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Geografia i Historia

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Hermann Broch

\. KITSCH, VANGUARDIA Y
EL ARTE POR. EL ARTE
;

Universidad Liter2:·ia de Valencia


Títulos originales: Indice
Kitsch y arte de tendencia. Publicado como quinto párrafo en
el escrito titulado "El Mal en el sistema de valores del arte"
de Neue Rundschau. Traducción de Francisco Serra Cantarell.
Einige Bemerkungen zum Problem des Kitsches. Publicado
en Dichten und Erkennen, Vol. I, p. 295, Zürich, 1955. Texto
de una conferencia a estudiantes del seminario de germanfs­
tica en la Universidad de Yale. Traducción de Carlos Man­
zano.
J
James Joyce und die Gegenwart. Traducción de la Revista
Eco, Colombia.
Die Kunst und ihr Un-stil am Ende des 19. Jahrhunderts. Tra­
ducción de Margarita Muñoa.

@ 1955 by Rhein-Verlag AG, Zürich. P. 7 Kitsch y arte de tendencia


Alle Rechte vorbehalten durch
Suhrkamp Verlag, Frankfurt am 15 Notas sobre el problema del kitsch
Main. 33 James Joyce y la época actual
© de la edición en lengua española 63 El arte a fines del siglo XIX y su no-estilo
Tusquets Editor. Barce!ona, 1970.

1.º edición: ·noviembre, l.970


2.º edición: febrero, 1979

Tusquets Editores. Iradier, 24, bajos Barcelonil • 17


ISBN 84 - 722:3 • Ol.l. - 2
Depósito Legal: B. 8011- 1979 Printed in Spain
Gráficas Diamante, Zamora, 83, l3arcelon� - 18
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florecimient? del kitsch. La fase final del Imperio Ro-
mano �roduJo el kitsch y la época actual, que se encuen- f
i Notas sobre el problema del kitsch
tra al final de un proceso de disolución de la concepción (
del.mundo medieval, no puede ser representada por otra
cosa que por el "mal" estético. Las épocas caracterizadas �­
í
por una pérdida definitiva de valores , se apoyan en el ;
"mal" y e� la angustia del "mal", y un arte que quiera
.
ser expres10n adecuada de las mismas también ha de ser
expresión del "mal" que en ellas existe.
t Permitidme comenzar con una advertencia: no espe­
., réis definiciones rigurosas y claras, filosofar es siempre
Agosto de 1933 ':¡ un juego de prestigio con las nubes, 1, la filosofía estética
-� no escapa a esta regla. Por tanto, si de vez en cuando
;¡ flego a afirmar que aquella nube de allí arriba parece un
J camello, sed corteses como Pblonio y dadme la razón.
j Enotaréicaso contrario, temo que al final de esta conferencia
,� n s que habrán quedado sin respuesta demasiadas
'\\ preguntas, a las que -por otra parte-- solamente podría
:I contestar· en una obra de tres tomos dedicada al kitsch
1 (qµe preferiría no escribir). Además no voy a hablar pro-
1' píamente del arte, sino de un determinado comporta-
¡_ miento en los enfrentamientos con la vida. De hecho, el
Q kitsch no podría surgir ni tampoco prosperar, si no exis-
1'

] tiese el Hombre-deMdtsch, el ílfili!.ll1e....d.e..l..kitl:c.b, aquel


3 que como productor de arte produce el kitsch y como
1 consumidor de· arte está dispuesto a adquirirlo e incluso

