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Martinez Gil, Terapias de Tercera Generacion
Martinez Gil, Terapias de Tercera Generacion
INTRODUCCIÓN
La “Primera Ola” de terapias de conducta tiene como antecedentes las leyes del condicionamiento
clásico de Pavlov y la formulación de la ley del efecto de Thorndike, posteriormente aparecieron
con J.B. Watson las primeras formulaciones sobre el conductismo y con B.F. Skinner la aplicación
de los principios del aprendizaje y el “análisis aplicado del comportamiento” para la modificación y
la mejora de la conducta humana.
La “Segunda Ola” se caracterizó por considerar la cognición como causa principal de los trastornos
psicológicos. Estas terapias Cognitivo-Conductuales centran su objetivo de cambio sobre los
pensamientos, utilizando el control sobre los eventos privados.
Se puede considerar a Mary Covert Jones como la primera modificador a de conducta al eliminar la
fobia de Peter a los conejos a través del condicionamiento directo. Igualmente fue pionero el
tratamiento de la enuresis desarrollado por Mowrer (Pipístop) y que sigue actualmente vigente.
Skinner utilizó técnicas operantes en pacientes psicóticos (Skinner, 1953). Wolpe publica su libro
“Psicoterapia por inhibición recíproca” donde describe la utilización de la desensibilización
sistemática en el tratamiento de las fobias. Los trastornos de conducta se describen en términos
de relación entre los estímulos, las respuestas y las consecuencias (E-R-C). Kanfer y Phillips
diferencian entre terapias de instigación donde el terapeuta tiene un control limitado del
ambiente del cliente, por ejemplo el autocontrol, y las terapias de intervención, en las que el
terapeuta controla estrictamente las variables relevantes del ambiente del cliente, por ejemplo la
economía de fichas. Por último, algunos teóricos del aprendizaje social, Bandura, Kanfer, Mischel y
Staats, comienzan a darle importancia a los aspectos cognitivos, mediacionales o de personalidad.
Pero existen algunos trastornos como los de la personalidad, los problemas de salud crónicos, las
enfermedades terminales, las situaciones de estrés postraumático, etc., que nos dejan
insatisfechos como terapeutas.
El sufrimiento psicológico forma parte de la vida humana, pero en esta sociedad en que vivimos,
se nos dice que no debemos pasarlo mal, ni soportar el dolor, que debemos ser felices siempre y a
toda costa. Estar psicológicamente sano es no tener emociones ni pensamientos negativos. No hay
que tener ansiedad, ni conflictos, ni dudas, ni miedo, nada de preocupaciones. La persona sana
tiene que evitar o escapar de todas las situaciones externas o internas que le produzcan malestar y
sean desagradables. En definitiva, hemos creado una forma de vivir en la que hay que huir del
malestar, del sufrimiento y de la ansiedad, pero que nos condena a un mayor malestar y una
limitación de la vida. Esto es lo que se ha dado en llamar la Evitación Experiencial, una búsqueda
del control de las emociones (Wilson y Luciano 2002). Así por ejemplo, algunas personas beben o
consumen drogas para eliminar la ansiedad o el malestar; otras personas tienes agorafobia
también para eliminar el malestar que les genera no poder salir o escapar de diferentes
situaciones; las personas con el trastorno de pánico luchan constantemente para controlar (evitar)
los síntomas somáticos o propioceptivos de la ansiedad; en el trastorno obsesivo compulsivo se
quieren evitar ciertos pensamientos que generan duda; en el trastorno de estrés postraumático se
lucha contra los malos recuerdos y sensaciones asociadas al evento traumático; la persona
depresiva quiere evitar recuerdos, pensamientos, sentimientos o sensaciones corporales
negativas.
Así mismo la preocupación forma parte de este proceso de evitación experiencial, ya que
pensamos que anticipando evitaremos pasarlo mal. Nosotros, como seres vivos, estamos
orientados hacia la supervivencia, para ello nuestra mente tiene el hábito de cerciorarse
constantemente de nuestra seguridad. Y a pesar de vivir en la sociedad más segura de la historia
de la humanidad, nuestra mente se preocupa y cuando no tenemos problemas ella misma tiende a
crearlos.
