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ALIMENTARIA (CaLiSA)
Documento de Trabajo Nº 1
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INDICE
1.- Introducción
4.- Conclusiones
5.-Bibliografía
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1.- Introducción
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El proceso de globalización que se está atravesando en esta etapa de la evolución del
capitalismo convierte al mundo cada vez más en un único mercado para todo tipo de
productos, los alimentos entre ellos. Si hay una actividad o “negocio” que tiene el futuro
garantizado, este es el de la alimentación, sin que ello implique necesariamente que en
algunos momentos se produzcan “crisis”, que –a lo largo de la historia- han tenido
diverso tipo de causas y consecuencias en el mundo y en Argentina.
Ese es el marco del diagnóstico en que nos planteamos la transición hacia un modelo de
sociedad más equitativo, donde todos los pueblos puedan decidir sobre su alimentación,
alcanzando la soberanía alimentaria.
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2.- Marco de referencia
La expansión mundial del gran capital va acompañado por acuerdos estratégicos que
involucran a diversos actores económicos, sociales y políticos, lo que le permite incidir
mediante distintos mecanismos en las diversas etapas que atraviesan los bienes de
origen agropecuario desde su producción al consumo. Ello hace que la producción,
distribución y consumo de alimentos incluya en la actualidad a un conjunto de
empresas y agentes ubicados en diversos sectores económicos –y del mundo- que
abarcan desde las industrias proveedoras de insumos, equipos y servicios para la
producción primaria, hasta las diversas formas de consumo. El rol de los Estados no fue
neutro, en los ’80 y ‘90
“… hubo un desmantelamiento generalizado de todas las compañías y agencias
estatales y paraestatales que, por lo menos en teoría, equilibraban los intereses
de los agricultores y la población urbana. Las juntas internacionales de manejo
de mercancías, que tenían intenciones semejantes, fueron desmanteladas
durante estos años. Entretanto, con la creación de la Organización Mundial del
Comercio-OMC y luego con los tratados bilaterales de comercio e inversión, se
impuso un amplio paquete de reglas neoliberales a todos los países del mundo,
lo que instauró una etapa de enorme incremento de la inversión extranjera en
las agroempresas y la globalización de los sistemas alimentarios. El resultado
neto de este proceso fue la concentración de un enorme poder en manos de las
corporaciones transnacionales del agronegocio”. (GRAIN, 26)
En los países del Sur, Argentina incluida, esta oleada de control corporativo implicó:
-que la producción de mercancías agrícolas –alimentos por ejemplo- de grandes
volúmenes, se desplaza a países y zonas donde los costos de producción son
bajos y el apoyo del sector público es importante;
-que los supermercados (Wal-Mart, Carrefour y otros), las compañías de
alimentos elaborados (McDonald’s, KFC), y las procesadoras de alimentos
(Nestlé, Unilever), todos del Norte, se expandieran en los sistemas alimentarios
nacionales y locales;
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-que las transnacionales alimentarias y agroempresariales, con sus cadenas
globales de abastecimiento de comida y de alimentos para animales,
reemplazaron los mercados y los sistemas de producción alimentaria locales
(GRAIN, 27)
El control corporativo de las semillas, está profundamente relacionado con los cambios
experimentados en el proceso de labranza y cultivo; al igual que ocurrió en la
Revolución Verde de los ’60-70, en esta 2ª Revolución Verde o Revolución Biológica,
buena parte del control sobre la agricultura y sobre los agricultores vino de la mano de
las semillas, pues los híbridos y los materiales genéticamente modificados son parte de
un “paquete tecnológico” que incluye fertilizantes y plaguicidas químicos y también una
forma distinta de laboreo del suelo.
Lo observado con las semillas o con la soja, es aún más claro con el comercio de
granos. Cargill, Continental CGC, Archer Daniels Midland (ADM), Luois Dreyfus,
André y Bunge y Born, seis empresas transnacionales- (ET) dominan el mercado de los
principales granos, pero no sólo se dedican a ello, sino que son parte de conglomerados
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que intervienen también en la producción de etanol o biodiesel, productos farmacéuticos
y químicos y un sinnúmero de otras actividades.
