Está en la página 1de 2

Bienaventurado

He escuchado a muchos contar con cierto sentimiento cuando ven a sus hijos pequeños dormir.
“Tan inocentes”, “sin ninguna preocupación”, “felices”, son algunas de las expresiones de estos
padres de familia, como si evaluaran su vida y se dieran cuenta que son gobernados por la malicia
en su corazón, que están demasiados ocupados en controlar el “futuro” y si se murieran en ese
instante no alcanzarían el favor de Dios debido a los pecados cometidos que cargan a cuestas.

Otras expresiones que he escuchado son el lamentarse por haber tomado malas decisiones en
cuanto a la conducta de su vida. Algunos dicen: “si me dieran la oportunidad de ser joven
entregaría mi vida Cristo para servir con toda la vitalidad juvenil”, “si no hubiera despreciado el
consejo de mi madre fuera una persona de éxito”, en fin.

Sin embargo, la idea de buscar a Dios no es para reprocharnos lo bueno que no pudimos hacer. La
idea de buscar a Dios es para ser bienaventurado, es decir contar con el favor y la bondad de Dios.
Así lo dice el Salmista:

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Salmo 32:1

La razón por la que no somos felices es porque no abrazamos la felicidad basada en el perdón que
Dios nos ofrece. Es por eso que vivimos en el reproche, en la tristeza, en el fastidio de vernos
espiritualmente y emocionalmente en fracaso.

Y no abrazamos la felicidad basada en el perdón que Dios nos ofrece porque callamos ante el
nuestro pecado, encubrimos nuestra maldad. Sin embargo el salmista nos ofrece dos imágenes
para que nosotros abracemos la felicidad basada en el perdón de Dios:

1. Una vida sin el perdón de Dios, es una vida enferma:


Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.  Porque de día y de
noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Salmo
32:3-4

2. Una vida en confesión permite el perdón de Dios


Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a
Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Salmo 32:5

Reflexiona:

 ¿Qué ocurren en tus expresiones diarias? ¿alegría o quejas? ¿reproches o


felicitaciones?

También podría gustarte