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Dos paradojas de la iglesia de Éfeso (Apoc 2)

Amar y aborrecer con Cristo y como Cristo


Nuestro concepto moderno de "amor" como ausencia de conflicto y
confrontación, difiere marcadamente de la dialéctica bíblica de amor y odio (ira,
enojo) divinos, humanos y cristianos

AUTOR Juan Stam | 04 DE JUNIO DE 2017 | 13:00 h

Conozco tus obras, tu duro trabajo y tu perseverancia. Sé que no puedes


soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles
pero no lo son, y has descubierto que son falsos. Has perseverado y sufrido por
mi nombre, sin desanimarte. Sin embargo, tengo en tu contra que has
abandonado tu primer amor... Pero tienes a tu favor que aborreces las prácticas
de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. (Apoc 2:1-7) Entre los
muchos detalles fascinantes del mensaje de Jesús a la iglesia de Éfeso, y las
muchas lecciones que nos enseña, dos paradojas sorprendentes me llaman
poderosamente la atención. (1) El diagnóstico de esta congregación es
impresionante: trabajo arduo, rigor doctrinal y perseverancia bajo persecución.
Pero si ellos habían perdido el primer amor, ¿cómo pudo ser una iglesia tan
ejemplar? ¿Qué les movía a tanto sacrificio y tanto servicio al Señor? (2) Si
Cristo la declara una iglesia caída y los exhorta a arrepentirse, so pena de perder
su candelabro, todo por haber perdido el primer amor (2:5), ¿cómo es posible que
a continuación les felicita no por algo de amor que les hubiera quedado sino que
les felicita por aborrecer algo, viz. la doctrina y las obras de los nicolaítas
(2:6,14-15)? ¿Cómo pudo Jesús reprenderlos por su falta de amor y en seguida
felicitarlos por su "odio" (gr. miseô)? Al fin de cuentas, ¿qué significan
"amar" y "aborrecer"? No sabemos cuál fue el amor que abandonaron los
efesios (¿amor a Dios, al prójimo u otro? ¿Sentimientos de afecto o la praxis,
amor en acción? cf. 2:5) pero la descripción de la congregación efesia nos
permite suponer que seguían con sus cultos, leían la Palabra, cantaban himnos y
evangelizaban. Tal vez habían caído en un activismo de rutinas religiosas. Tal
vez sentían placer al ejercer su autoridad como iglesia madre de la zona, que
podría también haber motivado su actividad.[1] Es evidente -- y muy
sorprendente -- que Jesús no ve este odio [2] contra el nicolaitismo como una
prueba más de que los efesios habían perdido el primer amor; al contrario,
lo ve como algo bueno que no perdieron cuando abandonaron el primer
amor. Con agregar "las que yo también aborrezco", Jesús aprueba y endosa ese
odio. Se trata de odiar con Cristo, lo que él odia, como él odia. Como actitud y
acción, no puede ser una rabia odiosa ni un colerón desenfrenado o un
resentimiento amargado, pero tampoco es un simple desacuerdo pasivo. Creo que
puede entenderse como un repudio vehemente, expresada en palabras y acciones.
Corresponde a la función de denuncia de la vocación profética. Los evangelios
nos muestran cómo sería "odiar como Jesús". San Marcos cuenta dos veces
que Jesús se enojó, una vez con los fariseos (Mr 3:5) y otra vez con los mismos
discípulos (Mr 10:14). A menudo sus acciones y palabras eran fuertes y hasta
ofensivas e hirientes.[3] Con los fariseos agotó el vocabulario de insultos (Mat
23; 16:3-4), a Pedro lo llamó Satanás (Mt 16.23) y a los discípulos "torpes"
(NVI; "insensatos" RVR). Pero ante las acusaciones falsas en su juicio, cuando
tenía todo el derecho de defenderse, no abrió la boca (Mt 26:62-63; Mr 14:61).