Los lácteos suman sus particularidades a este análisis. “El control corporativo sobre el
abastecimiento mundial de leche se ha acelerado en años recientes, junto con la
globalización de la industria. Las veinte compañías lecheras más grandes –entre las
que se encuentran también cinco grandes cooperativas- controlan ahora más de la
mitad del mercado lácteo global (“organizado”) y procesan un cuarto de la producción
global de leche” (GRAIN, 33). Tan solo Nestlé –que no es productora de leche, ni
posee vacas, sino compradora de materia prima- controlaba en 2009 aproximadamente
el 5 % del mercado global, con ventas anuales del orden de los 26.000 mill. De dólares.
A pesar de ello,”… casi todos los mercados de lácteos que sirven a los pobres son
abastecidos por vendedores en pequeña escala que colectan leche de campesinos que
son dueños de unos cuantos animales lecheros” (GRAIN, 29). Lo mismo sucede con las
semillas, ya que los pobres tratan de mantener el control de su patrimonio genético
enfrentando la presión de las ET.
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fines industriales: sobre todo agrocombustibles y alimentos para los animales.”
(GRAIN, 27-28)
Ahora bien, ¿puede decirse que este tipo de transformaciones mejoran la vida en el
Planeta? Dos indicadores sintetizan la respuesta: el número absoluto de pobres es cada
vez mayor; la distribución del ingreso cada vez se concentra más, tal como lo indican la
FAO y el informe de la Organización de las Naciones Unidas-ONU. Esta informa
anualmente sobre la distribución mundial del ingreso, que gráficamente es reconocido
como “la Copa de Champagne”; la población mundial se divide en cinco quintiles, con
más de 1.300 millones de personas cada una, a los que se le asigna el porcentaje
correspondiente a la riqueza global.
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El quintil más rico dispone del 87 % de las riquezas y el más pobre, el 0,9 % de las
mismas”…solo 250 personas…concentraban tanta renta combinada como los 44 países
de menores recursos económicos, y como los 2500 millones de personas más pobres del
mundo”, y esa concentración iba en aumento. “En modo alguno suscribimos a la idea
de que todo se mide y resuelve con dinero, que el problema humano se reduce a la
pobreza material, y mucho menos que ésta sea la única o principal pobreza. Sabemos
de otras pobrezas…” (Capalbo, 43-47). Relacionando estos valores con los de
Argentina, puede apreciarse que la situación es sustancialmente más equitativa en
nuestro país, aunque la concentración de la riqueza es importante y sigue en aumento.
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agrícolas necesarios para llevarla a cabo, y de la producción de algunos alimentos a
través de procesos artesanales de transformación/conservación. La unidad o
explotación agropecuaria-EAP pasa rápidamente de una posición de relativa autonomía
a otra de interdependencia cada vez mayor con otros sectores de la economía, que
condiciona la producción a obtener y la tecnología a emplear; quién, qué, cómo y para
quién produce depende cada vez menos de los productores agropecuarios.
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responder a las demandas de determinados mercados, pero no es tan sencillo para las
empresas elaboradoras o comercializadoras de alimentos, cuya materia prima, además,
es perecedera.
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desverticalizan y “deslocalizan” sus producciones en territorios y países incluso
distantes; las cadenas globales de valor-CGV tienden a constituirse en la organización
que sustenta esta forma de comercio; lentamente, las estructuras de mercado van
pasando de un modelo “ofertista” –vendo lo que produzco- a otro más orientado por
“demandas segmentadas”.
-cada una de estas etapas, ya no se relaciona con la/s siguiente/s a través de mercados,
donde múltiples oferentes y demandantes pujaban entre sí sobre la base de productos
mínimamente estandarizados; estos actores cada vez se vinculan más entre sí a través
de relaciones contractuales que establecen especificaciones cada vez más precisas.
