían comerciar con otros estados, lo que
hizo que la familia se convirtiera en una unidad económica. Con esto vino el
enriquecimiento y con él, la propiedad privada, y esto supuso una mayor
decadencia, pues se perjudicó más a la mujer con la nueva idea de transmitir
la propiedad a los hijos, hecho que reforzó el papel masculino.
Con el paso de los años la mujer vio restringidas las profesiones que
había ejercido antes, fue perdiendo paulatinamente su influencia, su poder
político, religioso y su status. El hombre se convirtió en la figura principal de
la sociedad y se crearon otras formas de sometimiento aparte de la coacción y
la fuerza bruta, hasta eliminar por completo los esquemas femeninos
anteriores. Se empezaron a usar medios más sutiles de adoctrinamiento como
la literatura, los mitos y el arte, que influyeron en el inconsciente colectivo de
la mujer y fueron cambiando sus actitudes, imponiéndole fidelidad y
sumisión, hasta que después de varios siglos de patriarcado este sometimiento
terminó siendo lo natural.
Así surgió también la religión del estado patriarcal: destronaron a la
Diosa y atribuyeron sus funciones a divinidades masculinas, haciendo que
desapareciera el culto a lo femenino. Los nuevos soberanos buscaron el
apoyo de los sacerdotes y poetas para que diesen una base religiosa a su
ideología política, creando mitos para propagar la ideología patriarcal.
Impusieron una situación de superioridad masculina, modelando conductas
propias de cada sexo para someter a las mujeres y justificar así el orden
impuesto con una base moral. Para fortalecer las ideas que querían imponer,
crearon modelos centrados en la violencia, la jerarquía y el dominio. A partir
de entonces la religión se volvió intolerante, y a medida que las civilizaciones
patriarcales fueron cogiendo más poder, extendieron sus creencias, sus mitos,
sus sistemas religiosos y filosóficos sobre otros pueblos a la fuerza,
erradicando las libertades individuales y fomentando la esclavitud y las
guerras.
A los nuevos dioses masculinos se les adjudicaron las antiguas funciones
naturales de la Diosa madre, como Dionisios, Baco, Apolo, e incluso el
mismo Zeus, o simplemente se le cambió el género a la Diosa y sus sustitutos
conservaron a veces incluso el mismo nombre, como Mitra o Sin, que antes
de ser masculinos eran Diosas.
Se rebajó a la gran Diosa madre a Diosa secundaria, y las figuras
femeninas sufrieron cambios de poder en las narraciones. Algunas fueron
convertidas en hijas, esposas, amantes, o hermanas de las deidades
masculinas. En aquellos tiempos, los mismos griegos adoraban aún sobre
todo a la Gran Madre, la madre tierra, a la que llamaban Gea, pero Homero
en el siglo VIII antes de Cristo, convirtió a Zeus en el padre supremo de la
familia olímpica, que se regía por los cánones de la aristocracia patriarcal.
Otra manera de subyugar a la mujer fue demonizar a las divinidades de la
cultura anterior. Por ejemplo en las funciones legislativas, la Diosa que daba
normas y castigaba a los infractores fue convertida en una Diosa vengativa
que personificaba todo lo malo, como los vicios, la guerra, la peste, el fraude
o la miseria, y se acabó degradando su imagen por completo. La
desacreditaron y la convirtieron en Diosa infernal y maléfica, incluso se la
culpó de ser la causante del mal en el mundo, haciendo que la morada de la
gran Diosa Tierra acabara representándose en todos los panteones como el
mundo subterráneo, el mundo de la muerte, el abismo.
Y dada la correlación entre los mitos y la realidad económica y social, al
perder importancia el principio femenino anularon también su intervención
en la vida económica, dando lugar a un cambio radical en toda la estructura
social. El famoso mito de Hércules tuvo muchísima influencia en la época: en
él se cuenta que robó, asesinó y devastó las regiones donde aún gobernaban
mujeres y como recompensa a sus “buenas acciones”, en la otra vida fue
perdonado por Hera y se casó con su hija, la Diosa Hebe. Ese era el mensaje
que se enviaba: los hombres que se comportasen según los intereses
patriarcales serían recompensados al morir y esto influyó muchísimo en la
sociedad durante miles de años, e hizo mover a los aventureros a ir a otras
regiones a colonizarlas.
Cuando el patriarcado y el machismo llevaban ya más de tres mil años
imperando, las ideas de Aristóteles en lo concerniente a la mujer no ayudaron
mucho. Fue un gran biólogo y observador de la naturaleza, pero en lo
referente a la mujer no fue un hombre muy despierto, no como Sócrates y
Platón. Aristóteles fue alumno de Platón y aunque coincidían en algunas
cosas, prácticamente diferían en casi todo. Platón decía que cuando el alma
viene a un cuerpo humano se olvida de las Ideas Perfectas, o sea, de Dios y
que a través de sus experiencias en el mundo físico puede tener vagos
recuerdos y éstos le despiertan el anhelo de regresar a su esencia, a su alma.
En su teoría añadió que cuando el hombre se ve imbuido en el mundo físico,
llega a creer que eso es lo único real, lo plasmó muy bien con su idea de la
caverna y las sombras, y al igual que Sócrates, postuló que la mujer tenía las
mismas facultades que el hombre, en todos los aspectos. Aristóteles rechazó
su teoría teológica, aunque hubo algunos momentos de su vida en los que sí
admitió que tiene que haber un Dios que ha creado la Naturaleza. En lo que
no coincidió nunca fue en su visión de la mujer, a la que él veía como “un
hombre incompleto”, y fue esta idea la que llegó a dominar en la Edad Media
en lugar de las de Sócrates o Platón.
Como he dicho al comienzo, no tiene sentido juzgar ni enfadarnos por lo
que ha sido. Lo cierto es que gracias a ello estamos hoy aquí y podemos
seguir evolucionando. Seguimos:
Mucho más tarde, en el año 313, Constantino aceptó el cristianismo con
el famoso edicto de Milán, y en el 380 fue proclamada como la religión del
estado romano, hecho decisivo para que la mujer siguiera siendo denostada
en los años venideros. San Agustín, uno de los “padres” de la iglesia, llegó a
afirmar que toda la Humanidad entró en perdición después del pecado
original y que Dios dejará que sólo unos cuantos se salven. Dijo también que
es natural que la mujer esté sometida al hombre, porque la razón más débil se
tiene que someter a la más fuerte. Con su teología rechazó a Sócrates, que
decía que todos tenemos las mismas posibilidades porque todos, hombres y
mujeres, tenemos la misma capacidad de razonar. En definitiva, repudió el
Humanismo de Atenas, haciendo que por todas partes se pregonara que no
había salvación fuera de la iglesia.
También fue muy influyente San Jerónimo, otro de los padres de la
iglesia y traductor de la biblia al latín, que entre otras cosas dijo que la mujer
es la puerta del diablo, el camino de la maldad, el aguijón del escorpión y
“cosa” de mucho peligro. Con esto, te puedes hacer una idea de cómo tradujo
los textos bíblicos. Sólo dos siglos más tarde, ya en el VI, la iglesia cerró la
escuela de Platón en Atenas y fundó la orden de los Benedictinos, la primera
gran orden religiosa. Así fue cómo empezó a borrar los vestigios de la
filosofía que habían sobrevivido hasta entonces y empezó a hacerse con el
control de la contemplación y la enseñanza. Desde este momento empezó la
lucha de poder entre el estado y la iglesia, que duró hasta que llegaron el
Renacimiento y la Reforma en los siglos XV y XVI, cuando se empezaron a
escuchar las primeras voces que se atrevieron a decir que la iglesia no era
imprescindible para conocer a Dios.
Volviendo a lo decisiva que fue la proclamación del cristianismo como
iglesia del estado romano para que siguiera denostándose a la mujer, con los
dos ejemplos anteriores ya te puedes imaginar que los cristianos no ampliaron
la visión de sus antecesores en lo que respecta a la imagen de inferioridad que
se tenía de ella, y durante más de mil años esta idea se perpetuó con sus
escritos y enseñanzas.
La iglesia tuvo una oportunidad de cambiar algo al respecto en el siglo
XIII con la influencia tan importante que tuvo Tomás de Aquino, pero éste
cogió lo que le interesó de toda la ideología de Aristóteles, que había llegado
a Europa en aquella época gracias a la influencia árabe y se quedó también
con la visión que él había tenido de la mujer, aquella idea de que era un
hombre imperfecto y que los hijos sólo heredaban cualidades del padre, pues
la mujer es pasiva y receptiva. Según Aquino esto coincidía con la Biblia, en
la que puede leerse que la mujer fue creada de la costilla del hombre. Habló
del uso de “las cosas” imprescindibles, como la mujer, aduciendo que era
necesaria para la conservación de la especie y que fue creada para ayudar al
hombre, pero sólo en la procreación, pues “para cualquier otra cosa el
hombre tendría en otro hombre mejor ayuda que en la mujer”.
Históricamente la mujer ha sido especialmente despreciada por los
monjes y los teólogos a excepción de los Cátaros, que fueron los únicos en
toda la Edad Media que sí lucharon por que ésta pudiera emanciparse, pero la
iglesia se encargó de hacerlos desaparecer. Surgieron en el siglo XIII, y
pedían no sólo la libertad de la mujer, sino también que la iglesia volviera a la
esencia de los primeros cristianos, a una vida de fe, de sencillez, de humildad,
y protestaron en contra de lo que se había convertido su credo, en una
religión prepotente e intransigente, donde los fieles vivían con miedo al
castigo divino. No sólo fueron perseguidos y asesinados por los cruzados,
sino que la mayor parte de sus escritos fueron quemados por considerarse
herejías. Aun así sobrevivieron algunos libros suyos, y gracias a ellos se ha
podido saber que realmente existieron. El más relevante se titula “El libro de
los dos principios”.
Por supuesto que hubo muchas mujeres sabias, mujeres científicas,
botánicas y pensadoras que se dejaron oír a lo largo de la Edad Media a pesar
de la iglesia, pero inevitablemente y al igual que el Catarismo, cayeron en el
olvido o fueron condenadas por herejes.
Volviendo a Aquino y Aristóteles, hay que reseñar que aunque la
importancia política de Roma desapareció a finales del siglo IV, el obispo fue
nombrado cabeza de toda la iglesia católica romana, es decir, el papa, y poco
a poco se le empezó a considerar como el representante de Dios en la Tierra.
Así fue como Roma funcionó como capital cristiana durante casi toda la Edad
Media, consiguiendo que muy pocos se atrevieran a hablar en contra de su
doctrina. En el siglo VII, cuando murió Mahoma, el Islam conquistó el norte
de África y Oriente Medio y poco más tarde, España. También se había
quedado con Alejandría, que había sido una ciudad helénica y así habían
aprendido gran parte de la ciencia griega y también de la filosofía de
Aristóteles. Por eso fueron los más avanzados con diferencia en ciencias,
matemáticas, química, astronomía y medicina durante la Edad Media.
Resumiendo todo esto, se puede decir que en el siglo XIII la influencia árabe
llegó a Italia través de España, y así fue cómo Tomás de Aquino y la iglesia
perpetuaron aquella visión de la mujer como un ser inferior al hombre,
apoyándose en las ideas originales de Aristóteles.
En este punto cabe preguntarse cómo es que hasta el siglo XIX no
empezaron a surgir movimientos feministas, cuando la iglesia ya había
empezado a perder parte de su hegemonía moral y de pensamiento en el siglo
XV con el Renacimiento. La respuesta está en que después surgió la Reforma
de Lutero, que buscaba volver al cristianismo original ante la corrupción y la
degradación moral de Roma, y acabó produciendo un importante cisma en la
iglesia, dando lugar a numerosas organizaciones que se agruparon bajo el
nombre de Protestantismo y también a numerosas guerras entre católicos y
protestantes, que terminaron con la Paz de Westfalia.
Pero en sus quejas y planteamientos no había nada referente a la injusta
situación de la mujer en la sociedad. Para que te hagas una idea, Lutero llegó
a decir que Dios había creado a Adán, que era dueño y señor de todas las
criaturas vivientes, pero que Eva lo había estropeado todo. Y también Erasmo
de Rotérdam, que aunque no participó en la Reforma sí fue el inspirador de
Lutero por sus ideas críticas contra la iglesia y su represión sobre la libertad
individual, afirmó que la mujer era un animal inepto y estúpido, aunque
agradable y gracioso.
Un apunte curioso, que yo desconocía hasta hace bien poco, es que
también en las culturas budistas se fomentó el machismo. En el antiguo texto
sagrado “Les vies chinoises du Buddha”, en relación a una mujer que después
de morir renace como hombre, se puede leer lo siguiente: “El cambio de sexo
es un paso hacia delante, hacia la liberación. Ninguna mujer estará salvada
siendo mujer. La última etapa es siempre masculina”. Según Buda, las
mujeres no se pueden iluminar, y para lograrlo, tienen que morir y reencarnar
como hombre. Ni qué decir de la religión musulmana, en la que no pueden
enseñar los brazos y las piernas porque el hombre “no se puede controlar”.
Ni siquiera más tarde, con la Edad de la Razón en el siglo XVII y la
Ilustración en el XVIII hubo cambios en ese terreno. Sus pensadores
defendían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición
y la tiranía para construir un mundo mejor, pero aún no estaban lo
suficientemente despiertos como para ni siquiera plantearse la liberación de la
mujer, y mucho menos en España, donde la influencia de la iglesia aún era
muy fuerte y el desarrollo de la Ilustración se vio bastante condicionado.
En el siglo XVIII se empezaron a escuchar las primeras voces de protesta
por parte de las mujeres y fue muy influyente el libro “La reivindicación de
los derechos de la mujer”, de la escritora inglesa Mary Wollstonecraft, que
esgrimía que las mujeres no son inferiores por naturaleza, sino que es la falta
de medios y la imposibilidad de acceder a una educación apropiada lo que
genera esa diferencia. Fue la primera en decir abiertamente que hombres y
mujeres deben ser tratados como seres racionales e iguales. Coetánea a ella
fue Olympe de Gouges, una activista francesa que escribió entre otras
muchas obras, “La Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, en
respuesta a “La Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano” en la
que se había excluido a las mujeres. A lo largo de toda su vida protestó
enérgicamente contra la traición de la Revolución Francesa, que aun
basándose en los principios de la Ilustración, que defendían que todos los
seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos, -la famosa
consigna de “libertad, igualdad y fraternidad”-, se habían olvidado por
completo de las mujeres.
Olympe se negó a llevar el apellido de su marido y fue pionera en todos
los aspectos del feminismo, no sólo en la defensa del papel político y
educativo de la mujer, sino también al creer en el amor libre y proponer
nuevos derechos para las mujeres dentro de la vida personal o familiar, como
la eliminación del matrimonio, la defensa de una ley del divorcio u obligar a
los padres a hacerse cargo de los niños y niñas nacidos fuera del matrimonio.
Lo cierto es que fue una mujer muy adelantada a su época. Después de
dedicarse durante toda su vida a defender la educación femenina, la
participación política y el voto de la mujer, la igualdad plena dentro de la
familia y en la iglesia, tuvo que soportar todo tipo de ataques misóginos y
finalmente murió en la guillotina en 1793 condenada por el ala radical de los
revolucionarios, que habían llegado al poder ese mismo año.
Hubo otras, también en el siglo XVIII. Jane Austen, desde el anonimato
eso sí, escribió varias novelas en las que se notaba la influencia de Mary
Wollstonecraft. Sus libros abrieron el camino a escritoras que fueron
surgiendo después, y en el siglo XIX comenzaron a oírse sus voces con más
contundencia. ¡Cuánto tenemos que agradecerles tanto las mujeres como los
hombres, a todas aquellas valientes!
No deja de llamar la atención que en aquellos siglos de supuesto
esplendor de la razón, los “grandes pensadores” siguieran ciegos en relación
a la opresión que aún sufría la mujer, y la explicación está en que los
filósofos de los siglos XIX y XX sólo escribían para cierto grupo social
masculino. También hubo algunos más despiertos, curiosamente, los que
menos relevancia tuvieron. Un claro ejemplo fue Hippel, que fue alcalde de
una ciudad de Prusia oriental y también amigo de Kant. Escribió que el
talento de la mujer era igual al del hombre y que no era simplemente
descuidado, sino deliberadamente reprimido para fomentar su abulia, y que se
las educaba para ser ignorantes.
A continuación te muestro diversas ideas y citas de varios de estos
filósofos, para que puedas comprender cómo no hace tanto tiempo, aún se
nos miraba como a seres muy inferiores a los hombres:
Kant en el XVIII, a pesar de su lucidez en los razonamientos sobre el
criticismo e idealismo trascendental, su investigación sobre la estructura
misma de la razón y su trabajo sobre el empirismo y el racionalismo, habló de
la superioridad natural de las facultades del hombre sobre las de la mujer.
Rousseau, también en el XVIII, que tanto defendió que el hombre nace
libre pero que en todos lados está encadenado, dijo que la educación de las
mujeres deberá estar siempre en función de la de los hombres. Literalmente,
afirmó: ”Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y las estimemos,
educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando crecemos, éstas han
sido siempre las tareas de la mujer y eso es lo que se les debe enseñar en su
infancia”. También dijo que a las niñas no les gusta aprender a leer y escribir,
y sin embargo, siempre están dispuestas para aprender a coser.
Schopenhauer, del XIX, cuya filosofía se concebía esencialmente como
un “pensar hasta el final” y que fue tan influyente en los pensadores de los
siglos XIX y XX, dijo que sólo el aspecto de la mujer revela que no está
destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los materiales.
También llegó a decir que las mujeres son de cabellos largos e ideas cortas.

Nietzsche, tan lúcido en sus críticas a la cultura, la religión y la filosofía


occidental y que llegó a ser uno de los pensadores más influyentes del siglo
XIX, aseveró que todo en la mujer es un enigma y que todo en ella tiene una
solución: ¡el embarazo! También dijo que la mujer no tendría el genio del
adorno si no poseyera por otro lado el instinto de desempeñar el papel
secundario. Y literalmente: “¿Vas con una mujer? No olvides tu látigo. Las
mujeres tienen muchos motivos para avergonzarse, en la mujer hay mucha
pedantería, superficialidad, suficiencia, presunciones ridículas, licencia e
indiscreción oculta”.
Incluso Freud, el llamado padre de la psicología, dijo que las niñas sufren
toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están
anatómicamente incompletas.
Ortega y Gasset, ya en el siglo XX: “El fuerte de la mujer no es saber,
sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones y esto es obra
del varón”.
Balzac, del XIX: “Debéis retrasar lo más que os sea posible el momento
en que vuestra mujer os pida un libro”.
Hay muchos más, están Dostoievski, Voltaire, y hasta el mismo Einstein.
También hubo muchas filósofas y escritoras, pero aún hoy la historia y los
libros continúan dejándolas a un lado. No hay más que echar un vistazo a los
libros de texto, donde por ejemplo puede verse un apartado para Jean Paul
Sartre y su existencialismo y ni siquiera mencionan a su compañera, Simone
de Beauvoir, que escribió “El segundo sexo”, un manifiesto feminista que
llegó a causar una revolución de pensamiento en el siglo XX, como en su día
hizo Marx con el Manifiesto Comunista.
Sí que hubo algunos hombres que apoyaron el movimiento feminista,
aunque fueron pocos, y su actividad mucho menos intensa que la de las
mujeres. Algunos fueron bastante conocidos, como el escritor inglés Bernard
Shaw, o el periodista estadounidense William Lloyd. También hubo otros
anónimos que participaron en diferentes actividades a favor de la causa, e
incluso en asociaciones, como “La liga de hombres para el sufragio
femenino”, que se fundó en Inglaterra a principios del siglo XX. En España la
participación de los hombres en el movimiento no supuso ni una décima parte
de lo que fue en Estados Unidos o en Inglaterra, debido al poder represivo
que aún ejercía la iglesia.
Hay que decir que la revolución feminista fue la hija no deseada de la
Ilustración, una parte de las ideas ilustradas que “se les fue de las manos”. Ya
en el siglo XX las mujeres conquistaron el derecho al voto y algunos otros,
pero la sombra del machismo persistió y aparecieron otras formas para seguir
constriñéndolas, y aún persisten. Lo vas a ver enseguida: ¿Conoces a alguna
mujer que no esté preocupada por tener kilos de más, aunque sean unos
pocos? Y qué decir de la celulitis, las temibles arrugas y el envejecimiento. El
inconsciente masculino encontró nuevas formas de mantenernos bajo su
control, dictando nuevas normas sociales que jamás nos permitirían ser libres
de verdad. Un ejemplo clarísimo es Disney, con su eterno mensaje del
príncipe salvador sin el que las mujeres podríamos tener nunca una vida feliz.
A continuación te muestro algunos pasajes bíblicos que van en la misma
línea:

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La


mujer cuando conciba y dé a luz a un varón, será inmunda siete días...Y si
diera a luz a una niña, será inmunda dos semanas”. Levítico 12: 1, 2.
“Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste
vive, pero si éste muere, queda libre de la ley del marido”. Romanos, 7:2.
“Pero quiero que sepáis que Cristo es cabeza de todo varón, y el varón es
cabeza de la mujer…porque él es imagen y gloria de Dios, pero la mujer es
gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del
varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por
causa del varón”. Corintios, 11:3, 7, 8 y 9. (Nuevo Testamento).

“Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es


permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley también lo dice. Y si
quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso
que una mujer hable en una congregación”. Corintios 14:34 y 35.

“¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo
tuyo vive en esta era: La CULPA, debe necesariamente vivir también. Tú eres
la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido;
eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a
quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil
destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción, incluso el
Hijo de Dios tuvo que morir”. Tertuliano, padre de la iglesia, De Culta
Feminarum, 1.1.

“Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer...no


alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye
la función de concebir niños”. San Agustín de Hipona, padre de la iglesia,
uno de los defensores más acérrimos del concepto de pecado original.
“Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por
otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a vigor de
alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la
razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece
mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la
madre pasiva y material”. Agustín de Hipona.
Cabe reseñar también el encubrimiento que hizo y que sigue haciendo la
iglesia sobre los evangelios apócrifos, que significan “ocultos”, y que
mencionan entre otras muchas cosas que María Magdalena fue una
importante discípula del movimiento de Jesús, lo que indicaría que las
mujeres pueden ocupar altos cargos en la iglesia.

Aunque muy resumida, creo que esta información te puede servir para
entender muchas cosas, especialmente acerca del tema que nos ocupa.
Aún queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar ese estado mental
colectivo en el que ningún hombre tenga siquiera un pensamiento de abusar
de una niña o de tocar a una mujer sin su consentimiento, pero si
contemplamos a la Humanidad como un Todo que está aprendiendo y
creciendo igual que lo hace un bebé, sólo nos queda observar el proceso con
comprensión, transformándonos cada una de nosotras en la paz y el amor que
queremos ver en el mundo.
Todo lo demás, llegará cuando estemos preparados.
VIII: Mi herida II

En el capítulo “Mi herida I” te mostré cómo viví mi experiencia de


abusos y cómo el dolor se agudizó ante la insoportable desidia de mis padres.
En éste continúo compartiendo contigo algunos fragmentos de mi novela, en
los que podrás ver el desarrollo natural de los mecanismos defensivos de
aquella herida andante en la que me había convertido desde que tenía diez
años.
Quiero recordarte que aunque los abusos y el posterior abandono (que
ocurre en la mayoría de los casos), tengan lugar a los nueve, diez, once años
o antes, esa angustia primigenia ya la habíamos vivido entre los dos y medio
y tres años. En el primer capítulo ya hablamos de esto, y en el capítulo 3
vimos cómo la Vida se encarga de traernos situaciones que resuenen con
nuestras heridas, para abrirlas y que puedan ser sanadas a través de nuestro
reconocimiento y atención. Así que a los nueve años, yo ya conocía la
sensación de sentirme invadida y avasallada, así como la de no ser
comprendida, recogida o consolada cuando necesitaba ayuda. Mis heridas,
como las tuyas, tuvieron que llegar a ese punto de “activación” a través de la
experiencia traumática del abuso y el abandono, para que más adelante, a
través de la toma de conciencia, pudiéramos desarrollar la capacidad de
sanarlas. Añadido a esto, también hemos contemplado en el capítulo 6 la
relevancia que tiene en nuestras vidas la información que hemos heredado de
nuestro clan familiar, y cómo escogimos vivir nuestros traumas para reparar
viejas heridas del pasado.
Así que sumando todo lo anterior, quiero repetirte una vez más que tanto
tú como yo somos unas almas grandes y valientes que hemos venido a reparar
y traer luz a nuestro árbol, y si en este momento aún te sientes atrapada en
una etapa oscura del proceso y no puedes aceptar esto que te estoy diciendo,
no pasa nada. Vuelvo a insistir en que si empiezas desde hoy mismo a
practicar el ejercicio en el espejo con tu niña de tres años, antes de un mes ya
estarás viviendo unos cambios asombrosos en tu vida. Este es mi único
propósito en este libro: que todas las mujeres que hayan vivido abusos
sexuales puedan comprender el significado sagrado de su experiencia y
liberar los maravillosos potenciales que llevan ocultos tras sus heridas sin
sanar.
Ya conoces bien las dinámicas de la máscara que construimos para huir
de nuestra angustia, así que muy probablemente en lo que vas a leer en este
capítulo te resulte fácil identificar las vías de escape que tú también
aprendiste a utilizar. Comencemos:

“1979 - 1982
Lanzarote
“Hay otra manera de ver el mundo”
Un Curso de Milagros

El “Manuel Soto” zarpaba por fin, dibujando una espumosa estela blanca
e innumerables sueños rotos tras de sí.
Un nuevo comienzo se presentaba ante ella y la ilusión renovada le
permitió vislumbrar un pequeño atisbo de felicidad. Se mudaban a Lanzarote,
y atrás quedaba Tenerife con su majestuosa cordillera de Anaga peinando el
horizonte, mientras el balcón de su habitación, desfigurándose en un punto
diminuto, era ahora apenas perceptible para sus ojos vivaces y expectantes.
Apoyada en la barandilla, sintió nostalgia al comprender que jamás
volvería a hablar con las estrellas y con sus hijos desde allí, y se animó
pensando que en Lanzarote también encontraría su sitio mágico. Contempló
paciente cómo su rincón en el balcón se fue haciendo cada vez más pequeño,
hasta que la silueta azul de las montañas se convirtió en una fina línea que
terminó desapareciendo en el rojo del cielo, dejando al Teide adueñarse
completamente del ocaso.
_Adiós Tenerife…adiós Teide_, susurró colmada de emoción.
Habían pasado allí los últimos tres años tras mudarse desde Cádiz y sabía
que sería una época de su vida que no olvidaría jamás. Sus sensaciones al
observar la pequeñez en la que se estaban convirtiendo aquellos años en la
isla eran ahora contradictorias. El asco, la rabia, el miedo y la decepción se
mezclaban con imágenes de momentos muy bonitos que también había
vivido allí, y todo ello se impregnaba ahora de una suave fragancia que le
hablaba de nuevas esperanzas y del fin de su calvario.
_Qué ilusión, hermanita. Me han dicho que es una isla preciosa_, le decía
Marian mientras paseaban felices bajo el manto añil que bañaba la cubierta
del barco, mientras Álvaro correteaba junto a ellas desparramando
grácilmente toda la inocencia de sus cuatro años.
_¿Es verdad que hay camellos?_, le preguntó emocionada, ante la
perspectiva de nuevas aventuras.
_Sí, y me han dicho que hay infinidad de volcanes y también un sitio
donde echas agua en un agujero de la tierra y sale un chorro de vapor a
presión.
_¿En serio? ¡Uau! ¡Seguro que nos va a encantar!”

“_¡Estate quieta, no te muevas!_, le ordenó cuando intentó zafarse de él_.


No seas tonta, si sólo es un juego...
Dos meses después con once años recién cumplidos, descubrió
horrorizada que su tormento había viajado también con ella a Lanzarote.
Agustín continuó arrebatándole sus sueños, que se hicieron añicos junto con
los pequeños vestigios que quedaban de su inocencia y de su infancia,
terminando de romper toda esperanza de tener la vida tranquila y feliz que
tanto anhelaba.
Aun así, Lanzarote le había gustado mucho. Con sus hermosas playas de
arena blanca, los sinuosos volcanes de tintes ocres y rojizos y la infinidad de
palmeras y lava que salpicaban cada rincón de la isla, sentía que vivía en un
paraíso sacado de una postal de ensueño.
Al menos aquí tenemos la playa al lado de casa, intentaba animarse_, y
sigo teniendo a mis estrellas y a la luna...
Su mundo de niña, en el que el emocionante cambio de residencia había
resucitado antiguos deseos de jugar, de explorar y de reír, despertaba
fugazmente cada tarde cuando iba a la playa del Reducto con Felipe, Manuel
y Chema a coger quisquillas y pequeños peces en los charcos, para echarlos
después en el enorme aquarium que su padre había colocado en el salón de la
nueva casa. También le encantaba ir al Islote del Amor, donde jugaba a los
piratas y al escondite con sus hermanos y los nuevos amigos del colegio.
Cuando su padre les inscribió en el Club Náutico pudo disfrutar más aún,
jugando y haciendo carreras en la piscina con las nuevas amigas que hizo allí.
Al igual que en Tenerife, también cada noche se acurrucaba en un rincón
de su balcón y llorando bajo el inmenso cielo plagado de estrellas, seguía
escuchando aquella voz en su interior que le susurraba amorosamente que
todo estaba bien y que algún día podría darle un sentido a su dolor. Su Amiga
del Cielo no la había abandonado, y aquello verdaderamente la tranquilizaba
y le daba fuerzas para no perder toda esperanza”.

“Tres años más tarde, en los que las persistentes incursiones de Agustín
ya no dolían tanto como el silencio sepulcral en el que definitivamente se
habían instalado sus padres, el odio que había empezado a gestarse en su
lejana habitación tinerfeña se había convertido en un asco y un desprecio que
se le hacían prácticamente insoportables. Odiaba a su hermano y a sus padres
y se odiaba a sí misma también, y paulatinamente se había ido convirtiendo
en una adolescente díscola, agria y descarada que empezó a darse cuenta de
que no encajaba en su familia.
Solía volar a un mundo secreto de fantasías, que le permitían sobrellevar
su cruda y resignada realidad, y allí soñaba con que era adoptada y sus
verdaderos padres vendrían algún día a rescatarla. Imaginaba también futuros
muy bonitos y diferentes, en los que llegaba el momento de ir a la
universidad, o de casarse y tener a sus hijos por fin en sus brazos, o cualquier
escenario en el que de una forma u otra pudiera verse marchándose de aquella
casa para no volver jamás.
Agustín seguía tocándola con frecuencia y la relación con sus padres se
había convertido en un desolado desierto plagado de ira y de ahogados
reproches que la consumían por dentro. Su odio y su rabia habían ido
creciendo exponencialmente con los años, al ver a su madre quedarse callada
y obedeciendo sumisa cada vez que su padre le mandaba callar con un grito,
o le pedía que le trajera las zapatillas, o simplemente que le planchara un
pañuelo.
Él, que seguía siendo un hombre distante y autoritario, era para Sara un
déspota que sólo venía a casa para dar órdenes y echarse la siesta después de
comer. No recordaba haber tenido con él una sola conversación, no ya
preguntándole cómo iba su vida o interesándose por ella, sino de ninguna otra
cuestión. Su tono solía ser alto y enérgico y cuando se sentaban a comer y a
cenar, lo habitual era que todos callaran y asintieran mientras él hablaba.
También había momentos de cantos, juegos y risas, y pronto se dio cuenta
de que todo aquello jamás podría compensarla y hacerle reír como veía
hacerlo a sus hermanos. Entre los soliloquios y sermones de su padre, se
esfumaba en secreto a su mente y soñaba con el maravilloso día en que por
fin no tendría que volver a verle ni escucharle.
Odiaba aún más su madre, que le parecía una tonta ridícula y sumisa que
no se hacía respetar por su hombre. Hacerle barrer y recoger a diario la
habitación de sus hermanos por el hecho de ser mujer agudizó aún más su
desprecio hacia ella. Pero por encima de todo, la odiaba por no haberla
protegido como una madre debería proteger a su hija indefensa.
Cuando con catorce años por fin se sintió fuerte para enfrentarse a
Agustín, ya se había convertido en un esperpento malhumorado y rabioso, un
despojo humano roto y malherido que fue levantando entre ella y su familia
unos muros cada vez más altos e infranqueables. Los años de juegos y risas
con sus hermanos fueron dando paso a una distancia que sin darse cuenta ella
misma provocó, sintiéndose cada vez más interesada en el nuevo y
emocionante horizonte que se abría ante sus ojos: le gustaban los chicos y
pronto descubrió que ella les gustaba a ellos aún más. Encontró una nueva
fuente de placer al sentirse admirada y buscada, en la que su autoestima
resquebrajada podía remendarse con excitantes promesas de romances aún
prohibidos.
El pecado, el castigo divino, el infierno y el temido juicio final, grabados
a fuego en su piel con la huella indeleble de las manos de Agustín, fueron
adquiriendo mayor tamaño a medida que su cuerpo le pedía explorar aquel
nuevo mundo que le auguraba unas sensaciones maravillosas, convirtiéndose
en sus nuevos frentes a lidiar.
La iglesia de San Ginés, en Arrecife, no era muy distinta a la de Tenerife,
y cuando a los catorce años su primer novio quiso besarla, no podía apartar
de su mente la imagen de aquel enorme cuadro lúgubre y siniestro que tenía
que ver cada domingo, y que tanto pavor le causaba.
_No puedo hacerlo, Antonio_, le decía aplacando su ansia y su deseo
incipientes.
_Pero si no es nada malo Sara, sólo un beso…
Ella callaba cabizbaja sumida en su tormento, a la vez que escuchaba en
su mente el chillido ensordecedor de una nueva voz clamando libertad. En
cada ocasión, ésta acababa siendo brutalmente aplastada por la culpa
implacable, que aún gobernaba sin piedad su existencia entera.
_Ya te he dicho que no…”

“1986
Lanzarote

“No percibo lo que más


me conviene”

Un Curso de Milagros

_Esto no puede ser pecado…_, gimió cerrando los ojos mientras él la


besaba en el cuello y acariciaba su pubis, custodiado con recelo bajo sus
vaqueros ajustados.
_Déjame que te quite los pantalones, te prometo que no iré más allá_, le
suplicó jadeando cuando ella presionó extasiada el bulto duro que sobresalía
en sus pantalones.
_No...no, ya sabes que no puedo Esteban…no debo..._, se resistía una
noche tras otra.
A sus dieciocho años, era muy consciente del imponente atractivo sexual
que ejercía sobre los hombres. Desde sus primeros años de adolescencia se
había acostumbrado a tener siempre a chicos prendados de ella y enseguida
aprendió a disfrutar del indescriptible placer que suponía ser el centro de
atención cuando había varones de por medio. Con curvas armoniosas y
exuberantes que acentuaban su cintura de avispa acompañadas de su rostro y
sonrisa de muñeca, pronto aprendió que podría tener a sus pies a cualquier
chico que se le antojara.
Había sobrevivido a los abusos de su hermano y a la dejadez de sus
padres forjando a fuego una personalidad tirana, manipuladora y egocéntrica
en el entorno familiar, transformándose en una Sara dulce, encantadora y
sensual que desparramaba todas sus artes de seducción en el mundo exterior,
dominada por la fantasía de que mientras los hombres la miraran y la
adoraran, ella no sólo estaba viva sino que además, tenía algún valor como
persona.
Había idealizado el amor, en un intento inconsciente de aplacar las voces
del angustioso vacío interior y las brumas que la asediaban a diario desde lo
más profundo de sus entrañas. Los chicos guapos, atléticos, divertidos y
carismáticos se habían convertido en su objetivo único e indiscutible, en los
que proyectaba sin saberlo la humanidad que sentía había perdido.
Cada vez que se enamoraba y empezaba una relación, sentía que su vida
cobraba sentido por fin, y volcaba en el chico en cuestión todos sus anhelos.
Dedicaba a la relación toda su energía y pensamientos, anulando
inconscientemente el resto de las áreas de su vida. No soportando vivir en su
propia piel, se enredó sin darse cuenta en un bucle cíclico que la zarandeaba
una y otra vez desde la euforia más desorbitante, hasta una abulia plomiza y
oscura, dependiendo de su situación amorosa del momento. Así, la necesidad
de amar y de ser amada de forma romántica se convirtió en su prioridad
absoluta…en su única razón de existir y de poder encontrar su lugar en el
mundo.
Antes de conocer a Esteban había salido con cuatro chicos y con los tres
últimos había repetido el mismo patrón: en cuanto veía que sentían algo más
profundo por ella, de la noche a la mañana desaparecía el hechizo y dejaba de
ver al chico maravilloso por el que había estado prendada, para contemplar
horrorizada no sólo que ya no veía nada atractivo en él, sino que además no
podía soportarle.
¿Cómo te va a querer, si eres repulsiva?, le decía una voz desde muy
adentro, sumiéndola en el profundo desprecio que en realidad sentía hacia sí
misma. El hecho de que el chico en cuestión mostrara sentimientos
verdaderos hacia ella le rebajaba automáticamente a su mismo nivel y le
convertía a sus ojos en un ridículo esperpento en el que ya no encontraba
nada que pudiera llenar el enorme vacío que de nuevo la embargaba.
Con Antonio, el primero, todo había sido muy diferente. Dos años mayor
que ella, el mejor jugador del equipo de baloncesto del instituto, alto, guapo y
atlético, había sido su amor secreto y platónico durante meses y cuando él le
pidió salir, casi tuvo que pellizcarse para poder creérselo. Recién cumplidos
los quince, lloró durante semanas cuando tras un mes y medio saliendo, él la
dejó por una chica que tenía fama de dejarse tocar, e incluso de llegar a
mayores.
_Es que si no puedo besarte ni tocarte, no sé qué hacemos juntos _, le dijo
una tarde mientras paseaban por la zona del Charco, en Arrecife_. Lo mejor
es que lo dejemos.
Luis, Chus y Daniel pudieron disfrutar más tarde del sutil despertar
sexual de una Sara díscola, enfadada, y herida en lo más profundo de su
orgullo, que se prometió a sí misma que nunca más un chico la dejaría por
mojigata. Decidió lanzarse, primero con unos besos, después con leves
tocamientos, para después permitirles también acariciarla en su yo más
íntimo y sagrado. Este fue su límite, firmemente enraizado bajo las pesadas
sombras del pecado y el castigo divino, que como buitres hambrientos,
volaban sobre ella sin descanso.
Había conocido a Esteban tres meses atrás, cuando al comenzar el verano
sus padres la dejaron ir a una acampada de varios días a la playa del Risco de
Famara con sus hermanas y amigos. Tres años mayor que ella y estudiante
universitario, se quedó totalmente encandilada con su atractivo, su simpatía y
su arte con la guitarra, y nada más regresar a Arrecife había dejado a Daniel
para empezar a salir con él.
_Déjame, Sara…te prometo que no haré nada que tú no quieras.
_No insistas, Esteban. ¡Te he dicho que no me quito los pantalones y
punto!
Las sombrías reviviscencias de Agustín abalanzándose sobre ella se
agolpaban inexorablemente en su mente, trayendo consigo el implacable
recordatorio de un temible juicio final en el que todos los pecadores tendrían
que rendirle cuentas a Dios. Si había alguna posibilidad de clemencia por
parte de aquel Dios justiciero que la miraba desde las alturas para valorar si
se portaba bien o mal, no podía permitirse dar rienda suelta al primitivo
instinto que bullía en su sexo desde bastante tiempo atrás. Si hiciera eso antes
del matrimonio, ya no habría posibilidad de perdón para ella.
Su sentimiento de sucia y de puta había ido en aumento a lo largo de sus
años adolescentes con cada beso y cada caricia que había dado, y su mente
atormentada no lograba entender el porqué de tantas y tantas situaciones que
se empeñaban en recordarle incesantemente lo indigna que ya era. Allí
tumbada y excitada junto a Esteban, mientras él le besaba los pechos con
fruición, cerró los ojos y comenzó a visualizar una espeluznante película en la
que diferentes secuencias de su vida se sucedían a toda velocidad.
“¡Quítate esto ahora mismo! ¡Tú así no vas a ningún sitio!”, le había
dicho su padre zarandeándola delante de su madre y de sus atónitos
hermanos, cuando con quince años se probó un precioso bikini rojo con rayas
doradas que le había regalado Begoña por su cumpleaños. “¡Lo estás
enseñando todo! ¡Quítatelo ahora mismo!”, continuaba gritando mientras ella
corría llorando su vergüenza y su humillación para encerrarse en el cuarto de
baño. Las imágenes se sucedían mientras se debatía entre su deseo
irrefrenable ante el creciente frenesí de Esteban que seguía acariciándola con
pasión, y la culpa que no dejaba de atormentarla proyectando la vieja película
que tantas veces había visto ya.
“Eres una niña muy bonita, ¿seguro que sólo tienes trece años?”, le había
dicho Rodicio, un amigo de su padre que había ido a comer un par de veces a
casa, cuando la acorraló en el pasillo para tocarla en sus partes íntimas, hasta
que pudo zafarse de él y salir corriendo.
“¡Pareces una puta en celo!”, le había dicho Marian delante de una amiga
cuando unos meses atrás había dejado a Daniel para empezar a salir con
Esteban. Al revivir esta imagen, una aguda punzada se hundió en su pecho
con más intensidad aun. Su hermana mayor, lo más parecido a una madre
para ella, había herido a su yo más vulnerable.
“Ven aquí, que te va a gustar”, le había dicho Agustín en repetidas
ocasiones a lo largo de los años sujetándola por los brazos y metiéndole el
dedo en su sexo.
“Si te mueves, nos caeremos”, le había dicho en una ocasión en que la
llevaba en moto al instituto porque se le hizo tarde y a plena luz del día iba
tocándole los muslos mientras con la otra mano conducía.
“Qué cuerpo más bonito tiene Sara y qué carita de muñeca. Marian es la
buena, Begoña la inteligente, y Sara definitivamente es la guapa”, solía decir
su padre haciendo que se le revolviera todo el odio que le quemaba las
entrañas e intentara infructuosamente convencerse a sí misma de que ella era
mucho más que algo bonito a lo que mirar y tocar.
“¡La mujer tiene que mantenerse pura y casta!”, había oído en repetidas
ocasiones en “la casa de Dios”.
La mano de Esteban intentando bajar la cremallera la sacó súbitamente de
su infierno secreto y frenándole en seco, le dijo una vez más: “Ya te he dicho
que no puedo hacerlo. Para, por favor”.
Aquí hemos visto que la decepción y el enfado de los primeros años
fueron convirtiéndose en un rechazo, un asco y un odio atroz e
inquebrantable tanto hacia mí, como hacia fuera. También cómo el
mecanismo de la culpa, que ya había aparecido en mi mente consciente a los
nueve años, se intensifica con la llegada del despertar sexual, convirtiéndome
en una adolescente totalmente subyugada a los engaños y trampas de mi ego:
culpabilidad en mí y proyectada también en el exterior (todo había sido culpa
de mi hermano y de mis padres), evasión de mi dolor buscando en los chicos
el amor y la admiración que ya no era capaz de sentir hacia mí misma, y
evasión también al soñar con un futuro ideal en el que todo sería diferente,
sin ser consciente aún de que aquellas heridas enterradas bajo toneladas de ira
me acompañarían durante muchísimos años, hasta que finalmente estuviera
preparada no sólo para mirarlas, sino para contemplarlas con la comprensión,
la compasión y el amor que había creído que no merecía.
Para cerrar este capítulo te dejo estas líneas del escritor uruguayo
Eduardo Galeano, que me encantan:

“De nuestros miedos salen nuestros corajes


y en nuestras dudas viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian otra realidad posible,
y los delirios otra razón.
En los extravíos nos esperan los hallazgos
porque es preciso perderse para volver a encontrarse”
IX: Epigenética Transgeneracional

Por fin, en este capítulo vamos a profundizar en esa herencia


transgeneracional de la que te hablé en el capítulo 6. Mi mayor deseo es que a
medida que vayas avanzando en el libro, poco a poco puedas empezar a verte
a ti misma como nunca antes lo habías hecho, y la información que estás a
punto de leer te va a aportar algo más de luz para que puedas creer que es
posible dejar de recrear esa imagen pequeña, rarita y conflictiva que hasta
ahora has tenido de ti misma, y despertar a la persona fuerte, segura,
amorosa, plena y feliz que eres de verdad. Vamos a ello.
Para alcanzar la sanación, es decir, para vivir en el amor y la plenitud que
realmente somos, necesitamos comprender que, como ya te he dicho, no
somos un yo aislado sino el fruto de al menos tres generaciones de ancestros.
Esto no significa que estemos condenadas a repetir de por vida las
experiencias dolorosas que ellos vivieron sin ninguna esperanza de cambio, si
fuera así no tendría ningún sentido. El propósito es precisamente llegar a
vernos a nosotras mismas como un ser capaz de desarrollar una Conciencia
superior a la que hemos conocido hasta ahora y de crear la realidad que
deseamos, sanando nuestras heridas y al mismo tiempo, las de nuestro clan.
En este sentido, es muy importante recalcar que así como heredamos aquellos
asuntos que quedaron pendientes en el pasado de nuestro árbol, traemos
también con nosotras las fortalezas, las cualidades, aptitudes y aprendizajes
que ellos adquirieron, y que así como es fundamental reparar lo que quedó
dañado, igual de importante es descubrir, reconocer y potenciar esos talentos
que laten en lo más profundo de nuestro Ser.
Llegados a este punto, encuentro imprescindible animarte a que te hagas
las siguientes preguntas y que te tomes un momento de reflexión antes de
responder: ¿Cuál es tu finalidad en la vida? ¿Hacia dónde quieres ir? ¿Qué
futuro te gustaría vivir? Deja el libro a un lado ahora mismo, toma un par de
respiraciones profundas y permite que lleguen las respuestas. No las que ya
conoces, las de tu ego, sino las verdaderas, las que te susurra tu alma desde lo
más profundo de tu corazón. Este es un punto de partida fundamental, pues
sin una ilusión, sin un propósito que alcanzar, sin un sentido profundo con el
que abrazar tu día a día, no estarás motivada para desear descubrir y
desarrollar tus potenciales, y difícilmente podrás llegar a saber quién eres
realmente. Para poder sanarnos necesitamos encontrar nuestra misión en la
vida, comprender para qué estamos aquí y sentir que nuestra existencia tiene
un sentido trascendental.
Ocurre que cuantas más carencias viviste en tu infancia y cuanto mayor
fue tu angustia, más dificultades tendrás para proyectarte hacia ese futuro, y
lo más probable es que aún vivas prisionera de aquellas emociones que
aprendiste a reprimir y sientas que no puedes hacer nada por cambiar las
cosas, lo que te impide ilusionarte por un porvenir diferente. Extrapolando
este hecho a la herencia transgeneracional, podemos decir que a través de tus
experiencias de la infancia aún no sanadas, te mantienes atrapada en una
herida similar de algún antepasado que necesita ser reconocida y reparada.
Aquí volvemos al ejercicio con tu niña interior que te mostré en el
capítulo 5, en el que vimos que tus emociones son la única vía posible hacia
la liberación, y que es fundamental que las vivas y las atravieses con una
presencia total. De una forma gradual y trascendiendo tus límites mentales
con respecto al concepto del tiempo (profundizaremos en esto en el capítulo
14 con el principio del entrelazamiento cuántico), te liberarás tú, y habrás
liberado también tanto a tus ancestros como a tus descendientes.
En definitiva, la herencia transgeneracional nos ayuda a comprender que
así como en gran medida somos fruto de las herencias de nuestros ancestros,
también llevamos en nosotras el impulso divino que nos susurra a cada
instante que podemos crear un futuro diferente, pues como te he dicho, de la
misma forma en que se transmiten los fracasos, exclusiones, ruinas
económicas y todo tipo de conflictos, heredamos también las posibilidades
para la realización, a través de todas las capacidades aprendidas por nuestros
ancestros para afrontar las dificultades.
Citando a Jodorowsky: “En realidad, para analizar el árbol genealógico es
indispensable cambiar nuestra percepción del tiempo y liberarnos de los
conceptos propios del pasado, presente y futuro. La realidad es comparable al
chorro de agua que sale de una fuente: está ahí sin estar ahí, no se convierte
en nada, no es la transformación de una forma previa, sino que surge de
manera incesante. Al sanar el árbol nosotros estamos fluyendo también, y en
ese fluir se engloban nuestros antepasados, abuelos, tíos, tías y padres, al
igual que nuestros hijos, sobrinos, nietas y bisnietas”.
Para comprender cómo ocurre esta transmisión del pasado te hablaré de la
epigenética transgeneracional, pero antes necesito explicarte qué es la
epigenética, un campo de la biología que tanto está asombrando a la
comunidad científica en los últimos años.

Epigenética
El término, que significa “por encima de la genética, más allá de ella”, fue
acuñado por primera vez en 1942 por Conrad Hal Waddington, para referirse
al estudio de las interacciones que se producen entre los genes y su ambiente
en todos los organismos. La epigenética se define literalmente como “el
estudio de los mecanismos que regulan la expresión de los genes sin una
modificación en la secuencia del ADN. Los factores genéticos que
son determinados por el ambiente celular -en lugar de por la herencia-,
intervienen en la determinación del desarrollo de un organismo, así que se
puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones químicas y demás
procesos que modifican .la actividad del ADN pero sin alterar su secuencia”.
Resumiendo y pasándolo a un lenguaje profano para que lo puedas
entender mejor, nos viene a decir que NO estamos condicionados por nuestra
herencia genética como se pensaba hasta hace bien poco, sino que muy al
contrario, nuestras propias experiencias de vida (entre las que adquieren una
importancia fundamental nuestros hábitos, pensamientos, creencias y
emociones), pueden influir en la actividad de nuestros genes de una forma
hasta ahora desconocida, y que además, estas “huellas” pueden ser
transmitidas a generaciones futuras (ese ya es el campo del transgeneracional
que veremos más adelante). Esto que acabas de leer te puede parecer de
entrada contradictorio con lo que llevo tiempo diciéndote sobre la herencia
que recibimos de nuestros ancestros, pero continúa leyendo, y llegando al
final de este capítulo le encontrarás el sentido.
Este nuevo enfoque de la biología lleva décadas acercando entre sí
a las dos corrientes opuestas que hasta entonces trataban de explicar si los
seres humanos “somos” o “nos hacemos”, es decir, si venimos
predeterminados por los genes que nos hayan tocado en suerte, o si nos
construimos a nosotros mismos a través de lo que aprendemos en la crianza y
en nuestro desarrollo.
En el año 2004, los investigadores Michael Meaney y Moshe Szyf
descubrieron que algunos genes de los ratones a los que sus madres no habían
cuidado satisfactoriamente, inhibían su actividad disminuyendo su respuesta
ante el estrés. Es decir, que los cachorros que recibieron menos atención y
cuidados, fueron más propensos a producir hormonas de estrés en su vida
adulta. Más adelante en el 2011, Szyf estudió a diferentes grupos de niños,
unos criados en orfanatos y otros por sus padres biológicos. Sus conclusiones
al observar la actividad génica de estos niños fueron iguales que con los
ratones: cuanto menos cuidados reciben los niños, más inhibición se produce
en la actividad de los genes del hipocampo, la zona del cerebro que se
encarga de la regulación de la respuesta al estrés. Lo que nos está diciendo
todo esto es que la calidad de la atención y los cuidados que recibamos
durante los meses de gestación y en nuestra crianza, hará que aumente la
actividad en algunos genes y que se desactive en otros. La buena noticia es
que estos cambios pueden seguir produciéndose a lo largo de toda nuestra
vida, lo que significa que no estamos condenados ni predeterminados, pues
transformando nuestra manera de pensar y de sentir frente lo que nos ocurrió
en el pasado, por muy desagradable que fuera, podemos activar los genes que
más nos beneficien y desactivar los que no deseemos. Ahora puede aún que
te estés preguntando: “¿Qué tiene que ver todo esto con la herencia
transgeneracional? Lo entenderás pronto…
En este punto tengo que presentarte a Bruce Lipton, biólogo celular y
autor del best-seller “La biología de la creencia”, en el que nos explica y
demuestra de una forma sencilla y magistral cómo nuestras creencias,
pensamientos, sentimientos y emociones afectan a nuestra actividad génica,
haciendo que unos genes se activen y otros permanezcan “dormidos”. Como
te imaginarás, esto nos coloca en un lugar totalmente nuevo ante la vida, pues
hemos pasado de ser las víctimas de nuestros genes que postulaba el anterior
modelo científico, a convertirnos en los creadores de nuestra realidad.
Continuando con Lipton y sus investigaciones, la epigenética estudia los
mecanismos mediante los que se puede observar que es la membrana de la
célula y su relación con el entorno lo que controla la actividad genética.
Partiendo de esta observación, dedujo que la premisa científica que afirma
que los genes controlan la vida parte de un error fundamental, que es la idea
de que estos se pueden activar o desactivar por su libre albedrío. Sus
investigaciones demuestran que lo que desencadena su actividad depende de
la percepción del entorno de la célula. Siendo esto así, cómo una célula
perciba -interprete- su entorno y cómo responda a él, determinará qué genes
se activarán y cuáles no.
Ese entorno, es decir, la información que recibe del exterior a través de su
membrana, entre otras cosas está fundamentalmente conformado por nuestros
pensamientos y emociones, es decir, por las señales químico-eléctricas que le
llegan a través de éstos. Y puesto que las células tienen dos mecanismos de
supervivencia, el de crecimiento y protección, se sabe por ejemplo que la
química que provocan emociones como la alegría y el amor, desencadenan
procesos de crecimiento y expansión, mientras que el estrés y la ira aceleran
los de protección, que hacen que se suprima por completo la actuación del
sistema inmunológico.
Aplicando el antropomorfismo al estudiar a las células, o sea,
observándolas como si fueran personas en miniatura, Lipton dedujo que
nuestra existencia como seres humanos, lejos de estar determinada por los
“antojos” de nuestros genes, depende básicamente de nuestra manera de
percibir nuestro entorno y de la respuesta que demos al mismo, lo que a su
vez provocará que se activen en nuestro cuerpo unos genes u otros, ya que
todas las células de nuestro cuerpo están influenciadas por nuestros
pensamientos y emociones.
El resumen de todo esto viene a ser que nuestra actividad génica
está determinada por nuestra manera de interpretar el exterior, o lo que es lo
mismo, por cómo vivimos las situaciones de cada día y nuestra vida en
general. A su vez, nuestra percepción o interpretación viene dada por
nuestros sistemas de creencias, que nos han sido dados por lo que hemos
aprendido en la sociedad, en la familia, la herencia transgeneracional,
etcétera. Por pura lógica, dependiendo de cuáles sean las creencias -
inconscientes o conscientes- con las que vivimos, interpretaremos el mundo y
nuestras vidas de una manera u otra, y así, nos sentiremos de una manera u
otra, y responderemos a la situación de una manera u otra.
La conclusión de Lipton es que podemos hacer una transformación
radical en nuestras vidas, además de en nuestro cuerpo y en nuestra salud,
con el simple hecho de cambiar nuestras creencias y en consecuencia, la
manera de percibir nuestra realidad. En definitiva, su mensaje es que la
ciencia está empezando a vislumbrar un camino que deja atrás la antigua
imagen darwiniana del ser humano como una víctima controlada por sus
genes, para colocarle en la posición de ser el co-creador de su propia vida y
de su destino. Como poco, es esperanzador, ¿no te parece?
De esta manera, cuanta más paz y bienestar seamos capaces de crear con
nuestra nueva percepción y pensamientos, más nos acercaremos a nuestro
verdadero estado de ser, a lo que conocemos como Yo Superior, Consciencia,
o como quieras llamarlo. Está demostrado que cuanto más tiempo
permanecen el cuerpo y la mente en un estado de crecimiento y expansión,
nos volvemos más capaces e inteligentes, más intuitivas y despiertas, incluso
aunque aún no hayamos tomado consciencia de que en todo momento somos
nosotras quienes estamos creando nuestra realidad. En esos casos, la persona
en cuestión estará creando una vida de bienestar y felicidad sin saber que es
ella misma quien lo está haciendo posible.
Igual que las células activan genes de salud o enfermedad dependiendo de
qué estímulos perciban, nosotros potenciamos o bloqueamos nuestra
capacidad de conectar con nuestra realidad espiritual, con nuestro Yo
Superior, en función de cuán atrapados estemos aún en nuestros sistemas de
creencias, juicios, asuntos pendientes de sanar, etcétera. Resumiendo, y
citando al doctor Lipton: “Al cambiar nuestras creencias y pensamientos,
transformamos nuestra vida entera”.
Y en este punto tengo que volver a insistir: la única manera posible para
cambiar nuestras creencias y pensamientos, es sanando las emociones de
nuestra niña interior. Ya sabemos que nuestra mente genera siempre
pensamientos acordes a las emociones que estemos habituados a sentir, y así,
si por ejemplo aún vivo con culpa, tendré pensamientos del tipo: “otra vez he
fallado”, “me merezco lo que me ha pasado”, “no hago nada bien”. Es por
esto que las afirmaciones positivas no funcionan, pues tu inconsciente jamás
aceptará como cierto un pensamiento como “me quiero y me merezco lo
mejor”, mientras siga sin sanar en ti la emoción de la soledad o el abandono.
Los pensamientos concordantes en ese caso serán más bien del tipo:
“no merezco que me quieran”, “nunca seré feliz”, etcétera. Sanando las
emociones, gradualmente irán desapareciendo de tu mente los viejos
pensamientos junto con las creencias que los sustentaban, e irán emergiendo
nuevas formas de percibirte y de pensar acerca de ti misma. Te aseguro que
es así de mágico.
Volviendo a Lipton, él va más allá aún y afirma que observando el
simple funcionamiento de las células podemos deducir la existencia de la
Fuente de todo, o sea, de Dios, así como que seguimos existiendo después de
la muerte física. (Esto realmente no tiene relación con el tema que nos ocupa,
pero me parece tan interesante, que no quiero dejar de compartirlo). Explica
que cada una de las proteínas de nuestro cuerpo es un complemento físico o
electromagnético de todo lo que existe en nuestro entorno, y puesto que
somos básicamente máquinas compuestas de proteínas, somos literalmente un
reflejo de ese entorno, del campo cuántico, que algunos llaman Universo, y
otros muchos Dios.
Con respecto a la vida después de la muerte, argumenta que cada uno de
nosotros posee una única identidad biológica gracias a unos receptores de
identidad llamados autoceptores, que se encuentran en la superficie de
nuestras células. Estos autoceptores son el canal a través del cual nuestro Yo
verdadero se “descarga” desde el entorno, desde la Consciencia, es decir,
emite información en forma de vibración, de ondas, que sólo pueden encajar
con la identidad única a la que pertenecen. Estudiando casos de pacientes que
habían recibido trasplantes de órganos y que experimentaron cambios
psicológicos y conductuales, como por ejemplo el gusto repentino por una
comida concreta, llegó a la conclusión de que las células de los órganos
trasplantados aún conservan los receptores de identidad del donante, y
continúan recibiendo la misma “emisión”.
Así, concluyó que nuestra identidad verdadera, nuestro “Yo”, sigue
existiendo en el entorno aunque nuestro cuerpo físico ya no esté vivo, pues se
ha demostrado que cuando el cuerpo muere, la emisión continúa. Y puesto
que el entorno representa todo lo que existe y nuestros autoceptores no son
más que antenas que se sintonizan con una pequeña parte entre todo el
espectro posible, podemos deducir que todos nosotros representamos una
pequeña parte del Todo, una pequeña parte de Dios.
Volviendo al tema que nos ocupa y resumiendo todo lo anterior, la
epigenética, rompe con los cánones científicos que han postulado durante
más de un siglo que estábamos predestinados por la genética, y demuestra
con datos biológicos que son nuestras creencias las que seleccionan qué
genes se van a activar y cuáles no, y así concluye que somos los creadores de
nuestro destino en todo momento, pues nuestros genes dependen de forma
directa de nuestros actos, pensamientos y emociones, así como del entorno
medioambiental. Sabiendo todo esto, en vez de vernos como víctimas de
nuestros genes como hasta ahora, podemos asumir la responsabilidad de que
nuestra percepción, es decir, la manera en que nos vemos a nosotras mismas
y a los demás, moldea nuestra biología y nuestra vida entera.
Este proceso de activación o desactivación de los genes está relacionado
con el núcleo y la membrana de la célula, y ocurre de la siguiente manera:
hasta hace unos años se pensaba que el cerebro de la célula estaba en el
núcleo porque es el que contiene el ADN, y ahora resulta que no, que el
verdadero cerebro es la membrana, a la que nadie le había prestado atención,
porque hasta la aparición del microscopio electrónico ni se sabía que existía.
En sus experimentos vio que si le quitas el núcleo a la célula, ésta sigue viva
durante varios meses, algo que sería imposible sin cerebro. Y sin embargo,
cuando le quitas la membrana, muere al instante.
Los estímulos ambientales que entran en contacto con ella son percibidos por
unas proteínas receptoras que ponen en marcha una reacción en cadena de
proteínas que pasan mensajes a otras proteínas, para desencadenar una
determinada acción en la célula. Estas señales abren la capa que protege al
ADN y seleccionan qué genes se activarán para responder al estímulo
ambiental. Así que el ADN no es el que desencadena esta reacción, sino la
percepción que tiene la membrana celular. Si no hay percepción, el ADN está
inactivo. Lo que nos lleva a lo dicho anteriormente, que los genes no pueden
activarse o desactivarse por sí solos como se pensaba, sino que la vida sucede
según cómo la célula responde a su medio ambiente.
Y aquí vuelvo a la importancia fundamental de nuestros pensamientos y
emociones, que son unas de las principales señales que va a recibir la célula,
a través de su vibración energética. En la misma línea, en su libro “La
revolución epigenética” Nessa Carey, una bióloga británica que trabaja en el
campo de la biología molecular, define la epigenética como “el conjunto de
modificaciones de nuestro material genético que cambia la manera en que
nuestros genes se encienden y se apagan, sin alterar a los genes en sí
mismos”. Es decir, la epigenética ocurre cuando un cambio en el ambiente
tiene consecuencias biológicas que duran más que la situación que provocó
este cambio.
A Lipton le maravilló también descubrir que frente a dos señales
contradictorias, la célula prioriza las órdenes del cerebro. Explica esto
mediante el experimento en el que introdujo histamina y adrenalina al mismo
tiempo en las células, y vio que las moléculas de adrenalina anularon a las de
histamina. ¿Y qué relación tiene esto con lo que estamos diciendo de que la
célula obedece al cerebro? Pues que la adrenalina se produce en el sistema
nervioso central, o sea, el cerebro, y la histamina se produce a nivel local. Así
que de esta manera tan simple pudo constatar que definitivamente es la mente
la que rige el cuerpo, y esto nos interesa verdaderamente en nuestro propósito
de crear una vida plena y feliz, pues ya no tenemos ninguna duda de que
transformando nuestros pensamientos, que como ya hemos visto lo haremos
sanando previamente nuestras emociones, nuestra vida cambiará como por
arte de magia.
A continuación transcribo un texto suyo que me parece sumamente
interesante e inspirador:
“Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina controlada por
genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad. Esto implica que
somos víctimas de esa situación, `pues no los elegimos, los recibimos al
nacer y ellos programan lo que sucederá.
Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri y cambié las
condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del medio
ambiente en cada una de las tres placas. Luego verifiqué que en una de las
placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran
genéticamente idénticas? Esto demuestra que los genes no lo controlan todo,
sino que es el ambiente, el ser humano el que controla, dependiendo de cómo
lee su entorno, de cómo su mente lo percibe.
Estamos en un punto de la historia en el que hemos de elegir ser
soberanos o
permanecer dependientes. No estamos limitados por nuestros genes sino
por nuestra
percepción y nuestras creencias”

Y ahora sí, habiéndote dado esta base, podemos pasar al terreno del
transgeneracional y al final veremos cómo es posible la transmisión.

