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LE
Editorial
MONDE
LE

MONDE Aún Creemos


diplomatique diplomatique en los Sueños

Otro Chile es posible

OTRO CHILE
por Víctor Hugo de la Fuente
La democracia está más viva que nunca
por Giorgio Jackson
Tiempos de transformar y transformarnos

ES POSIBLE
por Cristian Cuevas
Hermanados en la lucha
por José Ancalao G.
El Allende que necesitamos

OTRO CHILE ES POSIBLE


Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Francisco Figueroa, Cristian Cuevas,
por Francisco Figueroa Cerda
José Ancalao, Víctor Hugo de la Fuente, Libio Pérez, Álvaro Ramis,
La dictadura del mercado y la revolución democrática antineoliberal Jaime Massardo y Martín Pascual
por Libio Pérez
¡A ver, a ver…!
por Martín Pascual
El gran salto democrático que hace falta
por Jaime Massardo
Genealogía de una generación maldita
por Álvaro Ramis
¿Y cuál es la revolución educativa?
por Camila Vallejo
Anexo: Manifiesto de Historiadores
Revolución anti-neoliberal social/estudiantil en Chile

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www.lemondediplomatique.cl
111
© 2011, Editorial Aún creemos en los sueños

La editorial Aún creemos en los sueños


publica la edición chilena de Le Monde diplomatique.
Director: Víctor Hugo de la Fuente

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Diseño: Cristián Escobar


Copyright 2011 Editorial Aún Creemos En Los Sueños.
ISBN: 978-956-340-021-2
ÍNDICE

Otro Chile es posible


por Víctor Hugo de la Fuente 5

La democracia está más viva que nunca


por Giorgio Jackson 11

Tiempos de transformar y transformarnos


por Cristian Cuevas 15

Hermanados en la lucha
por José Ancalao G. 21

El Allende que necesitamos


por Francisco Figueroa Cerda 23

La dictadura del mercado y la revolución democrática antineoliberal


por Libio Pérez 27

¡A ver, a ver…!
por Martín Pascual 31

El gran salto democrático que hace falta


por Jaime Massardo 37

Genealogía de una generación maldita


por Álvaro Ramis 41

¿Y cuál es la revolución educativa?


por Camila Vallejo 47

Anexo: Manifiesto de Historiadores


Revolución anti-neoliberal social/estudiantil en Chile 53
OTRO CHILE ES POSIBLE
por Víctor Hugo de la Fuente*

Cientos de miles de jóvenes se manifestaron en las calles,


algo que no se veía desde los años finales de la dictadura
(1). Los estudiantes chilenos, en cinco meses de masivas
movilizaciones, cambiaron la cara del país, cuestionaron
el sistema neoliberal y han puesto en una incómoda posi-
ción al gobierno de Piñera. La sociedad chilena reaccio-
nó, casi podríamos decir despertó, tras dos décadas en
que estuvo semi adormecida, ya que de alguna manera
se había conformado a la idea que no había otra solución
que el neoliberalismo.
“Está terminando una etapa de la historia del país.
Se inició hace más de veinte años y ha abarcado cinco
gobiernos. Comenzó llena de esperanzas cuando los chi-
lenos pusieron fin en 1988 a una dictadura. Más allá de
sus logros, la etapa postdictatorial acumuló desesperan-
za y frustración. Las promesas no realizadas han conso-
lidado una sociedad profundamente injusta”, sintetiza el
texto escrito por Jorge Arrate, Sergio Aguiló y Pedro Felipe
Ramírez (2).
¿Dónde quedó el ejemplar “modelo chileno”, “el jaguar
de América Latina”? Si hace cuarenta años, cuando el
país era más pobre, la educación era gratuita, ¿qué ha
pasado con el desarrollo y los altos índices de crecimien-
to?, ¿dónde está el dinero del progreso?, se preguntan los
ciudadanos.
El 28 de abril, presagiando el gran movimiento que
se desataría en junio, se realizó la primera movilización
*Director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique y de la editorial Aún Creemos
en los Sueños.
5
nacional de universitarios, de planteles públicos y priva-
dos, contra el alto nivel de endeudamiento (3).
En mayo comenzaron a percibirse vientos de cambio
cuando treinta mil personas manifestaron en Santiago,
y varios miles en diversas ciudades, contra el proyecto
HidroAysén, que busca instalar cinco mega represas en
la Patagonia. Los opositores reaccionaron con rapidez en
defensa del medio ambiente contra ese proyecto, respal-
dado por el gobierno así como por dirigentes de los parti-
dos de derecha y de la Concertación, que fue aprobado al
margen de la opinión ciudadana.
Poco antes se habían dado importantes movimientos
regionales, como en Magallanes contra el alza del gas y en
Calama por obtener beneficios de la producción de cobre
en la zona, otras movilizaciones ecologistas en distintos
lugares, así como recuperación de tierras y huelgas de
hambre de los mapuche. Luego se sumaron diversas rei-
vindicaciones, los damnificados del terremoto de febrero
de 2010, que pasaron su segundo invierno en viviendas
de emergencia, los sindicatos del cobre que paralizaron
las minas, las marchas por el derecho a la diversidad
sexual, pero sin duda fueron los estudiantes secundarios
y universitarios con masivas huelgas, marchas y tomas de
escuelas, exigiendo educación gratuita y de calidad, los
que trasformaron la situación dando otra dimensión a las
movilizaciones y arrinconando al gobierno.

Cuestionan el sistema

El movimiento estudiantil se lanzó contra las bases mis-


mas del sistema neoliberal, reivindicando el rol del Esta-
do y pidiendo que la educación no sea considerada una
mercancía. Exige terminar con el sistema educacional,
basado en el lucro, que dejó la dictadura militar. La con-
signa más coreada ha sido: ¡Y va a caer, y va a caer, la edu-
cación de Pinochet!
Para lograr los cambios de fondo han planteado la rea-
lización de una Asamblea Constituyente que elabore una
nueva Constitución. También se propone que la finan-
ciación para la educación gratuita se haga a través de la
6
renacionalización del cobre y una reforma tributaria (4).
Se exige más democracia, con la realización de un plebis-
cito para que la ciudadanía decida qué tipo de educación
quiere el país.
Los estudiantes han denunciado a la prensa oficial que
criminaliza las manifestaciones y han realizado duras
críticas tanto al gobierno de Piñera como a la Concerta-
ción. Se tomaron el canal de TV Chilevisión, y también
ocuparon las sedes de la ultraderechista UDI y del Partido
Socialista.
Paralelamente renace con fuerza la figura de Salvador
Allende, jóvenes disfrazados como el presidente socialis-
ta eran aplaudidos con entusiasmo en las manifestacio-
nes, en las que aparecieron letreros como “Los sueños de
Allende son posibles”. Los discursos del presidente már-
tir, pronunciados hace 40 años sobre la educación y la
nacionalización del cobre, batieron récords de visitas en
internet (5).
El movimiento estudiantil se ha caracterizado por su
claridad política y también por su masividad y persisten-
cia. Ha sido unitario, con la participación de secundarios
y universitarios, además de profesores, asociaciones de
padres, ONGs y sindicatos (6).
Al igual que en otras rebeliones en el mundo se han
usado a fondo las nuevas tecnologías, pero quizás lo prin-
cipal es que ha sido un movimiento democrático y par-
ticipativo. Los estudiantes han buscado mantener una
buena relación entre los liderazgos de los dirigentes y la
participación de las bases, realizando asambleas donde
todos opinan y deciden.
En la forma de las protestas han mostrado gran crea-
tividad, cada día aparecían en las calles con una nove-
dad: disfraces, bailes, imitaciones de suicidios colectivos,
besos masivos, cuerpos desnudos pintados, carreras de
días alrededor de La Moneda, imitación de predicadores,
inmovilizarse en las calles, lienzos ingeniosos... Busca-
ban así no sólo llamar la atención, sino también integrar
a otros sectores y demarcarse de los hechos de violen-
cia callejera. Incluso han reparado los daños causados
al margen de las protestas, pintando fachadas de casas o
7
juntando dinero para el propietario de un automóvil que
resultó quemado.
Si las movilizaciones han sido tan fuertes se debe tam-
bién a lo injusto del modelo educacional chileno, implan-
tado por la dictadura y desarrollado por los gobiernos
civiles que la sucedieron.
En la enseñanza primaria y secundaria, en las últimas
tres décadas hubo un boom de escuelas privadas o subven-
cionadas, que hoy día acogen al 60% de los alumnos. No
existe una sola universidad pública gratuita ya que todas
cobran altos aranceles, caso único en América Latina.
Menos del 25% del sistema educativo es financiado por
el Estado y más del 75% restante depende de los aportes de
los estudiantes. El Estado sólo consagra un 4,4 del PIB a la
educación, bastante menos que el 7% recomendado por la
UNESCO. El 70% de los estudiantes chilenos utiliza un cré-
dito universitario. (7), un sistema perverso, que deja a miles
de jóvenes endeudados. La educación dejó de ser un meca-
nismo de movilidad social en Chile y pasó a ser lo contrario:
un sistema de reproducción de la desigualdad (8).
Si bien es cierto que hubo movilizaciones estudiantiles
durante los distintos gobiernos de la Concertación, desta-
cándose la de 2006, bajo la presidencia de Michelle Bache-
let, conocida como “La revolución de los pingüinos”, sin
embargo nunca, en los últimos veinte años, las protestas
fueron tan importantes como éstas. Durante dos décadas la
Concertación administró el sistema intentando mantener
el complejo equilibrio entre políticas de mercado y regula-
ción estatal. Realizó algunas reformas, logrando disminuir
los índices de pobreza y extrema pobreza, pero aumen-
tando las desigualdades, dejando a Chile como uno de
los 15 países más desiguales del planeta (9). Al comienzo
la Concertación contaba con la positiva imagen de haber
contribuido al término de la dictadura, pero el malestar
y las críticas de la población se fueron acumulando y el
endeudamiento de los estudiantes también. La injusticia
del sistema se hizo flagrante con la llegada de un gobier-
no abiertamente de derecha, que maneja el país como una
empresa. Además los jóvenes -que no vivieron en dictadu-
ra- están menos influenciados por el anti-estatismo.
8
Los conflictos de interés también contribuyeron a la
rebelión estudiantil ya que el propio Ministro de Educa-
ción de la época, Joaquín Lavín era fundador y accionista
de la Universidad del Desarrollo.
El descrédito de la clase política alcanza un elevado nivel.
Todas las encuestas de opinión muestran una baja persis-
tente en el apoyo a los partidos de derecha en el gobierno y
también baja el apoyo a la hoy opositora Concertación.
Los jóvenes confían sólo en sus propias fuerzas y en la
de los movimientos sociales, pero no en los partidos ni en
las instituciones, rechazando la mediación de políticos e
incluso de la Iglesia.
El gobierno, para enfrentar las movilizaciones, ha uti-
lizado el diálogo y la represión, cargándose cada vez más
hacia la criminalización del movimiento. La prensa oficial
-es decir casi toda- ha sobredimensionado las acciones
violentas, que se han producido al final de muchas mani-
festaciones, impulsadas por grupos radicales, marginales,
y como siempre algunos delincuentes e infiltrados, inclu-
so policías, que han sido denunciados con videos y foto-
grafías (10).
El 4 de agosto quedó como “el jueves negro” para el
gobierno. El presidente Sebastián Piñera dijo “todo tiene
un límite” y el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter,
negó el derecho a los estudiantes a manifestarse por la
Alameda, como ya se había hecho habitual. La repre-
sión fue sistemática y fueron detenidos 874 estudiantes.
La respuesta de la ciudadanía no se hizo esperar y esa
misma noche renacieron las manifestaciones callejeras,
los “cacerolazos”, en todos los barrios y ciudades de Chile.
El gobierno, con su intransigencia, transformó la marcha
en una Protesta Nacional, como en tiempos de la dicta-
dura. Ese mismo 4 de agosto la influyente encuesta CEP
le otorgó a Sebastián Piñera sólo un 26% de apoyo, que
llegó a caer incluso a un 22% a fines de septiembre en la
encuesta CERC (11).
Los estudiantes buscan nuevas maneras de continuar
el movimiento y avanzar hacia un cambio radical del sis-
tema. El desafío está planteado, hay que unir y movilizar
a los movimientos sociales, ampliar la coordinación en la
9
senda trazada por los estudiantes, con una nueva forma
de hacer política, que implique una verdadera representa-
tividad, que interprete a los jóvenes y a las grandes mayo-
rías del país, que hoy no se sienten representadas en los
actuales partidos políticos y por lo tanto tampoco en el
parlamento ni en el gobierno. Urge una nueva alternativa,
amplia, democrática, popular, que logre hacer posible un
nuevo Chile. u

1 La mayor manifestación desde 1990 fue la del Primer Foro Social chileno en 2004, contra la visita de Georges
W. Bush, que reunió 70.000 personas.
2 El pueblo contra las dos derechas de Jorge Arrate, Sergio Aguiló y Pedro Felipe Ramírez, miembros del Movi-
miento Amplio de Izquierda (MAÍZ). Publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, agosto 2011 y
en www.movimientoampliodeizquierda.cl
3 Camila Vallejo www.camilapresidenta.blogspot.com
4 La empresa estatal CODELCO nunca fue privatizada, pero la dictadura abrió la nuevas concesiones mineras
a las empresas multinacionales y la Concertación siguió ese mismo camino. Hoy el 70% del cobre chileno es
explotado por empresas extranjeras. www.defensadelcobre.cl
5 Allende y la educación: http://www.lemondediplomatique.cl/Discurso-pronunciado-por-Salvador.html
Allende y la nacionalización del cobre:
http://www.lemondediplomatique.cl/Hace-40-anos-el-11-de-julio-de.html
6 En los barrios los vecinos juntaban ayuda para los liceos tomados. Según los sondeos, el apoyo ciudadano a
las movilizaciones estudiantiles se situó sobre el 80%. www.accionag.cl
7 Estudio sobre las causas de la deserción universitaria. Centro de Microdatos, Departamento de Economía,
Universidad de Chile. www.microdatos.cl
8 Mario Garcés Durán, director de la Organización No Gubernamental chilena ECO Educación y Comunicaciones,
en declaraciones a BBC Mundo.
9 PNUD: Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, 2010.
hdr.undp.org/es/informes/regional/destacado/RHDR-2010-RBLAC.pdf
10 http://www.chilevision.cl/home/content/view/370956/81
11 www.cepchile.cl y www.cerc.cl

V.H.de la F.

10
El proceso del movimiento estudiantil y los cambios

La democracia está más viva que nunca


por Giorgio Jackson*

Más allá de los resultados que obtenga el movimiento


estudiantil, los cambios ya están aquí y vinieron para
quedarse. En pocos meses ha hecho un rápido aprendizaje, se
sabe dónde poner la fuerza porque ha identificado la médula
de las contradicciones que aprisionan a un gobierno de
derecha, que pone su ideología por delante.

Desde hace más de cinco meses, todas las reivindicaciones


sectoriales del movimiento estudiantil se han ido articu-
lando a través de un eje central: la desigualdad que impera
en Chile. La desigualdad entendida como una perpetua-
ción de ésta, ha sido el foco que nos permitió hacer emer-
ger el descontento que ha estado latente en amplios secto-
res de la sociedad y que no se expresaba en forma abierta,
debido a un autocomplaciente discurso de las autoridades
de gobierno.
Una vez instaladas las demandas sectoriales ancladas en
la idea de que éstas son justas porque hay una perpetua-
ción de las desigualdades, el proceso comenzó a profun-
dizarse y fuimos de a poco entrando –junto a la ciudada-
nía- en los problemas de fondo. Al inicio, no era llegar y
plantear el debate constitucional porque no iba a ser com-
prendido; ello requería un proceso de aprendizaje –de la

*Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, FEUC (www.feuc.cl).


Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplonatique, octubre 2011.
11
sociedad en general y de nosotros en particular- que es, tal
vez, nuestro mayor éxito.
Desde nuestra demanda y discurso inicial de acceso a la
educación, financiamiento y de democratización, hemos
llegado a la formulación -a través de este proceso- de una
clara demanda ciudadana por los cambios constituciona-
les. En este caminar han salido a la luz las contradicciones
del sistema político chileno, sus limitaciones e incapaci-
dades, así como el potencial que tiene este movimiento
y los jóvenes para cambiar todo esto. Ha sido un proceso
intenso y no exento de problemas, pero tremendamente
esclarecedor.
Esta demanda cayó en terreno fértil. Cuando emergió
la “Revolución pingüina” había un gobierno de la Con-
certación que, aunque administraba el mismo modelo,
tenía una sintonía y un lenguaje que le permitió neutrali-
zar y administrar ese movimiento y el descontento. Ahora
hemos llegado al meollo de las contradicciones porque
hay un gobierno que no tiene ni sintonía ni frecuencia para
dialogar con esa ciudadanía; es más, es un gobierno que se
muestra orgulloso de lo que piensa y es duro en esa pos-
tura ideológica, lo cual es lógico ya que son los creadores
intelectuales del actual modelo.

Las culpas
Durante la Concertación era fácil que los gobernantes
y autoridades culparan al sistema político, a la obstruc-
ción opositora de derecha que no daba los votos para las
reformas y usaba ese argumento para descomprimir la
presión social, al tiempo que ocultaba su falta de convic-
ción y coraje para impulsar cambios fuera del marco de
“la política de los consensos”. Hoy, el gobierno no tiene
a quién culpar, porque además concentra todo el poder.
Eso permite que la presión social se concentre en un
mismo punto: en la desigualdad del sistema. Eso hace
que el movimiento sea más ambicioso, menos sectorial y
más político, desde el punto de vista de que las demandas
se hacen transversales.
Las reformas que levanta el movimiento estudiantil
12
suponen, necesariamente, más y mejor democracia. Ya
lo vimos el 4 de agosto pasado, cuando estábamos plan-
teando una reforma tributaria para obtener los recursos
que financien las demandas que postulamos o cuando,
entre otras cosas, explorábamos la idea de un plebiscito
para que participe la ciudadanía en las decisiones; la res-
puesta del gobierno fue la represión. Ese día llegamos a
la médula de la contradicción del sistema. Esto nos lleva
a hacernos cargo de las transformaciones más profundas
que necesita Chile. Los jóvenes tenemos que proyectar
este movimiento en el mediano y largo plazo y, por tanto,
hacernos partícipes de esta construcción de sociedad, lo
que nos llevará necesariamente a participar en los distin-
tos procesos políticos que se avecinan. Esto requiere más
democracia y participación.
Esta demanda por más y mejor democracia ha ido cre-
ciendo y es compartida ampliamente, tanto en el movi-
miento estudiantil como en otros movimientos sociales y
la ciudadanía. El alto apoyo a las demandas y a la movili-
zación de los estudiantes por la educación pública inclu-
ye, muy probablemente, el reclamo por el cambio del sis-
tema electoral y el fin del binominalismo (1). Eso abre un
amplio espacio de convergencia democrática. Esta insti-
tucionalidad no da el ancho, es una camisa de fuerza, y
la ciudadanía cree que la clase política ya no responde a
los intereses de la gente, por eso nuestra demanda está
calzando con la ciudadanía y hace patente la necesidad
de quitarse dicha camisa.
Tenemos la voluntad política de allegar la fuerza necesa-
ria para estos cambios y para que este movimiento no pase
a la historia como uno más. Nuestro sentido estratégico ha
puesto en evidencia el desmoronamiento de las actuales
alianzas políticas, la del gobierno y la oposición política.
Eso abre el espacio para que entre nuestro proyecto, quizás
no para ocupar el mismo espacio, pero sí para reordenarlo.

La rapidez de los tiempos


Si en los 60 la reforma universitaria demoró años, hoy los
tiempos son más veloces y hacen que los cambios profun-
13
dos sean más rápidos, de hecho ya están sucediendo. Se
está rompiendo la frontera de lo posible, se está despla-
zando. Y los sentidos comunes están cambiando. El indi-
vidualismo -“yo trabajo para darle educación a mis hijos
y pago por ello”, como decía mucha gente- ha dado paso
a nociones más colectivas, donde se constituye una mayo-
ría social que busca que haya educación de calidad para
todos, donde el Estado y “lo público” -que en estos tiempos
es de nadie- vuelve a ser de todos. Este es el principal giro y
eso desembocará, necesariamente, en mayor participación
política. Esto comenzará a verse reflejado en las demandas
que hará la ciudadanía a las autoridades, incluso locales, y
a los candidatos al momento que hagan sus “ofertas”, eso
es lo que viene. Porque este punto de inflexión que hemos
vivido ha dejado a la democracia más viva que nunca. La
gente está participando.
En el propio movimiento estudiantil y en sus instancias
de decisión hemos crecido en madurez, y pese a las dife-
rencias y discrepancias que a veces se hacen notorias, hay
diversidad en un proyecto común, donde prima el colec-
tivo por sobre las posturas individuales o de grupo. Esa es
una garantía para lo que hemos dicho, hecho y esperemos
que para lo que viene. No se ve cómo esto puede ser dete-
nido, aunque tome tiempo los cambios ya han comenzado.
El atrincheramiento del gobierno, en defensa de sus prin-
cipios ideológicos, sólo genera más descontento y malestar
en la ciudadanía, lo que no dejará de manifestarse en los
conflictos que vengan, en las coyunturas políticas que se
abran, e incluso en los procesos electorales.
Esta movilización, con la derecha al frente, que es como
la lucha de David contra Goliat, ha generado unidad en
la diversidad, ha impuesto el sentido colectivo del movi-
miento y su independencia, y eso ya es casi imposible de
ser frenado. u

1 Ver encuesta CERC de septiembre de 2011 en www.cerc.cl

G.J.

14
Movimiento social

Tiempos de transformar y
transformarnos
por Cristian Cuevas*

Entre los innumerables haberes con que ya cuenta el


actual movimiento social ha estado el generar una lúcida
conciencia de sí y en consecuencia un necesario y saludable
cuestionamiento y debate acerca de cómo reconstruirse,
fortalecerse y constituirse en un sujeto de transformación y
cambio para el Chile de este Siglo XXI.

Este necesario debate, para el cual muchas veces no hubo


quórum, parte de la constatación de que durante las últi-
mas dos décadas y a raíz de los pactos de gobernabilidad
entre la Concertación y la derecha, tendientes no sólo a
honrar el compromiso con una “democracia protegida”,
sino a dar continuidad y profundizar el modelo económi-
co neoliberal, tanto el movimiento social como el sindical
han sufrido y sufren una serie de imposiciones estructu-
rales tendientes a excluirlos de la participación política
y atomizar su accionar, imponiendo lo individual sobre
lo colectivo, lo formal sobre lo real, la institución sobre el
movimiento, lo adjetivo sobre lo sustantivo tratándose de
luchas y transformaciones.
Ello no pasa inadvertido para la mayoría y se traduce en

*Presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre. Artículo


publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, octubre 2011.
15
una profunda crisis de las estructuras sociales y sindicales,
estas últimas no sólo entre los trabajadores que estamos
afiliados a ellas, sino también respecto de los miles de tra-
bajadores que se mantienen desvinculados de la estructura
sindical que reconocemos como matriz.
En lo que nos corresponde y en cuanto a las causas del
alejamiento de las organizaciones sociales y sindicales
tradicionales de sus bases de trabajadores y de la ciuda-
danía en general, parece claro que, por una parte no se ha
asimilado la real significación de la implementación del
sistema neoliberal en Chile y sus consecuencias reales y
concretas en el mundo del trabajo y, por otra, hay que de-
cirlo, a que no siempre sus conducciones han visto en la
institución que encabezan una herramienta al servicio de
los trabajadores y no un fin en sí mismo que sea posible
justificar o hacer perdurar con prescindencia de un mo-
vimiento de trabajadores activo, transformador, crítico y
autocrítico.
Debemos anotar que dicho fenómeno noventero y de
los primeros años del Siglo XXI no sólo afectó al movi-
miento sindical, aunque sea allí su efecto más visible por
la urgencia con que salta a la vista su indispensable su-
peración, sino al movimiento social, territorial, cultural e
incluso político.

Déficit democrático
Podríamos afirmar, sin llamar a escándalo, que a algunas
de nuestras organizaciones y muchas veces a nuestros diri-
gentes se fueron adosando los mismos déficit que a nuestra
singular democracia: incapacidad o abdicación de hacerse
cargo de un proyecto político transformador, apatía, luchas
intestinas y auto reproducción del poder.
En lo que toca al movimiento sindical, resulta un des-
propósito el no hacernos cargo del hecho evidente de que
el mundo del trabajo ha cambiado. A la relación laboral
clásica (un trabajador-un empleador) se ha instalado una
organización mayoritariamente inspirada en la flexibili-
dad laboral y en la tercerización, entendidas estas últimas
16
únicamente como mecanismos de precarización de las
condiciones laborales.
Esta nueva realidad, que a estas alturas constituye la
regla, ha tenido como consecuencia directa el menosca-
bo de los derechos de los trabajadores, la atomización del
movimiento sindical, la pérdida de fuerza relativa de las
organizaciones sindicales, lo que junto a una normativa
laboral reaccionaria hace ineficaz el derecho a la libertad
sindical, la negociación colectiva y la huelga.
Frente a esta realidad, muchas organizaciones sindi-
cales siguen funcionando como si estas nuevas formas
de organización del trabajo fueran excepcionales y no la
regla general, manteniendo una estructura interna con-
cebida para una realidad laboral anterior a la dictadu-
ra, burocratizada, que no permite la participación real y
efectivamente democrática de los trabajadores. A ello se
agrega la carencia de una política clara que permita efec-
tivamente orientar el accionar práctico de la organización
a atacar no sólo los efectos negativos del sistema de terce-
rización intensivo, sino sus orígenes y obviamente el mo-
delo económico y político que les da sustento.
Esta distancia entre la realidad que viven los trabajado-
res y la que consideran como tal sus organizaciones, se re-
fleja en primer término en el hecho estadístico de la baja
sindicalización: 9.340 sindicatos que agrupan a 800.001
mil trabajadores, que representan el 13,9 % de un total de
5.782.781 con derecho a organizarse. Hay agregar a esto
que la Central Unitaria de Trabajadores tiene 447.971 afi-
lados lo que representa el 87,8 % de los trabajadores orga-
nizados, la UNETE tiene 41.113 afiliados que representa el
8,6 %, y la CAT tiene 20.877 afiliados que representa el 4,
14 % de los trabajadores de organizados (1).
La situación anterior, que no puede seguir siendo acha-
cada al majadero discurso de las limitaciones estableci-
das por el Código del Trabajo, el cual es un factor pero no
el único, viene siendo una constante en la última década
ya que en ésta la afiliación sindical se mantiene estable,
décimas más décimas menos, en torno al 13% del total de
la fuerza del trabajo.
17
No obstante y felizmente, en el último quinquenio sur-
gieron distintas expresiones de movilización social que
han cuestionado el modelo capitalista en su fase neoli-
beral, como fueron las de los trabajadores forestales, sal-
moneros, temporeros, contratistas del cobre, AgroSuper, y
otras, que develaron la realidad de miles de trabajadores,
sus condiciones de precariedad en el ámbito del trabajo y
la falta real de negociación colectiva, dejando en eviden-
cia el déficit en materias de libertad sindical y el incum-
plimiento por parte del Estado de Chile de los Convenios
87 y 98 de la Organización Internacional del Trabajo.
Movilizaciones que surgen a pesar del discurso legalista
de las autoridades, con negociaciones colectivas sin su-
jeción al Código del Trabajo y a la legalidad vigente, po-
niendo por delante la necesidad de confrontarse de una
manera decidida a los efectos de la implementación de las
políticas de flexibilidad laboral y tercerización, y lo hicie-
ron por cierto sin contar con un respaldo decisivo de la
estructura sindical tradicional, que no lograba y no logra
aún dar con la urgencia que exige la magnitud y poder
ofensivo del adversario.

Las lecciones
Resultan evidentes las lecciones que debemos sacar de los
actuales movimientos sociales y ciudadanos. Es indudable
que hoy las personas no quieren sentirse representadas
sino participantes de los procesos que les atañen y que lo
nuevo está precisamente en el surgimiento de este impara-
ble afán de protagonizar su historia sin mediadores.
Indispensable es tener conciencia de que no toda trans-
formación implica destrucción total de lo que existe, sino
un proceso de continuidad y cambio que signifique po-
tenciar lo mejor de nuestra historia, desde Luis Emilio
Recabarren a Gladys Marín, desde la Asamblea de la Civi-
lidad a las combativas organizaciones de derechos huma-
nos, desde la Coordinadora de Pobladores al primer paro
nacional en dictadura.
Un poco de eso hay en nuestros jóvenes que desempol-
18
varon las ollas y las mezclaron con el Thriller o la Besatón,
para mostrarnos cómo es posible sin traumas ni nostal-
gias dejar atrás lo que ya no nos sirve aunque sea querido,
y abrazar lo nuevo y efectivo.
También poner sobre la individualidad lo colectivo. En-
tendiendo éste último como el debate abierto de las ideas
y propuestas, la participación en los ámbitos de ejercicio
de poder y decisión, la pluralidad y tolerancia en que la
diferencia es valedera y respetable, la construcción de
una orgánica que de espacio y contenga todo lo anterior y
a la vez se declara en continua transformación en función
del interés de la lucha por el interés común.
Por otra parte, es evidente que la situación actual es tam-
bién reflejo de la consistente perdida de legitimación del
bloque concertacionista, verdadero dique de contención
del movimiento social durante las últimas dos décadas, y
que girando a cuenta de las luchas por recuperación de la
democracia fue hábil en desmontar intentos anteriores de
instalar críticas al sistema neoliberal.
Consecuente con lo anterior, y es otro gran logro del actual
movimiento, el hacer evidente la deslegitimación de nues-
tro sistema constitucional y político, también pactado por el
duopolio Derecha-Concertación, destinado a asegurar este
sistema de explotación leonino y asegurar la representación
política únicamente de estos bloques, excluyendo a todo
sector más o menos organizado que piense distinto.
A esta institucionalidad no sólo se le reclama su vicio de
origen sino la profundización antidemocrática de las últi-
mas dos décadas. Frente a ello se ve cada vez con mayor
claridad la necesidad de impulsar una nueva carta consti-
tucional, en la que el lucro y el ánimo de ganancia no sea
el bien protegido, sino las personas y sus derechos más
básicos. En que los representantes de la ciudadanía sean
electos en forma efectivamente democrática y se termine
con la reproducción de la elite política. En que el Estado
tenga un rol efectivo y relevante en el aseguramiento de
estos derechos sociales y la prestación de los servicios que
derivan de ellos. En que se termine con el robo de nues-
tros recursos naturales.
19
Frente a estos objetivos, que no necesariamente serán
de consecución inmediata, resulta claro que este movi-
miento social se ha venido construyendo y sorprendiendo
de su propio poder y capacidad de poner en jaque rea-
lidades que se mostraban como inmutables. Se declara
confiado en sí mismo y no dispuesto a delegar otra vez su
fuerza en quienes han demostrado no representarlos, en
la que el majadero discurso de la elite ha dejado de tener
sentido y donde surge con fuerza la interrogante de por
qué los pueblos originarios, los estudiantes, los trabajado-
res debemos delegar en otros el poder que nos correspon-
de como sujetos políticos. u

1 Según datos oficiales del Ministerio del Trabajo (www.mintrab.gob.cl)

C.C.

20
Estudiantes mapuche:
hermanados en la lucha
por José Ancalao G.*

Es evidente que muchos representantes políticos no tie-


nen claro por qué luchar. Parecen desdeñar los sueños de
cambiar la realidad y cualquier asomo de utopía política
que valga la pena. Mientras tanto permiten el avance de
gigantescos movimientos corporativos, que se afianzan en
estructuras de poder por sobre el Estado mismo.
Suelen creer que con entregar millones de pesos para
programas de educación o con simples llamados al diálo-
go se soluciona el problema. Todo se reduce a dinero. Y en
esto hay que ser enfáticos: el pueblo Mapuche y los estu-
diantes de Chile no estamos en venta. Aquí lo primero es
un gesto de reparación moral que está pendiente. Los ma-
puche estamos dañados en nuestra dignidad y lo primero
es que el Estado reconozca este hecho patente.
Luego, la solución va mas allá de crear condiciones para
el diálogo. Debe impulsarse una propuesta clara sobre la
participación y desarrollo: por una parte se debe avanzar
hacia el reconocimiento constitucional y participación
política digna y una educación acorde a las características
históricas y culturales del pueblo mapuche. Por la otra, el
Estado debe solucionar la génesis del problema con cirugía
mayor no con aspirinas como lo está haciendo, porque los
gritos de los estudiantes que se levantan no se apaciguarán
con dádivas, porque son gritos que piden un espacio que
nos corresponde por derecho.
Sé de dónde vengo y tengo claro por qué luchar, somos
fieles a nuestro origen, eso nadie lo puede quitar. Somos
un pueblo que no se ha dejado jamás dominar y hemos
aprendido a adaptarnos a este nuevo contexto para hacer
valer nuestros derechos ancestrales.

*Vocero de la Federación Mapuche de Estudiantes (Femae). www.femae.bligoo.com


Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, octubre 2011.
21
¿Qué significa ser “chileno”? Esta sociedad está llamada
a la cohesión de culturas diversas que habitan un mismo
espacio. Nuestro desafío consiste en que seamos capaces
de instaurar una nueva forma de liderazgo, que sea efi-
ciente para levantar una sociedad solidaria, que entregue
igualdad de oportunidades a todos. Debemos lograr nues-
tra incorporación a una educación con pertinencia étni-
ca, al campo laboral, a los procesos productivos y a toda
actividad económica social que tienda al pleno desarrollo
como personas. Debemos salir de la mera crítica perma-
nente y buscar un desarrollo basado en la paz como situa-
ción deseada y valor predominante, en torno al cual será
posible edificar el consenso del país.
La gran herencia que nos ha dejado el pasado es la vio-
lencia, la intolerancia y la impunidad, pero nosotros no
podemos volver atrás, debemos avanzar: la inteligencia y el
dialogo deberán tener su sitio preferente. Deben escuchar
los que se hacen los sordos y nosotros estamos haciéndo-
nos escuchar con la fuerza de la verdad.
Nuestras armas son la justicia y la no-violencia. No bus-
camos satisfacer nuestra sed de justicia cayendo en el odio,
desviando nuestra protesta justa con violencia física como
lo hace el Estado en este momento. Ya es alarmante cons-
tatar al extremo de violencia al que han llegado. Nuestra fe
está en la común unidad de los pueblos, hoy demostramos
que marchando juntos podemos.
En esta lucha no desconfiamos del no mapuche; muchos
de ellos están sinceramente comprometidos con nosotros
y los vínculos de solidaridad entre el mapuche y los secto-
res sociales más postergados son ejemplares y evidentes:
nos hermanamos en la lucha por una vida digna.
No podemos caminar solos, hicimos la promesa de tra-
bajar juntos, privilegiando el interés común sobre nuestras
legítimas diferencias políticas. No pararemos hasta lograr
los objetivos que son el legado de nuestros antepasados: y
sabemos que un mañana mejor depende de lo que haga-
mos ahora, en el presente. Inevitablemente nosotros admi-
nistraremos el mañana. u
J.A.G.

22
El Allende que necesitamos
por Francisco Figueroa Cerda*

La figura de Salvador Allende, hasta hoy, ha sido parte


importante de la memoria de la izquierda. Se le recuerda
como un símbolo de heroísmo y democracia, como repre-
sentante de una ética ya perdida en la política actual.
Pero su recuerdo de héroe ha convivido con la crisis de
incidencia más larga de la izquierda del siglo XX. Su me-
moria ha permitido mantener una identidad viva, pero
estrecha y anquilosada en el pasado, incapaz de interpre-
tar la sociedad chilena que hoy emerge. La desesperación
de la izquierda comunista y concertacionista de resituar
la figura del ex Presidente exhumando su cadáver y re-
abriendo la investigación por su muerte, es la expresión
más concreta de aquello. Allende vive, pero como una
figura de cera en el estrecho museo de la izquierda, a es-
paldas de la gente sencilla, y a espaldas -lo peor de todo-
de los jóvenes que hoy vuelven a las calles en busca de
más justicia y libertad.
La prensa y el pensamiento dominante han hecho bas-
tante por mostrar el actual estado de movilización como
un descontento inorgánico “nuevo”, y siguiendo las imá-
genes de los “indignados” de España, ha intentado des-
politizarlo al máximo. De otra parte, los nuevos movi-
mientos, en busca de renovar sus formas de lucha, han

*Vicepresidente FECH, Izquierda Autónoma. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde


Diplomatique, septiembre de 2011.
23
dejado de observar la tradición de la izquierda chilena,
en particular, de sentirse parte del proceso que puso a
Allende en La Moneda.
Yo mismo participo de un esfuerzo político por repen-
sar la izquierda de cara a los nuevos desafíos. De instalar
una reflexión estratégica en un sector que, cuando logró
el poder, no pudo construir sociedades más justas, limi-
tándose a cambiar -sin excepción- una élite por otra. Sin
embargo, para repensar una alternativa revolucionaria
hoy, no podemos obrar desde la ignorancia. Por eso la
figura de Allende adquiere para nosotros importancia
fundamental.
No recuerdo a un par de lentes, ni a una estatua, ni a un
discurso. Tampoco a un cadáver, ni a un suicidio, ni a un
bombardeo. Recuerdo la creatividad de la izquierda chile-
na del siglo pasado, esa que forjara “el socialismo con sabor
a empanadas y vino tinto”, una vía propiamente nuestra, ni
soviética, pero tampoco castrista, para conquistar nuestra
emancipación. Porque tal como lo dijera el Che -que inten-
tó lo propio a escala continental-, Salvador Allende “busca
lo mismo, pero por otros medios”.
Allende nos indica la pregunta: ¿qué hacer en una socie-
dad como la nuestra? Aquello obliga a un examen detalla-
do de las condiciones de lucha. Hoy la economía se mue-
ve en torno al conocimiento y la información. La fuerza
de trabajo y el trabajo mismo se transforman. La sociedad
cambia en múltiples planos. Lo que sucede es que el capi-
talismo muta, ya Marx nos dijo que “todo lo sólido se des-
vanece en el aire”.
El verdadero Allende vive en la posibilidad de construir
una nueva política a partir de la actual situación. De en-
tender qué es hoy, en su sentido profundo, un socialismo
con sabor a empanadas y vino tinto. No de “integrarnos” al
sistema político sin poder alterarlo, convocando su imagen
como parte de un triste museo de cera que ya no represen-
ta ni a los que marchan.
De las luchas de hoy se perfila una sociedad que, a su
tiempo, amenazará al capitalismo. La nueva colaboración
que se anida en cada clic en Internet; la batalla por la ra-
cionalidad en el uso de los recursos naturales; la lucha
24
por un trabajo decente que permita la felicidad; un con-
cepto de amor más social, son los basamentos para un
nuevo socialismo.
El socialismo con sabor a empanadas y vino tinto hoy
deberá surgir de la vida real que vive la gente, no de cadá-
veres, no de museos de cera. Debe proyectar alegría, futu-
ro, humanismo; no derrota, ni desazón, ni denuncia. Ante
una Concertación en crisis y frente a un nuevo descontento
que irrumpe, no basta mantener el mismo esquema de in-
tegración al sistema político como lucha democrática. Hoy
lo fundamental es proyectar el nuevo malestar hacia una
fuerza social y política que trascienda y que se diferencie
de la Concertación y la Derecha, pues ya nada tienen que
ofrecer a los chilenos.
Allende es referente obligado, no de una bandera, sino
de una política. Su recuerdo vivirá entonces actualizado
por la acción de millones y no por el llanto de una muerte
trágica. Esa es la única lealtad con su memoria: utilizar su
legado para construir hoy una alternativa genuinamente
socialista. Entonces, y sólo entonces, se abrirán las gran-
des alamedas, para que por ella pase el hombre libre para
construir una sociedad mejor. u

F.F.C.

25
La dictadura del mercado y
la revolución democrática
antineoliberal
por Libio Pérez*

La persistente y masiva movilización de los estudiantes


chilenos ya tiene logros palpables y profundos, de esos
que perduran por años. Por lo pronto, consiguió que una
franja mayoritaria de Chile comprenda la desigualdad que
produce el sistema educativo que impuso la dictadura de
Augusto Pinochet y que más de 20 años de democracia no
han logrado desmontar. Se ha constituido una mayoría fa-
vorable a un cambio profundo en la educación chilena.
Derivado de esto, sectores crecientes de la población se
han dado cuenta que el problema de fondo es el modelo
económico y el proyecto neoliberal, que desde la década
de los 80 se ha impuesto y perfeccionado, pero que, evi-
dentemente, ya se muestra agotado ante los ojos de la
ciudadanía, que dejó de creer en que el crecimiento de
la economía tenga alguna relación con la posibilidad de
mejorar sus condiciones de vida. El “chorreo” no existe.
La movilización de los estudiantes a lo largo de tres
meses también puso un fuerte cuestionamiento al siste-
ma político representativo, a la forma de elección de los
parlamentarios y al andamiaje institucional que se expre-
sa en la Constitución, también de 1980.
Esta parálisis de todo el sistema político está descrita
en un informe del departamento de Estudio de Larraín

*Editor general de la edición chilena de Le Monde Diplomatique. Artículo


publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, septiembre 2011.
27
Vial S.A. en los siguientes términos: “La confianza de los
inversionistas en Chile se ha mantenido independiente-
mente de las políticas de los diferentes gobiernos, que
tan solo pueden impulsar cambios al margen -gracias a
la institucionalidad vigente, entre ellas el sistema binomi-
nal (…)- lo que impide a cada coalición impulsar refor-
mas o cambios radicales porque no tienen mayoría para
ello, además de obligar al gobierno de turno a focalizarse
tan solo en mejorar la gestión” (1).
El modelo de mercado en Chile -que funciona como
una dictadura que impone sus reglas a toda la ciudadanía
por encima de la democracia y con escasos instrumentos
de regulación (que se anuncian ante escándalos como el
de La Polar)- tiene tal grado de madurez que ni siquie-
ra el gobierno de derecha tiene espacio para remozarlo.
Ya queda poco por privatizar, todo el mercado -incluido
el laboral- está desregulado, la economía está completa-
mente abierta y el capital financiero predomina por sobre
cualquier otra actividad. Es contra esta dictadura del mer-
cado que está chocando la ciudadanía movilizada, inclui-
dos los estudiantes. Y que la cuestionan radicalmente.
De allí que un importante grupo de historiadores chi-
lenos ha afirmado que “estamos ante un movimiento de
carácter revolucionario antineoliberal. Las demandas
del movimiento estudiantil emergen desde la situación
específica de la estructura educativa del país, basada en
el principio de la desigualdad social” (2). Cambiar esa
estructura, dicen los historiadores, supone un “cambio
sistémico” en el modelo neoliberal. Porque, además, “el
Estado neoliberal” actúa como mediador, neutralizador
y garante -incluso a través de sus política sociales- para
que se mantenga ese “principio de desigualdad”. Todo
ello consagrado en la Constitución.
Los estudiantes-deudores, agobiados por acreedo-
res bancarios, han tejido una alianza social mucho más
amplia que su propio sector. Sus reclamos encuentran eco
en una ciudadanía que vive presa de los mismos acree-
dores. Estas son las capas medias que, en barrios como
Ñuñoa, Providencia e incluso Las Condes, han salido a las
calles a tocar sus cacerolas.
28
Pero no se quedaron ahí. En las reuniones de la Con-
federación de Estudiantes de Chile, que se han realizado
en distintas ciudades, los dirigentes han vuelto una y otra
vez en la necesidad de fortalecer la movilización a través
de la ampliación a nuevas alianzas, sin perder la direccio-
nalidad del movimiento (3). Y eso se expresó en el mul-
titudinario acto del Parque O`Higgins del 21 de agosto
y luego en las contundentes marchas convocadas por la
CUT, en el marco del Paro Nacional de dos días, el 25 del
mismo mes.
El movimiento estudiantil, en el transcurso de sus
luchas, se constituyó en movimiento social, generó una
movilización ciudadana que incluyó a vastos sectores de
las capas medias, luego avanzó en la incorporación de los
trabajadores y del mundo popular de los barrios y pobla-
ciones. En otras palabras, hay una acumulación creciente
de fuerza social que, a través de la movilización, ya tiene
capacidad para seguir haciendo cambios profundos. La
protesta está en las calles y las propuestas sobre las mesas
de La Moneda y el Congreso, quienes parecen no darse
cuenta que una revolución democrática les puede pasar
por encima. u

1 Ver “Chile: Crisis del modelo educacional cambió las prioridades. ¿Impactará en el mercado?”, Consultora
Larraín Vial, 15 de julio de 2011.
2 Ver Manifiesto de Historiadores, agosto de 2011 en:
http://www.lemondediplomatique.cl/Manifiesto-de-Historiadores.html
3 Actas de la Confech de julio y agosto consultadas por Le Monde Diplomatique.

L.P.

29
Movimientos sociales remecen la agenda política

¡A ver, a ver…!
por Martín Pascual*

La iniciativa política la tienen quienes están en las calles,


hay desconcierto en el gobierno y en el sistema de partidos
políticos. Son tiempos de movilización, vigilancia y
protagonismo político de los movimientos sociales.

Con el grito de “a ver, a ver, quién lleva la batuta” -repetido


por años-, cientos de miles de jóvenes, gremios, sindicatos,
agrupaciones y ciudadanía en general han marchado por
las calles de Chile en multitudinarias manifestaciones que
han tenido su mayor expresión en la ancha Alameda santia-
guina que fue abierta y copada por los manifestantes.
En estos días la “batuta” ha pasado a manos de los movi-
mientos sociales que luchan coordinada y organizadamen-
te a lo largo del país por diversas causas que chocan con
el modelo económico, social y político excluyente, que ha
beneficiado sólo a unos pocos.
Hoy la educación es el gran convocante y catalizador de la
indignación ciudadana, pero también lo fueron las decenas
de miles de trabajadores del cobre que paralizaron las minas
que aún permanecen en manos del Estado para impedir
cualquier intento de privatización. Un poco antes decenas
de miles marcharon respaldando el derecho a la diversidad

*Presidente de la Asociación Chilena de ONG (ACCION) e investigador de CENDA.


Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, agosto 2011.
31
sexual y el matrimonio entre personas de un mismo sexo.
Decenas de miles también marcharon contra la construc-
ción de las represas de HidroAysén, y miles lo habían hecho
antes contra las termoeléctricas “Barrancones” y “Castilla”.
A estas causas nacionales se agregan los conflictos regio-
nales que tuvieron su mayor expresión en la prolongada
paralización de Magallanes en contra del alza del gas a ini-
cios de año, y culminaron con la paralización de Calama
hace algunas semanas exigiendo ser beneficiados por la
inmensa riqueza que se extrae de sus territorios.
El año pasado, y también este, fue marcado por las reivin-
dicaciones del pueblo mapuche, pero también por grandes
conflictos laborales donde destaca el de los trabajadores
fiscales por sus reivindicaciones salariales y la estabilidad
en el empleo.
Al cierre de esta edición, cientos de pobladores víctimas
del terremoto y maremoto se levantan en protesta cansados
de esperar soluciones a su precaria situación en el campa-
mento de emergencia El Molino, ubicado entre Dichato y
Tomé, y son duramente reprimidos por fuerzas policiales.
En las élites políticas -y particularmente en el gobierno-
hay desconcierto, cambian el gabinete y hablan de que el
país ha cambiado y surge una “ciudadanía empoderada y
exigente”. Se hacen llamados urgente a reponer “los consen-
sos” para resguardar la convivencia democrática. Los con-
sensos serían la solución. Pero es contra ese “consenso bino-
minal”, que sostiene el modelo imperante, que se pronuncia
mayoritariamente el país. Es la misma mayoría que votó en
1988 contra el sistema impuesto por la dictadura, pero que
se ha mantenido en su esencia inmóvil hasta nuestros días,
gracias a esos consensos.

Las causas de siempre

Los partidos opositores han comprendido que el horno no


está para ese bollo, y están exigiendo la incorporación de
los actores sociales para el acuerdo sobre la educación. Al
igual que en Magallanes donde la Asamblea Ciudadana
no pudo ser excluida en la búsqueda de soluciones, en la
educación no podrán ser excluidos los estudiantes, ni nin-
32
gún movimiento social en el conflicto que le ataña; quien
intente lo contrario se arriesga al suicidio político más
temprano que tarde.
Como afirma Juan Somavía, director general de la OIT, en
una reciente carta a la Asamblea Mundial del Movimiento
Social Watch: “Las transformaciones que deseamos ver en
nuestras sociedades deben estar guiadas por la fuerza de
los movimientos sociales y de la lucha social” (1). La garan-
tía del rumbo que tomen los acontecimientos esta allí, en la
movilización, la vigilancia y la actoría política de los movi-
mientos. Así lo han comprendido los estudiantes, porque ya
tuvieron la experiencia de años anteriores en que su lucha
se vio frustrada. Por ello ante la acusación de ideologización
o politización del movimiento responden que sí, que las de
ellos son demandas políticas en contra del modelo ideoló-
gico impuesto por la fuerza de la dictadura. Frente al llama-
do a deponer las movilizaciones para sentarse a conversar
responden que conversarán movilizados y junto a sus claras
propuestas de una “educación pública y de calidad en todos
sus niveles, como derecho fundamental, garantizado por el
Estado”, agregan que “por si no se entiende nuestro lenguaje
es la marcha y lo podrán ver a lo largo de todo Chile” (2).
¿Por qué en estos precisos momentos estallan estos con-
flictos? Porque la desigualdad social y la exclusión políti-
ca que caracteriza a Chile se hace patente para la inmensa
mayoría nacional. Porque los principales bienes sociales se
transan en el mercado como “bienes de consumo”, como lo
explicita el presidente Sebastián Piñera.
La desigualdad se expresa en los ingresos, la educación,
la salud, la protección social, y prácticamente en todos los
bienes públicos, que producto del sistema han mutado de
derechos a bienes de mercado. Sobra mercado y nos falta
democracia.
Chile tiene el triste récord de ser uno de los quince países
más desiguales del planeta como lo consigna el PNUD (3),
junto a Haití y otros ocho del continente, pero a diferencia
de éstos, Chile cuenta con inmensas riquezas y un ingreso
por habitante de US$14.000, de lo cual se vanaglorian nues-
tros gobernantes y nos anuncian que estamos a las puertas
de pasar a ser un país desarrollado. Un país desarrollado
33
donde el decil más rico de la población tiene ingresos 46
veces mayores que el decil más pobre (4). La desigualdad
marca la diferencia para toda la vida y eso lo saben bien los
estudiantes y sus padres, como también lo saben los usua-
rios de la salud y los habitantes de los barrios menos acomo-
dados. Los estudiantes afirman no luchar sólo por ellos sino
por las futuras generaciones. La desigualdad es de transmi-
sión intergeneracional y por eso hay que actuar ahora sobre
ella, afirma el citado Informe del PNUD.

Luchas locales y globales

La lucha contra el sistema neoliberal que rige desde hace


tres décadas comenzó en plena dictadura, cuando se impu-
so la actual Constitución pétrea que coloca al mercado y el
lucro en todas las actividades de nuestra vida. En ese perío-
do dictatorial se impuso el actual sistema educacional, el
de salud, el previsional, la desnacionalización del cobre, el
Plan Laboral que mantiene sometido a los trabajadores. Es
todo eso lo que no fue cambiado en los 20 años de gobier-
nos concertacionistas, por ello el desencanto y el desafecto
con el sistema político y quienes lo representan. Pero el des-
afecto hoy se transforma en acción, no meras acciones rei-
vindicativas, sino acciones políticas que apuntan a cambios
profundos en el sistema.
Por eso no es utópico plantear un cambio constitucional;
finalmente esa será la “madre de todas las batallas” para
construir un país que pertenezca a todos. Tampoco es des-
cabellado pedir la renacionalización del cobre, ya que allí
están los recursos para financiar el país justo al que aspira-
mos, con todos nuestros derechos garantizados, sin pobreza
ni desigualdad.
Esta lucha es también la que se ve en Europa, en el norte
de África y en todos los continentes. Es la actoría política de
los movimientos sociales que ya tiene un recorrido a nivel
global, en contra de esta forma de globalización impuesta
por los grandes capitales y sus representantes políticos. Un
hito de arranque de este movimiento se dio en el llama-
do N-30 o Batalla de Seatle en noviembre de 1999, cuando
decenas de miles de personas convocadas por los sindicatos
34
y otros movimientos, salieron a marchar a las calles en con-
tra de Cumbre de la OMC, cercando a los delegados de los
gobiernos allí participantes, haciéndola fracasar. El enton-
ces presidente estadounidense, William “Bill” Clinton, seña-
ló incluso que él estaba de acuerdo con los que marchaban
(5). Desde Seatle hasta ahora no hay cumbre o reunión de
los llamados organismos multilaterales que no estén rodea-
dos de miles de manifestantes que los repudian con indig-
nación. El año 2001 nació en Porto Alegre el movimiento de
los Foros Sociales Mundiales en paralelo al Foro de Davos.
En Chile en 2004 en repudio a la APEC y Bush salieron a
marchar por las calles 70.000 personas y se realizó el primer
Foro Social Chile. El presidente Ricardo Lagos impactado
por la manifestación dijo que ahí se había expresado el “otro
Chile”. Al igual que su colega Clinton, Lagos se limitó a cons-
tatar el hecho, ninguno de los dos hizo lo que sus pueblos
reclamaban y hoy estamos donde estamos.
La lucha de los movimientos sociales y de la ciudadanía
hoy es parte de la lucha global contra un sistema injusto,
los indignados en Chile se unen a los indignados de Gre-
cia, de España, de Islandia, de Egipto, de Siria y de todo el
mundo. La indignación se expresa contra los gobiernos y
los sistemas políticos que han sido incapaces de contener
la voracidad de los ricos y se han hecho cómplices de éstos.
Como dice Juan Somavía en la carta ya citada, cuando se
comenzó en los 90 “a cuestionar los dogmas dominantes”,
los gobiernos se volvieron en el seno de las conferencias
internacionales cada vez más subordinados a este modelo
de globalización insostenible, y por ello están siendo repu-
diados y derribados. u
1 www.socialwatch.org/es/node/13377
2 Girogio Jackson, Presidente FEUC, y Camila Vallejos, Presidenta FECH, en The Clinic N°402, 14 de julio de
2011
3 PNUD: Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010
4 CASEN 2009
5 http://es.wikipedia.org/wiki/Manifestaciones_contra_la_cumbre_de_la_OMC_en_Seattle

M.P.

35
Asamblea Constituyente y nueva Constitución para
una Segunda República de Chile

El gran salto democrático


que hace falta
por Jaime Massardo*

Ninguna de las Cartas constitucionales que ha tenido Chile


resultó de la participación de la ciudadanía. Menos la actual,
elaborada por la dictadura e impuesta por la fuerza de las
armas a través de un fraude que ni siquiera disimuló. Eso
puede cambiar ahora. Y no es una utopía.

El Bicentenario de la Independencia de España ofreció a


Chile, hace menos de un año, una excelente ocasión para
haber podido contemplar desde una atalaya privilegiada
nuestra breve historia republicana y, desde allí, intentar
reflexionar colectivamente sobre la ruta por la que se había
venido deslizando nuestra vida en común. Salvo notables
excepciones que tomaron forma en artículos, foros u otras
actividades no oficiales, (1) la ocasión ha sido sin duda
desaprovechada, lo que resulta tanto más lamentable para
una sociedad que, pronto hará cuatro décadas, presenta
un vacío republicano y que requiere con urgencia mirarse y
dialogar consigo misma.
Este vacío republicano se manifiesta de forma flagrante: la
brutal concentración de la propiedad y del ingreso, la gigan-

*Profesor de la Universidad de Valparaíso. mail: jaime.massardo@uv.cl. Artículo


publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, junio 2011.
37
tesca crisis de la educación nacional, la degradación de la
situación de los trabajadores, la entrega de los recursos natu-
rales al capital y la consiguiente amenaza al equilibrio ecoló-
gico, el maltrato a la población de escasos recursos, las dis-
criminaciones de todo tipo, la estafa gigantesca de los fondos
de pensiones, la vulgaridad y la infantilización de los medios
de comunicación, la banalidad de una política profesionali-
zada, el tratamiento del Estado hacia el pueblo mapuche y su
alejamiento de América Latina, son, entre muchas otras, las
expresiones que caracterizan el Chile de hoy (2).
Todas ellas encuentran su condición de posibilidad y
la garantía misma de su existencia en la legalidad que les
ofrece la Constitución de 1980, aprobada como se sabe
durante la dictadura militar, sin registros electorales ni
garantías a la oposición y de suyo, anti-democrática y
anti-republicana. Como respuesta, lentamente -los años
de plomo están en el recuerdo de todos- se ha venido ins-
talando en la sociedad la convicción de que es necesario
generar las condiciones que permitan convocar una Asam-
blea Constituyente que desde la base social proponga, dis-
cuta y elabore una Nueva Constitución (3). Saludando y
apoyando sin restricción esta iniciativa estamos convenci-
dos que ella debe todavía dar un paso más: para entregarle
energía y confianza al país, superando el vacío republicano
y recreando su imaginario y sus símbolos, debe también
proponerse darle vida a una Segunda República.
Si dejamos de lado los experimentos constitucionales
del período en que las distintas fracciones de la élite se
disputaron el poder entre 1818 y 1830, tres Cartas Consti-
tucionales han reglamentado hasta hoy a Chile (4). La de
1833, que sanciona la continuidad colonial administrada
por “una pequeña oligarquía terrateniente, cuyos intereses
se extendían entre el Limarí y el Maipo” (5), el sector más
conservador de la sociedad chilena constituido después
de Lircay bajo la dirección del comerciante Diego Portales.
Las modificaciones al texto constitucional aprobadas entre
1871 y 1893 no cambian su carácter que en lo esencial per-
manece hasta 1925. La Constitución de ese año, que surge
del ascenso de los sectores medios y de los trabajadores
organizados, con la subsecuente crisis de dominación oli-
38
gárquica, tampoco representa, en sí, un gran salto demo-
crático. La sociedad no discutió su texto y bajo la presión
velada de las Fuerzas Armadas se limitó a aprobar lo que
le era presentado por la extrema habilidad de Arturo Ales-
sandri, quien tuvo el cuidado de elegir comisiones ad hoc
para su redacción. Se abre así un período que solamente
desde fines de los años 1950 hasta 1973 presentaría ribetes
relativamente democráticos (6).
Con el golpe de Estado fue la República la que feneció.
“Habría que preguntarse -escribe el historiador Sergio Grez
Toso, refiriéndose al período de la Unidad Popular- si acaso
esa no fue la última oportunidad en el siglo XX de haber
echado los cimientos de una nación integrada en base a
un compromiso social progresista” (7). La reflexión no es
banal. Salvador Allende -no lo olvidemos- fue un héroe del
socialismo y de la República. Ambos elementos se funden
en una dimensión política insoslayable. Proyecto inte-
grador, Estado nacional, República, democracia y praxis
popular, construyéndose mutuamente, fueron barridos por
la fuerza del capital globalizado que, ante una sociedad de
fuerte cultura democrática enraizada en los trabajadores
durante generaciones, tenía que acudir a las armas, las que
instalan finalmente la Constitución de 1980.
La dictadura sin embargo no podía ser perenne. El alma
del capital busca acumular y reprime sólo cuando siente
peligro frente la organización de los trabajadores. La necesi-
dad de un gobierno civil que conservara el modelo neoliberal
implantado por el golpe era una necesidad para las élites y,
sabemos, la Concertación la satisfizo con esmero: se voglia-
mo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi…
Destruyamos entonces los mitos. No ha existido nunca
en Chile una Constitución discutida por sus propios habi-
tantes cuya génesis pueda por tanto considerarse demo-
crática. Las tres Cartas Fundamentales así lo muestran.

Triste constatación

Los tiempos sin embargo están cambiando. De aquellos


años coloniales que posibilitaron la Constitución de 1833,
del clima “de tranvía y vino tinto” en la que se fraguó la de
39
1925, y de la dictadura que originó la de 1980, los habitan-
tes de nuestro país han comenzado a mirar hacia el mundo
y a incorporar una serie de aspectos de la vida “global”,
mostrando que la historia no se mueve linealmente. A
pesar del vacío republicano, nuestra cordillera dejó en algo
de ser el horizonte que le daba un carácter insular a nues-
tra cotidianidad. La disposición a adoptar una forma y un
estilo de vida mejor crece y genera la subjetividad necesa-
ria que permite avanzar en construir un país diferente.
Por ello, avanzar en convocar una Asamblea Constitu-
yente para elaborar una Nueva Constitución y darle vida
a una Segunda República no constituye ninguna utopía.
Baste recordar que desde 1789 Francia se ha dado hasta
hoy cinco repúblicas (entre las cuales ha habido imperios,
dictaduras y la invasión nazi) mientras Chile permanece
en la de 1818…
Miramos hacia la calle. En Chile las movilizaciones de
trabajadores, estudiantes y movimientos sociales de todo
género van tomando fuerza, van resistiendo al modelo neo-
liberal y van convergiendo hacia objetivos comunes; es en
ellas donde residen las fuerzas vivas que proyectan la nueva
sociedad; son ellas las que orientarán el camino de su praxis
colectiva; con ellas seguiremos creyendo en los sueños y for-
taleciendo la convicción de que queremos cambiar la vida:
¡la República ha muerto, viva la Segunda República! u
1 Un buen ejemplo se encuentra en Vv. Aa., ¿Qué Bicentenario? Santiago de Chile, Le Monde diplomatique,
Editorial Aún Creemos en los Sueños, septiembre 2010.
2 Cfr., Manuel Riesco, Se derrumba un mito, Santiago de Chile, CENDA, 2007.
3 Ver www.asambleaconstituyentechile.cl
www.asambleaconstituyente.cl y www.redeschile.tk y el libro Nueva Constitución, Le Monde diplomatique,
Editorial Aún Creemos en los Sueños, noviembre 2009.
4 Las Constituciones de octubre de 1822, firmada por Bernardo O’Higgins; de diciembre de 1823, escrita por Juan
Egaña; la presentada al Congreso entre julio y octubre de 1926, elaborada por José Miguel Infante y nunca
aprobada; y la de agosto de 1828, redactada por José Joaquín de la Mora.
5 Ricardo Donoso, Desarrollo político y social de Chile desde la Constitución de 1833, segunda edición, Santiago
de Chile, Imprenta Universitaria, 1942, p. 11.
6 Cfr., Sergio Grez, «La ausencia de un poder constituyente democrático en la historia de Chile», en Vv. Aa.,
Asamblea Constituyente. Nueva Constitución, Santiago de Chile, Editorial Aún Creemos en los Sueños, 2009,
págs. 35-58.
7 Sergio Grez, «Bicentenario en Chile. La celebración de una laboriosa Construcción Política», in Spondylus.
Revista Cultural, n° 26, Portoviejo, Ecuador, noviembre de 2010, pp. 11-12.

J.M.
40
Las luchas estudiantiles en defensa de la
educación pública

Genealogía de una generación maldita


por Álvaro Ramis*

El movimiento estudiantil se ha caracterizado por la


constante renovación de sus dirigentes, la permanente
capacidad de adecuar su programa, la baja burocratización
de sus procedimientos y la importancia que siempre ha
asignado a la participación directa de las bases, lo que ha
configurado una tradición asociativa que da cuenta de una
formidable capacidad movilizadora.

El alcalde de Ñuñoa Pedro Sabat (RN), definió a los estudian-


tes movilizados desde hace cinco meses como una “genera-
ción maldita”. Una frase despectiva y cruel pero que tiene un
aspecto evocador, por lo que se puede resignificar. Porque
esta generación tiene algo en común con los “poetas maldi-
tos” a los que se referían Paul Verlaine y Charles Baudelai-
re. Marca un quiebre con los sentidos comunes instalados.
Va en contra de los silencios de la transición, instalando un
viento fresco, inconformista, pero a la vez limpio y directo.
Recuerda a la “generación beat”, con esa actitud temeraria,
insolente, pero a la vez tranquila y segura en si misma. Es la
generación sin miedo, lo que desespera a quienes no logran
cooptarla ni doblegarla.
Pero la “generación maldita” no es el resultado de una sin-
gularidad histórica ni de una mutación genética. Es la expre-
sión acabada de un movimiento que ha evolucionado y per-

*Ex presidente de la FEUC (1998), Teólogo, especialista en Ética Aplicada. Artículo


publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, octubre 2011.
41
sistido en el tiempo. La Federación de Estudiantes de la U. de
Chile (FECH) ya cumplió 105 años, manteniendo constante
su programa de defensa de la educación como un bien públi-
co al servicio de las mayorías. En 1915 los estudiantes de la
UC se agruparon en la Asociación Nacional de Estudiantes
Católicos (ANEC) que en 1938 se independizó de la tutela
eclesial y pasó a ser la Federación de Estudiantes de la Uni-
versidad Católica (FEUC). En 1920 nació la Federación de la
Universidad de Concepción (FEC) y a fines de los cuarenta la
Federación de la Universidad Técnica del Estado (FEUTE). Y
en 1948 la Federación de Estudiantes Secundarios de Santia-
go (FESES) que articuló a los centros de alumnos de los liceos
experimentales y más tarde se amplió a todos los liceos del
área metropolitana, hasta incluir en 1973 a los liceos indus-
triales, técnicos y comerciales.
Este largo recorrido se explica por la constante renovación
de sus dirigentes, la permanente capacidad de adecuar su
programa, la baja burocratización de sus procedimientos y
la importancia que siempre han asignado a la participación
directa de las bases, lo que ha configurado una tradición aso-
ciativa que da cuenta de una formidable capacidad movili-
zadora. Sin embargo, estos mismos rasgos explican algunas
de sus debilidades casi insalvables, como la discontinuidad
entre sus procesos de movilización y las negociaciones políti-
cas que necesariamente deben procesar sus demandas. Ade-
más es un movimiento que debe enfrentar los sutiles meca-
nismos de la discriminación etaria, que trata de desconocer
su capacidad propositiva.

La reforma universitaria

Impulsados por la demanda social los gobiernos desarro-


llistas incrementaron sostenidamente la cobertura escolar
y universitaria desde1940. Pero ese aumento no hubiera
llegado a la extensión y masividad que alcanzó a inicios
de los 70 sin el impulso de la reforma universitaria. En la
declaración de los estudiantes de la Universidad Técnica el
Estado del 25 de mayo de 1961 (1) ya se pueden encontrar
los puntos claves de ese programa: la representación de la
comunidad universitaria en la toma de decisiones y en la
42
generación de autoridades, la garantía plena de la libertad
de cátedra, y la autonomía académica. Pero sólo en 1967,
con la toma de la Facultad de Arquitectura de la UC de Val-
paraíso el 15 de junio y la toma de la casa central de la PUC
el 11 de agosto, este proceso se acelerará, introduciendo
criterios de modernización académica, como la adopción
de estándares internacionales en docencia e investigación
científica, la labor de extensión, el aumento de plantas de
académicos a tiempo completo y la implementación de
programas interdisciplinarios. Esta faceta de la reforma ha
sido eclipsada por el alto impacto social del aumento de
la cobertura, dejando en la sombra los aspectos referidos
al mejoramiento de la calidad. La reforma universitaria
permitió a las universidades chilenas dar un enorme salto
en docencia, investigación y extensión, junto con abrir la
puerta a una generación que por primera vez pudo pisar la
universidad.
Pero el golpe de 1973 representa la pérdida de muchas
de esas conquistas, lo que se expresa en la subordinación
constitucional del derecho a la educación ante el criterio
mercantil de “libertad de enseñanza”. El nivel de represión
sobre los universitarios se aprecia en las estadísticas de la
comisión Valech, que muestran que el 47 por ciento de las
víctimas de tortura tenía entre 21 a 30 años y que la catego-
ría “estudiante” es la ocupación declarada más numerosa.
La resistencia hasta 1982 va a centrarse en la Agrupación
Cultural Universitaria (ACU), o en el ámbito de la defen-
sa de los derechos humanos. Sólo desde 1983 se inicia un
proceso de reconstrucción de las federaciones, tanto en el
ámbito universitario como en el de los secundarios, que
constituyen la pro-Feses. Se alcanzan hitos significativos,
como la renuncia de José Luis Federici a la rectoría de la
U. de Chile lo que paraliza su “plan de racionalización uni-
versitaria”. Pero la centralidad de la lucha política obliga
a hacer de la democratización del país el gran foco de las
demandas. Visto desde hoy, se puede apreciar en el movi-
miento de los 80 un vacío en la reflexión específica sobre
las políticas educacionales que se empiezan a desplegar,
en especial, sobre la contracción del sistema público frente
a la nueva hegemonía privada.
43
El gran salto

Esta carencia se evidenciará durante el período 1990-1995, que


representa un momento de desconcierto para los estudiantes.
Las expectativas que generan los partidos de la Concertación
reducen las movilizaciones y el debate se tiende a triviali-
zar. Las federaciones se desgastan por pequeños escándalos
de corrupción. En 1995 varias de ellas, incluida la FECH, no
logran constituirse por falta de quorum en sus elecciones. Se
fragmentan las movilizaciones: los estudiantes de la UMCE (ex
pedagógico) sostienen sin éxito una solitaria lucha por volver
a la U. de Chile, mientras las universidades regionales tratan
de competir cada una por su cuenta por más recursos.
Es en ese momento cuando se inicia un proceso de recons-
trucción del movimiento que pasará a una abierta oposición
a las políticas oficiales, especialmente desde el nombramien-
to de José Pablo Arellano como ministro de Educación en
1996. Se hace evidente que la Concertación no sólo carecía
de la voluntad política para revertir las políticas educaciona-
les de la dictadura, además tenía un programa privatizador
propio, que incluía el eufemístico “financiamiento compar-
tido”, el negocio de las agencias de acreditación, el criterio de
subsidio a la demanda, y el “Sistema de Crédito con Garantía
Estatal”, que bajo la excusa de incrementar la cobertura ha
terminado bancarizando las deudas de los estudiantes.
Entre 1997 y 2000 se quiebran los lazos de dependencia y
cooptación del período anterior, lo que permite confrontar
las políticas privatizadoras y la endémica crisis del fondo
solidario de crédito universitario. Se reconstituye la Confech,
que lidera un ciclo ascendente de movilizaciones en el que es
asesinado por Carabineros el estudiante de la Universidad de
Tarapacá Daniel Menco, el 19 de mayo de 1999 (2). En 2001
el “mochilazo” devuelve el protagonismo a los secundarios,
motivados por el pase en el transporte escolar y los cambios a
la Prueba de Aptitud Académica. Sin embargo los resultados
globales tienden a ser paliativos: mayores recursos para las
universidades públicas, cambios al pase escolar, un marco
básico de autonomía universitaria, mayor volumen de crédi-
tos, pero el modelo en términos generales no se altera.
Una de las debilidades del período 1996-2000 radicó en
44
la incapacidad de articular una agenda nacional, tanto en
lo específicamente educacional, como a nivel macro. Por
ejemplo el congreso nacional de estudiantes que realizó
la Confech en Valparaíso, en junio de 1998, terminó en un
bullado quiebre tanto por la interferencia de los partidos
oficialistas como también por las diferentes estrategias y
prioridades de las federaciones, que por primera vez expu-
sieron clara y simultáneamente sus propuestas. Otra caren-
cia del período fue la débil organización en las universida-
des privadas, la falta de vínculos estables con los estudian-
tes secundarios y los profesores, y sobre todo la ausencia
de una reflexión política sobre el sistema educativo en su
conjunto. En síntesis, el movimiento estudiantil recuperó
su autonomía y comenzó una fase activa de resistencia en
su ámbito, pero llegó al poco andar a un límite, en la medi-
da en que sus objetivos políticos le exigían alianzas más
amplias y objetivos más ambiciosos. Se produce un nuevo
desconcierto. En 2004 la derecha gana las elecciones de la
FECH, lo que refleja la gran confusión del momento.
Para salir de la crisis se requería un salto en los niveles de
conciencia colectiva y un programa a escala país. Y ese cam-
bio lo aportaron los secundarios, en la “revolución de los
pingüinos” de 2006, al apelar al fin de la LOCE, de la Cons-
titución de 1980, al vincular su discurso a las desigualdades
laborales, al atreverse a hablar de gratuidad. Desde ese año
el movimiento estudiantil repolitizó sus demandas y las sacó
a la calle, vinculándolas a la creciente crisis de legitimidad
del sistema de representación política. Cinco años después,
los pingüinos del 2006, convertidos en los universitarios del
2011, se hacen acreedores del justo apelativo de generación
maldita. Hasta el mismo presidente Piñera ha tenido que
terminar reconociendo ante la ONU que “los jóvenes chile-
nos que han salido a las calles a manifestarse en favor de una
causa noble, hermosa y legítima como es una educación de
calidad para todos”. Bendita maldición. u
1 http://www.archivochile.com/Mov_sociales/mov_estudian/MSmovestud0008.pdf
2 En noviembre de 2010, la Tercera Sala de la Corte Supema, ratificó en forma unánime la condena civil contra
el Estado de Chile, rechazando el recurso de casación interpuesto por el Consejo de Defensa del Estado.

A.R.
45
Los cambios en la educación chilena que anunció
la dupla Piñera-Lavín

¿Y cuál es la revolución educativa?


por Camila Vallejo*

El gobierno de los gerentes materializó su propuesta


educativa, la llamó “revolución” aunque los cambios que
incorpora no hagan otra cosa que profundizar el modelo de
mercado en esa área. Como en el caso de los directores de
los colegios, que les asigna un papel de gerentes de colegios
concebidos como empresas.

Tras haber escuchado por cadena nacional al Presiden-


te Sebastián Piñera, en la que dio a conocer una serie de
medidas en el campo de la educación que irían orientadas
a mejorar la calidad y la equidad de ésta, nos hemos pre-
guntado, al menos los principales actores del mundo de la
educación, por qué esta serie de medidas se han anuncia-
do como la “Gran Revolución Educativa”.
¿Dónde está lo revolucionario?, ¿acaso estas medidas
apuntan al origen de la crisis educativa, tales como la insti-
tucionalidad, el marco regulatorio o su financiamiento a la
demanda? Nada apunta a un cambio estructural de la rea-
lidad inequitativa y segmentada de nuestra educación. La
necesidad de responsabilizar constitucionalmente al Esta-
do en el aseguramiento del derecho a la educación queda
nuevamente en el olvido y el derecho a la libertad de ense-
ñanza (que no es más que la libertad de los colegios para
escoger a los padres según lo que puedan pagar) sigue

*Presidenta de la FECH. www.fech.cl. Artículo publicado en la edición chilena


de Le Monde Diplomatique, enero-febrero 2011.
47
guiando el escenario libremercadista de la educación.
De la estructura administrativa o municipalización de
la educación escolar, tampoco se plantean cambios reales.
Por el contrario, se sigue reproduciendo la lógica del finan-
ciamiento a través de vouchers que sólo significan la pri-
vatización del gasto público, beneficiando cada vez más al
sistema privado subvencionado en desmedro de la ya débil
y reducida educación pública municipal.
Las medidas se enfocan en aspectos accesorios, sobre-
valorando los mecanismos de evaluación estandarizados
como medidores y diferenciadores de la calidad de los
establecimientos y los incentivos económicos como forma
de asegurar buen desempeño. Estos mecanismos lamenta-
blemente carecen tanto de sustento técnico como de per-
tinencia social, de capacidad de diagnosticar y entender la
realidad de nuestro país, y la situación de crisis de nuestro
sistema.
Sobre los sistemas de evaluación estandarizados como
la PSU, el SIMCE y la prueba INICIA, son evidentes las
consecuencias que trajo la Ley “No Child Left Behind”
2003, durante el gobierno de George W. Bush (1), que
asociaba el financiamiento escolar a mejoras en las notas
de los test. Concluyentes fueron los dichos del Premio
Nacional de Economía, James Heckman (2), al señalar
que los niños terminaron aprendiendo sólo lo que les era
testeado, corrompiendo el proceso educativo en los cole-
gios al entrenar solamente para las pruebas, develando el
fracaso de la política educativa estadounidense para ase-
gurar calidad.
Efectivamente, los test no aseguran calidad, puesto que
se centran en la etapa final del proceso educativo y no en
su desarrollo. Son, además, instrumentos utilizados para
fomentar la competencia en condiciones que son absolu-
tamente desiguales. No olvidemos que los sostenedores
privados que reciben subvención estatal, pueden seleccio-
nar estudiantes, por lo que se segmenta el sistema esco-
lar y se impide una evaluación adecuada de la calidad de
la educación (3). Esto lo que hace es que las pruebas no
sólo terminen siendo un reflejo de la desigualdad, sino que
sean un componente fundamental para su reproducción.
48
El no asumir que estamos ante un sistema socioeducati-
vo altamente segmentado e inequitativo evidencia la poca
pertinencia de estas medidas para la realidad de nuestro
país, lo que hace dudar de la intención por mejorar la cali-
dad de todos los establecimientos, sobre todo los munici-
pales. Las evaluaciones estandarizadas no aseguran cali-
dad y propiciarán una competencia aún más descarnada
por obtener buenos puntajes para recibir mayor financia-
miento. La semaforización de los colegios promoverá la
concentración de los “mejores” estudiantes y conllevará a
una mayor exclusión, elitización y reducción del sistema
público.
Los incentivos a los mejores resultados son también
una política errada para un sistema educacional que arro-
ja resultados muy diversos fruto de su alta segmentación.
Las Becas de Vocación de Profesores premian económica-
mente a los mejores puntajes PSU, los cuales, en su mayo-
ría, provienen de las familias de mayor ingreso, por lo que
constituye una medida regresiva que refuerza las inequi-
dades ligadas al origen social de los estudiantes y contribu-
ye a reforzar el equívoco concepto del “buen estudiante”,
aún asociado a quien obtiene un buen puntaje PSU y no
a quienes tienen la vocación y el esfuerzo por aprender a
pesar de la adversidad.
Evidentemente, no hay una relación directa entre el
puntaje PSU y la vocación de los estudiantes hacia la
pedagogía, tampoco se asegura la calidad de los progra-
mas a los cuales van a ingresar los estudiantes debido a
que sólo se les exige estar acreditados dos años, es decir,
no hay medida alguna que apunte a mejorar los procesos
educativos, menos a reforzar las pedagogías de las institu-
ciones públicas. Recordemos que esta medida se enmar-
ca en la política gubernamental de aumentar aún más la
liberalización de recursos fiscales al sector privado (FDI,
Becas, Créditos, etc.)
Otro de los incentivos corresponde a la escala de sueldos
por resultados de la prueba INICIA, la cual resulta incon-
cebible cuando observamos que es un mecanismo que
sirve para garantizar mínimos de conocimientos, pero no
para asegurar un buen desempeño docente futuro. El buen
49
profesor no se determina por cuánto memorizó para una
prueba, o cuánto contenido maneja, sino por su capacidad
de traspasar esos conocimientos a los estudiantes a través
de la relación dialógica que puede establecer con ellos.
Por otro lado, si bien es cierto que uno de los problemas
del buen desempeño de los establecimientos es la falta de
directores con capacidades técnico-pedagógicas, se les
pretende otorgar atribuciones que terminan por transfor-
mar a los establecimientos en verdaderas empresa y a sus
directores en gerentes, con capacidad de escoger arbitra-
riamente su equipo técnico directivo, de evaluar descen-
tralizadamente, de despedir con causales muchas veces
ambiguas (incumplimientos “graves” del reglamento inter-
no) y sin una política orientada a capacitar a los docentes
mal evaluados para una adecuada reinserción laboral.
Se evidencia una falta de preocupación por las diversas
condiciones de enseñanza y el contexto social en el que se
desenvuelven los profesores, ya que los criterios de eva-
luación todavía se centran en los contenidos y no en el
ambiente en el cual estos deben ejercer la pedagogía. Se
suma la falta de éxito académico que puede llegar a tener
los estudiantes cuando existe una movilidad de profeso-
res muy grande entre escuelas por causa de los despidos
anuales.
Los cambios curriculares son los que han generado
mayor rechazo a nivel transversal, tanto del mundo social
como de los actores políticos e intelectuales. Cabe señalar
nuevamente la falta de sustento técnico respecto a la justi-
ficación del Ejecutivo para avalar esta propuesta. Aumen-
tar las horas de Lenguaje y Matemáticas es una medida
que cae por su propio peso al revisar el informe de la OCDE
2009, que indica que las horas en matemáticas superan en
36 y 40 horas al promedio de los países de la OCDE y en 3
horas de lenguaje por sobre el promedio para los niños de
12 a 14 años (4).
Por otro lado, la propuesta también carece de una visión
integral respecto al tipo de ser humano o ciudadano que
queremos formar. La Historia, la Geografía y las Ciencias
Sociales son elementos de aprendizaje fundamentales
para el reconocimiento y el entendimiento de la sociedad
50
y el mundo en el cual nos desenvolvemos, nos permiten
formarnos con pensamiento crítico y opinión, cuestiones
fundamentales para el desenvolvimiento diario del ser
humano puesto que otorga facultades para tomar decisio-
nes y proyectar transformaciones sociales.
Claramente, de nada nos servirá saber leer, escribir y
sacar cálculos, si no sabemos el origen de los conceptos,
de las palabras, sus contextos históricos y sus desarrollos.
Estaremos formando autómatas, meros reproductores de
un injusto modelo de desarrollo, en un país que pide a gri-
tos reconocer su pasado en un diálogo abierto y transpa-
rente, para poder al fin, proyectar un futuro mejor. u
1 “Que ningún niño se quede atrás”, ver texto en español en www2.ed.gov/espanol/parents/academic/.../
parentsguide.pdf
2 Ver James Heckman, cuerpo Economía y Negocios, El Mercurio, 25 de noviembre de 2010.
3 Ver Observatorio Chileno de Políticas Educativas en www.opech.cl
4 Ver Informe de la OCDE sobre la Educación chilena en www.ocde.org

C.V.

51
Anexo

Manifiesto de Historiadores
Revolución anti-neoliberal
social/estudiantil en Chile
Las calles, plazas y puentes de todas las ciudades a lo largo
de Chile se han transformado en las arterias donde fluyen
y circulan miles de estudiantes y ciudadanos, entonando
y gritando las demandas por cambios estructurales en la
educación los que, a su vez, exigen cambios sustanciales
en el paradigma económico, en el carácter y rol del Esta-
do y en su conjunto, en el pacto social constitucional del
país. Desde hace meses las movilizaciones no han cesado,
recuperándose y adaptándose algunas consignas de anta-
ño, cantándose nuevas que apuntan críticamente al cora-
zón del modelo social y económico financiero neoliberal
actual: el mercado, el crédito, el endeudamiento, el lucro,
la inequidad social y educativa.
Y si bien inicialmente parecía que se hubieran abierto, al
fin, las Alamedas, marcando la llegada de la hora histórica
anunciada por el discurso final de Allende, el desarrollo de
los acontecimientos con el recrudecimiento de la repre-
sión policial, las amenazas y amedrentamiento a los/as
dirigentes estudiantiles por parte de adherentes oficialistas
y la actuación provocativa de policías encapuchados infil-
trados de civil, nos recuerdan que estamos en un régimen
político dirigido por la derecha chilena, heredera de las
prácticas de la dictadura militar y verdadera fundadora del
régimen neo-liberal que busca resguardar. Y mientras los
jóvenes copan el cuerpo de Chile y la represión enfurece,
suenan los cacerolazos del apoyo ciudadano, recordando
el tiempo de las protestas.
Si no ha llegado aún el tiempo de las alamedas, ha brota-
do con fuerza la voluntad de poder de la nueva generación
para presionar sobre ellas hasta lograr su verdadera Aper-
tura histórica.
53
***
Los que realizamos el oficio de historiar nos preguntamos
acerca del carácter de este movimiento y del significado de su
irrupción histórica. ¿Se trata de una fase más del movimiento
estudiantil post-dictadura? ¿Corresponden sus demandas a
reivindicaciones básicamente sectoriales? ¿Cuál es la forma
de hacer política de este movimiento? ¿Qué relación tiene
este movimiento con la historia de Chile y su fractura pro-
vocada por el golpe armado de 1973? ¿Cómo se articula este
movimiento con el camino y orientación de la historicidad
secular de Chile? ¿Qué memoria social y política ciudadana
ha activado la irrupción callejera y discursiva estudiantil?
Si bien es arriesgado responder a estas preguntas cuan-
do se trata de un movimiento en marcha, los que aquí fir-
mamos lo hacemos como una necesidad de aportar desde
la trinchera de nuestro oficio, con la plena convicción de
que estamos ante un acontecimiento nacional que exige
nuestro pronunciamiento, sumándonos a tantos otros que
se han realizado y se realizan cotidianamente desde distin-
tos frentes institucionales, gremiales y civiles.

