Está en la página 1de 103
CAPITULO IV PREPARATIVOS PARKA LOS ACTOS OFICIALES DE RECONOCIMIENTO FUERA DEL PUNTO DE RESIDENCIA DEL JUZGADO Una de las condicionales esenciales de todo trabajo es la de disponer de los utensilios y material necesarios pa~ ra desempefiarlo. Puesbien: esto que ocurre general mente, sucede también en las funciones judiciales, en las que el bueno 6 mal éxito de la accién persecutoria del Estado de- pende de los medios que utilice, é incurriré en grave error el que crea que son imililes é innecesavios los utensilios que para levar & cabo una expedicién 6 reconocimiento recomendamos al Juez, pues todos le son en mayor 6 me nor grado indispensables para llevar 4 cabo su conetido. En primer término, deberé proveerse deuna cartera 6 portapliegos (fig. 1.*), que es, en nuestra opinin, lo mas 4 pro- pésito para llevar los objetos que 4 cone tinuacién se expresan; porgue corrén- dose casi herméticamente, preserva los documentos, etc., de la accion nocive de los agentes exteriores. La referida cartera deberd. contener: 1° Diez pliegos de papel para escribir de la mejor ca lidad, porque el ordinario no sirve on las expediciones- 2.° Varios sobres de diversos tamafius. 3.° Varios pliegos de estracilla. POR EL Dr. GROSS 129 4.9 Los documentos de costumbre, como, por ejem- plo, la lista, sefias y domicilio de los testigos, acusados y peritos 4 quienes se haya de tomar declaraciones, man= damientos impresos de captura, permisos de inhumacién, citas 6 emplazamientos para los testigos, etc., atc. Es de aconsejar que tan pronto como vuelva el Juez de su expedicién, se ponga on la cartera todo lo gastado. No estarla de mds llevase el Juez en la misma divisién 6 compartimiento un pequefio Cédigo y un extracto de la legislacién penal, para poder consultarle en caso de duda. Igualmenie llevard un mapa topografico del distrito, En los otros apartados de la eartera se colocardn en orden: 1.¢ Pluma y lapiz. 2.° Tintero de bolsillo. 3.° Un frasquito con fuchsina negra para hacer tinta, 4° Un metro, 5.° Un compas, 6.° Un aparato contador de pasos. 7.° Papel de calcar. 8.° Un fraseo de yeso. 9° Idem de aceite. 10. Un cepillo. 11. Lacre para, sellar, 12. Dos probetas. 13, Dos pequefias bujies. 4. Un crucifijo. 15. Una aguja imantada. 16. Una cajita de hoja de lata para cerillas. 17, Un jabén. 18. Cristal de aumento microscépico. 19. Un pincel. + 20. Aglutinante para pegar, goma ardbiga, i otro andlog: Manvan—1 9 430 MANUAL DEL JUEZ 21, Pliegos de papel de cartas, fuerte. 22. Sello del Juzgado. 98. Papel azul pata copiar. 24. Papel-seda muy fino. Explicacton. 1° La pluma y lépiz han de ser de primera calidad. 2.9 Eltintero ha de cerrar herméticamente y ha de estar siempre Jleno, pues cualquier descuido en este pun- to perjudicarta 4 los demas objetos. 3.0. Recomendamos la fuchsina, porque mezclada con agua da bastante buena tinta, y ademés de ser barate, sirve en todas las eventualidades. 4° No hemos de explicar por su evidencia la utilidad que siempre tiene un buen metro. 5° El compas es neceserio para efectuar pequefias moediciones, que algunas veces son indispensables. 6° Aunque no indispensable, es asimismo muy con- veniente llevar un contador de pasos, aparato sencillo y preciso del tamafio de un reloj de balsillo, y que se en- cuentra en todas las buenas tiendas de éptico. Su uso muy sencillo: cuando se trate de medir una distancia, 80° bre todo si es grande, se colocardn todas las agujas del cuadrante en el ntimero cero, y una vex puesto el aparato. en el bolsillo se verifica inmediatamente la marcha. Enel aparato existe un diminuto y pesado martillo que baja pot el saeudimiento producido por cada paso, empujando cada uno la aguja que representa la unidad, Besta da ue vuelta completa al cuadrante cada cien pasos, moviendo luego las agujas de las centenas, y as{ sucesiyamente. Los datos que so obtienon por este contador son much? més exactos que los que s6 logran cuando la mediciéa * efectiia contando de viva voz. POR EL. Da. GROSS 434 7,0 El papel para calear dibujos, letras, etc., ha de ser de primera clase, sobre todo si ha de servir para fa reproduccién de huellas de sangre, ote, 8° y9.° El yeso y el aceite sirven para reproducir y sefialar las pisadas, y seria prolijo enumerar aqui sus yentajas, porque todos nuestros colegas sabran apreciar el valor de esta clase de reproducciones, que no pueden sustituirse por descripciéu ni dibujo alguno. (Véase Ja parte especial de este libro, capitulo IV, donde se dard la instruccién para efectuar estas reproducciones.) 10. El cepillo sirve para sacar copia de objetos de ro- lieve, utilizando al efecto el papel de calco mojado, como, por ejemplo, cuando ge trata de copiar un utensilio cual- quiera 6 las muescas 6 entalladuras producidas en él por instrumento cortante, un hacha 6 un cuchillo. (Para, es- tas copias véase la parte general, capitulo XL) iL. El lacre sirve para emplear el sello del Juzgado. 12, Las probetas son de necesidad para averiguar si an cuerpo hallado en el registro contiene substancias ve- nenosas, como también para saber si en el estémago de un cadaver existe 6 no arsénico, que, como es sabido, es ja substancia toxica que suelen emplear con preferencia los envenenadores. ID y 14. Las bujfas son de necesidad para evitar los ‘ntorpecimientos que pudiera ofrecer la falta de luz en un. reconocimiento nocturno bajo techado, porque aunque es de presumiz que encontrariamos facilmente algin me- dio de alumbrarnos en casos Semejantes, conviene preve- nir todas las contingencias, El crucifijo se requiere para tomar juramento 4 los testigos; en cuanto 4 su tamafio, es preferible que sea, ps- ‘quefio, 15. La brijula sirve para orienterse en parajes des~ onocidos 6 durante la noche, como también para saber 432 MANUAL DEL JUEZ dénde se ha de hacer un reconocimiento si se carece dg guias. 16. Otro olvido en que no debe incurrirse os ¢l de las corillas, que se necesitarén en log casos indicados en Jos ntiimeros 12 y 13. 17. El jabén debe Ilevarse, no sélo como medio de limpieza, sino también para sacar moldes de objetos pe- quefios, como, por ejemplo, aves, dientes (si hay heri- das producidas por mordeduras), ete. 18. Es indtil hablar del ugo del microscopio: sélo di- vemos que conviene preservarle de todo golpe 6 rozamien- to, porque si se roza el cristal, se inutiliza el aparato. 19. Como en la reproduceién de las pisadas y deméa huellas, éstas se habrin de barnizar, de ahi la necesidad del pincel. 20. El aglutinante se necesita para la copia de buellas. 21. El papel fuerte y liso de cartas es util para en- volver los objetos dimiantos que formen parte del cuerpo del delito, 4 cuya conservacion pudieran perjudicar el pa- pel comin 6 el satinado, el primero por demasiado dapero y el segundo por sus componentes quimicos. 22. Nunca debe faltar en Ja cartera el sello del Juzga- de, toda vez que su falta podria ocasionar graves entor- pecimiontos y disgustos. El autor de esta obra se sirvid en sus expediciones de un sello sin mangé 6 asa, y que ocupaba muy poco sitio por tener la forma de un dura. 23, En el easo de tener que transmitir una misma OF den 6 instruccién 4 varios agentes 6 funcionarios, el p* pel azul ofrece la ventaja de no tener que escribirla més que una sola vez, pues colocando en una mesa un pliego do papel blanco y sobre éste el azul, siguiendo asf inter calindolos en esta misma forma, se obtendrén rapide mente cuantas copias se descen. (Al escribir conviené apretar con el lapiz 6 plama.) | | POR EL Da. GROSS 433 24, El papel fino de seda se emplearé en la reproduc- cidn de objetos delicados. Una vez reunidos todos los enseres de que hemos he- cho mencién, se mandardn 4 casa de un estuchista para -que, al construir la cartera, los coloque por el orden arri- ba indicado, con la separacién necesaria y en forma de un neceser de Viaje. Téngase en cuenta el consejo que ya dimos respecto & da necesidad de reponer al regreso de cada expedicién los objetoes consumidos y gastados; pues aunque parezca ri- dicula la insistencia, nos la agradeceré seguramente aquél quo se Vea en ese caso. Aparte de los objetos necesarios ya indicados, no esta- ria de mas el llevar algunos otros de utilidad en un mo- mento dado, como, por ejemplo, una caja de caramelos 6 bombones, que servird al Juez, cuando tome declaracién un nifio, para captarse sus simpatias y hacerle decir verdad, puesto que no hay nifio, por tereo y obstinado que sea, que resista 4 la tentacién de una caja de dulces. ’ Finalmente, convendria también evar en la cartera algunos medicamentos, como, por ejemplo, antipirina enpolvo y un poco de ldudano, como asimismo algu- nos efectos de uso particular del Juez y que no es preciso indicar. Respecto de au empleo, diremos que la antipirina, es un poderoso remedio para el dolor de cabeza, y el lauda- no medio de corregir los desarreglos intestinales produ- eidos por la mala alimentacién, por el mucho madrugar 4 excesive trabajo. CAPITULO V DE LOS PERITOS Y SU EMPLEO GENERALIDADES De gran utilidad es para el Juez el auzilio de los peri- 408, cuyos conocimientos téenicos on su respactiva espe cialidad podran ser de gran importancia para el éxito de la investigacién sumarial. Mas no siempre puede haberse A mano, sobre todo en el campo, un perito idéneo y hdbil, con todas las condi« ciones necesarias de competencia para lenar cumplida: mente su misién, lo que constituye el mayor inconve- niente para el empleo de este medio auxiliar. Esto no obstante, si se tiene en cuenta, como entiende el autor; que no importa tanto el d quién se pregunta, como al qué . yel cuéndo se interroga, se comprenderé que el mal 20 es tan grave como 4 primera vista parece. Lo principal es, por tanto, que el Juez sepa’ utilizar. jos conocimientos grandes 6 pequefios del auxiliar de | quien se vale, con lo que supliré de seguro