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TEXTOS INTRODUCTORIOS
TEXTOS INTRODUCTORIOS
Los textos introductorios son los textos con los que se comienza un libro y su función
principal es presentar a la obra y al autor.
Es el precedente al cuerpo del libro y puede ser escrito por el autor, editor o algún
tercero que tenga conocimiento del tema que ocupa al libro.
Sirven para ubicar al lector sobre el tema a ser desarrollado. Muchas veces los
títulos de los libros y la contraportada no dejan claro del todo el tema central de
la obra.
Dan cuenta de las razones o motivos que llevaron al escritor a desarrollar el libro,
así como su fin con el mismo.
4- Señalan las fuentes de información
Indica qué fuentes y autores sirvieron de soporte para la obra. Aunque esto se
detalla exactamente en la bibliografía.
Algunos autores modifican sus obras edición tras edición, los textos introductorios
muestran qué partes han sido modificadas y por qué.
Sirven igualmente para resaltar el trabajo de personas que, aunque son no son
autores directos, han ayudado para la realización de la misma.
Una de las premisas de los textos introductorios es ser atractivos y simpáticos para
atrapar al lector definitivamente.
Casi todas las obras o libros tienen textos introductorios, estos están estructurados
para que el lector tenga una idea básica del tema y motivarlo a continuar con
la lectura.
Aunque los textos introductorios tienen una estructura y fines comunes se les puede
ubicar concretamente con varios nombres, ellos pueden ser: prólogo, prefacio,
estudio preliminar, presentación e introducción.
La idea central de todos ellos es presentar un breve resumen del contenido principal
de la obra. Aunque los términos presentados no son sinónimos pueden contar como
textos introductorios. La mayoría de los textos introductorios cuentan con la
siguiente estructura:
Título: es la parte externa y visible del libro. Los títulos se refieren al contenido e
intentan resumirlo.
Resumen: el resumen es uno de los mejores ejemplos de texto introductorio, en él
se abrevia y precisa el contenido de la obra. Los resúmenes no pueden usarse para
interpretar, analizar o criticar la obra o el escritor. Las editoriales suelen exigir
resúmenes no muy largos, se estiman entre uno y dos párrafos para el mismo.
Prólogo
El término viene del griego “pro” que significa “antes”, “hacia”, “en favor de”, y “lógos”
que quiere decir “discurso”, y es el espacio con el que cuenta el autor para poner a
su lector en la disposición adecuada para el correcto abordaje del tema a tratar.
1- Sobre el nombre
Por otra parte, es más común el término “Prólogo” en libros académicos, obras de
gran volumen o de autores más consagrados.
El término “Introducción”, al que pareciera dársele un significado más recatado, lo
utilizan autores nóveles, o en obras de menor complejidad o envergadura; también
se utiliza más en documentos científicos o de investigación.
2- Sobre la ubicación
El prólogo siempre se ubica entre las primeras páginas del libro. Generalmente, es
la primera hoja que aparece luego del índice. En cualquier caso, tiene que estar
antes del comienzo de la obra propiamente dicha.
3- Sobre la cantidad
La mayoría de los libros tienen un solo prólogo. Sin embargo, se podrán encontrar
libros muy famosos que, en cada reimpresión o reedición, se le agrega un prólogo
nuevo, generalmente escrito por algún personaje de relevancia en el tema.
Se encontrarán de esta forma libros con el prólogo original que tuvo la primera
edición y uno, dos o más prólogos adicionales agregados posteriormente.
Por ejemplo: los cuentos de Lewis Carroll con prólogo de Jorge Luis Borges para el
mercado latinoamericano.
4- Sobre la extensión
La idea es que, leyendo el prólogo, el lector sepa dónde está ubicado para dar
comienzo a la lectura: desde qué ángulo se abordará el tema, qué aspectos se
tomaron o no en cuenta, el espacio cronológico o la ubicación geográfica dentro de
la que se desarrollará la historia, etcétera. Para explicar esto, no son necesarias
demasiadas páginas.
5- Sobre el autor
El prólogo puede estar escrito por el propio autor de la obra, donde expondrá las
motivaciones que lo impulsaron a escribirlo y, como ya explicamos, el punto de vista
desde donde abordará el tema en cuestión.