Por otro lado, vivimos identificados con nuestros pensamientos, cuando sufrimos una situación
conflictiva y nuestras emociones nos sacan de “nuestras casillas” llegando incluso a “perder los
papeles”, no somos capaces de distanciarnos de la situación, creemos que lo que está ocurriendo
en nuestra cabeza es la realidad y no logramos desidentificarnos o relativizar la situación, sin
embargo sabemos que pasado el tiempo o contemplada dicha situación desde una perspectiva
diferente cambiará nuestra valoración.
No podemos desidentificarnos por que nuestro “yo” vive identificado exclusivamente con nuestro
cuerpo y nuestra mente. Ese “yo” es lo que uno cree ser o quiere llegar a ser, y en muchos
pacientes es el origen de sus problemas, en los que se sienten débiles su yo busca fortaleza y
poder; en los que se sienten inferiores su yo buscará conocimiento y control. El yo sufre o se
alegra por conseguir lo que cree, sin darse cuenta de que “en el fondo tú no eres tú (lo que crees
ser), pero tú no lo sabes” (Ibn Arabi, 1992)
Otro aspecto relevante es el apego que tenemos a ese “yo”. Cuando decimos “yo soy esto o lo
otro” o “soy de esta forma u otra” o “esto es mío” vivimos aferrados a esos pensamientos y con
miedo a que algo nos lo arrebate. Ese “yo” piensa que tiene que asegurarse seguir así, para ello
muchas veces intenta acaparar poder, dinero, relaciones, bienes, pero siempre quiere más, cree
que cuanto más posea, más feliz será y no nos damos cuenta que el tiempo acaba arrebatándolo
todo.
Teniendo en cuenta esta tendencia a la evitación del dolor, la preocupación excesiva la tendencia
a vivir en el futuro o en el pasado, la identificación con nuestros pensamientos, el apego
exagerado al “yo”, la falta de satisfacción o éxito terapéutico en algunos trastornos, personalidad
límite, depresión crónica, TOC, enfermedades crónicas, etc., han ido apareciendo nuevos enfoques
terapéuticos complementarios muchas veces a los ya existentes.
NUEVAS TERAPIAS
La Terapia de Conducta Dialéctica (Dialectical Behavior Therapy o DBT; Linehan, 1993a y b) surge
como una respuesta al trastorno límite de la personalidad. Dicho trastorno constituye un patrón
general de inestabilidad en las emociones, las relaciones interpersonales y la identidad, así como
una notable impulsividad que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos
(APA, 2000: 760). Entre un 1% y 2% de la población general sufre este trastorno. Las conductas
autolesivas y los intentos de suicidio son frecuentes y las tasas de suicidio alcanzan el 9%. Esta
terapia tiene como objetivo fundamental que el paciente aprenda a regular la emocionalidad
extrema, reduciéndose las conductas desadaptativas dependientes del estado de ánimo y que
aprenda a confiar y validar sus propias experiencias, emociones, pensamientos y
comportamientos. Esta basada en el modelo conductista, incluye elementos de la terapia
cognitivo-conductual, así como en mindfulnes. Ayudan a las personas a superar la tendencia a
rebotar entre los extremos, que normalmente se dan en tres ejes: De la vulnerabilidad emocional
a la auto-invalidación, de la pasividad activa a la competencia aparente y de la crisis implacable al
bloqueo del duelo. También se ha utilizado con el tratamiento de la depresión, ansiedad, ira,
impulsividad y periodos de disfunción cognitiva así como en la conducta suicida y en áreas de
control de los impulsos como las toxicomanías, trastornos de la conducta alimentaria, ludopatía y
compulsión a comprar.
