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CAPITULO PRIMERO DEL JUEZ DE INSTRUCCION GENERALIDADES Entre laz varias situaciones en que el jurisconsulto pue- de hellarsa en la vida, por tazén de su cargo, la del Juez de instruccién, es, seguramente, la mds caracteristica.— Supénese generalmente que su misién es en extremo ar- dua; pero nunca ge apreciaré debidamente hasta qué pun- to ea ast, y cudntas son las difieultades con que tiene que juchar, En primer término, es necesario que el que gjorza las fanciones del Juez de instraceién, posea lag condiciones fl- sicas y morales necesarias para llevar 4 cabo su cometido, tales como vigor fisico 4 toda prueba, cabal salud, gran colo, conocimientos juridicos extensos y en constante apli- cacién, no sélo en el orden penal, sino también en el civil. Necesita hallarse dotado asimismo de extraordinaria ha- bilidad y perspicacia, sin las que nunca podria obtener resultados précticos en procesos de indole complicada, ¢omo, por ejemplo, los que se instruyen por estafa, falso testimonio y otros andlogos. jAy, por tanto, del funciona POR EL Da. GROSS 17 tio judicial que se fle tan sélo en ellos de sus conocimien- tos jaridicos! La cultura doctrinal del Juez de instruccién ha de ser muy vasta, abarcando conocimientos de distinta indole; asi, por ejemplo, deberd ser versado en el conocimiento de idiomas, para no valerse de intérprete cuando interrogue 4 delincuentes extranjeros; ha de tener conocimientos de dibujo lineal y topografico, para hacer por si mismo los croquis y planos del lugar del sucego, 4 al menos apreciar debidamente los que hicieren los peritos; necesita cono- cer la medicina legal, para dirigir A los médicos forenses las preguntas que conduzcan al esclarecimiento de la ver- dad, no permitiéndoles extenderse en divagaciones intli- les, y apreciar debidamente sus informes; le es indispen- sable estar versado on las argucias y estratagemas de quo se valen los delincuentes, desde las que emplea el rufidn vulgar hasta las mds refinadas de que se vale el fullero; no ha de ignorar eémo puede falsificarse un testamento, ni las causas por las que llega 4 producirse un accidente ferroviario, la explosién de una caldera en un estableci- miento industrial, etc., etc; le han de ser familiares los recursos de que el chalin se vale para engafiar al com- prador dandole por bueno lo que no lo es; por ultimo, es indispensable que sa halle versado en contabilidad para apreciar los delitos que en este orden pueden producirse; ha de saber la jerga (argot) do que se valon los crimins- les, siéndole facil descifrar las claves més frecuentemente usadas por éstos en su correspondencia; pero todos estos conocimientos y otros muchos que seria prolijo enume- rar, ha de poseerlos el funcionario judicial antes de ser desiguado para el desompefio del Cargo, sin que sea sufi- ¢iente quo los adquiera con posterioridad, por lo cual me permitiré aconsejar que sdlo se designase para tales car— gos 4 aquellos jurisconsultos que acreditasen previamen- Manvae —] 2 48 MANUAL DEL JUEZ te poseer conocimientos enciclopédicos de 1a indole de los arriba mencionados (1), y que sean ademas naturales del pais, 6 al menos eonocedores del mismo, siendo de desear también que hubieran completado aa educacién por me- dio de los viajes 4 diferentes puntos del extranjero, para, finalmente, Hevar toda esta suma de conocimienios a} acervo connin, cumpliendo el fin jurfdico que el Estado persigue. Tan imprescindibles son las aptitudes, asf mo- rales como adquiridas, que acabamos de exponer, para desempefiar bien el cargo de Juez de instruccién, que en- tendemos que el funcionario que eareciera de las unas 6 no se considerara con fuerzas para adquirir las otras, debe renunciar al ejercicio de un eargo que seguramente — no podria desempefiar. A pesar de Jo dicho, no bastan los eonocimientos cien- tifieos por s{ soles, para formar un buen Juez de instrue- cién, sino que es indispensable que éste consagre eu actividad entera al ejercicio y perfeccionamiento de la funcién que se le encomienda, procurando aumentar el caudal de su experiencia, no sélo cuando se halla en el ejercicio de su profesién, sino también en todos los mo- mentos de la vida. Los hechos al parecer mas insignifi- _ cantes podrdn contribuir 4 este resultado, desarrollando las facultades inquisitivas y de observacién del funciona- rio judicial. La buella de una pisada, el rastro de un ani- (A) Recomendamos 4 nuestros hombres de Estado y fun- cionarios eleyades del Poder judicial, las obseryaciones tan — atinadas del Dr. Gross, relativas 4 los conosimientos del Juez de instruccién, por si en fas opesiciones 4 Ja judieatura que hayan de verificarse en Io sucesivo, creen pertinente incluir en el programa algunos temas referentes 4 los especiales co- nocimientos técnicos mencionados, que tan utiles pueden ser, sin duda alguna, al funcionario eneargado de la instruccién sumarial, So gastrin am POR EL Da. GROSS 49 mal, un objeto destrozado que se ve en el suelo, una yentana abierta en edificio determinado; todas estas cir- cunstancias, al parecer baladies, pueden servir al Juez, de inducciones sobre las que se base el cdleulo de probabili- dades, que le ha de conducir 4 Ja averiguacién de los he- chos; y no se diga que la persona encargada de instruir un sumario, podrd, sin necesidad de ejercitar constante- mente y en tal forma su inteligencia, hacer brotar la luz en un hecho criminoso; pues es evidente que una facultad cuanto mas se ejercita, mas se desarrolla, y esto sucede en