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actividad proyectual y
la producción humana en la
forma de lo arquitectónico
Héctor García Olvera
Miguel Hierro Gómez
Adrián Baltierra Magaña
volumen 7
Colección / Lo arquitectónico y las ciencias de lo humano
REFLEXIONES EN TORNO A LA
ACTIVIDAD PROYECTUAL Y
LA PRODUCCIÓN HUMANA EN LA
FORMA DE LO ARQUITECTÓNICO
universidad nacional autónoma de méxico
facultad de arquitectura
Colección Lo arquitectónico y las ciencias de lo humano
REFLEXIONES EN TORNO A LA
ACTIVIDAD PROYECTUAL Y
LA PRODUCCIÓN HUMANA EN LA
FORMA DE LO ARQUITECTÓNICO
11 PREFACIO
15 INTRODUCCIÓN
27 ENSAYO
Miguel Hierro Gómez
41 RÉPLICAS
José Luis Sánchez Burgos
Héctor Allier Avendaño / Adrián Baltierra Magaña
51 ENSAYO
Miguel Hierro Gómez / Adrián Baltierra Magaña
67 RÉPLICAS
José Luis Sánchez Burgos
Héctor Allier Avendaño
75 ENSAYO
Héctor García Olvera
97 RÉPLICAS
Mario Daniel Ávila Salazar / Héctor Allier Avendaño
Mónica Sánchez Pineda
Samuel Monroy Rubio
Heriberto García Zamora
José Luis Sánchez Burgos
» Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento
de la producción de lo arquitectónico. Notas desen- re-vueltas
para la comprensión de este curioso asunto
113 ENSAYO
Héctor García Olvera
137 RÉPLICAS
María Elena Reyes Canseco
Samuel Monroy Rubio
Heriberto García Zamora
151 ENSAYO
Miguel Hierro Gómez
171 RÉPLICAS
Fernando Medina de la Torre
Héctor Allier Avedaño / Adrián Baltierra Magaña
Samuel Monroy Rubio
José Luis Sánchez Burgos
191 ENSAYO
Miguel Hierro Gómez
209 RÉPLICAS
Héctor Guayaquil Sosa
Gloria Medina Serna / Mauricio Trápaga Delfín
Samuel Monroy Rubio
Heriberto García Zamora
José Luis Sánchez Burgos
» Reflexiones en torno al creacionismo y al evolucionismo en el
campo de la producción de lo arquitectónico. Notas liberadas
para intervenir en los discursos abracadabrantes
229 ENSAYO
Héctor García Olvera
253 RÉPLICAS
Heriberto García Zamora / Samuel Monroy Rubio
Héctor Allier Avendaño / Adrián Baltierra Magaña
299 EPÍLOGO
303 LISTA DE REFERENCIAS
P R E FAC I O
/ 11
fungen como generadores de la indispensable actitud crítica y la conve-
niente postura forjadora de las necesarias y pertinentes dudas, respecto
de lo que, finalmente, ha de entenderse en los procesos de la enseñanza
y el aprendizaje del actual profesorado de esta facultad.
Por ello, buscamos que este libro (más allá de ser un producto para la
promoción de lo meramente profesional y lo mercantil) sirva para forjar
una visión que reconsidere el valor y la trascendencia con la que debe
darse una precisa reflexión, lograble mediante una acción colectiva de
investigación, ante un revisable escenario de la demanda de divulgación
y el consumo editorial que, muy probablemente, aliente el trabajo aca-
démico de interlocución entre investigadores, profesores y estudiantes
de la arquitectura y la producción de lo arquitectónico, para atender su
necesaria, reflexiva y frágil labor formativa para lograr la madurez de
su vital desarrollo humano, antes del profesional y el mercantil.
Desde luego que en esta obra seguimos incluyendo la presencia apor-
tadora y complementaria de los maestrandos, alumnos del taller de in-
vestigación del campo del conocimiento del diseño arquitectónico, del
Programa de Maestría y Doctorado en Arquitectura de la unam. Cabe
destacar que la realización de los contenidos de este libro han sido posi-
bles gracias al aliento y apoyo de la Coordinación de Educación Conti-
nua, de la Facultad de Arquitectura y, en especial, de la Dirección General
de Asuntos del Personal Académico (dgapa), quienes han gestionado, de
manera estimulante, la presencia permanente de esta labor en sus pro-
gramas de apoyo a la docencia.
Debe entenderse que en el contenido de estos textos —y en las es-
pecíficas temáticas que los componen— se valora y enfatiza todo lo que
sea discutible, dudable y revisable, así como todo lo que apoye y facilite
la revisión crítica entre los partícipes de este proceso y los lectores, para
lograr con este ejercicio una adecuada problematización, una firme ré-
plica y, sobre todo, la conducción hacia los estadios desconocidos donde
yacen las pertinentes dudas. Así pues consideramos que siguiendo este
proceso se ha de exigir una conveniente socialización del entendimiento
permanente. Lectores, tengan pues en cuenta esta sana invitación: bus-
camos que se incorporen a este trabajo que no se limita a la publicación,
sino que apenas abre la posibilidad de continuar con su planteamiento
disciplinado. §
1 2 / p r e fa c i o
INTRODUCCIÓN
/ 15
que, en buena medida, aclaran o permiten comprender mejor la presen-
cia o ausencia del riguroso conocimiento de lo humano.
Este libro invita a adentrarse en una sugerente variedad temas; en
el capítulo uno, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar
y el hacer”, se invita a pensar en la bifurcación entre los términos teoría y
práctica; además se adentra en cómo en el contexto académico existe una
sutil idea que parece permear el desempeño de muchas prácticas de en-
señanza sobre la labor proyectual arquitectónica: la idea de “la práctica
hace al maestro”.
Así, en los troncales talleres de proyectos, esta noción refuerza el
interés práctico del proyecto, y se discute cómo se ha de valorar ese ha-
cer proyectual, es decir, durante el adiestramiento más que lograr su en-
tendimiento, se revisita a modo de consigna eso de la “práctica hace al
arquitecto”. Esta idea se extiende y permea el campo académico, de tal
manera que algunos arquitectos que ejercen profesionalmente se adjudi-
can la autoridad para dar conferencias, enseñar y hablar de “sus obras”.
El mismo enfoque parece darse en las exposiciones organizadas en
torno a la graciosa figura del “arquitecto” (donde la confianza se da bajo
la idea de “es este arquitecto el que sabe de arquitectura”), quien se en-
carga de mostrar, sin duda alguna, que él, de manera individual, es el que
la ha hecho. Esta noción equivocada es la que afianza la lógica de que en
tanto se “aprende haciendo”, entonces lo aprendido es el glorioso objeto
de su enseñanza.
El capítulo dos es el titulado “Acerca de las lógicas proyectuales”. Ahí
se propone que existen muchos planteamientos teóricos sobre el senti-
do de la práctica del diseño arquitectónico y que, a partir de un extenso
corpus bibliográfico al respecto, desarrollado a lo largo de la historia,
es posible señalar la referencia constante a la práctica proyectual como
toma de decisiones sobre la determinación de la forma arquitectónica.
Esta revisión coloca en el centro del territorio a lo proyectual, al asumir-
lo como la planificación de acciones tendientes a conformar los objetos
contenedores de lo arquitectónico. Ante este panorama, las distintas y
disciplinarias conductas de la actividad proyectual se tendrán que de-
dicar a la compleja búsqueda de aquello que les debe dar sentido como
mecanismo para decidir y cuestionar: ¿cuál será la referencia básica que
intervenga en la definición de “la forma del objeto”? Y así, tanto en su
16 / introducción
concepción crítica como en sus aspectos propositivos, la noción de lógica
(o el razonamiento aplicado a lo proyectual) podrá ser entendida como
el revisable conjunto de elementos que le conferirán un determinado y
anticipado sentido al objeto en su proyecto.
El capítulo tres se ocupa de “Los entendimientos de la arquitectónica
como factor de la producción social de lo arquitectónico”, para propiciar
la reflexión sobre cómo es que se ha ignorado (o no se ha entendido, de
entrada), el viejo concepto de “la arquitectónica”, así como la idea que
puede tenerse de ella y de su ejecución en el ámbito familiar de la pro-
ducción de lo arquitectónico. Esta reflexión atrae la revisable noción del
importante y excepcional interventor, identificado como el arquitecto,
en este campo. Además, se ofrece el análisis de algunos célebres casos de
la identidad y se muestra cómo se da el reconocimiento de la aislada y
exclusiva orientación de la misma producción de lo arquitectónico hacia
el arduo campo de la excesiva mediación técnica, la pura y pragmática
materialidad, la “estructuralidad” básicamente física y hasta la elemental
economía concreta. Todo ello sin considerar que, en esta postura, actitud
e interpretación es donde se ignora, flagrantemente, a la trascendente
“arquitectónica”, necesaria en los modos de producción de lo que, fi-
nalmente, ha de ser plenamente lo arquitectónico. También, se hace la
pertinente revisión del origen semántico de la noción de “la arquitectó-
nica”, de su realización histórica y de su intervención fundamental en
los procesos del diseño, en la efectiva acción determinante de la forma y,
por ende, en la producción social de lo arquitectónico.
El capítulo cuatro, llamado “Los efectos de la tectónica en el enten-
dimiento de la producción de lo arquitectónico” promueve la conside-
ración de la producción social de lo arquitectónico en relación con los
medios de comunicación, con la “cultura arquitectónica”, con el recono-
cimiento de la revisable autoría de los arquitectos, con la frágil identidad
de “sus” obras y sobre todo con la consecución de la habitabilidad. Se
repara en los efectos de los cuentacuentos, en cómo los cronistas-profe-
sores interpretan los cuentos y cómo se relatan los trascendentes eventos
con los que se proponen resolver problemas, con el pretexto de lograr esa
producción. Se pone atención revisora en las estrategias con las que el ar-
quitecto desempeña su labor y su destreza interventora en la determina-
ción de la “forma” y en la concreción de la nueva edificación; además se
introducción / 17
enfatiza en la producción de los efectos negativos que conlleva enfrentar
las naturales exigencias, tanto de su uso como de su habitabilidad, donde
se manifiesta lo imprevisto de los problemas centrales de la materialidad
y de la estructura física de la “tectónica” o la razón técnica del proceso
de producción social de lo arquitectónico. Finalmente, se pone atención
en el lugar que dentro de este proceso posee el factor de la causalidad y
de la previsibilidad sustancial del diseño.
En el capítulo cinco, titulado “Acerca de la condición programática
como instrumento teórico de control de la proyectación”, se plantea, de
nueva cuenta, la vieja discusión entre el significado operativo y el pa-
pel que ostenta el afamado “programa arquitectónico” en la elaboración
del proyecto. Se parte del análisis del conjunto de operaciones anexas o
previas a las actividades proyectuales que han sido interpretadas históri-
camente en dos visiones o tendencias diferentes, expuestas de la siguien-
te manera: una ligada al modo de concebir y desarrollar todo el proceso
de elaboración del proyecto y, otra, como referencia de experiencias ar-
quitectónicas precedentes, racionalizándolas en la formulación de nue-
vas propuestas. En la primera tendencia, el programa arquitectónico es
enunciado no sólo como indicador de lo que se demanda, en el sentido
del destino de la edificación, sino como elemento metodológico neutral
y generador de las formalizaciones que se proponen en un sentido fun-
cional; así, el objeto proyectado se considera resultado automático de las
funciones previamente establecidas. En la segunda tendencia, la idea del
programa arquitectónico se da como reflejo de las tendencias actuales,
acopladas a las visiones de las ciencias con las que se conciben los objetos
arquitectónicos, no como una forma cerrada y terminada, sino como un
campo de acción posible, es decir, como un proceso en construcción, con
la polivalencia de sus significados y la flexibilidad de sus usos.
El capítulo seis, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del
diseño arquitectónico”, pone énfasis en un aspecto poco debatido en el
ámbito académico, pues suele asumirse como un hecho indiscutible o una
acción incontrovertible: la racionalidad de las actividades que compren-
den el proceso de la proyectación arquitectónica, tanto en los modos de
control —en la organización de las fases de recolección de información
y análisis de datos— como en la selección e interpretación de lo que se
extiende hacia la “eficiencia” de los resultados y la formulación de los
18 / introducción
objetivos del proyecto. Esto abre preguntas y reflexiones acerca de las
relaciones lógicas, las inferencias y los razonamientos que desembocan
en decisiones que determinan la configuración de los objetos proyecta-
dos. Al parecer, en todo ello, se debaten las interpretaciones relativas a
la subjetividad y a la objetividad de las acciones proyectuales: la razón
contra la intuición, la relación del programa y el proyecto y, desde ello,
la inquietud y la insistencia en los temas del control instrumental de la
proyectación y las condiciones del procedimiento con el que se aborda
esta labor; aunque, no se pretende abordar cómo llevar a cabo la elabo-
ración del diseño, sino que se busca plantear el problema del contenido
de su enseñanza.
En el capítulo siete, referente a “Las reflexiones en torno al creacio-
nismo y al evolucionismo en el campo de la producción de lo arquitec-
tónico”, se revisa una atractiva y peligrosa idea sobre los arquitectos: se
llega a pensar que, en el sorprendente y regocijante proceso de la pro-
ducción de lo arquitectónico, son “creativos”. Esta concepción plantea
el problema de la creatividad de la arquitectura y la convicción de que el
arquitecto es una especie de singular dios-demiurgo; esta noción también
promueve entre diseñadores y arquitectos una veleidosa identidad. En
este texto, adicionalmente, se explora el origen y el recorrido histórico
de esta idea, así como la variedad de explicaciones sobre su existencia,
sus sólidos anclajes con la ideología, la religión, la teología primitiva y,
fundamentalmente, con las culturas originales de nuestro planeta. Así
se enriquece la pertinente duda sobre el porqué en español se acuñó el
término creatividad: sus conceptos y su trascendente vínculo con la ex-
presión latina ex nihilo, con la que se promueve “partir de la nada”, o sea,
construir algo sin antecedentes, noción públicamente aceptada e identi-
ficada con el proceder de los más prestigiados arquitectos actuales. Con
esto se abona a la construcción de una cultura creacionista, la cual entra
en franca contradicción con los avances contemporáneos de la ciencia y
el influjo de la biología evolucionista en su versión darwiniana.
Finalmente, en el capítulo ocho, “Sobre el sentido de la determina-
ción y la producción de la forma de lo arquitectónico”, se revisa el modo
en que, desde nuestra realidad social, algunos individuos logran un ge-
nuino e inexplicable “emprestigiamiento”, es decir, adquieren prestigio
al intervenir ex profeso en la disciplina propia de los arquitectos, con lo
introducción / 19
que se insertan en las instancias superiores de los procesos sociales de
producción: intervienen en lo que, en su momento, pudiera ser la ver-
dadera y objetual espacialidad habitable, la arquitectónica de personas
reales, solicitantes de su pervivencia y en relación con el exigente y com-
plicado proceso colectivo o social de la determinación de la “forma”, de
un objeto espacial que es posible producir o concretar del modo propio
de lo arquitectónico.
Aquí se marca la necesaria revisión crítica del entendimiento profe-
sional y académico de ese proceso, de los audaces intentos de los tratadis-
tas espontáneos, seudomagistrales e investigadores improvisados sobre
el arduo problema de la incuestionada “determinación de la forma”, que
en esa revisable visión se le adjudica, con gozosa exclusividad al que os-
tenta, legal o no, el honorable título de arquitecto. También se cuestiona
la capacidad teorizante de los arquitectos sobre las esenciales relaciones
entre la forma de lo arquitectónico con la presencia de lo necesario, fun-
cional, deseable, comportamental, usable, habitual, en última instancia,
humano, y sobre todo, lo espacial, donde se ha de producir.
Cabe advertir que, con este libro, se nos ha permitido consolidar, en
cierta medida, el sentido de la colección Lo arquitectónico y las ciencias
de lo humano, pues hemos urdido multidisciplinariamente las ideas de
la producción de la arquitectura con los avances de una serie de ciencias:
biológicas, psicoantropológicas, socioeconómicas, culturales, ideológicas,
entre otras, con lo cual hemos vinculado la experiencia de la producción
de lo arquitectónico y de lo artístico con el ámbito y el sentido de su mi-
nuciosa teorización, además, hemos forjado un efectivo aparato crítico
y una amplia base de apoyo bibliográfico.
Debe considerarse el sentido de algunos de los ensayos que integran
este volumen, pues su finalidad no es precisamente llegar a lo indiscuti-
ble, trascendente o solemne. No se pretende ser refinado, distinguido y
culto, cuando se usan para calificar a personas que no saben reírse, cuyo
pensamiento se limita a lo básico y concreto. Para ellos, se han usado las
sonoras onomatopeyas, los delicados sarcasmos y las palabras contun-
dentes, para fijar su atención y, en algún grado, denunciar y marcar lo
ampuloso, autopanegírico, engreído y lamentablemente equivocado de
numerosas aseveraciones sostenidas por algunos amanuenses y cronistas
cuasiprofesores, bien insertos en ámbitos académicos como el nuestro.
20 / introducción
Para muchos de estos textos, claro, se debe considerar al lector idó-
neo: el joven profesor, asistente a estos seminarios, quien ha manifesta-
do una alegre y alentadora mejoría de sus entendimientos, ha expuesto
la pertinencia de sus dudas y sus nuevas formas de entender, explicar,
conocer y enseñar. Este partícipe y lector que acepta que los textos pro-
puestos indican una actitud desenfadada, propicia una actitud revisora
de las diferentes nociones de la compleja producción social de lo arqui-
tectónico, acompañada de alguna dosis de desconfiada y rigurosa ironía
o leve, cuidadosa, lisonjera y efectiva parodia, apuntadora, eso sí, de los
inconscientes mitos académicos con los que se asegura y mantiene, sin
base alguna, la noción de que la arquitectura la producen los arquitectos.
Deberá advertirse que con estos ensayos y, en adición, sus réplicas o
reportes se busca socializar el avance dialogal acerca de nuestros mitos
y complejos académicos para contrarrestar la hegemonía de la opinión
elegante y oportunista, flagrantemente autoelogiada, que exige la inter-
vención de formas de expresión joven, el lenguaje coloquial, natural y
significativo para extender nuestra posibilidad de acercamiento a las fi-
bras de otra disciplina u otro idioma y descubrir no solamente lo cierto,
sino lo auténtico que puede trascender al afán de solamente destacar,
perdurar y subrepticiamente vender y exhibir anhelos de nuestro que-
hacer, por encima de ejercer nuestra agenda para lograr saber cómo sa-
ber y cómo intervenir en la producción material de un generoso entorno
habitable, vivible y humano.
Asimismo, debe considerarse que todos los textos presentados aquí
dejan testimonio de una rigurosa labor de investigación, lectura, escri-
tura y reflexión. Fue un trabajo conjunto, no sólo de “los autores”, que
aportó al logro de un producto parcial afinado y auspiciado por el pro-
yecto académico de la Coordinación de Educación Continua, para la ac-
tualización y el mejoramiento de la planta docente de esta facultad y que
sigue orientándose hacia el ámbito temático del taller de arquitectura, a
su seminario del área de proyectos de la licenciatura de esta facultad, a su
posgrado en Arquitectura y, como índice de la presencia efectiva de Héc-
tor García Olvera y Miguel Hierro Gómez, actualmente miembros del
Centro de Investigaciones, de la Facultad de Arquitectura, de nuestra
Universidad Nacional Autónoma de México.
introducción / 21
Cabe mencionar que los textos han sido puestos a prueba, a discusión
y réplica oral y escrita activa durante las sesiones del taller curso, semi-
nario permanente La experiencia del espacio y lo espacial, la vivencia del
habitar, lo habitable y la habitabilidad en el ámbito del diseño arquitec-
tónico, foro idóneo para ello.
Se reconoce que las réplicas y los reportes de tales intervenciones
e intercambios brindaron un sugerente cuerpo para una germinal e in-
terventora acción en el proceso de actualización y mejoría de su propia
aptitud y desempeño docente. Es por lo que estamos ante un texto muy
universitario, que aprecia la colectivización didáctica, la oposición y el
cuestionamiento, así como la dictaminación precisa, el forjado de ele-
mentos que van alimentando, sin prisas, la reflexión crítica de algunos
jóvenes alumnos y profesores en potencia, que ya son los nóveles profe-
sores de esta facultad, al actualizar su reflexividad enseñante, dispuestos
a llegar a entender lo que no habían entendido y, llegar a ser entonces,
libres del yugo de las míticas e inertes creencias, logrando así, efecti-
vamente mejorar lo que se han propuesto enseñar y finalmente hacer
aprender. §
22 / introducción
2 4 / p r e fa c i o
LA PRÁCTICA PROYECTUAL
La dicotomía entre el pensar y el hacer
p r e fa c i o / 2 5
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de una foto de un ser humano mujer
y su forma acuática.
E N S AYO
/ 27
perspectiva combina la fascinación que provocan las nuevas realidades
tecnológicas con la profusión mediática de las imágenes de un mundo
idealizado.
Para cambiar este panorama, debemos cambiar el modo de entender
la proyectación arquitectónica: ya no hay que verla como un proceso que
finge ser autosuficiente y autorreferencial, ahora hay que comprenderla
como la suma de actividades que se encuentran entrelazadas en la for-
malidad de los objetos habitables que están ligados e insertados en la di-
námica social, económica e incluso política de la sociedad en la que se
desarrolla.
Cabe destacar que hemos utilizado, de manera recurrente, el término
“proyectación” en un sentido genérico, para delimitar las aproximacio-
nes al concepto precisamos las siguientes cuestiones:
Semánticamente proyectación es una palabra no muy fiable en cuan-
to a su adaptación al español, ya que ésta deriva de la terminología ita-
liana de los años setenta del siglo pasado —empleada por autores como
Vittorio Greggotti, Giuseppe Canella, Paolo Porthogessi, entre otros—,
cuando remitía a la idea del conjunto de actividades del proyectar. Su uso
en español fue aceptado porque finalmente en esta lengua no contamos
con ningún término que sustituya su significado: no remite a una acción
en particular, sino al conjunto de actividades del proyectar.
Esta aclaración también resulta especialmente útil, dado que proyec-
tar lleva implícita la condición de informar o transmitir las caracterís-
ticas formales de un objeto arquitectónico a la fase de materialización
dentro de un proceso productivo. El término “proyecto” es utilizado aquí
como equivalente de un producto, es decir, llamamos así al resultado de
las múltiples acciones que lo conforman como un hecho acabado capaz
de ser transmitido, en el que mediante el uso de signos convencionales
se han organizado y se han fijado los elementos de una propuesta arqui-
tectónica.
La proyectación es, por tanto, en términos genéricos, lo referente a
los procesos de elaboración de los proyectos arquitectónicos, mientras
que lo “proyectual” será utilizado aquí para adjetivar la actividad del pro-
yectar. Bajo esta perspectiva, seguimos a Tomás Maldonado, quien en su
2 8 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
artículo “Proyectar hoy”1 comenta algunos aspectos que ayudan a mati-
zar el significado de estos términos. Para empezar señala que “El término
proyectar notoriamente proviene del latín poicere (pro: “adelante” e icere:
“golpear”, “lanzar”, “arrojar”) que claramente denota el acto de arrojar
(o lanzar) algo hacía adelante”.2
Maldonado plantea que al conservar el significado latino del proyec-
tar como “una acción que se extiende hacia adelante”,3 se individualiza
un elemento de reflexión que resulta de suma importancia revisar y que
además es clave en su entendimiento. Así lo dice:
...El acto de lanzar algo hacía adelante presupone la existencia de algo a partir
del cual parte la acción realizada. Se trata de algo que ha tenido un reconoci-
miento histórico, que tiene un pasado y no un tipo de “mónada suspendida” en
un espacio transhistórico. Algo que es a su vez el resultado de un precedente,
lanzar hacía adelante.4
Por ello, continúa diciendo, “se puede sostener que proyectar es siempre,
contemporáneamente, prospectar y retroprospectar. O sea, mirar pa-
ra adelante y mirar para atrás. Usando, entonces, la etimología latina
podemos decir que cada poicere es un retro-icere, cada proyectar, un “re-
proyectar”.5
Con este postulado se confirma la condición de que no existe un
proyecto ex-nihilo, tal como lo argumenta Héctor García Olvera, en su
ponencia “Reflexiones en torno al creacionismo y evolucionismo en el
campo de la producción arquitectónica”,6 al señalar la incongruencia en
la que se incurre al pretender equiparar la labor proyectual con una ac-
ción creativa.
1. Ver la argumentación desarrollada en Tomás Maldonado, “Proyectar hoy”, Revista Contextos 1, oc-
tubre de 1997.
2. Maldonado, “Proyectar hoy”.
3. Maldonado, “Proyectar hoy”.
4. Maldonado, “Proyectar hoy”.
5. Maldonado, “Proyectar hoy”.
6. Héctor García Olvera, “Reflexiones en torno al creacionismo y al evolucionismo en el campo de la
producción de lo arquitectónico”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Ha-
bitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam,
2014), 18.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 2 9
Maldonado cierra su argumentación con algunos comentarios sobre
otros aspectos que complementan su postura respecto al entendimiento
de la proyectación en el ámbito arquitectónico: se refiriere, por ejemplo,
al hecho de que aún para ciertos sectores (sobre todo de índole acadé-
mica y bajo un cierto nivel) proyectar es una actividad creativa. Pero, se
pregunta:
¿De qué creatividad se trata? ¿De la heredada del neoplatonismo del Renaci-
miento o del romanticismo del siglo xix? Acaso, una creatividad que celebra en
la esfera de la proyectación, un enfoque irracional de desmedida confianza
en la sola intuición. Que cree que es suficiente con un husmeo empírico o con
el sexto sentido y que todo depende de un recurso de la imaginación indivi-
dual, imaginación a la cual en el Renacimiento ya Pietro Pomponazzi atribuía
la capacidad taumatúrgica de hacer milagros. Una creatividad que ha tenido,
no sólo, una influencia negativa para la comprensión mejor del proyectar, sino
también en los resultados del proyectar en sí.7
3 0 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
sociocultural que lo rodea y del cual forman parte los elementos físicos
del entorno donde se interviene.
…Ante todo debo proceder estas reflexiones con una advertencia. No soy teó-
rico ni crítico, ni tampoco pretendo hacer definiciones o colocar etiquetas
que limitan y reducen la complejidad de los fenómenos. Son sólo vislumbres o
aproximaciones, como dice Octavio Paz, producto de la práctica de un oficio
durante casi medio siglo y claro, de mis lecturas y experiencias viendo, o mejor
dicho, viviendo la arquitectura.8
8. Teodoro González de León, Retrato de arquitecto con ciudad (Ciudad de México: Artes de México y
del Mundo, 1996), 141.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 3 1
Así, al decirnos que no es teórico, ni crítico y al apoyarse en su experien-
cia, lo que nos está sugiriendo es que él (si algo ha sido) es práctico, no
por nada en algún otro momento manifestó que la “arquitectura no se
enseña, se aprende”.9
Otro espíritu pragmático fue José Antonio Attolini Lack, quien al
parecer llegó a decir que “la arquitectura se aprende, haciéndola”.10 Por
ejemplo, en la reseña en honor al Premio Universidad Nacional, el cual
obtuvo en el 2005, se decía que:
9. Jorge Vázquez del Mercado, “Repensamiento de la enseñanza universitaria”, en Vazquez del Merca-
do.blog. Disponible en: https://bit.ly/2IyQ2SC (consulta: agosto de 2019).
10. Jorge Vázquez del Mercado, “Sobre el ideario de nuestra escuela de arquitectura”, Red de Universi-
dades Anáhuac, 20 de junio de 2012. Disponible en: http://ols.uas.mx/a/pdf-uams/Congreso-Aca-
demico/Ponencia_Jorge-Vazquez-del-Mercado.pdf (consulta: julio de 2014).
11. “Ganadores pun. Premio Universidad Nacional 2005”. dgapa-unam. 2005. http://dgapa.unam.mx/
html/pun/GANA%20PUN%202005/PUNAntonioAttolini05.pdf (consulta: julio de 2014).
12. María Fernanda De los Ríos, “Fernando Romero acepta las críticas al Soumaya”, Barrio Magazine,
8 de junio de 2011. Disponible en: http://www.barrio.com.mx/nota14182.html (consulta: julio de
2014).
3 2 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
cubierto detrás de las narrativas construidas en torno a las experiencias
en las que se desarrolla la actividad profesional o en torno a aquello de
que el aprendizaje de la actividad proyectual se da del mismo modo que
se aprende un oficio.
Para entender aquello que puede estar detrás de este espíritu prag-
matista, Norberto Chaves caracteriza a los profesionales que se desen-
vuelven a partir de una cierta “compulsión por el mercado”, en dos tipos,
están por un lado, los que representan un “pragmatismo mercantilista” y,
por el otro, el “neomesianismo tecnocrático”. Nos dice que:
Mientras que:
13. Norberto Chaves, El oficio de diseñar. Propuestas a la conciencia crítica de los que comienzan (Barce-
lona: Gustavo Gili, 2001), 96.
14. Chaves, El oficio de diseñar..., 97.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 3 3
Este panorama, sugiere algunas de las caras del pragmatismo que se desen-
vuelve en la práctica profesional de la actividad arquitectónica, donde en
palabras de Norberto Chaves:
3 4 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
recuerda el planteamiento de Platón al referirse a la “ciencia práctica”,
como aquella que es “inherente a las acciones”, por ejemplo, la “edili-
cia”, es decir, la relacionada con la construcción, a ésta la contrasta con
la “ciencia cognoscitiva” como la aritmética, la cual, según se plantea,
carece de referencia a la acción.
A esto se puede agregar lo dicho por Aristóteles, quien apuntaba
que “en las ciencias prácticas el origen del movimiento está en alguna
decisión del que obra, porque práctico y elegido son la misma cosa”.17 De
lo anterior, es fácil intuir que lo práctico no es sólo acción, sino aquello
que dirige la acción, es decir, que hay un componente reflexivo detrás del
hacer, por ende, resulta insostenible la idea de que se aprende haciendo,
ya que quien hace presupone una cierta manera de hacer. El práctico no
hace por hacer, sino que su hacer lleva implícito un determinado pensa-
miento sobre cómo hacer.
