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abril/junio 2020
20 A OS
Sudamérica
indignada
Andrés Malamud Los nuevos
Antonio Michel
nacionalismos
Víctor M. Mijares
Alejandro Cardozo Valeria Zepeda
Horacio Saavedra Yael Tamir
Federico Merke Kwame Anthony Appiah
Oliver Stuenkel Lars-Erik Cederman
Tito Flores Tanisha M. Fazal
Fabio Sánchez
César Niño
Michel Levi
Joel Díaz
Brasil y México
15 de Abril 2020 - 15 de Julio 2020
frente a China
Vol. 20 Núm. 2 $ 135.00
02
Tonatiuh Fierro
0 742832 575676
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volumen veinte, número dos 2020
Sudamérica indignada
Migración venezolana 24
Horacio Saavedra
En Sudamérica, los venezolanos exiliados han sido aceptados en unos países y rechazados
en otros, donde son calificados como un peligro a la prosperidad e, incluso, como
un riesgo para la seguridad nacional. La migración venezolana se ha convertido en un
reto que supera el ámbito nacional o regional.
Abril/Junio 2020 i
Argentina y Brasil: la alianza necesaria 32
Federico Merke y Oliver Stuenkel
La relación entre Argentina y Brasil enfrenta la peor crisis de su historia, pero, sin una
relación bilateral estable y productiva, la región corre el riesgo de perder estabilidad y
tendrá más dificultades para enfrentar de manera coordinada sus múltiples problemas.
Crisis en Chile 40
Tito Flores Cáceres
Las protestas ciudadanas en Chile generaron una crisis social, política e institucional
que abrió la posibilidad de redactar una nueva Constitución. Al mismo tiempo, la escasa
popularidad de Sebastián Piñera afecta su capacidad de gobernar y marca una agenda de
políticas públicas que combina las medidas sociales con las de contención de las protestas.
Colombia en su encrucijada 47
Fabio Sánchez y César Niño
El fin del largo conflicto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia reveló
problemas que habían pasado inadvertidos durante décadas. Las protestas de 2019 son
una señal de alerta para un país que busca fortalecer su papel de estabilizador regional.
El despertar ecuatoriano 53
Michel Levi
Las medidas económicas promulgadas en Ecuador incitaron, en octubre de 2019,
manifestaciones y protestas que desestabilizaron la estructura socioeconómica del
país y obligaron al gobierno, a los indígenas, a los sindicatos, a los partidos políticos
de oposición y a la academia a buscar los medios para revertir la situación.
Diálogo
ii f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
representó el fin del orden internacional liberal que había existido desde 1945. La
ironía es que está siendo desmantelado por los mismos países que lo establecieron.
¿Bipolaridad en ascenso? 76
José Antonio Sanahuja
El concepto de polaridad y sus variantes (uni, bi, multipolaridad) se utiliza para
describir la estructura básica del sistema internacional. Actualmente se presenta la
rivalidad entre China y Estados Unidos como muestra de una bipolaridad en ascenso.
Sin embargo, cabe cuestionar esa narrativa y proponer una interpretación diferente,
que explica la crisis de globalización como una crisis hegemónica.
¿Estado-nación o nación-Estado? 86
Valeria Zepeda Trejo
La evolución del Estado-nación es clave para entender en qué medida el sentimiento
nacional ha sido un constructo derivado de conceptos decimonónicos europeos aplicados
a una realidad mexicana que parecía diferente. El Estado siempre ha precedido a
la nación, lo que ha generado un problema cíclico de desigualdad que promueve la
división y la falta de un proyecto en común que permita el desarrollo del país.
Mundo
Reseñas 153
Abstracts 156
Foreign Affairs Latinoamérica busca ser un espacio para difundir las visiones del mundo que se tienen
en la región —y también las visiones de la región que se tienen en el mundo— sin descuidar los principales
temas del escenario internacional, atañan o no a Latinoamérica. El contenido de los textos es responsabi-
lidad exclusiva de sus autores.
iv f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Č
LATIN OAM ÉR I CA
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L
os movimientos de protesta y los y Chile han tendido a moderar a los políti-
estallidos de violencia que se han cos. En Bolivia, tomaron partido por la pro-
dado en Sudamérica en los últimos testa contra el Presidente. Sin embargo, salvo
meses coinciden en la lógica de la relación en Venezuela, la calle sigue siendo más deter-
entre el Estado, los sectores productivos y minante que los cuarteles. Las causas de los
los sectores sociales. Estos hechos, que en estallidos populares son de dos tipos: las
parte siguen latentes, tienen repercusiones derivadas de factores económicos, como la
regionales por la semejanza de los proce- desigualdad, la desindustrialización y la vola-
sos, los actores y las condiciones en que se tilidad de los mercados internacionales, y las
han gestado. Los estallidos surgen por mo- que acentúan factores políticos, como la crisis
tivos distintos, pero reflejan las décadas de de los partidos, la debilidad institucional o la
deterioro y descontento de la población intervención extranjera. A estos factores hay
con su gobierno. Sea la corrupción o el que añadir la innovación tecnológica, con la
alza de los precios, la acumulación de agra- capacidad de democratizar la información que
vios es evidente, y la respuesta dura de las tienen las redes sociales y los medios digita-
autoridades no hace sino empeorar la si- les, y la organización espontánea de marchas
tuación. Aunque las protestas que se han multitudinarias.
dado en Sudamérica fueron un fenómeno Ernesto Antonio Michel Guardiola repasa
generalizado en 2019, pues las hubo en Ar- los detonantes de las manifestaciones y el hilo
gelia, Cataluña, Hong Kong, Irán, Sudán, que conecta el descontento popular en los paí-
el Reino Unido, el movimiento de los cha- ses de América Latina y el Caribe. En Ecuador,
lecos amarillos en Francia y otras, cierta- las protestas iniciaron por haber puesto fin a
mente las sudamericanas reflejan un har- unos subsidios; en Chile, por un alza en el pre-
tazgo por una década de gobiernos incapa- cio del metro; en Bolivia, por corrupción y un
ces de resolver los problemas que afligen a fraude aparente en las elecciones; en Haití,
la región. En parte, estos problemas son por el hartazgo con las injusticias políticas; en
económicos, pero también políticos, en Colombia, por las promesas políticas sin cum-
particular por la corrupción que ha im- plir, y en Honduras, por actos inconstitucio-
pregnado a la clase política, y la demanda nales. Sin importar la causa o la forma en la
popular es que mejore la calidad de la de- que se expresa, el descontento es general, y
mocracia. En este número abordamos con cuando un gobierno no cumple las expectati-
detalle lo que ha venido sucediendo en di- vas, los votantes optan por el otro extremo del
versos países de Sudamérica. espectro, con la esperanza de percibir un cam-
Andrés Malamud se sustenta en dis- bio. En unos países, los ciudadanos se expre-
tintas aportaciones académicas para anali- saron en elecciones que forzaron cambios de
zar los estallidos populares y las razones por gobierno, mientras que en otros, manifestaron
las que las fuerzas armadas vuelven a cobrar su descontento de manera más activa, agresiva
vii
y contundente. Hay hilos que atan los aspectos hacia los países vecinos, lo que la convierte en
individuales de los países para sumarlos a iner- un problema regional, dado que estos flujos de
cias históricas de desigualdad social, pobreza, migración “forzada” son los más grandes del
impunidad y corrupción. Además, hay un ele- mundo y no se les ha prestado la atención sufi-
mento que no puede obviarse: el crecimiento ciente. Estados Unidos y México no han colo-
económico de la región ha sido escaso en los cado todavía a la migración venezolana como
últimos años. una crisis migratoria mundial en foros como la
Para Víctor M. Mijares y Alejandro Car- Asamblea General de las Naciones Unidas, aun-
dozo Uzcátegui, la falla del plan del procla- que la Organización de los Estados Americanos
mado Presidente encargado Juan Guaidó para y el Grupo de Lima han logrado poner la situa-
iniciar una transición en Venezuela reside en ción política y humanitaria de Venezuela en el
una desorientación teórica causada por la idea debate y en los medios de comunicación esta-
del culto pretoriano en la política venezo- dounidenses. Por su parte, la Unión Europea
lana. Se pensó que, dada la recurrencia mili- ha sido la organización extracontinental que
tar en la vida política venezolana, en la unión más se ha involucrado (Grupo de Contacto
cívico-militar chavista el centro de grave- Internacional de la Unión Europea) y la que ha
dad era el componente militar. El argumento tratado de darle nivel internacional al tema. Al
de los autores es que el poder civil infil- paso del tiempo han cambiado las condiciones
tró al poder militar y anuló la posibilidad de de los migrantes venezolanos. Los primeros en
que surgieran mandos unificados que pudie- salir fueron los migrantes más fuertes y compe-
sen rebelarse. Por eso no funcionó la estrate- titivos. Ahora se trata de personas con menor
gia de inducir divisiones en las fuerzas armadas escolaridad, poca o nula documentación migra-
para que una parte abandonara a la coalición toria, menos recursos para transporte y rasgos
gobernante. La Revolución bolivariana des- de desnutrición. Además, comienzan a verse
articuló el núcleo castrense por medio de la actitudes de rechazo a causa de la saturación de
desprofesionalización, la degradación de sus los países de acogida, como Colombia, Perú,
rangos operativos y la politización de todos Chile, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Argenti-
sus espacios con un fino tramado propagandís- na, México y Brasil.
tico y simbólico pretoriano, pretendidamente Para Federico Merke y Oliver Stuenkel,
militarista y nacionalista. En abril de 2002, la relación entre Argentina y Brasil nunca
cuando Chávez fue depuesto momentánea- estuvo tan deteriorada como ahora debido a
mente por una conjura del antiguo alto mando las presiones de factores mundiales, regiona-
militar, el chavismo activó mecanismos para les e internos; por ejemplo, el expansionismo
evitar golpes. Llegó la asistencia cubana junto de China en la región y su creciente rivalidad
con un proceso de progresiva desprofesionali- con Estados Unidos, la contracción del comer-
zación militar. El partido cooptó a los militares, cio mundial y la incertidumbre que genera el
y las fuerzas armadas incorporaron la ideología acuerdo comercial del Mercado Común del
del gobierno. La desorientación teórica ha con- Sur con la Unión Europea y otras opciones de
fundido la estrategia internacional alrededor de acuerdos comerciales. A este escenario se suma
Guaidó. El verdadero poder es civil y reside en la inestabilidad política en Sudamérica y las
el Partido Socialista Unido de Venezuela. reacciones dispares en Argentina y Brasil acerca
Horacio Saavedra describe y analiza las cau- de cómo abordar los desafíos de la gobernanza
sas y el impacto de la emigración venezolana regional. Todo esto abre la posibilidad de que se
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deteriore aún más esa relación. Brasil se mues- protesta colectiva recoge parte de la tragedia
tra crítico del gobierno venezolano de Nicolás histórica del país, pero también se alimenta
Maduro, y Argentina intenta navegar por un del malestar social que afecta a una nueva clase
camino intermedio entre Maduro y Guaidó, y media desgastada y cansada de contrastar sus
trata de reconstruir, de algún modo, la concer- esfuerzos con la inmensa red de corrupción que
tación regional. salió a la luz en los últimos años. La violencia
El agotamiento del modelo chileno es anali- no ha cesado por completo, y algunos fenóme-
zado por Tito Flores Cáceres. Las masivas pro- nos, como el narcotráfico, se han transformado.
testas ciudadanas del 18 de octubre de 2019 en Aparte de las divisiones políticas y los proble-
las calles de Santiago de Chile y de las prin- mas económicos, las movilizaciones de 2019
cipales ciudades del país son prácticamente tienen su origen en una gran desilusión rela-
inéditas por su intensidad y envergadura. El cionada con la paz. El paro y las manifestacio-
detonante de este estallido social fue el alza nes de noviembre de 2019 duraron varios días
del precio del pasaje del metro de Santiago, y se produjeron actos de vandalismo, más un
con manifestaciones de estudiantes que rápi- muerto en los enfrentamientos con la policía, lo
damente atrajeron al resto de la población a cual dividió a la opinión pública. Colombia ha
marchas pacíficas y algunas acciones violentas. iniciado un proceso de posacuerdo marcado por
En 30 años se fueron gestando las condiciones un descontento social que tiene que ver con una
del descontento, por la escasa sensibilidad del insatisfacción generacional y las exigencias de
gobierno hacia las personas con menos recur- calidad democrática, seguridad social e intole-
sos, por las actividades de determinadas empre- rancia a la corrupción.
sas privadas y por el fracaso de los fondos de Michel Levi explica que en Ecuador las pro-
pensiones. La restauración del orden a toda testas se iniciaron por el alza del impuesto del
costa generó un efecto contrario al buscado. valor agregado del 12% al 15%, junto con la eli-
Con las violaciones a los derechos humanos minación del subsidio estatal a las gasolinas
por parte de los uniformados se intensificaron extra y ecopaís y al diésel, así como la liberali-
las protestas, se desafió abiertamente el toque zación de sus precios. Aunque hubo medidas
de queda, surgieron nuevas formas de desobe- compensatorias, fue el gremio del transporte
diencia civil pacífica y emergió la posibilidad de liviano y pesado el primero en reaccionar, ya
redactar una nueva Constitución que soltara las que el incremento del precio de los combusti-
ataduras de la impuesta por Augusto Pinochet, bles afectaba directamente las tarifas de trans-
reformada parcialmente por el gobierno de porte de personas y de mercancías. El gobierno
Ricardo Lagos en 2005. Además, hay que des- no negoció ni pensó en comunicar con anticipa-
tacar el efecto amplificador de las reivindica- ción las medidas a los ciudadanos ni tampoco
ciones expresadas por el movimiento chileno, consideró la posibilidad de aplicarlas en forma
como en la globalización de la performance “Un gradual. El resultado fue que representantes
violador en tu camino”, repetida en diferentes de grupos de indígenas, trabajadores, partidos
lugares de la región y del orbe, y en distintos políticos y otros actores sociales se lanzaran a
idiomas. protestar y se movilizaran en contra de la
Fabio Sánchez y César Niño explican la estructura política, la institucionalidad guberna-
situación en Colombia después del acuerdo mental y la presidencia de Lenín Moreno, quien se
de paz de 2016 y las dificultades estructurales vio forzado a mudar la capital unos días a Guaya-
posteriores para consolidar la paz. La reciente quil. Los sectores sociales, indígenas y sindicales
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requerían un espacio para protestar y expresar Asia como nuevo centro de la economía mun-
su descontento, como no habían podido hacerlo dial, con China en el centro, y los países del
en más de una década de presidencia de Rafael Atlántico Norte refugiados en el proteccio-
Correa. Finalmente, el gobierno decidió dejar nismo y el aislacionismo. Geopolítica y geo-
sin efecto el Decreto Ejecutivo 883 y todas las economía confluyen. El mundo transita hacia
medidas establecidas a partir de esa norma. un orden multipolar, sin un poder hegemó-
Joel Díaz aborda las crisis políticas de Perú y nico y marcado por las fuerzas de la globaliza-
Bolivia, que responden a causas político-institu- ción. En este contexto, Latinoamérica es una
cionales, a diferencia de las crisis de los demás región fragmentada y dividida, que no está en
países, que responden más a factores socio- condiciones de hacer un aporte equivalente al
económicos. En estos dos países se produjo un nuevo entorno que otros están construyendo.
desafío al sistema democrático con diferentes Por su parte, Sanahuja se refiere críticamente
resultados: en el caso peruano, el sistema polí- a la nueva bipolaridad como caracterizada
tico resistió y permitió resolver la larga y dura por “esferas de influencia” en la política mun-
pugna entre el ejecutivo y el legislativo, con dial. En Latinoamérica se percibe que China y
el cierre de este último por canales constitu- Estados Unidos serán los únicos actores impor-
cionales, aunque no sin acusaciones de golpe tantes para el futuro de sus economías, por el
inconstitucional. En Bolivia, el sistema polí- acceso a esos mercados, el origen de inversio-
tico se vino abajo por las sospechas de fraude nes foráneas o la tecnología. La idea de “pola-
en las elecciones, que produjeron violentas pro- ridad” (sea uni, bi o multi) es más una metáfora
testas, deserciones, la toma de partido del ejér- que un concepto analítico serio, y su uso genera
cito y, finalmente, la caída del gobierno de Evo narrativas simplistas y distorsionadas de la rea-
Morales después de casi 14 años en el poder. lidad internacional. Una de las principales fallas
Díaz se pregunta si se debe hablar de crisis polí- del concepto de polaridad, y de su uso en las
tica o de golpe de Estado. Su respuesta argu- Relaciones Internacionales contemporáneas,
mentada es que en ambos países, a pesar de las es la manera en la que se ignoran las interde-
grandes manifestaciones, no se ha producido pendencias económicas y los riesgos comparti-
ningún golpe de Estado y se han podido cana- dos que presenta la globalización. Más que una
lizar de diferentes maneras las justas demandas supuesta bipolaridad entre China y Estados
ciudadanas. Unidos, estamos ante una etapa de “posgloba-
En Diálogo Ñ, Jorge Heine y José Antonio lización”, caracterizada por la fragmentación y
Sanahuja exponen sus opiniones sobre la cri- la reorganización de los mercados y las cadenas
sis del orden internacional. Heine apunta productivas de la etapa anterior, y con un sis-
que 2016 fue un hito marcado por el refe- tema multilateral en peligro de fragmentación
rendo sobre el brexit y la elección de Donald ante el ascenso del proteccionismo y el naciona-
Trump, que han conducido al quiebre de la lismo económico.
Unión Europea y la agonía de la Organización El nacionalismo está resurgiendo y cinco
Mundial del Comercio. En modo alguno es artículos abordan este tema. Valeria Zepeda,
una anomalía transitoria, sino que cae en la tras una síntesis histórica del concepto de
misma categoría de 1917, año de la Revolución Estado-nación, se concentra en el caso de Mé-
bolchevique, y 1945, fin de la Segunda Guerra xico a partir de la Independencia. Los prime-
Mundial. El orden internacional se restruc- ros insurgentes no crearon un movimiento de
tura en formas inesperadas, con el auge de independencia, pues únicamente buscaban la
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autonomía de la Nueva España, con la idea de ciudadanía mundial no significa oponerse a una
crear una provincia extraterritorial de la penín- ciudadanía local.
sula, pero que gozara de los mismos derechos. Lars-Erik Cederman advierte del regre-
Con José María Morelos, ya avanzado el pro- so del nacionalismo étnico, basándose en los
ceso de independencia, se estableció como obje- casos del brexit en el Reino Unido, la victo-
tivo construir la nación y, por lo tanto, fundar ria electoral de Trump, los partidos de dere-
un nacionalismo mexicano. Sin embargo, antes cha en la Unión Europea que se oponen a la
de ese paso, había que forjar el Estado como inmigración y las democracias emergentes,
entidad política, social y económica. En el siglo como Brasil, la India, Rusia y Turquía, que
xix, se privilegió la construcción del Estado cada vez rechazan más los valores liberales. El
sobre la idea de nación y, una vez establecido aumento del nacionalismo étnico suscita con-
el modelo de Estado, se inició la tarea de erigir flictos. Cuando los grupos étnicos no tienen
una nación homogénea. En realidad, la unión, el poder, es muy probable que lo busquen por
lo mexicano, se plantó frente a la alteridad, al medio de la violencia. Muchas veces, en los
otro, al extranjero que históricamente había Estados multiétnicos las élites de un grupo
amenazado al país. Empero, pocos mostraban acaban por dominar el gobierno y excluyen a
un verdadero sentimiento de pertenencia nacio- los grupos más débiles, aun si los líderes repre-
nal. Finalmente, el Estado corporativo y pater- sentan una minoría dentro de la población
nalista construyó el nacionalismo desde arriba, del país. Los conflictos surgen desde distintos
así que no emanó de una sociedad convencida puntos. En España, el nuevo partido populista
de ser parte de algo. nacionalista Vox ha presionado a los dos par-
Yael Tamir se remite al libro de Yoram tidos de centroderecha para distanciarse más
Hazony, The Virtue of Nationalism, donde se de los independentistas catalanes, lo que pre-
presenta una defensa apasionada del nacio- para el escenario para un largo estancamiento
nalismo y el Estado-nación y se ataca el libe- si Madrid endurece sus medidas represivas. En
ralismo contemporáneo y sus manifestacio- Irlanda del Norte, el brexit podría llevar nueva-
nes políticas, en especial el orden internacional mente a la imposición de controles aduaneros
“globalizado” que promovieron Estados Unidos en la frontera con la República de Irlanda, un
y la Unión Europea después del fin de la acontecimiento que trastocaría el acuerdo que
Guerra Fría, que el autor critica como “proyec- ha mantenido la paz desde 1998. En Europa
tos imperialistas”. del Este, el regreso del nacionalismo étnico
Para Kwame Anthony Appiah, el naciona- amenaza con despertar conflictos olvidados. El
lismo y el cosmopolitismo, lejos de ser incom- nacionalismo debe contenerse, no abolirse. Y
patibles, están entrelazados. El autor critica el para contener verdaderamente el nacionalismo
tipo de nacionalismo que no admite el respeto étnico, los gobiernos van a tener que enfren-
por otras naciones y que manifiesta hostilidad y tar sus causas profundas, no solo sus efectos
xenofobia. Piensa que es necesario refrenar este inmediatos.
aspecto y que el cosmopolitismo es un medio Según Tanisha M. Fazal, el secesionis-
para lograrlo. Entre tanto, es absurdo perder mo está en apogeo en todo el mundo, desde la
el otro lado del nacionalismo: su capacidad de costa mediterránea de España hasta los Esta-
reunir a las personas en torno a proyectos tales dos isleños del Pacífico Sur. En 1915, había 8
como crear un Estado de bienestar social o for- movimientos independentistas. En 2015, eran
mar una sociedad de iguales. Defender una 59. Aunque ahora hay más grupos separatistas,
xi
pocos recurren a la violencia porque, como de Estados Unidos pone en peligro su eco-
quieren formar parte del exclusivo club de los nomía y es una amenaza al sistema de comer-
Estados, prestan mucha atención a las señales cio internacional. Las exportaciones chinas a
que envían los principales países y organizacio- Estados Unidos no han caído debido a que no
nes que marcan cómo deben comportarse. Sin hay buenos sustitutos para muchos bienes que
embargo, este buen comportamiento práctica- se importan de China; por lo tanto, con los
mente no ha sido recompensado. En la gue- aranceles los precios no han bajado y los con-
rra contra el Estado Islámico, Estados Unidos sumidores estadounidenses absorben los cos-
y Turquía se han apresurado a impedir que se tos de los artículos. Por su parte, China solo
toque el tema de un Kurdistán independiente. ha subido los aranceles de los productos esta-
Ningún país ha reconocido a Somalilandia dounidenses que pueden ser remplazados con
como Estado. Y el gobierno de España declaró bienes de otros países, con lo cual los consu-
ilegal el referendo sobre la independencia de midores chinos no pagan precios mayores.
Cataluña e ignoró el resultado. En contraste, Además, los aranceles a las importaciones chi-
el miembro más nuevo del club de los Estados, nas ha tenido el efecto paradójico de inflar el
Sudán del Sur, obtuvo el reconocimiento inter- déficit comercial total de Estados Unidos. En
nacional a pesar de sus violaciones flagran- el plano económico, China y Estados Unidos
tes al Derecho Internacional y los derechos están estrechamente unidos, pues cada uno es
humanos durante su lucha independentista. el mayor socio comercial del otro. Cualquier
Para desventura de los movimientos de inde- intento de desacoplar las dos economías traerá
pendencia que han seguido las reglas, jugar consecuencias catastróficas para ambos y para el
limpio rara vez funciona. No hay soluciones mundo en general.
fáciles al dilema de los secesionistas. En parte, Tonatiuh Fierro se ocupa de la relación de
es porque tienen una relación complicada con Brasil y México con China a partir de los cam-
el principio de soberanía, piedra angular de bios políticos que se han dado en ambos países
las relaciones internacionales modernas. Con y de la estrategia de Beijing hacia la región.
todo, se puede lograr un equilibrio entre estos Aunque China es el primer socio comer-
intereses contrarios. Los Estados y las organi- cial de Brasil y la balanza comercial favorece
zaciones internacionales podrían ofrecer a cier- a este último, y a pesar de los cambios y las
tos secesionistas beneficios para allanarles el rupturas que pueden preverse en la Asociación
camino hacia su autonomía, y aunque serían Estratégica Global sinobrasileña establecida
insuficientes para ingresar a las organizaciones en 2012, China seguirá siendo de importan-
de primer orden, sí podrían formar parte de cia vital para Brasil. Esta interdependencia
otras menos conocidas, cuyo trabajo aun así es impide que el actual gobierno rompa com-
crucial para la política internacional cotidiana. pletamente sus relaciones con China: ya ha
En el apartado Mundo, Weijian Shan ana- dado un giro al agresivo discurso electoral de
liza la guerra comercial entre China y Estados Jair Bolsonaro y se han mejorado las relacio-
Unidos, y apunta que Washington no la está nes entre las partes. En el caso de México, el
ganando. Aunque el crecimiento económico de Tratado México, Estados Unidos y Canadá
China se ha lentificado, los aranceles han gol- y un acuerdo bilateral simultáneo contie-
peado más a los consumidores estadouniden- nen una restricción al derecho soberano de
ses que a los chinos. Se corre el riesgo de una México a negociar acuerdos comerciales con
recesión en China, mientras que la política Estados que no tengan una economía de
xii
mercado, como China. Pero debido a la gue- dos crisis en lo que se refiere a sus causas, sus
rra comercial entre China y Estados Unidos, consecuencias y las respuestas de los gobier-
al disminuir el comercio entre ambos paí- nos. Ambas crisis fueron resultado de colapsos
ses el principal beneficiario será México, ya del Estado. Los migrantes centroamericanos
que es la novena mayor economía de exporta- que llegan a la frontera de México con Estados
ción en el mundo, y Estados Unidos y China Unidos, los venezolanos que cruzan a Colombia
son su primer y segundo socios comerciales. a través de llanuras desérticas, los bolivianos
Estratégicamente, es una plataforma impor- que buscan trabajo en Argentina y Chile han
tante para un nuevo tipo de exportaciones sido tratados como fenómenos separados, pero,
para las potencias en conflicto. Las exportacio- de hecho, son parte del mismo conjunto de pro-
nes mexicanas aumentarían alrededor del 5.9% blemas básicos. Se necesita un nuevo enfo-
y rebasarían a Brasil (3.8%), lo cual aumenta la que para manejar esta situación, un criterio que
competitividad mexicana. Para México, como reconozca las realidades contemporáneas de la
país manufacturero y textilero, la relación migración por sobrevivencia y que se apoye en
comercial con China ha sido de competencia la cooperación internacional en vez de hacerlo
por el mercado estadounidense. Puesto que el en el unilateralismo.
saldo ha sido negativo, los sectores comercia- Al cierre de esta edición, la epidemia de
les afectados han adoptado una actitud contra- coronavirus, con su epicentro en la ciudad
ria a China. Hay un mesurado interés chino china de Wuhan, sigue extendiéndose a paí-
en México frente al poco interés que tiene el ses de todos los continentes. Además del
Presidente mexicano por buscar una relación drama humano que suponen la enfermedad y
estrecha con el país asiático. las víctimas, su impacto económico es elevado,
Alexander Betts analiza la actitud de los debido a la pérdida de producción, falta de
gobiernos americanos frente a la crisis migra- insumos, suspensión de vuelos, confinamientos
toria; la compara con la que tuvo la Unión de la población, caídas en las bolsas de valores,
Europea y sostiene que los errores que se come- disminución del turismo y otros. Si no remite
tieron deberían servir de ejemplo para evitar- pronto, muchos de los análisis de este número
los. La lección clave de la experiencia europea que hacen referencia al estancamiento de la
de 2015 es que, cuando se trata de migración, el economía, a los flujos migratorios, al cierre de
unilateralismo y el bilateralismo tienen límites. fronteras, a la xenofobia y a la antiglobaliza-
La crisis solo remitió cuando la Unión Europea ción se quedarán cortos en sus peores previ-
adoptó un enfoque basado en la cooperación siones. Confiemos en que no se llegue a este
entre los países de origen, tránsito y destino de punto.
los migrantes. Hay más paralelismos entre las Jordi Bacaria Colom
xiii
Sudamérica indignada
¿Por qué estalla Latinoamérica?
