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Estimada amiga

Proverbios 31:10-31 nos describe como


mujeres virtuosas, joyas valiosas que
bendecimos con nuestra fuerza, honor,
buena actitud, emprendimiento y sabi-
duría.

Somos hijas de Dios, Padre amoroso que


nos ha dotado con innumerables talen-
tos para edificar en Su reino al dar vida
y cuidar de la simiente que perpetúa el
cumplimiento de Sus promesas.

Él nos invita a que nos sentemos a Su


mesa, que disfrutemos de Su compañía,
Sus consejos y provisión.

Durante 30 días, tómate un tiempo para


que te consienta y te demuestre cuánto
se interesa por tu vida, tus preocupacio-
nes y sueños.

Con amor,
Aconteció que estando Jesús a la
mesa en casa de él, muchos publica-
nos y pecadores estaban también a
la mesa juntamente con Jesús y sus
discípulos; porque había muchos
que le habían seguido. Y los escribas
y los fariseos, viéndole comer con
los publicanos y con los pecadores,
dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto,
que él come y bebe con los publica-
nos y pecadores? Al oír esto Jesús,
les dijo: Los sanos no tienen nece-
sidad de médico, sino los enfermos.
No he venido a llamar a justos, sino
a pecadores.
Marcos 2:15-17
Una de las cosas que admiro de la socie-
dad inglesa es el amor y respeto hacia
la familia real. Ser invitado al Palacio de
Buckingham, a conocer a la reina de In-
glaterra, es un gran honor, más aún, ser
convidado a su mesa. El protocolo es rígi-
do y no se permiten errores. Por ejemplo,
tan solo llegar con zapatos inadecuados
te roba la oportunidad de ser recibido.
No puedo imaginar lo que se siente ser
rechazado por algo así, cuando segura-
mente la persona se ha preparado con
gran emoción y expectativa.

Muchas veces, sentimos que lo mismo


sucede para llegar a la mesa de nuestro
Señor. Pensamos que debemos cumplir
muchos requisitos y nos negamos el de-
recho de aceptar su invitación. La rea-
lidad es que Él nos espera sin importar
cómo llegamos, porque el alimento que
nos ofrece es el que nos transforma, nos
renueva y restaura. ¡Él nos está esperan-
do con los brazos abiertos!

Sientate a la mesa
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo;
si alguno oye mi voz y abre la puer-
ta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo.

Apocalipsis 3:20
¿Cómo te sentirías si luego de preparar-
te especialmente para una cena, cuando
ya estás linda y perfumada, tu carro no
arranca, se te hace tarde y no llegas a la
cita? ¡Qué frustrante! Habías esperado
este día para compartir con tu amiga, tie-
nes tanto tiempo sin verla y tantas cosas
que contarle. Muy triste, llamas para de-
cirle que no podrás llegar y te disculpas.
Sin remedio te quedas en casa, pero de
pronto, escuchas que llaman a la puerta,
sin mucho entusiasmo te levantas a abrir.
¡Sorpresa! Tu amiga está de pie frente a
ti y lleva comida para compartir contigo:
“No podía perder la oportunidad de ver-
te, así que si tú no podías llegar, yo vine
a buscarte”.

De la misma forma, Jesús anhela un tiem-


po especial contigo, por eso, nunca per-
derá la oportunidad de ir a tu encuentro,
a pesar de las dificultades que pienses
tener para acercarte a Él. ¡Dale la bien-
venida!

Abrele la puerta
Me llevó a la sala de banquetes y sus
miradas para mí fueron de amor.

Cantares 2:4 (DHH)


¡Hay tantos detalles en el proceso de pla-
nificar una boda! El vestido, los zapatos,
las flores, los colores, la música, el lugar,
y por supuesto, el banquete. Ese mo-
mento especial de sentarse a la mesa y
festejar, aunque muchas veces el afán
porque todo quede perfecto y los invita-
dos estén cómodos provoca que olvide-
mos el motivo de la celebración, el amor
que nos une a nuestro esposo, quien nos
espera en el altar para iniciar una nueva
vida juntos. Cuando nuestras miradas se
encuentran, todo a alrededor desapare-
ce, lo único que vemos son esos ojos que
nos llenan y cubren de tierno amor.

De la misma forma, Dios quiere que Su


mirada de amor eterno, de afirmación
y aceptación sea lo único que veamos
cuando nos sentamos a Su mesa a dis-
frutar de Su presencia, cuidado y cariño
sin reservas.

Miradas de Amor
Pero Mefi-boset, que era inválido de
ambos pies, vivía en Jerusalén, por-
que comía siempre a la mesa del rey.