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J a pagarlo .a un precio bastante elevado.· Entendido en un
sentido amplio, el arte es siempre el retrato del hombre
de su tiempo, y si el kitsch es mentira (muchas veces -y
con razón- se lo ha considerado así), dicha mentira re-
?¡• !·••_
caerá so9re el hombre que lo necesita, es decir, sobre
quien se sirve de este espejo tan respetuoso para poderse
·; reconocer en la imagen desfigurada que le devuelve y
, para poderse confesar (con un placer, dentro de ciertos
!
límites, sincero) con sus propias mentiras. Este es el fe­
r nómeno de que nos vamos a ocupar.
Al tratar fenómenos referentes a la historia del espí­
} ritu hay que reconstruir siempre el ambiente en que nacen
¡; y sobre el cual influyen: en primer lugar, la arquitectura,
!i que constituye una expresión completamente paradigmá-
� tica de cada período histórico; cuando pensamos en las
civilizaciones asiáticas, en Egipto, en el gótico, en el re­
nacimiento, en el barroco, lo primero que se presenta
ante los ojos de nuestra mente son las imágenes arquitecq
tónicas de las civilizaciones y períodos históricos citados.
14 15
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Pero, ¿qu� !magen s� nos pr�senta, cuando pensamos en ,l
J el no más blando, ciertamente, del barroco (cada .época
el romanttc1smo del siglo d1ecmueve? � tiene un tipo especial de pasión por la decoración) ofreció
Ningun a. Es cierto que una � ran parte del
ci.smo e_urop�o tuvo como escenario las fachadas de estilo J
romanti - : j un marco tan adecuado incluso para un Bach, por no
hablar de Handel y Mozart, quienes, ya de por sí, fueron
neocl�s1co-b1e�ermeier (el romanticismo americano, las;� proclives al efectismo? Para una considerable parte de la
de estilo c��omal), pero ello fue así porque los edificios de :t producción artística de la época, el kitsch constituyó
la generac1on P!�cedente estaba1_1 to�avía en pie. De he- ,\ realmente un marco absolutamente adecuado. Walter
cho, el romant1c1smo no produJo m un solo arquitecto } Scott, por ejemplo, revela una afinidad innegable, fatal
que fuese. capaz de eleva� �u estilo al !ango de cualquiera i incluso, con el neogótico de su tiempo, y para Paul de
de l?s,esblos d�l neoclas1c1smo, por eJemplo del Schinkel 1 Kosk -el tan estimado contemporápeo de Balzac- no
berhnes. Su ,P;tmer� expresión arquitectónica fue horri- i se podría verdaderamente imaginar uh ambiente más ade­
b�e: aquel gotico enJalbegad o o a base de ladrillos desnu- J cuado. Por tanto, el ambiente solamente aparece como
dos, con orladuras de mirlos, que hizo furor entre 1820 1. inadecuado al confrontarlo con las obras más geniales
Y, 184� Y. que lo mismo servía para las estaciones y edifi- i (en que, por otra parte, fue iparticularmente rica esta
c10s pubhcos c�mo para las quintas de gente acomodada � época) y adecuado, por el contrario, para todo aquello
Y para los barrtos obreros, hasta que este tipo de kitsch J que no alcanzó un nivel de valor absoluto y, por ello,
(pues se trataba de auténtico kitsch) tuvo que dejar paso ,i también para los dramas musicales de Weber (aparte de
a aquel todavía más violen�o del neorrenacimiento y del j la, estima que, en cualquier caso, éstos merezcan). Parece
neobarroco. Y q�e no �e d1g� que la vehemente rapidez J como si una línea bien delimitada de demarcación cru­
del proceso de mdustr1ah, zac16n y de desarrollo de las zase a través de la producción artística de la época divi­
grandes ci1.1;dades no concedió el tiempo necesario para :\ diéndola en dos grupos fundamentales, radicalmente di­
9,ue la arq�ltectura se adecuase a las nuevas tareas, empu-
Jan dola as1 � una desesperada búsqueda a ciegas. No, el •4
! ferentes y sin grados intermedios: por una parte, las obras
que revelan aspiraciones totalmente cósmicas; por otra, el
. kitsch. ¿Cuál de los dos grupos representa a la época?
Shmkel hab1a encontrado, por ejemplo soluciones para
tiendas y edificios públicos no sólo perfe�tamente adecua­ ¿Se caracterizó esta última por el kitsch (lo que nos lle­
das a las exigencias funcionales, sino también franca- / varía a considerar el gran arte romántico como su supe- .
o ración), o, por e1 contrario, no se debe atribuir al roman�
�ente m dernas. ¿Por qué, entonces, en vez de acoger i
dichas propu�stas, se :ºn�truyeron estaciones y casas para . i ticismo la responsabilidad del kitsch? Muchas cosas
obreros en kz_tsch gotlqmzante? La respuesta es sencilla. ! testimonian a favor de la preponderancia del kitsch y
Porque el estilo que correspondía al espíritu de la época ¡ sobre todo la falta de valores medios. Lo que fija el tono
no era el Shinkel, sino el kitsch, y porque al gusto edu­ estilístico de una época, en este terreno, es exclusivamente
cad_o en· �l kitsch el funcionalismo del Shinkel no le pa,.­ la obra genial, pero lo que lo sostiene es la obra media.
recia suficientemente bello. Lo_qu�Jnteresaba .eraJa be­ Los cuadros de la escuela gótica y renacentista pertene�
lk::z.a,..elef.e.c.tQ_p_ajJQ,Jª·º-eQorfü.;ión. cen a esta categoría; lo mismo se puede decir, indistin­
El gran arte romántico surgió en medio de este esce.: tamente, de las composiciones de todos los numerosos
nario totalmente inadecuado, de este kitsch que no llegó organistas de los siglos diecisiete y dieciocho, los cuales,
a se� el ambiente de B�ethoven, de Schubert, de Byron, . sin ser Bach, produjeron trabajos altamente apreciables
de Shelley, de Keats m de Novalis, pero sí el de Sten- •' (también en el campo arquitectónico, el último de los
d�al, Delacroix, Turn;r, Berlioz, Chopin, Eichendorff, maestros constructores, anterior al romanticismo, domi�
T1eck y Brentano. ¿Como fue posible colocar tanta au- •. naba perfectamente su oficio). El romanticismo, por el
tenticidad, tanto genuino y luminoso poder expresivo (y · contrario, no fue capaz de producir valores medios. Cual­
--en el caso de la lírica alemana- tanta interioridad) quier resbalón en el nivel del genio se convirtió en una
j��to a tantoJ.@_M!.S-�d.e�.or�ati�o. ruinosa caída desde las alturas cósmicas hasta el kitsch.
t1V1smo llegó a ser tan ms1p1do, . ? tan¿Y por qué este decora­
kitsch, mientras que Tomemos el ejemplo de Berlioz, cuyo efectismo y deco-

16 17
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¡ ¡' rativismo (franceses, por otra parte) rayan el límite de lo ! conservar desde el princ1p10 hasta el final la tensión
soportable: Berlioz no sólo utiliza títulos y asociaciones ¡ cósmica; las demás parecen condenadas a naufragar con­
ti;

