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Ensayo sobre

LAS MUJERES DE CONSUELO


COREANAS

Primer curso - Grupo 110


Introducción a la historia - Grado en Estudios de Asia y África

Evelyn Pulupa
Elena Sanz
Andrea Zafra
Olga Girona
Imagen proporcionada por la Universidad Nacional de Seúl

Al observar esta imagen, rápidamente podemos darnos cuenta de que algo parece no
encajar. Observamos a mujeres descalzas y serias, sucias y desaliñadas, hasta se podría decir
que están cansadas. Si observamos con atención parecen existir dos realidades una al lado de
la otra: en primer lugar, la de esas mujeres y en segundo lugar, la realidad del sonriente
soldado armado que aparece detrás de ellas.

Esta es la historia de las mujeres de consuelo coreanas, que sufrieron la más pura
crueldad humana durante la ocupación japonesa de Corea (1910-1945) y durante la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945) a manos del Ejército Imperial Japonés. A estas mujeres y niñas
que fueron secuestradas, recluidas y convertidas en esclavas sexuales por y para los soldados
japoneses, se les denominó “mujeres de consuelo”, cuyo significado en japonés implica
voluntad, dando a entender que se ofrecían voluntariamente. Esta denominación no fue ni es
aceptada por las víctimas, ya que dista mucho de la realidad y este eufemismo de “mujer de
consuelo” no describe todos los horrores que estas mujeres y niñas sufrieron a manos de los
colonos japoneses.

Pero ¿cómo se convirtió Corea en una colonia japonesa? ¿Por qué se permitió la
creación de las estaciones de consuelo? ¿Cómo afectó la colonización de Corea a las mujeres
coreanas?

Como mujeres del siglo XXI buscaremos comprender mejor nuestro objeto de
estudio, las mujeres de consuelo coreanas, aportando su contexto histórico y el impacto que
tuvo en ellas la colonización de su país por parte del Imperio Japonés.
Después de la Restauración Meiji, la primera guerra sino-japonesa y la guerra ruso-japonesa,
Japón emergió como una de las grandes potencias del mundo no occidental. La Primera
Guerra Sino-japonesa giró principalmente en torno al control y el poder de Corea. En aquel
tiempo Corea era un estado tributario de China, en cambio, para Japón era un país perfecto
para demostrar su poder. La victoria de Japón no solo sobre China, sino también sobre Rusia,
estimuló el sentimiento nacionalista que ya había surgido en la Restauración Meiji.

En 1876 Japón impuso el tratado de Ganghwa a la dinastía Joseon, en virtud del cual
Corea abrió su mercado a Japón en condiciones extremadamente desfavorables. El pueblo
coreano ya estaba insatisfecho con la injerencia japonesa en sus asuntos privados y esta
situación se vio agravada por el asesinato de la reina Min en 1895. Finalmente, en 1910,
Corea fue anexionada como colonia a Japón, con el consiguiente rechazo de gran parte del
pueblo coreano, ya que solo unos pocos aceptaron la ocupación japonesa creyendo que ellos
traían progreso, y así lo refleja la autora de “Las Orquídeas rojas de Shanghai”, una novela
basada en la historia de una mujer de consuelo, a través de la postura de la madre de la
protagonista:

“Sin los japoneses, ¿qué sería de nosotros? ¿un país hundido en el pasado? ¿Acaso no
tenemos una espléndida red de ferrocarriles? ¿Una capital digna de las ciudades
europeas, con tranvías y autobuses? ¿cómo en Londres o París?” (p.14)

Como cualquier país colonizador, Japón impuso su modelo cultural, social, académico
y económico en Corea, despojando así al pueblo coreano de su identidad, como también se
describe en “Las Orquídeas rojas de Shanghái”:

“[…], se promulgaron varias leyes tendentes a eliminar de nuestro pueblo todo sentimiento
de identidad nacional. El sistema escolar se había reestructurado y se otorgaban certificados
de “conducta honorable” a los coreanos que se sometían con gusto a las nuevas leyes.” (p.
22)

En este marco, se crearon “casas de confort” para el “descanso” de los soldados


japoneses. Las mujeres de consuelo que se encontraban allí, en un principio, eran prostitutas
japonesas voluntarias, aunque con el expansionismo militar no encontraron muchas
dispuestas a ofrecerse, por lo que empezaron a reclutar a mujeres procedentes de países
asiáticos, principalmente de Corea y China, mediante la publicación de ofertas de trabajo
falsas y secuestros.

En principio, el origen de estas estaciones fue prevenir las violaciones de las mujeres
nativas por parte de los soldados japoneses y los casos de contagio por enfermedades de
transmisión sexual (ETS). Lo que pretendían con ello era que el sentimiento antijaponés
disminuyera o por lo menos que no siguiera surgiendo. Paradójicamente, lo único que
hicieron fue institucionalizar y legitimar las violaciones.
En estas casas, mujeres y niñas, algunas sin siquiera haber menstruado por primera
vez, convivían siendo violadas y torturadas bajo el liderazgo y control del ejército imperial
japonés. Como todo "trabajo", tenían turnos que variaban de entre ocho a diez horas
atendiendo las necesidades de los soldados y para los altos mandos trabajaban horas extras.
Muchas de ellas llegaban a tener de visita media unos 70 hombres al día. A su vez, se trató de
eliminar por completo su identidad, prohibiéndoles hablar su lengua materna y dándoles
nombres japoneses.