Ja deficiencia- 7 de sus conocimientos técnicos, y aun 4 veces le serad mas provechosos los datos que se le suministren por uo simple cazador que por un perito armero. POR EL Dr. GROSS 435 Claro es qué no s¢ han de pedir peras al olmo ni cela- jes al sol, y que, por tanto, caer{a en el ridiculo aquél que exigiera 4 un perito mds de lo que sabe. No obstan- te, bien aprovechados sus informes, serén suficientes para coadyuvar 4 la accién judicial. Muchos son los casos en que el Juez incurre on el ri- dfeulo de que hablamos: asi, por ejemplo, el autor reewer- da uno en que un funcionario judicial se empefid en que los peritos le dijeran si la sangre contenida en un pafiue- Jo era de un nifio 6 de una nifia, y como éste pudiéramos citar otros muchos. Otros casos hay, sin embargo, en que se hace indis- pensable la cooperacién del especialista, del hombre de ciencia en la rama & que particularmente se dediea; por ejemplo, si se trata de averiguar la existencia del hierro en un cuerpo cualquiera en properciones infinitesimales, el fisico nos la demostrara por el procedimiento magné- tico, y el quimico quizd no halle yestigios de ella después del mas minucioso andlisis. Respecto del momento mas oportuno para utilizar los servicios del perito, creemos que debe ser el mds inmedia- to posible para na perder tiempo. Asi bien, entendemos que debe ponerse al perito al corriente de las circunstan- cias que concurran en el hecho, cosa que generalmente se suele juzgar imatil, por ereer que al perito no le impor: ta otra cose que emitir dictamen sobre el objeto que se le presenta, como, por ejemplo, la herida que se infirid, su diagnéstico y pronéstica, la posicién del lesionado y de Ja victima en el momento de realizarse el erimen, y el ins- trumento de que el autor se valid para su comisién, Ahora bien: se olvidan los que tal hacen de que esta clase de hechos presentan en su apreciacién grandes difi- cultades y complicaciones, y que muy diversas causas Pueden producir un solo efecto aparente, Por esto, ini- 436 MANUAL DEL JUEZ ciando al perito en los demas pormenores del sumario, dejandole leer las declaraciones de los testigos, mostrén. dole el presunto instrumento del delito, no sdlo tendra nuevos datos que le sirvan de guia en su trabajo, sino que se guardard mucho de efectuarlo 4 la ligera, porque se representaré el hecho tal cual ha acsecido, y no dard riends suelda 4 los impulsos, quizé demasiado vivos, desu imaginacién, que pudieran hacerle incurrir en funestisi- mas aberraciones. Ciuimplenos abora rectificar un error muy generalizado respecto al cardcter del dictamen pericial, al cual no se da toda la extensién que merece. Asf, por ejemplo, se busca el auxilio del perito médico, del armero, del cali- grafo; pero casi nunea se solicita el informe del industrial y del artesano, que en circunstancias dadas puede ser de mayor alcance que el de los primeros. Para nosotros, todos los informes periciales son de la misma importancia, pues ésta depende de la especialidad de cada caso. . Por eso somos de opinion que el Juez no debe fiarse nunca en su propio saber, que por grande que sea ha de tener vacios, puesto que el hombre no puede ser omnis- cient; y¥ recomendamos 4 nuestros compafiergs, que por sencillo que sea el asunto que estén llamados 4 resolver, acudan para mayor seguridad al auxilio del perito. En. corroboracién de lo dicho, citaremos un ejemplo de la propia experiencia del autor, el que habiéndose encon- trado en el teatro de un crimen un trozo de madera tornea- do que suponfa pertenecer al presunto autor del delito, mandé venir & un tornero, al cual interrogé acerca de si notaba alguna particularidad en el objeto en cuestion- Después de un examen minucioso, contestd el perito, que'sdlo notaba que la persona que torned la madera, debiera ser zurda. POR EL Dr. GROSS 137 Ahora bien; como el presunto autor, que se encerré on una completa negativa respecto 4 que fuera suyo el obje- to encontrado, hubiese manifestado en sus declaraciones, que procedia de una pequefia ciudad situada en una de las provincias fronterizas del Imperio (1), dispuso el Juez que se hicieran all{ investigaciones en el sentido de ave- riguar si existia en aquel punto algdn tornero zurdo. Asi era, en efecto; y cuando Je presentaron 4 éste el re- trato del presunto delincuente, manifest esponténeamen- te que aquel sujete le habla comprado el trozo de made- ra que se le exhibfa, encontrado en ol lugar del suceso. Con esto vino 4 evidenciarse la culpabilidad del proce- sado, 4 pesar de todas sus negativas. ‘Véase pues, la importancia del auxilio pericial, aunque éste provenga del dictamen de un artesano. Es evidente que en muchos casos este género de infor- mes en nada ayudan al esclarecimionto de la verdad; pero no por eso se ha de desalentar el Jucz, porque asf como tras de las tiniebl-s dela noche vienen las esplendentes claridades del sol, por igual modo, envuelto entre las obs- euridades nebulosas de un proceso, surge la luz merced al més insignificante detalle. En corroboracién de lo que afirmamos, citaremos otro ejemplo que demuestra hasta qué punto algunos indivi- duos de Ia clase trabajadora, conservan los bébitos con- traides de antiguo, aun en el momento de comoter un érimen. Un nifio recién nacido faé horriblemente asesi- nado por medio de un golpe de arma blanca. De la au- topsia resulté que la herida, mortal de necesidad, se le habia inferido en la parte posterior de la cabeza. Lo ex- trafio del caso hizo que se llamase 4 informar al Alcalde del pucblo, mu YY conocedar del pais, y éate, que 4 la vex (1) El de Austria, de que es originario el autor. 138 MANUAL DEL JUEZ era experto cazador, roanifesté que la herida ofrecta et migmo aspecto que las que suclen presentar las perdices yematadas. Guidndose el Juez por este date, dié con el criminal, que era un guardabosque. Y¥ esto que deeimos del cazador es igualmente aplica- ble 4 los demas oficios, puesto que los que los ejercitan se Sguran que asi como ellos no se aperciben, tampoco sus actos han de llamar la atencién de los demas. Asi es que el molinero ataré segdn es costumbre en su oficio; el tejedor hard el nudo de tejedor; el matarife degollard se- gan su costumbre, ete., ete., y para apreciar si el lazo, el nudo 6 la herida estén hechos segin los procedimientos de un oficio, nadie podr4 apreciarlo mejor que los que 4 él se dedican. Pero si bien suelen servir de mucho los peritos, convie- ne, sin embargo, no dirigirles preguntas fuera del alcance de sus conocimientos, sobre todo tratandose de los médi- cos, porque 4 mds de desacreditarse el Juez y ponerse en ridiculo 4 los ojos del facultativo, si éste es persone dos- ta, y se le interroga sobre cosas 4 las que le es imposible responder; si por el contrario no lo fuera, y por la, escased de sus conocimientos se hallase imposibilitado de eontes- iar, afirmaria cosas insostenibles, por no reconocer sa ig- norancia. Esto es tan conforme con la naturaleza hume- na, que adlo lag eminencias en Medicina legal reconoces jas lagunas de sus conocimientos en los puntos en que éstos flaquean, muchos de los que Ja ciencia de antafo afirmaba saber con evidencia. Por ejemplo, antes se podia: eroer en la posibilidad de distinguir y apreeiar infalible- mente si una herida databa del tiempo en que vivia el in- terfecto, 6 si fué producida después de serlo, mientras 44° Jos forenses modernos nog prueban paimariamente que & de tode punto imposible averiguarlo; también asegurabeo Jog forenses antiguos (y por antiguos considero los de POR EL Da. GROSS 4139 veinte 6 treinta afios atrds) poder dictaminar acerca de dénde comenzaba y dénde concluia una herida causada con instrumento cortante (lo cual es de importancia para saber si hay suicidio 6 crimen), y el facullativo moderno no ge atreve 4 tanto, 4 lo menos 4 apreciarlo por el exa- men de Ia herida solamente. Con qué seguridad ge afirmaba antes poder distinguir la sangre proviniente de una herida, de la causada por la menstruacién! Hoy, sin embargo, es evidente que sdlo en casos dados se puede esto precisar. Antes negaban categéricamente pudiera haber fractu- de la laringe on Jos seres vivos; hoy se admite como posi- ble. No hé mucho ereiase en Ja posibilidad de que se rom- piera 6 rasgara el cordén umbilical; la ciencia moderna demuestra lo contrario. Como esios casos pudiéramos citar muchos en apoyo de nuestra tesis, no haciéndolo por no fatigar la atencion det lector. IL EMPLEO DE LOS MBDICOS FORENSES Si tenemos en cuenta que en la mayoria de los casos en que se requiere informe pericial ha de intervenir el médieo forense, se eomprenderd la necesidad de que el Juez conozca al facultative en la vida fntima. Aunque este conocimiento pueda parecer ajeno 4 primera vista al asunto, no lo es si bien se mira, toda vez que sus ser- Vicios serén mucho més utiles, si se sabe la extensién de Sus conocimientos y las condiciones de su cardcter, que suando Se ignoren estos extromos. Ademas, es indudable Sa al J wed amigo del médico, le serd mas facil auxilio interesado y eficaz, que no mantenien- 440 MANUAL DEL JUEZ do con él ningtin género de relaciones. Por esta compe- netracién mutua, aprenderd el Juez 4 saber en qué caso ha de servirse como auxiliar del facultativo. Desde luego afirmamos por anticipado que le ha de consultar en todos los easos que, por au indole, guarden relacién con la ciencia médica, aunque se trate de un he- cho de fecha remota. Acerca de este particular, refiere 61 profesor Liman que, al examinar el corazén del cadaver de un hombre, en estado de putefraccién avanzada ya, pudo averiguarse que murié de una afeccion cardiaca, y, por tanto, de rauerte natural, con lo que se ponia en evi- dencia la inculpabilidad del delincuente. El mismo sabio Cuiedratico de Medicina refiere que enando los huesos del rey Dagoberto fueron exhumados en Saint-Denis, después de transcurridos mil doscientos aos de su sepelio, se hallaron tan bien conservados, que no hubiere sido dificil averiguar si en vida sufrié 6 no al- guna. lesién. También recordaremos aqui, como ejemplo, las seis mil calaveras que existen en la cripta del convento de San Flo- rign, cerca de Enns (Austria), fehaciente testimonio de la sangrienta batalla dada hacia fines dela época de las grau- des emigraciones de los pueblos eu aquel mismo sitio. Esos créneos estén tan bien conservados, que por las lesiones que ofrecen, han podido deducir los historiado - res la claso de armas usuales en aquel tiem- po (de la investigacién de uno de ellos, resul- ta, dela forma de Ja herida, que ésta se in- firié con una flecha de gancho tnico, como 8@ ve en la figura 2.