Andrés Malamud
“
El poder cayó en la calle.” De ese modo se lamentaba Marcello Caetano, el
último dictador de Portugal, de la Revolución de los Claveles, el incruento
golpe de Estado con apoyo popular que inició la tercera ola de democratiza-
ción. Hoy, en Latinoamérica la calle también desafía al poder, pero los pueblos no
gobiernan, sino que se limitan a elegir o voltear gobiernos. Así, los recientes es-
tallidos populares presentan una paradoja: los ciudadanos repudian en las calles
lo que votaron en las urnas. ¿Por qué lo hacen?
Hasta la década de 1980, muchos presidentes latinoamericanos eran remplazados a
la fuerza por militares sublevados. Este mecanismo de sucesión, el golpe de Estado, no
figuraba en las constituciones. A partir de la década de 1980, la democracia echó raíces
y los golpes se hicieron infrecuentes; sin embargo, los presidentes siguieron cayendo.
Lo que el politólogo Aníbal Pérez Liñán denominó “la nueva inestabilidad política en
América Latina” no necesitaba a las fuerzas armadas: en vez de militares insurrectos, los
que ahora pedían la cabeza de sus gobernantes eran los ciudadanos en la calle. Pero la
protesta popular no era suficiente. Para tener efecto, el reclamo debía ser canalizado ―y
legitimado― por una institución republicana, el Congreso o el poder judicial. Así, la
democracia ganó estabilidad aunque sus gobernantes siguieran siendo frágiles. La violen-
cia política se redujo significativamente; la fragilidad de los gobiernos, no tanto.
Pero en los últimos tiempos, un actor olvidado ha vuelto al centro de la escena. En
Bolivia, Brasil y Chile, por no hablar de Venezuela, las fuerzas armadas retoman el pro-
tagonismo público, en algunos casos por invitación de dirigentes civiles en apoyo de
sus proyectos políticos. A favor del gobierno o sugiriendo que se vaya, su participación
vuelve a determinar el grado de estabilidad presidencial.
El papel que cumplen los militares no es siempre igual: mientras en Venezuela exa-
cerban el conflicto al sostener al régimen contra la democracia, en Brasil y Chile han
tendido a moderar a los políticos. Cuando Jair Bolsonaro amenaza con mudar su emba-
jada a Jerusalén y Eduardo Bolsonaro, su hijo, con restablecer un decreto de la dicta-
dura, los militares taconean y los obligan a recular. Cuando Sebastián Piñera clama que
el Estado chileno está en guerra contra sus ciudadanos, los militares lo desmienten.
2 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Por qué estalla Latinoamérica?
Abril/Junio 2020 3
Andrés Malamud
El mundo de posguerra ofrecía una afinidad electiva entre producción industrial y repú-
blica liberal de masas que las ciencias sociales interpretaron en claves diversas. La teoría de la
modernización propuso, desde fines de la década de 1950, la existencia de una relación cau-
sal entre desarrollo económico y democratización. Pero la teoría de la dependencia interpretó
este mismo patrón desde una perspectiva menos optimista, como conflicto entre un centro
conformado por democracias industrializadas y una periferia de democracias inestables y dic-
taduras productoras de materias primas. Esta concepción del mundo hoy está en cuestión.
4 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Por qué estalla Latinoamérica?
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Andrés Malamud
6 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Por qué estalla Latinoamérica?
CONCLUSIONES
A los seis factores mencionados, algunos observadores agregan una innovación tecno-
lógica: las redes sociales y los medios digitales. Las nuevas tecnologías democratizan la
información, permiten la organización espontánea de marchas multitudinarias y, como
recuerda Marisa von Bülow, de la Universidad de Brasilia, facilitan la creación de lazos
entre actores fragmentados; así habilitaron la Primavera Árabe y el actual ciclo de esta-
llidos en Latinoamérica. Pero el énfasis en las redes sociales enfrenta dos objeciones. La
primera es que las revueltas populares no son una novedad: el “Caracazo” en 1989 y las
manifestaciones contra Fernando Collor de Mello en 1992 ocurrieron antes de que existie-
ran Facebook y WhatsApp. Además, la democratización, tal como las quiebras democráti-
cas en el siglo xx y las revoluciones burguesas en el siglo xix, siempre procede en oleadas.
Eso no quita que hoy exista un “espíritu de época” de repulsa hacia las élites, recalca
Yanina Welp, investigadora del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales
de Ginebra. Pero resulta difícil adjudicar este espíritu de los tiempos, que es mundial y
no exclusivamente latinoamericano, a la tecnología, aunque el contagio pueda enriquecer
el repertorio de cada protesta. La segunda objeción es que, por más horizontal que sea el
efecto de la tecnología, su utilidad es siempre mayor para el poder. Con el desarrollo de
los macrodatos, la inteligencia artificial, el reconocimiento facial y el crédito social, Vigilar
y castigar podría ser reescrito hoy en Beijing o Moscú, en el palacio, no en la calle.
También los argumentos anteriores enfrentan objeciones. La desigualdad social, por
ejemplo, se redujo durante la primera década del siglo xxi en casi todos los países latino-
americanos, incluyendo a Bolivia y Chile. La pobreza también retrocedió, en parte porque
la economía de estos países está entre las que más crecieron.
La desindustrialización tampoco fue una tragedia. Aunque es cierto que países como
Brasil vivieron un proceso de reprimarización productiva y exportadora, ello ocurrió con
términos de intercambio récord, es decir, con una relación beneficiosa entre el precio de
las exportaciones y el de las importaciones.
La volatilidad económica, por definición, depende de los mercados internacionales y
no de los actores nacionales, pero los tiempos económicos actuales no son malos. Aunque
el auge de las materias primas ya pasó, su precio sigue arriba del promedio histórico. Las
tasas, por su parte, se mantienen históricamente bajas.
Menos desigualdad, menos pobreza, desindustrialización amortiguada y un contexto
internacional neutro. ¿Y si el descontento social no fuera resultado del fracaso económico?
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Andrés Malamud
8 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
La polifonía de las
manifestaciones
en Latinoamérica
Del descontento popular
a los movimientos sociales
Ernesto Antonio Michel Guardiola
A
mérica Latina y el Caribe aglutinan a un gran número de países con dife-
rentes sistemas políticos, idiomas, tradiciones, raíces culturales y desave-
nencias étnicas. Un símil musical presentaría voces múltiples, lenguas
diferentes, métricas dispares y desafinaciones que desarmonizarían la melodía. No
obstante, 2019 recordó los rasgos que comparten los miembros de este grupo. La
ola de protestas que sacudió a Latinoamérica no distingue divisiones territoriales,
sistemas políticos, culturas ni historias. Si bien los detonantes reflejan realidades
locales, hay un hilo que conecta los puntos que delinean la región más desigual del
mundo. Hay un descontento popular que repercute en movimientos sociales que
se han encendido en distintas partes del bloque geográfico. En Ecuador inició por
poner fin a unos subsidios; en Chile, por un alza en el precio del metro; en Bolivia,
por corrupción y un fraude aparente en las elecciones; en Haití, por hartazgo de
las injusticias políticas; en Colombia, por las promesas políticas sin cumplir; en
Honduras, por actos inconstitucionales.
Las manifestaciones de la inconformidad también han variado: protestas, resulta-
dos electorales inesperados, cambios en partidos políticos y campañas en redes socia-
les contra funcionarios públicos. El descontento es general, sin importar la causa o la
forma en la que se expresa. En muchos países, la inseguridad, la pobreza, la corrup-
ción y la desigualdad social se han incrementado notablemente. Partidos políticos de
ideologías diversas han arrasado con elecciones federales, para ser desbancados por
los adversarios en los siguientes comicios. No es coincidencia que pueda observarse
Abril/Junio 2020 9
Ernesto Antonio Michel Guardiola
DESCONTENTO SILENCIOSO
En un paralelismo con una canción a capela, hubo países donde las voces se pronun-
ciaron en las urnas o de manera pacífica. La inconformidad y el hartazgo se mate-
rializaron en algunos países latinoamericanos en resultados electorales yuxtapuestos.
Regímenes de derecha derrocados por coaliciones de izquierda y viceversa indican
que el descontento trasciende ideologías, partidos o sistemas como resultado de una
serie de injusticias, carencias sociales y acciones insuficientes que, lejos de dar las res-
puestas que busca la sociedad en los comicios, las han acentuado. Los votantes exi-
gen un cambio en las urnas, sin prestar tanta atención a la inclinación política, sino a
la capacidad de afrontar retos.
En Argentina, las elecciones presidenciales fueron el escenario de un resur-
gimiento del peronismo y de una coalición de izquierda, liderada por Alberto
Fernández, ante las políticas conservadoras de
Mauricio Macri, de centroderecha. La crítica
La ola de protestas que situación económica en ese país no es, del todo,
sacudió a Latinoamérica resultado de las políticas de ese gobierno, sino
que hay factores adicionales, como los precios
no distingue divisiones de las materias primas, la demanda internacio-
territoriales, sistemas nal de productos argentinos, el rezago pen-
diente de gobiernos anteriores y otros. Pese a
políticos, culturas todo, en la cultura presidencialista que predo-
ni historias. mina en la región, es fácil atribuir la bonanza
o la desgracia a una sola figura. El triunfo de
Fernández significa un retorno a la izquierda y a
la bancada que cedió el mando al mismo Macri, como si fuera más deseable regresar
al esquema anterior que conservar al que lo suplantó.
En Brasil ocurrió un fenómeno distinto. Jair Bolsonaro, con posiciones de dere-
cha, obtuvo un triunfo que marcó un giro significativo tras el dominio de la izquierda.
De nuevo, los escándalos de corrupción, nepotismo y mal uso de recursos indignaron
a una parte de la población, aunada a aquellos deciles sociales que no percibieron una
mejoría en sus ingresos ni el abatimiento de sus carencias sociales.
México no está fuera de esta ola. Si bien el triunfo electoral de Andrés Manuel
López Obrador no se caracterizó por protestas violentas, sí implicó un cambio sin
10 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
La polifonía de las manifestaciones en Latinoamérica
Ecuador
Ecuador encabezó esta ola de protestas lationamericanas. El 2 de octubre de 2019 las
calles de Quito se llenaron de ciudadanos inconformes con el anuncio de Lenín Moreno
del “paquetazo”, un conjunto de medidas económicas orientadas a disminuir los
subsidios públicos. Una de las iniciativas consistía en un recorte a los subsidios a
los combustibles, lo cual hubiera elevado su precio 123%, y surgió tras un acuerdo fir-
mado con el Fondo Monetario Internacional (fmi), mediante el cual se pondrían
en marcha reformas para recabar más de 4200 millones de dólares, con un ahorro
por parte del Estado de más de 1400 millones de dólares al año. La sociedad resin-
tió el alza en el precio del combustible y la falta de congruencia con la ideología de
izquierda del nuevo gobierno. El presidente Moreno había sido Vicepresidente de su
antecesor, Rafael Correa. En campaña, y al inicio de su gestión, criticó políticas del
régimen anterior, sus excesos y la falta de respuesta a las demandas de la sociedad. Sin
embargo, los ciudadanos, al percibir que, lejos de mejorar la situación, enfrentarían
costos más elevados, llenaron las calles de ruidosas demandas. Se decretó el estado de
emergencia para casi toda la primera semana de octubre. Incluso se instauró un toque
de queda que exacerbó la violencia de las protestas, que dejaron diez muertos y más de
mil heridos. El 14 de octubre Moreno derogó el Decreto Ejecutivo 883, con lo que
canceló las decisiones que habían causado las agitaciones. La solución inmediata fue
Abril/Junio 2020 11
Ernesto Antonio Michel Guardiola
proponer una ley tributaria que, con apoyo del fmi, recaudaría 600 millones de dóla-
res para los planes originales, sin consecuencias que afectaran a la gente.
Chile
Uno de los casos más sonados ha sido el de Chile. Los indicadores parecían mostrar
grandes avances. Es uno de los países que más ha reducido la pobreza en los últimos
años, ha elevado la calidad y el nivel educativo significativamente y los índices econó-
micos son propicios. Sin embargo, hay un profundo sentimiento de injusticia por el
sistema de pensiones, los altos costos de los servicios de educación y salud, y la des-
igualdad social. La gota que derramó el vaso fue el aumento de 30 pesos al precio del
metro, motivo que encolerizó a los usuarios, en especial a los estudiantes, quienes con-
vocaron a protestas del 6 al 11 de octubre de 2019. El tono del movimiento se agravó
con saqueos a supermercados, allanamiento de edificios y transporte público y agre-
siones a policías. El gobierno desplegó al ejército y, como en Ecuador, declaró estado
de emergencia, con su respectivo toque de queda, lo cual intensificó las movilizacio-
nes. El ejecutivo accedió a modificar la Constitución mediante un plebiscito en abril
de 2020. También anunció la creación de una nueva agenda social, que incluya las
inquietudes de la población de recibir pensiones más altas, un ingreso mínimo seguro,
subsidios a otros servicios de salud y educación, entre otros.
Bolivia
Un país donde el descontento se vertió en las urnas y se expresó en las calles fue
Bolivia. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 20 de octubre de
2019, Evo Morales surgió como el vencedor, por cuarta vez. El requisito para evitar
una segunda ronda era un margen de victoria superior al 10% sobre el rival más cer-
cano. En el conteo preliminar de votos, Morales no alcanzaba esta cifra. Sin embargo,
el sistema se derrumbó momentáneamente y, al funcionar de nuevo, resultó que
Morales ya contaba con la ventaja suficiente para concederle la victoria sin necesidad
de otra votación. Carlos Mesa, del partido de oposición, no reconoció el resultado y
exigió una revisión y un recuento. El incidente causó mucho revuelo, pues contaba
con antecedentes que habían generado la desaprobación pública. Morales ya había
lanzado un plebiscito sobre su reelección, en el que la población se inclinó por la nega-
tiva. La corte determinó que se trataba de un derecho de la persona de Morales, por
lo que resultó triunfador en los comicios electorales.
De esta forma, cuando falló el sistema en el punto crucial del conteo de votos y
al restaurarse arrojó el resultado garante de una victoria contundente, los ciudadanos
y las fuerzas armadas mostraron su desacuerdo. Hubo manifestaciones casi todos los
días de octubre. Morales se declaró abierto al diálogo con otros partidos políticos y optó
por convocar a elecciones el 10 de noviembre de 2019. El ejército le sugirió que dejara el
cargo y, ese mismo día, dimitió. El gobierno mexicano de izquierda de López Obrador
ofreció asilo a Morales en México, donde permaneció unas semanas. Mientras tanto,
los sucesores inmediatos al cargo renunciaron también, mientras una coalición de dere-
cha en el Congreso colocó al mando a Jeanine Áñez, respaldada por las fuerzas armadas.
12 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
La polifonía de las manifestaciones en Latinoamérica
Colombia
En efecto dominó, el 21 de noviembre de 2019 hubo un paro nacional en Colombia
que pedía al presidente Iván Duque, de un partido conservador, que ejecutara refor-
mas en prácticamente todos los pilares sociales, como seguridad, educación y salud.
La sociedad se sentía descontenta por la corrupción vigente y por el incremento de
la violencia, que produjo muertes de niños y adolescentes inocentes en los combates
que libró el gobierno contra el crimen organizado. En general, impera la inconfor-
midad por la desconexión entre lo que los sectores menos favorecidos necesitan y lo
que el gobierno ha ofrecido a cambio. Una parte considerable de la población está en
desacuerdo con las decisiones que ha tomado este gobierno en cuanto a las modifi-
caciones tributarias, pensionales y educativas. Las respuestas han distado de conten-
tar a la población.
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Ernesto Antonio Michel Guardiola
14 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
La polifonía de las manifestaciones en Latinoamérica
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Militares bajo control
Fallas teóricas detrás del estancamiento
de Juan Guaidó
Víctor M. Mijares
y Alejandro Cardozo Uzcátegui
E
l 23 de enero de 2019, Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional de
Venezuela, juró como Presidente encargado de su país ante una multitud
caraqueña. El joven e inexperto político venezolano, prácticamente desco-
nocido fuera de su país, se convirtió en el agente clave de una estrategia constitu-
cional orientada a impulsar una transición. “Cese de la usurpación, gobierno de
transición y elecciones libres” fue la consigna con la que se dio a conocer este
nuevo líder enfrentado al autocrático régimen chavista de Nicolás Maduro. Pero la
estrategia iba más allá de las fronteras venezolanas. La nueva cabeza visible de
la oposición en Venezuela encajó a la perfección en una estrategia hemisférica que
se articuló entre Washington y el incipiente Grupo de Lima. La idea de un cerco
diplomático con consecuencias internas cobraba forma ante los cambios de go-
bierno y de signo ideológico que venían operando en Latinoamérica.
Como era de esperarse, con Guaidó se generaron altas expectativas de cambio
político. Las presiones derivadas de la masiva emigración de venezolanos, con cre-
ciente impacto socioeconómico en Sudamérica, y muy especialmente en Colombia,
hicieron que este giro político fuese considerado el cambio más extraordinario de
2019 en Latinoamérica. La estrategia constitucional brindaba legitimidad interna a
la operación. Asimismo, el apoyo mayoritario de gobiernos latinoamericanos y occi-
dentales cumplía con la función de legitimar internacionalmente al Presidente encar-
gado. Las sanciones de Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea provocarían una
situación de tensión interna para quebrantar la unidad alrededor de Maduro. La ope-
ración contaba, en consecuencia, con una sólida lógica, al tiempo que se ajustaba a las
tesis dominantes sobre transiciones y poder militar en Venezuela.
16 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Militares bajo control
Abril/Junio 2020 17
Víctor M. Mijares y Alejandro Cardozo Uzcátegui
En la idea del control castrense sobre las fuerzas civiles, esta historia de conspira-
ciones y golpes militares plantea varias líneas teóricas anquilosadas, tanto en el análi-
sis como en la misma política venezolana. Las tesis más alentadoras postulan que, de
1958 a 1999, Venezuela vivió una era de control civil sobre el estamento castrense. A
estas consideraciones se interpone el concepto revisionista de un espejismo, que recoge
un abundante correlato historiográfico sobre los planes e intentos de golpes de Estado
durante el ensayo democrático, con el que se pretende demostrar que el control civil
fue un espejismo y los militares siempre estuvieron al acecho del poder en Venezuela.
Ambos argumentos (control civil sobre los militares o viceversa) no contravienen
la línea maestra del culto pretoriano en Venezuela, y desembocan en varias hipótesis.
Una se refiere a la lucha del sector militar venezolano por mayor reconocimiento polí-
tico, pues desconfía del liderazgo civil en el contexto del subdesarrollo venezolano.
Dispuestos a participar en las decisiones nacionales, que habían sido relegadas a una
élite política inútil, los militares decidieron tomar las riendas del país. Esta corriente
explica que el Plan Educativo Integral Militar para las escuelas de formación de ofi-
ciales, conocido como el plan Andrés Bello (aplicado desde 1971), fue muy influyente
en las siguientes generaciones de oficiales y les inculcó un sentido de responsabilidad
política, por el que se animaron a maquinar conjuras golpistas contra el “corrompido”
sistema democrático. Dentro de esta misma
línea hay otra explicación, acaso más sugerente.
La falla del plan Guaidó Estos cadetes en formación y oficiales jóvenes
reside, precisamente, en no solo fueron sacudidos políticamente por el
una desorientación teórica. nuevo plan educativo, sino que además entra-
ron en contacto con partidos y movimientos
de izquierda infiltrados en las fuerzas armadas
y formaron logias militares como el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200
(mrb-200), Revolución 83 y la Alianza Revolucionaria de Militares Activos (arma).
Ambas hipótesis intentan consolidar la noción del escaso control objetivo de las fuer-
zas políticas civiles que gobernaron hasta 1999. Asimismo, fortalecen la idea del culto
pretoriano en la política venezolana.
Ciertamente, el siglo xx venezolano está cargado de conjuras urdidas en los cuar-
teles. Se percibe una como especie de vehemente oficialidad joven que trama cons-
piraciones contra el poder establecido desde la generación de Marcos Pérez Jiménez,
quien terminó imponiéndose como dictador durante la década de 1950. Así también,
las sublevaciones militares, motines e intentos golpistas del Barcelonazo (1961), el
Porteñazo y el Carupanazo (1962) explican este fenómeno: el asalto de los militares a
las instituciones civiles venezolanas.
Este largo correlato histórico-político de las relaciones entre civiles y militares
en Venezuela se centra, pues, en la tesis del Estado guarnición de Harold Lasswell
(1941). Así, se postula que Venezuela, lejos de haber tenido una democracia con con-
trol civil objetivo durante sus diferentes ensayos, ha sido presa de los militares o, al
menos, de su influencia sobre las instituciones. Por ende, en los tiempos que corren,
la explicación del fenómeno del chavismo bajo el régimen de Maduro se ha reducido
18 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Militares bajo control
a una noción general del pretorianismo venezolano, con una simplificación teórica
de un fenómeno político más complejo, que va más allá de un autoritarismo militar.
Esta teoría estancada se ha venido transformando en el análisis político central sobre
la crisis venezolana, en un ciclo improductivo y repetitivo, que intenta dar cuenta
de diferentes expresiones del autoritarismo chavista. Estos viejos-nuevos plantea-
mientos se refieren a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (fanb) como el prin-
cipal soporte del socialismo del siglo xxi. Algunos escritos todavía conciben que el
chavismo-madurato tenga como finalidad expresa erigir a la fanb como “soporte
supremo” de su proyecto político. Estas posiciones teóricas argumentan que existe un
pretorianismo militante en las fuerzas políticas chavistas que ha derivado hacia una
fase superior, correspondiente a una militarización progresiva de la sociedad. Es decir,
que un núcleo central de control y poder militar expande su influencia castrense hacia
los espacios políticos naturales de la sociedad civil.
Quienes se adhieren esta tesis deducen que el poder de Maduro se sustenta en
un núcleo militar o que, en todo caso, procede de ese núcleo. Con ello, esta corriente
teórica dominante endosa una responsabilidad histórica al alto mando militar vene-
zolano en el sistema político. En la bibliografía sobre las relaciones entre civiles y
militares se arguye que los militares, por ende, se han expandido dentro de la buro-
cracia civil venezolana, colonizándola con mentalidad y objetivos pretorianos para
hacer prosperar, en toda ley, un gobierno militar. Entonces, se alega que Maduro
encabeza un gobierno militar, pues cuenta con la burocracia castrense para tener,
definitivamente, el control del Estado venezolano. En estas explicaciones de la crisis
venezolana actual también se interpreta que el chavismo ha erigido a la fanb como
gran árbitro de las diferencias políticas en el país, por lo que el anterior soldado neu-
tral hoy sería un soldado políticamente comprometido con la revolución.
En cualquiera de las derivaciones de la hipótesis de que Maduro ha implantado
poco a poco las formas de un autoritarismo militar, las ideas centrales de esta argumen-
tación se basan en evidencias históricas del siglo xx que demuestran, en efecto, una
recurrente impronta de los militares en la política venezolana. Con ello se supone que
los militares han infiltrado subrepticiamente al sistema político civil y, una vez aden-
tro, han modelado toda la estructura según formas pretorianas de gobierno y Estado.
Nuestro planteamiento es diferente. Las fuerzas armadas no se inocularon en
el proyecto democrático civil venezolano por medio del golpe de Estado fallido de
Chávez y ni siquiera por la vía electoral de su triunfo en 1999. La Revolución boli-
variana ha dado muestras de ser, en efecto, el vehículo de una fuerza política civil de
profundas raíces en la izquierda histórica castrista, guerrillera, universitaria, intelec-
tual, gremial, sindical y policial en el ejército y sus componentes. El proyecto final
es la desarticulación del núcleo castrense por medio de la desprofesionalización, la
degradación de sus rangos operativos y la politización de todos sus espacios que, con
un fino tramado propagandístico y simbólico pretoriano, pretendidamente militarista
y nacionalista, desmembró al aparato militar profesional.
Este error ha confundido la estrategia internacional alrededor de Guaidó. Siguien -
do las tesis e imágenes dominantes sobre el militarismo de Maduro, la oposición ope-
Abril/Junio 2020 19
Víctor M. Mijares y Alejandro Cardozo Uzcátegui
ró con la esperanza de entablar algún diálogo con el supuesto núcleo militar del régi-
men venezolano. En el supuesto de que el poder de Maduro reside en los militares,
se quiso amenazar y seducir a ese núcleo castrense para que desertara o, en el mejor
de los casos, concurriera en un golpe de Estado con miras a restaurar la democracia
venezolana. Como veremos, la falla del plan Guaidó reside, precisamente, en una des-
orientación teórica.
La corriente intelectual hasta ahora dominante, en la que se intenta explicar los
últimos años como una realidad pretoriana del poder y la política venezolana, se ha
equivocado al señalar el motor del autoritarismo chavista: no fue la bota militar la
que menoscabó la democracia venezolana, sino el aparato ideológico civil que pre-
paró el fin de unas fuerzas armadas profesionales y debilitó a una sociedad con aspi-
raciones democráticas. El hecho de que se dote a la fanb de equipo moderno lleva a
algunos a pensar que el poder militar es el actor más influyente en la coalición gober-
nante. No obstante, esto es una confusión. En los hechos se ha utilizado una parte de
la estructura de las fuerzas armadas para descomponer a la propia institución militar.
Y se lleva a cabo una política de persecución y castigos internos. El verdadero poder
es civil y reside en el psuv. No haber comprendido todo lo anterior, al haberse estan-
cado en un debate teórico inerte sobre el pretorianismo en la política venezolana, ha
llevado a la desorientación a actores políticos venezolanos y extranjeros que intentan
poner fin al régimen de Maduro.
20 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Militares bajo control
con capacidades de rastreo del espacio aéreo con nuevos radares chinos. Más allá de los
temibles equipos diseñados para el combate contra las fuerzas y la tecnología propias
de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, las lanzaderas de misiles portáti-
les tierra-aire son una pesadilla potencial para los gobiernos y los ejércitos estadouni-
denses, colombianos y brasileños. Expertos en defensa han destacado la posibilidad de
una difusión de este armamento entre grupos insurgentes y del crimen organizado, lo
que pondría en jaque la seguridad de la región. Así, la defensa venezolana es una com-
binación de doctrina convencional, con disuasión, basada en la posibilidad de colapso y
diseminación de armamento moderno en manos de fuerzas trasnacionales.
La posibilidad del caos disuade a cualquier potencia de intervenir directamente
en Venezuela. De allí que los debates sobre la deseabilidad de una acción humanita-
ria con ejercicio de fuerza no sean tan importantes como el de su viabilidad política.
Ante esta realidad, se plantearon hipótesis sobre las verdaderas intenciones de la pre-
sión externa, con la idea de quebrar la coalición gobernante de esa unidad cívico-mili-
tar chavista. Informes periodísticos, preparados con testimonios de exfuncionarios
del contradictorio gobierno de Trump, daban cuenta de lo acertada de aquellas hipó-
tesis: el gabinete de seguridad nacional del gobierno de Estados Unidos habría dis-
cutido si instigaba un golpe de Estado en Venezuela. El pretorianismo venezolano y
la historia golpista del país alentaban esa estrategia. El resultado esperado sería una
transición de bajo costo político para Washington, estabilizaría en el corto plazo a
Venezuela y liberaría de presiones humanitarias y militares a Brasil y a Colombia.
Con este objetivo, se ampliaron y endurecieron las sanciones a civiles y militares cha-
vistas, y al mismo tiempo, se enviaron mensajes directos e indirectos a los militares
venezolanos en la forma de promesas de amnistía que no ampararían a los civiles cha-
vistas, y se evadió por largo tiempo la aplicación de sanciones a prominentes figuras
militares activas o en retiro, como Vladimir Padrino López, Ministro de la Defensa,
y Diosdado Cabello, Vicepresidente del psuv.
La operación planteada generó grandes esperanzas de cambio. El 23 de febrero de
2019, en la frontera con Colombia, se incrementaron las expectativas cuando milita-
res venezolanos comenzaron a desertar, y esa misma tarde, un pequeño grupo de ellos
reconoció como comandante en jefe a Guaidó. Sin embargo, acciones simbólicas como
esa de Cúcuta, así como la estrategia en su conjunto, han sido una frustración para sus
diseñadores y para la mayoría de los venezolanos. El problema que detectamos está en
el diagnóstico previo a la estrategia, es decir, en el anquilosamiento teórico según el
cual el régimen de Maduro es un autoritarismo pretoriano. El chavismo civil ha des-
arrollado formidables capacidades de control sobre las fuerzas armadas venezolanas,
especialmente por vía de la transferencia de conocimientos y experiencias políticas del
régimen cubano. La cooperación autoritaria entre Cuba y Venezuela es una pieza cen-
tral de la resiliencia del régimen venezolano, en tanto que, como ha sido documentado,
La Habana ha transferido capacidades de inteligencia y contrainteligencia a Caracas,
con las fuerzas armadas como uno de los principales objetivos.
