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Reseña Critica a Abominable

Título: Abominable Autor: Gary Whitta Editorial: TusQuets Editores


No. de pag: 360 Fecha de publicación: 25 de Julio de 2015
El autor, Gary Whitta, es guionista, conocido principalmente por ser coescritor de Rogue
One: A Star Wars Story. También es autor del thriller postapocalíptico The Book of Eli,
protagonizado por Denzel Washington, y ha sido escritor y consultor argumental de la
adaptación de Tell tale Games de The Walking Dead, por lo que recibió un Premio BAFTA
a la Mejor Historia. Abominable es su primera novela, que cuenta con 359 hojas y fue
publicada por Tusquets Editores, Gary Whitta se confirma como un autor de excelencia en
la ciencia ficción y, tras el éxito de su guion para Rogue One: A Star Wars Story, crea
ahora una fantasía histórica mezclada con suspenso que añade el horror a la Edad Oscura.
Sinopsis de la novela Abominable en medio del caos y la destrucción que dejaron los
enfrentamientos entre señores feudales, el medioevo inglés está en riesgo no sólo por la
presencia de nuevos grupos que quieren el control, sino por la feroz amenza de
abominaciones que buscan la más sanguinaria exterminación. La novela Abominable narra
que después de la caída del Imperio romano, el caos y el derramamiento de sangre acabaron
como una plaga con los restos de la civilización occidental. Consumida por contiendas
feudales, Europa se sumergió en una era de analfabetismo y desolación cultural que duró
siglos; de este periodo sobrevivieron muy pocos documentos históricos. Alfred estaba
cansado. A pesar de que resultó vencedor en aquella larga y sangrienta guerra, no había
podido reposar desde entonces. Sabía que la paz no duraría demasiado. Nunca era así para
un rey inglés. Si algo había aprendido era que siempre vendría otra guerra. Había pasado
todo su reinado defendiendo su patria y su fe de las hordas de bárbaros vikingos del otro
lado del océano. Durante casi un siglo habían llegado en flotas de barcos, asaltando la costa
inglesa y asediando aldeas y pueblos; con cada año que pasaba, sus incursiones se volvían
más osadas y sangrientas. Cuando Alfred era apenas un niño, los invasores daneses
establecieron enclaves permanentes a lo largo de Inglaterra, apoderándose así de Anglia del
Este y de Mercia, dos de los reinos más grandes del territorio. Después, el poder de los
daneses se esparció a diestra y siniestra, tan rápido que tras unos años sólo Wessex
permanecía intacto. En este momento me alegre de que Wessex soporto todos los ataques
de los vikingos, continuando con la historia. Por un corto periodo el rey, hermano mayor de
Alfred, pudo repeler a los invasores con éxito. Otros reyes ingleses, aquellos que no
huyeron o los que se rehusaron a ceder, fueron torturados a muerte hasta que las murallas
de sus reinos cayeron. Harto de huir y esconderse, Alfred se decidió por fin a luchar contra
el enemigo. Derrotó a los vikingos en la batalla de Ethandun, forzándolos a regresar a su
baluarte y asediándolos hasta que la hambruna obligó a los paganos a rendirse. Y así fue
acordado. Y fue de esa manera en que Wessex se salvó. Aquel rey macedonio estaba
motivado por la sólida convicción de su propia grandeza, una creencia tan firme y profunda
que creía que su destino era conquistar el mundo entero. Demasiadas. Pero no volvería a
perder otra, se dijo a sí mismo. En los años siguientes al tratado con los daneses, Alfred se
rehusó a ser autocomplaciente. Se dirigió a Londres, una ciudad saqueada y destruida
durante las invasiones nórdicas; no sólo la restauró hasta quedar otra vez habitable, sino
que la apuntaló para resistir futuros ataques. Todos, excepto Alfred. Wessex era tan seguro
como podía ser y, sin embargo, él no podía conciliar el sueño. Todos los mensajeros y
batidores traían nuevos reportes de la actividad naval de los vikingos, rumores de que una
invasión se aproximaba. Tras el armisticio, Guthrum sostuvo siempre su palabra de
mantener la paz. Pero era bien sabido que muchos hombres ambiciosos y aguerridos entre
los escandinavos de Danelaw esperaban tomar el poder apenas muriera Guthrum. Envió
mensajes a los líderes militares de todo el reino para que estuvieran en constante alerta.