i:! sensacionalistas y extrañas a la música, sino que ni si- j tra el escollo del sentimentalismo de los últimos versos y
quiera se avergu··enza de hacer caminar a su Fausto al J marchar a la deriva hacia la playa del kitsch. Esta cons­
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ritmo de una marcha de Rackozy virtuosamente arques- J tatación legitima mi afirmación sobre la ausencia de va­
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Í. ! '
r tada. Por lo demás, también el interiorizado romanticismo i lores medios en el romanticismo y vosotros mismos
-I.•¡
1
1
alemán se mueve siempre en el borde del abismo y cons- I -siempre que consigáis dejar de l�do vuestras impresio­
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tanternertte cofre el riesgo de que el verso se le deslice nes juveniles- podréis encontrar en Frauenliebe o en
hacia el kitsch; lo que también puede ocurrir en el medio Mateo Falcón de Chamisso ulteriores confirmaciones de
de un poema, y no por voluntaria ironía (como ocurre cuanto digo. Por el contrario, en el kitsch sólo se dan
en el caso de Heine), sino sencillamente por su incapa- valores medios sin más. El kitsch pu\\)'.de ser bueno, malo
cidad para mantener la tensión cósmica. A muchos de los y hasta genial. Sin embargo, en este sentido, me permito
lectores podrá parecerles incluso blasfemo que, para de- considerar con una nueva blasfemia a Wagner como una
mostrar esta opinión, utilice a nuestro poeta romántico de las más alt�s cimas jamás jlcanzadas por el kitsch,
más_ querido (al menos, el más querido para mí), pero lo no vacilo en añadir que ni siquiera Tchaikovsky pudo
hago precisamente para demostrar cuán rápida y pro- i mantenerse alejado de él.
funda puede llegar a ser la caída. Examinemos juntos el
Abendlandschft (Paisaje del atardecer) · de Eichendorff.
_i_
¡ c
Por ello no es del todo injusto considerar el siglo die­
inue ve como el siglo del kitsch _en lugar de como el
Los seis primeros versos: " siglo del romanticismo. Pero, si este juicio es exacto,
¿cuál es la causa de este hecho? Un marxista respondería
Der Hirt seine Weise, Í afirmando que la burguesía degrada el arte hasta conver­
Von fern ein Schuss noch fiillt, j tirlo en mercancía desfigurada y que por esta razón el
� florecimiento pleno del capitalismo industrial debía pro­
Die Wiilder rauschen leise
Und Strome tief im Feld.
Nur hinter jenem Hügel
¡ vocar necesariamente el florecimiento del kitsch (el he­
¡ cho de que este último esté viviendo actualmente en Rusia
mo, dicho marxista tende­
Noch spielt der Abendschein 1 1 un potente florecimiento póstu la teoría). Pero, será mejor
� ría a ignorarlo por amor de
hay que considerarlos sin duda como de los más bellos f dejar de lado lo que ocurre en Rusia para seguir atenta­
que la lírica alemana haya producido, en cuanto a sobria mente los hechos que se producen en nuestras tierras;
precisión descriptiva. A estos versos perfectos les siguen i anticipando el resultado del presente examen diremos que
otros dos que no son sino insípida imitación sentimental . por muy profunda que fuese la marca que el kitsch de­
de la poesía popular:
,
j jase impresa sobre el siglo diecinueve, el propio kitsch
deriva en gran medida de aquella actitud espiritual que
Oh hatt ich, hatt ich Flügel, definimos como romántica.
Zu fliegen da hinein! 2 La burguesía apareció en el siglo diecinueve como una
clase en ascenso seguro, una clase destinada a conquistar
Solamente en poquísimas poesías, por ejemplo en el el poder en un futuro más o menos próximo. Impulsada
Reisesehnsucht o en el Greisenlied, consiguió Eichendorff por esta vocación hacia el poder, tuvo, por una parte,
1 El pastor silba su melodía, / y lejos muere el último que asimilar el patrimonio tradicional de la clase corte�
sanofeudal a la que iba a sustituir y, por otra, reafirmar
disparo, / los bosques murmuran dulcemente / y los arroyos su propia tradición original, durante un tiempo revolu­
susurran en el seno de los campos. / Detrás de una colina /
juega todavía un último rayo del ocaso. cionaria.
2 ¡Oh, quién tuviese, quien tuviese / alas para volar La tradición cortesana era fundamentalmente estati­
lejos! zante, es decir, que su concepción ética se limitaba a
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i determinadas representaciones místi ¡
cas relativa s a u na je-
;
rarqufa aprobada por Dios tenía que resolver era conservar dicho espíritu ascético
mente :Je ,cualquier escepticisymen la cual, independiente- sin por ello arrinconar el racionalismo del libertinage.
i
se �eb�a in t egrar con u1:a actiotudluminista y tradicional, , Probablemente este problema habría quedado sin so­
esto1 ca, com o �omp a la v z
e divertida y f lu
ción si desde sus más rem�tos oríge1:es (que remont n
cer de la pro pia vida una1ón se otorg aba el derec ho a ha-� al R enacimiento) la burguesia a
ensac
obra de arte y d e
pr no h ubiese llevado en su
c::m un desenfrenado libe o curarse, J interior ten dencias que estab an d sti
rit u, todos los pla ceres pos17inaj e ,de los s�ntidos � �el espí- J producir el roma1;1tic isrno: las tendeencniaasda�e s, a su vez, a
suma --y éste es el privilegio ibl� s sm exclurr los artisttcos;
en\ La Reforma surgió de un gran descubrimi _ e la Reforma.
de t oda clase dominante-] mí nto , en parte
el de�echo a crear un grandioso stico y e n p a1i e te ológicorrac ional, es decir e l
corativo destinado a embellecer y exu ber a
nte p arato de-';! m nto de l , descuM
a conc iencia del absoluto,f de la conc
a
la vida, un aparato tanto']
ie iencia del
n:1á� exuberante cua11t9 que estaba some
t do infinit o, de la conciencia divina en el int erior del alma
crn fot.rna! d etb:atr�cci::;got el' a la influen-J .
contrario, la tradición bur-J1humana Dicha. conciencia transfirió el acto de 1a reve­
i
guesa t ema un e a- racter fundamenta ación a cada singular e indi1?ual alma humana impo
países protestantes estaba exclusivamlmenten ético ; en los) niéndole con ellq la responsabilidad de la fe, u na respon­
ideal a�c �tico puri üu;1o�alvinista, ente i fluida por el ; l que, antes , había recaído, a su vez, sobre la­
ses catolt_co s el mov
mi�ntras que en los paí- f Isabi idad E
1miento revoluc1?nar .o paralelo glesia . l al ma saldó_ ;a cuenta volviéndose presuntuo�a
fue tambien , una � (que J y fanfarrona . Se volv10
protesta c ontra el ltbe rtmage del ancien i confiado esta ta , �caresunt':1a:sa, p or:qu� se l e babia
ré�ime) h abía hech de la v rtu
?
s al, tant o en los pa1se � un principio guía univer- que com
s cat61_1cos c omo en l os ¡ r
rea cosm1 y d1vma, y fanfarro na, por­
e ndía bast�n te bien que se le ha?ía c oncedido
protestantes j una con fi� a?za exces1 a, que se
el �o.mbre se ve:ª
: :pues, es!1mulado a dem ostrar un y le habi, a unpuesto _una
espmtu · de s acnfic10; en esto gran ¡ nsabihdad sup nor a sus f� erzas . Este es el or g n
aquéllos p or amor a Dios. Ens am p or amor al estado, en ·�¡ respo romanticismo; e�ste es el ongen, por u n l ado i e
b os ca sos dicho impe- 1 ex t
d el , d e la
rat�v.o estaba b asado exclus! ame al ación de quien, desdoblando todas las e nergías es
r nt e en la razón y era ij ­
hosttl al arte Y a la dec rac1on , o, po piritu ales, incluidas las artística s, intent� elevar a una