mayor grado con la de inquirir. Es asimismo conveniente que el Juez se ejercite 4 me- nudo en la apreciacién del grado de credibilidad de log testimonics, poniendo sumo cuidado en el estudio de los earacteres y temperamentos, para conocer la influencia que puedan tener en las declaraciones. Este es el camino mas sencillo y practico para llegar 4 ser un buen juz- gador. II DE LA EDUCACION DEL JUEZ INSTRUGTOR Acerea de este punto, sera conveniente agregar, como corolario de lo ya expussto, que la instruecién autodi- dactica, 6 lo que es lo mismo, la que es producto dela experiencia propia del Juez, no podré estimarse como bastante por dos razones: primera, porque carece de Ta necesaria claridad para discernir aquello que eg directa- mente util de lo que no lo Sea; dificultad que sélo en parte podria vencerse después de muchos aiios de pricti- ca y amarges oxperiencias en la profesién: y segunda: porque seria imposible, sin el auxilio de la experiencia 20 MANUAL DEL JUEZ ajena, hallar y aplicar los medios auxiliares dispersos y eacondidos en los multiples ramos del humano saber; y aun en el supuesto de que esto fuera posible, la fulta de plan en la investigacién haria en cierto modo inutil la eiencia adquirida. Un elevade fancionario judicial, cuya fama cienlifica ha traspasado las fronteras de au pais, sostuvo la opinion de que seria conveniente 4 tal propésito, establecer un Jazgado de instruecién modelo, dirigido por persona ex: perta, que sirviera de escuela practica 4 los demas funcio- narios de este orden; opinién que nosotros no admitimos, porque, aunque buena en teorla, ofrece insuperables difi- cultades practicas para su ejecucién, ya por ser incom- patible con Jo dispuesto en las legislaciones positivas do muchos paises, ya también porque se lastimaria en alto grado la dignidad del funcionario judicial, sometiéndole 4 la vigilancia, y lo que es mds, dla direccién de un su- petior, en 6] desemperio de su cargo. Aunque este cpinidn se redujera, como pretenden al- gunos, 4 autorizar 4 loa Jueces para que consultasen al funcionario superior los casos dificiles, entendemos por igual modo que serfa supérfluo 6 impracticable, porque si el Juez tiene tiempo para consultarle, por no ser el caso urgeite, més facil y agradable le serfa hacerlo 4 persoua de su confianza, 6 buscar en las obras cientificas una acertada opinién. No queremos con esto significar en modo alguno que el Juez no deba tratar de asesorarse, puesto que es responsable en el ejercicio de su cargo por las ex~ tralimitaciones que cometa; ni menos que la Superioridad no deba tratar de averiguarlas, y si tan e6lo que mientras duren sus funciones, debe tener amplia libertad para apli- car su crigerio, con lo que la responsabilidad sera wads ¢8- trecha, por lo mismo que las facultades son mayores, y D0 se atenuard 6 desaparecerd por completo, como sucederia voR EL Da. GROSS PS) en el supuesto de que el funcionario judicial obrara por inspiracién superior. Aparte de esto, no siempre serfan factibles las consul~- tas de que hablamos, que sélo podrian tener jugar cuando el Juez no seapartara del punto desu residencia; pero se- an imposibles cuando tuviera que practicar una diligen- cia en sitio distante, en cuyo caso tendria que obrar por si naismo; y como precisamente éstos son los casos mas im~ portantes, como se justifica en el mero hecho de oxigir la presencia del Juez; tratandose de instruir las primeras dili- goncias, que, comoes sabido, suelen ser de importancia de- cisiva en el proceso, en ellas el acuerdo mds insignificante del funcionario judicial reviste extraordinaria transcenden - cia, viniendo, por tanto, 4 demostrarse que, 4 mas dein- conyeniente, es impracticable el sistema que censuramos. Ea corroboracién de lo expuesto, pueden citarse otros varios casos; porque gcémo el Juez de instruccién, aun cuando no se moviera de su despacho, al tiempo de veri- ficar un interrogatorio, habria de interrumpir la solemni- dad del acto y la declaracién, para pedir consejo y auxilio 4 ningun otro funcionario? Por ultimo, no ha de perderse de vista, que el despacho del Juez de instruccién no ha de ser nunca una escuela «le aprendizaje, que debe haberse verificado ya, y sf tan dio un lugar en que, procediéndose libremente y sin couc- ¢iéu de ninguna clase, se haga aplicacién de conocimien- tos de antiguo familiares. Esto no quiere decir que of Juez, durante el ejercicio de su cargo, no tenga necesidad de aprender: jcimo hemos de sostenerlo, si reconoce- mos paladinamente que el hombre esté sujeto ala ley de la porfectibilidad! Pero al ocupar su sitial, debe ya el fan- cionavio encargado de instruir ol sumario, haber termi- nado todos los estudios, sin cuya aplicacién, no pudiera cumplir su cometido, Ens MANUAL DEL JUEZ Nuestra opinién en tal asunto se reduce 4 recomendar que los Gobiernos se decidan 4 establecer catedras espe- ciales de estudios criminoldgicog, y de las ciencias auxi- liares del Derecho penal, como In Medicina legal aplicada; la erisefianza de los usos, aplicaciones y efectos de las dis- tintas armas blancas 6 de fuego; la Psicologia criminal, etc., en las que los aspirantes al ejercicio de la Judica- tura, cursasen estas materias antes de comenzar el ejer- cicio de su profesién, viniendo 4 constituiz una aplicacién de los econocimientos universitarios (1). Esta ensefianza podria basarse en hechos yerdaderos, pudiendo de esta manera adquirir el Juez los conccimientos auxiliares en que hasta ahora los {unciovarios judiciales se hallan bas- tante rezagados. La creacién de