Sabía que se necesitaban varios días para que un mensaje llegara hasta allí desde Danelaw;
Guthrum bien podía haber muerto sin que él lo supiera aún. Ahora sólo quedaba esperar y
preocuparse. —¿Su majestad? Alfred miró al paje parado frente a él; había estado tan
inmerso en sus pensamientos que no escuchó al muchacho acercarse. —¿Qué pasa? —El
arzobispo solicita su presencia en el patio —dijo el paje—. En este momento recordé lo
lenta que era la comunicación en eso tiempos, continuando con la historia. A pesar de que
Alfred era fiel a sus creencias cristianas, no apreciaba de la misma manera al líder de su
Iglesia. No era su elección: Alfred había heredado a ese arzobispo junto con el resto del
reino. Había algo en aquel hombre que lo perturbó desde el principio. De hechizos y ritos
que podían cambiar la forma de la carne, crear vida a partir de la muerte. Del poder que
convertiría en dios al hombre que lo poseyera. Æthelred y sus sabios más experimentados
tardaron meses en descifrar el texto de los nueve pergaminos. Cuando al fin concluyeron su
labor, Æthelred fue a Winchester y presentó sus resultados al rey como una estrategia para
asegurar al fin la paz en todos los reinos ingleses y aniquilar la amenaza danesa de una vez
por todas. Cuando Alfred escuchó la promesa del arzobispo de que podría lograr aquello sin
derramar ni una sola gota de sangre inglesa, se sintió intrigado; tras enterarse de cómo
planeaba hacerlo, no supo si horrorizarse o simplemente dar por hecho que el hombre había
enloquecido. Hizo falta una demostración para que Æthelred le probara al rey que su
cordura no lo había abandonado. Æthelred ordenó a uno de sus asistentes que trajera un
puerco de la granja del castillo. Alfred y todos los que lo acompañaban ese día en la corte
se divirtieron al ver al cerdo atado con una correa jalar al desgraciado ayudante mientras
olfateaba el piso de piedra. ¿Se trataba de una broma? En el mejor de los casos, pensó
Alfred, el arzobispo se avergonzaría a sí mismo en frente de toda la corte real. Aquello le
daría a Alfred la excusa perfecta para remover al hombre discretamente de su puesto en
Canterbury y reemplazarlo con alguien menos irritante. Estaba claro que el pobre había
trabajado demasiado. Ya era hora de que descansara. El asistente del arzobispo lanzó al
cerdo una manzana a medio comer y se alejó apenas el animal la devoró. Muy pocos se
percataron del lívido terror en la cara del joven sacerdote al retirarse; todas las miradas
estaban sobre el cerdo, una bestia común suelta como si nada en aquel recinto. Mientras el
cerdo masticaba con voracidad, Æthelred les advirtió a los miembros de la guardia real que
estuvieran preparados; luego levantó los brazos en un ademán ostentoso. Los cortesanos
intercambiaron miradas incómodas; algunos rieron nerviosamente. Esto ya es suficiente
para terminar con él, pensó Alfred desde su trono. El gran primado de Inglaterra haciendo
aspavientos como un bufón de la corte al invocar un conjuro. Y fue así que Æthelred dio
inicio a su faena. Las risas, al igual que las miradas divertidas, cesaron de inmediato. Todos
lo observaban fijamente, mientras él enunciaba aquellas palabras antiguas y recién
descifradas. El lenguaje sonaba familiar, pero no del todo. ¿Qué sería eso? ¿Algún tipo de
latín?, se preguntó Alfred. Sólo una cosa era segura: a medida que Æthelred seguía con el
hechizo y su voz subía de tono progresivamente, la temperatura descendió en la habitación.