%, segiin refiere Alfonso Mi Her en su obia La oripta de San Florién’ Linz, 1893). Exponemos los hechos citados Fig.2. para probar cudn til puede ser le intervencion y auzilio del médico en los sucasos acaecidos hace tiemp?- POR EL Dr. GROSS 4h Heblando ahora del medio mejor de utilizar los ser- -yicios del médico forense, trataremos en primer lugar: a}—De los casos que entran en el pleno dominio de la medi- cina legal, como, por ejemplo, las autlopsias, heridas, en- Jermedades, delitos contra la moral, simulaciones y otros muchos més. En cuanto 4 la forma en que se ha de interrogar al médieo, nada puede decirse a priori, y hay que confiarlo 4 la experiencia y la practica; pero aconsejaremos al Juez se contente con una respuesta ambigua y no definitiva, no atosigindole y dando tiempo bastante al médico para que en un segundo 6 tercer examen de la herida pueda rectificar, si los hubiere, les errores del primero. Lejos, por tanto, de ponerle entorpecimientos, debe faci- Jitarse el camino #] médico, enterAndole de Ja marcha del sumario, y no pretendiendo que sin dato alguno y por el solo auxilio de su ciencia, descubra la ineégnita del su- ceo. No nos cansaremos nunca de repetir esto tiltimo, por- que sélo ast podré ser el médico un auxiliar poderoso. Ademés de los casos arriba citados, podrd hacerse ne- cesaria la intervencién del perito médico en otros varios, dsaber: b)—En la conservacion de miembros y entrafias de los cadéveres. A menudo ocurre que no puede ser raconocido un ca~ aver, por hallaree en completo estado de descomposicién, ¥ no eervir lag prendas halladas 4 su lado para establecer 142 MANUAL DEL JUBZ a su identidad, la que 4 todo trance conviene esclarecer. Figurémonos que 8€ trata de identificar el cadaver de un hombre que fué visto dos semanas antes en una po- sada, y que los alli presentes y ahora, testigos, declaran no reconocer por lo descompuesto de sus facciones, no recordando tampoco pertenecievan al muerto las ropag eon que ge halla vestido, Eu tal situacion, no queda otro recurso al Juez, que recabar del médico forense el om- pleo del procedimiento de regeneracién, para tratar de conseguir la identificacién del interfecto, El referido procedimiento lo explica el Dr. Hofmann en su obra do Medicina legal, del siguiente modo: Se corta la cabeza, se extrae el cerebro y se hacen var rias profundas incisiones en las partes occipital y parietal del craneo, hecho lo cual se la coloca en un eubo 6 vasi- je limpia, que se pondré debajo del cafio de una fuente de agua clara, exponidndola durante doce horas conse- eutivas al chorro, Transcurrido este tiempo, no silo ha- br4 desaparecido el color verde en la piel de la cara, sino también el enfiseme 6 hinchazdu babré disminufdo bas- tante; después de repuesta en su lugar la tapa de les 88- gos, so hace la rotura on la piel del crdneo, sumergiendo luego éste en una disolucion concentrada y alcohélica de sublimado corrosivo, on la cual se la tended otras doce horas, transcurridas las que, no quedaré indicio algune, del color verde y del enfisema, y le cara ofreceré el as- pecto normal de los cadaveres recientemente embalsa- mados. Con igual éxito que el sublimado corrosivo, puede em- plearse para la experiencia el sulfato de zinc. Claro es que esta reconstitucién po puede tener Iugar en todos los casos, y si sélo en aquellos en que la deseo posicién no ha Megado & su ultimo periodo por haberse caido los cabellos y desaparecido la piel. POR EL Dra. GROSS 463 pai Ahora bien: salvo estos casos, no muy frecuentes, una eabeza reconstituida por el procedimiento expnesto, po- dré facilmente ser identificada y se conservaré sin dificul- tad hasta el momento de la vista, en que los testigos po- -drén reconocerla de nuevo ante el Tribunal. Homos ereido conveniente intercalar este procedimien- to, que juzgamos de importancia, sobre todo en el campo, en donde los médicos de aldea pueden ignorarlo, y es de necesidad que el Juez lo conozca para podérselo ensefiar. Réstame sélo hacer algunas observaciones acerca del particular. Como en la mayorfa de los casos no ha de ha- ber cafierias con agua corriente que utilizar para el cago, yno habré otro remedio para mojar la cabeza que Ile« varla 4 un rio 6 arroyo, es de necesidad prevenir los de- terioros que pudiera sufrir por los peces y demas anima- les acudticos 6 anfibios que alli existan, para lo cual convendrd eoloear el cuerpo en un cajén del tamafio co- rrespondiente, en cuyos cuatro lados se practicardu va- vios grandes agujeros, que luego deben taparse con un lienzo, 6 mejor atin con un enrejado muy fino de un ce- dazo, impidiendo esi el entrar 4 los peces y dejando libre entrada y salida al agua. De igual importancia es la conservacién de huesos 6 sus fragmentos en casos de lesiones; conservacién que 4 Vvaces puede hacerse necesaria si el lesionado no ha muer- to, y se le han extrafdo algunos fragmentos de huesos dol ‘réneo, por medio de una operacién quirtirgica. El médico forense debe siempre exigir que se conser- Ven estos huesecillos, porque mas adelante han de consti- tuir un precioso material da prueba, sobre todo en las le- Slones craneales seguidas de muerte, También débese, en este Ultimo caso, conserver todo trance el eréneo le- Stonado, ¥ 4 este efecto, diremos que asi como un créneo bien 4hk MANUAL DEL JUEZ preparado facilita mucho la inspeccién de las heridas, por igual modo aquél que tiene piel y particulas de carne ensangrentadas, Ja dificulta considerablemente. El examen de que hablamos es de tal importancia, que puede por s{ sclo, como pieza de conviccién en el juicio oral, demostrar la inculpabilidad 6 Ie inocencia, s Antes de concluir, llamaremos la atencién sobre dos puntos de importancia con éste relacionados: Primero. TEs costumbre muy generalizada en Jas capi- tales donde hay Universidad, encomendar 4 la Facultad de Medicina de ésta la practica de tales diligencias; y como muchas veces se confian 4 un simple practicante de la sala de diseccién, éste, para ahorrarse trabajo, suele juatar varios crénece en un mismo cubo, con lo queresulta inutil la experiencia, sobre todo si se truecan los créneos. De aqui que sea de todo punto indispensable no con- fiar estas experiencias was que 4 médicos forenses, con en- cargo de que las realicen por si mismos. Segundo. La reconstruccién de los crdneos preparados ha de hacerse pegando los fragmentes con papel fino de goma, y no con cola, como goneralmente se hace, porque hallandose destinados 4 servir de pieza de conviccién, no solamente es bastante el papel, sino hasta seria en ciertos casos porjudieial el empleo de la cola. El siguiente ver! dice ejemplo nos lo demostrara; teniendo que presentar wn perito médico ante el Juzgado un erdneo casi com: pletataente deshecho por recio galpe, le habia reconstituldo de la manere indicada, 4 saber, con papel fino de gome, y fué inmensa la impresién que produjo en el animo de Jos jurados el informe pericial, durante el que, y par& de mostrar como se haba inferido la herida, el perito tocé ligeramente el craneo de la victima, deshaciéndose éste en los mismos pedazos que en el momento de Ia comision dei delito. POR EL Da. GROSS 145 ¢Se hubiera producido el mismo efecto en el jurado, si Jos fragmentos craneales hubieran estado fuertemente ad- heridos por la goma? Seguramente no. 0)—En los tatuajes, De igual importancia para la identificacién, tanto de los vivos como de los muertos, pueden ser los tatuajes, ¥ no solamente se ha de fijar el Juez an los que se ofre— een. 4 la vista, sino también ha de buscar cuidadosamen- te los que por cualquier procedimiento se hayan querido borrar. La marca del tatuaje no suele ser permanente, y desa- parecerd en corto tiempo si el trabajo estaba mal hecho, 6 silos colores utilizados al efecto eran de poca perma- nencia y duracién. Ademds, también so pueden borrar artificialmente, como, por ejemplo, frotandolos con Acido sulfirico de afiil; pero en este caso quedardn siempre ci- catrices producidas por Ja accién del corrosive, percepti- bles aun sin 6] auxilio de la lente. Si el Juez sospecha que un individuo ha tenido tatua- Je, delegaré en el forense la practica de las diligencias é investigaciones necesarias para averiguarlo, debiéndose Teconocar, ante todo, el pecho y los brazos, que es donde. suelen hallarse estos signos mas frecuentemente, En el caso de haber desaparecido los tatuajes por efec- to del tiempo, no sera diffeil reconstituirlos, habiendo en, Suenta las sefiales que siempre deja la aguja tatuadora. Al efecto, bastard servirse de un buen cristal de aumento Pata precisar los puntos 6 cicatrices; y si atin quieren ‘Yerse con mayor claridad, se puede untar la piel en el si- Ho donde go Supone habo tatuaje con tinta 6 con aceite ¥ bollin. Procederise del mismo modo en los cadéveres, si bien Manan — ¢ 40 16 MANUAL DEL JUEZ en éstoa deberd exigir el Juez que el forense reconozca al microscopio las glindulas linfiticas, porque, segtin tie- nen demostrado Follin, Mezquel, Virchow y otros, las moléculas colorantes en los cadéveres, quedan deposita- das