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Ejercicio 1

El porche.
Fragmento.

Herman Melville.

cuando me trasladé al campo ocupé la anticuada casa de una granja casa que no tenía porche
deficiencia ésta más de lamentar porque no sólo me gustan los porches que de alguna manera
combinan la comodidad de los interiores con la libertad de los exteriores siendo muy placentero el
examinar allí el termómetro sino que la región es tan bella que en época de bayas ningún muchacho
trepa colina o cruza cañada sin tropezar con caballetes asentados en todos los rincones así como
pintores ennegrecidos por el sol un verdadero paraíso de pintores el círculo de las estrellas está
cortado por el círculo de las montañas al menos así parece desde la casa aunque una vez en las
montañas ningún círculo de éstas puede verse de haberse elegido el solar ochenta pies más allá no
existiría ese anillo encantado

la casa es vieja hace setenta años en el corazón mismo de las colinas hearth Stone tallaron la cava o
piedra sagrada a la que cada día de acción de gracias los peregrinos solían ir ocurrió esto hace tanto
tiempo que al cavar para los cimientos los obreros usaron layas y hachas en su lucha contra los
trogloditas de aquellas partes subterráneas raíces vigorosas de un bosque vigoroso situado en lo que
hoy es un largo declive de prados adormilados que van descendiendo desde mi macizo de amapolas

Referencia
Herman, M. (1856). El porche. Fragmento. Literatura

Ejercicio 2
La carta robada.
Fragmento.

Edgar Allan Poe.

me hallaba en parís en el otoño de 18… una noche después de una tarde ventosa gozaba del
doble placer de la meditación y de una pipa de espuma de mar en compañía de mi amigo c
auguste Dupin en su pequeña biblioteca o gabinete de estudios del número 33 calle dunot
Saint– Germain llevábamos más de una hora en profundo silencio y cualquier observador
casual nos hubiera creído exclusiva y profundamente dedicados a estudiar las onduladas
capas de humo que llenaban la atmósfera de la sala por mi parte me había entregado a la
discusión mental de ciertos tópicos sobre los cuales habíamos departido al comienzo de la
velada me refiero al caso de la calle morgue y al misterio del asesinato de marie Rogêt no dejé
de pensar pues en una coincidencia cuando vi abrirse la puerta para dejar paso a nuestro viejo
conocido g… el prefecto de la policía de parís

lo recibimos cordialmente pues en aquel hombre había tanto de despreciable como de


divertido y llevábamos varios años sin verlo

como habíamos estado sentados en la oscuridad Dupin se levantó para encender una
lámpara, pero volvió a su asiento sin hacerlo cuando g… nos hizo saber que venía a
consultarnos o mejor dicho a pedir la opinión de mi amigo sobre cierto asunto oficial que lo
preocupaba grandemente

Referencia
Allan. E. (1844). La carta robada. Fragmento. Literatura

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