La diferencia de estas nuevas terapias de conducta es que “no tienden a la eliminación de los
problemas psicológicos”. Como hemos visto muchas personas sufren el llamado Trastorno de
Evitación Experiencial (Luciano y Hayes, 2001). En un intento de eliminar rápidamente el malestar
psicológico con el empleo de estrategias o técnicas de control de los eventos privados, sufren este
trastorno que les lleva a un estado de alerta constante y a un desgaste psicológico mayor.
La Terapias de Tercera Generación se caracterizan por: (a) no pretenden eliminar el síntoma; (b) se
centran más en el contexto en el que se produce el problema; (c) utilizan estrategias de cambio
experimentales, en lugar de emplear exclusivamente estrategias de cambio de primer orden o
directas y, (d) amplían y modifican de forma considerable el objetivo a tratar o cambiar (Hayes,
2004). Además buscan el funcionamiento humano óptimo estimulando los puntos fuertes
(Sheldon, Fredrickson, Rathunde, Csikszentmihalyi y Haidt, 2000). Los métodos de intervención
son técnicas más experimentales (en el sentido de vivir y sentir) que didácticas o directas, como en
el caso de las terapias de la primera y segunda generación. Entre las diversas técnicas (ejercicios
experienciales, historias, paradojas, metáforas (véase el apéndice 3 y 4)) caben destacar las de
mindfulness o atención plena y las de distanciamiento cognitivo o cognitive defusion (véanse los
trabajos, Hayes, 2004a; Hayes et al., 2006; Masuda, Hayes, Sackett y Twohig, 2004; Roemer y
Orsillo, 2002; Segal et al., 2002; Segal et al., 2004; Vallejo, 2006). También la experiencia positiva,
centrada en variables como la cualidad hedónica de la experiencia, el bienestar subjetivo, la
experiencia óptima, el optimismo, la felicidad, la autodeterminación y las relaciones entre las
emociones positivas y la salud física (Seligman y Csikszentmihalyi 2000).
Por otra parte, el terapeuta es un practicante de dichas técnicas. Cultiva la presencia (Hick y Bien,
2010) como la cualidad de estar presentes. Cuanto más conectada esté una persona con el
momento presente, más presencia manifestará, cuanto más ocupada esté con sus pensamientos,
menos presencia irradiará. Por ello el terapeuta debe ser un practicante del “aquí y ahora”. Los
terapeutas durante la sesión establecen un distanciamiento de sus propias preocupaciones
mentales asentándose en el momento presente. La atención del terapeuta se dirige hacia el
cliente y, al hacerlo, se olvida de él mismo. También son capaces de observar si el cliente está
presente y en qué momento está. Si cliente y terapeuta están presentes estarán en sintonía y se
establecerá una buena relación terapéutica.
ALGUNOS EJEMPLOS
Durante la Segunda Ola de Terapias de Conducta se introducen elementos cognitivos (Gil, 1993)
que hacen que la persona se enfrente a las situaciones temidas mediante autoinstrucciones de
enfrentamiento y dominio (Meichenbaum, 1977), con imágenes y juegos previamente entrenados,
a través de escenificaciones emotivas (Méndez y Maciá, 1990)
En la Tercera Ola de Terapias Cognitivas, el terapeuta, que como hemos dicho practica la presencia
y busca las fortalezas de la persona, basa su terapia en la aceptación e intenta los siguientes
objetivos(Alonso 2012): en primer lugar a expandir la toma de conciencia del paciente sobre sus
experiencias, se le enseña a observar la función de sus experiencias internas, a ser consciente de
las evitaciones internas y externas que lleva a cabo para controlar la ansiedad y los pensamientos y
a observar las consecuencias asociadas a tales evitaciones. En segundo lugar, se le enseña a
cambiar de actitud vital, desde una actitud enjuiciadora y controladora hasta una actitud de
aceptación y tolerancia hacia uno mismo, no existen los pensamientos irracionales, el trastorno
forma parte de ti, tiene un lógico proceso de condicionamiento, pero con una actitud adecuada y
sana encontraremos la disolución natural de dicho condicionamiento. Se utilizan técnicas para