-el agro dejó de ser un “proveedor” de alimentos -o insumos para la producción de los
mismos, pasando a ser un proveedor de recursos renovables de origen biológico para la
industria alimenticia, para la producción de agrocombustibles –de maíz, soja, caña de
azúcar- y de biomasa para otras actividades industriales. No solo eso, ampliando e
integrando la mirada, se comienza a reconocer la multiplicidad de servicios
ecosistémicos aportados o que podría aportar, su capacidad de generar trabajo digno y
también su contribución a modelos de desarrollo más inclusivos y democráticos.
-los avances tecnológicos atenuaron restricciones que tenía el sector primario como
consecuencia de las condiciones ecológicas y estructurales, pero también parte de su
grado de libertad, que se manifestaba a través del poder de decisión acerca de qué y
cómo producir. La unidad de explotación pasa a constituir un eslabón más de una
cadena productiva que decide de acuerdo a los intereses de sus núcleos decisorios,
generalmente situados en la etapa industrial, de exportación y/o los supermercados.
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-la universalización de los alimentos sobre la base de un número acotado de bienes,
cuyos parámetros productivos se han extendido en las últimas décadas; casos
paradigmáticos de estas tendencias son las cadenas de comidas rápidas, con menús
uniformes en una amplia gama de países, de culturas y sistemas productivos. Ejemplo
de lo expuesto es: el reconocimiento de marcas universales para algunos productos
(galletitas, gaseosas, hamburguesas, salchichas, etc.); demanda diferenciada por
segmentos de ingresos, cultura y/o demandas ligadas a la salud, ajustando la oferta a
gustos locales y/o la tendencia, para segmentos más sofisticados.
Comprender la lógica del funcionamiento de este tipo de procesos hizo que distintos
autores desarrollaran conceptos posteriormente adoptados en su análisis: agroindustria;
complejo agroindustrial (CAI); Sistema Agro Alimentario -SAA o Agroindustrial- SAI,
se encuentran entre los más difundidos. Su correlato a nivel de Argentina, son el
Sistema Agroalimentario Argentino y los Complejos Agroindustriales que lo componen.
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Siguiendo a Barraclough (citado por Teubal y Rodríguez, 2002) se entiende como
Sistema Agroalimentario, “…el espacio socioeconómico que incluye la producción
agropecuaria y la comercialización, procesamiento industrial y distribución final de
alimentos”; o bien sucintamente: “la red de relaciones que se gestan en torno a la
producción y el acceso a la alimentación”. Este espacio abarca en su totalidad el
proceso de transformación técnica de los productos agropecuarios, desde la semilla y
oros insumos a la mesa del consumidor, así como “el conjunto de agentes económicos
y sociales y las relaciones de éstos en cada una de las etapas del proceso de
transformación, articulándose entre s su y/o con agentes que participan en otras etapas
del sistema…los sistemas de soporte o infraestructura” (Teubal y Rodríguez, 2002)
entre los que se destacan: el educativo; el científico –tecnológico, el financiamiento
(bancario o no), los mecanismos e instrumentos de regulación de la comercialización,
del trabajo, de las exportaciones e importaciones.
El SAM y por lo tanto también los Sistemas Agroalimentarios –SA- propios de cada
país, incluyen una amplia variedad de actividades, tanto por los productos generados,
como por la forma en que son obtenidos: desde productos artesanales a otros resultantes
de la aplicación de paquetes tecnológicos “de punta”; desde producciones extensivas
para la exportación, hasta otras intensivas para el mercado interno; desde productos con
mínimo grado de transformación hasta alimentos con profundas alteraciones
industriales. A ello se agregan diferencias sectoriales y regionales, entre los complejos,
y entre las etapas y actores que conforman cada uno de ellos.
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Por lo tanto, tratar a todos y cada uno de los Complejos como si fueran una unidad
homogénea, implicaría asumir una similitud de objetivos e intereses entre sus
integrantes que no se corresponde en absoluto con la diversidad e incluso conflictividad
existente entre actores de las distintas etapas e incluso de la misma etapa.