rente al arte. La burgu esia esta r 1o men os,
ba obligada a permanecer J esfer
.10 .
d1fe-! a absolu ta o seudoabsoluta el mezquino acaec e
r �o­
abs oluta� e�te �iel a est t id i n
a severa tradición propia para } i y o de la v ida terrenal y, por otro, del terror de qmen
a
pod erse d1st mgu1r y oponer a la aris n e el peligro de un a empresa de este !ipo. D e he ho,
clase destin ada a s ustitu
tocra cia feudal como � etu icha exaltación y de dicho te rror denva esa part�1cu­
irla en e l poder. ¿Por d d
ces, tuvo que someterse a la ley de qué, enton- ¡ lar incertidumbre del alma rom
ántica que, t mula
P! arse
l
. } a t�adición arist ocrática, aunque f
a asimilación y apro- -
¡ vacilante quisi era volver atrás, quisiera correrréhasta elY
¡ d1recc10n diam etralmente opuesta y _ u�se en una l sen o de Ía Iglesia para refugiarse nueva;111ente en s�.:i c er­
antonom1 ca con res-
pecto a la suya? ¿Fue la pasión por
l arte l a que la incit ó
¡ tíclumbre sobre el absoluto. Para prevernr esta reca1da, el
a hacerlo? ¿O solamente el espíritu ede imient ur ocalvinista había indic a�o al h mbre
cWamente lo que ocmTi6 fue que i mita ción? ¿O sen- lmov ran a o xp itan o
a ga tí e clusiv a de las Escrituras, i mpornénd�l aque
ascético ha bía desaparecido? Cada u entr et anto el espíritu lla ascesis fría extraña a cualquier clase de efus : -
no de estos fa ct ores · 1011, que
debió de intervenir en alguna medid estaba destinada a convertirse en el estilo de vida de la
de una época il uminista , y sabido esa, ya que se trataba ¡ burguesía. P ero , cuando la ascesis comenzó a p�rder su
no favorece el espíritu ascético (no que el iluminismo estrecha imperatividad, el burgu s sintió tam?1én que
h echo de que fuese el crea �tra cosa signif ica el , quedaba anulada la rohibici 1: éde la ex altac16n Y, lo
dor de ltbertlnage). Por otra ! � ?.
parte, en la época de l a industrialilzac qu e es más, se e xalto, parado11camente, para salvar_ }a
tinguir el espíritu Huminista, ni era ión no se podía ex- propia tradi ci ón ascética. Toda ascesis, toda repr�sion .
antigua fe que hab ía impulsado la a s p osible r eavivar la
cesis. P or tanto, a del placer tiene un. c entro de gravedad sexual. Es c1�rto
p esar de lo anterior, la cuesti ón i nsolub le que la burguesía qu e el puritanismo no imponía una castidad monástic ,

sino u na rigurosa monogamia . Precisamente , lo que babia
1¡ 20
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·� ) 1 !

· _l En este texto, la fidelidad aparece. yteralmente e�eva-


que confirmar y reforzar era la monogamia; tanto más ·i a su máxima expresión. La nueva epoca, �s decir, la
i

da
é oca de la burguesía, aprueba la monogamia, pero al
'
cuanto que, de esta manera, se podía impregnar el cora- �
p
i '
s del li­
z6n de libertinage. El amor mon6gamo quedaría a salvo,
si se lo intensificaba hasta la exaltación que en otro:�j mismo tiempo quiere go�ar d� todos los plac�re si e o fuera
bertinage, de form a todavia mas concentra d a,
tiempo había sido rigurosamente prohibida por la ascesis. '! , �tent con �levar hasta1 1 las es­
' '
La frigidez puritana quedaba traspuesta en la pasión. f osible. Por ello no se co
frellas el acto sexual monogamo; obliga a las estr�llas,
a

1:'oda cópula ocasional en la vida cotidiana se veía elevada J ·unto con las demás cosas eternas, a descender a la t1err.a
: !

a la esfera astral, se veía conducida hasta el nivel del j J ara ocuparse de la vida sexual de los hombres Y _Perm1-
absoluto (o mejor de un seudoabsoluto), quedaba trans- :¡ iirles alcanzar mayor intensidad de placer. El medio para
figurnda en un amor a lo Tristán e Isolda, incormptible :;
Icanzar dicho resultado es la fanta�a reforzada con la
Y eterno. Y dado que, así, lo que se hizo fue introducir ') :xaltación. El werther es l a primera obra en que aparee.e
en el reino de la eternidad y de la inmortalidad los as� j
pectos más terrenales de la vida, aun el mundano por ·1 este tipo de exaltación; el espíritu de un a .época se mam*
fiesta siempre por primera ve2: ,.en el g�mo (por ello, no
excelencia, este hecho permite explicar ésa atmósfera de J que
necrofilia francamente indecente que domina en gran J hay por qué extrañarse de que·1-Tapole?n: el hombre her
eprese ntaba a los nuevos tiempos, sm tiese el W e rt
parte la literatura romántica. Escuchad lo que dice Nova� � � an próximo a su propio espíritu hasta el punto de llevarlo
lis sobre este tipo de fidelidad más allá de la muerte en
su Lied der Toten (Canto de los muertos): ti en todo momento consigo, aunque su yida _no fuese nada
i wertheriana). Sin embargo, fue. �ovahs qu!en sacó todas
� las consecuencias de la exaltacion wer5her1ana hasta ll�-
varla al límite extremo; de ello r�sulto el gran romantl­
Leiser W iinsche süsses Plaudern