tales cdtedras seria costosa, pero el éxito que se obtuviera compensaria los dispendios hechos; pues no se debe olvidar que el fin juridico es antes que el eco- némico, y que, por tanto, el Estado que no da 4 sus fun- (1) La tendencia cientifica hoy predominante i perfeccio- nar Jos estudios especiales, que al fin y al cabo no son sino una aplicacidn practica de la ley econémica de la divisién del trabujo, hace indispensable, para llegar 4 poseer un personal idéneo en fa carrera judicial como en las demas que con ca- racter oficial reconoce el Estado, la creacién de escuelas de ampliacién de la indole de {as que el autor indica. No nega~ mos que la escasez de recursos con que més que nunca Lu- chamos en los actuales momentos en Espata, dificullard tak medida; pero pudiera conciliarse su conveniencia con la pe- ouria de nuestro Tesoro, encomendando A los altos funciona- vios del Poder judicial, 6 al personal ascendente de la Judica~ tura, la explicacién de estas asignaturas eminentemente price Licas, atendiendo en todo caso 4 los gastos, si los hubiere, con el importe de las matriculas y demds derechos que los alum— nos abonasen, entendiéndose que sdlo los aprobados en estos conocimientos podrian aspirar al desempeiio de cargos judi- eiales, aunque siempre previa Ja correspondiente oposicién. POR EL Da. GROSS 23 cionarios los medios de adquirir le vasta instruccién que necesitan para luchar con ventaja contra los criminales que tanto han perfeccionado sus practicas en estos tlti- mos tiempos, no cumple bien el fin juridico que Te esté encomendado. El Estado que tal hiciera, no sélo serfa responsable de debilidad para con Jos delincuentes, sino que olvidaria por completo el deber que tiene de garantir la existencia y propiedades de los ciudadanos honrados, Jos que 4 su vez adquieren como miembros de la sociedad juridica, el derecho de exigir 4. los Gobiernos, como mani- festaciéu del Estado oficial, el empleo do todos aquellos medios que la ciencia y el poder humane les proporcionan, para vencer en la lucha que la sociedad entabla contra Jos perturbadores del orden juridico. OT MISION DEL JUB% INSTRUCTOR Si estudiamos detenidamente Ja forma en que el Juez ha de lienar ix misién que se le encomienda, nos con- venceremos de que su fin principal, es el feliz resultado de la investigacién sumarial. Claro es que para alcanzar buen éxito en ella, tendrd el fancionario judicial que con- centrar sus facultades intelectuales, sin darlas un momen- to de reposo, yaligndese de toda clase de medios licitos, y empleando tal perseverancia, que desde luego podemos afirmar, que las personas dotadas de cardcter poco cons- tante, y faltas de tenacidad, harfan bien en no dedicarse al cargo de Jueces de instruccién; pues es evidenie que para éstos, no hay términos medios: 6 llevan la investi- gacion 4 feliz término, 6 es inttil é infruetifero ol trabajo 2s MANUAL DEL JUEZ empleado. Ahora bien; entiéndase que para nosotros al éxito no se reduce al efectismo de relumbrén, y existe no tan sdlo en las investigaciones en que la verdad resplan- dece, sino también en aquellas otras en que, habiéndose dirigido Ja instruceién acertadamente y empleado todos los medios racionales conducentes al esclarecimionto del hecho, este propésito no se logra, por las deficiencias hu- manas, que no nos ¢s dable yencer. Por esto conviene te- ner presente, que hay sumarios mal instrufdos 4 los que, sin embargo, la casuslidad corona con el éxito, y otros, por el contrario, perfectamente llevados, en que aquél no selogra; razén por la que, el encargado de Ja instruccién no ha de aspirar & conseguir esos éxitos eflmeros, produe- to de las circunstuncias; y sf tan sdlo 4 aplicar los prin- cipios que la razén y la experiencia de consuno dictan en casos semejantes, sea cualquiera el resultado obtenido. Pero no bastard que e6 haya tratado de esclarecer el hecho, como suele decitse, ni serd suficiente Ja frase tan usual «se ha hecho lo posible,» «se han puesto los me- dios;» es indispensable que se hayan agotado todos los Tecursos que la ciencia y la razon aconsejan, para que ol Juez que no obtiene favorables resultados, haya cubierto su responsabilidad, El funcionario judicial ha de plantear por s{ mismo los téxminos del problema, sin perder de vista que en el pro- cedimiento acusatorio hoy vigente, ha de luehar, en pri- mer término, con la resistencia del acusado y & menudo de los testigos, y on Segundo lugar, con las sombras y obscuridades que la distancia y el tiempo arrojan sobre el proceso; pero estos inconvenienies, més 6 menos gra- ves, casi nunca gon insuperables, y) por tauto, no ha de confundirse el término déficultad con el de imposibilidad. No negaremos que con el sistema vigente se estimulan menos las energias del Juez que con el ingnisitivo, tods POR EL Dr. GROSS a5 vez que se nos exige mucho y se nos conceden pocos me- dios para llevar 4 cabo nuestro comaetido, Se nos pide hu- mauidad para los procesados, y se nos niega intervencién en las primeras diligencias sumariales, que el Juez ins- pecciona, pero no dirige. Se nos encomienda la direccién, pero no la aceién; se pretends que esclarezcamos el he- cho, sin emplear ningin género de coaccién sobre el pre- sunto delincuente, y todas estas restricciones que se nos imponen 4 nombre de una escuela acogida con tanto en- tusiasmo, {para qué han sorvido en realidad? éQué bene - ficiog reportan? La excesiva humanidad observada con el criminal, es injusticia para la mayorta de los cindudanos, que por el empleo de esa lenidad, yeu impunes