Enfoque transgeneracional:
Repasando lo que vimos en el capítulo 6, el concepto “transgeneracional”
hace referencia a la información que se traspasa de generación en generación
y que abarca valores, modelos y patrones de pensamiento y comportamiento
que tienen que ver tanto con lo que fue dicho como con lo que quedó tapado
o callado.
Esta transmisión no ocurre solamente entre una madre o un padre y su
hijo, lo que sería una herencia intergeneracional, sino que también hay
influencias de generaciones anteriores en cada nuevo miembro del clan, con
el objetivo de que un conflicto silenciado o no reparado en la familia pueda
ser sanado a través de estos descendientes.
En consecuencia, el enfoque transgeneracional tiene muy en cuenta
nuestra historia genealógica para que podamos asumir el rol que nos
corresponde en nuestro árbol y resolvamos tanto las situaciones excluidas de
la conciencia familiar como las creencias que las sostienen. Habitualmente,
estas transmisiones afectan hasta tres o cuatro generaciones, en las que los
descendientes acabamos expresando de forma inconsciente la información
que hemos recibido en forma de enfermedad, trauma, conflictos repetitivos,
etcétera.
Así, el transgeneracional nos lleva a contemplar el inconsciente no sólo
en el ámbito individual, sino a darle una concepción más amplia que abarca
también los patrones familiares, históricos y culturales. Tal como apunta
Anne Schützenberger en su libro “¡Ay, Mis abuelos!” y como vimos también
en el capítulo 6, la transmisión transgeneracional tiende un puente entre el
inconsciente individual y el inconsciente colectivo.
En la misma línea, en “Tótem y tabú” Freud se pregunta acerca de la
necesaria continuidad de la vida psíquica en las sucesivas generaciones, pues
de lo contrario, nos veríamos obligados a comenzar desde un principio el
aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en este
terreno.
Esta perspectiva nos obliga inevitablemente a reflexionar sobre nuestros
ancestros, el lugar que ocupan en nuestras vidas, las identificaciones que
establecemos con ellos, y especialmente el legado que nos han dejado, pues
sin saberlo todos tenemos vínculos con nuestro sistema familiar que nos
mantienen ligados a nuestros antepasados y a sus traumas, mediante una
identificación inconsciente.
De ahí que entre nosotros y nuestros ancestros se establezca una lealtad
invisible mediante la cual cargamos con experiencias traumáticas que no son
nuestras, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento. Esta
información familiar se transmite en bruto sin haber sido reparada y podemos
afirmar que a partir de esta lealtad, todos recibimos una historia singular que
no es propia, pero que se incorpora en nuestro psiquismo y determina nuestra
experiencia vital.
Vamos a ver ahora el concepto de los traumas, que es lo que hemos
vivido nosotras con nuestra experiencia del abuso sexual, así como la
explicación de que el único propósito que hay en ella es su sanación, con la
consiguiente evolución hacia el despertar, tanto el nuestro como el de nuestro
árbol.
Trauma
Como hemos visto, desde el punto de vista transgeneracional el trauma se
entiende como un vestigio de un hecho doloroso o vergonzoso del pasado que
se desliza por todo el árbol genealógico para que el miembro de la familia
sobre el cual recae, pueda elaborarlo. Cuando en una familia se producen
acontecimientos traumáticos importantes, éstos se mantienen vivos de manera
inconsciente y se transmiten a la descendencia si los que sobreviven no
hablan de ello. Las cargas ancestrales son el residuo de este suceso
traumático silenciado, que se va transformando y afecta de manera diferente a
las posteriores generaciones:
En la primera generación ocurre un hecho que no se puede expresar por
vergüenza, horror, represión, etcétera, y al no poder hablar de ello, la
experiencia no se repara y se mantiene presente en la persona que la ha
vivido. Esta información queda atrapada en el inconsciente y se convierte en
un secreto, en algo que nunca debe ser revelado y del que no se puede hablar
debido al dolor, la vergüenza o la culpa que generaría. Pero el impulso de la
Vida, a través del amor, buscará la manera de que ese secreto pueda
manifestarse para que el clan pueda liberarse del peso que conlleva.
De esta experiencia traumática que heredamos lo importante
realmente no son los detalles de lo que sucedió y a los que difícilmente
tenemos acceso (en las Constelaciones Familiares sí podemos indagar en lo
que ocurrió si es necesario, esto lo veremos en el capítulo 15), sino cómo nos
afecta en nuestra vida y su forma de manifestarse, que suele ser en forma de
repetición, a través del fenómeno llamado “identificación alienante”. Se le
llama así porque la persona que repite la experiencia no sabe que está
manifestando un trauma inconsciente no elaborado, y dependiendo de cómo
lo viva, o bien le impedirá acceder a su identidad y a su propio desarrollo, o
le servirá como trampolín hacia el despertar.
Así, las palabras que fueron silenciadas, las escenas que no pudieron ser
rememoradas, las lágrimas ahogadas, se ocultan con el secreto aunque
quedan “grabadas”. Como ya vimos en el capítulo 6, el síntoma intentará
revelar esta información a la vez que la parte inmovilista del inconsciente
familiar buscará mantenerlo en silencio debido al miedo de hacer algo
diferente, así como a una lealtad inconsciente hacia el ancestro en cuestión.
Con todo esto, tal vez ya hayas llegado a la conclusión de que está en tus
manos, como portadora del trauma en tu familia, sacarlo a la luz y repararlo a
través del amor y el perdón.
Como ya te he dicho, nuestro inconsciente familiar alberga todos los
traumas y heridas no sanados de nuestros ancestros, que son los que nos
llevan a vivir las experiencias necesarias bien en nuestra infancia o bien más
tarde, para que se exprese en nosotros el recuerdo de ese dolor. Después,
como ya te he explicado también, nuestro inconsciente individual -el ego-
buscará escapar de esa herida, llevándonos siempre a evitar situaciones que
intuye serán dolorosas. Esto es lo que UCDM llama “vivir en el sueño”,
cuando aún no somos conscientes de para qué creamos las experiencias que
vivimos, y las seguimos repitiendo cayendo una y otra vez en los viejos
patrones del victimismo y las quejas, los juicios, las proyecciones, la culpa, el
miedo, etcétera.
Si de verdad queremos vivir despiertas y trascender nuestras heridas,
necesitamos adquirir el hábito de observar no sólo nuestras emociones y
cómo éstas se manifiestan en nuestro cuerpo a través de sensaciones o
síntomas, sino también todo lo que está sucediendo en nuestra vida,
especialmente en las relaciones interpersonales, pues ahí es donde más
información relevante vamos a encontrar: en los espejos que la vida pone en
nuestro camino, muchas veces en forma de cuñada insoportable, de
compañero de trabajo intragable, o de hijo toca-pelotas.
Volviendo al tema, si hubo una mujer en el árbol que vivió en la
opulencia a costa de soportar maltratos de un marido, o reproches de otros
familiares y fue expulsada de su propio clan, muy probablemente alguna
mujer de una generación futura elegirá inconscientemente evitar la
abundancia, y mientras no sane la herida oculta, no comprenderá por qué no
logra la holgura económica que sí desea conscientemente. Siguiendo el hilo
conductor de la emoción que despierta en ella la falta de abundancia, esta
mujer podrá llegar a sanar la herida original y cambiará su relación con el
dinero, sin necesidad de saber nada de aquella abuela, bisabuela o tatarabuela.
Puede ocurrir también que repitamos literalmente la situación traumática:
vivimos la misma experiencia que un ancestro como esa oportunidad de
gestionarlo de una manera diferente y así reparar la herida: si una mujer vivió
abusos en el seno de su familia y no pudo contarlo porque las condiciones
sociales y culturales se lo impidieron (éste fue el caso de mi familia), la nieta
o bisnieta lo vivirá y sentirá un fuerte impulso de contarlo las veces
necesarias hasta ver que la experiencia ha logrado su objetivo: no sólo reparar
el dolor de aquella bisabuela, sino también sanar el patrón del inconsciente
familiar de seguir callando y haciendo como si el hecho no tuviera
importancia.
Cuando eres capaz de Ver más allá de la experiencia, dejas de vivir como
una víctima indefensa y sientes que un nuevo Poder se abre paso dentro de ti.
Esto sólo puede ocurrir a través del verdadero perdón, esa visión de la que ya
te he hablado que nos permite comprender que en realidad no hay nada que
perdonar, pues cada cual estaba haciendo la parte que le correspondía en la
trama. Cuando lo puedes vivir así, empiezas a experimentar en tu vida los
cambios que tanto habías buscado. Esto no significa que se hará realidad todo
lo que tu mente desea, pues probablemente aún estés proyectando mucho
desde el ego, pero sí vas a empezar a sentir emociones como paz o gratitud
ante las mismas situaciones que antes te producían enfado o algún tipo de
malestar. Y este cambio es el que te llevará al siguiente nivel: te convertirás
en la Creadora consciente de tu vida.
Hilando con lo que comentaba del sentido transgeneracional del trauma,
no es casual que después de llevar toda la vida sintiéndome sola,
incomprendida y excluida frente a mi madre y mis hermanos en lo referente a
la experiencia del incesto en nuestra familia, éste sea el segundo libro que mi
alma me empuja a escribir sobre el tema. Gracias a las Constelaciones
Familiares tuve la oportunidad de ver cómo varias mujeres de mi árbol
vivieron el incesto en silencio, con la vergüenza y la culpa que siempre lo
acompañan, y el día que comprendí que tengo dentro de mí la capacidad no
sólo de sanar todo aquel dolor, sino también de proteger a las futuras
generaciones de mi clan, me resulta muy difícil encontrar las palabras para
transmitirte el enorme regocijo que sentí.
Por otro lado, la sanación no sólo tiene que ver con nosotras o con nuestro
clan, pues también implica a la gran familia que somos como Humanidad. En
mi caso, sé que este libro podrá ayudar a muchísimas mujeres que hayan
vivido o estén viviendo experiencias similares. Y es así como todo lo que
hemos vivido, por muy doloroso que haya sido, cobra un sentido mágico y
espiritual que nos recuerda y nos confirma una vez más que somos Uno, y
que en el fondo de nuestro Ser, desde la esencia que verdaderamente somos,
hay una fuerza y una voz que nos empuja a colaborar unos con otros, a
ayudarnos, a compartir, y a experimentar la plenitud que sentimos cuando lo
que hacemos cobra un sentido superior sólo por el hecho de saber que le va a
servir a otro ser humano.
Porque recuerda: no existe tú y los otros, sólo existe el nosotros, como
Uno. Y que ese Uno, nuestra Realidad Esencial, es siempre Amor, Paz,
Comprensión, Alegría, Plenitud y Compasión.
Repetimos para sanar
Ya hemos visto que el síntoma se repite como una oportunidad de
elaboración y que de esta manera, el trauma aparece una y otra vez de forma
inconsciente en varias generaciones. En cada repetición hay algo diferente, un
nuevo intento de sanación, y de esta forma, nos encontramos con diferentes
formas de repetición de los traumas transgeneracionales, y que no son
excluyentes entre sí:
-La repetición pura, en la que los hechos se repiten tal cual: mi abuela era
maltratada por mi abuelo y todas las parejas que tengo me maltratan.

-La repetición por interpretación, donde la persona repite lo que interpreta


que ha pasado: mi abuela se golpeó gravemente la cabeza y yo tengo
migrañas.

-La repetición por identificación, mediante la cual se repite lo que otra


persona padece: mi abuelo era alcohólico, mi padre tiene una hepatología y
yo desarrollo una hepatitis. La persona se identifica con la familia a través de
la enfermedad.
-La repetición por oposición, en la que se da lo contrario de lo que
ocurrió: mi abuela fue violada y yo siento aversión por el sexo.
-La repetición por compensación, donde se repite para compensar lo que
pasó: mi abuela murió por una complicación en el parto y yo soy ginecóloga.
Para asegurar la continuidad del clan, los descendientes nos encontramos
en esta recreación inconsciente a la que debemos contribuir lo mejor que
sepamos hacerlo, como capítulos indispensables de un libro en el que
estamos inmersos desde antes de nacer. Sólo tomando conciencia de que
fuimos nosotras mismas las que asumimos el reto de vivir la experiencia,
podemos soltar lo que quedó reprimido en el pasado y hacer que emerja el
nuevo aprendizaje.
Ya te he dicho anteriormente que lo que has heredado no tiene por qué ser
una desgracia que estás condenada a repetir sin posibilidad de escapatoria,
sino que puedes vivirlo como una oportunidad de transformación y sanación.
Y esto ocurre cuando decides hacerte cargo de ti y de tu vida aceptando tus
circunstancias y tus emociones sin echar la culpa a otros, saliendo de las
zonas de confort de tu ego y atreviéndote a conquistar tu libertad. Ya sabes
que la Vida te va a continuar enviando situaciones espejo de lo que vivió un
antepasado con el que estás vinculada, hasta que las vivas desde tu Yo adulta
y amorosa. Como ya he repetido en varias ocasiones, en cuanto asumimos el
conflicto haciéndonos cargo de nuestras emociones genuinas, se resolverá el
tema pendiente de los ancestros, nos liberaremos de la carga heredada, y
liberaremos a las generaciones futuras.
Adentrándonos ya en el terreno de cómo ocurre la transmisión de esta
información ancestral, la teoría de la resonancia mórfica, un nuevo enfoque
de la biología formulado por Rupert Sheldrake, nos da una perspectiva muy
interesante. Sheldrake esgrime que cada especie tiene una memoria
acumulada que resuena en cada uno de sus miembros y que la mayor parte de
nuestra herencia depende de esta resonancia y no de los genes. Su
premisa fundamental es que las cosas idénticas influyen en otras cosas
idénticas a través del espacio y el tiempo, y que en todos los sistemas
organizados, que indefectiblemente tienen una memoria inherente y colectiva,
cada miembro contribuye y está conectado a la misma fuente. Esta memoria
resuena de distinta forma en cada individuo y es por ello que se establecen
distintos vínculos entre ancestros y descendientes. Él aplica su teoría a los
grupos sociales, y perfectamente se puede extrapolar también a la herencia
transgeneracional.
Ahora sí, vamos a profundizar un poco más en esto, viendo cómo nos lo
explica la epigenética transgeneracional:

Epigenética transgeneracional
A estas alturas ya sabes bien que la idea de que nuestras vidas están
influenciadas por las experiencias de las generaciones anteriores de nuestro
clan, no es algo nuevo. En los últimos treinta años, el concepto de
“inconsciente familiar” ha ido ganando relevancia dando lugar a un despertar
de antiguas creencias sobre la influencia ancestral, que como ya vimos en el
capítulo 6, la religión china entre otras ya había desarrollado en profundidad.
Hemos visto también que la aparición de nuevos planteamientos
terapéuticos como la psicogenealogía o el enfoque transgeneracional nos
ayudan a entender esas dinámicas familiares que hacen que todos nosotros,
mediante vínculos inconscientes que nos “atan” a nuestro sistema familiar,
repitamos ciertas situaciones en nuestras vidas. Asimismo, diversos
estudios han evidenciado que el hecho de tener en cuenta la historia
transgeneracional al trabajar en nuestra historia personal, nos ayuda a
comprender mejor determinadas reacciones desproporcionadas, fracasos
repetidos o emociones desbordantes para las que resulta imposible encontrar
una explicación si nos ceñimos únicamente a nuestra biografía individual.
Partiendo de estas observaciones, abordamos por fin el proceso a través
del cual se da esta transmisión, con el que vas a comprender cómo es posible
que estos acontecimientos del pasado de tus ancestros puedan afectar a tu
vida.
Como ya hemos visto en el apartado de la epigenética, actualmente
sabemos que no es cierto lo que se creía hasta ahora, que llegamos a la vida
con una información genética prefijada e inalterable que marca cómo
tenemos que ser y qué tendremos que padecer. Cada vez más estudios
demuestran que muchas de las influencias ambientales pueden provocar
cambios en los genes, alterar el ADN y posteriormente, transmitir esas
alteraciones a nuestros descendientes. Veamos cómo la ciencia nos explica
esto:
Ya hemos visto que buena parte del funcionamiento de nuestro organismo
depende de que determinados genes se activen o no, y que cuando un gen se
activa o desactiva, se ponen en marcha procesos bioquímicos que acaban
provocando por ejemplo, que un gemelo tenga esquizofrenia y el otro no, a
pesar de ser genéticamente iguales. Hemos visto también que la epigenética
ha confirmado la poderosa influencia que el estrés, la ansiedad, la
alimentación, los tóxicos medioambientales, y especialmente nuestros
pensamientos y emociones tienen sobre la activación de genes concretos a
través de la información que recibe la membrana de la célula. Ahora vamos a
ver cómo estas activaciones o desactivaciones genéticas pueden ser
transmitidas a las generaciones posteriores.
Se han realizado numerosos estudios al respecto, y entre ellos destaca el
de Michael Skinner, biólogo molecular, en el que afirma que las experiencias
de vida de los abuelos e incluso de los bisabuelos, modifican sus óvulos y
espermatozoides de manera tan indeleble que el cambio pasa a sus hijos,
nietos y bisnietos. Es decir, cualquier factor ambiental que influya en la salud
física y emocional no sólo afectará al individuo expuesto al factor, sino
también a su descendencia. Quédate con esto que acabas de leer, pues es muy
importante: una de las claves para entender la herencia transgeneracional está
en los cambios que se produjeron en el ADN de nuestros ancestros cuando
vivieron la experiencia dolorosa. Seguimos:
Otros estudios sobre la conducta epigenética realizados por Michael
Meaney, neurólogo y psiquiatra biológico que ya he nombrado anteriormente,
demuestran cómo experiencias traumáticas del pasado de nuestros ancestros
dejan marcas moleculares adheridas a nuestro ADN. Es decir, podemos
heredar una predisposición a la depresión causada por un duelo que no fue
realizado, una tendencia a la sobrealimentación por una situación de
hambruna, el aislamiento social por la exclusión que vivió un bisabuelo,
etcétera. Esto se explica gracias a la metilación, que es un proceso dinámico,
en continuo cambio y movimiento, por el que grupos metilo (moléculas de
carbono e hidrógeno) se unen al ADN y modifican su función bloqueando o
desbloqueando la transcripción génica. Se ha demostrado que las memorias
de nuestros ancestros quedan sintetizadas biológicamente en forma de grupos
metilo, y que estos grupos se replican junto al ADN a lo largo de las
siguientes generaciones.
En definitiva, se podría decir que los grupos metilo hacen de
“interruptores” de los genes, permitiendo que se expresen unos y no otros. De
esta manera, nuestra herencia familiar, como dice Rupert Sheldrake, depende
más de la resonancia mórfica y de la información subyacente en el
inconsciente familiar que de los genes en sí.
En resumidas cuentas, la epigenética transgeneracional nos ha
demostrado que no se trata de que algunos heredamos los genes malos que
van a provocar una patología y otros tienen la buena suerte de tener genes
sanos. Lo que heredamos no es sólo la información genética en sí (que como
hemos visto podremos alterar a lo largo de nuestra vida), sino lo más
importante, la forma de vivir las experiencias conflictivas o traumáticas, que
por supuesto, también podemos cambiar. Y aquí radica precisamente la
importancia de observar cómo has afrontado hasta ahora tu experiencia de
abusos y de qué manera quieres encararla a partir de este momento: seguir en
el victimismo, el enfado y los resentimientos, o empezar a plantearte que
existe un camino muy diferente, el único que podrá permitirte desarrollar
todos los potenciales que trajiste contigo. Sólo cuando contemples lo que has
vivido -o lo que continúas viviendo- como una oportunidad para sanar,
podrás trascender la experiencia y evolucionar.
Lo que realmente nos va a llevar a la salud o a la enfermedad, a la
felicidad o al dolor, depende principalmente de la decisión que tomemos en
esas situaciones conflictivas que se repiten en nuestras vidas: aceptamos que
en nuestra familia no se resolvieron determinadas historias y que el Todo que
nos sustenta y del que formamos parte siempre va a empujarnos hacia su
reparación, o rechazamos esta información de la que ahora disponemos y
seguimos actuando como hasta ahora, quejándonos, enfadándonos y
culpabilizándonos, malviviendo en el sueño de miedo y de separación en el
que nuestro ego quiere que permanezcamos.

El Puente Mágico
Recapitulando todo lo anterior diremos que en cualquier sistema familiar,
todo lo que ha quedado sin decir, los secretos, las culpas, los miedos y
traumas, se heredan hasta que algún miembro del clan pueda repararlos.
Hemos visto también que esta herencia no se trata de un castigo ni de una
condena insalvable, sino que es una oportunidad maravillosa de sanar esta
información que se transmite generación tras generación, dando a las almas
de los descendientes una ocasión única para reinterpretar lo que sus ancestros
habían entendido mal.
Te he explicado que esa información se transmite a través de alteraciones
que se producen en el ADN, y que éstas tienen lugar debido a los grupos
metilo, pero ¿qué es lo que hace realmente que se activen unos genes y otros
no? ¿Qué hace que un grupo metilo se adhiera a un gen y no a otro?
Como ya vimos cuando te hablé de las conclusiones de Lipton, los genes
son activados o desactivados en función de las señales externas que reciben
del entorno, y como ya sabemos, esas señales vienen dadas en última
instancia por nuestra percepción. Esta a su vez se forma a través de nuestras
creencias, que a su vez dan lugar a nuestros pensamientos y sentimientos.
Pero el origen verdadero de todo esto, el crisol en el que se cuece cada uno de
estos ingredientes, es nuestra frecuencia vibracional. Y ésta la conforman
esas emociones limitantes que tanto nuestros ancestros como nosotras nos
habituamos a recrear una y otra vez para no volver a sentir aquella primera
angustia de separación que vivimos en la infancia.
Así que de nuevo, volvemos al lugar donde se encuentran todas las
respuestas que necesitamos, tanto para comprender la transmisión
transgeneracional (hemos heredado ciertas tendencias psicológicas y
conductuales en función de cómo nuestros ancestros vivieron sus emociones),
como para empezar a hacer cambios reales en nuestra vida aquí y ahora,
entrando en nuestras emociones genuinas y atendiendo a nuestra niña interior,
tal como te expliqué en el capítulo 5. Sólo de esta manera podremos dejar de
recrear aquellas emociones paralizantes y dañinas con las que aquella abuela
o bisabuela manejó la situación y habremos dado un sentido al dolor, tanto al
suyo como al nuestro, liberando al clan de la necesidad de seguir perpetuando
la experiencia.
Nuestras emociones. Siempre nuestras emociones, serán ese puente
mágico que nos llevará de la oscuridad a la luz, el vehículo conductor que nos
une a nuestros ancestros y a toda la información inconsciente que llevamos
en nosotras. Fíjate si es importante que nos tomemos el tiempo para
reconocerlas, aceptarlas, entrar en ellas, y darles el amor y la comprensión
que nuestra niña nos está pidiendo a gritos a través de ellas.
Hasta aquí hemos llegado a comprender cómo recibimos esta transmisión,
y también podemos utilizar esta información para darnos cuenta de que
observando las emociones predominantes en nuestra vida podemos adivinar
qué hemos heredado no sólo del clan, sino también del gran inconsciente
colectivo, pues nuestro inconsciente alberga muchísima información: la que
hemos vivido nosotras, la que han vivido nuestros padres, la de nuestros
ancestros, y también las que hemos acumulado en nuestro inconsciente como
Unidad. Y toda esa información es la que nos hace ver las cosas de una forma
determinada, es la que conforma los pilares de nuestra programación mental,
y la que hará que nuestros grupos metilo activen unos genes u otros.
Además de la actuación de los grupos metilo que acabamos de ver, para
entender en profundidad cómo se transmite la información a través de
nuestras emociones contamos también con las maravillosas aportaciones que
la física cuántica nos está brindando al respecto. El resumen podría ser que
estas emociones de nuestros ancestros llegan a nosotras a través de nuestra
constante interacción con el campo cuántico, y más adelante, en el capítulo
14, te explicaré con detalle de qué te estoy hablando.
Quiero volver a insistir en esto: desde los primeros capítulos del libro ya
sabes que puedes transformar las emociones de culpa, miedo o ira con las que
habitualmente te has manejado en tu vida, aceptando y abrazando las
emociones auténticas de abandono, tristeza, soledad e inseguridad que éstas
esconden. Sabes también que sólo así podrás atravesar la angustia de la mano
de tu niña interior, y que ésta te llevará directamente al amor y a la ternura, a
la plenitud del verdadero Ser que eres, que te ha estado esperando desde
siempre. De esta forma harás que los grupos metilo inhiban el estrés, el
malestar, la ansiedad, etcétera, y este cambio producirá a su vez nuevos
programas, creencias y patrones mentales en ti, pues como te he dicho, todo
lo que ocurre en tu mente y en tu vida va en función de tu mundo emocional.
En este punto podrías preguntarme: entonces, si traigo esa información
para luego tener que liberarme de ella, ¿no es contradictorio? Y la respuesta
es que no lo es, pues como hemos visto en varias ocasiones a lo largo del
libro, si la información del clan desapareciese naceríamos vacíos, sin
aprendizajes previos. No evolucionaríamos, tendríamos que empezar de cero
una y otra vez, y como ya sabes, el clan, a pesar de presentar sus resistencias,
es empujado siempre por la Consciencia, que le conduce hacia la evolución,
hacia el despertar espiritual de cada uno de sus miembros.
Como te he dicho en repetidas ocasiones, heredamos la información de
las heridas del clan para sanarlas. No vivimos la experiencia para sufrir, sino
para darle otra visión, ahora sin sentir culpa y sin culpar, sino perdonando. En
realidad es una bendición, no una putada como piensa la mayoría y como
hemos pensado nosotras ante la experiencia de abusos que vivimos. Si
heredamos una información con una carga muy potente, como en nuestro
caso un trauma, es porque tenemos la capacidad de perdonar lo que nuestros
ancestros no supieron comprender o integrar.
De todo el clan, en este momento exacto somos el alma idónea para
perdonar a todos. Nos podemos convertir en la persona que limpia todas las
historias pendientes del pasado, la que puede vivir la misma experiencia de
algún ancestro sin cometer su mismo error. Como ya vimos en el capítulo del
chivo expiatorio, suele ocurrir que el hijo o la hija más problemática, que es
la que carga con el trauma familiar, es la que puede liberar a todos los demás.
Ya te he explicado que hay una razón superior para que esto sea así, y
reincido en ello porque es vital que lo entiendas y lo integres para que desde
este mismo instante, puedas dejar de verte como una víctima indefensa,
enfadada, y sedienta de justicia. A través de todo aquello que nuestros
ancestros no entendieron o no vivieron desde el amor y la aceptación,
nosotras tenemos en nuestras manos la oportunidad sagrada de liberar al clan
mediante la comprensión y el perdón, no hay más.
Como ya te he dicho varias veces, no se trata del perdón cristiano en el
que tú me has hecho daño o te has equivocado y yo te perdono porque soy
muy buena, colocándome de esta manera por encima de ti. El perdón
verdadero, tal como nos muestra una y otra vez UCDM y que también te he
mencionado, es comprender que en realidad no hay nada que perdonar, pues
todos vivimos atrapados en los programas inconscientes que hemos heredado.
Me viene a la mente un relato que leí hace tiempo que refleja esto a la
perfección: un hombre va en el autobús y de repente alguien le da un fuerte
empujón por detrás, tan fuerte que casi se cae al suelo. Su primera reacción es
darse la vuelta muy enfadado y de manera airada gritarle a quien le ha
empujado. En cuanto se gira, ve a una mujer ciega, y toda su ira desaparece
en cuestión de un segundo.
De igual manera podemos aplicar esta nueva mirada hacia todos aquellos
que pensamos que nos han decepcionado o hecho daño: por un lado ellos no
sabían lo que hacían, pues estaban “ciegos”, condicionados por sus
programas inconscientes y por su propio dolor, y por otro lado, tarde o
temprano tendremos que aceptar que nadie, ni ningún acontecimiento externo
a nosotras, puede realmente hacernos daño. Una vez más te repito que todo lo
que sientes sólo puede venir de tu percepción, de la forma en que interpretas
y vives las situaciones. Nadie te ha hecho daño, nunca.
Si tú, como niña abusada que fuiste, eres capaz de integrar esta visión en
toda tu situación de vida y “perdonar” tanto a tu abusador como al resto de la
familia por no haberte comprendido y apoyado en los años posteriores, y lo
más importante, perdonarte a ti misma por el daño que también te has hecho
tratándote como te has tratado, estarás trascendiendo esa herida que viene del
clan.
Otras mujeres de tu árbol se quedaron atrapadas en el odio, la ira, una
baja autoestima o el miedo, y dejaron esa herida sin sanar. Tú eres ahora el
“soldado en primera línea”, y en tus manos está en este mismo momento que
a tus hijas, nietas y bisnietas llegue una información nueva y fresca que les
permita vivir experiencias y relaciones más plenas, más cercanas al amor y a
un nivel más elevado de consciencia. A estas alturas ya sabes que en realidad
tu alma aceptó vivir el trauma, independientemente de que tu ego aún lo siga
viendo como una cruz.
En el siguiente capítulo vamos a profundizar en los mecanismos del ego,
la culpa y las proyecciones. Encuentro imprescindible darte esta información
para que veas con más claridad cómo has afrontado hasta ahora tu
experiencia de abusos, atrapada en la percepción limitada de tu ego y en la
repetición de los patrones tóxicos de tu clan.
Como te dije en las primeras líneas de este capítulo, la mayor ilusión y mi
objetivo principal al escribir este libro es que a partir de esta toma de
conciencia puedas despertar en ti el deseo de empezar a verlo todo de una
manera completamente diferente, y que este cambio empiece por cómo te ves
a ti misma.
X: Ego, Culpa y Proyección
Como ya hemos visto en capítulos anteriores, el ego es la ilusión de la
separación, el miedo que surgió en todos nosotros en cuanto nos sentimos
culpables porque pensamos que fuimos separados de la Fuente por haber
hecho algo mal. ¿Recuerdas la explicación del primer capítulo sobre cómo a
los tres años perdimos nuestra conexión interior para amoldarnos al entorno?
Después este entorno nos falló y surgieron en nosotras por primera vez la
angustia y la culpa, que fueron las emociones que impulsaron a nuestra mente
a construir un “yo” separado y diferente de lo que éramos en nuestra
autenticidad.
Encuentro fundamental dedicar un capítulo al ego y a su funcionamiento,
pues nosotras, que hemos sido profundamente heridas, tuvimos que hacer un
doble esfuerzo a la hora de levantar una coraza entre nuestro corazón y el
mundo. En el capítulo 1 vimos también los mecanismos con los que
construimos el ego y cómo éste se las arregla desde entonces para que
sigamos atrapadas en los viejos patrones de pensamientos y conductas, por
mucho que éstas no nos permitan vivir la vida que realmente deseamos.
Ahora nos vamos a centrar en las dinámicas principales que el ego utiliza
para perpetuar nuestro aprisionamiento, que como ya sabes, es su manera de
evitar que volvamos a sentir aquella angustia original.
Empezaré diciéndote que la buena noticia es que esta separación es tan
sólo una ilusión, pues no estamos más separados de Dios y de Su creación
que lo que una gota de mar puede estar separada del mismo mar. Vivimos en
Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. A continuación
transcribo un fragmento de la lección 45 de UCDM (“Dios es la mente con la
que pienso”), que nos aporta mucha luz con respecto a nuestra realidad
esencial:
“Los pensamientos que piensas con la mente de Dios no abandonan tu
mente, porque los pensamientos no abandonan su fuente. Por consiguiente,
tus pensamientos están en la mente de Dios, al igual que tú. Están en tu
mente también, donde Él está. Tal como tú eres parte de Su Mente, así
también tus pensamientos son parte de Su Mente.
¿Dónde están pues, tus pensamientos reales?....”
“…Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabelladas
con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pensamientos que
pensaste con Dios en el principio. Están ahí en tu mente, ahora mismo,
completamente inalterados. Siempre están en tu mente, tal como siempre lo
han estado. Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los
cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.
Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios, ahí es donde tus
pensamientos son uno con los Suyos”.
“…Trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad
de la mente que piensa con Dios. Deja a un lado, aunque sea brevemente,
todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. Y
dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo”.

Esta lección nos dice que nuestros pensamientos reales, es decir, los que
pensamos con Dios, no tienen nada que ver con los pensamientos habituales
de nuestra mente, y que nada de lo que creemos que vemos guarda relación
alguna con la verdadera visión, con la Realidad. Esto en un principio nos
podría generar desasosiego e incluso terror, pues podemos sentir que no
tenemos nada a lo que aferrarnos, pero lo cierto es que cuando
comprendemos de verdad lo que nos está diciendo, nos damos cuenta de que
se trata de deshacer la locura en la que hemos vivido hasta ahora para
llevarnos a la cordura, a nuestra verdadera esencia. Debajo de esa coraza
protectora que construyó nuestro ego, hay una mente sana que piensa
pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la Verdad, y esos
son los pensamientos que tenemos cuando regresamos por fin a la Fuente, a
aquella Unidad de la que creímos habernos separado. Estos nuevos
pensamientos se traducirán en las palabras sagradas que saldrán de tu boca
cada vez que te pongas delante del espejo y mirando a tu niña interior a los
ojos, sientas en lo más profundo de tu corazón que ya no puedes seguir
haciéndole daño.
Recapitulando, el ego es la parte de nuestra mente con la que nos hemos
identificado, es decir, el yo que creemos ser, que no es más que una
estructura defensiva que creamos para sobrevivir al dolor y el desamparo que
sentimos al creernos separados de la Unidad. No somos esa identidad que
creemos ser, y al mismo tiempo ella encierra dentro de sí todo el potencial
que nos puede llevar a nuestra Verdad. ¿Recuerdas cómo? Sí, a través de
nuestras emociones, has acertado. Sigamos.
La conciencia, el ser que eres en esencia, es como una antena que puede
captar mensajes o bien de la Fuente, o bien del ego, pues ambos están en tu
mente. Cuando escuchas a la Fuente sientes paz, plenitud, amor y gratitud, y
cuando escuchas al ego, sientes dolor, ira, miedo y ansiedad. Sabiendo esto, a
partir de ahora puedes prestar atención e intentar darte cuenta de que en
cualquier situación en la que no te sientas completamente en paz, ten por
seguro que es porque has decidido reaccionar sin amor ante ella, es decir, la
estás viviendo desde el ego.
Y ahora me podrías hacer la siguiente pregunta. ¿Por qué hacemos caso al
ego una y otra vez, si nos produce tanto malestar? La respuesta es simple: por
la falsa sensación de poder que nos da el hábito inconsciente de juzgar, que es
lo que hacemos por inercia cada vez que sentimos alguna de esas emociones
desagradables (a no ser que estemos trabajando en nosotras mismas con un
compromiso verdadero). A través de los juicios que proyectamos en los
demás, así es como el ego nos hace creer que tenemos el control de nuestra
vida.
En tu yo egoico, tú tienes una serie de ideas, prejuicios, opiniones y
etiquetas con las que te defines a ti misma y a tu vida, y las decisiones que
tomas se basan en esa jerarquía de valores y creencias, que en realidad sólo
buscan que te sientas aceptada y querida. Pero al mismo tiempo, los demás
también han construido su propia identidad con otros valores e ideas
distintas, y de ahí surgen las comparaciones, los ataques y los juicios, que
vienen de ese estado mental en el que ya no te sientes una con los demás y
con todo lo que te rodea, y que busca siempre, siempre, siempre, recuperar
aquella sensación perdida de saberte amada y segura en todo momento.
El ego no sabe vivir sin verse como una víctima, igual que no sabe
asumir la responsabilidad de lo que ocurre en su vida y de lo que siente con
ello, y lo más importante: siempre busca tener razón, porque si no, cree que
se perdería a sí mismo. Cuando desde el ego crees que tienes que
solucionar los “problemas” que la vida te presenta, te colocas en un estado
mental de ansiedad e incertidumbre en el que sólo esperas que los resultados
se manifiesten en el exterior de la forma en que tú deseas. Actuando de esta
manera, no te das cuenta de que desde ese lugar de tu mente no puedes
escuchar la voz de tu Ser, pues las respuestas que necesitas sólo pueden llegar
a ti cuando te sientes tranquila y confiada.
A medida que vayas trabajando con tu niña interior y tus emociones,
llegará un día en el que ante las mismas situaciones que antes te generaban
miedo, enfado o ansiedad, te sentirás segura y capaz de afrontarlas, aunque en
ese momento aún no sepas cómo lo harás. Dejarás de vivir la situación como
un problema y sabrás que se resolverá por sí misma, ya no esperarás un
resultado concreto y confiarás en que recibirás la guía y las señales que
necesitas. Todo esto ocurrirá porque habrás dejado de preocuparte, y te
estarás ocupando de lo único verdaderamente importante: escuchar y atender
a tu niña y a sus emociones, aquí y ahora.
Al vivir en la Verdad sabrás que lo que necesitas llegará a ti, ya no te
preocuparás de cómo o cuándo ocurrirá, que eran las ocupaciones preferidas
de tu ego, y sabrás que no hay nada externo a ti, que todo ya está en tu
interior. Tu mente estará tranquila porque el miedo habrá desaparecido y
podrás escuchar a tu voz interior, que te inspirará para saber qué necesitas
hacer, que al final, siempre es perdonar. Perdonarte a ti misma y a los demás,
que en realidad son la misma cosa.
La lección 48 de UCDM, “No hay nada que temer”, nos dice que “la
conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu
mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedes reconocer, has
recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad.
En el instante en que estés dispuesta a hacer eso, ciertamente no habrá nada
que temer”. Nos está diciendo que hay una parte de nuestra mente -la única
que es real-, en la que aún recordamos nuestra conexión con la Fuente, con
Dios, y que es esa parte de nuestra mente la que nos está guiando hacia el
despertar. De esta manera, cada vez que seamos capaces de vivir una
situación “conflicto” sin dejarnos abrumar por el miedo, significará que
hemos logrado reconectar con esa parte de nosotros que nunca olvidó la
Verdad y que está en constante comunicación con Dios, tanto si somos
conscientes de ello como si no. En cada momento somos libres para elegir a
cuál de las dos partes vamos a escuchar, a la voz de las preocupaciones y las
quejas, o a la que nos habla de paz y plenitud. Comprendo que te pueda
resultar muy difícil creer que realmente esta voz está en tu interior, y yo
puedo asegurarte que si de verdad la buscas, la encontrarás.
Volviendo al ego y a sus mecanismos, además de llevar consigo los
arquetipos, los recuerdos ancestrales y los deseos que ha ido reprimiendo en
el camino, siempre está repitiendo los únicos patrones que conoce y que te
muestro a continuación. Puedes aprovechar para observarte mientras los lees
e intentar darte cuenta de cuántos de ellos resuenan contigo:
El ego…
Juzga, condena y excluye
Señala los fallos, los propios o los de los demás, cuando desde el Ser, ni
siquiera los vemos
Reprime emociones para no sentir culpa
Proyecta fuera sin ver que todo viene de él, que todo es su reflejo.
Proyecta para excluir y así perpetúa la idea de estar separado, generando
miedo y dolor una y otra vez, olvidándose de que el Ser proyecta únicamente
para extenderse desde el amor.
Tiene miedo
Necesita controlar preguntando “cómo”, “cuándo”, “por qué”…
Cree que tiene que hacer algo para demostrar su valía y recibir
reconocimiento
No quiere que las cosas cambien
Cree que si da, pierde. Cuando da, es para obtener algo
Cree que debe valerse por sí mismo para solucionarlo todo, ha olvidado
que el Todo se ocupa en todo momento de cada una de nosotras
Cree en la carencia, que está desposeído, y que tiene que hacer algo para
agradar a Dios
Es egoísta, manipulador y exigente
Busca problemas
Se mete en las vidas ajenas para aconsejar o juzgar
Sufre depresión o ansiedad cuando no consigue lo que quiere
Cuando “perdona”, lo hace para sentir que es bueno. No sabe que el
perdón verdadero es ver que él mismo se ha hecho daño y que el otro sólo
está ahí para reflejárselo
Haciendo un repaso de lo que hemos visto hasta ahora en el capítulo,
podemos decir que la mente es una y que tiene el poder de crear tanto lo falso
como lo verdadero (lo que hemos llamado “partes” de nuestra mente). La
“parte” real, tu verdadero Ser, te enseña a percibir más allá de tus creencias y
de tu ego, porque la Verdad está por encima de ellos. En definitiva, el sentido
de la existencia es experimentarnos en el sueño para recordar y descubrir
quiénes somos, jugando a lo que no somos. Cuando comprendemos esto, la
vida se convierte en una aventura mágica y maravillosa en la que la alegría, el
juego, el disfrute, la empatía, la paz, el amor y la gratitud son sus principales
ingredientes. Para llegar a ello, es imprescindible que lo deseemos de verdad
y que estemos dispuestas a hacer nuestra parte: observar nuestros
pensamientos y emociones y entrar en ellas atendiendo a nuestra niña. El
resto, simplemente sucederá. Te lo prometo.
Ahora voy a hablarte de la culpa, que es la base sobre la que se sustenta la
estructura del ego, y después pasaremos a los mecanismos que éste utiliza
intentar alejarte del dolor.

“Mi vida entera es un reflejo de lo que pienso diariamente, todo lo que


me rodea es una manifestación de mi estado mental”.

Culpa
En el primer capítulo ya vimos cómo ésta nos atrapa cada vez que
vivimos una situación conflictiva desde el ego en lugar de afrontarla desde el
amor y la comprensión.
La culpa es un arquetipo, un constructo universal que tiene un dinamismo
propio y que se activa de forma inconsciente, dependiendo de cada sociedad
y de cada época histórica. Es una de las grandes programaciones que
sufrimos los seres humanos y surge del error de dividir las cosas en buenas o
malas, cuyo ejemplo y legado más vívido en nuestra cultura occidental
podemos encontrar en la historia bíblica de Caín y Abel.
Ahora te voy a explicar cómo apareció en nuestra mente el primer
pensamiento de que Dios está enfadado con nosotras y que tenemos que
hacer sacrificios y sufrir para demostrarle que somos buenas y que
merecemos el cielo, o sea, su perdón. También vamos a ver cómo surgió en
nosotras la idea loca de tenerle miedo, y digo “loca” porque realmente lo es.
Tal como nos recuerda UCDM en la lección 46: “Dios no nos perdona porque
nunca nos ha condenado, y primero tiene que haber condenación para que el
perdón sea necesario”.
En ocasiones recuerdo con mucho amor y ternura lo culpable que me
sentí de niña desde el día que creí que Dios estaba muy enfadado conmigo y
que me había condenado al infierno porque mis genitales ya habían perdido
su “pureza”. Aquella niña que fui ya sabe desde hace muchos años que
ninguno de aquellos pensamientos que fabriqué en mi mente fue real, pero
eso no quita que el sistema automático de la culpa asome ocasionalmente en
mí ante otras situaciones que no tienen nada que ver con mi sexualidad, por
ejemplo en mi papel de madre (*)
Cada vez que me pasa, lo vivo como una oportunidad más para seguir
sanando a mi niña, y con el tiempo he conseguido que ocurra en ocasiones
muy contadas y cada vez con menor intensidad. Te cuento esto porque todos
aprendimos desde pequeños a sentirnos culpables, a todos se nos exigió que
fuéramos diferentes a como éramos, y nos convencimos de que había algo
erróneo en nosotros. Sin importar de qué manera venga disfrazada la culpa
ahora en nuestra vida, siempre tendrá relación con aquel desamparo y el
terror que sentimos al vernos sin un apoyo interno ni externo, que nos llevó a
sentir la angustia original. Así aparecieron los primeros pensamientos
culpabilizantes que nos decían “he hecho algo mal y por eso sufro. Me
merezco lo que me pasa. Soy mala”. Todo se originó con aquellas ideas de
habernos separado de nuestra Fuente y que merecíamos sufrir por haberla
traicionado, y de esta manera aprendimos a temerla.
Es por esto que si no le tuviéramos miedo a Dios (algo que nos ocurre de
manera totalmente inconsciente), no podríamos sentirnos culpables, y como
ya te he dicho en varias ocasiones, éste es el propósito último de nuestra
existencia: volver a Casa, comprendiendo que nunca existió un sólo motivo
por el que tuviéramos que sentirnos indignas, malas o merecedoras de
castigo, y que jamás se produjo esa separación.
Veo importante señalar que este sentimiento de culpabilidad no afecta
únicamente a las personas religiosas, como muchos piensan. Las personas
ateas también la sienten, ya que es una información inconsciente que
funciona por sí sola en todos nosotros, y los ateos, lo sepan o no, han recibido
también esa herencia ancestral del inconsciente colectivo del que todos somos
parte. El mecanismo se originó como te he explicado unas líneas más arriba:
nos desconectamos de nuestro interior al buscar el apoyo en el entorno
exterior, y cuando este exterior nos falló sentimos la angustia, que nos llevó a
la culpa porque pensamos que habíamos hecho algo mal. Finalmente, el
miedo a volver a vivirla hizo que nuestra mente construyera el ego, que
intenta siempre quitarse esa culpa de encima, a través de diferentes
mecanismos. Entre ellos están los sacrificios, que después se convierten en
resentimientos (después de todo lo que he hecho por él, mira cómo me lo
paga…), que siempre van acompañados de la manipulación, a través del
victimismo y buscando dar pena. Además de estos, los mecanismos
preferidos del ego son la proyección y los juicios, que veremos enseguida.
En un último apunte con respecto a la culpa antes de entrar en las
dinámicas del ego, quiero recordarte que siempre, en cada momento y
situación, lo tenemos todo potencialmente a nuestro alrededor, y que sólo está
esperando a que vayamos a por ello. El caso es que mientras no saquemos a
la luz esas creencias inconscientes que nos hacen sentir culpables y no
merecedores de todas las cosas buenas que deseamos para nuestras vidas, no
podremos acceder a ellas. Fíjate si es fundamental observar tus pensamientos
y emociones y hablarle a tu niña interior, no me cansaré de repetirte que ahí
encontrarás el tesoro que andas buscando, lo único que realmente has
deseado siempre: sentir y saber que eres Una con la paz y el amor de Dios, y
poder recordar y aceptar por fin que es cierto lo que nos dicen las lecciones
49 y 50 de UCDM: “La voz de Dios me habla durante todo el día” y “El
Amor de Dios es mi sustento”.

“Si quieres crear cambio, tienes que hacerlo desde un nivel de energía
que sea más grande que la culpa, más grande que el dolor, más grande que
el miedo, más grande que el rencor, más grande que la vergüenza y más
grande que la falta de merecimiento”

Joe Dispenza

*) Dedicaré mi siguiente libro exclusivamente a este tema, ya que la


culpa y la maternidad han ido de la mano prácticamente desde la
instauración de la familia que vimos en el capítulo 7, debido a esos patrones
inconscientes que hemos heredado y que nos dictan que debemos darnos a
nuestros hijos a través del sufrimiento. (Cuanto más entrega, sacrificio y
sufrimiento, mejor madre serás). Afortunadamente esto ha cambiado
bastante, pero las mujeres de hoy traemos con nosotras la responsabilidad
de seguir despejando el camino a nuestras hijas, nietas y demás
generaciones a través de nuestro despertar, tomando consciencia de que será
el amor y no la culpa, lo que hará que la Humanidad pueda avanzar hacia su
desarrollo espiritual.

Proyección
Ves tu vida y todo lo que te rodea desde uno de estos dos lugares: de la
proyección, que viene del miedo y la culpa, frutos de haberte creído que estás
separada de Dios, o desde la extensión de ti misma, que ocurre cuando te
sientes unida a todo y sabes no sólo que tu esencia es el amor, sino que
también eres amada por la Fuente. Esta percepción verdadera se
produce cuando sabes que todo lo que ves fuera viene de tu interior, y ya no
necesitas buscar culpables ni culparte a ti misma. Eres capaz de ver el error
de tu mente, de mirarte con comprensión y compasión, y de ver la inocencia
tanto en ti como en los demás. Comprendes que no hay nada que perdonar,
pues ahora sabes que tanto ellos como tú estabais –o estáis- dormidos.
Como nos enseña UCDM:
“Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y
decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme, yo
misma lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí”
Cada pensamiento de tu mente está creando tu realidad todo el tiempo,
contribuyendo a la verdad o a la ilusión, al amor o al miedo, a la felicidad o al
dolor. Insisto de nuevo en que si estás decidida de verdad a coger las riendas
de tu vida, necesitas observar tus pensamientos y las consecuencias que éstos
traen siempre consigo, pues como bien sabes, si escuchas y sigues a la voz en
tu mente que justifica tu enfado, tus juicios o la culpa, te mantendrás atrapada
en una espiral repetitiva que no te permitirá liberarte del hábito insano de
vivir a través de esas emociones destructivas. ¿Recuerdas que ya vimos que
cada emoción que sentimos lleva inherente su propio patrón de pensamientos
porque el ego no es nada original?
Tendemos a pensar que los sucesos externos son los que hacen que
pensemos de determinada manera, y no nos damos cuenta de que es justo al
revés: el pensamiento siempre ocurre primero, no hay nada fuera de nuestra
mente que pueda causar que pensemos y nos sintamos de una manera o de
otra. Lo que interpretamos, sentimos y pensamos, es lo que ha creado el
mundo que vemos.
Siendo esto así -y lo es-, cuando somos capaces de cambiar la
información de nuestra mente, es decir, nuestra manera de percibirnos a
nosotras mismas, cambiamos también lo que proyectamos fuera, pues no
podemos ver en el exterior algo diferente a lo que vemos dentro. UCDM nos
resume esta idea con una rotundidad cristalina:
“Es imposible no creer lo que veo y también es imposible ver lo que no
creo”.
Existen múltiples caminos que pueden ayudarnos a transformar esta
percepción, desde el mindfulness, la meditación, la psicoterapia y un
larguísimo etcétera, y en mi experiencia personal, después de años
trabajando en mí misma probando muchas de estas vías, la única manera en
que yo pude hacer de verdad este cambio en mí fue cuando mi niña interior
empezó a sonreírme a través del espejo.
Desde ese día cada vez se me fue haciendo más fácil ver oportunidades
para seguir sanándome donde antes veía sólo problemas que “me enfadaban”,
ignorancia o desconocimiento en los demás cuando antes veía intención de
herirme, o ver también a posibles amigas en mujeres que antes habría
percibido como rivales. Al ir sanando mis heridas dejé de proyectarlas fuera,
y todo a mi alrededor comenzó a cambiar de una forma maravillosa. Debo
decir que ahora, mirándolo con retrospectiva, sé que el trabajo que llevaba
tiempo realizando con UCDM supuso un catalizador extraordinario que
aceleró este proceso hacia la paz y la libertad emocional en las que ahora
vivo.
En definitiva y resumiendo lo anterior, lo que te estoy diciendo todo el
tiempo es que no podemos cambiar el exterior, pues eso no es más que un
deseo ilusorio del ego. Lo único que sí podemos transformar es nuestra
mente, nuestra manera de ver. Entonces proyectamos otro mundo, y todo
cambia.

“Todo lo que ves es el resultado de tus pensamientos.