2 Samuel 9:13
Una de mis historias favoritas en la Biblia
es la del rey David y Mefi-boset, porque
nos habla de aceptación y amor. En el
antiguo Israel era prohibido que alguien
con defectos físicos se sentara a la mesa
del rey, pero David había hecho un pacto
de amistad, había prometido a Jonatán,
su amigo del alma, hijo del rey Saúl, que
cuidaría de su descendencia, y estaba
dispuesto a cumplir su palabra. Al lado
del rey David se sentaba su hijo Absa-
lón, un joven de exuberante hermosura
y también se sentaba Mefi-boset, hijo de
Jonatán y lisiado de los dos pies desde
su infancia.

Cada vez que me siento limitada por mis


pecados, dudas y pensamientos o me
comparo con otras personas, Dios me
recuerda esta historia como ejemplo de
que Su amor y aceptación no tienen limi-
taciones y que nada impide que acepte
Su invitación a estar junto a Él. No tenga-
mos miedo, recibamos con confianza el
cuidado de nuestro Padre. ¡Somos únicas
y especiales para Él!

Aceptada y amada
Yo apacentaré mis ovejas, y yo les
daré aprisco, dice Jehová el Señor.

Ezequiel 34:15
No hay nada peor para el cuerpo del ser
humano que la falta de descanso, alimen-
tos y agua. Si no tenemos el cuidado de
dormir, nuestro cerebro y organismo no
funcionan correctamente. Y si nuestra
alimentación es desbalanceada no tene-
mos energía. Cuando estamos cansadas
o hambrientas, nuestras emociones y
temperamento se descontrolan, por eso
es tan importante cuidarnos. De la misma
forma sucede en nuestra vida emocional
y espiritual. Cuando nada está saliendo
como queríamos, cuando pasamos por
escasez y problemas familiares, nuestra
alma está inquieta, incluso nos enferma-
mos. Conectémonos con Dios para que
nos dé sustento y descanso. Él nos invi-
ta a su mesa para alimentarnos con Su
amor y cuidados.

Refrigerio y alimento
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jor-
naleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perez-
co de hambre!

Lucas 15:17
He aprendido que no hay peor situación
que perder nuestra comunión con Él. Mu-
chas veces, no sabemos o no queremos
reconocer dónde nos encontramos, dón-
de está nuestro corazón y nuestra alma,
dónde hemos puesto nuestra confianza.
Nos parecemos al hijo pródigo, queremos
tener el control y nos alejamos de nues-
tro Padre. Evadimos Su consejo por mie-
do o vergüenza. También sucede que nos
damos cuenta de que estamos alejadas
hasta que tocamos fondo, hasta que ya
no aguantamos y caemos en depresión,
angustia y estrés. En esos momentos, po-
demos reaccionar y volver a Él, porque
tiene un banquete preparado para noso-
tras y nos espera con los brazos abiertos.
Nadie te cuidará y amará como el Rey.

Volver a casa
Pero el padre dijo a sus siervos: Sa-
cad el mejor vestido, y vestidle; y po-
ned un anillo en su mano, y calzado
en sus pies. Y traed el becerro gordo
y matadlo, y comamos y hagamos
fiesta; porque este mi hijo muerto
era, y ha revivido; se había perdido,
y es hallado. Y comenzaron a rego-
cijarse.

Lucas 15:22-24
¿Alguna vez han escuchado de Pablo Oli-
vares? Un cantante cristiano argentino,
pero que no siempre fue así. Pablo creció
en una familia de fe. Su madre era una
guerrera de oración que siempre interce-
dió por él para que tuviera un encuentro
con Dios, ya que desde muy joven tomó
decisiones que lo llevaron por caminos
difíciles. Cuando Pablo tocó fondo y es-
tuvo a punto de morir, abrió los ojos y
se dio cuenta de que su Padre celestial
nunca lo dejó. Regresó a su casa, donde
su mamá lo estaba esperando con los
brazos abiertos, regocijándose porque
su hijo por fin había regresado. Pablo se
convirtió en un gran adorador.

Nuestro Padre celestial es como la mamá


de Pablo, no importa qué tan lejos es-
temos, no importa qué hayamos hecho,
Él nos está esperando para regocijarse
porque nosotras, sus amadas hijas, he-
mos regresado a casa. Hace un banquete
cuando nosotras regresamos. No nos re-
clama, nos limpia de todo lo que hemos
hecho mal porque somos Sus herederas
valiosas e irremplazables. ¡Regresa a la
casa de tu Padre, donde una fiesta de
bienvenida te espera!

Rogocijo
En todas las provincias, ciudades y
lugares adonde llegaba el decreto
real, los judíos se llenaron de gozo
y alegría, y celebraron banquetes y
fiestas. Además, entre la gente del
país hubo muchos que se hicieron
judíos, porque el miedo a los judíos
se había apoderado de ellos.

Ester 8:17 (DHH)


Me gusta mucho la película “Milagros del
cielo”, basada en la historia real de una
niña condenada a muerte por una enfer-
medad. En su familia no hay mucha ale-
gría ya que pesa un decreto de muerte
sobre su felicidad, sus finanzas y salud.
La madre no entiende qué le pasa a su
hija, pero ora con desesperación. El papá
siempre creyó en un milagro y ¡sucedió!
Nuestro Padre decretó vida sobre ella y
la niña fue sana. Entonces, la familia ce-
lebró, hizo banquete. Puede existir un
decreto de muerte sobre ti, tus finanzas,
negocio o tu familia, pero cuando nos
acercamos a Dios, leemos Su Palabra y
pasamos tiempo con Él, nos da un decre-
to de vida que trae gozo y alegría. ¡Cree
en Sus promesas de bendición para tu
vida!

Decreto de vida
Al descender a tierra, vieron brasas
puestas, y un pez encima de ellas, y
pan. Jesús les dijo: Traed de los pe-
ces que acabáis de pescar. Subió
Simón Pedro, y sacó la red a tierra,
llena de grandes peces, ciento cin-
cuenta y tres; y aun siendo tantos,
la red no se rompió. Les dijo Jesús:
Venid, comed. Y ninguno de los dis-
cípulos se atrevía a preguntarle: Tú,
¿quién eres? sabiendo que era el Se-
ñor.

Juan 21:9-12
Algo que disfruto de Jesús es lo detallis-
ta que es. Él sabe más que nosotras las
bendiciones que necesitamos. He expe-
rimentado momentos cuando me siento
como los discípulos que no han pesca-
do nada. He perseguido mis sueños, he
intentado conquistar mis metas sola, sin
lograrlo. Pero, cuando estamos en cone-
xión con Dios, podemos ver más allá de
lo que nos rodea. Él está ahí esperando
que avancemos a donde quiere llevarnos
para servirnos el banquete que tiene para
nosotros. Nos dará instrucciones para
pescar en abundancia y nos dará susten-
to. Jesús se preocupa por los detalles. No
importa cómo inicie o termine nuestro
día, Él tiene algo especial para nosotras.
Acerquémonos a la mesa del Señor con
nuestras redes vacías para que las llene
de detalles y bendiciones de amor.

Siempre, algo especial


Tu mujer será como vid que lleva fru-
to a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alre-
dedor de tu mesa.

Salmos 128:3
Tengo más de tres décadas de matrimo-
nio. No ha sido fácil, pero ha sido mara-
villosamente satisfactorio. Mi esposo es
un regalo de Dios. Hemos enfrentado mil
retos, tenemos tres hijos que, gracias al
amor y fidelidad del Señor, han decidido
servirlo, tal como nosotros lo hacemos.
Pero esa decisión ha sido personal. Noso-
tros intentamos sembrar en ellos el amor
y anhelo de una vida con Dios, dimos
ejemplo y espacios para que se desarro-
llara esa visión, pero no impusimos nada.
Mi oración siempre ha sido que cada uno
de los seres que amo tenga un encuentro
personal con mi Señor, porque sé que so-
lamente con Él lograrán plenitud y vida
abundante. Solo plantados en Él seremos
semillas que den abundante fruto. Pue-
do dar testimonio de ello, porque lo he
vivido como mujer, esposa y madre. ¡No
lo dudes, nuestro Padre y Señor es quien
nos hace fructificar!

Damos abundante fruto


Cuando Jehová hiciere volver la cau-
tividad de Sion, seremos como los
que sueñan. Entonces nuestra boca
se llenará de risa, y nuestra lengua
de alabanza; entonces dirán entre
las naciones: grandes cosas ha he-
cho Jehová con estos.

Salmos 126: 1-2


Han nació y creció en China. Era una jo-
ven que de cierta manera vivía en cau-
tividad y soledad porque no conocía a
Jesús. Pero la invitaron a un grupo en la
universidad, cuando fue a estudiar a Es-
tados Unidos y dos años después, luego
de consultar con sus padres, le entregó
su vida al Señor. Desde entonces, todo ha
cambiado. Su vida de soledad se trans-
formó en experiencias de entrega al viajar
como misionera por el mundo, ayudando
a quienes necesitan apoyo en muchas
áreas, desde suministros de agua pota-
ble, hasta educación. ¡El Señor la llenó de
gozo! Nuestro cautiverio puede que no
sea como el de Han, pero todas, en algún
momento de nuestra vida, hemos sufrido
por el cautiverio de la soledad, amargura,
superficialidad, rencor o diferentes emo-
ciones dañinas. Sin embargo, cuando nos
acercamos a la mesa de nuestro Padre,
Su fuente inagotable de gozo nos llena.
Él nos saca del cautiverio y nos da iden-
tidad como hijas amadas. ¡Alegrémonos!

Gozo en Su presencia
Se levantó de la cena, y se quitó su
manto, y tomando una toalla, se la
ciñó. Luego puso agua en un lebrillo,
y comenzó a lavar los pies de los dis-
cípulos, y a enjugarlos con la toalla
con que estaba ceñido.

Juan 13:4-5
Una amiga me contó que fue a Malasia
como misionera. Durante ese viaje, se
acercó a un grupo de prostitutas a quie-
nes pudo compartirles sobre Jesús. Les
habló sobre la identidad de amadas que
Él les daba y que su trabajo no las definía.
Mi amiga y su grupo fueron testigos de
cómo las prostitutas eran menosprecia-
das en las calles por hombres y mujeres.
Durante una actividad especial, ellas fue-
ron atendidas por un grupo de misione-
ros que les prepararon una cena especial,
incluso les lavaron los pies, como Jesús
hizo con Sus discípulos. Experimentaron
amor, respeto, admiración y compasión.
Esa noche les cambió la vida. Nuestro Se-
ñor desea ungirnos con amor y servicio.
Para Él somos especiales, dignas de hon-
ra. ¡Permítele ser quien te llene de aten-
ciones! Nadie te amará como Él.

Dignas de honra y amor


El preso agobiado será libertado
pronto; no morirá en la mazmorra,
ni le faltará su pan. Porque yo Jeho-
vá, que agito el mar y hago rugir sus
ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es
Jehová de los ejércitos.

Isaias 51:14-15
Es común ser prisioneras de falta de per-
dón o del egocentrismo. A veces, incluso
pensamos que estamos bien porque va-
mos a la iglesia, vamos a grupos, alaba-
mos, levantamos las manos y alabamos
a Dios, pero en un lugar oculto de nues-
tro corazón hay rencor o arrogancia al
pensar que podemos avanzar en la vida
haciendo lo que nos parece, aunque real-
mente no sea lo correcto. Condicionamos
a Dios buscando que haga nuestra volun-
tad y ejecute nuestros planes, a pesar de
que Sus planes son perfectos. Permítele
tomar realmente el control de tus senti-
mientos y acciones. Permite que Él te li-
bere de la prisión de la autosuficiencia y
sane tus heridas. Cuando nos sentamos a
Su mesa y dejamos que nos guie al per-
dón, saldremos de la cautividad, enton-
ces, nos capacitará para vivir conforme a
Sus planes y promesas.

Liberacion
El justo florecerá como la palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.

Plantados en la casa de Jehová,


En los atrios de nuestro Dios
florecerán.

Salmos 92:12-13
Conozco a una bella mujer, esforzada y
valiente, quien desde su infancia fue gol-
peada física y emocionalmente. Hasta
los 7 años fue la princesa de su padre.
Pero todo cambió cuando los padres se
enfocaron más en su trabajo, así que la
dejaron como responsable del cuidado
de sus hermanos menores, cuando ni si-
quiera podía cuidarse sola. Su vida era
un infierno de abuso, incluso cuando se
casó. A los 20 años, tenía 3 hijas; había
sido maltratada, engañada y vivía frus-
trada. Pero en medio de todo, Dios tuvo
cuidado de ella y comenzó un camino de
restauración y sanidad interior. Cuando
encontró su propósito, se volcó al servi-
cio incondicional al Señor y a su prójimo.
Su petición ha sido: “Llévame a donde los
corazones me necesiten para sanar, liber-
tar, restaurar y sembrar tu amor”. Llegó a
graduarse de bachiller en administración,
enfermería, consejería bíblica y orienta-
ción familiar; es costurera y repostera. In-
cluso en medio del dolor, busca al Señor
y te aseguro que tu vida será transforma-
da, porque hay promesa de restauración
y vida plena para quienes lo buscamos
de corazón.
Floreceremos
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida;
el que a mí viene, nunca tendrá ham-
bre; y el que en mí cree, no tendrá
sed jamás.

Juan 6:35
Es normal que oremos por la comida que
deseamos. Dios incluso desea satisfacer
nuestros antojos, pero no olvidemos que
el único pan que puede llenarnos es Je-
sús. Él es el alimento que nuestra alma
verdaderamente necesita. Muchas veces,
nuestras conversaciones se escuchan
algo así:

Yo: ¡Quiero un trabajo nuevo! ¡Detesto el


que tengo!
Jesús: Aquí hay satisfacción. Pondrá tu
alma en reposo. Esto es lo que necesitas,
no un nuevo trabajo.
Yo: Quiero un esposo ahora, porque to-
das mis amigas están casadas, y se ve
mal que yo esté soltera.
Jesús: Confía en mí y nuestra relación se
profundizará.
Yo: No sé qué hacer. ¡Dame una señal!
Jesús: Aquí estoy. Mi Espíritu vive dentro
de ti, guiándote en todo momento.

Jesús es nuestro pan de vida, el que


perdura y trasciende. Sentémonos a Su
mesa y deleitémonos con Él.

Vida
Mas a Jehová vuestro Dios serviréis,
y él bendecirá tu pan y tus aguas; y
yo quitaré toda enfermedad de en
medio de ti.

Exodo 23:25
Como hijas, tenemos derecho a comer
del pan de nuestro Padre. Más aún, Él nos
promete que, si le servimos, nuestro ali-
mento llevará el agregado de Su bendi-
ción. En Juan 12:26 dice: “…Si alguno me
sirviere, mi Padre le honrará”. No sola-
mente promete alimento y agua, también
nos promete salud y honra. ¡Qué más po-
demos anhelar! Cuando estamos apasio-
nadas por nuestro Padre y nos sentamos
a Su mesa, nuestro corazón se llena de
gozo y nos sentimos motivadas compar-
tirlo con todos. No necesitamos que nos
obliguen porque nuestro deseo es que
otros tengan lo que nosotros tenemos.
No menospreciemos ser siervas y servi-
doras, ya que recibiremos mucho, mucho
más. Dios es justo y agradecido, así que
Sus promesas se cumplirán, sin duda.

Bendicion que sobreabunda


Yo soy la puerta; el que por mí en-
trare, será salvo; y entrará, y saldrá, y
hallará pastos.

Juan 10:9
Lo más importante en la vida de una hija
de Dios es la intimidad con Él. Solo de
esa forma hallamos sustento, incluso en
medio de nuestras agotadoras jornadas.
Una misionera me contaba que su día
trabajando en la obra era extenuante,
con un horario de 6 am a 11 pm, y que
su fuerza era renovada en el PENHOP
(el cuarto de oración). Allí era donde,
en intimidad con Dios, sentía seguridad,
paz y nuevo ánimo. Era como si el Señor
le diera un súper alimento que no tenía
comparación. Las mujeres peleamos mu-
chas batallas por nuestros hijos, esposo,
amigas, familia y colaboradores. Siempre
estamos ayudando a alguien, así que es
imprescindible que recibamos nuevas
fuerzas. Te aseguro que Dios es quien
puede dártelas. Búscalo en intimidad y
serás renovada.

Seguridad y renovacion
Seis días antes de la pascua, vino
Jesús a Betania, donde estaba Láza-
ro, el que había estado muerto, y a
quien había resucitado de los muer-
tos. Y le hicieron allí una cena; Marta
servía, y Lázaro era uno de los que
estaban sentados a la mesa con él.
Entonces María tomó una libra de
perfume de nardo puro, de mucho
precio, y ungió los pies de Jesús, y
los enjugó con sus cabellos; y la casa
se llenó del olor del perfume.

Juan 12:1-3
¡Lázaro había resucitado! Jesús hizo el
milagro y los hermanos pusieron la mesa
para Él. Deseaban agradecerle y honrarlo
con amor. Lázaro organizó la cena y con-
vidó a los invitados; su hermana, Marta,
preparó la comida, y María lo ungió con
perfume. El bálsamo era tan preciado
que la casa se llenó del agradable aroma.
De la misma forma, sube a la presencia
del Señor, como perfume de olor grato,
nuestra alabanza y adoración cuando
preparamos mesa para sentarnos con Él.
Aprovechemos la oportunidad que tene-
mos de disfrutar de Su amada presencia.

Olor fragante
Y todos comieron el mismo alimento
espiritual, y todos bebieron la misma
bebida espiritual; porque bebían de
la roca espiritual que los seguía, y la
roca era Cristo.

1 Corintios 10: 3-4


El deseo de sentarnos a la mesa de Je-
sús tiene que surgir de un corazón sin-
cero, sin dobleces y sin pretensiones
fingidas, pues vemos en Su Palabra que
aunque todos comieron del mismo ali-
mento espiritual y bebieron de la mis-
ma agua espiritual, Dios no se agradó
de todos y fueron dispersados. En Juan
13:27, vemos que, aunque Judas se sentó
muchas veces a la mesa del Maestro, no
tenía un corazón íntegro por lo que no
fue edificado como otros. Vivió, comió y
anduvo con Él durante 3 años, aun así, su
corazón no fue transformado, el alimento
no fue aprovechado para ser bendición a
su vida. Acerquémonos con sinceridad y
transparencia al Señor para que Su Pala-
bra se haga vida en nosotros y nos ben-
diga a través de la renovación de nuestro
entendimiento.

Alimento espiritual
A todos los sedientos: Venid a las
aguas; y los que no tienen dinero, ve-
nid, comprad y comed. Venid, com-
prad sin dinero y sin precio, vino y le-
che. ¿Por qué gastáis el dinero en lo
que no es pan, y vuestro trabajo en
lo que no sacia? Oídme atentamen-
te, y comed del bien, y se deleitará
vuestra alma con grosura.

Isaias 55:1-2
Dios hace un llamado sin precedentes
al invitarnos a comprar y comer, inclu-
so cuando no tenemos dinero. Quizá
muchas veces nos sintamos estresadas
y sedientas de descanso, o bien, deses-
peradas a causa de la escasez que pue-
da afligir a nuestra familia, sin embargo,
nuestro Padre nunca nos desampara. En
2003, en La Habana, Cuba, vivía una mu-
jer soltera, sin trabajo y madre de geme-
los que debía alimentar. Un día se armó
de fe para ir a un centro de abastecimien-
to del gobierno y comprar tres litros de
leche para su familia. Nada raro a simple
vista, pero resulta que ella no tenía dinero
y la ley solo permitía comprar un litro por
familia. Oró durante el camino de cuatro
kilómetros que la separaban del centro
de abastecimiento, decidida a “comprar”
la leche y confiada en que Dios no la de-
fraudaría. Cuando llegó, como es de su-
poner, ¡no le dieron ni la hora! Pero al salir
del local, milagrosamente, encontró un
billete de $20 dólares sobre la acera. ¡Eso
le alcanzaba para alimentar a su familia
durante casi un mes! Dios no la defraudó
y de esa forma premió su fe.

Comprar y comer sin dinero


Porque así dijo el Alto y Sublime, el
que habita la eternidad, y cuyo nom-
bre es el Santo: Yo habito en la altura
y la santidad, y con el quebrantado
y humilde de espíritu, para hacer vi-
vir el espíritu de los humildes, y para
vivificar el corazón de los quebran-
tados.

Isaias 57:15
Tener el corazón quebrantado es difícil
de superar. Esta Palabra es para ti, mujer
que estás afrontando una situación que
te ha devastado, que estás pasando por
una separación en tu matrimonio, que
has sido lastimada por tu esposo, quien
duramente te ha dicho que ya no te ama
y que todo se acabó. O para ti que estás
afligida por la noticia de una enfermedad
terminal o la adicción de alguien de tu fa-
milia. Todas estas cosas pueden llevarnos
a un punto extremo en el que sentimos
morir. Justo en este momento, aunque
sea difícil de creer, es posible encontrar
buenas noticias. Nuestro Dios habita con
el quebrantado y afligido, solo necesitas
acercarte a Él con un espíritu humilde re-
conociendo que tiene poder para darte
consuelo. Siendo nuestro Dios alto y ma-
jestuoso, santo e inigualable, cuando nos
presentamos con un espíritu arrepentido
y humilde, nos lleva a lugares de reposo
donde nos renueva. Nos agrega valor por
lo que somos para Él, nos ve hermosas e
íntegras. Acércate a Su presencia y halla-
rás vida nueva.

El me vivifica
Y Booz le dijo a la hora de comer:
Ven aquí, y come del pan, y moja tu
bocado en el vinagre. Y ella se sentó
junto a los segadores, y él le dio del
potaje, y comió hasta que se sació, y
le sobró.

Rut 2:14
En la mayoría de cumpleaños o reuniones
familiares, sabemos que somos nosotras,
las madres y esposas quienes atendemos
a los invitados y vemos que todo funcio-
ne como debe ser. Es difícil que podamos
sentarnos a comer y disfrutar, pero lo ha-
cemos con gusto. Como mujeres, gene-
ralmente, nos ponemos en último lugar;
ya sea que tengamos un grupo, un minis-
terio o seamos dueñas de una empresa,
todo va antes que nosotras, porque de-
seamos ocuparnos de que las cosas es-
tén en orden, por lo que nos olvidamos
de sentarnos, comer y disfrutar lo que
Dios nos ha dado. Hoy, así como Booz le
dijo a Rut que se sentara a la mesa para
comer después del intenso trabajo, Dios
te está llamando para que te sientes a la
mesa; te llama para que comas del pan
que tiene preparado para ti. Te llama
para amarte y consentirte. ¡Aprovecha la
oportunidad!

Toma asiento
He aquí que Dios es grande, pero no
desestima a nadie;
Es poderoso en fuerza de sabiduría.

Job 36:5
A veces, las circunstancias le roban mu-
chas cosas a nuestra alma, a nuestra vida.
Nos roban la paz, el amor, la alegría, nues-
tra identidad y mucho más. ¡El enemigo
se deleita en esto! Conocí a un joven con-
sumido por los vicios que luchaba por
recuperarse. Su alma deseaba paz, amor,
consuelo, descanso, sanidad, alegría y
todo lo que el enemigo le había robado.
Yo anhelaba guiarlo para que se senta-
ra a la mesa con Jesús. Fue un proceso
lento, pero finalmente él confió y disfru-
tó de ese banquete que nuestro Señor le
tenía preparado. Cuando nos sentamos a
la mesa del Rey, nuestra alma es sanada,
se llena de seguridad, aceptación y for-
taleza, porque el Espíritu Santo es gene-
roso para obsequiarnos con todo lo que
necesitamos y deseamos. Dios tiene una
mesa donde hay abundancia de banque-
tes increíbles, la ha preparado para que
te sientes y sea restaurado todo lo que
el enemigo te ha robado. ¡Acepta Su in-
vitación!

Abundancia de regalos
Pero a Ana daba una parte escogida;
porque amaba a Ana, aunque Jeho-
vá no le había concedido tener hijos.

1 Samuel 1:5
La esterilidad marca fuertemente a quien
la padece, ninguna posesión material, via-
jes o relaciones logra llenar ese vacío. Sin
embargo, hay muchísimos testimonios
sobre milagros de fertilidad, ya que Dios
ha prometido bendecir a tu descenden-
cia si le crees de corazón. Especialmente
me emociona la historia de una pareja de
amigos. Ellos se llaman Beca y Mateo. Su
proceso fue extraordinario. Comenzaron
a conocer a Dios, se acercaron a Su mesa
y Él les dio una porción escogida porque
los amaba. Mientras más lo conocían,
más se fortalecía su fe. Un año más tar-
de, ellos vieron la fidelidad de Dios y la
respuesta a sus oraciones. Ahora su ho-
gar está lleno de las risas y las caricias
de cuatro hermosos hijos. ¡Cree por tu
milagro! Nuestro Rey hará Su obra en tu
familia y dará fruto no solo a tu vientre
sino a toda área donde haya esterilidad.

Eres tierra fertil


En el tercer año de su reinado hizo
banquete a todos sus príncipes y
cortesanos, teniendo delante de él
a los más poderosos de Persia y de
Media, gobernadores y príncipes de
provincias.

Ester 1:3
¿Quiénes son los príncipes y los más po-
derosos?, ¿quiénes son los nobles y ofi-
ciales? Aquellos que se han esforzado
por cumplir con las leyes del soberano,
que se han esforzado en su trabajo, que
han ganado batallas, que se han prepara-
do para llevar a cabo su propósito y que
han servido con pasión y entrega a su Se-
ñor para guiar a otros. Para aquellos que
han sido diligentes por aprender, crecer
y madurar, hay momentos especiales con
el Rey que desea recompensarlos. Por
eso, les ofrece banquete, los honra con
Su invitación y comparte con ellos Sus
riquezas en gloria. Tú eres una de las es-
cogidas, eres princesa, noble, esforzada.
¡Acércate al Rey y siéntate a disfrutar de
Sus privilegios!

Tu eres privilegiada
En paz me acostaré, y asimismo
dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces
vivir confiado.

Salmos 4:8
Recuerdo una historia de los niños
post-guerra que vi hace algún tiempo.
Los niños que pasan por tiempos de
guerra suelen tener problemas de sue-
ño, problemas de ansiedad y tienen que
pasar por terapia para sanar su vida y su
mente de los traumas que han sufrido.
Claro que tienen pesadillas porque la in-
certidumbre e inseguridad se queda im-
plantada en su subconsciente. A nosotras
nos sucede igual. Cuando pasamos por
tiempos difíciles, tiempos de desolación,
guerra espiritual y hambre, podemos per-
der la confianza en que nuestro Padre es
quien suplirá todo lo que nos falte; pero
si nos acercamos a Él cada día, te ase-
guro que encontraremos respaldo para
dormir confiadas, incluso en medio de la
peor situación. Nuestro Señor transforma
los temores y ansiedades en certeza de
provisión para cada área de nuestra vida.
No estás sola, lo tienes a Él, confía en Su
amor.

Dormir confiada
Y hallaron en el campo a un hombre
egipcio, el cual trajeron a David, y le
dieron pan, y comió, y le dieron a be-
ber agua. Le dieron también un pe-
dazo de masa de higos secos y dos
racimos de pasas. Y luego que co-
mió, volvió en él su espíritu; porque
no había comido pan ni bebido agua
en tres días y tres noches.