En este contexto, resulta altamente sugerente la reflexión que plantea
Adolfo Sánchez Vázquez sobre el término “praxis” y su contraste con el
de “práctica”. La distinción radica en precisar que con el término “prác-
tica” comúnmente se hace referencia a la “actividad práctica humana
en el sentido estrechamente utilitario, tal como ocurre en expresiones
como éstas: “hombre práctico”, “resultados prácticos”, “profesión muy
práctica”.18
Para la conciencia cotidiana, “lo práctico” resulta ser lo productivo,
pero, además:
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 3 5
wproblemas encuentran su solución en la práctica misma, o en esa forma de
revivir una práctica pasada que es la experiencia. Pensamiento y acción, teoría
y práctica se separan.19
Desde la práctica cotidiana del hacer arquitectónico, ésta parece operar con
ciertos fines que lejos están de ofrecer una explicación sobre la práctica arqui-
tectónica, en general, y sobre la actividad proyectual, en específico, al estar
regidas por el propio proceso de producción que resulta ser utilitario y estar
sujeto a intereses dominados por el mercado. Asimismo, los discursos elabo-
rados por la producción arquitectónica dejan ver que además de los propios
fines establecidos por ella, hay un cierto contenido teleológico que pretende
legitimar el hacer de los arquitectos. Es precisamente este contenido el que
requiere ser revisado, para ofrecer una base reflexiva que permita profundizar
3 6 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
sobre el entendimiento de la actividad arquitectónica y los contenidos refe-
ridos a la proyectación. Es ahí donde se hace pertinente la reflexión sobre las
“lógicas proyectuales” que permitiría pensar aquello que sucede en la práctica
del proyecto arquitectónico. §
Bibliografía
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l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 3 7
3 8 / e n s ay o / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / e n s ay o / 3 9
Dibujo elaborado por Adrián Baltierra Magaña, sobre la base de una pintura de Guido Cagnacci (1663);
terminado por Héctor García Olvera.
RÉPLICAS
21. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pen-
sar y el hacer”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el
Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 1.
22. Hierro y Baltierra, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar y el hacer”, 2.
23. Hierro y Baltierra, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar y el hacer”, 3.
/ 41
En las academias de arquitectura, al parecer domina la idea de que
proyectar es una actividad creativa, sin aclarar de qué creatividad se ha-
bla, seguramente se trata de una creatividad que ha tenido no sólo in-
fluencia negativa para entender el proyectar, sino también para entender
cuidadosamente sus resultados. ¿Será que esto busca que los estudiantes
sepan hacer o que entiendan qué es aquello que hacen?
Desde lo académico, se valora el hacer más que su entendimiento.
Regularmente se maneja la idea coloquial de que “la práctica hace al
arquitecto”, y es por ello que distinguidos profesionales, dueños de des-
pachos, suponen que cuentan con la autoridad suficiente para dar confe-
rencias. Esto plantea implícitamente la idea de que, en tanto se aprende
haciendo, lo aprendido se puede (fácilmente) enseñar.
Aristóteles pone como ejemplo al architekton, figura que conocería
el origen de las cosas, un teórico, uno que también puede enseñar y que
tiene bajo sus órdenes a trabajadores incapaces de pensar autónoma-
mente. Resulta interesante notar cómo pudo haber existido en aquella
época una forma de pensamiento relacionada con el hecho arquitectó-
nico antes de la separación entre teoría y práctica, sin embargo, teoría
y práctica coinciden, puesto que el teorizar también es una praxis, un
crear y un producir.
Para Norberto Chaves, existen dos tipos de profesionales: los que re-
presentan un pragmatismo mercantilista y los del neomesianismo tecno-
crático.24 Los primeros constituyen una tendencia mercenaria, mientras
que los segundos pertenecen a la penetración en el mercado más elitista;
sin embargo, este autor evidencia que también existen profesionales con
ética y con alta responsabilidad social.
Si lo práctico hace referencia a aquello que concierne a la acción,
también permite identificar tres significados:
24. Hierro y Baltierra, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar y el hacer”, 7.
4 2 / r é p l i c a s / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
Por tanto, tenemos discursos de la práctica con contenido teleológico que
pretenden legitimar el hacer de los arquitectos; por eso, necesitamos una
base reflexiva que permita profundizar sobre el entendimiento de la ac-
tividad arquitectónica. A partir de esa base, se podrá reflexionar sobre
las lógicas proyectuales y sobre lo que sucede en la práctica del proyecto
arquitectónico, más allá de lo que suponemos o intuimos.
Para Jacques Derrida, por ejemplo, el problema arquitectónico, co-
mo posibilidad del pensamiento, alude a una separación entre teoría y
práctica, la cual da inicio en el momento en que éstas se diferencian:
justo cuando la arquitectura se percibe como una mera técnica apartada
del pensamiento.
Con todo, puede haber un camino del pensamiento todavía por des-
cubrir que pertenecería al momento de concebir a la arquitectura en
estrecha relación con el deseo, con la invención.
— H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O /
A D R I Á N B A LT I E R R A M A G A Ñ A —
25. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pen-
sar y el hacer”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el
Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 12.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / r é p l i c a s / 4 3
Ante ello, tenemos que la tendencia va en el sentido de suponer al “proyec-
to” como un factor de cambio social, de significar que un “arquitecto”,
de manera independiente, sea el generador del “proyecto”, o entender el
proceso de la “proyectación” como algo “autosuficiente” y “autorrefe-
rencial”. Todo esto es contra lo que el ensayo de Miguel Hierro y Adrián
Baltierra pretende reaccionar.
De manera sutil, ese ensayo sugiere y ubica a la actividad del “proyec-
to” como parte de un proceso productivo que deviene inserto en la socie-
dad, a manera de un proceso continuo, en el que se da la anticipación de
la “formalidad” de los objetos que integran el “ambiente habitado”, por
medio de la definición de las imágenes y las especificaciones necesarias
para su producción, en amplia imbricación de agentes.
Asimismo, el texto abona un elemento para contrarrestar la ortodo-
xia con que se cuida el uso del verbo transitivo “proyectar”: nos sugie-
re que, por efecto de su acción, conviene el uso de “proyectación” (acto
de proyectar genérico y consumado) para marcar diferencia en nues-
tro ámbito y referirnos al conjunto activo que utilizamos para influir y
manifestar una apuesta de relaciones entre cosas que consideramos en
nuestra labor de ese tipo, trance productivo, entre variadas representa-
ciones y tiempos gramaticales con que dirigimos nuestra imaginación y
graficación sobre el objeto que se prevé (o que se intuye, pero que no se
determina).
Esto nos hace pensar en cómo llamar a la fase en donde se define
el “proyecto”. A falta de un mejor término, se recurre a uno derivado
del italiano y cuya traducción al español ha derivado en el término “pro-
yectación”. Entre las ventajas de ese término destaca el hecho de que
permite caracterizar una fase dentro del propio proceso de producción
identificada por el conjunto de acciones o acto conjunto de la “proyec-
tación”, dirigido a definir y especificar las “características formales” de
los objetos que forman parte del “ambiente habitado”, y que tienen lu-
gar dentro un proceso estratégico para los modos de edificación en la
cultura, que no todos.
De esta caracterización se desprende la noción de que la especifici-
dad de la actividad del “proyecto” estaría dada por la definición de cómo
es y cómo se va construir la materialidad de los que primero pueden ser
4 4 / r é p l i c a s / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
objetos de la proyectación, y luego serán cosas edificadas, que integran
el “ambiente habitado”.
Así pues, de manera conceptual, se identifica a la fase de elabora-
ción del “proyecto” con el nombre de “proyectación”, mientras que el
término “proyecto” se refiere al producto derivado de la elaboración. Si
la proyectación consiste en el conjunto de gráficos y modelos que refie-
ren al objeto en referencia indirecta, pero significativa de la formalidad
del “ambiente habitado”, podemos asumir que tenga un sentido de “ac-
tividad proyectual” como la definición intencional de la formalidad del
“ambiente habitado”, pero inserto dentro de un proceso productivo, en
el que se pretende edificar para ello.
Desde una perspectiva de lo plausible, sería mediante la “proyecta-
ción” que se precisaría algo menos que espacio, menos que un habitar,
quizá sólo un juego de la apariencia de una cosa presupuesta, basada en
lo que ya interpretan el proyectista y otros agentes partícipes del pro-
ceso proyectual, quienes con su concurrencia productiva podrían ceñir,
desde su singular perspectiva, la ilusión de ir “reconstruyendo una […]
visión del mundo”.26
Cuando se menciona que proyectar, en tanto acción, se compone de
actividades, surge la pregunta sobre si hemos de considerar su distinción
respecto de la acción de diseñar. Baste, por ahora, decir que tal vez tam-
bién esté compuesta por actividades varias y no por una solamente, como
lo hemos aprendido a creer en nuestras andanzas por estos sectores del
campo productivo, entre la academia y la profesión.
Por otro lado, el ensayo nos ofrece otros aspectos para continuar
con la discusión, aquí o en el aula, en los seminarios y foros donde se dé
cabida al trabajo de investigación que repara sobre las creencias de lo
que hacemos, con interrogantes que nos plantean los ponentes,27 en los
siguientes derroteros:
a) Las obras que los arquitectos (o sus promotores) muestran más que lo-
gros edificatorios, signo de que nos enajenamos en el uso de lo que se
produce edificatoria, fotográfica, visual y publicitariamente para
26. Hierro y Baltierra, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar y el hacer”, 5.
27. Hierro y Baltierra, “La práctica proyectual: la dicotomía entre el pensar y el hacer”, 8.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / r é p l i c a s / 4 5
promovernos en el mercado de la apariencia, para su reproducción
y consumo a ultranza.28
b) Es probable explicitar lo que, según se cree, soporta el hacer en cada
posición productiva, pero que, ante precisos marcos de referencia
para ello,29 nos encontremos con censuras, evasivas o gestos de in-
comodidad por parte de los observados sistemáticamente (seamos
profesionales o académicos).
c) En general, las academias procuran un ambiente para llegar a ser una
vía simpática y doctrinal de lo que supone ser su nicho productivo;
por lo tanto, la imitación de los que dicen ya “ser” (arquitectos, ur-
banistas, diseñadores y demás etiquetas) resultaría fundamental y
fundamentalista; de ahí su autoridad mediática, incluso sobre los que
detentan poder académico.
d) Explicitar una forma de hacer no sería equivalente a explicar lo que
esa forma de hacer implica frente a otras, es decir, reconocerse en el
variado conglomerado ideológico.
e) Se abre el asunto de la consistencia del hacer y de la consistencia del
pensar ese hacer, para fijar que dependerá de los marcos, tanto vul-
gares como científicos, sin obligación de ser explícitos, la apuesta
crítica que apoye asertivamente el conseguir su transformación.
28. Para muestra, valdría poner en jaque la anterior o la próxima “muestra estudiantil”, la cual es pa-
trocinada por los estudiantes y cándidamente solicitada por la administración de nuestra facultad,
como un retrato amateur de lo que similarmente implican, por ejemplo, las bienales. ¿Preparación
para la profesión o reproducción acrítica de costumbres rentables?
29. Como podría ser una observación etnográfica y sociológica, de nuestras nociones, sobre nuestros
quehaceres.
4 6 / r é p l i c a s / l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l
antes de su ejecución, en otras palabras, en qué se piensa mientras se
elabora el “proyecto”.
Al respecto, el ensayo redondea sobre que aquello que permite pen-
sar el “proyecto” estaría dado por las llamadas “lógicas proyectuales”,30
entendidas como aquel contenido que permite pensar el “proyecto”
mientras se hace el “proyecto”, y que, en el caso del ámbito académico,
sería aquel contenido sobre el cual se podría instrumentar una estrategia
de enseñanza sobre la “proyectación”, problemática intrincada.
Finalmente, se nos propone la incorporación de un tercer y cuar-
to elemento a la dicotomía planteada (del pensar y del hacer): la consi-
deración del ser y del transformar como estrategias para presentar un
panorama ampliado que permita revisar las explicaciones que hacemos
de nuestras conductas, nuestros recursos discursivos y, por qué no, de
nuestras herramientas en el ejercicio del diseño para lo arquitectónico.
Todo ello se ejecutará, de modo ordenado y explícito, sobre todo en
el ámbito docente, pues es donde podemos aportar mayor claridad, por el
tipo de trabajo que perseguimos, que no es el de producir edificios, ni so-
lucionar problemas, sino uno más prudente, que exige la puesta a prueba
de estas reflexiones: el desarrollo de los elementos de base para impulsar
y promover entre los técnicos, profesionistas, investigadores y docentes
una conciencia sobre las consecuencias efectivas de la formación crítica
para entender y conocer de nuestra labor, no sólo ejercerla, lo cual basta-
ría con tener en nuestra legislación los dos primeros perfiles. §
30. Noción que propone originalmente el arquitecto e investigador argentino Roberto Fernández y que
la ponencia enriquece, desde nuestra perspectiva general.
l a p r á c t i c a p r oy e c t u a l / r é p l i c a s / 4 7
4 8 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
ACERCA DE LAS LÓGICAS
PROYECTUALES
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 4 9
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de una foto del ojo de una mujer con la que
podemos asegurar que ni la imagen de la foto ni la del dibujo son un ojo real, sólo la imagen de ello;
en sincero homenaje a René Magritte.
E N S AYO
/ 51
De la significación que hacen algunos arquitectos
sobre la práctica proyectual
Esta singular manera de proceder que parte del objeto construido para
inferir de ello la intencionalidad del proyecto y, con ello, las intenciones
del arquitecto está presente en la manera en cómo los cronistas, los his-
toriadores y los propios arquitectos hacen referencia a las edificaciones.
Por ejemplo, en un artículo llamado “La arquitectura de Elías Rizo”, el
señor Rizo, quien hace las veces del arquitecto, comenta que en sus “pro-
yectos de casas unifamiliares [...] se pueden reconocer sus influencias,
inquietudes, intereses y filiaciones conceptuales, mismas que dan sentido
a su actividad proyectual”.1
Ahí se observa cómo es que son descritas esas obras, además se infie-
re el contenido significativo sobre el cual, supuestamente, se configuran
las decisiones del proyecto. Se dice sobre dos casas que:
1. Gustavo López Padilla, “La arquitectura de Elías Rizo”, Navegando la arquitectura. Crítica y reflexio-
nes entorno a la arquitectura y las ciudades, 17 de julio de 2014. Disponible en: https://navegan-
dolaarquitectura.wordpress.com/2014/07/17/la-arquitectura-de-elias-rizo (consulta: mayo de
2017).
2. López Padilla, “La arquitectura de Elías Rizo”.
5 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
tido que legitima la toma de decisiones sobre las que se basa la práctica
proyectual, también se refuerza, a través de lo descrito, con lo que la tra-
dición arquitectónica ha instalado como el canon a seguir y que parte del
más feroz de los pragmatismos que impone el contexto de la producción
arquitectónica.
El uso del término “orden compositivo y formal” refiere a una ex-
tensa práctica muy prolífica de la École de Beaux Arts francesa; la refe-
rencia al término “jerarquía de los componentes del programa” trata de
legitimar el sentido social que tiene la actividad del arquitecto; el uso
de “eficiencia y funcionalidad” sugieren atributos adjudicados al objeto
arquitectónico; asimismo, la mención de términos como “arquitectura
mexicana contemporánea”, “arquitectura racionalista”, y el empleo de
nombres de arquitectos como “Mies”, “Artigas” y “Torres”, más que ex-
plicar el proyecto arquitectónico, ponen de relieve cierta manera de pro-
ceder que se basa no sólo en la legitimación de ciertos arquitectos, sino
en la reproducción de la imagen de ciertas edificaciones y su discurso,
como en descripciones que mencionan que:
Así, se muestra una actitud que analiza el objeto, a partir de criterios que
sugieren que aquello que se está describiendo y que puede inferirse con
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 5 3
mucha imaginación a partir de las fotografías, remite a las condiciones
materiales del objeto. Tal explicación privilegia lo constructivo, sugirien-
do que aquello que tiene valor en el proyecto consiste en el “cuidadoso
diseño de los detalles”.4 La actitud a la hora de afrontar la explicación
sobre la actividad proyectual requiere reflexionarse para profundizar en
el pensamiento proyectual, con el objetivo de ir más allá de avalar una
determinada práctica, sujeta al mercado de consumo y legitimadora de
un hacer que valora el “estilo” o el “gusto”, para más bien proponer una
actitud más cercada a la noción de praxis, que permita reflexionar sobre
el pensamiento que se piensa en el hacer mismo y no como un pensa-
miento impuesto que luego se le anexa como algo accesorio que pretenda
legitimar la practica o ser guía de la misma.
La reflexión sobre la actividad proyectual, desde esa visión, resulta
ser escasa o nula, ya que al exponer sobre las edificaciones en las que han
intervenido, lo que parece dominar es la legitimación de la propia acti-
vidad profesional, que se centra en una exposición de las edificaciones ya
terminadas, que, por otra parte, ocultan el muy personal gusto implícito
en la toma de decisiones del proyecto.
Esta actitud más que hacer entender el proceso reflexivo y signifi-
cativo que lleva a la toma de decisiones y que permitiría profundizar
sobre el sentido del proyecto arquitectónico, se reduce a la compilación
de aquello que es fotografiado en las obras. Los casos son muy variados,
por ejemplo, en una conferencia impartida en la Escuela Superior de Ar-
quitectura (esarq, Guadalajara), Elías Rizo, en relación con una de “sus
obras” y, después de hacer referencia al programa, comenta que “esa ca-
sa obtiene medalla de oro en la bienal pasada”; acto seguido, hace una
pausa y, tras mostrar más imágenes, puntualiza que “es una casa en ‘L’
donde toda el área pública de estancia-comedor, servicios, está en esta
ala y en ésta más ciega el área de recámaras”, y, por si no había quedado
claro, enfatiza que “la ‘L’ que forma el esquema original de la casa surge
de esta idea del respeto a los árboles”;5 le sigue otra pausa y, más imáge-
nes, para continuar…
5 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
…en un principio cuando empezamos hacer estos proyectos, cuando empeza-
mos a construirlos, nos tacharon de medio locos en Tapalpa; dijeron qué están
haciendo ahí con esas casas tan abiertas de piedra. A raíz de estas casas van a
surgir una cantidad de muros de piedra en rajuela en Tapalpa de una manera
impresionante y el resultado ha sido muy positivo, nos han salido tres o cua-
tro proyectos nuevos allá [...] estamos haciendo tres casas nuevas en Tapalpa
con un lenguaje muy contemporáneo y con una evolución a partir de estos
proyectos, sin duda alguna.6
Hace otra pausa más, para luego mostrar más imágenes y cerrar con este
comentario:
Así prosigue la conferencia, varios minutos más, hasta que da las gracias
y vienen los aplausos. La impresión que se genera después de escuchar
a algunos arquitectos al dar conferencias, además del papel protagónico
y propagandístico de su imagen, es que la obra ya nace, desde su origen,
tal cual es. No se hace referencia a lo que se piensa mientras se está en el
proceso del proyecto, por lo que pareciera que la obra nace ex nihilo, sin
el reconocimiento de la actividad significativa que conlleva la actividad
que acompaña las decisiones del proyecto.
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 5 5
El ejemplo de Elías Rizo no es ajeno a lo que llega a suceder en la
academia, donde la manera de afrontar la explicación sobre la actividad
proyectual, resulta poco clara y más cuando pueden observarse dos acti-
tudes: la primera, en la que los docentes pretenden enseñar legitimando
lo que llegan a saber, producto de su práctica profesional; la segunda,
con quienes recurren a la historia para mostrar lo que otros arquitectos
han realizado y, con ello, propiciar la reproducción de ciertas formas, sin
ningún proceso reflexivo de por medio.
Es ahí donde la falta de criterios para afrontar la explicación y el en-
tendimiento de la práctica proyectual tiene repercusiones en el apren-
dizaje de los alumnos, cuando estos, al tratar de explicar las decisiones
sobre el proyecto, reproducen lo dicho por otros arquitectos, o tienen
poca fluidez para referirse al proceso reflexivo que siguieron para deci-
dir por qué la propuesta del proyecto fue la que determinaron, y no otra.
Ahora bien, ¿cómo pensar lo que se piensa cuando se está ejerciendo
la actividad del proyecto arquitectónico, no desde un pensamiento sobre-
impuesto o ajeno al propio hacer proyectual, sino desde lo que implica
el propio hacer?En un artículo elaborado por Roberto Fernández, éste
comenta que:
…la noción de lógica aplicada a lo proyectual puede ser entendida como opera-
ción de sentido, como el conjunto de elementos capaces de conferir un deter-
minado sentido a un objeto— o anticipo de un objeto en el caso de proyecto.8
8. Roberto Fernández, “El pájaro australiano. Un mapa de las lógicas proyectuales de la Modernidad”,
Astrágalo 6 (1997), 29.
5 6 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
Conviene, como lo sugiere Fernández, reconocer que:
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 5 7
Para trascender este esquematismo, la noción de “lógica proyectual”
—indistintamente si ésta se da en función de los agentes sociales que in-
tervienen en la producción, o si en ella participan los arquitectos— pue-
de referir y encontrar su interés en la identificación de un conjunto de
“lógicas”, es decir, maneras de pensar lo que se piensa en el ejercicio del
proyecto. Éstas incidirán en la toma de decisiones sobre las condiciones
figurativas de la forma del objeto, cuando éste se está proyectando, ade-
más estas lógicas pueden estar dadas por las relaciones que se establecen
con el “entorno”, la “estructura”, el “uso”, la “figura”, la “espacialidad”.
Cabe acotar que este listado no es exhaustivo, pues se basa en iden-
tificar algunos aspectos que están interviniendo en las decisiones que
dotan de sentido al proyecto arquitectónico y que tienen como carac-
terística principal incidir en los aspectos figurativos de la forma de los
objetos que se proyectan. Hay evidentemente, otro conjunto de “lógicas”
que podrían ser llamadas “productivas”, que si bien llegan a incidir en
la definición del objeto que se proyecta, se relaciona con las condiciones
de producción del objeto que se inserta en el campo social. En esta apro-
ximación conviene hacer tres precisiones:
5 8 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
la figura sobre la forma de un objeto, en ello no deja de intervenir una
“lógica del gusto”, que no solamente está presente en cualquier apro-
ximación reflexiva, sino de igual manera en la práctica proyectual.
No sin aclarar, desde luego, que la frase “dar sentido” a las actividades
proyectuales es la referencia a las razones o intereses por los cuales se
toma una decisión durante el desarrollo de un proceso de proyecto, sean
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 5 9
técnicas o estéticas y, que tales acciones no implican de ninguna manera
la referencia a la multiplicidad de significados que pudiera tener el ob-
jeto posteriormente, al ser edificado o pasar a la fase de apropiación o
consumo.
Entonces, ¿cuál es el artificio que se emplea en las actividades pro-
yectuales para poder dotar de sentido a las decisiones con las que se con-
forma la estructura figurativa del objeto que se está proyectando? Si bien
en las actividades proyectuales no se opera directamente sobre la materia
física de la obra, como lo hace el pintor sobre la tela, o el escultor cuan-
do trabaja sobre la piedra, sino que su “materialidad” se encuentra en el
empleo de un conjunto de elementos que permiten configurar la forma
de un objeto mediante un código (o “lenguaje”) cifrado, que es como se
manifiesta el proyecto arquitectónico.
De esa manera en el proyecto se elabora un modelo de la futura edi-
ficación que es a la vez un instrumento operativo para comunicar las
características de la conformación del objeto a quienes van a materiali-
zarlo. El proyecto es, de cierta manera, un mensaje paralelo al que tendrá
el orden que se percibirá en la edificación materializada. Pero la relación
que hay entre ambas estructuras, las del proyecto y las de la obra, están
emparentadas por relaciones de analogía, es la relación que se produce
entre un objeto físico y el sistema de signos que lo representa, de modo
tal que las cualidades que le serán atribuidas al objeto nunca podrán ser
registradas en ese sistema de símbolos.
Por eso, habría que advertir que curiosamente al proyectar se puede
creer que entre aquellas propiedades que se proponen controlar y que
se intentaron definir como lo más significativo del proyecto a menudo
sólo resultan ser una presunción de carácter ilusorio en la experiencia
de la obra edificada.
Sin embargo, también podría decirse, en contraposición a lo anterior,
que por medio de la operación proyectual se llega a generar un orden en
el cual se denota la manera en que han sido dispuestos los diversos es-
tratos del proyecto, pudiéndose reconocer el sentido con el que han sido
propuestos al concretar tal disposición acorde a los intereses con los que
se plantea la intención figurativa. Con esto se quiere señalar que la es-
tructura formal del objeto depende de los intereses y de las lógicas pro-
yectuales con los cuales ha sido abordado el sentido del proyecto.
6 0 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
Estos intereses pueden identificarse por su carácter técnico o por co-
rresponder al carácter derivado de una praxis proyectual. Los intereses
técnicos se reflejarán en las lógicas relacionadas con el pronóstico, con-
trol y aprovechamiento de los aspectos ligados al hecho edificatorio, es
decir, aspectos como lo presupuestal y como todas aquellas condiciones
que de alguna manera se refieren a condiciones normativas. En cambio,
los intereses de la praxis proyectual serán aquellos que se preocupan por
la interpretación cultural de lo que se hace y lo que se propone, en una
perspectiva de relaciones simbólicas. De ahí se derivan las condiciones y
las preferencias estéticas o formales con las que se proyecta.
Es importante reconocer el sentido interpretativo de las lógicas
proyectuales, pues podrían considerarse como parte del mundo sub-
jetivo de la dimensión cultural en donde se producen y se reproducen
las estructuras figurativas de la producción arquitectónica. Por ello, la
representación de lo proyectado mediante imágenes es una manera de
comunicación cultural, en la cual interviene el sentido de lo que se pro-
pone. En esta visión, las lógicas proyectuales quedarían comprendidas en
las temáticas que corresponden en su conjunto al sentido que se le da a
los aspectos ambientales, constructivos, contextuales, estéticos y de espa-
cialidad que se integran a través de las imágenes del proyecto.
Con esta base, derivada de lo que implicaría la estructura figurati-
va que se propone en las acciones del proyecto, podemos aventurarnos
a identificar en una aproximación descriptiva las características de las
lógicas proyectuales como aquellas que corresponden a:
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 6 1
• Las lógicas de las circunstancias de la contextualidad (sic) del medio
físico que dan sentido a las relaciones del objeto con las característi-
cas del entorno en que será ubicado el objeto en proyecto, al integrar
a la propuesta arquitectónica las condiciones topográficas, climáticas,
de asoleamiento y paisajísticas que interactúan con su materialidad.
• Las circunstancias de las lógicas estéticas (o de gusto formal) con las
cuales se da sentido a las preferencias tipológicas o incluso estilísti-
cas del manejo de las imágenes con las que se constituye la estructura
figurativa y con las cuales el objeto aparecerá al ser percibido.
• Las circunstancias de las lógicas de la espacialidad que se percibe en
una edificación dando sentido a la relación que tendrán los sujetos
en los recorridos de su conformación material. Pero en la conside-
ración de que la espacialidad no es un atributo del objeto, es una ca-
racterística de cómo percibimos los sujetos nuestra relación con el
mundo. Sin embargo, se puede dar sentido a las características de lo
que se percibe, al relacionar la conformación física del objeto con la
manera en que se propicia su percepción. En otras palabras, al defi-
nir los elementos que limitarán la percepción u orientarán la manera
en que ésta se dará, empleando las características que corresponden
a nociones como: focalidad, centralidad, secuencialidad y otras que
indican la interrelación del sujeto con el objeto.
6 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
Bibliografía
Fernández, Roberto. “El pájaro australiano. Un mapa de las lógicas proyectuales de
la Modernidad”. Astrágalo 6 (1997): 25-37.
López Padilla, Gustavo. “La arquitectura de Elías Rizo”. Navegando la Arquitec-
tura. Crítica y reflexiones entorno a la arquitectura y las ciudades. 17 de ju-
lio de 2014. Disponible en: https://navegandolaarquitectura.wordpress.
com/2014/07/17/la-arquitectura-de-elias-rizo (consulta: mayo de 2017).
“Elías Rizo Arquitectos (Parte 3)”. Filmado el 15 de febrero de 2011 en el Auditorio
esarq, Guadalajara, Jalisco. Video, 10:54. Disponible en: https://www.you-
tube.com/watch?v=bekSNPJhPs4 (consulta: agosto de 2019).
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 6 3
6 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / e n s ay o / 6 5
Dibujo elaborado por Adrián Baltierra Magaña, sobre la base de una pintura de Diego Velázquez,
“Venus del espejo” (1647-1651); terminado por Héctor García Olvera.
RÉPLICAS
12. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña. “Acerca de las lógicas proyectuales”. viii Seminario
Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de
México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 1.
13. Hierro y Baltierra, “Acerca de las lógicas proyectuales”, 1.
/ 67
se describen las “intenciones”, mas no llega a observarse ese “qué” de
las mismas, es decir, aquello que orientó sus decisiones. Por lo tanto, lo
único que nos queda es inferir su contenido significativo, en ese caso,
lo lamentable es que con todo ello nos estamos habituando a solamente
percibir productos, pero no nos preparamos para razonar cómo es que
son generados.
Se supone también que el objeto construido, o diseñado, puede ser
el medio para observar el sentido que legitima la toma de decisiones, sin
embargo, considero que esta afirmación está equivocada, pues parece que
en su lugar el objeto tendría como finalidad, entre otras, constatar si los
objetivos e intenciones del diseñador, y de sus “socios”, se cumplieron.
En el ámbito académico, específicamente en las clases de proyectos,
nos encontramos cotidianamente con que el asesor, al “revisar o criticar”
los ejercicios de los estudiantes no hace referencia (ni enseñaría a razo-
nar) a lo que pensó el estudiante mientras se encontraba en el proceso
del diseño arquitectónico. Una observación en el aula nos hace pensar
que, por el contrario, reiteradamente el profesor de esta costumbre aca-
démica se enfoca en los errores (los más) y los aciertos (si es que los hay,
según él) del trabajo presentado por los alumnos.