En esto no hay excepciones”.
(UCDM)

Como ya hemos visto, el ego no puede concebir la conciencia de unidad,


porque toda su existencia se basa en la separación, en sentirse diferente a los
demás, y entonces necesita creer que todo lo que le hace sentir mal es culpa
de alguien, pues no quiere sentir ni la emoción en sí, ni la culpa en sus carnes.
De esta manera acaba proyectándolas y pensando que es el otro el que tiene
que cambiar, es decir, coloca fuera lo que en realidad está en sí mismo pero
no puede ver.
En definitiva, la proyección consiste en atribuir a otros defectos o errores
que están en mí para protegerme de la emoción que sentiría si los asumiera
como propios, y siempre tiene relación con lo que viví de niña. Por ejemplo,
si tengo aún sin sanar una herida por no haber sido escuchada, cada vez que
surja esa emoción en mi vida pensaré cosas como: “es que no se calla nunca”,
“no me escucha”, “no me entiende”, etcétera, en vez de ver y asumir que
precisamente todo eso me afecta porque llevo la herida en mí, y que lo que
realmente necesito es pararme yo a escuchar a mi niña.
Vemos nuestra vida y a los demás a través de la percepción, de nuestra
forma particular de interpretar todo lo que ocurre, que es generada por los
programas inconscientes de nuestra mente. Cuando aún no hemos hecho un
trabajo de introspección verdadero, no podemos darnos cuenta de que todo lo
que vemos fuera es una proyección de nuestra manera de observarlo, no
podemos percibir que estamos constantemente interpretando la realidad en
función de nuestros valores y creencias, o sea, de nuestra programación
mental, que como ya sabes, es inconsciente en un noventa y cinco por cien.
Es por esto que cuando llegamos a ese momento en el que decidimos
comprometernos de verdad con hacer un cambio real en nosotras mismas, es
fundamental la auto-observación -sin juzgarnos-, e ir descubriendo cuáles son
esos programas, pensamientos y emociones que dirigen nuestra vida sin que
prácticamente nos demos cuenta.
Los Juicios
“Si yo te diera todos los factores que envuelven una situación y te
pidiera que hicieras un juicio, tú me contestarías: “no puedo” (UCDM)
Nos ocurre que no somos conscientes de que el cambio que buscamos
fuera sólo es posible dentro de nosotras mismas, y por eso repetimos las
mismas historias una y otra vez. Ya hemos visto que no vivimos esas
experiencias “molestas” para sufrir, sino para sanar, para ser capaces de
darles otra visión, una visión nueva en la que ya no haya culpa ni juicios. Y
esto sólo puede ocurrir cuando alcanzas la madurez emocional, cuando ya ni
te culpas a ti ni culpas a nadie, pues ya puedes asumir que en todo momento y
en cada situación que vives, estás frente a ti misma. Sabes que siempre,
siempre, siempre, tienes a los demás como espejos, y que la única persona a
la que necesitas perdonar y dejar de juzgar es a ti misma, pues absolutamente
todo lo que ves en los otros es una proyección de algo que está en ti.
Siendo esto así, cada vez que juzgas a otro en realidad te estás juzgando a
ti misma, a algo que ocurre en ti y que no aceptas. Es como si fuera una
confesión inconsciente. Ya hemos visto que el ego es adicto a juzgar, no deja
de hacerlo porque así siente que controla, por eso es tan importante la
observación, mantenerte alerta. Y una forma de saber si estás juzgando, sin
excepción, es cuando estás experimentando algún tipo de dolor. Si supieras el
daño y el coste que tiene en ti un simple juicio, dejarías de hacerlo al instante.
Si fueras consciente de que cada juicio que emites tiene un efecto que va a
condicionar lo siguiente que vivas y que así jamás encontrarás la paz que
tanto anhelas, te aseguro que tomarías la decisión ahora mismo de hacer lo
que fuera necesario para aprender a vivir sin juzgar.
El problema es que el ego nos mantiene atrapadas en la inopia, dándonos
esa falsa sensación de seguridad y de poder que no nos permite ver la
mendicidad en la que realmente vivimos. Una vez más, tengo que repetirte
que sólo cuando te coloques de pie ante el espejo, mires a tu niña interior a
los ojos y le hables con la mano en el corazón, podrás empezar a avanzar
hacia tu libertad: “Veo que te sientes culpable en esta situación, he visto
también que yo estaba cayendo en el error de siempre, juzgando a los demás
para no hacerme cargo de este malestar, y a partir de ahora quiero que sepas
que esto va a cambiar. Quiero decirte que no hay ningún motivo para que
sientas culpa, pues eres muy pequeña para afrontar tú sola esta situación. Veo
tu fragilidad, tu dolor y tu indefensión, y es normal que te sientas así, eres
muy pequeñita. Desde este momento estamos juntas en esto y has de saber
que yo ahora me hago cargo, ya no vas a estar sola nunca más, mi niña
preciosa”.
Practicando este ejercicio cada vez que “pilles” a tu mente juzgando una
situación o a una persona, paulatinamente te irás liberando de la necesidad de
tu ego de juzgar, pues esa nueva mirada de comprensión, compasión y amor
que estás volcando en ti misma, tarde o temprano necesitará extendese
también hacia el exterior, pues recuerda, no hay dentro y fuera, no hay un
“yo” y un “tú”, sino un “nosotros”. Dejarás de esperar nada de nadie ni de
las situaciones, y entonces empezarán a ocurrir los milagros: verás que se va
abriendo un nuevo abanico de posibilidades ante ti, y que cualquier cosa
puede hacerse realidad.
“Sin juicios, podré estar en cualquier situación y ver la Verdad que hay
ahí”

Es así como la mayoría de la gente vive atrapada en los resentimientos


hacia los demás, sin comprender el sufrimiento y la culpabilidad que esto les
genera y sin darse cuenta de que sólo están perpetuando su estado ilusorio de
separación, olvidando que si vivieran desde el amor que realmente son, jamás
podría sentir resentimiento hacia nadie, ni la necesidad de ganar o de tener
razón. Creen que están despiertos, pero en realidad duermen.
Resumiendo lo que hemos visto, el ego se pregunta “por qué me tratan
así”, pone la causa fuera y no aprende nada. El Ser observa para qué ha
atraído esa situación, sabe que todo lo que está sintiendo viene de su interior
y que es una oportunidad de crecimiento, viviéndolo desde el perdón. Cuando
la bendigas y perdones, cuando bendigas a todo aquel que te ponga en una
situación de malestar o dolor, cambiará tu forma de vivirlo todo: ya no habrá
culpa, ni miedo, ni juicios, y verás a los demás como maestros que te hacen
ver algo que está en ti, o que es el reflejo de una situación o persona que aún
no has perdonado en tu vida. Y a estas alturas ya sabes que si aún no has
perdonado a alguien se trata de una proyección, y que la primera persona a la
que estás juzgando y atacando y a la que más necesitas perdonar, es a ti
misma.
¡Cada situación es una oportunidad para expresarme desde el amor que
soy!
Cuando te hablo de bendecir a los demás, me estoy refiriendo a poner la
intención de contemplarles en su inocencia, que es la verdadera naturaleza de
su ser, igual que la tuya. Si supiéramos la paz y la felicidad que este simple
acto nos puede traer, nos pasaríamos el día bendiciendo a todo el mundo
(guiño). Hay una relación indiscutible entre el perdón y la felicidad, y lo
puedes comprobar tú misma observando simplemente cómo te sientes cada
vez que te resistes a perdonar algo o a alguien. Cuando somos capaces de
perdonar, significa que hemos podido liberarnos de nuestras excusas para
seguir siendo infelices, pues cuando perdonamos, la felicidad y la paz
sacuden nuestro corazón de forma automática. Así que una vez más, vemos
que siempre se trata de nuestra elección: ¿Quiero ser feliz, o desgraciada?
Cuando empieces a ver la importancia de cada decisión que tomas en tu vida
y elijas poner presencia e intención antes de decidir si condenar o perdonar,
verás que la elección es en realidad sencilla porque, ¿quién en su sano juicio
buscaría ser infeliz? Cuando te das cuenta de que eso es lo que estás
eligiendo y asumes tu responsabilidad en ello, ¡Enhorabuena! ¡Has empezado
a despertar del sueño!
Ya te he contado en otros capítulos que a medida que iba avanzando en
los ejercicios con mi niña interior, comenzó a emerger en mi mente una
nueva información acerca de mí misma y de lo que más me convenía hacer en
cada situación para seguir sanando mis heridas (de hecho, esto tan mágico
sigue ocurriéndome prácticamente a diario, y lo vivo como una bendición que
sé que seguirá conmigo mientras viva).
Esta información viene a veces en forma de recuerdos que había
mantenido reprimidos durante años, otras veces a través de los sueños, y otras
ocurre de forma repentina, como una sacudida que abre de pronto mi pecho
mientras una voz desde muy dentro me susurra lo que necesito saber en ese
momento.
Pero aunque llevemos tiempo haciendo este trabajo en nosotras mismas y
notemos estos importantes avances, puede ocurrir que en cualquier momento
la Vida nos vuelve a poner una situación que reabre una herida que creíamos
sanada. Esto no significa que lo estemos haciendo mal o que no podremos
conseguir nunca vivir en ese estado de paz que deseamos, lo único que nos
dice es que esa herida en cuestión tiene aún algo pendiente por revisar.
Es algo que me ha pasado varias veces en relación a mi autosuficiencia
económica, y quiero compartir una de estas ocasiones por lo reveladora que
fue: había empezado a trabajar en una inmobiliaria, pues con mi consulta no
lograba ganar lo suficiente para cubrir todos mis gastos. También llevaba
varios días aprendiendo las tareas en una empresa de catering, para empezar
de forma inminente a trabajar dos días a la semana y cobrar cuatrocientos
euros al mes. Había vendido un par de pisos y también tenía algunos
pacientes, así que por primera vez en muchos meses empecé a sentir una
nueva tranquilidad y la confianza en mi capacidad para ser autosuficiente.
Llevaba un mes aproximadamente viviendo con esta sensación de bienestar y
convencida de que había sanado mi herida de la seguridad, cuando de pronto
una mañana en la oficina, en cuestión de segundos, todo eso que había
logrado acabó desapareciendo de golpe.
Tenía pendiente el cobro de mil trescientos euros de una venta que
aunque finalmente no se había ejecutado, era el dinero que me correspondía
por el trabajo realizado. Contando con ello para terminar de cubrir el mes y
pagar el alquiler y algunos recibos más del mes siguiente, mi jefa me llamó a
su despacho y me dijo que me correspondía cobrar sólo la mitad, y eso
suponiendo que tuviera la suerte de que la otra agencia con la que se había
gestionado la operación decidiera compartir los honorarios.
Al mismo tiempo, en la empresa de catering había tenido una
discrepancia con la dueña, pues pretendió que empezara a trabajar sin estar lo
suficientemente preparada, y le dije que no iba a ponerme a mí misma en
aquella situación, aparte del riesgo que supondría para le empresa. Había
muchos encargos en los que había que poner especial atención, pues tenían
especificaciones de alergias a determinados alimentos, y en tres días de
formación no estaba lista para encargarme yo sola de más de doscientos
pedidos. Pude constatar de primera mano la visión típica del empresario corto
de miras, que piensa que formar bien a sus empleados es una pérdida de
dinero en vez de una inversión. El caso es que desde aquel día interrumpió mi
formación con el pretexto de que estaban muy ocupados, y me dijo que ya
volverían a llamarme. Supe al instante que no lo harían y aunque sí se activó
mi herida de la seguridad, en el fondo agradecí que hubiera sido así, pues era
un trabajo muy estresante y muy mal pagado, y decidí centrarme en buscar
algo mejor.
Hice el trabajo con mi niña ante el espejo, conseguí confiar en que todo
iría bien, y a los pocos días me llamaron dos pacientes nuevas, que suponían
los cuatrocientos euros que había perdido con el trabajo del catering. Se había
compensado el dinero de la tienda, pero aún seguía la incertidumbre de si
finalmente cobraría los seiscientos cincuenta euros de la inmobiliaria.
Mientras pasaban los días, mi inquietud iba en aumento a pesar de continuar
con los ejercicios con mi niña, y en ese ínterin la Vida volvió a ponerme a
prueba.
Estaba teniendo una mañana muy ajetreada en la oficina, atendiendo el
teléfono que no paraba de sonar, así como a los clientes que venían a
preguntar por alguna vivienda en particular, o a anunciar la venta de su
inmueble. Enfrascada en esa situación, de pronto recibí la llamada de un
vecino diciéndome que en ese mismo momento la grúa se estaba llevando mi
coche. Aunque estaba aparcado en una zona no del todo legal pero
habitualmente permitida por la policía local, justo aquel día unos operarios
necesitaban ese espacio libre para hacer una obra en la calzada, y el
Ayuntamiento había ordenado despejar la zona.
Ante la imposibilidad de hacer nada por evitarlo, decidí aceptarlo y
mi mente enseguida se puso a pensar cómo conseguiría los cien euros
que necesitaba para retirarlo del depósito. Esa semana iba a cobrar cien
euros de las consultas de dos pacientes, pero justo ese día tenía tan sólo
veinte euros en el bolso y mis cuentas se habían quedado a cero después
de haber pagado todas las facturas del mes. Di gracias porque mi hija
siempre suele tener algunos ahorros de lo que le dan su padre y su
abuela para sus gastos, y una vez más decidí recurrir a ella para que me
adelantara el dinero. Esa misma tarde, nada más retirar el coche, me
llamó una de las pacientes diciéndome que estaba enferma y que
posponíamos la consulta a la semana siguiente, lo que suponía una
pérdida de otros cincuenta euros. Esa fue la gota que colmó el
vaso.
Esa noche necesité una “sobredosis” de ejercicios frente al espejo.
Pude ver con claridad cómo mi ego se había ido a un enfado
descomunal, y los pensamientos pertinentes ya habían empezado a
asomar: “es que siempre estoy igual”, “no hago nada bien”, “soy una
fracasada que necesita pedirle dinero a su hija de quince años, joder”,
“nunca voy a ser capaz de salir de esta situación”, “olvídate de tu sueño
de una casa con una terraza frente al mar”, etcétera. (acuérdate de que
las emociones que sentimos, siempre traerán consigo su sistema de
pensamientos correspondiente; la verdad es que el ego no es nada
creativo, siempre acaba repitiendo los mismos patrones).
Gracias a que ya llevaba meses entregada al trabajo de observar a mi
mente y hablar con mi niña interior de una manera concienzuda, pude
evitar que aquella energía oscura me atrapara por completo. Dedicando
más tiempo del habitual a la hora de hablar con ella, pude tranquilizarla
y transformar la rabia en una emoción muy diferente. Con todos los
frentes que tenía abiertos ante mí, se habían abierto las heridas de la
seguridad y la valía, y tras varios minutos repitiéndole “sé que en
realidad no estás enfadada y que es otra emoción lo que estás sintiendo,
déjame verla, por favor”, finalmente pude sentir su miedo, sus
sentimientos de incapaz y su dolor. Le hablé como ya hemos visto en
capítulos anteriores, con todo el amor y la comprensión que ella
necesitaba para poder sentirse tranquila y segura en aquella situación, y
finalmente, esa noche conseguí irme a dormir con una sonrisa en mi
cara. Mi niña había dejado de tener miedo y de sentirse una inútil sin
solución ni esperanza para cambiar las cosas. Yo le había prometido que
me hacía cargo, y ella pudo descansar sabiéndose cuidada y querida por
mí.
Al día siguiente me confirmaron en la oficina que finalmente sí
cobraría el dinero, y justo un día después una amiga me habló de una
asociación que concede una ayuda puntual para cubrir los gastos del
alquiler a personas que lo necesiten. La tormenta parecía haber cesado
por fin, y me sentí muy orgullosa de mí misma al haber sido capaz de no
quedarme atrapada en los mecanismos de mi ego.
Aquella noche, al ir al espejo a hablar con mi niña antes de irme a
dormir, una voz dulce, pausada y serena, comenzó a hablarme, y la sentí
como un abrazo cálido y amoroso que venía desde lo más profundo de
mi Ser:

“todo lo que crees que deseas, son sólo reflejos de lo único


verdadero que has deseado desde siempre: sentir la paz y el amor de
Dios”.
Sentí cómo las palabras entraban en mi pecho llenándolo de una
alegría y una paz desbordantes, y de pronto empecé a llorar, totalmente
entregada a la bendición de aquel momento. En cuestión de segundos,
pude comprenderlo todo. Durante toda mi vida había colocado primero
en los hombres y más tarde en el dinero la respuesta a mi seguridad y a
mi valía, y también había puesto en mi deseo de vivir en una casa con
una terraza frente al mar gran parte de mi felicidad. Y en aquel instante
sagrado, mirando a los ojitos radiantes y llorosos de mi niña
sonriéndome frente al espejo, supe que ya tenía todo lo que quería
dentro de mí.
Recordando cómo había vivido la situación y adónde me había
llevado finalmente, pensé que es como si la Vida nos enviara los
mensajes al revés (¿te acuerdas de lo que vimos en el capítulo 3?). La
Vida siempre te pondrá delante y magnificará lo que aún tengas
pendiente de sanar: “te traigo todos estos “problemas” para que puedas
ver por fin que todo está bien y que no tienes nada que temer. Aquí y
ahora, sin importar la situación externa, puedes sentirte segura y sentir
mi Paz y mi Amor. Ya no necesitas buscarme en otro lugar que no sea
dentro de ti”.
Me siento realmente bendecida y agradecida por poder vivirlo así
por fin.
La lección 67 de UCDM, “El Amor de Dios me creó a semejanza de
Sí Mismo”, nos lo muestra de esta manera tan clara y contundente:

“Hoy haremos todo lo posible por llegar a esta verdad acerca de ti y


por darnos cuenta plenamente, aunque sólo sea por un momento, de que
es verdad”.
“…Trata durante un breve intervalo preparatorio, de vaciar tu
mente de todo pensamiento y de ir más allá de todas las imágenes y
conceptos que tienes de ti misma hasta llegar a la verdad en ti. Si el
Amor te creó a semejanza de Su propio Ser, ese Ser tiene que estar en ti.
Y tiene que estar en alguna parte de tu mente donde tú lo puedes
encontrar”
“…Tal vez puedas hoy reemplazar los pensamientos que te distraen,
y llegar a la conciencia de una luz resplandeciente en la cual te
reconoces a ti misma tal como el Amor te creó”.
“…Necesitas oír la verdad acerca de ti tan a menudo como sea
posible, debido a que tu mente está ocupada con las falsas imágenes que
ha creado de sí misma. El Amor te creó a semejanza de Sí mismo, trata
de recordarlo cuantas veces te sea posible hoy, y date cuenta de que no
es tu diminuta y solitaria voz la que te dice esto.
Se trata de la voz de Dios, sustituyendo todo lo que el ego te dice
acerca de ti misma con la simple Verdad acerca de la Hija de Dios”
XI: Mi herida III

Continuando con la progresión del trauma y su forma de manifestarse en


mi vida, en los siguientes fragmentos de mi novela verás cómo el odio que
sentía hacia mí misma y hacia mis padres, junto con el sentimiento de ser
una pecadora culpable e indigna del perdón y el amor de Dios, me llevaron a
vivir una juventud muy diferente a la que había soñado siendo una niña.
Muy probablemente te vas a sentir identificada con mis patrones repetitivos
de dependencia emocional, así como con la anulación de prácticamente
todas las áreas de mi vida que no tuvieran algo que ver con encontrar al
“amor de mi vida”.
Como bien sabes, esta fue nuestra manera de expresar lo profundamente
vacías y solas que llegamos a sentirnos, que a su vez eran los ingredientes
indispensables en la herida ancestral que traíamos con nosotras para sanar
a nuestro árbol.

“Lanzarote
1992
Los encantos y los músculos de Javi, una especie de Tarzán con un sex-
appeal salvaje y arrollador que no pasó desapercibido para su Diosa desde
que le vio entrar en su pequeño apartamento, fueron los culpables. Con
melena azabache que caía sobre sus hombros bronceados y fornidos, unos
ojos de color café que hacían que se estremeciera cada vez que los clavaba en
ella, y una presencia cautivadora y arrebatadoramente sensual, Sara se
sumergió sin poder evitarlo en una estrepitosa vorágine de emociones y voces
explosivas, en las que por un lado el ávido deseo carnal que había resucitado
desde sus entrañas, y por otro una culpa despiadada y atroz, luchaban
encarnizadamente en su interior, cada cual ansiando lograr su propia victoria.
¿Pero cómo puedo sentir esto, si estoy enamorada de Jose? ¡Ay, justo un
mes antes de irnos! ¡Joder!
Durante los siete días en los que aquel Dios desparramaba sin pudor su
poderío y en los que las miradas, las sonrisas y los fugaces contactos de
pieles húmedas y saladas la iban extasiando cada vez más, los pequeños
resquicios de cordura que habían quedado indemnes en ella la salvaron de
saltar al pozo profundo y oscuro que la llamaba sin piedad con sus cantos de
sirena.
¡Dios, qué tortura!, se decía cada noche antes de quedarse dormida. Esto
va a ser algo pasajero Sara, en cuanto te vayas a Londres te olvidarás de él,
se repetía, intentando convencerse de que “su rareza” no había vuelto, pues
ya se había curado de aquello y lo que le ocurría era sólo una broma pesada
del destino.
La noche antes de que Felipe y sus amigos regresaran a Las Palmas, su
Diosa y su cuerpo entero seguían estremeciéndose y reverberando en secreto
cada vez que su mirada se cruzaba con la de Javi. Sabía que él sufría también
su propio infierno abrasador y que de manera tácita y por respeto a Jose,
ambos habían decidido no dar rienda suelta a la locura que les había poseído.
Un roce. Sólo un roce suyo. No necesitó más.
Él deslizó suave, despacio, deliberada y furtivamente un dedo sobre su
hombro desnudo. Y en aquel momento, en el que cada poro de su piel se
estremeció y su sexo dejó escapar un grito mudo ahogando el placer
arrollador que la embargó…lo supo.
Ay Javi…algún día…”

“Gran Canaria
1992
_¡Mi hija amancebada!_, gritó encolerizado_. ¡Mi hija viviendo en
concubinato! ¿Cómo puedes hacernos esto?
Sus padres estaban sentados en la cama de su habitación y Sara
permanecía de pie frente a ellos, dispuesta a escuchar lo que quisieran decirle
para después argumentar su firme decisión de irse a vivir con su novio sin
haberse casado previamente.
_¡Qué decepción!_, seguía gritando su padre con lágrimas en los ojos_.
¡Qué decepción más grande, Sara!
¡Están locos! ¡Estos dos están como unas putas cabras, joder!, pensaba
mientras presenciaba la escena, que le pareció lo más kafkiano que había
visto en su vida.
Pues si supieran lo de Javi…ya me echarían directamente al fuego
eterno...ironizó su payasa interior.
Iba a comenzar a hablar para explicarles que ella no creía en un Dios que
la estuviera mirando desde el cielo midiendo lo bueno o lo malo de su
conducta en función de cómo viviera sus relaciones afectivas y sexuales, y
que al Dios en el que ella quería creer no le importaba que estuviera casada o
no, cuando de pronto su madre intervino.
_¡Si lo sé te aborto!
¿Q…? ¿¿¿Qué???
_¡Si lo sé te aborto!_, repitió, apuñalándola en lo más profundo de su
alma con el frío de una mirada acusadora y glacial.
Sara enmudeció. Sus padres también. Un silencio ensordecedor les
sacudió de golpe, al tiempo que un calor insoportable se quedó incrustado en
su nuca.
No se esperaba aquello. De pronto se hundió en una oscuridad insondable
en la que su mente, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar, la dejó
paralizada durante unos segundos que le parecieron eternos. Aquello dolió.
Muchísimo. Sencillamente, no estaba preparada para algo así.
¡Si lo sé te aborto! Las palabras y su gélida mirada se sucedieron una y
otra vez a cámara lenta en su cabeza, intentando cerciorarse de que no había
sido un mal sueño y que su madre realmente había sido capaz de soltarle
aquella salvajada.
Notó cómo las lágrimas comenzaban a asomar en sus ojos temblorosos y
antes de romper a llorar delante de ellos, pudo reaccionar girándose con un
gesto brusco para marcharse de la habitación, con todo su ser agitado por la
vieja rabia y el profundo asco que desde hacía años no había vuelto a sentir
con aquella intensidad.
_Bueno hija…no he querido decir...
_¡¡¡Estáis locos!!!_, la interrumpió girándose de nuevo, ahora con la
mirada cargada de odio.
¡¡¡Esto es lo que vuestra Santa Puta Iglesia y vuestro Dios han hecho de
vosotros!!! ¡¡¡Me dais pena!!!_, les gritó antes de salir de la habitación dando
un portazo, reprimiendo el impulso de reprocharles que no les había
importado tanto su vida sexual cuando su hermano abusaba de ella siendo
una niña.
¡Se lo tenía que haber dicho, joder! ¡A ver qué habrían respondido a eso
estos dos puritanos de mierda! ¡Bah, que les den por culo de una vez y para
siempre!
Aunque los juiciosos mensajes eclesiásticos que tan fuertemente le habían
inoculado desde pequeña seguían aún incrustados en su psique, llevaba años
escuchando una lejana voz en su interior que le decía que aquellos mandatos
divinos no eran ciertos. Que si realmente existía un Dios, no podía ser tan
justiciero y cabrón.
Su espíritu inquieto y rebelde había ido cogiendo con los años cada vez
más fuerza en su interior frente a aquel Dios que escudriñaba sus pecados y la
condenaba implacablemente a los infiernos. Y en aquel momento, aquella
voz rugió con más fuerza aún dentro de ella.
¡Si existe un Dios, no puede estar tan aburrido como para que su máxima
preocupación sea estar mirando lo que hago con mi coño, joder!
_¡Felipe, esta noche salgo contigo! ¿A qué hora habéis quedado?_, le
preguntó tras darse una ducha y relajarse un poco”.

“Gran Canaria
1992
El bullicioso ambiente nocturno de la capital de la isla le encantó. Las
calles y los edificios eran mucho más bonitos y modernos que los de Arrecife
y aunque ya había estado allí en varias ocasiones, aquella noche todo parecía
estar impregnado de una belleza y una magia que durante unas horas le
hicieron olvidarse del fatal desencuentro con sus padres y de todas sus
cavilaciones posteriores.
Había acordado pasar la noche en casa de una amiga y al día siguiente
coger directamente el vuelo de regreso a Lanzarote, para no tener que volver
a verles. Javi caminaba a su lado, transportándola de nuevo a ese mundo suyo
de Diosa y de poder, en el que acariciarle, besarle y perderse por completo en
el infinito placer que intuía junto a él, eran las únicas imágenes que su mente
torturada podía proyectar. El rojo crepúsculo, con sus tímidos rayos de sol
asomando en el horizonte de la playa de Las Alcaravaneras, se veía mucho
más hermoso entre sus brazos, firmes y musculosos.
Habían pasado la noche bailando, bebiendo, charlando y riendo…
aproximándose tímida y lentamente con cada roce y con cada mirada a aquel
momento en el que por fin Sara sucumbió a su batalla interna y le permitió
besarla.
No quiso ir más lejos. No quiso lanzarse al pozo oscuro. No quiso irse
con él a casa de su amiga, Jose no se merecía aquello. Sólo necesitaba
comprender qué era aquella atracción arrolladora que se había desencadenado
en ella hacia aquel amasijo de músculos risueño y encantador, y lo que
descubrió al caer rendida entre sus brazos la descorazonó aún más.
Ay Javi, quiero más… ahora sé que me gusta todo de ti...
Dos semanas después, miraba nostálgica desde la ventanilla del avión
cómo el majestuoso risco de Famara se iba haciendo cada vez más pequeño,
evocando unos deliciosos recuerdos que le hablaban de anhelos y deseos
prohibidos.
Allí fue donde me rozó el hombro, ay…
La niebla y el frío londinense les esperaban y aunque intentó mantener
viva la ilusión que durante tantos meses había forjado junto a Jose, una parte
de ella sabía que ya nada sería igual.
Con el tiempo pasaré página y todo volverá a ser como antes, se mintió,
mientras agonizaba al ver cómo Lanzarote desaparecía en el horizonte azul,
sintiendo que allí se quedaba también la magia que le había unido a aquel
Dios al que difícilmente podría olvidar”.

“Londres
1993
_¿Volverás conmigo algún día?_, le preguntó con los ojos temblorosos.
_No lo sé...tengo que vivir esto...no sé lo que va a pasar…te quiero, pero
para saber si quiero seguir contigo tengo que quitarme estas dudas de
encima...
Jose regresó a Lanzarote y ella se sintió libre por fin para volver a los
brazos de Javi y comprender qué era aquello tan imperioso que la atraía hacia
él.
Tal como había intuido durante los largos meses londinenses, aquel Dios
de pelo azabache y músculos arrebatadores la elevó a un universo de placer y
sensaciones infinitas, en las que por fin pudo despertar a su Diosa. Volvió a
sentirse exultante y plenamente colmada, penetrando sin pudor en aquella
profunda caverna de deleites inconmensurables, a los que se entregaba cada
noche con sus alas desplegadas.
En aquel paraíso plagado de besos y caricias interminables, los
remordimientos solían colarse repentinamente, cuando menos los esperaba. A
medida que iba acostumbrándose a sus labios y a su piel, enamorándose cada
vez más de aquel torrente de sensualidad salvaje, Jose la seguía llamando
desde Lanzarote para contarle que apenas podía comer, que la echaba de
menos y que ya había encontrado un trabajo, animándola a volver con él.
Cada vez que hablaban se le partía el corazón, y llorando desconsolada
intentaba convencerse de que su verdadero amor estaba en Lanzarote y que
Javi era tan sólo un capricho pasajero.
Quería a Jose y quería también a Javi. No podía comprender qué era lo
que le ocurría y las miradas y comentarios reprobatorios de algunos de sus
hermanos se abigarraban sobre los suyos propios, haciendo que su ya
debilitada autoestima se resquebrajara bajo los afilados puñales que se le
clavaban en el alma.
_Le he dicho a Javi que no le conviene estar contigo…que tú haces
daño_, le reprochó Felipe una noche al regresar juntos a casa.
Yo no busco hacer daño…yo sólo quiero amar y ser amada...se dijo al
escuchar sus palabras, sintiendo el agudo dolor de saberse incomprendida por
su hermano. Debido a su corta diferencia de edad, habían sido amigos y
confidentes durante su infancia y adolescencia, pero con los años y sin ella
comprender bien por qué, un muro se había ido levantando entre ellos dos.
_Tú haces daño, Sara. A ningún amigo mío le animaría a salir contigo_,
reiteró.
La opinión de Felipe sobre cualquier asunto siempre tenía mucho peso en
la familia, y también en ella. Respetado por todos debido a su carácter recio y
seguro de sí mismo, sentía ante él -al igual que ante casi todos sus hermanos-
un secreto complejo de inferioridad y vergüenza que la transportaba con
frecuencia a un lugar frío y sombrío en su interior en el que siempre volvía a
sentirse como la niña pequeña, invisible e indefensa que un día había sido. El
tono de Felipe fue firme y severo mientras conducía impasible, y Sara no
pudo más que buscar a sus eternas confidentes allá en el cielo y desahogar en
ellas sus lágrimas mudas, a las que por más que lo intentó, no fue capaz de
frenar.
Yo no soy mala. Os voy a demostrar a ti y a toda la familia que no soy
mala Felipe, siguió animándose en silencio, mirando a las estrellas desde la
ventanilla del coche con los ojos aún llorosos.
Yo sólo quiero ser normal, como todos vosotros…a mí tampoco me gusta
cómo soy… pero no puedo evitarlo…se decía, mientras a su mente venían
unos irrefrenables pensamientos de arrasar la nevera en cuanto llegaran a
casa.
Fueron pasando los meses y de nuevo había irrumpido en ella aquella
desaforada necesidad de comer para acallar las tormentosas voces que la
asediaban sin clemencia. Llenaba así el insoportable vacío interior en
el que realmente vivía, y también liberando a su Diosa cada noche en los
expertos brazos de Javi. Sus padres se habían mudado al País Vasco unos
meses atrás y lo agradeció infinitamente, pues de otra manera habría tenido
que buscarse otra estancia, incapaz como era de volver a vivir bajo su mismo
techo.
Al menos la convivencia con mis hermanos sí es llevadera, solía decirse,
sobre todo por el apoyo incondicional de Álvaro…qué haría sin él…
_Ahora sí que la he cagado bien. Sí que estoy jodida Álvaro, queriendo a
dos hombres a la vez y sin poder aclararme…estoy más loca de lo que
pensaba..._, le dijo una noche, acordándose con nostalgia de su última
conversación con Jose pocos días atrás.
_Tú no estás loca Sarita, esto le puede pasar a cualquiera, ya verás cómo
algún día lo verás todo más claro_, intentaba consolarla.
_¿Y lo de no poder dejar de comer? ¿y lo de tener problemas con casi
todos los hermanos?”

“Lanzarote - Gran Canaria


1993
Varios meses después, incapaz de liberarse de sus propios reproches tras
empezar a sentir que Javi ya no le gustaba tanto y al conseguir bajar de nuevo
los kilos que había subido, decidió volver a Lanzarote y comprobar qué sentía
realmente por Jose.
Dos meses conviviendo con él, únicamente le sirvieron para volver a
confundirse, echar de menos a Javi, recuperar los kilos que había perdido y
así de nuevo, volver a los sensuales abrazos del Dios de pelo azabache, y a
los cada vez más ácidos y evidentes juicios de sus hermanos.
Y así pasó los doce meses siguientes, a dos pies entre Lanzarote y Las
Palmas, entre un amor y otro, entre dudas, culpas y remordimientos que
venían de su interior y de su implacable entorno familiar, hartos de su
veleidosa actitud mareando e hiriendo de aquella manera a dos de sus
mejores amigos.
_Yo no quiero saber nada Sara_, le dijo Chema con desprecio y
alejándose rápidamente de ella, un día que intentó desahogarse con él y
contarle lo mal que se sentía con aquella situación.
Sin poder remediarlo y sin comprenderse a sí misma, seguía sintiéndose
igual de confundida e impotente que el primer día, y las fluctuaciones en su
peso mostraban la precaria inestabilidad en la que se encontraba su mundo
emocional.
Jose le seguía brindando las promesas de aquel gran amor con el que
durante dos años su “rareza” había desaparecido por fin, y Javi le ofrecía todo
lo que su Diosa necesitaba…hasta que finalmente la situación comenzó a
dilucidarse y no porque ella pudiera aclarar sus sentimientos, que en más de
una ocasión la habían llevado a plantearse el suicidio como única salida a su
tortuosa existencia.
En su último viaje a Lanzarote, Jose no sólo empezó a mostrar un
evidente rechazo hacia ella, sino también a faltarle el respeto como ningún
hombre lo había hecho hasta entonces.
_Te la puedes follar si quieres…es fácil..._, le dijo a un amigo común que
comentó lo guapa que estaba una noche que salieron a bailar.
_Esta postura la habrás aprendido con él, ¿no? Ahora se te ve muy
experta_, le vomitó lleno de odio una noche mientras hacían el amor.
Solían discutir casi a diario, pero aquel comentario la había dejado
completamente indefensa, llevándola de nuevo a sus infiernos más profundos,
donde sintiéndose como una puta sucia y rastrera, sólo pudo hacerse un ovillo
en la cama y echarse a llorar, viendo impotente cómo aquel chico que un día
la había querido tanto, ahora la repudiaba de aquella manera tan despiadada y
brutal”.

“Gran Canaria
1994
Vivió por fin unos meses de tranquilidad, hasta que inevitablemente y una
vez más, se cansó de Javi en cuanto vio que él se había enamorado de ella.
Había comenzado a recordar de nuevo a Jose con nostalgia y de pronto
dejaron de bastarle aquel sexo maravilloso y su cuerpo perfectamente
musculado, ante el que ahora sólo sentía el insoportable sopor que le producía
ver a un chico prendado de ella y entregado a sus pies.
Entró de lleno en una nueva fase de atracones incontrolables ante la
mirada hastiada de sus hermanos, que al igual que ella misma, no podían
entender qué era lo que le ocurría.
¿Por qué no puedo ser como el resto de mis amigas o mis hermanas?
solía decirse sintiendo un profundo desprecio hacia sí misma. Muchas de
ellas llevan ya años con sus parejas y no conozco a nadie que le pase lo
mismo que a mí… y tampoco conozco a nadie que suba veinte kilos en dos
meses y los vuelva a bajar en pocas semanas… ¿qué me pasa, joder?
Dejó a Javi y en secreto siguió acordándose de Jose y del amor que había
perdido con él, aceptando con un dolor desgarrador que cualquier posibilidad
de un nuevo acercamiento era ya completamente imposible.
_Todos sabíamos que nos traerías problemas al venirte a vivir aquí_,
volvió a apuñalarla Felipe una noche que salieron a tomarse unas cervezas_.
No es fácil convivir contigo Sara, sólo vas a lo tuyo.
Para mí tampoco es fácil vivir conmigo, Felipe…se dijo ocultando con
sus largos rizos las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas.
_¡Aquí eres una intrusa! Estás rompiendo la armonía con la que
vivíamos_, le dijo una tarde Marian, que había vuelto de Lanzarote unos
meses antes que ella.
_¡Pues tendrás que aceptar mi presencia, porque tengo tanto derecho
como tú a vivir en esta casa!_, le devolvió, amparándose en la recurrente
fachada altiva con la que se había acostumbrado a ocultar el insoportable
dolor que realmente bullía por sus venas.
Cuánto daría por ser tan querida y valorada como tú, se dijo mientras se
alejaba de ella dando grandes zancadas entre ininteligibles imprecaciones. Me
gustaría tanto saber qué se siente al ser vista como la buena de la familia…
yo también soy buena…en realidad no me conocéis...
Su carácter arisco, temperamental y confrontador había provocado en los
meses que llevaba conviviendo con sus hermanos enfrentamientos con todos
ellos excepto con Álvaro, al que le seguía uniendo un vínculo irreductible.
Harta de sí misma y de la inestabilidad que gobernaba su día a día,
decidió parar en seco y cambiar su vida radicalmente. Se propuso no volver a
estar en pareja hasta asegurarse de que no volvería a ocurrirle lo de siempre y
comenzó a leer con avidez libros de autoayuda y a asistir a charlas sobre
crecimiento personal y espiritualidad, buscando comprenderse a sí misma y
reconstruir una vida estable y serena, como la que durante un tiempo había
podido acariciar junto a Jose.
Ya no voy a buscar más mi felicidad fuera de mí, se decía a diario. Está
claro que ahí sólo encuentro confusión y dolor…para mí y para los demás”.

“Gran Canaria
1997
_De acuerdo David, quiero creerte. Iremos a terapia_, le dijo al aterrizar
en el aeropuerto de Gando, escasas semanas después de aquella conversación
con su amiga.
_En mis primeras citas con una mujer, siempre busco su punto débil para
poder atraparla por ahí.
Sara no daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Quién era aquel
desconocido que estaba sentado frente a ella?
_¿Y cuál...cuál era mi punto débil?_, se atrevió a preguntarle en un hilillo
de voz casi inaudible, temblorosa y asustada, intuyendo su respuesta.
Se encontraban en la consulta de un prestigioso psicólogo de la ciudad, en
un colosal esfuerzo por reparar el desencanto y la amarga decepción que en
cuestión de horas, habían dinamitado sin piedad la plenitud en la que había
vivido durante los dos últimos años.
_Mamá Sara. Ese era tu punto débil_, confesó cabizbajo, metiendo la
cabeza entre las piernas y ocultándola con sus brazos.
_¿Qu...? ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿Me estás diciendo que durante
todo este tiempo has usado mi deseo de ser madre para enamorarme? ¿Me
estás diciendo que estás tan enfermo, David?_. Sara no podía frenar el
torrente de lágrimas que corrían ya desaforadas por sus mejillas, mientras
sentía cómo su alma, una vez más, se resquebrajaba en mil pedazos.
_Lo siento...siento haberte hecho esto..., sólo espero que lo podamos
arreglar y que entiendas...
_¿Y a ella..., a ella también le decías lo mismo?_ Sus ojos temblorosos
seguían desbordados, mientras con las manos trataba de sujetar con fuerza
sus rodillas, que no dejaban de chocar entre sí.
_No_, se limitó a responder, aún cubriéndose el rostro con sus brazos.
_¿Y qué coño le decías a ella?_, gritó finalmente, tratando
infructuosamente de mantener la calma_. ¡Y ten la decencia de mirarme a la
cara!
_Viajes. A ella le gusta viajar_, admitió por fin, atravesándola con
aquellos ojos a los que tanto había amado y que ahora sentía fríos como
puñales.
_¿Qué? ¿Viajes? ¿Y no vas a ser capaz ni de pronunciar su nombre?
¡Quiero oírte decir su nombre, David!_, volvió a gritarle.
_Emi. Su nombre es Emi_, obedeció, agachando de nuevo la cabeza.
Comenzaron a bullir en su mente numerosos recuerdos de los distintos
viajes de trabajo que él había realizado, todas las mentiras que habían salido a
la luz en aquella interminable noche en Madrid...y abatida y volviendo a atar
cabos, se echó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba ocurriendo.
¡Mira que me lo advirtieron, joder!, rumiaba para sí, incapaz aún de
digerir todo lo que acababa de oír. Esto tiene que ser un castigo por lo que les
hice a Javi y a Jose…
De pronto, tras uno o dos eternos minutos de silencio en los que la tensión
y el asco se habían clavado en cada poro de su piel como dardos
envenenados, se levantó resoplando y con paso firme, se dirigió hacia la
puerta.
_Adiós, doctor Pacheco_, pudo bufar finalmente tras frenar en seco con la
manilla en la mano_. Gracias por sus esfuerzos, pero aquí ya no hay nada que
arreglar. Ya le pagará él la sesión_, rugió, dando un sonoro portazo. Poseída
por la rabia y sin haber dado aún ningún paso, se giró para abrir la puerta de
nuevo y gritarle: “¡Eres una mierda envuelta en papel de regalo, David! ¡Eso
es lo que eres...un mierda de tío y un desgraciado! ¡No vuelvas a llamarme ni
a buscarme en tu puta vida! ¡Cabrón!
Ya en la calle, deambuló sin rumbo durante horas, intentando aplacar el
torrente de emociones que la embargaban. No le importó que la gente notara
que lloraba y tampoco que en más de una ocasión se la quedaran mirando
cuando gruñía en voz alta un “¡Qué hijo de la gran puta!”. “Es que no me lo
puedo creer”. “¡Mamá Sara!”
Los recuerdos de los últimos días, devastadores como el mayor de los
tornados, se agolpaban implacables en su cabeza en un infructuoso intento de
comprender cómo las cosas habían podido llegar hasta aquel fatídico final.
Exhausta y destrozada, decidió sentarse en alguna terraza y descargar
toda la rabia en su pequeño diario, que siempre llevaba encima. Como había
hecho desde niña cada vez que algo la perturbaba, necesitaba imperiosamente
vomitar con su puño y letra todo lo que estaba sintiendo.
“Gran Canaria
1998

Tú también me gustas cada vez más, Jonattan. Eres tú, lo que llevo años
esperando..., se repetía mientras le admiraba sumida en un hechizo
irremediable.
_Cariño, te dije que no te emocionaras con él_. La voz de su amiga
Alejandra retumbó en ella sacándola de golpe de su ensimismamiento.
_No, tranquila...es muy simpático, pero nada más_, mintió, intentando
ocultar el embrujo en el que ya nadaba a ciegas.
_Sara, en serio. Es un mujeriego. No es como David, éste al menos no es
un cabrón, pero no es lo que tú quieres.
_No me nombres más a David, por favor. Me lo estoy pasando muy bien
esta noche y no quiero ni acordarme de él. Además, en un mes me iré a
Guatemala, así que no hay ningún problema.
Era la primera vez en un año que había logrado pasar más de dos horas
sin acordarse de su ex, y Alejandra la estaba revolviendo sin darse cuenta.
_Perdona, cariño. Pero por favor, ten mucho cuidado, ¿vale? Me han
hablado de él...
_Uau, te ha dedicado una canción tía, qué fuerte ¿no?_, les interrumpió
Anabel, una amiga de María que las acompañaba esa noche.
_Y cómo te mira, guapa. Ya me gustaría a mí que me hubiera hecho la
mitad de caso desde que le conozco del que te ha hecho a ti sólo en una
noche.
_¿Le conoces desde hace mucho?_, quiso saber.
_Sí, hace un par de años ya, cuando vino de Menorca. Tuvimos una
historia, pero él enseguida se cansó y me dejó por otra.
_¿Lo ves?_, terció Alejandra con vehemencia, visiblemente molesta por
el interés que su amiga empezaba a mostrar ya sin disimulo.
Estuvo tentada de preguntarle a Anabel si era cierto aquello de que era tan
bueno en la cama, pero reprimió su impulso para evitar que Alejandra
siguiera disuadiéndola de caer en sus redes. Tratando de justificar a Jonattan,
pensó que no era de extrañar que hubiera pasado de Anabel. Ella era unos
diez años mayor y aunque sí era una mujer atractiva, no encajaba con él. No
tenía ese algo “especial”, esa profundidad en el alma que ella sí emanaba y
que él había sabido percibir, porque también la tenía.
_Cariño, te conozco bien_, insistió su amiga_. Sé que ahora mismo estás
pensando que por fin le has encontrado, que Jonattan es lo que siempre has
deseado y que vais a vivir una historia de amor maravillosa, pero...
_¡Para!_, la frenó en seco poniendo su mano frente a ella.
_Si me voy a equivocar, es sólo asunto mío, déjalo ya, coño.
_Pues perdona que te diga que no es sólo asunto tuyo_, le espetó con tono
cáustico_, ¡porque llevo un año entero viéndote llorar por las paredes y sin
hablar de otra cosa que no sea David y del daño que te ha hecho, y no me
apetece nada volver a pasarme otro año viéndote igual por otro hombre!
¡Porque te veo muy capaz de no irte a Guatemala si te enamoras de él!
_¡Pues yo pensaba que las amigas estábamos para ayudarnos en
momentos así, Alejandra!_, le respondió también enfadada ante las miradas
de sorpresa de todas las que estaban sentadas a la mesa, eludiendo el
comentario sobre Guatemala.
_¡Claro que estoy para ayudarte, pero ya me estoy cansando de verte caer
en barrena, Sara!_, hablaba con un tono cada vez más elevado_. Llevas un
año fuera de ti, acostándote con todo bicho viviente esperando encontrar el
amor que perdiste con lo de David, y así no te puede ir bien, ¿no lo
entiendes?
_¿Y qué problema tienes con que me líe con quien quiera? ¿Me vas a
venir ahora con el rollo ese de que una mujer tiene que hacerse respetar y bla
bla bla? ¡No me jodas! ¡Tengo treinta años, y puedo hacer con mi vida y con
mi sexualidad lo que me dé la gana!
Se conocían hacía varios años y tenían confianza para hablarse de esa
manera, aunque era la primera vez que Sara se enfadaba tanto con ella.
Alejandra era dieciocho años mayor, y después de haberse divorciado de
Alex tras un largo matrimonio, llevaba un par de años disfrutando de su
soltería, sin mostrar ningún interés por volver a tener una relación con un
hombre, ni siquiera para algún fugaz encuentro carnal.
_¡Que tú hayas clausurado tu vida amorosa y que estés tan feliz así, no
quiere decir que las demás tengamos que hacer lo mismo!_, volvió a gritarle.
_No se trata de eso Sara, es que parece que no puedes vivir sin un hombre
al lado y estás dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no estar sola_, le
respondió con contundencia_. Con David te pasó lo mismo...todos te
advertimos, pero tú decidiste meterte de cabeza y mira lo que te pasó...
_¿Me estás diciendo que yo tuve la culpa de aquello? ¡Esto es lo que me
faltaba por oír, joder!_, se enfureció aún más_. ¿Es que se te ha olvidado todo
lo que ocurrió? ¡El enfermo era él, Alejandra, no yo! ¡No te confundas! ¡Pero
tranquila, que ya no vas a tener que soportar más mis problemas!_, vociferó
mientras cogía el bolso y su Tropical y se dirigía con pasos agigantados hacia
la barra.
Ya me tiene harta joder, siempre con sus soliloquios llenos de consejos.
¡A la mierda!
Apuró en un sorbo lo poco que le quedaba de su cerveza y le pidió otra al
camarero mientras se acomodaba en un taburete, colocándolo en dirección al
escenario.
La mirada de Jonattan, que seguía actuando sobre el tablado, se quedó
clavada en la suya transportándola de nuevo a aquella espiral de ensueños
donde ella era la princesa elegida y sus anhelos más profundos se convertían
en viejas promesas cumplidas.
Ahora cantaba “Whatever you want”, de Status Quo, y le respondió
exhibiendo su sonrisa y su mirada más seductoras.
Tú eres lo que quiero, Jonattan. Y esta noche vas a ser mío, se dijo
mientras se humedecía los labios pasando la lengua muy lentamente sobre
ellos”.

Como has visto en estas páginas, pasé gran parte de mi juventud


atrapada en esa búsqueda incansable del amor fuera de mí. ¿Cómo no
iba a hacerlo de aquella manera, si no era capaz de encontrar nada en
mi interior en lo que apoyarme?
También has visto cómo la Vida se encargó de intensificar el arquetipo
de la culpa a través de aquella época en la que me debatía entre dos
“amores”, que junto a los posteriores juicios e incomprensión de mis
hermanos, supuso el recrudecimiento de aquellas creencias
eclesiásticas que me hablaban de merecer el castigo divino por ser
mala, impura, egoísta y puta.
Al abrirse todas aquellas heridas en mí, sin sospecharlo estaba avocada a
seguir atrayendo en los años siguientes a hombres también dañados
que me harían volver a vivir mi dolor del abandono y de la soledad de
una forma brutal. Aún no podía saber que todo aquello sería
necesario para el camino de despertar que mi alma había elegido, y
hoy, tras vivir desde hace muchos años sintiéndome completamente
libre en este sentido, puedo dar las gracias de corazón por cada una
de aquellas desgarradoras experiencias.
Transcribo ahora algunos fragmentos de la lección 41 de UCDM, pues
su mensaje encaja a la perfección en este capítulo.

“Dios va conmigo dondequiera que yo voy”

“Con el tiempo, la idea de hoy desvanecerá por completo la sensación de


soledad y abandono que experimentan todos los que se consideran
separados. La depresión es una consecuencia inevitable de la separación,
como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda
sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a
perder…”.

Nos está diciendo que todos nuestros problemas y sufrimiento provienen


de la misma raíz, y continúa:

“…Pero lo único que no has hecho es poner en duda la realidad del


problema. Los efectos de éste, no obstante, no se pueden sanar porque el
problema no es real…”

Ante esta afirmación cabe preguntarnos cómo podríamos curar una


enfermedad (o situación problema, preocupación, etcétera), que en realidad
no existe, y la respuesta es que no hay cura, porque no hay enfermedad. Es
por esto que las maneras del ego de buscar “sanarnos” no nos funcionan,
porque como hemos visto, el ego siempre busca fuera lo que sólo se
encuentra en nuestro interior.
…En lo más profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto a
irradiar a través de ti sobre el mundo. Ello sanará todo pesar y dolor, todo
temor y toda sensación de pérdida porque curará a la mente que pensaba
que todas esas cosas eran reales y que sufría debido a la lealtad que les
tenía…”

Aquí vemos que el remedio ya está en nosotras, y que éste sana no


venciendo a la enfermedad, que es tan sólo el síntoma que se manifiesta en
nuestras vidas, sino tomando consciencia de que realmente no hay
enfermedad. Dios va con nosotras dondequiera que vayamos, ¿cómo
podríamos estar separadas de Todo lo que Es?

“…Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo


cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, cubierta bajo
una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que
representan no obstante, todo lo que ves? Hoy vamos a intentar atravesar
esa oscura y pesada nube y llegar a la luz que se encuentra más allá de
ella…”
En definitiva, la presencia de Dios, que es lo mismo que decir la
reconexión con el Ser que somos realmente, significa la desaparición
instantánea de nuestra soledad y sufrimiento, y vivir con la certeza de que
hay “Alguien” amoroso que nos quiere y nos cuida, y que siempre está con
nosotras. Al leer esto, tu ego querrá hacerte pensar que lo que te estoy
diciendo es sólo fruto de mi imaginación, cuando en realidad lo único ilusorio
es la ausencia de esta Presencia.
Para terminar, déjame hacerte esta pregunta: ¿Crees que alguien que haya
logrado alcanzar este estado mental podría perder un sólo minuto en buscar
su felicidad en las relaciones, las posesiones o en cualquier otro símbolo
externo?
Sé que ya conoces la respuesta. Sencillamente, toda búsqueda ha
desaparecido.
XII: La Física Cuántica nos habla de
Libertad

En el capítulo 9 vimos que es a través de las emociones como se


transmite la información que recibimos de nuestros ancestros. En éste voy a
explicarte los fundamentos de la mecánica cuántica, pues conociéndolos te
resultará más fácil entender cómo se produce esta transmisión, cuya
explicación veremos en el capítulo 14. Vamos a ver también cómo sus teorías
y descubrimientos nos abren las puertas hacia una mayor comprensión sobre
el poder que tenemos en el presente para dejar de repetir patrones tóxicos y
construir la vida que realmente queremos, y todo ello nos va a ir acercando al
propósito principal de este libro: que puedas llegar a ver el sentido sagrado
que tiene para ti y para todo tu clan el hecho de que como alma, hayas
elegido vivir la experiencia de los abusos.
He recopilado gran parte de esta información de la mano de diversos
autores como Robert Lanza, Joe Dispenza, Enric Corberá y los físicos
Rosenblum y Kuttner entre otros, cuyas lecturas te recomiendo
encarecidamente si deseas profundizar en este mundo fascinante de la física
cuántica. Ahora sí, vamos allá.