muchos delitos, El alejamiento de las primeras diligencias, se ha trocado en abandono, la inaecién on desorden, y Ja falta de medios coercitivos, ha dado margen 4 esos simples in- terrogatorios, en que el Juez lucha y se esfaorza, no siem- pre con éxito, por vencer en la lucha moral que entabla con el delincuente, So objetara queen muchos sumarios se ha logrado feliz éxito con el empleo del procedimienta acusatorio; pero ese resultado no debe atribuirse 4 su virtualidad, sino 4 la pericia del Juez y al empleo de las doctrinas tan pros- criptas hoy del procedimiento inquisitivo. Un proceder y una conducta enérgieos del Juez para el delin cuente con- tribuirdn de un modo eficaz al mejor resultado de la prae- ba, lo que rara vez ha de lograrse con el sistema de con- templaciones hoy en boga (1). (4) No es el propésito det autor, como se tendra ocasion de ver mas adelante, defender Jos procedimientos inquisito- riales para la instruceién sumarial, y sf tan sdlo protestar contra el abuso que viene haciéndose del sistema acusalorio. basado en exagerados principios de escuela, y que en su de— seo de evitar injusticias y abusos del funcionario judicial, 26 MANUAL DEL JUEZ El Juez, sii embargo, llamado 4 cumplir su misidu con arreglo 4, las preseripciones de los Cédigos modernos, encontrard medios, 4 pesar de las dificultades expuestas, para llevar 4 cabo su cometido. El célebre jurisconsulto Jageman dice 4 tal propésils «que rara vez se encuentra un sumario que satisfaga por completo lo exigido por 1a ciencia y por las leyes, pues son muy pocos les casos en que el investigador judicial, pudiera justificar la perfecta legalidad de todas Jas ac- tuaciones practicadas, ni tampoco razonar los motivos qué han dado margen 4 la resolucién adoptada.» |Qué pocas serfn, en efecto las veces, en que podamos observar én la instruccién sumarial la aplicacién de los principios de una escuela cientifica! Generalmente el Juez acumula ma- teriales probatovios, sin obedecer 4 un plan preconcebido, y lnego entresaca de ellos, los que juzga mds utiles para entablar su lucha moral con el procesado. En el supues- to de que tales medics de prueba no fueran bastantes, so procura traer otros nuevos, allegados al acaso y sin res- ponder 4 un plan; y si tampoco producen resultado, se da el sumario por coneluido. Pues bien: este sistema, que nunca censuraremos bastante, tan sélo conducird & re- sultados ofimeros, hijos de la mera casualidad, y que nin- gin mérito atribuyen al Juez de instruccién, el cual es coloca 4 éste en muchos casos en situacién embarazosa. Lo que lan sélo quiere significar es que no debe desecharse en absoluto el procedimiento inquisitive, si ha de lograrse éxito en algunos sumarios, y que no debemos Ievar nuestra con- sideracién al delincuente, hasta el punto de olvidar los inte~ veses de Ja sociedad, que ei Estado tiene obligacién de defen- der. Por lo demas, sabido es que en la préetica cuantos han ejercido el cargo de Juez de instruccién, han tenido que echar mano, siquiera de un modo prudencial, de alguna me- dida inquisitiva, de lo cual es buena prueba un célebre pro- veso seguido recientemente, POR EL Da. GROSS 27 muchas veces el primer sorprendido con el éxito logrado. Por eso recomendamos en primer término, la adopeién de un plan racional y cientifico, con arreglo al que se ha de dirigir la instruccién, y que sélo habra de alterarse, cuan- do nuevos elementos allegados al proceso lo exijan. Iv DE LA MANERA DE PROCEDER DEL JUEZ DE INSTRUCCION Importa mucho al funcionario judicial, una vez co- menzada la instruccién del sumario, escoger el momento oportuno y propicio para formarse una opinién légica y firme acerca del asunto, porque en los casos dificiles, de- pende de esta cireunstancia, la obtencién de un éxito fa- vorable. Si el Juez formara opinién prematuramente, ésta se convertiria en prejuicio, merced al que se perderia ol hilo verdadero del proceso, que luego quizé no se pudie- ra anudar, convirtiéndoss la investigacién, por falta de oportunidad, en un verdadero caos, El momento preciso en que ha de adoptarse el plau no se puede prefijar de antemano, pues depende de las cir- cunstancias, y adlo la diserecién y buen eriterio de! Juez pueden precisarle; pero bien podemos afirmar a priori, que el funcionario judicial, si procede sistematicamente, habra de encontrar la oportunidad que se busea, toda vez que ha de ser la resultante del plan concebido y de lag diligencias practicadas, No es conveniente, por tanto, formar opinién definitiva en las primeras diligencias, porque el atestado que las auto- 28 MANUAL DEL JUEZ ridades gubernativas remiten al Juez, tan sdlo puede servir 4 éste como prueba indiciaria de que, en un lugar cual- quiera, se ha consumado un delito; pero nunce de las eir- cunstancias que on él an concurrido, ni de los méviles 4 que obedecié. Tampoco debe darse importancia excesiva 4 las indica- ciones que suelen hacarse 4 la autoridad judicial, desde los primeros momentos de la comisién de un delito, ya por la prensa, ya por algunas personas, sefialando 4 al- guien como presunto culpable, Este género de denuncias, pueden ser equivocadas, i obedecer 4 una malquerencia, razén por la que, el Juez de instraccidn, sin desecharlas en absoluto, sdlo debe admitirlas en el caso de que res- pondan 4 su propio criterio, inico que debe sorvirle de guia. Estos consejos habra de tenerlos en cuenta muy par- ticularmente ol Juez de instruccién cuande, tratandose da un delito grave, haya de practicar diligencias en punto distinto del de su