Esta intervención del poder civil sobre el militar ha fragmentado el mando mili-
tar y le ha restado eficacia operativa a las fuerzas armadas. Una somera revisión de las
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Víctor M. Mijares y Alejandro Cardozo Uzcátegui
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Militares bajo control
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Migración venezolana
Efectos y reacciones
en Sudamérica
Horacio Saavedra
E
n distintos países latinoamericanos, las protestas políticas de octubre de
2019 expusieron quejas masivas por crisis económicas y recortes presu-
puestales en educación, transporte y salud. Coincidieron con la llegada de
migrantes y refugiados venezolanos a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador y Perú. Familias venezolanas se asentaron en distintas partes de Sudamé-
rica y su presencia fue unas veces aceptada y otras rechazada en las sociedades
receptoras.
El flujo venezolano muestra que la migración internacional no puede analizarse
solo bajo la lupa nacional, ya que tiene componentes regionales e internacionales. Este
desplazamiento masivo de Venezuela tiene efectos de orden mundial que todavía no
son aquilatados. Más de 4.5 millones de venezolanos dejaron el país entre 2014 y 2019.
Además, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (oim),
“Venezuela superaría en 2020 el fenómeno migratorio sirio”, con una proyección de
más de 6 millones de emigrados, si se cuentan las salidas voluntarias y las forzadas.
Al mismo tiempo, los discursos de rechazo de venezolanos son una amenaza cre-
ciente. A los migrantes se les considera un peligro para la prosperidad, la calidad de
vida, el orden, la integridad de las comunidades e, incluso, como un riesgo para las
fronteras y la seguridad nacional. Con estas expresiones se critica a los inmigrados
por su impacto económico y legal y por el interés nacional, lo que produce reaccio-
nes étnicas y nacionalistas.
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Migración venezolana
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Horacio Saavedra
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Migración venezolana
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Horacio Saavedra
Sin embargo, dada la saturación migratoria, era de preverse que en 2019 apare-
cieran medidas restrictivas. Conforme ha crecido el número de venezolanos que se
exilian y las solicitudes de ingreso a otros países, los migrantes han enfrentado más
trabas administrativas y han recibido menos visados. Hasta el momento, once paí-
ses latinoamericanos han puesto restricciones a los venezolanos. Además de Chile,
Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Perú y Trinidad y Tobago,
ahora las islas caribeñas de Aruba, Bonaire y Curazao también piden visado a los
venezolanos.
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Migración venezolana
venezolanos. La cifra supera los 900 000. Perú ha sido mal visto en la región por las
nuevas barreras que impone a los migrantes venezolanos, si bien las críticas no han
tenido alcance internacional.
El Grupo de Trabajo de Movilidad Humana Venezolana expresó su preocupa-
ción por las restricciones que impuso el gobierno peruano el 6 de junio de 2019. El
gobierno solicita que los ciudadanos venezolanos se presenten con una visa humanita-
ria para cruzar la frontera de Perú. Se anunció oficialmente: “A partir del 15 de junio
[de 2019], los ciudadanos venezolanos que deseen migrar a nuestro país deberán por-
tar su pasaporte y una visa humanitaria”. La disposición es restrictiva, dado que es
muy difícil obtener esos documentos. Si bien es una decisión soberana y está basada
en el Derecho Internacional, marca un parteaguas regional.
El gobierno peruano también ha recibido críticas porque impone requisitos de
ingreso que los venezolanos no pueden cumplir. Los migrantes que huyen por una
urgencia o los extremadamente pobres no pueden obtener cierta documentación,
como el certificado de antecedentes penales venezolano apostillado (mayores de
18 años) o la partida de nacimiento otorgada por el Registro Civil de la República
Bolivariana de Venezuela y apostillada (menores de 9 años), en caso de no contar
con pasaporte. Es difícil de conseguir el permiso de viaje oficial para la salida de un
menor de Venezuela o del país en el que se encuentre. Desde la perspectiva de las
organizaciones no gubernamentales, la barrera migratoria que Perú ha impuesto a los
venezolanos es desafortunada y genera un mal antecedente en Sudamérica.
Ecuador es otro país que ha reaccionado al flujo venezolano con filtros migra-
torios. Desde 2019 es más difícil el acceso, y
se han racionado los visados para migrantes
y refugiados y los permisos de permanencia. El aumento de la presencia
Los venezolanos en Ecuador que solicitan la venezolana en Sudamérica
visa humanitaria sufren trabas administrativas.
Además, la normativa exige la posesión de una ha generado lo mismo
tarjeta de crédito internacional, un requisito bienvenidas diplomáticas
casi prohibitivo para los venezolanos pobres o
de clase media. No obstante, según datos de que rechazos xenofóbicos.
la Cancillería ecuatoriana, se han entregado
10 976 visas humanitarias. En tanto, los venezolanos perciben como amenaza una
posible reforma a la Ley Orgánica de Movilidad Humana, que avanza en la Asamblea
Nacional y que evalúa los medios de deportación para los migrantes que violen
la ley.
El caso chileno también da evidencias de que las medidas restrictivas funcionan
como una contención, aunque, al igual que Perú, deja puertas laterales abiertas. Chile
ha contestado al incremento de migrantes de Venezuela con la visa de responsabili-
dad democrática, también difícil de tramitar. En 2019, un año después de su emisión,
menos del 30% de los venezolanos ha tenido una respuesta favorable de Chile. La
mayoría ha entrado al país con visa de turista, que brinda un acceso alternativo para
ingresar a territorio chileno.
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Horacio Saavedra
DIPLOMACIA O DISCRIMINACIÓN
El aumento de la presencia venezolana en Sudamérica ha generado discursos de
inclusión y de exclusión. Se expresan desde bienvenidas diplomáticas hasta recha-
zos xenofóbicos. La cercanía cultural ahora también está en entredicho. Ciertos paí-
ses cambian su narrativa y se muestran menos solidarios.
Brasil ha sido el líder latinoamericano en mostrar los brazos abiertos a los vene-
zolanos y en ejercer una diplomacia activa. Brasil ha sido un país ejemplar, el que
abre las puertas de su gran territorio a Venezuela. Desde finales de 2019, los refu-
giados venezolanos han sido atendidos de inmediato, sin la necesidad de una entre-
vista. Esta medida ha sido un gran ejemplo para la protección de los refugiados en
Latinoamérica. Incluso la onu ha felicitado al gobierno brasileño por su iniciativa de
reconocer a miles de solicitantes de asilo venezolanos como refugiados.
El mensaje de acogida ha sido también una fuente de poder blando para la coope-
ración internacional y la diplomacia brasileña. Asimismo, el gobierno brasileño ha
conseguido aliados para fortalecer este posicionamiento. Por ejemplo, la acnur
ha apoyado el Proyecto de Acogida, Desarrollo y Fortalecimiento Sostenible para la
Inserción Social, Productiva y Cultural de las Personas en Situación de Movilidad
Humana, con clases y apoyo económico de la Unión Europea, que se ha coordinado
con el gobierno brasileño para la integración de los venezolanos en el norte de Brasil.
El gobierno de Paraguay también se comprometió con un discurso migrato-
rio incluyente. Otorgó, como gesto diplomático, la condición de refugiados a 720
venezolanos, 112 de ellos niños. Cuenta ahora con más de 4000 migrantes y refu-
giados de Venezuela. No obstante, no todos los vecinos dan la bienvenida a los
venezolanos.
La discriminación ya ha causado preocupaciones a las agencias de refugiados y a
las organizaciones no gubernamentales sudamericanas. Ante los brotes de xenofobia,
la acnur ha respondido con alianzas locales para reforzar la tolerancia y ha realizado
campañas en Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá y Perú. A veces, la exclusión
de los venezolanos es auspiciada por las autoridades de los países receptores. Se mani-
fiesta como segregación en los puestos migratorios o “racismo” en las provincias por
donde cruzan los venezolanos o donde buscan establecerse.
En Perú, autoridades locales e incluso ministros han llamado a los venezolanos
“indeseables”. Una parlamentaria peruana pidió durante un pleno que se expulsara
del país a todos los venezolanos, “buenos o malos”. Se están haciendo deportaciones
de venezolanos con tintes xenofóbicos y sin respetar los protocolos, según indican las
organizaciones no gubernamentales. Se realizan redadas fuera del marco legal, se les
expulsa en autobús y en avión sin procedimiento.
Asimismo, hay quejas sobre discriminación de las autoridades fronterizas de
Chile, donde se niegan a los venezolanos los formularios para las solicitudes
de refugio. A ello se suman las denuncias de discriminación de venezolanos que
han llegado recientemente a México. Las organizaciones no gubernamentales sos-
tienen que unos 500 han sido retenidos durante días en las terminales aéreas sin
ninguna justificación legal.
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Migración venezolana
CONSIDERACIONES FINALES
La diáspora de Venezuela en el continente americano ilustra la importancia de la
aceptación de migrantes y refugiados. La magnitud del éxodo genera discursos exclu-
yentes e incluso xenofobia, a los que los venezolanos no se habían enfrentado en su
historia moderna. Comienza a percibirse a los venezolanos como generadores de pro-
blemas económicos, legales, de seguridad nacional e incluso de identidad.
La reacción inicial de los vecinos ha sido mantener la política de puertas abiertas.
Esta costumbre migratoria está cambiando por acciones y discursos más restrictivos.
El desafío actual de las familias venezolanas en los países receptores es integrarse a las
plantas productivas y subsistir de manera digna. La tarea adicional es superar la xeno-
fobia y no ser relacionados con el aumento de la violencia y el narcotráfico en la región.
El ejemplo de Colombia ayuda a equilibrar la mala percepción de los migrantes y
comprueba que los venezolanos han tenido efectos benéficos en la economía. Por su
parte, Brasil encabeza una diplomacia de bienvenida que sienta un precedente positivo.
La migración venezolana, como otros éxodos, no puede seguirse viendo bajo la
lupa del Estado nacional, ni por su tamaño ni por sus implicaciones legales, económi-
cas, de seguridad y sociales más allá de Sudamérica. Es un reto mundial, exige apoyo
de los organismos internacionales y de las principales economías del continente.
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Argentina y Brasil:
la alianza necesaria
Ningún proyecto regional avanza sin un diálogo
sustantivo entre Brasilia y Buenos Aires
Federico Merke y Oliver Stuenkel
D
esde el regreso de la democracia, la relación entre Argentina y Brasil
nunca se percibió tan deteriorada como ahora que sufre las presiones
sumadas de factores mundiales, regionales e internos. Si miramos el cua-
dro más amplio, el papel expansionista de China en la región y su creciente rivali-
dad con Estados Unidos colocan a Sudamérica en general, y a Argentina y Brasil
en particular, ante un dilema que pone en riesgo la asociación estratégica. La
contracción del comercio mundial y la incertidumbre que genera incrementa la
aversión al riesgo en los negocios y reduce los márgenes de inserción internacional
de Brasilia y Buenos Aires. El acuerdo comercial del Mercado Común del Sur
(Mercosur) con la Unión Europea y otras opciones de acuerdos comerciales que se
barajan abren la posibilidad de que se deteriore aún más esa relación. A este esce-
nario se suma la inestabilidad política en Sudamérica y las reacciones dispares que
genera en Argentina y Brasil en términos de cómo abordar los desafíos de la go-
bernanza regional. Mientras Brasil se muestra crítico del gobierno venezolano de
Nicolás Maduro y distante de los foros regionales, Argentina intenta navegar por
una ruta intermedia entre Maduro y Juan Guaidó, y trata de reconstruir de algún
modo la concertación regional.
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Argentina y Brasil: la alianza necesaria
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Federico Merke y Oliver Stuenkel
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Argentina y Brasil: la alianza necesaria
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Federico Merke y Oliver Stuenkel
36 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Argentina y Brasil: la alianza necesaria
esta tendencia. Por su parte, Michel Temer comenzó a voltear más hacia Estados
Unidos, Asia y Europa. El debate público en Brasil miró al Mercosur, con Venezuela
como miembro, con ojos cada vez más críticos, al identificarlo como un proyecto de
izquierda y proteccionista. La socialdemocracia brasileña, históricamente defensora
del Mercosur y de la relación con Argentina, fue perdiendo interés en su defensa.
Los expertos en comercio señalaron la pérdida relativa del intercambio bilateral en
las exportaciones de ambos países. Como resultado, la base de apoyo de Argentina
entre las élites diplomáticas y económicas de Brasil se redujo, dejando apenas secto-
res industriales que venden productos de mayor valor agregado al mercado argen-
tino. Hoy es notable el silencio de esas élites sobre el clima bilateral actual. A este
proceso, que comenzó antes de Bolsonaro, se suma la percepción dominante en Brasil
entre los líderes de opinión, que sostienen que la crisis económica argentina llegó
para quedarse largo tiempo. Es nueva la posición del presidente Bolsonaro de des-
confiar del presidente Fernández y del argumento de que la alianza con Argentina es
incuestionable, pero ya no genera la misma resistencia que hubiera causado 20 años
antes. Dicho de otra forma, Sudamérica ha dejado de ser prioridad para Brasilia,
salvo para luchar contra el régimen de Maduro.
Abril/Junio 2020 37
Federico Merke y Oliver Stuenkel
y Estados Unidos, entre otros. Del lado argentino, no está clara aún la posición que
tomará el gobierno de Fernández. Tanto Fernández como Solá, su Canciller, afirma-
ron la necesidad de alcanzar un acuerdo “más justo” y que no perjudique a la indus-
tria argentina. Pero estas afirmaciones son todavía demasiado vagas para inferir una
posición sólida. Así, es temprano para evaluar el impacto del acuerdo comercial en la
relación bilateral entre Argentina y Brasil, en parte porque no se ha hecho pública
la versión definitiva del texto y en parte porque también hay resistencia en varios paí-
ses de Europa. El riesgo consiste en que Brasil lo firme mientras que Argentina opta
por quedar afuera. Este escenario no solo perjudicaría el acceso de Argentina al mer-
cado europeo sino también al de Brasil, y haría fracasar al Mercosur en conjunto. Más
allá de que se firme o no el acuerdo con Bruselas, el problema persistirá, ya que el
gobierno de Bolsonaro avanza con otros acuerdos comerciales con Canadá, Corea del
Sur y Japón, entre otros.
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Argentina y Brasil: la alianza necesaria
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Crisis en Chile
El agotamiento de un modelo
Tito Flores Cáceres
C
omo si se tratara de Praga en 1968 o El Cairo en 2011, a partir de la tarde
del 18 de octubre de 2019 las calles de Santiago de Chile y de las principa-
les ciudades del país fueron escenario de masivas protestas ciudadanas,
cuya intensidad y envergadura las hace prácticamente inéditas en la historia de
esta república latinoamericana, además de que han generado una crisis social, po-
lítica e institucional con diversos efectos. Los más importantes: un pacto que abre
la posibilidad del cambio de la Constitución; la caída de la popularidad del go-
bierno (de coalición de centroderecha) y del Presidente de la República, Sebastián
Piñera a mínimos históricos, que afectan su capacidad de gobernar, y el estableci-
miento de una agenda de políticas públicas que combina nuevas medidas sociales
con el aumento de acciones destinadas a contrarrestar las protestas, según señalan
sus detractores.
40 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Crisis en Chile
LA “EXCEPCIONALIDAD” CHILENA
Cuando en 1992, en el quinto centenario de la llegada de los conquistadores españo-
les a América, se organizó la Exposición Universal de Sevilla, Chile decidió llevar a
su pabellón un iceberg antártico de sesenta toneladas. El objetivo de aquella decisión
fue doble. Por una parte, dar muestras de la capacidad tecnológica del país, al trasla-
dar y mantener semejante mole de hielo desde el extremo austral del mundo hasta
la capital andaluza, que en verano alcanza una temperatura que ronda los 40 grados
Celsius. Por la otra, proyectar con aquel frío dentro del pabellón la imagen de un país
más parecido a los países nórdicos que a los calurosos, húmedos y tropicales del resto
de América Latina y del Caribe.
En aquella época, ese afán de diferenciarse era llevado hasta el paroxismo.
Envalentonados por un crecimiento económico cercano al 7% promedio y por una
supuesta estabilidad política después de los años de la dictadura, buena parte de la
política exterior chilena de principios de la década de 1990 estaba inspirada en la idea
de que el país era “una bonita casa en un mal barrio”, y que por lo tanto debía enfo-
carse en la relación con Europa, Norteamérica y Asia, en detrimento de los vínculos
con el resto de la región.
Eran tiempos en que el Consenso de Washington acababa de establecerse. En tal
marco, los organismos financieros internacionales realizaban ingentes esfuerzos por
lograr reformas estructurales de corte neoliberal en las economías latinoamericanas,
cuyo modelo lo constituían las profundas medidas adoptadas en Chile en 1975 y 1981,
durante la dictadura militar, dictadas por economistas discípulos de Milton Friedman y
con la ayuda del incontrarrestable poder persuasivo de bombardeos, torturas y fusiles.
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Tito Flores Cáceres
42 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Crisis en Chile
de vista, muchas de esas personas actuaban impulsadas por el deseo de hacer vida
social, convivir con otros y no solo conseguir una consulta médica. Esto fue inter-
pretado como señal de profunda insensibilidad de la autoridad hacia la ciudadanía de
menores recursos. Igualmente, el entonces Ministro de Educación sugirió en julio
de 2018, a pocos meses de asumido el cargo, que la gente organizara una lotería para
recabar dinero y arreglar los pisos y techos de los colegios de sus hijos, en lugar de
protestar y pedirle al Estado que lo haga. Estos ejemplos ilustran cómo fue preparán-
dose durante décadas esta especie de caldo de cultivo del malestar, la impotencia y el
desagrado de los ciudadanos, que entró en ebullición en octubre de 2019, por la des-
igualdad social propia del país, arraigada, y por la insensibilidad y condescendencia
con que las élites social, política (de centro, de izquierda y de derecha) y económica
concibe y se relaciona con la mayor parte de la población.
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Tito Flores Cáceres
la pensión de las que ya estaban retiradas, en el de afp cada afiliado tiene una
cuenta personal en la que ahorra durante toda su vida laboral y de cuyo monto final,
al momento de jubilarse, dependerá el volumen de su pensión. Las administrado-
ras están facultadas para utilizar los fondos que tienen en depósito e invertirlos en
instrumentos nacionales y extranjeros de diferente nivel de riesgo, cuyas utilidades
se distribuyen entre los ahorradores y los dueños de las afp, las que además cobran
comisiones a los afiliados.
Al cabo de 25 años, a comienzos del siglo xxi, las afp ya comenzaban a mostrar
sus graves fallas: los pensionados estaban lejos de alcanzar los montos de pensión pro-
metidos cuando se estableció el sistema. Las afp fueron un éxito como generado-
ras de un mercado de capitales útil para financiar empresas privadas, pero resultaron
ineficaces para ofrecer pensiones dignas. Las administradoras se justificaron diciendo
que las fallas se debían a las peculiaridades del mercado del trabajo chileno, caracteri-
zado por grandes periodos de cesantía y excesiva informalidad, que atentaban contra
la sistematicidad del ahorro individual.
Como remedio, en 2008 se incorporó al sistema un “pilar solidario” para benefi-
ciar a los sectores de menores ingresos y a las mujeres, que veían afectado su ahorro
por los permisos de maternidad. A los 10 años, el sistema seguía mostrando la misma
debilidad, a lo que vino a sumarse el contraste evidente entre las cuantiosas utilidades
de las afp y los exiguos montos de muchas pensiones. La situación dio lugar al naci-
miento de organizaciones que han demandado sistemáticamente , al menos durante
los últimos años, que se ponga fin al sistema de capitalización individual y se cambie
por uno que muestre más solidaridad intergeneracional.
44 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Crisis en Chile
Abril/Junio 2020 45
Tito Flores Cáceres
LA PARTICIPACIÓN FEMINISTA
Una mención especial merece la participación del movimiento feminista en las pro-
testas sociales. Ya en 2018 había tenido una presencia contundente y de gran reper-
cusión social y política, en línea con otros acontecimientos internacionales, y ahora
reapareció con fuerza de la mano de la performance “Un violador en tu camino”, creada
por el colectivo feminista Las Tesis, cuyo canto y coreografía se repitieron en las dife-
rentes manifestaciones convocadas. Sorprendentemente, en pocos días adoptaron la
performance agrupaciones de mujeres de diferentes lugares, como Brasil, Costa Rica,
Estados Unidos, España, Francia, México y el Reino Unido. Fue un fenómeno que
volvió a poner en los primeros lugares de la agenda chilena el tema de los derechos de
la mujer y que transformó la performance en un verdadero himno feminista mundial.
SÍNTESIS Y PROYECCIONES
Luego de analizar las claves para comprender el movimiento ciudadano chileno ini-
ciado el 18 de octubre de 2019, cabe recapitular cinco ideas que combinan síntesis y
proyecciones respecto de este proceso social, económico y político. No se trata de un
movimiento homogéneo, con líderes únicos. Tiene muchos componentes, es diverso y
múltiple desde un punto de vista ideológico, pero en su mayoría se trata de ciudadanos
sin militancia ni adscripción partidaria, que quieren que ellos, sus padres y sus hijos
vivan en un país con más igualdad, libertad, participación, emprendimiento, seguridad
y bienestar social, sin que esto dependa de su capacidad personal de pago, sino de los
acuerdos colectivos. En otras palabras, lo que los motiva es una aspiración refundacio-
nal, plasmada en un nuevo pacto social para, al menos, los siguientes 50 años.
El gobierno de Piñera tiene poco margen de maniobra, dada la caída de su popula-
ridad. Ello se suma a un descrédito amplio de la actividad política y del marco institu-
cional que abre la posibilidad a salidas autoritarias y populistas, tal como ha ocurrido
en otros lugares de Latinoamérica. Es una posibilidad indeseable, pero latente.
Es imperioso reforzar la cultura de respeto a los derechos humanos en el país, espe-
cialmente entre la policía. Los atropellos que cometieron fueron justificados de modo
excesivamente simplista, con el argumento de que era necesario restaurar el orden
público. Se trata de un dilema ético que el país deberá ser capaz de discernir y resolver.
Por primera vez en la historia de Chile, se abre la posibilidad real de redactar una
Constitución protagonizada por la ciudadanía y no por las élites. El proceso no será
fácil, sino crispado y polarizado, tanto ideológicamente como por las características
minimalistas y breves o maximalistas y extensas del texto. Sin embargo, desde un
punto de vista democrático y republicano, el esfuerzo merece la pena.
Finalmente, deben tenerse en cuenta los posibles efectos mundiales de las reivin-
dicaciones expresadas en el movimiento chileno. Ocurrió ya con la performance “Un
violador en tu camino”, repetida en otras partes del mundo y en diferentes idiomas.
Lo mismo puede ocurrir con otros asuntos públicos trasversales y de interés en otras
zonas de la región. El agotamiento del modelo neoliberal ya es una realidad en Chile y
puede comenzar a serlo también, aun con más fuerza, en otros países del continente.
46 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Colombia en
su encrucijada
Fabio Sánchez y César Niño
A
pesar del acuerdo de paz firmado por el gobierno colombiano y las Fuer-
zas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) en 2016, el país conti-
núa con las dificultades propias de un posconflicto en el que diversos
actores pugnan por hacer valer sus intereses. De hecho, ha habido un debate fun-
damental sobre el nombre del contexto contemporáneo por el cual atraviesa el
país. En ese debate se señala, por un lado, que el contexto es de posacuerdo, por
el otro, que es de posconflicto; algunos hablan de posviolencia y otros, más incisi-
vos, de un trasconflicto. Sin embargo, sin importar cuál de los anteriores califica-
tivos corresponde a la realidad colombiana, los problemas y las dificultades
contemporáneas son resultado de causas estructurales. El paro nacional de no-
viembre de 2019 alcanzó una magnitud con pocos precedentes, pues salieron a las
calles cientos de miles de personas, cuando el país, a pesar del largo conflicto, no
ha sido escenario de grandes manifestaciones masivas y solo persisten en el imagi-
nario colectivo la marcha del silencio encabezada por el líder liberal Jorge Eliécer
Gaitán en febrero de 1948, con casi 100 000 personas protestando por la violencia
ejercida por el gobierno conservador de turno en contra de los liberales, y el gran
paro de 1977, impulsado por las centrales obreras durante la crisis económica que
estalló en el gobierno de Alfonso López Michelsen (de 1974 a 1978).
Se trata de un momento especial en la movilización colectiva del país. Las nue-
vas generaciones oscilan entre la ilusión y la desesperanza al ver que la paz firmada en
2016 tiene dificultades para consolidarse, debido a las divergencias entre el gobierno
de Iván Duque y algunos sectores de oposición sobre lo acordado por el gobierno de
Juan Manuel Santos y las farc. La protesta masiva convocó a personas de diversas
ideologías y distintos orígenes y segmentos sociales, urbanos y rurales, en un país de
50 millones de habitantes y una tasa de alfabetización del 95%, diferente del Estado
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Fabio Sánchez y César Niño
de bajo perfil, rural y empobrecido por la violencia ejercida por guerrillas, paramilita-
res y cárteles de la droga de buena parte del siglo xx.
La reciente queja colectiva recoge parte de la tragedia histórica del país, pero tam-
bién se alimenta del malestar social que afecta a una nueva clase media desgastada y
cansada de contrastar sus esfuerzos con la inmensa red de corrupción que salió a la
luz en los últimos años. Es una red que se extiende a la educación, la justicia, la con-
tratación estatal, la infraestructura (como en los casos Nule y Odebrecht) y el sec-
tor salud, y que ha generado un profundo malestar en una sociedad más globalizada
y conectada con los grupos que también son críticos de sus gobernantes en diversas
partes del mundo.
48 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Colombia en su encrucijada
inflación de 3.84%, mientras que la economía creció más del 3%, debido, entre otras
cosas, a la inversión extranjera directa (ied), con índice del 25%, aproximadamente.
Aparte de las divisiones políticas y los problemas económicos, las movilizaciones
de 2019 tienen su origen en una gran desilusión relacionada con la paz. De acuerdo
con la Defensoría del Pueblo, entre 2016 y octubre de 2019 se estimaba una cifra de
555 líderes sociales asesinados. También se habrían presentado 58 casos de desplaza-
mientos masivos en zonas rurales aún frágiles y vulnerables, habitadas en su mayoría
por indígenas y afrodescendientes que han sido víctimas de una violencia que persiste
luego de terminado el conflicto con las farc. Tras un conflicto de cinco décadas que-
dan problemas y traumas estructurales que salen a la luz por la ausencia de un actor
habitual. En efecto, la eliminación de las farc de la agenda interna abrió una caja de
Pandora en la que problemas nuevos (crimen trasnacional) y viejos (corrupción, des-
plazamiento) se reacomodaron en el debate público.
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Fabio Sánchez y César Niño
capacidad de las fuerzas policiales para frenar los desmanes contra bienes y personas.
El Escuadrón Móvil Antidisturbios (esmad) de la Policía Nacional tuvo que actuar
para sofocar las acciones violentas. En ese intento de recuperar el control, un miem-
bro del escuadrón disparó una escopeta contra el joven estudiante Dylan Cruz, quien
murió días después. Su deceso se convirtió en un símbolo del paro y de las moviliza-
ciones, y la opinión pública se dividió en cuanto al uso de la fuerza letal. El Presidente
hizo declaraciones públicas que dejaron un mal sabor, porque no mencionó la posibi-
lidad de entablar rápidamente un diálogo con los manifestantes.
Los medios internacionales cubrieron los hechos y calificaron la crisis de Colombia
como un acontecimiento novedoso y con pocos precedentes significativos. La movi-
lización pedía una solución estructural a múltiples problemas sociales, medioam-
bientales, de pacificación, seguridad, combate a la corrupción y respecto al futuro
democrático del país. En suma, el #21n fue el catalizador que detonó la insatisfac-
ción de grandes sectores afectados por el contexto sociopolítico y económico del país,
y por las repercusiones de una economía global frenada por la guerra comercial entre
Beijing y Washington.
50 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Colombia en su encrucijada
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Fabio Sánchez y César Niño
exigencias de una clase media en crecimiento que se siente frustrada con la corrup-
ción y la presión económica cotidiana.
52 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
El despertar ecuatoriano
Las reivindicaciones económicas y sociales
Michel Levi
L
as protestas acontecidas en Ecuador en octubre de 2019 dejaron al descu-
bierto problemas que se habían originado, con toda seguridad, en la última
década. Los actores gubernamentales, políticos, sociales, académicos, entre
los más relevantes, actuaron de forma deliberada y mostraron al mundo diversas
facetas ―conocidas y desconocidas― de nuestra sociedad. Como antecedente
cercano de las protestas destaca la gestión de la política social y económica llevada
a cabo durante los últimos 10 años de gobierno, compartidos entre el expresidente
Rafael Correa y el presidente Lenín Moreno. Esta explicación podría simplificar
el contexto para analizar la protesta, al vincularla específicamente a la calidad de la
gestión gubernamental en materia de política económica y de políticas sociales.
En realidad, el descontento de los actores sociales derivó de una decisión de polí-
tica económica del gobierno actual.
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Michel Levi
54 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
El despertar ecuatoriano
Entre las opciones que tenía Moreno estaba aumentar el iva. Esa medida afec-
taría también los precios de los productos de consumo masivo, pero los economistas
ortodoxos y heterodoxos consideran que su efecto habría sido menor. Entre tanto, en
los medios académicos se propuso segmentar las medidas económicas, para aplicarlas
exclusivamente a los sectores más beneficiados de la población. Esto probablemente
hubiera evitado la aparición de las protestas o les hubiera restado fuerza.
Sin embargo, esas medidas sirvieron de pretexto para desencadenar protestas vigorosas
contra el sistema político e institucional actual. Si bien las decisiones del gobierno afec-
taron realmente a los ecuatorianos, los sectores sociales, indígenas y sindicales requerían
un espacio para protestar y expresar su descontento, contenido por más de una década.
Abril/Junio 2020 55
Michel Levi
LA RELACIÓN SIERRA-COSTA
Los indígenas de la sierra y la Amazonia avanzaron en mayor número hacia Quito. Esta
movilización fue diferente a la de las zonas urbanas y rurales de la costa, cuyos ciudada-
nos participaron menos en las marchas, con excepción de la provincia de Esmeraldas.
56 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
El despertar ecuatoriano
Abril/Junio 2020 57
Michel Levi
y policiales, para evitar problemas más graves de destrucción y saqueo, que a pesar de
todo se dieron. Finalmente, el gobierno, los indígenas y los sectores sociales acorda-
ron entablar negociaciones públicas el 13 de octubre. Los indígenas habían propuesto
como mediadores a representantes de la Iglesia católica, mientras que el gobierno soli-
citó a miembros del Sistema de las Naciones Unidas acreditado en Ecuador.
En una mesa de negociación, transmitida en cadena nacional por televisión a todo
el país y al exterior, se presentaron los mediadores, el Presidente y los líderes de los
movimientos indígenas y sociales. Luego de varias horas de discusión, en las que se
cortó la transmisión en directo, el gobierno decidió revocar el Decreto Ejecutivo 883
y todas las medidas establecidas a partir de esa norma.
La participación de la Organización de las Naciones Unidas como mediadora puso
en alto su capacidad y legitimidad como organismo internacional del sistema multi-
lateral para facilitar acuerdos, al menos en el caso ecuatoriano. En cambio, el recurso
de los indígenas a la Iglesia católica fue muestra de la confianza que inspira el clero en
las bases y dirigencia indígena y social.
INTERNACIONALIZACIÓN DE LA PROTESTA
Si atendemos a las movilizaciones, por ejemplo, en Francia, Colombia o Chile, podemos
constatar que existe una suerte de movimiento de internacionalización de las protes-
tas sociales. En las movilizaciones se mostró una cara completamente nueva de vio-
lencia y ataques a la propiedad pública y privada por parte de los manifestantes, y una
clara vocación de endurecer el control por parte de las fuerzas militares y policiales.
Este matiz no se había producido con esa intensidad en los últimos años en Ecuador.
Con todo, no cabe concluir que haya una relación de causalidad entre las diver-
sas protestas, que pudieran influirse unas a otras y desencadenar protestas sucesi-
vas en poco tiempo. Cada protesta nacional refleja el malestar social producido por
graves desigualdades y es resultado de las dinámicas sociales, culturales y económi-
cas propias de cada país. El origen de las marchas, manifestaciones y protestas, así
como el grado de violencia y vandalismo, tienen que ver con las medidas adopta-
das por gobiernos diferentes, que pretenden estabilizar la economía nacional, esta-
blecer nuevos parámetros políticos y constitucionales o cumplir los compromisos
adquiridos en las campañas electorales.
Las protestas en Ecuador tienen su origen y respuestas en el mismo país, en sus pro-
pias necesidades y dinámicas sociales, políticas y económicas. Sin embargo, no puede
negarse que concuerda con otros movimientos que se han dado en Sudamérica, con los
que coincide en la lógica de la relación entre el Estado, los sectores productivos y
los sectores sociales, y que tiene repercusiones regionales por la semejanza de los pro-
cesos, los actores y las condiciones en que se han gestado.
58 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Perú y Bolivia a prueba
¿Crisis política o golpe de Estado?
Joel Díaz Rodríguez
E
n su última carta, Simón Bolívar dijo que “la América es ingobernable”.
Esta afirmación podría tener hoy sentido si miramos el último trimestre de
2019 en Sudamérica, que estuvo marcado por una ola de movilizaciones
sociales y, en algunos casos, de crisis políticas. Durante los últimos tiempos, Lati-
noamérica había sido olvidada por la comunidad internacional, que solo ponía los
ojos en la crisis en Venezuela. Pero desde finales de septiembre de 2019 sucedieron
acontecimientos que afectaron a muchos países de la región. Así, por ejemplo y en
este orden, la crisis institucional y el choque entre el ejecutivo y el legislativo
en Perú llevó al presidente Martín Vizcarra a cerrar el Congreso. La eliminación
del subsidio al combustible en Ecuador a principios de octubre causó una fuerte
oleada de protestas y movilizaciones sociales que hizo tambalear al gobierno de
Lenín Moreno, quien se vio forzado a mudar la capital unos días a Guayaquil. La
irrupción de movilizaciones sociales en Chile, motivadas por la desigualdad y
la falta de oportunidades llevó, desde mediados de octubre, a unos meses de con-
testación y fuerte represión que el gobierno no pudo sofocar ni siquiera con la
promesa de revisar la Constitución. Las elecciones presidenciales en Bolivia del 20
de octubre produjeron una grave crisis política, con intensas protestas que termi-
naron con la renuncia del presidente Evo Morales. Hay que añadir las moviliza-
ciones ciudadanas en Colombia por el descontento con las políticas económicas
del gobierno, que alcanzaron su punto crítico el 21 de noviembre.
Aunque en todas las protestas podemos encontrar rasgos comunes, se puede hacer
una diferencia significativa entre las de Ecuador, Chile y Colombia, que se deben
más a factores socioeconómicos, y las crisis de Perú y Bolivia, las cuales responden a
causas políticas e institucionales. En estos dos países se produjo un desafío al sistema
democrático con diferentes resultados: en el caso peruano, el sistema político resistió
Abril/Junio 2020 59
Joel Díaz Rodríguez
y permitió resolver la larga y dura pugna entre el ejecutivo y el legislativo con el cie-
rre de este último por canales constitucionales, no sin acusaciones de golpe inconsti-
tucional. En Bolivia, el sistema político se vino abajo por las sospechas de fraude en
las elecciones, que produjeron violentas protestas, deserciones, la toma de partido del
ejército en la crisis y, finalmente, la caída del gobierno de Morales. En estos dos casos,
¿se debe hablar de crisis política o de golpe de Estado?
60 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Perú y Bolivia a prueba
Abril/Junio 2020 61
Joel Díaz Rodríguez
62 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Perú y Bolivia a prueba
recuento de votos se detuvo, por alguna extraña razón, durante 20 horas, sin que el
Tribunal Supremo Electoral (tse) diera explicación alguna. Cuando se reinició
el conteo, se anunció que el mas había alcanzado una ventaja mayor al 10%, lo que lo
hacía ganador en primera vuelta. Los seguidores de Comunidad Ciudadana de Mesa
denunciaron irregularidades y falta de transparencia, y pidieron la celebración de una
segunda vuelta, en un contexto de desinformación que el tse no ayudó a resolver.
Ambos bandos llamaron a sus seguidores a manifestarse en defensa de la democra-
cia y del voto.
Pero la chispa que encendió la mecha vino de fuera. En el informe de la auditoría
de la Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos
(oea) se señalaron graves irregularidades, falsificación de datos y manipulación del
sistema de conteo de votos. La Misión de la oea encontraba “difícil de justificar el
cambio de tendencia del voto” y la victoria del presidente Morales en primera vuelta,
y propuso que se repitieran las elecciones con nuevas autoridades electorales.
El informe confirmó las sospechas de fraude de los opositores a Morales y los
lanzó a las calles, donde se produjeron movilizaciones y enfrentamientos de gran
intensidad entre partidarios y detractores de Morales, en particular el Frente Cívico
de Santa Cruz. Estos enfrentamientos, movilizaciones multitudinarias y represión
por parte de las fuerzas de seguridad recuerdan en la historia reciente del país los
acontecimientos de la Guerra del Agua en 2000.
Ante la magnitud y la virulencia de las protes-
tas, la policía nacional se declaró en rebeldía y El verdadero origen
se unió a los opositores. Esto, sumado a la pre- del conflicto en Bolivia
sión mediática e internacional, llevó al presi-
dente Morales a anunciar, en la mañana del 10 fue el intento de Evo
de noviembre de 2019, una nueva convocato- Morales de perpetuarse
ria a elecciones; sin embargo, el anuncio llegó
tarde. Horas después, se difundió un mensaje
en el poder.
envenenado del comandante en jefe de las fuer-
zas armadas Williams Kaliman, en el que, junto con su Estado Mayor, le “sugería”
a Morales que renunciara para pacificar el país. Este hecho es clave para entender
la crisis y lo que vino enseguida, pues la intervención de las fuerzas armadas fue lo
que indujo la idea de que había habido un golpe de Estado en Bolivia. Ese mismo
día, Morales decidió renunciar. La oposición celebró la renuncia y negó que hubiera
habido un golpe de Estado. El ya Expresidente tuvo que huir y esconderse para no ser
alcanzado por las masas opositoras, y al día siguiente salió rumbo al exilio en México.
Los enfrentamientos entre detractores y partidarios del Morales se intensifica-
ron y las autoridades del mas, acosadas, fueron renunciando a sus cargos en un clima
de inestabilidad social y vacío de poder. La Presidenta del Senado (del mas), quien
debía asumir interinamente la jefatura del Estado de acuerdo con la Constitución,
renunció junto con su primer Vicepresidente. En esta situación inédita, la segunda
Vicepresidenta del Senado, la opositora y hasta entonces poco conocida Jeanine Áñez,
asumió las funciones de Presidenta interina al ser la siguiente en la línea de sucesión.
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Joel Díaz Rodríguez
64 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Perú y Bolivia a prueba
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Joel Díaz Rodríguez
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Perú y Bolivia a prueba
Abril/Junio 2020 67
Joel Díaz Rodríguez
ser la chispa que vuelva a encender la mecha. La Presidenta interina anunció a fina-
les de enero que será candidata en las nuevas elecciones. Su figura se ha consolidado
en los últimos meses gracias a su mano dura contra los partidarios de Morales, una
medida que entre los sectores medios y altos se consideró necesaria para pacificar el
país. Pero ella no representa a toda la oposición. El líder del Frente Cívico de Santa
Cruz, Luis Camacho, buscará llegar a la presidencia junto al excandidato y expre-
sidente Mesa, que ha quedado un poco relegado en las encuestas a pesar de ser la
opción más moderada. Áñez y Camacho representan a los sectores más conservadores
de la sociedad y los más acérrimos contrarios de los partidarios del mas. Pero lo que
hoy necesita Bolivia no es un gobierno conservador, sino uno integrador, que vuelva
a incluir en el Estado a todas las etnias y las regiones. Lo más desaconsejable para el
país sería un gobierno que quiera invertir la situación y favorecer a los que Morales
marginó. El gran reto del próximo gobierno será reconstruir el Estado sobre unas
bases institucionales más fuertes, que sirvan para el ejercicio y el traspaso de poder
entre partidos sin sobresaltos, puesto que son las instituciones las que permiten diri-
mir los litigios y, en el marco del sistema democrático, resolver los problemas políti-
cos sin golpes y sin manifestaciones violentas.
CONCLUSIÓN
Grandes desafíos se presentan para Perú y Bolivia en el corto plazo. Ambos salen de
crisis políticas, y aunque uno está mejor parado que el otro, no significa que los dos
tengan asegurada la estabilidad. En su carta de 1830, Bolívar escribió también que
“nuestros países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para
después pasar a tiranuelos casi imperceptibles”. Bolívar habría acertado su diagnóstico
si lo aplicáramos a la América Latina de las décadas de 1970 a 1990. Con todo, a pesar
de protestas y movilizaciones, esos países, salvo Bolivia, han sostenido sus gobiernos
y han podido canalizar de diferentes maneras las justas demandas ciudadanas. Esto
sucede porque la ciudadanía ya no solo quiere democracia y elecciones, sino justicia
social y un Estado que responda a sus nuevas demandas. Si hay que sacar algo posi-
tivo de esta ola de protestas y movilizaciones en Sudamérica, es el aviso para que los
gobernantes de hoy emprendan la transición de la democracia liberal creada en el
siglo xix y desarrollada en el xx, a una democracia del siglo xxi, en la que los ciuda-
danos encuentren vías de participación y respuesta a sus demandas.
68 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Diálogo
¿Hacia un mundo bipolar
o multipolar?
Crisis del orden
internacional:
¿de vuelta al futuro?
Jorge Heine
D
os hechos recientes ilustran cómo el orden internacional vigente desde
hace 7 décadas se desmorona frente a nuestros ojos. Uno es el triunfo
abrumador del Partido Conservador en las elecciones del Reino Unido.
Con el lema “Culminemos el brexit”, el primer ministro Boris Johnson obtuvo una
amplia mayoría en la Cámara de los Comunes y terminó con toda esperanza de
evitar la salida del Reino Unido de la Unión Europea y un eventual quiebre mayor.
El sueño de la integración europea, que inspiró a tantos a emularlo en la América
morena, se convirtió en pesadilla, suscrita por el populismo, el chauvinismo y el
aislacionismo. El otro hecho es la parálisis de la Organización Mundial de Comer-
cio (omc). La Ronda de Doha, dedicada a liberalizar el comercio internacional,
está en el limbo desde 2008. A su vez, el órgano de apelaciones de la omc, desti-
nado a resolver disputas entre los países miembros, dejó de operar. Ante la nega-
tiva de Washington de acreditar nuevos integrantes, la entidad, conformada por
siete especialistas, se quedó solo con uno, y ya no cuenta con el cuórum necesario
para funcionar.
El quiebre de la Unión Europea y la agonía de la omc reflejan que lo ocurrido en
2016, con el referendo sobre el brexit y la elección de Donald Trump como Presidente de
Estados Unidos, fue un hito. Lejos de constituir una anomalía transitoria, una aberra-
ción provocada por el azar electoral o las malas decisiones de líderes miopes, marcó un
nuevo rumbo, sin vuelta atrás. En ese sentido, 2016 cae en la misma categoría de años
como 1917 (el de la Revolución bolchevique) y 1945 (el del fin de la Segunda Guerra
Mundial), que abrieron nuevas etapas en el acontecer internacional y marcaron época.
En este caso, 2016 marcó el fin del orden internacional liberal que había exis-
tido desde 1945. La ironía es que lo están desarticulando los mismos países que lo
JORGE HEINE es doctor en Ciencia Política por la Stanford University. Es profesor de Rela-
ciones Internacionales en la Frederick S. Pardee School of Global Studies de la Boston Uni-
versity. Ha publicado una quincena de libros, entre ellos The Oxford Handbook of Modern
Diplomacy (Oxford University Press, 2013, 2015). Sígalo en Twitter en @jorgeheinel.
70 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Crisis del orden internacional: ¿de vuelta al futuro?
establecieron. Fueron Estados Unidos y el Reino Unido los que lideraron la creación
de entidades como la Organización de Naciones Unidas (onu), así como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, las llamadas instituciones de Bretton
Woods, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Bajo la conducción de Franklin D.
Roosevelt y Winston Churchill, el propósito de este nuevo entramado mundial era
doble: evitar una tercera guerra mundial y prevenir otra Gran Depresión.
Inspirado por el multilateralismo en lo político y el libre comercio en lo económico,
no hay duda de que el orden internacional liberal, con todas sus limitaciones, logró sus
metas y durante 7 décadas dio curso a un periodo de paz y prosperidad no visto antes.
No se trata de idealizar una época caracterizada por las tensiones de la Guerra Fría,
por largos y cruentos enfrentamientos en África, Asia y Latinoamérica (lo que enton-
ces se llamaba el tercer mundo), y por frecuentes intervenciones de Estados Unidos y
la Unión Soviética en otros Estados, como Vietnam, Angola, Afganistán o República
Dominicana. Con todo, fue una etapa de avances considerables en muchos frentes, con
reglas relativamente claras, de modo que los Estados sabían a qué atenerse.
¿Por qué se desmoronó el orden internacional liberal? ¿Qué ha llevado a un pano-
rama tan distinto, de tintes proteccionistas y mercantilistas, basado en el comercio admi-
nistrado y en comportamientos transaccionales y oportunistas, más que en los principios
tradicionales de conducta del sistema internacional? Es un mundo en el que el unila-
teralismo remplazó al multilateralismo y la resolución pacífica de las controversias fue
sustituida por métodos más expeditos.
Abril/Junio 2020 71
Jorge Heine
72 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Crisis del orden internacional: ¿de vuelta al futuro?
mundo transita hacia un orden multipolar, sin un poder hegemónico, y marcado por
las fuerzas de la globalización, aun si estas han sido frenadas temporalmente por movi-
mientos populistas en los países del Norte y sus plataformas electorales proteccionis-
tas y antinmigrantes.
No hay duda de que, precisamente en un periodo en que el comercio mundial se
ha lentificado, las medidas proteccionistas afectan la economía mundial. Puesto que
el Asia del Este es la zona más dinámica y de mayor crecimiento en el mundo, el
que Estados Unidos les prohíba de hecho a dos de sus principales socios comerciales,
Canadá y México, firmar acuerdos comerciales preferenciales con China, el motor de
ese crecimiento, habla del espíritu de los tiempos. Además, también es indicador del
cambio de época. En el curso de los últimos 2 siglos, han sido las potencias emergentes
las que han abrazado el libre comercio, como Inglaterra en el siglo xix, Estados Unidos
en el siglo xx, y China en el siglo xxi, mientras que los países en decadencia han acu-
dido al proteccionismo.
Estas medidas ya han reducido los enormes flujos trasfronterizos de bienes, servi-
cios, capital y personas tan propios de nuestra época, pero pretender detener la globali-
zación es el equivalente a tratar de evitar que el sol salga por las mañanas. La tecnología
y la innovación apuntan en la dirección de más interacción entre las economías del pla-
neta. Basta observar el fenómeno del comercio electrónico (un 40% del cual tiene lugar
en China) para ver hacia dónde vamos.
Algunos han planteado la posibilidad de que la pax americana sea remplazada por una
pax sinica. Por múltiples razones, no será así. China está lejos de poder ocupar el lugar
de Estados Unidos. Tampoco es factible una resurrección del orden internacional libe-
ral. Amitav Acharya ha planteado que estamos transitando a un orden poshegemónico
descentralizado, el equivalente a un “cine multisalas”, en el que iríamos todos al mismo
cine, pero a distintas salas y a ver diferentes películas.
Abril/Junio 2020 73
Jorge Heine
ADÓNDE VA LATINOAMÉRICA
En este incierto cuadro debemos preguntarnos por el lugar de Latinoamérica en el
nuevo orden. El regionalismo desempeñará un papel fundamental, piensa Acharya,
muy influido por la asean y su dinámica (fue catedrático en la Universidad Nacional
de Singapur y ha escrito extensamente sobre la asean). Acharya ve semejanzas en
África y en Latinoamérica. Vislumbra un potencial considerable en ambos continen-
tes para que cada uno desarrolle espacios propios muy autónomos en este nuevo orden.
Sin duda, sería deseable y digno de lograr. Se trata de un objetivo con una larga
y distinguida tradición, sin ir más lejos, en los propios estudios de Relaciones
Internacionales en la región. El problema es que Latinoamérica tal vez nunca ha estado
más separada. La frase del Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en una cumbre del
Mercado Común del Sur (Mercosur) en 2019, “no queremos una Patria grande”, lo
dice todo.
Pocas veces el estado de las entidades regionales ha sido más lamentable. La Unión
de Naciones Suramericanas ha dejado de existir, para todos los efectos. La Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (celac), antes de ser rescatada a última hora
por México, estaba en estado terminal. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América ha sido abandonada por Bolivia y Ecuador. Del Foro para el Progreso
de América del Sur, lanzado con gran fanfarria en Santiago en 2019, no se ha vuelto a
escuchar. El Banco Interamericano de Desarrollo sufrió la ignominia de verse forzado
a cancelar con 4 días de anticipación su Asamblea General de Gobernadores de 2019,
que iba a realizarse en Chengdú. El Mercosur es objeto de amenazas de abandono por
parte de sus miembros principales, cada vez que hay resultados electorales que no son
del gusto de uno de los gobiernos de turno. La Alianza del Pacífico, alguna vez tan vito-
reada, ha desaparecido del mapa.
Un requisito imprescindible para crear un espacio internacional propio con algún
grado de autonomía es la existencia de entidades de cooperación política y de inte-
gración económica. La década de 1990 vio el auge de ambas en Latinoamérica. Sin
embargo, perdieron su impulso. Hoy persiste una región fragmentada y dividida.
En un mundo de grandes bloques, la capacidad de hablar con una sola voz, al menos
en ciertas instancias, es fundamental. Esa función la cumplió muy bien la celac en
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Crisis del orden internacional: ¿de vuelta al futuro?
Abril/Junio 2020 75
¿Bipolaridad en ascenso?
Análisis equívocos frente
a la crisis de la globalización
José Antonio Sanahuja
L
a definición del sistema internacional, de las Relaciones Internacionales y
de sus actores, y de todo lo que comprende “lo internacional”, está fuerte-
mente mediada por las teorías y los conceptos que emplea el observador.
Toda descripción depende tanto del hecho observado en sí, como de las premisas
teóricas y los conceptos con los que se define. Y el acto de conocer es también una
forma de constituir los hechos sociales y dotarlos de un significado en las relacio-
nes de poder que conforman las relaciones internacionales. En Relaciones Inter-
nacionales, como en otras ciencias sociales, se asume que existe una relación
estrecha entre conocimiento y poder que hay que dilucidar. Para una disciplina
que apenas cuenta con un siglo de existencia y es poco dada a cuestionarse sus
fundamentos, confines y premisas, se exige adoptar una mirada reflexiva y crítica
sobre sí misma y sus teorías y preguntarse hasta qué punto su forma de contemplar
y definir las relaciones internacionales no está fuertemente condicionada por de-
terminadas asunciones de partida, teorías, categorías o concepciones asumidas
como “dadas”, que a la postre actúan a modo de “lentes” analíticas que producen
una visión de la realidad.
El uso de la polaridad ―una las categorías más asentadas― es uno de los ejem-
plos más evidentes de esos sesgos, hasta el punto de convertirse en una verdadera
patología de las Relaciones Internacionales. A ese concepto se recurre a menudo
para describir la estructura básica y la naturaleza misma del sistema internacional.
De esta forma, dicho sistema se presenta en términos de uni, bi o multipolaridad. Y
siguen siendo referentes inevitables cuando se constata que son inadecuadas o insu-
ficientes, como ilustran algunos términos que han intentado describir el mundo pos-
terior a la Guerra Fría, como unimultipolaridad (Samuel Huntington), apolaridad
76 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Bipolaridad en ascenso?
Abril/Junio 2020 77
José Antonio Sanahuja
a Latinoamérica, región que parece percibir que China y Estados Unidos serán los
únicos actores clave para el futuro de sus economías, mediante el acceso a los merca-
dos, origen de inversiones o de tecnología y en la gestión de las crisis políticas, como
ilustra el caso de Venezuela.
Este relato de polaridades que van y vienen puede sustentar una lección de pri-
mer curso de Relaciones Internacionales, y seguramente refleja la visión de la histo-
ria reciente más asentada en los medios de comunicación y la gente común. Parte de
la corriente dominante de la disciplina, por muchos matices y precisiones que puedan
añadir, también suscribiría esta narrativa, y el estudiante de Relaciones Internacionales
que la escuchó en el primer semestre puede incluso llegar a doctorado y convertirse en
analista de prestigio situándose dentro de este armazón narrativo e imprimir a su dis-
curso cierta dosis de afectación académica. Pero su amplio predicamento no significa
que sea la interpretación o el análisis más adecuado ni el correcto, y su aparente simpli-
cidad ―contra la regla de la navaja de Ockham― debería ser una primera llamada de
atención desde el sano escepticismo que es un imperativo para la actividad académica.
78 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Bipolaridad en ascenso?
Abril/Junio 2020 79
José Antonio Sanahuja
80 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Bipolaridad en ascenso?
Abril/Junio 2020 81
José Antonio Sanahuja
82 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Bipolaridad en ascenso?
Abril/Junio 2020 83
José Antonio Sanahuja
nacionales como el sistema internacional son más abiertos ante la aparición y ascenso
de actores políticos ajenos al poder establecido y con mayor potencial disruptivo. En
ese escenario de crisis de globalización, acontecimientos como el brexit o el triunfo
electoral de Trump, de Jair Bolsonaro y otros, no pueden ser considerados como cis-
nes negros impredecibles, según la expresión de Nassim Taleb. Son resultado de
factores de agencia ―la capacidad movilizadora de estos nuevos “emprendedores
políticos”, mediante discursos de contestación y polarización en las redes sociales―,
pero no se explicarían sin contar como factores causales las dinámicas de cambio
social y económico descritas. Así puede entenderse el rápido ascenso del nacionalismo
y la extrema derecha en muchos lugares, y las nuevas formas de “cesarismo” político
que ello supone. En el plano internacional, así se explica el retorno de la “gran estra-
tegia”, en términos geopolíticos, que despliegan múltiples actores en ausencia de un
orden hegemónico que lo impida.
Todo lo anterior apunta a un escenario de cambio de época, con mayor incerti-
dumbre, riesgos e inestabilidad. Más que una supuesta bipolaridad entre China y
Estados Unidos, se anunciaría una etapa de “posglobalización”, caracterizada, por una
parte, por la fragmentación y la reorganización de los mercados y las cadenas produc-
tivas de la etapa anterior, y, al mismo tiempo, por una mayor integración de la econo-
mía digital. Entre tanto, el sistema multilateral se encuentra cuestionado y en peligro
de fragmentación ante el ascenso del proteccionismo y el nacionalismo económico,
tanto en Estados Unidos como en otros países de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos, e incluso en algunos de los emergentes. Todo esto ocurre
en un escenario geopolítico más complejo, competitivo y fluido, y con mecanismos
de gobernanza regional e internacional más fragmentados y con menor capacidad de
articular la acción colectiva para dar respuesta a los retos globales.
84 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
Los nuevos nacionalismos
R E U T E R S / H E N RY N I C H O L L S
Un grupo de partidarios del brexit festejan que, después de casi 4 años de negociaciones,
el Reino Unido abandonó la Unión Europea el 31 de enero de 2020. Ahora,
las autoridades británicas deberán establecer los mecanismos que regirán sus relaciones
políticas y comerciales con el resto de los países europeos y del mundo.
¿Estado-nación
o nación-Estado?
