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MAT. 20838
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BARRA NACIONAL DE ABOGADOS LUIS ENRIQUE TAPIA BRITO
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Previamente al entrar a lo referente a lo que el autor focaliza como punto central de su obra
sobre el tema de la suspensión del acto reclamado, precisa comenzar con el estudio de la
naturaleza del juicio de amparo. Como nacimiento de esta figura de amparo se retoma el hecho
de que los filósofos precursores de la revolución francesa tomaron como principio fundamental
el que las instituciones deben estar al servicio de los hombres, y con la caída del absolutismo se
genera la necesidad de establecer constituciones o leyes supremas a las cuales se deben
someter los gobernantes, es decir ya no mandan de un modo absoluto sino sujeto a dichas
leyes supremas. De lo anterior se desprende que el Estado se encuentra subordinado al
Derecho, y en caso de que un acto de autoridad viole el derecho éste será inválido, es decir no
producirá efectos jurídicos, una vez declarada su inconstitucionalidad. Esta subordinación
principio de legalidad, se aplica para todos los poderes de la Unión, y se establece una jerarquía
de leyes, en las que predominan las declaraciones de derechos y las constitucionales sobre las
inferiores, por lo que se requieren tribunales independientes que vigilen que las leyes inferiores
no vulneren a los principios y reglas supremas. En México son los tribunales federales quienes
ejercen esta función de vigilar la constitucionalidad de los actos de autoridad, incluyendo los de
los propios tribunales de los Estados y de la propia Federación, por medio del juicio de amparo,
incluso llegando a vigilar el respeto de las competencias entre autoridades, cuando el acto que
las transgreda afecte los derechos de una persona, siendo este el requisito del que parte el
juicio de amparo conforme al interés jurídico de la persona que lo reclama, pues de lo contrario
implicaría una intromisión justificada respecto de los otros poderes, por lo que siempre se actúa
a instancia de una parte legítima.
Pero la organización del Poder Político, no basta, por sí sola, para la protección de
las libertades públicas, es necesario, además, que los órganos del Poder estén
sujetos a determinadas reglas preexistentes; es necesario que las personas que
tienen en sus manos las fuerzas del Poder, nada puedan hacer que no esté de
acuerdo con esas reglas; es necesario que esté en la consciencia de gobernantes
y gobernados, que todo acto de aquellos que rebase los límites de sus funciones
carece de todo valor; tal es el llamado principio de la legalidad, sin el cual las
libertades no son más que promesas, palabras vacías de sentido; sólo admitiendo
dicho principio puede sentirse verdaderamente protegido el individuo contra los
abusos del Poder. En virtud de tal principio, el Estado, ya sea que administre, ya
sea que juzgue, nada puede hacer que sea contario a la ley; ésta los sujeta de tal
modo que todo lo que haga debe ser porque la ley se lo permite o se lo ordena, y
si hace algo contrario a la ley, sus actos estarán viciados de nulidad.
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Por otro lado la función judicial se caracteriza por la disputa que surge entre
partes, respecto de un derecho, y en el amparo, lo que es materia del juicio es la
autoridad del Poder para hacer algo; lo que el amparo persigue es impedir que un
poder se salga del cuadro de sus atribuciones constitucionales, conservar
incólume la soberanía de la Federación y los Estados, mantener, en una palabra,
la integridad de la Ley Suprema, y esto constituye una función netamente política.
El juez federal nunca puede proceder de oficio, tiene que hacerlo siempre a
petición de parte agraviada; en el juicio ordinario hay una contienda entre partes;
igual cosa pasa en el amparo, con la única diferencia, de que en éste, la contienda
es contra un poder; finalmente, en el amparo, como en el juicio ordinario, hay
pruebas, alegatos y sentencia; el proceso se desarrolla bajo las formas tutelares
de un procedimiento netamente judicial. La sentencia de amparo difiere, sin
embargo, mucho de la pronunciada en un juicio común; en éste, la sentencia que
se dicta es directa, universal, positiva, comprende todo el circulo de los derechos
discutidos; en el amparo no es así; la sentencia es indirecta, particular, negativa,
no hace declaraciones generales, no ataca de frente a la autoridad de que emanó
la ley o el acto que dio motivo al juicio.