Por otro lado, en la ponencia, el autor se refiere a Roberto Fernández,
quien comenta que la noción de lógica proyectual sugiere un instrumento
de reflexión que permita indagar sobre los contenidos que dan sentido y
sobre los que se basa la toma de decisiones del proyecto arquitectónico.
Ante esto cabe preguntarse, ¿no debería aplicarse esta noción de instru-
mento para el proceso del diseño arquitectónico en su enseñanza?
El maestro Hierro también expone que “en el proyecto se elabora
un modelo de la futura edificación, [el cual es] un instrumento para co-
municar las características [...] del objeto [para quien proceda] a ma-
terializarlo;14 al respecto, vale recordar que Gillo Dorfles decía que los
planos llevan implícitos todos los contenidos estéticos, estructurales y
compositivos del objeto arquitectónico; sin embargo, pareciera que para
los estudiantes el proyecto sólo es el medio más práctico y conveniente
para representar gráficamente los espacios-forma (alguien definió así el
proyecto).
6 8 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
Respecto del orden generado, a través de la operación proyectual, en
el que notamos la disposición de los diversos estratos del proyecto para
reconocer el sentido con el que han sido propuestos acorde a los intere-
ses técnicos y de praxis proyectual, es importante referir que el objeto
arquitectónico sería entonces el resultado de la interacción dinámica y
constante de los factores que lo componen y que ningún estudio o análisis
de los factores en forma aislada lo definen, pues la comprensión de esta
parcialidad del objeto nos facilita el entendimiento de las partes que lo
integran. En contraste, la totalidad del objeto será resultado de una in-
terrelación determinada de las partes y sólo esa específica interrelación
lo dará por resuelto.
— H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O —
15. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña, “Acerca de las lógicas proyectuales”, viii Seminario
Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de
México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 13.
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / r é p l i c a s / 6 9
ticularidad de hacerlo así, en automático, o porque así “nos enseñaron”
a comportarnos (mas no a entenderlo). Lo que pondría en duda que lo
que hacemos, tenga sólo su causa (única o unívoca), en la totalización que
por inercia imponemos a nuestro proceder sobre la realidad aparente de
nuestro trabajo, una superficial vía para comprenderla.
Al mismo tiempo, pondría bajo revisión que ese sentido y los signifi-
cados con que intervenimos en el trabajo (o trabajos), que implica(n) el
ejercicio de diseño sea una imparcial u objetiva “interpretación” de tal
realidad, la que cotidianamente llamamos “la arquitectura”, para que se
obtenga convenientemente el resultado supuesto de esa labor. Pero, ¿qué
ilusiones y creencias han soportado nuestro quehacer sin dejar lugar para
reconocer que tal vez no sepamos sobre estos procesos de significación
con precisión?
Respecto de la sociosemántica de las representaciones que usamos
para diseñar, el texto me sugirió que la “reproducción de la imagen [sig-
nificada]” podría ser la fuente de inercia práctica en el ejercicio del di-
seño para que, afanosamente y, en automático, busquemos replicar la
apariencia y los modelos de referencia que tomamos o que hemos cons-
truido desde nuestra experiencia espacial simbólica.
Sin embargo, se despierta la suspicacia también sobre si los medios, la
industria y hasta la cultura nos imponen, diariamente, cargas de sentido
e imaginarios con los que nos disponemos a intervenir en estos procesos,
tal vez nada cercanos a ser productos de nuestra voluntad “creadora”,
como muchos le publicitan.
Esto permite reflexionar sobre si operásemos mayormente desde la
promoción o la propaganda inconsciente de tales modelos y modos que
nos anteceden, pero, al no darnos cuenta de ello, el papel de las “lógicas
proyectuales” sería crucial para distinguir lo figurativo de lo que se im-
pone como modelos básicos para la significación de las configuraciones
que intervienen en el proceso y el trabajo de diseñar.
Se nos invita a pensar que, al distinguir entre la figura, su sentido e
incluso el objeto (hipotético) sobre el cual decimos y hacemos en todo
evento proyectual, podemos comprender el carácter herramental de cada
uno de estos recursos en el entramado socioproductivo que condiciona-
ría nuestra labor y desde la perspectiva de esas lógicas o impuestos ideo-
lógicos con que podría hacerse factible su realización mercable.
7 0 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s
Entonces cada uno de esos recursos o herramientas tendrían que ma-
nejarse en conciencia, explícitamente, para poder asumir que tienen un
papel claro en nuestro ámbito, al no sólo requerirse para ser objeto de
lucro laboral, sino como base de formación de criterios para evaluar los
medios y rutas que apoyan cada desarrollo proyectual.
Esto nos advierte no dejar de lado las consideraciones que abrieron
otras ponencias relativas a la presente, al plantearse la inscripción del
diseño en un ámbito de corte moral, de corte político, es decir, social de
entre las culturas y de lo humano, por ende, sujeto a las consideraciones
de sus insumos como unos de índole inherentemente históricos en su
materialidad y en su significatividad.
También se sugiere que el carácter de tales lógicas es el de ser consi-
deradas legítimamente productivas, pero en tanto implícitas, no podrían
más que cumplir una finalidad pragmática, no así de praxis, como lo pro-
pone el texto que emite Adolfo Sánchez Vázquez: Filosofía de la praxis.16 §
16. Sánchez Vázquez, Adolfo. Filosofía de la praxis (Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 2011).
a c e r c a d e l a s l ó g i c a s p r oy e c t u a l e s / r é p l i c a s / 7 1
7 2 / p r e fa c i o
DE LOS ENTENDIMIENTOS
DE LA ARQUITECTURA
COMO FACTOR EN LA
PRODUCCIÓN SOCIAL DE LO
ARQUITECTÓNICO
p r e fa c i o / 7 3
Dibujo elaborado por Adrián Baltierra Magaña sobre la pintura de Johnny Morant, “Desnudo”;
terminado por Héctor García Olvera.
E N S AYO
— H É C TO R G A R C Í A O LV E R A —
/ 75
pechosamente ya considerado por algunos medios de comunicación co-
mo el nobel de arquitectura— fue otorgado al japonés Shigeru Ban, se
indicó en diversas notas periodísticas que este arquitecto, ya “es recono-
cido por sus diseños económicos y livianos”,1 además se ha dicho que “su
trabajo destaca por el uso de materiales de bajo costo”,2 y porque utiliza
“tubos de papel o contenedores de transporte”3 para sus construcciones.
Además se le reconocen “sus innovaciones estructurales y la intro-
ducción de materiales poco convencionales como el bambú, el papel, el
plástico o los compuestos de papel reciclado”;4 y también, se destaca in-
sistentemente que este célebre individuo:
7 6 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
el selecto y prestigiado grupo internacional de jueces, integrado por el
líder industrial, mecenas y Lord Peter Palumbo; el poderoso arquitecto
chileno Alejandro Aravena; el abogado de la suprema corte de justicia
de los Estados Unidos, Stephen Breyer; el arquitecto industrial y profe-
sor chino, Yun Ho Chang; la arquitecta, curadora, escritora mediática y
editora alemana, Kristin Feireiss; el arquitecto australiano Glenn Mur-
cutt; y el protagónico arquitecto finlandés, Juhani Pallasma, entre otros.
Al parecer ellos coincidieron en que Shigeru Ban sea “un arquitecto
excepcional”, quien se ha destacado por llevar a cabo “proyectos que van
desde viviendas mínimas, casas y alojamientos experimentales, museos
improvisados, pabellones de exposiciones, salas de conferencias y de con-
ciertos, edificios de oficinas”;6 o sea, la plena extensión de los géneros de
la arquitectura y la tipología formal completa.
En este sugerente panorama, deberá notarse que en el discurso que
hace este brillante jurado, para otorgarle el premio Pritzker, hay varios
aspectos que deben analizarse con cuidado, uno de ellos es el modo en el
que se dice que “un fundamento que une gran parte de su obra construi-
da es su enfoque experimental”.7 Y se asegura que:
6. “Shigeru Ban 2014 Laureate-Jury Citation”, The Pritzker Architecture Prize, 2014. Disponible en:
http://www.pritzkerprize.com/2014/jury-citation (consulta: mayo de 2017).
7. “Shigeru Ban 2014 Laureate-Jury Citation”.
8. “Shigeru Ban 2014 Laureate-Jury Citation”.
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 7 7
arquitecto. En segundo lugar, resulta sugerente y significativo el que
cuando se hace referencia a la adjudicación de esas obras de construc-
ción, como en el caso de la famosa Naked House, se asegure que con esta
obra, de autoría adjudicable a este arquitecto, él “fue capaz de cuestionar
a la noción tradicional de las habitaciones y, por lo tanto, la vida domés-
tica, y al mismo tiempo crear un ambiente translúcido, casi mágico”.9 Y,
bien por la belleza de las expresiones, pero se insiste en decir que:
7 8 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
o edificaciones?, ¿cómo pensar y entender a la producción social de lo
arquitectónico en la actualidad, en el ámbito del desempeño profesional
y del desempeño académico?
11. Guido Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española (Ciudad de México: Fondo
de Cultura Económica), 2009.
12. Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española.
13. Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española.
14. Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española.
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 7 9
De ahí que en la forja de la revisable y colectiva imagen del arquitecto
se le adjudique mayor importancia no sólo como el “constructor princi-
pal”, como el máximo productor de la edificación, sino que se le sobreim-
pone una condición francamente jerárquica, propia de un alto rango, un
elemento de poder sobre de los otros, por encima de los múltiples agentes
sociales que participan, de manera efectiva e intensa, en la construcción
y hasta en la producción de lo arquitectónico. Normalmente, estos son
los minus valuados, llamados genéricamente “obreros de la construcción”,
“maestros de obra”, “albañiles”, “carpinteros”, “herreros”, “pintores”, “ye-
seros”, “electricistas”, “plomeros”, “canteros”, “operadores de maquina-
ria”, “fierreros” (sic), “chalanes”, “siervos”, “secretarios”, etcétera.
Baste observar cómo en los múltiples y bien remunerados medios de
comunicación, la figura de ese arquitecto, identificada como el “cons-
tructor principal”, se promociona y se propaga, activamente, en el ám-
bito mercantil del desempeño profesional, impactando, desde luego, en
la academia, al grado de imponérsele la graciosas analogía de “director
de orquesta”, “al arqui”, “el principal y único conceptor” (sic), “el artista
creativo”, “el dueño del buen gusto”, entre otras veleidades. En otro sen-
tido, se llegan a destilar ideas como la de suponer que ese arquitecto sea
el individuo productor, dueño individualmente de las edificaciones y, más
que eso, el forjador, mediante el ejercicio creativo del diseño proyectual,
de lo habitable, de lo espacial y, en última instancia, de lo arquitectónico.
En el sentido etimológico, el término del griego original arkhitékton
se ha compuesto de dos sugerentes palabras: arkhi que curiosamente sig-
nifica el “principal”, es decir, es el que está en el primer lugar y designa al
jefe o dueño del negocio, el de las esencias, mientras que el tékton se refie-
re, más allá de la concreta construcción o lo construido, al que realmente
construye, al ser que ejecuta y que resulta ser, modestamente, el artesano,
el carpintero, el constructor, entre otros,15 es decir, la figura que ejercita el
arte y el oficio, al hacer objetos e imprimirles su sello personal, con lo
cual considero que (deberá empezarse a entender) este último sujeto es
sólo el tékton y no, curiosamente, el arkhi.
8 0 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
Etimológicamente, el misterioso término arkhi nos remite al cercano y
encantador término latín archi, inicialmente derivado del solemne tér-
mino arkhós que también significa “gobernante” o “jefe”, por ello ár-
khein tiene el poderoso significado de “gobernar”, “mandar” e incluso
“empezar”.
De ahí que resulte revisable e identitario el término “arquitecto”, se
debe valorar si es socialmente apto para designar, no exclusivamente, al
que “proyecta, diseña y construye”, sino también al que decide o deter-
mina la forma, o sea, al que tiene la capacidad de tomar la decisión plena
sobre los riesgos en el complejo proceso productivo, incluyendo en esto
a “lo arquitectónico”, que por eso es el “jefe” e incluso, el “gobernante”.
Ante este panorama terminológico, resulta pertinente e interesan-
te recordar que históricamente ha habido personajes célebres que han
llegado a ser más que un “arquitecto” para convertirse en una figura
central e individual, por ejemplo, Winston Churchill, quien anecdótica-
mente frente a la catastrófica destrucción de la Cámara de los Comunes
—infringida por las bombas incendiarias de la Alemania nazi en la Se-
gunda Guerra Mundial (1943)— fue quien decidió, sin dudarlo, su emer-
gente reconstrucción. Fue este, ahora reconocido, líder político, quien
tras un intenso debate —ante algunas finas objeciones por parte de las
asambleas legislativas, en las que ya se había promovido entre famosos
y emprestigiados arquis británicos la posibilidad de cambiar la forma de
esta trascendental sala parlamentaria por un elegante y gracioso trazo
semicircular o de herradura— ordenó conservar o reproducir el patrón
y esquema formal rectangular de dicha sala.
Churchill expuso que la forma de la antigua y famosa Cámara, aho-
ra destruida, era la responsable directa del trascendente ejercicio polí-
tico del sistema de los dos poderosos partidos, esos con los que se había
mantenido la hegemonía de la Gran Bretaña y que, efectivamente, en esa
forma espacial se concentraba “la esencia de la democracia parlamenta-
ria británica”.16 Inspirado, el propio Churchill señaló, magistralmente:
16. “Churchill and the Commons Chamber”, Living Heritage. Architecture of the Palace. Disponible en:
http://www.parliament.uk/about/living-heritage/building/palace/architecture/palacestructu-
re/churchill (consulta: mayo de 2017), 25.
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 8 1
“construimos nuestros edificios, les damos forma y luego ellos nos dan
forma a nosotros”.17 Y prosiguió, al advertir que:
Esta declaración deja ver que Winston Churchill se graduó honoris cau-
sa, al desempeñarse legítimamente como arquitecto y por partida doble,
pues no sólo evitó que se transformara la forma original, sino que además
fue el que supo decidir sobre de la re-producción o la re-construcción de
la forma de la espacialidad la Cámara Parlamentaria de los Comunes y así
lograr el rescate de su arquetipicidad y de su calidad de arquitectónica.
También deberá reconocerse que Churchill se desempeñó espe-
cíficamente en el ámbito del diseño de lo arquitectónico, primero al
con-vencer y luego al ordenar la conservación plena de la matriz for-
mal arquetípica de esa cámara; del mismo modo propuso mejorar cuida-
dosamente el confort y lo elemental de sus instalaciones de servicio, lo
que generó una favorable interpretación colectiva de sus conservadores,
usuarios, habitantes, quienes percibieron una nueva cámara, con una
muy igual, muy antigua, muy respetable y muy identitaria forma.
Para contrastar la figura del arquitecto Winston Churchill, recurri-
remos a un respetable, simple y legítimo “arquitecto” británico de nom-
bre Guiles Gilbert Scott, quien fungía como el tradicional encargado del
mantenimiento de esa edificación y que, para ese momento dramático,
tuvo que afrontar la ardua, difícil, ambigua y penosa situación, por la que
casi se queda desempleado.
Sucede que él participaba ya en la gestión frustrada del diseño y la
determinación de una nueva forma, lo que generó una curiosa situación
con la que, finalmente, nos ha de ser posible cuestionar su gloriosa figura
en tanto legítimo “arquitecto”, su caso nos sirve para ejemplificar al ar-
quitecto que no pudo llegar a ser el “jefe”, no pudo “gobernar”, no tuvo
el poder de intervenir y mandar para nada, no proyectó ni diseñó nada,
8 2 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
no pudo tomar ninguna decisión, ni ningún control o dominancia en una
nueva construcción, ni llegó a compartir el riesgo pleno del complejo
proceso productivo de la práctica arquitectónica o de lo arquitectónico.
Sólo tuvo que aceptar su ignorancia y su equívoco profesional: ceder y
ceñirse a la iniciativa poderosa del que, oportunamente, decidió la mera
re-producción de la forma de esa honorable espacialidad.
Así, en ese inicial sentido etimológico, el término que completa la so-
nora palabra arkhi-tékton, la expresión tékton, que originalmente deviene
del indoeuropeo teks-on, bien puede referir indistintamente al “tejedor”
y al “constructor”, quien en su derivación a teks nos debe remitir a la
acción de “tejer” o “construir”, referida a la acción de ligar, preparar y
fabricar. Curiosamente, la expresión tékton remite al término “construc-
tor” y tiene el mismo origen semántico que el actual término técnico, es
por ello que se hace referencia al “técnico”, término que evoca a la per-
sona que ejecuta una actividad manual, fabril o intelectual, sujeto a un
conjunto de reglas prácticas, lo que, en su refinado origen latino, forma
la expresión technicus, la cual evoca al “técnico” o “especialista”, que en
su anclaje a la matriz del griego tekhnikós rememora lo significativo, nada
menos que del “el arte, la destreza y lo práctico”, en la que naturalmen-
te se incluye la firme expresión del tékhne. Este término nos lleva a los
ámbitos del arte, la destreza y el oficio, lo cual ha de incluir la vieja raíz
indoeuropea teks-na, que remite también a la noción del “oficio o el su-
gerente arte de tejer o de construir”, del tejer que metafóricamente nos
propone al arte de dar forma a la trama o la urdimbre y así componer,
ordenar, discurrir, pensar e idear para producir y obrar.
Todo este embrollo etimológico nos sirve para plantear que tanto
el término “arquitecto” o “arquitectura”, como el término “técnico” o
“técnica” deberán reconocer su fino origen en el teks, que se refiere, con
precisión, a la dualidad de la idea original del “tejer” y “construir”, es de-
cir, la idea de entrelazar, componer y hasta formar. Con esto el arquitecto
se convierte en quien prepara, construye y obra, funciones en las que se
parece al “técnico”, aunque el primero debe ser el responsable dirigente
en la obra de construcción, mientras que el segundo debe ser, más bien,
un especialista en la construcción.
Bajo esta perspectiva, el arquitecto debería ser el “jefe o el dueño de
la técnica” y un experto en la construcción, mientras que la “arquitec-
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 8 3
tura” se ha de desempeñar como una “actividad técnica”, es decir, una
actividad práctica al servicio exclusivo de la construcción. Por ello, no
debe extrañarnos que el devenir semántico de la noción “arquitectura”
se halle bien anclado a la estricta noción de la “técnica”, la cual aunque
no llega a forjar una cualidad de “arquitectónica”, ni a intervenir en el
proceso de la producción de lo “arquitectónico”, se sige refiriendo al
significado de algo que continua describiéndose, en primera instancia y
sin rubor, con mayor valor del que posee la mera condición constructiva,
como evidentemente se ha impuesto en el caso del dictamen premiador
del honorable Shigeru Ban.
En ese caso el interés por la obra de Shigeru se derivó del hecho de
ser producto exclusivo de la actividad técnica, es decir, se basa en las ca-
racterísticas materiales-constructivas, herramentales de la edificación,
como si éstas tuviesen valor por sí mismas. Y así, uno de los aspectos que
más se le reconoce a este prestigiado arquitecto, ahora premio Pritzker,
es, al parecer, “su investigación sobre la capacidad estructural de mate-
riales pobres [que] está presente en las viviendas que lleva décadas di-
señando”.19
Más allá de todo esto, es necesario considerar cómo en los diferentes
medios de comunicación, se sobrevalora la “actitud mesiánica y huma-
nitaria” de este arquitecto, refiriéndose, al parecer, en el momento de
enterarse “que tres millones de refugiados vivían en Ruanda a la intem-
perie”,20 y se asegura que fue así como el arquitecto Ban se trasladó a las
oficinas de la onu en Ginebra para “ofrecer un invento: una estructura de
tubos que evitaría la deforestación de los bosques ruandeses”. 21
Ese ofrecimiento no sugiere que se resolvería el arduo problema de la
vivienda, ni se cuestiona si esas construcciones llegaron o no, finalmente,
a ser arquitectónicas o, si con ello, pudo reconocerse que se llegó a pro-
ducir lo arquitectónico, o si se llegó a demostrar que esas edificaciones
fueron adecuadas, habitables o que hayan podido ser utilizadas eficaz-
mente como refugio.
19. Anatxu Zabalbeascoa, “Shigeru Ban, el arquitecto-activista”, El País, 24 de marzo de 2014. Disponible
en: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/24/actualidad/1395691666_588872.html (consul-
ta: mayo de 2017).
20. Zabalbeascoa, “Shigeru Ban, el arquitecto-activista”.
21. Zabalbeascoa, “Shigeru Ban, el arquitecto-activista”.
8 4 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
En los medios de comunicación, siempre se destaca su intención de
“hacer una arquitectura que conjugara la máxima eficacia con los míni-
mos materiales”,22 y de “su obsesión por reciclar lo existente y trabajar
con lo disponible en cada lugar”,23 donde, necesariamente, se remite, por
ejemplo, a la reutilización de “cajas de cerveza como cimientos en las vi-
viendas de emergencia levantadas tras el terremoto de Kobe de 1995, o
se fomenta el convertir contenedores de transporte en las salas de expo-
sición de su Museo Nómada”.24
Por lo tanto, ya se vislumbra que de este personaje sólo hay revisa-
bles y mediáticas referencias, datos sobrevalorados sobre “su historial de
intervenciones tras terremotos como el de Turquía, 2000; Bhuj, India,
2001; Puerto Príncipe, 2010 u Onagawa, 2011; levantando refugios”.25 Sin
embargo, tal como se ha observado, esas construcciones no han logrado
llegar realmente a contener una espacialidad adecuada, habitable, como
para que se pueda calificar su cualidad formal de “arquitectónica” y pa-
ra reconocer su esencial función de refugio. Lo que sí cabe reconocer y
destacar “son los edificios de papel y cartón capaces de rehacerse pieza
a pieza”,26 en otras palabras, en el sentido de ese discurso calificativo y
de revisable premiación, se destaca, exclusivamente, la condición me-
ramente técnica-constructiva de dichas edificaciones, y no, la necesaria
condición de la arquitectónica y lo arquitectónico.
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 8 5
Aquí, la noción de técnica que nos interesa explorar es la que se vincu-
la directamente con el tema de la producción y, de ahí, la connotación
que tiene este término con “el comportamiento del hombre en relación
con la naturaleza que se dirige a la producción de los bienes”,29 lo que
implica establecer, en principio, una relación productiva entre el ser hu-
mano, la materia prima, la técnica y el producto resultado de dicha acti-
vidad. Parece que, desde sus orígenes, la existencia del ser humano y de
la técnica han estado estrechamente vinculadas en el sentido que lo ha
sugerido Platón, al reconocer que, el ser humano, es “el animal que la na-
turaleza ha dejado más desprovisto e inerme en toda la creación”,30 por lo
que, bajo estas nociones, el desarrollo de la técnica se ha de vincular con
la evolución y con la sobrevivencia de cualquier grupo de seres huma-
nos, lo que también se puede dar en el sentido inverso, para que tanto la
sobrevivencia y el bienestar de los grupos humanos estén condicionados
por el desarrollo de los medios técnicos.
De esta manera, Abbagnano insiste en que hay una visión positiva
sobre de la técnica que comienza a inicios del siglo xvii, con el influyente
Francis Bacon, quien en La nueva Atlántida (1627) plantea que la ciencia
“actúa en vista del bienestar del hombre y se dirige a producir […] inven-
tos que hagan más feliz la vida del hombre sobre la Tierra”.31
Es a partir del siglo xix, y en las primeras décadas del siglo xx, cuan-
do con seriedad se llega a plantear el “problema de la técnica”, es decir,
“el problema nacido de las consecuencias que el desarrollo de la técnica
del mundo moderno tiene en la vida individual y asociada del hombre”.32
Y es en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial cuando autores
como Oswald Spengler, con los textos El hombre y la técnica (1936) y La
decadencia de occidente (1958), plantearon que las máquinas eran:
8 6 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
puesto de la calidad, en el cual el culto a los valores del espíritu ha sido susti-
tuido por el culto a los valores instrumentales y utilitarios.33
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 8 7
automatización, que tiende a hacer del hombre un accesorio de la máquina
y, 5) La incapacidad de la técnica de hacer frente a las necesidades estéticas,
afectivas y morales del hombre; por consiguiente, su tendencia a favorecer o
a determinar el aislamiento de los individuos y su recíproca comunicación.36
Aquí se puede ver cómo este panorama permite observar que los efec-
tos de la técnica son muy diversos e incluso llegan a incidir o afectar de
manera directa la posible producción de lo arquitectónico; por ejem-
plo, como recientemente, se anunció en los diarios más connotados que
“cinco millones de casas se encuentran abandonadas en el país”,37 lo cual
plantea varias interrogantes sobre lo que la iniciativa pública y privada
realmente producen.
Ahora conviene precisar que, en general, esos que se llaman “desarro-
lladores inmobiliarios”, en realidad no producen “casas”, sino “cosas”, por
lo que, desde luego, se espera lleguen a ser “casas” en el momento en que
sus habitadores las usen, se las apropien o las habiten. Cabe destacar
que lo que se reporta sobre de esas “cosas” —que no han llegado, efecti-
vamente a ser “casas”— se puede observar cómo su elegante postura del
desarrollo técnico parece legitimarse a sí misma, en tanto que, lo que para
ellos importa, es sólo producir efectivamente “cosas”, que sólo aparenten
ser casas, de manera rápida; con costos y utilidades convenientes: que se
puedan reproducir fácilmente, que resulten económica y mercantilmente
viables para que quienes las producen (los empresarios dueños de los me-
dios de producción) puedan obtener mayores ganancias. Todo ello para
generar, en los sectores sociales que conforman y ubican a los efectivos
habitadores, la expectativa de que se está adquiriendo “la casa soñada”.
En esa realidad social, se destaca que muchas de las familias que ad-
quirieron esas “cosas”:
8 8 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
les con los que fueron construidas sus viviendas y los desmesurados intereses
bancarios, terminaron por vencerlos y decidieron abandonar su patrimonio.38
Lo que aquí se plantea es que los diversos agentes sociales que intervie-
nen en la producción de esas “cosas”, que se espera que sean “casas”, per-
siguen y producen finalidades muy distintas a las de los habitadores, en
tanto que el interés de estos agentes se concentra en producir a través de
(tan sólo) optimizar los procesos meramente técnicos, financieramente
herramentales, con la intención aumentar la acumulación del capital, sin
importar si lo que finalmente se ha de producir y obtener está bien cons-
truido (no precisamente edificado) y, sin saber cómo, en este proceso, se
atendieron las necesidades básicas demandas de la arquitectónica para
llevar a término el desenvolvimiento de lo arquitectónico.
Si bien hasta ahora sólo se han expuesto los aspectos negativos en la
relación con la técnica, también conviene, gracias al maestro Abbagna-
no, señalar que:
…sea en sus formas más primitivas, sea en las refinadas y complejas que se han
asumido en la sociedad contemporánea, es un instrumento indispensable para
la evolución y la sobrevivencia del hombre. Su proceso de desarrollo parece
irreversible porque sólo de él depende la posibilidad de la sobrevivencia del
número creciente de los seres humanos y su acceso a un más elevado modo
de vida. El único remedio a los peligros reales de la técnica parece ser hoy día
no la renuncia a la técnica misma, sino su fortalecimiento y su desarrollo en
todos los campos; a saber: por un lado, la investigación de nuevos instrumen-
tos que además de control de la naturaleza, garanticen su salvaguarda, y por
el otro, la investigación de nuevas técnicas de comportamiento interhumano
que puedan controlar y corregir los efectos malignos de las técnicas produc-
tivas sobre el hombre.39
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 8 9
desarrollo de la técnica, para entender a la demanda de la producción es-
pecífica “lo arquitectónico”, en un contexto que parece estar legitiman-
do los avances naturales de la “ciencia” y de su relación con la necesaria
producción de la simple “arquitectónica”?
…la arquitectura, que crea el espacio que habitamos, produce casas, edificios,
puentes, autopistas, pero también re-produce las premisas de su propia ac-
tividad, de cuya existencia habitualmente no tiene ni idea y para las que no
tiene comprensión alguna.40
40. Karel Kosik, Reflexiones antediluvianas (Ciudad de México: Itaca, 2012), 54.
41. Kosik, Reflexiones antediluvianas, 55.
9 0 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
En este punto considero que el autor se aproxima a la idea de que la dis-
posición básica de esa realidad fue lo que llegó a ser “arquitectónica”,
por ello pienso que esta disposición se debe ubicar en el ámbito socio-
económico de esa realidad en la que debió de insertarse la práctica de la
participatibidad, de una inteligencia “arquitectónica”, con la que han de
decidirse las operaciones de la producción, la repartición y el consumo
de las construcciones y las edificaciones. En esta arquitectónica, ocasio-
nalmente, se debío imponer la oportunidad de subordinar el sentido de
los medios o las técnicas meramente constructivas, de la época, al sen-
tido de los fines, en las jerarquías de este complejo proceso productivo
socioeconómico, en la justa distribución de su producto, en las formas
de su adecuado y necesario uso, en su pertinente consumo y en la aten-
ción a los diversos modos de su habitabilidad. Al respecto, Kosik señala
también que:
…las épocas históricas o bien tienen su arquitectura porque ellas son arquitec-
tónicas o no la tienen porque han reemplazado a la arquitectónica por algo
que exteriormente puede parecerse a ella o incluso llamarse así, pero que por
su esencia es solamente una impostura o un sucedáneo.42
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 9 1
Así que recuperemos la noción de “la arquitectónica” como elemento
básico de la producción de “lo arquitectónico”, sin duda, debe ser una
compleja labor, no sólo de brillantes y creativos diseñadores, sino de una
colectividad social en la extensión de su conjunto. Al respecto, Kosik
sugiere que:
Bibliografía
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Económica, 2007.
“Churchill and the Commons Chamber”. Living Heritage. Architecture of the Pa-
lace. s.f. Disponible en: http://www.parliament.uk/about/living-heritage/
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de 2017).
Churchill, Winston. El gran libro de citas de Winston Churchill. Ciudad de México:
Ediciones Nexum, 2013.
9 2 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
“Dan al japonés Shigeru Ban el Premio Pritzker de Arquitectura”. La Jornada.