Somos un Todo interconectado

El término “campo cuántico” se refiere al campo de inteligencia universal


que sustenta toda la materia y el mundo que percibimos como real, al que se
refirió por primera vez el científico alemán Max Planck, premio Nobel de
Física en 1.918. Este hombre dejó al mundo estupefacto al afirmar que
microscópicamente no hay nada físico, que todo es energía y vibración, y que
la materia es el efecto de esa energía condensada. Tenemos mucho que
agradecerle, pues además de ser un valiente que se opuso abiertamente al
régimen Nazi, fue quien descubrió que las ondas de luz se comportan
también como una corriente de partículas y que los electrones son
simultáneamente partículas y ondas, fenómeno conocido como superposición
cuántica. Gracias a sus descubrimientos y a su teoría cuántica, fue posible
aplicar la física al mundo de lo infinitamente pequeño, un mundo que se
comporta de una manera muy diferente al de lo visible regido por la física
tradicional. Tan diferente que Niels Bohr, un eminente físico coetáneo a
Planck llegó a afirmar que “si nada de esto te parece desconcertante, es que
no lo has entendido”.
Sumando sus descubrimientos al tema que nos ocupa, el legado de
nuestros ancestros, podríamos decir que más allá de las fronteras entre
nuestros cuerpos, un vínculo invisible nos une a todo lo que nos rodea, pues
formamos parte de una Unidad en la que un solo aprendizaje individual
representa una evolución no sólo para nuestro sistema familiar, sino también
para toda la Humanidad, pasada, presente y futura.
Vamos a empezar viendo algunos datos sobre la mecánica cuántica, que
es la rama de la Física que estudia la naturaleza a escalas atómicas y
subatómicas, pues como te he dicho en las primeras líneas, además de
ayudarte a comprender lo poderosa que eres realmente, lo encuentro
imprescindible para que después puedas ver su relación con la herencia
transgeneracional.
Antes se pensaba que onda y partícula, o sea, energía y materia, eran
cosas diferentes, pero desde el descubrimiento de Planck sabemos que las
partículas pueden comportarse como ondas y viceversa, es decir, que son la
misma cosa funcionando en estados diferentes. Esto significa que nosotras, al
estar formadas por partículas subatómicas, nos comportamos también como
energía: nuestro cuerpo es y está constituido por esa energía que emanamos
constantemente y que nos conecta unos con otros a través de nuestra propia
vibración. Hasta aquí bien, ¿verdad? Continuemos.
Sabiendo que nuestro Ser se mueve en otras dimensiones que no
apreciamos a un nivel consciente, podemos deducir que el “Yo” que
percibimos tan sólo es el fruto de las experiencias que hemos vivido y del
contexto en el que ocurrieron, pero que sólo representa la punta del iceberg,
una ínfima parte de la realidad que somos. La física cuántica nos ha
demostrado que hay una conexión entre el mundo material y el mundo
invisible que lo sustenta todo, de la misma forma que hay una conexión entre
el cuerpo, la mente, y el espíritu que los alimenta.
Los últimos experimentos están demostrando que en el mundo cuántico
todo es energía, luz pura y radiante, tal como apuntó Planck. En ese nivel
pequeño de la amteria, todo, incluido el ser humano, está formado de esa
misma sustancia universal que es el campo cuántico, por lo que somos un
sistema de energías en vibración continua y siempre conectados con este
campo, aunque no seamos conscientes de ello (no podemos serlo porque
como ya hemos visto, desde el ego no percibimos toda la información que
existe, sino sólo la que nosotras mismas proyectamos previamente).
Esta conexión con el campo hace que por resonancia, la vibración que
emanamos con nuestros pensamientos y emociones, nos venga devuelta en
forma de realidad: se manifiesta en las situaciones que vivimos, las
circunstancias, los conflictos sin solucionar, etcétera. En definitiva, nuestra
mente, que nunca deja de crear a través de los pensamientos, se expresa en
este campo y nos hace vivir nuestra realidad, aunque no somos conscientes de
que somos nosotras mismas quienes la estamos creando.
Resumiendo lo anterior, lo que estamos diciendo es que en el mundo
cuántico la energía responde a tu atención y ésta se convierte en lo siguiente
que vas a vivir. Sabiendo esto, vuelvo a insistir en la importancia de observar
en qué enfocas tus pensamientos y en cómo se encuentra tu mundo
emocional, pues tu inconsciente lo acepta todo como real. Si por ejemplo
estás preocupándote por una situación y sintiendo miedo, aunque en realidad
el peligro no sea para tanto y tu mente lo esté magnificando-que es lo que
suele ocurrir- , el inconsciente lo vivirá como algo cierto y emitirá esa
vibración de estrés, que acabará regresando a ti manifestándose en tu cuerpo
y en tus futuras situaciones, relaciones, y experiencias de vida. Esto ocurre
por el principio de resonancia: todo lo que se hace realidad en tu vida ha
resonado primero con tus creencias, pensamientos y emociones, y éstas están
condicionando por completo todo lo que te sucede. En el campo cuántico
todo es energía y vibración y como ya sabes, la energía no se crea ni se
destruye, sólo se transforma, así que la información que tú emanas desde tu
inconsciente no puede perderse, sino transformarse y cristalizarse.
De esta manera podemos afirmar que no existe la mala suerte, ni el
destino, ni el mal karma y que la causa de tus problemas no está en lo que te
hicieron tus padres, ni en cómo te trata tu pareja o tu jefa en la actualidad,
sino que todo, absolutamente todo está en resonancia contigo. Esta
resonancia está condicionada primero por tus emociones habituales ante los
conflictos, esas con las que tu ego esconde tus heridas sin sanar, y después
por tus creencias, que se forjaron en función de esas emociones que
aprendiste a sentir de niña, y que por último dan forma a tus pensamientos y
sentimientos. ¿Recuerdas que ya mencionamos esto en el capítulo 5 y en
algunos posteriores?
Durante el proceso de sanación de nuestras heridas, poco a poco
comenzamos a sentir las nuevas emociones de paz, bienestar, amor,
plenitud… y con ellas empiezan a grabarse nuevas creencias en nuestra
mente. Las células comienzan entonces a vibrar en esa misma frecuencia y el
inconsciente programará el cerebro con conexiones neuronales que atraigan
experiencias que vibren en consonancia. Es decir, esas mismas emociones
con las que ahora estás sintiendo paz y amor, harán que atraigas a tu vida
situaciones en las que sentirás lo mismo. Hasta que no asumas que esto es así
y tomes la decisión de coger las riendas de tu mundo emocional, continuarás
atrapada en las proyecciones de tu ego, haciendo responsables a los demás o
a las situaciones de cómo te sientes, seguirás actuando como una víctima y
nada podrá cambiar en tu vida.
En este punto no puedo dejar de mencionar que en los últimos años han
proliferado diferentes técnicas fáciles y rápidas para detectar las creencias
inconscientes, y te puedo asegurar sin miedo a equivocarme, que aunque
algunas de ellas realmente sí te van a ayudar a revelar esos mandatos
inconscientes que rigen tu vida, esta información no te servirá de nada si no
va acompañada de un trabajo interior comprometido y continuado, que es lo
único que te llevará a la transformación que deseas. Para que lo veas con un
ejemplo, podemos tener en nuestras manos el mejor manual del mundo sobre
los fundamentos de una materia determinada, que si no sabemos leer, poco
provecho podremos sacar de él. Pues con nuestras creencias ocurre lo mismo:
“saber leer” sería saber qué hacer para que esa información que estaba en
nuestro inconsciente y que ahora ha salido a la luz, se transforme en algo
diferente. Y eso, amiga mía, requiere de tu entrega y tu disposición para
sanar y transformar tus emociones, empezando a mirarte y tratarte a ti misma
con el respeto, la comprensión, el perdón y el amor que hasta ahora te has
negado. Sin amor, no habrá cambio posible. Si no atiendes y reparas el dolor,
la tristeza, la soledad y el miedo de tu niña interior, todo seguirá igual. Dicho
esto, podemos continuar:
La clave para empezar a desarrollar tu capacidad de crear el resultado que
deseas entre los muchos posibles, está en que puedas aceptar que lo que está
sucediendo es lo que tú has elegido sin darte cuenta, y que como ya hemos
visto, ha ocurrido así porque atraes a tu vida todo aquello que vibra en la
misma frecuencia en la que se encuentran tus pensamientos y emociones.
Existen muchos futuros posibles para cada momento de tu vida, y desde el
ego, escoges inconscientemente seguir repitiendo justamente lo que no
deseas. Cada uno de estos futuros se encuentra en estado de reposo,
esperando ser despertado por la decisión que tomes en el presente, y a estas
alturas sabes bien que la decisión más beneficiosa para ti va a ser aquella que
te lleve a sentirte segura, capaz y digna de ser querida, sea cual sea la
situación que estés viviendo.
Al hablar de crear “el resultado que deseas” no me estoy refiriendo a los
deseos materiales del ego, que te hacen creer que una casa más grande, un
coche nuevo o una pareja te harán sentir más segura o te traerán la felicidad.
Estoy hablando del deseo genuino que todos llevamos en nuestro interior:
sentir la reconexión con la Totalidad, que es entrar en un estado mental y
emocional en el que sabes que lo que deseas de verdad ya está en ti, y que
todo lo demás tan sólo eran símbolos con los que tu ego te mantenía dormida
y distraída. En este estado sientes paz, alegría, plenitud, amor y gratitud
aunque vivas en una casa vieja y pequeña y aunque tu coche se esté cayendo
a pedazos. Y como ya hemos visto, será a través de esas emociones y su
nueva vibración como cambiarán tus creencias y empezarán a manifestarse en
tu vida las experiencias y las situaciones que vibren en consonancia. Si
sientes gratitud, atraerás abundancia. Si sientes amor por ti misma, atraerás
relaciones ricas en amor y crecimiento. Si te sientes segura y capaz, atraerás
situaciones en las que puedas fácilmente desplegar todos tus dones. ¿Ves
cómo funciona? Una vez más tengo que preguntarte: ¿No te parece realmente
algo mágico?
Quiero reincidir en que la creencia que sustenta todas las demás es la
única que realmente te causa malestar, sea como sea que se manifieste, y es la
que tu ego quiere evitar a toda costa: la idea que te dice que estás separada
de la Fuente y de todo lo que te rodea. ¿Recuerdas la angustia de la que te
hablé en el primer capítulo y los mecanismos del ego en el capítulo 10?
Proyectas fuera esa culpa que te genera la idea de estar separada a través de
tus mapas mentales, creencias y pensamientos, y no te das cuenta de que la
única posibilidad de cambio es mirar dentro de ti, atreverte a sentir y abrazar
las emociones genuinas que tu niña interior te está mostrando, y hacerte cargo
de ella con el amor y la comprensión que en lo más profundo de tu Ser estás
deseando y necesitando darle.
Dicho esto, veamos ahora cómo es que con tus emociones y pensamientos
puedes conectar con el campo cuántico:
Las conexiones neuronales creadas por tu sistema de pensamientos lanzan
una señal electromagnética al campo cuántico y éste a su vez emite señales
que tú percibes. O sea, que estáis intercomunicándoos constantemente, pero
tu mente no percibe la totalidad de las señales que llegan, sino sólo lo que la
frecuencia de tus pensamientos y emociones le permite percibir.
Es como si el campo fuera un espejo: tú emites una señal determinada, y
captarás sólo aquello que vibre en la misma frecuencia. Lo cierto es que en el
universo no falta de nada, lo que ocurre es que nosotras hemos creado esta
realidad paralela en la que creemos que sí existe la carencia, sin darnos
cuenta de que esta limitación que percibimos parte de nosotras mismas y de
lo que hemos emitido previamente.
El campo cuántico, o el universo, como quieras llamarlo, emite una señal
completa de todas las posibilidades que existen en una situación concreta de
tu vida, y cuando viene a ti llega perfectamente pero la percibes incompleta,
pues como te he dicho, con tus pensamientos distorsionados por tu
programación mental, donde hay carencia, culpa, dolor, etcétera, generas un
campo de vibración que produce una fractura.
En realidad es como la pescadilla que se muerde la cola, pues como te he
explicado un par de páginas atrás, aunque los pensamientos son los que
generan nuestros sentimientos, si cambiamos nuestra forma de sentirnos
hacia nosotras mismas atendiendo nuestras heridas y sanando nuestras
emociones de soledad, abandono, vacío, etcétera, paulatinamente se va
produciendo también una transformación en nuestro sistema de creencias y
de pensamientos, pues como ya sabes, toda emoción lleva aparejado su
propio patrón de pensamientos. Con este ejemplo lo vas a ver muy claro:
durante unos segundos, intenta imaginar qué tipo de pensamientos vendrían a
tu mente en cualquier situación en la que sintieras una profunda alegría,
gratitud, o cualquier otra emoción agradable.
Habrás visto pensamientos del tipo “qué buena suerte tengo”, “soy muy
eficiente en mi trabajo”, “mi familia me quiere”, “caigo bien a la gente”, “la
gente es buena”, “me encanta sentirme así”, etcétera, y esto ocurre porque
sencillamente, nuestro cerebro no acepta la incoherencia. Es lo mismo que te
decía en otro capítulo sobre la inutilidad de las afirmaciones positivas:
mientras no haya un cambio real en tu estado emocional, tu inconsciente no
podrá asimilar como ciertas las palabras y frases bonitas, pues siempre se
guiará primero por lo que estés sintiendo. Pero para que se produzca un
cambio real en nuestras creencias y patrones de pensamientos, no basta con
tener momentos puntuales de alegría o tranquilidad; eso supondría tan sólo un
descanso, un respiro en el tormentoso camino en el que solemos estar
inmersos. Para que el cambio sea real y duradero, hay que lograr que esas
emociones sean las predominantes y más habituales en nuestra vida,
independientemente de cuáles sean las circunstancias externas. Y a estas
alturas del libro, ya sabes cómo vas a lograrlo, ¿verdad? Continuemos:
Como ya hemos visto, la mecánica cuántica nos muestra el mundo en
súper pequeñito, y ya está más que demostrado que en ese nivel subatómico,
las cosas no funcionan como en nuestro mundo tal como lo percibimos. En el
mundo cuántico somos materia y energía a la vez, estamos interconectados
formando parte de un todo, y cada parte contiene en sí misma la información
de esa totalidad, es decir, que existe una interacción instantánea y constante
entre cada parte y ese todo.
Para entender todo lo que te acabo de exponer, hay que empezar hablando
de la teoría del holograma (del griego “holos”: la totalidad), formulada por el
científico húngaro Dennis Gabor, que le llevó a ganar el premio Nobel de
Física en 1971. En ella formula una premisa que nos ayuda también a
explicar el tema principal de este libro, cómo el árbol genealógico guarda la
información, y esta idea es la siguiente: “el Todo se encuentra en la parte y la
parte se encuentra en el Todo”.
Aplicándonos esto a nosotras mismas podríamos decir que somos un
holograma, ya que cada célula de nuestro cuerpo lleva consigo toda la
información del mismo (esto ya lo vimos cuando te hablé de Bruce Lipton en
el capítulo de la epigenética, ¿recuerdas?). Extrapolándolo a la herencia
transgeneracional, ese “Todo” sería nuestro inconsciente más el inconsciente
familiar junto con el inconsciente colectivo, y la “parte” seríamos nosotras.
Siendo esto así y siguiendo los fundamentos de Gabor, nosotras contenemos
toda la información que existe en el Todo, pues ésta, al ser energía, no se
puede perder sino repetirse o transformarse, y esta información se manifiesta
en cada parte de una forma única, al tiempo que no todas las partes
manifiestan ese Todo, aunque sí lo contienen.
Trayendo esto último a nuestras vidas, significa que aunque sí llevamos
toda la información de nuestros ancestros en nuestro inconsciente,
individualmente no podemos manifestarla por completo, es decir, no
podemos recrear todas las experiencias que ellos vivieron. Por ejemplo, en
una familia de cinco hermanos, cada cual reflejará en su vida únicamente la
información del clan con la que resuene en ese momento, que será la que
necesite para experimentar lo que su alma ha venido a trabajar, trascender, y
aportar al árbol.
Volviendo a nuestra capacidad para crear nuestra realidad en el presente,
podemos extrapolar esta teoría a nuestra percepción del mundo y de la vida y
hacernos la siguiente pregunta: ¿lo que percibimos con nuestros sentidos es
real, o sólo es un holograma? Es decir, ¿lo que vemos es una proyección de
nuestra mente, una pequeña parte de toda la información que llevamos en
nuestro inconsciente? Esto nos lleva inexorablemente a David Bohm,
científico que en su libro “La Totalidad y el Orden Implicado” postuló que
existe un nivel de realidad no local, es decir, que lo que percibimos como
partículas separadas en realidad no lo están, sino que en un nivel más
profundo de la realidad son meramente extensiones del mismo “algo”
fundamental. Ese nivel en el que las partículas parecen estar separadas, o sea,
en nuestra realidad, lo llamó el “Orden Explicado”, mientras que el aspecto
más profundo de la realidad, el nivel en el que no existe la separación y todas
las cosas se convierten en parte de una Totalidad, lo llamó el “Orden
Implicado”.
Aplicando esto a nuestra existencia en este mundo y al universo,
podríamos decir que somos el orden explicado del “Todo”, o lo que es lo
mismo, la manifestación de una parte de esa información infinita que
contiene. Como dato personal, decirte que Bohm mantuvo durante años una
amistad profunda con Krishnamurti, e incluso publicaron varios libros con
sus diálogos sobre la naturaleza del pensamiento, el universo y el futuro de la
Humanidad, así que ya nos podemos imaginar el nivel de consciencia que
había alcanzado. Es de agradecer que aunque sea de manera ocasional, los
seres humanos contemos con las valiosísimas aportaciones de científicos que
están realmente despiertos.
En definitiva, desarrolló la idea de que nuestro mundo tridimensional es
un reflejo de esa realidad multidimensional, o lo que es lo mismo, que
vivimos en una proyección, que bien podría ser el holograma que te he
mencionado antes. Continuamos:
Como hemos visto, se sabe ya que nuestro cuerpo contiene un patrón
holográfico de energía, que sería nuestro cuerpo energético, y la física
cuántica ha ayudado a demostrar que este cuerpo energético trasciende las
leyes de la energía física tal como la conocíamos, ya que en él está implicada
la conciencia. ¿Qué significa esto? Sigue leyendo, ahora te lo explico.
Se ha evidenciado que en el nivel cuántico, el observador -es decir,
nosotras, la conciencia-, forma parte de la realidad no sólo como un mero
observador, sino también como una parte que afecta a esa realidad por el sólo
hecho de observarla. Como ya te he explicado, cada cosa en el universo tiene
la capacidad de ser onda y partícula, y numerosos experimentos han
constatado ya que cuando una onda es observada, o sea, cuando interviene la
conciencia, pasa a comportarse como partícula, así que depende del
observador que la realidad cuántica se comporte de una manera o de otra.
Traducido a nuestro mundo, esto viene a decir lo que hemos visto unas
páginas atrás: en lo que tú te enfoques con tus pensamientos y emociones, esa
vibración resonará con algunas de las infinitas posibilidades que existen en el
campo cuántico y se materializará en tu vida a través de experiencias,
situaciones, relaciones, etcétera.
Resumiendo todo lo anterior, podemos decir que el mundo físico que
vemos es la proyección de nuestro inconsciente individual, familiar y
colectivo, y desde nuestra perspectiva, nos parece que todo es tal como lo
vemos y percibimos. Así, el mundo es como una pantalla en la que vemos
proyectadas nuestras creencias y programas inconscientes, lo que nos
retrotrae a lo que te he repetido en varias ocasiones ya: no existe
absolutamente nada fuera de ti, todo lo que ves y experimentas en tu vida es
una proyección de tu mundo interior.
Hilándolo con esto, no puedo dejar de comentar que la percepción
Newtoniana y materialista del mundo y de la vida, en la que las cosas ocurren
por azar y todo está separado, ya se está quedando obsoleta y cada vez hay
más evidencias que demuestran este poder inherente a todos nosotros a través
del cual, sin ninguna duda, estamos creando nuestra realidad en cada instante
y que somos el reflejo de una Unidad en la que todo está interconectado y
funcionando de una forma armoniosa, aunque desde nuestra percepción
limitada no nos lo parezca. La física newtoniana nos dice que lo que vemos
fuera no tiene nada que ver con nosotras, y con la física cuántica sabemos que
todo está relacionado y que nosotras, como observadoras, influimos en lo que
estamos viendo.
Así que llegados a este punto ya sabemos que podremos construir la vida
que realmente deseamos sólo cuando podamos asumir que estamos atrapadas
en los juegos inconscientes y evasivos de nuestro ego y dejemos de creer que
lo que ocurre en nuestras vidas es fruto de la casualidad o de algo externo a
nosotras. De verdad te digo que es una enorme liberación comprender todo
esto, saber que no puede ocurrirte nada que tu mente no haya proyectado
primero. Tu vida entera es un reflejo de la información que llevas en tu
inconsciente, y si quieres transformar algo, sólo tienes que observar la
situación, aceptar que la has creado tú, y que también tú la puedes cambiar.
Trabajando en tus emociones, llega un día en el que has dejado de verte a ti
misma como una víctima, y te has convertido en la dueña y creadora de tu
vida.
Es fundamental tomar conciencia de que todo lo que ves es sólo un reflejo
de tu interpretación previa, que en tu vida sólo puede ocurrir aquello en lo
que te enfocas, y que sólo cuando transformes el “color” de tus creencias y
programas sanando tus emociones, podrás Ver la realidad de todo lo que
ocurre ante ti. La mayor dificultad, como ya vimos en el capítulo del ego, está
en que esa identidad no quiere que cambiemos, nos hace aferrarnos a nuestras
experiencias de dolor y a seguir pensando que la causa de lo que nos ocurre
está fuera, y de ahí vienen sus preguntas de “cómo”, “cuándo” y “por qué a
mí”, perpetuando el ciclo de frustración e impotencia que no nos deja
reconocer y utilizar nuestro verdadero poder.
En definitiva, te conviertes en una creadora consciente cuando puedes
comprender y aceptar que todo esto que acabas de leer, por muy extraño que
te parezca en un principio, realmente funciona así y tomas la decisión de
poner mucha atención a cómo observas a partir de ahora todo lo que ha
pasado y está pasando en tu vida. Si lo miras desde el juicio, la queja y la
negatividad, al menos ahora sabes que seguirás atrayendo a tu vida
situaciones, personas y experiencias que te llevarán a sentir más de lo mismo.
Si tienes claro que ya no quieres más de eso y decides hacer algo
diferente, empezarás a observar las emociones que las distintas situaciones te
generan, como te he recomendado a lo largo de los capítulos. Al principio,
como en todo, tendrás que poner mucha intención y atención, pero como has
visto en mi propio proceso, en cuanto lleves un tiempo practicándolo podrás
ver cómo cada vez te resultará más fácil observarte sin juzgarte y acceder a
esa parte de ti que es sólo amor y comprensión.
Ahora, imagina cualquier situación de tu vida que te gustaría cambiar o
mejorar. Todas las posibilidades que pueden ocurrir con respecto a esa
situación ya existen en el mundo cuántico, en forma de ondas vibratorias.
Como te he dicho, dependiendo de dónde enfoques tus pensamientos y
emociones, tu mente supra-consciente, tu Yo verdadero, buscará en ese
amplio espectro los mismos parámetros que le has indicado con las
emociones que has emitido, y te enviará aquello que coincida con tu
vibración. El campo cuántico se limita a hacer de espejo, así que
cuanta más armonía y quietud seas capaz de mantener en tu mente, más de
eso estarás creando para tu futuro próximo. Y también más capacitada estarás
para escuchar los “consejos” de tu mente superior, que te llegarán en forma
de intuición, recuerdos, imágenes, frases y canciones que leerás o escucharás
“por casualidad”, encuentros inesperados, etcétera.
En resumidas cuentas, esa Inteligencia amorosa que lo sustenta todo, te va
a llevar siempre hacia lo que has pedido desde tu inconsciente. Y la mejor
manera de saber qué está ocurriendo realmente en tu yo más profundo es
mirar todo lo que está pasando en tu vida, pues siempre será un reflejo
certero. Si al observar con total objetividad y sin juzgarte ves algo que no te
gusta, que es lo más probable, es el momento de indagar con qué aspectos,
situaciones, o personas aún no estás en paz, no has aceptado plenamente y te
mantienes en el enfado, la culpa, los juicios o en el miedo. Es decir, necesitas
ver qué situaciones estás viviendo aún como una víctima en vez de como la
Maestra que eres, y en las que no te estás permitiendo desarrollar todo el
potencial que has traído contigo. Reincido en esto porque es vital que
comprendas que por muy cruda y dolorosa que fuera tu experiencia de
abusos, mientras sigas “enganchada” a aquellas emociones que te
acostumbraste a sentir, vas a seguir atrayendo más de lo mismo a tu vida.

Al comprender que esto es así, que tu experiencia de dolor tiene este


sentido profundo y sagrado, puedes vivirlo como una bendición en vez de
como un mal karma o simple mala suerte, pues ahora ya sabes que éstos no
existen. Eres la creadora de todo lo que vives a cada momento, ya has visto
que la ciencia nos lo ha demostrado, y necesitas comprender que seguirás
viviendo estas experiencias hasta que puedas darles una visión superior,
agradeciendo de corazón el mensaje y la oportunidad de despertar que traían
para ti.
Lo único real es que somos energía pura, seres de Luz viviendo una
experiencia humana en un mundo tridimensional, con el único fin de
participar e influir en el regreso a la Visión del Todo, esa energía Amorosa
que vive en nosotros y de la que formamos parte. El primer paso para poder
hacer cambios reales es asumir que nada ocurre por casualidad y que ya no
podemos poner la responsabilidad de lo que nos sucede fuera de nosotras,
porque sencillamente, no existe nada externo, todo es una proyección de lo
que estamos creando en nuestro interior. Te transformas en una observadora
y creadora consciente desde el momento en que estás preparada para asumir
que tu realidad diaria es el resultado de cómo decides observarla: desde el
miedo, la culpa y los juicios de tu ego, o desde el amor del verdadero Ser que
eres.
Ocurre lo mismo con tu árbol genealógico: puedes verlo desde una
perspectiva dual en la que todo está separado y pensar que lo que vivieron tus
ancestros no tiene nada que ver contigo y que no puede afectar a tu vida, o
puedes mirarlo con una mente abierta y comprender y aceptar que
muchísimas de las experiencias que has vivido están profundamente unidas a
ellos.
Volviendo a tu presente y a lo que tienes delante ahora en tu vida, el
momento para empezar a cambiar es siempre este instante, y puedes hacerlo
ahora mismo dirigiéndote hacia el espejo que tengas más a mano y
preguntándole a tu niña de tres años cómo se siente ante el hecho de que no la
hayas escuchado en los últimos diez, veinte, treinta o cuarenta años.
¿A qué esperas? ¡Venga, levántate ahora mismo y pruébalo! Te aseguro
que no hay absolutamente nada en tu vida ahora mismo que sea más urgente
que tomar esta simple decisión.
XIII: Mi herida IV

En los fragmentos de este capítulo seguramente volverás a verte


identificada en muchos de los mecanismos que aún presa de mi ego, continué
utilizando en mis treinta y tantos para perpetuar la huida de mi angustia, que
permanecía sepultada en algún lugar recóndito de mi corazón.
Todavía faltaban algunos años más para que empezara a despertar de mi
sueño de dolor y sufrimiento.

“Gran Canaria
1998

Pasaron los meses y sin darse cuenta fue sumergiéndose paulatinamente


en una bruma pesada y oscura en la que uno tras otro, habían acabado
dinamitándose los románticos hechizos, los besos y las caricias infinitas.
_¿Que no queda hachís? ¿Te lo fumaste todo anoche?
Presa del enfado y la decepción, arremetió una vez más en una de sus ya
habituales discusiones. Acababa de llegar de trabajar, estaba cansada y lo que
más le apetecía en el mundo era fumarse un porro. Él estaba aún dormido y le
despertó con sus gritos al ver que la cajita de madera donde guardaban el
hachís estaba vacía.
_¿Qué pasa ahora, chica? ¿A qué viene tanto alboroto?
_¿Que a qué viene? Pues viene a que a me estoy cansando de que vengan
aquí tus amigos cada noche a fumarse el hachís que yo pago. ¿Me oyes? ¡Ya
estoy harta!
Se habían mudado hacía varios meses a un apartamento próximo a Las
Canteras y empezaba a cansarse de cubrir absolutamente todos los gastos.
Los bolos que le salían a Jonattan los fines de semana se los fundía en ron,
cocaína y juergas interminables y
ella empezó a vivir atrapada entre el añorado embrujo que la había
envuelto durante los primeros meses, y las dolorosas evidencias que le decían
que aquella no era la vida con la que había soñado.
Cuando estos pensamientos la sacudían sin piedad, se fumaba un porro o
dos y por unos momentos, todo volvía a ser maravilloso…como antes. Y
ahora quería fumarse ese porro… necesitaba desesperadamente el maldito
porro... ¡Y él se lo había fumado todo!
_¡Toma dinero y vete ahora mismo donde el Litri a comprarle una
china!_, le ordenó furiosa.
Ya relajada y compartiendo el tercer canuto tumbados en la cama, se
abrazó a él con fuerza y se disculpó…una vez más.
_No pasa nada, ya sé cómo eres_, se limitó a responderle sin mirarla.
Había terminado su último contrato de trabajadora social en el
ayuntamiento y llevaba ya un par de meses trabajando en la tienda de un
prestigioso club deportivo de la isla, vendiendo pelotas y palos de golf a un
puñado de snobs a los que no soportaba.
Entre eso y las cada vez más asiduas peleas con Jonattan, se le hacía cada
día más insoportable el infierno en el que sin darse cuenta se había metido,
pero el recuerdo maravilloso de los primeros meses junto a él la aprisionaba
en un vacuo y desesperado anhelo de recuperar lo que irremisiblemente se le
escurría entre los dedos.
Necesitaba un revulsivo, algo que le hiciera tocar fondo y que le
permitiera salir de la dicotomía de la que era presa, pero éste no llegaba.
Sabía que tenía que alejarse de él y al mismo tiempo se le desgarraba el alma
con sólo vislumbrar la posibilidad de hacerlo.

“Gran Canaria – Menorca


Enero - Junio 2000
“El padre y el hijo son dos.
La madre y el hijo son uno”
Lao Tse

¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!


Su corazón se aceleraba por momentos y la ilusión se fue transformando
en una alegría indescriptible, completamente desconocida para ella hasta
entonces.
¿De verdad me está pasando esto?, se preguntaba pletórica, estallando en
una catarsis de pura felicidad mientras miraba una y otra vez el predictor con
los ojos llorosos.
Voy a bajar a la farmacia a comprar otro por si acaso. ¡Quiero estar
segura de verdad! No quiero emocionarme y después llevarme un chasco.
Pero lo de las tetas… ¿qué va a ser si no? Nunca se me habían puesto tan
duras y con las venas hinchadas…y las cuatro semanas de retraso…yo
siempre he sido como un reloj...¡Voy a ser madre! ¡Dios mío! ¡Jonattan!
¡Esto seguro que sí le ayudará a cambiar! ¡Vamos a tener un hijo!, se repetía
en voz alta una y otra vez entre risas y lágrimas, tratando de ayudarse a sí
misma a creérselo de verdad, al tiempo que acariciaba su vientre con un amor
nuevo y maravilloso que se escapaba a su entendimiento y a cualquier otro
sentimiento que hubiera vivido antes de aquel día.
Su anhelo más sagrado desde que en las lejanas noches de niña miraba a
las estrellas buscando a sus hijos, por fin se había hecho realidad. El milagro
de la vida la había impregnado de algo más grande que ella misma, y su
esperanza de conocer por fin la plenitud con la que siempre había soñado
resurgía de sus cenizas con una fuerza arrolladora.
Sumida en un paroxismo embriagador, no podía dejar de llorar de
felicidad y de acariciar su vientre, repitiendo las palabras una y otra vez.
“Por fin…por fin estás aquí…”, y sin poder explicar cómo, sabía desde lo
más profundo que aquello era un reencuentro con el alma de su hijo, que
desde hacía mucho tiempo conocía a aquel ser que ahora latía dentro de ella y
que por fin habían vuelto a encontrarse para compartir muchas cosas que
habían quedado pendientes.
Había pasado un mes desde la marcha de Jonattan, y cada uno de aquellos
interminables días luchó encarnizadamente para no pedirle que volviera.
Seguía queriéndole con toda su alma y aún le resultaba imposible aceptar que
un amor como el suyo se hubiera acabado sin darse más oportunidades. Él la
había llamado en varias ocasiones contándole que allí no había muchos bolos
y que seguía trabajando en la construcción en el sur de la isla.
_Esto es muy duro, Sara. Dormimos en unos barracones y trabajamos
todo el día bajo el sol. Al menos sí nos dan bien de comer...
_¿Todo el día? ¿No tenéis ni un rato de descanso?_, solía preocuparse.
_Bueno sí, al mediodía para comer, ya tú sabes...
_¿Y cuánto tiempo durará la obra? ¿Al menos la cama es cómoda?
La pena la embargaba cada vez que hablaban y en más de una ocasión se
tuvo que morder la lengua para no sucumbir y decirle que el amor que sentían
el uno por el otro, bastaría para solventar todas sus dificultades. No lo hizo.
Una voz dentro de ella acallaba a su yo nostálgica y enamorada, recordándole
implacable los gritos, las discusiones, su dejadez y sus adicciones, las
advertencias de Alejandra y de sus hermanos...y tragándose el dolor, había
conseguido sobrevivir aquel interminable mes sin él, con la silenciosa y
secreta esperanza de que algún día no lejano volvería dispuesto a cambiar
para recuperarla.
Parece que ese día ha llegado, Jonattan. Este milagro sí que te va a
hacer cambiar, se decía mientras marcaba con los dedos temblorosos su
número en el móvil”.

“San Sebastián
2000

_Hija, tu madre y yo hemos hablado de tu situación y… ¿qué te parece si


te vienes a vivir aquí el tiempo que necesites para que puedas criar al niño
tranquila?
_Si queréis que viva con vosotros, tendremos que hacer terapia familiar,
porque si no, la convivencia va a ser insoportable para todos_, les había dicho
por teléfono, con su bebé de tan sólo doce días durmiendo plácidamente en
sus brazos.
_Lo que tú quieras Sara, nos parece bien_, respondieron los dos, para su
sorpresa.
Joder, sí que tienen ganas de tener un bebé en casa…pensó contrariada y
atrapada en la dicotomía de sus emociones, sintiendo al mismo tiempo el
viejo y amargo odio hacia sus padres, y un amor inconmensurable por aquella
preciosa cosita que bostezaba feliz acurrucada en su pecho.
Tras un año acudiendo a la consulta del doctor Lizarra, la rabia y el
desprecio que aún sentía hacia su padre había comenzado a resquebrajarse
poco a poco…hasta que un día, de la forma más inesperada, pudo vislumbrar
en su corazón los primeros visos de un extraño sentimiento…muy similar al
perdón.
”Sí, hijo, tú me has salvado”, continuó escribiendo. “Estaba llena de odio
y todo eso ahora está cambiando. Gracias, cariño. Aprovecho para contarte
una cosa muy graciosa que has hecho hoy: el abuelo te ha dado un langostino
pelado (te encaaantan) y cuando te ha preguntado “¿qué se dice?”, esperando
que le dieras las gracias, vas y le dices con tu preciosa sonrisita abierta de par
en par: “Máz”. Ja ja jaaaa, lo que nos hemos reído, hijo. Nunca tendré
palabras suficientes para agradecerte todo lo bonito que estás trayendo a mi
vida, Andoni...”
Durante unos segundos, pasaron por su mente las imágenes aún claras y
vívidas de aquella tarde ocho meses atrás, en la que su mundo interior sufrió
un vuelco vertiginoso. Tras aquel día y a lo largo de los meses siguientes, una
nueva y extraordinaria sensación de libertad iba creciendo exponencialmente
en ella.
_¿Qué me estás diciendo, Sarita? ¿Cómo que aquello siguió ocurriendo
durante años?
Su padre, arrodillado a sus pies, lloraba desconsolado echándose las
manos a la cabeza y ella no daba crédito a lo que estaba oyendo. Petrificada
con todo el cuerpo en tensión y lleno de odio, no fue capaz de otra cosa sino
de seguir escupiendo toda la rabia y el asco que la habían acompañado desde
que era una niña. Desvió su mirada hacia Josean, su psicólogo, esperando que
hiciera o dijera algo y ante su silencio parsimonioso, volvió a mirar a su
padre, con los ojos aún encendidos en fuego.
_¿Me vas a decir ahora que no lo sabías? ¿Me vas a decir que de verdad
pensabas que aquello había dejado de ocurrir por arte de magia, joder?
_Sara…te juro por lo más sagrado..._, seguía llorando, deshecho y
hundido como ella jamás le había visto_, te juro que yo di por sentado que
aquello se terminó en cuanto hablé con él…
_¿¿¿QUÉ???_, escupió un grito espeso_. ¿Qu...que...hablaste…? ¿Que
hablaste con él? ¿Có...cómo que hablaste con él? ¿Qu...qué me estás
diciendo, papá?
_Sara…hija…_, la miraba ahora a los ojos, aún arrodillado y sin poder
frenar su llanto_, en cuanto tu madre me lo contó, yo le agarré por el cuello y
le dije: “¡Si la vuelves a tocar, te mato!”
¿Que sí hizo algo para protegerme? ¡Dios mío! ¡Sí hicieron algo! ¡Él
habló con Agustín! ¡Dios mío!
_Pero..._, balbuceaba, aún atónita_, ¿por qué...por qué nunca vinisteis a
hablar conmigo…? ¿Por qué nunca me preguntasteis cómo me sentía...?
¿Có...cómo lo disteis por zanjado tan fácilmente_, inquirió una y otra vez,
con la respiración entrecortada y las lágrimas anegando ahora sus ojos.
_Sarita…ya sabes…esos temas…
_¡No me llames Sarita!_, volvió a gritarle, aún aturdida por todas las
emociones que se agolpaban en su interior.
_Perdóname hija, perdóname por favor. En casa no teníamos costumbre
de hablar de eso…_, continuó explicándose, desgarrado por el dolor_. Esas
cosas no se hablan…lo dimos por zanjado y ya está…ahora me doy cuenta
del craso error…ahora comprendo muchas cosas, hija…
_¡Oh, Dios…!
_¡Tú eres la gran desconocida…tú eres la gran incomprendida de esta
familia!_, le dijo con los ojos enrojecidos en su mirada descompuesta, una
mirada que hasta aquel mismo instante Sara nunca había visto en él.
¡Dios mío! ¿Esto está pasando de verdad? ¿Mi padre por fin puede
verme? ¡Sí hizo algo! ¡Sí hizo algo para para protegerme!
¡Y ahora me comprende! ¡¡¡Ahora sabe todo lo que he pasado!!!”

“San Sebastián – Libretita Andoni


2004

“Hola cariño: acabamos de llegar de urgencias, he tenido que llevarte por


una otitis. No dejabas de llorar y de decir: “Mamá, pupa aquí”. Te ha
encantado toda la aventura de ir en el coche en plena noche, ver las
ambulancias en el hospital, ir en brazos de mamá todo el rato, ir a la farmacia
de guardia con las calles desiertas, atravesar toda la ciudad con mamá
hablándote en mejicano para hacerte reír (cosa que conseguí enseguida),
tomarte la medicina mágica en casa, y por fin, ya sin dolor, meterte en la
cama conmigo abrazada a ti.
Debo decirte que una madre pasa un mal rato al vivir todo esto, hasta ver
que su hijo ya está bien. Es duro vivir esto sola Andoni, y más estando
embarazada de ocho meses, pero al mismo tiempo está siendo una
experiencia única que me está permitiendo conocerme mejor, ver que en
realidad somos más fuertes de lo que creemos. La gratificación al ver el
resultado final…tu bienestar y tu sonrisa…es INMENSA y lo compensa
TODO con creces.
En estos tres años y medio me has dado más momentos felices que todos
los que había vivido antes de que llegaras a mi vida, hijo. Aprovecho para
contarte la última de tus gracias: el otro día estábamos cenando espaguettis
(que te encantan) en casa de los abuelos. Se te quedaron algunos colgando de
la boca y me miraste con los ojos bien abiertos como diciéndome: “¿qué
hago?”. Yo te dije: “chupa para dentro” y como aún no diferencias bien lo de
chupar para adentro o escupir para afuera, escupiste todos los espaguettis por
la mesa y el suelo…no veas qué ataque de risa nos dio. Limpiarlos después
fue un trabajo, pero mereció la pena vivir el momento.
Te quiero, mi vida. Mamá”.

“San Sebastián
2004

_Perdóname...Perdóname...Perdóname_, repetía una y otra vez mientras


la mecía suavemente en sus brazos.
Yo ya sé lo que es desear y querer a un hijo… ¿qué me pasa?

_Perdóname Anne, perdóname_, le susurraba al oído besando sus mejillas


sonrosadas, con mucho cuidado de que las lágrimas no perturbaran su plácido
sueño.
Hacía una semana que había tenido que empezar a darle el biberón, pues
inesperadamente sus pechos dejaron de dar suficiente leche. Sintió un extraño
alivio cuando ocurrió, pero la pena y la culpa que la asediaban día y noche
por lo mala madre que se sentía, eran infinitamente mayores que cualquier
otro sentimiento que pudiera tener en aquel momento tan delicado de su vida.
Sin pareja, lejos de sus hermanos, sin una amiga íntima con la que charlar
y desahogarse, y criando a un niño de tres años y medio y a una bebé de tres
meses en un lugar que no consideraba su hogar, no conseguía escapar de la
decepción y el enfado descomunal que sentía hacia el mundo y hacia su vida
en general.
Anne crecía sana y feliz, aparentemente ajena al torbellino de
contradicciones que abrumaban a Sara a diario, pero sabía que su hija lo
notaría. Ella, que era la reina de la susceptibilidad, cómo no iba a saber que la
pequeña criatura que dormía en sus brazos sentiría de alguna manera que no
podía quererla de la misma manera que quería a su otro hijo.
_Es normal, Sara. Sólo necesitas tiempo, tus hormonas están ahora
descolocadas y todo volverá a su lugar, ya lo verás_, le explicaba cada lunes
Josean, al que había llamado de nuevo ante la impotencia que sentía en su
nueva situación.
_Me siento tan mal..._, se lamentaba sin poder dejar de llorar_. ¿Cómo
puedo ser tan hija de puta como para no querer a mi propia hija?
_Sara, eres una mujer de treinta y seis años pasando por un momento
sumamente complicado. Te quedaste embarazada justo cuando te habías
desenamorado de su padre y probablemente tu mente está proyectando en ella
el rechazo que sentiste hacia él durante el embarazo. También tus hormonas
están alteradas después del parto, ten eso en cuenta_, le reiteró_. Se te pasará
y poco a poco tu corazón se irá abriendo y podrás conectar con el amor que
ya sientes por ella...
_¿El amor que ya siento? ¡Pero si no puedo sentir nada!_, gritó sin poder
soportarse a sí misma al escucharse decir aquellas horrendas palabras.
_¿Tú crees que si realmente no quisieras a tu hija dedicarías todas las
sesiones a las que has venido prácticamente desde que nació, a hablar
exclusivamente de ella? ¿Eso tiene sentido para ti?_, le preguntó sonriéndole,
con un tono paciente y amoroso_. Piensa también en tu preocupación por que
Andoni sufra al no tenerte como antes…eso no te permite conectar con tus
verdaderos sentimientos hacia Anne. Sólo es cuestión de tiempo Sara,
tómatelo con calma y trátate con comprensión...
Menos mal que no es nada atractivo…sólo me faltaba engancharme de
mi psicólogo, pensaba cada vez que salía de la consulta. Si al menos
conociera a un hombre que me comprendiera y me hablara igual que él...”

“San Sebastián
2004
Anne era una preciosa bebé que se lo puso muy fácil desde el principio.
Generalmente dormía ya toda la noche seguida, y las horas que pasaba
despierta era todo alegría y caritas sonrientes.
Tal como había vaticinado Josean, fue enamorándose de ella poco a poco,
hasta que una tarde, justo al cumplir su quinto mes, de repente pudo sentirlo.
Su pequeña estaba tumbada estirando los bracitos y riendo a carcajada limpia,
intentando atrapar las burbujas de jabón que ella lanzaba al aire. Habían
jugado a esto muchísimas veces y no fue hasta ese momento cuando pudo por
fin contemplar la belleza angelical que impregnaba a su hijita, igual que había
podido verla en Andoni desde el mismo día en que nació.
Rompió a llorar emocionada, la cogió en sus brazos y besándola sin parar
sólo pudo decirle: “¡Gracias hija, gracias!”

“San Sebastián
Diario - Abril 2005

Hoy estoy súper contenta. He conocido a una madre con dos hijos de la
misma edad que Andoni y Anne y me ha parecido muy simpática. Nos hemos
contado muchas cosas de nuestras vidas y hemos conectado enseguida.
Echaba en falta una amiga así, con la que coincida en otras cosas y no sólo
con la maternidad. A ella también le gusta leer, es inquieta y curiosa como yo
y además muy positiva y divertida. Con el grupo de las madres del cole no
suelen surgir otras conversaciones aparte de los pañales o de los problemas
con sus maridos y no termino de encajar del todo, muchas veces me aburro.
Hemos quedado en que se pasará una mañana de éstas por la librería para
charlar y tomarnos un café. Poco a poco empiezan a mejorar las cosas, hoy
me siento muy bien.
El otro día le llamé a Jonattan, a ver si viene pronto a ver a Andoni. Me
dijo que en cuanto tenga un par de días libres, vendrá. No me importa pagarle
yo todo, me duele mucho ver a Andoni creciendo sin su padre y quiero que al
menos tenga algunos recuerdos bonitos de él. La librería aún no me da
suficiente como para poder ser
autónoma del todo y sigo necesitando la ayuda de Maite, espero poder
conseguirlo pronto, me sentiré mucho mejor. Ella es un ángel y me ayuda con
todo su amor y se lo voy a agradecer siempre, pero yo necesito sentir que
puedo hacerlo por mí misma. Ya te contaré qué tal.
Con papá sigo más o menos bien, nos contamos todo y confío en él,
aunque a veces se le escapa algún grito de los de antaño y se me revuelven
las tripas. Mamá sigue con su actitud de siempre, metiendo la cabeza debajo
del suelo como una avestruz. No creo que con ella haya nada más que hacer.
Voy al pueblo a comer con ellos todos los sábados y solemos pasar un rato
agradable con los niños, al menos Andoni tiene un referente masculino con la
presencia de papá...
Qué bonito sería que apareciera un hombre en mi vida y le diera todo lo
bueno que Fran sí le está dando a Anne…a veces me siento muy sola y la
situación se me hace demasiado dura en este sentido.
Llevo dos días a dieta, creo que ahora sí me veo por fin con fuerza de
voluntad para bajar los kilos que he subido estos meses. Desde la llegada de
Anne he estado más ansiosa y no he podido controlarme, pero ahora ya me
siento más fuerte. Hace meses dejé la terapia, me ayudó mucho en su día para
comprender lo que me pasaba con Anne, pero ya me veo bien para seguir
avanzando sola.”

“San Sebastián
2007

Habían pasado un par de meses desde el demoledor email de Joseba y ante su


incapacidad para asumir la pérdida desgarradora, había entrado en barrena en
una penosa situación en la que sin darse cuenta, su dignidad como mujer
había llegado a arrastrarse a los niveles más bajos.
Acudía a él sin dudarlo cada vez que le pedía quedar, pasaba los días
mirando el móvil esperando un mensaje o una llamada suya, y en su mente no
había otro pensamiento que no prometiera un futuro cercano en el que él por
fin aclararía sus ideas y acabaría deseando recuperar todo lo maravilloso que
habían vivido durante aquel mes inolvidable.
Joseba se había quedado sin conocer a Andoni y a Anne, y Sara no podía
renunciar a la felicidad que le brindaba aquel sueño que había acariciado
junto a él…un hombre que la quería y que quería también implicarse con sus
hijos. Le sorprendió ver cómo sus uñas, hasta entonces siempre largas y
resistentes, se le fueron partiendo una a una y no parecían querer volver a
crecer con la misma fuerza de antaño”.
Sólo necesita tiempo para darse cuenta de que sí es esto lo que quiere
para su vida y que nos une algo realmente especial, se repetía a diario,
incapaz de ver que los hechos le hablaban de una realidad muy diferente.
Y lo de las uñas, será por la ansiedad…ya crecerán”.

“San Sebastián
2007

_Llevo dos días con una dieta nueva, y me siento genial. Este verano sí
que voy a poder ir a la playa a gusto por fin. ¡Empieza la operación bikini!
_¿Ah, sí? ¿Cuál es?
_Una de unos batidos, los sustituyes por algunas comidas y te garantizan
que bajas dos kilos semanales, o más. ¡Estoy súper contenta!
Se enfrascaban en una de sus entretenidas conversaciones mientras los
niños correteaban felices por el parque. Ya era finales de abril y la
temperatura comenzaba a suavizar en San Sebastián, y como cada año, Sara
entraba de lleno en su enfermiza obsesión por adelgazar ante la amenazadora
y terrorífica realidad que los abrigos y las bufandas habían camuflado durante
el invierno.
_Este año lo tengo que conseguir, Nuria. Lo paso fatal yendo a la playa
con estos jamones_, bramó señalando a sus muslos.
_Pues yo no te veo tan mal…sí te sobran algunos kilitos, pero tienes tu
cinturita estrecha y tus curvas…si te lo tomaras con calma yo creo que irías
bajando casi sin darte cuenta_, intentó disuadirla de continuar con su eterna
contumacia de caer en estrictas e inútiles dietas milagro.
_Ya me he gastado doscientos euros en todo el pack de batidos, así que la
tengo que hacer, sí o sí. Cuando esté en mi peso ya haré lo que dices, comer
de todo un poco para mantenerme_, respondió tajante, como cada vez que se
proponía firmemente empezar una nueva dieta_. Dos meses…a unos dos
kilos por semana…_, calculaba ahora en voz alta_, ¡antes de junio ya estaré
despampanante!
_¿Qué tal con Joseba el viernes?_, Nuria prefirió dejar el tema.
_Muy bien. Me llevó a un restaurante precioso en lo viejo y luego
vinimos a mi casa.
_¿Se quedó a dormir?
_Sí, esta vez sí_, sonrió triunfal_. Le dije que me sentaba muy mal que se
fuera siempre después de hacer el amor y conseguí que se quedara. Se fue
nada más despertarse temprano, pero algo es algo…vamos avanzando…
_¿Avanzando? ¿En serio crees que suplicar a un hombre que se quede
contigo después de hacer el amor es avanzar?_, le espetó estupefacta”.

“San Sebastián
2008

“Apuntes de la formación Gestalt:


Talón de Aquiles:
Si tuviera que describir mi dolor, ese punto de “muerte”...lo peor que
podría pasarme... ¿Cuál es ese miedo?

“Mi talón de Aquiles es mostrar a los demás que soy frágil y arriesgarme
a que viéndome en mi fragilidad, me rechacen o no me comprendan. Si
muestro mi fragilidad y no me cuidan, volveré a sentir el dolor que sentí de
niña y se me haría insoportable”.
Ejercicio:
-Por parejas, poner la mano en la zona donde está mi talón de Aquiles: mi
vientre. Cerrar los ojos e ir al pasado, dejar sentir la historia que tiene
relación con esa parte de mi cuerpo: veo a Agustín y a mamá.
Palabras claves de esta historia: Abuso-Indefensión-Soledad-Niña-
Rompimiento.
-Luego, cerrar los ojos e imaginar qué podría pasarme, lo peor, para sentir
que se ha tocado mi talón de Aquiles: no veo nada, pero sí tengo la sensación
corporal de cabreo (manos y brazos pesados, en tensión), y yo seria,
cabreada.
-Completar la frase: “Y si me cabreo...”.
-Me sale: “Me siento a salvo”.

“San Sebastián
2008

_Bueno, ¿Y cómo estás con tus hermanos? ¿Ya has digerido lo de la


carta?
Pasaban la tarde del domingo en su casa, como solían hacer los días que
llovía a cántaros. Los niños veían una película en el salón y como siempre,
ellas aprovechaban hasta el último minuto que las dejaban tranquilas para
hablar de sus cosas.
_Más o menos… ¿te puedes creer que le envié hace unos días a Begoña el
relato que escribí en el curso de creatividad y que su respuesta ha sido de
nuevo que eso ya pasó y que tengo que superarlo de una vez?
_No me dices nada que no sepa Sara, es lo mismo que te dijeron con lo de
la carta… ¿no tendrás que aceptar que ellos no te pueden dar lo que
necesitas?
_Es que no puedo entender su actitud, joder. Es como si a alguien le pilla
un camión de niño, sus padres no le llevan al hospital y después la familia le
echa en cara que no se haya curado las heridas y que no camine al mismo
ritmo que los demás. Sería absurdo, ¿verdad?
_Pues sí…visto así, sí...
_¡La putada de las heridas del alma es que no se ven!_, bufó mirando al
vacío.
_Al menos Manuel sí te llamó muy comprensivo, ¿no?
_Sí_, se emocionó_. Felipe también me ha enviado un email bastante
extenso y cariñoso, diciéndome que me quiere mucho y que lamenta de
corazón que haya tenido que vivir todo aquello. Termina su carta con un
“vive o jódete”, pero bueno, le agradezco que al menos a su manera lo haya
intentado.
_Para un troglodita como él eso es mucho, ¿no? Valóralo Sara, yo
siempre he visto que te quieren mucho, pero este tema se les escapa de las
manos…
_Supongo que tienes razón…
_Y tú también les quieres mucho…a todos ellos. No hay más que ver
cómo se te ilumina la cara cada vez que me hablas de las fiestas que hacíais
en la época de la universidad, las acampadas, las risas, los chistes, las partidas
a la escoba para ver quién fregaba después de comer…
_Sí…_, susurró.
_Es como si vivieras una contradicción, ¿sabes?
_¿Cómo es eso? No te entiendo…
_Pues por un lado sigues necesitando ese reconocimiento y cada vez que
sale el tema se te hincha la vena y te pones como una fiera, enfadada y a la
defensiva…pero después todo eso desaparece y me dices que les echas de
menos, que estás deseando irte a vivir allí otra vez...y es cuando sale la Sara
más tierna y cariñosa…cuando conectas con el amor que en realidad sientes
por ellos…
_Oye, ¿tú no te has planteado hacerte terapeuta?_, bromeó_. Ahora que
me dices esto, me estoy dando cuenta de que fue a raíz de venirme a vivir
aquí cuando empezó a agudizarse esa necesidad de su reconocimiento…creo
que vivir lejos mientras ellos seguían allí juntos hizo que se magnificara la
sensación de excluida que tuve siempre. Y también que con el tiempo fui
viendo que algunos de ellos realmente preferían
tenerme lejos…¡menos complicaciones con la problemática a dos mil
kilómetros de distancia!”

“San Sebastián
2009

_Siempre preguntándome por qué me pasa lo de la comida, intentando


comprender y encontrar una explicación que me lo quitara de encima…que si
es para protegerme con los kilos de más como una defensa por los abusos,
que si es por las carencias afectivas que sentí con mamá…y ahora, después
de tres años estudiando la Terapia Gestalt, lo único que he sacado en claro es
que no sirve de nada preguntarme por qué…sino para qué. Y resulta que el
jodido “para qué” tampoco me sirve de nada. ¡Estoy harta de vivir así!
Nuria la escuchaba con comprensión, sabiendo que su amiga se
encontraba en una de sus rachas de desencanto existencial, en las que
desaparecía la habitual Sara
graciosa, alegre, positiva, profunda, payasa y dicharachera con la que se
reía y disfrutaba como con nadie, y emergía una mujer enfadada e impotente
que lo único que sabía hacer era lamentarse de las penurias de su vida.
_¡Y encima, lo de Chimo! ¡Menuda rachita de mierda, joder!
_Cuánto lo siento cielo, de verdad.
_¡Es que ya voy a pensar que llevo una especie de maldición con los
hombres, esto no es normal, coño! Y esta vez sí que he tenido cuidado de no
espantarle, ¿eh?_, seguía desahogándose, alternando la rabia y el dolor.
_¿Qué pasó exactamente?
_Pues me dijo que soy de esas mujeres fuertes que son como la luz del
sol, que uno sabe que siempre está ahí, peroooo…siempre el jodido pero,
coño.
_¿Pero qué? ¿Qué te dijo?
_Pues que no ve que vayamos a funcionar juntos…que lo ha pasado muy
bien estos días, pero que prefiere que no nos veamos más. Eso es lo que me
dijo, Nuria. ¡Qué harta estoy, joder!
_Sara cielo…no sé cómo decirte esto sin que te enfades…
_¿El qué? Venga, dímelo, te prometo que no me enfado.
_Bueno…que es lo de siempre, te acostaste con él la primera noche y a la
mañana siguiente ya estabas coladita por él...y después de dos semanas
parece que te ha dejado tu novio de toda la vida y no uno al que
prácticamente acabas de conocer…lo hemos hablado muchas veces y sigues
atrapada en lo mismo...
_¿Y?_, soltó a la defensiva, olvidándose de su promesa_. ¿Qué me estás
diciendo con eso, que no tendría que acostarme con un hombre la primera
noche porque las “mujeres decentes” no hacen eso y los hombres buscan una
mujer recatada en una relación?
_¡No, Sara, sabes muy bien que no te estoy diciendo eso!_, le espetó,
hablándole con tono tajante ahora_. ¡Déjate de chorradas de decencia, sabes
muy bien que yo no comulgo con esa mierda! Lo que intento decirte es lo que
te he dicho ya muchas veces…que si lo que buscas es el amor, no lo vas a
encontrar así. ¿No te das cuenta de que estás repitiendo el mismo patrón una
y otra vez?
Nuria sabía muy bien que con ese tema, Sara sólo accedería a escucharla
si le hablaba en su mismo idioma -con contundencia- y aunque no era propio
de ella mostrarse tan vehemente en su trato con los demás, notaba cierto
subidón cada vez que las estrambóticas situaciones que su amiga acababa
generando en su vida afectiva, requerían que despertara a su yo más guerrera.
_ ¿Lo ves?_, insistió manteniendo su tono firme.
_No, no lo veo, Nuria. ¿Qué tiene de malo que quiera tener pareja?_,
suavizó su voz, empezando a conectar de verdad con su dolor.
_Nada cariño…lo erróneo es pensar que no podrás ser feliz hasta que la
encuentres. Es parecido a lo que hablamos siempre de tus hermanos…vives
buscando siempre fuera de ti… sin confiar en tus propias capacidades…con
lo fuerte, valiente y decidida que eres y con todo lo que me ayudaste tú a mí
en su día, me entristece mucho verte así, Sara. Desde lo de Joseba entraste en
este bucle y sigues atrapada...
_Sí, creo que empiezo a verlo…_, cedió finalmente, ahora con lágrimas
en sus ojos_. Estoy tan cansada, Nuria...y me siento tan sola…yo…yo quería
una familia completa...
_Lo sé, cariño…_, se acercó para abrazarla_. Pero es que de esta manera
tú sola te estás haciendo daño, llenando tu anhelo de encontrar el amor con
hombres a los que ni siquiera te das la oportunidad de conocer…
_Tienes razón. Esto tiene que cambiar…no quiero seguir viviendo así…
de verdad que no lo soporto más..._, arrastraba las palabras mientras se
secaba las lágrimas_. Y para colmo está mi tía Carmen con sus reproches…y
los comentarios de mis primos y mi tío…_, continuó desahogándose.
_¿Otra vez?
_Sí…lo mismo de siempre…que si debería haber seguido estudiando
euskera para encontrar un trabajo mejor, que no puedo seguir así, dejando
que Maite me pague el piso, que conoce a otras madres solas que luchan de
verdad para salir adelante con sus hijos…que si mis primos y mi tío van
diciendo por el pueblo que así es muy fácil traer hijos al mundo y que soy
una caradura...
_¿Tus primos? ¿Esa es la prima que no quiso saber nada de ti ni de los
niños cuando la llamaste un par de veces para que vuestros hijos se
conocieran? ¿De verdad vas a dejar que esa gente te afecte?
_Ya…tienes razón…es que hoy tengo un mal día…
_¿Y qué te dice Maite?
_Ella es un Ángel Nuria, ya lo sabes..._, susurró con la voz rota,
volviendo a emocionarse_. Siempre me dice que no haga caso, que ella con
su dinero puede hacer lo que quiera y lo que quiere es ayudarme, porque se
siente muy orgullosa de mí…_, añadió con las lágrimas brotando de nuevo en
sus ojos.
_Qué bueno que la tienes a ella, Sarita…céntrate en eso…olvídate de
Carmen y de los demás…”
“San Sebastián
2009

_¿No crees que de alguna manera les has hecho responsables de lo que te
pasó?_, se lanzó Nuria de nuevo, ahora que parecía que estaba más receptiva
a escuchar.
_Buf, no sé chicos, de verdad que ahora no puedo pensar con claridad.
Sólo siento el dolor, eso es lo único que sé.
_Ya, pero…
_No, no les he hecho responsables…_, le interrumpió_. De no haber
querido mirar de frente a lo que me pasó y de juzgarme injustamente…de eso
sí les hago responsables_, sentenció con firmeza.
_Bueno, ya lo irás saneando con el tiempo…pero creo que esto de no
cogerles el teléfono, no va a ser nada constructivo_, insistió él_. ¿No os
enseñan en la formación Gestalt a hablar abiertamente de los sentimientos?
_¡Sí, claro! Como el año pasado, cuando mi padre les llevó mi carta...ya
ves para lo que sirvió…_, le espetó ahora con acritud.
_Así que todo esto viene por lo que pasó con la carta…te has quedado
dolida_, señaló Nuria.
_Pues ahora que lo he dicho en voz alta, creo que sí…no puedo
comprender ni perdonar su actitud, la verdad. Intenté aceptarlo y dejarlo
estar, pero no puedo…no me lo puedo quitar de encima...
_¿Para qué les hiciste llegar aquella carta? ¿Qué esperabas de ellos?_, le
preguntó Mikel.
_Pues…_, se tomó unos segundos antes de responder_, creo…creo que
necesitaba y sigo necesitando…que me vean…_, se emocionó, hablando
ahora con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos_. Necesito que me
comprendan y que reconozcan también mi dolor, no sólo los errores que he
cometido…eso es lo que necesito…_, siguió desahogándose, sin poder frenar
el torrente de lágrimas que rodaban ya por sus mejillas.
_Y no lo recibiste, ¿no?_, siguió preguntándole, mirándola con ternura.
_Toma, cielo_, Nuria le acercó un pañuelo.
_No…no recibí eso. Bueno…de Manuel sí...y Felipe también me
respondió…a su manera…pero al menos sí sentí que me tuvo en cuenta_,
seguía llorando, mientras trastabillaba al hablar. Álvaro también me llamó…
pero no me sentí comprendida…hace tiempo que las cosas tampoco son lo
que eran con él…_, continuó desahogándose.
_Entonces, cariño…_, continuó Mikel_, ¿no crees que no te queda más
remedio que aceptar que por el motivo que sea no te pueden dar ese
reconocimiento...y empezar a buscarlo en otro sitio?
_¿Y dónde? ¿Dónde lo busco? ¿Quién me lo va a dar?_, inquirió al
tiempo que se sonaba con el pañuelo.
_¿Te das cuenta de que hablas como una víctima, Sara?
_¡Es que soy una víctima, Mikel!_, le espetó de nuevo, poniéndose a la
defensiva.
_No, Sara. Lo que yo veo es que fuiste una víctima cuando eras una
niña...y ahora te comportas como si aún lo fueras…pero no es cierto, es un
autoengaño. ¿No lo ves, cielo?
_Sara, muchas veces me has hablado también de todas las cosas positivas
que hubo en tu familia_, terció Nuria con mucha ternura_. Las canciones de
tu padre y su voz celestial que os emocionaba a todos, sus anécdotas tan
bonitas de cuando se enamoró de tu madre siendo sólo un adolescente, cómo
fue a la Basílica del Pilar a hacerle la promesa de que iría allí con ella si
algún día conseguía su amor y cómo años después cumplió su promesa, los
amigos que venían a vuestra casa, las bromas y los chistes de tus hermanos,
todas las veces que te han ayudado...
_¿Y qué puedo hacer? De verdad que no sé qué más puedo hacer…_,
clamó de pronto, sintiéndose verdaderamente impotente y derrotada, casi sin
escuchar lo que acababa de decir.
_¿Qué tal si empiezas tú a darte a ti misma ese reconocimiento y esa
comprensión que tanto necesitas?
_¿Y cómo? ¿Cómo puedo hacer eso?_, imploró, rompiendo a llorar de
nuevo_. ¿Crees que no lo intento? ¿Crees que no me encantaría poder
hacerlo? ¿Creéis que no me encantaría quererme a mí misma y vivir en paz?
No sé cómo hacerlo, joder…de verdad que hasta que ellos no me lo den,
siento que yo jamás podré sentir que me lo merezco de verdad…
_Entiendo.
_¿Sabéis cuántas veces he soñado con ser una más entre ellos, con dejar
de sentirme la rara, la especial? A veces fantaseo que me toca la loto y me
imagino haciendo realidad todos sus sueños…haciéndoles felices…_,
continuó abriéndose_. A Felipe le compraría un barco. Su ilusión es dar la
vuelta al mundo navegando, ¿sabéis? A Manuel, el coche que lleva años
deseando comprarse. A Álvaro, le montaría un club de fútbol para que
pudiera vivir haciendo lo que más le gusta. Y a los demás, les pagaría sus
hipotecas para que vivieran más tranquilos…lo he pensado muchas veces...
_¿Y qué crees que conseguirías con eso? ¿Qué ves en tu fantasía?_, quiso
saber Mikel.
_Me…me querrían..._, les miró fijamente a los ojos_. Dejaría de ser por
fin un problema para ellos, tendría mi sitio en la familia, el sitio que de
verdad me corresponde…_, susurró en un hilillo de voz.
_¿Y cuál es ese sitio, Sara?
_Pues…donde ellos vean todo lo que soy realmente…que soy…que
también soy buena...y que les necesito y les quiero mucho…”

“San Sebastián
2010

Aunque ya entonces su mundo interior no estaba gobernado por aquel


infierno mental y emocional del que había sido presa durante tantos años, aún
había algo en su interior que se resistía a liberarse. Su inestabilidad con la
comida y el peso se había estancado en un punto en el que los atracones ya no
eran tan frecuentes e intensos como antaño, pero tampoco resurgía en ella la
fuerza de voluntad con la que años atrás fácilmente bajaba diez kilos en tan
sólo un mes.
Desde el nacimiento de Anne, algo se había bloqueado en ella y no
conseguía bajar a su peso ideal. Su sobrepeso oscilaba entre ocho y veintipico
kilos, dependiendo de sus fluctuaciones emocionales, y eso la frustraba
mucho. Quería a toda costa recuperar su cuerpazo, y tras tantos años de
cursos y diferentes terapias intentando curar su trastorno alimentario, se
sentía enormemente frustrada y abatida cada vez que sus circunstancias
incidían de una manera tan irracional y devastadora en su manera de comer.
La frustración y la ira que esto provocaba en ella, sumadas a la
insatisfacción de verse criando sola a sus dos hijos, le habían hecho llegar al
curso de formación como aquel peligroso volcán que muy bien había descrito
Carla unos minutos antes. La decepción y el resentimiento que se habían
quedado enquistados en ella debido a la abulia y la cerrazón de su madre
frente a su proceso terapéutico, tampoco le habían ayudado a avanzar al ritmo
que a ella le habría gustado.
¡Lo que hubiera dado por poder perdonarla y llegar a quererla igual que
a papá!, se dijo sintiendo una pena bañada en la culpa sempiterna y plomiza.
No pudo ser y ya es tarde para eso, no hay nada que ella pueda hacer ahora
para que yo le abra mi corazón. Qué envidia me siguen dando mis hermanos
por haber podido sentir su amor, se dijo, volviendo a sentirse una mala hija
al comparar sus turbios sentimientos con el amor franco y abierto que sus
hermanos mostraban siempre hacia ella.
“Siento mucho que hayas tenido que sufrir tanto, hija”, recordó de pronto,
cuando varios años atrás se había acercado a ella para abrazarla y pedirle
perdón con los ojos anegados en lágrimas.
“Demasiado tarde”, había pensado, muy a su pesar. “Me encantaría
abrirte mi corazón, pero ya no puedo. Ya no puedes entrar aquí, madre. Ha
tenido que pasar un año desde que murió Agustín para que por fin puedas
verme...y ya he esperado demasiado. Demasiado tiempo para una hija
herida”.
Había ahogado sus palabras por no herir a su madre, que estaba
visiblemente hundida en lo que a ella le pareció una bruma de culpa, y
soltándose de su abrazo, reforzó aún más su corazón cerrado bajo llave.
Aparcando ya cerca de su portal, recordó también cómo meses después de
aquello, en un retiro terapéutico-creativo había dibujado una vieja leona con
dos flechas clavadas en sus patas delanteras. Un sentimiento parecido a la
pena se coló de pronto en su mente y decidió pararlo en seco.
Ya es demasiado tarde para nosotras, se dijo, desdeñando el recuerdo tras
cerrar la puerta del coche”.