No la ataca de frente; el efecto del amparo será, sin duda alguna, que quede sin
efecto la ley o acto reclamado en el caso especial de la queja; pero este efecto no
lo establece la sentencia misma, sino que es una consecuencia de ella; de otro
modo, como se dice en la Exposición de Motivos, el amparo deja sin efecto la ley
apelada, sin ultrajar ni deprimir el Poder Soberano de que emanó, sino
obligándolo, por medios indirectos, a revocarla por el ejercicio de su propia
autoridad.
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En la fracción I del artículo 103, no todas las violaciones de derecho dan lugar al
juicio de amparo; sino proteger al individuo de un modo practico y eficaz contra los
abusos del Poder, cuando estos traen como consecuencia una lesión a sus
derechos, si la violación a la ley no produce perjuicio para el individuo, el amparo
será improcedente; en uno y otro caso podrá haber responsabilidades civiles y
penales en contra de la autoridad que ejecutó el acto.
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La finalidad del amparo es proteger al individuo contra los abusos del Poder; la de
la suspensión es protegerlo mientras dure el juicio constitucional; en
consecuencia, una teoría sobre la suspensión no sería jurídica, sino cuando
ambas finalidades queden satisfechas. Que la protección que otorga la
suspensión sea, en algunos casos, provisional, y que, en otros, por la naturaleza
de los actos reclamados, sea prácticamente definitiva.
Si del estudio que se haga de la violación, resulta que no hay datos que
comprueben su existencia, la suspensión deberá negarse; si, en cambio, la
violación existe, la labor del juez consistirá en estudiar, bajo todos sus aspectos, la
naturaleza de la violación en relación con el interés social, y si de ese estudio se
destaca el predominio de este interés respecto de la violación misma, la
suspensión deberá negarse.
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Por otro lado en el auto de exequendo, dictado sin que el reo haya tenido
oportunidad de presentar su defensa ni presentar pruebas, sólo puede apoyarse
lógicamente en la facultad de prejuzgar concedida al juez, facultad provisional,
temporal, mientras dura el procedimiento, facultad que no empiece a decidir por la
sentencia definitiva el fondo mismo de la controversia, según los datos que las
partes aduzcan.
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considerado que debería negarse con relación a éste, por tratarse de un acto
ejecutado y por no poder tener aquélla efectos restitutorios, sino en el falso
principio de que la suspensión no puede tener efectos restitutorios, que son
propios de la sentencia que se pronuncie en cuanto el fondo, y ese fundamento
llevó a aquel Alto Tribunal a hacer una lamentable confusión entre los actos
negativos y los prohibitivos.
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Cuando los derechos del tercero afectados por la suspensión no sean estimables
en dinero, la ley autoriza al juez que conoce del amparo para fijar
discrecionalmente el monto de la garantía.
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Así mismo es de referirnos al artículo 138 de la Ley de Amparo, que establece que
en los casos en que la suspensión proceda, se concederá en forma tal que no
impida la continuación del procedimiento en el asunto que haya motivado el acto
reclamado, hasta dictarse resolución firme en él; a no ser que la continuación de
dicho procedimiento deje irreparablemente consumado el daño o perjuicio que
pueda ocasionarse al quejoso. La razón de este precepto está en el interés social
que hay de que no se entorpezca la acción de la justicia; pero este interés cede
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Las disposiciones indicadas acusan un cambio brusco del sistema seguido por el
Constituyente en lo que respecta a la suspensión contra sentencias definitivas, a
las que equipara el legislador los laudos de las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
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sentencias definitivas que pronuncian en los casos en que el amparo contra esas
sentencias es de la competencia directa de la Suprema Corte de Justicia o de los
Tribunales Colegiados de Circuito.
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se haga por escrito; puede hacerse por comparecencia ante el juez que debe
conocer del amparo
El informe debe pedirse por oficio; pero, en casos urgentes, puede solicitarse por
la vía telegráfica y aun ordenarse que se rinda por esa vía.
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Para finalizar podemos añadir respecto del autor del libro materia del presente
ensayo que desde la década de los cincuenta del siglo XX, Couto (1973) sostuvo
la necesidad de otorgar a la suspensión los efectos de un amparo provisional,
para lo cual era necesario realizar un análisis previo de la probable
inconstitucionalidad del acto reclamado la fracción X del artículo 107 de la Carta
Magna-CPEUM que dispone que debe prever la naturaleza de la violación
alegada.
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“…la suspensión del acto reclamado como aquella medida cautelar que proveerá
de vida al propio juicio, con una importancia que puede llegar a ser mayor, incluso,
que el dictado de la sentencia protectora misma.”
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