24 de marzo de 2014. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/ulti-
mas/2014/03/24/dan-al-japones-shigeru-ban-el-premio-pritzker-de-art-
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Gómez de Silva, Guido. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española. Ciudad
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Kosik, Karel. Reflexiones antediluvianas. México: Itaca, 2012
Marina, Sandra. “Las 5 millones de casas abandonadas en el país”. El Financiero. 26
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las-millones-de-casas-abandonadas-en-el-pais.html (consulta: 1 de mayo de
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“Premia el Pritzker labor humanitaria de un proyectista japonés”. Excelsior. 25 de
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Disponible en: http://www.pritzkerprize.com/2014/jury-citation (consulta:
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Zabalbeascoa, Anatxu. “Shigeru Ban, el arquitecto-activista” El País. 24 de marzo
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tualidad/1395691666_588872.html (consulta: mayo de 2017).
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 9 3
9 4 / e n s ay o / d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a
d e l o s e n t e n d i m i e n t o s d e l a a r q u i t e c t u r a / e n s ay o / 9 5
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera sobre la base de un dibujo de John Berger “Sobre lo animal
y lo humano”, (2013).
RÉPLICAS
— M A R I O DA N I E L ÁV I L A S A L A Z A R /
H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O —
44. Al entenderle así bajo la noción de que eso perseguiría un orden social diferente del establecido
bajo la observación del ponente como fundamento de su postura. Ver Martín Retamozo Benítez.
“Lo político y la política: los sujetos políticos, conformación y disputa por el orden social”, Revista
Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales 206 (mayo-agosto, 2009), 69-91.
/ 97
muy usable y habitable espacio”,45 por aquellos que las habitan, desde el
punto de vista específico que nos lo propone.
Así, la “cosa” en uso (diverso), lograría “llegar a serlo, realmente y
en toda la extensión de su espacialidad, dentro de la que se forjaría, pre-
cisamente lo arquitectónico”;46 por eso la ponencia sugiere que existe lo
material de la “cosa” y que lo revisable sería si luego “aparece” la arqui-
tectónica para que —con el paso del tiempo y el uso de la cosa edificada
que hacen las personas habitadoras— se logre lo arquitectónico.
García Olvera toma una posición discursiva en la que se vale de di-
ferenciar entre lo material del edificio (la noción de arquitectura como
logro técnico) y su valoración ante los sentidos y fines más amplios que
motivan su producción, al considerar la presencia de lo humano (la pro-
posición factorial de “la arquitectónica”).
Pero, al mismo tiempo, se propone que el factor de “la arquitectóni-
ca” (¿deber moral?) y lo arquitectónico (¿campo final y total de produc-
ción?), propicia una tensión entre el uso que hacen los seres humanos
de tales objetos y los valores que tenemos en cuenta los arquitectos para
pensar su relación y trascendencia desde nuestro ámbito laboral y bajo
nuestros muy particulares intereses.47
Si un objeto edificado, incluso proyectado bajo el dicho de que será
una “casa”, no puede alcanzar sus fines últimos hasta que es usado por
su habitador o sus habitadores, parece pertinente distinguir al producto
de un proceso que acentúa una postura ideológica técnica limitada en
tanto “cosa” edificada; por otro lado al producto de una consideración
ideológica que exige la participación del ser humano habitador para su
constitución como “casa” durante el logro de permanencia. Ante ello,
cabe dudar de la articulación o la correspondencia entre la producción
material y sus finalidades inmediatas o mediatas, pues las segundas serían
inalcanzables en el proceso de diseño o edificación.
45. Héctor García Olvera, “De los entendimientos de la arquitectónica como factor en la producción
social de lo arquitectónico”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabi-
lidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 4.
46. García Olvera, “De los entendimientos de la arquitectónica como factor en la producción social de
lo arquitectónico”, 4.
47. Tal vez podemos calificarlos como apolíticos en muchos casos, es decir, que no se dirigen al bien co-
mún en nuestra sociedad o ampliamente hacia nuestro bien como especie, pero no por ello quedan
fuera de la producción misma de las diversas prácticas culturales.
48. Como puede ser el caso típico del diseño industrial de cosas (casas) para su producción en serie.
49. Héctor García Olvera, “De los entendimientos de la arquitectónica como factor en la producción
social de lo arquitectónico”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Ha-
bitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam,
2014), 16.
51. Mario Ávila Salazar y Héctor Allier Avendaño, “Réplica a la ponencia ‘De los entendimientos de la
arquitectónica como factor en la producción social de lo arquitectónico’”, viii Seminario Permanen-
te La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico” (Ciudad de México:
dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 1.
52. Ricardo Gibu, Ángel Xolocotzi, y Célida Godina (coords.), La filosofía a contrapelo: Estudios fenome-
nológicos y hermenéutico (Puebla: Ítaca-buap, 2013).
53. Karel Kosik, Reflexiones antediluvianas (Ciudad de México: Ítaca, 2012).
54. Kosik, Reflexiones antediluvianas, 55.
55. Kosik, Reflexiones antediluvianas, 55.
56. Kosik, Reflexiones antediluvianas, 63-65.
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 1 1
Dibujo elaborado por Adrián Baltierra Magaña, sobre la base de una pintura de Diego Rivera “Desnuda
con alcatraces” (1944); como homenaje a lo humano femenino; terminado por Héctor García Olvera.
E N S AYO
— H É C TO R G A R C Í A O LV E R A —
1. Arturo Cruz Bárcenas, “Presenta el cnca el proyecto Cineteca Nacional del Siglo xxi”, La Jorna-
da, 13 de julio de 2011. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2011/07/13/espectaculos/
a09n1esp (consulta: mayo de 2017).
/ 113
Él mismo, en una estratégica entrevista de la misma época, llegó a con-
fesar que:
…una de las “premisas” que también nos pusieron es que querían un espacio
techado; fue un requerimiento porque decían si hoy la gente en la Cineteca, va
al cine y “está lloviendo”, se tienen que esperar en su coche y salen corriendo
para entrar a las salas de cine; entonces, no hay un lugar donde pueda estar la
gente, que aunque “llueva” estés contento, estés cómodo; pensamos en una
cubierta que tuviera la capacidad de que se viera ligera [...] que fuera “per-
meable”, bueno, “no permeable”, pero que dejara filtrar la luz, que aunque te
“protege” de la lluvia y el sol, pero que sintieras que hace un espacio mucho
más rico.2
2. Enrique Márquez (realizador) y Andrea Griborio. Entrevista a Rojkind Arquitectos / Cineteca Nacio-
nal del Siglo xxi (Ciudad de México: Vimeo-Arquine, 2011).
3. Abida Ventura, “Remodelación de Cineteca, obra presionada por tiempos sexenales”, El Universal,
13 de marzo de 2013. Disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/cultura/71267.html (consul-
ta: 1 de mayo de 2017).
4. Ventura, “Remodelación de Cineteca, obra presionada por tiempos sexenales”.
1 1 4 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
…Son cosas que por más que tú quieras mover como “arquitecto”, más bien
se tienen que mover desde las propias leyes. Leyes que digan que no se van a
hacer proyectos en los últimos tres años de sexenio, por ejemplo, u otro tipo
de leyes como que no se les ocurra hacer en último momento obras en toda
la ciudad, como pasa sexenio tras sexenio.5
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 1 5
…lo positivo de esta cuestión negativa, es que salieron a la luz las fallas de la
obra de remodelación; lo que se conoce como los vicios ocultos. Debo men-
cionar que este mes y el siguiente estaremos en el proceso de entrega de la
obra, proceso en el que los constructores son los responsables de todos estos
tipos de fallas.9
Y agregó que:
…la revisión de los vicios ocultos se realizó desde la mañana del miércoles; se
levantaron las actas respectivas, vinieron los constructores, los “arquitectos”
y los “diseñadores” para revisarlos. [E insiste en que] La Cineteca cuenta con
todo el apoyo del cnca y de la Secretaría de Educación Pública (sep) para re-
solver todos estos problemas en los siguientes tres meses.10
9. Jorge Caballero, “La tormenta reveló ‘vicios ocultos’ de la remodelación de la Cineteca”, La Jorna-
da, 17 de abril de 2014. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/17/espectaculos/
a08n1esp (consulta: 1 de mayo de 2017).
10. Caballero, “La tormenta reveló ‘vicios ocultos’ de la remodelación de la Cineteca”.
1 1 6 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
mente adjudicada a don Santiago de Calatrava, simplemente— se inundó
debido a las torrenciales lluvias de la temporada. Cuando se les pregun-
tó a los trabajadores del estudio del arquitecto Santiago Calatrava sobre
esas inundaciones, ellos aseguraron que, desde luego, “no eran responsa-
bilidad ni del proyecto ni por tanto del señor Calatrava”.11
Santiago de Calatrava ya había sido notificado por la Ciudad de las
Artes y las Ciencias, así como por el Ayuntamiento de Valencia sobre “el
riesgo de inundabilidad (sic) del coliseo desde 1997”.12 O sea, que el ar-
quitecto no tiene nada que ver con esto. Cabe recordar que algo similar
le pasó, lamentablemente, a Frank Ghery, en octubre del 2007, pues fue
justamente demandado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts
ante el Tribunal del condado de Suffolk, en Boston, por el diseño y la
determinación de la forma, de uno de los centros del complejo univer-
sitario. En este caso, la denuncia señalaba que “los fallos del ‘diseño’ y
la construcción”13 fueron indiscutiblemente la causa de que se tuvieran
intensas goteras y que la nieve se colara por las ventanas y los techos, lo
cual causó graves desperfectos en ese edificio.
Estos ejemplos nos sirven para planetar al menos algunas primarias
sugerencias o, preguntas básicas, como la referente a la relación que debe
haber entre la determinación de la forma de lo arquitectónico, la estruc-
tura material de la edificación y la técnica constructiva o la tectónica (que
no precisamente, la de la geología), con la que todo eso ha de llevarse a
cabo o realizarse.
Para ello, debemos hacer una pausa en el cuento, pues ante este sin-
gular panorama y, en especial, respecto de la concreta producción de lo
arquitectónico, es urgente generar una serie de preguntas sobre cómo
se ha de dar el entendimiento de la específica actividad del arquitecto,
dentro de la compleja producción social, o, cómo interpretar los límites
y los alcances de la actividad del diseño. Además cabe preguntarse sobre
el sentido de la previsibilidad, o no, de lo que acontece a lo largo de la
11. “Calatrava pide cambios en el cauce para evitar que se inunde el Palau de les Arts”, Las Provincias,
16 de octubre de 2007. Disponible en: http://www.lasprovincias.es/prensa/20071016/tema_dia/
calatrava-pide-cambios-cauce_20071016.html (consulta: 1 de mayo de 2017).
12. “Calatrava pide cambios en el cauce para evitar que se inunde el Palau de les Arts”
13. “El Instituto Tecnológico de Massachusetts demanda a Gehry por fallos en su edificio”, El Mun-
do, 8 de octubre de 2007. Disponible en: http://www.elmundo.es/elmundo/2007/11/07/cultu-
ra/1194459078.html (consulta: 1 de mayo de 2017).
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 1 7
complicada y diversa materialización de una edificación, así como de los
anclajes al propio sentido de esa producción de lo arquitectónico, natu-
ralmente involucrada con la técnica o la tectónica sujeta al cumplimiento
de los fines de esa específica producción.
A partir de estas respuestas, se podrá forjar una pregunta pertinente,
por ejemplo, respecto de sí debe o no haber responsabilidad por parte
de los arquitectos que intervengan en esa fase del proyecto en donde se
decide y determina la forma de la totalidad de la producción de lo ar-
quitectónico. También se debe especificar si su responsabilidad se ha de
limitar exclusivamente a la fase del proyecto arquitectónico o deberán
tener injerencia con los aspectos técnico-constructivos y estructurales de
la edificación; o si los defectos producidos después de la terminación de
la construcción o la edificación deberán ser adjudicables a la labor pre-
visora y creativa del desempeño del proyecto o el diseño arquitectónico.
Ahora sí, sigamos con el cuento, para aproximarnos a la comprensión
de este asunto.
14. Sergio Canales, “Cineteca, recién remodelada cierra 2 salas por goteras”, La Razón, 17 de abril de
2014. Disponible en: http://www.razon.com.mx/spip.php?article211922 (consulta: 1 de mayo de
2017).
15. Canales, “Cineteca, recién remodelada cierra 2 salas por goteras”.
16. Canales, “Cineteca, recién remodelada cierra 2 salas por goteras”.
1 1 8 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
da llegar utilitariamente a suceder con el objeto espacial y habitable,
que debe estar socialmente produciéndose.
• Que lo que ha de suceder en el proceso del diseño de lo arquitectó-
nico, con ese objeto útil, edificado, espacial y habitable, debe obede-
cer a la responsable selección de la mejor opción del desempeño de
lo meramente técnico, y básicamente constructivo. Y aquí, con esta
breve narración, deberá alentarse la ardua reflexión sobre de la con-
veniencia de indagar e identificar el papel que juegan en el proceso
social de la producción, el proceso del diseño de lo arquitectónico,
el de la técnica y el de la construcción; e identificar, qué tanto se en-
cuentran reunidos o distanciados entre sí con respecto de las otras
decisiones que se toman a lo largo de la materialización, de una bellí-
sima edificación, que como ya se dijo, llegue a ser utilitaria, espacial
y habitable, o sea, propio de aquello que, finalmente, se debe enten-
der como propio de la arquitectónica.
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 1 9
toma de decisiones sobre la determinación de la forma de los objetos
espaciales habitables susceptibles de ser finalmente construidos.
17. Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como “ideología” (Madrid: Tecnos, 2002), 53.
18. Habermas, Ciencia y técnica como “ideología”, 53.
19. Habermas, Ciencia y técnica como “ideología”, 53.
20. Habermas, Ciencia y técnica como “ideología”, 54.
1 2 0 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
gen estrategias, se utilizan tecnologías y se instauran sistemas a una reflexión
y reconstrucción racionales. Aparte de eso, esa racionalidad sólo se refiere a
las situaciones de empleo posible de la técnica y exige por ello un tipo de ac-
ción que implica dominio, ya sea sobre la naturaleza o la sociedad. Y así, la ac-
ción racional con respeto a los fines es, por su estructura misma, ejercicio de
controles. Y es por eso que la ‘racionalización’ de la vida, según criterios
de esta racionalidad, viene a significar la institucionalización de un dominio
que se hace irreconocible como dominio político: y que, la razón técnica de un
sistema social de acción racional con respecto a fines no se desprende de su
contenido político.21
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 2 1
De lo anterior se infiere que no hay técnica que sea neutra e imparcial y
que ella misma implica un determinado sentido de dominio sobre de la
naturaleza y el ser humano. A partir de esto se deduce que las construc-
ciones y las edificaciones, en general —por ser resultado de una activi-
dad productiva, definida en el sentido de la técnica y estar orientada por
inevitables fines— deben estar en sintonía con el mismo sentido de do-
minio sobre de la naturaleza a la cual recurrimos los seres humanos para
resolver nuestra amplia demanda de adaptación al medio, al entorno y a
los objetos espaciales, supuestamente habitables.
De este modo, Marcuse provoca la interpretación de Habermas en
la que se sugiere una leve disyuntiva en relación con el empuje del ma-
nejo ideológico de la técnica contemporánea y que (para efecto del en-
tendimiento de estas notas, desde luego) ha de influir hasta en el mismo
proceso de la producción de lo arquitectónico, al considerarlo desde las
fases cognitivas de la gestión hasta las del desempeño práctico del di-
seño, pasando por las de la construcción o la edificación, en tanto que
todas han de ser actividades orientadas por inapelables fines y que han
de consistir en plantear que la alternativa a la técnica existente, deman-
da orientarse hacia “el proyecto de una naturaleza como interlocutor,
en lugar de como objeto”,23 donde la estructura alternativa de la acción
pueda diferenciar a “la estructura de la interacción simbólicamente me-
diada”,24 un tanto cuanto distinta de la “acción racional de los medios
con respecto a los fines”.25
A propósito de esto, cabe precisar que tal pretensión propone que
la técnica se abstenga de tratar de dominar a la naturaleza para llegar a
interactuar con ella. Por tanto resulta oportuno señalar el caso en el que
una empresa considere el cambio del proyecto de la técnica y que eso
implique tanto a la actividad operativa como a su expresión, en tanto
proyecciones de la misma —esto ha de entenderse pues así serían todos
los proyectos de la especie humana, también debe comprendese que eso
no es expresión de una determinada época, clase o situación—; por lo
que, la opción de cambio de la técnica, deberá ir más allá de la voluntad
1 2 2 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
de alguno de los agentes que intervengan a lo largo del proceso produc-
tivo de las construcciones o las edificaciones. Pues justamente de ello se
ha de desprender la inadmisibilidad de la gestión de una nueva técnica,
distinta de la ya existente.
Hasta ahora, en este cuento, se ha tratado de explicar y señalar que lo
estrictamente técnico, naturalmente, se enlaza con lo político a través de
los mismos fines que establece, pero, también cabe precisar que los obje-
tos derivados del operar meramente técnico llegan a ser aparentemente
indiferentes a los fines políticos, por ejemplo, en el caso de la producción
de lo arquitectónico, en la actual e histórica postura del “funcionalismo”,
en la que se construyeron múltiples edificaciones, indistintamente, en
territorios de filiación a regímenes socialistas y a capitalistas con una
sorprendente semejanza e identidad de imagen o expresión formal.
Uno de los puntos medulares de esta relación es la cuestión de si lo
meramente técnico le fija los fines a lo político o, más bien, si lo político
es lo que le fija los fines a lo técnico. Llegados a este punto se nos sugie-
re que la misma producción de lo arquitectónico, pudiera ser un tipo de
técnica derivada de un acto de “racionalidad” orientada por inapelables
fines; con lo que entonces, conviene que elaboremos una central cuestión
y con ello la siguiente pregunta:
¿Qué relación han de tener los efectos que sufren las edificaciones
después de ser inauguradas, con los fines o con los causales que los origi-
nan, en el caso de la producción de lo arquitectónico?
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 2 3
complicada hechura. Además es considerado uno de los recintos de la
cultura musical más atractivos que se hayan construido en el mundo, en
sus circunstancias de uso, ocupación o prueba. Pues bien a poco más de
un año de ser inaugurado fastuosamente, a este bello edificio le apare-
cieron graves grietas en los muros y los techos, las cuales poco después
provocaron que algunos grandes paneles de vidrio se desprendieran y
cayeran desde los canceles donde se afianzaban, lo más vistoso de esto
fue que naturalmente el agua generosa de lluvia del monzón de la época,
invadió y ocupó plenamente el elegante interior de este afamado y ex-
traordinario edificio.
Sobre este episodio, el flamante director del equipo de construc-
ción, Yu Huiyao, comentó que había sido muy difícil cumplir la visión
extraordinaria de Zaha Hadid y confiado aseguró que “los problemas
con la calidad de la construcción no son debido al ‘diseño’ del edificio,
pero sí debido a que no se tomó en cuenta la complejidad del ‘diseño’
antes de empezar a trabajar”.26 Estas afirmaciones inmediatamente nos
hacen pensar en la singular noción que se tiene del diseño o del pro-
yecto, la cual de ninguna manera —por el transparente influjo de los
prestigios y los privilegios— se vincula con una acción causal de pre-
visión. Y que, en casos como el de la decisión de la construcción de es-
te prometedor edificio de La Opera, en esa región, parece ser que a la
complicada labor del diseño, la entienden de manera muy rara o simple-
mente distinta.
Pareciera que en aquellas latitudes, cuando a los profesionales de la
arquitectura se les reconoce su destreza, habilidad, capacidad y respon-
sabilidad en el desempeño del diseño y el proyecto (que para algunos, en
Occidente, puede ser lo mismo que gozar simplemente de prestigio), de-
finitiva y riesgosamente se excluye de esas alabanzas la difícil, obligatoria
y complicada labor magistral de saber cómo llegar a conocer, anticipa-
damente, pre-ver y preparar, plenamente, la disposición para intervenir
en la determinación de la forma de un singular objeto y, con ello, no sólo
saber pre-entender cómo van a llegar a ser definitivamente los objetos
espaciales y habitables, sino lo que ha de suceder finalmente con ellos
26. Malcolm Moore, “Guangzhou Opera House falling apart”, The Telegraph, 8 de julio de 2011. Dispo-
nible en: http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/asia/china/8620759/Guangzhou-Ope-
ra-House-falling-apart.html (consulta: 1 de mayo de 2017).
1 2 4 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
durante el extenso y complejo proceso de su producción material o en
relación con cómo, en última instancia, van a interactuar o estar en tran-
sacción lo corporal y lo espacial de la edificación lograda con la fuerza
del entorno natural y, la intensa vitalidad del ser humano que demanda
originalmente habitabilidad.
Así, para acoplar estos cuentos o casos descritos anteriormente, debe
pre-entenderse en qué medida, los percances o los efectos que suceden
alrededor de la forma de producción de lo arquitectónico, más que estar
influidos por la orientación del desarrollo de la técnica, la trama social
o el manejo de los recursos económicos, puede ser intervenido por otro
factor causal que puede influir definitivamente para que se presenten ta-
les situaciones y efectos: el hecho de que esa forma de producción llegue
a ser una mera técnica, sujeta y definida por una cierta “racionalidad”,
anclada a ciertos singulares fines.
El tema de los fines habrá que vincularlo, naturalmente, con el tema
de las causas y de los efectos, y a partir de ahí pasar al revisable terreno de
la “causalidad”, mismo que se ha de vincular estrechamente con cada una
de las fases del proceso como la recepción de la demanda, el pre-entendi-
miento del problema, la gestión del proceso mismo, la intervención en la
determinación de la forma, la instrucción del proceso de la concreción y
la construcción, que es lo que se ha de definir en relación al singular des-
empeño de la orientación del desarrollo técnico de ese modo de producir
precisamente lo arquitectónico.
Y es en ese sentido que Nicola Abbagnano,27 en su imprescindible
diccionario, nos dice que, curiosamente, el significado más general del
término “causalidad” hace referencia a “la relación entre dos cosas, en
virtud de la cual la segunda es unívocamente previsible a partir de la
primera”.28 Que, históricamente, el planteamiento anterior ha adquiri-
do dos formas:
27. Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2007),
147.
28. Abbagnano, Diccionario de filosofía, 147.
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 2 5
describe a menudo la acción de la causa como la de una fuerza que
genera o produce necesariamente el efecto.
2. La forma de una relación empírica o temporal, por la cual el efecto
no es deducible de la causa, pero es previsible a partir de ella por la
constancia y uniformidad de la relación de sucesión. Esta concepción
elimina de la relación causal la idea de fuerza.29
En un primer sentido, es causa todo aquello de que está hecho una cosa y que
permanece en la cosa; por ejemplo: el bronce es causa de la estatua y la plata
de la copa. En un segundo sentido, la causa es la forma o el modelo, esto es, la
esencia necesaria o sustancia de una cosa. En este sentido es causa del hom-
bre la naturaleza racional que lo define. En un tercer sentido, es causa lo que
da comienzo al cambio o a la quietud; por ejemplo: el autor de una decisión
es la causa de ella, el padre es causa del hijo y, en general, lo que produce el
cambio es causa de éste. En un cuarto sentido, la causa es el fin, por ejemplo,
la salud es la causa para la persona que pasea.30
1 2 6 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
posible referencia a la “causa material”, aun cuando ese tal mito del tita-
nio ya se haya empezado a oxidar y corroer.
En otra referencia se reclamó que el edificio de la Estación de Bom-
beros Vitra que morfo-dimensionalmente debería dar cabida al acceso y
la salida de los camiones de bomberos (la cual debía ser su posible refe-
rencia a la “causa formal”); sin embargo, poco después de inaugurada se
percataron que no podían entrar en el garaje por lo formalmente redu-
cido y lo bello de sus novedosas dimensiones.
Otro caso es el comentario adulador de que el gran profesor Peter
Eisenman con “su famosa obra inconclusa”, la “Ciudad de la Cultura”,
en la antediluviana y muy religiosa concentración urbana de Santiago
de Compostela, a la que se han acercado una buena variedad de intriga-
dos peregrinos visitantes; y que eso sea lo que puede ser la referencia de
la “causa eficiente”, cuando lo que finalmente se dice, es que allí se ha
instalado una extraña y descontextualizada edificación que nadie visita.
También se ha llegado a asegurar que la multipremiada, pritzkeria-
da, Casa de Bourdeux, adjudicada al ya inexplicablemente prestigioso
Koolhaas, haya pretendido ser finalmente habitable, que es lo que ha de
ser la posible referencia a la “causa final”; pues cuando poco tiempo des-
pués de ser construida e inicialmente ocupada aparecieron los arduos
“d-efectos”, los llamados “des-perfectos”, como la definitiva descompos-
tura del mecanismo de la famosa “plata-forma” central que era el elemen-
to morfo-vital para el sufrido usuario comitente y dueño, además de las
abundantes goteras, las grietas y las roturas de los grandes cristales que
se opusieron a que, el logro del finalista cometido, que hubo de ser el
de la habitabilidad no pudiera felizmente realizarse. Para clarificar esta
complicada situación, apoyémonos en Abbagnano, quien compartió tres
ideas teoréticas que muy probablemente ayuden a aclarar a la anciana y
añeja teoría aristotélica de la causa.
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 2 7
la homogeneidad de la causa y del efecto, por lo cual los géneros son causas
de los géneros, las cosas particulares de las cosas particulares, el escultor de la
estatua, las cosas actuales de las cosas actuales, las posibles de cosas posibles.31
1 2 8 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
quedaran quietas o que la primera volviera hacia atrás o que escapara de uno
de los lados en una dirección cualquiera. Todas estas suposiciones son cohe-
rentes y concebibles y la que la experiencia demuestra como verdadera no es
más coherente y concebible que las demás.33
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 2 9
insistente proposición de la previsibilidad, que aún hoy sigue siendo pro-
blemática. Y si, como dice Abbagnano:
…la relación causal debe hacer previsible el efecto, pero ninguna deducción
a priori puede hacer previsible un efecto cualquiera; la deducción es, por lo
tanto, incapaz de fundar la relación causal. O que la repetición empíricamen-
te observable de una relación entre dos hechos es, pues, el único fundamento
para afirmar una relación causal.37
Estos puede evidenciar que más que ejercer dominancia sobre la natura-
leza (más que se defina alguna pre-visión sobre de la misma) lo que puede
prevalecer, en relación con el complejo proceso de la producción de lo
arquitectónico, es el oportuno recurso de alguna, leve y singular tentativa
experimental de aplicación técnica, instrumentada e integrada cuidado-
samente en la serie de las fases secuenciales de ese proceso productivo y
orientada preferentemente al discurso de la original demanda que ha de
ser generadora de la interpretación específica de una causa final, lo que
formalizará la situación en la que ese proceso social productivo deba ser
una cuestión de necesaria y azarosa probabilidad.
En esta curiosa y casi terminal etapa del cuento, debe advertirse que,
en la descripción de los edificios señalados en este ensayo, se debió ha-
ber partido de una premisa que propusiera aminorar el grado de la de-
manda de previsibilidad y la consideración de lo azaroso de aquello que
se espera que deba suceder al término de dichas edificaciones y que así
parece presentarse, de manera constante, a lo largo de la tentativa ins-
trumentación técnica de todas las fases del proceso de producción de lo
arquitectónico y que ha tenido que ver con una leve pero impositiva ac-
titud de dominancia sobre la naturaleza, las cosas y el ser humano. Situa-
ción que azarosa y ocasionalmente ha sido capaz de gestionar proyectos
ambiciosos, desaforadamente autoritarios y con posturas de diseño que
no han considerado a la complejidad de su concreción y a su causalidad
final que ha de llevar a buen término la consecución de una edificación
que llegue a forjar a término, la necesaria cualidad de una espacialidad
totalmente habitable.
1 3 0 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
Sólo queda decir “colorín colorado”, aunque este cuento no se ha
acabado, por lo pronto, hasta quí terminasmos este extenso ensayo. §
Bibliografía
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1 3 2 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
1 3 4 / e n s ay o / s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a
s o b r e l o s e f e c t o s d e l a t e c t ó n i c a / e n s ay o / 1 3 5
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de dibujos previos de él mismo; como
reconocimiento de los admiradores de la silla Rietveld y los detractores del alma humana.
RÉPLICAS
38. Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como “ideología” (Madrid: Tecnos, 2002).
39. Héctor García Olvera, “Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento de la producción de
lo arquitectónico”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el
Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 7.
/ 137
Con el mismo Jürgen Habermas, menciona un ideal de relación téc-
nica-naturaleza que pudiera considerar a la natura “como interlocutor,
en lugar de como objeto”.40 En este punto parece que lo referido para
hablar sobre la técnica, determina la formulación de una pregunta que
hace evidente el conflicto de una visión determinista de la técnica en re-
lación con lo social: “Si, lo meramente técnico es lo que fija los fines a lo
político o más bien, si lo político es lo que le fija los fines a lo técnico”.41
A partir de ello se toma como estrategia, para la reflexión del tema,
la relación causa-efecto, una vez ahí se salta al discernimiento sobre las
relaciones de las causales técnicas y la producción social de lo arquitec-
tónico. Así, las causas —como entiendo que García Olvera llama a la
“técnica”, “la trama social” y “el manejo de los recursos económicos”—
tienen que comprenderse junto con los llamados “fines considerados”, los
cuales, según parece, son los efectos de aquellas causas.
Para explicar los percances técnicos relacionados con lo arquitectó-
nico (aun cuando se hace crítica al modelo aristotélico), se toman como
referencia razonamientos del tipo causa-efecto, los que explican cosas
desde un punto de vista predominantemente epistemológico; así, cuando
con apoyo de Nicola Abbagnano la pregunta finalmente parece concluir
sobre la arbitrariedad de la previsión fundada en la conexión causa-efec-
to, la problemática se resuelve con una respuesta basada en una relación
de tipo epistemológico.