Recuento del nacionalismo mexicano
Valeria Zepeda Trejo
E
l nacionalismo no se puede comprender si no se piensa en el concepto dual
y centralizador que lo precede: el Estado-nación. Si bien no hay hasta el
momento un consenso respecto a una definición exacta, es posible esbozar
algunos lineamientos que se comparten en las disciplinas que lo estudian. Pri-
mero, se debe entender que se parte de la conjunción de dos nociones, la de Estado
y la de nación, que a lo largo de la evolución del pensamiento occidental no siem-
pre estuvieron ligadas. Es, pues, un producto propio de la modernidad. El Estado
remite a una necesidad social de seguridad y de orden, mientras que la nación lo
hace en términos de pertenencia e identidad. De aquí surge otro concepto, el na-
cionalismo, que podría resumirse como un movimiento que busca promover los
intereses de una nación bajo el precepto de soberanía. En realidad, no sería posible
elaborar una exposición unívoca de Estado-nación, puesto que ello dependería del
momento histórico en el que se habla o analiza y la manera como se entendía el
concepto. Lo que sí se puede hacer es un análisis de cómo se desarrolló la idea y
observar las distintas connotaciones e interpretaciones que se le otorgó en diversas
partes del mundo.
El Estado moderno comenzó a erigirse a mediados del siglo xvii, con el deseo de
centralización y control del poder de los soberanos sobre otras instituciones, como
la nobleza o la Iglesia, con la intención de establecer el absolutismo político. En este
sentido, el Estado, como noción política moderna, se desarrolló en los siglos xvii
y xviii. Un momento clave de su evolución sobrevino con la Revolución francesa,
la cual, al introducir los elementos de democracia y soberanía y al afirmar que “a
cada nación le corresponde un Estado”, cambió irrevocablemente la configuración y
86 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
¿Estado-nación o nación-Estado?
IDENTIDAD LATINOAMERICANA
Como expresa Luis Villoro en Del Estado homogéneo al Estado plural (1999), la noción
de una identidad en Latinoamérica se empezó a desarrollar hacia mediados del siglo
xviii, cuando un pequeño grupo de criollos y algunos mestizos comenzaron a ver la
vida de manera distinta que en Europa. En este siglo, las sociedades latinoamericanas
generaron ideas de una protonación, pues algunos de sus miembros ―los criollos―
sintieron que habían sido aislados del escenario político y económico con las reformas
borbónicas. Su objetivo no era crear un país distinto ―un Estado-nación nuevo―,
sino alcanzar la autonomía y algún grado de representación ante una metrópoli que
centralizaba el poder cada día más. De hecho, los primeros insurgentes novohispa-
nos no crearon un movimiento de independencia. Entre 1810 y 1813 únicamente aspi-
raban a la autonomía del reino, con la idea de crear una provincia extraterritorial de
la península, pero que gozara de los mismos derechos. Este designio fue impulsado
por los acontecimientos en Europa, la ocupación de España por parte de Napoleón
Bonaparte y la consecuente redacción de la Constitución de Cádiz en 1812. Antes del
establecimiento de la Suprema Junta Gubernativa de América no se hablaba de inde-
pendencia en México ni de la erección de un verdadero Estado-nación.
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Valeria Zepeda Trejo
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¿Estado-nación o nación-Estado?
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Valeria Zepeda Trejo
Probablemente el momento histórico que reflejó más unidad y aun cierto sentido
nacionalista fue la Revolución mexicana. Tras la desigualdad que produjo el sistema
porfirista, se buscó reconstruir el Estado moderno, pero con una mayor conciencia
social y verdadera igualdad. La Revolución introdujo conceptos políticos nacionalistas
en la Constitución de 1917, aunque no derivados de un verdadero consenso nacional.
Una vez más, la visión política de unos cuantos se impuso a la realidad de todos. Los
vencedores, el grupo constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza, impu-
sieron su modelo político, que no abandonaba del todo la estructura liberal del xix,
sobre otros modelos que atendían más a la realidad regional, como los de Emiliano
Zapata y Pancho Villa.
Tras la contienda interna de principios de siglo xx, fue más importante consolidar
el Estado que la nación. Hay que recordar que el Estado todavía era frágil, de ahí la
posibilidad de un movimiento armado. Podríamos decir que el nacionalismo mexicano
se construyó primero hacia el exterior, dejando de lado, por lo menos hasta la década
de 1930, el nacionalismo interno. Esto se percibe claramente en varios artículos de la
nueva Constitución, pero en especial en el 27, que contiene los conceptos de sobera-
nía nacional y autodeterminación de los pueblos que ensalzaban a la nación mexicana
frente a los peligros del exterior. De ahí surgieron la Doctrina Carranza, la Doctrina
Estrada y la ratificación de la Doctrina Calvo. La unión, lo mexicano, se definió así,
frente a la alteridad, al otro, al extranjero que históricamente había amenazado al país.
Empero, dentro del país pocos mostraban un verdadero sentimiento de pertenencia
nacional.
EL INFLUJO NACIONALISTA
No fue posible un influjo nacionalista sino hasta que se consolidó el Estado moderno
mexicano, alrededor de la década de 1930, con el cardenismo. La consolidación de un
modelo político de partido único, que simulaba una pertenencia gracias a una estruc-
tura corporativista, permitió que los mexicanos se identificaran. El Estado corporativo
y paternalista conformó un nacionalismo que no venía de una sociedad convencida de
ser parte de algo. El proceso vino desde arriba. Cuando finalmente el Estado pudo
tener presencia y poder a lo largo y ancho del territorio (lo que no se había logrado
desde la época de la independencia, con la salvedad del periodo dictatorial de Porfirio
Díaz), entonces pudo darse a la tarea de promover la cohesión nacional. Se emprendió
un esfuerzo intelectual de corte filosófico, cultural, histórico y psicológico por enten-
der y dilucidar lo mexicano. De este ímpetu surgieron movimientos encabezados por
José Vasconcelos o el Grupo Hiperión, y posteriormente Octavio Paz y El laberinto de
la soledad (1950), por hacer una disección de la identidad mexicana. Con todo, no debe
dejarse de lado que estas iniciativas fueron promovidas desde el Estado.
Escribe Roger Bartra en La jaula de la melancolía (1987) que “los estudios sobre ‘lo
mexicano’ constituyen una expresión de la cultura política dominante”. No solo en el
plano intelectual se plasmó la subjetividad del nacionalismo mexicano, creando un
pasado y un presente de héroes, villanos y acontecimientos que constituyeron la nación,
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¿Estado-nación o nación-Estado?
sino que esas nociones se extrapolaron a los nuevos medios de comunicación del siglo
xx: la prensa, la radio y luego el cine y la televisión. Afirmar por medio de estos recur-
sos la identidad del mexicano fue una tarea del Estado. El problema residió en que, a
pesar de consolidar efectivamente el nacionalismo, ahora sí unido al Estado (es decir,
el Estado-nación), no resultó en un auténtico sentimiento nacional, sino que residió
en el folclor cultural sin promover un verdadero
sentido comunitario, si así es como entendemos
el nacionalismo. Este fenómeno se observa en
El nacionalismo mexicano
la manera en que se abordó la educación de los se construyó primero hacia
indígenas. La mayoría de los proyectos tenían el exterior, y dejó de lado,
la meta de incorporar a los indígenas a la nación
moderna; a veces manteniendo algunos rasgos por lo menos hasta
de su cultura ―los que se consideraban “mejo- la década de 1930,
res”― y otras en un claro intento de occiden-
talización. Ahora bien, estas iniciativas no le el nacionalismo interno.
quitan fuerza al nacionalismo posrevoluciona-
rio porque, en realidad, el proyecto sí generó una identidad, aunque fuese únicamente
—como dice Bartra— una entelequia. Esa identidad solo permaneció mientras el
Estado pudo sostenerse como ente centralizador y unificador y en la medida en que
favoreció el crecimiento económico. Es decir, la nación no se entiende sin el Estado.
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Valeria Zepeda Trejo
LA NACIÓN A LA DERIVA
Hoy, si bien el concepto de Estado, en México y en el mundo, sigue inspirado en la
noción surgida en el siglo xvii como ente político, la nación como elemento identi-
tario y sinónimo de igualdad está a la deriva. El nacionalismo perdió su fuerza ante
el economicismo individual, lo que provocó que las sociedades comenzaran a buscar
otros elementos de identidad que chocan unos con otros y generan divisiones y con-
frontaciones. Esto es perceptible en Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino
Unido y, por supuesto, en México. Lo que hoy experimentamos es el renacimiento
de un nacionalismo exacerbado que raya en el nativismo y que, en realidad, no busca
el consenso, sino la imposición de ideas o modelos de un grupo sobre los demás, pues
se considera que existe uno que es “mejor” o más “conveniente”. El Estado se vuelve
a imponer a la nación y el nacionalismo, entendidos como conceptos con los que las
personas se identifican y se sienten parte de un destino común en una continuidad
espacial y territorial.
En México, es evidente la atomización de las identidades, montadas en proyectos
políticos y económicos. Siempre ha sido un país multicultural donde no se ha respe-
tado la diversidad. El nacionalismo solo se ha mostrado en la medida en que el Estado
ha sido fuerte. El nacionalismo, en realidad, no se entiende sin el Estado. La nación
histórica, como dice Villoro, se perdió hace mucho tiempo, y aunque ha habido reso-
nancias en diversos momentos de la historia, ha prevalecido la nación proyectada de
mediados del siglo xix, a veces poniendo más el énfasis en lo político y otras en lo eco-
nómico, pero siempre de la mano del Estado. Para que el nacionalismo deje de ser una
entelequia basada únicamente en el folclor, deben reconocerse las identidades regio-
nales y subregionales, para que el consenso, y no la imposición, sea lo que domine en
el escenario social. El Estado-nación no podrá consolidarse si no se piensa al revés, la
nación-Estado. Solo en esta medida se podrá construir un verdadero proyecto nacio-
nal que otorgue el tan ansiado desarrollo democrático en todos sus ámbitos.
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La construcción
de un nacionalismo mejor
El lugar de las naciones en un mundo
globalizado
Yael Tamir
E
n un mitin político en Texas en octubre de 2018, el Presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, repitió su ya conocido mensaje de “Estados Uni-
dos primero” y se quejó de los “globalizadores corruptos y hambrientos de
poder”, a lo que añadió un nuevo matiz: “Ya saben, esos que nos endilgan una pa-
labra medio pasada de moda: ‘nacionalista’”. Y añadió, con una amplia sonrisa: “Se
supone que no deberíamos usar esa palabra, pero, ¿saben qué soy? Soy un nacio-
nalista, ¿entendido? Soy un nacionalista”. Y la multitud lo ovacionó gritando: “¡Es-
tados Unidos! ¡Estados Unidos!”. Trump asintió: “‘Nacionalista’, no hay nada malo
en esa palabra. ¡Úsenla!”.
Trump acertó al decir que, en las últimas décadas, la palabra, y todo lo que
implica, cayó en desgracia. Para la mayoría de los pensadores políticos y las élites en
Occidente, el nacionalismo es un impulso iliberal, divisivo y peligroso que merece ser
tomado con escepticismo e incluso franco desdén.
Sí, el nacionalismo ayudó a que surgiera el sistema estatal moderno, sirvió como
fuerza liberadora en las luchas de independencia y anticolonialistas y alimentó el sen-
timiento antisoviético durante la Guerra Fría. Sin duda —también se afirma—, el
nacionalismo fue una fase que las democracias ricas dejaron atrás. Ahí donde persis-
tió, trajo más problemas que soluciones.
Sin embargo, en la actualidad muchas de las suposiciones de las élites políti-
cas ―como las relativas al nacionalismo, por ejemplo― se encuentran bajo ataque.
Un pequeño pero argumentativo grupo de pensadores estadounidenses y europeos
emprendieron la defensa del nacionalismo, algunos de manera discreta y otros a todo
pulmón. Uno de los más entusiastas es Yoram Hazony, un filósofo y teórico político
YAEL TAMIR es Presidenta del Shenkar College of Engineering Design, and Art de Israel. De
1999 a 2010 fue parlamentaria en la Knéset por el Partido Laborista Israelí. Es autora de Why
Nationalism (Princeton University Press, 2019). El análisis de este artículo está basado en el
libro The Virtue of Nationalism, de Yoram Hazony (Basic Books, 2018).
israelí. Su más reciente libro, The Virtue of Nationalism (2018), lo ha puesto en el esce-
nario de los círculos políticos conservadores estadounidenses. En él, presenta una
defensa apasionada del nacionalismo y el Estado-nación. Arguye que los intelectua-
les occidentales desestimaron demasiado pronto el nacionalismo (aunque no ignora
sus defectos), cuando merece un análisis más equilibrado y matizado que el que los
académicos le han dado en años recientes.
No obstante, Hazony va más allá de defender el nacionalismo. Lanza un ataque
feroz contra el liberalismo contemporáneo y sus manifestaciones políticas, en espe-
cial el orden mundial “globalizado” que Estados Unidos y la Unión Europea promo-
vieron después del fin de la Guerra Fría, y que critica como “proyectos imperialistas”.
Se queja de que al nacionalismo se le culpó de manera injusta de alentar el odio y la
intolerancia, a pesar de que “los ideales políticos imperialistas liberales se convirtieron
en los más poderosos promotores de la intolerancia y el odio en el mundo occidental
actual”. Al yuxtaponer el nacionalismo y el imperialismo liberal, Hazony acusa a los
liberales de tratar de imponer un conjunto rígido de valores a los Estados-nación, con
el objetivo de desplazar las visiones y creencias auténticas y “particulares”.
En realidad, pocos liberales aspiran a establecer una gobernanza mundial o a opri-
mir a las comunidades y culturas iliberales. Más bien, buscan un orden mundial de
instituciones internacionales, cooperación multilateral, libre mercado, libre comercio
y libre tránsito de las personas. La insistencia de Hazony de que esa agenda repre-
senta un ataque imperialista a los países pasa por alto la interacción frecuente entre
los valores liberales y los nacionalistas. Para ser más precisos, el liberalismo moderno
surgió de los esquemas políticos nacionales. El Estado-nación moderno que Hazony
tanto defiende es, de hecho, un producto de la unión de los valores liberales demo-
cráticos con los nacionalistas. Que el liberalismo y el nacionalismo no proclamen
su interdependencia teórica, no impide reconocer sus puntos en común ni dejar de
entender sus lazos inherentes.
¿LIBERAL O IMPERIAL?
Hazony comienza por presentar una defensa moral y política del Estado-nación. Una
nación, escribe, se constituye de “varias tribus con una lengua o religión común que
históricamente han actuado como una entidad”. Argumenta que una nación ofrece la
mejor y más legítima base para un Estado, porque permite que se materialice la aspi-
ración humana de lograr la autodeterminación y la libertad colectiva en su máxima
y más satisfactoria expresión. Los Estados-nación representan uniones políticas
duraderas que confieren significado a sus individuos y celebran y prestan voz, según
Hazony, a “lo particular” (en contraste con lo universal). Dar a esas naciones la capa-
cidad de gobernarse fomenta una competencia sana que las inspira a sobresalir, al
abrir nuevas oportunidades a sus miembros y, a la vez, fomentar la prosperidad de la
comunidad de Estados-nación.
Al desarrollar su análisis, Hazony es claro y persuasivo, pero lo enturbia de dos
maneras. Primero, se concentra recurrentemente en el pensamiento y la historia
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La construcción de un nacionalismo mejor
judía, y depende demasiado de Israel y el sionismo como principal ejemplo del nacio-
nalismo asediado por los liberales imperialistas. Hace que un argumento que debe-
ría ser amplio parezca bastante estrecho y específico. (Es revelador y lamentable que
un libro que ensalza el nacionalismo apenas si menciona al grupo que en la actualidad
más clama por un Estado-nación propio: los palestinos.)
Hazony empaña todavía más su discurso al argumentar que el mundo enfrenta
una cruda elección entre dos opciones morales y políticas: el Estado-nación (que
“inculca una aversión por las aventuras de conquista en tierras lejanas”) y el imperio
(que busca “colocar al mundo bajo una autoridad y una doctrina únicas”). Con esas
definiciones incompletas y reduccionistas, Hazony rescribe el pasado y malinterpreta
el presente.
Del imperialismo, apunta, surgieron los principales destructores que se hayan
conocido, “con destructores modernos como Napoleón, Hitler y nada menos que
Stalin”. Hazony tiene razón en que las ideologías universales que se volvieron opre-
sivas (fascismo, comunismo y liberalismo) impulsaron a muchos imperios. Pero pasa
por alto que Estados-nación (como Bélgica, España, Inglaterra y Portugal) promovie-
ron iniciativas colonialistas e imperialistas despiadadas. Deja al lector con la extraña
impresión de que, por su misma naturaleza, los Estados-nación están destinados a
vivir felizmente dentro de sus fronteras y sin miras a la expansión o la conquista. Si
fuera verdad, sería más fácil defender la reputación del nacionalismo.
Hazony confunde (o combina a propósito) la creencia liberal en el universalismo
moral y el internacionalismo con el deseo de erigir imperios políticos. Para él, quienes
se denominan “internacionalistas liberales” (defensores del Derecho y las institucio-
nes internacionales y de la intervención humanitaria) son en realidad “imperialistas
liberales”. Como los tiranos que buscaron gobernar al mundo en los siglos xix y xx,
los imperialistas de hoy ―sostiene― son universalistas que albergan un odio por lo
particular y quieren “obligar a los disidentes (ya sean individuos o naciones) a ajus-
tarse por la fuerza a la teoría universal, en aras de su propio bien”.
Se trata de una falacia. No hay movimientos ni instituciones políticas libera-
les actuales que aspiren a una dominación mundial como la que describe Hazony.
Ningún imperio liberal desea coaccionar, gobernar y oprimir a los disidentes del
mundo. Ni la hegemonía estadounidense que predominó durante el periodo pos-
terior a la Guerra Fría ni el orden internacional liberal que Washington respaldó
pueden describirse como imperiales, y ambos, en la actualidad, se han debilitado
en cierto modo. La Unión Europea nunca intentó extender su dominio más allá
de Europa y está luchando por su supervivencia. Si hay imperialistas, es más pro-
bable encontrarlos en las sedes centrales de las empresas de Silicon Valley o en
Wall Street que en Bruselas o Washington, y el dominio que buscan es comercial,
no político.
En realidad, el Estado-nación no cuenta con rivales institucionales importan-
tes. Las organizaciones internacionales son débiles e ineficaces; las grandes empresas
internacionales son poderosas y eficaces, pero no quieren desperdiciar esfuerzos en
gobernar. La lucha entre los nacionalistas generosos y los imperialistas cosechadores
Abril/Junio 2020 95
Yael Tamir
de odio que Hazony describe es en gran medida imaginaria. Lo que sí existe es una
tensión entre el nacionalismo y el globalismo neoliberal. En este contexto, el nacio-
nalismo es una teoría no solamente acerca de la autodeterminación, sino del derecho
(y quizá de la obligación) de los Estados a intervenir en el mercado para defender a
sus ciudadanos y controlar los efectos de la hiperglobalización, recuperar los empleos
que salieron del país, apoyar la producción nacional, limitar la inmigración y elevar
los aranceles. Tales políticas chocan con las creencias liberales de la preponderancia
del libre comercio y el libre tránsito de personas. El verdadero debate entre los nacio-
nalistas y los globalistas no es tanto por la identidad, sino por la economía.
Hasta hace poco, este debate parecía haberse resuelto a favor del globalismo; pero
últimamente ha resurgido la preferencia por lo nacional. El enojo con los resultados
económicos y sociales del globalismo neoliberal (la creciente desigualdad, el rápido
cambio cultural) ha desatado una reacción populista exagerada que, en parte, tiende
al nacionalismo. Por lo tanto, los políticos de ambos lados del Atlántico compiten por
el apoyo popular afirmando que representan al “pueblo” y culpan a las élites de adop-
tar políticas egoístas.
Los críticos acusan a estos nacionalistas de nueva cepa de racismo y chovinismo y
de basar sus reclamos en la xenofobia. Sin duda, hay muchas pruebas de intolerancia
entre quienes se alinean con la posición nacionalista. Por ejemplo, basta ver el apoyo
manifiesto a la retórica antimusulmana del Partido de la Independencia del Reino
Unido ―de extrema derecha―, la nueva ola antisemita de los nacionalistas france-
ses y el renacimiento del nacionalismo de “sangre y tierra” en Estados Unidos, donde
los grupos supremacistas blancos combinan las quejas populistas con proclamas racis-
tas y antisemitas.
Ahora bien, no todos los nacionalistas son intolerantes. Muchos solo sienten que las
élites cosmopolitas y trotamundos tienen más en común con las élites de otros lugares
que con sus connacionales, a quienes tratan de manera injusta. La gente desea líderes y
formuladores de políticas públicas que se comprometan a servir y proteger a los suyos
y que prefieran y ofrezcan mejores oportunidades a los más necesitados en su país,
más que a los de otros lugares. Eso es lo que muchos electores estadounidenses escu-
chan cuando Trump exclama “¡Estados Unidos primero!” y los hace sentirse seguros.
El resurgimiento del nacionalismo no es solo un fenómeno de la derecha. Los
líderes y electores progresistas y de izquierda también se sienten cada vez más cómo-
dos con políticas con tintes nacionalistas. Esto ha llevado a alianzas sorpresivas, como
la del principal negociador comercial de Trump, Robert Lighthizer, un funcionario
público republicano que cabildeó para reducir los aranceles y ahora apoya la política
de línea dura contra China, y Sherrod Brown, el Senador progresista demócrata por
Ohio y posible candidato presidencial en 2020, al que apoyan los sindicatos y los acti-
vistas a favor de los derechos laborales.
Con todo, son pocos los liberales dispuestos a adoptar el término “nacionalista”.
¿Hay alguna alternativa? En noviembre de 2018, durante la ceremonia en París para
conmemorar el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial, el presidente fran-
cés Emmanuel Macron intentó diferenciar entre nacionalismo y patriotismo. “El
96 f o r e i g n a f fa i r s l a t i n o a m é r i c a · Volumen 20 Número 2
La construcción de un nacionalismo mejor
Abril/Junio 2020 97
La importancia
del otro lugar
En defensa del cosmopolitismo
Kwame Anthony Appiah
E
n octubre de 2016, la primera ministra británica Theresa May pronunció su
primer discurso como líder del partido en la Conferencia del Partido Con-
servador. En un intento evidente por captar el espíritu populista del voto
por el brexit que hundió a su predecesor, habló de “la sensación ―profunda, intensa
y, reconozcámoslo, con frecuencia justificada― que hoy tienen muchas personas
de que el mundo funciona bien para unos pocos privilegiados, pero no para ellas”.
Lo que se requiere para ponerle un alto a esto, argumentó May, es un “espíritu de
ciudadanía” que no existe entre las élites empresariales que constituyen un sector
de la base de su partido. La ciudadanía, afirmó, “es un compromiso con los hombres
y mujeres que viven a tu alrededor, que trabajan para ti, que compran los bienes y
servicios que tú vendes”. Continuó:
Aunque May nunca usó el término, el destinatario era claro: la denominada élite
cosmopolita. Unos días después de este discurso, me encontraba dando una charla
sobre nacionalismo para la bbc. La Primera Ministra había estado en Birmingham,
la única entre las cinco ciudades más grandes del Reino Unido que había votado por
el brexit, con el escasísimo margen de 50.4% contra 49.6%. Yo estaba en la ciudad
más grande de Escocia, Glasgow, en donde dos tercios de la población habían votado
por quedarse en la Unión Europea, al igual que la mitad de los distritos escoceses.
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Kwame Anthony Appiah
Con todo, todavía hay algo engañoso en esta concepción identitaria. La encuesta
de la bbc presupone que uno debe sopesar la importancia relativa de las lealta-
des mundiales y de las locales como si estuvieran en competencia. Es una forma
equivocada de ver las cosas. Por ejemplo, yo, como millones de personas, voto en
al menos tres entidades políticas: la Ciudad
de Nueva York, el estado de Nueva York y
La tarea cosmopolita Estados Unidos. Si se me preguntara con cuál
consiste en ser capaz estoy más comprometido, me sería difícil res-
ponder. Sentiría el mismo desconcierto si mi
de fijarse tanto ciudadanía metafórica del mundo se agregara
en lo que está lejos a la lista. Puesto que la ciudadanía es un tipo
como en lo que está cerca. de identidad, su apelación, como la de todas
las identidades, varía según el contexto y el
asunto. Durante las elecciones para alcalde,
lo que más importa es que soy neoyorquino; en elecciones para senadores, tanto
la ciudad, como el estado y el país me importan. En elecciones presidenciales, me
encuentro pensando como ciudadano de Estados Unidos tanto como ciudadano del
mundo, dado que muchos de los problemas más graves que enfrentamos ―desde el
cambio climático hasta las pandemias― no respetan fronteras políticas.
En su discurso ante sus compañeros conservadores, May no solo se refería a la
ciudadanía, sino también al patriotismo, a un vínculo que es emocional, no mera-
mente de procedimiento. Sin embargo, no hay razón por la que un patriota no pueda
tener vivos sentimientos respecto del destino de la Tierra, así como puede albergar
sentimientos intensos por el futuro de una ciudad. Todos tenemos que manejar múl-
tiples ciudadanías: si las personas albergan lealtades a una ciudad y a un país cuyos
intereses pueden divergir, ¿por qué habría de ser incomprensible hablar de lealtad
a todo el mundo? Mi padre, Joe Appiah, fue un independentista ghanés y tituló su
autobiografía The Autobiography of an African Patriot. No vio ninguna incongruencia
en decirle a sus hijos, en una carta que nos dejó cuando murió, que debíamos recor-
dar siempre que somos ciudadanos del mundo.
COSMOPOLITAS PATRIOTAS
Mi padre probablemente tomó la idea de Marco Aurelio, el emperador romano del
siglo ii, cuyas Meditaciones estaban junto con la Biblia en su mesita de noche. Marco
Aurelio escribió que para él, como ser humano, su ciudad y su patria eran el universo.
Es fácil despachar el aforismo como un mero exceso de grandilocuencia imperial; sin
embargo, para los estoicos como Marco Aurelio quería decir que la gente estaba obli-
gada a cuidar a toda la comunidad, a actuar responsablemente en lo que toca al bien-
estar de todos sus conciudadanos del mundo. Este ha sido el concepto central de la
tradición cosmopolita por más de 2 milenios.
Pero hay otro elemento importante de esta tradición, que se mostró más cla-
ramente en el cosmopolitismo europeo del siglo xviii: un reconocimiento y una
celebración del hecho de que nuestros camaradas ciudadanos del mundo, en sus
diferentes lugares, con sus diferentes lenguas, culturas y tradiciones, merecen no
solo nuestra preocupación moral, sino también nuestro interés y curiosidad. El
trato con extranjeros, precisamente por el hecho de ser diferentes, puede abrirnos
a nuevas posibilidades, así como nosotros podemos abrirles nuevas posibilidades a
ellos. Para entender la metáfora de la ciudadanía mundial, importa tanto la preocu-
pación por los extranjeros como la curiosidad que inspiran.
Friedrich Meinecke, alemán fundador de la historiografía intelectual, exploró
los orígenes filosóficos modernos de esta idea en su libro de 1907, Cosmopolitismo y
Estado nacional. Mediante una minuciosa lectura de los intelectuales alemanes desde
la Ilustración hasta finales del siglo xix, mostró cómo el surgimiento del naciona-
lismo alemán estuvo estrechamente entretejido con una forma de cosmopolitismo.
A finales del siglo xviii, Johann Gottfried Herder y otros pensadores cosmopolitas
comenzaron a imaginar una nación alemana que reuniera a los pueblos germanopar-
lantes de docenas de Estados independientes en una unión fundada en una cultura
y lengua, en un mismo espíritu nacional.
Tuvo que pasar un siglo para que la Alemania moderna lograra esta visión
(aunque sin las partes germanoparlantes del Imperio austrohúngaro). En 1871,
un emperador prusiano presidió la unificación de más de dos docenas de reinos
federados, ducados, principados y ciudades independientes. Sin embargo, como
mostró Meinecke, los pensadores responsa-
bles de este logro eran profundamente res-
petuosos del espíritu nacional y también de El cosmopolitismo moderno
los pueblos de otras naciones. Como verda- se distingue por celebrar
dero cosmopolita, Herder admiraba la lite-
ratura y las artes de otros pueblos. Sus ideas
la contribución de
sobre la cultura nacional inspiraron a una cada país al coro
generación de folcloristas, incluidos los her-
manos Grimm, pero también escribió ensa-
de la humanidad.
yos sobre Shakespeare y Homero. Uno
podía ser las dos cosas, cosmopolita y patriota; de hecho, para los grandes nacio-
nalistas liberales del siglo xix, el patriotismo era en última instancia un vehículo
para el cosmopolitismo. Por eso Giuseppe Mazzini, defensor de la unificación ita-
liana, urgía a sus compañeros ciudadanos a “abrazar con vuestro amor a toda la
familia humana”.
El repertorio de calumnias modernas contra los cosmopolitas ―que desempeñó
un papel central en la propaganda antisemita del estalinismo de posguerra― se
basa en que son “desarraigados”. Esta acusación no solo refleja ceguera moral, sino
también confusión intelectual. Lo distintivo del cosmopolitismo moderno es que
celebra la contribución de cada país al coro de la humanidad. Se trata de compartir,
y no se puede compartir sin nada que llevar a la mesa. Los verdaderos cosmopoli-
tas tienen rizomas que se extienden en sentido horizontal, así como raíces prima-
rias que se afianzan profundamente; son todo menos desarraigados.
Vale la pena subrayar otro corolario del cosmopolitismo: al respetar los derechos
de otros a ser diferentes de ellos, los cosmopolitas extienden ese derecho a los no cos-
mopolitas. La idea de que cada ser humano importa ―el universalismo en el cen-
tro del cosmopolitismo― no es opcional; por eso, los cosmopolitas también están
comprometidos con la idea de que los individuos y las sociedades tienen el derecho
a resolver por sí mismos cuestiones acerca de qué es importante y muchos aspectos
de sus acuerdos sociales. En particular, muchas personas valoran el sentimiento de
pertenecer a un lugar y quieren estar rodeadas de otras que hablen una lengua cono-
cida y tengan costumbres como las suyas. Estas personas ―que el reportero britá-
nico David Goodhart apodó “los de algún lugar”, en contraste con “los de cualquier
lugar”― tienen derecho a moldear un mundo social que les permita estas cosas,
que les garantice las comodidades consabidas del hogar. Y si quieren conservar estas
comodidades manteniendo lejos a quienes son diferentes o las importaciones cultu-
rales de otros lugares, entonces (en el supuesto de que se apeguen a ciertas normas
morales básicas de tolerancia), están en su derecho.
El problema, desde luego, es que estos localistas no cosmopolitas viven en socie-
dad con otros que piensan diferente. Deben convivir con los cosmopolitas, así como
los cosmopolitas tienen que convivir con ellos. Y no solo eso: las sociedades tienen el
deber moral y legal de admitir al menos a algunos extranjeros, a saber, los que huyen
de la persecución o la muerte. Estas obligaciones son parte de la comunidad de las
naciones, de modo que la carga debe distribuirse equitativamente y cada sociedad
debe contribuir a que se cubra esta necesidad.
El hecho de que los localistas convivan con cosmopolitas en países que tienen obli-
gaciones con los que buscan asilo limita las formas en que pueden tener las comodi-
dades del hogar. Sin embargo, la existencia de los localistas también limita lo que
pueden hacer los cosmopolitas. En la democracia, se trata de respetar los deseos legí-
timos de los conciudadanos y tomarlos en consideración siempre que sea posible.
FAVORITISMOS
Si el nacionalismo y el cosmopolitismo, lejos de ser incompatibles, están de hecho
entrelazados, ¿cómo es que el cosmopolitismo se ha vuelto semejante pesadilla para
quienes, como el estratega político Steve Bannon, tratan de aliarse con el espíritu del
nacionalismo? Una razón es que algunas personas han hecho declaraciones desmedi-
das en nombre del cosmopolitismo. Con frecuencia han caído en esta tentadora línea
de pensamiento: si todos importan, entonces deben importar en el mismo grado, y si
esto es verdad, entonces cada quien tiene las mismas obligaciones morales con cada
uno de los demás. Cualquier sesgo (como favorecer a aquellos con quienes uno está
conectado por sangre o cultura o territorio) puede verse como arbitraria desde el
punto de vista moral. El enemigo real de quienes se preocupan por “los ciudadanos
de ningún lugar” no es un cosmopolitismo razonable, sino una idea diferente, apoyada
ocasionalmente por personas que se llaman a sí mismas “ciudadanas del mundo”, que
consiste en que está mal ser parcial hacia la propia tierra o el propio pueblo.
A
partir de la Revolución francesa, el nacionalismo ―la idea de que las
fronteras estatales deben coincidir con las comunidades nacionales― ha
sido la fuente fundamental de legitimidad política en todo el mundo.
Desde principios del siglo xix, cuando el nacionalismo se propagó desde Europa
Occidental, adquirió una naturaleza cada vez más étnica. En los territorios donde
el Estado y la nación no coincidían, tales como Alemania, Italia y la mayor parte
de Europa del Este, la nación tendía a definirse en términos de sus orígenes étni-
cos, lo que llevó a violentos procesos de unificación o secesión. Al inicio del siglo
xx, el nacionalismo étnico trastornó aún más las fronteras políticas, lo que provocó
la desintegración de imperios multiétnicos, como el de los Habsburgo, el otomano
y el ruso. Y al cambiar las dimensiones de las unidades políticas de Europa, socavó
el equilibrio de poder y contribuyó a dos guerras mundiales.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial se constituyeron normas e ins-
tituciones liberales. Principios como la integridad territorial y los derechos huma-
nos universales, e instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (onu)
lograron reducir los conflictos etnonacionalistas en casi todo el mundo. Hoy, las gran-
des guerras interestatales y las apropiaciones violentas de territorio casi han desapare-
cido. El número de guerras civiles étnicas también ha disminuído.
No obstante, el nacionalismo étnico está de regreso con mayor fuerza. En 2016,
los votantes británicos optaron por dejar la Unión Europea por la creencia de que la
visión posnacional de esa institución debilitaba la soberanía británica y amenazaba
con abrumar al Reino Unido con inmigrantes de África, el Medio Oriente y las regio-
nes menos desarrolladas de Europa. Donald Trump ganó las elecciones presiden-
ciales ese mismo año al aprovechar el miedo de que Estados Unidos fuera invadido
por mexicanos y musulmanes. Una vez en el cargo, Trump no solo atizó el fuego del
nacionalismo étnico, sino que también denigró y perjudicó las normas e instituciones
diseñadas para salvar a la humanidad de estos impulsos.
ESTÁ DE REGRESO
Al final de la Guerra Fría, había señales de alarma de que los conflictos étnicos
podrían regresar. Sin embargo, en ese tiempo parecían injustificados los temo-
res de que realmente algo así estuviera sucediendo. Como señaló en 2000 el espe-
cialista Robert Gurr en Foreign Affairs (vol. 79, núm. 3), pese a la violencia en la
ex-Yugoslavia y en Ruanda, de hecho la frecuencia de los conflictos étnicos había
disminuido desde mediados de la década de 1990. Gurr destacó las políticas inclu-
sivas y los compromisos pragmáticos que habían impedido o resuelto los conflictos
étnicos, para postular que persistiría la tendencia hacia la paz. Su ensayo refleja el
optimismo liberal que caracterizó las décadas posteriores a la Guerra Fría. La globa-
lización transformaba el mundo. Las fronteras parecían debilitarse. El optimismo no
era simplemente una fantasía y hoy los conflictos étnicos son mucho menos comu-
nes que hace 3 décadas.
Una razón de peso es que los países albergan cada vez más minorías. Eso con-
cluye el análisis de Kristian Gleditsch, Julian Wucherpfennig y Lars-Erik Cederman
de un conjunto de datos sobre relaciones étnicas desde 1993. La discriminación con-
tra los grupos étnicos y su exclusión del poder ejecutivo ―una causa importante
de conflictos― están disminuyendo en todo el mundo. A excepción del Medio
Oriente, donde las minorías en Arabia Saudita, Bahréin, Irak, Israel y Siria conti-
núan luchando por aumentar su poder, los grupos étnicos participan cada vez más en
acuerdos de distribución del poder. Desde la Segunda Guerra Mundial, el porcen-
taje de la población mundial que vive en países comprometidos con alguna forma de
reparto étnico de poder ha pasado de ser un 25% a aproximadamente 50%. A algu-
nos grupos se les ha otorgado una normatividad autónoma, por ejemplo, los habitan-
tes de Acsh en Indonesia y las comunidades aimara y quechua en Bolivia. Mientras
tanto, las operaciones mundiales de la onu para la preservación de la paz ayudan a
evitar que estallen nuevas hostilidades entre grupos antagónicos, y los esfuerzos por
promover la democracia sensibilizan a los gobiernos respecto de las minorías, lo que
ha ido convenciendo a estos grupos de dirimir sus diferencias en las urnas, en vez de
en el campo de batalla.
Los datos también revelan que el número de grupos étnicos en rebeldía solo
ha crecido en el Medio Oriente. Fuera de esa región, la tendencia avanza en la
dirección opuesta. A mediados de la década de 1990, cerca del 3% de la pobla-
ción promedio de un país estaba compuesta por grupos que se rebelaban contra
el gobierno; hoy, esa proporción se redujo a aproximadamente la mitad. Además,
de una comparación mundial de las concesiones hechas a varios grupos étnicos en
términos de derechos, autonomía y participación en el poder, se desprenden prue-
bas sólidas de que estas acciones han ayudado a impedir nuevos conflictos y ter-
minar con los viejos. Por mucho, los esfuerzos posteriores a la Guerra Fría para
mantener a raya el nacionalismo étnico y evitar la guerra han funcionado relati-
vamente bien.
Pese a todo, de tiempo atrás hay señales de que es demasiado pronto para decla-
rar la victoria sobre el nacionalismo étnico. Desde el cambio de milenio, los partidos
populistas de derecha han ganado fuerza en Europa. En 2005, el intento de estable-
cer una constitución para la Unión Europea fue detenido por los votantes franceses y
holandeses, lo que indica que los europeos todavía se sentían muy celosos de su iden-
tidad nacional. En 2008, la crisis financiera comenzó a socavar la confianza en la glo-
balización (y a debilitar a la Unión Europea). Los levantamientos que sacudieron al
mundo árabe, iniciados a finales de 2010, en vez de señalar la expansión de la demo-
cracia, trajeron inestabilidad y conflictos.
En los siglos xix y xx el nacionalismo avanzó en oleadas, y es poco probable que
la ola actual haya terminado de inundar el mundo. Además, llega en un momento
en que los bastiones que han impedido los conflictos parecen ceder: las democracias
retroceden en todo el mundo y los fondos para mantener la paz se encuentran otra
vez bajo presión. Desde su origen, el nacionalismo étnico ha traído consecuencias vio-
lentas. Hay muchos motivos para preocuparse de que el brote actual también lo haga.
colapso de la Unión Soviética como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo”, el pre-
sidente ruso Vladimir Putin anexó Crimea e invadió la región oriental de Ucrania,
y se justificó apelando a la unificación de la nación rusa. El presidente turco Recep
Tayyip Erdogan ha insistido en la pasada gloria del Imperio otomano para extender
la influencia de su país mucho más allá de sus fronteras actuales. El primer minis-
tro húngaro Viktor Orban invocó en forma similar al Imperio de los Habsburgo
cuando aceptó la ayuda rusa para respaldar las milicias de la minoría húngara dentro
de Ucrania que defienden el separatismo.
Es muy probable que el nacionalismo étnico provoque una guerra civil, pero tam-
bién puede desatar una guerra entre Estados al alentar a sus líderes a hacer invocacio-
nes nacionales que acentúan las tensiones con otros países. Esta dinámica ha operado
en las disputas entre Armenia y Azerbaiyán, la India y Pakistán, y Grecia y Turquía.
Los investigadores han reunido pruebas de que la desigualdad política vinculada a
lo étnico empeora las cosas: cuando los líderes etnonacionalistas creen que en países
vecinos las comunidades de su misma sangre están siendo maltratadas, se sienten más
inclinados a ir en su rescate con la fuerza militar.
Además, estos líderes etnonacionalistas son hostiles a las organizaciones interna-
cionales que defienden los derechos de las minorías, la gobernanza multiétnica y el
compromiso. Para ellos, los llamados a repartir el poder contradicen el dominio legí-
timo de su grupo étnico. Les parece que la protección de los derechos humanos y el
Estado de derecho, así como las intervenciones humanitarias tales como los opera-
tivos para el mantenimiento de la paz, constituyen amenazas directas a sus agendas
etnonacionalistas, de modo que intentan socavarlas. Rusia explícitamente ha inten-
tado debilitar el Derecho Internacional y las instituciones internacionales con el fin de
crear más espacio para su propio proyecto de ocupación en Crimea. Israel ha hecho lo
mismo al servicio de su ocupación de Cisjordania. Trump, que exigió que se termina-
ran las sanciones de Estados Unidos a Rusia y mudó la embajada estadounidense de
Tel Aviv a Jerusalén, ha apoyado estos impulsos etnonacionalistas, lo que erosiona el
consenso de posguerra que limitaba los conflictos étnicos.
Si todos estos son factores de riesgo para que el nacionalismo étnico desemboque
en un conflicto, ¿en dónde prevalecen hoy? El análisis estadístico indica que los países
con diversidad étnica, pero aún relativamente pacíficos, que se encuentran en mayor
peligro de caer en la violencia son Etiopía, Irán, Pakistán y la República del Congo. Se
trata de países en desarrollo con historias de conflictos en los que las minorías enfren-
tan discriminación y exclusión del poder.
El riesgo de conflictos en los países desarrollados es mucho menor, pero aun allí
el nacionalismo étnico podría amenazar la paz. En España, el surgimiento del nuevo
partido populista de derecha Vox ha presionado a los dos partidos de centroderecha, el
Partido Popular y Ciudadanos, para que estén todavía menos dispuestos a comprome-
terse con los nacionalistas catalanes, lo que prepara el escenario para un largo estan-
camiento si Madrid endurece sus medidas represivas. En Irlanda del Norte, el brexit
podría llevar nuevamente a la imposición de controles aduaneros en la frontera con la
República de Irlanda, un acontecimiento que trastocaría el acuerdo que ha mantenido
la paz desde 1998. En Europa del Este, el regreso del nacionalismo étnico amenaza
con despertar conflictos olvidados: las disputas interestatales que fueron detenidas
primero por la Unión Soviética y luego por la Unión Europea. Aparte del estallido de
nuevas guerras, el debilitamiento de la presión liberal para que se comparta el poder
y se respeten los derechos de las minorías envalentonará a los etnonacionalistas para
que perpetúen los conflictos existentes, en particular, los de larga duración en Israel,
Myanmar y Turquía. En todo el mundo, luego de 7 décadas de avance continuo hacia
la paz, la tendencia podría empezar a revertirse.
E
l secesionismo está en apogeo en todo el mundo, desde la costa mediterrá-
nea de España hasta los Estados isleños del Pacífico Sur. En 1915, había 8
movimientos independentistas. En 2015, eran 59. Una explicación es que
ahora hay más países de los cuales separarse, pero incluso si se toma eso en cuenta,
la tasa del secesionismo se ha más que duplicado durante el último siglo.
Ahora bien, aunque hay más grupos separatistas, pocos recurren a la violencia.
Como los secesionistas quieren formar parte del exclusivo club de los Estados, pres-
tan mucha atención a las señales que envían los principales países y organizaciones
que marcan cómo deben comportarse. Hasta ahora, esas señales los han disuadido
de recurrir a la violencia (y, si la emplean, han tenido más cuidado de evitar muer-
tes de civiles) o de independizarse unilateralmente. Por ejemplo, las fuerzas kurdas
en Irak y Siria se esfuerzan por no matar civiles y han ofrecido su ayuda a las poten-
cias de Occidente que combaten al Estado Islámico. Somalilandia, que se separó
de Somalia a principios de la década de 1990, colabora discreta y eficazmente con
los países que intentan acabar con la piratería en el golfo de Adén. Y en Cataluña y
Escocia, hace tiempo que los movimientos independentistas han preferido los refe-
rendos y las negociaciones a las declaraciones unilaterales.
Este buen comportamiento prácticamente no ha sido recompensado. En la gue-
rra contra el Estado Islámico, Estados Unidos y Turquía se han apresurado a impedir
que se toque el tema de un Kurdistán independiente. Ningún país ha reconocido a
Somalilandia como Estado. Y el gobierno de España declaró ilegal el referendo sobre
la independencia de Cataluña e ignoró el resultado. En contraste, el miembro más
nuevo del club de los Estados, Sudán del Sur, obtuvo el reconocimiento internacional
a pesar de sus violaciones flagrantes al Derecho Internacional y los derechos huma-
nos durante su lucha independentista.
JUEGO LIMPIO
A diferencia de los grupos que buscan derrocar al gobierno central o saquear recursos,
los secesionistas necesitan el reconocimiento internacional para alcanzar sus objeti-
vos. Por tal motivo, lo que dicen las organizaciones internacionales y las grandes eco-
nomías acerca del secesionismo tiene relevancia. La onu ha expresado su preferencia
porque los movimientos independentistas no recurran a métodos violentos, y todo
parece indicar que los secesionistas la han escuchado. Aunque los movimientos separa-
tistas representan una proporción creciente de los grupos rebeldes en las guerras civi-
les, el porcentaje de los secesionistas enfrascados en guerras ha disminuido. Cada vez
más movimientos secesionistas empiezan de manera totalmente pacífica, y separatistas
otrora violentos han abandonado su beligerancia. Desde 1949, y en comparación con
Así, mientras los Estados se han mostrado reacios a aceptar las declaraciones
de independencia unilaterales, un dictamen reciente de la Corte Internacional de
Justicia (cij) cuestionó esa posición inveterada. En 2010, la Corte emitió una opi-
nión consultiva respecto de la legalidad de la declaración de independencia de
Kosovo y señaló que las declaraciones de independencia en general, y la de Kosovo
en particular, no son ilegales conforme al Derecho Internacional. Muchos juristas
internacionales (y los propios kosovares) argumentan que la opinión de la cij no
sentó un precedente vinculante. Sin embargo, otros Estados potenciales —como
Nagorno Karabaj (que declaró su independencia de Azerbaiyán en 1991), Palestina,
la República Srpska (una región semiautónoma dentro de Bosnia y Herzegovina)
y Transnistria (una unidad territorial autónoma dentro de Moldavia)— han indi-
cado que sí ven un precedente en esa opinión y que, por lo tanto, abre camino para
futuras declaraciones unilaterales de independencia.
En 2017, dos grupos secesionistas tantearon ese terreno. Hasta hace poco, el
Kurdistán iraquí había andado con pies de plomo en torno al tema de declarar su
independencia. Sin embargo, en septiembre de 2017 el gobierno kurdo celebró un
referendo a pesar de las recomendaciones en contrario de los aliados extranjeros,
incluido Estados Unidos, cuyo resultado fue el voto del 93% de los kurdos a favor de
la independencia (aunque muchos renuentes a independizarse boicotearon la vota-
ción). La respuesta regional no se hizo esperar: Irak bloqueó las rutas aéreas a Erbil,
la capital del Kurdistán iraquí, e Irán y Turquía, que han combatido a los grupos
separatistas kurdos, mandaron tropas a la frontera de la región.
Los separatistas catalanes también renunciaron hace poco a su reticencia histórica a
declararse formalmente independientes, nacida del temor a que hacerlo no tuviera una
buena acogida en el exterior. Por tal renuencia, fue una sorpresa que el Expresidente
de Cataluña, Carles Puigdemont, decidiera proclamar la independencia después de
que los catalanes votaron en el referendo de octubre de 2017 a favor de separarse
de España. Lo que no sorprendió tanto fue el repliegue instantáneo de Puigdemont.
En el mismo discurso en el que declaró la independencia, también suspendió la
declaración con el fin de dar cabida a las negociaciones con el gobierno de España,
otros países y distintas organizaciones. A pesar de este giro de 180 grados, funcio-
narios europeos criticaron la declaración y el gobierno español, que consideró ile-
gales tanto el referendo como la declaración, intentó detener a Puigdemont (ahora
exiliado en Alemania) por cargos de rebelión. A pesar de la opinión de la cij,
la aversión internacional a las declaraciones de independencia unilaterales es más
firme que nunca.
caso del Kurdistán iraquí y de Somalilandia. Ambos territorios están bien gober-
nados, sobre todo en comparación con muchos de sus vecinos. Sus gobiernos
recaudan impuestos, proporcionan servicios de salud e incluso sostienen relacio-
nes internacionales en la medida de lo posible. Sus milicias han evitado casi siem-
pre los objetivos civiles, lo que no puede decirse de grupos aledaños como el
Estado Islámico y Al Shabab. No obstante, ninguno de los dos gobiernos ha reci-
bido reconocimiento internacional, lo que les impide proporcionar muchos de los
servicios que cabría esperar de un país moderno. Por ejemplo, no pueden emitir
visas ni ofrecer a sus residentes una identidad postal reconocida que les permiti-
ría recibir y mandar correspondencia al extranjero.
Tal parece que el mal comportamiento tiene más probabilidades de lograr el
reconocimiento internacional. Durante la guerra de independencia de Sudán del
Sur, las facciones en pugna dentro del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán,
el ala militar del movimiento de independencia del sur, atacó a civiles de los gru-
pos étnicos que consideraban alineados con el bando contrario. La brutalidad de sus
tácticas de asesinato, violación y tortura solo encuentran igual en las empleadas por
el represor gobierno central de Sudán. Las autoridades de Sudán del Sur tampoco
reciben calificación aprobatoria en los aspectos más básicos de gobernanza: nunca
han estado en capacidad de alimentar a la población de Sudán del Sur ni de brin-
dar servicios de salud sin la ayuda interna-
cional. Sin embargo, ninguno de estos fallos
impidió que los partidarios internacionales Los secesionistas entienden
de Sudán del Sur, incluido Estados Unidos,
abogaran por la independencia del país.
las desventajas políticas
La experiencia de Sudán del Sur es impor- de violar el derecho
tante en parte porque los secesionistas están internacional humanitario.
más atentos ahora a la política internacional
y algún día podrían llegar a la conclusión de
que jugar limpio no merece la pena. Los secesionistas cada vez están más en con-
tacto entre sí, muchas veces con la ayuda de organizaciones no gubernamentales.
La Organización de Naciones y Pueblos No Representados proporciona a grupos
—muchos de ellos secesionistas— que no encuentran representatividad oficial en
las grandes organizaciones internacionales, un foro en el que sus miembros celebran
reuniones para compartir información y estrategias. Geneva Call, una organización
humanitaria con sede en Suiza, está en comunicación habitual con grupos armados
no estatales para que conozcan el derecho internacional humanitario y se pongan
en contacto entre ellos, a modo de que cumplan mejor con las leyes de la guerra.
Aunque ambas organizaciones no gubernamentales instan a los separatistas a seguir
las normas democráticas y humanitarias, el trato frecuente que facilitan también les
permite intercambiar información sobre qué estrategias han funcionado y cuá-
les no. Con esto, bien podrían llegar a la conclusión de que el buen comportamiento
no ha rendido frutos y constatar que los separatistas revoltosos no han sido
castigados.
Orden de Malta, una organización militar religiosa que es la única entidad soberana
sin territorio, tiene delegaciones en la Unión Africana y el Comité Internacional de
la Cruz Roja, además de una misión permanente de observadores en la onu.
Otra opción podría ser descentralizar más el proceso de reconocimiento. Varios
países ya reconocen a Kosovo y Palestina. Y la ciudad de Erbil tiene varios consula-
dos y oficinas de representación de organizaciones internacionales y organizaciones
no gubernamentales, lo que constituye una forma tácita de reconocimiento.
En cada caso, las grandes potencias tendrán que ponderar los beneficios de un
reconocimiento blando con las preocupaciones de índole política. Sin importar qué
tan bien esté gobernado el Kurdistán, por ejemplo, la independencia siempre será una
posibilidad remota debido a la dispersión de la población kurda en cuatro países veci-
nos, casi siempre antagónicos. Y como China y Rusia, ambas miembros permanentes
del Consejo de Seguridad de la onu, enfrentan sus propios movimientos secesionis-
tas, es muy improbable que cedan en los principios fundamentales de soberanía de
los Estados e integridad territorial. Pero ofrecer algunos alicientes podría ayudar a
la población de esos lugares y también beneficiaría a los aliados regionales. Emiratos
Árabes Unidos y Etiopía, por ejemplo, están invirtiendo más de 400 millones de
dólares en un puerto y una base militar en Somalilandia, a pesar de la resistencia
del gobierno somalí, reconocido internacionalmente. Si Somalilandia fuera miembro del
omgi del Banco Mundial, podría atraer más financiamiento externo, ya que los inver-
sionistas recibirían cierta protección del exterior.
Los grupos secesionistas más fuertes, como el gobierno de Somalilandia, los kur-
dos iraquíes y los catalanes, parecen ser los más sensibles a la presión internacional
porque se consideran los candidatos más probables al reconocimiento mundial. Por
ejemplo, los separatistas catalanes no incurrieron en actos violentos a pesar incluso
de las medidas severas de Madrid después del referendo sobre la independencia cele-
brado en 2017. Pero si llegaran a creer que el buen comportamiento no será recom-
pensado, por lo menos algunos de estos grupos secesionistas recurrirán a la violencia
y, tal vez, al terrorismo.
La frustración continua de los grupos secesionistas no les impedirá persistir en sus
propósitos. Los partidarios del secesionismo suelen encarar una decisión difícil: que-
darse con familiares y amigos en un territorio relativamente bien gobernado, pero
blanco de las fuerzas gubernamentales, o cruzar la frontera secesionista putativa y enca-
rar la posibilidad de sufrir discriminación y aislamiento. Muchos de los que se sienten
parte de un movimiento se negarán a abandonarlo, a pesar de la desaprobación inter-
nacional. Aislar a estos gobiernos potenciales y dar a sus ciudadanos motivo para sen-
tirse maltratados por el sistema internacional trae muy malas consecuencias. Por ende,
encontrar mejores maneras de lidiar con el secesionismo atañe tanto a los principales
países y organizaciones internacionales, como a los propios secesionistas.
Con máscaras para protegerse del coronavirus, una pareja de recién casados y sus
familiares posan para la fotografía del recuerdo de su boda, celebrada el 24 de febrero
de 2020 en el distrito de Tsim Sha Tsui, Hong Kong. El brote de covid-19 inició
en Wuhan, China, donde se trató de contener para evitar su propagación mundial,
lo que inevitablemente ha ocurrido, aunque de manera paulatina.
La guerra comercial
imposible de ganar
En el enfrentamiento entre China y Estados
Unidos, pierden sobre todo los estadounidenses
Weijian Shan
A
finales de junio de 2019, los líderes de China y Estados Unidos anuncia-
ron en la cumbre del g-20 en Osaka, Japón, que habían encontrado una
salida a su guerra comercial. El Presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, declaró que ambas partes habían “retomado” las negociaciones. Suspendió
los nuevos aranceles a bienes chinos y levantó las restricciones que impedían a las
empresas estadounidenses vender a Huawei, el gigante chino de telecomunicacio-
nes que estaba en la lista negra. Los mercados repuntaron y los medios de comu-
nicación publicaron que se trataba de un “cese al fuego”.
El supuesto cese al fuego fue un espejismo, uno de los muchos que han marcado
las idas y vueltas de la diplomacia entre Beijing y Washington. Seguía habiendo nove-
dades en el frente comercial; las armas nunca dejaron de dispararse. En septiembre
de 2019, luego de un verano de acalorada retórica, el gobierno de Trump incrementó
los aranceles a más importaciones chinas equivalentes a 125 000 millones de dóla-
res. China respondió imponiendo aranceles adicionales a bienes estadounidenses por
75 000 millones de dólares. Si Estados Unidos impone más aranceles, al grado de que
el valor total de los bienes chinos sujetos a aranceles punitivos supere el medio billón
de dólares, representaría casi el total de todas las importaciones chinas, además de
que cabría esperar que las represalias chinas abarquen 69% de sus importaciones
de Estados Unidos. Si se materializan todas estas amenazas, la tasa promedio de aran-
celes a las importaciones estadounidenses de bienes chinos sería de alrededor de 24%,
mientras que hace 2 años era de aproximadamente 3%, y la tasa de las importaciones
chinas de bienes estadounidenses sería casi de 26%, frente a la tasa promedio del 6.7%
que tiene China con todos los demás países.
Los contendientes en esta guerra comercial todavía podrían dar un paso atrás.
Ha habido más de una docena de rondas de negociaciones de alto nivel sin perspec-
tivas de acuerdo. Trump piensa que los aranceles van a convencer a China de ceder
y cambiar sus prácticas comerciales, supuestamente injustas. China podría transigir
en algunos temas, como comprar más bienes estadounidenses, abrir más sus merca-
dos a las empresas de Estados Unidos y mejorar la protección de la propiedad inte-
lectual, a cambio de la eliminación de todos los nuevos aranceles, pero no va a ceder
tanto como exige el gobierno de Trump. Mientras tanto, China espera que sus repre-
salias provoquen suficiente daño económico a Estados Unidos para que Washington
reconsidere su posición.