Estas relaciones no consentidas causaban enfermedades y abortos, más de 2000


soldados murieron debido a una ETS. Los abortos eran tan comunes que las mujeres debían
ser examinadas periódicamente por médicos que también las habían violado. Muchas de ellas
fueron esterilizadas para evitar la concepción y si aun así quedaban en cinta, se les inyectaba
un fármaco (606) para inducir el aborto espontáneo o eran sometidas a uno quirúrgico; o él
bebe era envuelto y tirado a la basura nada más nacer. Los médicos también curaban las
heridas que los soldados les hacían. Las que se negaban a cumplir con “su deber” eran
ejecutadas.

Una vez acabada la Segunda Guerra Mundial estas mujeres fueron liberadas, muchas
volvieron a su hogar sin contarle a nadie lo que había pasado y otras fueron repudiadas por la
deshonra que suponía para la familia lo que les habían hecho a sus cuerpos, aunque
claramente estas mujeres jamás tuvieron culpa alguna de ello. Por miedo al rechazo debido a
las normas culturales de aquella época, muchas mujeres no contaron lo ocurrido hasta que
finalmente, Kim Hak-Soon, en agosto de 1991 con 74 años, decidió contar su historia.
Después, muchas más la siguieron, inspiradas por su valentía, exigiendo responsabilidades a
los culpables.

Otra de las tantas mujeres supervivientes y que revelaron su historia al público fue
Kim Bok-Dong, una mujer coreana que a los 14 años fue llevada a las estaciones de consuelo
y así contó en una entrevista cómo fue su traslado:

"[...] Y me llevaron a un puerto en Busan, donde me pusieron en un ferry y


llegamos a Shimonoseki en la mañana. Éramos 30 a 32 personas allí, tenían como 19,
18 o 20 años. Definitivamente yo era la más joven allí. [...] Después de unos días, nos
dijeron que subiéramos en otro barco que nos llevó a Taiwán, Era demasiado joven
como para darme cuenta que algo iba mal. Después de varios días nos subimos a otro
barco que nos llevó a la provincia de Cantón en China. Cuando bajamos del barco, nos
encontramos con oficiales japoneses de alto rango. [...] La primera vez, me arrastraron a
uno de los cuartos y me golpearon un poco, así que tuve que obedecer. Cuando el
hombre terminó estaba sangrando porque era mi primera vez, la sábana estaba
empapada de sangre. Después de que acabaron regresé a mi dormitorio arriba donde vi
a dos chicas llorando porque también les habían hecho lo mismo. Pensábamos ¿Cómo
podemos vivir así? Estamos mejor muertas”. (1:22) YouTube, Asian Boss Español.

A parte de los testimonios de las víctimas, no quedaron muchas evidencias por escrito
sobre la administración de estas casas de consuelo, ya que el gobierno japonés se había
encargado de destruir toda prueba de ello, para evitar ser juzgados por crímenes de guerra.
Aún así, quedaron algunos documentos. En 2017, un noticiero japonés accedió a documentos
de la Secretaría del Gabinete del gobierno japonés que indicaban cómo se administraban estas
casas y a las mujeres de consuelo, llegando a especificar el número de soldados para una
mujer de consuelo. Además, ese mismo año investigadores surcoreanos hallaron el primer
metraje que documentaba la existencia de las casas de consuelo. Se cree que fue grabado en
septiembre de 1944, de apenas 18 segundos de duración, grabado por soldados americanos y
chinos que luchaban contra la ocupación nipona, nos muestra a siete mujeres surcoreanas
frente a una estación de consuelo, hablando con estos soldados.

En definitiva, podemos afirmar que la colonización de Corea por el Imperio Japonés,


trajo consigo muchas consecuencias negativas. Estas mujeres son la prueba viviente de que
los más ajenos al conflicto, son los que siempre terminan perjudicados. Ciudadanas que
fueron engañadas, a las que les arrebataron la posibilidad de formar una familia, un hogar y a
las que les quitaron las riendas de su propia vida. Todas ellas quedaron con secuelas
psicológicas y físicas (como quedar estériles) y la mayoría escondió su historia por miedo al
rechazo de la sociedad, pero creemos con seguridad que ninguna olvidó jamás lo que ocurrió
dentro de esas casas de consuelo. Muchas nunca pasaron página, nunca se les ofreció una
disculpa oficial y aún hoy en día, el gobierno japonés niega la existencia de que en realidad
existieran esas casas de consuelo, a pesar de que las sobrevivientes pidieron explícitamente
una carta de disculpa al gobierno japonés. De esta manera los hechos quedarían reconocidos
y no negados haciendo que esta parte de la historia poco a poco quede en el olvido. Aun así,
en la actualidad, hay una estatua en memoria a las mujeres de consuelo, situada en Seúl,
Corea del Sur, justo enfrente de la embajada de Japón.

Lo que está claro, como vemos aquí, es que nunca va a haber un único relato de un
mismo acontecimiento y que a pesar de que parece algo lejano, estos actos ocurrieron hace
aproximadamente ochenta años. Esto es lo verdaderamente impactante. ¿Acaso no ocurren
hoy en día actos igualmente horribles? Quizá la sociedad no haya cambiado tanto con
respecto al pasado y nos hace plantearnos una cuestión. ¿De verdad hemos y estamos
progresando como sociedad?
BIBLIOGRAFÍA

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