Aun cuando la conclusión sobre el papel del diseño en cuanto a la
pre-visibilidad de hechos posteriores a la etapa de proyecto, dentro de los
llamados “procesos de producción arquitectónica”, parten de una noción
determinista sin aparentes matices, García Olvera plantea una situación
importante que podríamos perder fácilmente de vista: que aun con la ayu-
da de la observación y la experiencia (ruta empírica), no es posible garan-
tizar la coherencia entre causa y efecto, y añade que incluso puede llevar a
una riesgosa pre-visibilidad del futuro, o de las causas y sus efectos.
40. Héctor García Olvera, “Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento de la producción de
lo arquitectónico”, 9
41. Héctor García Olvera, “Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento de la producción de
lo arquitectónico”, 10.
42. Étienne-Louis Boullée, Arquitectura: ensayo sobre el arte (Barcelona: Gustavo Gili, 1985).
43. Boullée, Arquitectura: ensayo sobre el arte, 41.
46. Héctor García Olvera, “Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento de la producción de
lo arquitectónico”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el
diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 7.
Sino que, más bien, debiéramos aceptar que su discusión esté completa-
mente influida por la ideología y por los intereses que rodean a la ciencia,
a la técnica y a su aplicación, como más adelante en el ensayo se acepta,
al afirmar que técnica e ideología son lo mismo.
Si en apariencia a la técnica la observamos limitada a ciertas acciones
o aspectos y, además, desligada de cualquier proceso político e ideológi-
co, sería por los efectos de la misma esfera político-ideológica que así lo
requiere para legitimarla e imponerla.
Al estar íntimamente ligada a la “racionalidad” social y a su vez a la
política, que la convierte en un instrumento decisivo que apoya al domi-
nio de la naturaleza y de la sociedad, la técnica estará orientada a causar
los efectos u obtener los resultados que los intereses políticos le reclamen
u ordenen. Es de recalcar que, a principios del siglo xx, Benedetto Croce
lamentara que:
…la preponderancia en los últimos cincuenta años del tipo de hombre que
tiene no pocos conocimientos, pero que no tiene el conocimiento que está
restringido a un pequeño dominio de hechos o distraído entre hechos de las
más diferentes naturalezas, pero que en ambos casos, está privado en todo
momento de una orientación.48
47. Héctor García Olvera, “Sobre de los efectos de la tectónica en el entendimiento de la producción de
lo arquitectónico”, 8.
48. Como se refiere en Manel Güell Barceló y Josep Muñoz Redón, Filosofía y ciudadanía (Barcelona:
Octaedro, 2008).
49. Alfred Weber, Historia de la cultura (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2010), 314-
316.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 4 9
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de algún rasgo humano de su memoria.
E N S AYO
/ 151
largo del proceso de producción arquitectónica, y que una de las carac-
terísticas que distinguen a casi todas las referencias o definiciones rela-
tivas al diseño en general, o al arquitectónico como una particularidad
de éste, se refieren a su campo de actuación que implica necesariamente
la especificación de formas y la propuesta de delimitación física de algo,
en su condición objetual. Implican que diseñar o proyectar son acciones
orientadas hacia fines intencionados más allá de sus propios contenidos,
es decir, acciones de carácter teleológico.
Las acciones proyectuales son así las acciones necesarias para desatar
en el marco de la producción procesos internos de tipo causal que lle-
varían de una situación dada en el estado inicial de una demanda como
objeto ideal, a una condición de referente final del objeto real.
En ello, a nadie en el ámbito de la elaboración de proyectos arquitec-
tónicos se le debería escapar que las leyes de producción, distribución,
competencias, mercadotecnia y consumo, así como las leyes del deterioro
que hacen que los objetos caduquen en su uso, hacen, del acto de diseñar,
una operación eminentemente social y, por ello, íntimamente ligado a
la noción de ideología, condición de la que no escapa la programación
previa.
En esa condición, la operación del diseño arquitectónico siempre to-
pará con factores de tipo económico, social, cultural y político de tal
manera que podríamos decir que en el proceso proyectual tomar partido
por alguna opción a desarrollar en cierto modo equivale a la elección de
una directriz formal con una carga ideológica previamente determinada.
La elaboración de propuestas proyectuales tiene que ver por tanto
con la toma de decisiones. Es el núcleo de hacer de la proyectación en el
sentido de la realización de las acciones tendientes a obtener un fin “con-
cretable” en resultados. El campo del diseño quedaría acotado así bajo
la condición de actuar en la producción cuando la configuración de un
objeto sea la condición necesaria.
Habría que distinguir que la peculiaridad de las acciones proyectua-
les es que su complejidad es diferente de la de los objetos diseñados, es
decir, una acción proyectual o la elaboración de un proyecto completo no
es tanto más compleja cuanto más complicado o sofisticado sea el objeto
que será resultante del proceso productivo.
1 5 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
En este sentido proyectar una edificación de grandes dimensiones
puede resultar más laborioso, pero no más complejo, que diseñar una
vivienda unifamiliar de dimensionamiento mínimo. La vivienda contie-
ne una de las estructuras sociales más críticas y llenas de variables que
existen en la sociedad actual y que marcan el centro de atención como
función social, tanto en aspectos de significación, como en la interre-
lación con las otras estructuras sociales, sean laborales, educacionales,
culturales, comerciales o de servicios. Así la labor de la proyectación es
tanto más compleja cuanto más intrincada sea o pueda ser la red de re-
laciones contextuales en la cual se haya involucrado la formulación de la
propuesta en que se actúa.
De ahí la consideración de que la visión programática en su relación
con el proyecto arquitectónico, cuando el programa se refiere al listado
de locales y dimensiones relativas a la idea de cubrir necesidades resulta
insuficiente para observar la multiplicidad de las relaciones sociales que
se dan con las edificaciones.
Curiosamente la no consideración del análisis relativo a la comple-
jidad del hacer proyectual ha llevado (en muchos casos, en el ámbito
académico) al desarrollo de programas de las asignaturas de proyectos
y sobre todo al desarrollo de programas para los ejercicios por elaborar,
en las cuales el criterio relativo al avance de la capacidad proyectual se
relaciona con las dimensiones de las edificaciones.
Los primeros ejercicios se formulan relativos a casos de edificaciones
de poco dimensionamiento, para continuar aumentando paulatinamen-
te el tamaño de la edificación hasta llegar a objetos de gran volume-
tría, donde se estaría considerando un programa de mayor extensión.
El aprendizaje del diseño pareciera así estar supeditado a la aparente
secuencia que se tendría de la propuesta de una caseta de un estaciona-
miento a la elaboración del proyecto de un hospital o un aeropuerto y de
ahí que se pretenda que la mera repetición de una actividad se convierta
en la forma de su enseñanza.
Sin embargo, habría que considerar que en el planteamiento de cual-
quier acción relativa al diseño arquitectónico se presenta un campo de
pertinencias, a modo de aquello que es procedente o no, que siempre se
presentará posiblemente incompleto y en cada caso particular o específico
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 5 3
se dará la presencia de algún aspecto distinto. De tal manera que la dis-
tancia discursiva que se presenta entre un caso y otro de edificaciones
de diferente utilidad y dimensiones hacen que prácticamente no exista,
ni pueda existir una metodología de diseño de carácter universal, pues-
to que no existe un solo tipo de diseño, sino un conjunto abierto de ele-
mentos proyectuales que corresponden a requerimientos de muy diversa
índole y complejidad.
Así que más que pretender enseñar una metodología aplicable a cual-
quier demanda arquitectónica, la condición de aprendizaje, del aprender
a aprender, debiera rondar en la asimilación de criterios de actuación
sobre las diferentes situaciones que se dan en el ejercicio proyectual. De
ahí, la necesaria revisión de aquellos elementos que se han considerado,
en particular en nuestro ámbito académico, como los puntos básicos del
actuar en la elaboración de los proyectos arquitectónicos, negando la
condición ideológica de quienes demandan la realización de alguna edi-
ficación y la de aquellos que intervienen en su configuración, es decir, los
proyectistas, sean o no arquitectos.
1 5 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
• ¿Cuáles son los alcances y los límites del “programa arquitectónico”
en la determinación del proyecto?
• ¿El “programa arquitectónico” es algo que guía las decisiones pro-
yectuales?
• ¿Qué papel tiene el arquitecto en la formulación del “programa ar-
quitectónico”?
Hacia enero del 2009, se lanzó una convocatoria a escala nacional para
la “Construcción de un Monumento Arco Conmemorativo del Bicente-
nario del Inicio de la Independencia Nacional”,1 en él se pretendía que
intervinieran arquitectos nacionales e internacionales. En la convocato-
ria se señalaba que “esta obra Monumento (Arco), deberá ser hito ur-
bano-arquitectónico, emblemático del México moderno y un espacio de
conmemoración en el Paseo de la Reforma como remate del trazo origi-
nal de la avenida (1865)”.2
Ya para el 15 de abril del 2009, se anunciaba que el proyecto ganador,
de entre las 35 propuestas que se presentaron, fue no un “arco” sino una
“estela”. Según comentó el arquitecto ganador del concurso, Cesar Pérez
Becerril: “es una imagen que trasmite serenidad, sencillo y elegante, con
gran espacio y que sintetiza las luchas de nuestros antepasados desde los
tiempos prehispánicos hasta las últimas batallas”.3
Las reacciones ante el fallo no se hicieron esperar, por ejemplo, Xa-
vier Ramírez Campusano, prócer de uno de los tres “padres de la arqui-
tectura moderna mexicana”, don Pedro Ramírez Vázquez, desaprobó el
resultado del concurso. Según lo señalan las notas periodísticas de aquel
entonces, comentó que el proyecto debió de haber sido descalificado por
no apegarse a los lineamientos de la convocatoria, en otras palabras y en
mexicano, que le “valió” el “programa”. Destacó, para empezar, que lo
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 5 5
proyectado por el arquitecto “ganador” no fue un “arco” sino una “torre”
y que además su ubicación no correspondía a lo estipulado en las bases,
ya que el proyecto se tenía que ubicar “sobre la avenida” y no “aún cos-
tado de la avenida”. Así lo declaró:
4. “Desaprueban fallo de Arco Bicentenario”, Obras web, 22 de abril de 2009. Disponible en: http://
www.obrasweb.mx/arquitectura/2009/04/22/desaprueban-fallo-de-arco-bicentenario (consul-
ta: 1 de mayo de 2017).
5. Peter Collins, Los ideales de la arquitectura moderna (Barcelona: Gustavo Gili, 1998).
1 5 6 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
de relacionarlo con la disposición de espacios interiores y fachadas; y finalmen-
te la manera de tener encuenta el entorno.6
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 5 7
mismo tipo, sin importar que estuvieran en otro lugar, y que hubiesen
tenido algún considerable éxito.
A propósito de esto, Jean de La Bruyère comenta que:
1 5 8 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
cientes, aun cuando escasamente recurría a edificaciones de arquitectos
contemporáneos.
El recurso del “programa” se limitaba a describir lo que las edifica-
ciones habían sido o lo que eran en la actualidad, sin plantearse lo que
debía hacerse con ellas en un futuro o lo que debían comprender; tal ac-
titud, señala Collins:
…fue influida por el hecho de que, como la mayoría de los teóricos del siglo
xix, consideraba el programa como algo prescrito esencialmente por el clien-
te, y se basaba más en el sentido común que en el análisis especializado. Sabía
muy bien, por experiencia, que los clientes no conocían exactamente lo que
querían, y que, en los edificios para mucha gente, había frecuentes desacuer-
dos en cuanto a las condiciones a cumplir. Sin embargo, consideraba que la
obligación del cliente era exponer enteramente sus aspiraciones, y afirmaba
que, en los edificios públicos, era responsabilidad de las autoridades el dar
completa y detallada expresión de las exigencias al arquitecto contratado.10
…en los últimos años, las actitudes han cambiado por completo, la búsqueda
programática original, particularmente cuando puede llevar a mejoras socia-
les o de organización, se considera como el primer deber del arquitecto, y los
clientes son conceptuados como ignorantes, anticuados e insensibles profa-
nos que, por la fuerza de la costumbre y por temperamento conservador, ni
saben lo que quieren ni son capaces de expresar propias aspiraciones, aunque
sean lo suficientemente inteligentes como para tener alguna idea de ellas.11
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 5 9
Esta singular actitud, puede deberse al papel protagónico que empie-
zan a tener los arquitectos a inicios del siglo xx, como una manera posi-
cionarse socialmente dentro del campo de la producción arquitectónica;
asimismo, la escolarización que se da en las academias pudo contribuir
a posicionar la imagen del arquitecto dentro de la sociedad y con ello el
rol que pretendían desarrollar en ella.
Ahora bien, conviene rescatar el comentario que Collins destaca so-
bre un profesor de arquitectura de Universidad de Londres que señala
que:
Esta frase resulta ser interesante porque revela el papel que llega a tener
la noción del “programa” dentro de la producción arquitectónica, no sólo
se le adjudica un papel determinante en la calidad de las edificaciones,
sino al no poder ser determinado ni por el cliente, ni por el arquitecto,
se vuelve entonces objeto y resultado de un proceso de investigación. En
otras palabras, el “programa” se vuelve un “instrumento” que se integra
al método de diseño, el cual funge no sólo como un elemento de “con-
trol proyectual”; sino que, además, de este dependerá la valoración de
las edificaciones.
Collins plantea que “las opiniones actuales más radicales parecen ha-
ber cambiado mucho de la actitud del siglo xix, que, al contrario, atribuía
la ‘arquitectura desastrosa’ sólo al modo como el programa se llevaba a
cabo, y nunca al mismo programa”,13 de lo que se desprende la impor-
tancia que se le llega a suministrar tanto en la producción arquitectóni-
ca, como al campo de la enseñanza del proyecto arquitectónico como un
medio del cual dependerá el éxito de las edificaciones.
También sugiere que:
1 6 0 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
…en la actualidad una tendencia creciente entre ciertos teóricos arquitectóni-
co a considerar la “programación” de edificios como algo semejante a la “pro-
gramación” de los computadores electrónicos. En su forma más inocente, esta
comparación es una simple versión, puesta al día, de las nociones románticas
ya analizadas, respecto a la analogía mecánica. En su forma más adulterada,
es un intento de supervisar un número de “decisiones de diseño” que pueden
plantearse en los más complejos tipos de edificios, por ejemplo, en los hospita-
les, haciéndolas menos arbitrarias y más eficientes. En ambos casos, el diseño
arquitectónico es más una cuestión de análisis que de dibujo; o, en otras pala-
bras, las consideraciones prácticas ejercen una influencia determinante sobre
la forma arquitectónica, mucho más importante que la que consideraban los
primeros diseñadores.14
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 6 1
agentes que podrían incidir en la “reforma social”. Este ambiente se con-
solidaría después de 1919, cuando varios arquitectos de vanguardia pro-
pusieron “que la manera más fácil de crear una nueva arquitectura era
cambiar la manera de vivir de la gente”,15 de lo que se desprende que el
primer paso para ello es la formulación de un “programa” donde estu-
viera concentrado ese singular “modo de vivir”.
El papel del arquitecto pasa a tener un papel activo y su influencia en
la sociedad empezara a cobrar mayor autonomía, al ser quien se encarga-
ría de la formulación del “programa”. Frente a este optimismo iniciado
a inicios del siglo xx, Collins señala que:
…es dudoso hasta qué punto los arquitectos tienen capacidad para iniciar cam-
bios en el modo de vivir con sus obras de arquitectura domestica; hasta donde
pueden forzar a la gente a adoptar hábitos sociales nuevos, independiente-
mente de las recomendaciones de los expertos sociales y de la búsqueda so-
ciológica científica.16
1 6 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
cas de significación que los hace particularmente representativos en el
punto de tangencia desde donde se da la explicación de la producción
arquitectónica.
Así, necesidad y deseo son dos conceptos diferentes. La necesidad es
concebible como un concepto lógico que implica carencia y porque una
vez que se ha presentado exige una respuesta, la cual ha de consistir en
encontrar un objeto que le corresponda para quedar satisfecha. El deseo,
en cambio es definido como una construcción en la historia del sujeto,
que determina su transitar y particulariza su destino. Las necesidades son
carencias sentidas por el individuo; entre ellas, existen ciertas necesida-
des que son consideradas básicas, como las fisiológicas, la cuales a medida
que se van satisfaciendo hacen que surjan otras de carácter más elevado.
Abraham Maslow propuso por ello, cinco niveles de necesidades, or-
denadas jerárquicamente: necesidades fisiológicas, de seguridad, socia-
les, de pertenencia y amor, de estima y de autorrealización, su punto de
partida fue considerar que las necesidades se convierten en motivación
cuando se hacen conscientes e impulsan al individuo a la acción.
Cuando la motivación tiene nombre propio y va dirigida hacia un
bien específico, es entonces cuando nos referimos y es aplicable el tér-
mino deseo. El deseo es la fuerza que orienta el devenir del ser humano
a través de una permanente búsqueda por el encuentro de un algo que,
si bien no se halla, sí se metaforiza en las realizaciones que hacen signi-
ficativa la vida. El término proyecto lleva implícito, así, el sentido de la
consumación del deseo, un sentido de tiempo entre el deseo y el objetivo
que se persigue. Para que éste, al ser realizado en un momento concreto
adquiera presencia y significado. El proyecto será entonces un medio con
el que intentamos llegar a la satisfacción de un deseo.
Sin embargo, curiosamente, el deseo nunca encontrará una satisfac-
ción plena y última que colme por completo al sujeto porque está arti-
culado a la cadena hablada y esta articulación lo convierte en demanda,
lo que quiere decir que lo capturado por la palabra no es propiamente
el deseo como tal, sino su representación, pues la palabra en sí misma no
tiene posibilidad de abarcar en su capacidad de comunicación la totali-
dad de lo real. Por eso, el deseo estructura los elementos y realizaciones
de la experiencia particular y define las formas de una relación subjetiva
con la realidad.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 6 3
Por otro lado, desde el punto de vista del psicoanálisis, el hombre es
un ser viviente que habla, con lo cual se tienen enormes consecuencias.
El lenguaje transforma al ser humano en lo más profundo de sí mismo,
lo transforma en sus afectos, en sus necesidades, lo transforma incluso
en su cuerpo.
En efecto, nada más al venir al mundo, la cría humana es capturada
por una estructura que le preexiste: esta estructura es la del lenguaje. A
partir de esta captura por la red del lenguaje, la relación con su propio
cuerpo y con el de los demás ya no va a ser una relación puramente na-
tural. Así, el acto más simple, el de comer, por ejemplo, aparece rodeado
de rituales y, en tantos casos, cargado de síntomas.
En suma, por el hecho de que se habla, las necesidades biológicas
quedan profundamente trastocadas en el hombre, perdidas en su natura-
lidad, para transformarse en esa otra realidad, específicamente humana,
que Sigmund Freud nombró deseo.
El lenguaje es ya, en sí mismo, una institución que precede al sujeto,
que le ha sido dada, que ha sido construida por otros. Por ello, la imagen que
el sujeto expone de sí mismo es una imagen que lleva la marca del otro
que es también, junto con él, un objeto del mundo.
El lugar del deseo es precisamente el lugar del sujeto, el lugar en el
cual el sujeto puede expresar su autonomía en la simbolización, donde
tiene la libertad de poner en valor. Ninguna cosa, en tanto que signifi-
cante, puede dar absoluta cuenta de sí misma. Ninguna presencia apare-
ce ya con su sentido inscripto en ella y, por lo tanto, el sujeto se mueve
libremente en el corrimiento y la metáfora.
El deseo nos expresa en la verdad de nuestro deseo y nos pone en re-
lación necesaria con el otro, sin el cual no habría constitución del sujeto.
En este sentido el otro es no sólo mi límite sino la posibilidad de configu-
rarme como sujeto. Sin la mirada del otro no puede haber mirada propia.
Es mediante la percepción que el sujeto toma contacto con lo real. No
debe pensarse, por supuesto, que la percepción es sólo percepción sensible
y que los objetos reales son solamente objetos materiales. Es en el plano de
lo simbólico que el sujeto estructura su contacto con el mundo.
Sin embargo, las cosas, los objetos, permanecen siempre como una
caja negra para el sujeto, el objeto es irreductible a la simbolización, de
1 6 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
manera que siempre queda algo más allá, un remanente que hace posible
la libertad simbólica del sujeto. Es mediante la simbolización que el sujeto
pone en valor los objetos en términos de cadenas significantes, que el suje-
to les confiere un lugar en su deseo. En tanto el sujeto intenta administrar
su simbolización como discurso llevando el deseo al plano de la conciencia
se involucra con el discurso del imaginario social, con el discurso de lo
institucional, del super yo. En definitiva, se involucra con el otro.
Por ello, Michel Foucault ha señalado que en lo específico: el lugar
del sujeto es el lugar del deseo; pero hablar de deseo implica connotacio-
nes muy amplias. Nuestro cuerpo tiene deseos, apetitos necesarios para
la vida; nuestra psique también tiene deseos, deseos de afecto de emo-
ciones, deseos de saber y conocer, e incluso tenemos deseos desconocidos
para nosotros como aquellos que surgen del inconsciente. Los humanos
deseamos porque necesitamos elementos que no tenemos y que consi-
deramos necesarios para existir. La carencia de estos elementos provoca
alteraciones internas y desequilibrios que se traducen en movimientos
encaminados a conseguir del ambiente exterior lo que falta en el interior.
Para Gilles Deleuze y Félix Guattari, el inconsciente es una fábrica
y el deseo es la producción. Esta idea podría expresarse diciendo que no
es cierto que se desee un objeto, sino que siempre que se desea, se desea
un conjunto. Hablamos de manera abstracta cuando decimos que de-
seamos este o aquel objeto, porque nuestro deseo siempre es concreto,
siempre es el deseo de un conjunto espacial, geográfico, temporal, terri-
torial, concreto.
Si el deseo es producción, hay que concluir que no es algo espontáneo.
Si partimos de considerar que es el objeto lo que deseamos, efectivamente
el deseo parece el movimiento espontáneo que nace ante un objeto desea-
ble. Pero si entendemos junto con tales autores que el deseo es siempre de-
seo de un conjunto, entonces es el propio sujeto del deseo el que dispone
los elementos, colocan unos al lado de otros y los interrelaciona.
El deseo es una disposición, es el acto de disponer, de colocar, de cons-
truir una disposición concatenada de elementos que forman un conjun-
to. El deseo discurre dentro de una disposición o concatenación. Si uno
desea comprarse algún automóvil en especial, no sólo es el objeto lo que
desea, sino también los lugares a los que se desplazará, y las personas con
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 6 5
las que viajará, y la música o las conversaciones que le acompañarán: el
automóvil está asociado a un mundo, es ese mundo lo que se desea, ese
mundo dispuesto en sus elementos por el sujeto del deseo. El deseo, en-
tendido entonces, como motor de la producción. Preguntas sugeridas:
Bibliografía
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1 6 6 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
1 6 8 / e n s ay o / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / e n s ay o / 1 6 9
Dibujo elaborado por Adrián Baltierra Magaña, sobre la base de una pintura de Pablo Picasso “Jeanne,
desnudo acostado” (1901); terminado por Héctor García Olvera.
RÉPLICAS
18. Que manifiesta una consideración política importante, que no es el tema de estas líneas, aunque
sospecho que algo tiene que ver con la programación.
/ 171
Quiero con esto sugerir que todo el diseño es por definición predic-
ción, es augurio, como el horóscopo; excepto que, con mucha habilidad,
los astrólogos saben esconder bajo ambigüedades cuidadosamente selec-
cionadas lo incierto de sus proyectos; mientras que del arquitecto y dise-
ñador se exige que sus predicciones sean perfectas, que prevea todos los
imprevistos, que diga cómo es, cuánto cuesta, cómo se hace, cómo afecta
al usuario, qué impacto tiene en la ciudad, en el ambiente, etcétera.
¿Por qué es importante saber todo esto antes de que el objeto exista
en el mundo material? Cuando se yuxtaponen las posturas de José Villa-
grán sobre la astrología arquitectónica con las de otros que añaden a lo
anterior que se prevean todos los usos posibles en todas las épocas veni-
deras y todas (no sólo una), las posibilidades del objeto y hasta cuánto ha
de durar, parece que nadie se detuvo a ponderar si el arquitecto (o quién
sea), carente del contacto metafísico con el mundo de lo posible, está ca-
pacitado para estos actos.
En vez de incluir a un médium en el próximo equipo de trabajo o al
personal de la Seduvi, hay que dilucidar, de una vez por todas, el origen
de lo programático. Eso significa, en un guiño a nuestras transdiscipli-
nariedades, entender en el ser humano las razones de esa ansiedad e im-
pulso o fijación del futuro, ese temor que se traduce luego en la ilusión de
que un “buen proyecto” puede provocar o conseguir una serie de virtudes
(o sea, cualidades deseables), en el objeto, tarea entonces encomendada al
diseñador. Sin poder entrar en detalle, por lo que el tema merece, encon-
tramos al menos que en relación con el ser humano y con su producción
(más precisamente con su reproducción y perpetuación), una serie de
perspectivas destacan por su pertinencia al tema aquí tratado.
Por un lado, de la biología y la etología, debe leerse la constatación
empírica de que los seres vivos en su relación con el ambiente son ca-
paces —en tanto que herramienta de supervivencia— de ponderar, es-
timar y calcular con respecto del futuro y son, de principio, capaces de
entrever un concepto de futuro, manifestado desde los comportamientos
más sencillos (como un perro que saliva desde antes de recibir el filete),
hasta los más complejos (como aquel mediatizado episodio en que un ser
humano “ya se vio”). Por tanto, sugerimos una relación que merece ser
estudiada, entre esta constatación de la etología y la existencia del con-
cepto de diseño.
1 7 2 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
Por otro lado, de la psicología y la antropología, debe considerarse
la capacidad constatada del ser humano para elaborar abstracciones, lla-
madas “símbolos”, las que pueden ser usadas para comunicar y, cuya exis-
tencia por medio esa transmisión puede ser más larga cronológicamente
que la vida de un sólo ser humano, pues junto con este concepto se abre
la posibilidad de formar un complejo de ideas al que llamamos “cultura”.
Por medio de estas constataciones sería posible proponer varías ave-
nidas de reflexión sobre la condición programática del diseño. Por ejem-
plo, es posible asociar las predicciones y previsiones en el diseño, con la
ansiedad de y el temor por la supervivencia y así interrogar las cualidades
virtuosas de los objetos y sobre su papel en la supervivencia de la especie
humana. También, por ejemplo, en un plano más terreno, entender al
ser que se dispone para edificar una vivienda, porque con ella contribu-
ye para garantizar su propia supervivencia, es decir, con un lugar donde
lograr la tranquilidad necesaria para dormir, donde asegurar la protec-
ción de sus crías.
El deseo puede ser, en esta visión, como la demanda: el producto de
una fuerza, una inercia cultural, que precede a los sujetos que expresan los
deseos y que puede así explicar por qué no son precisos —por lo que la ex-
presión “el cliente no sabe lo que quiere”, sería entonces en realidad, una
pulsión y una inquietud que no se ha aclarado o completamente—, pero
que de alguna manera, en el imaginario cultural heredado, se impone en
asociación con la tranquilidad y seguridad buscada por el hombre, es en-
tonces igualmente apremiante, tanto si es una “necesidad” verdadera, co-
mo aquellas que Maslow relegó a la punta de la cabalística pirámide. Con
todo ello, el “proyecto” es, entonces, una manifestación de ese precedente
cultural que incita al deseo, que provoca lo que llamamos “demanda”.
Con la brevedad que imponen estas líneas, sólo se ha podido llegar
a estas sugerencias, las cuales señalan ya ciertas revisiones por hacer en
la postura que incita la formación contemporánea de los diseñadores.
A manera de eco de las preguntas que cierran el ensayo, puede en-
tonces cuestionarse lo siguiente:
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 7 3
neciente al trasfondo cultural y biológico del ser humano y no lo
contrario?
• La producción de lo arquitectónico, ¿no es jerárquicamente superior
al deseo y la necesidad y, es parte del marco general de la producción
y reproducción del ser humano?
— H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O /
A D R I Á N B A LT I E R R A M A G A Ñ A —
19. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña, “Acerca de la condición programática como ins-
trumento teórico de control de la proyectación”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la
Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Ar-
quitectura, unam, 2014), 13.
1 74 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
papel en el que podemos reconocerle como elemento de un campo de ac-
ción, donde fuera probable la contingencia con que se produce, en tanto
fenómeno inherente, pero no obvio, de los procesos de diseño.
La segunda es sobre una proposición que se perfila como punto me-
dular de la discusión: la utilidad del programa desde la primera noción:
como instrumento, uno discretamente ideológico, que regularía la fija-
ción de aspectos y decisiones figurativas referidas al objeto previsto en un
proceso de diseño arquitectónico, pero que no necesariamente guardan
consistencia o probabilidad respecto de algún criterio específico.
Ambas consideraciones se aprecian mejor con este ensayo y parecen
surgir del arbitrio de una práctica costumbrista más que de una reflexión
concisa sobre sus variables funciones para el análisis de la demanda o
para la crítica sobre el propio proceso laboral que merecería una des-
cripción más precisa.
Además de esto, los autores reflexionan sobre la noción del “progra-
ma” y reconocen que la identificación de los elementos que lo integran
constituye una elección. En este sentido, el “programa” sería una cons-
trucción que no resulta neutral, en tanto que estaría cargada de inten-
cionalidad desde el momento mismo en que se decide respecto de qué
factores se deberán considerar en la “proyectación”.
Tal reconocimiento resulta relevante porque forma parte del sentido
teleológico que está implícito en toda la actividad de la “proyectación”,
es decir, si consideramos que la actividad proyectual es una actividad or-
ganizada con respecto a fines predefinidos, entonces es esto lo que hace
que el “programa arquitectónico” se encuentre constituido por la propia
toma de decisiones de los agentes sociales que intervienen en la manu-
factura del “proyecto”.