en las glindulas linfaticas mas proximas. Mas dificil ser reconocer a huella del tatuaje en al cuerpo de los ahogados 6 en caddveres en periodo de momificacion. En el primer caso, para lograrlo serd pre- ciso cortar la parte sospechosa de la piel y dejarla secar, y en el segunda, por el contrario, ponerla en agua hasta que se ablande. d)—En las enfermedades mentales. Si el Juez ge hallara en presencia de un acusado 6 tes- tigo loco, beodo 6 con cualquier otro género de pertur- bacién mental, ya permanente 6 transitoria, deberd ha- cerlo examinar desde luego, segtin viene sancionando la costumbre, por los médicos forenses. Pero la ciencia médi- ca, como la ciencia juridica modernas, no se contentan con tan poco, sino que exigen ademas que, aparte de es- tos casos tan frecuentes, so fije asimismo especialmente Is atencién en aquelios desventurados que para el vulgo no ofrecen anormalidad ni perturbacién alguna, y que, ain embargo, son irresponsables de sus actos; razon por la que debe impedirse 4 todo trance que sean castigados por hechos cometidos en estado morboso 6 patoligico- Sélo de esta manera, y procediendo con suma cautela, podrén atenuarse en algo jos graves pecados cometides por la justicia de otros tiempos, al infligir 4 estos sored infelices castigos 4 veces cruelisimos. Por esta razon, casi juzgariamos conveniente exami el estado mental de todos los acusados y testigos de alg ‘na importancia, si no lo impidiesen, por un lado, jag coBr nar emer sg POR EL Dr. GROSS 4a oo uA yeniencias, y, por otro, la necesidad imperiosa que el Es- tado tiene de aborrar tiempo y dinero. Mas ya que esto no sea posible por ahora, procuremos al menos poner nuestra inteligencia y celo al servicio de tan buena causa, tratando de hacer luz respecto del par- ticular en los casos dudosos, para impedir que se repitan los hechos que censuramos, pues asf nos lo imponen de consuno nuestra propia conciencia, el interés dela liu- manidad y el imperativo cientifico. Por esto seria conveniente que todo funcionario judi- cial tratase de adquirir ciertos conocimientos en Psiquia- tria; y aunque reconocemos que ésta no es tarea muy fa- cil, también hay que convenir en que éste y otros mu+ chos sacrificios reclaman del Juez la {ndole de sus fun- ciones. Varios son los métodos que pueden seguirse para lo- grar tal propdsito; pero, ante todo, serd necesario estudiar algun tratado de Psicopatologia legal, cuyas obscuridades podra aclararnos, faciliidudonos ala yex su estudio la amistad de un buen perito forense, Después sera preciso asistir durante algunos cursos 4 le cdtedra de Psiquiatria, aprendiendo all{ en los casos practicos 4 hacer aplicacién de los conocimientos tedricos adquiridos, sin lo que és- tos resultarian estériles, siendo, como son, légico comple- Mento de la Psicopatologia, Porque gpodré existir un solo libro que explique suficientemente los grados de locura? ¢Cémo el lego, que oyese palabras tales como mirada Srrante, palabra incoherente y otras muchas de este género, Pudiera darle el sentido preciso y exacto que tienen en la teenologta Cientifica, cuando esto solo puede lograrse me- diante 1 estudio previo del caso practico aplicable? Por eso 61 Juez que de un modo tedrico y practico 4 la 7 heya cursado Jas ciencias arriba mencionadas, estaré sores condiciones que el profano para apreciar el’ 148 MANUAL DEL JUEZ i la dictamen forenge, maxime cuando puede aolicitar del po. tito la aclaracién de los puntos que le parezcan obseuros, estando siempre en condiciones de apreciar por si misma Ja verdad, on tanto que el Juez, lego on estas materiag, tendré que limitarse 4 lo que ol informe médico asegure respecto 4 Ia locura del procesado (1). Varias eminencias en medicina legal han querido faci- litar en este ponto la tarea del Juez instructor, enume-~ rando aquellos rasgos caracterfsticos que mas frecuente- mente indican la locura, Segtin Casper- Liman, se hard necesaria la interven- eién del médico forense por la sospecha de la perturba- cién mental del reo en los casos siguientes: 1° En el de jocura hereditaria, siempre que sea noto- rio que los padres, hijos 6 demds parientes del reo han sido afectados del mal. 2° Siha habido lesiones en el crdneo, 6 sufrido él delincuente enfermedad grave.on la cabeza, 3° En los estados neurdticos (epilepsia, hipocondria, histerismo, etc.) 4° En el alcoholismo. 5.0 En ciertas enfermedades, como dolor de cabeza, insomnio, mareo, paralisis, etc. 6.° En las alucinaciones. 7° En el delirio. 8.° Bn los casos de poco desarrolio intelectual. 9.° En los que se presentan ciertos fendmenos con poriodicidad sistematica. 10. En las rarezas de hdbitos y cardcter. 11. Idem on el modo singular de escribir. (1) Recomendamos muy eficazmente 4 nuestros lectores. que quieran cursar este género de estu.lios, la obra Elemen- tos de psicologia criminal, del eminente Catedrdtico Barén de Krafft-Eving. POR EL Dr. GROSS 449 Krafft-Eving 4 su vez llama la atencién sobre algunos puntos que suelen dar margen equivocadamente 4 la ereencia de que el individuo observado se halla en estado normal, que euumeramos 4 continuacién: 1.0 La accién del demente puede responder 4 un motivo, lo mismo que la del hombre sano. 2.0 No es de imporlancia ni prueba que no haya enajenacién Ja particularidad de que el hecho se presen- te 6 no aislado en la vida del autor. 3.0 Es muy compatible con Ja demencia la premedi- tacién y la astucia. 4.° Lo mismo puede afirmarse de la circunstancia -de tenor conciencia de la accidén punible con relacién 4 la imputabilidad, 5.° También puede existir arrepentimiento en el loco después de la comisién del delito. 6.° Nada prueba tampoco en pro de la no existencia de la locura, el que el estado del reo sea normal y su con- versacién acorde. ‘ 7° En estado de demencia puede haber mdtodo y 16- gica en los actos que se ejecutan. Ademas, dice 6| mismo autor, deben tenerse en cuenta en ls apreciacin del estado mental, los puntos siguientes: @ntecedenteg penales, datos del sumario, documentos de delacién, modo como se ha perpetrado el delito, alcoholi- wacion del delincuente, y. por ultimo, las circunstancias complomentariag que concurran en el autor y que no Se hallan en velacién inmediata con el hecho realizado, tales como la crueldad de cardcter, la mania de destruc- tion, ete, De igual modo convieno precaverse y poner on duda das auto-denuncias, que suelen ser efecto, en la mayo- Hla de los casos, de un estado morboso del espiritu, Duesto que no og légico que 61 criminal no perturbado se 460 MANUAL DEL JUEZ denuncie a si mismo, salvo casos muy excepcionales, A jos motivos expuestos por los citados autores, agre- garemos otro por cuenta propia. Hay motivos para sog- pechar sean producto de la, locura: 1." Los delitos cuyo motivo se desconoce, cometidos en la persona de un pariente querido, de un amigo, de} jefe del Estado, ete. 2° Cuando el reo, lejos de tratar de mejorarla, se nouestra afanoso por empeorar su situacién, demostrando gran apatia en la defense. 3.° Sise halla en alto grado de sobrexcitacién 6 de violencia, 6 cuando se muestra excesivamente comunica- tivo 6 callado en demasia, hasta el punto de aparentar no acordarse de la comisién del delito. También son sospechosos los casos de retraimiento de la sociedad, apatla y disgusto por lo que antes inspiraba interés, como, por ejemplo, oficio, estado, familia, ete.; los accesos de ira, aficidn repentina 4 las bebidas, exce- sos sexuales, consuncién répida de la masa gris, mania persecutoria, miedo injustificado, intranquilidad constan- te, monomania religioga, etc. No queremos significar que en todos estos casos exista perturbacién mental, sino tan sélo predisposicién 4 ella, razén por la que el Juez debe consultar al facultativo, para que éste, por la superioridad de sus conocimientos, dictamine sobre el caso, Cuando se presente un reo 6 un delincuente de las con~ diciones expuestas, la persona encargada de instruir al sumario ha de procurar indagar si en Ja familia del acu- sado han existido enfermos cerebrales, nerviosos 6 dege- nerados, suicidas 6 beodos; averiguando asimismo ai por ja edad u otras circunstancias pasionales se explica la realizacién det delito, especificando, si la delincuente fae- se una mujer, si se halla 6 no en cinta 6 con el periodo,. POR EL Dr. GROSS 154 pues hay mujeres que en tales estados realizarian actos perfectamente irresponsables. Conviene también fijarse en la forma especial de eseri- bir que tienen algunos locos, y que denota para el Juez practico la perturbacién mental, mucho antes de que venga 4 confirmar que ésta existe, el reconocimiento fa- cultativo. Para, perfeccionarse en este estudio, seria con- yeniente que el funcionario judicial se acostumbrase 4 estudiar las denuncias-y demas documentos procedentes de mano de enajenados que figuran en los procesos, para familiarizarae con sus rasgos y notas caracteristicas, fécil- mente perceptibles por superficial que sea la observacién, por mds que sdlo ésta, y no ningtin consejo @ priori, pueda servirnos de guia en el particular. Sélo sf indicare- mos que, por punto general, el estilo y sintaxis de tales escritos suele ser confuso y enmarafiado, adoleciendo también del defecto de exagerado y conceptuoso. Sin embargo, no todo lo que dice y eseribe un loco, debe reputarse como falso: por esto conyiene no desaten- der por completo sus indicaciones, sino queel Juez se halla en el deber da cerciorarse de la veracidad de lo de- clarado por el loco, y en el de ampararle contra los mal- vados & quienes su testimonio pudiera perjudicar, y que, prevaliéndose de su iriste estado, traten de satisfacer en élla erueldad & que les inducen sus instintos depravados. Finalmente, y antes de concluir el estudio de las per- turbeciones mentales, hemos de hablar de un punto im- portante, también relacionado con la mayor 