Pero también puede estar escrito por un tercero que no intervino en la redacción de
la obra, pero que es un experto, un estudioso, un conocedor o un entusiasta del
tema que se desarrolla en el libro.
En estos casos, esta persona es invitada por el autor o por la editorial a escribir el
prólogo con la intención de darle mayor relevancia y categoría a la obra o dar a
conocer al autor, ya que, un experto en la materia que accede escribir el prólogo de
un libro, es un aval de que el libro es bueno y esto apuntala al autor.
6- Sobre la redacción
El prólogo permite una redacción un tanto más ligera y personal si está escrita por
el propio autor de la obra.
En los casos en que hay más de un autor, por ejemplo, un equipo de investigación,
el prólogo es menos personal, la redacción es más indirecta, incluso puede estar
redactada en tercera persona.
En los casos en los que el autor del prólogo no es el autor del libro, el prólogo se
centra más en la temática; el prologuista pone en evidencia sus conocimientos sobre
el tema y finalmente, ensalza al autor como un importante aporte al tema en
cuestión.
7- Sobre la estructura
Objetivo de la antología
Contexto histórico
Así que, si bien el prólogo será lo primero que verá el lector, es lo último que
redactará el escritor.
9- Sobre la función
Ya se dijo que el prólogo tiene como función principal explicarle al lector lo que
contienen las siguientes páginas de la obra (función “explicativa”).
Pero el prólogo puede llevar otras intenciones como por ejemplo comparar la obra
presente con otras anteriores, explicar sus diferencias, argumentar por qué fue
escrita de una forma y no de otra o incluso, el prólogo puede servir como el
comienzo de una historia.
Se puede decir entonces que el prólogo puede tener una función “inspirativa”
(cuenta qué lo inspiró a escribir la obra) o “comparativa” (hace referencia a otras
obras o autores).
Es decir, muchísimos libros no tienen prólogo y eso no significa un error, una falta,
ni un aspecto que le quite méritos o calidad a la obra.
Ejemplo:
Kafka nació en el barrio judío de la ciudad de Praga, en 1883. Era enfermizo y hosco:
íntimamente no dejó nunca de menospreciarlo su padre y hasta 1922 lo tiranizó. (De
ese conflicto y de sus tenaces meditaciones sobre las misteriosas misericordias y
las ilimitadas exigencias de la patria potestad, ha declarado él mismo que procede
toda su obra.) De su juventud sabemos dos cosas: un amor contrariado y el gusto
de las novelas de viajes. Al egresar de la universidad, trabajó algún tiempo en una
compañía de seguros. De esa tarea lo libró aciagamente la tuberculosis: con
intervalos, Kafka pasó la segunda mitad de su vida en sanatorios del Tírol, de los
Cárpatos y de los Erzgebirge. En 1913 publicó su libro inicial, Consideración, en
1915 el famoso relato La metamorfosis, en 1919 los catorce cuentos fantásticos o
catorce lacónicas pesadillas que componen Un médico rural.
La opresión de la guerra está en esos libros: esa opresión cuya característica atroz
es la simulación de felicidad y de valeroso fervor que impone a los hombres...
Sitiados y vencidos, los Imperios Centrales capitularon en 1918. Sin embargo, el
bloqueo no cesó y una de las víctimas fue Franz Kafka. Este, en 1922, había hecho
su hogar en Berlín con una muchacha de la secta de los Hasidim, o Piadosos, Dora
Dymant. En el verano de 1924, agravado su mal por las privaciones de la guerra y
de la posguerra, murió en un sanatorio cerca de Viena. Desoyendo la prohibición
expresa del muerto, su amigo y albacea Max Brod publicó sus múltiples
manuscritos. A esa inteligente desobediencia debemos el conocimiento cabal de
una de las obras más singulares de nuestro siglo.