1 Samuel 30:11-12
Un hombre egipcio fue abandonado por
su ejército en el campo de batalla; fue de-
jado atrás para que muriera pues estaba
enfermo. David y sus guerreros lo encon-
traron, y a pesar de ser enemigo, lo auxi-
liaron, le dieron agua y comida hasta que
se recuperó. Ahora parece que hemos
perdido la compasión y la misericordia,
vivimos pendientes de nuestro bienestar
y nos olvidamos de que en el campo de
la vida hay personas que se han quedado
atrás heridas o enfermas, personas que
sentimos que nos atrasan porque son
débiles. Sin embargo, debemos renovar
nuestro corazón con amor, compasión y
misericordia para quienes caminan cada
día a nuestro lado. El Señor nos llama
a dar alimento y cuidar de quienes han
sido abandonados o desechados, porque
todos necesitamos de alguien que nos
extienda la mano, nos levante y alimente
para recuperar fuerzas y seguir adelante.
Nuestra generosidad demuestra que so-
mos hijas de un Rey que brinda cobertura
en toda circunstancia y que siempre nos
respaldará.

Amor y compasion
Todos los días del afligido son
difíciles;
mas el de corazón contento tiene un
banquete continuo.

Proverbios15:15
Todas hemos escuchado alguna vez las
canciones de “Cri-cri”, el grillo cantor.
Una de las más famosas es la del “Niño
llorón”. Este niño lloraba a la hora de la
merienda, primero porque la leche esta-
ba fría, luego porque estaba caliente y
después porque la leche tenía nata. En
resumen, ¡nunca estaba contento con el
alimento que le servían! La actitud con
la que enfrentamos cada día hará una
gran diferencia en los resultados que
obtengamos. Cuando nos levantamos,
como decimos, “con el pie izquierdo”, es
decir, con mala actitud, pasamos todo el
día angustiadas, afligidas o amargadas,
aunque tengamos nuestra mesa servida
y lo que necesitamos para disfrutar. Por
el contrario, cuando nos levantamos con
una actitud de alabanza, de gratitud y de
adoración al Padre, nuestro día está lleno
de gozo y bendición, y es como un ban-
quete continuo en Su presencia. Seamos
como niñas convencidas de que nuestro
Padre nos ama y protege.

Buena actitud
Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.

Proverbios 31:15
Un hombre tuvo que viajar por trabajo.
Llegó al hotel y fue a cenar. Cuando la
mesera tomó su pedido, él dijo: “Tráiga-
me una carne pasada de sal, vegetales
un poco quemados, una ensalada con
lechugas marchitas, sin aderezo, y de
tomar, un café amargo y frío”. La mujer
sorprendida, le dijo: “Señor, usted quiere
que me despidan, nosotros no servimos
alimentos en esas condiciones. ¿Por qué
me pide eso?” El hombre respondió: “Es
mi primer día fuera de casa y es lo que
regularmente me sirven”. ¡Imagina la vida
de este pobre hombre! En el perfil de una
hija de Dios no encaja una mujer, espo-
sa y madre que realiza un mal trabajo
o da mal testimonio. Todo lo que haga-
mos debe ser excelente, y para lograrlo,
tenemos la guía y enseñanza de nuestro
Padre. Seamos virtuosas, brindemos con-
suelo, alimento y fortaleza a quienes nos
rodean, porque eso es lo que recibimos
de nuestro Señor.

Mujer virtuosa
Mas a Dios gracias, el cual nos lleva
siempre en triunfo en Cristo Jesús, y
por medio de nosotros manifiesta en
todo lugar el olor de su conocimien-
to. Porque para Dios somos grato
olor de Cristo en los que se salvan, y
en los que se pierden.

2 Corintios 2:14-15
Cuando alguien usa un perfume agrada-
ble y se percibe su aroma al pasar, sea-
mos honestos, ¡nos deleita! Conozco a
una persona que seguramente deleita a
Dios con su servicio porque se dedica a
cuidar de niños abandonados y en riesgo
de abuso que viven en las calles. Se llama
Duncan y la gente lo aprecia porque se
esfuerza por amar a quienes lo necesi-
tan desesperadamente. Al tenerlo cerca,
es inevitable contagiarse con su gozo y
espíritu de servicio. Podemos decir que
está cubierto por la fragancia de Jesús
que se siente y que nos deleita. Asi debe-
ría percibirse esa fragancia de Jesús en
nosotras, para que todos la puedan sen-
tir a nuestro alrededor. Seamos de ben-
dición, seamos agradables y generosas,
demos de gracia lo que de gracia hemos
recibido al sentarnos a la mesa del Rey
y disfrutar de Su amor incondicional. ¡Te
bendigo, amada princesa!

Jesus, nuestra fragancia


Nadie te ama como tu Padre.
¡Bienvenida a este banquete
de 30 días que ha preparado
especialmente para ti!

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