cismo. Y por ello hay que considerar co?;o un �ec?o
Roren wir allein und schauen
¡
,\ natural el de que la desencadenada exaltac1on romant:ca
Immerdar in sel'ge Augen,
:S arrastrase dentro de sí .la continuación de las. tendencias
Schmeken nichts als Mund und Kuss.
Alles, was wir nur qerühren, } _ católicas. · . ' ·,
} .

Wird zu heissen Balsamfrüchten, ¡ Sin embargo, con la falsa superación de su .t!·ad1c1on


Wird zu weichen zarten Brüsten,
� ascética, o mejor con esta nueva falsa celebrac1on de la
Opfer kühuer Lust. '¡ ascesis la burguesía intentaba no s6lo resolver los pro�
lmmer wilchst und blüht Verlangen, ! blema; eróticosexuales, sino también encontrar un �o��
Am Geliebten festzuhangen,
j promiso entre la propia concep��ón · puritana y ascetlca
y el propio amor por la decorac1on. _Por eso, aun�ue. en
¡::
Ihn im Innern zu empfangen,
Eins mit ihm zu sein. secreto le gustaba, tenía que despreciar el decor�tlv1sm?
Seinem Durste nicht zu wehren, cortesanofeudal para mantener la fe en su propia tradi­
j Sich im Wechsel zu verzehren, ción ascética y, aunque en aquel moment? podía conceder
L Von einander sich zu niihren, mayor libertad al propio gusto decorativo, el resultado
Von einander nur allein. tenía que ser por fuerza un arte más serio, más elev:ado,
i .·
So in Lil!b'und hoher Vollust más cósmico que el de sus predecesores. El paralelismo
Sind wir immerdar versunken,
Seit der wilde trübe Funken que inmolamos al más intenso placer. / Siempre crece en
Jener Welt erlosch.3 nosotros y florece el deseo / de ª?razarnos �1 ser am�do /
de recibirlo en nosotros, / de fu11;d1rnos con el, / de ahmen­
3 Sólo oímos / vagos acentos, dulces tarnos el uno con el otro, / de alimentarnos �olamente noso­
, coloquios, / nos tros mismos. / Así, siempre estamos sumergidos en, el am"?r
miramos eternamente en los ojos felices / y sólo gustamos y en la sublime voluptuosidad / de, cuando la salvaJe, turbia
la boca Y los besos. / Todo lo que tocamos se transforma en chispa / del mundo terrenal se apago .
ardiente fruto de bálsamo ;· en mórbidos, tiernos pechos /
23
22
con la situación er6ticosentimental (en sus actitudes y en
sus acciones, el hombre no dispone de una gama muy
li'
J dicha "Diosa. Razón'! quedó pronto olvidada. Por el con­
trario, en el reino del arte las cosas absurdas molestan
vasta de variaciones) salta á la vista: el burgués desprecia 1 menos, por ello el horrible espectro de la divina belleza.
�os, placeres e_sté�icos del libertino, pero quisiera gozarlos jl que desciende, o es obligada a descender hasta la obra de
igualmente, s1 bien en un plano más elevado. De hecho arte, continúa presidiendo la literatura durante todo el
ig�al que en la esfera de las relaciones eróticas, el Amo; siglo diecinueve, e incluso pasa sin solución de continui­
1
i
1 ¡

\i,
mismo ,debe desce11de:r de. su sede celeste para consagrar l dad al siglo veinte. Esta divina belleza tan proclive a las
toda copula humana y ralizarse en ella también en el encarnaciones es el símbolo fundamental de toda la es­
terreno estético, la belleza en persona debe quedar en­ :l! cuela a fundar una religión de la belleza (aspiración que
carnad� en cada obra de arte y consagrarla. Eichendorff se advierte tanto en los prerrafaelistas como en Mallarmé
expreso esta mentalidad en una poesía poco poética ' el � o en George). Sin que por ello negue�10s la grandeza de
soneto Der Dichter (El poeta): , 1 Mallarmé o la importancia de las creaciones artísticas
1,

1 de George ni tampoco el valor, por otra parte considera­


blemente menor, de los prerraf�elistas, podemos afirmar
tranqyJla,91�p.J� que la diosa de 1a belleza .en el JJrte es la
Das Leben hat zum Ritter ihn geschlagen, �
diósa del kitsch.
E r soll der Schonheit neid'sche Kerkér lichten-'

püede objetar que siempre el arte genera belleza.