1. Consideramos, en primer lugar, que estamos ante un


movimiento de carácter revolucionario anti-neoliberal.
Las demandas del movimiento estudiantil emergen desde
la situación específica de la estructura educativa del país,
basada en el principio de la desigualdad social; una trans-
formación a esta estructura –como bien lo dicen los gritos
callejeros- exige un cambio sistémico en el modelo neo-li-
beral, que hace del principio de desigualdad (fundado en la
mercantilización de todos los factores y en la consiguiente
capacidad de compra de cada cual) la clave ordenadora de
las relaciones sociales y del pacto social. Correspondien-
te con este principio de ordenamiento, la figura política
del Estado neo-liberal se perfila como un aparato media-
dor, neutralizador y garante, a través de sus propias políti-
cas sociales, de dicho principio des-igualitario; estructura
económico-política sustentada en la escritura de una carta
constitucional legitimadora de dicho principio.
No es de extrañar, así, que el movimiento estudiantil actual
encuentre un tan amplio respaldo ciudadano: en la catego-
54
ría dicotómica de “deudores” respecto de un grupo legal-
mente abusivo y corrupto de “acreedores”, se encuentra la
mayoría de los chilenos que grita y cacerolea su apoyo a los
estudiantes: porque los estudiantes no son solo “estudian-
tes” sino que son ellos mismos en tanto deudores. Porque
no sólo los estudiantes viven en el principio de la desigual-
dad, sino la mayoría social chilena actual lo sufre en carne
propia. Lo social particular y lo social general se auto-perte-
necen y se auto-identifican mutuamente en una unidad que
se construye y se concientiza sobre la marcha.
Así, el movimiento estudiantil, aparentemente secto-
rial, constituye un “movimiento social” que, al tocar el ner-
vio estructurante del sistema, irradia e identifica a la socie-
dad civil ampliada, reproduciendo socialmente la fuerza de
manifestación de su poder, descongelando el miedo y agluti-
nando los discursos y las prácticas fragmentadas.
Es decir, el movimiento estudiantil actual tiene un carácter
radical en cuanto busca revertir el principio neoliberal de la
desigualdad que construye la sociedad actual, por el princi-
pio de la igualdad social (basado en un sistema de “derechos
sociales ciudadanos”), promesa irrenunciable de la moder-
nidad, a pesar de cualquier post/modernidad; principio que,
desde la esfera educativa chilena, se propaga como fragancia
de nueva primavera a todas las esferas de la sociedad.

2. Este movimiento ha comenzado a recuperar lo polí-


tico para la sociedad civil, poniendo en cuestionamiento
la lógica de la política intramuros, y con ello el modelo de
seudo-democracia y legalidad que no ha cortado el cordón
umbilical con la dictadura.
Se trata de una política deliberativa en el más amplio sen-
tido de la palabra, que trasciende los esquemas partidarios
(a pesar de las militancias personales de algunos dirigen-
tes). El movimiento muestra cómo, a través de la orgánica
de las bases movilizadas, con el apoyo de las redes comu-
nicacionales (“política en red”), se ejerce el poder de las
masas en el escenario público, presionando por la trans-
formación de las estructuras. Este hecho está replanteando
los fundamentos del cambio social histórico, cuestionando
las modalidades verticalistas y representativas, propias de
55
la premisa moderna, propiciando activamente formas de
democracia directa y descentralizada.
Por otra parte, respecto de la relación del movimiento
con el sistema político y el gobierno actualmente imperan-
te, este movimiento corresponde a un nuevo momento de
su trayectoria histórica posdictadura, en el cual la vincula-
ción con la institucionalidad se realiza básicamente desde
la calle, no habiendo entrado a la negociación institucional
dada al interior de los recintos gubernamentales. Desde
esta perspectiva, lo nuevo de este movimiento es la “polí-
tica abierta” o “política en la calle” que, al mismo tiempo
que permite mantener el control del territorio propio de la
sociedad civil, difunde y transparenta su discurso, su texto
y sus prácticas a plena intemperie, ante toda la ciudada-
nía. La política clásica de los gobiernos concertacionistas
de “invitación al diálogo” se ha vuelto una trampa ineficaz,
manteniendo el movimiento social actual la fuerza de sus
propias prácticas de poder.
Así, las movilizaciones estudiantiles y sociales que hoy
se desarrollan a partir de las demandas por la educación,
no sólo ciudadanizan lo educativo y lo sitúan como base
fundamental del proyecto de sociedad, sino que dan cuen-
ta de la crisis del sistema político, cuestionando y transgre-
diendo la “democracia de los acuerdos”, consagrada como
principal herramienta para neutralizar y postergar las
demandas sociales.
Esta nueva política encuentra su expresión manifiesta en
un tipo de protesta social que rompe los marcos impuestos
tanto por la cultura del terror de la dictadura, como la del
“bien mayor” de la transición. A través de una incansable
apropiación del espacio público y, en general, a través de
prácticas corporales de no-violencia activa, el movimiento ha
generado múltiples acciones culturales en un lenguaje rico,
plástico, inclusivo y audaz que interpela el cerco de la repre-
sión policial y de los medios que criminalizan la protesta.
3. Si bien este movimiento corresponde a un momento
nuevo de la política y de la historia social posdictadura,
este sólo puede comprenderse desde la perspectiva más
amplia de la historicidad siglo XX en Chile. En el curso de
ésta, la equidad educacional junto a las limitaciones legales
56
impuestas al capitalismo anárquico, habían alcanzado una
maduración estructural en los años ‘60 y ‘70, siendo este
proceso abortado con el golpe del ’73 en su fase de plena
consolidación. El movimiento social estudiantil actual es
expresión de la voluntad y del acto de recuperación de esa
hebra rota de nuestra historicidad. Es la irrupción del brote
de la semilla que fue pisada y soterrada por la bota dicta-
torial y el neoliberalismo. Es el renacimiento, en la nueva
generación, del sueño y voluntad de sus padres de fundar
una sociedad basada en la democracia, la justicia social y
los derechos humanos fundamentales, de los que la edu-
cación es uno de sus campos más fértiles.
En efecto, el pacto social educativo alcanzado en los ’60
y ’70 fue el fruto de una larga lucha dada por muchas gene-
raciones desde mediados del s. XIX. Proceso y lucha que
consistió básicamente en la voluntad política progresiva de
arrancar los niños proletarizados en el mercado laboral, para
escolarizarlos, como una vía hacia una sociedad más equi-
tativa y como un camino de emancipación social y cultural.
Este trayecto histórico, que involucró a toda la sociedad,
alcanzó a producir semillas que fructificaron en las décadas
del ’60 y ’70 cuando el Estado y la sociedad civil hicieron del
pacto social educativo uno de sus más caros proyectos de
construcción de nueva sociedad democrática. Es ese proceso
el que hoy irrumpe nuevamente en el discurso y en la prác-
tica del movimiento estudiantil. Se trata de una generación
que no acepta volver a ser objeto de mercado al que deban
proletarizarse sin mas, ya por la vía del endeudamiento o de
una educación de mala calidad. Lo que está en juego y que
hoy se encarna en este movimiento, es el “proyecto y pacto
social educativo republicano/democrático” chileno, como
principio ético-político de igualdad social.
Aquí radica la densidad histórica de este movimiento,
produciendo, a su paso, una irrupción de memoria histó-
rica en el seno de la ciudadanía: la memoria de los padres
y abuelos que marchan y cacerolean su apoyo a la nueva
generación que está recogiendo y tejiendo a su modo la
hebra de nuestra historicidad.
Así, en su triple carácter dado por su alcance revolucio-
nario anti-neoliberal, por la recuperación de la política
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para la sociedad civil y por su conexión con la historicidad
profunda del movimiento popular de Chile contemporá-
neo, el actual movimiento ciudadano que los estudian-
tes de nuestro país aparecen encabezando con fuerza,
decisión y clara vocación de poder, recoge y reinstala las
dimensiones más consistentes que la frustrada transición
chilena a la democracia sacrificó.

***
A través de estas breves reflexiones este grupo de historia-
dores/as chilenas, con el apoyo de mucho/as, saludamos
al movimiento estudiantil y adherimos a las reivindicacio-
nes estructurales que ellos han instalado sobre la política
chilena. Saludamos y nos sumamos a las demandas de
Asamblea Constituyente.
Al mismo tiempo, invitamos a no ver a este movimien-
to actuando en la sola coyuntura de este gobierno de dere-
cha, sino a tomar conciencia de que este es un momento de
un proceso histórico ya en marcha, cuyo principal fruto sin
duda será dejar instalada definitivamente la demanda de las
reformas estructurales al neoliberalismo, como irrenuncia-
ble voluntad de poder de la ciudadanía y como agenda indis-
pensable de los proyectos políticos inmediatos y porvenir.

Agosto del 2011

Comité Iniciativa:
Karen Alfaro Monsalve
Fabián Almonacid Zapata
Pablo Artaza Barrios
Mario Garcés Durán
Sergio Grez Toso
M. Angélica Illanes Oliva
Alexis Meza Sánchez
Ricardo Molina Verdejo
Julio Pinto Vallejos
Gabriel Salazar Vergara
Verónica Valdivia Ortiz de Zárate

Manifiesto y lista completa de adherentes en :


www.lemondediplomatique.cl/Manifiesto-de-Historiadores.html

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Libros publicados por la Editorial
Aún Creemos en los Sueños
Cárceles
¿Un planeta sobrepoblado?
Psiquiatría. ¿Cuidar o reprimir?
Crónicas de Luis Sepúlveda
Trabajo decente vs trabajo precario
La rebelión árabe
Agrobiodiversidad
Ecuador. La revolución ciudadana
UTOPÍAS. Antiguos y nuevos sueños
CUBA. ¿Hacia dónde va la transición?
Le Monde Diplomatique. Más que un periódico
Política y dinero. En Chile y el mundo
¿Qué Bicentenario?
Piñera. Ciudadanía versus gerentes
Democracia electrónica. ¿Qué desafíos para A. Latina?
Ciudades. Urbanismo y desastre en Chile
África, el continente olvidado
Los desafíos de Obama
Luis Sepúlveda. Asalto a mano santa
Epidemias y Pandemias
Extraterrestres
El Decrecimiento
Narcotráfico
El aborto
Genética ADN
Anarquismo
Las nuevas potencias
Palestina-Israel
La Crisis del Siglo por Ignacio Ramonet
Discursos de Salvador Allende
Alimentos y comida chatarra
Pensamiento crítico latinoamericano - Cuadernos CLACSO
El Blog de Luis Sepúlveda
Medicamentos: ¿Derecho o mercancía?
Los calzoncillos de Carolina Huechuraba por Luis Sepúlveda
La condición animal
¿Un mundo sin petróleo?
El Vaticano
El poder de los sueños por Luis Sepúlveda
Foros Sociales altermundialistas
EL mundo en la Nueva era imperial por Ignacio Ramonet
Los dueños del mundo
A treinta años... Aún Creemos en los Sueños
Salvar el Planeta
ATTAC: el Movimiento de la Esperanza.
Porto Alegre: la ciudadanía en marcha
La Locura de Pinochet por Luis Sepúlveda
Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2011
en LOM Ediciones
Concha y Toro 23 - Santiago centro - Chile

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