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JÓVENES BOOMERANG

de Tristana Landeros
para el ciclo 7 GOLPES | 3ª edición

Mateo, hombre joven de 20 años, pantalón y camisa de vestir, muy bien arreglado,

entra a la sala minimalista. Los muebles deben ser diseñados para su fácil

traslado en escena por el personaje.

MATEO: Inicios del año dos mil diez. Yo, Mateo, tengo 20 años y por fin estoy

viviendo solo. Acabo de rentar este pequeño departamento, ¿les gusta? Es lujoso

y su precio elevado para mis ingresos pero la independencia es vital en esta

etapa. Vivir lejos de mis padres, no es que esté a disgusto con ellos, para nada,

son mis viejos, pero hay situaciones donde necesito privacidad, quiero tener una

pareja, es decir una pareja formal, dejar de ser el one night stand de las chicas

que casualmente conozco y con quienes no puedo seguir en contacto por no tener

un lugar propio para pasarla bien. Fumar un porro de vez en cuando… sí, aunque

se rían, un porro sólo de vez en cuando, para relajar, cerrar los ojos y escuchar la

música. Mi vieja se soltó a llorar cuando le avisé que me iba de casa, pensó que

estaba molesto con ellos o que ya me habían hartado de sus exigencias diarias:

(imitando la voz de su madre)

-Mateo, consigue un trabajo estable.

-Mamá, tengo un buen empleo.

-Trabajar en un call center con otros estudiantes de tu edad no tiene nada de

seriedad. Mira, no es que quiera que nos mantengas pero nosotros a tu edad ya


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habíamos dado el enganche de esta casa y tú te gastas tu quincena enterita en

saliditas, cenas, el cine, que si el celular, ropa.

O ya cuando la situación se ponía muy tensa, mi madre no se aguantaba las

ganas y disparaba: -Hijo, no te veo ganas de formar tu propia familia, ¿eres gay?

Puedes contarme con confianza, yo no me asusto.

Y así todos los días. Tan insistente era con sus demandas que antes de dormir,

por unos segundos, me cuestionaba a mí mismo si mi madre tenía razón: ¿Soy

gay? ¿Soy un nini? ¿Qué diablos soy?

Mi padre, en cambio me felicitó, -Ya eres una persona responsable, dijo cuando le

mostré el contrato de arrendamiento de este depa, con dos meses de depósito,

para el cual estuve ahorrando durante todo un año.

(Imitando la voz del padre) – El día de hoy, tu madre y yo damos fin a la etapa de

la paternidad con tu partida. Te aconsejo ser mesurado en tus gastos y prudente

en tu comportamiento ahora. En el primer caso, desde el momento que salgas por

esa puerta, no seré responsable ni aval de tus compromisos económicos. Y en el

segundo caso, si llegas a meterte en un problema, de esas situaciones que a los

que los jóvenes les encantan para probarse frente a sus amigos, de una vez te lo

digo, si te metes en problemas con la ley, no estaremos ahí para ayudarte.

Sería también muy sincero decirles que la idea de vivir sólo es simplemente

porque me gusta andar en calzones por toda la casa.

Se quita los zapatos y los pantalones, quedando sólo en bóxers, dobla

cuidadosamente sus pantalones.

Curso la carrera de Economía, justo voy a la mitad. El futuro nos pertenecerá a mi

generación y a mí, ¿se imaginan? Somos un grupo de economistas pesados,


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distribuiremos los presupuestos con una inteligencia tal que los mercados

favorecerán a los jóvenes, romperemos los viejos esquemas de distribución de

riquezas, los fondos de retiro serán la base para impulsar nuevas microempresas

y promocionaremos leyes para que ningún ciudadano se encuentre descansando

en casa, todos deberán estar activos, empleados o generando empleos, lo que se

traducirá en ingresos y callar de una vez por todas esos rumores de que en este

país empieza una recesión económica.

Estudio en una universidad pública, y las cuotas se elevan mes con mes. El día de

hoy, por parte del consejo de alumnos de la escuela hubo un llamado a una

protesta aprovechando la visita del rector a las instalaciones. Los directivos nos

amenazaron, y digo nos, porque fueron muy claros con todos, si alguien escribe

una carta protestando o inicia un movimiento intramuros pidiendo la cancelación

de cuotas, todos seremos los responsables y se verá reflejado en nuestro kárdex.