Dass nic,ht sich alfe gotterlos vernichten,
� ··se'
Es cierto, como también lo es que todo acto cognoscitivo
Sol! er die Gotter zu beschworen waguen. 4
Esta receta (a la que afortunadamente Eichendorff no se 1 genera verdad. Pero, ¿ha existido alguna vez un ojo hu­
a�uvo en su propia poesía) c·ontiene casi todos los ingre- J mano que haya podido contemplar "la" belleza o "la"
d�entes qu� la época y la generación de este poeta propo�
:ii verdad? Sin duda, no, porque ambas -y no necesito citar
man �1 artista. Este último no sólo debía ser "caballero" aquí a Schiller- son meros objetivos platónicos, adjetivos
Y "prmc1pe de la poesía", sino también sublime sacer� 1i substantivados. Para el hombre de esta tierra la belleza
dote,_ al que correspo_ndía el encargo de asegurar la su� f y la verdad son accesibles solamente bajo la forma de
pervivencm de los dioses en vfrtud de su práctica del fenómenos singulares bellos o verdaderos. Un científico
culto, o sea, en virtud de su producción artística· como que en sus investigaciones no ponga otra cosa que su
l
s�lcerdote debí� e_ntrar en contacto con los dioses para in� amor a la verdad, no llegará muy lejos: por el contrario,
i
citarles a rest1tmr al mundo la belleza y hacerla bajar
· ¡
; necesita la lógica y la intuición; y si la fortuna (que en
en carne Y hueso de su sede celestial hasta el' nivel p,e es'tas cosas desempeña un papel bastante más importante
J
las cosas, mortales �n t?da obra de arte. Schiller, quien
J que la idea de verdad) le es propicia, la verdad se pre­
sobre, este t�O?,� habia dicho cosas bastante más sensatas, i sentará por sí sola en las conclusiones de su trabajo o de
par�cia de�m1t�vamente olvida?º· Dicha concepción no sus experimentos. Lo mismo se puede decir en el caso
¡,

! i
''
¡,

es smo el pieavrno de una especie de religión de la belleza del artista. También éste tiene que someterse incondicio­
n� muy diferente de la religión de la: razón que la revolu� :j1 'nalmente a _su objeto; la capacidad de escuchar la voz
i\·

c10n francesa había intentado instaurar, cuando, después ij secreta del objeto (independientemente de que éste se pre­
!

de haber destronado a Dios, había sentido la necesidad de sente como objeto exterior o interior), de descubrir las

1
basar su vertu sobre algo absoluto y para ello hab'Ia · � leyes a que obedece -recuérdense los experimentos con
ve_nta do I a "D.1?sa Razo, n ' '. Sin embargo, como en inel la perspectiva de Durero y los de Rembrandt con la luz­
remo de la razon las cosas se producen racionalmente, no dependen del amor que el artista siente por la belleza.
Igual que en el caso de la verdad para el científico, la
4 ,La vida lo_ �a armad belleza es, por el contrario, un fruto maduro que recogerá
o caballero, / para
a �as carceles env1d10sas que mantiene prisioneraque ilumine
a la belJe.­
con la obra conseguida. Sin embargo, ¿por qué razón el
z �, I Y para que no sea profanada, él debe invoca científico y el artista se ven estimulados hacia adelante
d10ses. r a los incesantemente por ese látigo que es la obsesión por el
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r.ff 1
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objeto? ¿De qué deriva_ este �mor por la ?úsqueda? ¿Se tema abierto. El roma?ticismo _tiende e�a�tamente al ex•
trata quizá de la terra mcognita 15 de lo ex1�tente que. los �
fascina? No, lo que. es realmente desconocido no puede· :i t roo contrario. Considera la idea platomca del arte, la
todavía seducir; sólo seduce lo que empieza apenas a Ji¡:_- ai ::neza, como meta inmediata, y tangible de toda ob;ª·
tuirse: qµien ..entr'év'é.�lfü�·:nue,ro::-thtgfrienfo- de realidad � De este modo sustrae al arte, al menos en parte, su carac­
'oe13e""fógrar darle una J�rmulación para poder hacer que � ter de sistema. Por otr� parte, en la _medida en que_ el a�te
existá. Tanto én la ciencia como en' el arte, lo que im- ¡ un sistema se convierte en un sistema cerrado, el si s­
porta · es la creación de nuevas palabras referidas a la ¡ ;!ma infinito 'se convierte en sistema finito. El arte aca­
realidad, y si este proceso se viese interrumpido, no sólo ! démico, que constantemente . va. en bu}�ª de n_ormas Y
dejarían de existir el arte y la ciencia, sino que el propio '] reglas que imponer, como cntenos esteticos _umversal:s,
hombre desaparecería, porque el hombre se distingue del i a todas las creaciones artísticas, ?��e en realt?ad lo °;11�­
animal precisamente por su capacidad para descubrir y 1 es decir presupone la pos1b1h'1.ad de ctrcunscnb1r
: ¡0 finito t{n proceso en sí infinito. Cie�t�mente _no. se
0

crear cosas nuevas. Quien, en arte, se limita a buscar so- _ f


lamente nuevas esferas de belleza crea sensaciones, no • puede identificar el kitsch con el a,cademicismo (s1 h _1en
arte. El arte está hecho de intuiciones de la realidad y ,!_ este último es uno de los camp.@s mas fecundos de ap 11ca­
sólo gracias a dichas intuiciones se eleva por encima del - i ción del kitsch), pero t�mpoco se d�be ignorar el deno­
kitsch. Sí no fuese así, podríamos contentarnos sin más 1: minador común que existe por debaJo d_e todos esto� �e- _
con l as esf·eras d e· be11eza ya· descub.1ertas, por eJemp . no'menos ' y que consiste en su tendenci . . a, a hacer fmlto
l o i. el sistema. Y, así como esta d e 1mitac1on
· .1 uye el
const't
la escultura egipcia que es sin lugar a dudas insuperable. i 1
En este momento hemos llegado al punto en que es " presuruesto fundamental de toda forma de kitsch: . es
posible demostrar por qué el kitsch pudo surgir del ro- al mismo tiempo consecuencia de la es_trnctura especifica
rnanticismo, por qué debe considerarse como un producto 1¡ del romanticismo (o sea, de su tende_ ne1a,_a el�var lo mun­
dan o hasta la esfera de lo,.•etetf o); de,J�1sma manera
i """
específico del romanticismo. De hecho, si el conocimien- ;¡
to, y en particular el conocimiento científico, se puede -'!. se puede afirmar que el·{omanticismo, atlp sin ser pro-
piamente kitsch, es sJ padre y que hay /momentos �n i
definir como un sistema lógico en infinito desarrollo, la
,