Así, la noción de “programa” que más ha estado ligada al de “acti-
vidad proyectual” se vincula, tradicionalmente, con su sentido “funcio-
nal”, el cual se dice y se acostumbra, ha derivado en la consideración de
las “necesidades”.No obstante, debido a que el “programa” es parte de
una “práctica social”, la cuestión programática se extiende hacia consi-
deraciones que pueden involucrar “demandas”, “deseos”, “anhelos”, “ca-
prichos” o un sinfín de exigencias propias de su condición e inserción
productiva, lo que implicaría a la propia toma de decisiones que incidi-
rán sobre el “proyecto”.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 7 5
Es entonces que el “programa” puede ser entendido como el produc-
to de una actividad en la que se reúnen aspectos proyectados o previs-
tos para considerar en el “proyecto”, los cuales dependerían de su doble
característica de ser proyectados, pero también de ser parte de su inser-
ción productiva con influencias de orden político, económico, social o
cultural; algo que nos permite reconocer que todo ello antecede o impone
algún grado de precisión al entramado que le define.
Los ponentes comentan que el entendimiento del “programa” se
puede problematizar, de manera alternativa, como el tejido de una red
de relaciones contextuales, en las que se encuentra inserta la actividad
productiva del propio proyecto; una proposición que sugiere un cami-
no para incrementar la revisión de cómo entendemos los arquitectos los
variados ensambles y artificios que nos son “familiares”, para legitimar y
conducir el conjunto decisivo que acompaña el evento del diseño.
Y es que, a veces, esta conciencia sobre el tejido condicional y de in-
serción productiva del propio programa está lejano o aislado respecto
de la construcción de acuerdos con quienes participan, lo que denuncia-
ría por un lado que se le aprende a entender, exclusivamente, como una
causa que nos corresponde a los arquitectos determinar o que sea causa
absoluta, determinista o autoritaria, del proceso productivo, aprehensión
académica que se fomenta desde el primer día de clases en muchas insti-
tuciones de la llamada “arquitectura” y sus derivados.
Uno de los aspectos más notorios que sugiere el ensayo, es que cues-
tiona lo que parece consolidarse desde el ámbito académico en relación
con presuponer que el valor del “proyecto” está íntimamente relacionado
con la elaboración de su “programa”.
Si bien ello tiene una larga historia, durante los siglos xviii y xix, se
pueden recuperar en lo general dos tendencias al respecto:
1 7 6 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
En efecto, y frente a la idea de que el “programa” es un “instrumento de
control proyectual”, del cual depende la calidad del “proyecto”, resulta
pertinente una provocadora señal del ensayo, la cual apunta que lo es-
pecífico del “proyecto” no estaría dado por los elementos constitutivos
del “programa” que, como se ha esbozado, forman parte del entramado
productivo de la actividad proyectual, sino de las características figura-
tivas del “objeto” que se proyecta. Y más aún, que estas características
estarían dadas por las relaciones que se proponen entre proyecto-entor-
no, proyecto-espacialidad, proyecto-actividad, proyecto-construcción,
proyecto-forma, entre otras más.
Todo esto, en alguna medida, nos remite, en ánimo provocador, a la
expresión “el programa […] siempre es [equívoco]”,20 como sospecha de
corresponder con las propias condiciones de la labor del diseño, sujeta
a sus circunstancias socioculturales, más que a una infalible o exclusiva
receta gremial.
20. De ahí su carácter enunciativo, promotor y difusor de un marco de referencia para sostener lo que
se decide en torno al proceso de figuración intencional para orientar otros procesos productivos
que demandan la presencia del diseñador y de su trabajo.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 7 7
“Cinderella Castle of Magic Kingdom” (1969-1971), Disney World, Orlando, Florida.
1 7 8 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
ticipación creativa que, seguramente, existe por parte de ilustradores y
arquitectos y queda severamente condicionada por múltiples aspectos
de carácter técnico y económico que, en el fondo, son los que definen
el objeto.
Dentro de toda esta ejemplificación de una cadena de “producción
social del espacio”, por usar esa expresión tan cara al autogobierno, po-
demos atrever una respuesta ante la pregunta del maestro Miguel Hierro
sobre “¿cuál es el papel de lo programático dentro de la práctica proyec-
tual?”;21 sin rodeos, diremos que su papel, es fundamental.
Este carácter definitorio se involucra, de manera evidente, en todos
aquellos ejemplos en los que el carácter institucional del demandante (sea
corporativo o gubernamental) tiene todos los ases bajo la manga, cuando
realiza la demanda del diseño; de lo contrario, pensemos en casos como
los procesos proyectuales bajo los cuales se realizan las unidades habita-
cionales del Grupo Frisa, las escuelas del capfce, las clínicas del issste, o
las tiendas Wall-Mart, por mencionar algunos.
En muchos de ellos —y en otros procedimientos gerenciales simila-
res— ni siquiera intervienen arquitectos: ni definen los puntos de inser-
ción del proyecto, ni su listado de requerimientos e incluso ni siquiera
sus posibilidades de distribución factibles y quizá tampoco operen la
producción y los procesos productivos, incluso en aquellos casos en que
el arquitecto aparentemente se considera a sí mismo más libre.
En el fondo, lo que debemos comprender es que, aun cuando his-
tóricamente es reciente el involucramiento de los arquitectos en la
generación y determinación precisa de los listados de necesidades y re-
querimientos espaciales de los proyectos —que para efectos de brevedad
llamaremos aquí “programa”—22 incluso para los maestros masones me-
dievales a veces ya surgía la necesidad del analizar23 los detallados pro-
gramas funcionales y simbólicos que les proporcionaban sus eclesiásticos
clientes, sobre los cuales más de una vez generaron propuestas innova-
doras y sorprendentes.
21. Miguel Hierro Gómez y Adrián Baltierra Magaña. “Acerca de la condición programática como ins-
trumento teórico de control de la proyectación”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la
Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Ar-
quitectura, unam, 2014), 13.
22. Sin embargo, para Villagrán García, dicha palabra tenía otra connotación.
23. Aunque seguramente no usaban esa palabra.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 7 9
Asimismo, sería muy reciente la creencia de que con una metodo-
logía, derivada crudamente del método científico, se podrá conseguir
la respuesta a las necesidades de expresión formal que todo proyecto
conlleva, mediante un proceso formulativo; sin embargo, dicha creencia
(que todavía prevalece en buena parte de la academia) ha demostrado
muchas veces ser una quimera, ya que la supuesta objetividad de “las me-
todologías” aplicables es, en el fondo, una modelización tan idealista y
arbitraria como las modelizaciones propuestas por los viejos arquitectos
académicos de formación neoclásica de la vieja escuela de Beaux Arts,
que tan justamente fueron denunciados como anticuados, allá en la pri-
mera mitad del siglo xx, por aquellos exponentes de la nueva vanguardia
arquitectónica, con todo y su supuesta racionalidad o consecuente visión
metodológica de la actividad proyectual.
En relación con la respuesta a la segunda pregunta sobre “¿la produc-
ción arquitectónica tiene su origen en la necesidad o el deseo?”,24 valdría
la pena observar la casa diseñada por el filósofo austríaco Ludwig Witt-
genstein, la cual fue ejecutada para sus hermanas a fines de la década de
los veinte, en la ciudad de Viena.
Esta casa, evidentemente ligada en su formalidad a las propuestas
contemporáneas de Loos, la Bauhaus y Le Corbusier, hasta donde se sa-
be es fruto de un profundo involucramiento personal del filósofo en la
24. Gómez y Baltierra, “Acerca de la condición programática como instrumento teórico de control de la
proyectación”, 13.
1 8 0 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
comprensión de las problemáticas que podrían derivarse del uso y la
construcción de la casa proyectada.
En este caso, no se encontraba carente de instrumentos ya que había
estudiado ingeniería en su juventud, por ello contaba con los recursos bá-
sicos para la realización de esta tarea. Lo interesante es que actualmente
dicha casa podría ser considerada como una expresión edificatoria de las
pulsiones inconscientes del filósofo.25
En muchos casos, los artistas esquizofrénicos realizan obras plásticas
de inigualable precisión y complejidad, a propósito, bastaría mencio-
nar la obra tanto del suizo Adolf Wölfli como la del mexicano Martín
Ramírez; precisamente vale la pena mencionarlas porque nos permiten
comprender algunas sutilezas de nuestro arquitecto amateur y filósofo
profesional, Wittgenstein.
Se sabe que éste, cuando “diseñó” esa casa, estaba inmerso en una
profunda crisis vocacional, pues dudaba mucho del valor de sus reflexio-
nes filosóficas, las cuales ya le habían proporcionado un prestigio pre-
coz, por lo que, de algún modo, la proyectación y construcción de esa
casa constituyeron una transición que le permitió tomar la decisión de
convertirse, de una vez por todas, en filósofo, lo que lo llevó a emigrar a
Inglaterra, donde a la postre llevó al cabo la mayor parte de su produc-
ción teórica.
Si lo pensamos un poco, esto significa que esa casa devino en una
suerte de terapia ocupacional para un sujeto que muchos psicoanalistas
calificarían de neurótico, sin embargo, ha de notarse que, en su formali-
dad, esa casa podría expresar los deseos profundos y ocultos de nuestro
sujeto con respecto incluso a sus muy peculiares visiones sobre el lengua-
je y su función. Es posible que la edificación haya sido más significativa
para la formalidad del proyecto, que las necesidades fisiológicas y los de-
seos ocultos de sus hermanas, las cuales fueron demandantes del proyecto
y, por consiguiente, sus efectivas “usuarias”.
Ya sea necesidad o deseo lo que impulsa las edificaciones, habría que
preguntarse, de quién, pues siguiendo el ejemplo del Castillo de Disney
World, éste se proyectó bajó una rigurosa secuencia programática y me-
25. Que, dicho sea de paso, aporta numerosos ejemplos de ingenio en cerraduras y cancelerías, las
cuales fueron también “diseñadas” ex profeso, por este personaje.
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 8 1
todológica, pero en el fondo implicó el necesario conocimiento que todo
comerciante debe tener sobre de las necesidades de sus clientes que, para
este caso en específico, serían las de estima y autorrealización, de acuer-
do con la taxonomía de necesidades que propone Maslow en el texto que
nos expone Miguel Hierro.
Y también, porque dentro de la metodología proyectual de una vasta
edificación recreativa en un parque, propiedad de tan prestigiada corpo-
ración, las comprensiones de las necesidades fisiológicas de sus usuarios,
necesariamente, debieron tomarse en cuenta para su seguridad y opera-
ción; no obstante, la propia necesidad física de la existencia del objeto
deviene una nebulosa necesidad, anclada en el deseo de ver realizadas,
materialmente, las imágenes soñadas de la infancia, por parte de una
multiforme y variada clientela.
En efecto, y en este sentido, la pregunta me parece innecesaria y qui-
zá incluso imposible de responder puesto que para todos aquellos involu-
crados en una visión generadora de la forma arquitectónica, a partir de
procesos metodológicos, resultaría imposible la tabulación y compren-
sión de todas las necesidades humanas involucradas en las actividades
previsoras que pretende acotar el proceso del diseño.
Sin embargo, la propia génesis de la existencia de dicho proceso
siempre será poco clara si nos atenemos a sus orígenes, esto se da, por
ejemplo, cuando construimos cárceles porque existen el crimen y la de-
lincuencia. Ahí se asume que los involucrados en esas actividades debe-
rán ser resguardados para su reforma y para la propia seguridad de la
sociedad; en ese caso se asegura que las cárceles habrán de ser hechas
cumpliendo todos los protocolos funcionales que permitan que dicho
resguardo se lleve a cabo de manera segura, legal y humana. Pero siempre
quedarán en el aire las preguntas: por qué se delinque y por qué se come-
ten crímenes. Las respuestas son innumerables y muchas veces —cuando
dejamos de lado los aspectos referentes a la enfermedad mental y a las
situaciones de completo abuso— vemos que la tradición de delinquir se
finca en la inveterada necesidad humana de búsqueda de satisfactores,
pero de qué, pues (lucubremos), de los infinitos deseos, imposibles de
satisfacer, que genera toda sociedad civilizada, es decir, que (como en el
caso del castillo de disneylandia) las propias cárceles están igualmente
fundadas en el deseo.
1 8 2 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
Por último, sobre la tercera pregunta “¿qué influencia tiene el pro-
grama o el proyecto en la forma arquitectónica?”,26 creo que la única res-
puesta posible es la que da el maestro Aldo Rossi, en su excelente libro
Autobiografía científica.27 En ella propone —y quizá esté haciendo una
simplificación grosera— que en su proceso de proyectación, todo arqui-
tecto dispone esencialmente de un conjunto cerrado de formas que le han
sido significativas a lo largo de su vida, aprendizaje o práctica.
Estas imágenes arquetípicas con las que se proyecta (y que no nece-
sariamente son recuerdos de edificios) son el elemento “combinante” del
cual surge, de manera inconsciente, la formalidad de todo diseño. Esto
parece confirmar, como lo decía Jorge Luis Borges, que en el fondo todo
texto es autobiográfico, esto es algo en lo que creo profundamente, pues
si alguien realiza una arquitectura simple, reproducible, barata y en mu-
chos casos inhumana, como algunos conjuntos de vivienda masiva, será
porque este sujeto, diseñador-arquitecto, está involucrado en una aliena-
ción tan profunda que es incapaz de comprender la consecuencia de sus
actos proyectuales. O bien, si es consciente de que su situación personal y
económica lo tiene atrapado en una dinámica en la cual realiza proyectos
en contra de su propia conciencia.
Así, podemos afirmar que las propuestas metodológicas regulan y, en
algunos casos, determinan en profundidad algunos procesos proyectuales;
en otros casos, cuando el arquitecto se asume a sí mismo como demiurgo
de la forma o reformador de la sociedad, la propuesta metodológica se
convierte en un pretexto justificador de propuestas formales, residentes
en la psique del diseñador que, por circunstancias fortuitas, ha logrado
involucrarse con clientes a los cuales les resulta valioso este hecho.
Por último, diremos que toda forma arquitectónica, independiente-
mente que se asuma como consecuencia de un proceso racional o bien
como inspiración de las musas, sería una consecuencia de la combinación
de las imágenes que, a lo largo de su vida, hayan acumulado los diseña-
dores. §
26. Gómez y Baltierra, “Acerca de la condición programática como instrumento teórico de control de la
proyectación”, 13.
27. Aldo Rossi, Autobiografía científica (Barcelona: Gustavo Gili, 1997).
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 8 3
— JOSÉ LUIS SÁNCHEZ BURGOS —
1 8 4 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
• ¿Cuáles son los alcances y los límites del programa en la determina-
ción del proyecto?
• ¿Qué papel tiene el arquitecto en la formulación del programa?
Por su parte, se dice que Peter Collins, allá en el siglo xix, hizo referencia
al programa arquitectónico, con base en la manera de redactarlo, la ma-
nera de relacionarlo con la distribución de espacios interiores, la manera
de relacionarlo con la disposición de espacios interiores y fachadas y, la
manera de tener encuentro con el entorno.
Para Collins, los diseños son aceptados si no cumplen las condiciones
del programa; por otro lado, refiere que en los últimos años ha cambiado
la búsqueda programática original, cuando puede ahora llevar a mejo-
ras sociales o de organización, ya que ese se considera (ahora), el primer
deber del arquitecto.
El recurso del programa se limitaba antes a describir lo que las edifi-
caciones habían sido o lo que eran en su actualidad, sin plantearse lo que
debía hacerse con ellas en un futuro o lo que debían comprender, más
allá de lo próximo.
El papel que luego llegaría a tener el programa, es que no sólo se le
adjudicara un papel determinante en la calidad de las edificaciones, si-
no al no poder ser determinado ni por el cliente ni por el arquitecto, se
volvería objeto y resultado de un proceso de “investigación”, es decir, un
instrumento que se integraría (o naturalizaría), en el procedimiento de
diseño, y no sólo fungiría como elemento de control proyectual, sino que,
de él dependerá la valoración de las edificaciones.
Si, por otro lado, consideramos al programa como parte indispensa-
ble de la proyectación arquitectónica, o como instrumento previo a éste,
debería considerarse como la síntesis de un proceso de diseño, en el cual
se declaran las condicionantes que determinarán y limitarán el otro di-
seño, de la forma arquitectónica.
Entonces, ¿son las necesidades las que generan la producción arqui-
tectónica o será el deseo? Al respecto, Norman Brown dice que el pro-
yecto no es más que la manera en que intentamos llegar a la satisfacción
de un deseo. En toda problemática proyectual, de la producción arqui-
a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a / r é p l i c a s / 1 8 5
tectónica, hay necesidades y deseos, pero el proyecto sería un medio con
el cual llegamos parcialmente a la satisfacción de un deseo; éste discurre
dentro de una disposición o concatenación, por consiguiente, la produc-
ción arquitectónica tendrá su origen tanto en aquellas necesidades como
en aquellos deseos.
Si bien el programa sólo define condicionantes, no determinaría los
objetivos ni las intenciones del diseño y a partir del programa es que se
plantearán las hipótesis y las imágenes concebidas, basadas en la idea ge-
neral o curso filosófico por desarrollar.
Los alcances y límites del programa para la determinación del pro-
yecto deberían entonces situarse en su justo medio, es decir, no deberían
magnificarse ni tampoco devaluarse, como ya se comentó, pues deter-
minarán para el proceso de proyecto sus condicionantes, las cuales no
deberán confundirse con los objetivos de esta labor. §
1 8 6 / r é p l i c a s / a c e r c a d e l a c o n d i c i ó n p r o g r a m át i c a
1 8 8 / p r e fa c i o
ACERCA DE LA
RACIONALIDAD EN
LA CARACTERIZACIÓN
DEL DISEÑO
ARQUITECTÓNICO
p r e fa c i o / 1 8 9
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de una pintura de Lucian Freud; del tema
Todos demasiado humanos. Pintando la vida. Sleeping by the lion carpet.
E N S AYO
/ 191
Por un lado, cabría señalar aquella visión en la cual lo que se consi-
dera que es la forma arquitectónica o la representación geométrica del
objeto que se proyecta, es determinada a partir del enunciado de la or-
ganización de unos datos concretos, particulares y específicos —basados
normalmente en las relaciones derivadas de las nociones de necesidad
y función— que son organizados según una forma de proceder que es
considerada certera e ideológicamente neutral y, por otro lado, está la vi-
sión que considera que tal determinación es producto de una adaptación
a modelos referidos de manera normativa que pueden ser utilizados en
diversas circunstancias.
El primer caso, como la aplicación de procedimientos de base me-
todológica, o de aplicación de un método, en la idea de solucionar
problemas y, el segundo, a modo de un proceso formulado a partir de
adecuaciones sobre referentes de propuestas establecidas como ejempla-
res, es decir, de carácter modélico.
Con todo, esta situación nos remite hacia la posibilidad de distin-
guir dos enfoques generales de la metodología proyectual, uno que está
ligado al modo de concebir y desarrollar todo el proceso de elaboración
del proyecto a partir de identificar las interrelaciones de los materiales
arquitectónicos actuando en el nivel de sus significados y, el otro, que
tiende a emplear las experiencias proyectuales precedentes, racionalizán-
dolas en esquemas que resumen formas, tipologías y técnicas en cuanto
reglas de construcción y nociones culturales semielaboradas que buscan
garantizar previamente un buen resultado. Así, uno de los aspectos que
requieren de reflexión es la divergencia que se da entre el entendimiento
del actuar proyectual bajo un control programático o la referencia a una
tipología como búsqueda de experiencias aplicables a lo que se proyecta.
Sin embargo, en la práctica proyectual estas actitudes tienden a ma-
nifestarse en múltiples superposiciones intuitivas, pero ambas reflejan en
ellas una tendencia especial a formular instrumentos de control y verifi-
cación sobre las distintas fases del proceso proyectual. Cabe aclarar que,
en general, se trata de instrumentos preventivos y no de instrumentos
que verifiquen el resultado de la obra edificada. Por lo que queda abierta
la reflexión sobre las condiciones que se provocarán al orientar tal con-
trol proyectual al programa arquitectónico o a la valoración tipológica.
1. Josep María Montaner, La modernidad superada. Ensayos sobre arquitectura contemporánea (Barce-
lona: Gustavo Gili, 2011), 51-71.
2. Montaner, La modernidad superada. Ensayos sobre arquitectura contemporánea, 54.
3. Montaner, La modernidad superada. Ensayos sobre arquitectura contemporánea, 55.
Fue Vittorio Gregotti, quien ejemplificó esta situación al decir que cuan-
do en 1872 Viollet-le-Duc declaraba: “Apoderémonos de los medios que
nos proporciona nuestro tiempo, apliquémoslos sin hacer intervenir tra-
diciones hoy por hoy no vitales y, sólo entonces podremos inaugurar la
nueva racionalidad arquitectónica”,13 éste ya tendía a establecer una in-
terpretación del concepto de razón como confianza en una organización
natural y, por tanto, racional del mundo.
Pero le-Duc, con ello, no sólo proponía “los elementos de una pers-
pectiva proyectual [...] sino un esquema interpretativo de toda la historia
de la arquitectura”.14 También menciona como Gottfried Semper declaró
veinte años antes que:
…Prefiero los elementos híbridos, más que los “puros”, los comprometidos a
los “limpios”, los distorsionados a los “rectos”, los ambiguos a los “articulados”,
[los falseados, más que los “sinceros”, a los mediatizados, los perversos más
Así, en relación con ello, una de las características que podríamos co-
mentar sobre estos primeros postulados de Villagrán, es cómo desde su
enunciado inicial parte de la idea de la supuesta libertad del arquitecto
para proyectar y de considerar, por tanto, que las edificaciones no tienen
antecedentes ni formales ni de uso.
Y continúa diciendo que la finalidad del programa se divide en aspec-
tos “autonómicos entre sí: uno objetivo [como dato] y el otro subjetivo;
[como] inicio de la creación”.31
28. José Villagrán García, “Estructura teórica del programa arquitectónico”, Memoria del Colegio Nacio-
nal. Artes Plásticas. agosto de 1963. Disponible en: http://www.colegionacional.org.mx/SACSC-
MS/XStatic/colegionacional/template/pdf/1970/06%20-%20Artes%20Plasticas_%20Estructu-
ra%20teorica%20del%20programa%20arquitectonico,%20por%20Jose%20Villagran%20Garcia.
pdf (consulta: 13 de julio de 2014).
29. Villagrán García, “Estructura teórica del programa arquitectónico”, 286.
30. Villagrán García, “Estructura teórica del programa arquitectónico”, 292.
31. Villagrán García, “Estructura teórica del programa arquitectónico”, 294.
…El primero abarca, como se ve, a todos los demás fines si son arquitectónicos,
y por tal virtud, representa una categoría esencial, la de exigir la habitabilidad
de los espacios construidos para el hombre y sus cosas. La habitabilidad no
puede estar sino presente en todo programar arquitectura, porque cuando
deja de estarlo y las espacialidades que le den solución dejan de ser habitables,
las formas construidas [...] no son arquitectura.33
Dejaremos hasta aquí este artificioso recorrido para finalizar con algunas
conclusiones relativas a la fundamentación de las actividades proyectua-
les y la actitud teórica con la cual debe abordarse.
Por un lado, en la práctica del diseño no sería cierto que para diseñar
se parta exclusivamente de aquella famosa lista de exigencias positivas y
negativas con que se enuncian las características del objeto por diseñar;
anterior a ello, siempre se presentará una predisposición a una propuesta
formal, nos atreveríamos a decir, incluso, una adecuación a una tipología
que es más o menos preestablecida.
Por lo tanto, no existiría un “programa” previo en abstracto; cuan-
do los arquitectos nos quejamos que nunca los clientes (o en su caso los
estudiantes ante los docentes), no nos dan el programa de necesidades
suficientemente elaborado, cometemos una ingenuidad puesto que el
programa sólo existiría después de ser, más o menos, formalizado. Así,
la arquitectura nace de una dramática dialéctica entre ese programa en
gestación y, las ideas formales, asimismo, en gestación.
Ante ello, habría que comentar el sentido cultural y, por lo mismo
relativo, de lo que implican las relaciones funcionales de un objeto y, en-
tonces, lo que comúnmente se entiende por “el programa de necesida-
des”, en realidad no existe como base y origen de la acción proyectual,
sino que lo que realmente se provoca es una relación muy sutil de orden
dialéctico entre el uso y la forma del objeto.
Por otro lado, en la demanda de lo arquitectónico, existe ya una for-
ma de entendimiento sobre las características de organización del propio
objeto que incidirá en su configuración; sin embargo, la interpretación
— H É C TO R G U AYAQ U I L S O S A —
Albert Einstein
41. Héctor García Olvera y Miguel Hierro Gómez, “Contenidos y tematización (Programa de trabajo)”,
viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectó-
nico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 3.
/ 209
De esta manera, podemos ampliar nuestras visiones sobre eso que va-
mos conociendo: al hablar sobre la racionalidad no resulta difícil suponer
que en nuestro ámbito se considere como un concepto sobreentendido
y, por ello, como algo sin alguna aparente necesidad de explicación. Pe-
ro cuestiones como las decisiones de configuración de los objetos o los
criterios de valoración de lo que se proyecta, según Miguel Hierro, son
vetas de investigación en torno al tema de la racionalidad y el del diseño
arquitectónico.
Para él:
42. Miguel Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”,
viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectó-
nico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 1.
43. Desde la condición ideológica.
44. Miguel Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”, 2.
2 1 0 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
artesano, lo que significó cambiar la concepción de la arquitectura como
oficio, para considerarla como arte, lo que llevaría a proponer el concep-
to de belleza como su finalidad, aun por sobre la firmeza y la utilidad,
lo cual deja ver por qué hoy en día, algunos consideran a los arquitectos
como artistas, quizá producto de esta confusión.
También señala que es en el Renacimiento, con referencia a las ideas
de Descartes, que se da inicio al llamado “racionalismo científico” y, con
ello, al modelo cartesiano que influyó en lo que posteriormente se deno-
minaría el racionalismo arquitectónico. Escritos de Blondel (doctrina de
las proporciones), Perrault (la belleza arbitraría-costumbre y la belleza
positiva-racional), irán mostrando cómo es que la racionalidad en los
planteamientos arquitectónicos fue evolucionando y conformando ma-
tices que, hasta nuestros días, podemos identificar.
Al seguir el recorrido histórico, Hierro menciona a Vittorio Gregotti
y sus acepciones de racionalidad (1972), a Viollet-le-Duc y la razón como
confianza en una organización natural, como perspectiva proyectual y
como esquema interpretativo (1872); Semper hablaría del estilo como
satisfacción racional de necesidades, derivado de la interrelación entre
el material, la tecnología y la capacidad creadora (1850).
Posteriormente, en el movimiento moderno, Le Corbusier diría que
existe una coincidencia entre la tecnología y el valor, de ahí su modelo
de la “máquina” como producto racional, ya que para él un sistema so-
cial era igual a un sistema de razón; y es precisamente en este periodo
y, con la mayoría de sus representantes, que la forma de la racionalidad,
según menciona Gregotti es “como total deductividad” (sic), la raciona-
lidad, como doctrina, y por ello, una reducción a la propia complejidad
del problema.
En ese sentido, el texto muestra las posturas de crítica al racionalis-
mo, a Robert Venturi y su ironía, al unir cosas aparentemente diferentes
e incongruentes; a Aldo Rossi, al exponer cómo la realidad demuestra
que la función sigue a la forma; ambos, rechazando el esquematismo del
racionalismo para reclamar la complejidad de la realidad; a Christopher
Alexander, quien por su parte propondría que la arquitectura es un len-
guaje de patrones compartido y evolutivo, una estructura que relaciona
problemas y donde los patrones son la hipótesis de solución. Esta noción
2 1 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
tuición constituye un plus para nuestro conocimiento y nuestra inteli-
gencia: un refuerzo al que no podemos renunciar. Pero queda claro que
la intuición no viene a constituir una alternativa a la razón, pero sí un
complemento valioso, en ese caso, la razón (a veces repetitiva) no puede
desestimar un complemento por cultivar.
Todo lo anterior permite plantear que, probablemente, la intuición
nos permite saber, sin saber por qué sabemos, de ahí que existan plan-
teamientos sobre la “gestión de conocimiento”,50 que refieren dos tipos
de conocimiento:51
Al respecto:
50. Principio propuesto en el libro La organización creadora de conocimiento (1999), escrito por los ja-
poneses Nonaka y Takeuchi, quienes proponen la organización desde dos dimensiones de creación
de conocimiento: la dimensión ontológica y la dimensión epistemológica. Así, analizan la manera
en que el conocimiento se crea a partir de la conversión entre lo que se conoce como conocimiento
tácito y conocimiento explícito.
51. Algunas otras corrientes, ahora plantean un tercer conocimiento que llaman oculto del que no so-
mos conscientes y al que se llega mediante la intuición.
52. Según Nonaka y Takeuchi, se pueden considerar cuatro formas de conversión de conocimiento: De
tácito a tácito, llamada “socialización”. De tácito a explícito o exteriorización. De explícito a explíci-
to o combinación. De explícito a tácito o interiorización.
53. José Enebral y Beatriz Valderrama, La intuición en la empresa. Manual para directivos y profesionales
del conocimiento (Barcelona: Gestión 2000 - Planeta DeAgostini, 2007), 14.
2 1 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
quitectónica o la representación geométrica del objeto se daría a partir
del enunciado de la organización de unos datos concretos, derivados de
las nociones de necesidad y función; y otra, en la que se considera que la
forma es producto de una adaptación de modelos referidos de manera
normativa, que pueden ser utilizados en diversas circunstancias.56
El primer caso, como aplicación de un método para solucionar pro-
blemas; el segundo, a partir de la aplicación de un modelo.57 De este
modo, se establece la divergencia entre proyectar bajo un control progra-
mático contra proyectar bajo la referencia que se hace de una tipología.
Ambos casos se erigen como “instrumentos de control y verificación
sobre las distintas fases del proceso”,58 quedando como instrumentos pre-
ventivos conjugados con múltiples superposiciones intuitivas. Se podría
decir que, alimentan y enriquecen la reflexión del proceso, pero, no ga-
rantizan el resultado de la obra edificada.
En el texto, Hierro también analiza la postura de varios autores de-
dicados al tema, como Josep María Montaner y, su revisión de Alberti
en su De re edificatoria, quien establece la diferencia entre el artista y el
artesano y plantea la arquitectura como un arte: uno con fundamental
finalidad hacia la belleza.
Por otro lado, el cartesianismo, donde se evidencian los inicios del ra-
cionalismo arquitectónico, permite una revisión de las posturas de Blon-
del y Perrault, como representativos de este enfoque, pero en distintas
direcciones que nos dan muestra de la evolución histórica del concepto
de racionalidad hasta nuestros días.