(Se quita la camisa, la dobla cuidadosamente, queda solamente en bóxer, playera

y calcetines). Una forma nada sutil de amenazarnos.

Dos mil once. Como hablo perfectamente inglés y ya domino algo de portugués,

fui ascendido a supervisor general en Contactmark, empresa de servicio al cliente

donde inicié trabajando, el call center, que decía mi madre, así es como me

mantengo en la universidad y viviendo en este departamento, pero ya no estoy

solo. Elsa está durmiendo en la habitación, ella es mi pareja.

La conocí cuando entró a la universidad, tiene 19 años, tres años más chica que

yo, y no, no estudia Economía, acaba de entrar a la Escuela de Diseño. La vi en

las reuniones que el consejo universitario organiza cada semana. Es tan

pequeñita, exquisita, tiene una cara de muñeca y bueno, su familia la apoya en


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todo y yo necesitaba compartir gastos, así que se me hizo fácil, ella guapa y yo

bien parecido, el interés fue mutuo. Además ella también quería salirse y después

de tres meses de salidas que al cine, a cenar, a cotorrear, en las cuales la mayoría

de las veces se quedaba a dormir aquí, le hablé con suavidad sin éxito hasta que

casi le supliqué fuera mi pareja. La convencí de que tendríamos un gran futuro

juntos y que sería mejor que cenáramos en casa viendo películas en la pantalla de

plasma, y sobre todo, viviendo juntos nos ahorramos muchísimo dinero, ese extra

nos hace falta para pagar las cuotas y cobros en la universidad que aumentan

aceleradamente.

Dos mil doce. Con la inminente privatización de la educación en este país, cada

una de las escuelas nos organizamos en grupos de estudiantes y tomamos las

plazas públicas representando resistiendo y exigiendo un cambio en las

autoridades. (Saca una manta con la leyenda: “Organización, educación,

revolución, derechos no favores”). Hoy es el día que junto a Elsa y otros miles de

estudiantes, salimos a protestar a la calle y exigir educación pública de calidad y

gratuita. Hoy es el día que nos organizamos y marchamos para defender nuestro

futuro. (Grita la consigna) ¡Organización, educación, revolución!

En Contactmark tuve que despedir a casi la mitad de mis empleados. Los pisos 3,

4 y 5 del edificio están vacíos, ya no somos una empresa rentable. Estuvieron a

punto de enviarme a Colombia a capacitar a jóvenes reclutados para ContactCom,

la franquicia que se abrió allá. Me cancelaron el viaje por falta de recursos, se dice

que la empresa va a terminar cerrando aquí porque la mano de obra allá es mucho

más barata, además que los empleados acá, exigían derechos por antigüedad,

préstamos, seguros de vida y la mayor parte de ellos eran mayores o estaban por


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cumplir los treinta años. Confío en que mantendré mi trabajo, soy un buen

empleado y casi no dudé a la hora de liquidar a mis compañeros, aunque hubo

desde mentadas de madre, súplicas y propuestas indecorosas. Fue duro pero tuve

que ser egoísta, pensar en mí, mi pareja y mis gastos.

(Una pequeña casa de campaña en medio del escenario, cobijas adentro y la

manta colocada en el techo de la casa.)

Está por terminarse el año dos mil doce, Elsa y yo prácticamente vivimos en esta

plaza pública. Cada viernes marchábamos desde rectoría hasta la casa de

gobierno, nos acusaron de porros, revoltosos, delincuentes hasta que, para que

vieran que eran serias nuestras demandas eran serias, los estudiantes, por la

fuerza tomamos la universidad. Se nos unieron adultos desempleados a las

marchas, luego llegaron los ancianos a los que les habían congelado sus cuotas

de jubilación. Decidimos seguir el ejemplo de España y estamos en esta

acampada que ocupa las calles y plazas del centro de la ciudad. Somos

aproximadamente cinco mil personas, aquí dormimos, comemos, redactamos

boletines, repartimos propaganda, resistimos a un sistema económico injusto y

hacemos el amor. Elsa y yo abandonamos el departamento, ya pudimos pagarlo.

