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ARREBOL EN QUINTA

ARREBOL
Pequeño poemario compuesto de 5 EN

QUINTA
sonetos y un epílogo a modo de
dedicatoria asíncrona. El objetivo de
estas letras es que puedas leerlas en
cualquier momento y que te siga
generando alguna risa o al menos
una vaga ilusión.

ARREBOL EN QUINTA

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según lo prescrito en el artículo 18 de la Ley sobre el Derecho de Autor. ADRIANO OLIVO
Solitaria

Se flexionan un buen par de maderos

ante premura espesa de la niebla.

Tu suave mirar el terreno puebla

hasta al más hosco de los molineros.

Vas a desatar de enyerbadas yemas

lacónicos paredones de lava.

No cercenes tu dignidad de grava

ni caviles ardides en poemas.

Si juzgo tu tristeza cabizbaja

es por mi malestar y persistencia,

de que cierto día puedas amarme

a pesar de mi clamor a la baja.

Soy tuyo; mi gratitud, tu inocencia.

Eres mía; tu ternura, mi adarme.


Huida

La incógnita herrumbrosa de los pasos

emanan fugaz dicha a los difuntos.

Morirás con la idea de estar juntos

pese al desaire de nuestros ocasos.

Dios concibe de su regazo noble

el perdón de la orfandad pasional.

Del odio humano, encomio elemental;

sutil sufrido, su abandono al doble.

¡Luzco ante ti cual rojo soberano

y espero poder aguardar paciente

los mil símbolos del plañir profano!

Vienes a mí, cual ángel refulgente,

diciendo: "Mi amor, te estuve esperando,

no sabes lo que amé, tampoco cuándo".


Beneplácito

¡Paralizaste el mundo con tus trazos,

fundiendo el detrimento al plenilunio...

Mostraste tu fulgor en pleno junio

y uniste tu vibrar y mis retazos!

¡Muestra soberbios mundos agridulces,

cuales sueños se condensan en nubes

y solo hallan sosiego cuando subes

a chocar mis ufanos belfos dulces!

Carretas arrastrando la vergüenza

de ambivalentes actos de boscaje,

el volumen del pecado nos trenza

a la unicidad de un magno bagaje.

Perderme en tus hampos de sinrazones

floreció en el más alto de mis dones.


Estulticia

¡Tú, incoherente y nostálgica gema,

que no dejas de proferir embustes

sintiendo lejanos los reajustes

de aquesta inopinada estratagema!

Si rezar ahora es costumbre vana,

empuña esta oración tal un lamento.

Abraza y arrincona este sentimiento,

no encierres al sueño que se devana.

¡Yo manifiesto al éter conclusivo

con el calor hirviente de mil astros,

con un candor miserable y efusivo,

con dignidad falaz de mil camastros!

Te tengo ante mí, difunta y callada,

deja que muera por mi ardua redada.


¡Suerte, amada!

¡Suerte, amada, es la que tuve contigo!

Gotas de linfa sobre tierra yerma;

plácidos mimos de conciencia enferma.

¡Suerte, amada, no pares, yo te sigo!

¡Feliz, amada, así me siento, vivo,

de que despierto estoy y das un saludo,

mostrando un gato de pelo felpudo

como epítome de tu amor estivo!

Este rezo de lente, Celestina,

recuerda el sufrimiento de Quevedo

con sus versos prestos a la neblina;

atañe la guardia de Dulcinea,

rememorando del Quijote, el credo

que en nuestra vanagloria aún tintinea.


Epístola

Te ofrezco en estas líneas lo más valioso que tengo para ofrecer.


Siempre he dicho que cada poema es un pedazo de alma, un
soneto quizá es un pedazo más grande. Disculpa mi capricho y
mi misterio, no obstante, por efectos poéticos, quisiera no tener
que explicar ningún poema, porque realmente lo que importa es
que tú los entiendas y le des el valor que creas prudente. No
quiero pecar de poco conciso ni de presuntuoso, el objetivo de
estas letras es que se te venga a la mente algo, ya que, sin
quererlo, rememoré ciertas instancias que considero
significativas. Sin embargo, no descarto que en tu memoria
existan mejores y más relevantes tiempos, siendo que mi
recuerdo es muy frágil y gran parte de lo que escribo -al menos
pensando en ti-, lo debo a tu reclamo activo de vivir siéndote
dulce. Espero que cada uno de los segundos que nos quedan
sean los mejores en tu vida, que nada de mí te sea ajeno y por
ardides diáfanos nuestra savia sea siempre la misma. ¿Sabes?
Tengo la leve impresión de que ningún verso, por magnífico que
pueda leerse, podría equiparar el sésamo que me genera verte,
tan hermosa y perfecta, tan tierna como mía. Sabemos por buena
fuente que nada de lo que uno haga en vida es eterno, ni
siquiera el pensar lo es, pero entendiendo que no necesito la
eternidad para profesar mi amor, percibo hasta el más corto
instante como un arrumaco ardiente.

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