“En el análisis de los CAI existen etapas principales y etapas accesorias; las
articulaciones entre las diversas partes del complejo pueden depender de la
existencia de estructuras monopólicas u oligopólicas en sectores clave del
complejo con poder de determinación, siendo el “núcleo”, en el caso de que éste
exista, el de mayor poder de determinación. El poder se podrá ejercer
controlando el acceso: al capital productivo, a las condiciones de realización de
la producción o al financiamiento necesario para adquirir los recursos físicos
y/o vender el producto…(la)…mayor coordinación por parte de la empresa
industrial contribuye a una maximización de sus ganancias; cuanto mayor es la
integración vertical, consideran a ésta como parte de un proceso, mayor será la
generación y apropiación de excedentes económicos en el interior del complejo
por parte de su “núcleo”. Para ello el núcleo debe introducir una serie de
mecanismos de articulación que coadyuvan a lograr aquella coordinación e
integración vertical tan necesitada” (Teubal y Rodríguez, 2002)
Al igual que en otras actividades, los alimentos van configurando tramas o entramados
de cobertura global (analizados bajo diversos conceptos: redes, cadenas, cluster),
optándose en nuestro caso por una generalización simplificadora del análisis:
consideramos a las “cadenas” como forma prevaleciente de organización de cada
complejo, donde cada eslabón se asimila a una etapa en el proceso que organiza
desde la producción de materia prima hasta el consumo familiar.
De esta forma, tienden a configurarse cadenas globales de valor -CGV en las cuales se
insertan las actividades productivas, tanto de insumos para alimentos, como de
alimentos terminados, y/o insumos industriales de origen biológico. A grandes rasgos,
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la suerte de cada eslabón local (grandes o pequeños productores; proveedores de
insumos, industrias, etc.) depende no sólo de sus conductas individuales (y locales),
sino también de la evolución del conjunto de tales redes (por lo general, de cobertura
nacional e internacional).
Las asimetrías que el modelo económico global acentuó en el SAA abarcaron a actores
de todas las etapas de los complejos, unidades de producciones agrarias, industriales y
comerciales, en lo que tuvo que ver su discriminación negativa en cuanto al acceso al
financiamiento y su menor poder de negociación en los mercados de insumos y
productos. No es de extrañar entonces que estas pequeñas y medianas unidades hayan
sido absorbidas –adquisiciones, fusiones, joint ventures, estrategias de mercado
favorables a la concentración- por otras mayores, muchas de ellas extranjeras; nada
distinto por otra parte a lo que ocurrió en otros lugares del mundo.
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Figura Nº 2.- Expansión histórica de la soja en Argentina. 1 punto 350 ha.
“Al observar el proceso en todo el agro vemos como la devaluación (del año 2002)
consolidó la posición relativa de los capitales más concentrados de la agricultura,
generalmente asociados con la exportación. Esta tendencia se vio reflejada en la
acentuada brecha generada con los productores medianos empobrecidos y pequeños no
capitalizados y referida a la presencia creciente de capitales financieros ajenos al
quehacer agrario tradicional…Si a estas conclusiones le agregamos los datos de los
CNP (Censos Nacionales de Producción ) de 1999 y 2001, se evidencia una caída en
la ocupación del sector de 430.000 personas y un aumento sensible de la pobreza y la
indigencia entre la población rural…Este panorama general tiene ejemplos destacados
en los circuitos del tabaco, vid, el algodón, el azúcar y el olivo” (Rofman et al.: 101-
102)
En términos relativos lo que sucedió con los productores primarios fue menos drástico
que lo ocurrido en otros sectores de la economía, pero no dejó de ser dramático: entre
1988 y 2002 el número de explotaciones disminuyó el 20, 4 % (pérdida de 85,4 miles),
siendo particularmente llamativo lo ocurrido en la Región Pampeana, donde la
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expansión en la producción de granos fue acompañada por el incremento en la
superficie media y la disminución del 30,2 % en el total de EAPs.