En Contactmark hubo recortes de nuevo, no sólo de personal, también nuestros

sueldos y reparto de utilidades, es una táctica que tienen esas empresas, vienen a

nuestro país con grandes facilidades de parte del gobierno al ser generadoras de

empleos y a los cinco años se declaran en quiebra y huyen a otro país donde

pagarán mucho menos a gente joven que no exigirá sus derechos laborales.

Yo me divido en dos, y así con la indecisión a cuestas, enfrenté a los granaderos

que vinieron a desalojarnos. Arribaron en la madrugada, a las cuatro de la


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mañana, la hora de los cerdos para aprovechar y hacer sus marranadas. Los

gritos me despertaron, asomé mi cabeza fuera de la tienda de campaña, gente

corría y otros más se daban a golpes con los milicos. Sí, eran de los dos bandos,

policías y militares, me metí de nuevo a la tienda y sacudí a Elsa.

- Elsa, despierta, vete para la casa.

Elsa se asustó y dijo:

-Ya no tenemos casa, dejamos el depa, no tenemos otro lugar.

En mi desesperación por protegerla, le sugerí:

-Llévate tus cosas y ve para casa de tus papás, quédate ahí y no salgas.

Elsa me miró con mucho desprecio y me dio una bofetada. Tomó sus pocas

pertenencias y así en pijama, dignamente dejó nuestra casa de campaña y

abandonó la acampada sin mirar hacia atrás lo que dejaba: el desorden, los

pleitos, la indignación y el abuso.

Yo esperaba a que volteara y me lanzara un beso, sólo recibí un golpe de tolete

en la cabeza que me tumbó al piso y patadas sin parar en el estómago y en la

cadera mientras recordaba la voz y palabras de mi padre, diciendo:

- Te aconsejo prudencia en tu comportamiento.

Es mentira que la sangre sea roja, una sustancia negra me nubló los ojos, manchó

mis manos y me salpicó el cuerpo. Y por más que me limpiaron y me lavaron en el

hospital, todavía me impide recordar claramente lo que sucedió.

Es mayo de dos mil trece, hoy cumplo veinticuatro años. Estoy acostado en el sofá

de la casa de mis padres, vine aquí a recuperarme a principios de año, aunque

sería un bonito gesto de mi parte confesarles que ya me acostumbre a la idea de

vivir aquí de nuevo. Dejé mi departamento por falta de recursos y la acampada por


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falta de huevos. Tengo cinco meses sin empleo. Falté cinco días a Contactmark y

me finiquitaron, supliqué, lloré, justo como lo hicieron los que yo despedí. Al salir

del hospital, Elsa no contestó mis llamadas, ni mis mensajes, pero la entiendo, no

soy el protector que ella busca, si no soy capaz de protegerme a mí mismo, ¿pero

quién lo es? Así que como un cachorrito que se atreve a experimentar y conocer la

calle, salí y me topé con la jauría de la colonia, me mordieron y lastimaron y corrí

de regreso a esconderme bajo las patitas de mis padres. Sé que estaban tan

asustados como yo, pero después de cinco meses veo que se desesperan y están

hartos de mi presencia. No los culpo, no tengo ingresos y nada que aportar a la

casa. Cada día salgo a buscar algún jale, ya no digamos en un call center,

también busqué en un Oxxo, en la central de abastos, anduve unos días

manejando el taxi de mi primo pero ahora él mismo lo trabaja, necesitados como

estamos todos de unas cuantas monedas.

Hay días en que me doy por vencido y me la paso tirado aquí, viendo la tele, hasta

que mis padres me ven con furia, me reprochan y se preguntan qué hicieron mal

para que yo esté de regreso sin empleo, sin familia y sin valor alguno. Hay otros

días que salgo desde temprano, con solicitudes llenas, con un sándwich que me

hace mi madre y con las monedas para el camión que me da mi padre, pero no

corro con suerte. Soy afortunado en poder estar aquí, sé que mi regreso a casa es

temporal y que pronto terminarán los rumores de que vivimos en una recesión. A

diario mi padre compra el periódico para que yo busque empleo, así a la antigüita

en vez de usar la internet, que ya no pagamos. Me encontré con que ellos, el

sistema, nos llaman a nosotros “los jóvenes boomerang”.


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