residencia. Las impresiones que reciba seguramente habran de sugestionar sa animo, y tendra bastante trabajo con depurarlas y analizarlas 4 los ojos de la sana razén, sin dar oidos 4 influencias ajenas, que tan sélo podxian distraerie del asunto principal, Mas no se entienda por esto que el Juez no deba eseu- char las observaciones que se le hagan , pues su inteligen- cia y su memoria, deben ser en tales momentos, 4 manera de esponjas, que absorban todas las ideas 6 indicios rela- tivos 4 la investigacién, para luego verterlos on la vasija del proceso, tomando el agua y el cieno juntamente, sin perjuicio de separar luego de un modo cuidadoso, Lo utili- zable de io que no lo sea. Este trabajo de depuracién, sera mds perfecto 4 medida, que la investigacién avance, porque efecto de las luces trafdas al proceso por testigos que estimo verfdicos, por POR EL Da. GROSS 20 el dictamen de peritos concienzudos y demas datos del sumario, podra el Juez formarse idea del modo como el yao ha podido verificar el erimen; llegaré 4 comprobar la fecha y hora en que el delito so cometié, de igual modo que les medios de que pudo valerse el criminal para rea- lizarle; y reconstituyendo, en fin, dentro de lo probable, el hecho del delito con todas sus cireunstancias, podra for- marsé un criterio provisional, que puede rectificar poste- riormente con los nuevos datos sumariales, Defendemos la reformabilidad del criterio del Juez, por- que el plan del sumario reviste un cardct-r especial y no puede compararse, por ejemplo, al que forma un arqui- tecto antes de construir un edificio, en el cual las rectifi- caciones posteriores perjudicarian 4 la unidad. El plan del stumario se basa en elementos contingentes, y sélo pueden irazarse en él las lineas generales y los grandes trazos, nunca los detalles; semejandose en cierto modo al que for- ma el Estado Mayor del ejército antes de emprender una campafia, que ha de rectificarse sobre el terreno, cuando lo exijan los cambios de posicién del enemigo. Sdlo en el caso en que por el resultado de las primeras diligencias y la importancia de égtas llegara el Juez 4 for- mar una conviccién firme, podra y deberd trazar por an- ticipado el plan sumarial, queen tal supuesto debe seguir con perseve rancia hasta el fin, Insistimes en este particular porque, aun cuando se trata de consideraciones que por su sencillex se halla al aleance de todos, es, sin embargo, muy conforme 4 los impulsos de nuestra naturaleza, el aferrarse tanto mas a una idea, cuanto mayor ha sido el esfuerzo que nos ha eoatado concebirla; y para eyitar que este innato senti- miento, influya en las resoluciones que el Juez adopte, es de necesidad, que en cada nueva diligencia, se estudie des- apasionadamente el asunto, haciendo cago omiso de ideas 30 MANUAL DEL JUEZ preconeebidas, para poder dar 4 la instruccién un nuevo rambo, si las circunstancias lo exigieren (1). Pfister dice con mucho aciorto que el mayor mérito del Juez consiste en llevar la investigacién de tal modo, que por la simple lectura del sumario, se reconozcan las hue- llas de la mano que lo dirigié, pues el Juez, como el ar- tista, debe imprimir cardcter de personalidad 4 sus obras, Como Jos instantes son preciosos en la instruccién de las primeras diligencias sumariales, seré conyeniente que el Juez, procure no abandonar ninguno de los hilos de Ja trama, y siga 4 la vez las diferentes pisbas que puedan con- ducir hasta el criminal, sin perjuicio de dar mds impor- tancia 4 la que, seguin el criterio provisional formado, juzgue verdadera. De no proceder asi, se expone 4 que, si ja tnica pista seguida resultare equivocada, y se ha per- sistido durante mucho tiempo en ol error, acumulando abundantes materiales de prueba en determinado senti- do, estas diligencias eutorpezcan la accion judicial, y Jo que os mds sensible, hagan, que se haya perdido inutil- mente wn tiempo precioso, quo hubiera podido aprove- charse de oira suerle y que ya uo es posible recobrar. Como lo més dificil en Ix investigacién, es el cambio de plan, cuando el Juez se convence de haber seguido una pista equivocada, deberg ésts poner sumo euidado al vorifi- carlo, procurando en primer término estimular 4 sus agen- tes y auxiliares, para que no desmayen en la empresa en (1) No se olvide que el prejuicio es el primero de los de~ feetos que los partidarios del moderno sistema de enjuiciar atribuyen al Juez perito, y, por tanto, siquiera haya exagera~ cidn en eslas afirimaciones de escuela, debe con sumo cuidado evilarse, no sdlo en Ja instrucvién sumarial, sine también en los acuerdos que se adopten por el Magistrado, ya que una y otra funcién ha de desempeliar en nuestro pais el fancionario judicial, segin ¢} nuevo arreglo de Tribunales, POR EL Dx. GROSS al vista de lo negativo del resultado obtenido; y no olvidando nunea que, al dar al sumario nueva direceidn, ha de encon- trar.aumentadas las dificultades y acrecidos los obstacnlos, puesto que varla por completo la indole de la prueba, por haberse destrufdo quiz4, elementos preciosos de imposible sustitucion. El medio mejor de que el Juez dispone para obviar es- tos inconvenientes, es el utilizar discretamente el perso- nal y agentes auxiliares puestos 4 su servicio, distribu- yendo entre ellos lag funciones inquisitivas para gue, sin formarse idea del conjunto, eada uno por separado, no se desanimen por el fracaso obtenido. Divese hoy generalmente que lo expuesto se halla en contradiecién con la misién del Juez, porque éste no debe ser confundido con un agente de policia; y los