Una incapacidad absoluta, no ya para encontrar la fuente de mi felicidad


en mí misma, sino para ni siquiera planearme que podría hallarla ahí.
Enganches afectivos, obsesión por encontrar pareja, una creencia férrea
en que sólo a través del sexo un hombre podría quererme, una gran decepción
y enfado conmigo y con la vida por no ser como la había soñado,
inestabilidad emocional, proyección y juicios, victimismo, adicciones,
complejos, obsesión con mi imagen y trastorno por atracón, culpa,
resentimientos hacia mi madre…Te suena, ¿verdad?
Cuánto amor y ternura siento ahora, escribiendo estas líneas, por aquella
Olga que fui, tan perdida y a la vez tan llena de inocencia sin ella saberlo.
XIV: Entrelazamiento Cuántico

Ya estamos aquí. Ha llegado el momento de ver cómo la mecánica


cuántica, además de darnos las importantísimas claves que te mostré en el
capítulo12, nos ayuda también a comprender de qué manera se produce la
transmisión de información a través de las generaciones de nuestro clan. En
el capítulo 9 ya vimos que las experiencias de nuestros ancestros produjeron
cambios en su ADN y que esa información ha llegado hasta nuestro
inconsciente a través de las emociones. Veamos cómo esto es posible:
El danés Niels Bohr, premio Nobel de Física en 1922, descubrió que
cuando las partículas subatómicas como los electrones o los fotones han
tenido contacto, siguen influenciándose la una a la otra de forma instantánea
través de cualquier distancia y para siempre. Este efecto, conocido como
“entrelazamiento cuántico”, nos demuestra que la velocidad de la luz no
supone un límite en el mundo cuántico. Diversos experimentos del físico
francés Alain Aspect y sus colegas han demostrado que esto es así: al
disparar dos fotones a partir de un solo átomo, observaron que la medición de
un fotón afecta al otro al instante, es decir, que los dos fotones continúan
comunicándose entre sí, y que todo lo que le sucede a uno le ocurre al otro
también.
En definitiva, el entrelazamiento cuántico nos muestra que todas las
partículas de un sistema están interconectadas y que intercambian
información entre ellas al instante, sin necesidad del tiempo, por muy
separadas que estén, y que la información que recibe un sistema es la que
vibra igual que la que ese sistema emite. Este principio desecha
completamente la idea de que existe la separación espacial, refutación que
como ya vimos en el capítulo 12, desarrolló David Bohm en su libro “La
Totalidad y el Orden implicado”.
Una vez más, aplicándonos esto a nosotras, que estamos formadas de
partículas subatómicas, podemos afirmar que en lo más profundo de nuestra
esencia física también nos comunicamos entre nosotras y con el campo
cuántico, estamos resonando unos con otros constantemente, enviándonos
información sin ser conscientes de ello. Esto lo corroboraron los físicos Tom
Rosenbaum y Sayantani Gohsh al demostrar que el entrelazamiento también
se produce en las moléculas, pues en sus experimentos vieron que todos los
átomos estaban entrelazados al actuar como un todo coherente. Además de
estos, hay numerosas investigaciones que evidencian que las partículas en
realidad son entes no separados, partes de un mismo sistema y que la
distancia física entre ellas no afecta a su intercambio de información, sino
que en realidad ese sistema se comporta como un sólo ente.
Como hecho anecdótico, comentarte que Einstein no pudo asimilar la idea
de que las partículas entrelazadas trascienden el espacio. Pensó que la
mecánica cuántica era incompleta porque el entrelazamiento chocaba
frontalmente con el punto crucial de su teoría de la relatividad: que nada
puede viajar más rápido que la luz. Y hasta tal punto creía que era imposible,
que calificó al entrelazamiento como “una acción fantasmal a distancia”. De
hecho, llegó a decir que si había alguien capaz de ir más allá de la mecánica
cuántica, ese era Bohm. Y sí que fue más allá, explicando que en realidad las
partículas no viajan, sino que simplemente actualizan su información.
Avanzando en el tema, otro estudio llamado experimento de
teletransportación, realizado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, demostró
que es posible transportar información al pasado. Sí, has leído bien: al
pasado. El experimento se hizo de la siguiente manera:
Primero pusieron en contacto dos fotones, de manera que ambos
contenían la misma información. Después pusieron una tercera partícula en
contacto con uno de los fotones y al instante, el segundo fotón recibió la
misma información. Y ahora sí, llegamos por fin al punto crucial acerca de la
transmisión transgeneracional: este entrelazamiento se puede producir a
través del tiempo, pues las partículas no necesitan coexistir en el mismo
momento para que se produzca el traspaso de información, con lo que se
puede entrelazar una partícula del presente con otra que existió en el pasado.
Sé que lo que acabas de leer suena a ciencia ficción, pero se ha demostrado
que es así.
Siguiendo este hilo, es fundamental señalar que el inconsciente no sabe
del tiempo. Para él los conceptos de pasado, presente y futuro son ideas
puramente mentales, ya que toda la información existe en el presente, en el
eterno ahora, y se manifiesta en nuestras vidas a través de lo que vivimos a
cada momento desde nuestro inconsciente. No nos damos cuenta de que esa
información que se presenta ante nosotras ahora es la misma que ya habíamos
vivido en nuestro pasado, que a su vez, en muchas ocasiones, es la que
vivieron nuestros ancestros. Estamos recreando una y otra vez situaciones,
hechos, relaciones y circunstancias que tienen una gran similitud entre sí, y la
explicación es que el hilo conductor que une pasado, presente y futuro, como
ya hemos visto, siempre es la emoción. Aquellas emociones que viviste de
niña y que han quedado sepultadas en tu inconsciente, vienen a tu presente
una y otra vez para que cambies aquella información y puedas poner una
nueva en su lugar, y de igual manera ocurre con las emociones que hemos
“heredado” de nuestros ancestros.
Ya vimos que la epigenética nos muestra que las experiencias dolorosas
que fueron reprimidas y ocultadas en sus vidas, dejaron huellas moleculares
codificadas en nuestro ADN. Vimos también que esto ocurre gracias a los
grupos metilo, que hacen de “interruptores”, inhibiendo la actividad de los
genes a los que se fijan, y una vez más, la emoción ocupa su lugar
fundamental en todo esto, siendo el origen de aquel cambio molecular, como
evidenciaron las investigaciones de Meaney y Szyf.
Concluyendo todo lo que te he explicado y como te he ido diciendo a lo
largo de los capítulos, podrás hacer realidad los cambios que deseas ver en tu
vida cuando elijas aceptar y sentir las emociones genuinas que emergen en ti
ante las situaciones molestas, y empieces a darte la atención y el amor que no
recibiste cuando las sentiste de niña. Cualquier situación conflictiva o
dolorosa tiene lugar en un contexto concreto, y lo único de verdad relevante
es la emoción que trae esta experiencia, nada más. No importan las formas
que adopte la situación que sea que estés viviendo, ese sólo es el escenario, el
montaje que el universo te pone delante para darte la oportunidad de ir a lo
auténtico, a lo único que de verdad te va a ayudar a dar un salto cuántico en
tu vida. Es tan simple, y a la vez tan poderoso, que entiendo que aunque te lo
haya repetido ya unas quince veces, aún te cueste creerlo. Así que sólo te
queda probarlo y ver que realmente funciona. Sanando tus emociones en el
presente, estarás sanando tu pasado, el pasado de tu clan, y al mismo tiempo
tu futuro, pues estarás creando nuevas experiencias que resuenen con tu
nueva vibración.
Ya hemos visto en varias ocasiones que aprendiste a ocultar y reprimir
esas emociones en tu inconsciente, y también que es fundamental sacarlas a
la luz y sanarlas, pues ellas son el puente que te van a llevar a descubrir la
historia que “esconde” tu propia historia de dolor. Esta historia soterrada es la
creadora de todos los síntomas desagradables que aparecen en tu vida, así
como de los programas limitantes que has heredado de tu árbol. Cuando eres
capaz de hacer consciente esa información que estaba inconsciente en ti,
podrás cambiar y trascender esos programas heredados, pues sólo viéndote a
ti y a tu vida, sabrás cómo eran, qué vivieron, y qué te han transmitido tus
ancestros.
Cuando paso a paso vayas incorporando este hábito en tu vida, toda la
información que se había acumulado en tu inconsciente en forma de creencias
limitantes, pensamientos de infravaloración, incapacidad, inseguridad,
miedos, bloqueos, etcétera, se va a ir transformando en nuevas formas de
verte y concebirte a ti misma, que irán dando paso a una nueva estructura
mental y emocional. Poco a poco irán emergiendo en ti nuevas voces que te
susurrarán que tú puedes, que eres un ser muchísimo más valioso de lo que
podías concebir hasta ahora, que eres inteligente y capaz, que tienes un
corazón deseoso de dar y recibir amor, y que eres una mujer muy valiente e
increíblemente fuerte por haber sobrevivido a todo lo que viviste en tu
infancia y en los años posteriores. Te irás sintiendo cada vez más capaz, más
segura, más merecedora, más digna de ser amada y respetada, más
agradecida, más plena, más realizada, en paz y feliz. ¡Te prometo que será
así!
Volviendo al transgeneracional, como dijo Jodorowsky: “Nuestro árbol es
un tesoro y está escrito, pero está inconsciente y sólo necesitamos hacerlo
consciente”. Y como ya sabes, sólo lo harás consciente observándote a ti
misma y a tu vida, especialmente a las emociones y proyecciones que han
predominado en ella.
Todos estamos representando estos programas heredados además de los
que hemos aprendido, y estamos viviendo las emociones que vivieron
nuestros ancestros, pues como hemos visto, a través de ellas es como nos
transmitieron la información. Mientras sigamos sin traer esa información a la
consciencia nuestras decisiones estarán condicionadas por estas creencias y
programas, y así es fácil comprender por qué muchas veces repetimos
situaciones o conflictos, aunque nuestro yo consciente quiera vivir una
experiencia diferente.
Muchísimas investigaciones han constatado desde hace tiempo que el
inconsciente controla el 95% de nuestras decisiones, así que mientras
sigamos siendo presas de estos programas y aprendizajes inconscientes, no
podremos elegir nuestras decisiones ni las experiencias que estamos
atrayendo a nuestra vida, pues estos programas que marcan las decisiones que
tomamos necesitan crear esas situaciones una y otra vez hasta que les demos
una salida diferente. Hasta que a través del perdón y el amor, podamos dar
una respuesta que sane nuestras heridas y que nos libere.
Recapitulando todo lo que hemos visto en relación a la mecánica cuántica
en este capítulo y en el 12, me veo en disposición de afirmar que por
supuesto que podemos transformar la información dolorosa que hemos
heredado: el principio del holograma nos mostró que toda la información del
clan está en nuestro inconsciente; el entrelazamiento cuántico nos dijo que
podemos modificar la información al cambiar las emociones asociadas a lo
que ocurrió en el pasado; la epigenética y los campos morfogenéticos nos
demostraron que nuestra vida está en manos de esos programas que podemos
cambiar y no de nuestros genes; y finalmente está el efecto observador, que
es el que nos permite por fin despertar al asumir que nuestra realidad diaria
depende de cómo decidamos verlo e interpretarlo todo.
Y es en ese momento cuando empezamos a convertirnos en observadoras
conscientes, en las maestras y creadoras de nuestra vida, en ese instante en el
que tomamos la decisión crucial y nos decimos a nosotras mismas que ya
hemos sufrido bastante, que una vida diferente y bonita también es posible
para nosotras, y nos sentimos capaces y dispuestas a hacer lo que sea
necesario para conseguirlo. Por fin, estamos dispuestas a liberamos, y a
liberar también a nuestro clan.
En los capítulos 15 y 17, en los que te explicaré en qué consiste la terapia
de las Constelaciones Familiares y de qué manera el principio del
entrelazamiento cuántico está estrechamente ligado a ella, te daré algunos
ejercicios muy poderosos que te permitirán revelar y empezar a sanar esta
información tan valiosa que está reprimida en tu inconsciente, tanto de tu
vida actual, como de las vidas de tus ancestros.
XV: Constelaciones Familiares: Magia en
Movimiento

El creador de esta terapia, Bert Hellinger, fue un filósofo, pedagogo


y teólogo alemán (1925-2019) que convivió con la tribu zulú en África
del Sur durante años, donde conoció y estudió sus rituales de comunión
profunda tanto entre ellos como con sus ancestros a través de la música
y el movimiento en grupo. Esto despertó en él la necesidad de seguir
investigando acerca de las relaciones interpersonales, y se trasladó a
Viena y después a Estados Unidos para profundizar en ellas a través de
los estudios psicoanalíticos, la psicoterapia corporal, la Gestalt y la
terapia sistémica familiar, todo lo cual le llevó a ahondar en las
relaciones intrafamiliares al observar cómo determinadas "huellas" del
pasado ejercían una influencia sobre las nuevas generaciones.
Llegó a la conclusión de que en toda familia existen determinados
órdenes naturales a los que llamó “Órdenes del Amor”, y que cuando
éstos se trastocan, surgen situaciones conflictivas que repercutirán en las
generaciones posteriores. Observó también que este orden familiar está
dirigido por una conciencia común, la cual busca siempre que ningún
miembro del clan pueda ser excluido. Como hemos visto en el capítulo
del inconsciente familiar y en otros tantos, cuando se produce una
exclusión o cualquier otro trauma que ha quedado silenciado y sin sanar,
la herida de este ancestro volverá a aparecer en forma de repeticiones e
identificaciones en las generaciones siguientes, con el único propósito
de que el daño pueda ser reparado. Siendo esto así, vio que es necesario
entonces establecer un orden nuevo para esas estructuras familiares que
están heridas, y encontrar una salida a sus conflictos o traumas actuales.
De esta manera surgieron las Constelaciones Familiares, que es
una terapia revolucionaria en el sentido de que se puede comparar con
que antaño viajábamos en carruajes tirados por caballos y hoy en día nos
movemos en coches que alcanzan altísimas velocidades, puesto que
como todas las cosas, el campo de la psicología también va cambiando y
evolucionando, ya que nada escapa al proceso de crecimiento en el que
estamos inmersos como Humanidad.
Hechas las presentaciones, vamos a ver ahora en qué consiste una
constelación y cómo nos puede ayudar a tomar consciencia y
desbloquear aquellas áreas de nuestra vida en las que aún nos sentimos
atrapadas. Hay que entender tres aspectos fundamentales para conocer
cómo funciona esta terapia, y el primero es saber que está englobada
dentro de la Psicología sistémica, que se rige por la ley física de los
sistemas, según la cual un sistema siempre está dentro de otros sistemas
y todos ellos actúan regidos por unas leyes universales. Cuando vamos
en contra de esas leyes, que es lo que hace la mayor parte de la
Humanidad sin percatarse de ello, nos estamos poniendo zancadillas en
la vida. Un sistema es una serie de elementos que están unidos entre sí
e interactuando, como lo hace la Tierra en el sistema solar. La
interrelación de todas las partes dentro del sistema es importantísima, ya
que unos no podrían sobrevivir sin los otros.
Extrapolando esto a un nivel pequeño, por ejemplo a nuestro cuerpo,
el corazón también está en el sistema circulatorio y de la misma manera,
todos los sistemas corporales están relacionados e interactúan entre sí.
Volviendo al universo y tomando como ejemplo una constelación de
estrellas, éstas se relacionan unas con otras creando campos de fuerza
que mantienen unida la estructura del sistema. Tienen un movimiento,
pero no dejan de mantenerse unidas.
La ley de sistemas nos indica que si actuamos en un punto de un
sistema, esa actuación repercute en los demás miembros del mismo. Si
yo actúo, genero una fuerza en un elemento del sistema y esto va a
repercutir en los demás miembros. Así, nos encontramos con dos
premisas fundamentales: la fuerza que genero repercute en los demás, y
ningún elemento del sistema puede ser excluido. Cuando esto sucede, se
impide que reciba y que emane su fuerza, lo cual rompería su estructura
y se produciría un caos. Entonces, los elementos buscan otra serie de
campos para buscar un equilibrio, pues como ya sabes, en la existencia
todo busca el equilibrio.
Desde la perspectiva de las Constelaciones Familiares, la Vida no
puede permitir este caos así que si hay exclusión, buscará la manera de
restablecer la armonía perdida. ¿Y cómo lo hace? Como ya hemos visto,
la busca a través de los descendientes: los demás miembros se cargarán
energéticamente para compensar este desequilibrio, para mantener el
orden en el clan. Retomando el símil con el cuerpo, vemos que ocurre lo
mismo: cuando se amputa una pierna los demás órganos se recargan y se
tensan, pues asumen nuevas cargas buscando el equilibrio perdido.
El segundo aspecto importantísimo a considerar para comprender las
Constelaciones Familiares es que la información que recibimos en ellas
proviene de todo aquello que quedó oculto, callado, reprimido o
excluido en generaciones anteriores y que continúa manifestándose en la
generación actual a través de nuestras emociones, tal como hemos visto
a lo largo de diferentes capítulos.
Y por último el tercer aspecto, que nos lleva de nuevo a esa
interconexión de la que todos formamos parte y que a su vez nos
mantiene conectados con “Algo” más grande: la constelación nos
permite sentir y traer a la conciencia lo que necesitamos ver, respetar,
honrar y agradecer en nuestro momento actual de vida para que
podamos restablecer esa conexión que quedó dañada en su día y que
rompió el orden y el equilibrio en ese Todo en el que nos movemos. Este
despertar nos impulsa a hacer un movimiento nuevo (“movimientos
lentos del alma”) en el que hay comprensión y perdón donde antes había
resentimiento y exclusión, y este cambio será el que nos abrirá las
puertas hacia la vida plena, armoniosa y feliz que realmente nos
corresponde vivir.

“Cuando nuestro amor haya crecido lo suficiente


para que todos tengan un lugar
en nuestro interior,
entonces habrá para nosotros
solamente un adentro y ningún afuera”
Bert Hellinger

Leyes de las Constelaciones Familiares: Órdenes del


Amor
Todos los sistemas familiares albergan en un nivel inconsciente una
serie de principios universales que cuando son transgredidos, dan lugar a
un sufrimiento inevitable de sus miembros mientras el hecho en sí no
sea reparado. Siendo esto así, podemos decir que el equilibrio físico,
mental, emocional y espiritual de cada miembro de la familia dependerá
del respeto que se guarde a estas leyes sobre las que se sustenta el
sistema.
Estas leyes, como no podría ser de otra manera, se mueven en la
estructura del campo cuántico, esa Totalidad amorosa que lo abarca todo
y de la que somos parte y en la que ninguna exclusión podría tener
cabida, de la misma manera que una gota de agua de mar nunca dejaría
de pertenecer al mar por mucho que la alejáramos a kilómetros de
distancia de él.
Según Hellinger, estas leyes son la base fundamental que
necesitamos tener en cuenta si realmente queremos que nuestra vida
fluya en paz y en equilibrio, tanto a nivel individual como familiar. Son
tres, y te las explico a continuación.

Primera Ley: Ley de Pertenencia


Basada en la ley física de los sistemas que ya hemos visto, este
principio nos dice que el Todo, la Consciencia, no tolera la exclusión de
ninguna de sus partes (tal como acabamos de ver unas líneas más
arriba), pues su equilibrio radica precisamente en la inclusión de todas
ellas. Por lo tanto nadie puede ser excluido, y en los casos en los que
esto ocurre, los demás miembros del sistema acusan también ese
desequilibrio y se ven abocados a asumir cargas que no les
corresponden. La pertenencia es una ley universal de todo sistema, y si
elegimos ir en contra de ella, será inevitable que tanto nosotras como
nuestro sistema familiar vivamos sus consecuencias.
Al hablar de exclusión no se alude únicamente a las situaciones en
las que se expulsa a alguien del clan, sino también y sobre todo, a las
que se le cierra el corazón a otra persona. Así, cuando en Constelaciones
Familiares se habla de exclusión, se hace alusión tanto a cuando ésta
ocurre de forma literal y física, como a la emocional.
Todas hemos visto o vivido relaciones en las que mantenemos el
vínculo con alguien por los motivos que sea, pero en realidad le hemos
cerrado nuestro corazón, levantando una barrera que impide que el amor
pueda fluir. Cuando hacemos esto no nos damos cuenta de que este
cierre afecta a nuestras vidas más de lo que imaginamos, y que a su vez
tendrá repercusiones en las vidas de nuestras hijas y nuestros nietos. Se
genera una campo de frialdad que sólo trae dolor, y esta energía
bloqueada, que no se puede destruir sino transformase, pasará a las
siguientes generaciones hasta que finalmente pueda vibrar en la
frecuencia del amor y de la inclusión
Ya sabemos que hay un ADN genético que nos viene dado, y el eje
fundamental de este trabajo terapéutico es que hay otro ADN emocional
actuando en nosotras, tal como vimos en el capítulo de la epigenética.
La emoción es un campo energético que actúa con un peso
importantísimo en nuestras vidas, y sabemos también que la energía no
se destruye, pues sólo se transforma. Ya hemos visto también que este
campo emocional que hemos heredado de nuestros ancestros va a ir
pasando generación tras generación mientras no sea visto y reparado, y
que lo mejor que podemos dejar a nuestros hijos y futuras generaciones
es sanar nuestras heridas, para que puedan vivir experiencias de vida de
una vibración más elevada.
Este campo que hemos heredado generalmente tiene que ver con los
que han sido excluidos. Por ejemplo, un abuelo estuvo en una guerra y
no se habló más de él (casi todos tenemos familiares que han participado
en guerras). Siempre que hay una exclusión, se trata de un miembro que
ya no está en el sistema, del que no se quiere saber nada, bien porque es
doloroso (hijos no nacidos o fallecidos prematuramente), vergonzoso
(chica soltera que se quedó embarazada y fue enviada lejos, violencia y
enfrentamientos por herencias), o por múltiples motivos. Un excluido es
alguien al que se le ha cerrado el corazón, no se le quiere recordar, no se
le nombra ni se quiere saber de él. Pero ya hemos visto que nadie puede
ser excluido del sistema, así que buscando el equilibrio, los
descendientes llevarán esta carga hasta que sea reparada. Son las
llamadas “cargas especiales”.
En el trabajo con las Constelaciones podemos contemplar sin lugar a
dudas que la mayoría de los sistemas familiares tiene excluidos sin
saberlo, y en la generación actual pasa a ser algo que forma parte del
inconsciente familiar, que se reflejará en alguno o algunos de los
descendientes: será el problemático, el chivo expiatorio, la oveja negra,
el miembro que ha venido a sanar.
Otro ejemplo de exclusión son los casos de las rupturas de pareja.
Esto es muy llamativo y sorprendente, pues un exnovio también puede
pasar a formar parte del sistema. Por ejemplo, una mujer está con un
hombre y se enamora de otro. Al novio, porque llegó el primero, hay
que reconocerle su lugar y agradecerle todo lo que ha dado a esa mujer.
Si no se hace esto, se quedará con una carga de tristeza y de soledad, la
carga del excluido. No siempre sabemos romper de una manera
saludable las relaciones, y este sentimiento de exclusión es algo que
ocurre mucho. Esta carga se quedará en el campo energético de la nueva
pareja, esperando su momento para poder expresar esa tristeza y
repararla. Así, si esta pareja tiene hijos, alguno de ellos atraerá
inconscientemente situaciones similares que se repetirán en su vida
(todas las parejas le acabarán dejando), como una oportunidad de
sanación de esa herida que se enquistó en el sistema, y no sabrá por qué
le ocurre. Este descendiente tendrá que vivir el dolor y la tristeza de
aquel primer novio de su madre, hasta que pueda sanarla. Quiero
recalcar una vez más que esto no ocurre como un castigo, sino todo lo
contrario: hay una fuerza muy poderosa en el sistema que siempre está
buscando el equilibrio y la sanación, a través del reconocimiento y el
amor.
Otro ejemplo son las enfermedades mentales, que generalmente
vienen de situaciones de asesinato o de muertes en guerras en el pasado.
Por ejemplo la esquizofrenia, en la que la persona tiene dos vertientes:
un lado pasivo y otro agresivo. Bert Hellinger explicaba que la parte
agresiva es el asesino y la pasiva la víctima, que no se han reconciliado a
nivel del alma, y el descendiente asume las dos partes. Si nunca has
visto una Constelación, soy muy consciente de que esto te puede sonar a
ciencia ficción e incluso a un sinsentido, pero te aseguro que es así, lo he
visto muchísimas veces. Tanto es así, que en muchas ocasiones he
llegado a pensar: “Si no estuviera aquí viendo lo que estoy viendo, no
me lo podría creer”.
Tras leer esto, nos podemos hacer la siguiente pregunta, que nos
lleva a lo que explicamos en el capítulo del chivo expiatorio: ¿Por qué
elijo yo como descendiente vivir esto, si es muy doloroso? ¿Por qué
tengo que ocupar este lugar en el sistema? Desde una óptica de
autoconocimiento, desde una perspectiva personal de vida, yo he venido
aquí a hacer un aprendizaje, a estudiar una lección concreta como alma
en evolución que soy. Puede que haya venido a trabajar el perdón, la
asertividad, la seguridad, la sabiduría, el amor, a sanar una herida de
abandono, etcétera. Por lo tanto, iré a la “escuela” donde sé que
encontraré el material necesario para ese aprendizaje. De esta
manera, he elegido mi sistema familiar porque sé que aquí voy a tener
los ingredientes para desarrollar lo que haya venido a trabajar. Nada es
al azar, no he cogido esta carga energética por casualidad, sino que estoy
dentro de un campo energético de evolución, un campo de
autoconocimiento, de aprendizaje, de ampliación, de desarrollo, y éste es
el lugar idóneo para mí. La vida jamás se equivoca, es pura sabiduría. Es
cuando vivimos las situaciones desde el ego cuando no podemos
comprender lo que nos sucede y nos quejamos, nos enfadamos y
buscamos culpables fuera, desaprovechando la oportunidad que subyace
en la experiencia y abocándonos a repetirla una y otra vez, sin saber que
somos nosotras mismas quienes la estamos creando.
Por lo tanto, estoy aquí viviendo esto porque es lo que necesito para
mi evolución. Todo tiene un sentido mayor, y se trata de comprender
que el fin último de la Vida es mi autodescubrimiento. Elijo un sistema
familiar concreto con unas connotaciones emocionales concretas en las
que voy a vivir mis experiencias siempre para despertar, que sólo
significa una cosa: abrir mi corazón al amor que soy. El amor es la única
energía que puede sanar ese campo energético bloqueado que hemos
heredado, y las Constelaciones nos ayudan a transmutar el odio, la
tristeza, la ira y cualquier emoción que esté cargada de aquel dolor del
pasado, en ese amor que nos llevará hacia la liberación.
Retomando el ejemplo anterior de la pareja y siguiendo el hilo de la
pertenencia, este descendiente de la segunda relación tendrá que
reconocer al primer novio de su madre, agradecerle todo lo bueno que le
dio mientras estuvieron juntos, y pedirle disculpas por lo que no supo
hacer su madre. La nueva pareja tendrá que darle las gracias al primero
por haberle dejado ese espacio y así todo quedará sanado, pues se le
habrá incluido.
No es que todo esto tenga que hacerse en la “vida real”. En este
punto entramos de lleno en lo más fascinante de esta terapia maravillosa,
que en definitiva viene a mostrarnos la magia de la que realmente
estamos hechas. Un poco más adelante pasaré a explicarte cómo se
realiza una Constelación Familiar, ahora continuamos con las otras dos
Leyes del Amor:

Segunda Ley: Ley del Orden


Según este principio, los primeros en llegar al sistema tienen
prioridad, tanto en cuanto a derechos como a obligaciones, y en nuestra
familia actual este papel les pertenece a nuestros padres. Esta ley nos
dice que hay un orden en la familia a través del cual todas y cada una de
las personas que forman parte del sistema merecen recibir respeto y
reconocimiento, y en la medida en que todos los integrantes del grupo
respeten el criterio de antigüedad en el clan, se garantizará el
reconocimiento personal.
El orden es vital para que haya armonía. Si no lo hay se genera un
caos, se pierde el equilibrio, y como vimos en el capítulo de las familias
disfuncionales, se dan muchísimas situaciones en prácticamente todos
los sistemas familiares en las que este orden se rompe.Cuando los hijos
nos colocamos en una posición de superioridad frente a nuestros padres
al enfadarnos con ellos y echarles en cara los errores que hayan podido
cometer, o si les infravaloramos por haber estudiado y progresado en lo
que ellos no pudieron, cuando les decimos lo que tienen que hacer y
cómo vivir sus vidas, cuando pensamos que sabemos más de ellos,
etcétera. Nos colocamos por encima de nuestros padres y esto provoca
más problemas en nuestra vida de lo que podemos imaginar.
En estos casos, el hijo de este hijo se colocará también por encima
de sus padres y se convertirá en un rebelde, pues cuando el orden se
rompe, se rompe completamente. Cuando yo no respeto a mis mayores,
cuando no les puedo agradecer, alguno de mis hijos me mostrará ese
trabajo que tengo pendiente dándome a mí lo mismo que yo doy a mis
padres (puedo garantizar que esto es así, y que fue gracias a mi hijo
como pude darme cuenta de que aún necesitaba hacer las paces con mis
padre, así como con los hombres en general).
Este orden es vital, sagrado. La Vida es una vibración energética
física, emocional y mental, y cuando no respetamos este orden, entramos
en unos campos de vibración que hacen que todo nos resulte difícil y no
sabremos por qué nos pasa lo que nos pasa. En el peor de los casos,
seguiremos culpándoles a ellos por nuestros problemas y sin saberlo,
estaremos perpetuando este ciclo que no acabará hasta que tomemos
conciencia de lo que está ocurriendo realmente.
Quiero insistir en la importancia de esta necesidad que tenemos
como alma de ser capaces de mirar a nuestros padres con respeto y
gratitud, hayan hecho lo que hayan hecho. Si no lo logramos, además de
enquistar nuestras propias heridas negándonos una vida plena y feliz,
provocaremos que nuestros hijos no puedan respetarnos a nosotras
tampoco, haciendo que se expanda esta energía de dolor. Es así de
categórico, no falla.
Nuestros padres nos han dado la vida y lo han hecho lo mejor que
han podido, dadas las circunstancias de su época y la educación
castradora que recibieron. Si de verdad queremos sanar nuestras heridas,
tendremos que pararnos a contemplar que en la gran mayoría de los
casos lo pasaron muy mal y que sus niños interiores también estaban
muy heridos y se sentían abandonados. Si agradecemos a quien nos ha
dado la vida, si les abrimos nuestro corazón, la Vida se abre para
nosotras. Si no lo hacemos, si nos mantenemos por encima de ellos
juzgándoles o reprochándoles sus fallos, ésta se cierra ante nosotras.
Mientras sigamos enfadadas con ellos, la Vida no podrá mostrarse con
sus infinitas posibilidades, aunque esté deseando hacerlo. Elegimos a
nuestros padres para vivir las experiencias que necesitábamos para
nuestro aprendizaje, y debemos recordar que ellos también vivieron las
carencias de las que nosotras nos quejamos, e incluso más. Nos dieron lo
que tenían para darnos, y lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron
hacerlo.
Y ahora, si eres madre o padre toma un par de respiraciones
profundas antes de leer lo que viene a continuación, porque a tu ego no
le va a gustar nada:
Si no amamos a nuestros padres, no sabremos amar a nuestros hijos,
pues una vez más, se tratará de un amor condicionado. Les querremos,
sí, pero no será un amor incondicional, un amor puro y verdadero. No
seremos capaces de amar a nadie incondicionalmente mientras no
amemos y honremos nuestras raíces, y en consecuencia, podamos
amarnos a nosotras mismas. Exigiremos a nuestros hijos lo mismo que
nos exigimos a nosotras y a nuestros padres, y cuando “fallen” les
trataremos igual que lo hacemos con nosotras cuando sentimos que
fallamos. De esta manera, como te he dicho en unas líneas anteriores,
continuaremos perpetuando los patrones pendientes de sanar de nuestro
clan.
Además de con los padres, también se ven muchos casos de
transgresión de esta ley en los conflictos entre hermanos, cuando por
ejemplo un hermano mayor ejerce sobre sus hermanos menores las
funciones que les corresponden a los padres, evitando así que cada cual
encuentre su lugar adecuado en el sistema y generando que las
relaciones entre ellos se distorsionen.
En definitiva, las Constelaciones Familiares nos dan la oportunidad
de comprender la Vida en unos planos que desconocíamos hasta ahora,
pues nos permiten ver las limitaciones con las que vemos todo a través
de nuestras heridas sin sanar y la percepción errónea de nuestro ego,
ampliando nuestra visión y liberándonos.

Tercera Ley: Ley del Equilibrio


Esta ley no tiene tanta fuerza como las anteriores, aunque no por ello
deja de ser importante. En todo sistema tiene lugar una interacción que
permite que éste siga viviendo, y ésta consiste en un dar y un recibir
constante, que tiene como fondo el amor, y que busca que haya siempre
una compensación.
Es una ley que se da entre iguales, en pareja, amigos, hermanos,
etcétera, en la que si uno da, tiene que haber una compensación o un
agradecimiento. Siempre tiene que haber un equilibrio entre el dar y el
recibir, y cualquiera de los dos extremos intoxicará una relación, tanto si
sólo sabemos dar, como si sólo sabremos recibir. En ambos, no habrá
compensación ni equilibrio.
En este punto es muy importante hacer una distinción entre los dos
tipos diferentes de vínculos que mantenemos en nuestras relaciones: el
regalo más grande que hemos recibido es la vida misma a través de
nuestros padres, y esta ley nos dice que esto jamás se podrá compensar,
pues nuestro vínculo con ellos es complementario, no simétrico.
Pretenderlo nos generaría problemas, pues la relación con nuestros
padres es la única en la que jamás podremos llegar a un equilibrio.
Mientras que en una relación simétrica (hermanos, amigos, pareja),
sí es fundamental mantener un equilibrio entre el dar y el recibir, en una
relación complementaria tratar de encontrar este equilibrio sería
perjudicial, pues no se puede compensar de ninguna forma lo que hemos
recibido. Sólo se podrá aliviar esta deuda con nuestros padres a través de
lo que podamos dar a nuestros propios hijos o a la comunidad, haciendo
algo útil y valioso con nuestra vida. Y podremos hacer esto cuando
tomemos sin reservas el regalo de la vida que nos han dado, les
aceptemos y respetemos tal como son, y honremos y agradezcamos lo
que nos pudieron dar. Sólo así podremos evolucionar y realizar el
propósito divino que vinimos a hacer en esta experiencia de vida.
El desequilibrio de esta ley, es decir, cuando aún no hemos logrado
aceptar, respetar y honrar a nuestros padres, o en el caso contrario,
cuando sentimos que estamos en deuda con ellos, se ve claramente
reflejado en ciclos de violencia o codependencia en nuestras relaciones
interpersonales, ya sea con las parejas, con los compañeros del trabajo,
con amigos, los hermanos, grupos sociales, etcétera.
Todos hemos conocido infinidad de parejas en las que
principalmente las mujeres han asumido el rol de cuidar de su
compañero como si fuera un hijo en vez de un igual, y en las que se han
volcado tanto en sus parejas e hijos, que se han olvidado de sí mismas.
Cuando estas mujeres realicen el trabajo personal de equilibrar su
relación con sus padres, podrán mantener vínculos saludables en todas
las áreas de su vida.
Explicada esta base teórica, ahora sí, vamos a ver cómo se realiza
una Constelación Familiar y cómo se despliega la magia a través de
ellas:

Si no lo veo, no lo creo
Si no has presenciado nunca una Constelación y no sabes
absolutamente nada sobre cómo funcionan, con las explicaciones que te
voy a dar a continuación enseguida vas a comprender su mecanismo.
La persona que va a constelar algún conflicto de su vida, le cuenta a
la terapeuta la situación y lo que siente que necesita desbloquear (por
ejemplo, siempre se enamora de hombres casados y repite una y otra vez
este ciclo de sufrimiento y frustración sin saber por qué, o siempre tiene
problemas económicos, o está atrapada en una relación de dependencia
con sus padres y se siente incapaz de hacer algún cambio, etcétera).
Los demás participantes están sentados en círculo y no saben nada
de lo que esta persona va a trabajar. La terapeuta entonces le pide que
escoja del grupo un “representante” de algún miembro de su familia:
puede ser su madre, su padre, un hijo, etcétera (esto dependerá de lo que
se está trabajando, aunque lógicamente, los padres tendrán que aparecer
siempre), así como otras personas que estén implicadas en la situación
(jefes, compañeros de trabajo, amistades…). Estos representantes, sepan
o no a quién corresponde el papel que están desempeñando, se ponen de
pie dentro del círculo y empiezan a sentir “cosas”. Hay terapeutas que
siguiendo la línea de los orígenes de las Constelaciones, les dicen a
quién van a representar, y se les da la consigna de esta manera: “tú eres
mi madre”, “tú eres mi hija”, etcétera. Yo particularmente prefiero la
nueva “versión”, en la que los representantes no saben absolutamente
nada sobre su papel en la constelación. De esta manera no hay
posibilidad de que su mente consciente intervenga con posibles ideas o
prejuicios sobre lo que “debería” sentir.
Una vez dentro del círculo, empieza a verse cómo estos
representantes cambian sus posturas corporales, se alejan de unos y se
acercan a otros, sienten una emoción muy fuerte de ira, tristeza, miedo,
soledad o de alegría y amor según el caso, y la terapeuta comienza a
trabajar con ellos. Preguntándoles cómo se sienten unos con otros les
hará repetir unas frases “clarificadoras” hasta dar con la raíz del
conflicto, y después pasará a las frases “sanadoras”, con las que ese
sistema familiar recuperará su orden y su equilibrio a través de la
comprensión, el perdón y el amor. Mientras esto ocurre, la persona que
se está constelando lo observa todo sentada y en silencio, maravillada y
preguntándose en su interior cómo es posible que esas personas a las que
acaba de conocer puedan sentir y expresar exactamente lo mismo que
tanto ella como los miembros de su familia experimentan en esa
situación real de su vida.
Es en este punto donde entra en juego el principio del
entrelazamiento cuántico que vimos en el capítulo anterior y que nos
demuestra que todos estamos conectados con todos y que la
información, que es energía, se manifiesta a través de nuestra
conciencia. Nada más entrar en el círculo, “despierta” en el
representante esa información concreta de la persona a las que está
representando y sorprendentemente, esas emociones que emergen en él
o ella durante la constelación y que aparentemente pertenecen a alguien
ajeno, también tiene que ver con ella y con algún conflicto que tiene
pendiente de resolver en su vida. De esta manera, una Constelación
Familiar tiene una doble vía de sanación: se libera la persona que se está
constelando, y se liberan también los que hacen de representantes.
Después de haber hecho una constelación, con el tiempo (esto
dependerá de cada caso y de si realmente la consultante se atreve a abrir
su corazón y a conectar con la emoción reprimida), empezará a
experimentar cambios en sus relaciones interpersonales y verá que se ha
roto el viejo patrón de atraer sólo hombres casados, o de tener problemas
económicos. He visto constelaciones en las que la persona no estaba
preparada para esta apertura y ha necesitado trabajarlo varias veces hasta
lograr romper a llorar y descargar de verdad toda aquella tristeza o
soledad reprimidas, que es la catarsis imprescindible para que se
produzca la verdadera sanación, tanto en ella como en su sistema
familiar.
Cuando llegamos a este punto, nos atrevemos a entrar en ese campo
emocional que estaba enquistado y a repararlo a través de la expresión
auténtica de la emoción, pues éste es un trabajo exclusivamente
emocional. Y es a través de la descarga de esas emociones bloqueadas y
de su reparación a través del amor, como se recoloca lo que estaba
desequilibrado en el sistema. Es como una flor que se abre, una alianza
con la Vida que ahora se vuelve a nuestro favor, así como con todos los
miembros del sistema. Nos liberamos de aquella carga y la Vida
se vuelve mucho más fácil, pero en este punto veo muy importante
recordarte que esta sanación sólo ocurrirá siempre que estemos
comprometidas con nuestro propio trabajo personal y no vayamos a una
constelación esperando que el conflicto se solucione por sí solo. Una
implicación honesta y verdadera en nuestra liberación nos llevará a
tomar consciencia de cuál era nuestro lugar en aquella situación, cuál era
nuestro aprendizaje, nuestra misión, y nos permitirá quedarnos en paz
con ello y poder agradecer de corazón que las cosas ocurrieran como
ocurrieron, por muy dolorosa que haya sido la experiencia.
Como ya hemos visto, todo lo que aparece en una constelación tiene
que ver con el ADN emocional que hemos heredado, y en la mayoría de
ellas sale el tema de los excluidos, pues casi todas las familias tienen
muchos, por diferentes circunstancias. En realidad se trata de una
especie de cirugía en la que abrimos la herida para buscar dónde está el
dolor, y así poder sanarlo y liberamos de una carga que tiene que ver con
nuestro sistema familiar y que llevábamos por fidelidad al clan. Es lo
que Bert Hellinger llamaba “Amor ciego al sistema”, y debido a este
amor, muchos niños al nacer buscan un “agujero” de exclusión para
ocupar ese lugar y tener la oportunidad de sanarlo.
Como te expliqué en el capítulo de la formación del ego, nos da
mucho miedo llegar a esa catarsis liberadora, pero si estamos
verdaderamente comprometidas y decididas a hacer cambios reales en
nuestra vida y a vivir el despertar espiritual que hemos venido a hacer, te
aseguro que algún día serás capaz de atravesar ese dolor y conocerás una
nueva dimensión del Ser pleno, amoroso y feliz que eres realmente.
Te ocurrirán cosas como recibir de pronto una llamada de algún
familiar con el que hacía años que no te hablabas, o de tu madre, con la
que la relación era sumamente tensa porque inconscientemente
arrastraba su culpa y tú se la recordabas sin ella ser consciente. Cuando
los nudos se liberan, de repente la otra persona puede mirarte con otros
ojos, con una mirada limpia y amorosa, sin el peso de la culpa, la ira o la
emoción que fuera que había arrastrado durante años.
Si el conflicto es transgeneracional, es decir, si viene de más atrás, es
importante recalcar que no es necesario conocer previamente los detalles
de lo que ocurrió en las generaciones anteriores, pues si de verdad es
relevante, toda esa información va a aparecer en la constelación. Está
deseando salir para ser sanada, y tan sólo necesita que nos atrevamos a
entrar en la emoción y dejar que ésta nos lleve hacia su liberación.
Tampoco es necesario que los demás miembros de la familia estén
presentes en la constelación, ni siquiera que sepan nada del trabajo que
hemos hecho, pues su inconsciente individual y el inconsciente familiar,
que forman parte de su psique profunda y de su campo energético,
recibirán esta nueva información y sentirán una especie de alivio y paz
que no sabrán de dónde viene.
Como ya sabes, a través del principio del entrelazamiento cuántico
se ha logrado comprender este fenómeno que hasta hace bien poco nos
parecía algo totalmente inexplicable. También la teoría de los campos
morfogenéticos que vimos en el capítulo de la epigenética supone una
importante aportación a la hora de entenderlo, y la verdad es que para
mí, a pesar de contar con estas explicaciones científicas, no deja de
sorprenderme y de maravillarme. Lo cierto es que somos pura magia en
acción, y nadie nos lo había dicho hasta ahora.
En mi caso, y en relación a las dificultades que he atravesado para
ser autosuficiente económicamente, mi abuelo paterno fue un
empresario adinerado y sus hermanos le dieron la espalda de por vida
por discrepancias en temas relacionados con una herencia. Según me
contó mi padre, fueron injustos con él pues le reclamaron algo que a él
no le correspondía darles, y en su funeral, mi padre presenció cómo
todos ellos le pidieron disculpas entre sollozos. Cuando ocurre una
exclusión por motivos de herencias o alguna situación relacionada con el
dinero, algún descendiente tendrá problemas de liquidez. La historia se
repitió con mi padre, que también fue el excluido de su familia, pues
tanto su madre como sus hermanos le hicieron responsable de haber
llevado a la ruina la empresa de mi abuelo. Y adivina quién en mi
familia asumió también ese papel. A veces pienso, bromeando conmigo
misma, que en esta vida me he pasado de la raya escogiendo temas para
trabajar, pero enseguida me acuerdo de que tengo en mis manos el poder
de reparar lo que quedó pendiente atrás para abrir los caminos a los que
vendrán, y eso me llena de fuerza y de ilusión.
Mis hermanos no me han echado ni apartado de la familia de una
forma explícita como hicieron con mi abuelo sus hermanos, pero
muchos de ellos sí han cerrado su corazón a los conflictos de “Olga la
problemática”, y sé que está en mis manos reparar esta situación a través
del amor. Después de llevar tres años viviendo en Las Palmas, sé que la
mayoría de ellos habría preferido que me hubiera quedado en el País
Vasco y así no tener que vivir “mis” problemas tan de cerca. Conocer y
comprender este mundo de energías invisibles e inconscientes que
subyace bajo las conductas y las palabras hirientes, me ha ayudado
muchísimo a no seguir atrapada en los viejos patrones de resentimiento
y de perpetuación del dolor, y a medida que he ido avanzando en mi
disposición para contemplarlo todo desde esta perspectiva, poco a poco
he podido cambiar mis sentimientos hacia ellos y hacia la situación.
Mirar a alguien que aún no ha sido capaz de salir de sus patrones
automáticos de juicios y proyecciones y pensar para tus adentros: “Eres
inocente igual que yo, y comprendo que no sabes hacerlo de otra
manera. Te quiero y te doy las gracias por ayudarme a ver mis heridas”,
te da una libertad y una paz enormes.
Para finalizar con este tema, te animo a que te hagas esta pregunta:
¿Cuál es tu problema de vida ahora mismo? Todas tenemos alguno,
pues la Vida siempre nos trae oportunidades para seguir avanzando.
Mira con qué ley tiene que ver: ¿con la exclusión? ¿Con el orden?
Ambas tienen muchísima relación con nuestras heridas afectivas.
Y lo más importante. ¿Cómo está la relación con tus padres?
¿Realmente les puedes agradecer y sentir amor hacia ellos? En el
capítulo 17 nos adentraremos en este tema y verás lo vital que es lo que
te he dicho en líneas anteriores: necesitamos restablecer la paz en la
relación con nuestros padres si de verdad queremos hacer cambios en
nuestra vida. Déjame recordarte que este cambio, tal como nos señala
UCDM en su lección 308, sólo puede ocurrir aquí y ahora:

“Este instante es el único tiempo que existe”

De manera que únicamente cuando logremos quedarnos con nosotras


mismas en nuestra emoción, que siempre existe en el ahora, podremos
sanar todo aquello que tengamos pendiente en el pasado y abrir así
nuevos caminos para nuestro futuro.
También en el capítulo 17 te mostraré otra modalidad de
Constelación, la llamada “Constelación Cuántica”, que si cabe, es aún
más sorprendente y fascinante que las que acabamos de ver.
XVI: Mi herida V

En este capítulo voy a mostrarte diferentes situaciones y conductas en las


que a pesar de intentar algunos cambios, en el fondo seguía reflejándose mi
inestabilidad emocional y mi contumacia al repetir los mismos errores una y
otra vez.
También vas a encontrar un apartado que muestra los resultados de
diversos estudios sobre las consecuencias emocionales y conductuales de los
abusos sexuales en la infancia a medio y a largo plazo. Estoy segura de que
igual que me ayudó a mí en su día, te servirá para comprenderte a ti y a tus
“rarezas” al menos un poco mejor, y también para que empieces a mirarte con
la comprensión y el amor que de verdad mereces.

“San Sebastián
2010

_¿Cómo se llamaba el libro que te estás leyendo ahora? Me lo dijiste el


otro día, pero se me ha olvidado…
_”Conversaciones con Dios”. ¡Una ma-ra-vi-lla! Es una trilogía, ya voy
por el segundo…la verdad es que te lo recomiendo...
_Bueno, pásame el primero, pero ya sabes que yo todo eso lo miro de
reojo. Oye que casi se me olvida, ¿cómo estás con lo de tus hermanos? No
me has dicho nada más desde la noticia...
_Pues la verdad es que eso sí que me está quitando bastante paz…tengo
un cabreo de puta madre.
_Ya. ¿Y qué les vas a decir a los niños al final?
_Que Luna está embarazada y no puede viajar.
_¿Se lo creerán?
_Sí, en cuanto me llamó Chema se me ocurrieron varias ideas y esta me
parece la más convincente.
_Bendita inocencia…,todavía se lo creen todo...
_No quiero involucrarles en mis problemas familiares, aún son muy
pequeños para comprender.
_Ya, no lo entenderían. Bueno, ¿y qué te apetece que pongamos para
cenar en Noche Buena?
_Ay Nuria, cuánto te agradezco que podamos pasarla con tu familia…si
no, sí que me hundiría de verdad. ¡Esto sí que no se lo voy a perdonar nunca!
¡Piña de familia! ¡Ja!
_En parte yo sí puedo comprender su punto de vista, ya te lo dije…
Chema lleva años pagándote los billetes y no cogerle el teléfono en tu
cumpleaños, ni a él ni a algunos de ellos, aunque tuvieras tus motivos…
puedo entender que les doliera…
_¿En serio? ¿No crees que si fuéramos una piña de verdad llamarían a sus
sobrinos en sus cumpleaños o me llamarían de vez en cuando para saber
cómo estoy?_, insistía en sus argumentos de siempre, empezando a
enfadarse_. ¿Quieren limitar nuestra relación a una llamada obligada en los
cumpleaños para mantener las formas? Lo siento, pero yo no sirvo para fingir
que todo está bien entre nosotros. No me apeteció cogerles y mira cómo me
“castigan”. ¡Hay que joderse! Lo que más me duele son los niños, ellos
disfrutan mucho esas dos semanas en Canarias, yendo a la playa en pleno
diciembre y jugando con sus primitas. Esto es muy fuerte, Nuria. Podían
habérmelo dicho con tiempo para que yo pudiera ahorrar para los billetes,
¡pero no! Me lo dicen un mes antes y encima estaban casi todos de acuerdo.
¡Los de siempre, claro! ¡Qué harta estoy de la puta familia, de verdad!
_Bueno, ya se arreglará todo, ya verás. ¿Y qué les dirás a los niños
cuando vean que no hay cachorritos?
_Pues que era una falsa alarma. Ya la cruzaré más adelante, todavía es
muy joven. ¡También podrían haberme llamado para decirme que aquello les
dolió!_, retomó el tema, aún enfurecida_. ¡O reunirnos todos allí y hablarlo
en persona, como hacen las personas civilizadas! ¡Pero no, ellos se han
quedado en su orgullo y no se han parado a pensar en lo que esto va a
suponer para mis hijos!_, seguía esgrimiendo, elevando cada vez más la
voz_. ¡Anda y que les den por culo de una vez!_, rugió_. Al menos no me
vendrá la alergia estas Navidades…siempre hay algo positivo en todo…
_¿Y eso qué tiene que ver…?
_¿No te he contado que no falla…que siempre que nos reunimos me
brota, sin excepción? Y lo paso fatal, yendo a urgencias y poniéndome
inyecciones de cortisona y todo.
_Anda, pues no me habías dicho que solía coincidir…qué curioso, ¿no?
_Sí, hace años que me di cuenta y a veces hasta hacemos bromas con
eso…en cuanto se me empieza a hinchar la cara y todo el cuerpo les digo que
le tengo alergia a la familia...y se descojonan. No ven más allá_, frunció el
ceño.
_¿Y qué habría que ver? ¿Tú lo relacionas de alguna manera? La primera
vez que te vino no estabas con ellos, ¿no?_, preguntó extrañada.
_No, fue en Lanzarote, cuando estaba con Jose. Menudo susto me llevé,
de repente todo el cuerpo hinchado, desde los pies a la cabeza y con un dolor
insoportable...¡Incluso me desmayé! El pobre Jose también se asustó y me
llevó a urgencias enseguida…_, recordó ensimismándose_. Y así estuve
durante años, brotándome cada dos por tres con un picor y un dolor
tremendos, sin que los médicos supieran lo que me pasaba realmente.
_Sí, eso ya me lo habías contado…pero sigo sin ver la relación con la
familia…
_Nuria, está demostrado que en las víctimas de abusos sexuales que no
han podido sanar su herida emocional porque no recibieron el apoyo familiar
que necesitaban, sus cuerpos tarde o temprano acaban escupiendo como
pueden toda la rabia y el dolor que llevan guardados dentro…_, le explicó,
poniéndose más seria aún.
_Anda, no me habías hablado de esto.
_Bueno, tampoco quiero estar siempre con lo mismo, ¿sabes? El caso es
que con los años ha ido remitiendo y ya no me viene con la frecuencia ni la
virulencia de los primeros años, pero no falla: siempre que me reúno con la
familia, me brota sin excepción.
_¡Qué pasada!”