Las cifras indican que Washington no está ganando su guerra comercial. Aunque
el crecimiento económico de China se ha lentificado, los aranceles han golpeado más
a los consumidores estadounidenses que a los chinos. Con el riesgo de una recesión a
la vuelta de la esquina, Trump debe reconocer el hecho de que su enfoque actual pone
en peligro la economía estadounidense y plantea una amenaza al sistema de comer-
cio internacional, además de que no ha servido para reducir el déficit comercial que
tanto aborrece.
Trump podría abandonar esta política autodestructiva, pero la competencia entre
Estados Unidos y China va a continuar después de su mandato. El tipo de cobertura
que se le da al conflicto lo hace parecer un choque de personalidades: los caprichos
de Trump contra la implacable voluntad del presidente chino Xi Jinping y el Partido
Comunista de China. Sin embargo, esta fricción es sistémica. Los costos actuales de
la guerra comercial reflejan las realidades estructurales de la relación entre las econo-
mías china y estadounidense. Vale la pena seguirle el rastro a esa dinámica en tanto
los dos grandes poderes tratan de encontrar un nuevo equilibrio, aunque sea irregu-
lar, para los años por venir.
Al menos dos motivos explican por qué las exportaciones chinas a Estados Unidos
no han caído tanto como el gobierno de Trump esperaba. Uno es que no hay bue-
nos sustitutos para muchos de los productos que Estados Unidos importa de China,
tales como iPhones y drones de uso personal, de modo que los compradores estado-
unidenses están obligados a absorber los aranceles en la forma de precios más altos.
La otra razón es que, a pesar de los titulares recientes, buena parte de la manufactura
de bienes destinados a Estados Unidos no va a dejar China en el corto plazo, dado
que muchas empresas dependen de cadenas de suministro locales (por ejemplo, en
2012 Apple intentó trasladar la fabricación de su computadora de lujo Mac Pro de
China a Texas, pero lo impidió la dificultad para conseguir las diminutas tuercas que
requería).
Algunas industrias orientadas a la exportación están dejando China, pero no por
Estados Unidos. Según una encuesta realizada en mayo de 2019 por la Cámara de
Comercio de Estados Unidos en Shanghái, menos de 6% de los empresarios esta-
dounidenses en China planea regresar a su país.
Entre tanto, 60% de las empresas de Estados
Beijing ha sido mucho más Unidos dijeron que se quedarían en China.
capaz que Washington para El daño a la economía por el lado de las
importaciones es todavía más drástico para
minimizar el sufrimiento Estados Unidos que para China. Economistas
de sus consumidores del Banco de la Reserva Federal de Nueva York
y otras instituciones revelaron que en 2018 los
y su economía. aranceles no sirvieron para forzar a los exporta-
dores chinos a reducir sus precios; en cambio,
todo el costo de los aranceles cayó sobre los consumidores estadounidenses. A medida
que los aranceles eleven los precios de los bienes importados de China, los consumi-
dores estadounidenses van a optar por comprar sustitutos (cuando haya) de otros
países, que podrían ser más caros que las importaciones chinas originales, pero más
baratos que los mismos bienes después de los aranceles. La diferencia de precio entre
las importaciones previas a los aranceles y estos sustitutos de un tercer país consti-
tuye lo que los economistas llaman una “pérdida de peso muerto” para la economía.
Los economistas reconocen que la pérdida económica por peso muerto causada
por los aranceles de 200 000 millones de dólares a las importaciones chinas alcanza
los 620 dólares por hogar, o cerca de 80 000 millones de dólares anuales. Esto repre-
senta cerca del 0.4% del pib estadounidense. Si Estados Unidos continúa expan-
diendo su régimen de aranceles tal como lo tiene previsto, la pérdida será de más del
doble de esta cifra.
Mientras tanto, los consumidores chinos no están pagando mayores precios por las
importaciones estadounidenses. Un estudio del Instituto Peterson para la Economía
Internacional muestra que, desde inicios de 2018, China ha elevado su tasa promedio
de aranceles a las importaciones estadounidenses de 8% a 21.8% y ha bajado la tasa
promedio de aranceles a todos sus otros socios comerciales de 8% a 6.7%. China solo
impuso aranceles a productos estadounidenses que pueden remplazarse con bienes de
otros países a precios similares. De hecho, bajó las obligaciones para aquellos produc-
tos estadounidenses que no podían comprarse más baratos a otros países, tales como
los semiconductores o los farmacéuticos. En consecuencia, los precios de las importa-
ciones chinas por los mismos productos han bajado en lo general, pese a los aranceles
más elevados de las importaciones estadounidenses.
Las astutas previsiones de Beijing quedan bien ilustradas con el ejemplo de las
langostas. china impuso un arancel de 25% a las langostas estadounidenses en julio
de 2018, lo que precipitó una caída de 70% en la exportación estadounidense de este
insumo. Al mismo tiempo, Beijing redujo 3% los aranceles a las langostas canadienses
y, como resultado, las exportaciones canadienses de langostas a China se duplicaron.
Los consumidores chinos ahora pagan menos por langostas importadas de práctica-
mente las mismas aguas.
EL INELUDIBLE DÉFICIT
Beijing ha sido mucho más capaz que Washington para minimizar el sufrimiento de
sus consumidores y su economía. Entre tanto, la guerra comercial sería más acepta-
ble para Washington si su confrontación con China sirviera para alcanzar las metas
de Trump. El Presidente piensa que China “estafa” a Estados Unidos. Quiere reducir
todo el déficit comercial estadounidense cambiando las prácticas comerciales chinas.
Sin embargo, imponer aranceles a las importaciones chinas ha tenido el efecto para-
dójico de inflar el déficit comercial total de Estados Unidos que, según la Oficina del
Censo de ese país, aumentó 28 000 millones de dólares durante los primeros 7 meses
de 2019, respecto del mismo periodo del año anterior.
La verdad incómoda para Trump es que los déficits comerciales de Estados Unidos
no son el resultado de prácticas de sus socios comerciales, sino de los propios hábitos
de gasto de Estados Unidos. El país ha operado un persistente déficit comercial desde
1975, tanto en lo general como con la mayoría de sus socios comerciales. Durante los
últimos 20 años, el gasto interno de Estados Unidos siempre ha excedido al pib, lo
que arroja un saldo negativo de las exportaciones netas o un déficit comercial. El
monto del déficit ha cambiado con el tiempo, pero se ha sostenido entre el 3% y
el 6% del pib. Trump quiere impulsar las exportaciones estadounidenses para reducir el
déficit, pero las guerras comerciales traen inevitablemente represalias que producen
una disminución significativa de las exportaciones. Además, incrementar el volumen
de las exportaciones no necesariamente reduce los déficits comerciales, a no ser que
venga con una reducción del gasto del país en términos de consumo e inversión. El
camino correcto para disminuir un déficit comercial es hacer crecer la economía más
rápidamente que los gastos internos concurrentes, algo que solo puede lograrse con
innovación y productividad. Una guerra comercial provoca lo opuesto: daña la eco-
nomía, obstruye el crecimiento y dificulta la innovación.
Incluso una capitulación total de China en la guerra comercial no haría mella en el
déficit comercial total de Estados Unidos. Si China compra más de Estados Unidos,
adquirirá menos de otros países, que entonces trasladarían la diferencia a Estados
EL LADO POSITIVO
La guerra comercial de Trump no parece buscar simplemente la reducción del déficit
comercial. Más bien, su gobierno considera que los aranceles son un medio para fre-
nar el ascenso económico chino y comprobar la capacidad de crecimiento de su com-
petidor geopolítico. En el fondo de esta maniobra está la idea de que el sistema chino
de intervención gubernamental en las actividades económicas representa una ame-
naza sin igual para Estados Unidos. Robert Lighthizer, el Representante Comercial
estadounidense, ha insistido en que el propósito de los aranceles es presionar a China
para que revise su forma de hacer negocios.
Irónicamente, es el sector privado chino el que se ha visto más golpeado por la
guerra comercial, pues genera 90% de las exportaciones chinas (43% de las cuales son
de empresas extranjeras). Si la guerra comercial persiste, debilitará al sector privado.
China podría estar dispuesta a comprar grandes cantidades de bienes estadouniden-
ses como parte de un acuerdo. Sin embargo, semejantes adquisiciones solo puede
hacerlas el gobierno, no el sector privado. Estados Unidos debe reconocer que, de
lograr semejante compromiso, básicamente estaría forzando al gobierno chino a man-
tener una presencia importante en los asuntos económicos. La política comercial del
gobierno de Trump amenaza con socavar sus propios objetivos.
Los funcionarios estadounidenses deberían reconsiderar su análisis de la econo-
mía china. Pensar que existe un solo “modelo chino” de desarrollo económico, que
representa una alternativa y una amenaza al sistema de libre mercado, es un sinsen-
tido ahistórico. China ha logrado un rápido crecimiento en los últimos 40 años, se ha
alejado del antiguo sistema de control estatal de la economía y ha adoptado el de mer-
cado. Hoy, el mercado desempeña un papel decisivo en la distribución de los recursos
y el sector privado representa más de dos tercios de la economía.
Sin embargo, el sector controlado por el gobierno sigue siendo demasiado grande,
ineficiente, derrochador y arcaico, y es más un tormento que una oportunidad para la
economía. También es una fuente de fricciones crecientes entre China y Occidente,
que teme, con razón, que el gobierno chino subsidie y apoye una competencia injusta que
beneficie a las empresas estatales. Esta situación tiene que cambiar, tanto para China
como para sus socios comerciales.
Para que China mantenga su dinámica de crecimiento económico, debe hacer
reformas estructurales en su economía orientadas hacia un sistema de mercado más
abierto y libre. De lo contrario, su crecimiento llegará a un tope y su ascenso se trun-
cará. Los negociadores estadounidenses deberían presionar a China para que recorte
aún más su sector estatal, garantice un acceso equitativo al comercio y la inversión en
sus mercados y establezca un mejor régimen de protección de la propiedad intelec-
tual. Estas medidas acelerarían la reforma que comenzó en China hace 40 años, la cual
trajo el ascenso de un vibrante sector privado chino y la integración económica del
país en el mercado mundial. Acelerar este proceso no será fácil y deberán enfrentarse
resistencias de intereses particulares en China. Sin embargo, los cambios beneficiarán
al país y a sus socios comerciales, entre ellos, Estados Unidos. Beijing y Washington
deberían compartir estos objetivos en sus negociaciones comerciales. Si alcanzan estas
metas, ambas partes ganarán la guerra comercial.
Es en beneficio de ambos países alejarse del pensamiento de suma cero y ponerle
fin a la desvinculación actual con la que amenaza la guerra comercial. El mejor
camino para avanzar no es aumentar, sino derribar las barreras existentes y abrir más
el comercio. Para mantener su primacía mundial y su liderazgo tecnológico, Estados
Unidos necesita a China, el mayor mercado de consumo y de más rápido crecimiento
en el mundo. Para sostener el ímpetu de su ascenso económico, China necesita rea-
lizar más reformas y continuar abriéndose al mercado mundial. En última instancia,
una combinación de cooperación y competencia dentro del sistema reglamentado lle-
vará a una mayor prosperidad para ambos Estados y para la economía mundial, como
todos los países comerciantes han aprendido a lo largo de la historia.
E
s un lugar común afirmar que Brasil y México son, al mismo tiempo, tan
parecidos y tan diferentes. Esta aseveración adquiere visos de verdad si
observamos que los fenómenos sociales y políticos recientes discurren de
manera paralela, pero con diferente sentido. Acontecimientos como los escándalos
de corrupción de la clase política tradicional, la pauperización generalizada y la
persistente violencia criminal terminaron por polarizar a las sociedades brasileña
y mexicana, que decidieron seguir un nuevo derrotero político. Coincidentemente,
en ambos países la retórica se inclinó hacia el ensalzamiento de los sectores popu-
lares. En Brasil surgió un populismo de derecha legitimado en la destrucción del
poder establecido creado por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (pt) y
en la denuncia de los excesos de sus políticas sociales. En contraste, México optó
por una izquierda que enarbolaba la destrucción del poder establecido neoliberal,
ejemplificado en dispendios indecorosos y en una apatía ante las causas de la jus-
ticia social. Conviene reconocer que en este clima de crispación política, la alter-
nancia fue pacífica, por lo que ambos países evidenciaron su madurez política.
Así, en Brasil el cambio político representa una nueva realidad que pugna por
el regreso de una retórica autoritaria, incluso si esto significa contraponerse a algu-
nos valores democráticos. En los últimos lustros, el país transitó de un gobierno pro-
gresista de izquierda, cuyo proyecto de nación se sustentaba en políticas sociales que
buscaban atenuar las desigualdades económicas, a uno conservador y elitista, cuyo
discurso se basa en la exclusión de las minorías sociales. Esta es la imagen que Jair
Bolsonaro proyecta como jefe de Estado.
Jintao, tenían el fin de contrarrestar las hipótesis de la amenaza china. Para reforzar
la posición y la percepción pacífica de China en el mundo, en el sexagésimo aniversa-
rio de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica, en junio de 2014, Xi Jinping ase-
guró que China no interfiere en los asuntos internos de otros Estados “ni impone su
voluntad a otros. Nunca buscará la hegemonía por más fuerte que pueda llegar a ser”,
con la intensión de descartar un choque de civilizaciones.
China prefiere un lenguaje universal e integracionista, como la promoción del
concepto estratégico del “sueño chino” y el “destino común para la humanidad y la
paz y la estabilidad duraderas”. El Presidente chino aboga por la diplomacia multi-
lateral, mientras que Bolsonaro prefiere el diálogo bilateral acompañado de un dis-
curso excluyente. Aunque China es el primer socio comercial de Brasil y la balanza
comercial favorece a este último, desde los inicios del siglo xxi, y a pesar de los cam-
bios y las rupturas que pueden preverse en la Asociación Estratégica Global sinobra-
sileña establecida en 2012, China seguirá siendo
de importancia vital para Brasil. Esta interde-
pendencia impide que el actual gobierno rompa Xi aboga por la diplomacia
completamente sus relaciones con China. En multilateral, mientras
los primeros meses de su gobierno, tras visi-
tar Chile, Estados Unidos e Israel, el presidente que Bolsonaro prefiere
Bolsonaro realizó un viaje de Estado a China a el diálogo bilateral
finales de octubre de 2019.
No obstante, las nuevas señales de acerca- acompañado de un discurso
miento político no han tardado en aparecer. A excluyente.
finales de mayo de 2019, el Vicepresidente bra-
sileño, el general Hamilton Mourão, se reunió
por primera vez con el presidente Xi, quien insistió en que los países se vieran “como
socios” para “la multipolarización mundial”, en un cordial gesto simbólico que invitó a
revaluar la relación bilateral y buscar apoyos afines en un entorno de choques geopo-
líticos con la superpotencia. Fue la primera reunión oficial del gobierno de Bolsonaro
con China en la que el protocolo no marcaba un encuentro con el máximo líder chino;
sin embargo, los símbolos y el lenguaje son de suma importancia. Que Xi haya recibido
pomposamente a Mourão en el Palacio del Pueblo es una declaración de que Brasil
sigue siendo un elemento importante en las pretensiones chinas de expansión mun-
dial. Como respuesta, Brasil también ha dado señales de querer afianzar la relación
bilateral. Mourão catalogó a China como un “socio estratégico fiable y de confianza”. A
finales de junio de 2019, en el marco del g-20, en Osaka, Japón, aunque el presidente
Bolsonaro tenía el interés de reunirse con su colega chino para “deshacer malentendi-
dos”, de acuerdo con la prensa el encuentro no se concretó por el retardo de la delega-
ción china. Cabe señalar que los canales de interlocución política siguen activos.
El discurso del ejercicio de poder del gobierno de Bolsonaro ha cambiado respecto
del discurso electoral antichino. Pareciera que Brasil retoma la relación estratégica
general con China, pero con salvedades. El actual gobierno brasileño podría no res-
paldar incondicionalmente proyectos o decisiones multilaterales de China. Persisten
ambigüedades sobre las relaciones que establecerán en el corto plazo, de modo que
queda en duda si el gobierno brasileño le otorgará o no mayor margen de maniobra a
la empresa Huawei para la expansión de las redes 5g en el país. Pese a la oposición de
Trump, el proceso de globalización no se ha frenado. En agosto de 2019, Huawei deci-
dió construir en los próximos 3 años otra fábrica en São Paulo con una inversión de
800 millones de dólares.
La política exterior de China hacia Brasil en materia económica y comercial ha
sido más diversa: promueve el libre comercio, las inversiones en infraestructura y
energía, los préstamos financieros y la conectividad tecnológica. Para Brasil, China
se ha convertido en el actor clave de su economía, pues en 2009 desbancó a Estados
Unidos como su primer socio comercial y su mercado principal. Sin tener un tratado
de libre comercio, los Estados se pueden apoyar mutuamente y, aún más, profundi-
zar sus interacciones económicas. De hecho, la relación comercial sinobrasileña tiene
un papel central en la recuperación de la crisis económica de Brasil. Con el proyecto
hegemónico de la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda, Brasil podría
profundizar la relación económica y tecnológica con China.
Desde 2003, la relación comercial con Beijing se ha vuelto estrecha. Tradicio-
nalmente, la balanza comercial favorece a la economía brasileña, salvo en la crisis eco-
nómica mundial de 2007 y 2008, cuando resultó negativa. Entre 2009 y 2015 se revirtió
la tendencia y se alcanzó cierto equilibrio entre las exportaciones y las importaciones.
Empero, ese equilibrio tiende a romperse desde 2016. Brasil ha logrado un avance
comercial significativo frente a China. En 2018, la balanza comercial fue negativa para
China: Brasil importó 34 730 millones de dólares y exportó casi el doble, 64 205 millo-
nes de dólares. El comercio total aumentó a 98 935 millones de dólares en 2018, lo que
constituye una de las relaciones comerciales bilaterales más dinámicas e importantes
de la región.
¿Por qué los nexos comerciales sinobrasileños se han profundizado recientemente?
¿Qué repercusiones tiene la disputa comercial entre China y Estados Unidos en el
mercado de las materias primas brasileñas? ¿Qué acciones han emprendido Brasil y
China en esta situación adversa? Los lazos comerciales se han profundizado gracias a
la disputa comercial declarada por el gobierno de Trump a China, y por el auge y la
demanda de las materias primas estratégicas para el desarrollo económico de Beijing:
soya y hierro. China respondió aumentando los aranceles a la soya estadounidense. La
crisis puede ser vista como una oportunidad estratégica coyuntural para Brasil y China,
pero con el objetivo de que su relación se intensifique y refuerce a largo plazo: China
incrementa su presencia en Latinoamérica y Brasil reactiva su economía. El cambio de
proveedor de soya de Estados Unidos a Brasil ha beneficiado sustancialmente a los pro-
ductores agrícolas brasileños. A cambio, el nuevo gobierno brasileño apoyó estratégi-
camente a Qu Dongyu para que dirija la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (fao). Esta decisión también se debe a que el sector de
agronegocios de Brasil tiene un peso importante en la política interna y está represen-
tado en la Cámara de Diputados con un 40%. Es lógico que este grupo apoye las bue-
nas relaciones con China y desee seguir profundizándolas en el área agrícola.
Fidel Castro y la China de Hu, cuando las relaciones políticas con esos países tocaron
su punto más bajo. La congruencia ideológica de los gobiernos anteriores se reflejó en
sus relaciones políticas internacionales. Esta es la razón de ser del sistema multiparti-
dista mexicano.
Así, la política exterior de López Obrador probablemente será de pragmatismo
para no tener conflictos con otros países y se mantendrá a la defensiva, con barreras
a los agentes externos (por ejemplo, organizaciones no gubernamentales) para que
no intervengan en temas del orden interno. De este modo, la nueva política exterior
de bajo perfil mexicana estará más enfocada en los asuntos internos que en desplegar
una diplomacia activa y universal. El Presidente estaría dispuesto a modificar muchas
políticas de gobiernos anteriores, pero el cambio aún no se ha radicalizado: en sus pri-
meros meses, la política exterior ha sido prudente.
Durante la campaña presidencial de 2012, López Obrador ya insistía en que
a México “le conviene acercarse más a países como China, Brasil, la India, Rusia,
Sudáfrica, y a la región de Asia-Pacífico. Esta relación nos ofrece la posibilidad no
solo de fortalecer los vínculos económicos y comerciales, sino de auspiciar un orden
internacional construido entre todos, en el que la globalización no quiera decir
hegemonía”. Con el cambio de siglo, en el relato político de los últimos tres sexe-
nios se subrayó constantemente la diversificación de las relaciones internaciona-
les de México como uno de los objetivos primordiales, pero no se calificó a China
como una relación prioritaria y fundamental para México. En los primeros meses
de la era de López Obrador no hay congruencia entre los objetivos propuestos en
campaña respecto a la diversificación con países emergentes, y las acciones de polí-
tica exterior no revelan cuál será el lugar de México en el sistema multipolar y
frente a la tradicional política del poder internacional.
La primera visita oficial del Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo
Ebrard, a China se realizó el 1 y 2 de julio de 2019, tras la cumbre del g-20. Ebrard
sostuvo encuentros con el vicepresidente Wang Qishan y con su homólogo Wang
Yi. Ahí se propuso ampliar los lazos comerciales bilaterales y los flujos de inversión
productiva, y profundizar en la cooperación educativa, cultural, científica y tecno-
lógica (industria aeroespacial, médica y de electrodomésticos). También se acordó
establecer una hoja de ruta de trabajo bilateral de 5 años para fortalecer la declara-
ción de Asociación Estratégica Integral de 2013. En temas multilaterales, se habló
sobre la crisis de Venezuela, la Alianza del Pacífico y la próxima cumbre del Foro
Ministerial China-celac. En comparación con la visita oficial de Mourão a China,
el Canciller mexicano no tuvo una recepción imponente. Quizá en ese acto simbó-
lico se note el mesurado interés chino en México frente al poco interés que tiene
el Presidente mexicano en buscar una relación estrecha con el país asiático. Con
todo, el secretario Ebrard ha asumido un papel protagónico en el diálogo político
con China. Nuevamente, la Secretaría de Relaciones Exteriores recuperó la fun-
ción primordial de llevar las relaciones internacionales y la política exterior del
país, pues en los dos últimos sexenios había sido sustituida por la Secretaría de
Economía y ProMéxico.
REFLEXIONES FINALES
En tiempos revueltos, tanto Brasil como México voltean reactivamente hacia China,
que emerge como un poder extrarregional fundamental para paliar las recesiones eco-
nómicas y las crisis mundiales, y la ven como contrapeso directo de Estados Unidos,
sin que en los nuevos gobiernos brasileño y mexicano exista, por ahora, una política de
Estado de largo plazo de la relación interdependiente con ella. El papel de China en el
escenario mundial no es fortuito ni resultado de su prosperidad económica, sino que es
producto de su política exterior activa, que se resume en encontrar oportunidades para
hacer avanzar sus metas internas, como la profundización de la reforma económica,
el reconocimiento de su economía como de mercado, la reivindicación de su sobera-
nía sobre Taiwán y que solo hay un país llamado China, el aumento del prestigio de
sus logros y la legitimidad del Partido Comunista de China como partido de Estado.
China es un contrapeso importante de Estados Unidos; sin embargo, la interde-
pendencia económica y la inclusión de México en la esfera de seguridad nacional de
Estados Unidos constituyen factores que limitan el potencial de las relaciones con
China. Si bien Beijing y Washington son socios interdependientes, la relación de
un poder en ascenso y otro establecido (en descenso), con culturas e ideologías dife-
rentes, suscita una competencia que generará choques geopolíticos. Por ahora, en el
gobierno de López Obrador Estados Unidos sigue siendo prioridad en la agenda de
política exterior. En la relación de China con México, los nexos económicos y comer-
ciales tienden a intensificarse y profundizarse en algunos sectores, pero políticamente
los dos países siguen siendo distantes y escépticos.
Por otra parte, el discurso de Bolsonaro hacia China remite a viejas políticas anti-
chinas. Entender la articulación de los conceptos de nacionalismo e interés nacional
por medio del lenguaje, las imágenes y la propaganda oficial del nuevo mandatario bra-
sileño, da pie a una interpretación semiótica que puede ser utilizada, legítimamente o
no, como base de su política interna y puede extenderse a la política hacia China.
Con el gobierno de Bolsonaro, sigue en juego la posibilidad de que Brasil surja
como potencia media en el concierto de las naciones. Y es que la cooperación global
entre Brasil y China ha contribuido al establecimiento de un orden internacional ten-
diente a la multiplicidad de polos, en el cual las zonas periféricas han alcanzado más
peso e influencia en la toma de decisiones. Por razones históricas y de seguridad, las
políticas exteriores de Beijing y Brasilia han girado hacia el Sur Global y se han deter-
minado por su relación asimétrica con Washington. Pese a las importantes diferen-
cias de sus sistemas políticos e intereses nacionales, los gobiernos petistas optaron por
una política externa pragmática que sirvió para el equilibrio de poderes, con la idea
de capitalizar convergencias y recursos políticos. Fue una relación de “coexistencia de
conveniencia global”. Al no ser un Estado intervencionista, Brasil ganó incentivos y
prestigio. En pocas palabras, se reafirmó su presencia internacional.
Entre tanto, el gobierno chino ha iniciado un acercamiento político para tratar
de disuadir a Bolsonaro y a su equipo de su posición antichina, que desprestigia los
alcances políticos alcanzados con los gobiernos anteriores. Este acercamiento quedó
registrado en la recepción otorgada por Xi a Mourão en mayo de 2019. Asimismo, el
E
n 2015, más de 1.2 millones de personas llegaron a la Unión Europea en
busca de asilo. Huían de zonas de guerra en Afganistán, Siria y Sudán del
Sur, de privaciones económicas en Nigeria y Pakistán y de la inestabilidad
política en Somalia. Los integrantes del grupo más copioso cruzaron el mar Egeo
y muchos llegaron al territorio europeo por Grecia y se abrieron camino hasta
Alemania. Otros cruzaron el Mediterráneo en botes inseguros y sobrecargados o
atravesaron los estrechos del Bósforo, Dardanelos o Gibraltar. Políticos y periodis-
tas declararon que esta situación era una “crisis”, por su escala sin precedentes; sin
embargo, no era una crisis de números, sino política. Los líderes europeos recu-
rrieron primero a soluciones precipitadas y unilaterales. La canciller alemana An-
gela Merkel estableció una política momentánea de frontera abierta. El primer
ministro húngaro Viktor Orban levantó una cerca de alambre de púas. Otros paí-
ses trataron de alojar, recluir o expulsar a los migrantes, en la mayoría de los casos
sin ningún resultado. Las consecuencias humanas fueron devastadoras: desde 2015,
más de 10 000 personas se han ahogado tratando de cruzar el mar Mediterráneo.
Quienes lo lograron no fueron recibidos como sobrevivientes, sino como usurpa-
dores, oportunistas o extremistas encubiertos; pronto se convirtieron en el chivo
expiatorio de la derecha radical. Las consecuencias políticas cambiaron a Europa
para siempre.
El hemisferio occidental ahora enfrenta una crisis migratoria de escala similar, con
consecuencias que probablemente también sean de largo alcance. Hasta el momento,
la crisis ha recibido un tratamiento poco sistemático. Los migrantes centroamericanos
que llegan a la frontera de México con Estados Unidos, los venezolanos que entran a
Colombia por las llanuras desérticas, los bolivianos que buscan trabajo en Argentina
y Chile han sido tratados como fenómenos separados, pero, de hecho, son parte
del mismo conjunto de problemas básicos. Para evitar los estragos humanos y polí-
ticos que la crisis de migración produjo en Europa, los líderes y formuladores de
políticas públicas deben abordar esta nueva situación en forma amplia y aprender
de los ejemplos del pasado. Actualmente, los políticos de Estados Unidos y de otras
partes del continente americano están repitiendo los errores europeos.