Dos ideas —mejor dicho, dos obsesiones— rigen la obra de Franz Kafka. La
subordinación es la primera de las dos; el infinito, la segunda. En casi todas sus
ficciones hay jerarquías y esas jerarquías son infinitas. Karl Rossmann, héroe de la
primera de sus novelas, es un pobre muchacho alemán que se abre camino en un
inextricable continente; al fin lo admiten en el Gran Teatro Natural de Oklahoma;
ese teatro infinito no es menos populoso que el mundo y prefigura al Paraíso.
(Rasgo muy personal: ni siquiera en esa figura del cielo acaban de ser felices los
hombres y hay leves y diversas demoras.) El héroe de la segunda novela, Josef K.,
progresivamente abrumado por un insensato proceso, no logra averiguar el delito
de que lo acusan, ni siquiera enfrentarse con el invisible tribunal que debe juzgarlo;
éste, sin juicio previo, acaba por hacerlo degollar. K., héroe de la tercera y última,
es un agrimensor llamado a un castillo, que no logra jamás penetrar en él y que
muere sin ser reconocido por las autoridades que lo gobiernan. El motivo de la
infinita postergación rige también sus cuentos. Uno de ellos trata de un mensaje
imperial que no llega nunca, debido a las personas que entorpecen el trayecto del
mensajero; otro, de un hombre que muere sin haber conseguido visitar un pueblito
próximo; otro —Una confusión cotidiana— de dos vecinos que no logran juntarse.
En el más memorable de todos ellos —La edificación de la muralla china, 1919—,
el infinito es múltiple: para detener el curso de ejércitos infinitamente lejanos, un
emperador infinitamente remoto en el tiempo y en el espacio ordena que infinitas
generaciones levanten infinitamente un muro infinito que dé la vuelta de su imperio
infinito.
La crítica deplora que en las tres novelas de Kafka falten muchos capítulos
intermedios, pero reconoce que esos capítulos no son imprescindibles. Yo tengo
para mí que esa queja indica un desconocimiento esencial del arte de Kafka. El
pathos de esas “inconclusas” novelas nace precisamente del número infinito de
obstáculos que detienen y vuelven a detener a sus héroes idénticos. Franz Kafka
no las terminó, porque lo primordial era que fuesen interminables. ¿Recordáis la
primera y la más clara de las paradojas de Zenón? El movimiento es imposible, pues
antes de llegar a B deberemos atravesar el punto intermedio C, pero antes de llegar
a C, deberemos atravesar el punto intermedio D, pero antes de llegar a D... El griego
no enumera todos los puntos; Franz Kafka no tiene por qué enumerar todas las
vicisitudes. Bástenos comprender que son infinitas como el Infierno.
En Alemania y fuera de Alemania se han esbozado interpretaciones teológicas de
su obra. No son arbitrarias —sabemos que Kafka era devoto de Pascal y de
Kierkegaard—, pero tampoco son muy útiles. El pleno goce de la obra de Kafka —
como el de tantas otras— puede anteceder a toda interpretación y no depende de
ellas.
La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables. Para
el grabado perdurable le bastan unos pocos renglones. Por ejemplo: “El animal
arranca la fusta de manos de su dueño y se castiga hasta convertirse en el dueño y
no comprende que no es más que una ilusión producida por un nuevo nudo en la
fusta”. O si no: “En el templo irrumpen leopardos y se beben el vino de los cálices;
esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la
ceremonia del templo”. La elaboración, en Kafka, es menos admirable que la
invención. Hombres, no hay más que uno en su obra: el homo domesticus —tan
judío y tan alemán—, ganoso de un lugar, siquiera humildísimo, en un Orden
cualquiera; en el universo, en un ministerio, en un asilo de lunáticos, en la cárcel. El
argumento y el ambiente son lo esencial; no las evoluciones de la fábula ni la
penetración psicológica. De ahí la primacía de sus cuentos sobre sus novelas; de
ahí el derecho de afirmar que esta compilación de relatos nos da íntegramente la
medida de tan singular escritor.
Introducción
Presentación
Señala el interés por hacer la antología y las características generales de los textos
que incluyen.
Ejemplo:
Dedicatoria
Una dedicatoria es una nota o texto breve que encabeza una obra de algún tipo:
artística, de investigación, científica o académica, que la dirige u ofrece a una
persona o varias, cuya significación afectiva es considerable para el autor.
Ejemplo: