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Cfr. Sabine, G. H., Historia de la teoría política, 266.
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Sabine, G. H., Historia de la teoría política, 265.
1.1 Las guerras de Italia
3
Cfr. Fortea, J. I., “Las guerras de Italia” en Historia Universal, 1954.
apoderan de Florencia e invaden Nápoles en el mismo año y lo incorporan a la Corona
española. A partir de entonces los acontecimientos se precipitan negativos para Luis
XII, quien muere en 1515. Poco antes había arreglado una tregua con el Papa, pero la
lucha se reanudó cuando su sucesor Francisco I pretendía recuperar Lombardía. En
1515 entra a Milán. Poco después regularizó las relaciones con la Santa Sede, y en
1516, a la muerte de Fernando el Católico, firmaría con España el tratado de Noyon por
el que parecía ponerse fin a las guerras de Italia 4, algo que estaba muy alejado de la
realidad. Dicho todo este contexto histórico ahora se pasará a señalar los pensamientos
sobre la política y la guerra de los hombres que experimentaron estos acontecimientos.
Simplemente la guerra es el arte propio del que gobierna: “Un Príncipe, por tanto, no
debe tener otro objetivo ni más pensamiento, ni tomar otro arte como propio, aparte de
la guerra, sus modalidades y dirección; pues es la única que concierne al que manda” 5.
Es interesante la manera de expresar al sujeto del arte bélico: “el que manda”, aquel
hombre que dirige y tiene en sus manos las riendas del Estado, que es el depositario del
poder gobernador, y que es él mismo la causa del engrandecimiento o decadencia de su
gobierno. Entonces este hombre-gobernante tiene como arte propio el pólemos, la lucha,
el conflicto, la actividad bélica, su arte. Como la pintura al pintor, o la canción al
4
Cfr. Fortea, J. I., “Las guerras de Italia”, en Historia Universal, 1955-1956.
5
Maquiavelo, N., El Príncipe, 48.
músico, el gobernante crea la guerra. Él es el encargado de hacerla bella, porque es su
arte. La guerra se convierte en una virtud que garantiza la conservación de un Estado,
pero si no se sabe usar este arte, se puede convertir en el fin del mismo y el comienzo
de otro muy distinto6. La guerra se convierte entonces en un genio que al mismo tiempo
que sonríe con la victoria al vencedor, de la espalda al fracasado e impotente vencido.
La guerra es el parámetro del poder de los Estados 7. Un Estado no crecerá, no se
desarrollará, ni tampoco prosperará si no tiene la virtud de la guerra, ni mucho menos
gozará de la paz. Maquiavelo considera la guerra como aquella actividad que está
presente en cada uno de los pueblos de la humanidad desde que aparecen hasta
desaparecen8. La guerra es una actividad que trasciende al campo de batalla; la guerra
es un espíritu caprichoso que dirige el destino de los hombres en compañía de la
fortuna. Si se analiza el contexto de Nicolás Maquiavelo, ya expuesto anteriormente de
manera general, se notará la lucha por el poder entre los Príncipes de aquel entonces
para poder hacerse con más poder cada vez que ambicionan los territorios de Italia. La
guerra estaba jugando un papel importante en la configuración de cada uno de los
Estado involucrados: Florencia, Milán, los Estados Pontificios, Venecia, España,
Francia, etc., y sus relaciones conflictivas de ellas detonaban una nueva página en la
historia de la humanidad en donde se verían cambios prodigiosos que afectarían,
positiva y negativamente, a toda la sociedad de la Italia del quattrocento:
Los progresos del arte de la guerra condujeron a una revolución militar que hay que poner
en relación no sólo con las puestas en práctica de innovaciones tácticas (uso de formaciones
lineales de soldados de infantería, predominio de la carga sobre la caracola de la caballería)
y estratégicas (empleos simultáneos de ejércitos) sino también con progresos de orden
técnico, burocrático y financiero. El resultado no sería otro que el de un aumento sin
precedentes de las dimensiones de los ejércitos y del impacto de la guerra sobre la
sociedad.9
10
Maquiavelo, N., El Príncipe, 51.
11
Reale, G. – Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico, II, 120.
12
Maquiavelo, N., El Príncipe, 56.
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Maquiavelo, N., El Príncipe, 56.
Esta visión pésima de la naturaleza humana debe ser tomada en cuenta por el príncipe
cuando vea en ella unas constantes potencias destructivas, y que se puedan convertir en
una amenaza para la integridad del Estado14. Respondiendo a la pregunta antes
formulada, se debe tener en cuenta que la fuerza con la que actúa el príncipe para
demostrar su poder y mantenerlo en buen estado es la guerra. Y esto es importante por
Maquiavelo mencionará que si el príncipe está con sus ejércitos y milicias, y tenga un
poder efectivo sobre sus componentes, los soldados, se le otorgará por sí solo la fama
de cruel, una herramienta que le garantizará aplicar la fuerza-guerra necesaria para
entrar en acción, si es preciso obviamente15.
Hasta aquí se ve a la guerra como la herramienta con la que debe de contar todo
príncipe para mantener su propio Estado unido. Pareciera una contradicción por el
hecho de ver en la guerra un acto que divide a la población, pero es que en la práctica
un Estado no está más unido que cuando está más preparado para un enfrentamiento
bélico. Este problema de un Estado unido era una especie de trauma para Maquiavelo,
quien veía un obstáculo para la misma prosperidad y progreso de sus compatriotas en el
hecho de que Italia se encontrara fragmentada por sus conflictos internos, al mismo
tiempo que se veía amenazada por las potencias exteriores. Como ya se ha mencionado,
uno de los pretextos del pensamiento de este florentino es el de la inestabilidad que
ocurre en su Italia. Pero el problema verdadero que expone él no es el que los distintos
Estados de Italia estén en guerra a causa de las invasiones extranjeras, sino que está en
el hecho de que falta un poder, italiano por supuesto, que se imponga sobre ellos y
mantenga una unidad que le haga frente a las amenazas extranjeras. Todo esto se lo
achaca a la Iglesia de Roma, más concretamente se refiere a los Estados Pontificios
regidos por el Papa, ya que ella sólo se ha preocupado para consolidar su poder en el
centro de Italia y se ha olvidado de los demás Estados que comparten con ella su Madre
Italia. El Papa era un príncipe demasiado débil para unir Italia, pero lo suficientemente
fuerte para impedir que ningún otro gobernante la uniera, y al mismo tiempo era el
incitador de las catastróficas invasiones extranjeras16: “el primer servicio que debemos,
pues, nosotros los italianos a la sede pontificia y al clero es el de haber llegado a ser
14
Forte, J. M., “Estudio introductorio de Maquiavelo” en El Príncipe, 122.
15
Maquiavelo, N., El Príncipe, 56.
16
Cfr., Sabine, G. H., Historia de la teoría política, 269.
irreligiosos y malos; pero aún hay otro mayor que ha ocasionado nuestra ruina, y
consiste en que la Iglesia ha tenido y tiene a Italia dividida” 17. De este modo no suena
tan descabellada la idea de que es la fuerza-guerra la que tiene unida a una sociedad.
17
MAQUIAVELO, N., Discursos sobre la primera década de Tito Livio, I, XII.
18
MAQUIAVELO. N., El Príncipe, 58.
19
Cfr. MAQUIAVELO, N., El Príncipe, 58.
de los lobos (…). Requiere, por tanto, ser zorro para reconocer las trampas, y león para
amedrentar a los lobos”20. De esta manera, para Maquiavelo, un gobernante tiene que
utilizar su astucia y valentía al máximo si decide hacer gala de su fuerza-guerra. Como
se puede ver, la guerra sí que es un arte que tiene un ingenio preciso para saber
utilizarla. La guerra es bella si el que la hace es un león y un zorro.
20
MAQUIAVELO, N., El Príncipe, 58.
21
Los personajes que aparecen dialogando y desarrollan el tema de la obra Del arte de la guerra son Cosimo
de Rucellai, quien debió de ser un muy buen amigo de Maquiavelo ya que es recordado como mucho afecto
por él al elogiarlo; Fabricio Colona, quien había estado al servicio de Fernando el Católico y es quien
responde a todas las preguntas que se hacen del arte bélico; Zanobi Buondelmonti, Battista della Palla y Luigi
Alammani, jóvenes amigos muy bien apreciados de Cosimo.
22
MAQUIAVELO, N., Del arte de la guerra, 17.
haciendo de la guerra una constante en la historia. Qué mejor manera de buscar las
glorias del pasado mediante la guerra, la cosa ruda de los antiguos, la misma que es
considerada como una locura y aversión por los que no pertenecen a ese pasado y se
conforman con su realidad próxima al presente. Y si alguien del presente se atreve a
traer los ideales pretéritos, se enfrentará con la dura crítica de considerarlo como un
loco, como anticuado. por recordar ideales austeros que busquen hacer fuerte física y
espiritualmente a los hombres: “Si alguien como los espartanos, criase a sus hijos en el
campo, los hiciese dormir al aire libre, ir con la cabeza y los pies desnudos, y lavarse
con agua helada para habituarlos a soportar el dolor y para que amasen menos la vida y
menos temiesen la muerte, sería considerado ridículo y tenido por más fiera que por
hombre”23.
La guerra compromete disciplina y austeridad, algo que para Maquiavelo es difícil en
las sociedades humanas conforma vaya avanzando poco a poco el tiempo, en donde se
van acostumbrado progresivamente a los cómodo. Tal vez hoy en día es tan aborrecida
la guerra. un Estado, entre más cómodos estén sus ciudadanos, menos aptos estarán para
el compromiso de la disciplina y austeridad de la fuerza-guerra, haciendo del Estado un
cuerpo cada vez más débil y desunido, propenso a la desaparición, de él y de su
príncipe.
Con todo lo expuesto hasta el momento, se puede concluir que para Maquiavelo la
guerra es el arte propio del que gobierna para mantener a sus ciudadanos temerosos de
su fuerza y poder, unidos antes las amenazas que puedan afectar al Estado; este arte
debe ser utilizado con astucia y valentía por parte del que gobierna, y deberá seguir los
ejemplos de austeridad y disciplina que llevaron a los antiguos a sus grandes hazañas y
glorias.
Hugo Groccio, comentando su propia otra Del Derecho en la guerra y de la paz, aclara
que él habla en ella sobre el Derecho que rige las relaciones entre los pueblos y sus
reyes. Esto es importante porque este Derecho al que se refiere es la ciencia de la
23
MAQUIAVELO, N., Del arte de la guerra, 17.
alianza, los pactos, los convenios de los pueblos, de los reyes y de las naciones 24.
Dentro de este pensamiento se puede empezar a rastrear la idea de la guerra en la
manera de relacionarla con un nuevo concepto: Derecho, además de que se hará
acompañar de otra palabra: Paz. El título de este tratado expresa de mejor manera la
relación que tendrá la idea de guerra justa. En Maquiavelo hemos hablado de la fuerza-
guerra que deben demostrar los Estados, ¿es posible ahora digerir la idea de guerra
justa? “En la suma fortuna es más justo lo que es más fuerte, y que no se puede
gobernar una república sin alguna injusticia (…). Los pleitos que surgen entre los
pueblos o los reyes se dirimen casi siempre por las armas”25. La guerra es una de las
formas en que se manifiesta el Derecho, pero aquí se entenderá a éste como regulador
de la conducta de todo un pueblo o reino, de forma violente y enérgica para que un
pueblo demuestre su fuerza y poder ante otro pueblo que lo desafía, de lo cual
hablaremos más adelante. Y esta conducta enérgica que deberán tener en ocasiones los
pueblos y sus reyes, es algo normal por el hecho de existir diferentes Estados que se
relacionan de alguna u otra manera, ya sea de manera violenta o pacífica. La guerra
existe por haber diferentes naciones o pueblos en el mundo.
24
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, prolegómenos, 2.
25
GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, prolegómenos, 3.
26
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, prolegómenos, 26.
que su espíritu vaya valeroso a combatir. Por otro lado, aquel que va a la guerra de
manera temeraria se considerará injusto27
La guerra, con palabras de Cicerón utilizadas por Groccio, es el estado de los que
disputan por la fuerza28. Aquí la palabra estado se entenderá como la situación,
sobretodo temporal, en la que se encuentran los que guerrean. Pero Groccio hablará
también de la guerra entendida como justa, ese es el tema central de su tratado: “Al
poner como título d este tratado: sobre el derecho de la guerra, entendemos ser lo
primero eso que ya hemos dicho: si existe alguna guerra justa; después que es justo en
la guerra. Pues derecho aquí no significa otra cosa que lo que es justo (…) de suerte que
el sentido es que derecho es lo que no es injusto” 29. Groccio utiliza el concepto
ciceroniano de la guerra para poder analizar si ha existido un conflicto bélico, una
disputa por la fuerza, que haya sido justo. La respuesta se encuentra en que sí existe una
guerra justa, porque hay ciertas leyes, cierto Derecho que se encuentra vivo y activo en
este estado de confrontación entre dos poderes, y recuérdese que el derecho es igual que
lo justo.
El hecho de que la guerra utilice la fuerza no significa que se oponga a los principios de
la naturaleza, pues ésta ha dotado a todos los seres vivos de ciertas fuerzas para que se
defiendan y se ayuden de ellas para conseguir su conservación, tanto de su vida como
de sus miembros30. Además de que la guerra es justa, es justificada por la misma
naturaleza que ha dotado a los organismos vivientes de ciertas facultades o
potencialidades para asegurar la conservación de su vida. Qué tanto es justa una guerra
se comprobará en la medida en que se utilice para garantizar esta conservación.
Ciertamente cuando una nación guerrea contra otra no lo hará por pura supervivencia,
pero el hecho de defender otros intereses en los que esté involucrada directa o
indirectamente la integridad de su vida política se puede considerar como un acto de
autoconservación.
Ahora bien, se podría decir que en la actividad guerrera se pueda estar oponiendo al
principio de la naturaleza que impera en el hombre por ser social, pero es que para
Groccio esta naturaleza no prohíbe toda fuerza, solo rechaza aquella que suprime el
27
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, prolegómenos, 27.
28
Ciceron,
29
GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, I, 1, 3.1.
30
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, I, 2, 1.1.
derecho ajeno primordial que le da la naturaleza para su autoconservación, su fuerza.
En ninguna guerra se encontrará que un bando de los contendientes ponga al contrario
en la condición de no utilizar su fuerza para defenderse, ya que es lícito e imperativo
utilizar la fuerza para rechazar la fuerza31.
Causas de la guerra
Constantemente Groccio recalca que él habla de las guerras justas, aquellas que tiene
una causa sólida y conforme a la verdad, conforme al principio de la naturaleza para
buscar y alcanzar nuestro deseo de conservación de nuestra sociedad. Aquí entra la idea
de S. Agustín que dice “sin la justicia ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios? 32. Es
de notarse que la guerra, si no está fundamentada en una causa firme y justa, se podrá
asociar a un intento de un pueblo y de su rey para robar lo que por naturaleza propia le
pertenece a otro pueblo y a su rey.
Se puede decir que el origen de emprender una guerra es la injuria, la cual tendrá por
causa justa tres aspectos: la defensa, la recuperación de las cosas, y el castigo 33. Cada
una de estas acciones, si forman parte de la causa, garantizarán que la guerra que se va a
emprender será una guerra justa.
“Si el cuerpo es atacado con violencia presente con el peligro de la vida, no evitable de
otra manera, entonces, hemos dicho antes, la guerra es lícita, aún con la muerte del que
infiere el peligro”34. Bajo esta justificación la guerra es, sencillamente, defensa
consistirá en que un pueblo o nación reúna todos los medios posibles para lograr la
completa defensa de la soberanía, su integridad como unidad común. No importa
incluso si el enemigo, el agresor a dicha soberanía, apenas ha estado preparando un
ataque, la guerra puede llevarse a cabo inmediatamente para eliminar esa inminente
amenaza que ponga en peligro su seguridad. Desde este punto se puede reflexionar
sobre el hecho de iniciar una guerra solo con el pretexto de impedir una amenaza
mayor, por lo que se puede comentar al respecto de que siempre y cuando se tengan
pruebas verdaderas sí es justa la guerra; pero si se utiliza esta justificación sólo por
31
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, I, 2, 1.5-1.6.
32
Cfr. SAN AGUSTÍN, De Civitate Dei, IV, 6.
33
Cfr. GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, II, 1, 2.1-2.2.
34
GROCCIO, H., Del Derecho en la guerra y la paz, II, 1, 3
ambicionar un territorio, es una guerra injusta la que emprende una nación con dicho
interés.
La segunda causa de toda guerra justa es la de salir a combatir para recuperar lo que es
propio.