En 2019, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más de 800 000 perso-
nas en la frontera sur, el mayor número en más de una década. El máximo número de
detenciones se había producido en 2000, y fue resultado principalmente de un factor
de “atracción”, es decir, por la gran demanda de mano de obra barata. Hoy, por el contra-
rio, los inmigrantes se desplazan por factores de “expulsión”, con muchos de los elemen-
tos que incitaron las huidas masivas a Europa hace 4 años: Estados fallidos o frágiles,
violencia e inseguridad económica. Para lidiar con estos nuevos arribos, Estados Unidos
utiliza, en gran medida, los mismos esquemas que pusieron a prueba los países europeos
y que al final resultaron infructuosos. De los muros fronterizos a los tratos bilaterales
que vinculan la inmigración al comercio y la asistencia, Washington sacó las medidas
de un manual de estrategia que no funcionó en otros países. Por ejemplo, la política del
presidente Donald Trump de que “se queden en México”, que estipula que los migran-
tes que quieran obtener asilo en Estados Unidos deben esperar la evaluación de su soli-
citud en territorio mexicano, refleja los reiterados intentos fallidos de la Unión Europea
para establecer sistemas similares en Libia y otras partes.
Pese a las diferencias, hay algunas estrategias que el Nuevo Mundo podría adop-
tar del Viejo. La lección clave de la experiencia europea de 2015 es que, cuando se trata
de migración, el unilateralismo y el bilateralismo tienen límites. La sensación de crisis
comenzó a menguar solo cuando la Unión Europea adoptó un enfoque multifacético
basado en la cooperación entre los países de origen, tránsito y destino de los migrantes.
DOBLE VISIÓN
Las crisis europea y americana se parecen en varios aspectos. El número total de per-
sonas detenidas en la frontera de Estados Unidos o consideradas inadmisibles en un
puerto de entrada estadounidense desde octubre de 2018 es casi equivalente al número
de personas que llegaron a Europa buscando asilo en todo 2015. Observadores de
ambos lados del Atlántico también se han encontrado con escenas igualmente sinies-
tras. La fotografía ampliamente difundida de los cuerpos de Óscar Martínez y su hija
de 23 meses, Valeria, quienes se ahogaron cuando intentaban cruzar el río Bravo en
junio de 2019, recuerda la imagen de Alan Kurdi, el niño sirio que se ahogó tratando
de cruzar el Mediterráneo en 2015. Esas imágenes han llegado a simbolizar los terri-
bles estragos de la migración en un mundo de fronteras cerradas.
Los efectos de la migración en los sistemas políticos europeos y estadounidense
son igualmente comparables. La retórica de personajes del ala derecha xenofóbica en
Estados Unidos hace eco —y en algunos casos echa mano— de los pronunciamientos
de sus equivalentes europeos. En Europa, esa retórica alimentó la animadversión contra
los migrantes y también suscitó el apoyo a los partidos de derecha. En Estados Unidos,
donde la creciente xenofobia respalda el enfoque punitivo del presidente Trump hacia
los migrantes, tuvo un efecto similar.
Hay más paralelismos entre las dos crisis en lo que se refiere a sus causas, sus
consecuencias y las respuestas de los gobiernos. Ambas crisis fueron resultado de
colapsos del Estado. En Europa, el detonador inmediato fue la guerra civil siria. La
fragilidad del Estado en Afganistán e Irak también contribuyó a los desplazamientos
masivos, y el caos en Libia creó una opción de tránsito y refugio para los traficantes
de personas al facilitar el paso desde África Subsahariana por el Mediterráneo. En
el continente americano, El Salvador, Guatemala y Honduras se han vuelto suma-
mente inestables en los últimos años. Guatemala aparece en la lista del Índice de
Estados Frágiles dentro de la categoría “en grave peligro”; Honduras está apenas
un nivel más abajo. En estos Estados, hay poca gobernabilidad, mucha corrupción
y la delincuencia organizada domina los negocios, la política y la sociedad. Desde el
verano de 2018, los tres países han padecido severas sequías. La tasa de cosechas per-
didas ha superado el 80%; como resultado, la inseguridad alimentaria se ha vuelto la
principal causa de la emigración. Frente al Caribe, Venezuela se ha derrumbado bajo
su Presidente y potencial hombre fuerte, Nicolás Maduro. Más de cuatro millones
de personas han huido del país, la mayoría a Colombia, Ecuador o Perú, de modo
que esta es la segunda mayor crisis mundial de desplazamiento.
América también atestigua una tragedia humana tan dramática como la que envolvió
a Europa en 2015, cuando más de 3700 personas se ahogaron cruzando el Mediterráneo.
El número de los que están muriendo en la frontera entre Estados Unidos y México
es considerablemente menor —alrededor de 400 en los primeros 8 meses de 2019—,
pero sigue siendo una cifra significativa. Además, esas cifras no consideran las miles de
personas que han sido sujetas a condiciones inhumanas o que han sufrido agravios en
su jornada hacia el norte. Mientras tanto, el hecho de que el país más rico del mundo
detenga indefinidamente a niños migrantes muestra una degradación en la aplicación
de los derechos humanos similar a la que presenció Europa en 2015.
La respuesta inicial de Europa a la crisis se caracterizó por el unilateralismo, más
que por la cooperación internacional. En 2015, los veintiocho Estados de la Unión
Europea se esforzaron por acordar una respuesta común. Las solicitudes de Merkel de
que se abrieran las fronteras fueron ignoradas, y tanto Austria como Hungría cerraron
rápidamente sus puertas. Una frustración mayor para los Estados europeos del norte
fue la sensación de que los Estados europeos del sur eran en gran medida indiferen-
tes al problema: dejaban pasar a los migrantes con la esperanza de que siguieran su
camino hacia el norte. El gobierno mexicano también se mantuvo al margen cuando
las caravanas de migrantes que se originaban en Centroamérica cruzaron México en
la ruta a Estados Unidos a finales de 2018. Y así como los países europeos ricos del
norte fueron incapaces de obligar a sus vecinos del sur a asumir una mayor responsabi-
lidad en el problema, los esfuerzos unilaterales de Washington por intimidar o sobor-
nar a México para que actuara de manera más enérgica no dieron ningún resultado.
Aunque los países sudamericanos han sido mucho más receptivos con los
migrantes venezolanos de lo que son sus vecinos del norte con los que huyen de
Centroamérica, también ellos han tenido que bregar para imponer medidas uni-
formes o mecanismos de colaboración regional. La distribución de los migran-
tes en la región es muy irregular: para finales de 2018, había alrededor de 1.3
millones en Colombia, 768 000 en Perú, 288 000 en Chile, 263 000 en Ecuador,
168 000 en Brasil y 130 000 en Argentina. Cada país gestiona los permisos de tra-
bajo, los servicios públicos y el estatus de refugiado en forma diferente. A la luz de
la reacción xenofóbica en varios países, algunos gobiernos han implantado medidas
de disuasión similares a las que aplicaron los Estados europeos en 2015. Por ejem-
plo, Ecuador estableció el requisito de que los venezolanos declaren sus anteceden-
tes penales en la frontera, por el grave incremento de la violencia antinmigrante a
finales de 2018.
A TIRAR EL DICCIONARIO
La crisis americana —como antes la europea— ha puesto en entredicho la utili-
dad de categorías convencionales como “refugiados” y “migrantes económicos”. La
Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas de 1951
definía al refugiado como aquel que sentía “un temor bien fundado de ser per-
seguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, por pertenecer a un grupo
social particular o por sus opiniones políticas”. En la Ley de Refugiados de 1980 de
Estados Unidos, el Congreso recogió esta definición. Sin embargo, la definición de
1951 fue redactada para abordar los conflictos de inicios de la Guerra Fría, en espe-
cial, la emigración de los disidentes soviéticos. Hoy, la mayoría de los migrantes no
huyen de regímenes poderosos que quieren oprimirlos. Tampoco buscan simple-
mente mejores oportunidades económicas. Más bien, huyen de Estados que han
fallado o que son tan frágiles que la vida se ha vuelto difícil de sobrellevar para sus
ciudadanos. Lo que Europa vio en 2015 y lo que los estadounidenses están viendo
hoy no son meros flujos de refugiados o desplazamientos poblacionales impulsados
por el mercado, sino una “migración de sobrevivencia”: un término acuñado para
describir el éxodo de los zimbabuenses del régimen de Robert Mugabe en los pri-
meros años del siglo xxi. Entre 2003 y 2010, alrededor de dos millones de zimba-
buenses huyeron a Sudáfrica y otros Estados vecinos. La mayoría quería escapar
de la hiperinflación, el bandidaje y la inseguridad alimentaria —consecuencias eco-
nómicas de la situación política—, más que de la persecución política. Como estos
migrantes no podían catalogarse como refugiados o migrantes económicos, se estan-
caron las acciones humanitarias que hubieran servido para esta crisis.
Muchos de los migrantes que llegaron a Europa en 2015, sobre todo los que venían
de Siria, claramente eran refugiados bajo la Convención de 1951. Otros —entre ellos,
algunos albanos y kosovares que siguieron junto con los sirios la ruta de los Balcanes
para llegar a Alemania— eran migrantes económicos. Sin embargo, muchos de los que
cruzaban el Egeo huían de Estados frágiles, como Afganistán e Irak. Los gobiernos
europeos, en su mayoría, no estaban seguros de cómo calificar a estos migrantes. En el
primer cuarto de 2019, Alemania reconoció al 46% de los solicitantes de asilo iraquíes,
mientras que el Reino Unido reconoció apenas al 13%. Los solicitantes de países falli-
dos o frágiles del Medio Oriente o de África Subsahariana enfrentaron —y todavía
enfrentan— una suerte de lotería de reconocimiento, cuyo resultado depende de si
los jueces o burócratas están dispuestos a hacer entrar con calzador las circunstancias
actuales dentro de las categorías de la Guerra Fría. Sin embargo, pocos gobiernos euro-
peos querían abandonar las viejas terminologías
y categorías. Los gobiernos dirigidos por par-
tidos de centroderecha no iban a arriesgarse a La retórica de los xenófobos
enfrentar más obligaciones, mientras que los de de centroderecha
centroizquierda no querían poner en peligro la
Convención de 1951. en Estados Unidos hace
Una dinámica similar parece estar ope- eco de los pronunciamientos
rando en el continente americano hoy, donde
nociones obsoletas oscurecen la realidad de
de sus pares en Europa.
las migraciones por sobrevivencia. En ningún
lado esto es tan claro como en Centroamérica. En los primeros 8 meses de 2019,
alrededor de 508 000 personas abandonaron el Triángulo Norte de Centroamérica,
constituido por El Salvador, Guatemala y Honduras, para dirigirse a Estados
Unidos. Esto representa casi el doble de los que se movilizaban cada año desde
2014, un aumento que explica en buena medida que hayan aumentado notable-
mente las detenciones en la frontera estadounidense. Mientras tanto, en los últi-
mos 6 años, el número de solicitudes de asilo provenientes de estos tres países se
ha incrementado más de diez veces.
Los motivos que tienen los migrantes centroamericanos para salir de sus países
con frecuencia son complejos. Hay una gran pobreza en el Triángulo Norte. La sequía
ha contribuido a una pérdida de cosechas de gran escala, lo que debilitó la seguri-
dad alimentaria y el sustento en estas sociedades predominantemente agrarias. La
Organización de las Naciones Unidas (onu) ha postulado que el cambio climático es
una de las causas. Mientras tanto, gobernanzas débiles contribuyen a la corrupción y
la violencia, así como a la falta de servicios públicos.
Las manifestaciones más visibles de la migración por sobrevivencia del Triángulo
Norte han sido las caravanas de migrantes que periódicamente tratan de entrar
a Estados Unidos cruzando México. Una encuesta realizada por la Organización
Internacional para las Migraciones a 800 personas de la primera caravana de 2019
reveló los complicados motivos de los centroamericanos en éxodo hacia el norte: 45%
de los encuestados indicaron que principalmente buscaban mejores condiciones econó-
micas, 9% huían la violencia e inseguridad y 45% señalaba los dos aspectos. También,
el 68% señaló que el año anterior había tenido que cambiar su lugar de residencia en
su país de origen debido a la violencia o la inseguridad. Como Washington ha redo-
blado las detenciones y controles, muchos migrantes centroamericanos han optado por
entregarse a la Patrulla Fronteriza estadounidense para solicitar asilo, en vez de tratar
de colarse por la frontera, lo que contribuye al aumento de los reclamos pendientes en
la frontera estadounidense.
UN RECIBIMIENTO INCÓMODO
Centroamérica no es la única que expulsa migrantes en el hemisferio occidental, y
Estados Unidos no es el único destino. Las agitaciones en Venezuela también han des-
plazado a una gran cantidad de personas que buscan refugio en otros países de la región.
En el régimen cada vez más autoritario de Maduro, el país ha estado asolado por la vio-
lencia y las dificultades económicas desde finales de 2015. Venezuela tiene ahora uno de
los más altos índices de asesinatos del mundo. El 90% de la población vive por debajo
de la línea de pobreza. En 2018, la hiperinflación fue de casi 1.7 millones por ciento.
El éxodo se intensificó en 2017, cuando cayó todo el peso de la crisis económica.
Desde entonces, han partido alrededor de cuatro millones de venezolanos —al menos
el 7% de la población del país. Es un acontecimiento sin precedentes en la región, pro-
bablemente solo superado por el periodo entre 1979 y 1992, cuando más del 25% de la
población de El Salvador huyó de la guerra civil.
Los vecinos de Venezuela han reaccionado de formas muy diversas. La respuesta
colombiana ha sido la más progresista. El país abrió sus puertas a aproximadamente
1.5 millones de venezolanos y les otorgó el derecho a trabajar y recibir servicios
básicos. Colombia ha visto en la inmigración venezolana una oportunidad de des-
arrollo, dado que recibió un fondo de 31.5 millones de dólares del Banco Mundial a
inicios de 2019, junto con un financiamiento concesionario adicional, para propor-
cionar empleos y mejorar los servicios sociales a los inmigrantes y las comunidades
que los hospedan. Sin embargo, el gobierno de Colombia se niega a llamar refugia-
dos a estos venezolanos, puesto que, de hacerlo, exacerbaría el rezago de los trámites
burocráticos en el sistema de asilo y se arriesgaría a enfrentar una reacción polí-
tica negativa, ahora que la retórica antinmigrante crece en las regiones fronterizas.
Otros países han sido menos hospitalarios. Al principio, Perú abrió sus fronteras
y permitió a los venezolanos solicitar estancias de asilo de corto plazo. Además, entre
enero de 2017 y diciembre de 2018 dio acceso temporal a los migrantes venezolanos a
trabajo, educación y servicios bancarios. Sin embargo, a finales de 2018 suspendió esa
práctica por temor a estimular la llegada de más venezolanos. En 2017, Brasil comenzó
a ofrecer visas de 2 años de residencia a los venezolanos y les concedió a todos los
solicitantes de asilo permisos de trabajo y servicios básicos. Sin embargo, en 2018 el
Gobernador del estado de Roraima apeló al Supremo Tribunal Federal para cerrar las
fronteras hasta que se reunieran las condiciones para una “recepción humanitaria” (el
Tribunal desechó el caso). Brasil también ha intentado, con poco éxito, llevar a cabo un
esquema de reubicación interna mediante el cual se han trasladado alrededor de 5000
venezolanos de la frontera a diecisiete estados del país. Por su parte, Ecuador inicial-
mente recibió a los venezolanos que huían, pero en agosto de 2018 introdujo controles
fronterizos más estrictos. En enero de 2019, el país atestiguó una reacción xenofóbica
cuando un migrante venezolano mató a su novia ecuatoriana embarazada. Ante la ira y
la violencia en su contra, muchos venezolanos dejaron Ecuador por Colombia.
Mientras tanto, las organizaciones internacionales no han logrado siquiera defi-
nir la crisis en Sudamérica, mucho menos lidiar con ella. Hasta la primavera de
2019, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados solo había
mencionado vagamente que la región estaba pasando por una “crisis migratoria”. Sin
embargo, el 21 de mayo de 2019, por la presión de activistas de derechos humanos, la
Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur) publicó una declara-
ción en la que señalaba que la mayoría de los migrantes venezolanos eran refugiados
que necesitaban protección internacional. El Banco Mundial ha dicho que la migra-
ción venezolana “tiene principalmente motiva-
ciones económicas, pero con las características
de una situación de refugiados por la velocidad La mayoría de los
del éxodo y el grado de vulnerabilidad”.
Aun así, todos los que han lidiado con la
migrantes sudamericanos
situación en el terreno coinciden en que está depende de sus parientes
ocurriendo una tragedia humanitaria. En la y amigos para sobrevivir.
frontera de Cúcuta, Colombia, alrededor de
50 000 personas cruzan a diario el puesto de con-
trol fronterizo en el Puente Internacional Simón Bolívar. Comenzaron con maletas,
bolsas y carritos para recoger comida y provisiones básicas que no podían encontrar
fácilmente en Venezuela. Compraban y vendían en el mercado La Parada de Cúcuta
o comían en los comedores que montaban las organizaciones afiliadas al Programa
Mundial de Alimentos, que servían un total de 8000 comidas al día. Hasta 3000 per-
sonas que cruzaban diariamente acabaron quedándose en Colombia. Los que tenían
pasaporte podían regularizar su estatus, acceder a servicios públicos y encontrar trabajo.
Por el contrario, quienes carecían de documentos no recibían ni los beneficios más
básicos.
La competencia y la falta de una coordinación adecuada entre las agencias de la
onu y las organizaciones no gubernamentales es palpable. Por ejemplo, durante una
visita que hice recientemente a la frontera, algunas organizaciones presionaban para
que se les diera ayuda en efectivo sin condiciones a los venezolanos, mientras otras
—entre ellas, el gobierno colombiano— argumentaban que esto exacerbaría las ten-
siones entre los migrantes y los locales. Varios organismos se quejaban de que otros
iniciaban programas sin consultar a socios relevantes, pese a la existencia de una pla-
taforma de coordinación entre las organizaciones.
Hay, desde luego, algunos modelos. En la atribulada Cúcuta, un punto fron-
terizo de servicios múltiples operado por agencias de la onu y organizaciones no
gubernamentales se ofrece ayuda de emergencia y orientación a quienes más la
necesitan. Aquí, y en otros puntos de la frontera, el Fondo de las Naciones Unidas
para la Infancia aplica vacunas a los migrantes más jóvenes. Unos pocos centros
de recepción ofrecen alojamiento nocturno temporal. No obstante, la mayoría de
los migrantes dependen de sus familiares y amigos para sobrevivir.
los refugiados en cualquier parte del mundo. La Conferencia estableció criterios para
reconocer y responder a diferentes categorías migratorias. Y por medio de la cirefca,
los países crearon santuarios sostenibles cercanos a los hogares de los migrantes de la
región.
La situación que motivó la Conferencia era tan grave como la crisis migratoria que
perturba el entorno político actual. Para finales de la década de 1980, luego de una
década de conflictos regionales que produjo alrededor de 160 000 muertes, había millo-
nes de personas desplazadas en Centroamérica. De estas, 150 000 fueron reconocidas
como refugiadas, alrededor de 900 000 salieron de su país pero no fueron considera-
das refugiadas y aproximadamente 900 000 se consideraron desplazadas internas. La
cirefca pretendía remediar este problema como parte del proceso de paz en la región
a finales de la Guerra Fría. La iniciativa de realizar la Conferencia vino de la onu, que
colaboró con el Grupo Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela) y donan-
tes mayores como Estados Unidos y la Unión Europea. Como parte de la iniciativa,
la acnur y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo establecieron un
secretariado conjunto con base en San José, Costa Rica.
El objetivo de la cirefca era abordar los desplazamientos forzados con un enfo-
que basado en el desarrollo. Los asistentes a la Conferencia pidieron que el secre-
tariado de la cirefca pusiera en marcha 36 proyectos iniciales que requerirían 375
millones de dólares durante 3 años. La mayoría de los proyectos estaban destinados
a asegurar que, en vez de tener que recorrer grandes distancias en busca de segu-
ridad y oportunidades, los migrantes pudieran recibir protección y prosperar más
cerca de sus hogares. Por ejemplo, por medio de la cirefca el gobierno mexicano
emprendió el desarrollo de grandes zonas de la península de Yucatán, incluyendo
Campeche y Quintana Roo, estados que en ese momento albergaban a decenas de
miles de refugiados guatemaltecos. El proyecto creó empleos agrícolas y otras opor-
tunidades para que los refugiados guatemaltecos pudieran llevar una vida sosteni-
ble en México, al tiempo que contribuían al desarrollo de zonas empobrecidas de la
península. Otros proyectos de la cirefca promovían la autosuficiencia de los refu-
giados, facultándolos para que aprovecharan oportunidades tanto en sus países de
origen como en los países vecinos. Por ejemplo, 62 000 nicaragüenses, 45 000 gua-
temaltecos y 27 000 salvadoreños regresaron a sus países porque surgieron proyectos
de desarrollo integrados en sus comunidades locales, programas dirigidos a mejorar
el empleo, la infraestructura y los servicios sociales.
Al final, se estima que la cirefca canalizó a la región más de 422 millones de dóla-
res en recursos adicionales, la mayoría provenientes de Estados Unidos y la Unión
Europea. Sin embargo, la cirefca no fue solo una reunión aislada para atender las
necesidades del momento: fue una empresa política ambiciosa que trabajó de 1987 a
1995. Generó soluciones sostenibles incluso para los que no eran oficialmente refugia-
dos, al usar el término “personas desplazadas externamente”, que incorporaba las nece-
sidades de las personas en situación de migración que la terminología tradicional no
alcanzaba a describir. En última instancia, la cirefca enfrentó la crisis migratoria y
sentó las bases para 2 décadas de paz en Centroamérica.
ANCLAS, NO MUROS
Hoy el continente americano necesita que resurja el espíritu de cooperación interna-
cional que impulsó a la cirefca. El nuevo Pacto Mundial para la Migración Segura,
Ordenada y Regular —refrendado por la Asamblea General de la onu en 2018— es
un paso en la dirección correcta. El acuerdo exhorta a compartir la responsabilidad en
el tema de refugiados y promueve lo que podría denominarse “cumbres de solidari-
dad”, encuentros en los que los países que enfrentan los mayores desafíos de despla-
zamiento puedan presentar proyectos y propuestas a la comunidad donante mundial.
Estas cumbres proporcionarían una plataforma para que los gobiernos establezcan
políticas y criterios relativos a los migrantes, refugiados y otros que se encuentran en
el medio de estas categorías. Las cumbres permitirían que los gobiernos sometieran a
prueba nuevos esquemas para los desplazamientos forzados y abrieran oportunidades
de crecimiento benéficas tanto para las poblaciones desplazadas como para las comu-
nidades anfitrionas.
El lugar más obvio para comenzar sería una cumbre de solidaridad para atender a
los refugiados y migrantes venezolanos, dado que hay un claro consenso en Sudamérica
sobre la necesidad de cooperación y un mecanismo institucional mediante el cual
lograrla. El encuentro podría estar organizado por el llamado Grupo Quito, constituido
por once países que en 2018 firmaron una declaración en la capital ecuatoriana, en la
que manifestaban la necesidad de un “incremento sustancial” de recursos para enfren-
tar la crisis. Cualquier país del grupo que estuviera preparado para avanzar con la ini-
ciativa podía hacerlo. La acnur y la Organización Internacional para las Migraciones
desempeñarían un papel clave. (Eduardo Stein, representante especial conjunto de
las dos organizaciones para los refugiados y migrantes venezolanos, instó a una “res-
puesta regional armónica, coherente y previsible” en agosto de 2019.) Idealmente, la
cumbre funcionaría de manera parecida a la cirefca, sería operada por un secretariado
intergubernamental y estaría respaldada por países donantes en el hemisferio norte.
El propósito principal sería doble: canalizar el financiamiento internacional hacia pro-
yectos de desarrollo que beneficien tanto a migrantes como a los ciudadanos del país
anfitrión y comprometerse con normas regionales comunes para la recepción y reco-
nocimiento de los migrantes en los distintos países. Los países ricos como Canadá y
Estados Unidos tienen fuertes incentivos para contribuir, dado el riesgo de que una
reacción negativa antinmigrante en toda Latinoamérica pueda propagar políticas popu-
listas o incluso revolucionarias.
La meta, sobre todo, debe ser extender algunas de las disposiciones que ahora son
solo para los refugiados a los migrantes por sobrevivencia, que son la expresión de la
crisis actual. La cirefca demostró que tal enfoque puede funcionar, y su legado es
indiscutiblemente positivo: la integración sostenible de miles de refugiados y otras
poblaciones desplazadas. Ya es tiempo de que la región emprenda proyectos similares,
centrados en lanzar anclas en vez de levantar muros.
R E U T E R S / G U S T AV O G R A F
Luego del asesinato de Ingrid Escamilla y de la niña Fátima Cecilia Aldrighett, de 7 años
de edad, grupos feministas se manifestaron afuera del Palacio Nacional, en la Ciudad de
México, el 18 de febrero de 2020, para exigirle al gobierno medidas eficaces para frenar
los feminicidios y la violencia contra las mujeres. Como secuela de estas demandas, miles
de mujeres marcharon en la capital del país en el marco del Día Internacional de la
Mujer, y el 9 de marzo de 2020 realizaron un paro nacional para, entre otras cosas,
visibilizar la falta de equidad de género en México.
élites decidieron experimentar con los negocios
Reseñas en el exterior, específicamente en México.
Zepeda narra el complejo papel que Wilson
desempeñó como operador político de una
camarilla compuesta por empresarios esta-
Noelia Jiménez Hernández dounidenses y un par de senadores republica-
nos a los que les debía su cargo diplomático. El
Henry Lane Wilson y el derrocamiento del concepto ideológico en que se funda la actua-
presidente Madero, Valeria Zepeda ción de Wilson era la idea de la “carga del hom-
Trejo, Ciudad de México, itam/inehrm/ bre blanco”, es decir, de la responsabilidad de
Secretaría de Cultura, 2018, 303 pp., Estados Unidos, como nación civilizada,
mx$190.00. de tutelar por medio de su expansión política
y económica a los países latinoamericanos, a
¿Qué papel desempeñó Henry Lane Wilson los que consideraban incivilizados e inferio-
en la historia de México? ¿Puede afirmarse res. Wilson operaba en defensa de los intere-
que el proceso revolucionario mexicano sufrió ses de su camarilla, convencido de que hacía
una intervención estadounidense? La historia- lo correcto para su partido y su país. Zepeda
dora Valeria Zepeda dedica su pluma a res- resalta que no debemos pensar que Wilson fue
ponder estas preguntas. Henry Lane Wilson y el utilizado por una pequeña élite, sino que, por
derrocamiento del presidente Madero es un estu- el contrario, actuaba conscientemente a favor
dio innovador de este acontecimiento: toma de este grupo, incluso al margen de la oficiali-
el papel de Wilson durante el proceso revo- dad de la Secretaría de Estado de su país. Así,
lucionario mexicano y a partir de ahí ana- Wilson tuvo un papel clave en la Revolución
liza toda una estructura que lo trasciende. mexicana, específicamente, en el derrocamiento
Zepeda investiga, más allá de la participación del presidente Francisco I. Madero durante la
de Wilson, la red dentro de la que operó: una Decena Trágica en 1913.
red tendida por élites empresariales estado- Este libro ofrece apuntes relevantes para
unidenses cuya principal herramienta fue la quien se interese por las relaciones exterio-
diplomacia del dólar para proteger sus intere- res de Estados Unidos en México. El lec-
ses económicos y maximizar sus ganancias en tor comprenderá variables que influyen en
otros países entre finales del siglo xix y prin- la relación bilateral, así como la extraoficia-
cipios del xx. lidad con la que llegan a tomar decisiones los
Zepeda comienza con una descripción de miembros del cuerpo diplomático. Con una
la coyuntura estadounidense en tiempos de los narrativa rigurosa, Zepeda hace de este libro
trust. La época se caracteriza por la monopoli- una herramienta no solo útil, sino indispen-
zación de ciertas industrias, como la minería, los sable para entender el intervencionismo esta-
ferrocarriles y, después, el petróleo. Estos con- dounidense, específicamente el empresarial,
sorcios tenían a su servicio la política estado- en los procesos políticos internos de México.
unidense que, hasta la Ley Sherman Antitrust La actuación de Wilson, al margen de su
(1890), favoreció su crecimiento ilimitado, Presidente y en la mismísima embajada, para
pues estimulaban el desarrollo económico planificar el destino de México, debe ser parte
del país. Con la llegada al poder de Theodore del bagaje de conocimientos de cualquier
Roosevelt, camarillas y grupos dentro de las internacionalista.
tence since 1945. The irony is that it is being dismantled by the same coun-
tries that established it.
Keywords: Brexit, globalization, global South, United States.
Palabras clave: Brexit, Estados Unidos, globalización, Sur global.