Las dos caras del modelo quedan reflejadas por la persistencia de estructuras y políticas
que explican la continuidad de algunas tendencias, como lo manifiestan los datos
precedentes y por “boom sojero” que se manifiesta entre los años 2001 y 2008; este
último es calificado como “…extraordinario en lo referido al crecimiento de las
hectáreas sembradas, la producción y los aumentos de la rentabilidad global, aspectos
que contrastan con la mayor crisis económica y social de la historia de nuestro país,
manifestada en toda su dimensión entre los años 2001-2003…Al devaluar la moneda en
el año 2003, se triplicaron en un solo año los ingresos globales del sector…” (Pierri:
87)
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sectores existentes en el país en 1993, el 56 % eran de capital extranjero, proporción
que pasa al 68 % en el 2008. De las 500 grandes empresas existente en 1993, 292
exportaban desde Argentina y de ellas el 51 % (148) eran de capital extranjero; en 2003
–post devaluación y cambio de las políticas macroeconómicas- el 70 % (351) de las
grandes empresas exportaban, y de ese total el 71 % era de capital extranjero. (Sánchez,
2011) El proceso de “extranjerización” de las tierras aptas para la producción agraria
fue, en términos relativos, menos intenso que el ocurrido a nivel de la industria y los
servicios. Esta apreciación sin embargo podría variar si se incluyen la totalidad de las
tierras del país, entre ellas las múltiples concesiones efectuadas a las ET mineras.
Dejando de lado algunas de las políticas de aquel extenso período, todavía en el primer
semestre del 2009 la distribución del ingreso en Argentina dejaba mucho que desear. El
20 % de la población más rica (8 millones de habitantes), se quedaba con el 53 % de los
ingresos, mientras que el quintil más pobre (32 mill. de habitantes) sólo participa con el
47 %; los primeros poseían un ingreso medio anual de 19.875 dól./hab./año, y los
segundos de 4.406 dól/hab./año. En el mismo período, la población pobre del país era
del 12 % (4,8 mill. de personas), o del 31, 4 % (12,4 mill. de personas) según se tomara
como referencia el INDEC o la Consultora Ecolatina, que evidentemente tomaron
criterios distintos para el análisis. (Sánchez, 2011).
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importantes de conflictividad y en todos los eslabones de las cadenas- actores con
distinta dotación de recursos, dinámicas y perspectivas.
Las luchas por permanecer o acceder a la tierra, al agua y a los servicios ligados a
modelos más respetuosos del ambiente y la vida; las múltiples experiencias de
producción y comercialización alternativa desarrollados por los distintos tipos de
agricultores familiares; las redes de producción-comercialización que acercan
productores directos y consumidores con criterios de “comercio justo”; las
agroindustrias asociativas, etc. son algunos ejemplos que cuestionan y proponen
alternativas a lo que constituye el modelo hegemónico de producción y consumo.
En este punto se presenta una síntesis de los resultados obtenidos por la CEPAL para
las Cadenas Agro Alimentarias (CAA) analizadas, cuyos detalles -en términos de
actividades y variables -se presentan en el Anexo II de ese estudio. De acuerdo a la
metodología adoptada, se identificaron 31 cadenas agroalimentarias, calculando que en
total: generan un Valor Agregado (VA) mayor a $113.000 millones de pesos;
exportaciones por casi $27.000 millones de dólares y más de 1.800.000 puestos de
trabajo, 11 % de la PEA nacional (Cuadro 1). Estas cadenas de valor representan el 15%
del Producto Interno Bruto-PBI y explican el 48% de las exportaciones totales del país.
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De todos modos no debe perderse de vista la necesidad de consistencia en la medición y
sus posibilidades de relativización. Esto hace que esta sección, si bien brinda una amplia
desagregación sectorial y geográfica a través de un corte transversal a la tradicional
CIIU, mantiene los principios del sistema de cuentas nacionales, de modo de poder
relativizar cada una de los resultados respecto al PIB.
De acuerdo a su VA se observa que las tres principales cadenas -Soja, Carne Bovina y
Leche- aportan la mitad de lo generado por todas las cadenas cuantificadas. Las dos
segundas, consideradas en conjunto, apenas alcanzan el aporte de la primera. Luego,
hay un segundo grupo con pesos de entre 4% y 5% del total: Trigo, Maíz, Uva, Cebada,
Pollo y Forestal. Este subconjunto de cadenas acumula el 80% del VA agroalimentario.