desarrollar la observación del trastorno, para tener una presencia consciente, para aceptar el
miedo y la incertidumbre, técnicas de desidentificación y desliteralización, de regulación
emocional, de exposición mindful, de bondad hacia uno mismo. Pero sobre todo centrados en la
aceptación del contexto y no en controlar los síntomas
En la Segunda Ola de Terapias se hace hincapié en las cogniciones que subyacen debajo de la
emoción negativa o malestar, sobre todo los pensamientos alrededor de la evaluación negativa
por parte de los demás, también influyen la anticipación de consecuencias desfavorables, la
evaluación negativa de uno mismo y de la propia actuación. El terapeuta hace hincapié en
reestructurar cognitivamente las cogniciones negativas (Gil y cols., 1989; Meichenbaum, 1977)
En la Tercera Ola de Terapias el terapeuta sabe que la inseguridad y el miedo son fruto de la
excesiva preocupación por la evaluación negativa. Dichas emociones paralizan al paciente y
generan la evitación de las situaciones sociales y la autoevaluación negativa. El terapeuta acepta al
paciente como es y le ayuda a aceptarse a si mismo, le enseña a reconocer las reacciones de su
comportamiento, las reacciones de miedo, la activación somática, su miedo a la valoración, es
decir toma conciencia de su problema, pero como hemos comentado en las fobias simples, le
enseñamos a cambiar de actitud ante la vida. Cambiamos esa constante evaluación en todo lo que
hace y ese intento de control de los síntomas por una actitud de tolerancia, afecto o amor hacia
uno mismo, acompañado de la aceptación de una forma de ser, que no va a ser posible cambiar,
pero con la que se puede convivir. Las técnicas van dirigidas a la observación de sus reacciones
ante el trastorno, a tener una presencia consciente en las situaciones sociales, a aceptar el miedo y
la incertidumbre, a desidentificarse y desliteralizarse, a regularse emocionalmente, a exponerse a
través de meditaciones y en la realidad, a trabajar ejercicios de bondad hacia uno mismo
Pero en la Tercera Ola de Terapias a la persona con tendencia al sobrepeso se le enseña a comer
consciente degustando el sabor de los alimentos, en el aquí y ahora, sin prisas ni ansiedad
(Kristeller, Baer y Quillian-Wolever, 2006) a clarificar las señales fisiológicas de hambre y saciedad,
a reconocer el sentido del gusto, a diferenciar las señales fisiológicas del apetito de otras
experiencias internas, a identificar las necesidades auténticas que subyacen a las conductas
desadaptativas y poder elegir formas más adaptativas para manejar las necesidades, a tomar
decisiones informadas y sabias para actuar sobre las necesidades y de acuerdo a los principios y
valores de cada persona (Bayon y Bonan, 2012)
Tratamiento de la Depresión
La Primera Ola de Terapias dirigidas a intervenir sobre la depresión, iba dirigida a incrementar las
actividades placenteras y gratificantes, a programar metas y submetas operativas, concretas y
alcanzables, a observar los efectos a corto y largo plazo de nuestras conductas, a relacionar
nuestro estado de ánimo con las actividades realizadas (Gil, Peña y Sánchez, 1998)
Durante la Segunda Ola de Terapias se hace hincapié en las atribuciones de éxito y fracaso
(Peterson y cols 1982) en las distorsiones cognitivas que realizan los depresivos (Beck y cols. 1979)
y en la reestructuración cognitiva (Gil y cols. 1998)
Sin embargo en la Tercera Ola de Terapias (Segal y cols, 2002) la intervención se dirige sobre todo
a reducir la identificación con los pensamientos y aprender a relacionarse con los pensamientos
como eventos que suceden, además de observar cómo funciona nuestra mente a modo de piloto
automático; explorar desde una perspectiva metacognitiva cómo nos enfrentamos a los
obstáculos; tomar conciencia plena de la respiración; permanecer en el presente; aceptar las
experiencias como son, es decir, dejarlas ser, sin juzgarlas; y sobre todo, como se ha dicho,
sabiendo que los pensamientos no son los hechos.