Por otra parte, y sobre lo que postula Gregotti, se plantean cuatro
significados diferentes cuando se habla de racionalidad, lo que da am-
plio margen para la discusión en los procesos de la proyectación arqui-
tectónica que, históricamente, se adopta y adapta a su propio contexto,
ya sea en las reflexiones de Viollet-le-Duc, en las de Semper o en las de
Le Corbusier.
Este último, bajo consideración de que la máquina, como produc-
to racional y motor de una reelaboración del sistema social en donde la
59. Miguel Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”,
7-8.
2 1 6 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
• Que no existe un programa previo en abstracto, sino que nace de
una dialéctica de ese programa en gestación y de las ideas formales
en gestación.
• La relación que se produce entre el uso y la forma del objeto en su
gestación.
• Que la condición (hipotética) de cómo habitar es una característica
del objeto (proyectado), que se concreta en una “propuesta” del có-
mo hacerlo a través de la figura.
• Que la racionalidad, no es la condición base del pensamiento pro-
yectual, por causa de su indefinición y evolución, constante, como
concepto.60
60. Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”, 8-9.
61. Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”, 9.
62. Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”, 2.
63. Hierro Gómez, “Acerca de la racionalidad en la caracterización del diseño arquitectónico”, 2.
…Si hay algo que la experiencia de la ciencia demuestra es que no hay una
explicación única, que distintas ideas implican distintas prácticas materiales,
que todas las teorías están disponibles para una redescripción del yo y del
mundo.67
64. Iñaki Ábalos, La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad (Barcelona: Gustavo Gili,
2005).
65. Ábalos, La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad, 22.
66. Ábalos, La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad, 73-74.
67. Ábalos, La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad, 175.
2 1 8 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
Son diferentes aproximaciones en tiempo y espacio, sólo diferentes:
ni mejores ni peores, pero consideramos que deben sumar al proceso in-
telectual que implica el proyecto y que, esto a su vez, derivará en el pro-
ceso de enseñanza aprendizaje que nos ocupa.
2 2 0 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
curidad de toda toma de decisiones, de carácter subjetivo, que pue-
da contaminar la pureza del proyecto, el cual, podrá ser juzgado de
manera objetiva a partir de parámetros similares a aquellos con los
que fue concebido.
• La otra postura, que estuvo vigente varios siglos, parte de una visión
histórica y culturalista del problema del diseño, para la que resulta,
establecidas y confirmadas por la experiencia, las soluciones modé-
licas reproducibles, a las cuales podemos llamar “tipologías” (o “aná-
logos”), a partir de cuyo conocimiento, aplicación y adaptación son
solucionables las distintas demandas proyectuales.
2 2 2 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
• ¿El proceso de evaluación y retroalimentación en arquitectura, es
parte del proceso del diseño del objeto, o queda fuera del mismo?,
¿deja sin responsabilidad al diseñador?
• De no ser responsabilidad del diseñador, la verificación de los resul-
tados de su trabajo, ¿alguien asume esa responsabilidad?, ¿corres-
ponde con la etapa de análisis de “análogos”?
• Y, el programa arquitectónico, como entidad totalizadora del pro-
ceso de producción bajo la óptica del funcionalismo de Villagrán,
¿persigue aplicar una metodología racional del proceso del diseño,
más que sostener una postura teórica que explique su actividad?
2 2 4 / e n s ay o / a c e r c a d e l a r a c i o n a l i d a d
arquitectónico a un sólo sistema lógico y estético en su libro Complejidad
y contradicción en la arquitectura.69
Christopher Alexander, en el libro Ensayo sobre la síntesis de la for-
ma, propone un control de los datos, de un problema, para controlar la
objetividad del proceso proyectual y en Un lenguaje de patrones,70 señala
que la tarea fundamental de la arquitectura es la creación de un lenguaje
de patrones.
Para José Villagrán García, el programa arquitectónico es el inicio
de la creación, un primer paso dentro de la formación espacial arquitec-
tónica (apoyado en Julien Guadet, quien dio al programa, su condición
de entidad totalizadora). Para éste, el programa es la suma de las causa-
lidades arquitectónicas en dos aspectos: el meramente fisonómico y el
accidental o genérico de la individualidad de cada obra. Es una imagen
de conocimiento, un principio de creación y, por lo tanto, de una subje-
tividad incuestionable, pero también de una objetividad relativa.71
Hierro refiere que, en todo lo expuesto, se debaten las interpretacio-
nes relativas a la subjetividad y a la objetividad, de las acciones proyec-
tuales a la participación de la razón y la intuición; expone el hecho de la
inexistencia de una teoría general del diseño arquitectónico, la condición
de que el diseño arquitectónico o de la acción de diseñar surge cuando al-
guien demanda la elaboración de una forma objetual, con la finalidad de
que demuestre su intencionalidad productiva; revisa el carácter del dise-
ño, enmarcado en los procesos productivos, conteniendo la doble condi-
ción de ser propositivo y preventivo; y por último, hace referencia a las
acciones del diseño y sus hipótesis provisorias, así como de las posibles
relaciones de los sujetos habitantes con el objeto edificado. §
69. Robert Venturi, Complejidad y contradicción en la arquitectura (Barcelona: Gustavo Gili, 2008).
70. Christopher Alexander, Un lenguaje de patrones (Barcelona: Gustavo Gili, 1980).
71. Villagrán García, “Estructura teórica del programa arquitectónico”, 314.
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 2 7
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera sobre la base de un grabado de Pablo Picasso del desnudo
femenino en su etapa del Hombre y la Mujer; y con apoyo en un grabado de August Rodin, en sugerente
presencia de lo humano femenino.
E N S AYO
— H É C TO R G A R C Í A O LV E R A —
1. “¿Qué es el fonca?”, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Secretaría de Cultura. Disponible en:
http://fonca.conaculta.gob.mx/inicio/que-es-el-fonca/ (consulta: junio de 2014).
2. Miquel Adrià, “Los jóvenes creadores”, Arquine (blog), 1 de junio de 2014. Disponible en: http://
www.arquine.com/los-jovenes-creadores (consulta: 1 de mayo de 2017).
3. Adrià, “Los jóvenes creadores”.
/ 229
…la obtención de la beca es parte imprescindible de su trayectoria profesio-
nal, que les sirve para llevar a cabo proyectos que requieren apoyo económi-
co —pintores, coreógrafos, guionistas, etc.— y en el caso de la arquitectura
el panorama de las generaciones que hoy están en primera línea confirma la
relevancia curricular de esta experiencia.4
Cabe destacar que se dice, sin rubor, que allí se encuentran los:
Aquí, nótese cómo es que se asegura que esos exitosos jóvenes, arquitec-
tos y creadores, van a enriquecer a la “cultura arquitectónica nacional”,
sin pensarse para nada en la adulta “cultura nacional”, la cual es la que,
seguramente, los pudo formar y hacer crecer o enriquecer.
Más allá de esto, deberá cuestionarse principalmente el reconoci-
miento institucional de la figura del “arquitecto”, bajo la cual se presu-
pone que algo de su perfil tiene que ver con la creatividad, esto ya está
tan impregnado en nuestro imaginario colectivo que en nuestro léxico
cotidiano los llamamos “creadores”.
Para muestra basta rescatar lo que, en la crónica periodística digital,
Enrique Norten asegura de sí mismo:
2 3 0 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
Y así, como por contagio, también se vuelve a decir que es, sin lugar al
titubeo, un “creador de ‘edificios alegres’ ”;7 podría pensarse entonces
que, si en la sociedad y en nuestra cultura está sobreimpuesta la idea de
que los arquitectos, indiscutiblemente, han de ser creadores, esto cier-
tamente lo serán porque son los arquitectos quienes, en un heroico acto
de creatividad, ingeniosos, aprovechan toda oportunidad para sembrar
esta simple idea.
Tal, es al parecer el caso de Enrique Norten, quien en su propia pági-
na de internet nos asegura que “ten arquitectos está dedicado a la crea-
ción y a la investigación de la arquitectura y el diseño”.8 Y claro, que nos
preguntamos si con esto ¿él estará plenamente dedicado a la creación?
Curiosamente, en su página se nos sugiere que…
Al parecer, lo que quiere decir, es que “el creador” llega a serlo, no por
desearlo, sino porque simplemente y sin proponérselo, espontáneamen-
te, así le salen sus obras, “creativas”. Una muestra del indudable poder
creador de los arquitectos, nos lo dice personalmente Norten, es que:
7. “Norten, creador de edificios “alegres”, Clarín, 27 de enero de 2003. Disponible en: http://edant.
clarin.com/suplementos/arquitectura/2003/01/27/a-508349.htm (consulta: 1 de mayo de 2017).
8. Enrique Norten, “Empresa”, ten Arquitectos. Disponible en: http://www.ten-arquitectos.com/em-
presa.php (consulta: junio de 2014).
9. Sonia Sierra, “Enrique Norten la construcción de una trayectoria”, El Universal, 3 de marzo de 2012.
Disponible en: http://archivo.eluniversal.com.mx/cultura/67990.html (consulta: 1 de mayo de
2017).
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 3 1
rros de energía, y es ahí donde se ve mucho el talento del creador, del artista,
al poder utilizar los menores recursos para hacer un proyecto más amigable
al ambiente.10
Y así, en este caso y el “creador” ha de ser aquel que con “menos hace
más”. Aunque eso es lo que hace un simple economista o un desafanado
admirador “miesvanderhoeiano” y que el problema, en ese sentido, ha
de ser ¿en qué consiste el acto creativo en el que ha de intervenir el ar-
quitecto-creador?
Norten propone, por los caminos misteriosos y “abracadabrientos”
de la creación, en tono quejoso que:
…la sociedad americana cree que el Estado debe ser responsable de todos
los ciudadanos. Evidentemente, se refleja en una cantidad excesiva de regla-
mentos, restricciones, inspecciones, permisos, criterios y arbitrariedades a los
que hay que estar sujetos para construir. Nueva York es una ciudad extrema-
damente burocratizada, llena de trabas y complicaciones. En Manhattan, en
ciertas ocasiones, la comunidad puede solicitar variantes interviniendo en de-
terminar condiciones primarias de la planeación de una construcción.11
Seguramente con esto se sugiere que eso limita a los sagrados intere-
ses del “creador” y reacciona diciendo que “se suele defender lo co-
nocido, favorecer lo conservador, establecer trabas innecesarias que
ahogan a la creación y la innovación”,12 con lo cual manifiesta evi-
dentemente la actitud de un verdadero “creador” que, en tanto tal,
pretende alejarse de las normas, los estereotipos, los modelos e ir en
contra de lo establecido para consagrarse solamente a lo novedo-
so, lo singular y lo diferente (como para reconocer lo que los jóve-
nes profesores del taller de proyectos, exigen a sus jóvenes alumnos).
10. “Entrevista exclusiva con el arquitecto Enrique Norten”, La Revista, 19 de octubre de 2011. Disponi-
ble en: http://larevista.mx/2011/10/enrique-norten-arquitecto (consulta: 4 de junio de 2014).
11. Fey Berman, “Enrique Norten: para vivir en el siglo xxi”, Nexos, 1 de diciembre de 2011. Disponible
en: http://www.nexos.com.mx/?p=14611 (consulta: 1 de mayo de 2017).
12. Fey Berman, “Enrique Norten: para vivir en el siglo xxi”.
2 3 2 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
De la actividad arquitectónica como creación ex nihilo
Esta idea de que el arquitecto se ha autoerigido como “creador”, exige
que nos preguntemos las implicaciones de este autonombrarse: un efecto
es que socioculturalmente se les adjudica un misterioso poder creativo.
Frente a esto, Nicola Abbagnano nos sugiere que el término creación
es ampliamente conocido en múltiples idiomas: desde el latín creatio, el
inglés creation, el alemán schöpfung y hasta el italiano creazione. Y que,
en su “sentido genérico, indica una forma cualquiera de causalidad pro-
ductora”,13 que puede implicar a la forma de proceder de un artesano,
artista, por supuesto, Dios y, perdón, desde luego, aquí junto, la del ar-
quitecto. El específico significado de este acalambrante término creación
también llega a ser una “forma de causación”14 y, con esto, Abbagnano
nos sugiere que esta significativa situación se pudo caracterizar por las
siguientes cuestiones:
1) Por la falta de necesidad del efecto con respecto a la causa que lo produce.
2) Por la falta de una realidad presupuesta respecto al efecto creado, ade-
más de la causa creadora [Lo cual, curiosamente nos ha de recordar que, en
el sentido rigurosamente original de este término, la creación; ella sólo se ha
de dar, “a partir o desde la nada”. Aunque se nos ha advertido que nada sur-
ge de la nada; lo que esboza a la abracadabrante noción de ex nihilo]; 3) por
la inferioridad del valor del efecto con referencia a la causa y, finalmente, 4)
por la posibilidad de que uno de los términos de la relación, o ambos, caigan
fuera del tiempo15.
13. Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2007,
243.
14. Abbagnano, Diccionario de filosofía, 243.
15. Abbagnano, Diccionario de filosofía, 243.
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 3 3
…en un principio rechacé acercarme a la arquitectura porque me parecía que
corría el riesgo de ser una profesión empresarial y no la propia del taller de un
creador. La arquitectura es un sistema de aproximaciones para encontrar la
manera de esculpir espacios.16
…Me interesa crear una forma de hacer arquitectura. Cada proyecto que ha-
go es completamente “diferente” porque yo entiendo que cada condición es
totalmente diferente; o sea, un cliente que me pide una casa no es el mismo
que el anterior, entonces tiene una circunstancia diferente y eso, es una esposa
diferente, hijos diferentes, es una condición geográfica diferente, entonces el
resultado no puede ser el mismo.17
Y aquí, este novel artista, lúcido, asegura que las edificaciones no requie-
ren tener antecedentes, que ellas “surgen de la nada” y, que, en esa grave
negación de la historia, se asegura que es en la “ex nihilista” figura divina
del arquitecto-creador en la que ha de recaer mágicamente el forjado de
la causa de aquello que se ha de edificar, situación de donde se desprende la
rara y ampulosa interpretación del valor que adquiere, en este oficio,
la innovación y lo diferente. Otro ejemplo es el caso de Bernardo Gó-
mez-Pimienta, quien asegura que:
…El fin de la arquitectura es solucionar problemas: nos dicen cuáles son las
condiciones que hay que responder y cuáles son las necesidades, y a partir de
eso solucionamos el problema de la manera que cada uno entiende. Al final,
hacer arquitectura es solucionar problemas utilizando materiales: concreto,
16. Marcela Rodríguez Loreto, “La arquitectura silenciosa”, Poder 360. Disponible en: http://www.po-
der360.com/article_detail.php?id_article=6670 (consulta: 7 de junio de 2014).
17. Aurora García, “Entrevista a Michel Rojkind. “Me interesa crear una forma de hacer arquitectura”,
Espiral. Revista electrónica de cultura y pensamiento contemporáneo, abril-mayo de 2007. Disponible
en: http://www.revistaespiral.org/espiral_diez/entrevistas_aurora.htm (consulta: 7 de junio de
2014).
2 3 4 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
madera, acero y cristal; espacio y luz… La arquitectura es tratar de solucionar
en tres dimensiones los problemas que tiene el usuario.18
18. Torahi Alemán, “La arquitectura es un modo de vida: entrevista a Bernardo Gómez-Pimienta”, Re-
vista Código, Arte, Arquitectura, Diseño, Moda, Estilo, 3 de agosto de 2012. Disponible en: http://
www.revistacodigo.com/la-arquitectura-es-un-modo-de-vida-entrevista-a-bernardo-gomez-pi-
mienta/ (consulta: 1 de mayo de 2017).
19. “Fundamentals: Rem Koolhaas presenta su Biennale”, Domus, 25 de enero de 2013. Disponible en:
http://www.domusweb.it/es/noticias/2013/01/25/fundamentals-rem-koolhaas-presenta-su
-biennale.html (consulta: 1 de mayo de 2017).
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la elaboración que el pensamiento cristiano dio al concepto refiriéndolo,
positiva o polémicamente, a doctrinas propias de la filosofía griega”.20
Resulta interesante distinguir los vínculos y las diferencias entre la
noción cristiana y griega con respecto a la creación. Cuando Platón, en
el Timeo, propone la noción de “creación” sugiere que eso es lo propio
del “dios artífice” y del “demiurgo”: que es el dios creador del alma del
mundo. Esa noción hoy bien podría representar al “arquitecto”, a quien
fácilmente se identifica como el origen creador y constructor del mun-
do, el cual, aunque se asemeja al dios judeo-cristiano, se diferencia del
dios platónico en que a éste se le exige crear, a partir de la nada y que esa
creación, para este dios artífice, ha de ser:
…un acto voluntario de bondad que quiere el bien multiplicado, lo que signi-
fica que el mundo no es necesario con referencia a su causa. Pero la acción
creadora del Demiurgo está delimitada por las estructuras del ser, o sea, de
las ideas o sustancias que adquiere como modelos de su obra y, por el molde
material, que con su necesidad limita la obra misma. Por lo tanto, su creación
no es ex nihilo.21
…el común denominador de las obras siempre es una idea rectora y que esa
idea rectora nos gusta que en cada proyecto sea “distinta”. Tampoco nos gusta
tener un estilo, tampoco nos gusta un sólo material, creo que parte de la idea
es tratar “nuevos” materiales que impliquen “nuevos” resultados formales…
La arquitectura empieza con una idea, realmente creo que los arquitectos
nos dedicamos a “pensar”, luego tenemos que decir cómo construir esa idea,
primero en nuestros talleres, en nuestros estudios, yendo y viniendo, transfor-
mando esa idea, transformando el producto, luego haciendo este instructivo
2 3 6 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
para construirla, luego dando la dirección en la obra de cómo se debe de ir
adecuando, y creo que muchas de nuestras ideas no terminan cuando se ter-
mina la construcción, sino como se van al vivir las casas.22
…los atributos del dios judío y cristiano, que no es causa necesaria [sic], sino
que crea al mundo por un acto libre y gratuito y, es infinito y omnipotente; por
lo tanto, no puede encontrar límites a su acción creadora, en una estructura
sustancial o en una materia que le sea independiente.23
22. “Juan Pablo Serrano (Entrevista)-Serie Gen Arquitectónico”, Enlace Arquitectura. YouTube. Enlace
Arquitectura-Concretos Moctezuma. Ciudad de México, 13 de junio de 2014.
23. Abbagnano, Diccionario de filosofía, 263.
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Eso es por lo que, en estas dos situaciones, casi coincidentes, el ar-
quitecto se encuentra obligado a afiliarse inconscientemente a la postura
“creacionista”, lo que desde luego conviene analizar críticamente, sobre
todo, por la manera con la que se desarrollan e imponen esas sospechosas
y rudas analogías en el campo del diseño arquitectónico.
2 3 8 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
compleja producción del mundo y de esos seres? Para ello nos encontra-
mos que el biólogo e investigador Francisco J. Ayala, nos recuerda que…
…Vemos que, cosas que carecen de inteligencia actúan para un fin, lo cual no
es fortuito sino que eso resulta del diseño [...] dirigido por cierto ser dotado
de conocimiento e ‘inteligencia’ [...] Por consiguiente existe un ‘ser inteligen-
te’ por el cual todas las cosas naturales son dirigidas a su fin; y a ese ser, le
llamamos Dios.25
Allí se insiste que en esta relación “armoniosa” entre las partes no sola-
mente presupone a la actividad del diseño, sino a la de la participación
y que para los premedievales tiempos, lo que sucedía no era que un po-
deroso diseñador, generosamente, hiciera participar a las comunidades,
24. Francisco José Ayala, Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución (Madrid:
Alianza Editorial, 2007), 31.
25. Ayala, Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución, 32.
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sino que fueran las comunidades las que decidían, ocasionalmente, hacer
participar a esos prestigiados, casi dioses diseñadores.
Con lo que ahora, evolutivamente, nos preguntamos si eso será la
vieja noción ancestral de lo que hoy se presume como el gran “diseño
participativo”. Parece ser que ya durante el siglo xvii, el famoso clérigo,
místico y naturalista John Ray (1627-1705), pseudocientífico, inspira-
do, esboza un argumento contundente a partir de esa noción de diseño.
Propone que la prueba rotunda de la perfección del Dios-diseñador se
encontraba en que los componentes del universo estaban “tan sabiamen-
te ‘ideados’ desde el principio [de ahí que] sean perfectos en su funcio-
namiento”26.
Entiéndase que, el pasaje citado Ayala, en relación con Ray, bien po-
dría haber sido escrito por algún prestigioso joven arquitecto del siglo
xx o xxi, y hasta algún profesor, “coordinador de nivel”, de algún taller
de composición, o mejor, véase lo que este sujeto de las órdenes sagradas
de la iglesia cristiana se atreve a sugerir diciendo que:
2 4 0 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
Más allá de este sagrado momento debe saberse que el argumento
más claro que evidencia a esa discreta e imponente postura “creacionis-
ta” es el del también devoto clérigo inglés William Paley, quien con su
famoso libro Natural Teology ha usado provocadoramente y ha escamo-
teado el sonoro nombre del “diseño inteligente”; aprovechado bien, el
notable avance científico de la Biología de su época. Con ello ha impuesto
el argumento central:
No puede haber diseño sin diseñador; invención sin inventor; orden, sin elec-
ción; […] los medios apropiados para un fin, y que ejecutan su función en el
cumplimiento de ese fin, sin que el fin haya sido jamás contemplado.28
28. Paley, citado en Ayala, Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución, 33.
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 4 1
y los órganos, en lo particular, pudieran producirse sin un “diseño”, un
fin o un propósito preconcebido o como resultado del azar?
La pregunta sugiere que podríamos aprovecharnos del didáctico
cuento que nos dice que si caminamos por un sendero y nos encontra-
mos una simple piedra seguro pensaríamos que esa piedra siempre y na-
turalmente ha estado ahí, pero si lo que encontramos es un reloj, no
supondríamos que ha estado ahí desde siempre, ya que al observarlo,
analizar sus mecanismos y ver que cada una de sus partes están “organi-
zadas” en función de un “objetivo”, lo que se ha de pensar es que si cada
una de las piezas hubiesen sido ensambladas de una manera diferente
a la que están formadas, ningún tipo de movimiento se llevaría a cabo,
por lo que no podrían responder a la demanda del “uso” y al fin al que
debían de “servir”.
Por tanto, esa curiosa noción elaborada del “diseño” a partir de es-
tos argumentos deberá de definirse como un proceso “previsor”, funda-
mentalmente intencional, algo que indefectiblemente ha de perseguir
un determinado objetivo, un fin, un adecuado y servil, cuyo resultado o
logro —al estar plenamente organizado y acorde a la manera compleja
del proceso productivo y desarrollando una pertinente función útil— es
en lo que debió de haber intervenido y pensado un muy “abracadabran-
te” y singular dios, demiurgo y diseñador omnipotente y omnisciente.
Frente a lo complejo y nebuloso de la argumentación anterior es con-
tra lo que parece que ha de haber reaccionado el genial planteamiento
del naturalista inglés Charles Darwin, al publicar, en 1859, su polémico
y sufrido libro El origen de las especies. Por medio de la selección natural,
en el que derivan dos de los aspectos más sugerentes de la argumentación
darwiniana, ambos referidos a los organismos:
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en texto de los biólogos Rosaura Ruiz y Francisco J. Ayala, quienes nos
advierten que:
Siempre que hay “función o diseño”, buscamos al autor. Un cuchillo está he-
cho para cortar y un reloj está hecho para dar la hora; sus diseños funcionales
han sido ideados por un cuchillero y por un relojero. El retrato pintado por
Velázquez reconocido como Juan de Pareja no es un conjunto aleatorio de
pigmentos, como tampoco la configuración de la Daga de Aurangzeg sea un
accidente; sus exquisitos diseños proclaman que fueron creados por artistas
con un propósito en específico.29
29. Rosaura Ruiz Gutiérrez y Francisco José Ayala, De Darwin al dna y el origen de la humanidad:
la evolución y sus polémicas (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2002), 86.
30. Ruiz y Ayala, De Darwin al dna y el origen de la humanidad: la evolución y sus polémicas, 88-89.
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 4 3
Resulta interesante observar cómo es que Darwin llega al planteamiento
sobre la evolución de las especies, a partir de dos clases de evidencia; la
primera, tenía que ver con el estudio de los restos fósiles de los organis-
mos que vivieron en el pasado, lo que forjó la singular historia evolutiva
de los organismos, o sea la “filogenia”, con la cual, ahora sabemos que los
organismos han sido resultado de los organismos que los antecedieron;
la segunda evidencia se derivó del estudio comparativo de los organis-
mos, o sea la “inferencia filogenética” que es a partir de la cual se pudo
comprender que la evolución se hubo de dar a través de un lento proceso,
gradual, de manera que los organismos, que comparten un ancestro co-
mún y reciente, tendrían más parecido entre sí, que los organismos con
un ancestro común que se encuentran en un pasado aún más remoto. Lo
que finalmente significa que no se puede ni creer en eso de la producción
ingeniosa o la creatividad y el logro de la novedad o de la diferencia en
los organismos simplemente, “a partir de la nada” y en el ex nihilo.
Y bueno, que en el sentido del mecanismo fundamental de la “adapta-
bilidad” de los seres vivos, la sugerente proposición del maestro Darwin
es, que las especies de los seres vivos se han de reproducir en mayor pro-
porción de la que es posible que sobrevivan, debido a las limitaciones
territoriales o los recursos alimenticios disponibles para que subsistan;
al respecto, se advierte que:
Surge así una lucha por la existencia en la que los organismos portadores de
alguna variación, mejoran sus posibilidades de aprovechamiento y de adap-
tación en el lugar que ocupan en la economía natural y, aumentan su número
de descendientes. Los descendientes se van modificando y así dan lugar a la
transformación de la especie. El argumento de Darwin se dirige al problema
de explicar el carácter adaptativo de los organismos. Afirma que las varia-
ciones adaptativas (variaciones que de alguna manera han de ser útiles para
cada organismo), aparecen ocasionalmente, y que es probable que éstas in-
crementen las oportunidades reproductivas de sus portadores. A través de las
generaciones, las variaciones favorables serán conservadas y las perjudiciales
eliminadas.31
31. Ruiz y Ayala, De Darwin al dna y el origen de la humanidad: la evolución y sus polémicas, 98.
2 4 4 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
Con esta advertencia es con la que debemos pensar en el riesgo de for-
mular la compleja noción del “diseño”, en tensa referencia y exclusivo
anclaje a la idea de la natural variación y cambio de forma de los seres
vivos, a su transformación gradual evolutiva, para justificar así, al inge-
nuo sentido voluntarioso e intencional de lo formal, que fácilmente se le
adjudica al creativo e ingenioso diseñador o al arquitecto.
En el hecho de pensar en ese sentido de la creatividad, del diseño y
de la adaptabilidad, sería mejor referirse estrictamente a ese proceso ple-
namente natural, darwinianamente llamado de la “selección natural”, el
cual permite dar cuenta exclusiva de la natural organización adaptativa
en la que se desenvuelven los seres vivos, en general y los humanos, en
especial. A propósito, es pertinente precisar que originalmente se pro-
puso que:
32. Ruiz y Ayala, De Darwin al dna y el origen de la humanidad: la evolución y sus polémicas, 98.
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 4 5
de la frágil y voluble actitud del desempeño individual del diseño, desde
el ámbito preciso y los avances evidentes de la biología.
Por lo que, para este ensayo, conviene ampliar la reflexión, mejo-
rar la interpretación y orientar estas nociones hacia el campo puntual
del desempeño colectivo del diseño arquitectónico y, en especial, al de
la producción social de lo arquitectónico, teniendo en cuenta de todas
formas, para la tesis de esta ponencia, que toda primaria analogía resul-
ta ser riesgosa, según nos lo advierte Philip Steadman, al decir que “los
edificios, las máquinas y las herramientas son objetos físicos inertes y
no organismos; la relevancia de las ideas biológicas para su estudio sólo
puede ser de naturaleza analógica y metafórica”.33
Por lo que habría de tenerse en cuenta que, frente a la extendida
postura creacionista, caracterizadora de muchas de las actitudes de los
prestigiosos arquitectos, resulta necesario preguntarnos si en ese campo
del desempeño del diseño y de la producción social de lo arquitectónico
el resultado ha de valer solamente por la intensa presencia de la actitud
creativa del individuo diseñador, lo cual, a su vez, nos ha de alentar para
continuar con la reflexión en varias y fundamentales cuestiones, como
por ejemplo:
33. Philip Steadman, Arquitectura y naturaleza. Las analogías biológicas en el diseño (Madrid: Hermann
Blume, 1982), 19.
2 4 6 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
producción social; de lo que se desprende que ‘lo diseñado’ nunca ha
de llegar a interpretarse en términos de lo meramente “bien diseñado
o bien construido”, sino en el sentido de haber logrado una mejor ap-
titud de adaptabilidad a las características de su propia producción.
• Que la pretendida creatividad de la cual se emana la de la innovación
y, la diferencia sobre de lo diseñado, encubre la referencia del proceso
evolutivo de los objetos que la sociedad produce, tanto en el sentido
de la diversidad de la formalidad producida, de la tipicidad, o de las
similitudes, todas ellas ancladas a respetable ancestría con otros his-
tóricos objetos que ya han sido exitosamente producidos.
• El conjunto de consideraciones anteriores hace pensar que la inter-
vención creativa del arquitecto o del diseñador en la determinación
de la forma, resulta estar limitada por los procesos adaptativos que
va sufriendo a lo largo del proceso mismo del diseño, inserto y con-
dicionado por el proceso de la producción social de lo arquitectónico
y, finalmente…
• Que, en el complejo campo de la producción material de lo arqui-
tectónico, bien puede darse el diseño sin el diseñador, en el sentido
de que sea la complejidad social en su conjunto, la que liberalmente
lo desempeña y que ejerza y desarrolla, a plenitud, ese tipo de pro-
ducción.
Bibliografía
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sulta: 1 de mayo de 2017).
