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Este documento presenta dos poemas cortos. El primer poema de Octavio Paz describe un atardecer y cómo la luz cambiante hace que los objetos parezcan diferentes. El segundo poema de Amado Nervo trata sobre un hombre que espera el regreso de una mujer que se fue por una puerta, manteniendo la esperanza de que algún día ella regresará por esa misma puerta.
Este documento presenta dos poemas cortos. El primer poema de Octavio Paz describe un atardecer y cómo la luz cambiante hace que los objetos parezcan diferentes. El segundo poema de Amado Nervo trata sobre un hombre que espera el regreso de una mujer que se fue por una puerta, manteniendo la esperanza de que algún día ella regresará por esa misma puerta.
Este documento presenta dos poemas cortos. El primer poema de Octavio Paz describe un atardecer y cómo la luz cambiante hace que los objetos parezcan diferentes. El segundo poema de Amado Nervo trata sobre un hombre que espera el regreso de una mujer que se fue por una puerta, manteniendo la esperanza de que algún día ella regresará por esa misma puerta.
enamorado de su transparencia. La tarde circular es ya bahía: en su quieto vaivén se mece el mundo. Todo es visible y todo es elusivo, todo está cerca y todo es intocable. Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz reposan a la sombra de sus nombres. Latir del tiempo que en mi sien repite la misma terca sílaba de sangre. La luz hace del muro indiferente un espectral teatro de reflejos. En el centro de un ojo me descubro; no me mira, me miro en su mirada. Se disipa el instante. Sin moverme, yo me quedo y me voy: soy una pausa. La puerta Amado Nervo Por esa puerta huyó, diciendo: «¡Nunca!» Por esa puerta ha de volver un día... Al cerrar esa puerta, dejó trunca la hebra de oro de la esperanza mía. Por esa puerta ha de volver un día.
Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa, levemente sacude la vidriera palpita más aprisa, más aprisa mi corazón cobarde que la espera.
Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos, y acecha agazapado mi deseo en el trémulo fondo de sus ojos.
¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta a que Dios me devuelva compasivo a la mujer que huyó por esa puerta?
¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales y, con su beso ha de llegarme ella, cual me llega en las noches invernales el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh, Señor!, ya la pálida está alerta:
¡oh, Señor, cae la tarde ya en mi vía y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía! ...¡Por esa puerta ha de volver un día!