En la Tercera Ola de Terapias del Comportamiento el trabajo con deportistas se dirige enseñarles a
estar en el momento, en el “aquí y ahora” durante la competición y darse cuenta de cuándo se
dan las distracciones para volver a la competición. Enseñamos a ser consciente de los
pensamientos perturbadores que me exigen el resultado en la competición, me obligan a “ganar”,
a aceptar dichos pensamientos pero restarles importancia, reforzando todos aquellos dirigidos al
disfrute de la competición, a fluir durante el enfrentamiento deportivo. El deportista sabe que ha
trabajado duro, que ha entrenado bien, lo importante es poner en práctica lo aprendido, disfrutar
del momento, el resultado es secundario. Además se utilizan las técnicas de meditación para
descansar muscularmente (repaso del cuerpo) (Gil y cols. 1990, 1999)
Siguiendo la Tercera Ola de Terapias, tiene que haber un cambio de actitud ante la vida, podemos
mejorar nuestro Repertorio Básico de Conducta, podemos modificar el ambiente, pero jamás para
seguir el mismo camino, tenemos que adaptarnos a vivir una vida diferente. Esa aceptación de las
nuevas condiciones de vida es requisito básico para comenzar a construir una vida diferente, con
menos necesidades, con menos exigencias imperativas, dirigida, no a satisfacer ese „yo“ que
quiere llegar a ser(rico, poderoso, fuerte, superior), sino a ser consciente de todas esas
necesidades que no nos dejan vivir. No podemos mejorar nuestras cualidades personales para
seguir llenando de actividades nuestra vida y acabar agobiándonos y quejándonos de la vida tan
estresada que llevamos, no podemos seguir esclavizándonos con las mismas necesidades
materiales. Tenemos que enseñarle a la persona a vivir consciente de estos procesos, aceptar la
nueva situación, adaptarse a las nuevas condicones, vivir en el momento, pero comprometiéndose
por trabajar nuevos valores. Además cambiaremos esa actitud enjuiciadora y controladora por una
actitud de aceptación y tolerancia hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo.
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APÉNDICES.
Apéndice 1.
El primero de los ejercicios es el siguiente: se escoge una persona de mi pasado que haya sido muy
importante en mi vida y a la que nunca le he expresado mi agradecimiento bastante, por ejemplo
padres, abuelos, hermanos, amigos, etc. escribimos unas líneas expresando dicho agradecimiento,
diciéndole las causas de dicho agradecimiento. Una vez preparado el texto nos reunimos con él y
se lo expresamos abierta y sinceramente.
El segundo de los ejercicios consiste en dedicar unos minutos cada día a pensar y escribir cinco
aspectos de mi vida por los que me pueda sentir agradecido: “despertarme cada mañana”, “mi
familia”, “mi salud”…
Apéndice 2.
Los pensamientos negativos sobre el pasado son la materia prima que bloquea las emociones de
felicidad y satisfacción. Las razones habituales que se esgrimen para no perdonar son:
• Cuando el perdón va seguido de reconciliación mejora las relaciones con la persona perdonada
• Hay una relación inversa entre el acto de perdonar y la satisfacción con la vida
• La A corresponde al ejercicio del Altruismo del perdón. Recuerda se alguna vez hiciste daño y
fuiste perdonado
• La E significa Engancharse al perdón. Perdonar no es olvidar, es cambiar las etiquetas que llevan
los recuerdos: “aquello pasó y fue horrible, lo pase muy mal, pero ahora he rehecho mi vida y…”
Apéndice 3
A la otra mujer, le empezó a suceder lo mismo. Empezaron a aparecerle los mismos mensajes que
a su compañera: “nunca solucionarás tu problema” “eres una inútil”… Entonces intentó
eliminarlos, pero no lo conseguía. Sufría muchísimo porque estaba totalmente convencida de que
los mensajes eran ciertos. Y además sufría porque no conseguía eliminarlos. Así que dejó de
trabajar para pensar qué métodos podía emplear para eliminar los mensajes. Estaba segura de
que si no los borraba no podría continuar trabajando. Así que empezó a probar un método tras
otro, pero no conseguía nada. Los mensajes seguían allí. Miraba a su compañera con rabia porque
la veía trabajando e incluso parecía que estuviera disfrutando con su trabajo. Pensó que su
compañera podía trabajar porque no recibía los mismos mensajes que ella. Así que siguió en su
empeño por eliminarlos. Su sufrimiento iba en aumento: cada vez tenía más mensajes negativos,
fracasaba en todos sus intentos por eliminarlos y encima no avanzaba en su trabajo. Se quedó
encallada en esta situación”.