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r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 4 9
2 5 0 / e n s ay o / r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o
r e f l e x i o n e s e n t o r n o a l c r e a c i o n i s m o y a l e v o l u c i o n i s m o / e n s ay o / 2 5 1
Réplicas al texto “Reflexiones en torno al creacionismo y al evolucionismo en el campo de la
producción de lo arquitectónico”. Dibujo elaborado por el niño Alonso García Rocha (5 años), el 14
de julio del 2016 como representación de su familia (su papá, su mamá y él), así como su entorno;
compuesto y terminado por Héctor García Olvera.
RÉPLICAS
/ 253
Desde esta posición, no habría “inspiración individual” que produz-
ca objetos arquitectónicos individuales, que respondan a reclamos indi-
viduales y que se inserten en forma aislada a contextos aislados.
En este contexto, es interesante observar los conceptos que Steve
Jobs tenía respecto de la creatividad…
34. Como se plantea en la Parte iii, capítulo 10, “Innovación evangelizadora”, en Jay Elliot y William L.
Simon, El camino de Steve Jobs. Liderazgo para las nuevas generaciones (Madrid: Aguilar, 2011).
— H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O /
A D R I Á N B A LT I E R R A M A G A Ñ A —
35. Cicerón, Sobre la adivinación / Sobre el destino / Timeo. Traducido por Ángel Escobar (Madrid: Gre-
dos, 1999).
p r e fa c i o / 2 6 1
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, sobre la base de una foto de la estatuilla de 10 cm “La
Venus de Willendorf”, representación del origen de lo humano femenino, con veinticinco milenios de
antigüedad.
E N S AYO
— H É C TO R G A R C Í A O LV E R A —
/ 263
del inmueble destituido del cargo por negligencia, y que “podría ser sen-
tenciado a 12 años de prisión, afirmó el abogado penalista Xavier Olea”.3
La nota periodística destaca que este famoso “arquitecto”, desde ha-
ce varias décadas, ejercía desfachatadamente como tal, sin contar con
título alguno de licenciatura y que, lo más grave es que, actualmente, a
pesar de su desbordada fama, se desconoce su paradero, pero se presupo-
ne que está prófugo en California, Estados Unidos. El abogado del caso,
mencionó que este Aragonés “aparentemente no es arquitecto” ya que
“la Secretaría de Educación Pública no cuenta con un registro de cédula
profesional que así lo confirme”.4 Y que, se corrobore o no que Aragonés
haya ejercido sin haber cursado o terminado sus reglamentarios estudios
en alguna seria institución académica, ello no ha impedido que le sean
reconocidas “sus obras”, con múltiples y vistosos premios y que haya
llegado a publicarlas en tres hermosísimos libros plagados de imágenes,
editados por prestigiosas editoriales, como la Rizzoli New York, L’Arca
Edizioni Chinese o la Landucci y que, lo hayan invitado a dar conferen-
cias magistrales en universidades, en las cuales, evidentemente lo han
reconocido por su “excelencia académica”, como profesor de posgrado,
además de haber sido entrevistado para la televisión, haber sido entre-
vistado en múltiples revistas de ocasión y en diversas páginas de internet.
Tal ha llegado a ser su éxito como “arquitecto” que entre sus modes-
tos clientes se encuentra la anterior familia presidencial de México, a
quienes les ha diseñado una humilde residencia,5 ubicada en las Lomas de
Chapultepec y terminada de construir hacia el año 2011. Tal parece que
el caso de Miguel Ángel Aragonés confirma la dulce leyenda de que: “el
arquitecto” no es aquel que se hace o se forma en la academia, sino que,
todo parece apuntar, que es producto de su estatus o formación social.
En las frecuentes entrevistas que le realizaron, las cuales forman
parte de su necesaria auto-mito-biografía (sic) se señala que su certero
2 6 4 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
acercamiento a la arquitectura es como “un adn que se va cargando de
información” y que eso es lo que lo “va formando como arquitecto”. Y
advierte que:
…empiezo desde muy niño, y candoroso dice: recuerdo que muy cerca de don-
de vivíamos había unas cuevas y jugaba ahí, en una especie de grutas: enten-
der ese espacio ausente de luz fue algo que me marcó.6
6. “Mi mayor influencia es mi pasión’: Miguel Ángel Aragonés”, Periódico am, 5 de septiembre de 2013.
Disponible en: https://www.am.com.mx/leon/especiales/mi-mayor-influencia-es-mi-pasion-mi-
guel-angel-aragones-44592.html (consulta: 1 de mayo de 2017).
7. “ ‘Mi mayor influencia es mi pasión’: Miguel Ángel Aragonés”.
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 6 5
cido Aragonés que se sintetiza en esta breve, delicada y pedagógica frase:
“aprendes a jugar futbol jugando futbol, no en los libros”.8
Y esto, que me recuerda al espíritu axiomático del taller de proyec-
tos, parece querer sugerirme que “el arquitecto” no se ha de formar en
la academia, sino que ya nace siéndolo, que ha de ser producto de una
selecta y ancestral tradición, que es aquel que, creativo y solo, en la pro-
ducción de lo arquitectónico, es el que decide y determina la forma, es el
creador de la forma de los objetos espaciales y habitables y que, desde
el principio nace apto como el jefe, “director de orquesta” y que, no tiene
que haber pasado por los diez arduos e insoportables semestres apren-
diendo en una universidad; cumpliendo con una dura serie de asignatu-
ras, padeciendo al inepto profesorado, al cual le tendrá rencor toda la
vida, renegando de los conocimientos que nunca aprendió y que, siendo
reconocido por la institución escolar con un frágil título de “arquitec-
to”, eso sólo le servirá para adornar elegantemente la sala de la casa o al
afanoso “despachito”.
2 6 6 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
y que, el proyecto debe de ser la expresión de su deseo, mucho más que el
resultado de la sola respuesta a las exigencias funcionales.10
Con esto, ya debemos suponer cómo es que este tal Stroeter, sugiere, para
el ámbito de la reflexiva teorización, lo que los utilitaristas y pragmáticos
“arquitectos” han de manifestar en relación a su central actividad, al ha-
cer del culto de “lo bien hecho” y de su propia personalidad, el factor de-
terminante por medio del cual se ha de sustentar su decisión respecto de
la determinación de la forma. Y aquí es, puntualmente donde, al ambiguo
anti-funcionalista Stroeter arremete, diciendo que aquello donde radica
lo fundamental de su labor, no está en la función, ya que ésta no basta
para “determinar a la forma” o el “contenido expresivo”, ya que la forma
es el resultado de algo “muy personal” y, porque el origen de la solución
no está únicamente en lo problemático del objeto que debe proyectarse.
Y que ésta es fruto del “éxito del autor” para revelar su deseo y persona-
lidad, al describir su tiempo, cultura y lugar mediante la arquitectura”.11
El sospechoso y sugerente maestro Stroeter hace una curiosa diferen-
ciación entre los “cómos” y los “porqués” de la forma, y sugiere que los
primeros han de estar referidos a la “proporción, al volumen, al espacio,
la dimensión, la escala, el color, la luz la sombra y el ritmo”,12 y que, esto
hace referencia exclusiva a las características de la imagen de la cosa edi-
ficada; mientras que los segundos han de estar dados por “la función de
la historia, las cuestiones que tienen que ver con la verdad, la tradición
y lo nuevo, como el ornamento, el estilo, el gusto y la moda con las obli-
gaciones del arquitecto”.13
Curiosamente, mientras que los primeros sólo se refieran a la mera
apariencia fenoménica de la forma de las cosas edificadas, que atañe a
lo personal del arquitecto; los segundos parecen más bien estar anclados
y definidos en relación con el contexto de la realidad de la producción
socioeconómica de la forma y de la arquitectónica de ello. De todas ma-
neras, como que con este “arquitecto” Stroeter la cosa no está clara para
fácilmente lograr leves acuerdos y amplios entendimientos.
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 6 7
Frente a esto mejor será cambiar de dirección y recurrir al pre-claro
o ilustre “arquitecto”, que hoy sigue siendo pasionalmente per-seguido
por los profesores de los talleres de proyectos de nuestra facultad; para
ver si se nos aclara lo que se está entendiendo con ese término y el con-
cepto de la forma. Y así nos encontramos, nada menos que con el renom-
brado don Louis Isadore Kahn, quien en su artículo titulado “Forma y
diseño” (1961) se refiere a la noción de “forma” de la siguiente manera:
..La forma no tiene figura ni dimensión. Por ejemplo, “cuchara” (el concep-
to de cuchara) caracteriza una forma que tiene dos partes inseparables —el
mango y el receptáculo cóncavo— en tanto que una cuchara implica un dise-
ño especifico hecho en plata o madera, grande o pequeña, profunda o no. La
forma es el “qué”. El diseño es el “cómo”. La forma es impersonal, el diseño
pertenece al diseñador. Diseñar es un acto “circunstancial”, depende del dine-
ro de que se disponga, del sitio, del cliente, de la capacitación. La forma nada
tiene que ver con las condiciones circunstanciales.14
14. Louis Kahn, Forma y diseño (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1984), 8-9.
15. Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2007),
296.
2 6 8 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
habilidad para diseñar ‘una casa’, que es un acto determinado por las
circunstancias”.16 De eso, lo que puede fácilmente deducirse es que ese
divino e individual artífice “arquitecto”, si algo crea son “formas” que no
han de estar en el papel, sino en su mente.
Esta singular explicación se puede insertar, de manera perfecta, en
la actual estructura laboral y en el campo de la producción social de lo
arquitectónico, posicionando a ese ultra selecto “arquitecto”, como el
“creador de las formas”, el ser graciosamente mediatizado y cuajado de
prestigio, que ha de ser el poderoso jefe y dueño del despacho: organi-
zador de sui generis modos de producir y, generoso empleador de otros
semi-selectos y asalariados arquitectos, brillantes egresados, alienados de
alguna institución educativa, que solamente se han de constituir e iden-
tificar como el eficiente, el laborioso, el “chambero de la forma”, sin el
menor reconocimiento de su valiosa participación colectiva en aquella
divina creatividad.
Debemos reconocer que esta noción o concepto de la “forma” es de
una respetabilísima ancestralidad. Y curiosamente la encontramos ín-
tegramente impuesta hasta en el moderno y seductor lenguaje de Kahn,
coincidente con la sugestiva referencia de Abbagnano, a la vetusta y aris-
totélica noción de esa “forma”, que se identifica como de “la esencia ne-
cesaria o la sustancia de las cosas que tienen materia”.17 Y, en este sentido,
sabemos que son los melancólicos aristotélicos los que proponen que
haya una relación entre la materia y la forma y que ésta “es la causa o ra-
zón de ser de la cosa, aquello por lo cual una cosa es lo que es: es el acto
o la actualidad de la cosa misma, por lo tanto, el principio y el fin de su
devenir”.18 Más allá de esta fina postura esencialista sobre de la “forma”,
el término goza de otras acepciones. Y aquí, Abbagnano sugiere que el
término “forma” ha de indicar “una relación o un conjunto de relacio-
nes o el ‘orden’ que puede mantenerse constante con la variación de los
términos entre los cuales media”.19 Y esta noción implica cierto grado de
generalidad, una cierta constancia, “en el sentido de que lo que enseña no
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 6 9
es válido sólo para ciertos conjuntos de cosas, sino para todos los conjun-
tos posibles que versan precisamente sobre ciertas relaciones generales,
las cuales constituyen el aspecto formal de las cosas”.20
Bajo este sencillo entendimiento (que no todos los profesores entien-
den), la noción de “forma” se puede establecer en el sentido de lo “ge-
neralizable”, lo relativo a un orden y hasta lo universal. De ahí que está
noción pueda usarse como marco de referencia para denominar, por un
lado, a los objetos que pueden tener “materia” y, por el otro, “forma” y
que ésta sea la que ordena a la materia; lo que, en el campo de la arqui-
tectura, gratuitamente se interpretaría en relación a los “elementos de la
composición” que serían los mismos de la formación.
Y así, en este sentido, la forma, es decir, el “orden” de un objeto ha de
ser algo distinto de su ocasional significado. Lo que, en esta perspectiva,
Abbagnano sugiere que eso ha de hacer referencia a la incisiva postura
de la psicología de la forma o Gestalt que propone mantener el significa-
do de la forma, en el lugar donde “se reconoce al mismo significado del
orden o de la relación”;21 para indicar el hecho experimental de que las
impresiones simultáneas no son independientes unas de otras, sino que
se constituyen como una unidad estructural. Y aquí cabe señalar que esta
variante de la noción de forma es la que más se ha extendido en el campo
de la producción de lo arquitectónico, y que, en nuestro medio, ha sido
promovida por la elegante y decimonónica noción de la “composición”,
por medio de la cual se ha propuesto definir y fijar el orden y la distri-
bución de las partes del objeto edificable.
Lo que el prudente Abbagnano intenta resumir diciendo que:
2 7 0 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
Y como que la situación no es precisamente sencilla y esto es como para
prever que esta revisión de los significados del término “forma” sobre to-
do en el sentido de ser algo así como la “esencia” o lo que ha de ser aquello
que designa lo que una cosa es y no otra cosa y que eso tiene el singular
inconveniente de alentar la omisión de que históricamente las cosas y
los significados de las cosas cambian; mientras que la idea del “orden”
solamente ha de depender de la organización que configura o compone
la apariencia de los objetos; situación que podría mejorar y ampliar el
entendimiento de la forma y sobre todo, al conciderarla en cercanía con
la sugerente relación del proceso de la “producción de lo humano” y el
proceso de la producción de lo arquitectónico: lo que para este ensayo
exigiría la revisión de una distinta y avanzada tercera noción.
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 7 1
tivo. Dicho elemento pasivo, sin el cual la “forma” perdería su sentido, se
relaciona con la noción de la “razón de ser”. Por ende, el término “forma”
designa algo valorizado, algo que ha sido “significado” por el ser humano.
Así, Hersch nos guía por estos laberintos, agregando que la forma
“no es del ‘orden’ del hecho puro y simple, sino del orden de lo que puede
triunfar o fracasar. Es decir que implica una historia, un proceso. Impli-
ca que una acción ha sido posible, luego que el cambio existe, y no cual-
quier cambio, sino un cambio orientado hacia un fin”,26 luego entonces la
“forma” es lo cambiante, lo diverso y resultado de un proceso orientado
según un sentido, que puede resultar ser afortunado o desafortunado.
Y luego, también ha propuesto, que la forma se basta a sí misma, lo que
quiere decir que está dotada de unidad. Además agrega: “la forma impli-
ca la unidad, gracias a su misma limitación, gracias a la pluralidad de las
unidades, gracias a su exclusión del todo”.27 Y esto, nada más es, como
para ya haber entendido que eso que nos explica Hersch, es sin duda lo
que el arquitecto ya debe saber para llegar a determinar la forma de la
cosa efectivamente útil, firme, bella, económica, espacial y habitable.
Hersch señala que la noción de forma puede resultar aparentemen-
te contradictoria, pero es precisamente esto lo que la hace coherente, de
ahí que diga que:
La forma es una victoria paradójica. Ella misma aísla un ser parcial, limitado,
determinado, finito, variable, pero por su misma existencia hace del ser parcial
un todo, del ser limitado un ser completo, del ser determinado un ser inagota-
ble, del ser finito un ser absoluto, del ser variable un ser definitivo.28
2 7 2 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
de forma”.29 De lo que se desprende que “es sólo la realidad para el hom-
bre la que implica así la presencia de la forma y no toda la realidad”.30
En su análisis, Hersch parece sugerirnos que nuestra relación con el
mundo está dada, naturalmente a través de las formas y puntualiza que:
…toda actividad humana implica la captación de una materia para darle forma.
Toda impronta del hombre en una materia presenta los caracteres de la forma
[…] nada hay en todo el campo de la realidad humana, de lo que constituye
la realidad para el hombre, que sea puramente dado. Sólo es accesible para el
hombre lo que lleva ya el rastro de su captación. Se sigue de ello que la reali-
dad para el hombre está enteramente en el dominio de la forma. La forma es
para él, el modo de cualquier realidad, de lo real como tal.31
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 7 3
esa capacidad cognitiva de esa materialidad se ha de encontrar orientada
hacia el dominio y la comprensión plena de la “forma”, al grado de que
ésta pueda extenderse sobre de toda la realidad de la producción de lo
humano. De esto necesariamente se desprende la pregunta: ¿cómo captar
realmente esa materialidad e intervenir adecuadamente en la determina-
ción de “la forma de lo arquitectónico”?
Si se asegura que toda actividad humana implica la captación de una
materia para darle “forma”: una pista para entender eso de esa captación
y de la consecuente opción de la determinación de “la forma de lo arqui-
tectónico” está en la sugerente presencia del escritor lituano-francés, don
Emmanuel Levinas, quien a propósito de la posibilidad de entender cómo
se ha de dar el vínculo que establecen los seres humanos con la materiali-
dad de lo edificado, y que esto se logre particularmente por medio de la
significativa noción de la “morada”, Levinas advierte que:
32. Emmanuel Lévinas, Totalidad e infinito (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1977), 167.
33. Lévinas, Totalidad e infinito, 167.
2 74 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
basta con utilizarla, sentirse a gusto en ella o pretender que va llenando
o acompañando una vida, en todo caso, su fin no es inmediato. Y, Levi-
nas dice que:
Y así, podrá decirse que “hacer casa” ha de ser algo muy distinto a la
mera producción de la materialidad física de un edificio, aunque eso en
algún momento llegue a llamarse “casa”, la propia posibilidad de que
algo efectivamente llegue a ser “casa”, debe estar anclada a la compleja
opción de que, en ella se halla plenamente desenvuelta la ardua y per-
manente producción del ser humano. Por eso, es sugerente la noción de
que en eso que se ha de llamar y que ha de ser “casa” es donde se inicia
ese proceso productivo de lo humano y que así se acepte, que esa cosa, no
ha de llegar a ser casa, sólo cuando la cosa física termine de construirse,
sino cuando su espacialidad se encuentre en la amplia posibilidad de ser
útilmente habitada, advirtiendo con esto que lo habitable siempre ha de
ser una posibilidad aunada con este sentido, en el que la forma o el or-
den de la “cosa” llegue a concretarse o reducirse a lo más esencial de su
materialidad física, desenvolviéndose y determinándose en el sentido su
“condición” de ser esa espacialidad susceptible de llegar a ser humana-
mente habitable. Con lo cual, ya pudiera decirse que, finalmente, esa sea
la “forma de lo arquitectónico”.
Para entender lo anterior, debemos tener como referencia alguna
cercana y vívida experiencia, a través de la cual ya hemos de haber cap-
tado una cierta, singular y sugerente materialidad interpretable en el
sentido de la utilidad de alguna cosa, con la cual hemos de haber estado
en la mejor opción de intervenir en el desenvolvimiento y la determina-
ción de “la forma de lo arquitectónico”.
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 7 5
Con esto vale la pena reiterar la difícil idea de que las cosas pudie-
ran llegar a ser lo que realmente deben ser, no por su simple concreción
o en función de sí mismas, sino en el sentido de su dirigida y utilitaria
relación con el ser humano y esto, bajo la advertencia de que, en esta ins-
tancia, esta idea se ha de liberar definitivamente de la simple, obsoleta y
heredada noción de la forma como la “esencia o la substancia” de las co-
sas mismas y con la que, necesariamente, debe proponerse a la novedosa
y cercana relación directa de entre la misma forma del ser humano y la
“forma” deseable, natural o propia de las cosas o los objetos espaciales
funcionales que han de ser producidos y materializados para él. Y que
esta es la idea del; proceso de producción con el que debería de forjarse
el entendimiento de la necesaria noción de la “determinación de la forma
de lo arquitectónico” y, en la que, en la materialidad de esa “forma” ha
de ir implícita la dualidad específica de la “razón de ser” de esos objetos
espaciales y, de la propia del ser humano, que es, el que finalmente ha de
decidir en relación al cómo, al para quién y al dónde de esa cosa espacial
que ha de ser formalmente determinada.
Vale la pena la pregunta sobre la forma, sobre todo, cuando ésta se
orienta al ámbito de la efectiva “producción de lo arquitectónico” y no
es porque esta “forma” hubo de ser, razonablemente predeterminada y
finalmente materializada como simple resultado de los procesos genera-
les de la producción social en la que casualmente se ha de desenvolver la
adocenada fabricación y el indiscriminado consumo de cosas que deben
tener la aparente figura de edificio. Pensamos que, en este caso, la cues-
tión sobre de la determinación de la “forma”, deberá afrontar a tres com-
plejos aspectos que, en mucho, han de intervenir, estructurar y definir al
extenso proceso de la “producción social de lo arquitectónico” y que son:
2 7 6 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
3. El de la producción material en sí de lo espacial edificado, que de-
manda el previo desenvolvimiento de un proceso sociocultural, cog-
nitivo, captador de la materialidad y de la determinación figurativa
de la forma que, razonablemente guíe, aliente, dirija y controle a di-
cha producción material.
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 7 7
substancial y cíclico momento todo cambia, se altera, se afecta o anula la
conciencia y la memoria de esa ignota y vital experiencia. Al parecer de
ella sólo se reconoce que acaece forzosamente y que, estando en ella, lo
que en cierta forma se impone es la dolorosa inconciencia senso-percep-
cional: al parecer se anula la capacidad de sentir, de ver, de oír, de palpar
y saber; el durmiente se desconecta plenamente de la mayor parte de lo
que sucede en el entorno inmediato de su espacialidad, lo cual si este es-
pacio no es precisamente lo adecuado, obviamente, ha de generar, para
ese lapso o momento vital de ese ser durmiente, una evidente situación
de angustiante vulnerabilidad e inaceptable indefensión depredable. No
es algo simple saber que el ser humano, durmiente, pasa dormido un ter-
cio de la larga y longeva existencia de su vida y, así, en esa aletargada y
riesgosa etapa, no ha podido ser el individuo “hábil vigilante”, despierto
custodio de su entorno espacial y lo único que de ello ha forjado en su
histórica memoria colectiva es la exigencia de prever o predecir respec-
to de esa habitual y contingente situación de peligrosa vulnerabilidad e
indefensión, e intervenir en el humanísimo, histórico y ancestral proceso
de la “determinación de la forma” de la espacialidad del dormitorio hu-
mano. Y aquí es más que interesante encontrarme con el buen maestro
bostoniano, psiconeurofisiólogo, investigador de los “ritmos biológicos”,
Neil R. Carlson, quien nos sugiere que:
35. Neil R. Carlson, Fisiología de la conducta (Madrid: Pearson Educación, 2006), 312.
2 7 8 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
y, todo parece indicar que el sentido de la compleja función central o
principal del proceso del dormir y, sobre todo, en su fase de “sueño pro-
fundo” es permitir que la organización vital del ser durmiente, restaure
su fragilizada capacidad de desarrollo y de súper pervivencia.
Al respecto, habrá que reconocer que no ha sido fácil entender que
no dormimos efectivamente en el tiempo necesario y, en cualquier sitio
o lugar, en “cualquier espacio”; que no lo hacemos en cualquier forma
espacial. Y aquí, Carlson, acucioso, sugiere que:
…lo característico del sueño es que la necesidad imperiosa de dormir nos obli-
ga a buscar un lugar tranquilo, seguro y confortable; acostarnos y permanecer
allí durante varias y vitales horas.36
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 7 9
iniciar este proceso habitual. Y así, desde este borde de la vigilia, lenta
y controladamente se ha de transcurrir por las cuatro o cinco diversas,
sugerentes y secuenciales etapas o ciclos en los que se ha de desenvolver
este ignoto y alguna vez temido sueño.
Al respecto, el investigador de “los secretos del sueño”, Alexander
Borbély, en relación con ese orgánico proceso por etapas del sueño, nos
advierte que:
37. Alexander A. Borbély, El secreto del sueño. Nuevos caminos y conocimientos (Ciudad de México: Siglo
xxi Editores, 1993), 36.
2 8 0 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
desempeñan en la primera mitad de la cíclica noche, son en los que ese
complicado y a veces temido “sueño profundo” va consolidando su lugar
temporal y espacial y que, en lo que resta del lapso de este sueño, va fiján-
dose la orientación de los estadios dos y el tres, en los que, normalmen-
te, se forja la fase previa de la natural disposición, un tanto inquietante,
hacia el consecuente estadio representativo de lo hondo y lo lóbrego del
sueño; fases en las que, cuando en ellas se les ha llegado, sorpresivamen-
te a despertar a los durmientes, en esos momentos, normalmente, sólo
suelen recordar, muy vagamente lo que han estado soñando, lo que no es
así en las otras fases.
Aunque, para este caso, lo trascendental, o sea, la consideración de
que el necesario y final desconecte percepcional, indefectiblemente, ha
de suceder en torno a los estadios tres y cuatro, que es en donde se llega
finalmente a la fase del aletargamiento pleno, el “sueño hondo y profun-
do”, en donde el registro de las ondas cerebrales se anima y, denota que
básicamente no hay posibilidad de movimiento alguno, ni en los ojos,
ni en su sistema muscular, lo que hace verdaderamente difícil que esos
seres humanos durmientes se puedan despertar en este estadio y que, en
caso de que lo lleguen a hacer, manifestarán estar muy aturdidos o ple-
namente confusos. Lo cual nos ha hecho pensar que fundamentalmente
este es el momento o estadio donde ese ser humano se ha de encontrar
en la más profunda, cotidiana y peligrosa inmovilidad y por lo tanto en
la gran indefensión o vulnerabilidad, ante los imprevisibles peligros y la
imposibilidad de vigilar a la espacialidad de su entorno o de la exteriori-
dad y, hacia donde se impone, reflexionar con respecto a la necesidad de
un singular lugar y una histórica forma de espacialidad, cerrada, segura,
cerrable, interior, inexpugnable, permanentemente habitable, algo co-
mo una ancestral cámara adecuada a ello y que, en este sentido nos exija
cuestionar respecto de:
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 8 1
de alguna manera logre ser identificada como propia de un genuino y
permanente dormitorio? y, ¿si ese concepto, esa forma de la espacia-
lidad habitable del dormitorio y la forma del ser humano durmiente
que la habite en esa circunstancia, serán los elementos que coheren-
temente ensamblados, permitirán forjar lo que finalmente debemos
entender como una compleja producción de la forma de lo arquitec-
tónico?
38. Pascal Dibie, Etnología de la alcoba. El dormitorio y la gran aventura del reposo de los hombres (Bar-
celona: Gedisa, 1999), 218.
2 8 2 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
la que culturalmente se ha forjado la espesa y múltiple noción y la espe-
cífica dicción de cámara (que en la lengua original es Kamára), la cual ya
ha sido contenedora del proyectivo requerimiento y el fino desempeño,
no precisamente del diseño, pero sí de la decisión colectiva natural de la
“determinación de la forma” de una específica y francamente utilitaria
espacialidad, generadora de la fenoménica noción y la acción del pensar
colectivo, del construir, el edificar y el habitar humano, en el que ha de
haber sido posible producirse y reproducirse la forma del ser humano y
así, lograr, en el sentido de su especie lo mejor de la supervivencia, para
finalmente entender, con todo esto que en el sentido de la historia de esta
la arquetípica experiencia del dormir de un posible primer ser humano,
todo esto podrá haber sido —nada menos que el maravilloso y arqueo-
lógico origen de la arquitectura— de la producción de lo arquitectónico
y de la determinación de la forma. §
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2 8 6 / e n s ay o / s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o
s o b r e e l s e n t i d o d e l a p r o d u c c i ó n d e l o a r q u i t e c t ó n i c o / e n s ay o / 2 8 7
Dibujo elaborado por Héctor García Olvera, con base en una curiosa foto postal, sugerente
de la diversidad humana femenina.
RÉPLICAS
— H ÉC TO R A L L I E R AV E N DA Ñ O /
A D R I Á N B A LT I E R R A M A G A Ñ A —
39. Héctor García Olvera, “Sobre del sentido de la producción de lo arquitectónico y de la determina-
ción de la forma”, viii Seminario Permanente La Experiencia de la Espacialidad, la Habitabilidad y el
Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de Arquitectura, unam, 2014), 20.
/ 289
pero con la propiedad que le compete a cualquier investigador para cues-
tionarse sobre cómo entenderle detenidamente.
Por lo tanto, el texto permite reconsiderar:
• Uno: que sea una voz ideológica la que, dentro del diseño, ajusta el
pensamiento de su ejecutor para creer que lo que hace centralmente
es trabajar en la determinación de la forma, con la salvedad de en-
tenderle reductivamente como aquello que equivale a su apariencia.
• Dos: que, en agudo equívoco, se refiera sólo a su abstracción geomé-
trica.
De ahí que lo que se propone de vuelta al ponente, sea anotar algo más
sobre la pertinencia que tiene en este, y otros tantos asuntos de orden
epistémico, para revisar a la palabra y a los enunciados como elementos
Detalle de una escultura hecha con cornamentas de ciervo por el escultor y también arquitecto
mexicano Fernando González Gortázar (2012-2013), cuyas formas a mi parecer tienen evocaciones
oníricas. Fotografía: Samuel Monroy Rubio.
40. Como se refiere a lo dicho por Hersch, en Héctor García Olvera, “Sobre del sentido de la producción
de lo arquitectónico y de la determinación de la forma”, viii Seminario Permanente La Experiencia
de la Espacialidad, la Habitabilidad y el Diseño Arquitectónico (Ciudad de México: dgapa-Facultad de
Arquitectura, unam, 2014), 8.
/ 299
Se agradece de antemano, y se reconoce también, que no sea juzgado
el texto como un producto para el entretenimiento o la banalidad lite-
raria. Se considera que las temáticas presentadas exceden el ámbito do-
cente y se incorporan al debate público ya que también se presentan en
la actividad profesional y pocas veces se reflexionan. El cuestionamiento
dentro del ámbito académico se puede volver un recurso para poner en
jaque su confiada responsabilidad por sobre lo que persigue como par-
cela de formación profesional, técnica, investigativa y, primordialmente,
docente, desde nuestra Universidad Nacional Autónoma de México. §
300 / epílogo
302 /
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REFLEXIONES EN TORNO A LA ACTIVIDAD
PROYECTUAL Y LA PRODUCCIÓN HUMANA
EN LA FORMA DE LO ARQUITECTÓNICO
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