“San Sebastián
2010

_Qué suerte hemos tenido de coger plazas por fin..._, dijo Carla muy
animada.
_Sí, al final lo hemos conseguido_, comentó ella acercándose su coca-
cola light a los labios.
Llevaban tiempo esperando para poder acceder al primer nivel del curso
de Bioenergética que la prestigiosa terapeuta Valeria Messi impartía cada año
en la ciudad, y tras adelantar puestos en la larga lista de espera, por fin lo
habían logrado.
Trabajar el carácter y las emociones a través de los bloqueos corporales,
eso va a ser lo que me va a curar de una vez por todas, pensó mientras sus
amigas seguían hablando entusiasmadas ante el inminente comienzo del
curso.
_¿Y cómo te estás sintiendo, Sarita? ¿Sigues firme con tu celibato? Sé
que es algo muy importante para ti..._, quiso saber Carla, siempre directa y al
grano, un rasgo de su carácter que le recordaba a sí misma, y que le
encantaba.
_Pues ya llevo más de un año_, presumió orgullosa_. A veces me cuesta
mucho, sobre todo cuando me da un ataque de soledad por las noches…mis
tendencias automáticas aún me tientan con pensamientos de sexo y amores
fáciles, pero tengo muy claro que ya no quiero más de aquello. Después del
año y medio que pasé tan perdida desde lo de Joseba, estoy decidida de
verdad a aprender a llenar por mí misma mis vacíos. Y cada vez me voy
sintiendo mejor, la verdad.
_¿Todavía te acuerdas de él?
_Sí…a veces sí…_, bajó la mirada.
_Ppuess yo tte ffelissito. Ssé qque estto ess mmuy diffíssil ppara tti_, la
animó Noreen con una enorme sonrisa en su rostro.
_¿Te acuerdas de cómo estabas cuando empezamos la Gestalt? Menudo
cambio has dado en estos años, guapa_, recordó ahora Carla apretando
cariñosamente su mano.
_Sí, sí que noto muchos avances_, le respondió, convencida de que por
fin había encontrado el camino que la sacaría de la frustración constante en la
que se había acostumbrado a vivir durante los últimos años.
_Ess marravillossso lo qque esttáss hassiendo, Sara. Tu consscienssia
cadda vezz mayor asserca dde ttus limmittassioness y cappassidaddess, tu
emppeño en curartte y el connvenssimientto dde qque algún ddía poddráss
vivir ppor finn en pass, yo nuncca ha vissto antess a naddie tann ¿cómo sse
disse? ¿pressevarrantte?
_Perseverante_, le corrigió Carla entre sus risas y las de Sara_. Es cierto_,
continuó_, hace cuatro años eras un volcán andante, echabas chispas llenas de
furia cada vez que algo no te salía como tú querías o alguien no encajaba en
tus expectativas, y ahora se te nota que has aprendido a pararte, a respirar, a
mirarte y también a mirar al otro…la verdad es que es una gozada ver tus
avances. El sólo hecho de que hayas decidido no seguir viviendo tu
sexualidad de aquella manera compulsiva y dañina dice mucho de los
progresos que estás haciendo.
Escuchando a sus amigas, de pronto recordó con tristeza aquella lejana
conversación con Joseba en la que sin darse cuenta él se había delatado y le
había mostrado cómo la veía realmente.
Qué cabrón, se dijo. Mujeres para pasar el rato…se fustigó evocando las
fatídicas palabras.
_Bueno…aún me falta controlar esa furia con los niños…_, les respondió
volviendo al momento presente_. Todavía a veces les grito sin poder
evitarlo..._, confesó en voz baja y mirando de nuevo al suelo, sintiendo cómo
la culpa la atenazaba
dejando a un lado la nefasta imagen de Joseba y recordando que a pesar
de sus muchos progresos, aún tenía muchos aspectos por resolver en su vida.
_Sarita, no puedes quitarte de encima en unos pocos años lo que desde
niña mamaste en tu familia con un padre tan autoritario y explosivo_, intentó
animarla Carla mirándola con ternura_. Y con todo lo demás..._, añadió,
rotunda_. Date tiempo, cariño.
_Ssí, es ssierto Sara, datte tiemppo, tus hijos ssabránn valorar ttodo lo
ddemáss qque tú less dass…tuss risass, los cuenntoss qque les esscribbess, lo
payassa qque eress cuanddo estáss dde buenn humor, tu comprenssiónn, tuss
abbrazoss y bessoss, lo dialogalissadora qque eress annte loss connflictoss…
¿sse disse assí?
Sus risas hicieron que Noreen se percatara al momento de que acababa de
cometer otra de sus divertidas pifias y se sumó a ellas sin dudarlo, con aquel
desparpajo y espontaneidad tan propios de ella.
_Pero yo pensé que al arreglar las cosas con mi padre estaría más
tranquila con los niños, que dejaría de hacer lo mismo que hacía él y que yo
tanto odiaba..._, continuó desahogándose, sintiéndose completamente segura
y a salvo hablando con sus amigas de aquel tema tan delicado, sabiendo que
sólo recibiría amor y comprensión.
_No tiene nada que ver, Sarita. Has arreglado muchas cosas con él, sí,
pero aún no has llegado a establecer un vínculo firme y estable con tu niña
interior…claramente aún se ven en ti los introyectos de ese juez interno que
te sigue torturando...y mientras no consigas perdonar, comprender y amar de
verdad a tu niña, esa ira seguirá explotando cada vez que ella se sienta
amenazada, rechazada, no vista, juzgada, etcétera, etcétera.
_A veces sí he sentido ese acercamiento hacia ella. Con las regresiones
por ejemplo, entonces sí que lo pude sentir…pero después no continué
trabajando en ello…di por hecho que ya lo había conseguido por fin y
después, todo lo que había avanzado se me escurrió de las manos con lo de
Joseba…
_Nadda ess en vanno, ya veráss cómmo siguess avanssanddo commo lo
estáss hassiendo ahora...y toddo lo qque hass vividdo, los logrosss y los
fraccassoss, tte iránn llevanddo a donnde estáss destinadda a ir…toddo al
finnal tienne un sentiddo sagraddo y maravillossso...
Al escuchar a Noreen, recordó con nostalgia aquella voz que desde que
era una niña había sentido tantas veces en su interior y de la que hacía mucho
tiempo no sabía nada.
_Pero sigo sin entender por qué hago con mis hijos exactamente lo mismo
que hacía mi padre con nosotros, si a mí me hizo tanto daño aquello...
_No haces exactamente lo mismo Sara, date cuenta. Tú tienes un mayor
nivel de consciencia de ti que el que él tenía de sí mismo. Tú ahora te das
cuenta cuando caes en tu reacción automática y pones los medios para ayudar
a tus hijos a canalizar lo que sienten. Te sientas a hablar con ellos, te
disculpas, les explicas lo que te ocurre, les intentas compensar con otras
muchas cosas, te acercas a ellos…y tu padre no hizo nada de eso. No haces
exactamente lo mismo que hizo él.
_Tienes razón, es verdad_, susurró”.

“Febrero 2011 - Libretita Anne


Hola de nuevo, chiquitina: las risas siguen siendo casi diarias contigo. Te
cuento algunas anécdotas: la semana pasada la tía Carmen te preguntó qué
quieres ser de mayor y vas y le dices: “Petrona”. Querías decir “matrona”
hija, qué risas echamos. Antes solías decir “sacadora de bebes”, y hace un
tiempo te expliqué que se dice matrona, y se ve que aún no has retenido la
palabrita...
Otra gracia: ayer estabais jugando Andoni y tú a haceros cosquillas y de
repente vas y le dices muerta de risa: “Ay Andoni, no me toques el chichiiiii,
que ya lo tengo reservadoooo”. Me quedo alucinada con tus cosas, mi niña.
De ahí surgió la conversación de los “novios” que has tenido hasta ahora
(Jon y Yoritz), y que ahora no tienes ninguno, pero que te gusta un niño que
se llama Alex. Y entonces te pregunté: “¿O sea que Yoritz ya pasó a la
historia?” Y vas y me respondes, poniendo las dos manitas en tu corazón:
“Mamá, Yoritz siempre será una historia para mí”. Ayyy, qué risas, Anne.
¡Me encantas, pequeñina!
¿Sabes qué? Cada vez que sacas estos temas de novios y de
romanticismo, me viene a la memoria cómo mis padres reprimieron y
juzgaron todos esos impulsos en mí, e intento darte todo aquello que necesité
y que ellos no supieron darme, por su educación restrictiva y castradora en
todo lo relacionado con lo sexual. Quiero ayudarte a que dejes volar a tu
Afrodita bien alto, y que a lo largo de tu vida te sientas muy orgullosa de ser
como eres, Anne. Te quiero mucho, mi niña”.

“Email de: Valeria Messi


Fecha: 13 de febrero de 2011. Hora: 21:05h
“Hola Sara:
Aquí tienes los textos que te comenté. Esto es una breve introducción al
tema y más adelante te enviaré el enfoque y el método de trabajo desde la
bioenergética ante los bloqueos particulares y especiales que se producen en
el cuerpo cuando ha sufrido abusos en la niñez. Si te surge cualquier duda, no
tengas ningún reparo en consultarme.
Un abrazo,
Valeria

1.- Consecuencias de los abusos sexuales en la infancia:


Numerosos estudios han evidenciado que la experiencia de abuso sexual
en la infancia constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de
una gran

diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta, constatando


las siguientes consecuencias tras la experiencia traumática:
.- Consecuencias iniciales a nivel emocional:
-Vergüenza
-Desconfianza
-Asco
-Miedo
-Hostilidad
-Ansiedad
-Culpa
Con el paso del tiempo, si el niño o la niña no recibe la atención y
protección que necesita, la ira será la emoción predominante en su vida.
Pues sí, así ha sido en mi caso. No me sirve para justificar nada, pero sí
que me ayuda a comprenderme mejor…comenzó a emocionarse, sintiendo un
ligero alivio en su interior.
.- Consecuencias iniciales a nivel conductual:
-Hiperactividad
-Problemas de concentración
-Déficit de atención y/o bajo rendimiento académico
-Tendencia al aislamiento
-Fantasías de suicidio
-Alteración en el ritmo normal del sueño
-Pesadillas en los niños más pequeños
-Rechazo a la proximidad física
-Pérdida de control de esfínteres
-Enuresis
Coño, yo me hice pis en la cama hasta los catorce, justo cuando aquello
terminó…y en la adolescencia sí que solía fantasear con suicidarme…
.-Consecuencias emocionales a medio/largo plazo:
-Ira
-Síntomas depresivos
-Ansiedad
-Baja autoestima
-Sentimientos de inferioridad o de estigma
-Cambios de humor muy pronunciados
-Muy sensible a la crítica
-Baja tolerancia a la frustración
-Culpa
-Vergüenza
-Miedo generalizado o focalizado hacia algo o alguien
-Desconfianza
-Rechazo al propio cuerpo
-Hostilidad
-Agresividad
Sí que me veo en muchos…
.-Consecuencias conductuales a medio/largo plazo:
-Reviviscencias (flash-backs):
Un olor, una palabra, una situación determinada o cualquier otro
detonante, pueden provocar que la persona reviva los abusos de una manera
muy intensa y casi real.
Esto me ha pasado durante toda mi vida…
-Escasa habilidad social o conductas antisociales
-Desconfianza generalizada
-Aversión sexual
-Hipersexualización: la niña asumió que sólo podría recibir afecto del
sexo opuesto a través de la conducta sexual, dando lugar a actitudes
erotizadas y seductoras, y promiscuidad.

Voilà!!! ¡Esa sí que he sido yo!


-Masturbación compulsiva
-Vocabulario soez
-Conductas autodestructivas o autolesivas
-Consumo de alcohol o drogas
-Comportamientos de riesgo
-Tendencia a culparse por todo
-Intentos de suicidio
-Pocos amigos o cambio permanente de amigos
-Conducta perfeccionista
-Múltiples parejas
-Problemas de orientación sexual o de identidad sexual
-Embarazo precoz
-Trastornos alimentarios
-Autocrítica excesiva
-Descuido de la higiene personal

Pues sí. No encajo en todo, pero casi…se reconfortó, sintiendo una gran
liberación al leer todo aquello. Trastornos alimentarios…aquí lo dice muy
claro, ¿tendrá relación con los abusos, o me afectó más el abandono que
viví?
Y ¿quién está peor? ¿el que sabe que tiene un problema y lo expresa
abiertamente para sanarlo, o el que teniendo evidencias sobradas de que el
problema está fundamentado, lo niega diciendo que ya tendría que estar
superado?, volvía a rumiar sin poder quitarse a muchos de sus hermanos de
la cabeza.
¿Y si les envío el correo? No, mejor no. Van a decir que ya estoy otra vez
con lo mismo de siempre. No me quiero exponer otra vez así, tengo que
aprender a cuidarme de una vez por todas. Bueno, sigo leyendo...
La relación de estas consecuencias con la experiencia de abusos sexuales
en la infancia también ha sido observada en otros estudios, como el realizado
por McLean y Gallop, que comprobaron que las mujeres víctimas de abuso
sexual que participaron en su estudio eran diagnosticadas tanto con trastorno
por estrés postraumático como por trastorno límite de la personalidad. Otros
estudios, como el de Bernstein, Stein y Handelsman, han concluido que, al
contrario que en los demás tipos de maltrato infantil, el abuso sexual no
correlaciona con ningún trastorno de personalidad específico, si bien, en
cierta medida, lo hace con todos ellos.
2.- El incesto entre hermanos:
El abuso sexual intrafamiliar es una de las formas más severas de maltrato
infantil. En la mayor parte de los casos no suelen darse conductas violentas,
ya que los abusadores, que frecuentemente son adolescentes que muestran un
problema de insatisfacción sexual, se ven tentados a buscar esporádicas
satisfacciones sexuales en los menores que tienen más a mano y que menos
se pueden resistir.
En estos casos, los abusadores pueden mostrar distorsiones cognitivas
para justificarse ante ellos mismos por su conducta: “No se resiste porque
también desea el contacto”, o “en realidad, es una forma de cariño”, etc. Los
casos más frecuentes de este tipo de abuso ocurren en familias numerosas
donde hay un varón adolescente y una niña bastante menor que él,
especialmente si el chico no ha recibido una orientación y educación sexual
saludable.
Esto fue lo que le pasó a Agustín…menuda anti-educación sexual de
mierda nos dieron papá y mamá. Me puedo imaginar lo perdido que estaba,
con todas las hormonas disparadas. Ya leí hace tiempo lo de las familias
numerosas…por lo visto es algo muy habitual. Bueno, el caso es que hace
tiempo que tengo claro que los dos planeamos aquello como almas antes de
encarnar, para que cada uno trascendiera lo que necesitaba aprender con la
experiencia…y también me lo confirmó el médium en su día.
La verdad es que si no hubiera sido por lo que viví en mi infancia, no
creo que me hubiera interesado por estos temas del crecimiento personal y
no sería quien soy. Bueno, sigo leyendo...
A mayor represión sexual, mayor confusión y justificación de sus
conductas abusivas, que le impedirán tomar consciencia del daño que inflige
realmente sobre la menor, produciendo en ella, ante todo, un profundo
sentimiento de culpa y de rechazo hacia sí misma.
Pues sí.
En general, las niñas que viven esta experiencia traumática tienden a
presentar reacciones ansioso-depresivas, alteraciones en la esfera sexual,
altibajos emocionales, conductas autodestructivas, así como un control
inadecuado de la ira. Tan sólo un cincuenta por cien de las víctimas suelen
revelar su secreto, ya sea a otro miembro de la familia en quien confía, o a
alguna figura de confianza extrafamiliar. Las consecuencias en la menor
oscilarán entre diferentes grados en un amplio espectro de síntomas, que
dependerán de los siguientes factores:
-Frecuencia, duración e intensidad de los abusos. Cuanto más crónico e
intenso es el abuso, mayor es el desarrollo de un sentimiento de indefensión y
de vulnerabilidad y más probable resultará la aparición de síntomas.
-Reacción de la familia: desempeña un papel fundamental. El apoyo y la
protección parental, especialmente de la madre, es un elemento clave para
que la víctima mantenga o recupere su nivel de adaptación después de la
revelación del secreto.
Aquí está mi principal herida, ahora lo sé...y que tiene relación con mi
problema con la comida, también lo sé, ya no tengo duda, comenzó a llorar.
-Perfil individual de la víctima (estabilidad psicológica, edad y contexto
familiar).
Con nueve años, por muy estable que estuviera hasta ese momento, sin la
respuesta familiar adecuada tuve todos los boletos para acabar jodida como
estoy, suspiró secándose las lágrimas.

Email de: Sara Montes


Fecha: 13 de febrero de 2011. Hora: 23:53h
“Hola Valeria:
Me ha ayudado muchísimo leer todo esto, especialmente la importancia
de la reacción de la familia. Me ha servido para constatar que no estoy loca,
sino que mi niña interior lleva años pidiendo a gritos el reconocimiento, la
comprensión y el apoyo que le faltó en aquel momento crucial al pedir ayuda
y no recibirla.
Y sobre todo, he podido comprender que más que los abusos de mi
hermano, mi verdadera herida ha sido esa indefensión que sentí por parte de
mis padres y posteriormente del resto de la familia. Toda la vida he sentido
ese abandono grabado a fuego en mi piel y es algo que a día de hoy no sé
cómo superar.
No se me quita de la cabeza que si algunos hermanos vieran de corazón la
magnitud de mi trauma y me dijeran con el alma en la mano, como me dijo
mi padre en su día, que ahora me ven y me comprenden, muchos de mis
problemas emocionales desaparecerían al momento. Muchísimas gracias.
Ahora sí estoy deseando trabajar esos bloqueos en mi cuerpo.
Un abrazo,
Sara”.

“Cádiz
2011

_Gracias al GPS encontró con facilidad el barrio donde había vivido de


niña y cuando al pasar con el coche vio su edificio, sintió un inesperado
vuelco en el corazón, casi como si hubiera visto un fantasma.
Una sensación extraña y algo molesta se apoderó de ella, sin poder
distinguir de qué se trataba exactamente. Una mezcla de alegría, ilusión,
miedo y nostalgia comenzó a bullir en su interior y a medida que se iba
acercando a él ya a pie, la extraña sensación comenzó a intensificarse aun
más. Su corazón comenzó a latir con mayor fuerza a cada paso, que eran cada
vez más rápidos y firmes, como si una fuerza ajena a ella la estuviera
empujando hacia un destino ineludible.
Su sorpresa fue mayor cuando al verse a pocos metros frente al edifico,
alto y bonito como lo recordaba, de repente comenzaron a llegar a su mente
multitud de imágenes de diferentes momentos que había vivido allí: su madre
acercándose a ella desde el portal, guapísima y sonriente con un vestido azul
celeste llevando a Álvaro en su vientre abultado, y ella admirándola y
queriéndola con todo el amor y la inocencia de sus siete años, con los brazos
abiertos de par en par para recibir su abrazo antes de marcharse al hospital.
Corriendo en tropel junto a sus hermanos hacia la playa, entre risas, cantos y
juegos de niños felices. Las bulliciosas y emocionantes carreras de
escarabajos en el patio trasero del edificio. Ernesto, un amigo de Felipe,
escapándose de ella porque quería darle un beso pidiéndole que fuera su
novio. Las nanas que cantaba a su hermanito cuando por fin nació y el
inmenso amor que sentía por él…
De pronto, completamente desolada y perdida en los recuerdos, comenzó
a llorar y entonces sí, pudo sentirlo con toda su cruel contundencia: una
tristeza y un vacío desgarradores, gritando desde lo más profundo de su ser,
recordándole sin piedad la niña dichosa y despreocupada que un día sí había
sido.
Aquellos momentos dorados de su infancia que había borrado de su
mente, la atravesaban ahora como cuchillos afilados mientras permanecía allí
parada frente al que había sido su hogar, aquel testigo imperturbable de un
paraíso perdido.
No podía parar de llorar y de estremecerse, sintiéndose como una intrusa
intentando arañar desde la distancia aquella inocencia feliz, ahora cruelmente
inalcanzable.
Tras pasar el resto del día sumida en aquel catártico estado de profundo
dolor y llanto sin consuelo, al caer la noche pudo comenzar a serenarse. Tras
cenar un bocata vegetal en la terraza de su hotel se dispuso a seguir leyendo
los apuntes, tratando de escapar de aquel inesperado tormento que parecía no
querer abandonarla”.

“San Sebastián
2011

Tras relatarles lo ocurrido, no tardaron en mostrarle todo su apoyo y


cariño, una vez más.
_Uau Sara, qué fuerte. Parece que viviste una regresión in situ, ¿no?
¡Menudo regalazo!
_No sé si fue un regalo Carla, aún hoy cuando lo recuerdo me entran
ganas de llorar_, su mirada se agitó_. Volví al edificio cada día para ver lo
que sentía y cada vez que me paraba frente a él, me ocurría lo mismo;
empezaba a llorar sin poder parar, totalmente desconsolada y seguían
viniendo a mi mente los mismos recuerdos, maravillosos y dolorosos al
mismo tiempo, una y otra vez…
_Cclaro qque ffue unn reggalo, ppuddisstte dessperttar a el Ssara niñña
qque vivvió feliss allí…ess unna opporttunnidadd dde segguir enn cconttactto
con ella…ahora ssabess qque ess real…qque vivve en tti…
_Sí, supongo que tenéis razón…pero es que me he quedado más en el
resentimiento que en esa oportunidad de la que habláis. Todavía culpo a mi
madre -y a mi padre a veces-, según cómo esté con él, por haber vivido
después la mierda de infancia que tuve que vivir...y también a mis hermanos,
por haberme juzgado por ser como era sin molestarse en comprender que
hubo motivos reales para ello...y me resulta imposible salir de esto…el rencor
pesa más que el amor que sentí hacia esa niña...
_Bueno, poco a poco lo irás consiguiendo Sara. Te irás liberando de todo
eso. Has avanzado mucho y estoy segura de que vas a seguir haciéndolo, y
¿sabes por qué?
_¿Por qué?_, quiso saber, ahora con la voz entrecortada.
_Porque eres la persona más luchadora y perseverante que he conocido en
mi vida y sé que hasta que lo consigas, no vas a parar.

“San Sebastián
2012
_¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no me lo merezco yo también?_,
se desahogaba sollozando completamente rota sobre el hombro de Nuria_. Es
que…es que de verdad siento que ya no puedo más..._, seguía llorando,
aferrándose fuertemente a ella_. No me quedan más fuerzas Nuria, con esto
no puedo...
_Claro que te mereces el amor cielo, ya verás que con el tiempo volverás
a estar bien. El problema lo tiene él, no tú..._, le repetía acariciándole el pelo,
sin saber qué más podría hacer o decir para sacar a su amiga de aquel estado
tan lamentable.
Al igual que años atrás, Joseba le había enviado un mensaje la noche
anterior diciéndole que necesitaba poner distancia durante un tiempo para
aclarase.
Ante la impotencia de Nuria, Sara no podía hablar de otra cosa que no
fuera lo destrozada que se sentía.
_Me siento morir, Nuria…ya nada tiene sentido…, sólo mis hijos…si no
fuera por ellos me daría todo igual..._, repetía entre gemidos con la voz
entrecortada, mientras una espesa amargura atravesaba su garganta_. ¿Por
qué quiso entrar otra vez en mi vida? ¿Por qué insistió en irnos de viaje? ¿Por
qué hizo que Andoni también se encariñara con él?_, repetía, retorciéndose
entre los incontrolables espasmos que la angustia provocaba sin cesar a lo
largo de todo su cuerpo”.

Como has visto, a pesar de mis intentos de liberarme del automatismo de


mi mente de llenar mis vacíos y encontrar el amor a través del sexo, todo
continuó prácticamente igual, pues mi herida necesitaba mucho más que
aquella simple renuncia para poder ser sanada. Aún me quedaba mucho
camino por recorrer.
También continuaba atrapada en la culpa y la exigencia, así como en la
proyección y en los juicios, haciendo responsables a mis hermanos de todas
mis penurias existenciales. Aún estaba muy lejos de poder comprender y
aceptar que yo era la única causante de todo aquel dolor.
De lo que sí me he dado cuenta al leerlo de nuevo, es que siempre se
mantuvo viva en mí una tenue pero firme voz que me hablaba de fe y de
esperanza, que nunca me permitió rendirme en mi empeño por sanarme.
Ahora la siento como ese faro que permanece impertérrito sobre su roca ante
la peor de las tempestades, y que no deja de guiar a los barcos con su luz
hasta que llegan a puerto.
Hoy, años después y con el corazón lleno de amor y gratitud por todo lo
que he sido y he vivido, sé que aquella era la voz de Dios hablándome en mi
mente, llamándome para que regresara a Casa.

“Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto”


(Lección 80 UCDM)
XVII: Constelación Cuántica y Constelación
Milagro

Constelaciones Cuánticas
Recapitulando lo esencial de los capítulos anteriores, sabemos que a
un nivel cuántico, es decir, subatómico, formamos parte de un campo
energético en el que todo está entrelazado y que somos un canal perfecto
para traer a nuestra conciencia la información que necesitamos en cada
momento.
La física cuántica nos ha revelado que somos pura energía al
observar que los átomos, que son de lo que está compuesto nuestro
cuerpo, no tienen en realidad estructura física, sino que son más bien
una especie de espiral energética en continuo movimiento. El
entrelazamiento cuántico, que te recuerdo es el fenómeno por el que
hemos podido observar que en realidad nada está separado de nada y
que todo forma parte de un campo en el que todo interactúa con todo,
nos permite acceder a cualquier información a través de nuestra realidad
cuántica, es decir, a través de nosotras mismas en nuestro nivel
subatómico. La información está ahí disponible para nosotras, y tan sólo
necesitamos un medio para acceder a ella.
Y ese medio es algo tan simple como nuestro propio cuerpo, pues
en él es donde se manifiestan nuestras emociones, que como también
sabes ya, son la vía por la que fluye esta información. En el capítulo 15
vimos que estas emociones enquistadas en nosotras y en nuestro sistema
familiar se manifiestan en las Constelaciones Familiares de una manera
clara e indiscutible, y cómo a través del perdón y el amor logramos
transmutarlas trayendo al clan y a nuestra vida el equilibrio que
habíamos perdido y que tanto necesitamos para liberar los potenciales
que hemos venido a desarrollar.
En este capítulo vamos a seguir profundizando en este mundo tan
fascinante a través de las Constelaciones Cuánticas, y éstas nos darán
pie para mostrarte una nueva manera de constelar que yo misma he
ideado aunando los principios de éstas con los de las Constelaciones
Familiares. A este método le he llamado “Constelación Milagro”, pues
es tan fácil y sencillo, que parece un milagro que en tan sólo unos veinte
o treinta minutos podamos desentrañar esa información oculta que está
bloqueando nuestros avances en cualquier área de nuestra vida.
No puedo dejar de resaltar que sin un trabajo serio y comprometido
con tus emociones y con tu niña interior, utilizar esta técnica podría
reducirse a un juego estéril e infantil del que no podrás sacar provecho.
Sería algo así como tener un Maserati y conducirlo en carreteras
secundarias, sin explotar todo su potencial.
La diferencia entre una Constelación Familiar y una Cuántica es que
en la segunda, el terapeuta prácticamente no interviene preguntando a
los representantes cómo se sienten ni indicándoles qué hacer o qué decir,
sino que les deja que vayan conectando con sus emociones y que hagan
los movimientos y expresiones que sientan que necesitan hacer. Así, en
cuestión de minutos, va emergiendo la información necesaria y ellos
mismos finalmente llegan a la sanación de la situación. Es algo
alucinante de verdad, pues la constelación va prácticamente sola.
El escenario es el mismo que en las Constelaciones Familiares: la
consultante quiere desbloquear una situación concreta de su vida y un
grupo de personas se presta para hacer de representantes. A partir de
aquí ya aparecen las diferencias, y una de ellas es que en la Constelación
Cuántica, cuando el terapeuta o la consultante ya han elegido a los
representantes, el resto de las personas que se han quedado sentadas se
dejan llevar por sus sensaciones y pueden salir al círculo si tienen el
impulso de hacerlo, sin necesidad de que la persona que se constela les
elija. Una vez en el círculo, van a interactuar y a expresar lo que sienten,
a veces en silencio y otras hablando, según las situaciones y todos ellos,
por sí mismos y únicamente atendiendo a sus emociones, llegarán a la
solución (reparación) de la situación en cuestión.
En este punto quiero compartir que tras muchos años estudiando y
participando en sesiones de Constelaciones Familiares con su método
original y acostumbrada ya a asumir esa magia como algo normal e
inherente a nosotros, la primera vez que vi una Constelación Cuántica
me quedé con la boca abierta. Alucinada podría ser la palabra perfecta
para describir cómo me sentí.
Una vez más pensé aquel “si no lo veo, no lo creo” que había sentido
en mis primeras constelaciones años atrás, y lo que presencié me llevó a
reflexionar profundamente sobre nuestra autonomía y capacidad reales
para resolver todos nuestros “problemas”. Estas reflexiones finalmente
me condujeron a desarrollar este método que te he mencionado antes y
que enseguida paso a mostrarte. Pero antes quiero compartir mi
experiencia personal en una Constelación Cuántica, la primera que hice
como consultante, en la que vas a poder observar la belleza, la sencillez
y la magia cooperando juntas entre sí:
Aún preocupada por la incertidumbre en mi situación económica,
decidí probar este método que me había sorprendido de aquella manera.
El terapeuta sólo necesitó saber qué aspecto de mi vida quería consultar,
nada más. “Mi relación con la abundancia”, le dije. Escogió a dos
mujeres del grupo, y ellas se colocaron de pie una frente a la otra,
mirándose en silencio. Permanecieron así aproximadamente un minuto,
hasta que de pronto la más joven, una chica de veintipocos que al
principio tenía una expresión seria, rompió a llorar. La más mayor
permaneció sin moverse de pie frente a ella, mirándola con mucha
ternura. La joven continuó llorando cada vez con más intensidad,
apretando ahora sus brazos contra su vientre.
Al cabo de un minuto o dos su llanto se calmó y de pronto dio dos
pasos al frente para acercarse a la otra mujer. Le acarició la mejilla con
una tímida sonrisa y acabó arrodillándose ante ella, abrazándose con
fuerza a sus piernas sin dejar de sonreír. Sus lágrimas brotaron de nuevo,
pero ahora eran lágrimas de pura felicidad y entrega. En ese momento la
más mayor la cogió de las manos con una delicadeza y un amor que casi
se podían ver en el aire, se sentó en una silla y la puso sobre su regazo
mientras abrazándola y sonriéndole, la colmaba de besos y caricias. La
joven la miraba embelesada y la acariciaba también, y permanecieron así
otros dos o tres minutos más, hasta que el terapeuta dio la Constelación
por terminada.
Debo confesar que mientras lo presenciaba, sentí una pequeña
decepción. Yo ya sabía que nuestra relación con el dinero está
estrechamente vinculada a cómo han sido las cosas con nuestra madre,
pero en aquel momento aún no estaba preparada para aceptar que si
quería vivir con una tranquilidad económica, tendría que abrir mi
corazón y entrar en mi herida de abandono.
Aquella constelación me mostró el proceso por el que tendría que
pasar para llegar a la sanación de mi conflicto emocional con ella, y fue
justo un año después, como verás en el último capítulo, cuando
finalmente pude lograrlo y comenzar a experimentar unos cambios
asombrosos en mi vida.

Constelación Milagro
A la mayoría de la gente le ocurre que cuando quieren hacer algún
cambio en sus vidas, lo intentan durante un tiempo y al final
acaban autosaboteándose sin saber que lo hacen debido a sus
creencias inconscientes. Después de comprender la dinámica de
las Constelaciones Cuánticas, llegué a la conclusión de que ya
que toda la información está en nosotras, debemos de tener
también la capacidad, no sólo de traerla a la conciencia
poniendo la intención para hacerlo, sino también de sanarla,
como siempre, a través del perdón y el amor.
Vi también que en prácticamente todas las Constelaciones Cuánticas la
información se desvelaba a través del mismo patrón: el origen de
la situación, las creencias limitantes inconscientes que la
sustentaban, sus consecuencias (de qué manera había afectado a
la vida de la consultante), y finalmente la solución, la sanación
desde el amor. Y fue así cómo un día de pronto sentí un
“Eureka” que me llevó a idear esta manera tan sencilla con la
que cualquier persona puede consultar la situación que desee en
su propia casa, tan sólo con la ayuda de unos papelitos.
Con este método rápido y sencillo vas a poder traer a la conciencia y
desbloquear las creencias limitantes y las emociones reprimidas
que están impidiéndote avanzar en alguna de las áreas de tu
vida, y antes de mostrártelo quiero una vez más insistir en que
para que esto sea realmente efectivo y no se quede en una mera
exploración que te deje “flipada”, o en algo para contar a tus
amigas, es fundamental que vaya acompañado de una
observación diaria de tu mente y de tus emociones, así como de
un compromiso contigo misma de hacerte cargo de todo lo que
sientes.
Hemos visto a lo largo de los capítulos que durante mucho tiempo
has vivido atrapada en el automatismo de tu programación mental y de
tus creencias limitantes, repitiendo una y otra vez patrones y situaciones
que te gustaría poder cambiar, y aunque muy probablemente hayas oído
hablar de múltiples técnicas y terapias que te pueden ayudar a hacerte
consciente de ellas y transformarlas, ahora vas a aprender a hacerlo tú
sola, pues ya estás en disposición de saber que en realidad todas las
respuestas que necesitas están, y siempre han estado, dentro de ti.
Al realizar este ejercicio muy probablemente te ocurra como a mí,
especialmente al principio, que al colocarte sobre el papel de “Origen”
emerjan emociones relacionadas con tu experiencia de abusos. No es de
extrañar que nos ocurra esto, ya que la gran mayoría de nuestras
creencias limitantes, inseguridades y demás conflictos emocionales
provienen de ahí, así que te animo mucho a que sigas explorando y
avanzando, tanto con tu niña interior como con estos ejercicios, pues
verás cómo paso a paso irás quitando las capas de la cebolla y algún día,
cuando menos te lo esperes, sentirás el enorme regocijo y satisfacción de
haber llegado al mismo centro de tu Ser.
Y ahora te muestro cómo funciona:

Constelación Milagro: Ejercicio


-Antes de empezar, asegúrate de que dispones de al menos una media
hora de tranquilidad, en un lugar donde nadie pueda interrumpirte.
Piensa en una situación de tu vida en la que necesites algún tipo de
respuesta o que sientas que aún falta algo por solucionar, y sigue estos
pasos:
-Coge un folio, unas tijeras y corta cinco papelitos
-En un papel, escribe el tema en cuestión. Por ejemplo: “Mi relación
con mi novio”, “Mis problemas en el trabajo”, “Mi sentimiento de
incapaz”, etcétera. Cuanto más explícita seas, mejor. Es decir, en “Mi
relación con mi novio” podrías poner: “La inseguridad que siento con mi
novio”, “las dudas que tengo en mi relación”, y en “Mis problemas en el
trabajo”, podrías poner: “La rabia que siento con mi jefa”. Si incluyes
alguna emoción en el tema que vas a trabajar, siempre será mejor.

-En los cuatro papeles restantes, vas a poner lo siguiente:


-en el primero: “Creencias limitantes”.
-En el segundo: “Origen”.
-En el tercero: “Consecuencias”,
-Y en el último: “Visión del Ser”, que es tu visión superior, la capacidad
que tienes de ver más allá, cuando sales de las
limitaciones del ego y accedes al perdón y al amor..
-Cuando ya tengas los papeles preparados imagina un círculo en el
suelo, o delimítalo con una cuerda.
-Pon en el centro del círculo el papel del tema a tratar, y los otros
cuatro, uno en cada extremo del círculo rodeándolo, en el orden en el
que los has escrito (puedes ver cómo queda en la ilustración). Ponlos
boca arriba, de manera que veas qué pone en cada uno. O sea, en el
punto de partida pones el de las “creencias”, a la derecha el de “origen”
y así sucesivamente.

-Colócate en el centro del círculo, sobre el papel en el que pone


situación de conflicto. Cierra los ojos y comienza a respirar despacio y
profundamente, llenando por completo tu estómago, como si respiraras
por el ombligo. Cuenta cuatro segundos para inhalar, después retén el
aire durante seis o siete segundos y luego cuenta otra vez cuatro para
exhalar. Y así varias veces, mientras permaneces de pie sobre el papel.
Tómate el tiempo que necesites y confía en que tus células, a través de
sus sensaciones, te van a traer toda la información que necesitas ver en
estos momentos.
Sin prisa, totalmente dispuesta a comprender y a aclarar la situación,
sabiendo y confiando en que las respuestas ya están en ti. Cuando
empieces a conectar, puede que sientas que tu pecho se cierra, o que
necesitas ponerte de cuclillas y abrazarte, o simplemente gritar, o llorar.
Cualquier movimiento y expresión que quiera hacer tu cuerpo,
permíteselo, dale rienda suelta por completo.
-Cuando sientas que ya has terminado en este papel, sal del círculo,
escribe en el folio tus sensaciones y pasa al siguiente.
-A continuación te colocas de pie sobre el papel en el que pone
“creencias limitantes”. Al igual que en el anterior, cierra los ojos, respira
hondo y céntrate en el tema o situación que estás trabajando. Mientras
respiras y te dejas llevar por tus sensaciones corporales, recuerda que
este círculo donde estás ahora representa el Campo Cuántico, esa
energía que lo sustenta todo y donde siempre está disponible toda la
información que necesitas. En él no existen el espacio y el tiempo, y tu
Ser puede conectar, sólo con que tú lo desees, directamente con esa
fuente de información, que en realidad ya está en ti.
-Cuando empieces a conectar con alguna sensación o emoción, abre
los ojos y di en voz alta todo lo que te venga a la mente. Le vas a hablar
directamente al papel del centro, al tema o situación que estés
trabajando. Confía y saca todo lo que te venga, mientras sigues
prestando mucha atención a tus sensaciones corporales. Si tu cuerpo
quiere hacer algún movimiento, hazlo. Puede que te sorprendas al ver
cómo salen por tu boca palabras y frases inconexas sin un sentido
aparente. No le des importancia a esto, y sigue expresando todo lo que
necesite salir. Cuando sientas que has terminado, sal del círculo de
nuevo y escribe en un folio todo lo que has expresado.
-Después de escribirlo todo, vuelve al círculo y colócate sobre el
papel donde pone “origen”, y ahí vas a hacer lo mismo. Y así
sucesivamente, hasta llegar al final.
-Cuando hayas llegado a la “Visión del Ser”, sigue respirando
hondo y colocada de pie sobre el papel, date el tiempo que necesites
para conectar y después, termina esta frase: “Ante esta situación, aquí y
ahora yo…” (Podría salirte algo así como: “aquí y ahora yo ya no tengo
necesidad de seguir perpetuando tu rabia, papá. Estoy en paz contigo”,
“aquí y ahora sé que tengo capacidades de sobra para ser
autosuficiente”, etcétera). Lo que te salga, sin pensarlo mucho, sólo
confiando en lo que estás sintiendo en ese momento.
Puedes estar segura de que en este papel encontrarás la respuesta que
puede ayudarte a cambiar la situación, o tu percepción de ella (esto suele
ser lo que más necesitamos). Si de verdad estás dispuesta a coger las
riendas de tu vida, es muy importante que des credibilidad a esta
respuesta y que adquieras un compromiso contigo misma para realizar
las acciones que tu propia Sabiduría Superior te ha mostrado en el
ejercicio. Con respecto a la creencia limitante, es posible que bajo una
misma situación se escondan varias creencias, y si sientes que en tu caso
esto es así, sería conveniente volver a repetir el ejercicio pasados
algunos días.
Una vez más puedo garantizarte que si incorporas este método a tu
vida de una forma habitual junto con el trabajo con tu niña interior, vas a
ser capaz de afrontar de una manera muy diferente muchas situaciones
que hasta ahora creías que se escapaban a tu control, y vas a poder hacer
los cambios que necesitas para vivir la vida que tu alma realmente desea.
-Cuando hayas repetido la frase varias veces y puedas notar cómo la
nueva emoción que ésta te trae entra en cada célula de tu cuerpo sin que
aparezca ninguna resistencia, quema todos los papeles excepto el de la
“Visión del Ser”. Mientras los ves quemándose, toma consciencia de lo
que esto supone para ti y para tu vida, date cuenta de todo lo que estás
dejando ir, desde el amor, la comprensión y la gratitud.
-Escribe en ese papel la frase que has dicho, y dite a ti misma que
esas palabras van a ser a partir de ahora un mantra sagrado para ti.
-Desde este momento, cada vez que sientas que emerge en ti el
impulso de la rabia, la impotencia, el miedo, o cualquier emoción
bloqueante en relación a esa misma situación, vas a repetir mentalmente
el mantra, todas las veces que lo necesites.
Y así, con este ejercicio tan simple, verás que no sólo vas a desvelar
las creencias y las emociones que te limitaban y a dar con la solución a
esa situación concreta, sino que podrás ir mucho más allá. Verás
también la herida que se ocultaba tras ella y ahora, cada vez que te veas
en una situación similar tan sólo necesitarás respirar hondo, repetir tu
mantra, y volverás a conectar con tus respuestas.

Ejercicio de Constelación Familiar: Mis padres, mi clan y yo

Ahora voy a explicarte cómo vas a poder realizar una pequeña


constelación familiar también tú sola, desde la tranquilidad de tu casa.
Al igual que con el ejercicio anterior, quiero animarte a que confíes
plenamente en que esa fuerza sanadora y amorosa que está presente en
ti, en mí, en todos nosotros y que está conectada con todo nuestro
sistema familiar y con el universo, se va a manifestar y va a expresarse a
través de tu cuerpo, de tus sensaciones y emociones, para que puedas
liberar los bloqueos que te están impidiendo vivir como el ser libre que
eres.
En este caso el procedimiento es similar, aunque con algunos
pequeños cambios:
-Tras delimitar un círculo en el suelo, coge un folio y corta tres
papeles.
-En el primero escribe “Papá”, en el segundo “Mamá”, y en el
tercero, pon tu nombre.
-Cuando tengas los tres papeles escritos dóblalos varias veces, de tal
manera que no puedas ver lo que pone en cada uno.
-Una vez doblados y sin saber cuál es cuál, vas a enumerarlos:
escribe el número uno sobre el primer papel que cojas, el dos sobre el
segundo, y el tres sobre el último.
-Ahora deja los papeles a un lado y prepara otro folio aparte, en el
que después escribirás las sensaciones y emociones que surjan con cada
papel.
-A partir de ahora, mientras comienzas a respirar despacio y
profundamente como en el ejercicio anterior, visualiza también el
círculo como ese campo cuántico en el que toda la información que
necesitas está disponible para ti.
-Después, coge cualquiera de los tres papeles y colócalo dentro del
círculo, sin pensar, confiando totalmente en tus sensaciones.
- Luego, coloca el segundo papel, y por último, el tercero.
-Ya tienes los tres papeles dentro del círculo. Desde fuera, fíjate
cómo están colocados, y sobre todo presta atención a tus sensaciones al
observarlos. La parte delantera del papel, donde ha quedado la abertura,
te indica en qué dirección está mirando. Fíjate si se miran entre ellos, si
se dan la espalda, si alguno mira hacia el exterior del círculo, si están
cerca o alejados entre sí, etcétera. Sólo observa mientras sigues
respirando profundamente, contando cuatro segundos en cada
inhalación, siete segundos reteniendo el aire en tu estómago, y otros
cuatro en cada exhalación.
-Ahora entra en el círculo y colócate sobre uno de los papeles, el que
tú sientas, dejando que tu cuerpo te guíe, confiando en todo momento en
que la Totalidad está manifestándose en ti, que formas de ella, y que en
este momento vas a acceder a la información que necesitas para sanar
cualquier asunto que tengas pendiente con tus padres.
-Ya sobre del papel, mantén tu respiración lenta y profunda y con los
ojos abiertos, escucha a tu cuerpo. No sabes si estás en el papel que
representa a papá, a mamá, o a ti misma, y eso ahora no importa. Tú sólo
confía, respira, escucha, siente, y deja que tu cuerpo haga los
movimientos o sonidos que necesite. Mira a los otros dos papeles y date
cuenta de qué sientes con cada uno de ellos. ¿Estás bien en esa posición
y ese lugar? ¿Te gustaría estar más cerca? ¿O tal vez más lejos? Presta
total atención mientras sigues respirando profundamente. Si sientes la
necesidad, puedes hablarles. Diles lo que te surja, date total libertad.
Cuando sientas que has terminado con ese papel, sal del círculo y
escribe en el folio tus sensaciones, indicando el número del papel en el
que estabas colocada.
-Ahora, colócate sobre el siguiente papel y haz lo mismo que en el
anterior. Al terminar, vuelve a escribir tus sensaciones y por último, ve
al tercer papel y haz lo mismo que en los otros dos.
-Cuando hayas escrito todo lo que has sentido con los tres papeles,
empieza a abrirlos uno por uno, dejándolos colocados donde están
dentro del círculo. Lee lo que has escrito en cada uno de ellos y muy
probablemente te va a sorprender cómo la información que ha salido en
cada papel encaja y coincide de esta manera tan abrumadora con la
persona a la que representa. Esta es la magia del entrelazamiento
cuántico. Bien. ¿Estás dispuesta a seguir? Ahora es cuando vas a
empezar el trabajo de verdad:
-Colócate sobre el papel de “papá”, respira de nuevo lenta y
profundamente y mirando hacia el papel de “mamá”, céntrate en lo que
sientes. Si surge tensión o conflicto, exprésalo, deja que salga todo.
-Luego te colocas sobre el papel de “mamá” y haces lo mismo
mirando al papel de “papá”.
-Cuando los dos hayan expresado todo lo que tenían guardado,
acerca los dos papeles y colócalos uno enfrente del otro.
-Vuelve a colocarte sobre el papel de “papá” y mirando al de
“mamá”, vas a decir estas palabras: “Tú eres la madre de nuestra hija. Te
reconozco, te respeto y te doy las gracias por ello. Los problemas que
haya habido entre nosotros son nuestros, no le pertenecen a ella.
Comprendo que lo has hecho lo mejor que has sabido o podido, y quiero
que sepas que yo lo he hecho también lo mejor que he podido. Ahora te
veo y siento de corazón el daño que haya podido hacerte. Me quedo con
todo lo bueno que me has dado y guardo respeto al amor que nos unió.
Acepto y respeto la mitad de ti que hay en nuestra hija. Estoy en paz
contigo”.
-Al terminar de decir estas frases sanadoras, fíjate si notas alguna
resistencia o si realmente sientes paz al decirlas. Si hay resistencias,
vuelve a decirlas, hasta que encuentres dónde está el impedimento, y
exprésalo. Y entonces, añade: “Yo tengo derecho a equivocarme y tú
no”. Fíjate cómo te sientes al decir esto, suele ser un revulsivo muy
eficiente para derribar resistencias, pues nos ayuda a ver la arrogancia de
nuestro ego, aunque estemos representando a otra persona. Vuelve a
decir las frases sanadoras, hasta que sientas que ya no queda nada
pendiente (si ves que te resulta imposible quedarte en paz, déjalo estar,
ya continuarás otro día. Está bien así para empezar).
-Cuando hayas terminado en el papel de “papá”, haz lo mismo en el
de “mamá” hablándole y mirando a “papá”.
-Finalmente, cuando haya paz entre ellos dos, colócalos uno al lado
del otro, con el papel del padre a la izquierda, los dos mirando hacia el
papel que te representa a ti.
-Colócate sobre tu papel mirando hacia tus padres, y respirando
profundamente, date cuenta de cómo te sientes y a cuál de los dos
necesitas hablar primero. Si estás dolida, decepcionada o enfadada,
exprésalo. Date total libertad.
-Y ahora, después de haber expresado tu enfado y tu rabia, (si ese era
el caso), vas a decirle esta frase: “Yo tengo derecho a equivocarme, y tú
no. Date cuenta de si estas palabras te ayudan a bajar tus resistencias, y
continúa con las frases: “Tu eres el padre, yo soy la hija. Siente que te
vas haciendo pequeña ante él, esto es fundamental para que puedas
agradecerle la vida que te ha dado. Ahora dile: “Gracias por la vida que
me has dado”. Deja que tu corazón se abra, para que puedas sentir la
necesidad vital que tienes de amarle, agradecerle y honrarle, y también
de sentir su amor hacia ti. Permítete ahora sentirte muy pequeña y ver
que él es el grande, esto te ayudará a sentir su fuerza y su amor en tu
vida. Probablemente hubo muchos momentos que fueron difíciles entre
vosotros, seguramente en tus reproches le has dicho que te habría
gustado que las cosas hubieran sido diferentes, pero ahora le vas a decir
que aprendes de lo vivido, que te atreves a transmutarlo y a amar
incondicionalmente, porque “eres mi padre, te debo la vida, y eso es
sagrado”. Termina diciendo: “Te acepto y te honro como mi padre, yo
no soy quién para juzgarte”.
-Si notas resistencias, ponte de rodillas ante él con el cuerpo pegado
al suelo y las manos hacia arriba y di: “Con todos mis respetos me
inclino ante ti. Gracias por darme la vida. Ahora comprendo que lo
hiciste lo mejor que supiste hacerlo y que también tenías tus propias
cargas. Si yo hubiera vivido tus mismas circunstancias desde que
naciste, habría actuado igual que tú. Gracias por darme la oportunidad
de hacer las cosas diferentes a ti. Te tomo como mi padre, eres el mejor
padre que podía tener para trabajar lo que he venido a sanar”.
- Cuando termines, haz lo mismo con tu madre. Quédate pequeña
ante ella, y mira si quizás aún estás enfadada. Date cuenta de que en
realidad es un capricho, y suéltalo. Quédate en el amor que de verdad
necesitas, atrévete ahora a sentir el amor que sientes por ella y el que
ella siente por ti, a pesar de los errores que pudiera cometer. Dile que
ahora sabes que no es fácil ser madre, reconoce que te ha dado a luz y
dile: “Gracias por la vida que me has dado mamá, sólo anhelo sentir tu
amor hacia mí y el mío hacia ti. Sólo anhelo sentir el amor que sé que
llevo en mi corazón. Tú eres la grande y yo la pequeña. Con tu fuerza y
la de papá sé que puedo afrontar la vida que tengo delante, porque la
vida me ha venido a través vuestro, y eso…es sagrado”. Igual que con tu
padre, si notas muchas resistencias ponte de rodillas ante ella y repite las
mismas frases. (lo hiciste lo mejor que supiste…eres la mejor madre…).
-Ahora, cuando ya has conseguido sentir ese amor que tanto
anhelabas, siente que te giras quedándote de espaldas a ellos, y cada uno
pone una mano sobre tus hombros, tu padre en el hombro derecho, tu
madre en el izquierdo. Si has logrado sentir un agradecimiento
verdadero y profundo, ahora sabes que ellos van a estar siempre ahí en
tu corazón. Si aún no puedes sentirlo no pasa nada, sólo necesitas seguir
trabajando con tu niña y tus heridas y volver a repetir este ejercicio las
veces necesarias, y un día lo conseguirás. En el caso de que sí puedas
agradecerles ahora, siente cómo esa energía es un empujón hacia la vida,
una puerta que se abre delante de ti.
-Si en tu relación con alguno de ellos has recibido un trato realmente
doloroso y traumático, difícil de comprender y de aceptar, te puede
ayudar imaginártelo desde una perspectiva superior, desde la mirada de
la Consciencia, y reconocer que existes gracias a que cumplió con su
función de padre o de madre, dándote la vida. Por el momento basta con
que puedas aceptar esto, que te han dado lo más valioso que tienes: tu
vida.
-También puede ayudarte recordar, como vimos en el capítulo de las
ovejas negras y la herencia transgeneracional, que siempre que existe un
trauma familiar se trata en realidad de una herencia de nuestros
ancestros. Es una oportunidad de trascenderlo y sanarlo, dándole una
visión y una salida diferente a la que ellos le dieron, y esta salida es
siempre el amor. Tus padres cumplieron con su función sagrada,
dándote justo las experiencias que necesitabas para hacer el trabajo que
viniste a hacer. Cuando antes puedas comprender y aceptar esto, antes
podrás comenzar a realizar la verdadera misión de tu alma.
-En el caso de que uno de los dos falleciera dejando un gran vacío en
ti, puedes decirle estas frases, poniendo las manos sobre tu corazón:
“Acepto tu destino, y te agradezco que me dieras la vida. A partir de
ahora te honraré viviendo una vida plena y feliz. Siempre te llevaré en
mi corazón y sé que volveremos a encontrarnos. Te quiero”.
-Si tienes hijos, visualiza a tu derecha al padre de tus hijos, y si eres
hombre, mira a tu izquierda a la madre. Agradéceles todo lo bueno que
habéis vivido juntos, independientemente de cómo esté vuestra relación
ahora, y sobre todo agradécele los hijos que has tenido con esta persona.
Este agradecimiento profundo va a dar una fuerza brutal a tus hijos.
Acepta al padre o a la madre de tus hijos, este será el mayor gesto de
amor que harás por ellos. Si ha habido conflictos entre vosotros, quédate
con tu parte de responsabilidad, dale a él la suya, y agradécele que te
haya dado ese hijo o hija. No le excluyas mirando sólo lo negativo, pues
así les estarás quitando fuerza a tus hijos. Mira desde tu alma la vida que
has traído al mundo gracias a esa persona, mírale con amor y
agradecimiento, y siente el regocijo y la libertad en tu corazón.
-Y ahora, mirando a tus padres, puedes ver detrás de ellos a tus
abuelos, y detrás de ellos a tus bisabuelos, y a los tatarabuelos. Date
cuenta de cuántas personas han sido necesarias para que tú existas, aquí
y ahora. Cuántas vidas, cuántas experiencias…y tú, en este instante
sagrado, eres el sentido de todo lo vivido, pues en tus manos está ahora
el sueño que muchos de ellos no pudieron realizar. Toma una
respiración profunda e inclina tu cabeza ante ellos, y agradéceles la vida
que te ha sido dada a través suyo. Honra a tus ancestros y toma su fuerza
también. Respírala, siéntela.
Entre ellos hay de todo: personas que fueron excluidas, otras que
asesinaron, otras que fueron violadas, y les das las gracias por todo lo
que vivieron. Dejas que cada uno se quede con su responsabilidad y tú
aceptas y asumes tu vida, que se abre ahora frente a ti con la nueva luz
de la gratitud y del amor.
-Quédate así un rato, sintiendo esa fuerza y esa seguridad,
permitiendo que entre en tu corazón y en cada una de tus células,
sabiendo que a partir de este momento su amor y el de todo tu clan te va
a acompañar para siempre, y que aquellos miedos e impedimentos con
los que solías vivir antes, van a ir desapareciendo de tu mente y de tu
vida para transformarse en la verdadera voz que siempre ha estado
dentro de ti, y que nunca dejó de confiar en que lograrías reencontrarte
con ella.
Date cuenta de que éste es un primer acercamiento hacia esta nueva
manera de ser y de estar que estás tratando de lograr en tu vida, así que
no te sientas decepcionada ni pienses que estás haciendo algo “mal” si
aún tienes resistencias y no consigues quedarte en paz. Como te he
dicho, eso sólo sería un indicador de que necesitas seguir trabajando en
ello, nada más.
El ejercicio del espejo con tu niña interior te ayudará muchísimo a
completar este trabajo, y una vez más te aseguro que si persistes, irás
notando cómo se van produciendo cambios en tu interior, que
inevitablemente se traducirán, como por arte de magia, en unos cambios
extraordinarios en tu vida. Con el tiempo llegarás a verte a ti misma, a
tus padres, y a cualquier otro ser humano que aparezca en tu camino,
como los seres de Luz que todos somos realmente.
Esta constelación con los papeles la puedes hacer de muchísimas
maneras, y aquí entran en juego tu creatividad y tu imaginación. Una por
ejemplo es poniendo el nombre de las personas implicadas en diferentes
papeles, así como la situación o conflicto que quieras trabajar. Luego te
vas poniendo de pie sobre ellos uno a uno con los nombres ocultos, y
como en los ejercicios anteriores, respirar, conectar, y dejar que las
respuestas vayan saliendo.
*(Si crees que vas a necesitar ayuda a la hora de practicar estos
ejercicios, en mi canal de Youtube, “Olga Casteres”, encontrarás
varios vídeos en los que explico cómo hacerlos. Tal vez así te resulte
más fácil).