6 menor li- bertad y consciencia de los actes humanos contrarios al derecho, que ha levantado extraordinaria polvareda en al campo cientifico, de igual modo que en las conversa- Clones vulgares: nos referimos 4 la sugestidn y al hipno- tigmo, reconocidos por muchos como yerdad inconcusa, J negados no menos rotundamente por otros; con lo que 132 MANUAL DEL JUEZ el profano que no haya hecho estudios de esta naturalegg, se encuentra perplejo y fluctuando entre estas dos opi- niones extremas y sin saber por cual decidirse, Nuestra opinién en asunto tan expresivo es que este problema viene 4 ser uno de tantos que, antes de resol- verse en el terreno cient{fico, han pasado al dominio del vulgo; razén por la que nos permitimos aconsejar 4 nues- tros compafieros suma pradencia en el asunto. Nada, por tanto, de dejarse llevar de entusiasmos irreflexivos, pues mientras la sugestién hipnética no sea una verdad cienti- fica. demostrada, el jurisconsulte no debe tenerla en cuen- ta, sino hacer caso omiso de ella, suponiendo todas las voliciones hijas del libre albedrio del hombre, mientras no se pruebe lo contrario (1). Til DE LOS PERITOS DEL MICROSCOPIO jCudn grandes gon los servicios que ha prestado y con. tinuaré prestando 4 la ciencia ese maravilloso aparato que se llama el microseepiol Bien podemos afirmar, sin temor de que se nos tache de exagerados, que gracias 4 ese precioso instrumento de la fisica moderna, se han abierto nuevos horizontes 4 los estudios médicos y ha dado un paso de gigante la Higie- ne. Sin él, no existiria la bacteriologia; sin é], nos seria de todo punto imposible examinar el aire, el agua, el terre~ (1) Las personas que quieran profundizar esta materia, encontrardn premisas para su estudio en la obra del Doctor Lilienthal, titulada Hipnotisme y Derecho penal. nee POR EL Dr. GROSS 153 no, etc.; no conocerfamos Jos alimentos, y no podria for- mularse el diagndstico en muchas enfermedades. Y ai esto es evidente, gpor qué no ha de emplearse con mucha mas frecuencia de lo que es uso on las diligencias judicia- Jes? {Qué ldstima que la justicia sélo se sirva de él en unos uantos casos! ZA qué causa obedece que en la época que corre, en la edad del gran progreso de las ciencias fisicas, no nos servimos del microseopio mis que para la inspeccién de la sangre, en la comparacién de pelos y re~ siduos andlogos y para la inyestigacién de manchas es- permaticas? Seguramente no podremos achacar la culpa 4 los pro- fesores de laboratorio, que nos ayudarian de buen grado, sino 4 nosotros mismos, es decir, 4 los representantes de la justicia, que no hemos sabido darnos cuenta de los servicios quo nos puede prestur. Por esta razén ei autor se permitié rogar 4 sus compa- Heros le comunicasen noticia detallada de los casos en que hubiera intervenido con éxito on las diligencias judi- ciales el perito de microscopic, para con esos y con sus propios datos llegar 4 formar una buena ramistica en la woateria, que serfa de gran utilidad y que mds tarde pu- diere servir de base para un verdadero sistema. Hablando en términos generales, diremos, por nuestra cuenta, que el perito de mieroscopio se ha de emplear en todos aquellos casos en que no basta el auxilio dela simple vista para el cabal examen de un objeto cualquie- 74, como también en aquellos otros en que se trata de saber la composicién de un cuerpo sin destruirlo, y, final- mente, all{ donde se quieran consignar los componentes fisicos y no quimicos de un cuerpo cualquiera, 6 verificar 8U anélisis mecdnico, es decir, si se quieren averiguar los €0 i ini Mponsntes de un cuerpo, sin entrar en el dominio de la quimica, 434 MANUAL DEL JUEZ A continuacién citamos algunos casos prdécticos, en que podré ser util el empleo del microscopio. Pare evitar errores, anticiparemos que en estos ejemplos no hacomog distincién alguna entre el microscopio y él cristal de au- mento. Estos casos son Ios siguientes: 1.°—En el examen de las huellas de sangre. Cuando se trate de comprobar la existencia de man- chas de sangre, debe ol Juez hacer que se conserven eui- dadosamente las prendas de vestir G objetos en que se hayan encontrado, procurando entregarlas cuanto antes al perito. El procedimiento de conservacién lo explicare- mos eu la parte especial, capitulo V: técanos sdlo hablar ; aqui dal perito y su empleo. Serfa de desear que la persona que hubiera de hacer el reconocimiento, asistiera & las indagaciones desde ur principio, 6 al menos estuviora enterado de ellas, porque de este modo no hay probabilidad de que ge le olvide de- talle alguno, existiendo ademas la ventaja de que con su ayuda las pesquisas se dirigirdn sisteméticamente. Ade- mas, se ahorrarén tiempo y molestias, porque se hard desde luego caso omiso de los objetos que no leven man- chas de sangre, circunstancia que en el acto podré ser apreciada por el perito (y wmicamente por é], porque es tos casos requieren mucha practica y conocimientos pro- fundos); y al llegar 4 este punto, nos permitimos dar an consejo 4 nuestros compafieros de profesién, y es et de que recojan y empaqueten por si mismos los objetos ha- Nados, y esto no por desconfianza hacia el perito, sino porque seria deprimente para el Juez, el que se consign® ra en el sumario que «las prendas manchadas de sangre fueron recogidas y guardadas por los médicos forense8.” PuR EL Dr. GROSS 455 Solo el Juez es ol encargado oficialmente de la investiga- cién sumarial, y tiene la responsabilidad de las diligen- cias practicadas. Por consiguiente, aun cuando necesite la cooperacién de otros, & él exclusivamente ineumbe practicazlas. No obstante, no habré inconveniente, antes por el con- trario, aumentaré el valor moral de la diligencia, ol que se haga constar en el sumario quo los peritos asistieron ella. Respacto 4 lo que puede exigirse del perito y lo que puede y debe preguntirsele, resumiremos nuestra opinién dicieudo que, ante todo, ha de tenerse presente que le persona experta 4 quien se consulta, podrd emitir opinién més acertada, A medida que estén mejor conservadas y sean més recientes las manchas que ge le exhiban, razén por la que su andlisis debe verificarse cuanto antes, sin renunciar 4 él porque la indagatoria haga creer que se tionen bastantes datos para el esclarecimiento del hecho; pues como no se sabe cudl gerd el rumbo que en definiti- va ha de tomar el samario, serfa pecar de ligero el renun- ciar 4 este medio de prueba, sin saber si més adelante habria de ser necesario su empleo, maxime cuando, por le razén dicha, ya no podria ser tan eficaz. El perito, como hemos afirmado, distinguiré segura- mente las manchas de sangre de las otras parecidas y causadas por una substancia colorante, por el orin, moho ¥ algunas variedades de setas; pero no sucede otro tanto si se trata de determinar Ja procedencia de la sangre, ave- Hguando de qué clase de animal procede. Segtin las observaciones hechas hasta hoy, sabemos que hay diferencias entre ellas, segun el tamafio de las células 6 glébulos rojos; conocemos que las de los anfi- bios, peces, aves y algunas clases de mamiferos, como los Camellos y lag llamas, son el{pticas, mientras que las de 136 MANUAL DEL JUEZ jos demas mam{feros (incluso el hombre) tienen fornia circular, presentando, segtin las especies, diversos tama- fios, siendo el mayor entre las observadas el de las células humanas. También se han comparado las dimensiones de fos glébulos rojos de diferentes mamiferos, que no cita- mos por no ser pertinente para nuestro estudio. Sdlo pa- ra demostrar la variedad que existe en este punto, indi- caremos que bay en cada avimal un maximum y un mf- nimum que en log perros oscila entre 0,0066 4 0,0074 y en los conejos de 0,0060 4 70 idem. Como estas medidas son tan infinitamente pequefias, puesto que se refieren 4 milésimas y diezmilésimas par- tes de un milimeiro, no puede responderse de su exacti- tud en un caso forense; no siendo, por tanto, de gran uti- lidad bajo este punto de vista, sobre todo si se tiene en cuenta que sdio pueden hacerse con exactitud cuando las células estan secas, formando discos, y no han estado sujetas 4 modificaciones, caso muy raro en un corpus de- licti. El Juez de instruceién, tan luego como confie 4 los pe- ritos reconocimientos de la indole referida, ha de demos- trar gran interés para que se lleven 4 cabo con escrupulo- sidad; porque de no hacerlo asi, podr{a suceder, por igno- rar el Juez la opinién de los peritos, que, al dar éstos su informe, ofreciera la prueba muy distinto cardcter del que presentaba en el momento dela entrega de los objetos pa- Ta su examen. Con tal conducta se economizard tiempo, se evitard que los peritos retarden el cumplimiento de su cometido y #® Hegaré antes 4 la mota propuesta. No tema, por tanto, el Juez visitar con frecuencia el la- boratorie, y aun presenciar el trabajo que allf{ se realiz®, pues seguramente el profesor que lo dirige no ha de tomar a mal su visita, | POR EL Dr. GROSS 157 Fecha esta digresién, volveremos a tratar del cago prac- tico propueste, Suponiendo que el Juez comunique al pe- rito determinadas manchas sanguineas, euyas células, por su buen estado de conservacién, pueden ser medidas, y apreciar, por tanto, el animal 4 qne pertenecen; supo- niendo también que el acusado deciare que las referidas manchas son de un animal 4 quien dié muerte, y éste no es ninguno de los que comunmente suelen servir en los Jaboratorios para experiencias fisiolégicas de esta natura- Joza (como conejos de Indias, perros, etc.), sine que per- tenecen 4 una especie en la que el tamafio de las edlulas sanguineas no es conocido todavia, siendo mayor 6 me- nor que el de las generalmente examinadas, en tal su- puesto ser4 preciso admitir como probable la verdad de lo declarado por el presuuto delincuente, si el tamafio de Jas eélules fuera mayor que el conocido; mas si fuera mds