Apéndice 4
En la vida vamos conduciendo un autobús por la carretera que lleva hacia nuestras metas y con el
motor de nuestros valores. Llevamos unos pasajeros revoltosos, que son nuestros pensamientos,
sentimientos y emociones.
Todos ellos son catastrofistas: “si sigues ese camino vas a sufrir mucho”, “te vas a estrellar”, “vas a
tener un accidente”, “te vas a morir”, “te vas a volver loco”, “se van a reír de ti”. Se nos echan
encima, nos aprietan en nuestro estómago, se suben a nuestros hombros, o nos agarran del
cuello. Además, nos dicen implícita o explícitamente: “Tuerce ya”, “Haz lo que sea para evitarlo”,
“No sigas el camino que tanto deseas porque va a ser un desastre”, “¡No lo hagas!”, “¡Para!”.
1. Hacerles caso y torcer, parar, o lo que digan. Pero no llegaremos nunca a donde queremos ir.
Sabemos que, si les hacemos caso, tendremos un alivio inmediato, pero abandonaremos muchas
cosas importantes en nuestra vida, lo que nos hará sufrir indeciblemente.
a. Discutir y decirle que es mentira, que aquello no va a ocurrir. Estamos discutiendo con nuestra
mente que es, al menos, tan lista como nosotros mismos, por lo que es imposible vencerla. La
lucha y su resultado nos dejan exhaustos. Además, nos distraeremos de la carretera y podremos
tener un accidente.
b. Echarlos del autobús para no escucharlos. De nuevo tendremos que parar para quitarlos de en
medio o correremos el peligro de tener un accidente.
c. Luchar físicamente contra ellos, intentando quitárnoslos de encima para que las sensaciones
que nos hacen sentir no dificulten nuestra conducción. Así, una vez más, nos pondremos en
peligro.
3. Aceptar, es decir, escuchar su amenaza, sentir cómo se agarran a nuestro cuerpo, sintiendo el
miedo que nos produce lo que nos dicen, sabiendo que es muy posible que lleven razón, y, pese a
todo, no hacerles caso; no llevando a cabo las acciones que nos proponen para evitar la catástrofe
que nos predicen. Es decir, no torcer, arriesgarnos a encontrar el desastre que nos afirman que
ocurrirá carretera delante. No podemos dejar de escucharles porque chillan mucho, y tampoco
podemos quitárnoslos de encima, pero se trata de seguir conduciendo por la carretera por la que
queramos ir. Si aprendemos a conducir en estas adversas condiciones, llegaremos a donde
queremos y, quizás eventualmente, los pasajeros se cansen de darnos la lata, porque no consiguen
nada, y se sienten tranquilos en el fondo del autobús, aunque de vez en cuando vuelvan a darnos
la lata.
A veces, nuestros pasajeros nos ayudan y evitan que nos metamos en líos; pero otras nos llevan
por mal camino y nos producen un sufrimiento mucho mayor que el que nos indican que quieren
evitar. El criterio fundamental para saber si nos ayudan o por el contrario nos meten en líos es
considerar si nos alejan de la dirección en la que queremos ir en la vida o nos retrasa
indefinidamente seguirla; entonces es cuando nos producirán problemas psicológicos.