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e igualdad de género
Palabras clave: desastre social, sismos, desigualdades de género, mujeres, reconstrucción, Ciudad de
México, economía del cuidado.
Key words: social disaster, earthquake, gender inequalities, women, reconstruction, Mexico City, care
economy.
U
n sismo azota nuevamente la Ciudad de México el 19 de septiem-
bre de 2017, el día en el que se conmemoraban los 32 años del
terremoto de 1985.1 El saldo hasta el momento y, según cifras
extraoficiales, indica que fallecieron 228 personas; de ellas, más de la
mitad eran mujeres, sólo en la Ciudad de México. La mayoría de estas
mujeres falleció a causa de los derrumbes de edificios habitacionales,
donde cumplían labores de trabajo doméstico y de cuidado. Un caso em-
blemático, al igual que hace 32 años atrás, fue la muerte de mujeres de
D. R. © 2018. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 80,
núm. especial (septiembre, 2018): 149-158. Ciudad de México. ISSN: 0188-2503/18/080-especial-06.
150 Margarita Velázquez Gutiérrez
Existe una tendencia a pensar, junto al sentido común, que los desastres
o las catástrofes son naturales. Fuerzas de la naturaleza serían las que
intervienen, de vez en cuando, en la vida cotidiana de los seres humanos,
provocando en ella devastadoras consecuencias. Ejemplos hay por cien-
tos, como emplazamientos urbanos en zonas no seguras, en pendientes
o quebradas, cerca de ríos, en suelos no aptos para la construcción, entre
otras, sin planeación o con una total falta de prolijidad en estudios o aná-
lisis. Muchos o quizá la mayoría de los asentamientos humanos en zonas
de peligro o vulnerabilidad geomorfológica están habitados por los más
pobres, como lo señalan informes de organismos de ayuda humanitaria
y otros dependientes de Naciones Unidas.
A pesar de ello, no es tan lejana una visión centrada en las amena-
zas físicas. De hecho, dentro del ámbito de las políticas de planificación
territorial, la idea de “desastre” por mucho tiempo estuvo anclada en
la noción de hecho natural. Esta forma de tratar los desastres también
permeó a quienes han sido responsables de la respuesta frente a emer-
gencias. Asimismo, la implementación de esta perspectiva en el campo de
acción en emergencias provocó que se configuraran prácticas y acciones
desarticuladas entre los organismos estatales, de desarrollo (las llamadas
organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil), las instancias
encargadas de las emergencias y quienes intervenían en la rehabilitación
y la reconstrucción después del desastre.
El efecto de estas formas de intervención de cada uno de estos or-
ganismos dio como resultado duplicación y multiplicación de trabajo y
cuyas poblaciones son más proclives a verse afectadas por los desastres,
profundizando y manteniendo así su posición desigual y en desventaja
dentro de las jerarquías sociales que rigen no sólo los campos económi-
cos, políticos y sociales, sino también los simbólicos y culturales que se
establecen en los países y regiones.
En ese sentido, si los desastres son parte de una construcción social,
las relaciones que se establecen dentro de los sistemas y estructuras socia-
les pueden aumentar o disminuir los efectos y las consecuencias de ellos.
Bajo esta perspectiva, las vulnerabilidades sociales, políticas, culturales,
económicas y ambientales tienen una incidencia importante en esta ecua-
ción, que no sólo funge en la medición del impacto sobre el riesgo en que
pueden estar las poblaciones frente a eventos de gran magnitud,2 sino
también en la trama de sentido que las vulnerabilidades tejen al estar
imbricadas dentro de las relaciones de desigualdad de género y social.
La importancia de entender los desastres como construcción social nos
plantea el desafío de pensar e intervenir de otro modo, de entender el
espacio de relaciones sociales también como escenario de riesgos; es decir,
la reunión de actores, posiciones, instituciones en conjunto como juego,
cuyos factores entendidos como vulnerabilidades permitan visualizar las
amenazas de distinta índole, ya sean antropomórficas o geofísicas, o la
suma de éstas en relación con las vulnerabilidades preexistentes dentro
de las poblaciones y sus espacios. Todo esto, con la finalidad de que se
puedan comprender dichos procesos de manera integral e implementar
acciones de largo alcance y que no sólo puedan disminuir los impactos
en pérdidas humanas y materiales —como se ha seguido haciendo—,
sino propender a disminuir las brechas de las desigualdades que han
podido producir este mismo.
En ese sentido, estudios e informes de las agencias de cooperación
y de las Naciones Unidas evidencian que en general son las mujeres las
más afectadas por los desastres, y que éstos profundizan las relaciones de
desigualdad social en las que se encuentran. Las mujeres están encargadas
del cuidado de niños, ancianos y enfermos, muchas veces en las regiones
3 Algunos datos recabados para México señalan que 34.3% de las mujeres han expe-
rimentado algún tipo de violencia sexual. El segundo ámbito de mayor violencia contra
las mujeres está formado por espacios como la calle, el parque y el transporte, entre
otros, en los que 38.7% de las mujeres han sido víctimas de actos de violencia por parte
de desconocidos. Diez entidades del país están por encima de la media nacional, tanto
para la violencia total a lo largo de la vida como para la violencia reciente ocurrida en
los últimos 12 meses (octubre de 2015 a octubre de 2016): Ciudad de México, Estado
de México, Jalisco, Aguascalientes, Querétaro, Chihuahua, Yucatán, Durango, Coahuila de
Zaragoza y Baja California. Las cifras aquí referidas pueden ser consultadas en inegi,
2016.
Bibliografía