A pesar de que nadie podía entender el idioma, todos los hombres y mujeres allí presentes
sabían sin lugar a dudas que algo estaba mal con esas palabras. Como si provinieran de un
lugar que nada tenía de humano. Algunos de los espectadores experimentaron la urgencia
de salir de allí, pero sus piernas no los obedecieron: se quedaron enraizados al piso,
inmóviles, incapaces de ver a otro lado. El cerdo, que había estado devorando la manzana
con singular alegría, la dejó caer repentinamente. Se le soltó la quijada. Su cabeza se
retorció y giró en un movimiento circular, contra natura, como torturado por un ruido
infernal que sólo él podía oír. El cerdo lanzó un chillido espantoso, lacerante, y se
desplomó de lado sobre el suelo, en donde permaneció inmóvil. Un silencio escalofriante
invadió la habitación: todos se quedaron mudos frente a aquel macabro espectáculo.
Aparentemente Æthelred había matado al animal sin haberle puesto la mano encima, sólo
con el poder de las palabras. En este momento yo me sorprendi igual que la personajes de
que mato al cerdo sin tocarlo, retomando la historia. Le correspondió a Alfred romper el
silencio: —Exijo saber lo que esto significa… —pero el cerdo chilló más fuerte que antes,
interrumpiendo al rey. Tras una sacudida, su cuerpo volvió a la vida, retorciéndose en el
suelo con violentos espasmos. ¿Algún tipo de reflejo post mortem? Alfred dejó de mirar a
la pobre bestia y se concentró en Æthelred: había una amplia sonrisa plasmada en el rostro
del arzobispo. Como si lo deleitara saber lo que pasaría a continuación. Algo estalló en el
vientre del cerdo, dejando el piso rociado de sangre. Varios de los testigos, consternados,
lanzaron un alarido. Justo entonces la cosa, pues no sería sensato seguirla llamando un
cerdo, se levantó con sus seis nuevas patas, cada una tupida de pelos gruesos y fibrosos
igual que púas. Levantó su cabeza, abrió las fauces y aulló: era un ruido abominable que
desafiaba a la naturaleza y que erizó la piel a todos los presentes. Un guardia joven e
inexperto, cercano a la bestia, trató de matarla con su espada. Antes de que Æthelred
pudiera advertirle que no lo hiciera, el filo del arma se incrustó en una de las patas
arácnidas. La extremidad dejó escapar un chisguete de sangre oscura que salpicó el capote
del hombre. La bestia aullaba; el guardia trató de liberar su espada para asestarle otro golpe,
pero se había quedado atorada entre el hueso y el cartílago de la pata. Herida y furiosa, la
cosa-cerdo rodó, arrancando la espada de la mano del guardia. Antes de que el joven
pudiera retirarse, la bestia se lanzó hacia él y, como si fuera una tenaza, cerró las patas
delanteras alrededor de su cintura. El muchacho se agitaba en vano cuando sus compañeros
llegaron a rescatarlo: algunos trataban de liberarlo de la sujeción de la criatura, mientras
que otros la atacaban con sus espadas. Los gritos del monstruo y del guardia atenazado se
mezclaban en una cacofonía infernal. La pinza terminó de cerrarse y el chico vomitó sangre
al tiempo que su cuerpo se partía en dos. La bestia lanzó las dos mitades inertes para
intentar defenderse de los otros guardias, que lo cortaban y apuñalaban con furia. Pero ya
era tarde: había recibido demasiadas heridas severas y se desangraba con rapidez.
Debilitada y moribunda, se derrumbó al fin, jadeante, la sangre burbujeando en su garganta.
El capitán de la guardia se acercó empuñando en lo alto su espada y dejó caer el metal con
todas sus fuerzas, cercenando limpiamente la cabeza del monstruo, que por puro reflejo
continuó moviéndose durante algunos instantes, sacudiendo el pecho y retorciendo sus
patas arácnidas. Luego, al fin, se quedó inmóvil. Hasta aquí llega mi resumen mi novela
porque no llegue a terminarla, esta novela me gusto mucho se ubica en una época que me
gusta mucho la época medieval, me gusto que detallaran en cada pelea como se atacaban
los caballeros, me encanto como el autor describe la forma física de las bestias haciendo
creo un poco temor y suspenso a la hora de describirlas, la forma en la que la magia se
remonta a antiguos tiempos su forma de conjurar en latín me gustó mucho, la forma en la
que te envuelve en su historia y sus personajes me gusto, sin embargo no gusto en la forma
que describe el entorno en que se encuentra la historia. En si yo recomendaría esta novela si
te gusta la fantasía y las novelas ubicadas en la época medieval.

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