Analizando el VBP es posible contar con un dato más cercano al “volumen de negocio”
(facturación) que está detrás de cada una de las cadenas; a efectos de disminuir los
problemas de duplicación que contiene, se puede se consideran a nivel de los tres
principales eslabones de cada una: primario, manufacturero y servicios. Con este
esquema, es posible apreciar que del total de los ingresos brutos-IB generados en las
cadenas, la producción primaria aporta el 37% del total de los ingresos, valor que es
superado por 12 de las 31 CAA cuantificadas. Tanto Carne Bovina como Soja se
posicionan por encima de dicho promedio relativo; en Leche, el eslabón industrial es
el que genera la mayor proporción de los ingresos.
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3.2.- Los principales eslabones de las cadenas
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En términos de VA, las actividades primarias (las vinculadas con el “campo”, sean
agrícolas o pecuarias) son las que mayor volumen aportan con el 58,4% del total
estimado para las 31 cadenas, lo cual implica más de 66 mil millones de pesos en el año
2007. “En segundo lugar se posicionan las tareas industriales, que generan el 27,2%
del VA total. El transporte de carga se posiciona como tercera actividad en
importancia, a la hora de agregar valor en la cadena (4,3% del total); mientras que,
por su parte, las tres etapas proveedoras de insumos y servicios a la producción
primaria (servicios agrícolas, producción de semillas y agroquímicos) aportan, en
conjunto, el 8,2%. Por último, el empaque de frutas y hortalizas genera casi el 2% del
valor agregado total por las CAA.” ((Lódola, et al: 65). Los servicios de empaque se
destacan por su generación de puestos de trabajo, ya que aportan en ese rubro más del
doble (8,8%) de lo que participan en la facturación de las cadenas agroalimentarias.
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En la misma forma en la que se lo hizo para cada una de las cadenas, a través de la
relación VA y VBP, es posible contar con una aproximación a la generación de valor
de cada eslabón de la cadena. “Es así que mientras la industria alimenticia agrega 24
pesos por cada $100 de producción, la producción primaria, servicios agrícolas y
semillas incorporan 67, 74 y 79 por cada 100 de valor de producción. Ello es
equivalente a decir que, por cada $100 de ingresos, los servicios agropecuarios y las
semillas son las actividades que mayor proporción destinan a la retribución de factores
productivos, seguidos de cerca por la producción primaria.” (Lódola, et.al: 60)
Sin embargo, no sólo se agrega valor a medida que el producto pasa de eslabón en
eslabón a lo largo de una cadena, sino que también se puede agregar valor en el mismo
eslabón; es decir que dentro de la etapa primaria transformar un producto, como por
ejemplo el Maíz, en otro, como puede ser la Carne Bovina, implica agregar valor dentro
del mismo eslabón sin pasar a otra etapa de la cadena.
Uno de los aspectos donde más notorios han sido las transformaciones del SAM y del
SAA es en la localización de las actividades productivas, especialmente la primaria,
debido sobre todo al acelerado proceso de expansión de la producción de soja. Las
modificaciones experimentadas por las diversas cadenas en los últimos años abarcan
todas sus etapas, por lo que es necesario efectuar una lectura actualizada de la
estructura productiva de las provincias y regiones. Con ese propósito, Lódola, Brigo y
Morra (2010) estudian: a) la concentración geográfica de las cadenas y la localización
de del eslabón primario y manufacturero; b) la incidencia de las CAA en los productos
brutos geográficos-PBG de las provincias, para conocer el impacto de cada una.
1.- Índice más bajo o grupo de menor concentración: en el Gráfico 8 va desde Sorgo
hasta Maíz, e incluye a Soja y Carne Bovina las dos principales cadenas
agroalimentarias: ambas poseen un importante peso en Bs. Aires, Santa Fe y Córdoba,
pero también se encuentran en otras provincias. La CAA Soja, por ejemplo, está en
otras provincias pampeanas -Entre Ríos y La Pampa- y tiene relevancia en Catamarca,
Chaco, Salta y Sgo. Del Estero donde resulta ser la que mayor valor agregado genera;
sin ser la principal cadena, pero aportando más del 10% del VA agroalimentario,
también está presente en Tucumán, San Luis y Formosa.