pequefio, se han de poner muy en tela de juicio sus afir- maciones; y para cerciorarse en definitiva, convendra ha- cer experiencias de reconocimiento, no solamente en un animal de la especie que indica el procesado, sino on va- tios ejemplares de ella, sin que valga objetar que por los crecidos gastos que ocasionase semejante conducta ne pueda llevarse 4 la prictica, pues todo hay que supedi- tarlo al interés de la investigacién. Ademds, seria hasta inmoral el abstenerse de hacer ciertas indagaciones por temor 4 los gastos que pudieran ocasionar (1); y bien po- (1) Conformes en el fondo con la opinién del autor, que 88 la verdaderamente cientifica y admitida por la generali- dad de tos tratadistas, y muy particularmente por ta eminen- te eseritora Dofia Goncepeién Arenal, cuya muerte llora el mundo de la ciencia, la que con frase elucuente sintetizaba su Spinién diciendo «que los pueblos pagan con lagrimas de san— gre el dinero que niegan 4 Ja justivia;» no obstanve, recono— femos que dada Ja actual situacién de nuestro Tesoro piblieo 138 MANUAL DEL JUEZ re demos asegurar que no habra ciudadano que se queje de despilfarros, cuando ve que su dinero se emplea para ha. cer valer el derecho, resplandecer la verdad, confesar al culpable y absolver al inocente. Otro de los puntos de importancia transcendental para la investigacién, es el de saber si las manchas observadas provienen de sangre venosa 6 arterial, Hn las ultimas, al producirse la lerida, ol Liquido salta con velativa fuerza, en tanto que en las lesiones que interesan solamente las yenas, la sangre no brota con fuerza ni salta 4 alguna dis- tancia, como no sea por un movimiento brasco del érga- no lesionado, con lo que podré averiguarse si la mancha proviene de une herida grande 6 pequefia, punto, como se ve, de gran interés, Por consiguiente, si se encuentran grandes manchas de sangre en un objeto plano, aunque su posicién sea vertical, como, por ejemplo, una pared, es muy admisible la suposicidn de que sean causadas por la rotura de una arteria, en el cuerpo de la victima del delito. En este caso, el médico no solamente podra decir que la sangre es arterial, sino también afirmar con certeza la distancia y posicién en que debiera hallarse el lesionado respecto de la pared en el momento de ser agredido. Terminaremos los consejos expuestos respacto 4 la for- ma de interrogar 4 los peritos, diciendo que, en ocasiones, 86 habrdn de dirigir 4 éstos, aun sabiendo que no siempre podran responderlas satisfactoriamente, ciertas pregun- tas, tales como las de si cierta sangre dimana de una he- rida, de la nariz, de hemorroides, de un absceso, 6 fuera sangre menstrual 6 perdida en la desfloracién, ete.» ete. y los escasos fondos de que para tales fines disponen los Jue ces en Espaiia, habra de ser muy cauto y pradente el funcio~ nario judicial al ordenar tales reconocimientos, POR EL Ds, GROSS 469 En cuanto al tiempo que una mancha de sangre pueda tener, pocos serén los datos que el perito nos suminis- tre, y s6lo de una manera vaga podrin formarse algunas hipdtesis, haciendo experiencias con una disolucién acuosa de arsénico y cloro (1). 2.°—En el examen de excrementos. También 0s preciso servirse del médico forense en el reconocimiento de materias fecales. Dos casos muy instructivos citan, en demostracién de la importancia que tienen estas experiencias, los tratados de Medicina legal, Refiérese el primero al asesinato de una mujer después de violarla: sospechdébase de un joven en cuyos pantalo— nes aparecian al exterior manchas de excremento hu- mano. Del examen de estas manchas y de su comparacién con la masa fecal de los intestinos de la interfecta, resul- t6 la no identidad de ias dos materias, porque las prime- tas procedian de alimentos nitrogenados, y principalmen- te de carne, y las segundas de substancias vegetales. Se demosiré, por tanto, la inocencia del procesado. El segundo ejemplo es atin més curioso, puesto que en él ae ebtuvieron resultados positivos: En una pequefia ciudad fué hallado 4 orillas de un rio eleadiver de una joven, con la cual habian cometido poco tiempe antes de su muerte un acto de estupro. So- metidas también 4 examen en la autopsia las masns feca- kes, se hailaron en ellas granos de higos frescos, Ahora bien: como en la ciudad no habia sino una sola casa con higueras, hiciéronas investigaciones que dieron por resul- (1) Véase al efecto la obra de medicina legal de Maschkat. 160 MANUAL DEL JUEZ tado el descubrimiento del asesino, que era un criado de Ja casa, 6] cual atrajo alli 4 la nifia eon la golosina de los higos frescos, y después la violé y asesind. Por el estado incipiente de la digestién, se pudo caleu- lar el tiempo que medié entre la violacién y el agesinato, 3.0—En el reconocimiento de cabellos. Mas importancia dela que generalmente se le da tie- nen los cabellos hallados, ya en el lugar del suceso, ya. en otra ocasién 6 sitio, y es deber del Juez poner toda su atencién para descubrirlos y entregarles acto continuo 4 jos peritos del microscopio, porque un pelo tan sélo, no obstante su insignificancia, puede conducir al descubri- miento del reo. Como precioso auxiliar de este género de investigacio- nes, citaremos, entre otras, la obra del Dr. Pfaff, titula- da El pelo humano en su significaciin patoligica, fisiolagica y forense. Guiandonos por ella, trataremos sucintamente de la imporiancia que se ha de conceder al perito en el examen y reconocimiento de los cabellos. Ante todo, conviene tener en cuenta Ia facilidad que tienen los pelos de absorber los cuerpos gaseosos, olores, aic., reteniéndolos yelativamente por mucho tiempo; cit- canstancia que puede ser de gran interés cuando se trata de averiguar si un hombre, no importa si vivo 6 muerto, ha estado en un lugar que 4 Ia sazén ge hallabe, saturado de un cuerpo gaseoso t olor cualquiera, averiguacién que puede ser decisiva, Como los cabellos, por lo pequefio de su volumen ¥ no obsiunte la capacidad dicha, no retienen por moucho tiempo los gases, de ahf que sea preciso proceder inme- diatamente 4 su examen; y de no ser esto posible, conse! varlos en un fraseo de cuello ancho, en una Jata, 6&8 POR EL Dr. GROSS 161 cago necesario en una botella cualquiera, cuidando que la vasija esté herméticamente cerrada, para lo cual con- viene untar la parte inferior del tapén con grasa pura, pues ésta tiene la propiedad de retener los gases que pu- dieran esenparse. Si el objeto de que nos valemos es una jata, habrd que soldarla cuidadosamente, untdndola en la forme dicha por Ja parte inferior de Ja cubierta. Para evitar contingencias, hard bien el Juez en acom- pafiar los objetos con una concienzuda deseripcién del procedimiento segnide para hallarlos, y la forma y lugar en que se encoutruron, La misién del perito se reduciré & saber si los cabellos han absorbido humo, perfumes, yapores ponzofiosos, olo- res caracterfstivos, ete, Asimismo le incumbe precisar si los cabellos 6 pelos hallados en parajes sospechosos per- tenecen 6 no 4 insividuo determinado, teniendo, como es natural, 4 Ja vista, los auténticos correspondien les, Comunmente suelen eucontrarse en las manos del in- terfecto (si ol delito no se conaumd alevosamente) los pe- Jus que en terrible lucha arraned Ja victima a su agresor; pero muchos mas serfan los casos en que esto su cediera si se procediese eserupulosa- \ _ mente & efectuar dicho examen, y si éste se verificara por persona compe- lente y no por los agentes subalternos de la autoridad, que no siempre Ienan. cumplidamente su misién. Para evitar este inconveniente, el Fig, Juez debe avisar 4 sus agentes pare, qne, si encuentran residuos de esta los guarden ewidadosamonte en uu pliego de Papel limpio, que se doblarg y se meteré su vez en un 60- b ; . ‘ *®, anotando en la eubierta de éste, sin pérdida de tiem- Naxuas — 5 a naturaleza, 162 MANUAL DEL JUEZ po, dénde, cémo y por quign fué hallado, sin que baste de- cir, por ejemplo: «pelo encontrado en la mano derecha de N.N.,» sino que se ha de expresar con entera claridad la posicién que tenta el pelo en ja mano de la victima, y de- berd consignarse en la forma siguiente: «Pelo encontrado on la mano derecha entre el pulgar y el indice 6 en Ia pal- ma de la mano, arrancando desde la falanje superior dal indice, ete.» En una palabra, no ha de omitirse 6l mas leve detalle. Para mayor elaridad, lo mejor es hacer un pequefio di- sefio de una mano, cos# sencilla, y que podré efectuarse, si se ignora el dibujo, por un procedimiento harto primi- tivo, d saber: apoyando la mano en el papel y pasando él lapiz 6 pluma por los contornos hasta que éstos queden bien determinados; terminado lo cual por medio de una yaya, se precisard la posicién que tenia el pelo eu la mano. Véuse figura 8.*, con lo que se ahorrara la deseripeién. No es de importancia saber si las ma- nos de la victima estaban crispadas 6 abiertas. En cambio, podrd interesar al perito el conocer dénde se hallaba la punta y dénde Ia raiz del pelo, y pare averiguarlo debe observarse el siguiente proceclimiento: Si se trata, por ejemplo, de tocar lo menos posible al pelo on cuestidn (para no borrar la sangre adherida), et tonces no hay mds remedio que colocarle extendido 62 un pliego de papel, como indica la figura 4.