En situaciones de dudas: Ejercicio


En esta ocasión vamos a centrarnos en esa situación en la que
vislumbras dos o más posibles caminos a elegir, y no terminas de ver
con claridad cuál será el más beneficioso para ti. Son situaciones de
nuestra vida cotidiana, como: ¿Me conviene vender la casa ahora, o
mejor espero un tiempo? ¿Acepto esa nueva oferta de trabajo? ¿Estudio
esta carrera que es la que me gusta de verdad, o escojo la otra, que
tendrá más salidas? Creo que quiero dejarle, pero, ¿y si después me
arrepiento?
En un momento piensas que por fin te has decidido por la opción A,
y a los pocos minutos la opción B irrumpe con fuerza en tu cabeza
volviendo a llevarte al punto de partida, manteniéndote en ese estado de
bloqueo y paralización, que es simplemente el fruto de estar escuchando
a los miedos de tu mente, en lugar de a tu verdadera voz interior.
Con este ejercicio vas a conseguir muy fácilmente conectar con las
respuestas que esa voz está deseando que recibas, y al igual que
con los anteriores, te vas a maravillar al descubrir que estaban al
alcance de tu mano, de esta forma tan sencilla.
Igual que has hecho en los otros ejercicios, vas a seguir estos pasos:
-Coge un folio, unas tijeras y un bolígrafo.
--Corta el folio en dos o tres trozos, dependiendo de las diferentes
opciones con las que estés dudando y coge también un folio
aparte, para después escribir tus sensaciones en él.
-Ahora, escribe en uno de los papeles tu primera opción. Por ejemplo:
“Vendo el piso ahora”.
-En el otro papel, escribe la otra opción: “Espero un tiempo para
venderlo”. Si hay una tercera opción, como podría ser alquilar
en lugar de vender, o incluso si hay una cuarta, escríbelas en
otros papeles.
-Ahora, dobla cada papel varias veces, hasta que no puedas ver qué pone
en cada uno.
-Después, enuméralos escribiendo en ellos el número uno, el dos, y así
sucesivamente.
-Ya lo tienes casi todo listo, sólo te falta delimitar el círculo en el suelo
como ya has hecho otras veces, y comenzar a respirar lenta y
profundamente, confiando en que el campo cuántico y amoroso
que te rodea y del que formas parte está deseando que accedas a
la información que más te va a beneficiar en esta situación.
-Coge uno de los papeles y colócalo dentro del círculo. Y después,
coloca los demás. Sin prisa, respirando despacio y profundo, entrando
cada vez más en ti.
-Quédate unos segundos observándolos desde fuera y date cuenta de
cómo te sientes con cada uno de ellos. Fíjate si hay alguno que te atrae,
o si sientes rechazo por otro…
-Ahora entra en el círculo y colócate encima de uno de los papeles,
el que tu cuerpo “elija”.
-Respira y siente. Deja que tus emociones te hablen a través de las
sensaciones, y permite que tu cuerpo se exprese con total libertad a
través de los movimientos, posturas o sonidos que surjan en ti. Ya sabes
que tus emociones son el canal por el que se mostrará esa información
que está en cada una de tus células deseando expresarse…
-Cuando hayas terminado con el primer papel después de permanecer
varios minutos sobre él, sal del círculo y escribe tus
sensaciones en el folio que has dejado aparte.
-Ahora colócate sobre el segundo papel y otra vez, confía y
entrégate por completo a tus emociones y
a la información que éstas te traen. Al terminar, vuelve a escribir tus
sensaciones en el folio y así sucesivamente, hasta que lo
hayas hecho con todos los papeles.
-Para finalizar, ve desvelando los papeles uno a uno y verás al
instante cómo todas las dudas con las que tu
mente te mantenía atrapada y bloqueada han quedado completamente
despejadas al haber visto las respuestas de una manera tan
clara y contundente. Sabrás cuál de las opciones
es la que ha “elegido” tu alma porque al colocarte sobre ese papel
habrás sentido que tu cuerpo se fortalecía, o tus brazos se
abrían de par en par, o que todo tu Ser te empujaba a
avanzar hacia adelante. Puede que te sorprenda descubrir que lo que
tu Sabiduría interior quiere que hagas en esa situación, es justo la
opción más descabellada, o la que más
miedo te da.
La primera vez que utilicé este sistema fue para intentar dilucidar
una situación ante la que llevaba meses paralizada: había una tubería
rota en el patio interior de mi piso que me acarreaba serios problemas de
humedad, mal olor y mosquitos que entraban en la cocina. En fin, un
verdadero asco. Tras haber pedido en varias ocasiones al casero que la
arreglara, siempre me respondía que no encontraba una empresa que
hiciera esa obra, lo que evidentemente sonaba como lo que era: una
simple excusa.
El caso es que después de un año aguantando aquella situación ya
estaba harta, y llevaba bastante tiempo planteándome pedirle que me
descontara cien euros mensuales con carácter retroactivo por los doce
meses transcurridos, y también seguir descontando esos cien euros
mientras el problema persistiera. Sabía que esto era algo razonable, pero
no me atrevía a dar el paso. Normalmente no me suelo amedrentar a la
hora de pedir lo que considero que es justo, pero mis dudas venían por
mis perritos. Tengo dos preciosos Shih Tzu a los que mis hijos y yo
adoramos, y me había costado muchísimo encontrar un piso en el que
estuviera permitido tener animales. Durante los meses en los que estuve
buscando, en prácticamente todos los anuncios ponía en mayúsculas:
“Prohibido mascotas”, así que me daba miedo apretar las tuercas a mi
casero y provocar que no me renovara el contrato.
Así fueron pasando los meses, debatiéndome entre las dos voces en
mi cabeza y enfadándome cada vez más con la situación y con mi
impotencia, hasta que un día se me ocurrió mirarlo con los papelitos.
Puse en un papel “pedirle el descuento” y en otro “seguir como estoy”.
Los tapé, los puse en el círculo, me coloqué sobre ellos, primero uno y
luego el otro, y lo que sentí fue algo realmente alucinante. En cuanto me
puse sobre el primer papel mi cuerpo entero se vigorizó, sentí cómo me
estiraba y empecé a extender los brazos abriéndolos y trayéndolos hacia
mí, como queriendo coger algo que estaba ahí delante, y no podía dejar
de decir en voz muy alta: “¡Es mío! ¡Es de justicia que lo recupere,
joder! ¡Es lo justo!”. Supe al instante que esa era la respuesta que
necesitaba, pero me coloqué también en el segundo papel, sólo para
cerciorarme. Y vaya que si lo hice: mi cuerpo enseguida perdió fuerza,
me sentí abatida y derrotada, y lo vi todo más claro aun. Al abrir los
papeles, en el primero ponía “pedirle el descuento”.
¡No esperé ni un segundo! Lo sentí tan claro, estaba tan llena de
fuerza y de convencimiento, que cogí el teléfono directamente y le
expuse el tema al casero, sin titubear. Y cuál fue mi sorpresa, que su
reacción fue completamente comprensiva y receptiva, y no tuve que
extenderme ni repetírselo ni una vez más. Con aquella simple llamada
que no duró más de un minuto, me ahorré en total mil doscientos euros.
Y para más inri, conseguí también que finalmente arreglara la tubería.

Quiero avisarte que cuando realices este ejercicio y hayas salido de


tu asombro inicial por su claridad y contundencia, tu mente querrá
volver a ganarte el terreno y lo llamará casualidad, o te hará dudar con
pensamientos del tipo: “Pues yo sigo sin ver cuál es la mejor opción”.
A tu ego le cuesta mucho aceptar lo mágica y lo poderosa que eres
realmente, pero tú, que eres la verdadera dueña de esa voz que estás
reaprendiendo a escuchar por fin, puedes empezar ahora mismo, en este
instante, a decidir a cuál de las dos voces vas a seguir de ahora en
adelante: la del miedo, las quejas y las dudas, o la del amor y la
confianza en ti misma y en la Vida.
Y aquí y ahora, yo te pregunto con muchísimo cariño y
comprensión: ¿Qué vas a decidir?
XVIII: Necesitamos Perdonar

“El perdón me ofrece todo lo que deseo”


(Lección 122 UCDM)
Con la información que te he dado en los dos capítulos de las
Constelaciones, no te sorprenderá que te diga que el hecho de no haber
perdonado a las personas hacia las que aún guardas rencor o
resentimiento, entre las que sin duda te encuentras tú misma, es el origen
principal de todos los problemas que tienes en tu vida actual.
Antes de ver cómo ocurre esto y de qué manera vas a poder
cambiarlo, encuentro importante resaltar que las mujeres y hombres que
hemos vivido abusos sexuales en la infancia tenemos un arduo trabajo
por hacer con respecto al perdón, pues en el cien por cien de los casos
nos convencimos de que había algo horrendo en nuestro interior y esto
nos llevó a culparnos a nosotras mismas por lo que nos ocurrió.
Como ya mencioné en las primeras páginas del prólogo, llevamos
incrustado en lo más profundo de nuestro corazón un fuerte sentimiento
de ser sucias e indignas, de no valer nada y de no merecer una vida
bonita y feliz, y con el tiempo aprendimos a proyectar todo ese odio
hacia el exterior. Como en el resto de las personas, esta
proyección se convirtió en la trampa que nos llevó a perpetuar nuestro
dolor provocando conflictos en prácticamente todas nuestras relaciones,
con el agravante de que en nuestro caso, este sufrimiento crecía
exponencialmente a medida que iban pasando los años.
Ahora vamos a ver qué más puedes hacer al respecto además de
todas las recomendaciones que te he ido dando a lo largo del libro, y
para ello repasaremos primero algunos datos relevantes que hemos visto
anteriormente:
El mundo, tal como lo percibimos, es simple y llanamente una
ilusión. Esta idea, que ya vimos en el capítulo12, dicha así de entrada
puede inquietarte y producirte cierto rechazo, pero cuando comprendas
bien lo que realmente significa, vas a sentir un alivio y una esperanza
enormes. Tal como nos han enseñado diferentes pensadores y corrientes
místicas a lo largo de la Historia, como el advaita en el hinduismo,
Heráclito o Lao Tse, así como autores más recientes como el físico
David Bohm y su teoría de Orden Implicado y el maravilloso Curso de
Milagros, la realidad es un todo indivisible, una Consciencia, un campo
cuántico, Dios, o como prefieras llamarlo, en el que existe un orden y en
el que todas las cosas están envueltas y conectadas entre sí.
También hemos visto que esto ha quedado demostrado gracias al
fenómeno del entrelazamiento cuántico, que nos ha permitido constatar
que todo lo material existe en un estado único que engloba todas las
cosas, aun cuando están separadas en el espacio. Es decir, que dos
partículas separadas entre sí por una distancia abismal, son capaces de
comunicarse y conectarse sin que exista ningún canal de transmisión
entre ellas. Esto nos ha llevado a comprender que las conexiones que
existen en este Todo indivisible no tienen ninguna relación con el
espacio y el tiempo, ni con las leyes newtonianas que han dominado
nuestra concepción del mundo en los últimos siglos, sino que tienen que
ver con algo más sutil, con un potencial cuántico que lo envuelve
absolutamente todo y que nos cuesta comprender desde nuestra mente
dualista, ya que nos hace creer que todo está separado de todo.
También nos habló de esto el mismo Platón: “Estamos dentro de una
realidad que también está dentro de nosotros”. Siguiendo el hilo de lo
que vimos en el capítulo de la Física Cuántica, el mundo es el reflejo de
la realidad que se manifiesta desde esa Totalidad, de manera que lo que
percibimos es la expresión de un escenario más profundo que nos llega a
través del tamiz de nuestros sentidos limitados, nuestra programación
mental y nuestras creencias. Así, podemos afirmar que estamos en un
contacto total con la realidad esencial, y que al mismo tiempo nuestros
propios filtros mentales -y emocionales- nos impiden percibirla por
completo.
De esta manera creemos que lo que estamos viendo es lo único real,
sin darnos cuenta de que sólo estamos percibiendo lo que nuestra propia
mente dormida ha proyectado previamente en el exterior. O lo que es lo
mismo, todo lo que experimentamos es una proyección de nuestro nivel
de conciencia, y esta proyección, que en un noventa y cinco por cien
proviene de nuestro inconsciente, da lugar a lo que percibimos como
verdadero.
Resumiendo todo lo anterior -y con esto ya nos vamos acercando al
tema que quiero abordar en este capítulo-, somos un aspecto de la
Consciencia y vivimos en ella, pero con nuestra percepción constreñida
conocemos sólo una parte, dependiendo del nivel de ilusión en el que
nos encontremos. En función de ese nivel, cada uno de nosotros
afrontamos lo mejor que sabemos nuestra vida en este sueño, y el
mensaje esperanzador una vez más es que podemos cambiar esa manera
limitante y castradora de percibir el mundo y a nosotras mismas, que en
gran medida ha sido la causa de nuestros “problemas” y nuestro
sufrimiento. Llegados a este punto, me podrías preguntar: ¿”Qué tiene
que ver todo esto con el perdón, Olga?” Enseguida lo verás.
UCDM nos refleja lo que estoy tratando de explicarte de esta manera
tan clara y hermosa:
“Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a
merced de un mundo que no puedo controlar. Sin embargo, la seguridad
perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera herencia a
cambio del mundo que veo…”
“Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me
doy cuenta de que mi mayor necesidad es la Visión. El mundo que veo
da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he
forjado de mí misma. Si he de recordar Quién soy, es esencial que
abandone esta imagen y a medida que ésta sea reemplazada por la
Verdad, se me concederá la Visión. Y con esta Visión contemplaré al
mundo y a mí misma con caridad y con amor”.
“…Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se
abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el Amor
de Dios”.
“Tras cada imagen que he forjado, la Verdad permanece inmutable.
Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz sigue
brillando sin menoscabo. Más allá de todos mis descabellados deseos se
encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de Dios. Él sigue estando en
todas partes y en todas las cosas eternamente y nosotros, que somos
parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias y reconocer la
verdad que yace tras ellas”.
“…Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de
haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios,
Quien no ha abandonado Sus pensamientos. Y yo, que me cuento entre
ellos, soy una con ellos y una con Él”.
UCDM nos repite una y otra vez que el perdón es lo mismo que el
deshacimiento del ego, y que esto implica erradicar de nuestra mente
toda ilusión de pecado, culpa, miedo, castigo y sacrificio, todos ellos
fruto de nuestra creencia de estar separados de Dios. Podríamos
asemejar la práctica del perdón como un jabón potentísimo que usamos
para limpiar nuestra casa y darnos cuenta de que así como la suciedad no
nos deja ver el brillo de los muebles, nuestras creencias inconscientes y
emociones sin sanar ocultan el amor y la alegría que brotarían en
nosotras de forma natural, y nos hacen vernos a nosotras mismas y a los
demás como pecadores impuros y merecedores de castigo.
Ya hemos visto que el perdón de UCDM no es aquel perdón
cristiano que nos enseñaron de pequeñas, en el que dábamos credibilidad
a los pecados de los otros y les perdonábamos o los pasábamos por alto
porque así éramos “buenas” a través de nuestra generosidad, nuestra
falsa bondad y nuestra disposición al sacrificio, perpetuando de esta
manera la culpa tanto fuera como dentro de nosotras -que en realidad
son la misma cosa-, al dar por válido el error.
Cuando practicamos el perdón del que nos habla UCDM,
renunciamos a la idea de que el pecado es algo real y dejamos de atacar
y de sentirnos atacadas. Con este acto no se libera la persona a la que
perdonamos sino nosotras mismas, pues en realidad estamos perdonando
nuestra culpa inconsciente, que antes, cuando vivíamos en la ilusión,
proyectábamos en los demás. Al ser capaces de ver nuestra inocencia, ya
no podremos ver más culpa fuera de nosotras, pues habremos dejado de
proyectarla.
Viviendo el perdón de esta manera le quitamos el poder a las
ilusiones del ego (nuestros sistemas de creencias, pensamientos, juicios,
etcétera), y podemos ver que éstas no eran reales. Como ya vimos en el
capítulo 3, la Vida nos pone delante situaciones que nos muestran las
ilusiones que nuestro ego ha fabricado para que ahora podamos darles
un propósito divino, y así, cada situación que en apariencia supone un
problema para el ego, en realidad es una bendición, un regalo que nos
trae la oportunidad de seguir ejercitando nuestra capacidad de perdonar
y perdonarnos.
No se trata de prestar atención únicamente a esas personas o
relaciones de nuestra vida que nos causan un malestar importante, sino a
cualquier cosa que perturbe mínimamente nuestra quietud interior, que
es nuestro estado natural de ser. Puede ocurrir a través del personaje de
una película, un político o un acontecimiento deportivo, una noticia que
escuchamos en el telediario…todas ellas pueden, cuando menos lo
esperamos, abrir alguna de nuestras heridas con toda su carga de
pensamientos y emociones correspondientes.
Lo cierto es que el verdadero perdón no juzga ni condena, ni ve
ninguna razón por la que haya algo que perdonar. Con esta nueva
comprensión, reconocemos fácilmente que no hay necesidad de
perdonar lo que era una simple ilusión, y en ese reconocimiento todo
queda perdonado al instante. El verdadero perdón le devuelve a la mente
su inocencia, al percibir la inocencia en todas partes.
Como vengo repitiéndote a lo largo del libro, para ejercitarte en este
trabajo contigo misma es imprescindible que hayas llegado a ese punto
de hartazgo tal en tu vida, que estés motivada de verdad y con una
honestidad total para soltar los viejos parámetros de tu mente automática
y empezar a ser tú quien la dirige a ella. Recuerda que no se trata de
fuerza de voluntad, ni de sacrificio ni de exigencia, sino del deseo
profundo de salir de las zonas de confort de tu ego y querer explorar
otras partes de tu Ser que ahora intuyes que están ahí, aunque aún no
sepas cómo son ni hacia dónde te llevarán.
Este deseo te da la fuerza para adquirir un compromiso contigo
misma y con tu niña interior y eliges estar atenta a todo lo que ocurre en
tu mente y en tu mundo emocional, pues ahora sabes que en este viaje
que has decidido emprender todo tiene importancia, ya que no hay
dificultades más grandes o más pequeñas, todas ellas perturban tu paz
mental por igual. Estás dispuesta a traspasar los límites de esa
personalidad que creías ser, y poco a poco te vas sintiendo cada vez más
contenta, más realizada y feliz, pues por fin, al atreverte a adentrarte en
la incertidumbre de lo desconocido, le estás dando a tu alma el escenario
que necesitaba para desarrollar sus potenciales.
Con la práctica irás viendo que el desapego te resultará cada vez más
fácil: serás capaz de dejar ir las causas del conflicto, dejarás de
proyectarlas fuera de ti y confiarás cada vez más en esa fuerza amorosa
que te sustenta siempre, que vive y te habla en tu mente, y a la que
podrás acudir siempre que lo necesites. Esta confianza te permitirá vivir
en la certeza de que todo lo que ocurre es justo lo que necesitas en cada
momento, y que encaja perfectamente con el Plan que Dios tiene para ti,
que es que regreses a Casa…a su Amor.
Es tu ego el que al sentirse separado y vivir desde la comparación,
necesita ver el error fuera porque para él, ver la inocencia en los que le
juzgan o no le comprenden supondría tener que aceptar que estaba
equivocado. El ego no puede asumir que la inocencia está tanto en ti
como en los demás y que en una situación de discrepancia todos
tenemos nuestra razón, pues desde la idea de separación en la que está
atrapado, alguien siempre tiene que perder, tiene que haber lucha,
conflicto, y un culpable.
Con su mecanismo automático de la proyección, no te das cuenta de
que lo que te impide verte como un ser inocente (libre de pecado y de
culpa), es tu incapacidad de ver a los demás de esa manera, precisamente
porque lo que proyectas en ellos es tu propia culpa. Lo cierto es que es
tan simple como esto: tal como ves al mundo, así te ves a ti misma, y tal
como te ves a ti misma, así ves al mundo.
“Mi hermano impecable es mi guía a la paz. Mi hermano pecador es
mi guía al dolor.
Y el que elija ver será el que contemplaré”
(UCDM - Lección 351)
Así que puedo afirmar sin miedo a equivocarme, que cada vez que te
veas atacando o juzgando a otro en realidad te estás atacando a ti misma,
pues la guerra contra otro siempre es contigo. Cuando puedas bendecir y
perdonar a todo aquel que te ponga en una situación de malestar o dolor,
cambiará tu forma de vivirlo todo: ya no habrá culpa, ni miedo, ni
juicios, y verás a los demás como maestros que la vida te trae para
ayudarte a ver algo que está en ti, o que es el reflejo de una situación o
persona que aún no has perdonado.
De manera que en esas situaciones, lo mejor que puedes hacer tal
como nos recuerda constantemente Enric Corberá, es repetirte
mentalmente las siguientes palabras, siempre mágicas y sagradas:

Bendigo la situación…

Pido inspiración…

Me perdono por no saber qué hacer…

Soy una hija de Dios y por lo tanto no puedo sufrir ni sentir miedo…
A medida que vayas avanzando con los ejercicios con tu niña interior,
una nueva percepción en ti, el latido de tu verdadero Ser, te irá guiando
hacia la Visión real, la que te permitirá sentir que dentro y fuera son lo
mismo, y que sólo existe la Unidad. Así que no importa cómo decidas
volcarte en este trabajo interior, los resultados finalmente serán igual de
beneficiosos y sanadores para ti. El acercamiento hacia tu niña te irá
aportando cada vez más claridad y libertad interior, y en cada situación
“conflicto” que la vida te ponga delante, podrás percibir enseguida qué
necesitas perdonar, tanto en el exterior como en ti misma.
Llegados a este punto, muchos nos hemos hecho alguna vez la
siguiente pregunta: ¿hay que perdonar primero fuera para poder
perdonarme a mí misma, o es al revés? Es decir, si quiero ser capaz de
mirarme siempre con amor y comprensión, ¿primero tengo que hacerlo
con los demás, o debo empezar conmigo misma? Habrás escuchado
diferentes opiniones al respecto, yo misma durante muchos años pensé
que la respuesta acertada era la segunda, y un tiempo después la primera
me pareció tener más sentido. Fue el trabajo con UCDM lo que
finalmente me dio la comprensión definitiva y de la que llevo tiempo
hablándote: ¡No existe la separación entre el mundo que veo y yo! Así
que no hay un primero y un segundo, no hay un orden “adecuado”.
Cuando experimentas la bendición de poder perdonar, los demás son
esos actores que la vida coloca en tu escenario para que a través de ellos,
puedas ver por fin tu inocencia. Que la puedas percibir primero en ti y
después en ellos o viceversa, no es algo que realmente importe pues
ocurrirá al unísono: si de verdad tienes la Gracia de ver la inocencia, la
verás en todas partes.
A colación con esto último, leí hace tiempo una frase sobre el perdón
que me pareció muy reveladora:

“Sentir rencor hacia alguien es como tomar veneno


y pensar que será él o ella quien sufra las consecuencias”.

Y esto es ciertamente así porque somos Uno, y si no puedes perdonar a


otro es porque no te has perdonado a ti misma, así de simple. El perdón
de UCDM te lleva a reconocer que nadie sino tú misma puede herirte, y
comprendes que en realidad no hay nada que perdonar, pues todo lo que
sientes viene de ti.
“Dios no perdona porque nunca ha condenado. Y primero tiene que
haber condenación para que el perdón sea necesario.
Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilusiones,
mientras que los que se niegan a hacerlo se atan a ellas. De la misma
manera en que sólo te condenas a ti misma, de igual modo sólo te
perdonas a ti misma.
El miedo condena y el amor perdona, y el perdón deshace lo que el
miedo ha producido, llevando de nuevo a la mente a la conciencia de
Dios. Por esta razón, al perdón puede llamársele ciertamente
salvación”.

(“Dios es el Amor en el que perdono” Lección 46 UCDM)

Una vez más, UCDM nos muestra a Dios como esa Conciencia
amorosa que no está enfadada con nosotras ni es vengativa, y que ni
siquiera sabe nada de castigos. Muy al contrario, su corazón permanece
abierto para nosotras eternamente, esperando con una paciencia infinita
a que regresemos a Ella. Y lo haremos cuando podamos liberar a los
demás y a nosotras mismas de esa culpa que hemos aceptado como real
y que prácticamente todo el tiempo estamos proyectando fuera a través
de nuestros juicios. Si repites varias veces las frases “Dios está en mí y
es el Amor en el que me perdono”, “Dios está en mí y es el Amor en el
que perdono a X persona”, y consigues sentir de verdad el poder que
lleva cada una de esas palabras, al menos por un instante serás capaz de
sumergirte en la paz y la quietud que realmente te pertenecen, y te darás
cuenta de lo ciega que has estado durante toda tu vida al no ver tanto en
ti como en los demás el Ser inocente y amoroso que se ocultaba tras los
miedos de tu ego.
Sé que en nuestra experiencia de haber vivido abusos sexuales
cuando aún éramos pequeñas, muchas podríais responderme que el dolor
que vivimos sí que fue real, así como el acto del abuso en sí. Y por
supuesto que sentimos en su día el dolor, tanto físico como emocional,
pero el verdadero daño nos lo hicimos nosotras mismas después, con los
pensamientos y juicios de infravaloración y de suciedad, el odio, la
culpa y el rencor que añadimos a la experiencia. Aquí y ahora, tenemos
la libertad de elegir cómo queremos ver a aquella persona que abusó de
nosotras: como un cabrón egoísta al que no le importaba el daño que nos
estaba haciendo y que merece nuestra condena de por vida, o como un
ser que estaba tan solo y tan perdido en su propio sufrimiento, que se
convirtió en alguien incapaz de ver el dolor de los demás, incluso el de
una niña. También podríamos verlo como ese descendiente que
ha venido a repetir una experiencia de incesto en el clan con el único
propósito de sanar y liberar, o como un alma amiga con la que pactamos
vivir esta experiencia concreta porque sabíamos que era lo que
necesitábamos para evolucionar.
Ya mencioné esto al principio del capítulo: nuestro camino es
especialmente arduo porque nos hemos aferrado al rencor para no
asumir la responsabilidad que verdaderamente nos corresponde a la hora
de reparar nuestra verdadera herida, que no es la de haber vivido los
abusos, sino como te he dicho, todo lo que nuestro ego añadió a
posteriori. Este mecanismo de defensa nos sirvió durante un tiempo para
tapar el dolor y sentir que éramos fuertes, pero sabes bien que llegó un
momento de tu vida en el que sin saber cómo, te habías convertido en tu
peor enemiga.

“Los que no han sanado no pueden perdonar, pues son los testigos
de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de la
culpabilidad que no reconocen. Los enfermos siguen siendo acusadores,
no pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos.
Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, pues
ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. Por lo
tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia
vista.
El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona
se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que
todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa
viviente”
(UCDM: “El temor a sanar”. Pág.639)

Cuando estés preparada para asumirlo así, comprenderás que en


cualquier situación que se te presente en la que necesites perdonar algo o
a alguien, siempre tendrás que entregarte completamente y con el
corazón abierto a la experiencia, con una convicción y un deseo férreos
de liberarte del conflicto, y para ello será imprescindible que primero
hayas podido atravesar los siguientes pasos:

-Has aceptado que todo sucede en tu mente y que lo que percibes


con tus sentidos son sólo reflejos de tus propios pensamientos. Observas
y aceptas los pensamientos y emociones que emergen en ti y te limitas a
ser consciente de ellos, sin juzgar ni condenar nada.

-Has aceptado que en todo momento tienes el poder de elegir y que


eres responsable de lo que decides percibir. Asumes que lo que percibes
es tu propia culpa proyectada en el mundo, y que sólo tú la has creado.
Al ver esto, te cuestionas tu decisión de ser culpable y reconoces que
todo juicio o ataque lleva implícito el miedo al castigo divino por la
creencia en la separación. Sabes que para el ego la mejor defensa es un
buen ataque, y que todo ataque es en realidad una petición de Amor. Te
responsabilizas de todo lo que está sucediendo alrededor y dentro de ti, y
de esta manera refuerzas tu compromiso de sanar tu culpabilidad
inconsciente.

-Has aceptado que la separación con la Fuente no puede ser real, y


puesto que toda tu culpa provenía de esta idea, comprendes que eres un
Ser completamente inocente. Al ver y sentir tu inocencia, ves en todo lo
que percibes en el exterior la misma inocencia que hay en ti.

-Has aceptado que no puedes vivir ni tomar ninguna decisión


separada de tu Fuente, y te entregas por entero a Ella, a su Verdad, a su
Amor y a su Paz.

Visto todo lo anterior, es importante recordar que puedes perdonar


cualquier cosa, da igual lo grande que sea, y que no se trata de absolver
al otro, sino de liberarte de tu carga de rencor, quedarte en paz tú. Y lo
lograrás, como te he dicho en la página anterior, viendo que la acción sí
fue desacertada, pero contemplando y comprendiendo también que la
persona en cuestión estaba sufriendo para actuar como lo hizo, que era
inconsciente y que estaba perdida en su dolor y en los automatismos de
su ego.
La inmensa mayoría de las personas están profundamente dañadas, y
numerosos estudios han constatado que los que más dolor causan a los
demás, son los que más han sufrido y continúan aún atrapados en sus
heridas. En realidad son las personas que más comprensión y compasión
necesitan, y cuando entiendes esto, cuando puedes verlo y sentirlo de
verdad, automáticamente te liberas y te quedas totalmente en paz.
A mí particularmente me ayudó mucho en su día esta frase que leí en
uno de los libros de Donald Walsch, en la que Dios le decía:
“Sólo te he enviado Ángeles. Necesitabas vivir esa experiencia para
crecer.
Todo es por tu bien”.
Ahora te voy a contar una anécdota que hace un tiempo me permitió
poner en práctica todo esto que te estoy diciendo, y constatar una vez
más que siempre tenemos en nuestras manos la libertad para elegir lo
que vamos a vivir en el momento siguiente. Inmersa aún en mi
proceso de aceptación de mi situación económica aún sin resolver, viví
una situación con el casero de mi piso que resultó ser enormemente
reveladora: como ya te he contado en algún capítulo anterior, estaba
trabajando en la inmobiliaria y tenía algunos pacientes, pero aún me
faltaba ingresar unos cuatrocientos euros al mes para cubrir todos mis
gastos. Ya te conté también que una amiga me había hablado de una
asociación que presta una ayuda puntual para pagar un mes de alquiler a
familias que lo necesiten. Pues bien, en tres días ya había presentado
toda la documentación necesaria, y tras aprobar mi expediente me
explicaron cómo sería el proceso. En lugar de ingresar el dinero
directamente en mi cuenta, era necesario que mi casero me firmara un
reconocimiento de deuda y el ingreso iría unos días después a su banco.
También me dijeron que había que hacerlo rápido, o sea, los primeros
días del mes que entraba en curso en sólo una semana, pues se les estaba
agotando el presupuesto. En cuanto escuché a la trabajadora social
decirme aquellas palabras, supe que tendría problemas. Mi casero es un
hombre soltero de unos sesenta y pico, con muchas inseguridades y
complejos que trata de camuflar con una pose soberbia y prepotente ante
la vida, además de estar abiertamente en contra de “esos caraduras que
piden ayudas sociales porque no quieren trabajar”, como me había dicho
en un par de ocasiones. Mi primer pensamiento fue: “Me va a poner
pegas, ya verás”.
Y efectivamente, así fue. Tras plantearle la situación me dijo que no
firmaría con fecha del día cinco, que eso era muy precipitado y podría
traerle problemas, y que como mucho me firmaría el quince o el veinte.
Al principio intenté razonar con él de una forma tranquila, tratando de
convencerle de que ese era el procedimiento habitual y que no le
supondría ningún tipo de problema. Le expliqué también que si firmaba
tan tarde me quedaría sin la ayuda, por el tema del presupuesto. Él se
mantuvo en sus trece y pude vislumbrar un perverso disfrute en su
mirada y en su forma de hablarme. Percibí ese falso poder insano que
sienten algunas personas -completamente perdidas en su ego-, cuando
saben que tienen a otro ser humano en sus manos. Al ver cómo se
esfumaban ante mis ojos quinientos treinta euros por la ceguera de una
mente llena de miedos y prejuicios, mi ego no pudo soportar la
impotencia y la frustración, y se adueñó de la situación sin yo poder
hacer nada por evitarlo. Salió al ruedo ese “pronto” exigente y
enjuiciador que hace responsables a los demás de lo que siento cuando
no me gusta eso que siento, y acabé gritándole “¿¿¿PERO QUÉ TE
CUESTA???” Me lanzó una mirada fulminante y salió escopetado de mi
casa sin firmar el documento, por supuesto.
Esa misma noche le llamé para pedirle disculpas, pues tras varias
horas de reflexión pude ponerme en su piel y comprender su miedo y sus
reticencias. También pude dejar a un lado su sadismo antes de marcar
los números en el móvil, visualizando a su niño interior de tres años
sintiéndose pequeño e inseguro ante la vida. No me cogió el teléfono. Le
envié un audio por wassap expresándole mis disculpas, y no me
respondió. Al día siguiente volví a llamarle, y tampoco me cogió. Y aquí
fue donde empezó lo verdaderamente relevante de esta historia.
Mi ego volvió a aparecer con pensamientos del tipo “este gilipollas
rencoroso me va a joder y no puedo hacer nada por evitarlo, coño”,
“tengo que conseguir que firme como sea”, “me cago en la madre que lo
parió”, “como me haga perder este dinero, cuando me vaya a ir del piso
dejaré de pagarle los últimos tres o cuatro meses y que se joda”, “como
al final no firme, le voy a meter pegamento en la cerradura del ascensor,
a ver cómo sube seis pisos todos los días el cabrón orgulloso éste”
(como ves, mi ego había pasado a un primer plano completamente, a
pesar de mis largos meses de trabajo con mi niña interior). Tras pasarme
un día entero sumida en esta vorágine de pensamientos de enfado,
ataque y venganzas, pude ir regresando poco a poco a mi Ser.
Esa Voz que conocía bien comenzó a susurrarme que estuviera
tranquila, que todo estaba bien. Fui al espejo a hablar con mi niña y tras
ver su miedo, me sorprendí al escucharme diciéndole: “En realidad no
necesitamos ese dinero, ese no es el problema. El único problema es que
una vez más tú estás sintiendo miedo y yo no me había parado a
escucharte. Ya estoy aquí otra vez, mi niña bonita. Estate tranquila”.
Dejé de juzgar al casero por su actitud, me perdoné a mí misma por
haber perdido los nervios con él y provocar su enfado, y acepté la
situación. La acepté, la bendije y se la entregué a Dios, pidiéndole que
me indicara qué quería que hiciera. Y lo que Dios quería que hiciera -lo
pude sentir al instante-, era sencillamente que confiara y que soltara la
causa del conflicto. Y lo hice. Pude soltar mi sentimiento de carencia,
entregarme y agradecer totalmente aquella experiencia, y seguir
ocupándome de lo único que me correspondía: atender a mi niña
interior.
Tan sólo diez minutos después de haber llegado a este estado en mi
mente, sonó el teléfono. Una nueva paciente había oído halar de mí y
quería una cita en mi consulta. Aún no tenía lo suficiente para cubrir
todos mis gastos, pero claramente, iba por el buen camino. Recuerda: el
cambio ocurre dentro y se manifiesta después en nuestra vida.
A la vez que iba sanando mis emociones con respecto a mi economía
y mi capacidad para ser autosuficiente, fui notando también cómo mi
relación con la comida empezaba a cambiar. Ya has visto en capítulos
anteriores que desde hacía muchos años había sido presa de un trastorno
alimentario que me impelía a comer para anestesiar mi ansiedad o
cualquier sensación de malestar, y poco a poco, a medida que iba
trabajando con mi niña y viviendo los efectos del perdón en mi interior,
empecé a sentir que aquella “prisión” comenzaba a resquebrajarse.
Llegó un día en el que cuando esa voz en mi mente me pidió comida
sin tener hambre realmente, fui capaz de decirle: en realidad sabes que
no quieres comer, mi niña bonita. Lo que necesitas es amor, y es lo que
te voy a dar ahora mismo.
Sencillamente, ya no era capaz de seguir haciéndome aquel daño a
mí misma. Paulatinamente fui notando cómo mi cuerpo empezó a perder
volumen (no sé cuantos kilos he bajado desde entonces, pues hace años
decidí que lo que pese mi cuerpo no va a definir quién soy y no he
vuelto a subirme a una báscula), aparte de que ahora sé que eso
realmente es lo menos importante.
Lo único y verdaderamente importante de todo esto es que después
de más de treinta años atrapada en aquella locura de no poder
controlarme cuando esa voz me decía “¡Dame!”, ahora soy capaz de
distinguir lo que en verdad me está pidiendo. Y esto lo he podido lograr
únicamente perdonándome a mí misma, y siendo yo ahora aquella adulta
amorosa que tanto necesité cuando era una niña.

“La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana;


toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la
prisión se abren, y se comprende que todo pecado no es más que un
simple error”
(Lección 359 UCDM)

La lección 34 de UCDM, “Podría ver paz en lugar de esto”, una vez


más nos recuerda que en cada instante y en cada situación tenemos la
libertad de elegir cómo vamos a ver el mundo y las cosas que nos
suceden en él. Nos recuerda también que somos nosotras mismas las que
hemos construido la prisión mental en la que vivimos, y que podemos
liberarnos de ella en cuanto tomemos la decisión de hacerlo. Esta prisión
es tan sólo una ilusión, pues siempre somos libres para elegir nuestros
pensamientos y en consecuencia, lo que vemos en exterior.
Somos libres para ver paz o para ver lucha, esa es siempre nuestra
elección, y nunca depende -aunque a nosotras nos parezca que sí-, de
nada que esté sucediendo fuera. Cuando somos capaces de elegir la paz
mental -el perdón- en una situación “conflicto”, hemos comprendido lo
que significa ser libres de verdad, hemos aceptado en lo más profundo
de nuestro ser que nuestra paz no puede depender nunca de nada que
esté fuera de nosotras.
Lo mismo ocurre con la felicidad, la alegría, la gratitud, y cualquier
emoción que pueda favorecer nuestra paz interior. En todo momento
podemos decidir qué vamos a pensar y sentir, así de poderosas somos
realmente. La realidad es que no necesitamos nada externo para
sentirnos plenas y dichosas, se trata simplemente de una elección, y
nadie ni nada salvo nosotras mismas puede impedirnos elegir esa
opción.
A continuación transcribo dos ejercicios con los que el escritor y
orador de origen hindú Vishen Lakhiani trabaja el perdón en sus talleres,
que te recomiendo practicar por la sencillez y al mismo tiempo la fuerza
que llevan consigo.
Antes de hacerlos, tómate un momento para reflexionar sobre lo que
llevo tiempo repitiéndote: tu dolor es mental y nadie puede hacerte daño.
Aunque el otro te haya atacado o se haya equivocado, puedes decidir no
prestar atención al error, pues ahora escoges bendecirle y ver la
inocencia en él. Recuerda también que cada vez que sientes que “te
atacan”, el universo te está dando una oportunidad para perdonar, que es
lo mismo que ver en el otro la inocencia que deseas ver en ti. Como ya
vimos en el capítulo 5:

“Esta es tu única función en el mundo, tu propósito divino: verte a ti


misma y a los demás a través de tu propia inocencia, sabiendo que
somos todos Uno y que ellos son tan inocentes y dignos de amor como
tú”.

Ejercicio: Practicando el perdón:


Te recomiendo practicarlo una vez al día hasta que sientas que has
conseguido quedarte en paz, y que empieces con cosas que no sean muy
graves. Al igual que con los ejercicios de las Constelaciones, busca un
momento del día en el que puedas estar tranquila y sin interrupciones
durante al menos media hora. Siéntate en una posición cómoda, respira
profundamente, y sigue estos pasos:
1.- Imagina tres guías, los que tú quieras: pueden ser personas a las
que admiras, personajes históricos, un animal al que identificas con la
sabiduría, o alguien que forme parte de tu vida y que te sirva de
inspiración. Tómate tu tiempo. Cuando ya los puedas ver en tu mente,
pídeles que te acompañen en el ejercicio que estás a punto de hacer.

2.- Identifica a la persona o situación que necesitas perdonar

3.- Visualiza un lugar en el que te sientas bien. Te vas a ver a ti


misma con la persona a la que quieres perdonar, y con tus guías
acompañándote. El lugar puede ser el mismo en el que ocurrió la falta, u
otro distinto si lo prefieres.

4.- Léele las acusaciones: durante dos minutos (no más), desahógalo
todo: “No me puedo creer que me hicieras esto, estoy muy enfadada
contigo, no quiero volver a verte…”. Deja que tu rabia se exprese sin
ninguna censura.

5.- Al pasar los dos minutos para, y hazte la siguiente pregunta:


¿Qué aprendí de esta experiencia? Tal vez me ayudó a hacerme más
fuerte, a tolerar el dolor, a saber que podía soportarlo, etcétera. Observa
todo lo que venga a tu mente. Algo aprendiste, seguro.

6.- Ahora, hazte la siguiente pregunta:


¿Qué provocó que esa persona hiciera eso? Mirarlo desde su
perspectiva, métete en su piel recordando que los que sufren dolor,
causan dolor. Esto te ayudará a verlo de otra manera, pues ahora puedes
ver la situación con sus ojos. Te imaginas su infancia, sus heridas del
alma, sus momentos de soledad y de llanto, su abandono...No justificas
lo que te hizo, sólo intentas comprender cómo llegó a actuar así. Si
percibes resistencias, te puede ayudar recordar que la Consciencia sólo
te ha enviado maestros y que necesitabas vivir esa experiencia por tu
bien, para crecer y aprender algo muy importante en el camino de tu
alma.

7.- Cuando sientas que has liberado bastante enfado y resentimiento


(o todo), le dices:
“Puedo ver tu dolor. Te comprendo”. Y le abrazas. Te quedas así un
buen rato, hasta que sientas que has terminado.

8.- Les preguntas a tus guías si ya has terminado realmente. Si


sientes que los tres te dicen que sí, lo has conseguido. Si uno sólo de
ellos te dice que no, repite el ejercicio al día siguiente, hasta que logres
llegar a la paz.

“Estoy aquí, hoy como siempre, para reflejar el Amor de Dios.


Estoy aquí para ver la inocencia.
Estoy aquí para ver a todos como hermanos y percibir todas las
cosas como buenas y bondadosas.
Estoy aquí para bendecir a mis hermanos y pedirles que compartan
mi paz y mi dicha”.
Ejercicio: Perdonándote a ti misma:

Igual que en el anterior, te recomiendo empezar con errores


pequeños

1.- Piensa en la situación con que necesitas quedarte en paz

2.- Llama a tus guías y pídeles que te acompañen

3.- Mírate a ti misma haciendo la acción y expresa en voz alta todos


los juicios y reproches que tengas hacia ti, durante dos minutos.

4.-Hazte la pregunta: ¿Qué provocó que hiciera eso? ¿Tenía


miedo…me sentía sola…no sabía hacerlo de otra manera? ¿Cuáles eran
mis circunstancias? Mira todo el conjunto, con comprensión y
compasión.

5.- Mira a aquella Tú a los ojos y dile: “Ahora comprendo que lo


hiciste lo mejor que supiste hacerlo”. “Estoy en paz contigo”. “Tienes un
corazón puro y no quiero que te sigas haciendo daño por esto”. Le das
un abrazo, hasta que sientas que estás en paz de verdad.

6.- Visualiza de nuevo la situación, y ahora revívela viéndote a ti


misma actuando como te gustaría hacerlo en este momento. Mientras lo
haces, dite a ti misma: “Ahora sé tomar la decisión más beneficiosa para
mí y para todos los implicados”.

7.- Pregunta a tus guías si has terminado. Si te dicen que no, repite al
día siguiente, y así hasta que consigas quedarte en paz.

Como nos recuerda UCDM,


“Nunca estoy disgustada por la razón que creo porque estoy
tratando constantemente de justificar mis pensamientos.
Estoy tratando constantemente de hacer que sean verdad. Hago de
todas las cosas mi enemigo de modo que mi ira esté justificada y mis
ataques sean merecidos.
No me he dado cuenta del mal uso que he hecho de todo lo que veo
asignándole ese papel. He hecho esto para defender un sistema de
pensamiento que me ha hecho daño y que ya no deseo.
Estoy dispuesta a abandonarlo”

Nos está diciendo que lo que “vemos”, que viene a través de


nuestros juicios, nuestra comprensión, nuestros pensamientos y nuestro
sistema de creencias, en realidad no es ni significa nada, y que
necesitamos darnos cuenta de esto para abandonarlo y permitir que la
Visión verdadera ocupe su lugar. En realidad no vemos cosas, ni
personas ni situaciones, sino nuestros juicios sobre ellas, y si queremos
de verdad la Visión, necesitamos comprender que estos juicios y las
emociones que nos provocan no tienen ningún valor y así podremos
impedirles que gobiernen nuestra vida.
Recapitulando lo que hemos visto, cada vez que nos enfadamos,
tenemos dudas o juzgamos algo o a alguien, es fundamental que seamos
capaces de aceptar que hemos entendido mal esa situación o a esa
persona, pues nuestra “comprensión” de las cosas no se basa en la
realidad, sino en las proyecciones de nuestras creencias.
La buena noticia de todo esto es que a cada instante podemos elegir
cambiar nuestras percepciones erróneas por la comprensión verdadera,
que siempre estará basada en el amor en lugar de en los juicios. Ya sabes
que nuestros juicios son tan sólo el reflejo de nuestros pensamientos y
percepciones basados en la ilusión de la separación, que nos hacen ver a
los demás como enemigos. Estos pensamientos de estar separados de
Dios requieren una justificación constante, y cuando sentimos algún tipo
de malestar no es más que nuestro intento de justificar nuestra ira y
nuestros ataques contra el mundo.
En este punto, te invito a que te hagas la siguiente pregunta: ¿Estás
decidida a desprenderte de lo que ves, de tus juicios, de tu rencor y
resentimientos, de tu comprensión de todas las cosas, de tu sistema de
creencias y de tus pensamientos? ¿Estás verdaderamente dispuesta a
abandonar todo esto, o aún vas a seguir permitiendo que tu ego tenga
más poder en tu vida que el que tú podrías tener si decidieras liberarte?
Te voy a pedir un favor: ahora mismo, sin pensarlo dos veces, ve
corriendo al espejo que tengas más a mano, toma un par de respiraciones
profundas y pregúntale a tu niña de tres años qué quiere ella que hagas.
(sonrisa con mucho cariño).
La señal definitiva
No puedo terminar este capítulo sin hablarte de uno de los cambios
que ocurrirán por sí solos a medida que vayas avanzando en este viaje
hacia tu interior. Se trata de una consecuencia maravillosa e inevitable, y
que será un clarísimo indicador de que verdaderamente estás regresando
a Casa. Sabrás que lo estás logrando cuando observes que lo primero
que emerja en tu mente nada más despertarte cada mañana, sean
pensamientos de gratitud.
A lo largo de todo el libro te he repetido en muchas ocasiones que
realizamos esta vuelta a Casa entrando en nuestro dolor para
reencontrarnos con el amor que realmente somos. A medida que vamos
perdiendo el miedo a sentir nuestras heridas y esas emociones
“molestas” de las que antes huíamos, vamos teniendo cada vez una
mayor conciencia de la magia que nos rodea y de que ciertamente la
Vida nos quiere y nos cuida en todo momento. Vemos con facilidad que
todos nuestros miedos provenían de nuestra propia mente y nos vemos
en disposición de entregarlos a un Poder que es más grande que
nosotras, y que al mismo tiempo vive dentro de nuestra mente y
formamos parte de Él.
Mientras avanzamos en este proceso vamos a travesando diferentes
etapas, por llamarlas de alguna manera, que son necesarias para que
nuestra mente puede hacer un cambio gradual. Al principio necesitamos
un detonante, una situación de extrema gravedad o sufrimiento, que será
el trampolín que nos lleve a tomar la decisión de hacer un cambio
verdadero en nuestra vida. Como recordarás, en mi caso este detonante
fue encontrarme en una situación económica desesperada.
En ese momento de desestabilización tenemos la sensación de que
nuestra vida se pone patas arriba y que nada podría ir peor, pues vivimos
situaciones que provocan que nuestros mayores miedos se intensifiquen:
pérdida de un trabajo o una relación, una enfermedad, etcétera. Como
vimos en el capítulo 3, la vida, por amor, nos ha obligado a ver lo que
por nosotras mismas no nos habíamos atrevido a mirar. Este puede
suponer el principio de nuestra sanación si aprovechamos la
oportunidad, o podría ser nuestra propia condena a quedarnos atrapadas
ahí, paralizadas o continuando con nuestra huida.
En la segunda etapa sentimos que ya hemos tenido suficiente dolor y
tomamos la firme decisión de hacer cambios reales. Sentimos en nuestro
interior el impulso y el deseo verdaderos de implicarnos en el trabajo
con nuestras emociones, y observamos nuestros pensamientos, nuestros
miedos, nuestras culpas y nuestra angustia, que aún siguen repitiéndose
en nuestra vida y todavía a veces nos abruman.
Por último, en la tercera etapa seguimos teniendo situaciones
“conflicto” en nuestra vida, pero ahora sabemos que vienen para que
sanemos alguna herida. Sabemos sin ninguna duda que esas situaciones
en realidad son una bendición, y es en ese momento donde empezamos a
experimentar gratitud. Todavía necesitan emerger en nosotras el miedo,
el enfado, el dolor o la culpa, pero ya no los reprimimos, no nos
quedamos paralizadas ni huimos de ellos. Los aceptamos y los
abrazamos, agradeciendo desde lo más profundo de nuestro corazón
cada experiencia, pues hemos comprendido que TODO es para nuestro
bien y para que podamos ir hacia el amor.
En relación a la gratitud, quiero señalar que muchas personas al
comenzar este proceso, han caído en la trampa del ego de querer
construir la casa por el tejado. Me explico: ya vimos que las
afirmaciones positivas no funcionan, pues para que nuestro inconsciente
acepte algo como cierto, tiene que haber coherencia entre lo que
pensamos y lo que sentimos. Así que de nada te servirá sentarte en
posición meditativa y decir mil veces para tus adentros “gracias, gracias,
gracias”, si en tu interior sigue habiendo un cabreo descomunal que aún
no has atendido.
Lo que sí funciona y podemos hacer es cambiar nuestros
pensamientos, que como sabes, provienen de las viejas rutas
automáticas que nosotras mismas fabricamos al construir el ego. Estas
rutas a su vez vienen de las emociones que nos hemos acostumbrado a
sentir en nuestra vida, y si nosotras las creamos, nosotras podemos
eliminarlas y poner otras en su lugar. Acuérdate de que siempre, en cada
instante, somos libres para elegir. Ante una situación de enfado, miedo o
dolor, tendrás que elegir entre quedarte atrapada en la queja, la culpa y
los juicios, o ir al espejo a hablar con tu niña interior y decirle que ya no
está sola, que tú ahora te haces cargo.
Así que una vez más volvemos a la emoción, la reina madre de todas
las cosas que nos suceden. Cambiando nuestra manera de sentirnos con
respecto a nosotras mismas, a nuestra vida y al resto del mundo, irá
transformándose también nuestro patrón de pensamientos, y algún día
aparecerá en tu mente ese “Gracias” de corazón. Y existe únicamente
una emoción que es capaz de conducirte hasta ese lugar de tu Ser. Esa
emoción, como bien sabes, es el amor.
Si te dices a ti misma “doy gracias por el trabajo que tengo” cuando
en el fondo sientes que es un trabajo de mierda o que está muy mal
pagado y vas cada mañana a la oficina o al taller echando pestes, si das
gracias por este trabajo que te hace sentir tan mal, estarás atrayendo a tu
vida más de lo mismo y nada cambiará. Algo que sí puedes hacer para
empezar a notar cambios -además de los ejercicios que te he ido
mostrando a lo largo del libro-, es simplemente practicar el darte cuenta
de lo que tienes en cada momento. Como te he dicho no se trata de
agradecer algo cuando aún no lo puedes sentir de verdad, sino de
practicar la presencia, que siempre ocurre en el aquí y ahora. Por
ejemplo, puedes decir en voz alta en diferentes momentos del día:

-Me doy cuenta de que este trabajo que no me gusta me permite


pagar las facturas y todo lo que necesito.
-Me doy cuenta de que ahora estoy comiendo un plato de comida,
que me está quitando el hambre que tenía.
-Ahora me estoy duchando con agua caliente y es muy agradable.
-Me doy cuenta de que tengo una casa y una cama en las que
descansar.
-Me doy cuenta de que disfruto de verdad de estas horas de descanso
en mi sofá por las noches leyendo un libro, viendo la tele o hablando con
mis hijos. ¡Me doy cuenta de que estar en la tranquilidad de mi casa y
encender la tele con un mando es un lujo!
-Me doy cuenta de que ahora estoy pagando el alquiler de este mes.
-Estoy caminando hacia el trabajo y me doy cuenta de que tengo
salud para poder no sólo trabajar, sino también caminar y hacer
muchísimas cosas más.
-Me doy cuenta de que vivo en un país en el que no hay una guerra.
-Me doy cuenta de que mis hijos están sanos.
-Me doy cuenta de que hay X personas (el número que sea) en mi
vida a las que quiero y que me quieren.
-Me doy cuenta de que cada vez que siento frío, tengo algo con lo
que abrigarme.
-Me doy cuenta de que aunque es viejo, mi coche me lleva adonde
necesito.
-Me doy cuenta de que ahora mismo estoy respirando y estoy viva.

Sólo date cuenta. Respira profundamente cada vez que digas la frase,
pon toda tu presencia en lo que estás diciendo, y siente su energía y su
vibración. Esta está entrando en cada célula de tu cuerpo y generando
cambios a nivel molecular, estás sacando a tu ego de sus tendencias
automáticas de centrarse en la carencia y en la comparación con los que
tienen lo que él desea. Tarde o temprano todo esto se traducirá en
cambios en tus emociones, y finalmente, en tu sistema de pensamientos.
Si practicas esto a diario junto con el ejercicio con tu niña interior,
vuelvo a prometerte una vez más que llegará ese día, cuando menos te lo
esperes, en el que sentirás una paz y una dicha de tal magnitud, que sólo
podrás cerrar los ojos, sentir cómo algo nuevo y maravilloso se abre en
tu pecho, y decir Gracias. Gracias por todo lo vivido. Gracias por todo lo
que ha sido. Gracias por todo lo que está siendo.
XIX: Mi herida VI

Nos vamos acercando al final, y con él, por fin al comienzo del despertar.
Nada podría hacerme más feliz que este proceso que yo necesité transitar y
que estoy compartiendo contigo, te sirva para que el tuyo se haga más
llevadero y puedas al menos empezar a vislumbrar la esperanza de que el
cambio es posible para ti también.
Como te dije en los primeros capítulos, a lo largo de mi vida no he
conocido a muchas personas que sintieran por sí mismas el odio y el
desprecio tan profundos que yo llegué a sentir hacia mí, y si yo he logrado
encontrar al fin esta paz y este amor con los que ahora vivo, una vez más me
atrevo a prometerte que tú también podrás conseguirlo. Aunque en
este momento te cueste creerlo, sólo necesitas tomar la decisión de hacerlo.

“San Sebastián
2012

Amelia, una de sus profesoras en la formación Gestalt, era según le había


contado a Nuria la mejor psicoterapeuta que había conocido a lo largo de los
muchos cursos y talleres a los que había acudido en los últimos años.
De unos cincuenta y muchos, bajita y delgada y con cara de niña traviesa,
a Sara siempre le había parecido una duendecilla juguetona que al mismo
tiempo irradiaba sabiduría en cada cosa que hacía o decía.
_Bueno Sara, parece que esta vez sí que has tocado fondo…_, le dijo en
cuanto le contó cómo se sentía con su situación_. ¡Te felicito!
_¿Qué? ¿Que me felicitas? ¿En serio, Amelia?_, fue lo único que pudo
responder entre lágrimas, luchando por controlar su temperamental impulso
de salir corriendo de allí. La confianza ciega que aquella mujer menudita le
había infundido desde el día en que la conoció, le ayudó a permanecer
sentada en la silla.
_Recuerdo que hace unos años, en la formación, tu coraza del orgullo era
aún muy espesa para que pudieras permitirte hundirte así…_, continuó
hablándole_. Te felicito porque por fin estás preparada para atravesar y
sobrevivir a tu punto de muerte Sara, a tu talón de Aquiles…
_¿Y cuál es mi talón de Aquiles?_, preguntó, totalmente perdida en su
algarabía emocional.
_El abandono. Esa es tu herida.
_Sí, eso es justo lo que siento…que él me ha abandonado…_, pensó en
voz alta_, pero no estoy segura de estar preparada…_, gimió de pronto con
lágrimas en los ojos_, nunca me había sentido así…tan…tan abatida, tan
rota…
_Claro que te habías sentido así, lo que pasa es que no lo recuerdas.
Todas las penas por las que pasamos y más aún las que nos hacen tocar fondo
de esta manera, nos hablan de viejas heridas que se reabren para poder ser
sanadas…
_No sé…yo sólo sé que me duele mucho y con sólo pensar en perderle
me siento morir, Amelia_, continuaba sollozando hablando a duras penas,
con la voz entrecortada_. No es que quiera morirme, no es eso…es que…es
que…literalmente siento que algo se está muriendo en mí…y se me hace
insoportable…
A esto se referían en aquel curso del Eneagrama…nuestro punto de
muerte…, pudo recordar durante unas milésimas de segundo. El talón de
Aquiles que ha nombrado Amelia… ¡Es horrible sentirlo!
_¿Dónde sientes esa muerte en tu cuerpo?
_Es aquí, en el pecho_, se llevó las manos al corazón sin poder dejar de
llorar_. Es como si algo muy profundo aquí me estrujara y me vaciara todo lo
que tengo dentro…
_Y si eso que está saliendo de ti, tuviera voz… ¿qué diría? Toma un par
de respiraciones profundas ahora y siéntelo, siente cómo sale y ponle voz,
Sara.
_Soy…soy una niña pequeña…_, susurró llorando más intensamente
ahora_, soy muy pequeña y estoy sola…tengo miedo…
_¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes miedo?
_No me ven…no les importo…me han dejado sola…papá y mamá no me
protegen y yo soy muy pequeña…tengo miedo…_, seguía llorando con todo
su cuerpo en tensión, meciéndose hacia adelante y atrás, con los ojos y los
dientes apretados y abrazándose fuerte a sí misma.
_¿De qué tienes miedo?
_Estoy sola…les he pedido ayuda y me han abandonado…no quiero
sentirme así…me duele mucho…no me quieren, no soy importante para
ellos…
_¿Igual que para Joseba?_, dijo de pronto.
_Sí…igual…a él tampoco le importo y no soporto el dolor..._, no dejaba
de mecerse a sí misma_. Le abrí mi corazón otra vez…confié en él...y sin
esperármelo, de un día para otro se alejó de mí_, musitó aún llorando,
sonándose los mocos ruidosamente con el cleenex que Amelia había
colocado en su mano.
_¿También confiaste en tus padres cuando les necesitaste?
_Ssss...sssí…_, gimió en un ronco susurro, ahogándose en las
interminables lágrimas y en su dolor.
_¿Y qué hiciste? ¿Qué hiciste cuando te fallaron? Siéntelo ahora, Sara.
Tomó un par de respiraciones profundas, cerró los ojos y se dejó llevar
por su emoción.
_¡Me cerré!_, dijo finalmente tras varias respiraciones pausadas_. ¡Mi
corazón se cerró!_, añadió cambiando su voz y mostrando a una Sara muy
diferente. Su cuerpo se irguió de pronto y las facciones se habían
transformado, exhibiendo ahora a una mujer fuerte y poderosa, enfadada,
desafiante, rígida y en tensión, con el entrecejo fruncido y las mandíbulas y
los puños fuertemente apretados_. ¡Me cerré y me cabreé!_, rugió mirándola
fijamente a los ojos.
_Sí, eso ya lo sé, ya conocemos bien a esta Sara cabreada, pero dime...
¿qué hiciste cuando te abandonaron? ¿Qué pasó antes de cerrarte? Vuelve ahí
otra vez, ¿cómo te sentías?
_No quiero volver ahí. Estoy muy cabreada_, gritó.
_¿Con quién estás enfadada?
_¡Con mamá! ¡Le pedí ayuda y me abandonó!_, volvió a gritar, esta vez
con más furia. ¡Yo sólo tenía diez años, joder!
_¿Con quién más estás enfadada?
_¡Con la puta iglesia! ¡Y con Dios! Tanto rollo y tanta mierda con el
sexo, el pecado y el castigo...¡Que les den por culo a todos!_, seguía
explayándose, permitiéndose liberar toda la ira que le corroía por dentro.
_¿Con quién más?
_¡Con mis hermanos! ¡Me han juzgado mucho! ¡Mucho!_, bramó,
acordándose especialmente de Begoña, Marian y Chema.
_¿Qué te da este cabreo? ¿De qué te protege?
_¡Me da fuerza! ¡Ya no les necesito! ¡Yo sola puedo con esto y con todo
lo demás!
_¿Eso es verdad, Sara?_, le preguntó ahora acercándose a ella y poniendo
una mano sobre las suyas_. ¿Es cierto esto que acabas de decir?