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A su vez, la CAA Carne Bovina es la principal cadena en Corrientes, Formosa, La
Pampa y S. Luis, siendo también muy importante en Catamarca, Chaco y S. del Estero.
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-cuando se contrasta el VA total generado por las CAA en cada provincia con el
respectivo PBG provincial, se obtiene el peso de las CAA en cada una de ellas.
-Entre Ríos es la provincia “más agroalimentaria” –relacionando el VA total generado
por las CAA con el respectivo PBG provincial- puesto que allí el 46% del PBG se
encuentra explicado sólo por las cadenas Soja y Pollo- que, en conjunto, participan en
casi la mitad del VA agroalimentario provincial. En segundo lugar se ubica La Pampa,
donde la cadena de Carne Bovina participa en el 40% del VA agroalimentario.
Por encima del total nacional, se encuentran Santa Fe y Córdoba, otras con tradición
agroalimentaria (Mendoza, Río Negro y Tucumán), y finalmente las provincias del
norte: Corrientes, Santiago del Estero, Chaco y Salta. En tercer lugar, se encuentran
provincias donde las CAA tienen poco peso en su PBG: en T. del Fuego, Santa Cruz y
Chubut, sólo tiene relevancia la cadena Ovina; en Neuquén Peras y Manzanas.
Las 31 CAA consideradas generan una demanda de empleo cercana a los 1,9 millones
de puestos de trabajo, el equivalente al 11% de la Población Económicamente Activa-
PEA de Argentina en 2007; este valor es un tercio aproximadamente del calculado en
2003 por Llach el al, momento en que recién comenzaba el ciclo de crecimiento que el
país vivió entre 2003-2008. El volumen de empleo total generado por cada una de las
actividades productivas y en cada una de las etapas de las mismas, destacan
elementos fundamentales para planificar una estrategia de desarrollo nacional.
Según se puede observar, las cadenas que demandan mayores volúmenes de mano de
obra son: Carne Bovina, Soja Leche, Pollo, Peras y Manzanas, Uva, Forestal y Trigo.
Sólo ocho de las 31 cadenas consideradas requieren el 58% del total de mano de obra
y reúnen más del 70% del VA del total de las mismas. “Esta concentración resulta
razonable cuando se considera que el tamaño de cada una de las cadenas define el
volumen de demanda de mano de obra” (Lódola, Brigo y Morra……). El tipo de
estimación realizada no permite discernir qué proporción de los empleados de cada
cadena son permanentes o transitorios, ni tampoco el grado de cumplimiento de la
legislación laboral en las distintas categorías de trabajadores.
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Relacionando demanda de empleo con la generación de VA para cada una de las CAA,
surge que la elasticidad-empleo del total de las CAA es de 0,69 (inferior a la registrada
para el promedio de la economía que se sitúa en 1,15); lo cual significa que por cada
incremento del 1% en el VA del total de los encadenamientos el empleo relacionado a
los mismos registra un aumento del 0,7%. En términos de los valores estimados para el
año 2007: un aumento del VA de $1.000 millones sería capaz de generar 13.000 puestos
de trabajo, es decir un puesto por cada 77.000 $ de Valor Agregado.
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Cuando el nivel de intensidad laboral de las CAA se relaciona con el existente en otras
ramas de la economía, puede verse que, si bien las CAA poseen menor nivel que el
promedio de ésta, superan al conjunto de actividades productoras de bienes.
Las exportaciones de las CAA alcanzaron en 2007 los US$ 26.700 millones, 48% del
total nacional. Al analizar las exportaciones según los diferentes eslabones, surge que
la parte primaria implica un 35% de las ventas externas totales de las cadenas, mientras
la industria manufacturera y el empaque representan el 65% restante, confirmando un
cierto grado de procesamiento industrial en las exportaciones de Argentina.
Ahora bien, cuando la unidad de análisis deja de ser una actividad económica per se,
para transformarse en la suma de actividades contempladas a nivel de una cadena, los
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diferentes eslabonamientos que se producen entre las mismas comienzan a generar que,
además de la inserción externa que una cadena posee - en términos de exportación sobre
VBP-, sea también de relevancia la forma o calidad en la cual dicha inserción se
produce, considerando que no es lo mismo tener un alto grado de inserción externa por
exportar productos primarios que por hacer lo propio con productos de mayor valor
agregado, como los procedentes del procesamiento industrial de las materias primas.