que tal opinan, no deben perder de vista que los resultados préc- ticos contrarian sus afirmaciones, pues si bien nadie pre- tenderé que el Juez realice actos que no encajan en sus facultades, no cabe desconocer tampoco que ha de ser el Unico que tenga en sus manos los diferentes hilos de la trama del proceso, y que los agentes auxiliares han de hallarse subordinados 4 Ja direceién del sumario. La for- ia de ejecutar los mandates que se le confien sera, si, de la exclusiva competencia ¥ responsabilidad del agente en essos determinados; Pero aun en tal:supuesto es evidente, que el impuiso ha de venir de Ie autoridad judicial. A menudo se coloca & la policia en una situa yooa, ya por ensalzarla demasiado, Ya por ¢on exceso. Esto ultimo, cuando se considera #0 rebaja si interviene ex }; cién equi- deprimirla que el Juez las funciones del agente coope- rando 4 su obra; y lo primero, euando se la concede ple- na autonomia, permitiendo que aquélla obre por su cuen- tay sin supeditarse al Juez, Sélo se dard al asunto Ia Solucién debida, resoiviendo esa aparente antinomia, 32 MANUAL DEL JUEZ ee cuando el Juez trabaje mancomunadamente con sug agentes, suministréndoles cuantos datos posea y conside. re pertinentes para el esclarecimionto del hecho persegui- do. Procediendo de ese modo, tendraé derecho 4 exigir, en cambio, que la direccién completa y absoluta de las ins vestigaciones esté tnicamente en sus manos, y que no so dé un solo paso sin su anuencia, El impulso ha de partir del Juez; el movimiento y la accién, del agente; mas uno y otro han de armonizarse para que el éxito sea favora- ble, He aquf la verdadera solucién det problema. El funcionario judicial celoso del eumplimiento de su deber, se prestard de buen grado 4 esta compenetracién tan necesaria de que hablamos, y su condueta redundarg en tillimo térmiuo en beneficio de la administracién de justicia, puesto que sdlo de este modo podré satisfacerse Ja necesidad, que nunca encareceremos bastante, de que el funcionaric judicial conozca 4 fondo & sus agentes, asi como también las opiniones que éstos se formen de cada aso en particular, Tan luego como en un proceso cualquiera leguen & tomar cuerpo las sospechas que pudiera haber en contra de determinada persona, se considerard llegado el mo- mento de emprender en la investigacién sumarial una senda determinada; y suponiendo que haya motivos bas- tantes para ordenar la detencién del presunto culpable, el Juez podré utilizar los recursos de que dispone, nece- sitando en mayor grado los auxilios del personal policia- ©0, utilizando 4 cada agente segtin sus talentos y aptitu- des, y dando 4 cada uno la comisién mds en armouia con Bus gustos € inclinaciones, cosa que no podria hacer si no conociera dstas con anterioridad. Una vez verificada la eleecién, no conviene, 4 menos de tratarse de una necesidad apremiante, cambiar el per- sonal que ha comenzado 4 instruir diligencias en un su- POR EL Dr. GROSS 33 mario, pues e] mayor conocimiento adquirido y el deseo natural de Ilevar 4 feliz término la empresa, servird de poderoso acicate para el mejor resultado, Siel sumario apareciera obscuro 6 las pruebas no fueran concluyentes, el Juez encontrard en las opiniones de los agentes, sospe- ehas mas 6 menos fundadas que podra utilizar, encomen- dando 4 cada uno la practica de aquellas dililigencias que puedan conducir 4 comprobar la verdad de su opi~ nidn. Luego de haber dispuesto que cada direccién, cada pista tenga su investigador, podré el funcionario judicial utilizar la que crea mds acertada, 4 la manera del ojeador que, después de lanzar 4 sus sabnesos por diferentes ras- tros, sigue luego el que cree ha de llevarle al encuentro de la res perseguida. Micntras tienen lugar estas investiga- ciones, el Juez de instruccién debe procurar que se le tenga al corriente de todas las practicadas, examinando cuidadosamente lo que de ellas resulte, Y comprobéndolo con los dems datos que posee. Sucede 4 menudo que la policta cree haber dado con el culpable, término de su misién, Y, por tanto, ne practica nuevas investigaciones. Ahora bien: como es posible que el funcionario encar- gado de la instruccién sumarial no participase de estas opiniones, y ereyendo inocente al procesado le pusiese en libertad, podrian surgir rozamientos con tal motivo entre la policta y el Juez, sin poder evitarlo éste, cuyo primer deber es, sin duda, el de no procesar 4 nadie sin pruebas suficientes. He ah{ por qué recomenddbamoa mas arriba que el Juez de instruccién no comunicasé 4 sus agentes otros datos que los necesarios para cumplir la misién que se les encomienda, dando 4 cada uno distintas comisio- nes que aparentemente no guarden relacién entre si, Manvar —1 3 oe MANUAL DEL JUEZ v DE LOS PREJUICLOS DEL JURZ Técanos tratar en este momento de los prejuicios que pueden influir en el Animo del Juez, y que tan graves ma- les y errores juridicos son susceptibles de producir; y tanto mas se necesita evitarlos, cuanto que, si bien pueden ma- nifestarse siempre, incurren con més frecuencia en ellos los Magistrados més practicos y celosos en el cumpli- miento de su deber. Las reglas que anteriormente hemos expuesto y los consejos que damos, si se aplican con fidelidad, evitaran seguramente estos inconvenientes; sin embargo, insistire- mos en el particular, teniando en cuenta que el prejuicio es el mayor enemigo del Juoz. El criminalista de oficio y el Juez rutinario no suelen reflexionar sobre los hechos sumariales, y dejan que éstos se desenvuelvan 4 merced de las circunstancias sin