que el hijo es tan parebdo al padre que IJ,b se puede d1s- ¡_


misma cosa se puede decir del arte: en el primer caso l
el telos del sistema (un fin suspendido en el infinito e tinguir de éste. ,...,.. //
infinitamente lejano) es la verdad; en el segundo, la be- Sé que me he dejado llevar·-sa�:ulf"ferreno algo a��trac-
lleza. En un caso y en otro el objetivo final es una idea to, y sé también que para expbcar u.�ª ab�tracc10n es
platónica. Que también el amor sea una idea platónica necesario hacerle seguir otra abstracc1on e mc!uso una
de este tipo, una idea que no se puede descubrir a través ,; tercera. El kitsch no es enterame�te _arte deterior�; far-
• 1

de las muchas uniones a que el hombre se ve· forzad ma un sistema propio, cerrado en s1 m1Smo, que se mserta
parece una verdad desagradable (ello explica, por lo de-o como un cuerpo extraño en _el siste1::a global del. �rte o,
más, por qué los cantos de amor son todos inevitable- si se prefiere, que se coloca iunto � �ste. Su relac1on con
mente tristes), sin embargo, dado que el amor no se puede ¡ el arte se puede parang�nar metafonc��nte con 1� r�la-
!' considerar como un sistema, en su caso particular se ción existente entre el srntema del Anticristo y el s1Stema
puede tener alguna esperanza. Por el contrario, dond de Cristo. Todo sistema de valores, si se ve afectado en
inaccesibilidad del fin está fuera de dudas es en lasees- la su autonomía desde el exterior, puede quedar alterado Y
tructuras que, como la ciencia y también el arte, se mue- 1 corrompido; una cristial'l:dad que }mpone a los sacerdotes
ven incesantemente hacia adelante de un descubrimiento la obligación de bendeclf los canone_s y carros armados
a otro y en que, por esta razón, la meta está fuera roza el kitsch tanto como una literatura que exalta. la
sistema; el sistema puede y debe definirse como un del amada casa reinante o el amado caudillo o el amado ge-
sis- neralísimo O el amado jefe de gobierno. Más peligroso
5 En latín en el texto. todavía que estas insidias internas es, sin embargo, el
enemigo interno: todo sistema es dialécticamente capaz,
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j '' 27
incluso se ve directament e obligado a ello, de desarrollar
1
; •' el "sistema-arte" les pone ante el imperativo ético: "haz
su propio antisistema, hecho tanto más grave, cuanto que I
·. · un buen trabajo". El kitsch es el mal dentro del sistema
en una primera ojeada, sistema y antisistema se aseme- ··1·_ de valores del arte.
jan en todo y por todo, por lo que es dificilísimo advertir �1 Es cierto que incluso un sistema ético no puede por
que el primero es abierto y el segundo cerrado. El Anti- j menos de crear convenciones y precisamente por esto el
cristo tiene exactamente el mismo aspecto exterior que .i·, hombre que se atiene a ellas se ve inevitablemente obli­
Cristo, actúa y habla como él y sin embargo es Lucifer. gado a estetizar, al menos hasta cierto punto, sus pro­
¿Cuál es, pues, el signo que nos puede permitir notar en j duetos y a transformarlos en obras de arte correspondien­
última instancia la diferencia? Un sistema abierto como -� tes a dichas convenciones. De acuerdo con el carácter
el cristiano, es un sistema ético, proporciona al hombre \j exclusivamente estético de la convención a que se atiene,
las indicaciones nec�sarias para que pueda comportarse � el sibarita hará de su vida una obra m.,¡¡testra de libertinage,
cb�o hombre; un sistema cerrado, por el contrario, re- 1 mientras que el monje que coloca su existencia bajo el
baJa sus normas (aunque recubriéndolas, a veces con el J signo de una convención ética dará a la suya el carácter
�smalte de la_ ética) hasta el nivel de simples r�glas de ,¡ de una obra trascendental. No ,pbstante, ambos revelarán
Juego, es decir, transforma la parte de la vida humana 1 una orientación coherente, estarán conformes con la rea­
que controla en un juego valorable no como hechos éti-
ces, sino sol�mente como hecho estético. Es un giro con-
1 lidad; la vida del ·sibarita en el sentido de la realidad te­
� rrenal; la del monje en el sentido de la realidad celeste .
cept_ual cualquier cosa menos sencillo -ya os lo he ad- -� ¿Se puede decir lo mismo de una vida inspirada en
vertido antes-, pero puede quedar más claro si tenemos 'J el kitsch? La convención original sobre la que reposa
en cuenta que un jugador se comporta éticamente bien � un vivir de este tipo es la de la exaltación, ya que intenta
sólo en el caso de que conozca a fondo las reglas del reunir cielo y tierra en una relación absolutamente falsa.
propio juego Y si actúa ateniéndose exclusivamente a di- ;, ¿Cuál es el tipo de obra de arte, o mejor de artificio, con
chas reglas; todo lo demás, y también lo que puede su- � el que el kitsch intenta transformar la vida humana? La
ceder a un paso de distancia, no debe interesarle hasta \ respuesta es sencilla: la obra de arte impone a la realidad
tal_punto que, mientras realiza su baza, puede dej¡r tran-
una convención completamente irreal aprisionándola en
?
quilamente que a su lado se ahogue u11 hombre. D1'cho
jugador está prisionero de un sistema que simboliza sim�-
;_:¡ un esquema falso. El gran romanticismo sembró el mun-
} do con tantas tragedias de amor, suicidios singulares y
ples convenciones
· y aunque los símbolos estén hechos a
·
imagen y semeJan za de presuntas realidades efectivas no �.,.�-. . falsos, precisamente porque el neurotico, perdido como
por ello el sistema deja de ser un sistema de imitación. está en la selva de las convenciones irreales, que para él
, han alcanzado valor de símbolos, no se da cuenta ya de