Las exportaciones representan el 27% del valor de producción, es decir que unas dos
terceras partes de la inserción externa responde a los eslabonamientos industriales;
puede decirse que la inserción externa de las CAA tiene cierta generación de valor
agregado detrás, aunque seguramente se puede avanzar mucho en el tema.
Nueve CAA superan ese promedio general (27%), siendo las más expuestas a los
bruscos cambios –“volatibilidad” según algunos autores- del comercio mundial: Miel,
en primer lugar y con más alto grado de dependencia; Maíz, Te, Soja, Trigo, las cuales
destinan alrededor de la mitad de su producción al exterior; y por último, Maní, Olivos,
Sorgo y Ajo, que venden entre un 35% y 40% de su producción a otros países.
Analizando la forma de la inserción externa de cada una, en cinco de éstas, el eslabón
primario es el que determina el nivel de inserción. Para Miel y Sorgo en forma
exclusiva, mientras que para Maíz existe un mínimo aporte de la etapa industrial y en
Trigo y Maní la etapa primaria genera más del 80% de la inserción externa.
4.- Conclusiones
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locales y los circuitos cortos de producción-consumo, aún cuando son notables los
cambios en los patrones de consumo de aquellos sectores que tienen la posibilidad de
acceder a una alimentación adecuada. El modelo generalizado de elaboración de
comida en el hogar, sobre la base de alimentos semi-elaborados, se va reemplazando
por alimentos pre elaborado, comidas rápidas y sistemas masivos de abastecimiento. A
la vez, se incrementan nuevas demandas segmentadas
Sumado a ello, crece la influencia de las corporaciones sobre los ámbitos de decisión
política y científica de los Estados y la presión sobre los recursos naturales, como
consecuencia de la demanda (actual y futura) de alimentos y otras materias primas. La
“crisis civilizatoria” –climática global, financiera, alimentaria, energética- que está
atravesando el Planeta no es ajena al ejercicio de esos poderes, que inciden directa o
indirectamente en la alimentación, la vida y cultura de los pueblos.
La crisis alimentaria que “explota” a partir del 2008, hace evidente que el Sistema
Alimentario Mundial no está preocupado por la alimentación de todos. En forma
creciente el lucro de unos pocos se impone sobre las necesidades de las mayorías,
poniendo en riesgo la alimentación y la vida en el Planeta; más allá de las declaraciones
de propósitos, los alimentos constituyen una mercancía más. El 15 % de la población
mundial sufre hambre, cuando se producen alimentos suficientes para alimentar a todos;
simultáneamente avanza el acaparamiento de los bienes básicos para la producción –
tierra, agua, biodiversidad- conjuntamente con la concentración de los alimentos
obtenidos, su manufactura y comercio.
Si bien se consideran los valiosos antecedentes aportados por los estudios realizados
sobre todo desde los ’90, el Documento de Trabajo se sitúa –como una fotografía
instantánea- en el Sistema Agroalimentario Argentino-SAA en el año 2007, tomando
como referencia un trabajo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe-
CEPAL. El mismo considera los eslabones principales de las 31 cadenas estudiadas,
responsables del 11% de los puestos de trabajo, el 15% del producto interno bruto y el
48% de las exportaciones nacionales.
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Bovina y Leche, con el 14% y 12%, respectivamente. Si este cálculo además se
refiriera a la superficie destinada a cada actividad, la cadena de la leche, de algunas
producciones regionales, las de las frutas y hortalizas demostrarían un
considerablemente mayor valor agregado por unidad de superficie.
Los cálculos realizados permiten contar con un mapa actualizado sobre la agregación
de valor a la producción primaria, provincia por provincia. Así, se observa que la
“pampeanización” en general del agro nacional y más específicamente su “sojización”,
hace difusos los límites entre lo “pampeano” y lo “extra pampeano”.
31
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