Encendido por el celo de la casa de su Padre (Jn 2:17), actuó con energía
profética, pero a la hora de defenderse ante sus acusadores, se calló. Jesús supo
enojarse, pero también supo callarse y supo perdonar. Nuestro concepto
moderno de "amor" como ausencia de conflicto y confrontación, difiere
marcadamente de la dialéctica bíblica de amor y odio (ira, enojo) divinos,
humanos y cristianos. En el pensamiento bíblico, el odio de Dios es otra
expresión de su amor, como el Dios del amor que aborrece y del odio que ama.
Según las escrituras, Dios ama la justicia y el bien, y precisamente por eso odia la
injusticia y el mal. Veamos: Textos sobre el odio y el enojo de Dios: Dt 7:25-26
Dios aborrece la idolatría y nos manda aborrecerla también Sal 5:5 Dios aborrece
a todos los que hacen maldad (cf. Sal 11:5,7) Prv 6:16 Seis cosas que Dios odia
(la altivez, derramamiento de sangre, etc.) Zac 8:17 Aborrezco [Dios] la mentira,
malicia, maldad, trampas, falso testimonio Sal 97:10 Dios ama a los que
aborrecen el mal Dios nos manda odiar lo que él odia: Am 5:15 ¡Odien el mal y
amen el bien! Hagan que impere la justicia en los tribunales... Prv 8:13 Quien
teme a Yahvé aborrece lo malo (orgullo, arrogancia, mala conducta, lenguaje
perverso) Prv 13:5 el justo aborrece la palabra de mentira. Rom 12:9 Aborrezcan
el mal, aférrense al bien. Miq 3:2 Ustedes odian el bien y aman el mal. David
como ejemplo del amor que odia: Sal 45:7 Tu (David) amas la justicia y odias
la maldad; por eso Dios te escogió. Sal 119:113 Aborrezco a los hipócritas, pero
amo tu ley. Sal 119:162-3 Aborrezco y repudio la falsedad pero amo tu ley. Sal
139:21 ¿Acaso no aborrezco, Yahvé, a los que te odian, y abomino a los que te
rechazan? Estos desafiantes textos bíblicos de ninguna manera justifican el
"odio" en el sentido moderno, pero sí cuestionan la fuerza del amor que
profesamos y la integridad de nuestro compromiso con el reino de Dios y la
verdad. Es cuestión de un amor integral, lo que Camilo Torres llamaba "amor
eficaz". Entonces estaremos en primera fila entre "los indignados". al lado de
nuestro Dios y Salvador, los primeros indignados. En gran parte de las iglesias
evangélicas de América Latina, especialmente las mega-iglesias, está
prohibido cuestionar lo que diga el pastor, y peor si es "apóstol" o
"profeta". Es una especie de mordaza, de censura del derecho de
"examinarlo todo". Eso permite nacer y crecer como cizaña toda clase de
especulación y hasta herejías disfrazadas de profundas "verdades" nunca
sospechadas antes. Esta acriticidad, especialmente en asuntos de exégesis bíblica
e interpretación teológica, es una verdadera plaga en la iglesia contemporánea.
Por otro lado, y también en parte por esa misma situación que prohíbe la sana
crítica, brota por algún otro lado la crítica malsana e irresponsable que ha
arruinado muchas congregaciones y el ministerio de muchos pastores y
pastoras. La iglesia está entre dos plagas, la acriticidad sumisa y la
criticonería mal intencionada. Ambas son fatales. ¡Que Dios nos agarre
confesados! [1] Para más detalles sobre la iglesia de Éfeso, vea Stam, Apocalipsis (1999), 86-94, y sobre los nicolaítas pp. 108-
110; 117-118. [2] El verbo misew significa, sin distinción "aborrecer" u "odiar". Son traducciones intercambiables.  [3] Es claro que lo
mismo puede decirse de los profetas hebreos, de Juan el Bautista, de Pablo y del libro del Apocalipsis.

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