%, sujetandole por medio de dos tiras engomadas y marcando sus extre mos por las minusculas a y b. En tales casos ge hace tam bién un disefio de la mano, como en el ejemplo anterior: sefialando on la figura los extremos del pelo (fig. 5.") pa" que no surja duda alguna acerca desu posicion primitivay Fig. 4, POR EL Dr. GROSS 163 Pero si se trata de pelos que no requieren este cuida- do, como son los de ahogados 6 muertos por extrangula- 3 @ Fig. 6, cién, entoncas el Juez puede determi- nar por sf mismo la posicién de la punta y de la rafz, procediendo al efecto como los peluqueros cuando tratan de confeccionar una peluca 6 cosa andloga, que juntan las ruices con las rafces y las puntas con las puntas. Se cogerd, pues, el pelo entre jos extremos del indice y de! pulgar, en posicién vertical (fig. 6.) Hecho esto, y teniendo luego el {ndice inmé- vil, se frotaré suavemente el extremo de éste con el del pulgar, y se podré observar que la raiz estard alli donde Fig, 8. el pelo vaya. Si, por ejem- plo, haciendo correr el pe- lo, éste se dirigiera hacia abajo, la rafz se hallara en la misma direccién, y de igual manera si suce- de lo contrario; de moda que, por cualquier lado que vaya, siempre que- dard la punta entre log dos dedos. Este fendmeno obedece 4 la siguiente propiedad del ca- bello: cada imo de éstos tiene pequefios bultos 6 nudos Selientes, parocidos 4 log de una cafia, que siguen la di- Teccién de abajo 4 arriba, por lo cual el pelo se corre Con el frote de lo I eha. La rafz, de los dedos, 88 asperezag de éstos, s dedos, enganchdudose sus salientes en que la empujan en la forma ya como se comprenderé, se aluja siempre 46S MANUAL DEL JUEZ Después de saber dénde se halla la rafz y la punta, se anotard convenientemente en el dibujo, poniends,en lugar de las minusculas a y b pequefias de la figura 4.4, las de- nominaciones de raiz y punta. De la misma manera se procederé cuando los pelos . gean varios, examinando cada uno aisladamente, & no ser que estuviesen pegados con sangre, en cuyo caso se obser- vara el procedimiento que indica Ja figura 4? Por lo demas, siempre ha de tenerse por norma la de no confiar nada 4 la memoria y consignarlo todo por es- crito. Importancia grande puede tener también la investiga - cién de los pelos en los diversos delitos contra Ja hones- tidad. Los tratadistas refieren dos casos en los que, entre las partes soxuales de los respectivos acusados, se halla- ron pelos que probaban la existencia del delito de bestia- lidad. Por esto eg conveniente practicar un reconocimien- to de esta naturaleza, por medio del forense, en los casos de violacién, adulteria, ete., asi en los drgunos del hom- bre como en los de Ja mujer. En suma, cada pelo que se haya podido encontrar en el curso de Ja instruccién sumarial y que conste pertene- er 4 un acueado rebelde, es de gran interés para estauble- cor au identidad. Piaff, en sucbra de Medicina legal, refiere un ejemplo muy pertinente 6 instructive. Un individuo fué herido gravemente en medio de las lobregueces y tinieblas de unt noche obscura por un desconocido, EB] agresor, cuya filia- cién se ignoraba por completo, se did 4 la fuga, perdiendo en ella la gorra, en cuyo interior se hallaron pegados el! el forro dos pelitos que acto seguido fueron entregades al perito forense, el cual observé que eran de un color gris claro, pero que tenian atin en su substancia medular cé- julas completamente negras, de lo eual se deducia que los | 1 | POR EL Dr. GROSS 165 Pee pelos eran de un hombre de tez morena que empezaba ya 4 peinar canas. A juzgar por el corte y largura que te- niun, se supuso que el desconocido se cortarfa el pelo po- cos dias antes. Siguiendo la observacién, se vid que las raices de los dos pelos tenfan en la capa epitelial varios pultitos en forma de verruga, causados sin duda alguna por la transpiracién del cuero cabelludo; de todo lo cual se sacaba la consecuencia que se habfan criado en el borde de la calva incipionte de un hombre de cierta obs- sidad. Como resumen de todo Jo expuesto, el perito emitid el dictumen siguiente: «El agresor es un individao robusto, bastante grueso, de unos cuarenta afios, con pelo negro que comienza 4 blanquear y recientemente cortado, » Puede darse induccién mas completa? Pues trabajos de esta naturaleza pueden practicarse & cada paso, siempre que se halle 4 mano un sombrero 6 gorra de uso del presunto delineuente, ya abandonados por dste en la fuga, 6 venidos 4 poder de la justicia por cualquier otro medio. Y, sin embargo, joudu pocas son las yeces en que 86 examinan dichas prendas para tratar de encontrar algu- ngs cabellos! ¥ si aparecen éatos por casualidad, jeudn Pocas son también las que se someten al examen de un perito! También puede hacerse necesario y dar buenos resul- tados el examen del pelo de un cadaver, cuya identidad 2086 ha podido establecer por hallarse en periodo avan- 2ado de descomposicién, sobre todo cuando se presuma que ha existido muerte violenta, en cuyo supuesto debe scudirse al perito de laboratorio que ha de saber distin- Sulr, no aélo los pelos del anciano de los del joven, si- no j Sg ane también conocerd las distintas clases que se crian *n el cuerpo humano, 466 MANUAL DEL IUEZ Los tratados de Medicina legal nos ensefian las diferen. cias que hay entre los eabellos de individuos de ambos sexos, como también entre lag cejas, pestafias, pelitos de las orejus, nariz, patillas, bigotes, pelos del sobaco, de la parte superior de la mano, del antebrazo, hombro, pecho. y regién umbilical, de igual modo que las que existen on los muslos, pierna y partes sexuales de uno y otro sexo. Asimismo sabré distinguir los que dentro de ellos ofre- cen caracteres especiales, sin que sea posible la equivoca- cién, pudiendo, por tanto, cerciorarse el Juez, mediante el auxilio del perito, del érgano 6 parte del cuerpo huma- no 4 que pertenece; sies de un hombre 6 de una mujer, y hasta la edad aproximada de Ja persona 4 quien pertene- ela; siendo etin mas facil este estudio cuando los pelos conservan atin las rafces, pues entonces, al ser tratados. eon la legia de potasa, demuestran, en la mayor 6 menor facilidad con que en ella se disuelven, si la persona aque pertenecfan es joven 6 no. Auin hay otros medios pare esclarecer este punto: asl, por ejemplo, puede apreciarse por la disminucién de célu- las de materia colorante que se hallan en la substaneia. medalar, si un pelo completamente blanco es de un joven envejecido prematuramente 6 de un anciano; deigual ma- nera que, por su forma, se distinguen los pelos de las par= tes genitales de una doncella de los de una mujer de edad, pues los primeros terminan en punta fina, en tanto que Jos segundos ofrecen extremos cuneiformes, Los pelos son delgados en la juventud de ambos s6xos, y alcanzan en una persona de edad un didmetro de 0,5 mi- limetros. En una palabra, son muchos los medios de in- yestigacién en este punto de que el perito dispone, y misién es tan util que hasta puede suministrarnos da- tos sobre el uso de ciertas pomadas, tinturas, etc., (Ue nada hay despreciable para la justicia. “_ 4 POR EL Dr. GROSS 167 ela eee También puede apreciarse, por el aspecto que presen - ten los pelos, si éstos han sido arrancados, cortados 6 aplastudos. Ast, por ejemplo, en las heridas de la cabeza ge apreciard mejor que por el de la propia herida, por el examen de los cabellos, la elase de instrumento con que se han producido, raz6n por la. que, en ese género de le- sions, se impone el reconocimiento pericial. En las autopsias, exhumaciones, ete., que se practi- quen por presumir que hay envenenamiento por la ac- cidn del arsénico 6 mercurio, sera itil examinar los pelos para ver si se arrancan con facilidad, lo que sera prueba de la realizacién del hecho. En una palabra, y para concluir, no habré diligencia de prueba, ya tenga lugar en un cuerpo vivo 6 muerto, 4 la que no pueda ayudar cumplidamente la existencia de tales residuos, si se hallan en buen estado; y sabido es cudn facilmonte resisten 4 la accién de los agentes exte- riores, existiendo en este punto la gradacién siguiente: los pelos del anciano se conservan mucho mas tiempo que los del joven; los de color rubio se descomponen mucho antes que los de tinte negro, y, finalmente, la cabellera es la que més tiempo dura entre todos los demas pelos del cuerpo humano. ’ 4.°—E'a los demas casos relacionados con la Medicina. Ademés de los citados, hard el Juez examinar, por me- te del microseopio, todas Jas partes, entrafias, etc., sobre “8 que ofreciera alguna dada la autopsia. Si se trata, cL ‘e averiguar si un individao ha permanecido du- whew =m pe en un Ingar saturado de injasmas per- cabo a ‘a estado sumergido en algiin liquide sucio, examen de las vias respiratorias disipard las 168 MANUAL DEL JUEZ dudas: en los vives por el reconocimiento del esputo, y on los muertos por el de los érganos pulmonares. "La ingpeccién del contenido del esidmago por medio del microscopio dard también en muchos casos resulta- dos excelentes, atin mejores que los del andlisis quimico, muy particularmente si se supone que el interfecto ha fa- llecido 4 consecuencia de un veneno cuya existencia en el estémago no puede comprobilrse, como, por ejemplo, algunas substancias téxicas vegelales. No cabe duda, por tanto, que si se examinase siempre al microscopio el estdmago 6 intestinos de todas las per- sonas que mueren misteriosamente, se descubrirfan mu- chos mas erimenes por envenenamiento, Basta considerar el gran ntiimero de plantas venenosas que crecen en todas las regiones del globo terraqueo y lo poco que sabemos atin acerca de sus propiedades y de sus efectos, para comprender que muchos casos de muerte repentina no son sino verdaderos asesinatos por enve- nenamiento; pues los criminales, sobre todo las de al- guna cultura intelectual, se valen con frecuencia de ve- nenos vegetales, por més que comunmente se crea lo con- trario. £l padre de Ja Boténica, Dioscérides de Anazarbes, termina su Tratado de Botdniea (eu que por cierto no des- eribe sino un centenar de plantas) con las siguientes pa- labras: «Hay en ol gran jardin de la naturaleza mu'tilud de plantas; pero nadie sabe como se llaman, ni yo tant- poco.» Esto mismo sucede atin hoy, 4 pesar de los afios trans- currides desde la muerte de Didscdrides; sf: aun ignora~ mos los nombres de gran numero de plantas, por no de- cir de las mds. ¢Cémo, pues, vamos 4 suber los alculoides que entran en su composicién ni los efectos mis 6 menos smortiferos que pueda producir su empleo? POR El. Dr, GROSS 469 OO gComo la Quimica nos suministrard datos que no eo- noce? En cambio, por el examen microsedpico seré ficil pro- bar la existenvia del veneno vegetal, y su reconocimiento quimico seré mucho més facil, si fué suministrado en unién de otras legumbres, como, por ejemplo, hongos 6 sotas; pero si fud dado en forma Hquida, habra que efec- tuar un examen adn mas minucioso que quizd dé por re- gultado el hallazgo de alguna parifcula de la planta en cuestion que luego permita comprobar la existencia del yeneno, porque las planlas venevosas se distingnen do tal manera de las demas, que hasta un fragmento insig- nificante sirve al perito del ticroscopio 6 al botanico para reconocerlas. Debiéramos ahora tratar, para concluir este punto, de _ lus reglas para reconocer los proyectiles emponzofiades. Mas como hemos de ocuparnos extensamente de la cnes- tidn en la parte especial, cap. ITI, lo dejamos para euton- ¢e8. por no incurrir en repeticiones. 