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No sabían a ciencia cierta qué le iban a pedir, ni con qué

derecho. En el primer momento habían pensado venderle el


funeral completo, incluidos el embalsamamiento y la
repatriación. Pero poco a poco se fueron dando cuenta de que la
muerte no parecía tan inminente como al principio. El día del
almuerzo estaban ya aturdidos por las dudas.
La verdad es que Homero no había sido dirigente de brigadas
universitarias, ni nada parecido, y la única vez que participó en
la campaña electoral fue cuando tomaron la foto que habían logrado encontrar
por milagro traspapelada en el ropero. Pero su fervor era cierto. Era cierto
también que había tenido que huir del país por su participación en la resistencia
callejera contra el golpe militar, aunque la única razón para seguir viviendo en
Ginebra después de tantos años era su pobreza de espíritu. Así que una mentira
de más o de menos no debía ser un obstáculo para ganarse el favor del
presidente.
Fragmento de "Doce cuentos peregrinos" de Gabriel García Márquez.

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