Ya hemos hablado de las grotescas religiones de la be- � que está confundiendo constantemente las categorías es-
1r llez:.Y de 1� raz1f· Podemos añadir también las religiones
i pohticas . 1 ambien en este caso se trata de sistemas de téticas con las éticas y viceversa y de que, por tanto,
obedece a imperativos morales falsos, La única categoría
!
imitación, de religiones de imi'tación que a propósitff
llevan dentro de sí el germen del mal. T�mbién el dei que emerge entre esta confusión es precisamente la del
kitsch es u� sistema de imitació n. Puede asemejarse en kitsch y su negatividad, su malignidad incluso, consis-
todo y por todo al sistema_ tente en una existencia impuesta sobre la hipocresía uni-
del arte, sobre todo cuando
es marnpulado por m�estros de la estatura de Wagner, versal, extraviada entre una inmensa maraña de senti-
o de dramaturgos valiosos como los franceses (Sardou mientos y de convenciones. Es superfluo recordar cómo
por _ejemplo) -para es�og 1· un ejemplo en el campo d�
7 la burguesía se mintió a sí misma al contarse la fábula de
la pintura- de un Dah. Sm embargo, el carácter imita- una completa victoria de sus propias orientaciones; du-
tivo está destinado a transparentarse también en estos rante todo el siglo diecinueve fingió creer que había inau-
ca�os. El "sistema- �itsch" impone a sus adeptos la si- gurado la mayor etapa artística de la historia y que había
. .
gu1ente exigen cia: , haz un bello trabajo", mientras que vencido para siempre al libertinage,
28 29
Desde un punto de vista de historia contemporánea esteticismo y la industria de la diversión. � tuye debería haber
const el marco
considero particularmente interesante la alusión a la re­ citado la arquitectura moderna, que enom !
enos, y q:ue,
lación entre la neurosis y el kitsch, incluso porque re­ sobre el que se desarrollan todo s estos f
o a ser un arte basta 1;1 t e genum o
vela su malignidad. Ciertamente no es casual el hecho a pesar de ello, ha llegad posib le la apa­
de que Hitler (como su predecesor Guillermo II) fuese y auténtico, hasta tal punto que ha hecho
o. obs­
un adepto entusiasta del kitsch. Vivió el kitsch tipo san­ rición de algunas esperanzas de cara al futur No a a
gre y amó el kitsch tipo sacarina. Ambos le parecían tante, precisamente por consideraci?n a este panor �
"bellos". También Nerón fue un entusiasta de la belleza más optim isrna, por lo menos debena haber empre nd 1do
_
1�0.
y, en cuanto a talento artístico, bastante más dotado que el intento de fijar una sintomática del ar!e autént
Hitler. El espectáculo pirotécnico de Roma en llamas y Temo, sin embargo, que en est.e ca�o habnamos temdo
de las antorchas humanas de los cristianos empalados en que quedarnos toda la noche d1scut�ndo. ,Por ello, pre­
los jardines imperiales constituyó ciertamente un aprecia­ fiero contaros una leyenda hebrea: Un dia llega a una
que
ble valor artístico para el estetizante emperador, el cual comunidad israelita de Polonia un rabino milagrero
demostró ser capaz de permanecer sordo ante los gritos tiene el don de devolver la vi§Ja a los ciegos . De todas
de dolor de las víctimas e incluso de apreciar su valor de partes acuden a Chelowka -6ste es el nombre de la co­
comentario estético-musical. En este sentido, no hay que munidad- hombres y mujeres enfermos y entre e�los
olvidar que el kitsch moderno está todavía muy lejos de Leib Schekel, quien avanza por el polvoriento cammo
haber concluido su marcha triun.fal y que -especial­ protegiendo sus ojos con un paraguas ver�e y llevando �n
mente en las películas� está todavía impregnado de san­ la mano el bastón de ciego. Pasa, un conocido: « ¡He! Le1b
gre y de sacarina y, por último, que la radio es un autén­ Schekel, ¿vas a Chelowka?)) (($1, voy a Chelowka a yer­
tico volcán que vomita un chorro continuo de música de lo,>> (<¿Y qué te ha pasado en los 010s?n ((¿En los OJ�s?
imitación. Y si os preguntáis hasta qué punto vosotros • Que me había de pasar?» ((Si has conservado los OJOS
mismos estáis influenciados más o menos por este alud �anos hasta la edad de cien años, para qué tienes que ir
de kitsch, daos cuenta -yo al menos, por lo que a mí a Chelowka con bastón?)) Leib Schekel sacude la cabeza:
personalmente respecta, me la doy- de que nuestra in­ <(Porque un hombre que se haya conservado sano hasta
clinación por el kitsch no es en absoluto un hecho ex­ la edad de cien años puede ser miope. ¿Me entiendes?
cepcional. No parece del todo injustificado sacar la con­ Cuando esté ante él, el Grande, el Verdadero, quedare
clusión de que el mundo está encaminándose hacia una ciego y él me devolverá la vista. i> " , .
neurosis universal cada vez más aguda; no es del todo Lo mismo ocurre con el arte autentico. Deslumbra al
absurdo considerar que tiende a una disociación esqui­ hombre hasta cegarlo y después le hace ver la verdad.
zoide, si todavía no totalmente esquizofrénica, destinada
a �lcanzarnos a todos, una disociación que todavía hoy Invierno 1950-51
deJa transparentar dentro de sí la antinomia teológica que
originó la Reforma. La estructura fundamental de la pro­
bl�mática humana parece seguir siendo constante por de­
baJo de todos los disfraces, y al final demostrará que
sigue estando condicionada por la teología y por el mito.
Como dije al principio, soy consciente de que no he
hecho más que señalar los problemas sin afrontarlos. De-
6 er�a haber h�blado todaví� de la Ópera y del kitsch ope­
r�, st1co, es decir, d;l arte mas representativo del siglo die­
crnueve, y debena haber demostrado cómo la novela
moderna ha realizado un intento francamente heroico
por detener la oleada de kitsch, o lo que es lo mismo, el
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