“San Sebastián
2012

Begoña siempre había supuesto un tema delicado y pendiente de resolver.


La hija perfecta que nunca había defraudado a sus padres salvo por un par de
hechos puntuales, Sara nunca había podido ver en ella a una amiga en la que
apoyarse y poder confiar, sino más bien un muro con el que desde su
juventud chocaba estrepitosamente cada vez que surgía alguna discrepancia
entre las dos, algo que solía ocurrir con bastante asiduidad.
_Y no me vengas con eso de que ya tienes bastante con los niños, que yo
conozco varios casos en Las Palmas y no es tan difícil ser madre sola_, le
soltó.
_¿Tú te estás oyendo? ¿Tú, que no tienes hijos, te atreves a decirme que
no es tan duro ser madre sola? ¿A ti qué coño te pasa?_, le gritó, presa ya de
la furia_. ¡Si tanto te preocupan papá y mamá podrías pedir una excedencia y
venirte aquí varios meses, pero no…tú como siempre exigiendo a los demás
que hagan lo que tú no estás dispuesta a hacer!
_Mira Sara, llevas once años viviendo aquí y te has acostumbrado a
tenerlo todo muy fácil con la ayuda de Maite. ¿Te crees que a mí no me
gustaría poder seguir estudiando y hacer también los cursos que tú haces?
¡Pues claro que me gustaría, pero no puedo, porque tengo que trabajar!
_¿Y a qué viene lo de los cursos ahora? ¿A ti qué te pasa conmigo,
Begoña? ¿Es que acaso yo no trabajo?_, le espetó, estupefacta ante lo que
estaba escuchando.
_¡Me pasa que estoy harta de que me laven la cara por tu culpa!_, gritó
mirándola con una frialdad glacial.
_¿¿¿Qué??? ¿Tú eres consciente de lo que me acabas de decir? ¿Pero tú te
estás oyendo?_, siguió gritando, pasando de la furia a un asco insoportable.
_Bueno…se me ha escapado…no quería decir…
_¡Pues lo has dicho!_, vociferó, poseída por una cólera desatada_. ¿Que
estás harta de que te laven la cara por MI culpa? ¡Esto es ya lo que me faltaba
por oír!_, rugió mientras se acercaba con dos grandes zancadas al perchero
para coger su abrigo y su bolso.
_¡Yo me largo! Ya volveré la semana que viene, cuando ésta ya no esté_,
le dijo a su padre, que lo había presenciado todo en silencio, antes de salir de
allí dando un sonoro portazo.
Esta tía es imbécil. No, imbécil no… ¡Lo siguiente!, se decía mientras
conducía como una posesa en dirección a San Sebastián. Siempre igual joder,
con esos aires de superioridad juzgando y diciéndole a todo el mundo lo que
tiene que hacer.
No me ha preguntado ni una sola vez cómo estoy, ni cómo está mi vida
ahora, no sabe el momento de mierda que estoy pasando y sin saber nada de
mí viene a decirme lo que debería hacer, cuando sabe de sobra cuáles son
mis sentimientos hacia mamá. ¡Anda y que le den por culo de una vez a esta
estúpida, siempre igual!
Y lo de que le laven la cara por mi culpa…eso sí que ha sido fuerte. Está
claro que Carmen y los primos siguen despotricando de mí por la ayuda de
Maite, de esos amargados no me extraña ya nada, pero que ella haya caído
tan bajo sabiendo perfectamente las dificultades que tengo aquí con lo del
euskera...¡Esto sí que no me lo esperaba, joder!
Y tampoco ha pensado que el pueblo está a veinticinco kilómetros y que a
veces no tengo ni para gasolina, coño. Antes de ir a casa paro en el súper
para comprar pizza y chocolate. ¡Esta noche necesito desconectar de todo!
¡Y una botella de cava también!”

“San Sebastián
2013

_¿Qué me dirías si te dijera que aquí y ahora, en este mismo instante,


puedes perdonar a Joseba?
_Buuuf, eso sí que no, Vera. ¡Me falta muuucho para llegar a ese punto!_,
le espetó, aún incapaz de abrir su corazón hacia el perdón_. Cuando he dicho
lo de los viejos patrones me refería a mi aislamiento, a que he caído otra vez
de lleno en el “no necesito a nadie” y a otras conductas destructivas porque
estoy rabiosa y resentida en general con la vida, pero perdonar a Joseba…
¡eso sí que no!
_¿Y cómo te sientes con esto?
_Pues…cada vez que me acuerdo de él me cabreo, claro.
_Entiendo. ¿Y con qué parte de ti estás enfadada también?
_¿Qué?_, preguntó confundida.
_Sara, siempre que nos cuesta perdonar a alguien, hay algo que no nos
hemos perdonado a nosotros mismos…
_Pues no sé, la verdad. No sé qué es lo que no me he perdonado…
suponiendo que eso sea así…
_Cuando podemos mirarnos a nosotros mismos con amor, respeto y
comprensión, nos resulta mucho más fácil aceptar cualquier cosa que estemos
sintiendo_, continuó Vera_. Sin juzgarnos, sin reprocharnos nada,
imaginando que
somos una niña que no ha aprendido a hacer y sentir las cosas de otra
manera y que podemos comenzar a aprender a partir de ahora, empezando
por tratarnos a nosotras mismas de esta nueva forma, totalmente diferente a la
única que conocíamos…¿ves por dónde voy?
_Creo…creo que sí…_, empezó a emocionarse.
_Sólo cuando puedas mirar a lo que te pasó con este hombre sin juzgarte
a ti misma, podrás ver lo enfadada que has estado realmente contigo y todo lo
que te has castigado por lo que ocurrió…y entonces, también podrás
comprenderle y perdonarle
a él. Recuerda que todo lo que te ocurre lo has creado tú, y mientras sigas
poniendo en él esa responsabilidad, no podrás liberarte y coger tu poder…
Sus palabras fluían como suaves cánticos por los que Sara, poco a poco,
comenzaba a dejarse llevar. El sólo hecho de imaginar poder hablarse y
tratarse a sí misma con aquel amor y comprensión, le hacía estremecerse. Se
dio cuenta de que aún vivían en su mente muchísimos introyectos que
gobernaban su vida y comenzó a sentir una ligera esperanza de que algún día
realmente todo aquello podría cambiar.
_Vera, llevo mucho tiempo probando diferentes tipos de terapias_, dijo
con tono reflexivo_. Es cierto que a lo largo de los años he conseguido
mejorar muchos aspectos de mi carácter, e incluso he vivido épocas de
auténtica felicidad y consciencia, pero hay algo en mí que no termina de
desbloquearse...tarde o temprano siempre acabo repitiendo el mismo patrón,
y la verdad es que ya estoy cansada, me siento muy impotente...y creo que lo
que me pasa está muy relacionado con que no puedo mirarme a mí misma
con esa comprensión de la que hablas...
_¿A qué te refieres? ¿Dónde ves ese bloqueo?
_Pues claramente, en mi relación con mi cuerpo y con los hombres_, su
mirada se apagó.
_¿Qué crees que te pasa con tu cuerpo?
_No aprendí a quererlo…a respetarlo…_, respondió cabizbaja_. Me
obsesioné con mi atractivo físico convencida de que no había nada más que
valiera la pena en mí y llevo muchos años atrapada en la locura de las dietas
estrictas y los atracones, subiendo y bajando kilos como un yo-yo...
_¿Y cómo te hace sentir esto? ¿Cómo es vivir atrapada de esa manera?
_¡Es una mierda!_, exclamó, alzando la mirada.
_Define mierda.
_Mierda es que mi primer pensamiento cada mañana nada más
despertarme sea: “Hoy, dieta estricta todo el día”, pasarme cada hora del
maldito día pensando en toda
la comida prohibida y deliciosa que me gustaría meterme en la boca y
llegar a la noche con tal grado de ansiedad que no hay nada ni nadie que
pueda frenar mi impulso de comer todo lo que se me antoje en el momento,
que siempre son cosas que engordan, claro.
_¿Y qué pasa cuando...?
_¡Mierda es quedarme tirada en la cama con el estómago lleno y con la
culpa y la frustración carcomiéndome por dentro_, continuó, ahora con los
ojos temblorosos_,
ver cómo voy subiendo kilos sin poder evitarlo y como colofón, descargar
mi ira y mi frustración sobre mis hijos, añadiendo más culpa a la tremenda
mierda en la que llevo viviendo desde hace tanto tiempo!
_Entiendo_, se limitó a asentir, comprendiendo que necesitaba desahogar
aún mucho más.
_¡Mierda es estar dos años sin acostarme con un hombre, sentir que por
fin he aprendido a cuidarme y a respetarme y que aparezca un enfermo como
Joseba para destrozarme la vida! ¡Por segunda vez!_, gritó, ahora sin poder
parar el llanto_. ¡Y llevo un año entero aislándome y perdiéndome muchas
cosas buenas que sé que la vida podría ofrecerme, pero es que ya no sé qué
otra cosa puedo hacer, Vera! Y conocer a
Robert ahora… siento una esperanza…parece que todo esto puede
empezar a cambiar por fin...
_¿Cómo es tu relación con Dios, Sara?_, le interrumpió.
_¿Dios? ¿Y qué tiene que ver Dios con todo esto?_, se extrañó ante la
inesperada pregunta.
_Pues…más de lo que piensas, querida...veo que no has estado atenta a
todo lo que hemos comentado antes…
Debió ser cuando hablaba con Nuria de lo de Robert…
Confundida y vulnerable como estaba, decidió seguir confiando en que
aquella mujer angelical sabía lo que hacía, y tras meditarlo unos segundos,
respondió.
_Mi relación con la Divinidad ha sufrido muchos altibajos a lo largo de
los años. Desde niña creí que había algo superior a nosotros y solía mirar al
cielo y hablaba con las estrellas..._, hizo una pausa para sonarse la nariz y
descargar de nuevo su llanto, emocionándose al recordar a la niña mágica e
inocente que había sido en un tiempo muy lejano_. Pero todo eso cambió..._,
dijo en un ronco susurro, con la voz cargada de pena_. La iglesia…la
educación de mis padres…el sexo…el pecado…todo se fue convirtiendo
poco a poco en una gran mierda enorme..._, tomó el aire que empezaba a
faltarle con un par de respiraciones profundas, y prosiguió_. Desde la
adolescencia algo dentro de mí me decía que aquello no tenía sentido, que si
Dios realmente era amor no podía pasarse la vida buscando mis pecados para
castigarme en un juicio final…así que más adelante comencé a buscar otras
respuestas.
_Ya_, Vera asentía, manteniendo una mano apoyada sobre su muslo.
_Me alivió mucho la idea de la reencarnación, y más aún la de que Dios
vive en nosotros, que no está en el cielo escudriñando todo lo que
hacemos...y tuve épocas en las que sí pude sentirme liberada de aquella culpa
y de las cargas que arrastré desde
niña, pero de un forma u otra, al final acababan desvaneciéndose para
volver a lo de siempre, a la mierda de siempre...y ya no sé qué más puedo
hacer para salir de ahí...
_¿Cómo era aquel otro Dios, el que conociste en la iglesia y en casa?
Toma, mejor si lo escribes..._, le tendió un folio en blanco y un bolígrafo_.
Tómate tu tiempo Sara, no hay prisa. Escribe todas y cada una de las
características de aquel Dios que se quedó impregnado en ti.
Buf, resumiendo podría decir que aquel Dios era un cabrón, joder. Un
cabrón y un sádico”.
“San Sebastián
2013

_Papá, necesito hablar contigo de algo muy importante_, le dijo


mirándole a los ojos, mientras se servía un trozo de pollo.
_Dime, hija.
Como cada sábado, había ido con sus hijos a comer a casa de sus padres.
Incapaz de soportar el rechazo que llevaba tiempo sintiendo hacia él, decidió
abordar el tema una vez más, sabiendo que así lograría al menos otra
temporada de calma emocional, hasta que volviera a decepcionarla.
_Normalmente hablamos de nuestras cosas en privado, pero esta vez
quiero que estén los niños delante porque también les afecta a ellos, sobre
todo a Andoni, y quiero que pueda expresar también cómo se siente.
_Creo que ya veo por dónde vas… _, se puso a la defensiva mientras
cortaba un trozo de pechuga aún humeante.
_Bueno, ya lo hemos hablado un par de veces en los últimos meses_,
comenzó a explicarle con suma delicadeza_. Te ruego que no te lo tomes
como un ataque, sólo estoy tratando de encontrar una solución a lo que está
ocurriendo…
_De acuerdo, hija_, suavizó el tono y la mirada_. Te escucho.
_Desde que saliste del hospital has cambiado papá. Sin darte cuenta has
vuelto a tus formas déspotas de antaño y te digo con el corazón en la mano
que no puedo soportarlo...
_Yo no creo que sea para tanto, Sara…ya sabes que siempre he tenido un
carácter fuerte...y ahora con esta situación, pues me sale mi pronto, pero ya
sabes que luego se me pasa y ni me acuerdo…
_¡Tú no te acuerdas, pero los demás, sí!_, le respondió sin pensarlo_. Sé
que es difícil papá, sabes que a mí a veces me pasa lo mismo con ellos_, dijo
mirando ahora a sus hijos, que estaban sentados frente a ella escuchando con
atención.
_¿Y qué quieres que haga?
_Pues que te controles, eso es lo que necesito. Tú no eres el único que
tiene una situación difícil, no eres el único que sufre_, dijo con los ojos
llorosos, reabriendo sin darse cuenta muchas otras heridas.
_Ya, ya lo sé, bonita..._, le respondió su padre, que ante sus lágrimas
siempre acababa derritiéndose_. Ya sé que lo has pasado muy mal con lo del
farmacéutico aquel...
_Es eso…y muchas cosas más que ya sabes...y no puedo soportar perder a
mi papi tierno y amoroso_, le dijo ahora con la voz quebrada_. ¡Tú eres mi
apoyo más importante, papá!
_Te prometo que lo intentaré, hija. No me vas a perder, no digas eso_, la
tranquilizó mirándola a los ojos, visiblemente emocionado también_. Al final
me vas a hacer llorar, cabrona…_, bromeó, secándose las lágrimas con su
servilleta.
Sara se levantó sin dudarlo para abrazarle y sintió cómo su corazón
comenzó a abrirse, permitiéndole vislumbrar de nuevo el inmenso cariño y
gratitud que en el fondo de su ser sentía hacia él.
_Bueno, ¿y tú qué tienes que decir?_, le preguntó a Andoni, siguiendo
con su tono jocoso.
_Pues…eso…lo que ha dicho mamá…_, logró responder, en un titánico
esfuerzo por vencer su timidez a la hora de expresar sus sentimientos con
cualquiera que no fuera su madre.
_Vale. Pues a ti también te prometo que voy a intentar controlarme, ¿vale,
campeón? Y ahora…¿quién quiere probar el postre que os he hecho
hoooooy?_, preguntó con tono cantarín, levantándose para acercar una
bandeja inundada de deliciosas torrijas.
Media hora después, con los niños ya en el salón frente al televisor y
mientras recogían la mesa, pensó que por fin tenía ante sí el momento que
tanto tiempo había esperado.
Ay, qué difícil…pero quiero hacerlo…necesito saber…
_Papá, hay otro tema…_, se lanzó sin pensarlo, con el corazón en un
puño.
_Dime, hija.
_Es muy difícil para mí hablarte de esto…no quiero echarte nada en cara
ni que te sientas culpable…_, empezó a trastabillar_, es sólo que necesito que
sepas cómo lo he vivido yo, y…
_¿De qué hablas?
_Bueno…pues…mejor nos sentamos, ¿vale?
_Sara, me estás asustando…
_No, no es nada grave, es sólo algo que llevo años queriendo hablar
contigo…
_Pues venga, dime…_, la apremió, sentándose en la silla más próxima a
ella_. A estas alturas tú y yo no nos vamos a andar con remilgos, ¿no?
Vale. Allá voy y que sea lo que tenga que ser.
_¿Tú te acuerdas de que me contaste hace años que habías tenido una
amante cuando éramos niños?_, se atrevió finalmente, hablando con su tono
más suave.
_Sí, me acuerdo…_, respondió abatido, con la mirada contrita.
_No quiero que te sientas mal por esto papá…pero sí necesito decirte que
aquello me hizo muchísimo daño…no sólo por el mazazo del engaño a
mamá, sino por cómo me lo contaste…de aquella manera precipitada, con
todos alrededor a punto de sentarnos a cenar…
_Sí, hija, sí_, su padre asentía una y otra vez, ahora cabizbajo.
_Necesito saber por qué lo hiciste así…_, continuó, sintiendo cómo
desataba un viejo nudo en su garganta_, por qué no escogiste otro momento y
otro lugar…
_Tienes razón…_, seguía escuchándola, asintiendo una y otra vez.
_Esto que te voy a decir puede sonarte muy duro, pero necesito que sepas
que me pareció una forma cobarde de hacerlo…no fue la mejor manera de
soltarle algo así a una hija…y necesito saber por qué no…
_Te pido perdón, Sara_, volvió a interrumpirla, mirándola a los ojos_. No
tengo palabras para explicar por qué lo hice así…supongo que fue por
miedo…
_Algo se rompió en mí desde entonces, ¿sabes?_, continuó, con mucho
cuidado de no herirle_, como si se hubiera resquebrajado el modelo ideal de
pareja que había construido en mi psique…y desde aquel momento sólo he
atraído a hombres infieles o inalcanzables…
_Lo siento mucho cariño, sé que has sufrido lo indecible…_, había una
profunda pena en su mirada_, pero es importante para mí decirte que aquello
ocurrió en un momento de mi vida en el que estuve muy perdido. Las cosas
iban mal en el trabajo, también con mi familia, y estuve un par de años
alejado de la iglesia y de todas mis creencias espirituales…
_Anda, esto no me lo habías contado…
_En cuanto recobré la fe fui a confesarme, volví a ir a misa todos los
domingos, y desde entonces no he vuelto a estar con otra mujer, Sara_,
hablaba con los ojos temblorosos_. Amo profundamente a tu madre y me
costó muchos años perdonarme aquello...
_Jo, si me lo hubieras contado así entonces, no creo que me hubiera
afectado tanto…_, comenzó a sentir un ligero alivio.
_Ya sabes hija_, seguía mirándola con los ojos llorosos, llenos de ternura
hacia ella_, en nuestra época no nos enseñaron a comunicarnos
abiertamente…eso es algo que aprendí a hacer contigo en la terapia. Ya sabes
que con ningún otro hijo tengo la confianza que tenemos nosotros, y si esto te
puede ayudar a que te quedes en paz, me alegro mucho de que hayas sacado
el tema.
_Sí, me reconforta mucho saber cómo ocurrió realmente_, le dijo,
comenzando a recuperar el respeto y la gratitud que desde hacía años
guardaba en su corazón para él.
_Te quiero mucho hija, y deseo con toda mi alma que algún día consigas
vivir la vida feliz que te mereces.
_Yo también te quiero papá, y te agradezco mucho tu generosidad al
aceptar hablar de esto.
_No me des las gracias. Ya sabes que me tendrás aquí siempre que me
necesites, Sarita”.

“San Sebastián
2013

_¿Qué es lo que más te reprochas en tu vida, Sara? ¿Cuál es tu culpa más


grande, eso que nadie o casi nadie sabe de ti?_, le preguntó de pronto.
Se quedó pensando durante un largo rato, hasta que por fin se animó a
responder.
_Bueno…_, titubeó ante la vergüenza que le daba hacer aquella
confesión_, cuando eran pequeños, varias veces metí a mis hijos en el cuarto
de baño con la luz apagada. No me lo puedo perdonar Vera, cómo pude ser
tan hija de puta y tan cruel para hacerles eso. No les dejaba mucho tiempo,
unos segundos como mucho…en cuanto empezaban a llorar les abría la
puerta, pero ahora cuando lo recuerdo me siento fatal...
_¿Cómo ocurrió? ¿Cómo te sentías tú para llegar a ese punto?_, volvió a
preguntarle con mucha dulzura.
_Bueno…recuerdo que fueron noches en las que estaba muy mal,
estresada porque no me llegaba para pagar algunas facturas y por tener que
depender de la ayuda de mi tía, o simplemente harta y decepcionada con
todo, viviendo justo lo opuesto de lo que siempre había soñado...
_Comprendo. ¿Qué hacían ellos para que tú te enfadaras tanto?
_Pues…no me hacían caso…
_Cuéntame_, le pidió con la misma dulzura en su voz.
Se paró un momento para recordar y las imágenes comenzaron a aparecer
en su mente, acompañadas de afiladas punzadas de culpa y de dolor.
_Tras pasar casi una hora -y a veces más- tumbada con ellos en la cama
para que se durmieran, cuando ya me iba agotada al salón para tener por fin
un rato para mí después de pasar todo el día con ellos, empezaban a hacer
risitas, o a hablar entre ellos, o a pelearse. Y por más que les decía que ya
tenían que dormir, no me hacían caso.
_Y no podías dejar que eso también escapara a tu control…sintiendo que
la vida que habías planeado para ti se te había escapado de las manos…
_Sí, supongo que sería algo así lo que sentía… ¿y qué tiene que ver eso
con...?
_¿Sabías que numerosos estudios han evidenciado que las madres solas
desarrollan más autoritarismo, en un intento inconsciente de suplir la carencia
del rol masculino en la crianza?
_Anda, no lo había oído…pero eso no justifica…
_En tu caso, como en el de tantas madres, fue una forma de autoridad
explosiva_, continuó_, estallidos puntuales de ira, que en realidad sólo
buscaban liberar tu frustración…
_Entiendo lo que tratas de decirme Vera, pero no puedo perdonármelo
por más que…
_Sara_, le interrumpió colocando suavemente la mano sobre su muslo_,
yo pegué a mi hijita de tres años varias veces para hacerla callar.
_¿Qué? ¿¿¿Tú???_, abrió los ojos, atónita”.

“San Sebastián
2013

_Reflexionaré sobre todo lo que me has dicho…_, dijo ahora más


calmada_ y también sobre mi parte de responsabilidad…pero aún me resulta
imposible mirarle con esa comprensión, Vera. ¡Me destrozó! ¡Dos veces!
_Está bien así, Sara. No hay prisa para que lo veas…todo necesita su
proceso_, apoyó de nuevo la mano en su muslo.
Cuánta paz me da hablar con esta mujer, se dijo. Con ella sí que me
siento libre para ser realmente yo misma y mostrarle todo lo que hay en mi
interior, sin ocultarme, sin mentiras ni manipulaciones. Ella acepta todo lo
que soy y lo que hay en mí, me comprende y no me juzga…qué bien me
siento…
_Algo parecido ocurre con tus hermanos…_, prosiguió, sacándola de sus
pensamientos.
_¿Qué? ¿Qué tienen que ver ellos con Joseba?_, se extrañó.
_Más que con él…contigo, Sara.
_No entiendo...
_Durante toda tu vida les has juzgado por no haberte dado la comprensión
y el reconocimiento que necesitabas…
¿Y cómo sabe esto, si no lo hemos hablado?, se sorprendió.
Sara, lo sabe y punto. ¿Te has olvidado de que es vidente?, le aclaró
Atenea, alentándola a centrarse en lo que acababa de decirle sin perderse en
divagaciones.
_Pues sí…eso es verdad_, admitió finalmente.
_¿Y qué te dice eso de ti?
_¡Pues que me han faltado muchas cosas!_, respondió sin dudar.
_Sí, eso es cierto. ¿Y qué más? ¿Qué más dice de ti el hecho de que aún a
día de hoy vivas esperando eso de ellos?_, insistía, llena de dulzura y
paciencia.
_Pues…me viene la palabra “dependencia” a la mente…_, titubeó algo
contrariada.
_¿Y de qué te habla esa dependencia? ¿De qué crees que dependes? ¿Qué
es lo que necesitas de ellos?
Me está recordando a Amelia, cuando me explicó que las víctimas
siempre necesitan culpables. No lo vi entonces y tampoco lo veo ahora…¡Mis
hermanos me lo deben, coño!
_¡Su reconocimiento!_, volvió a aseverar, dejando a un lado sus
recuerdos_. Necesito que reconozcan de una vez que realmente tuve
carencias importantes desde niña y que para mí las cosas no han sido tan
fáciles como para ellos.
_¿Qué sabes tú realmente de las dificultades que han tenido que afrontar
en sus vidas?_, continuó inquiriendo.
_Bueno…han tenido algunos problemas…pero a ninguno se le jodió la
infancia como a mí…_, insistió, ahora a la defensiva.
_No te estoy atacando cielo, sólo intento llevarte a un lugar de ti donde
puedas ver desde otra perspectiva. Todo ha sido perfecto como ha sido Sara,
lo has hecho lo mejor que has sabido hacerlo y te comprendo, no te juzgo,
cariño.
Sus palabras penetraron en ella como una brisa fresca que una vez más
volvía a hacerla sentir como flotando en un mar de infinita calma y seguridad.
_¿Qué sabes realmente de sus conflictos, de sus heridas del alma, de su
sufrimiento?_, volvió a preguntarle.
_Pues…la verdad…algo sí sé, pero…
_Has estado tan obsesionada en ti misma, en tu herida, en tu sentimiento
de carencia, que no has tenido tiempo para mirarles a ellos, mirarles de
verdad. No desde el reproche, el resentimiento o la exigencia como lo has
hecho siempre, sino desde el corazón…desde el amor…¿te das cuenta?
_No lo veo, Vera…lo único que puedo ver es que algunos de ellos nunca
me han comprendido y se han quedado encasillados en el juicio y en la
crítica, señalándome con el dedo acusador cada vez que he cometido algún
error en mi vida_, se puso tensa de nuevo_. ¡Ha sido muy cómodo para ellos
tener un chivo expiatorio donde echar toda la mierda familiar!_, gritó ahora
con tono airado y frunciendo el entrecejo_. ¡Yo estoy rota Vera, me rompí
siendo una niña...y ni me han comprendido ni me han aceptado en mi
trauma!_, sentenció.
_¿Quién crees que tiene el problema, Sara? ¿El que no puede comprender
y juzga, critica y condena, o el que es incomprendido y juzgado?_, le
preguntó obviando su creciente enfado.
_Pues…los dos…supongo…
_¿Qué problema tiene el que juzga y critica?_, persistió.
_Pues…que no sabe ponerse en la piel del otro…le cuesta mirarle con
comprensión y empatía...
_Eso es. ¿Y por qué crees tú que le ocurre eso?
_¡Porque es lo más fácil! ¡Opinar y juzgar sin molestarse en conocer el
trasfondo de las cosas! Te acomodas en esa postura posicionándote en un
altar, y ¡hala! ¡A juzgar!_, espetó airada.
_¿Y qué crees tú que hay detrás de esa conducta? ¿Qué le mueve a
alguien a actuar así?
_¿Que tampoco se mira a sí mismo con comprensión?
_¿Y qué más?
_¿Que también fue incomprendido?_, preguntó sin estar segura de lo que
decía, perdida como estaba en la confusión que siempre despertaba en ella el
sórdido tema familiar.
_Igual que tú…_, le susurró_. ¿Y qué problema tiene el que es juzgado y
criticado?
_Pues le duele, joder.
_¿Por qué le duele?
_Porque le importa, porque necesita que la vean con todo lo que es, no
sólo en sus errores...
_¿Quién le importa?
_Ellos…sus hermanos...
_¿Por qué le importan tanto?
_No sé…aquí me pierdo…
_¿Tú crees que si tú te miraras a ti misma con esa comprensión que les
pides a ellos, te importaría tanto? Intenta imaginártelo. Intenta sentir que de
verdad miras con amor a todo lo que has sido y hecho, a todo lo que eres
ahora, incluidos tus kilos de más, los atracones, los enfados con tus hijos, el
resentimiento hacia tus hermanos y tu madre, tu dependencia económica, tu
soledad…respira profundamente e intenta durante unos segundos poner
compasión en todo esto...
Obedeció y tomó varias respiraciones profundas con los ojos cerrados. Un
par de minutos después, con las lágrimas asomando de nuevo en sus ojos, por
fin respondió.
_No. Ya no me importa cómo me miren. Yo sé...sólo yo sé todo lo que he
pasado_, dijo con una voz totalmente diferente, ahora impregnada de una
serena dulzura, mientras sus lágrimas rodaban despacio por sus mejillas.
_Y ahora, ¿podrías mirarles a ellos con esa misma comprensión, Sara?
¿Puedes ver sus dificultades y que también lo han hecho siempre lo mejor
que han podido?
_Creo…creo que sí…siento algo, es muy vago, pero puedo sentirlo..._,
dijo sin poder dejar de llorar y sintiendo cómo su pecho se abría como un
cielo despejado, despertando en su interior una extraña sensación que la
llenaba de paz.
Creo que empiezo a ver lo que quería decirme Amelia. No hay
culpables…todo está dentro de mí…siempre lo estuvo…se decía, comenzando
a acariciar algo nuevo y maravilloso.
Vera, también emocionada, se acercó a ella y abrazándola fuerte le dijo:
_Eres una campeona, Sara. ¡Te felicito!
_Gra...gracias, Vera…_, se secaba las lágrimas con un pañuelo que le
había acercado, aún confundida por aquella nueva comprensión que había
podido acariciar durante un breve instante.
_Y éste es el verdadero perdón Sara_, le susurró mientras acariciaba su
pelo_. No es posicionarnos por encima de alguien y decirle que aunque se ha
equivocado le perdonamos…sino comprender que en realidad nunca hubo
nada que perdonar, que todo fue siempre un reflejo de nuestra propia realidad
interna. En tu caso, de tu miedo al abandono y tus sentimientos de carencia…
_Ssssí…_, susurró_, aunque noto que la rabia quiere volver a coger
terreno…
_Es normal querida, todo necesita su tiempo. Recuerda esto siempre:
cuanta menos comprensión seas capaz de darte a ti misma, más dependerás
de los demás, más te afectarán sus críticas o cualquier opinión que tengan
sobre ti, y más necesitarás seguir juzgándoles tú a ellos también. Has sido
durante muchos años una dependiente emocional hacia tus hermanos, y sólo
te liberarás de verdad cuando tú misma puedas darte lo que les pedías a
ellos…
_Buf, qué difícil…
_Serás libre cuando comprendas que por los motivos que sean_, insistió_,
no han podido ni pueden darte lo que tú querías tal como tú lo querías…
_Antes he podido sentirlo...
_Cuando aceptes que ese reconocimiento y comprensión que tanto les has
exigido sólo lo puedes encontrar dentro de ti, empezarás a vivir de verdad_,
continuó_. Y ya no necesitarás reconocimiento…ni de ellos, ni de nadie_,
concluyó.
_Tiene sentido….
_En la ceguera de tus exigencias, acabaste haciendo lo mismo que ellos,
¿lo ves? Tú también les has juzgado sin comprenderles, Sara_, remarcó_.
Especialmente a tu madre...
_Sí…_, reconoció_. Buf…tengo tanto en qué pensar…
_¿Sabes? Llevo un buen rato viendo la imagen de una leona ya mayor,
con dos flechas clavadas en sus patas delanteras…_, le dijo de pronto,
haciendo que se estremeciera_. Te mira con tanta dulzura y con tanto amor,
Sara...
Oh Dios, ¡¡¡mamá…!!!
_E…eso…también lo tengo pendiente…lo de mi madre…_, musitó
emocionada.
_Tiempo al tiempo Sarita, no vamos a arreglar el mundo en una noche,
¿verdad?_, le susurró sonriendo, volviendo a pasar el brazo sobre sus
hombros.
_Sí, tienes razón. Ahora, a aprender a mirarme a mí misma con
comprensión, respeto, compasión, perdón y amor. Eso es lo que tengo que
hacer”.

“San Sebastián
2013

Tras la intensidad de todo lo vivido aquella noche, agradeció poder estar


un rato con ella misma. Respiró profundamente todas las sensaciones que se
amontonaban en su pecho, y de pronto sintió un deseo irrefrenable de
desparramar todas y cada una de ellas en su diario. Cogió la libretita del bolso
y comenzó a escribir. Las voces de Hera y Afrodita irrumpieron con fuerza
entre las letras, resistiéndose ferozmente a renunciar a la maravillosa historia
de amor que de ninguna manera estaban dispuestas a dejar atrás.
La prometedora esperanza de las palabras de Vera resonaba con fuerza
también en su interior y en pocos minutos fue capaz de serenar a sus diosas y
centrarse en lo que su yo más íntimo realmente necesitaba. Tomando varias
respiraciones profundas y preguntándose cuál era el verdadero anhelo de su
corazón, poco a poco todas sus yoes comenzaron a relajarse, hasta acabar
fundiéndose en una sola voz que ahora le enviaba suaves y dulces susurros
que le hacían estremecerse de puro amor y compasión.
De pronto, mirando al cautivador azul del Cantábrico, sintió un amor
inconmensurable e indescriptible hacia las diferentes Saras que empezaron a
colarse en su mente, como queriendo enviarle un saludo desde el pasado. La
adolescente díscola y malhablada…la hija y hermana incomprendida y
resentida…la mujer y madre enfadada con el mundo y con su
circunstancia…la amante tantas veces rechazada y despechada...y en especial,
aquel bendito ser de mirada viva e inquieta que tan pronto había perdido la
inocencia y la alegría de ser niña.
Amor...Comprensión...Perdón...Compasión..., le susurraba la dulce voz
desde su interior cada vez con más intensidad, mientras su mente seguía
bañada en un torrente de vívidas imágenes de las muchas Saras que había
sido. ¡Cuánto amor sentía ahora por aquella dulce, maravillosa y perfecta
niña!
La vio con nueve años, llorando hecha un ovillo en el desamparo de la
noche. Vio también su imagen con diez años hablando con sus hijos desde el
balcón de su casa de Tenerife, y también con once, entregada al cielo
estrellado en Lanzarote, pidiendo ayuda con su rostro empapado en lágrimas.
Jamás había podido verse a sí misma de aquella manera, con esa mirada
limpia y enternecida que seguía irradiando sólo amor y compasión hacia
aquella preciosa niña rota.
De pronto y sin esperarlo rompió a llorar, dejando salir desde un lugar
muy profundo un dolor ancestral que llevaba mucho tiempo pugnando por
ver la luz. Lloraba, gemía y se estremecía abrazándose a sí misma, liberando
desde su pecho el inmenso amor que ahora podía sentir hacia aquella pequeña
criatura, y sin pensarlo, comenzó a decirle en voz alta sin dejar de sonreírle:
“Todo está bien Sara, algún día todo esto tendrá un sentido...confía...no estás
sola…”
Embargada en las sensaciones, lo repitió una y otra vez y se emocionó
más aún al ver que la niña percibía sus palabras y se sentía algo aliviada.
Continuaba hablándole y consolándola, empapada en aquel amor profundo
sin poder dejar de llorar y sonreír al mismo tiempo, hasta que de pronto algo
inesperado y maravilloso sacudió con fuerza su corazón, abriéndolo de par en
par. Una nueva comprensión penetró súbitamente en ella atravesando todo su
ser, elevando y ampliando su conciencia, que ahora se había tornado
completamente nítida y cristalina.
¡Oh, Dios! ¡Dios mío!
Se abrazó más fuerte aún, atrapando el momento…la revelación…la
apertura interior descomunal y alucinante que estaba experimentando, sumida
en una catarsis ancestral que en aquel momento lo envolvía absolutamente
todo. Sintió que era sólo amor...y de pronto, todo cobró sentido...y Luz.
¡Era yo! ¡Era yo! ¡¡Yo era mi Amiga del Cielo!!!
Durante unos maravillosos instantes, supo que todo lo que siempre había
buscado en el exterior sólo se encontraba dentro de ella misma, en el Ser
extraordinario y perfecto que realmente era. Recordó de pronto un
comentario que le pareció escuchar a Vera sobre algo relacionado con un
doble cuántico, y sonriendo, continuó susurrando...
Tranquila mi preciosa niña, todo está bien. Todo esto tendrá sentido
algún día...mientras seguía abrazándose y acariciándose a sí misma envuelta
en una espiral de nuevas ilusiones y promesas que venían desde un lugar ya
no tan lejano de su interior, que ahora le decía:
“Lo estás haciendo muy bien, Sara…sigo aquí contigo…siempre. Te
espero…te quiero”.
Sonrió llena de dicha, sumergida en el océano de paz en el que vibraba
cada célula de su cuerpo.
Robert, ahora sé lo que necesito realmente…
Mi Amiga del Cielo…gracias…”

Ahora puedo ver a Joseba como el “maestro cum laude” que la Vida puso
en mi camino para forzarme a entrar de lleno en mi angustia del abandono, en
ese punto de muerte en el que literalmente, sentía que todo había acabado.
Ya me había traído a muchos maestros antes de conocerle a él, pero yo no
había podido aprovechar aquellas oportunidades para entrar de verdad en mí,
y terminaba cada historia con el hombre de turno siempre igual: “Otro cabrón
que sólo me quería para el sexo”, “este viernes tengo otra cita a ciegas, a ver
si esta vez hay suerte”, “lo que tengo que hacer es adelgazar de una vez, así sí
encontraré a un hombre que se quede prendado de mí”.
Con Joseba sí se pudo abrir por fin mi herida, pues esa vez había sido
diferente. No pude entender por qué la Vida me hacía repetir la misma
experiencia tras haber pasado los dos años anteriores en celibato y cuidando -
o así lo creía yo-, a mi mundo interior. Lo que no sabía entonces es que no
bastaba con dejar de buscar el amor a través del sexo, pues sin darme cuenta
seguía tapando mis vacíos y mi herida de soledad ya no sólo con la comida,
sino también con las copas de cava que había empezado a tomar por las
noches antes de que él reapareciera en mi vida.
Pasé todo el año siguiente sumida en una rabia ciega, aún atrapada en los
mecanismos automáticos de mi ego, hasta que poco a poco pude ir
comprendiendo. El enfado y mis proyecciones sobre él, que le culpaban de
todo mi dolor, fueron dando paso a una capacidad real para verme y asumir
mi parte de responsabilidad en la experiencia.
Dejé de tomarme aquellas copas de cava y tomé la firme decisión, esta
vez sí, de entrar en mí. Un año después, dos buenas amigas (Noreen y Carla
en la novela), me propusieron empezar a trabajar juntas “Un Curso de
Milagros”, sin yo sospechar que aquel sería el catalizador definitivo que me
llevaría por fin a encontrar la paz que con tanto ahínco había buscado.
También veo ahora a mis padres y a mis hermanos como los grandes
maestros de mi vida, pues sin su desamparo y su incomprensión hacia mi
historia no podría haber atravesado y sanado las heridas que ya traía
conmigo, ni servir como puente reparador entre mis ancestros y mis futuras
generaciones. ¡Qué bendición poder sentirlo así!
Las partes de mi novela en las que se plasma el desarrollo de mi herida
hasta comenzar el proceso de sanación terminan en diciembre del 2013, así
que no puedo seguir compartiendo más capítulos sobre ese tema.
Tal vez algún día los continúe, todo dependerá de esa Voz que me habla
en mi mente, que es la que me guía y me dicta lo que Ella quiere que escriba.

“Dios es mi fortaleza. La visión es su regalo”


(Lección 42 UCDM)
XX: Últimas Reflexiones

Haciendo un repaso de lo que te he transmitido en el libro acerca de lo


que puedes hacer desde este mismo momento para empezar a crear cambios
en tu vida, podemos concluir que vivimos esperando que la felicidad y la
plenitud vengan a nosotras, y muchas veces tenemos la impresión de que la
Vida no nos favorece, no nos lo permite. Ya sabes que lo que la Vida hace es
“obligarnos” a afrontar esas emociones que aún no hemos sanado en nuestro
interior, y que nuestro mayor impedimento para aprovechar esas
oportunidades es nuestro ego, que se resiste con todas sus fuerzas a entrar en
ellas.
Sabes también que todos hemos elegido las experiencias que hemos
vivido, porque nuestro Ser sabía antes de venir a este plano de conciencia qué
necesitábamos experimentar para desarrollar nuestros potenciales y seguir
creciendo en nuestro despertar espiritual. El latido real que somos, nuestra
esencia verdadera, que es amor, muchas veces grita en nuestro interior para
que la escuchemos, pero nos hemos desconectado de ella y nos hemos
volcado en el mundo exterior buscando sucedáneos de aquel amor y
seguridad que creímos perder de niñas. En realidad es como un juego al que
hemos venido a desconectarnos para luego volver a encontrarnos.
Aparte de esta sensación de pérdida y separación, a lo largo del camino
hemos vivido también heridas emocionales, que han hecho que el juego se
haga aún más complicado. No nos enseñaron qué hacer con esas heridas,
cómo afrontarlas y gestionarlas, y es por esto que el ego le da la orden a
nuestro cerebro de que las tape, que ni las mire. Pero como has visto, la Vida
tiene que mostrárnoslas continuamente y nos trae personas, situaciones y
circunstancias con las que va a hacer que se abran una y otra vez, hasta que la
sanemos.
Cuando ocurre, desde el ego creemos que es el otro el que nos ha
producido el daño, pero a estas alturas ya sabes que esto no es cierto. Esa
herida ya está en nosotras, y es por esto precisamente por lo que nos afectan
determinadas situaciones y conductas, y otras no.
De la misma manera que cuando se produce una herida en nuestro cuerpo
la miramos para ver qué tenemos que hacer para curarla, la misma atención
necesitan nuestras heridas emocionales, que están en nuestro cuerpo
emocional. Éstas producen mucho dolor en nuestro interior y seguimos
actuando desde el automático sin darnos cuenta del juego en el que estamos
atrapadas. Así como curamos el cuerpo físico a través de diferentes abordajes
según el caso, el cuerpo emocional siempre se va a curar con la única
medicina posible: el amor.
Es la niña que fuiste la que tiene la autoestima muy dañada porque se
sintió tonta, incapaz, mala, culpable e indigna de amor, y lo único que
necesita para poder salir de los patrones automáticos de tu mente es que
tomes la decisión, aquí y ahora, de empezar a
hablarle con el amor y la comprensión que no supieron darte los adultos
que estuvieron allí contigo, y dejar de tratarla con la exigencia con la que lo
has hecho hasta ahora.
Si te paras unos segundos ahora mismo y te haces la siguiente pregunta,
vas a poder sentir cómo es en este mismo instante tu relación con esa niña:

¿Puedes decir con la mano en el pecho que te amas a ti misma?

Haz la prueba, pon tus dos manos sobre tu corazón y di en voz alta “me
gusto, me acepto, me quiero y me respeto”. ¿Qué ocurre? Date cuenta de qué
se mueve en ti, qué pensamientos y emociones surgen. Si no has percibido
ninguna resistencia en tu cuerpo y puedes afirmar que sientes todo eso por ti
misma, hazte la siguiente pregunta: ¿Me gusto, me acepto, me quiero y me
respeto sólo cuando me salen las cosas bien, cuando consigo mis objetivos, o
también cuando fallo, cuando me equivoco, cuando me siento insegura,
cuando me deja una pareja, cuando no llego a fin de mes, cuando no
encuentro trabajo, o cuando discuto con mi familia? ¿Ves la diferencia? ¿Qué
sensaciones surgen en ti en esas situaciones?
Es ahí donde tenemos que prestar atención, pues éstas son las situaciones
y emociones que activan nuestras heridas. Nos enfadamos sin darnos cuenta
de que vivimos en una insatisfacción permanente con nosotras mismas, con
una autoexigencia que no nos permite liberarnos, y recuerda esto: donde hay
exigencia, no puede haber amor. Queremos llegar a ser perfectas, que nos
salgan las cosas bien, dar la talla, cumplir las expectativas, pues es lo que nos
marcaron desde el exterior cuando éramos pequeñas. Aprendimos que sólo en
la perfección podríamos ser aceptadas y queridas, y eso es lo que nos estamos
haciendo a nosotras mismas ahora.
Mientras esté la herida sin atender en nosotras, no sabremos amarnos ni
amar a los otros de verdad y viviremos ese amor condicionado de “Te quiero
para que me quieras, para que me des lo que necesito”. Así funciona la
mayoría de la gente en sus relaciones interpersonales sin ni siquiera darse
cuenta, lo que me trae la siguiente frase a la mente:

“El mayor problema del ignorante, es que ignora que ignora”.

También hemos visto que todas nuestras emociones se manifiestan en el


cuerpo, que es donde se instalaron las principales corazas que construimos
para no sentir el dolor. Cada vez que se activa una de nuestras heridas
tenemos una oportunidad de romper su coraza correspondiente, y si
permitimos de verdad que el dolor penetre en nosotras, al final, sin ninguna
duda, nos llevará al amor.
Simplemente observando tu respiración te podrás dar cuenta de que
normalmente la cortas antes de llegar al esternón. Si haces el ejercicio de la
respiración consciente que te he mostrado en otros capítulos cada vez que te
acuerdes, te ayudará a reabrir este canal en tu cuerpo que lleva tantos años
bloqueado, y te servirá también para potenciar tu presencia en el aquí y ahora,
pues recuerda que siempre es en este instante donde puede ocurrir el cambio.
Ni el pasado ni el futuro te podrán traer todo eso que anhelas, sólo lo hallarás
en el presente, dentro de ti. Y como vimos también en los ejercicios con los
papelitos, puedes utilizar a tu cuerpo como un canal maravilloso para realizar
este viaje.
Sabiendo ahora que nuestras heridas son el camino hacia el amor, hacia
nuestra verdadera esencia, si de verdad queremos liberarnos y construir una
vida diferente, no nos queda más remedio que entrar en ellas y romper
nuestras corazas.
En el fondo de nuestro pecho ese amor nos está esperando y cuando
llegamos a él, ya no necesitamos seguir buscando fuera. Desde ese instante,
podemos seguir sanando nuestras heridas a través de esta nueva reconexión
con nosotras mismas, aceptando todo lo que sentimos.
Ahora abrazamos nuestra frustración, nuestro miedo, nuestra inseguridad,
nuestra impotencia, nuestra rabia, y nos atrevemos a entrar en ellas con esta
nueva mirada de comprensión y compasión, y entonces sí: entonces sí
empiezas a sentir que te quieres a ti misma al completo y de verdad, y lo
podrás decir en voz alta y respirarlo profundamente, y ni una sola célula de tu
cuerpo te dirá que no es cierto.

Tus padres, el trampolín sagrado hacia tu niña interior


Como vimos en los capítulos de las Constelaciones Familiares, volver a
conectar con el amor profundo que realmente sientes hacia tus padres y que
está en lo más profundo de tu corazón, será una de las experiencias más
maravillosas y liberadoras que vas a poder sentir en la vida.
El problema de todas nosotras es que hemos tapado ese amor con nuestra
mente, con nuestros reproches y juicios hacia ellos. Cuando podemos llegar
realmente a ese amor soltando el enfado de nuestra niña herida y el deseo de
que las cosas hubieran sido de otra manera, nos capacitamos para entender
que la Vida tiene unas reglas, y que éstas nos están mostrando un camino.
Cuando superamos nuestros juegos mentales decididas de verdad a atravesar
nuestras heridas, empezamos a sentir paz, amor y gratitud y accedemos a ese
latido divino que está en lo más profundo de nuestro Ser. Y en ese momento,
como por arte de magia, la Vida ya se puede abrir para nosotras.
Sabes bien que mientras sigamos en la queja jamás podremos lograr que
esto suceda, pues desde ahí vivimos atrapadas en los juegos infantiles de
nuestro ego, que nos mantienen en la negación y en la separación. Para
liberarnos y sanar de verdad, necesitamos poder agradecer de corazón a
nuestros padres todo lo que nos dieron. Agradecerles, honrarles, sentir que
realmente están dentro de nuestro corazón, y que les queremos y necesitamos
muchísimo más de lo que jamás llegamos a pensar.
Para mi sorpresa, después de llevar años buscando en todas las terapias
habidas y por haber poder sentir el amor de mi madre hacia mí, un buen día
comprendí que no era eso lo que realmente necesitaba. Lo que mi Ser estaba
anhelando realmente era volver a conectar con el profundo amor y
admiración que mi niña interior sí había sentido por ella antes de cerrarle mi
corazón.
Comprendo que para las personas que no han llegado a vivir una
desconexión tan profunda con sus padres como lo hice yo será difícil
entender esto, y pueden incluso preguntarse cómo una hija puede llegar a
odiar a sus propios padres. Los que sí habéis vivido esta experiencia, sabéis
bien de lo que os hablo. El vacío profundo y desgarrador que se adueñó de
nosotras y de nuestra vida entera, y que al final resultó ser nuestro camino de
vuelta a Casa.
Pude llegar a esta comprensión uno de esos días que estaba trabajando
con mi niña frente al espejo. No recuerdo bien qué emoción estaba
observando, pero sí sé que era algo relacionado con mi madre. De repente
empecé a llorar y a decir en voz alta con voz de niña: “Yo te tero mutto,
amatito” (“yo te quiero mucho, amatxito”) (*), sin poder dejar de repetirlo
mientras las lágrimas brotaban cada vez con más intensidad, a la vez que
sentía cómo algo muy antiguo, pesado y doloroso se abría en mi pecho. Las
lágrimas se convirtieron en un sollozo y unos gemidos incontrolables,
mientras necesitaba seguir repitiendo una y otra vez con la voz entrecortada:
“Yo te tero mutto, amatito”, “yo te tero mutto, amatito”. Estuve así durante
varios minutos, presionando las manos sobre mi pecho como queriendo
atrapar el momento, hasta que mi llanto se fue calmando. Mientras la
experiencia duró, pude conectar con una alegría y una paz indescriptibles al
tomar conciencia que verdaderamente siento mucho amor
por mi madre, muchísimo amor. Mi corazón había empezado a
“descongelarse”, y supe entonces que estaba preparada para seguir avanzando
en mi camino hacia mi liberación.

(*) (“Amatxo” en Euskera significa “mamá”, y el diminutivo “amatxito”,


es como llamaba a mi madre cuando era pequeña).
A partir de ese día me propuse repetir aquella frase a cada momento,
visualizándome como la Olga que fui con dos y tres años, cuando aún sentía
aquella admiración y amor profundos por mi madre. Sabía que en esa niña
estaba mi salvación, así como en los recuerdos que iban viniendo a mi mente
y en las emociones maravillosas que me permitían por fin ver quién soy
realmente.
Pronunciaba la frase cada vez que me acordaba, en voz alta y con voz de
niña, “yo te tero mutto, amatito”, “yo te tero mutto, amtito”, en un segundo
volvía a conectar con la alegría y aquella paz de la primera vez, y poco a
poco fui notando cómo realmente algo se estaba liberando en mí. Me empezó
a resultar cada vez más fácil afrontar las situaciones “conflicto” cuando éstas
se presentaban, tenía una nueva confianza en la vida y en que mis problemas
económicos se solucionarían fácilmente, y lo que más me sorprendió: en mi
día a día me volví más “niña”, más juguetona, más espontánea, más payasa…
más feliz.
Uno de esos días vino a mi mente el recuerdo de aquella Constelación
Cuántica que había hecho un año atrás para trabajar mi relación con la
abundancia, y todos aquellos cambios que estaba experimentando en mí y en
mi vida cobraron más sentido aun.
Por las noches al ir a acostarme me encantaba visualizar que era
pequeñita y que estaba en la cama con mis padres acurrucada entre ellos, y
abrazada a mi madre mientras ella me acariciaba el pelo, yo le decía una y
otra vez: “Te tero mutto, amatito. Te tero y te netetito en mi codazón”. De
hecho lo sigo haciendo cada vez que mi niña me lo pide, que aún suele ser
muy a menudo. Muchas veces también me imagino que voy por la calle con
ella. Igual que en el ejercicio con mi niña interior, pero en este caso lo hago al
revés: yo me convierto en la niña de tres años y voy de la mano con mi
madre. Me visualizo a mí misma mirándola y sonriéndole, y enseguida siento
cómo ella me sonríe también y se para para acariciarme la cara. ¡No tengo
palabras para explicarte el gozo que inunda mi corazón y que abre por entero
mi pecho, cada vez que ella acaricia mi carita de niña inocente!
Las maravillosas sensaciones que he podido sentir gracias a estos simples
ejercicios, poco a poco me han ido llevando a la conciencia plena de que
realmente nunca dejé de quererla y de necesitarla, y que a los diez años,
cuando me sentí abandonada por ella, sencillamente yo decidí sepultar aquel
amor para que dejara de dolerme lo que yo interpreté como desidia.
Comparto ahora un último fragmento de mi novela, y con todo el amor y
la gratitud que ahora sí puedo sentir, se lo dedico a ella. A aquella mujer de
preciosos ojos azules que me encantaban, que me dio todo lo bonito que
llevaba en su corazón de la mejor manera que supo y pudo hacerlo.

“Gran Canaria
2019

“Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.


Lo único que quiero son los dones de dicha y paz de Dios.”

Tras tomar varias inhalaciones profundas, enraizando con ellas la


sabiduría de lo que acababa de leer, cerró el libro dando gracias y se levantó
de un salto. Se dirigió despacio hacia el extremo del camino parándose frente
a su querido amigo, que permanecía imperturbable más allá del mar.
Hoy pongo toda mi atención en lo único que es verdaderamente
importante: mi felicidad y mi paz mental. La dicha es mi derecho divino, se
repetía sonriendo.
Oteando el horizonte, volvió a ver a la niña de carita de muñeca en su
rincón del balcón, y una vez más la acarició con sus palabras cargadas de
amor.
Estoy aquí contigo, confía…no estás sola…todo tu dolor tendrá sentido
algún día…
Regocijándose al vislumbrar una leve sonrisa en su rostro, de pronto una
vieja imagen irrumpió en su mente. Una escena que llevaba años sin recordar
provocó un súbito vuelco en su corazón, que comenzó a latir con un júbilo
desbordante.
Una superviviente. Una leona fuerte, ágil, sabia y segura de sí, con una
gran cicatriz ya curada en una de sus patas traseras, contemplaba el mar desde
lo alto de un acantilado, igual que lo hacía ella en ese momento. Su cuerpo
entero se estremeció.
¡Kira!
Sentada junto a ella, otra leona bastante más mayor también con antiguas
cicatrices en sus patas, miraba hacia el líquido ondulante. Sara volvió a
temblar, al sentir en su alma el amor inmenso y sagrado que las unía. Un
amor que hablaba de pactos entre almas, de experiencias necesarias
disfrazadas de dolor, y de la certeza de haber cumplido las dos con su
Propósito Divino.
¡Oh, mamá! ¡Gracias! ¡Gracias por todo lo que me diste!
Las dos se sonrieron, y sin mediar palabra se adentraron en el inmenso
azul.
Gracias por todo lo que ha sido. Gracias por todo lo que está siendo…,
se dijo mientras pequeñas lágrimas colmadas de dicha y plenitud rodaban por
sus mejillas”.

Sé que no ha sido la “casualidad” la que me ha llevado tanto en este libro


como en mi novela, a dedicar a mi madre el último capítulo.
Como ese adorno único y especial que reservas para colocarlo en lo alto
de una tarta que te ha llevado largas horas preparar…
Ese “pequeño” detalle que lo transforma todo con su sola presencia…
“Yo te tero mutto, amatito,
te tero y te netetito en mi codazón”

FIN
Bibliografía
- “Un Curso de Milagros” - Foundation for Inner Peace

- “El enigma cuántico. Encuentros entre la Física y la conciencia” -


Bruce Rosenblum, Fred Kuttner

- “Visión cuántica del transgeneracional” - Enric Corberá, Rosa Rubio

- “Metagenealogía” - Alejandro Jodorowski, Marianne Costa

- “Biología de la creencia” - Dr. Bruce Lipton

- “Ay, mis ancestros” - Anne Schützenberger

- “Cuando mi doble cuántico me salvó de mí misma, de la mano de Un


Curso de Milagros” - Olga Casteres O.

También podría gustarte