5.°—Hn la faisificacion de documentos. La primera operacién que se ha de efectuar cuando so Sospeche de la fulsedad de un documento, es hacerlo exe- tmnar al mieroseopio, donde se notaran con asombrosa _ Glavidud todas las alteruciones que haya sufrido, como, por ejemplo, si una palabra la sido borrada, 6 se ha em- Plendo el ugua fuerle 6 algin otro reactivo para ocultar lo Primeramente escrito. Asimiemo pueden conocerse lus ean 6 sustituciones de péginas por la diferen- . de papel, que 4 simple vista no es perceptible, ioe ‘al auxilio del microscopio. También aereco- cilmente los sellos falsos, por le diferencia de 470 MANUAL DEL JUEZ tintas; y de igual manera se puede determinar si la plu- mia empleada para escribir era de acero 6 de ave, 6 el l4- piz fuerte 6 no. (Véase la parte especial, cap. VI, que trata de la falsi- ficacién de documentos. } 6.0—En el examen de lejidos. Cuando se trate de establecer la identidad de un patio, lienzo 4 otro tejido cualquiera, hay que acudir también al microscopio. Es obvio que si se quiere saber la proce- dencia de una tela, antes que l microscopio habré que ncudir al fabricante 6 fabricantes en cuyo establecimien- to se supone confeccionado. Pero aunque tal se haga, si el asunto es de indole grave y la prueba de importancia, serd necesario comprobar la opiniéu de aquél por un re- conocimiento facultativo. Sélo por este medio podremos averiguar, por ejemplo, si un trozo de tela encontrada en el lugar del sucese, per- tenece ala prenda de un individuo determinado; si el hilo 6 cuerda empleado para coser un saco en que 80 haya encerrado un cadaver, es idéntico al que emplea habitualmente en sus faenas cotidianas un obrero cual- quiera, 5 si el papel que ha servido de taco en una esco- peta, es el mismo que se ha encontrado en casa del ase- sino. Recomendames sumo euidado 4 los peritos en el ex&r men de los hilos, bramantes, ete., pues de su exactitud depende el que estas diligencias den 6 no resultado. El siguiente ejemplo nes demostrard cémo por el hilo con que estaba cosido el cuaderno de estudio de un nifio se vino 4 identificar su caddver, que fué hallado desuudo ¥ on estado de descomposicién en medio de un bosque, POR EL Du. GROSS ‘71 ge se a eee es deepués de huberse saciado en la pobre criatura los fero- ces deseos del asesing. A alguna distancia del cadaver fué deseubierto un cua- derno en blanco, al que habian arrancado la pasta y las paginas escritas. No existfa ningtn otro dato para el deseubrimiento del autor: sélo lw infeliz madre recordaha con qué hilo hab{a cosido el wtime euaderno de su hijito y lo llevé al Tuzgado, La investigacién al microscopio demostré la identidad entre el hilo que se exhibia y el con que estaba cosido el euaderno, y mis tarde sirvié este dato para descubrir al criminal, Tambiéa puede utilizarse con éxito el microscopic evando se hayan arrancado las cifras de la ropa blanca y se hayan sustitufdo por otras. Terminaremos el inciso Hamando la atencién de nues- tros lectores acerca de la importancia que tiene la conser- vaeién de los fragmentos de papel, aunque se hallen me- dio quemados, que se encuentren en el domicilio del acu- sado, sobre todo si éste lo es de los delitos de amenazas, calumnia, falsificacion, etc. Todos estos papeles sospechosos que se presuma sean idénticos al corpus delieli, se han de hacer examinar por al perito del maicroscopio. 7.°—Reconocimiento de manchas. Este ea Precisamente el punto mds diffcil y eseabroso, y en el que debe, por tanto, el perito mostrar sus conoci- milentos y habilidad, sacando pruebas de los mas insig- Hificantes detalles. \Juez mismo, estudiande concienzudamente los in~ ATR MANUAL DEL JUEZ formes pericizles, podré sacur de ellos deducciones impor. tantisimas, de valor ten subido, que quiz de ellas depen- da el éxito de la investigavion. Hechas estas breves consideraciones como predmbulo, examinemos la importancia que tiene la investigacion de las munchas en los diversos objetos, comenzando por lag a,—Manchas en armas é instrumentos, Ademis de las manchas de sangre, pueden quedar ad- heridos en Jas armas 6 ulensilios otros cuerpos cuales- quiera, Ejemplo; Un individuo on estado de embriaguez queiba profiriendo denuestos é insultando 4 todas las personas que encontraba 4 su paso, recibié, al pasar delante del jar- din de una taberna, un tremendo sablazo que le partié la cabeza. A peticién del Juez instructor, fueron examinados, al dix siguiente de ocurrir el hecho, todos los sables per- tenecienles al regimiente de caballerfa que se hallaba de guarnicién en ta villa en que esto ocurrid, para ver si eu- tre ellos se halluba vl que hubfa servido para Ja comisién del delito, En ninguno de estos sables se notaban indicios de sangre; pero sf podia percibirse que uno tenia en el filo una mella casi imperceptible, 4 la cual estaba adberido un fragmento de yerba. Coino habia transeurrido poco tem- po de la comisién del hecho, era presumible que, habien- do esiado la hoja en la vaina, la falta de coutacto con al aire impidié que se socase lx yerba allf pegada. En vista de ello, se bused al soldado 4 quien pertenecta el arma, y éste confess su delito, agregando que despaés de realizarlo limpié la hoja del sable en la yerba bumeda, y luego secé Ja mancha con un pafiuelo, La mella ae Pl dujo con el golpe, y el fragmento do yerba quedé adber- “do & Ja hoja al limpiar ésta. POR EL Dr. GROSS 473 Es instructive eate caso, porque demuestra que en la jndagacién de un objeto no basta busear una sola prueba (como era aqui la de la sangre), sino que se ha de hacer extensiva & todo lo que lame Ia atencidn. No menos interesantes soli las huellas de tierra, polvo, Iquidos solidificados, etc., que se encuentren en un ins- trumento 6 utensilio cualquiera 6 en el arma de que se yaliera el delincuente, pues examinados al microscopio por un perito habil, pueden arrojar mucha lux en el pro- ceso, sobre todo si, como aconseja la experiencia, se des- arman, pata ver si entre los intersticios hubiera parlfeu- Jus adheridas, como, por ejemplo, si se tratara de un ha- cha, separar la boja del mango, por si en ta pnrte en que éste penetra en la madera hubiera material de prueba. Un ejemplo nos demostraré la importancia que tiene esta precaucién, . Eu una comarca cuyos habitantes se dedieaban con buen éxito y gran entusiasmo al cultivo del lipulo, le cortaron 4 uno de los principales cultivadores, poco an- tes do la recoleccién, casi todas las zarcillas de hipulo que habia en su plautio. Recafan las sospechas en un yeci- no suyo, que también se dedicaba al mismo cultivo, aun- {8 No con tanto éxilo como el perjudiendo, por lo que frecuentemente dejaba traslucir la envidia que esto le cansaba, El gendarme que hizo la primera investigacién é ins- trayé las primeras diligencias en el teatro del suiceso, re= eogié en casa del individuo sospechoso una euchilla 6 po- dader, que no presentaba otra particularidnd aparente sino la de haberse afilado hacia poco; cireunetuncia que hizo creer hubiera servido para cortar los zarcillos mas tesistentes, Entregada ol arma al perito forense, después de poner- * en antecedentes acerca del as unto, resolyid éste esjugiar, Avs MANUAL DEL JUEZ ——_- ante todo la contextura de la planta, y muy particular. mente la nataraleza de la epidermis de los zarcillos, que, como se vid, estaba cubierta de grandes y pequefiaa espi- nas, como Ja grosella espinosa, por entender que sin ha- cerlo no porlfa emitir dictamen concienzudo. Exuminada degpués la epidermis de otras plantas ang. Jogas, se probd que las espinas de éstas no podian con- fundirse en manera alguna con Jas del lupulo, Desurmada la podadera y sacados los clayos que la su- jetaban, se examiné cuidadosamente la hoja por su parte interior, y se hallaron gran numero de espinas 6 pelitos, introducidos seguramente alli cuando se cometié el he- cho, con lo cual qued6é convicto su autor. Otros muchos casos pudiéramos citar. Afiadiremos so- lamente que también conviene hacer examinar el mugre de las ufias de la mano, asi en el presunto culpable como en su victina, porque por él se sabrd con exactitud las materias que uno y otro han tocado antes de que el cri- men se verificara. Si esto sucediera en personas vives, conviene hacerles limpiar las ofias cuanto antes, guardando luego las subs- tancias extraidas para que seau examinadas. 8. FL polvo. Ni el polyo ni | lodo son cuerpos determinados con materia propia, sino que este ultimo se compone de pe quefios corptiseulos que se han desprendido por el rosa miento de uno 6 varios objetos y que se han juntado po- yirtud de la adherencia; y aquél consiste en pequedss moléculas desprendidas por el aire, y que se vad deposi- tando al descender por la accién de la gravedad en ua sie tio cualquiera.

También podría gustarte