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El rey del tomate

Ocurre muy pocas veces que un ser vivo crece y crece sin parar. La primera fue

una hormiga que, en la era de los dinosaurios, creció y creció hasta hacerse más

grande que todos ellos. La gigantesca hormiga campaba a sus anchas sin temor,

pues sus pinzas eran tan grandes que hasta los tiranosaurios se asustaban y salían

corriendo al verla. Yo también me asustaría.

También le ocurrió a una vaca. La vaca creció tanto que, para alimentar su

barriga, se tragaba praderas enteras llenas de hierba. Toda esa hierba la digería en

su tripa y luego hacía lo que hacen las vacas: soltar boñigas y tirarse pedos. Los

de esta descomunal vaca eran tan grandes que formaban nubes tóxicas a su

alrededor. Por eso la vaca vivió siempre sola; nadie nunca se le acercó.

La tercera y última vez que algo creció sin parar fue un tomate. Un tomate que

comenzó a engordar y hacerse grande. Pronto alcanzó el tamaño de una sandía y


luego el tamaño de un elefante y luego… más grande todavía. El tomate se hizo

muy famoso y todos hablaban de él:

-¡Qué curioso! ¡Qué tomate extraordinario! ¡Qué rareza! Es una maravilla de la

naturaleza.

La existencia de este singular tomate llegó hasta los oídos de un malvado rey que

decidió viajar hasta donde se encontraba el tomate. Al verlo, el rey exclamó:

-¡Fabuloso! ¡Este sí es un tomate excepcional! ¡Un tomate digno de un rey! Ya

sé. ¡Traedme una escalera! Me subiré al tomate y reinaré sentado sobre él. ¡Será

mi trono para siempre!

Y así fue. El rey se subió al tomate y desde allí reinaba aunque lo hacía muy mal,

porque imponía castigos sin ton ni son y se quedaba con montones de comida

solo para sus fiestas de palacio.

Pronto tuvieron que hacerle al rey una escalera más grande, porque el tomate

seguía creciendo. Su piel se ponía cada vez más y más tensa, hasta que un día,

cuando el rey llegó a lo más alto del tomate y se sentó, pinchó sin querer la roja

piel del tomate con su espada y el tomate explotó como un globo gigante

¡PLUUUUMMMMMMM!

El rey gritó del susto a la vez que salía disparado hacia el espacio como un

cohete, desapareciendo por encima de las nubes. El malvado rey nunca volvió y

nadie sabe dónde llegó, ni si está vivo o ya murió.

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