tratar de contrariar el influjo de éstas; pero, por el contrario. aquellos Jueces que reflexionan profundamente sobre el sumario, llegarén con mds facilidad, llevados de su cola 4 consecuencia de un hecho mal comprendido 6 al que se ha dado exeesiva importancia, 4 adquirir el prejuicio. Es- tudiindonos 4 nosotres mismos, comprenderemos bien lo facil que es adquirir los prejuicios y lo que cuesta el dea- echarlos, aun después de haber reconocido su escaso fun- damento, cuando han legado 4 aferrarge en nuestra inte ligencia. . Este proceder eg tan natural y humauo, que la propi POR EL Da. GROSS 33 experiencia nos dice, que no bien conocemos los ante- cedentes de un hecho, surge en nuestra imaginacién la idea de la, forma en que se habrau realizado los aconteci- mientos; y como éstos en la mayoria de los casos han ocurrido de manera distinta, es evidente que la idea pre- coneebida, si no es desechada, habra de perjudicar 4 la investigacién . Muchas son lag causas gue pueden influir en la forma- elon del prejuicio, como, por ejemplo, una expresién pro- nuneiada al azar, que el Juez interpreta en determinado sentido; ciertos rasgos fisionémicos del reo que le impre- sionan desfavorablemente y le hacen sospechar de su cul- pabilidad; los antecedentes penales del supuesto delin - cuente, 6 los informes particulares que el Juez tenga de su conducta, y otras varias andlogas que seria prolijo enu- merar, Y cuando tales presunciones no descansan en una base sdlida, pueden dar margen 4 errores judiciales de gran transcendencia, que extravien la accién persecutoria del Estado y que, por tanto, es preciso 4 toda costa evitar. A tales motivos de prejuicio se agregan otros de diversa, indole, como, por ejemplo; el caso en que el Juez entien- da que la circunstancia a 6 6, una vex probada en el su- mario, hard que éste se encamine en determinado sentido, deduccién que en ocasiones puede ser muy fundada; pero que hace que si la prueba de las circunstancias dichas se prolonga més alld de lo calenlado, ja accién judicial, mientras esto sucede, soa indecisa y vacilaute; y si, final- mente, el resultado de la prueba demuestra que dichas cireunstancias deben influir en el sumario de manera dis- tinta 4 como primeramente se creyé, es muy diffeil sub- sanar Ja falta cometida, como también que el Juez mar- che por la nueva senda que tiene trazada . Otras veces depends el prejuicio del equivocado exa- 36 MANUAL DEL JUEZ men que el Juez de jnstruccién forma del asunto, y de la impresién falsa que éste le produce; pues as{ como la im- presién fisiea de la retina no es la misma en une persona que en otra, ast también la impresion psiquica puede oca- sionar andlogos efectos; y de igual modo que nos cuesta trabajo admitir el error de nuestros ojos, aceptando como tales los eapejismos que 4 nuestra vista aparecen, de idén- tica manera nos e8 penoso reconocer jos errores de nues- tra inteligencia. Pero atin mds que todos estos defectos psiquicos, con— tribuyen 4 crear prejuicios aquellas exageraciones & que todos, en mayor 6 menor grado, somos propensos, que tienden & aumentar 6 disminuir la importaneia de los he- chos, atribuyéndoles mds 6 menos proporciones de las que en realidad tienen. Es evidente que ningtm Juez ha de querer exagerar voluntariamente las proporciones del hecho que motive el sumario que instruye; pero es tan propio de Ja naturaleza humana buscar en la vide mis bien lo excepcional y extraordinario quo lo natural y co- rriente, que, sin darnos de ello cuenta, todos propendemos 4 ial exageracién. Esta iendencia de que hablamos no es siempre tan perniciose, si bien se mira, porque mediante ella, en las relaciones ordinarias de la vida, tendemos a embellecer las personas y objetos que nos rodean, ya atri- buyéndoles cualidades de que carecen, ya exagerando las que en realidad poseen, y sinsu intervencidn, fuera diffeil que nos formaramos verdadero concepto de lo bello, ast postico como moral. Ademas, la propensién exageratoria de que venimos tratando, puede ser causa, si examinamos Ja cuestién bajo el punto de vista del sumario, de que al funcionario judicial, por la exagerada importancia qué atribuya 4 un hecho, dedique su actividad de un modo tads intenso 4 su averiguacién, lo que ciertamente no 56 ria un mal. POR EL Dr. GROSS 37 Preciso es, no obstante, apartar al Juez de esta ten- dencia, si no se quiere que se convierta, mediante ella, en un funcionario peligroso. Por esto es indispensable sus- traorse A su influjo, sin que baste oljetar, como ya hemos dicho, que en ocasiones reporte ventajas; pues éstas nun- a compensaran sus inconvenientes, ni pueden justificarse por ser naturales, porque todas las influencias, por natu- rales que sean, pueden ser contrariadas por el esfuerzo de Ja voluntad bumana. Es de necesidad, por tanto, que el Juez se observe 4 menudo 4 si mismo, recapacite sobre sus opiniones y trate de rectificar los errores de concepto en que hubiera podi- do incurrir, deslindando lo verdadero de lo falso para lo- grar reducir el asunto 4 sus yerdaderos y justos términos. De ah{ el que recomendemos 4 nuestros compafieros de profesion, que poagan sumo cuidade en enfrenar Los yue- los de avi imaginacién, ain mas despierta y viva en los paises meridionales, depurando sus opiniones por el cri- terio de Ja razén, y analizando con el escalpelo de Ja erf- tica, todo lo que pueda revestir cardcter de prejuicio. VI DE ALGUNAS CUALIDADES QUE DEBERA TENER EL JURZ DE INSTRUCCION Ampliando el concepto que ya expusimos acerca de este punto, afirmaremos sin