Está en la página 1de 3

Mitos de la Revolución Mexicana

Lo que no sabías.

¿Zapata era un pobre campesino muerto de hambre?

Aunque la historia oficial ha presentado a Emiliano Zapata como un indio pobre que se
levantó en armas, lo cierto es que era un pequeño propietario, dueño de un pedazo de
tierra para cultivar; tenía sus buenos caballos e incluso, en una ocasión, los ingresos que
ganó por una cosecha de sandías los empleó para comprarse una botonadura de plata para
su traje charro. Le gustaba la comida francesa y el buen coñac.

¿Un millón de muertos?

Se tiene la creencia de que la revolución mexicana tuvo un saldo de un millón de vidas. El


dato no es del todo correcto. El movimiento armado provocó un millón de víctimas, entre
muertos, heridos, desaparecidos y desplazados. De esa cifra, 500 mil muertos fueron
provocados por la epidemia de Influenza de 1918, la hambruna y otras enfermedades y no
por combates. Los hombres que murieron en los campos de batalla no llegaron a ser más
de 100 mil.

El mito de la revolución. Siempre se dijo que el pueblo mexicano “como un solo hombre” se levantó en armas contra
Porfirio Díaz y contra Victoriano Huerta. Hay que decir, que esta afirmación es falsa. La revolución mexicana fue la
suma de distintas rebeliones, muchas de las cuales respondían a motivaciones particulares y regionales. Además, el
periodo más violento de la revolución no fue enfrentando a Díaz o a Huerta, sino cuando los revolucionarios se
enfrentaron entre sí, en una lucha encarnizada por el poder. Los supuestos héroes que se decía lucharon juntos y
unidos, terminaron asesinándose unos a otros, así, Carranza mandó matar a Zapata; Obregón y Calles a Carranza y
Villa; Se dice que Calles mandó matar a Obregón y Calles fue expulsado por Cárdenas.

¿Presidente espiritista?

Francisco I. Madero adoptó con férrea convicción la doctrina espírita desde 1891, y a pesar
de que es más conocido por su vida política, dejó una vasta obra sobre espiritismo: Varios
cuadernos con comunicaciones espíritas; artículos publicados en periódicos como La Cruz
Astral -que el mismo fundó- y que firmaba con los pseudónimos de Arjuna y Bhima;
ponencias que presentó en los Congresos Espiritistas de 1906 y 1908. Comentarios al
Baghavad Gita, una de las grandes obras de la filosofía hindú, que firmó como "un adepto"
y finalmente un Manual Espírita, que circuló cuando era presidente de México pero bajo el
pseudónimo de Bhima.
Por su talento para montar, Zapata era reconocido como charro entre charro

Francisco Villa ¿bandido o luchador social? Villa ha provocado la fascinación de propios y extraños, en su figura se
funden realidad y leyenda: desde un Robin Hood a la mexicana, hasta bárbaro incontenible tipo Gengis Kahn, a genial
estratega del nivel de Napoleón Bonaparte. El Centauro del Norte para unos, el Quinto jinete del Apocalipsis para otros,
el caso es que su revolución fue más allá del bandolerismo. Aunque inculto (aprendió a leer muy tarde), era un hombre
simple que conocía bien las miserias de la gente del campo; creía en el poder redentor de la educación; fue leal con sus
hombres y, bien o mal, actuó acorde con sus ideales. Ah, y también derramó mucha sangre sin el menor
remordimiento…

¿Una constitución de todos los mexicanos? Aunque se dice que la Constitución de 1917 fue un verdadero pacto social,
que consagró los “ideales” de la revolución para “todos” los mexicanos, lo cierto es que fue absolutamente carrancista;
fue hecha por los vencedores. Con su “inmensa” generosidad el propio don Venus señaló: “Hemos logrado triunfar en la
lucha, pero no nos satisface esto únicamente: no queremos ser felices solos, sino hacer partícipes a todos de nuestra
misma felicidad”. Y sin embargo, había un grupo el cual no merecía la anhelada dicha: la “terrible Reacción”. A sus
ojos, los reaccionarios no eran solamente “las clases elevadas de toda la República y los próceres del Capital”, ya en
1917 también lo eran todos los revolucionarios derrotados: villistas, convencionistas y hasta los viejos maderistas que
nunca lo apoyaron. De la lucha zapatista no tenía mejor opinión: “el zapatismo no es reacción ni es nada”. La
Constitución se discutió sin la participación de los vencidos pero sí sobre sus restos.

Tiempo del caos. De 1911 a 1940 la República tuvo dieciséis presidentes. Cuatro fueron restos del naufragio porfiriano.
Los demás surgieron de los campos de la revolución. Ninguno pudo gobernar en condiciones normales. Por momentos,
poder y muerte fueron sinónimos. Una revuelta anunciaba la siguiente. A una traición le seguía otra aun más
sofisticada. El viejo refrán se hizo ley: “quien a hierro mata, a hierro muere”. Los porfiristas dejaron el poder añorando
la “mano dura” del dictador. Los revolucionarios fueron incapaces de cerrar la caja de Pandora y paulatinamente
regresaron a las viejas formas de simulación y control porfirianas creando un sistema antidemocrático alejado de los
principios fundamentales del movimiento iniciado en 1910. Años después, cuando Daniel Cosío Villegas escribió La crisis
de México (1946) y anunció la muerte de la revolución mexicana a manos de su propio régimen, no se equivocó en su
juicio: “Todos los hombres de la revolución mexicana, sin exceptuar a ninguno, resultaron inferiores a las exigencias de
ella”.

También podría gustarte