ambajes, que para realizar nuestro ideal en la materia, necesitariamos una persona- lidad dotada de la suma de buenas condiciones exigibles al sér humano. Por eso dotarfamos 4 ese tipo ideal, de in- 38 MANUAL DEL JUEZ teligencia elarfsima, celo incansable, abnegacion comple- ta y pereeverancia 4 toda prusba, gran penotracién y co- nocimiento de los hombres y de sus pasiones, cultura vas- tisima en diferentes ramos del humano saber, ote., etc, Mas como no desconocemos que no siempre es dable la perfeccién, ni en este punto ni en otro alguno, nos con- tentaremos con que todas esas dotes de que hemos hecho menei6n, y otras varias de que trataremos, se retinan en el fancionario judicial, si no en el grado eminente de per- feccién que constituiria 1a meta de nuestras aspiraciones- al menos en el justo medio indispensable para el buen cumplimiento de la misién que al Juez se encomienda. Una de las cualidades ingénitas que ha de reunir un buen Juez de instraceién, es la de hallarse dotado de gran energia y firmeza de dnimo, pues nada mas denigrante é intitil para la administracién de justicia que un funeio- nario débil 6 indolente, A cualquier hombre, hasta al mi-+ litar mismo, le es menos necesaria esta cualidad que al Juez de instruccién; y tan necesaria la consideramos, que desde luego nos permitimos aconsejar a todo aquél que no se halle dotado de esta gran suma de energia, que re nuncie 4 tal profesion y dirija su actividad por otros de- rroteros. Y no se crea que esta energia de que hablamos se re~ quiere solamente en casos determinados y concretos, co- mo, por ejemplo, cuando el Juez se halla en el ejercicio de sus funciones ante un delincuente discolo 6 rebelde, 6 cuando tenga que proceder ayudado de sus agentes 41a detencién de un criminal importante, sino que es preciso que la ostente en todo, hasta en los mas insignificantes actos de su vida publica, Da pena examinar la parsimonia, meticulosidad y has ta miedo, con que algunos Jueces instructores tratan 108 asuntos espinosos y comprometidos, y, por el contrarid. POR EL Dr. GROSS 39 regocija y consuela contemplar la energia, la audacia, de que otros funcionarios judiciales han hecho gala en asun- tos semejantes. La falta de habilidad y experiencia pueden compen- sarse en parte con una gran dosis de energia; pero la au- sencia de ésta, no puede sustituirse ni con habilidad ni con nada, A. este propésito conviene recordar la incomparable fra- se del gran Gosthe que viene de molde 4 los criminalis- tas, y dice: «No pegues nunca en el avispero; pero si lo haces, da de firme.» Schlag nicht leichthin in ein Wespennest Boch wenn Du sekdagt coschlage fest, que referido 4 nuestro propésito podria traducirse-del si- guiente modo: «Si te sientes débil, ‘no seas Juez; mas si lo eres, sé enérgico y firme.» Otra cualidad que seria conveniente poseyera el Juez, es la exactitud y eserupulosidad matematica en todos sus actos, con lo cualno queremos significar que ha de hacer que se consignen flelmente cuantas diligencias practica, porque tal obligacién se deduce de la veracidad, que debe- ra ser su norma siempre, si no queremos dar 4 entender que el funcionario judicial debe comprobar y verificar por s{ mismo la certeza de las indicaciones y datos que se le suministren, porque no ha de echarse en olvido que el progreso actual de la ciencia criminolégica inquisitiva se debe en gran parte 4 le mayor fidelidad con que se prac- tican las diligencias sumariales. 8i comparamos dos obras que versen sobre la investi- gacién sumarial, y entre cuya fecha de publicacion me- dien veinte afios de diferencia, se evidenciaré de seguro el progreso aleanzado. Es indudable que todo aquél que investiga ha de des- 40 MANUAL DEL JUEZ cubrir algo como producto de su pesquisa; pero en gene- ral podemos afirmar, si comparamos log resultados obte- nidos por dos inyestigadores, que no el mds inteligente, sino el que trabaja con mds exactitud, es el que obtiene mejor éxito en la empresa. Abora bien: si la exactitud en los datos producto de la inyestigacién es causa de que se logren tan maravillosos resultados para el progreso de todas Jas manifestaciones del humano saber, es evidente que también debemos apli- carla 4 la ciencia procesal criminoldgica, objeto de nues- tras investigaciones. Por iiltimo, si se quiere saber en qué consiste el traba- jar con exactitud, contestaremos que en no confiar sino en si propio, 6, en otros términos, en no fiarse ni aun del propio criterio si no se confirma por los hechos, y, en una palabra, en obseryar y siempre observar. El que de tal manera proceda ira por buen camino; pero se extra~ viaré seguramente el que, por dar crédito 4 hipétesis mas 6 menos probables, abandone 6 descuide siquiera el cam- po de la observacién, iCuantos lamentables errores judiciales se hubieran evi- tudo si en vez de servirse los Jueces de datos ajenos, no siempre bien comprobados, slo hubieran atendido 4 los propies! Pero se nos objetaré que en la ciencia de la investiga- cién sumarial rara vez podemos observar por nosotros mismos, sino que hemos de valernos de datos ajenos en la reayoria de los casos; y siendo esto verdad, gedmo ha de poder el Juez yerificar la comprobacién que se le exi- ge? En ego estriba precisamente lo diffeil ¥ espinoso de la misién judicial: en resolver la antinomia entre la falta de medios de comprobacién y la necesidad de depurar los hechos; pero este inconveniente (que no negamos lo es) 4 evita en parte mediante la diligencia del Juez para

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